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La nobleza titulada en la hispanoamérica colonial: carácteres generales y perspectivas historiográficas




Enviado por Luis A. Reyes



  1. Introducción
  2. La emigración y la formación de las elites
  3. Bases económicas de la elite colonial
  4. El prestigio social y el poder político
  5. Perspectivas historiográficas sobre la elite colonial hispanoamericana
  6. Conclusión
  7. Bibliografía

Introducción

El desarrollo de las sociedades hispanoamericanas durante el periodo colonial se caracterizó por unos patrones compartidos con la sociedad española de la época. Algunos historiadores señalan la forma eficiente y organizada en que funcionaron las sociedades hispanoamericanas desde los primeros tiempos de la colonización.[1] Dicha eficiencia se debió principalmente a los modos de organización que los españoles importaron a las Indias y a las instituciones sociales a las que estaban acostumbrados los colonizadores. Los pobladores españoles funcionaban en su sociedad de origen dentro de unos patrones de relaciones sociales basados en la familia y el parentesco, el poblado o lugar de origen, las relaciones entre patrón y cliente, y el respeto y deferencia social con los superiores. El traslado de estos patrones a América también incluyó las percepciones sobre la jerarquía social y el control de la corona sobre la sociedad y la economía. Entre estas percepciones estaban el concepto de la "nobleza" y la burocracia administrativa.

En este trabajo presento un cuadro general sobre la elite colonial hispanoamericana, en especial la nobleza "titulada", sus medios económicos, su prestigio social y poder político. Además, es de mi interés el analizar, hasta donde sea posible, algunos de los enfoques historiográficos con que se ha trabajado el tema de las elites coloniales hispanoamericanas. Con este fin estudio algunos ensayos relevantes sobre el tema, para intentar observar sus enfoques y metodologías.

La emigración y la formación de las elites

En las primeras décadas del siglo XVI la emigración de españoles hacia América tuvo motivaciones un tanto complejas. Sin embargo, para las primeras generaciones de conquistadores las motivaciones principales eran la obtención de riquezas y el incrementar el estatus social. Estas motivaciones principales se debían a que la sociedad en España ofrecía pocas oportunidades de movilidad social[2]siendo estas en parte controladas por una estructurada elite nobiliaria. Para muchos de los "hidalgos" que emigraron durante el inicio de la conquista, las Indias fueron un vehículo para el ascenso social[3]pero para la mayoría de los inmigrantes solo fueron una forma de mejorar sus condiciones económicas.

La sociedad inicial surgida luego de la Conquista tuvo en la cima de la escala social a los conquistadores y a sus descendientes, quienes fueron los que aseguraron su riqueza y éxito por medio de las encomiendas de indios. La mayoría de estos conquistadores había tenido un origen humilde, pero sus patrones de encumbramiento social denotaban la influencia de los conceptos de la "hidalguía". Esta aristocracia informal alcanzó el éxito y mantuvo su estatus gracias a la flexibilidad social en el Nuevo Mundo, que permitía el que miembros de los sectores sociales modestos lograsen ascender socialmente.

A pesar del éxito social de la generación de la Conquista, en el siglo XVII ocurren cambios en la composición de las elites en América. La antigua elite conquistadora fue declinando debido a su improductividad y la revocación de muchas de las encomiendas originales.[4] Es en el siglo XVII que ocurre una circulación y transformación de las elites criollas con el surgimiento de unas nuevas oligarquías terratenientes. En esta nueva aristocracia los criollos abarcaban una mayor esfera en la sociedad, la economía y la política. Sin embargo, el término "criollo" debe ser considerado tomando en cuenta el que estas "nuevas" elites fueron formadas por inmigrantes peninsulares que llegaban a América y se insertaban en la sociedad existente. Son estos inmigrantes y sus descendientes los que se convierten en "criollos" y cuyas familias entran en las filas de la aristocracia.

