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Tres historias con razón




Enviado por regla caridad gómez



  1. Un programa especial
  2. Caridad, geóloga de estos tiempos; experiencias felices
  3. Quiero a la sombra de un árbol, contar este cuento en flor

Un programa especial

Amelia ha despedido a Rafael en la puerta y se dispone a planchar el uniforme de Laura, su hija, que aún duerme. Decide fregar antes, pues al entrar a la cocina observa, que, sobre la meseta del fogón, están los restos del desayuno, las tasas de café, aún calientes, pedazos de pan, en el fregadero los platos de la noche anterior, pues Laura no comió a la hora en que todos lo hacen juntos; le ha dicho muchas veces que, no deje para el día siguiente los platos en ese estado, eso atrae las cucarachas, hormigas, ratones, etc. Termina de fregar, entra en silencio al cuarto de la muchacha a buscar el uniforme, trata de no hacer ruido para que pueda dormir un poco más, son sólo las 6:35 am, a pesar de que estuvieron trabajando hasta tarde en la tesis de curso de Sarita, no hay justificación para el reguero que hay en el cuarto, no se explica cómo puede ser exigente en su trabajo, cuando apenas si ha madurado, sigue siendo una niña. Coloca la tabla y tiernamente, plancha el juego de pantalón y chaqueta de mezclilla, que componen el uniforme, los recuerdos que pasan por su mente deben ser muy dulces, pues en su rostro aparece una sonrisa de complacencia. Amelia, que es una mujer de casi 46 años, trabaja en un hotel como jefe de un turno de cocina, hoy es su día de franco, arreglo que hizo para poder cumplir con Laura, a pesar de que, en un principio, no estaba de acuerdo con su elección, siente la necesidad de apoyarla, nunca antes la había visto con tanto interés por algo, se ha entregado mucho a su trabajo, trata de cumplir siempre con todas las visitas, ni siquiera las fiestas la sacan de su objetivo. Coloca el uniforme en un perchero y abre el paquete que trajo Rafael, que permanecía aún, sobre la mesa, hay muchas cosas diferentes en este, algunos lápices, globos, galletitas de dulces, caramelos sueltos y un carrito muy bonito. Se vuelve a sonreír, piensa en el apoyo que han tenido todo el tiempo en él. Rafael trabaja en el mismo hotel que Amelia, como cajero cantinero, se casó con ella cuando Laura tenía 5 años, y desde entonces ha estado en todos los momentos de su vida. Cuando Laura decidió su carrera, a pesar de que, consideraba que la muchacha podía aspirar a otro tipo de trabajo, no hizo comentario alguno, siempre respetó su firmeza y buen juicio a la hora de decidir cualquier situación importante y en estos momentos estaba convencido, de que había elegido bien.

  • Mamita……., la llamó Laura, que una vez levantada se encontraba en el baño, – necesito me prepares rápido todo, se me ha hecho tarde, olvidé poner el reloj despertador y debo recoger a Sarita y Claudia antes de las 8 para pasar por la casa de Julito a dejarle las cosas a Silvia, no tendré tiempo ni para desayunar, prepárame un pan y ponlo en mi maletín. Sale del baño, – ¿dónde está el uniforme?, pregunta desde el cuarto, – mamá abre la puerta que están tocando.

  • Laurita, dime suave todo lo que quieres que haga, mientras más te apures, más te demoras, contesta Amelia, que va llegando al cuarto con el uniforme en la mano. No hay nadie en la puerta, están tocando en la casa de enfrente.

  • Mamá, comienza hablar despacio la muchacha, necesito me envuelvas el regalo de Julito, ponme en una jaba todo lo demás que tengo que llevarme para el brindis, ah…, y prepárame un pan para comer por el camino. ¿Claudia no ha llamado?.

  • Su mamá dijo que estarían en la dulcería a las 9:30 de la mañana, yo me encargaré con ella de recoger todo, no entiendo por qué estás tan nerviosa si tienes todo resuelto.

  • Mamita, hemos hablado muchas veces de Julito y su abuela, sabes lo que ha significado en mi carrera este caso, además es muy importante para el trabajo que hemos realizado con él lo que vamos hacer hoy, me preocupa que Eduardo no consiga el pase para Maura.

