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¿Que ves cuando me ves? Los pactos psicológicos del público con la televisión




Enviado por luis buero



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Monografía destacada

  1. Breve introducción
  2. Entrevistas
  3. Definiciones

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Breve introducción

1.1- EL PORQUE DE ESTE LIBRO

Desde 1994 a los distintos grupos de alumnos de la matera GUION que dicto en esta universidad, les pedí que hicieran una encuesta, entrevistando personas de diferente edad, sexo, clase social y cultural. El fin fue hacerle varias preguntas a la gente común sobre sus opiniones acerca de la televisión abierta argentina. Y desde ese año hasta el 2013 notamos una constante: los entrevistados (el kiosquero, el policía de la esquina, el profesor, el tornero mecánico, el diariero, el filósofo, el médico) coincidían en que los programas que había que quitar de la programación eran los de Tinelli y el de Susana Giménez. Interesante paradoja dado que según la empresa medidora Ibope (y otras que existían en el pasado como I.P.S.A, y Mercados y Tendencias) eran los ciclos de mayor rating durante los últimos veinte años.

En clase comparamos los resultados de las encuestas con un texto escrito por el psicólogo Gerhart Wiebe (Dos Factores Psicológicos en la Conducta del Público de los Medios Masivos de Comunicación) incluído en el libro La Comunicación de Masas, 1977, Centro Editor de América Latina S.A. Es una conferencia dada por el profesional a fines de los años 60 sobre las actitudes del público con relación a la televisión abierta americana que bien pueden aplicarse a nuestras audiencias en la actualidad.

Finalmente los invito a que pregunten entre sus amigos y conocidos, compañeros de trabajo o allegados en general, qué programas sacaría de la televisión si pudiera, y comprobarán lo anteriormente expuesto sin posibilidad ya de sorprenderse, si siguen leyendo este libro.

1.2. ¿QUE CONCLUSIONES OBTUVIMOS?

A quién aborde el texto de Wiebe por primera vez, (si bien se refiere, repito, a comportamientos del público norteamericano) el hecho de investigar sobre los medios masivos de comunicación, su innumerable teleaudiencia y la mala calidad de los programas premiados por la misma, podría espantarlo, a pesar de que la situación es harto conocida y todas las posibles soluciones caen en un sinfín de contradicciones intelectuales y explicaciones que, por presumir de científicas, olvidan su objeto de estudio: la gente, el público: un grupo de mentes que (con la ilusión de que lo hacen racionalmente) a determinada hora interrumpen todas sus actividades para exponerse a la recepción de un mensaje mediático. Espectadores televisivos que solicitan mejores contenidos en las encuestas pero luego eluden el esclarecimiento reclamado prefiriendo lo ligero, lo trivial, lo superficial.

Asimismo uno se podría imaginar que las afirmaciones allí hechas podrían carecen de actualidad y que además no serían aplicables al contexto de nuestro país. Como bien explica en uno de sus puntos el autor: no forma parte de sus intenciones hacer de esta postura una teoría universal. Sin embargo, sus afirmaciones pueden aplicarse al comportamiento de la teleaudiencia de Capital Federal y Gran Buenos Aires sin esfuerzo alguno.

Es decir que los alumnos comprobaron y pudieron perfectamente afirmar que lo observado por Wiebe en 1968 y en Estados Unidos, tiene un asombroso correlato con la actualidad argentina. Y la cualidad de asombroso es precisamente la raíz del enfoque que este psicólogo le brinda a la investigación. Basta con corroborar la vigencia de los postulados de Jean Piaget que él refiere cuando propone una regresión infantil inevitable del espectador televisivo ante la pantalla chica.

Del mismo modo se podría mencionar la reiterada y eterna discusión sobre el papel de la televisión, muy en boga en las vísperas de una nueva legislación: ¿Para educar?, ¿para entretener?, ¿para informar?, ¿para ganar?, ¿para cautivar?, ¿para no pensar? ¿para qué?

  • PALABRAS DE G. WIEBE

Los dos factores psicológicos explicados por Wiebe como origen del comportamiento del espectador televisivo, son perfectamente aplicables en todos los casos recopilados y a la opinión que en general expresa la gente sobre la televisión… Porque tienen que ver con características propias de la conducta humana.

  • Dificultad para adquirir el concepto del OTRO.

El texto plantea que los medios masivos de comunicación eliminan desde un principio el concepto del Otro. Considera que la televisión provee al individuo de una forma de autosatisfacción y regreso a la estructura egocéntrica e infantil. Para el bebé, cuando se oculta de su vista un objeto que está mirando, su interpretación no es que ese objeto está escondido sino que simplemente cesa de existir. O desaparece, se va, se fue. Sensación propia del televidente que al cambiar de canal puede fantasear que la "realidad" que estaba viendo en la emisora anterior, ya "no existe más". La comedia, el show musical, han reemplazado en un instante y gracias al control remoto a ese noticiero en el que dos trenes chocaron y murieron decenas de personas en Singapur.