La circulación o transformación de la elite colonial hispanoamericana fue posible gracias a una "flexibilidad social" existente. La sociedad era más "formal" que rígida y detrás de una supuesta jerarquía social, los hombres podían aumentar o disminuir su riqueza y estatus.[5] En este ambiente, todos los miembros de la sociedad que fueran blancos tenían el potencial de ascender a la elite.[6] En el siglo XVII, con la disminución de las encomiendas, los peninsulares comenzaron a ganar espacio en la elite de regiones como el Perú, utilizando diversos medios de prosperidad socio-económica. Entre estos medios estaba el comercio, los puestos públicos, y el favor del Virrey.[7] No obstante, los inmigrantes que lograban el éxito por alguna de estas formas no eran simples "arrivistas" o recién llegados, sino que muchos de ellos habían vivido muchos años en las Américas y se habían "aculturado" en la sociedad criolla.[8]

En el proceso de ascenso social y económico de la nueva elite el matrimonio jugó un papel muy importante. Las relaciones familiares y de parentesco entre los miembros de la elite, ya fuesen nobles titulados o no, fueron centrales para conservar y fortalecer la posición social, tanto de las personas o familias particulares, como de toda la capa social alta.[9] Estos matrimonios servían como medio de emparentar con familias antiguas de la aristocracia o familias de comerciantes, y para mantener o aumentar el patrimonio y prestigio familiar.[10]

Bases económicas de la elite colonial

La nueva elite colonial de Hispanoamérica derivaba su riqueza y poder económico de la tenencia de tierras al igual que la aristocracia de los tiempos de Conquista, pero con una gran diferencia, la nueva elite era dueña de las tierras y las dedicaban a la agricultura comercial.[11] La nueva aristocracia terrateniente se había apartado poco a poco de la antigua encomienda y se habían convertido en hacendados, transformando sus ingresos del tributo agrícola a la producción para el mercado.[12] Sin embargo, pese a que las encomiendas habían perdido su fortaleza económica, éstas continuaron siendo buscadas por los nuevos miembros de la aristocracia debido a su gran valor como símbolo de prestigio social.[13]

En la sociedad colonial las haciendas cumplieron la función principal de ser fuente de riqueza, aún para el sector más alto en la escala social, los nobles "titulados". Este sector mantenía en sus haciendas grandes mansiones rurales equipadas con todo tipo de lujos, que servían como símbolos de estatus. Los latifundios eran pues un fundamento esencial de la prosperidad y el prestigio de una persona y de su familia, por ello resultaba indispensable preservarlos íntegros. La partición del patrimonio amenazaba la riqueza de las familias y por ello es que a partir de la primera mitad del siglo XVII, se adoptó el "mayorazgo" como método para evitar la dispersión. Esta institución de origen peninsular, permitía legar una parte fija del patrimonio a los hijos primogénitos de un linaje.[14]

En muchas ocasiones la tenencia y explotación de las haciendas como fuente de riqueza estuvo combinada con la actividad comercial. Encomenderos, hacendados y aún nobles se dedicaron esporádicamente al comercio.[15] Por otro lado, hubo comerciantes bona FIDE que lograron ennoblecerse mediante enlaces matrimoniales con la aristocracia de encomenderos, sobre todo de hacendados, pese a que según algunos autores, existía antagonismo entre ambos grupos.[16] La riqueza brindó a los comerciantes apoyo y privilegios del Estado, que favoreció a muchos y les concedió respetabilidad social.

Los beneficios obtenidos de la riqueza que se generaba en las Américas no eran solo para los aristócratas terratenientes y los comerciantes poderosos. Otros grupos de la elite y profesionales obtuvieron ganancias y prestigio que les permitieron ascender socialmente o mantener su ya importante estatus.[17] Entre estos grupos estaban los "profesionales" y los que recibían puestos gubernamentales. Algunos autores señalan cómo algunos descendientes de encomenderos entraron a la profesión legal y lograron posiciones en las Audiencias.[18] Sin embargo, el camino rápido hacia el enriquecimiento lo fue, en muchas ocasiones, el ser nombrado corregidor por el Virrey. La mayoría de los encomenderos o "feudatarios" que recibían el cargo de Corregidor lo eran peninsulares que habían logrado dicha merced como favor del Virrey.[19]