Ya en la puerta la muchacha besa a la madre y baja las escaleras corriendo. Al llegar a la esquina del parque se encuentra con Sarita que venía en bicicleta y juntas se dirigen jabas en mano a la casa de Silvia la abuela de Julito. Julio Antonio es un niño de 10 años, que vive con su abuela Silvia, una anciana de 68 años, desde hace 4 años, cuando ingresaron a Maura, su madre en un hospital psiquiátrico, al atentar contra su vida, en una crisis provocada por un exceso fármacos,. Ella, una joven de 26 años, se había quedado sola con Julito, desde que él tenía 4 añitos; el padre está recluido en una penitenciaria por robo con fuerza desde esa época, ella apenas asistía al trabajo, tomaba constantemente hasta que fue internada. Silvia asumió la custodia del niño. Al comenzar este en la escuela, empezaron los problemas, apenas si podía repasarlo, estaba bajo peso, con grandes problemas de conducta. En ese tiempo Laura y un grupo de estudiantes de 11no grado habían tomado la decisión de ser trabajadores sociales. Al llegar a la escuela, en la que la ubicaron, se encontró con ese caso, quien mejor que ella para entender la situación cuando hacía más de 6 meses que no tenía noticias de su padre. Hizo un estudio de todos los problemas del niño y su familia, se apoyó en Eduardo, algunos vecinos, el maestro. Durante este tiempo la comunicación de Julito con la madre había sido escasa por el estado de salud en que se encontraba la misma. Después de varias visitas a la madre al hospital, comprendió, que el caso era difícil para una sola, al consultarlo con su asesor, éste le sugirió trabajar con Sarita y Claudia que eran de años inferiores, así ellas se preparaban mejor para sus tesis. Fue duro en un principio trabajar con él, era arisco, les contestaba mal, se escapaba de la escuela, en el barrio todos tenían quejas de su conducta. Se necesitaba mucha paciencia, fuerza de voluntad, dedicación, comprensión y sobre todo mucho amor para salir adelante. Ella descubrió que tenía cualidades dibujar, cuidaba muy bien de los periquitos que ellas le habían regalado y de las plantas que su abuela tenía en el jardín. Una mañana Laura le dijo:

– Julito en el Palacio de Pioneros se abrió un círculo de interés sobre cómo proteger la naturaleza, pensé que te gustaría participar, así les puedes mostrar cómo cuidas tu colección de pájaros y podrías hacer dibujos para la exposición que están preparando.

La idea iluminó el rostro del niño. Asistía cada martes en el horario de la tarde a los encuentros, se fue embullando hasta que, preparó un trabajo para presentarlo en el concurso que, precisamente premiarían en ese día. Ellas le tenían preparado un pequeño brindis en su casa, con premio o sin él, lo importante era resaltar su cambio. Le pidieron a Eduardo, que es el instructor policial que atiende el caso, que, hiciera todos los trámites para conseguir un permiso para que, la madre del niño pudiera estar en la premiación y más tarde en su casa. Si este encuentro en familia era positivo, la primera etapa del programa como trabajadoras sociales en este caso concluía. A las 2 de la tarde comenzó la premiación. Amelia acompañó a Silvia todo el tiempo, habían hecho una amistad muy fuerte y le preocupaba la reacción que pudiera causar en la anciana tantas emociones juntas. Al escuchar que, el segundo lugar le fue concedido a Julito, Laura, Claudia y Silvia rodearon al niño, que, premio en mano corrió hacia ellas. Eduardo había mantenido a Maura en el fondo del salón, desde allí había presenciado el evento. La condujo hacia ellos. El niño al verla, la besó intensamente, Maura se abrazó fuertemente a su madre, que apoyada en su bastón caminó hacia ellos, lloraban de la emoción. Silvia, con lágrimas en los ojos dio gracias a la cuarteta que formaban Eduardo, Laura, Claudia y Sarita. El brindis en la casa fue sencillo, compartieron con otros niños y vecinos de la cuadra. Por la noche, en la casa de Laura, mientras veían el acto de graduación de los instructores de arte efectuado en Santa Clara, Amelia contó a Rafael lo ocurrido durante el día. Coincidieron en que, si Julito, Silvia y Maura tienen hoy tranquilidad, esperanza y confianza en que todo puede mejorar es por la grandeza del trabajo social.

