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El Gran Sistema Universal y la rebelión de Lucifer (página 3)




Enviado por Diego Dotto



Partes: 1, 2, 3, 4

" En las creaciones del tiempo y el espacio, el libre albedrío está cercado de restricciones, de limitaciones. La evolución de la vida material es primero mecánica, luego activada por la mente y (después de la dotación de la personalidad) puede llegar a ser dirigida por el espíritu. Se limita físicamente la evolución orgánica en los mundos habitados por los potenciales de las implantaciones originales de vida física de los Portadores de Vida.

El hombre mortal es una máquina, un mecanismo vivo; sus raíces están verdaderamente en el mundo físico de la energía. Muchas reacciones humanas son de naturaleza mecánica; mucho de su vida es semejante a la máquina. Pero el hombre, un mecanismo, es mucho más que una máquina; está dotado de mente y residido por el espíritu; y aunque a través de toda su vida material no pueda jamás escapar a la mecánica química y eléctrica de su existencia, puede aprender cada vez más cómo subordinar su máquina de vida física a la sabiduría directiva de la experiencia por el proceso de consagrar la mente humana a la ejecución de los impulsos espirituales del Espíritu Modelador residente.

El espíritu libera, y el mecanismo limita, la función de la voluntad. La elección imperfecta, no controlada por el mecanismo ni identificada con el espíritu es peligrosa e inestable. La dominancia mecánica asegura la estabilidad en detrimento del progreso; la alianza con el espíritu libera la elección del nivel físico y al mismo tiempo asegura la estabilidad divina producida por un mayor discernimiento universal y una mayor comprensión cósmica.

El gran peligro que acecha a la criatura es de que, al lograr la liberación de las cadenas del mecanismo de la vida, fracasará al compensar esta pérdida de estabilidad mediante una vinculación armoniosa funcional con el espíritu. La elección de la criatura, cuando está relativamente liberada de la estabilidad mecánica, puede intentar una autoliberación ulterior independientemente de la identificación más elevada con el espíritu.

El principio entero de la evolución biológica hace imposible que el hombre primitivo aparezca en los mundos habitados con una dote grande de autocontrol. Por lo tanto este mismo diseño creador que determinó la evolución, del mismo modo provee aquellos controles exteriores en el tiempo y en el espacio, tales como el hambre y el temor, que circunscriben eficazmente la gama de elección subespiritual de estas criaturas poco cultas. A medida que la mente del hombre sobrepasa con éxito barreras cada vez más difíciles, este mismo diseño creador también ha proveído una lenta acumulación de herencia racial de sabiduría experiencial penosamente ganada —en otras palabras: el mantenimiento de un equilibrio entre los controles exteriores en disminución y los controles interiores en aumento.

La lentitud de la evolución, del progreso cultural humano, atestigua la eficacia de ese freno

—inercia material— que tan eficientemente opera para retardar las velocidades peligrosas del progreso. Así amortigua el tiempo mismo y distribuye los resultados, que de otra manera serían fatales, de la huida prematura de las barreras que más inmediatamente afectan la acción humana. Porque cuando la cultura avanza demasiado rápidamente, cuando el logro material va más rápido que la evolución de la adoración-sabiduría, la civilización contiene dentro de sí misma las semillas de la retrogresión; y a menos que se las refuerce por un rápido aumento de la sabiduría experiencial, tales sociedades humanas retrocederán de los niveles de logro elevados pero prematuros, y las «edades de las tinieblas» del interregno de la sabiduría, atestiguarán la restauración inexorable de un desequilibrio entre la autolibertad y el autocontrol.

La iniquidad de Caligastia consistió en desviar
el factor de tiempo en la liberación progresiva del hombre -la destrucción
gratuita de las barreras de freno, barreras que las mentes mortales de aquellos
tiempos aún no habían sobrepasado experiencialmente.
La mente
que puede llevar a cabo una reducción parcial del tiempo y del espacio,
por esta misma acción se prueba a sí misma como poseyente de las
semillas de una sabiduría que puede servir eficazmente en
lugar de la barrera de freno trascendida.

Lucifer intentó en forma similar destruir el factor
de tiempo que opera como freno del logro prematuro de ciertas libertades en
el sistema local. Un sistema local establecido en luz y vida ha logrado experiencialmente
aquellos puntos de vista y discernimientos que hacen posible la operación
de muchas técnicas que serían destructivas y desgarradoras en
las eras anteriores al establecimiento en ese mismo reino.

A medida que el hombre se sacude el peso del temor, a medida que cruza continentes y océanos con sus máquinas y generaciones y siglos con sus registros, debe sustituir cada freno trascendido con un freno nuevo, asumido voluntariamente, de acuerdo con los dictados morales de la sabiduría humana en expansión. Estos frenos autoimpuestos son al mismo tiempo el más poderoso y el más tenue de todos los factores de la civilización humana —los conceptos de justicia y los ideales de fraternidad. El hombre llega a calificarse a sí mismo para llevar las vestimentas restringentes de la misericordia cuando se atreve a amar a sus semejantes, mientras que logra el comienzo de la hermandad espiritual cuando elige tratarlos como le gustaría ser tratado a sí mismo, tratarlos como él concibe que Dios los trataría.