Paralelamente, afirma Wiebe, los medios representan símbolos impresos, sonidos e imágenes pero nunca "personas". Ofrecen la gratificación de necesidades sin pagar los vidrios rotos. Porque el estímulo de determinadas imágenes, una vez fuera de la visión, repetimos, deja de existir para el espectador.

G. Wiebe reflexiona que no es raro que cuando la gente llega a la noche a su hogar cansada, frustrada o atosigada, recurra a la televisión donde las personas y las cosas son efímeras, buscando productos que minimicen su esfuerzo intelectual y lo excusen de reconocer a un otro sustancial, real.

Este punto no es más que la afirmación piagetiana sobre la estructura mental de un niño de cinco o seis años: "Si no lo veo, no existe".

De hecho una concentración mediática y una maquiavélica unión entre negocios, audiencia y rating (personalmente admirada e hipócritamente defenestrada) hacen que cada vez más, la oferta de contenidos de mayor nivel en TV abierta tienda a limitarse, a excepción de Canal 7, que a veces lo intenta con muy bajos resultados en las mediciones de rating. Sin embargo, el caso de la televisión pública debe observarse desde el punto de vista de los mensajes políticos, y eso será analizado más adelante. Pero el problema de los contenidos (¿Líquidos? ¿O sólidos?, podemos inventar conceptos) viene a continuación.

COMO PERCIBE LOS MENSAJES EL TELESPECTADOR

Una pequeña conclusión sería plantear la contradicción entre la trillada frase "Si no está en televisión no existe" y "Si no medís no existís". ¿Se puede estar y no existir? Wiebe sigue ilustrándonos sobre nuestra limitaciones.

Este proceso llevado a cabo indiscutiblemente a través de los mensajes, dados por los padres, la escuela, la cultura, como por la televisión, tiene demasiadas aristas para observar y es sumamente complejo, sobre todo a la hora de comparar lo expresado con lo realizado.

Wiebe plantea que existen tres tipos de mensajes (para la percepción del telespectador) con paralelismos a lo desarrollado por Piaget, dónde:

A. Aprendizaje ENUNCIACIÓN DIRECTIVA

B. Conducta relativamente estable ENUNCIACIÓN PROTECTIVA

C. Contragolpe de represalia ENUNCIACIÓN RESTAURATIVA

  • ¿Qué mensajes nos resultan Directivos? Aquellos que:

  • Requieren esfuerzo intelectual.

  • ordenan, exhortan, instruyen, persuaden.

  • Dentro de un contexto disciplinado.

  • Excepcional minoría.

  • Se puede complementar pero no suscitar por sí mismos un aprendizaje sustantivo.

  • La mayoría de las personas se niegan a invertir el esfuerzo intelectual requerido sin la presencia de una figura de autoridad.

  • Situación estructural de educador – educando.

  • Probablemente un ciclo tipo EN TERAPIA, o en otro momento LA AVENTURA DEL HOMBRE, sean considerados mensajes directivos por cierto público.

  • ¿Qué mensajes nos resultan Proyectivos?: Aquellos que nos exigen….

  • Poco esfuerzo. Lo cotidiano.

  • EJ: Quienes sintonizan programas religiosos ya son religiosos.

  • A través de un proceso autoselectivo tienden a convertir mensajes directivos en protectivos. Para Julio Bocca, un programa de ballet no es directivo sino protectivo.

  • Se elude el esfuerzo intelectual.

  • Mensajes que reseñan o embellecen o elaboran lo que ellos (los telespectadores) ya saben.

  • Lo que están preparados para percibir y poco más.

  • ¿Cuáles resultan entonces mensajes Restaurativos?: aquellos en los que….

  • Se alivia del esfuerzo de adaptarse. Vocifera, se queja, se burla, provoca, desafía, dice palabras prohibidas, representa fantasías a veces inconciliables para el yo.

  • Antídoto para las limitaciones de la vida organizada.

  • Compuesto recíproco de los valores acentuados en la socialización adulta.

  • Represalia simbólica contra el sistema establecido.

  • La esencia restaurativa queda adulterada y disminuida al reemplazarla.

  • Noticias banales moldean nuestro concepto de realidad en la que vivimos: Restaurativas en movimiento.

  • Escenas de violencia y sexo.

  • Programas de chimentos e intimidades sexuales de los famosos.

  • Libera hostilidad en pequeñas cantidades (Grupos oprimidos o frustrados)

  • A veces el juego se convierte en pelea: represalia brutal.

  • Condición psicológica de los miembros del público:

Pareciera que la opinión generalizada pondera a la televisión cómo una figura de poder, aquella que socializa, que genera grandes grupos de opinión similar a través de los mensajes que emite. Si bien, aclaro, el artículo de Wiebe (que inspiró este trabajo y es su disparador) enfoca no tanto ya los mensajes que emite la TV, sino cómo los vive el telespectador.

