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Para llegar a ser perfectos caballeros y elegantes damas: la educación burguesa en el Puerto Rico del siglo XIX




Enviado por Luis A. Reyes




    Para llegar a ser perfectos caballeros y elegantes damas: la educación burguesa en el Puerto Rico del siglo XIX – Monografias.com

    Al hablar de la educación puertorriqueña en el siglo XIX, de inmediato evocamos imágenes de una enorme disparidad entre los recursos educativos disponibles para las clases privilegiadas, versus los escasos medios educativos para los sectores populares. Sin embargo, el panorama educativo del Puerto Rico del siglo XIX estaba altamente influenciado y matizado por las necesidades de sus sectores sociales y su rol en el desarrollo cultural del país. Por ello, dicho panorama educativo presenta unas características muy particulares, que se distancian un poco de la imagen tradicional que tenemos sobre éste.

    En este artículo nos concentramos en observar las particulares preocupaciones educativas de la burguesía puertorriqueña y las ideas que conformaban el concepto de "la buena educación" para dicho sector social. Si bien España nunca se interesó en gran medida por desarrollar la educación en la Isla, como veremos más adelante, los sectores sociales que componían la "burguesía" criolla se las arreglaron para alcanzar un nivel educativo "apropiado" y estar a la par con el resto de los países occidentales. Y más aún, hasta se podría decir que los sectores populares también se encontraban en un nivel de igualdad con otras naciones del hemisferio.

    Es sumamente importante aclarar que cuando hablo de una "burguesía criolla" no me refiero a una clase burguesa propiamente dicha[1]si no más bien a unos sectores medios urbanos compuestos por profesionales, que eran receptivos a los usos y costumbres de origen europeo. En Puerto Rico, esos sectores medios resultaron instrumentales en el desarrollo político y cultural durante todo el siglo XIX.

    Al analizar el tema de la educación "burguesa" en Puerto Rico, es necesario observar este tipo de educación en Europa y otros países, en especial en España y Latinoamérica, pues de ahí provino el modelo de educación burguesa adoptado en la Isla.

    La educación formal en España y en otros países occidentales del siglo XIX se encargaba no sólo de enseñar a los individuos un oficio o profesión sino de desarrollar su carácter. Ello se intentaba por medio de la enseñanza de unos valores comunes como el honor, el patriotismo y el civismo.[2]

    Las diferencias de género estaban presentes en la educación decimonónica. Esto se traducía en una separación de roles de acuerdo con el sexo de los individuos. La educación masculina buscaba preparar al hombre para representar los principios de la fuerza, la resolución y el trabajo, valores que eran considerados necesarios para la sociedad y la patria. Por otro lado, la educación femenina enfatizaba los roles tradicionales femeninos de la vida familiar. Los teóricos de la educación del siglo XIX argumentaban que la mujer debía ser la "compañera y ayudante" del hombre, y que para ello debía ser literata e inteligente. Sin embargo, la educación femenina de la época era una educación práctica, con una alta influencia religiosa y que no promovía el que la mujer se integrase al mundo profesional.[3] Como consecuencia, las jóvenes burguesas eran educadas para llegar a ser buenas esposas, compañeras y educadoras de los hijos.[4] En ese aspecto, las influencias de carácter religioso resultaban de suma importancia para la mentalidad burguesa, ya que fomentaban en las mujeres las virtudes de sumisión y obediencia, que aseguraban esposas y madres leales luego del matrimonio.[5]

    En Puerto Rico estas ideas sobre la educación estaban presentes en la mentalidad de los sectores medios.[6] Se daba por sentado que los hombres debían cursar estudios superiores con vías a incorporarse al mundo profesional, mientras que la mujer debía educarse para cumplir su rol doméstico.[7] Algunos intelectuales puertorriqueños del siglo XIX, en sus planteamientos sobre el rol de la educación en la modernidad y el progreso, proponían una mayor educación para la mujer. Sin embargo, esto sólo en función de su óptimo desempeño como mujer, madre y educadora, sin ampliar sus derechos políticos y sociales.[8] Otros intelectuales de la época planteaban la educación femenina en pro de una ampliación de la domesticidad femenina a la esfera pública, permitiendo la influencia femenina en la sociedad, pero sólo por medio de las "buenas costumbres y la urbanidad".[9]

    En el siglo XIX son diversas las influencias que modelan el comportamiento de hombres y mujeres en los países occidentales. Por ello, al hablar de la educación en esa época debemos necesariamente referirnos a la educación en la etiqueta y los buenos modales.