Una reacción universal automática es estable y, en cierta forma, continua en el cosmos. Una personalidad que conoce a Dios y que desea hacer su voluntad, que tiene discernimiento espiritual, es divinamente estable y eternamente existente. La gran aventura universal del hombre consiste en el tránsito de su mente mortal desde la estabilidad de la estática mecánica a la dinámica espiritual de la divinidad, y logra esta transformación por la fuerza y la constancia de sus propias decisiones que afectan personalidad, declarando en cada una de las situaciones de su vida: «Es mi voluntad que se haga tu voluntad»." (pág. 1301)

Se pueden apreciar conceptos similares de Rudolf Steiner en el libro EL AMOR Y SU SIGNIFICADO EN EL MUNDO…:

  • Sucede que los seres enemigos de aquellos dioses que aman al hombre, siempre hacen lo mismo: aquello que las entidades espirituales que desean el bien para la humanidad, preven para tiempos posteriores, ellos quieren adelantarlo para una época en la que los seres humanos aún no están maduros para ello".

  • ¿ Pero cuál era el propósito de estos seres?. Su intención era otorgar al hombre el alma consciente, implantándole de ese modo una naturaleza que le hubiera impedido encontrar su camino ulterior hacia el Yo Espiritual, el Espíritu de Vida y el Hombre Espíritu. Le habrían cortado su evolución futura, y él mismo habría sido usado para vías de desarrollo enteramente distintas".

  • Ellos pretendieron hacer al hombre muy grande y extremadamente sabio para esta Tierra, para que su alma, saturada de tal sabiduría, tuviera parte en la muerte, y después de su paso por el umbral de la muerte no sintiera ninguna inclinación de participar en la vida espiritual, ni en las encarnaciones posteriores. Quisieron cortar directamente su evolución ulterior y ganarlo para ellos, para otro mundo muy diferente; quisieron conservarlo mediante la vida terrenal, a fin de apartarlo de su verdadero propósito en la Tierra, de aquello que el hombre tendrá que aprender en el transcurso de una lenta y paulatina evolución y que lo llevará finalmente hacia su unión con el Yo Espiritual, el Espíritu de Vida y el Hombre Espíritu".

Obligaciones éticas e impaciencia

  • Lucifer ya poseía la mayor parte de las libertades que buscó; otras las recibiría en el futuro. Perdió todos estos dones preciosos por dar paso a la impaciencia y someterse al deseo de

poseer lo que uno anhela ahora y poseerlo en desafío de toda obligación de respeto de los derechos y libertades de todos los demás seres que componen el universo de los universos. Las obligaciones éticas son innatas, divinas y universales." (pág. 616)

  • La locura de Lucifer fue tratar de hacer lo que no se puede hacer: saltarse el tiempo en un universo experiencial. El crimen de Lucifer fue el intento de privar a todas las personalidades en Satania de los derechos creativos, el acortamiento no reconocido de la participación personal de la criatura —participación de libre albedrío— en la larga lucha evolucionaria para lograr el estado de luz y vida tanto individual como colectivamente. Al hacer esto, este Soberano de antaño de vuestro sistema colocó el propósito temporal de su propia voluntad directamente en oposición al eterno propósito de la voluntad de Dios tal como se lo revela en el otorgamiento del libre albedrío para todas las criaturas personales. La rebelión de Lucifer amenazó así la usurpación máxima posible de la facultad del libre albedrío propia de los ascendenteros y los servidores del sistema de Satania —la amenaza de privar por siempre a cada uno de estos seres de la experiencia emocionante de contribuir algo personal y único al monumento de lenta construcción a la sabiduría experiencial que algún día existirá como sistema perfeccionado de Satania. Así pues el manifiesto de Lucifer, enmascarado en los mantos de la libertad, se presenta a la luz clara de la razón como una amenaza monumental, en consumación del hurto de la libertad personal, y hecho en una escala que tan sólo dos veces se ha visto en toda la historia de Nebadon.

En breve, lo que Dios había dado a los hombres y a los ángeles Lucifer quería quitarles, o sea, el privilegio divino de participar en la creación de sus propios destinos y del destino de este sistema local de mundos habitados."

(pág. 614)

La visita a Simòn el fariseo: Una reflexión del Hijo del Hombre

" Aunque Simón no era un miembro del sanedrín judío, era un fariseo influyente en Jerusalén. Era un creyente a medias, y aunque corría el riesgo de que se le criticara gravemente por eso, se atrevió a invitar a Jesús y a sus asociados personales Pedro, Santiago y Juan, a cenar a su casa. Simón observaba al Maestro desde hacía mucho tiempo y estaba muy impresionado con sus enseñanzas y aun más con su personalidad.

Los fariseos ricos se dedicaban a hacer la caridad, y no ocultaban la publicidad sobre su filantropía. Aun llegaban a veces a tocar el clarín cuando se disponían a hacerle la caridad a un mendigo. Era costumbre de estos fariseos, cuando ofrecían un banquete a invitados distinguidos, dejar abiertas las puertas de la casa para que hasta los mendigos de la calle pudieran entrar y permanecer de pie contra la pared de la sala detrás de los sofás de los comensales, listos para recibir las porciones de comida que les pudieran arrojar los invitados.