El prestigio social y el poder político

En las sociedades coloniales de Hispanoamérica el "sector nobiliario" estaba definido formalmente por las "hidalguías" y los "títulos", conceptos que acarreaban una mentalidad aristocrática heredada de España. la hidalguía dependía de poseer un linaje familiar reconocido públicamente como de hidalgo, e incluía el estar exento de los impuestos que pagaban los plebeyos o "pecheros" en España. Como en los territorios americanos no existía este tipo de impuestos, a muchos inmigrantes españoles se le hizo fácil reclamar y probar que eran hidalgos, aunque no lo fueran.[20]

El escalón más alto en la jerarquía social colonial lo ocupaban los nobles titulados. Sin embargo, la condición de nobleza en América debe analizarse considerando sus características particulares. En primer lugar, la aristocracia de hacendados en América tiene rasgos parecidos a la nobleza de la Castilla medieval, pero sus diferencias son más profundas.[21] La diferencia principal radicaba en que en Hispanoamérica el honor de la nobleza no provenía del tradicional prestigio social y la propiedad como en España, si no de la riqueza que era la que sostenía los ideales aristocráticos hispanoamericanos. En segundo lugar, el centralismo monárquico no permitió el crear una verdadera nobleza americana, y por ello se extendió a América la nobleza de Castilla. Esto fue así, ya que la nobleza era parte del orden social y sostén de la monarquía. Además, la extensión de la nobleza castellana era un medio para mantener a la elite del Nuevo Mundo subordinada a la Corona.[22]

Durante la Conquista los títulos nobiliarios fueron concedidos a muy pocos conquistadores o pertenecieron a los escasos nobles que se trasladaron a América. A partir del siglo XVII, la concesión de títulos de títulos siguió un patrón igual al de España. Se concedían títulos a funcionarios reales para premiar sus servicios y aumentar su prestigio, y se vendían títulos al mejor postor.[23] Esto último cobra auge debido a los apuros financieros de la monarquía durante la primera mitad del siglo XVII. En un principio los nobles titulados en América no contaron con una gran preeminencia social, pero con el tiempo esto cambió ya que se unió la titularidad nobiliaria con el ejercicio de cargos públicos.

La nobleza hispanoamericana fue de una estructura más abierta y flexible que en España, debido a que varias circunstancias locales debilitaron y transformaron los requisitos para la concesión de títulos. Ejemplo de esto lo fue, el que en América nunca se consideró el ejercicio del comercio como indigno de la calidad de noble, salvo si se ejercía al por menor y personalmente.[24] Además, los privilegios, inmunidades y excenciones de la nobleza apenas fueron observadas en América, tanto en sus aspectos fiscales como judiciales.[25] Según esto, el atractivo de la nobleza en Hispanoamérica no radicaba en ventajas de tipo material, si no en el prestigio y distinción social que brindaba. Fue por ello que en las Américas la nobleza no constituyó una clase social aparte, si no una condición de éxito adquirido.[26] El camino hacia el ennoblecimiento, tanto en España como en el Nuevo Mundo, se iniciaba con la obtención de otros símbolos de estatus y prestigio. Entre estos se encontraban los "hábitos" o membresías en las órdenes militares, los cuales no solo reconocían la hidalguía del poseedor, si no también su "pureza de sangre".[27] Fue por esto que muchos hidalgos tuvieron gran interés por obtener un hábito de alguna de las tres órdenes militares, la de Santiago, Calatrava y Alcántara. Esto llegó a convertirse en un elemento importante para los aristócratas e hidalgos tanto de la península como de América.[28] Además, existían otras instituciones que servían como símbolos de prestigio, entre ellas la Guardia de los Virreyes. No obstante, la forma primordial de encaminarse a la nobleza estaba en la siempre importante encomienda.[29]

En las sociedades hispanoamericanas la elite siempre estaba ansiosa por imitar a la nobleza peninsular, y por ello además de ambicionar títulos y "hábitos", adoptaban un estilo de vida señorial. Era por esto muy común el que los miembros de la aristocracia desplegaran su riqueza en vistosas viviendas, carruajes, servidumbre vestimenta ostentosa y obras benéficas.[30] Esta conducta, según algunos autores, denota los conflictos e inseguridades de la clase alta, que ante la accesible movilidad social en el Nuevo Mundo, intentaba crear unos símbolos de exclusividad y jerarquía social.[31] Pese a estas tensiones, las familias de la nobleza titulada junto a otros sectores de la clase alta, fueron los representantes de una mentalidad aristocrática heredada y compartida con España, pero con un carácter americano muy particular.