    Desde principios del siglo existían manuales de etiqueta y modales para ambos sexos, que regían las variadas situaciones sociales y promovían los valores morales.[10] Estos manuales se popularizaron en Europa a partir de los 1830"s entre los sectores medios de la sociedad que buscaban adoptar los detalles del estilo de vida aristocrático.[11] Con el ascenso de la burguesía en el siglo XIX se desarrolló una politesse o etiqueta social de marcada influencia cortesana que buscaba el trato cordial entre las personas. De acuerdo con esto, una persona ejercía cierta autoridad moral si era educada sin ser oportunista, bondadosa, discreta, indulgente y generosa. Este esquema de valores apelaba al gusto de los sectores medios, los que consideraban a los buenos modales como herramientas para el éxito y la movilidad social.

    Algunos autores señalan que la politesse burguesa estaba dirigida a evitar ofender, y en esa forma ganarse la admiración de los demás.[12] Por esto, los manuales de etiqueta recomendaban evitar una conducta ofensiva, el humillar e intimidar a las personas, el siempre guardar la compostura y el evitar actuar con rudeza. Detrás de estas preocupaciones se encontraba la noción de que los modales del individuo lo identificaban socialmente, y por ende los malos modales degradaban socialmente a los individuos. No obstante, entre los hombres, una importante preocupación por evitar las ofensas provenía de las obligaciones que imponía el "código del honor" a los caballeros cuando se incurría en una ofensa. Esto porque en el siglo XIX aún se practicaban los "lances de honor" o duelos entre caballeros.

    A pesar de que en el siglo XIX el duelo estaba legalmente prohibido,[13] los hombres burgueses, además de educarse para alcanzar el éxito profesional, debían "educarse" para defender su honor de forma aceptable. [14]Ante esta situación los hombres burgueses se veían coaccionados a adquirir familiaridad con las reglas del código del honor y con las armas del duelo. El duelo en este sistema de valores era congruente con la etiqueta, ya que servía como último recurso cuando la delicadeza fallaba en zanjar las disputas.

    Esta educación marcial no era percibida solamente como un mecanismo para la defensa del honor, sino como una experiencia formativa para el carácter masculino. Se argumentaba que el arte de la esgrima y los deportes desarrollaban en los hombres el auto-respeto y el respeto hacia los demás. Más importante aún, se pensaba que estas actividades desarrollaban las cualidades "viriles" como el espíritu aventurero, el auto-control y la calma bajo presión, cualidades que hacían a un hombre "valiente pero no arrogante", brindándole seguridad y sentimientos de verdadero honor. Dichas cualidades eran ampliamente aceptadas por los partidarios de la ideología republicana que las planteaban como útiles para la nación.[15]

    Pese a los argumentos sobre la formación del carácter, eran varios los motivos "sociales" que llevaban a los burgueses y profesionales a practicar la esgrima. La realidad era que el aprender dicha disciplina les daría a los caballeros la reputación de que eran esgrimistas experimentados, algo considerado un activo valioso. Además, los círculos donde se practicaba este deporte permitía a los profesionales y hombres de negocios cultivar futuras relaciones sociales, políticas y comerciales con individuos de mayor posición económica. Esto permitía cierta movilidad social entre los miembros de los sectores medios ya que, era una idea aceptada el que dicha destreza podía compensar la falta de distinción social.

    En los países hispanoamericanos existía un panorama educativo algo diferente al europeo. A pesar de que la educación superior formal estaba poco desarrollada en Hispanoamérica y el Caribe, los sectores sociales altos se las arreglaban para que sus hijos e hijas aprendiesen lo necesario para vivir "apropiadamente" en sociedad. Para los varones de los sectores sociales medios y altos el estudio de una carrera profesional requería muchas veces, que más allá de las lecciones con maestros particulares o en instituciones privadas, se fuese a estudiar a un país extranjero. Para las jóvenes damas, el tradicional estudio con maestros o instituciones privadas y el aprender las "gracias sociales" eran lo adecuado. Además, era imprescindible que ambos sexos se educasen y conociesen las reglas de etiqueta o "politesse" social de marcada influencia europea.

    Hasta mediados del siglo XIX la educación femenina consistía en unos conocimientos prácticos de carácter domestico que permitieran su participación en las reuniones sociales. El saber contestar cartas, tener unas ciertas nociones de historia y geografía, la lectura de libros y el hablar francés u otro idioma eran valiosos adornos del sexo femenino. Esto era así porque el discurso predominante enfatizaba el rol de la mujer como madre y educadora. Sin embargo, no se debe subestimar o descartar la importancia de la etiqueta y los modales entre las damas, como meros adornos que se aprendían por diversión. Es importante destacar que al aprender la etiqueta las damas podían entre otras cosas, desarrollar mejores amistades, conseguir el esposo deseado, servir como excelentes anfitrionas y cooperar en el desarrollo de las relaciones sociales de sus esposos. En esa forma la etiqueta se convertía en un recurso para que las damas, que estaban alejadas del mundo económico y político, desarrollaran su sociabilidad, alcanzaran reconocimiento y lograran la promoción de sus intereses.[16]

    En Hispanoamérica y el Caribe la influencia cultural de la metrópoli España, marcaba los usos y el comportamiento de los grupos sociales urbanos. Es por ello que patrones de comportamiento vigentes en la península, también lo eran en Venezuela y en Puerto Rico. Algunas de las obras utilizadas para la enseñanza de los buenos modales alcanzaron gran difusión en los países de habla hispana. Es a través de ellas que se puede obtener una perspectiva de la etiqueta y los modales de los sectores sociales altos. Una de estas obras lo es el llamado "Carreño" o Manual de urbanidad y buenas maneras, escrito en Venezuela más o menos a mediados del siglo XIX.[17] En dicha obra se exponen las reglas de urbanidad y la etiqueta para las diversas situaciones de la vida diaria.