En esta ocasión en la casa de Simón, entre los que habían venido de la calle había una mujer de mala reputación que recientemente se había vuelto creyente de la buena nueva del evangelio del reino. Esta mujer era bien conocida en todo Jerusalén como la ex dueña de uno de los burdeles considerados de alta categoría, ubicado junto al patio de los gentiles del templo. Al aceptar las enseñanzas de Jesús, ella cerró su abominable negocio, e indujo a la mayoría de las mujeres con ella asociadas a que aceptaran el evangelio y cambiaran su forma de vida; a pesar de esto, los fariseos seguían despreciándola y estaba obligada a llevar el pelo suelto —insignia de la prostitución. Esta mujer anónima había traído una gran vasija de loción perfumada para ungir y, parada detrás del sofá de Jesús mientras éste se reclinaba para comer, comenzó a ungirle los pies mojándoselos al mismo tiempo con sus lágrimas de gratitud, y secándolos con su cabello. Cuando hubo terminado de ungir siguió llorando y besándole los pies.

Cuando vio esto Simón, se dijo para sus adentros: «Si este hombre fuera un profeta, se habría dado cuenta de quién es esta mujer y de qué tipo de persona es quien así lo toca; que es una pecadora de mala fama». Y Jesús, sabiendo lo que pasaba por la mente de Simón, habló diciendo: «Simón, hay algo que me gustaría decirte». Simón respondió: «Maestro, dime». Entonces dijo Jesús: «Cierto prestamista rico tenía dos deudores. Uno le debía quinientos denarios y otro le debía cincuenta. Ahora bien, como ninguno de los dos tenía con qué pagar, les perdonó a los dos. ¿Quién crees tú, Simón, que le amaría más?» Simón respondió:

«Supongo que aquel a quien se le perdonó más». Y Jesús dijo: «Has juzgado bien», y señalando a la mujer, continuó: «Simón, mira bien a esta mujer. Yo entré a tu casa como invitado, sin embargo no me diste agua para los pies. Esta mujer agradecida me ha lavado los pies con lágrimas y me los ha secado con su propio cabello. Tú no me diste un beso de bienvenida, pero esta mujer, desde que entró, no ha cesado de besarme los pies. Tú no me has ungido la cabeza con aceite, pero ella ungió mis pies con lociones preciosas. ¿Cuál es el significado de todo esto? Simplemente que sus muchos pecados han sido perdonados, y esto la ha llevado a amar tanto. Pero los que no han recibido sino poco perdón a veces no aman sino poco». Y volviéndose hacia la mujer, la tomó de la mano, y levantándola, dijo: «De veras, te has arrepentido de tus pecados, y se te han perdonado. No te desalientes por la actitud dura e incomprensiva de tus semejantes; vete en la dicha y la libertad del reino del cielo».

Cuando Simón y sus amigos sentados a la mesa con él escucharon estas palabras, estuvieron aún más sorprendidos, y empezaron a susurrar entre ellos: «¿Quién es este hombre que se atreve así a perdonar pecados?» Y cuando Jesús les escuchó murmurar así, se volvió para despedir a la mujer, diciendo: «Mujer, vete en paz; tu fe te ha salvado».

Cuando Jesús se levantó con sus amigos para irse, se volvió hacia Simón y dijo: «Conozco tu corazón, Simón, y cómo está dividido entre la fe y la incertidumbre, cómo estás atribulado por el temor y confundido por el orgullo; pero yo oro por ti para que puedas darle entrada a la luz y puedas experimentar en tu paso por la vida transformaciones de mente y espíritu tan grandes que puedan ser comparables a los extraordinarios cambios que el evangelio del reino ya ha producido en el corazón de la que viniera aquí sin ser invitada ni bienvenida. Os declaro a todos que el Padre ha abierto las puertas del reino celestial a todos los que tengan la fe necesaria para entrar, y ningún hombre y ningún grupo de hombres podrá cerrar esas puertas ni siquiera al alma más humilde ni al pecador supuestamente más flagrante de la tierra si esa persona busca sinceramente entrar». Y Jesús, con Pedro, Santiago y Juan, se despidieron de su anfitrión y fueron a reunirse con el resto de los apóstoles en el campamento del jardín de Getsemaní.

Esa misma noche Jesús dio a los apóstoles el inolvidable discurso sobre el valor relativo del estado ante Dios y el progreso en la ascensión eterna al Paraíso. Dijo Jesús: «Hijitos míos, si existe una conexión verdadera y viviente entre el hijo y el Padre, con certeza el hijo progresará continuamente hacia los ideales del Padre. Es verdad que el hijo podrá al

principio progresar lentamente, pero ese progreso sin embargo será
seguro. Lo importante no es la rapidez de vuestro progreso sino su seguridad.
Vuestro logro real no es tan importante como el hecho de que la dirección
de vuestro progreso es hacia Dios. Lo que lleguéis a ser día
tras día es infinitamente más importante que lo que sois hoy.