En el texto se mencionan puntos como "Represalias secretas contra las figuras de autoridad". A lo largo de los años un alto porcentaje de entrevistados expresó su alto nivel de disconformidad con figuras como Tinelli, Susana Giménez o Jorge Rial, verdaderos mandamases de la pantalla chica argentina y… responsables de los programas de mayor nivel de rating en sus respectivos canales a pesar de sus contenidos considerados ligeros y banales.

En definitiva los entrevistados realizaron un reclamo de un mensaje más "directivo" de la TV, vociferando, quejándose, etc. Pero que en definitiva son los mensajes "restaurativos" dados por la TV los más consumidos. Esto además de dar el puntapié inicial para el conflicto de los mensajes, no hace más que corroborar firmemente la ruptura con el otro, incluso con el otro que todos llevamos dentro. Así las finalidades de los mensajes entre receptor y emisor son sustancialmente vividos de distintas formas.

Canal 7 por representar en el país "la televisión pública", produce una programación destinada a ser "directiva". Y aquellos que la ven, es porque son viejos parroquianos de la biblioteca y de la cultura, es decir que éstos últimos lo toman como "protectivos". La televisión pública que brinda cultura no es para todos, porque no está diseñada para que sea para todos. Los productos televisivos no están armados en función de los clientes. En los últimos años, igualmente se incluyó un producto de contenido universalmente conocido, con reglas por todos comprendidas, el fútbol para todos y todas, como forma de promoción y propaganda política de los logros gubernamentales.

REFLEXIONES FINALES Y A LA VEZ, PREVIAS AL TRABAJO

Es paradigmático suceso de Tinelli, para quienes gustan del baile y el canto no es más que un supuesto mensaje protectivo que se torna restaurativo, pues se vocifera, se muestran fantasías, el pibe de barrio que puede llevarse a la voluptuosa vedette al caño y las guerras tortuosas entre jurados y participantes.

O el de los noticieros, banalizados con noticias sobre la intimidad de los artistas o personajes mediáticos que compiten con otras de corte internacional o económico nacional, sumamente importantes.

En definitiva el comportamiento de las audiencias frente al televisor (según este autor) es más similar al de un niño que al de un adulto.

Entonces, la renuencia natural a encarar al otro se ve efectivamente probada y potenciada por el papel de la TV en las relaciones interpersonales, donde del dicho sobre la TV a la concreción en la realidad a la hora de encenderla, hay un gran trecho.

En lo concerniente a la recepción, es claro que los mensajes televisivos apuntan en general al individuo generando ese famoso vacío que muchos espectadores mencionan: No dejan nada, son efímeros y cumplen una función: la seducción del consumidor, tanto de productos, como de fantasías, como de morbos. Basta recordar el final de The Truman Show, terminada la tragedia, no hay tiempo, se debe buscar inmediatamente que hay "ahora" en la TV Guía. Esa permisividad y enorme soledad que caracterizan la gratificación intra-personal de impulsos se puede resumir en un mensaje destinado a millones de personas. "Distinto a todos, igual a vos".

Para los que buscamos hacer televisión, es un buen consejo saber que para alcanzar la meta hay que conocer bien a nuestro destinatario y diseñar un contexto en la medida de lo posible para facilitar la recepción del mensaje que queremos dar, teniendo siempre en cuenta el resto de los factores condicionantes presentes en ese medio ambiente.

  • ¿QUE ES LA TELEVISION?

Para Omar Rincón, autor de PANTALLA E IDENTIDAD, la televisión es muchas cosas a la vez.

"La televisión es un espejo social ya que reproduce los modos de vida y las formas de pensar, representar e imaginar que tenemos como sociedad, como informativo o comunidad. La sociedad puede ser leída en sus valores, gustos, intereses a través de la televisión que produce.

.La televisión es un productor de saber social en cuanto promueve el conocimiento más común y eficaz para vivir la vida y constituye los puntos de referencia más comunes para toda una sociedad.

.La televisión es un dispositivo cultural en cuanto ofrece estilos de vida, que permiten identificación social. Construye imágenes comunes sobre la existencia, la convivencia y las formas de imaginación.

.La televisión es vida cotidiana, pues ocupa en la vida de los niños y jóvenes, un espacio mucho más amplio y agresivo, que la instancia mediadora escolar. Está en todas partes, ya que invadió los espacios más íntimos y los más públicos de los seres humanos. La televisión no solo invade la cotidianidad, sino que se funde en ella y se ha convertido en uno de los reportorios básicos de conversación.

.La televisión es espectáculo, tiende a convertirse en el espectáculo absoluto, permanente e inevitable. Antes, el espectáculo poseía sus espacios y sus ocasiones privilegiadas, ahora con la televisión se dan la cultura de la accesibilidad absoluta, permanente, cotidiana y omnipresente.

.La televisión se comunica por géneros que crean pactos de lectura entre productores y audiencias. La relación entre los canales y sus televidentes es más a partir de formas narrativas que de contenidos específicos.