    De acuerdo con la obra de Manuel Antonio Carreño, el beneficio educativo del estudio de los buenos modales radica en aprender a ser metódicos y exactos en el cumplimiento de nuestros deberes sociales y dirigir nuestra conducta de manera que a nadie causemos mortificación o disgusto. En esa forma "las damas y los caballeros de buenos modales fomentarían su propia estimación y merecerían la de los demás".[18]

    Los manuales de etiqueta difundidos en Hispanoamérica incluían recomendaciones para las múltiples situaciones del diario vivir y planteaban las normas de conducta de acuerdo con los sexos. Acciones tan comunes como caminar por la calle eran objeto de detalladas observaciones que mostraban el modo correcto de conducirse. Recomendaciones de diverso tipo regulaban los saludos, conversaciones, visitas y diversos aspectos del comportamiento social.

    Según Carreño, la moderación es la regla para los modales exteriores, así del hombre como de la mujer, pero:

    la organización física y moral del hombre, la mayor agilidad que adquiere… comunican a su exterioridad un cierto desembarazo, una cierta dureza, un cierto aire de libertad y de franqueza que le es enteramente particular y que distingue sus modales de los de la mujer.[19]

    De acuerdo con las diferentes cualidades de los hombres y las mujeres, las reglas de urbanidad recomendaban que en el comportamiento público, la mujer "cuidara de aquella excesiva suavidad que degenera en ridícula timidez o rústico encogimiento y el hombre en aquel excesivo desembarazo que comunica a su persona un aire vulgar".[20] Estas diferencias de género promovían la oposición binaria[21]de los estereotipos burgueses de masculinidad y feminidad.

    Luego de haber visto las características de la educación burguesa en España e Hispanoamérica, es el momento de analizar dicho panorama en Puerto Rico.

    En el Puerto Rico de mediados del siglo XIX, las oportunidades educativas de la población eran limitadas. A partir de 1849 la profesión educativa en la Isla era regulada por la Junta de Instrucción, la cual se encargaba de examinar y certificar a los maestros. De 1865 en adelante los gobernadores coloniales emitieron una serie de directrices relativas al establecimiento de escuelas públicas, así como el establecimiento de una escala salarial para los maestros.[22] No obstante, en los sectores rurales como en los urbanos, el progreso fue muy lento.[23] Tan sólo una pequeña minoría, casi toda de los sectores medios y altos de la sociedad, tuvo la oportunidad de recibir alguna instrucción formal. Además, los maestros del sistema público de enseñanza, y aún los maestros privados enfrentaban múltiples condiciones adversas como los sueldos bajos, la falta de plazas, materiales y locales adecuados y el desamparo por parte de las autoridades municipales.[24]

    La precaria situación educativa motivó a que muchos maestros optaran por establecer escuelas privadas. La típica escuela privada, así como la pública en los pueblos, consistía en un salón de clases, a menudo en la propia casa del maestro y con los materiales y mobiliario comprados por el propio maestro. Sin embargo, los alumnos que asistían a la escuela, fuera pública, privada o parroquial, recibían una educación un tanto limitada.

    De acuerdo con el Real Patronato, la educación estaba segregada por sexos y era de corte clásico y religioso. Era por ello que en los centros urbanos se establecían por separado escuelas privadas de niños y niñas y que el programa educativo de todas las escuelas daba mucha importancia a la moral cristiana. En 1864 habían en San Juan 33 escuelas, 29 públicas y cuatro privadas, de las que sólo nueve enseñaban a niñas.[25] En 1859 existían en Ponce el Colegio de Nuestra Señora de la Providencia, dirigido por Don José María Goenaga y la Escuela Pública de Señoritas, bajo el auspicio de Nuestra Señora de las Mercedes y dirigida por Doña Juana López de Bayonet. Ambos colegios impartían la enseñanza y administraban a sus estudiantes los exámenes públicos de los ramos de instrucción primaria y varios de enseñanza secundaria.[26] Además de dichos colegios se encontraba el "Establecimiento de Enseñanza Elemental y Superior", dirigido por Don Antonio Guasp, donde se ofrecían cursos de los llamados "ramos de adornos" o artes que incluían clases de dibujo lineal y natural, música vocal o canto, flauta y clarinete.[27] A tono con la educación cosmopolita asociada con los sectores altos en las sociedades europeas, para la misma época se anunciaba en la ciudad de Ponce el ofrecimiento de cursos de ingles y francés con maestros particulares o en instituciones privadas.[28]