El sistema administrativo del imperio español comprendía cuatro ramas fundamentales, gobierno, justicia, hacienda y milicia. En las Américas estas ramas estaban bajo el poder de los Virreyes y de la administración colonial. A partir del siglo XVII, la burocracia administrativa sufrió cambios que transformaron su significado social y político. El más profundo de ellos lo fue la venta de cargos públicos al mayor postor, práctica que se inició por la necesidad de nuevos ingresos para la Corona. En un principio esto solo se aplicó a los oficios notariales en América, pero con el tiempo, cargos de importancia cada vez mayor fueron vendidos.[32] Es así como los corregimientos, superintendencias de casas de moneda, oficialías reales y hasta gobernaciones fueron vendidas, excluyéndose solo los más altos puestos, Virreyes, oidores y algunos oficios hacendísticos y militares.[33]

La venta de cargos públicos tuvo en sus comienzos la iniciativa de ofrecer estas posiciones a personas con suficiente preparación técnica para desempeñarlas. Además, se creyó que el importe de la compra del cargo iba a ser una especie de garantía sobre el desempeño honroso del mismo. Todo esto, que se creía aumentaría la autoridad real, resultó en una pérdida de control del Estado sobre la burocracia. Esto porque la administración se fue entregando a los intereses particulares de los que la componían. Bajo los monarcas del siglo XVII y comienzos del XVIII los cargos comprados se hicieron "vitalicios" y los que los adquirieron tuvieron derecho de nombrar sucesores, quedando de este modo numerosos oficios vendidos a perpetuidad o controlados por una misma familia.[34]

Los hacendados en Hispanoamérica, además de velar por sus negocios asumen su rol de "vecinos" en la jurisdicción administrativa colonial, teniendo la oportunidad de ostentar cargos municipales (regidor-alcalde) u provinciales (corregidor, alcalde mayor), con lo que acrecentaban su poder, prestigio y esfera de acción.[35] Este patrón de poder ejercido por la clase hacendada se aplicó también a la nobleza titulada. En diversas regiones de Hispanoamérica miembros de las familias de la nobleza ocuparon parte de los empleos y cargos públicos.[36] Una motivación para ello era el que los empleos de mayor rango en la administración, la iglesia o la milicia proporcionaban una base económica suficiente y constante.

El proceso de compra y el acceso a los cargos administrativos tenían unos límites. Según algunos autores, los nobles titulados y en general los criollos, ejercieron pocos empleos en las Audiencias debido a que los monarcas españoles preferían conceder estos cargos a peninsulares.[37] Sin embargo, esta percepción es cuestionada por otros investigadores que plantean que para el siglo XVIII los criollos eran mayoría en Audiencias como Lima, México y Santiago.[38] Pese a esto, lo que si está claro es que los criollos y la nobleza titulada tuvieron una amplia participación en la jerarquía mediana y baja de la administración. Hubo muchos criollos y nobles que ejercieron como funcionarios de la Real Hacienda, como corregidores y especialmente como miembros de los cabildos.

El ejercicio de la mayor parte de los empleos y cargos públicos en la administración colonial lo era a título honorífico, ya que solo los altos cargos tenían remuneración.[39] El interés que se tenía por los cargos provenía principalmente del prestigio social que brindaban y las conexiones que se establecían a través de ellos. Estos factores redundaban en beneficios sociales y comerciales para quienes ocupaban los puestos. La "ausencia de remuneración" se aplicaba también a los cargos militares. Los rangos en la milicia gozaban de mucho prestigio, y muchos de los puestos más altos eran ejercidos por nobles titulados.[40]

El acceso de la nobleza titulada en Hispanoamérica y de los criollos en general a los cargos de la jerarquía eclesiástica fue parecido a la administración civil. La mayoría de los eclesiásticos de las familias nobles eran curas o clérigos presbíteros que no poseían un curato propio y servían capellanías, pertenecientes en muchos casos a la misma familia. A causa de sus ingresos, relativamente bajos, algunos presbíteros y curas tenían haciendas propias para su sustento. Sin embargo, contrario a la administración civil, el criterio del origen social en los puestos eclesiásticos tuvo un peso menor frente a la cualificacion y formación personal.[41]