.La televisión es colectiva pues se hace de manera grupal. Demanda trabajar con "otros", compartiendo responsabilidades, negociando saberes y respetando los niveles de decisión. Con esa perspectiva se puede lograr un carácter democrático en la producción. La televisión es el resultado de la sensibilidad de todos los involucrados, de sus conocimientos y experiencias, sus valores sociales y sus repertorios culturales.

.La televisión es un dispositivo para el goce, la diversión y el afecto porque se ve en el tiempo libre, en los lugares de ocio, con una atención frágil y móvil.

.La televisión es un espacio de publicidades comerciales rellenos de programas; es un negocio, una industria. Nadie hace televisión para perder dinero.

.La televisión es una fábrica de recuerdos ya que ciertos momentos de nuestra vida se encuentran marcados por los programas que vimos o sufrimos o soñamos.

.La televisión es un agente de socialización, pues no actúa de manera autónoma ni produce efectos por sí solos, sino que su actuación social está relacionada con las instituciones culturales, familiares, religiosas y educativas.

.La televisión es individual, ya que cada uno ve un programa distinto por el reciclaje que realiza a través del control remoto que lleva a construir al estilo de quien recibe la televisión."

1.4.1 OTROS AUTORES

QUÈ DICE JOAN FERRES

Para Joan Ferres contamos con una confusión básica que nos hace ser "inocentes" ante el poder de los medios, y eso se debe a una serie de mitos de los que estamos convencidos y él derriba en su libro LA TELEVISION SUBLIMINAL.Considera subliminal cualquier estimulo que no es percibido de manera consciente.

Y asegura, que hay cuatro factores que no nos permiten tomar conciencia de la complejidad de la experiencia de ser telespectador:

1)      El mito de la libertad humana: La libertad humana consistiría en la posibilidad física de hacer lo que uno quiere, lo que uno desea. Pero ésta, también debe ir acompañada de libertad interna, de la libertad de elección. No es libre el que puede hacer lo que desea si está condicionado en sus deseos. En esto consiste la coacción psicológica que ejerce la televisión: incidir sobre la voluntad mediante la modificación o canalización interesada de las emociones, sentimientos, deseos y temores. Sumados a estereotipos humanos y marcas de productos.

2)      El mito de la racionalidad humana: El hombre está convencido que tiene la suprema capacidad de razonar, y la utiliza con frecuencia, pero con mayor asiduidad de lo que piensa actúa movido por impulsos inconscientes, nada racionales. En general, la vía emocional condiciona a la racional, hasta el punto que el pensamiento primario, elemental, se impone sobre el lógico. Lo cual tiene una relación directa con los mecanismos de influencia de la televisión, que es el reino de las emociones y apariencias. Cuando en las decisiones humanas es la emoción la que domina, la necesidad de ser racionales lleva al inconsciente a recurrir a una estrategia que los psicólogos conocen como proceso de racionalización y es un mecanismo de defensa por el cual la persona busca argumentos lógicos que sirvan como justificación de sus decisiones tomadas por pulsiones. Así, las situaciones más ilógicas, irracionales e increíbles pueden aportar la apariencia lógica y racional desde el discurso que las justifica.

3)      El mito de la conciencia: La persona vive en la ingenua convicción de que controla conscientemente sus decisiones y creencias. En realidad la mente seria como un iceberg (según Freud): asoma una parte insignificante, la conciencia; hay una zona intermedia, el preconsciente; y una mayor parte que permanece oculta, fuera del alcance, el inconsciente. Este último, está constituido por todos aquellos deseos, impulsos o tendencias del psiquismo del individuo que no están al alcance del pensamiento consciente y que pueden producir efectos en su comportamiento.

4)      El mito de la percepción objetiva: En la vida diaria se tiende a considerar que lo que uno percibe es necesariamente autentico. En realidad, las percepciones no son tan objetivas, van a depender de los esquemas mentales y de los condicionamientos culturales y emocionales, que van a actuar como filtros ante la cantidad de estímulos que las personas reciben cotidianamente. Sin embargo, la persona no es consciente de estos filtros que le condicionan la percepción de la realidad.

 Ferres considera a la televisión como la inversión de efecto placebo: en la experiencia televisiva un producto aparentemente inocuo produce un efecto real (negativo) precisamente por la falta de conciencia de su inocuidad (mientras el efecto placebo es una sustancia inocua que se administra a enfermos hipocondríacos que tienen la necesidad de recibir tratamiento médico).

 1.4.2 . MARCO IACOBONI Y LAS NEURONAS ESPEJO

Iacoboni, autor del libro LAS NEURONAS ESPEJO, indica que las neuronas actuarían como reflejo de lo que se ve en pantalla. Las neuronas-espejo del cerebro recrean para nosotros el dolor que vemos en la escena televisiva o cinematográfica. Tenemos empatía con los personajes de ficción (a pesar de saber de antemano que son actores realizando una dramatización armada) porque literalmente experimentamos al verlos los mismos sentimientos que ellos. De allí el famoso concepto del efecto catártico del teatro expresado por Aristóteles. Por otra parte la identificación con personajes de ficción es placentera, aún cuando estos sean cómicos, dramáticos o terroríficos.