    En la opinión pública de la elite de finales del siglo XIX, "educación y escolarización vinieron a ser sinónimos."[29] Era por ello que para los padres de los sectores medios y altos la educación de sus hijos era importante. Para los niños de los sectores privilegiados eran maestros particulares o instituciones privadas las que le proveían la instrucción elemental o secundaria. En las décadas de los 1880"s y 1890"s las instituciones educativas en la Isla eran más numerosas.[30] En 1895 existían escuelas privadas como el "Museo de la Juventud" en Ponce, dirigido por el Sr. Ramón Cedó, donde se enseñaban, además de las asignaturas reglamentarias, inglés, francés contabilidad, música y dibujo.[31] Además, se encontraba la Escuela Superior de Niñas de Ponce, donde se impartían las asignaturas correspondientes al grado superior y se ofrecían clases de dibujo, idiomas y música.[32] En esta época también se anunciaban en la prensa local otras instituciones y maestros particulares que ofrecían clases de música e idiomas para las féminas.[33]

    En el caso de la educación superior y las carreras profesionales, para los 1880"s existían en la Isla varios centros de instrucción como el Instituto Civil de Segunda Enseñanza, que tenía afiliados a colegios de diversos pueblos de la isla. Además, a partir de 1888 el Ateneo de Puerto Rico ofrecía cursos de instrucción superior en derecho, medicina, ciencias, letras y filosofía, que eran aceptados en la universidad de La Habana.[34] No obstante, para las carreras profesionales y los estudios universitarios muchos de los jóvenes de los sectores altos eran enviados a universidades en España y otros países del extranjero. Algunas carreras de tipo profesional, como el periodismo, podían aprenderse por experiencia, siempre que se contase con alguna educación en el campo de las letras. En el caso de la educación profesional femenina en la isla, esta se limitaba a la carrera de maestra normal.[35]

    La educación del Puerto Rico del siglo XIX presenta un panorama de "relativa" limitación y atraso si se le compara con la educación en los países desarrollados del occidente europeo. Sin embargo, no podemos pasar por alto que en una sociedad con una economía principalmente agrícola y rural como la de la Isla, la demanda por profesionales e intelectuales no sería tan alta, y al parecer estuvo suficientemente satisfecha con las alternativas educativas disponibles. Estas circunstancias en nada impidieron que fueran notables los éxitos alcanzados por los puertorriqueños del siglo XIX en el campo de la literatura, las artes y la música.[36] En este sentido, la educación en la Isla estaba a la par con la educación en las zonas rurales de España y otros países latinoamericanos y caribeños.

    Entre el material educativo disponible para los hijos de los sectores medio y alto de la sociedad urbana puertorriqueña se encontraban los mismos que en Europa e Hispanoamérica. Estos lo eran los manuales de etiqueta social para ambos sexos y la práctica de la esgrima como experiencia formativa masculina.

    En Puerto Rico al igual que en España y otros países, las formas de conducta personal mas apreciadas eran aquellas que hacían posible el intercambio de respeto entre los individuos. Para ello, en el siglo XIX existía un estilo ceremonial de expresión y unos patrones de comportamiento moldeados por la etiqueta de las elites europeas y latinoamericanas.

    El trato personal entre individuos era primordial para demostrar la politesse y la "buena crianza" de las personas. Los buenos modales que acompañaban los encuentros personales entre damas y caballeros ayudaban a crear una buena impresión en sociedad. Así, prácticas sencillas, tales como el quitarse el sombrero ante las damas, cederles el paso en la calle, etc., eran formas en que los caballeros demostraban cortesía, respeto y reconocían el honor de las damas. Entre las mujeres, algunas prácticas similares lo eran, el comportarse con modales discretos ante los caballeros, tratar con deferencia a las damas de mayor edad o rango social, etc.

    En el Puerto Rico del siglo XIX circulaban los manuales latinoamericanos sobre etiqueta y comportamiento social, y que los sectores medio y alto de los centros urbanos estaban al tanto de los usos y costumbres vigentes en el extranjero. Indicio de ello lo es el que tan temprano como en 1856 se publicó en Ponce una gacetilla de lecciones sobre los buenos modales en las visitas.[37] Otro ejemplo de la difusión de los manuales de etiqueta en Puerto Rico, lo representa la publicación de un compendio del "Carreño" hecha por la imprenta del periódico el Boletín Mercantil en 1894.[38] Adicional a ello, la prensa en ocasiones publicaba artículos donde se brindaban recomendaciones para comportarse con elegancia en algunas situaciones del diario vivir[39]y sobre la educación de las damas. Ejemplo de esto último lo era la publicación del artículo "De la literatura en la mujer" por Doña María del Pilar De Marco, en el periódico El Fénix en 1859, donde se destacaba la necesidad de inculcar la poesía en la formación de las mujeres, con el fin de desarrollar su sensibilidad y valores familiares.[40] La publicación en la Isla de material relacionado con la etiqueta y la cultura sugiere el interés de unos sectores sociales por fomentar la educación en los "buenos modales" y la formación moral-cultural de los jóvenes.