Algunos historiadores argumentan que la práctica de vender los cargos públicos era beneficiosa para el sector criollo de la elite hispanoamericana, ya que eran los Virreyes quienes controlaban el acceso a los cargos y brindaban mayor oportunidad a los criollos. Mientras que si esta venta de cargos hubieses sido una exclusividad de la corona, los peninsulares hubiesen sido el sector más favorecido.[42] Además, se plantea que la venta de cargos convirtió la burocracia en propiedad de una serie de hombres ricos, la mayoría criollos y en menor proporción peninsulares, que se convirtieron en antagonistas al competir por acaparar los cargos administrativos.[43] Sin embargo, este último planteamiento es cuestionado por investigadores que presentan un cuadro social más complejo, que rompe con la supuesta dicotomía y antagonismo entre criollos y peninsulares.[44]

Perspectivas historiográficas sobre la elite colonial hispanoamericana

El tema de la elite y la sociedad colonial hispanoamericana en general han sido investigadas durante el siglo XX desde dos perspectivas historiográficas, la "institucional" y la "social". La perspectiva institucional fue durante gran parte de dicho siglo la principal corriente investigativa sobre la historia colonial. La corriente social se desarrolló desde la década del 1970 y se convirtió en una corriente principal en la historiografía sobre el periodo colonial. En esta parte de este trabajo deseo exponer algunos planteamientos sobre consideraciones y acercamientos al tema de la elite colonial desde la perspectiva de los historiadores sociales en los años.[45]

En primer lugar, algunos historiadores plantean que la historia colonial hispanoamericana es en gran parte de tipo social. Esto, porque según ellos las estructuras institucionales coloniales tenían ciertas deficiencias que las convertían, en el plano social, más en símbolos oficiales que en entes activos. Por otra parte, las fuerzas dinámicas y cohesivas en la sociedad eran las necesidades, costumbres e ideas de los individuos que actuaban colectivamente de manera informal.[46] Algunos investigadores señalan que la historia de tipo institucional brinda más énfasis a las estructuras formales, creando una imagen idealizada de la realidad social.[47] Sin embargo, la historia social se concentra en el análisis de grupos poblacionales bien definidos, en ocasiones pequeños, con los que se pueden obtener resultados con amplio significado.[48] Además, el área de investigación de la historia social se aparta de las ciudades, el centro de control estatal, y se concentra en las villas o provincias, contrario a lo acostumbrado por los historiadores institucionales.[49]

Con relación a las fuentes documentales, se plantea que las fuentes no centralizadas ofrecen una información menos viciada o distorsionadas. Estas fuentes son más útiles para descubrir nuevos patrones básicos en los documentos.[50] Es por esto que se destaca la utilidad de los archivos internos de instituciones u organizaciones civiles, los archivos notariales y otros documentos personales, para alcanzar un estudio más minucioso y profundo de la sociedad local, y poder reconstruir las relaciones familiares.[51] Otro planteamiento importante sobre las fuentes lo es el combinar diversos tipos de fuentes para el estudio de sectores sociales o individuos. Varios investigadores han combinado las fuentes notariales y biográficas para reconstruir las carreras de individuos y familias.[52] Ello es particularmente útil en el estudio de las clases altas.

Finalmente quiero añadir algunas interpretaciones generales sobre la elite hispanoamericana de acuerdo con diferentes corrientes historiográficas. De acuerdo con las conclusiones de los "institucionalistas", la clase alta de la sociedad colonial marcadamente dividida en dos grupos. Por un lado los descendientes de los conquistadores (criollos), que controlaban los cabildos y formaban oligarquías municipales y por otro la burocracia administrativa, cuyos altos puestos se reservaban para los peninsulares.[53] Sin embargo, otras investigaciones presentan un panorama distinto, donde ambos grupos aparecen entremezclados.[54] Otro punto conflictivo son las teorías sobre la renovación y circulación de la elite. Algunos historiadores sostienen que esto ocurrió por uno de dos procesos, o se renovó por la compra de cargos, privilegios y títulos nobiliarios[55]o surgió una nueva oligarquía.[56] Pero esta transformación resulta ser mucho más compleja y probablemente conllevó una combinación de ambos procesos.[57] Además, la tradicional y uniforme interpretación sobre la exclusión de los criollos de los altos puestos administrativos, como las Audiencias, es cuestionada por los historiadores sociales. Esto porque como indiqué en otra parte de este trabajo, los historiadores sociales presentan un cuadro bastante complejo de la elite colonial y su acceso a las posiciones de poder.[58]