II

Caridad, geóloga de estos tiempos; experiencias felices

Esa mañana llegó Caridad, bien temprano al trabajo, como es costumbre en el periodo de vacaciones. Recogió el café en el comedor, allí le ofrecieron un desayuno que aceptó pues había salido apurada de la casa; se sentó en la mesa junto a Oscar, un operador de Ensayo, con el que trabajé en Perforación y otros compañeros de la empresa que planificaban un encuentro de pelota para ese fin de semana en Villa Clara. Le causó risa saber que el representante del equipo era Andrés, quien fuera su primer Jefe de pozo, después de culminar el servicio social. Mientras él describía por quiénes estaba compuesto el equipo, tratando de convencerla de ser la madrina, Oscar y Caridad recordaban los años 90 cuando trabajaban juntos. Tuvo que dejar aquella conversación llena de recuerdos para todos, por la necesidad de empezar la jornada laboral.

Encendió la computadora, revisó el parte de la producción, los datos de los pozos y las producciones de los centros colectores; recordaba las áreas donde están ubicados cada uno de estos pozos, con sus historias, todas resumidas hoy, en el número que los identifica a unos de otros.

Al culminar la jornada laboral, en el viaje de regreso a su casa, muchos recuerdos invadieron su mente, tan gratos y casi olvidados, que el dolor del olvido hace saltar las lágrimas. Decidió Caridad hacer este escrito, para dejar plasmado hasta dónde puede un colectivo forjarse mutuamente.

( ( ( ( ( Caridad se graduó como Ingeniero Geólogo de pozos en el año 1989 en un Instituto de Petróleo y Gas en Alma-Ata, capital de la República de Kazajstán, en la entonces URSS, la ubicaron en la Empresa de Extracción y Perforación de Petróleo del Centro, en Cárdenas para realizar por dos años, su servicio social. Al terminar este periodo, en el año 1991, después de haber rotado por todas las áreas que estaban en el programa de Capacitación; fue asignada a un equipo de Perforación. El área de Perforación de su empresa en ese año era una belleza, contaba con 17 dotaciones, todas con equipos de diferentes capacidades, perforando día y noche.

Con su nueva ubicación se dirigió hacia la Arenera donde operaba el Taller y la recogería Andrés su nuevo jefe de pozo, para presentarla a la dotación, a los jefes de equipos y a los demás técnicos que como ella trabajaban diario. No pudo esconder la satisfacción que le causó el saber que el tecnólogo era Francisco, graduado en Tecnología de los procesos de extracción de petróleo, antiguo compañero de estudio y con el que había realizado la rotación. Esperaron juntos hasta la hora del almuerzo cuando los recogieron en una camioneta WAZ; recibieron las instrucciones de Seguridad Industrial, le entregaron los medios de protección: casco, botas con casquillo, guantes, etc. Todo este trámite duró hasta aproximadamente las 3:30 PM hora en que se dirigieron hacia el equipo. El camino hacia el equipo incluía varios kilómetros por un pedraplén hacia el mar. ¡ Qué placer le proporcionaba la brisa, el olor del marisco, la sensación sobre el mar !. Le llamó la atención que, cerca de la entrada de la explanada había un pino sembrado, cómo era posible encontrarlo allí cuando no había otro tipo de vegetación en los alrededores. Andrés le contó ( cosa que pudo comprobar ella con el tiempo ) que siempre lo arrancaban y los muchachos de la dotación lo volvían a sembrar por eso decidieron recortarlo y dejarlo ahí, al parecer era un símbolo para ellos. Aún se ve desde la carretera.

Llegaron al equipo, esperaban el fragüe de la camisa tranque de agua, cada uno en su labor, limpiando el equipo, recogiendo la basura, los restos de cemento, un grupo estaba revisando los motores hacia donde se dirigieron. Caridad saludó y después de ser presentada se situó entre dos motores para poder observar bien lo que estaban haciendo. La muchacha vestía sencillo, pero totalmente limpia, con un pantalón de mezclilla todo planchado, así como la camisa de algodón y los tenis con la orilla blanca, el casco que usaba acabado de sacar del estuche. Al poco rato se apartaron sin decirle nada – estos hombres no me aceptaron, pensó- de pronto arrancaron los motores, el ruido fue ensordecedor, del susto cayó sentada sobre el pavimento, el pantalón se le abrió, se embarró de una mezcla de agua con aceite y petróleo, el casco rodó hasta tropezar con una lata de grasa, los tenis ni hablar y el grito de la muchacha, se escuchó en el pueblo de dónde ella venía. Todos se rieron a carcajadas; Oscar, el motorista, le brindó su camisa para cubrir la parte del pantalón rota, Pedro el ayudante de rotario, comentó – es puro hilo de coser poliéster esta muchachita, no aguantará ni los mosquitos, ni las noches-, los demás entre risas le daban la bienvenida. ¡Vaya manera de dar la bienvenida! Así eran ellos, de esa forma empezó todo.