1.4.3 GIOVANNI SARTORI Y LA SOCIEDAD TELEDIRIGIDA

Sartori en su libro HOMOVIDENS es mucho más desalentador. Se refiere a la primacía actual de la imagen, a través de las diferentes pantallas. Vanagloria con cierta melancolía al HOMO SAPIENS (desaparecido), el hombre perteneciente a la cultura escrita, al imperio de la palabra, la reflexión y la interpretación de lo abstracto y lo simbólico.

Ese ser fue reemplazado por el actual HOMO VIDENS, correspondiente al siglo XX, y XXI, perteneciente a la cultura de la imagen, generaciones enteras que se criaron frente al televisor (siendo entonces bautizadas por el autor como VIDEO-NIÑOS) educadas por y para la televisión, los video juegos y finalmente el Internet. El empobrecimiento de la capacidad de entender es su teoría, en el que hace notar que el homo videns, ha sustituido el lenguaje conceptual (abstracto) por el lenguaje perceptivo (concreto) que resulta ser más pobre en cuanto a la riqueza de significado, es decir, se crea el hombre- video, que pierde la capacidad de análisis de las ideas y del lenguaje guiándose simplemente por las imágenes…

Habla además de la opinión teledirigida y de cómo los gobiernos han utilizado a partir de la segunda mitad del siglo XX los medios electrónicos para influir considerablemente entre la opinión pública y las consecuencias que esto trae, pues se pondera ahora de una sociedad democrática, justa y comunicada, cuando realmente se está describiendo la video-cracia que es el modo de hacer legitimar el poder político a través de los medios, esencialmente mediante la televisión con un fuerte bombardeo de imágenes.

La idea central de Sartori es que la imagen ha transformado al homo sapiens en homo videns y todo lo que esto implica: la sustitución de la palabra por la imagen, pérdida de la capacidad de abstracción e incapacidad para comunicar. Esto nos lleva a que el individuo llega a un estado de despersonalización, el hombre mediatizado que ya no se rige por normas sociales o morales sino por normas tecnológicas y mediatizadas.

1.4.4 FINALES FELICES ¿UN MAL NECESARIO?

En su trabajo HAPPY ENDS, LOS FINALES FELICES, ¿UN MAL NECESARIO?, ELIANA SAN MIGUEL realiza una serie de reportajes, en uno de ellos la autora ADRIANA LORENZON le responde sobre qué significación tiene para el público el final feliz de esta manera: El final feliz representa el triunfo de la justicia, del amor, de la amistad y el rescate de los valores humanos por sobre cualquier otra cosa. Los finales no dejan enseñanzas, más bien son deseos cumplidos.

Interesante reflexión, las ficciones crean de entrada en el espectador, con la aparición del conflicto atrapante, una tensión que debe ser reparada en el final. El público puede soportar la muerte del héroe, pero requiere que el orden sea restituido, que la norma violada sea compensada. Es contemporánea al Cristianismo esta idea de un juicio final en el que se separará el trigo de la maleza. Y esta exigencia del público a que la tv le devuelva cierta seguridad ontológica ante el caos externo. "Que la historia termine bien" es el paradigma generalizado. ROGER SILVERSTONE en su libro TELEVISION Y VIDA COTIDIANA define a la tv como un "objeto transicional" (¿legalización teórica del mito del chupete eléctrico) tomando el concepto del psicólogo pediatra WINNICOT. En síntesis, para SILVERSTONE la tv tiene una funcionalidad.

Esta funcionalidad, primero es proveer al público la fantasía de una seguridad organizativa, una seguridad ontológica, en la que el medio técnico extiende las facultades humanas para ordenar la naturaleza y la realidad; es su faceta de objeto transicional, que actúa como nexo entre las actividades individuales y las actividades colectivas, entre los espacios privados y los públicos; la Televisión posibilita los contactos entre lo exclusivamente individual y los formatos sociales que configuran a lo colectivo; la Televisión es, en un sentido genealógico, una máquina más de compensación, tras la saga de inventos, para atenuar los problemas de comunicación.

  • ¿Y COMO SEGUIMOS AHORA?

A continuación vamos a disfrutar (esa es la intención de este trabajo) de las respuestas de aproximadamente 37 profesionales que saben del tema y nos pueden ilustrar sobre este acercamiento a la psicología del espectador televisivo promedio. Distinguidas personalidades de la cultura o de los medios que nos ayudarán a repensar los mecanismos de selección y elección que hacemos ante la pantalla chica y el porqué aparentemente hay una relación inversamente proporcional entre la magnitud del público y el mérito cultural o calidad de un programa en cuestión. A diferencia de otros libros anteriores que hice auspiciado por la Universidad de Morón, sobre la historia de la televisión vernácula, aquí las preguntas serán las mismas para todos los entrevistados y el tema no es la historia ni la televisión, el objeto de estudio es el espectador televisivo.