    Como las normas de conducta aconsejaban a las personas de buena reputación evitar el escándalo público, se desarrollaron algunos medios para guardar la compostura y la discreción en los eventos sociales. Ejemplo de ello lo era, el uso de medios de comunicación "discretos" en las actividades sociales para "guardar las apariencias". En Puerto Rico y en otros países hispanos, las damas de la elite utilizaban recursos como el llamado "lenguaje del abanico", para transmitir mensajes de tipo personal a los caballeros. Otro modo de comunicación lo era el "lenguaje de la tarjeta", utilizado por las damas y por los caballeros para enviar mensajes diversos, pero que no estaban escritas en los textos de las tarjetas.[41]

    En cuanto al tema de la esgrima en Puerto Rico es importante señalar que desde los comienzos del periodo colonial, este deporte era practicado en la Isla por los caballeros o "hidalgos" y por los aristócratas.[42] No obstante, en el siglo XIX el auge de la esgrima entre la burguesía y los profesionales españoles promovió el que se crearan en la Isla escuelas de esta disciplina en los centros urbanos. En Puerto Rico al igual que en los países europeos y americanos, el auge de la esgrima entre los sectores medios y altos provenía de la importancia de ésta en el imaginario del honor de los burgueses.

    Durante el último cuarto del siglo XIX, "maestros de armas" como se les llamaba a los instructores de esgrima, abrieron sus establecimientos en ciudades como Ponce y San Juan. En Ponce en 1874 se menciona la escuela de esgrima de Víctor Deliquio y en 1898 la escuela del Vizconde Henry de la Baume en la misma ciudad.[43] El Vizconde de la Baume, considerado una autoridad en esgrima, también sirvió como árbitro en algunos duelos famosos en la isla a finales del siglo XIX. En la ciudad de San Juan existían diversos lugares para la enseñanza de la esgrima. Por ejemplo, El Club Oriental fundado en 1894 y el Club de Regatas de San Juan fundado en 1895.[44] Además de estos establecimientos se mencionan otros en San Juan, Río Piedras y otros pueblos de la Isla.[45]

    Luego de haber observado aspectos de la educación en el Puerto Rico decimonónico, podemos apreciar que aunque la educación de los sectores populares estaba en una situación precaria, para los hijos de los sectores medios y altos existían alternativas educativas que permitían su desarrollo social y cultural de acuerdo con las expectativas de la época.

    También se aprecia que en la sociedad urbana puertorriqueña del siglo XIX, los hombres y mujeres de los sectores medios y altos y los profesionales utilizaban una conducta que incorporaba las normas sociales difundidas en España e Hispanoamérica. Estas normas eran transmitidas a través de la educación y moldeaban los conceptos sobre la reputación personal y el prestigio social. La educación burguesa puertorriqueña del siglo XIX sostenía las diferencias de género, y por ello los hombres eran educados para representar los valores del trabajo y desempeñarse exitosamente en la "esfera pública", mientras que las mujeres eran educadas para desempeñar los roles tradicionales femeninos en la "esfera privada". Además, que la preocupación por adoptar una etiqueta social o politesse, respondía a la creencia de que dicha etiqueta era importante para el éxito y el ascenso social.

    El estudio del tema de la educación en el Puerto Rico del siglo
    XIX, así como otros temas de la cultura y la sociedad puertorriqueña
    del siglo XIX, son temas relevantes de nuestra historia, que deben continuar
    estudiándose desde diversas perspectivas y enfoques. Al analizarlos en
    esa forma pueden brindarnos nuevas interpretaciones sobre nuestro pasado que
    nos ayuden a alcanzar una visión más completa sobre este.

     

     

    Autor:

    Dr. Luis A. Reyes Rodríguez

     

    [1] Al utilizar el t?rmino ?burgues?a? me refiero a un sector social que se caracterizaba por su actividad econ?mica de naturaleza no-agr?cola y que constitu?a el sector dominante en la econom?a capitalista del siglo XIX. Este sector no era un grupo homog?neo y por ello exist?a una ?alta burgues?a?, compuesta por los capitalistas due?os de los medios de producci?n, que reg?an la vida pol?tica y econ?mica de los estados liberales y una ?peque?a burgues?a? de profesionales, funcionarios, peque?os propietarios y comerciantes, que aunque compart?an muchos rasgos ideol?gicos y culturales con la anterior estaban en una posici?n social y pol?tica inferior. En su ideolog?a la burgues?a se caracterizaba por la primac?a del individualismo, el esfuerzo individual, la innovaci?n y el af?n de lucro.