( ( ( ( ( En ese año el país hacía grandes esfuerzos para terminar las obras de los Panamericanos que se celebrarían desde finales de julio hasta principios de agosto. La perforación de pozos representaba una tarea importante también, se destinaban recursos y se garantizaba la alimentación de los que laboraban en el campo. En las dotaciones se trabajaba en dos decenas, cada decena tenía dos turnos, los turnos de 12 horas, los trabajadores de mutuo acuerdo, preparaban platos con esfuerzo y recursos de propios, para reforzar los intervalos entre comidas. Una decena se especializó en caldos y la otra en infusiones. Por las mañanas se destinaba un compañero, una hora, para que pescara algo; con eso se hacía un caldo, se le echaba mayormente calabaza, papa, la vianda segura era el plátano que traían de Jarahueca; donde único se tomaba caldo de pescado casi negro era allí. Caridad aprendió a tomarlo, no dejaban que lo cocinara, porque cuando atizaba la candela casi siempre dejaba caer el petróleo dentro del caldero. Le era familiar, aunque cuando Miguel aportaba el pescado no tomaba el caldo, desde el día que le echaron el agujón que él pescó, olía a cuna de niño de meses en la mañana. En la decena de las tizanas había un chino y las preparaba de cualquier hierba, cuando se acababa el té. Supo, una madrugada, que la infusión del mangle rojo es resinosa, como si tomaras barniz, el sabor dura días en la garganta y el cepillo de dientes tiene que trabajar duro para limpiar la lengua. Tomar y comer estas cosas con ellos era parte de la lucha por cambiar el criterio del hilo de coser.

( ( ( ( ( Así avanzaba el pozo… Se perforaba siguiendo varios parámetros: cumplimiento del plan de perforación en días, seguimiento de la tarea tecnológica, tareas geólogo – geofísicas, cortes de núcleos, registros geofísicos, toma de muestra de lodo. Habían sacado la tubería después de cortar núcleo, pasar registro geofísico y determinar hasta dónde llegaría la camisa de explotación. Se pactó el registro para las 9:00 PM, la tubería debía estar abajo al menos sobre las 5:00 PM para circular el pozo. Era día de relevo, hubo problemas con la entrada del personal, sólo estaban los que vivían cerca, Rafael el perforador de Cárdenas, Rodolfo el torrero de Jovellanos, Diago un ayudante de Martí, Roger el mecánico, Ramón el jefe de equipo y Caridad. El tecnólogo estaba pasando un curso y Andrés tenía su día de la Universidad, que no llegaría hasta pasado las 4:00 PM. Ubicaron a cada uno en su puesto, no se podían esperar más, faltaba uno en la llave automática y ella se brindó. Ante la situación, tuvieron que aceptar, no había opción. Se colocó los guantes y se sentó en la silla frente a la llave automática. Rafael le explicó cómo se operaba la llave, solicitándole que, cuando no pudiera más, avisara. No lo haré por nada del mundo, pensó ella a pesar de que el miedo la invadía. La operación comenzó poco después de las 12:00 M , aquello era peor de lo que se imaginaba, no paraban, un tubo detrás del otro, levanta, engancha, enrosca, baja, enrosca, suelta, sube, no se perdía tiempo, no podían permitirse un derrumbe, el pozo tenía una inclinación mayor de 30° y una mala operación lo arruinaría todo. Alrededor de las 5 de la tarde, el calor, el sol, el cansancio, las gotas de sudor le cegaban los ojos, no podía preguntar cuánto faltaba, significaba que se rendía, en eso llegó Andrés, que se ocupó de la palanca y Rafael de la llave, el chofer de la WAZ, la acompañó hasta el trailer, no se podía mover, si se hubieran fijado en detalle estaba desmayada. Durante los días siguientes no pudo escribir, las manos se le inflamaron, los guantes le pelaron la parte superior, se le quemó la piel de la cara y casi no se podía sentar. Eso no importó, tenía su primera hazaña en la dotación, se la contarían unos a los otros, se convertía en parte de ellos, y una página en la historia de ese pozo.