Querremos saber si cada entrevistado está de acuerdo con esta regresión infantil por la cual un espectador televisivo parece no contar con más de seis años de edad cuando se sienta frente a la pantalla chica, indagaremos qué papel creen los reporteados que tuvo (si es que esto se produjo) una disminución ostensible en el nivel cultural de la enseñanza pública y privada de los últimos cuarenta años, apuntaremos a la banalidad de los noticieros, y al querer saber el porqué ciclos del estilo de Gran Hermano produjeron altos niveles de audiencia, cuando solo se trataba de gente común haciendo nada extraordinario, o directamente nada en general. Y algunas otras re-preguntas que surgirán espontáneamente en la charla con estos valiosos entrevistados. Sus versiones del tema siguen a continuación, ojalá disfruten sus opiniones y reflexiones, tanto a como a mi me resultó escucharlas.

Inician ya la travesía por este libro, son ustedes, queridos lectores, los invitados especiales: buen viaje.

Entrevistas

JOAN FERRES

Joan Ferres es español, doctor en Ciencias de la Información y maestro. Ha sido Docente de Enseñanza Secundaria. Actualmente es Profesor en los Estudios de Comunicación Audiovisual de la Universidad Pompeu Fabra de Barcelona. Fundó y dirigió durante 11 años (desde 1974 hasta 1985) el Departamento de Audiovisuales de la Editorial Edebé (Barcelona). En el ámbito de la producción audiovisual, ha sido guionista y/o realizador de una serie de montajes audiovisuales y videogramas didácticos, entre los que destacan La alondra y las ranas (1977), El punto (1979), El hombre audiovisual (1979), El llanto y la luz (1983), Per la pau (1985), Memorias de un coronel (1987), Una llar per als disminuïts (1989), Nous Temps, noves respostes (1992). Especialista en Comunicación Audiovisual y Educación, trabaja de manera preferente en dos ámbitos temáticos: el de la socialización mediante comunicaciones inadvertidas y el de la educción en una cultura del espectáculo. Entre sus publicaciones destacan: Vídeo y educación (Laia, 1988; Paidós 1992), La publicidad, modelo para la enseñanza (Akal, 1994), Televisión y educación (Paidós, 1994), Televisión subliminal. Socialización mediante comunicaciones inadvertidas (Paidós, 1996), Educar en una cultura del espectáculo (Paidós, 2000). Etc….

P. Con relación a nuestra primera pregunta, el interrogante sobre la regresión infantil inconsciente del espectador frente a la pantalla, el profesor Joan Ferres opina lo siguiente.

R: Un político socialista catalán, tristemente asesinado por ETA, Ernest Lluch, decía que alimentaba dimensiones distintas de él mismo cuando iba al Camp Nou a ver un partido del Barça y cuando iba al El Gran Teatro del Liceo a ver y escuchar una ópera. Y el poeta Walt Wihtman decía: "Soy vasto, contengo multitudes". Las pantallas ofrecen la oportunidad de alimentar todas y cada una de estas identidades o dimensiones que nos definen como personales. En este sentido, no me gusta apuntarme a aquellos posicionamientos apocalípticos que criminalizan todo aquello que comporte una aproximación a las pantallas sin otro objetivo que la búsqueda de entretenimiento. Me parece una opción lícita y no necesariamente regresiva. De todos modos, entiendo que la voluntad de no ser apocalíptico no debería impedirme reconocer la creciente proliferación de programas basura, programas que no buscan más que satisfacer los instintos más primarios, la pornografía de los sentimientos, los impulsos más regresivos. Si proliferan es porque tienen un público, y si tienen público es porque proliferan. La industria y la audiencia se retroalimentan. Y, en este sentido, comparten responsabilidades. En definitiva, estaría de acuerdo en que deberíamos ser capaces de compaginar el derecho al simple entretenimiento con una actitud de revisión crítica de la propia dieta mediática, en el sentido de capacidad de compaginar el entretenimiento y la cultura, y en el de evitar aquel tipo de entretenimiento que alimente las dimensiones más bajas o regresivas de uno mismo.

P. Su seguridad y erudición motiva una segunda pregunta: por qué la gente reclama una televisión mejor y luego da rating a los peores programas.