Conclusión

Los diferentes sectores de las sociedades coloniales hispanoamericanas heredaron de España sus estructuras sociales, sus instituciones, sus patrones de relaciones y sus conceptos sobre la jerarquía social, adaptádolos y modificándolos de acuerdo con las condiciones y realidades de las Américas. Esto moldeó una sociedad mucho más flexible que en la península. Fue esta flexibilidad la que permitió en gran medida la circulación o transformación de las elites durante el siglo XVII. El proceso de transformación ocurrido a las elites hispanoamericanas consistió de una amalgamación de las antiguas elites conquistadoras con un grupo de inmigrantes peninsulares que se "criollizaban" y se mezclaban con la antigua aristocracia. Esta nueva elite tenía sus bases económicas en la explotación comercial de la tierra, combinada con la actividad comercial.

Los sectores aristocráticos hispanoamericanos incluían a nobles que poseían títulos de Castilla. Esta nobleza en las Américas derivaba su honor de la riqueza y no de la propiedad feudal como en España. Además, la nobleza en Hispanoamérica tenía una estructura mucho más flexible que en la península y no constituyó una clase social per se, si no una condición que brindaba el máximo prestigio social alcanzable. La nobleza titulada, así como otros sectores sociales de la elite, compartieron diversos mecanismos para afianzar su estatus social y preservar su poder económico.

Los miembros de la nobleza titulada en Hispanoamérica ocuparon cargos administrativos en los virreinatos americanos. Esto fue posible, en gran medida, a la capacidad económica de los nobles, lo que les permitía comprar los cargos. La elite criolla en general ocupó diversas posiciones en la jerarquía administrativa, judicial, militar y eclesiástica, destacándose su poderío en diferentes niveles. Sin embargo, sobre este punto existen discrepancias acerca del alcance del dominio de los criollos en la jerarquía administrativa.

El tema de la elite y la sociedad colonial en Hispanoamérica ha sido investigado desde la perspectiva institucional y la social.[59] Ambas corrientes historiográficas han presentado panoramas sobre la sociedad colonial que difieren y en ocasiones resultan conflictivos. Es cierto que ambas corrientes historiográficas varían en sus acercamientos y metodologías, y es por ellos que desarrollan visiones distintas sobre la realidad social del periodo bajo estudio. Dentro de esto, es la historia social la que desarrolla unas interpretaciones con menos generalizaciones, creando un retrato de la sociedad colonial lleno de complejidades y particularidades, más cercano quizás a la realidad histórica de la época.

Bibliografía

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Autor:

Luis A. Reyes Rodríguez

Diciembre 2004

[1] Ida Altman, ?Emigrants and Society: Extremadura and America in the Sixteenth Century?, The Library of Iberian Resources Online, p. 279.

[2] Altman, op. cit., p.281.

[3] Thomas Skidmore y Peter Smith, ?The Colonial Foundations, 1492-1880?s?, en Modern Latin America, 5th ed., Oxford, 2001, p.14; Richard Morse, ?The Heritage of Latin America?, en Louis Hartz (ed.), The Founding of New Societies, New York, Brace & World, Inc., 1964, p.127. Morse se?ala que en la Conquista la capa alta de la aristocracia se mantuvo al margen y que fueron los ?segundones hijosdalgo?, que buscaban prestigio social, los que llevaron a cabo la conquista. Se se?ala que en ese periodo la influencia de los hidalgos fue mucho m?s grande que su proporci?n num?rica.

[4] Morse, op. cit., p.136.