«Esta mujer transformada que algunos de vosotros visteis en la casa de Simón hoy, está, en este momento, viviendo en un nivel vastamente inferior al de Simón y al de sus asociados bien intencionados; pero mientras estos fariseos están ocupados con el falso progreso en la ilusión de traspasar los círculos engañosos de los servicios ceremoniales sin sentido, esta mujer ha comenzado, con gran honestidad, la larga y pletórica búsqueda de Dios, y su camino hacia el cielo no está obstruido por el orgullo espiritual ni por la autosatisfacción moral. Esta mujer está, hablando desde un punto de vista humano, mucho más lejos de Dios que Simón, pero su alma está en movimiento progresivo; está encaminada hacia un objetivo eterno. Hay en esta mujer extraordinarias posibilidades espirituales para el futuro. Algunos entre vosotros podréis no estar en niveles reales de alma y espíritu particularmente elevados, pero estáis progresando diariamente en el camino vivo que se os ha abierto, a través de la fe, en dirección a Dios. Existen enormes posibilidades en cada uno de vosotros para el futuro. Es mucho mejor tener una fe pequeña pero viva y en crecimiento que poseer un gran intelecto con sus ramas muertas de sabiduría mundana y de descreimiento espiritual»." (pág. 1651)

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La Sabiduría, como elemento de elevación, y el Amor, como factor de unificación e integración

" Pido que tengan ánimo, que se afiancen en el Amor para alcanzar todas las riquezas de una plena comprensión, y que logren penetrar la palabra misteriosa de Dios, que es Cristo. En él están escondidas todas las riquezas de la Sabiduría y del entendimiento".

Pablo, carta a los cristianos de Colosas

Lo que completa a la Sabiduría: el Amor

En el LÉXICO ESOTÉRICO, explica Trigueirinho:

" La denominación amor-sabiduría se debe a que, en la mente humana aún existe diferencia entre estas dos facetas de la misma energía, y el amor sin sabiduría, y la sabiduría sin el amor no está completo…..el amor atrae y unifica; la sabidu- ría indica la dirección que se ha de seguir".

La visión parcial de Lucifer disoció el progreso humano hacia altos niveles de sabiduría de la energía amorosa, y provocó una tendencia en el hombre a adquirir grandes conocimientos intelectuales, pero desintegrados del principio unificador y, por lo tanto, utilizados con propósitos egoístas y destructivos. "El conocimiento tan sólo se posee si se lo comparte -dice el Libro de Urantia-; está protegido por la sabiduría y es socializado por el amor." (pág. 557)

Volver a integrar esta energía amorosa a la sabiduría, fue uno de los trabajos realizados por Jesús, según explica Rudolf Steiner en el AMOR Y SU SIGNIFICADO….:

  • Desde un determinado punto de vista, el hecho del Misterio del Gólgota pertenece a las más supremas experiencias dentro del mundo espiritual. El acto de Lucifer se llevó a cabo en una época en que el hombre era todavía partícipe del mundo espiritual; el acto de Cristo se realiza en medio de la vida material: es un acto físico-espiritual. Al acto de Lucifer podemos captarlo cuando investigamos el mundo con sabiduría. Para comprender el acto realizado con el Misterio del Gólgota, no hay sabiduría que pueda abarcarlo. Podemos tener toda la sabiduría de este mundo pero el acto de Cristo puede seguir siendo incomprensible, puesto que para comprender el Misterio del Gólgota es necesario el amor. Solo en el momento en que el amor penetra en la sabiduría y viceversa, se hace posible comprender el Misterio del Gólgota, solo cuando el hombre al acercarse a la muerte, transforma el amor en sabiduría."

  • Cristo, que surgió de los mundos espirituales, unió la sabiduría con el amor y llegará a vencer al egoísmo, ese es su objetivo. Pero el amor debe ser ofrecido libremente de ser a ser, por esta razón la era del amor comenzó con la del egoísmo.

El punto de partida del cosmos es el amor, de él ha surgido el egoísmo por propia naturaleza. El impulso de Cristo, sin embargo, el impulso del amor, superará con el tiempo aquello que penetró en el mundo y separó a los hombres, y el ser humano podrá participar cada vez más de esta fuerza del amor."

  • Cuando hemos encontrado el camino hacia la sabiduría a través del amor, nos hallamos entonces penetrados por la fuerza creciente de la autosuperación, por el amor inegoísta, y con ello, unidos a la sabiduría. De ese modo el hombre se convierte en personalidad libre. El mal fue el trasfondo en el que pudo resplandecer la luz del amor, pero es el amor el que nos capacita para reconocer el sentido del mal y su posición en el mundo. La Luz se ha hecho reconocible gracias a la oscuridad. Solo el hombre libre puede ser un verdadero cristiano".