R: Desde hace unos cuantos años los profesionales del marketing saben porqué fracasa un porcentaje tan grande de los nuevos productos que se lanzan al mercado. Hasta hace poco los estudios de mercado se basaban de manera casi exclusiva en recabar las opiniones de los clientes potenciales mediante cuestionarios, encuestas, entrevistas en profundidad, grupos de discusión, etc. Hoy se sabe que con frecuencia las opiniones que aporta la gente no son de fiar. Y no necesariamente porque la gente pretenda engañar a los demás. A veces es simplemente porque la gente se engaña a sí misma. Las modernas técnicas de escaneado cerebral, desarrolladas en el ámbito de la neurobiología, demuestran que a menudo lo que piensa y siente un cerebro no es lo mismo que lo que piensa y siente su propietario. Sabemos muy poco sobre nosotros mismos, sobre lo que nos mueve, sobre lo que realmente sentimos. Estamos condicionados por la necesidad de ofrecer una buena imagen de nosotros mismos, una imagen acorde con nuestra autoestima y con lo que socialmente se espera de nosotros. Solo así se explican los sesgos que se producen entre nuestras opiniones y nuestras actitudes y comportamientos. En Estados Unidos se realizaron estudios de prospectiva de un nuevo reality para la televisión, con una doble metodología. A los sujetos de la muestra se les pedía la opinión sobre un piloto del nuevo reality, y además se escaneaba su cerebro mientras contemplaban el piloto. Se comprobó, ante todo, que las opiniones explicitadas no coincidían con las respuestas de las áreas cerebrales vinculadas a las sensaciones de agrado y desagrado. Y, lo que es más importante, que el escaneado cerebral era mucho más fiable que las opiniones explícitas como predicción del posterior éxito del programa. En definitiva, sabemos sobre nosotros mismos mucho menos de lo que creemos saber, sobre todo en relación con nuestro cerebro emocional.

P: Acerca de Gran Hermano y el interés que ha producido no solo en cierto sector amplio del público sino también en sociólogos y estudiosos de los medios en general, este programa, especialmente en su país, España, ¿qué opina usted?

R: Una de las explicaciones de la fascinación que producen las pantallas la podemos encontrar en el hecho de que propician experiencias integradoras. La experiencia de interacción con pantallas formaría parte de lo que los expertos denominan fenómenos entre dos luces, es decir, fenómenos en los que se integra lo racional y lo emocional, la conciencia y el inconsciente, lo progresivo y lo regresivo. El concepto de Gran Hermano es rico, sugerente, fecundo. Tal como fue descrito por George Orwell en su novela 1984, permite un análisis de los totalitarismos y de los mecanismos sociales de represión y de control. También el espacio televisivo Gran Hermano fue vendido en su momento como oportunidad para un análisis de comportamientos humanos y de interacciones personales en entornos cerrados. Lo cierto es que, más allá de coartadas culturales, el éxito de la experiencia se explica en gran medida, única y exclusivamente, por la satisfacción de necesidades vinculadas a nuestro lado personal más oscuro, al voyerismo, a la satisfacción de contemplar las miserias ajenas, al placer de compartir, desde una cierta distancia, situaciones degradantes. Lo curioso es que hay grandes obras de la historia del cine, como Ciudadano Kane, de Orson Welles, o La ventana indiscreta, de Alfred Hitcock, cuya estructura narrativa y cuya puesta en escena se basan en la satisfacción de esta necesidad humana primaria, la de fisgonear en la vida de los demás, la de penetrar en su secreto. La diferencia entre estas obras maestras del cine y los realities de la televisión demuestra que una misma necesidad se puede satisfacer de maneras muy diversas, opuestas incluso. Se comprueba que en el fondo de todo relato hay un discurso implícito, latente, y que de manera inevitable el que cuenta una historia está transmitiendo una ideología y vendiendo unos valores, una sensibilidad, una forma de entender la vida, de manera intencional o involuntaria.

P: Es inevitable entonces querer saber, qué función social cumplen los ciclos no ficcionales (entretenimientos, concursos, realities); o si incorporan temas sociales o por el contrario su finalidad es distraer (lavado de cerebro, chicle del ojo) al público de los problemas concretos.

R: Desde el punto de vista intencional, estos espacios no suelen buscar otra cosa que generar grandes audiencias para garantizar unos beneficios económicos. Pero es obvio que, aunque no se pretenda más que el entretenimiento fácil y la rentabilidad comercial, cualquier experiencia comunicativa produce unos efectos, y cuanto mayor es su impacto emocional, mayores son los efectos, conscientes o inconscientes, intencionales o involuntarios. Para tomar conciencia del potencial socializador de estas experiencias de puro entretenimiento, basado en emociones primarias, elementales, conviene recordar que, desde su origen como especie, el ser humano no se ha movido por ideas, sino por dos grandes motores emocionales, los deseos y los miedos. Inicialmente fueron solo los deseos primarios (alimentos, sexualidad, curiosidad) y los miedos primarios (venenos, animales, adversarios). Estos motores garantizaban la supervivencia, la reproducción y el crecimiento. Con el paso de los siglos la lista se ha ido haciendo más amplia, compleja y diferenciada, aunque los deseos y los miedos primordiales siguen vigentes. Y, en todo caso, estas bases de datos emocionales (la de las preferencias y la de las aversiones) siguen siendo nuestro capital más preciado, porque son las que nos movilizan como personas en una u otra dirección. En estas bases de datos busca incidir la comunicación persuasiva, y en estas bases de datos incide, aunque no lo pretenda, toda comunicación que juegue con nuestras emociones. Tal es el caso del entretenimiento. Ningún entretenimiento es neutro, porque de manera inevitable, lo pretenda o no, conecta aquellas realidades con las que juega, con emociones positivas o negativas de los interlocutores. Incidiendo en sus bases de datos emocionales, las pantallas inciden de alguna manera en sus creencias y en sus futuras decisiones y comportamientos. Nuestro empoderamiento como personas pasa, pues, necesariamente por la toma de conciencia de todos aquellos procesos en los que se reconfigura nuestro mapa emocional y por la capacidad de gestionar de manera autónoma y constructiva ese capital emocional.