    [2] Eric Hobsbawm, ?Naciones y nacionalismos desde 1780?, http://lauracademia.files.wordpress.com/2008/ll/naciones-y-nacionalismos-desde-1780l.doc. De acuerdo con el autor, los Estados utilizaban las escuelas, sobre todo las primarias, con el objeto de propagar la imagen y la herencia de la naci?n e inculcar apego a ella, a la bandera, al pa?s, a menudo inventando tradiciones para ello.

    [3] Maria Victoria L?pez-Cord?n, ?La situaci?n de la mujer a finales del antiguo r?gimen (1760-1860)?, en Mujer y sociedad en Espa?a, Madrid, Ministerio de Cultura, Estudios sobre la Mujer, 1986, pp. 90 y 91. La autora se?ala que en Espa?a siempre se hab?a considerado fundamental la formaci?n religiosa de las mujeres por su influencia sobre los h?bitos de los ni?os, pero que debido a un acelerado proceso de descristianizaci?n de algunos sectores, tambi?n se buscaba ?reconquistar? a los hombres para el cristianismo a trav?s de las mujeres.

    [4] La mujer burguesa estaba m?s confinada a la esfera dom?stica que la mujer arist?crata o la mujer de clase trabajadora. Ello porque la familia burguesa manten?a a la mujer alejada de la vida econ?mica y bajo el control de sus familiares varones. Mientras que la mujer arist?crata participaba de la administraci?n de su patrimonio y gozaba de mayor libertad social; y la mujer trabajadora participaba de la actividad econ?mica del mundo laboral, ganando as? cierta libertad en la esfera p?blica.

    [5] Andrea Nicole Mansker, ?The Pistol Virgin?: Feminism, Sexuality and Honor in the Belle Epoque France?, tesis PhD, University of California, Los Angeles, 2003, pp. 221, 226 y 227. La autora destaca la importancia para la burgues?a de la pureza sexual inculcada a las j?venes a trav?s del modelo virginal de la educaci?n religiosa. De acuerdo con Mansker, en Francia la educaci?n en internados de conventos de monjas cat?licas se consideraba la forma ideal de educaci?n femenina en el siglo XIX.

    [6] Como ya indiqu? con anterioridad, al referirme a los ?sectores medios? en el caso de Puerto Rico, me refiero principalmente a profesionales radicados en los centros urbanos. Dichos profesionales ten?an su origen social en el sector hacendado, en ocasiones en familias hacendadas venidas a menos.

    [7] Mar?a de F?tima Barcel? Miller, ?Nociones de genero en el discurso modernizador en Puerto Rico, 1870-1930?, Revista de Ciencias Sociales, N?mero 9, junio de 2000, p. 5.

    [8] Mar?a de F?tima Barcel? Miller, La lucha por el sufragio femenino en Puerto Rico, 1896-1935, Rio Piedras, Ediciones Hurac?n, 1997, pp. 42 y 43.

    [9] Barcel? Miller, ?Nociones de g?nero??, p. 7.

    [10] Michael Curtin, ?A Question of Manners: Status and Gender in Etiquette and Courtesy?, Journal of Modern History, Vol. 57, No. 3, 1985, pp. 409 y 411. El autor se?ala que los libros de etiqueta evolucionaron a partir de los ?libros de cortes?a? de los siglos XVI al XVIII. Sin embargo, los libros de cortes?a buscaban moralizar las relaciones humanas, mientras que los libros de etiqueta buscaban desarrollar la capacidad de socializaci?n en particulares situaciones sociales.

    [11] Ibid., pp. 412 y 413.

    [12] Ibid., p. 421.

    [13] Sobre la legislaci?n contra el duelo en Espa?a v?ase, Manuel Rico Lara, ?El duelo: la justicia por su mano?, Historia 16, A?o XX, No. 24, Junio 1996. En Cuba y Puerto Rico el duelo estaba prohibido en el C?digo penal de 1879 para las islas de Cuba y Puerto Rico, La Habana, Imprenta de G. Montiel y Ca., 1879, pp. 88-91.

    [14] Robert A. Nye, Masculinity and Male Codes of Honor in Modern France, Berkeley, University of California Press, 1998, p. 129.

    [15] Nye, Masculinity and Male Codes?, p. 164. En pa?ses como Francia los republicanos unieron el deporte y el ejercicio al patriotismo, argumentando que los j?venes que se educaran en la esgrima alcanzar?an un equilibrio moral y un auto-control que los ayudar?a a defender su honor y el de la patria.

    [16] Curtin, op.cit., pp. 419-421.

    [17] Manuel Antonio Carre?o, Manual de urbanidad y buenas maneras, Panam?, Editorial Am?rica, S.A., s.f. Carre?o, escritor y pol?tico venezolano nacido en 1812 y fallecido en 1874, fue considerado uno de los exponentes de la sociedad criolla elegante del siglo XIX. Su obra en su versi?n moderna continu? public?ndose hasta el siglo XX.