La visión del águila: Un día a solas con el Maestro
y el joven Juan Marcos

" El águila se torna símbolo de SABIDURÍA y de
CONOCIMIENTO ESPIRITUAL.
Recordemos que la Sabiduría no es el saber
ordinario, sino mucho más: es la fusión entre el Amor que
sabe y el Saber que ama. "

Los 33 grados de la Masonería

El águila: 9° grado

" En el curso de este día de compañerismo con Juan Marcos, Jesús pasó bastante tiempo comparando sus experiencias de la niñez y de la adolescencia. Aunque los padres de Juan poseían más bienes mundanos que los que habían poseído los padres de Jesús, había mucho de similar en sus experiencias juveniles. Jesús dijo muchas cosas que ayudaron a Juan a comprender mejor a sus padres y a los otros integrantes de su familia. Cuando el muchacho preguntó al Maestro cómo podía él saber que Juan se volvería un «poderoso mensajero del reino», Jesús dijo:

«Sé que demostrarás tú lealtad al evangelio del reino, porque puedo confiar en tu fe y amor presentes ya que estas cualidades están cimentadas en una capacitación tan temprana como ha sido la tuya en el hogar. Eres el producto de un hogar en el que los padres se tienen afecto sincero, y por lo tanto no has sido amado en exceso, como para que hubieras exaltado perjudicialmente el concepto de tu autoimportancia. Tampoco ha sufrido distorsiones tu personalidad como consecuencia de posibles maniobras sin amor de tus padres, el uno contra el otro por ganar tu confianza y lealtad. Has disfrutado de ese amor paterno que asegura una laudable autoconfianza y fomenta sentimientos normales de seguridad. Pero también has sido afortunado, porque tus padres poseían sabiduría a la vez que amor; fue su sabiduría la que los condujo a negarte la mayoría de las formas de indulgencia y los muchos lujos que puede comprar el dinero; te enviaron a la escuela de la sinagoga con tus compañeros de juegos del barrio en el que vivías, y también te alentaron a vivir en este mundo de modo tal que pudieras hacer una experiencia original. Viniste al Jordán, donde nosotros predicábamos y los discípulos de Juan bautizaban, con tu joven amigo Amós. Ambos deseabais ir con nosotros; cuando regresasteis a Jerusalén, tus padres consintieron; los padres de Amós se negaron; tanto amaban a su hijo que le negaron la experiencia bendita que tú has tenido, aun la que estás disfrutando hoy mismo. Amós podría haberse escapado de su casa para unirse a nosotros, pero si lo hubiera hecho, habría herido el amor y sacrificado la lealtad. Aun en el caso de que tal curso de acción fuera sabio, habría pagado un precio terrible para ganar experiencia, independencia y libertad. Padres sabios como los tuyos se aseguran de que sus hijos no se vean obligados a herir el amor ni a sofocar la lealtad para desarrollar su independencia y disfrutar de una libertad vigorizante al llegar a tu edad.

«El amor, Juan, es la realidad suprema del universo cuando proviene de seres totalmente sabios, pero puede ser un rasgo peligroso y aun casi egoísta tal como se manifiesta en la experiencia de los padres mortales. Cuando te cases y tengas tus hijos, asegúrate de que tu amor sea controlado por la sabiduría y guiado por la inteligencia.

«Tu joven amigo Amós cree en este evangelio del reino tanto como tú, pero no puedo confiar plenamente en él; no estoy seguro de lo que él hará en los años venideros. Su vida hogareña temprana no fue del tipo que pueda producir una persona completamente confiable.

Amós se parece demasiado a uno de los apóstoles que no pudo disfrutar de un adiestramiento hogareño normal, amante y sabio. Toda tu vida futura será más feliz y confiable, porque pasaste tus primeros ocho años en un hogar normal y bien regulado. Posees un carácter fuerte y bien integrado, porque creciste en un hogar en el cual prevalecía el amor y reinaba la sabiduría. Este tipo de adiestramiento durante la infancia produce un tipo de lealtad que me da la certeza de que seguirás el curso de acción que has comenzado».

Por más de una hora Jesús y Juan continuaron esta conversación sobre la vida hogareña. El Maestro siguió explicándole a Juan cómo un niño depende totalmente de sus padres y de la asociada vida hogareña para formar sus primeros conceptos de todo lo que sea intelectual, social, moral y aun espiritual, puesto que la familia representa para el niño pequeño todo lo que él puede conocer de primera intención en cuanto a las relaciones humanas o divinas. El niño deriva sus primeras impresiones del universo, de los cuidados de su madre; depende completamente del padre terrenal para sus primeras ideas sobre el Padre celestial. La vida subsiguiente del niño será feliz o infeliz, fácil o difícil, según haya sido su vida mental y emocional temprana, condicionada por estas relaciones sociales y espirituales del hogar. La vida entera de un ser humano está enormemente influida por lo que sucede durante los primeros pocos años de su existencia.

Es nuestra creencia sincera que el evangelio contenido en las enseñanzas de Jesús, fundado como lo está en la relación padre-hijo, podrá difícilmente disfrutar de una aceptación mundial hasta el momento en que la vida hogareña de los pueblos modernos civilizados contenga más amor y más sabiduría. A pesar de que los padres del siglo veinte posean gran conocimiento y mayor verdad para mejorar el hogar y ennoblecer la vida hogareña, sigue siendo un hecho que muy pocos hogares modernos llegan a ser medios para la crianza de niños y niñas, tan buenos como lo fuera el hogar de Jesús en Galilea y el de Juan Marcos en Judea; sin embargo, la aceptación del evangelio de Jesús dará como resultado una mejora inmediata de la vida hogareña. La vida amorosa de un hogar sabio y la devoción leal de la verdadera religión ejercen una profunda influencia recíproca. Tal vida hogareña eleva la religión, y la religión genuina siempre glorifica el hogar.