[5] Fred Bronner, ?Elite Formation in Seventeenth ? Century Peru?, Bolet?n de Estudios Latinoamericanos y del Caribe, No. 24, 1978, p.9.

[6] Ibid., p.13. Seg?n el autor, el orden social en Per? era a la misma vez m?s r?gido y m?s fluido que en Espa?a. M?s r?gido en los estratos inferiores de la sociedad donde se hab?an definido racialmente unas ?castas?, y m?s fluido en las capas altas donde los blancos gozaban de movilidad social.

[7] Ibid., pp. 19-22.

[8] Ibid., p.23.

[9] Christian B?schges, ?Linaje, patrimonio y prestigio. La nobleza titulada de la ciudad de Quito en el siglo XVIII?, Anuario de Estudios Americanos, Vol. 56, No. 1, 1999, pp. 138-140.

[10] Ibid., pp. 125, 126, 140 y 141.

[11] Fred Bronner, ?Peruvian Encomenderos in 1630: Elite Circulation and Consolidation?, Hispanic American Historical Review, Vol. 57, No. 4, 1977, p.647.

[12] Morse, op. cit., p. 149. El autor plantea que las principales diferencias entre la encomienda y la hacienda radicaba en que en la ?ltima, el propietario ten?a el t?tulo sobre la tierra y los trabajadores ind?genas ten?an poca o ninguna tierra y estaban atados a la hacienda por deudas o peonaje.

[13] Bronner, ?Peruvian??, pp.657 y 658.

[14] B?schges, op. cit., pp. 129-131. Los mayorazgos hispanoamericanos no ten?an un car?cter feudal como los de Castilla, cuyas rentas se originaban de los impuestos pagados por los vasallos que los habitaban.

[15] Ibid., p.132. En regions como Quito, el comercio efectuado por las familias nobles durante el siglo XVIII era interregional. Casi ning?n comerciante quite?o se dedic? al gran comercio con la metr?poli.

[16] Guillermo C?spedes del Castillo, ?La sociedad colonial americana en los siglos XVI y XVII?, en Jaime Vicens Vives (ed.), Historia social y econ?mica de Espa?a y Am?rica, 5 vols., Barcelona, Editorial Vicens Vives, 1961, pp.474 y 475.

[17] Juana Gil-Bermejo Garc?a, ?La casa de Alba y Am?rica?, Anuario de Estudios Americanos, Vol. 45, 1988. Seg?n la autora, durante tres siglos los intereses de la casa de Alba estuvieron relacionados con Am?rica. Esto fue porque varios monarcas concedieron encomiendas americanas a nobles de Espa?a y otorgaron mercedes a los Duques de Alba con las ganancias de los virreinatos americanos, ello como pago por los servicios prestados a sucesivos monarcas espa?oles.

[18] Bronner, ?Peruvian??, p. 648.

[19] Ibid., pp.648 y 649. Muchos de estos ?Corregimientos? eran otorgados en recompense por alg?n servicio prestado al Virrey o a su corte.

[20] Ibid., p. 637; Bronner, ?Elite??, p.14. Bronner se?ala que en Espa?a era posible comprar la hidalgu?a, pero que exist?a prejuicio contra los que lo hac?an. A pesar de que se valoraba m?s el obtener la hidalgu?a por herencia o por hechos de armas, al cabo de tres generaciones la hidalgu?a comprada se convert?a en hidalgu?a heredada.

[21] C?spedes del Castillo, op. cit., pp. 469 y 473.

[22] Ibid., p.477.

[23] Ibid., p.478. F?lix Salgado Olmeda, ?Tipolog?a social de una oligarqu?a urbana: los regidores de Guadalajara en el siglo XVIII, ?Elite nobiliaria o burgues?a funcionarial?, Hispania, Vol. 62, No. 2, 2002, pp. 698 y 699. Salgado presenta ejemplos de concesi?n de t?tulos en Espa?a a altos bur?cratas de la administraci?n por sus servicios prestados, e inclusive t?tulos con beneficio de una encomienda en Am?rica.

[24] C?spedes del Castillo, op. cit., p.479.

[25] Loc. Cit. El autor menciona que en Am?rica respetables nobles eran procesados judicialmente por las Audiencias al igual que otros individuos comunes.