    [18] Ibid., pp. 46-47.

    [19] Ibid., pp. 382 y 383.

    [20] Ibid., p. 383.

    [21] Stuart Hall (ed.), Representation, Cultural Representations and Signifying Practices, London, SAGE Publications, 2003, p.31. La ?oposici?n binaria? es una forma de crear significados por medio de establecer las diferencias entre sujetos u objetos opuestos.

    [22] Enrique Lugo Silva, Apuntes sobre la historia de la educaci?n en Puerto Rico, Rio Piedras, Universidad de Puerto Rico, 1963, pp. 16-18.

    [23] Fernando Pic?, Educaci?n y sociedad en el Puerto Rico del siglo XIX, San Juan, CEREP, Cuadernos, Herramientas y Documentos 2, 1983, pp. 4-7; Francisco A. Scarano, Puerto Rico, cinco siglos de historia, San Juan, MacGraw Hill, 2000, 2da edici?n, pp. 559 y 563. Pic? se?ala que seg?n el censo de 1887 menos del 20 % de la poblaci?n estaba alfabetizada y que las escuelas rurales solo empiezan a abundar en las ?ltimas d?cadas del siglo XIX. Francisco Scarano indica que para 1898 entre 80 y 85 % de la poblaci?n era analfabeta, que de una poblaci?n de casi un mill?n solo 47,861 ni?os asist?an a la escuela y una gran proporci?n no pasaba de los grados primarios.

    [24] Pic? op.cit., p. 7; F?lix V. Matos Rodr?guez, Women and Urban Change in San Juan 1820-1868, Princeton, Markus Wiener Publishers, 2001, p.75.

    [25] Matos Rodr?guez, op.cit., pp. 74 y 75. En 1874 algunas de las escuelas para ni?as en San Juan eran dirigidas por las se?oras, Dolores Barbosa, Elena Mar?nez Gand?a, Rosa Curet y Faustina Gonz?lez.

    [26] El F?nix (Ponce), 12 de agosto de 1859, p. 3; 26 de agosto de 1859, p. 3.

    [27] El F?nix (Ponce), 1 de julio de 1859, p. 4; 25 de noviembre de 1859, p. 1. Tambi?n se notific? la apertura del Liceo de Yabucoa, instituci?n de educaci?n primaria y secundaria dirigida por Don Ram?n Mar?n.

    [28] Emilio J. Pasarell, Esculcando el siglo XIX en Puerto Rico, Barcelona, Ediciones Rumbos, 1967, p. 61; El F?nix (Ponce), 22 de enero de 1859, p. 5. En 1856, tanto el Liceo de San Antonio Abad como el Liceo de San Luis Gonzaga ofrec?an cursos de ingles en Ponce; en 1857 Don Ernesto Butten ofrec?a cursos de franc?s y en 1859 el Sr. A.P. Colludrovich profesor de italiano, franc?s y literatura ofrec?a sus servicios en la misma ciudad.

    [29] Pic?, op.cit., p. 7.

    [30] Pic?, op.cit., p. 8; Scarano, op.cit., p. 563; Barcel? Miller, La Lucha por el sufragio?, pp. 21 y 27. Pic? se?ala que en 1882 hab?a 441 escuelas con un total de 24,132 estudiantes. Scarano y Barcel? Miller se?alan que en 1898 exist?an entre 518 a 528 escuelas p?blicas elementales en la isla, 26 secundarias y una de adultos. De ?stas entre 118 a 144 eran de ni?as y de las 26 escuelas secundarias 17 eran de varones y nueve eran de ni?as.

    [31] La Bomba, 28 de marzo de 1895, p. 2.

    [32] La Bomba, 20 de marzo de 1895, p. 4.

    [33] La Democracia, 2 de febrero de 1895, p. 4; 28 de enero de 1896, p. 3. Se anunci? un ?Colegio Privado de Idiomas? para ni?as dirigido por la Viuda de Quijano y clases de m?sica con el maestro Julio C. Arteaga.

    [34] Lugo Silva, op.cit., p. 17. Adem?s de estas instituciones se notific? en La Democracia, 6 de diciembre de 1895, p. 2, el establecimiento de una Academia Comercial en Ponce, dirigida por los se?ores Enrique V?zquez Aguilar y Abelardo Moscoso. Se mencionaba que el peritaje mercantil era una de las pocas carreras que pod?an hacerse sin salir de Puerto Rico ya que en el Instituto Civil de San Juan se practicaban los ex?menes y se exped?an los t?tulos.

    [35] Barcel? Miller, La Lucha por el sufragio?, pp. 22-25 y 26. Las Escuelas Normales para hombres y mujeres se fundaron en 1890 y comenzaron a funcionar en 1891. La mujer que desease un grado universitario tenia que trasladarse a la Rep?blica Dominicana, Cuba o Europa.