Es verdad que muchas de las influencias objetables y paralizantes y otras características obstaculizantes de estos antiguos hogares judíos han sido virtualmente eliminadas de muchos de los hogares modernos mejor regulados. Existe en efecto mayor libertad espontánea y mucha más libertad personal, pero esa libertad no está equilibrada por el amor, motivada por la lealtad, ni dirigida por la disciplina inteligente de la sabiduría. Hasta tanto enseñemos al niño a rezar, «Padre nuestro que estás en los cielos», recae sobre todos los padres terrenales una tremenda responsabilidad, la de vivir y ordenar sus hogares de manera tal que la palabra padre quede glorificada en la mente y en el corazón de todos los niños que están creciendo." (pág. 1921)

" En los asuntos del corazón de los hombres puede que el Padre Universal no siempre obtenga lo que quiere; pero en la conducta y destino de un planeta el plan divino prevalece; el propósito eterno de la sabiduría y el amor triunfa." (pág. 51)

" Cuando el corazón está rebosante de amor y la cabeza plena de sabiduría, nada se hace que a la larga produzca angustia a los demás…

El hombre libre de temores, inteligente y amoroso, puede hacer cualquier cosa y los efectos serán inofensivos y buenos. "

Discipulado en la Nueva Era-Tomo 1, pág. 146 – Alice Bailey

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El fin de la rebelión: Cristo, el camino que lleva a la perfección

" Hasta que todos nos juntemos en la misma fe y

el mismo conocimiento del Hijo de Dios , llegan- do a ser el Hombre Perfecto, con esa madurez adulta, que hará de nosotros la plenitud de Cris- to. "

Pablo, carta a los cristianos de Éfeso

La apertura

El fin de la rebelión de Lucifer comenzó con la encarnación de Cristo Micael en la Tierra.

En una conversación con Natanael, uno de los apóstoles, Jesús sugirió esta idea, según el LIbro de Urantia:

" En otro de estos diálogos privados en el jardín, Natanael preguntó a Jesús: «Maestro, aunque comienzo a comprender por qué te niegas a practicar indiscriminadamente tus dotes curativas, aún no entiendo por qué el Padre amante en el cielo permite que tantos de sus hijos sobre la tierra sufran tantas aflicciones». El Maestro respondió a Natanael, diciendo:

«Natanael, tú y muchos otros estáis perplejos porque no comprendéis de qué manera ha sido tantas veces convulsionado el orden natural de este mundo, debido a las aventuras pecaminosas de ciertos traidores que se rebelaron contra la voluntad del Padre. Yo he venido para empezar a poner en orden estas cosas. Pero se necesitarán muchos siglos para devolver esta parte del universo a los caminos anteriores y así aliviar a los hijos del hombre de la carga adicional del pecado y la rebelión. La presencia del mal por sí sola prueba al hombre suficientemente en su ascensión —el pecado no es esencial para la supervivencia.

«Pero, hijo mío, debes saber que el Padre no aflige a sus hijos deliberadamente. El hombre desencadena sobre sí mismo aflicción innecesaria como resultado de su negación persistente a marchar en los buenos caminos de la voluntad divina. La aflicción está en potencia en el mal, pero buena parte de ella se produce por el pecado y la iniquidad. Muchos acontecimientos inusitados han acaecido en este mundo, y no es raro que todos los hombres pensadores se preocupen por el espectáculo que presencian de sufrimiento y aflicción. Pero puedes estar seguro de una cosa: el Padre no envía aflicción como castigo arbitrario de la fechoría. Las imperfecciones y desgracias del mal son inherentes; los castigos del pecado son inevitables; las consecuencias destructoras de la iniquidad son inexorables. El hombre no debe culpa a Dios por las aflicciones que son el resultado natural de la vida que él elige vivir; tampoco debe el hombre quejarse de esas experiencias que son parte de la vida tal como se la vive en este mundo. Es la voluntad del Padre que el hombre mortal trabaje con perseverancia y firmemente hacia el mejoramiento de su condición en la tierra. La aplicación inteligente permitirá al hombre sobreponerse a buena parte de su miseria en la tierra.

«Natanael, es nuestra misión ayudar a los hombres a que solucionen sus problemas espirituales y de esta manera agilicen su mente para encontrarse mejor preparados e inspirados para resolver sus múltiples problemas materiales. Conozco tu confusión porque has leído las Escrituras. Demasiadas veces ha prevalecido la tendencia de asignar a Dios la responsabilidad de todo lo que el hombre ignorante no puede comprender. El Padre no es personalmente responsable de todo lo que vosotros no podéis comprender. Si estás afligido por haber transgredido inocente o deliberadamente una orden divina, no dudes del amor del Padre sólo porque él ordenó esa ley justa y sabia." (pág. 1661)

Cristo integra el amor a la sabiduría y así abre el camino hacia la perfección, pues, según Rudolf Steiner, esa es la verdadera meta del hombre:

" El futuro de la humanidad constará sin embargo, de algo más que amor. La búsqueda del perfeccionamiento será para el hombre terrestre su objetivo más preciado".