[26] B?schges, op. cit., p. 124; Bronner, ?Elite??, p.11. Los autores se?alan que el camino hacia el ennoblecimiento era m?s f?cil para los sectores pudientes, mientras que para la mayor?a de los hidalgos ?pobres? el encumbramiento social era mucho m?s limitado.

[27] Bronner, ?Elite??, p.11; ?Peruvian??, p.638. El autor se?ala que en el caso del Per?, muchos de los encomenderos eran miembros de las ?rdenes militares.

[28] Salgado, op. cit., pp.705-709. El autor se?ala que en Espa?a, frecuentemente el afianzamiento social de un noble con t?tulo heredado era reforzado con la adquisici?n de h?bito de una orden, especialmente en el siglo XVII en que esto era muy valorado. Adem?s, Salgado a?ade que durante los siglos XVII y XVIII el f?cil acceso a las ?rdenes devalu? su car?cter militar, pero retuvo su valor econ?mico, ya que muchas ?rdenes pod?an conceder rentas y encomiendas a sus miembros.

[29] Bronner, ?Peruvian??, p.640. El autor se?ala que en el Per? del siglo XVII los encomenderos eran admitidos a sentarse en la Audiencia y constitu?an el sector m?s honorable de la sociedad.

[30] Bronner, ?Elite??, pp. 24-26. A?n para aquellos que no pose?an t?tulos, la presunci?n de hidalgu?a y la ostentaci?n de riqueza eran medios para ser aceptados en la elite.

[31] Loc. Cit.

[32] C?spedes del Castillo, op. cit., pp.487 y 488. Al comienzo este sistema se aplic? con mesura, limit?ndolo a puestos de orden secundario y conservando en los puestos importantes a una burocracia asalariada, capz y fiel a las ideas mon?rquico-absolutistas.

[33] Ibid., p.488.

[34] Ibid., p.489. La venta de puestos engendr? diversos males, entre ellos el que funcionarios recibieran permisos para ejercer el cargo en el lugar donde resid?an y quedaban as? presos de los intereses locales. Tambi?n, los oficios p?blicos se negociaban tan pronto eran comprados y se adquir?an t?tulos para hijos y parientes sin la menor idea de honradez o aptitudes para quien iba a ejercerlos.

[35] Ibid., p.472.

[36] B?schges, op. cit., p. 133.

[37] Ibid, p.134.

[38] Bronner, ?Elite??, p.5.

[39] Ibid., p.135.

[40] Ibid., p.137.

[41] Ibid., pp. 136-137.

[42] C?spedes del Castillo, op. cit., pp.490 y 491.

[43] Ibid., p.491.

[44] Bronner, ?Elite??, p.5; ?Peruvian??, p. 645.

[45] James Lockhart, ?The Social History of Colonial Spanish Am?rica: Evolution and Potential?, Latin American Research Review, Vol. VII, No. 1, 1972; Bronner, ?Elite??

[46] Lockhart, op. cit., pp.6 y 7.

[47] Ibid. p.10. El autor se?ala que esto estuvo presente en las investigaciones de los historiadores ?institucionalistas? hasta la d?cada del 1950.

[48] Ibid., p.21.

[49] Bronner, ?Elite??, P.6.

[50] Lockhart, op. cit., p.14; Bronner, ?Elite??, P.6.

[51] Lockhart, op. cit., p.20; Bronner, ?Elite??, P.6.

[52] Lockhart, op. cit., pp.29-31.

[53] C?spedes del Castillo, op. cit., pp.496-497; Morse, op. cit., p.136.

[54] Bronner, ?Peruvian??, p.645.

[55] C?spedes del Castillo, op. cit., pp.496-497 y 542-544.

[56] Morse, op. cit., pp. 125 y 136.

[57] Bronner, ?Elite??, p.5.

[58] Loc. Cit.

[59] Para un acercamiento a algunos temas relacionados con las elites hispanoamericanas, como el honor, desde la perspectiva de la historia cultural v?ase, Luis A. Reyes Rodr?guez, ?La historiograf?a sobre el tema del honor en Hispanoam?rica, trabajos sobre los siglos XVI al XIX?, www.monografias.com

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