P: Pensando que los presidentes latinoamericanos (generalmente abogados, o militares, nunca periodistas) actúan negativamente contra la prensa no adicta como si estuviera de moda la teoría hipodérmica de los medios. ¿Realmente sucede que la gente (Homovidens al decir de Sartori) vota según lo que editorializan los noticieros y programas con periodistas de opinión política?

R: Una de las cosas que parecen no ofrecer duda en la actualidad es que nos acercamos a los medios con la intención, consciente o inconsciente, de confirmar o de reforzar nuestros puntos de vista previos. Pretendemos que los medios que frecuentamos nos digan lo que deseamos oír, que nos muestren lo que deseamos ver. El neurobiólogo Joseph LeDoux dice que, en el estadio actual del desarrollo del cerebro humano, desde el cerebro emocional al racional tenemos autopistas, mientras que del racional al emocional tenemos solo vías comarcales. Es decir, que somos mucho más racionalizadores que racionales. Recurrimos a la razón para justificar nuestros puntos de vista previos, las premisas desde las que partimos, que son emocionales, como dice Humberto Maturana. De ahí la vulnerabilidad de nuestro espíritu crítico. Y de ahí también la relativa importancia de los editorialistas y de los que opinan en los medios, ya que en general solo convencerán a los que ya piensan como ellos.

P: ¿Sigue habiendo mensajes subliminales en los programas de noticias o realmente hoy los medios se dividen a favor o en contra de un gobierno, sin eufemismos?

R: Yo diría que presentas como dilema dos realidades que conviven, que son compatibles, que no son contradictorias. Por una parte, cada vez es más evidente para el gran público el punto de vista ideológico y ético de la mayor parte de los medios. Cada vez lo esconden menos, cada vez manifiestan menos reticencias a presentar su ideología sin tapujos. Pero, paralelamente, existe una tendencia creciente en el ámbito de la comunicación mediática a no recurrir como estrategia persuasiva a la argumentación racional o al uso de informaciones explícitas. Se tiende a recurrir mucho más al relato que al discurso, de manera que al interlocutor le sea más difícil adoptar actitudes mentales de defensa. Si en los mensajes no hay argumentos, difícilmente el interlocutor intentará contra-argumentar. Se trabaja, pues, con una transmisión más o menos inadvertida de ideas y valores. En este sentido, es grave que en la mayor parte de países no se imparta una educación mediática, pero tanto o más grave es que cuando se imparte se piense mucho en la Sociedad de la Información y poco o nada en la Sociedad del Entretenimiento.

P: ¿Existe una morbosidad no reconocida por el público que lo lleva a querer ver sin reconocerlo el cadáver descuartizado por el tren que le muestran los noticieros?

R: Efectivamente, no siempre somos conscientes del tipo de gratificación que buscamos en unas imágenes. Me encanta un viejo chiste gráfico de El Roto en El País, en el que se veía a un hombre sentado, mirando la televisión, y a su mujer que, saliendo de la habitación, le decía: "Avísame cuando acabe el fútbol, que quiero ver los terremotos". Me gusta porque rompe prejuicios: se tiende a considerar que el fútbol es alienante y que, en contrapartida, la función del informativo es estrictamente de carácter cognitivo. Las cosas son mucho más complejas, aunque no siempre lo queramos reconocer. Los expertos en psicología dinámica decían que, cuando vemos una película o una serie televisiva, nos identificamos con los personajes positivos de las historias, haciendo nuestros sus sentimientos, y que, en cambio, proyectamos sentimientos propios (de rabia, de agresividad) hacia los personajes negativos, pero que en el fondo la proyección no es más que una identificación negada. Es decir, que los personajes negativos cumplen la función de dar salida a nuestras pulsiones inconfesadas, a nuestro yo oculto, a nuestro lado negativo. El hecho de que la satisfacción de estas pulsiones primarias, regresivas o destructivas se presente cada vez más sin disfraces, sin coartadas morales, sin recurrir a personajes negativos, podría considerarse un progreso, por lo que comporta en cuanto a quitarse la máscara y eliminar hipocresías. Tal vez sí, pero el cambio tiene su contrapartida negativa. No es lo mismo, por ejemplo, desde el punto de vista psíquico, vivir una experiencia de violencia encarnada por el personaje negativo de la historia que vivirla encarnada por el personaje positivo. En el primer caso la violencia es vivida por el sujeto como una amenaza, en el segundo como una gratificación. En el primer caso la violencia queda interiorizada en la base de datos emocional de los deseos, de las preferencias. En el segundo, en la de los temores, de las aversiones.

P: ¿Crees que la necesidad de rating ha roto las barreras de lo público y lo privado, lo accesorio y lo principal, la ficción y la no ficción?

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