El mandato supremo

" El Padre Universal ha decretado: «Sed perfectos, así como yo soy perfecto». Ésa es la invitación-mandato asombrosa transmitida a los hijos finitos de los mundos del espacio. La promulgación de ese mandato ha estremecido a la creación entera en el esfuerzo cooperativo de los seres celestiales para ayudar a conducir a su satisfacción y realización ese extraordinario mando de la Primera Gran Fuente y Centro.

La fe ha hecho ganar al peregrino ascendente el propósito de perfección que admite a los hijos del tiempo hasta las compuertas de la eternidad. Ahora los ayudantes de los peregrinos deben comenzar su trabajo para desarrollar esa perfección de comprensión y esa técnica de entendimiento que son tan indispensables para la perfección paradisiaca de la personalidad." (pág. 290)

" Este magnífico mandato universal de esforzarse por alcanzar la perfección de la divinidad es el deber principal, y debería ser la más alta ambición, de toda la creación de criaturas forcejeantes del Dios de perfección. Esta posibilidad de alcanzar la perfección divina es el destino final y certero de todo progreso espiritual eterno del hombre.

Los mortales de Urantia difícilmente pueden esperar ser perfectos en el sentido infinito, pero es enteramente posible para los seres humanos, que comienzan como lo hacen en este planeta, alcanzar la meta excelsa y divina que el Dios infinito ha puesto para el hombre mortal; y cuando alcancen este destino estarán, en todo lo que corresponde a la autorrealización y alcance de la mente, tan pletóricos en su esfera de perfección divina como Dios mismo lo está en su esfera de infinidad y eternidad. Puede que tal perfección no sea universal en el sentido material, ni ilimitada en comprensión intelectual, ni final en experiencia espiritual, pero es final y completa en todos los aspectos finitos de divinidad de voluntad, perfección de motivación de personalidad, y conciencia de Dios.

Éste es el verdadero significado de ese mandato divino: «Sed perfectos, así como yo soy perfecto», que insta constantemente al hombre mortal hacia adelante y le atrae hacia adentro en esa larga y fascinadora lucha por alcanzar niveles cada vez más elevados de valores espirituales y auténticos significados de universo. Esta sublime búsqueda del Dios de los universos es la aventura suprema de los habitantes de todos los mundos del tiempo y el espacio." (pág. 22)

La plenitud de Cristo: La perfección humana de Jesús

" Aunque el mortal común de Urantia no puede esperar alcanzar la alta perfección de carácter que adquiriera Jesús de Nazaret durante su estadía mortal, es totalmente posible para cada creyente mortal desarrollar una personalidad fuerte y unificada de acuerdo con la manera perfeccionada de la personalidad de Jesús. La característica singular de la personalidad del Maestro era, no tanto su perfección, como su simetría, su exquisita y equilibrada unificación. La presentación más eficaz de Jesús consiste en seguir el ejemplo del que dijo, al señalar hacia el Maestro de pie ante sus acusadores: «¡Mirad al hombre!»

La ternura infalible de Jesús tocó el corazón de los hombres, pero su constante fuerza de carácter sorprendió a sus seguidores. Era verdaderamente sincero; en él no había nada de un hipocrítico. Estaba libre de toda afectación; era siempre tan refrescantemente genuino. Nunca se rebajó a pretensiones, ni recurrió a las imposturas. Vivió la verdad, incluso al enseñarla. Él fue la verdad. Se vio restringido en su proclamación de la verdad salvadora por su generación, aunque dicha sinceridad a veces le causó dolor. Era incondicionalmente leal a toda verdad.

Pero el Maestro era tan razonable, tan disponible. Demostró su sentido práctico en todo su ministerio, y todos su planes estaban caracterizados por un sentido común santificado. Estaba libre de toda tendencia extravagante, errática y excéntrica. No fue nunca caprichoso ni histérico. En todas sus enseñanzas y en cada cosa que hizo siempre había una discriminación exquisita asociada con un extraordinario sentido de lo apropiado.

El Hijo del Hombre siempre fue una personalidad aplomada. Aun sus enemigos no dejaron jamás de respetarlo plenamente; aun temían su presencia. Jesús no tenía temores. Estaba sobrecargado de entusiasmo divino, pero no se volvió jamás fanático. Era emocionalmente activo, pero nunca frívolo. Era imaginativo pero siempre práctico. Se enfrentaba francamente con las realidades de la vida, pero no fue jamás torpe ni prosaico. Era valiente, pero jamás precipitado; prudente, pero nunca cobarde. Era comprensivo pero no sentimental; singular pero no excéntrico. Era piadoso pero no mojigato. Y tenía tanto aplomo porque estaba tan perfectamente unificado.

La originalidad de Jesús era espontánea. No estaba vinculado por la tradición ni obstaculizado por la esclavitud de las convenciones estrechas. Hablaba con confianza indudable y enseñaba con autoridad absoluta. Pero su extraordinaria originalidad no lo llevó a descartar las perlas de verdad en las enseñanzas de sus predecesores y contemporáneos. Y la más original de sus enseñanzas fue el énfasis en el amor y la misericordia en lugar del temor y el sacrificio.