    [36] Scarano, op.cit., pp. 559, 564 y ss.

    [37] Pasarell, op.cit., p. 60.

    [38] Manuel Antonio Carre?o, Compendio del manual de urbanidad y buenas maneras? para uso en las escuelas de ambos sexos, Puerto Rico, Imprenta de el ?Bolet?n Mercantil?, 1894.

    [39] La Democracia, 2 de abril de 1895, p. 3. Se public? un art?culo titulado ?Etiqueta en la comida?, donde se trataba la forma de organizar una cena formal y la manera elegante de conducirse en ella.

    [40] El F?nix , 12 de agosto de 1859, p.2; 25 de noviembre de 1859, p.2. El art?culo formaba parte de la obra titulada, La mujer, estudios morales.

    [41] La Libertad, 11 de enero de 1895, p. 3. En el art?culo titulado ?Curiosidades? se explican los lenguajes del abanico, del pa?uelo y de la tarjeta. El lenguaje del abanico consist?a en diversas formas de portar dicho objeto y era utilizado principalmente para demostrar a los caballeros interesados su actitud hacia ellos. El lenguaje del pa?uelo consist?a en la forma de sostener dicha prenda en las manos y se utilizaba de forma similar al del abanico, m?s inclu?a mensajes sobre el estatus civil de la dama y el comportamiento de sus acompa?antes masculinos. El lenguaje de la tarjeta consist?a en dobleces en las esquinas de la tarjeta, que significaban diversos mensajes acordados de antemano.

    [42] Emilio E. Huyke, Los Deportes en Puerto Rico, Connecticut, Troutman Press, 1968, p. 195.

    [43] Pasarell, op.cit., p. 11; La Democracia, 5 de enero de 1898, p. 3; 2 de febrero de 1898, p. 3; 10 de febrero de 1898, p. 3. De la Baume tambi?n ofrec?a lecciones en los salones de la Asociaci?n de Dependientes de Ponce.

    [44] Huyke, op.cit., p. 210.

    [45] Antonio S. Pedreira, El periodismo en Puerto Rico, San Juan, Instituto de Cultura Puertorrique?a, 1970, p. 298. En San Juan tambi?n se ofrec?an clases en algunas escuelas particulares como la sala de armas del colegio de Don Felipe Janer en la calle Fortaleza, que tuvo como profesores al Vizconde de la Baume y a Monsieur Charles Thiercelin. En Rio Piedras hab?a una sala dirigida por Don Jos? Janer y Soler y por Don Mario Brau; adem?s, exist?an centros de esta naturaleza en Mayag?ez, Arecibo y Bayam?n.

    Bibliograf?a

    Fuentes primarias

    A. Peri?dicos

    El F?nix, 1859
    El F?nix (Ponce), 1859
    La Bomba, 1895
    La Democracia, 1895
    La Democracia, 1898
    La Libertad, 1895

    B. Libros

    Carre?o, Manuel Antonio, Compendio del manual de urbanidad y buenas maneras? para uso en las escuelas de ambos sexos, Puerto Rico, Imprenta de el ?Bolet?n Mercantil?, 1894.

    C?digo penal de 1879 para las islas de Cuba y Puerto Rico, La Habana, Imprenta de G. Montiel y Ca., 1879.

    Fuentes secundarias

    Barcel? Miller, Mar?a de F?tima, La lucha por el sufragio femenino en Puerto Rico, 1896-1935, Rio Piedras, Ediciones Hurac?n, 1997.

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    Huyke, Emilio E., Los Deportes en Puerto Rico, Connecticut, Troutman Press, 1968.

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    Scarano, Francisco A., Puerto Rico, cinco siglos de historia, San Juan, MacGraw Hill, 2000, 2da edici?n.

    ?Para llegar a ser perfectos caballeros y elegantes damas: la educaci?n burguesa en el Puerto Rico del siglo XIX?

    Dr. Luis A. Reyes Rodr?guez

    Resumen

    En este art?culo se presentan las particulares preocupaciones educativas de la burgues?a puertorrique?a y las ideas que conformaban el concepto de la ?buena educaci?n? para dicho sector social. Adem?s, se observan las alternativas educativas de acuerdo al g?nero, as? como el rol de la etiqueta burguesa en la educaci?n.

    Palabras o conceptos: Educaci?n siglo XIX, educaci?n burguesa, sociedad siglo XIX, modales, etiqueta, esgrima.

    Abstract

    This article presents the particular educational interests of puertorican bourgeois, and their ideas about what was perceived as a ?proper education?. Also in this article are analyzed the educational alternatives according to gender, and the role of bourgeois etiquette on nineteenth century education.

    Key concepts: Nineteenth century education, bourgeois education, nineteenth century society, good manners, etiquette, fencing.

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