Jesús tenía una visión muy amplia. Él amonestaba a sus seguidores a que predicaran el evangelio a todos los pueblos. Estaba libre de toda estrechez de mente. Su corazón comprensivo abrazaba a la humanidad entera, aun a un universo. Siempre su invitación era: «Quienquiera que lo desee, que venga».

De Jesús se dijo con verdad: «Confiaba en Dios». Como hombre entre los hombres confiaba en la forma más sublime en el Padre en los cielos. Él confiaba en su Padre como un niñito confía en su padre terrenal. Su fe era perfecta, pero jamás presuntuosa. Aunque la naturaleza pareciera cruel o indiferente al bienestar del hombre en la tierra, Jesús nunca titubeó en su fe. Era inmune al desencanto e impermeable a la persecución. El fracaso aparente no le afectaba.

Él amó a los hombres como hermanos, reconociendo al mismo tiempo cómo diferían en dones innatos y calidades adquiridas. «Anduvo haciendo bienes».

Jesús era una persona particularmente alegre, pero no era un optimista ciego e irrazonable. Su constante palabra de exhortación fue: «Tened ánimo». Podía mantener esta actitud tranquila debido a su inquebrantable confianza en Dios y a su fe firme en el hombre. Siempre fue conmovedoramente considerado de todos los hombres, porque los amaba y creía en ellos. Pero siempre se mantuvo fiel a sus convicciones y magníficamente firme en su devoción de hacer la voluntad de su Padre.

El Maestro siempre fue generoso. Jamás se cansó de decir: «Más bienaventurado es dar que recibir». Él dijo: «De gracia recibisteis, dad de gracia». Y sin embargo, a pesar de su generosidad sin límites, nunca fue despilfarrador ni extravagante. Enseñó que debéis creer para recibir la salvación. «Porque el que pide, recibe».

Era sincero, pero siempre gentil. Dijo él: «Si así no fuera, yo os lo hubiera dicho». Era franco, pero siempre cordial. Hablaba libremente de su amor por el pecador y de su odio por el pecado. Pero a través de esta sinceridad sorprendente, fue infaliblemente justo.

Jesús siempre fue alegre, a pesar de que a veces bebió profundamente de la copa del dolor humano. Se enfrentó sin temores con las realidades de la existencia, y sin embargo estaba pletórico de entusiasmo por el evangelio del reino. Pero controlaba su entusiasmo; éste nunca lo controló a él. Estaba dedicado sin reservas a «los asuntos del Padre». Este entusiasmo divino condujo a sus hermanos menos espirituales a pensar que estaba fuera de sí mismo, pero el universo que le contemplaba lo juzgó un modelo de salud mental y el modelo original de la devoción mortal suprema a las altas normas de la vida espiritual. Y su entusiasmo controlado era contagioso; sus asociados se veían obligados a compartir su optimismo divino.

Este hombre de Galilea no fue hombre de sufrimientos; fue un alma de alegría. Siempre decía: «Regocijaos y sed sumamente alegres». Pero cuando el deber lo exigió, estuvo listo para andar valientemente a través del «valle de la sombra de la muerte». Era jubiloso pero humilde al mismo tiempo.

Su valentía era tan sólo igual a su paciencia. Cuando se le urgía a actuar prematuramente, él tan sólo respondía: «Mi hora no ha llegado aún». No tenía jamás prisa; su donaire era sublime. Pero frecuentemente se indignaba por el mal, era intolerante del pecado. Frecuentemente tuvo el fuerte impulso de resistir a aquello que consideraba contra el bienestar de sus hijos en la tierra. Pero su indignación contra el pecado no se transformó nunca en ira contra el pecador.

Su valor era magnífico, pero nunca fue temerario. Su palabra clave era: «No temáis». Su valentía era elevada y su coraje frecuentemente heroico. Pero su coraje estaba vinculado con la discreción y controlado por la razón. Era un coraje nacido de la fe, no la temeridad de la presunción ciega. Era verdaderamente valiente pero nunca fue audaz.

El Maestro era un modelo de reverencia. La oración, aun en su juventud, comenzaba «Padre nuestro que estás en los cielos, santificado sea tu nombre». Aun respetaba la adoración defectuosa de sus semejantes. Pero esto no le impidió atacar las tradiciones religiosas o asaltar los errores de las creencias humanas. Reverenciaba la verdadera santidad, y sin embargo podía apelar con justicia a sus semejantes diciendo: «¿Quién de vosotros me redarguye de pecado?».

Jesús fue grande porque era bueno; sin embargo, fraternizó con los niñitos. Era dulce y sin pretensiones en su vida personal, sin embargo era el hombre perfeccionado de un universo. Sus asociados le llamaron Maestro, sin que él lo pidiera.

Jesús fue la personalidad humana perfectamente unificada. Y hoy, como en Galilea, sigue unificando la experiencia mortal y coordinando las empresas humanas. Unifica la vida, ennoblece el carácter y simplifica la experiencia. Entra en la mente humana para elevar, transformar y transfigurar. Es literalmente verdad: «Si un hombre tiene dentro de sí a Jesús Cristo, es él una criatura nueva; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas»." (pág. 1101)

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