( ( ( ( ( Llevaban días preparando condiciones para bajar la camisa de explotación, le gustaba esa parte, contar las camisas, medirlas, revisarlas y en ocasiones engrasarlas. Se habían trazado una meta, si llegaban al fondo antes de las 12:30 AM se ganarían una merienda especial, helado con dulce y saludarían el 26 de julio por adelantado, ya que muchos salían de vacaciones. Era toda una fiesta el baje de camisa, ella llevaba el conteo junto al tecnólogo, repartía el agua, preparaba el té, les alcanzaba la merienda a los que no podían moverse de sus puestos. Todos estaban contentos un pozo de más de 40° de inclinación sin avería, sin canalización, sin accidente de trabajo. A las 12:20 AM tocaron el fondo, se hizo un silencio, pues el perforador debía maniobrar y tirar el tapón de fondo para después circular. Andrés personalmente hizo esta operación, nadie le advirtió a Caridad dónde estaba sentada, comenzaron a circular y el chorro de lodo que salió por la manguera fue a para directo a ella; el impacto, el sabor a tierra con petróleo se confundió con el aplauso que no era para ella, sino para Pedro que lo preparó todo. No se molestó, era la despedida cariñosa de aquellos hombres a los que había cautivado con su esfuerzo. Al llegar al micro campamento no había agua a esa hora, ni en el albergue central, tuvo que quitar el colchón y dormir en la tabla, más de una semana, para que el pelo se le arreglara, soltara toda la tierra y se le quitara el olor a petróleo. Después trabajó en otros equipos con esa dotación, haciendo nuevos pozos, habían cambiado algunos ayudantes, Oscar, Andrés, Rafael, Diago y algunos más se mantuvieron junto a ella, hasta que, ante los cambios en el desarrollo de la empresa, la llevó a modificar su perfil. Ha pasado mucho tiempo, alrededor de 20 años, ahora trabaja en una oficina con climatización permanente, en el área de Logística de la misma empresa, aún siente cuando recuerda, el salitre en su cara, la pesadez de las botas, la imagen de sus compañeras de esa época, recién graduadas, albergadas, lejos de su familia, llenas de sueños, que trabajaban en cementación de los pozos, con los químicos siguiéndolas propiedades del lodo, en el departamento técnico, todas y cada una de ellas que jugaron un papel importante, hoy realizan otros trabajos, en una oficina, con labores administrativas, hacen una vida de esposas, madres, rebuscando el espacio tan reclamado por sus hijos, con historias similares a esta, con sus particularidades, que por no ser contadas, se quedan en el olvido.

"Todas ellas forman parte de la historia de la producción de la empresa, de sus logros y de la mujer de estos tiempos".

III

Quiero a la sombra de un árbol, contar este cuento en flor

Al caer la tarde Margarita vio a Azucena colocando un cartel en la entrada del jardín. Curiosa por saber de qué se trataba el anuncio, avisó a Rosita, que desde su posición podía leer más claramente. Era una citación para reunirse a las 8 de la noche, en la zona del Príncipe, no debían faltar porque era urgente.

Margarita, que se había mudado hacía poco para este lugar, no conocía a muchos por allí, no hacían mucha estancia, iban y venían, Adelfa y Gardenia, sus vecinas, eran muy reservadas, y le quedaban un poco lejos, Rosita era la que más conversaba, tenía un buen espacio, daba muchos consejos por ser la más vieja del lugar, decía saberse todo lo que acontecía y lo que pasaría cada momento. No quiso preguntarle sobre qué se hablaría en la reunión, estaba muy ocupada preparando un nuevo perfume para usar.

Margarita sintió que Amapola la llamaba proponiéndole pasar a recogerla, le sorprendió su gentileza, pues era tan bella y se pasaba todo el tiempo mirándose, que no pensó repararía en alguien tan pequeño como ella. Se engalanaron y partieron juntas. Cuando llegaron, casi no hallaron espacio para ubicarse. A la hora convenida subió el príncipe a la plazoleta, era hermoso, le asentaba bien el nombre de "príncipe negro".

  • Estamos reunidos esta noche, comenzó diciendo, para coordinar el acto de mañana 19. Todos deben lucir sus mejores galas, usar el perfume que Rosita ha elaborado, los colores deben ser vivos, deben descansar bien esta noche para que, no estén marchitas, aprovechen la humedad de la noche, así lograrán una mejor textura. El Girasol les explicará las posiciones de cada uno, terminó diciendo y le cedió la palabra.

  • Mañana como cada día, el jardinero vendrá a las 6 y 30, escogerá a las mejores para llevárselas, con la diferencia de que, tendremos un día especial, algunos luciremos en la tribuna, otros iremos a las escuelas, en ambos casos, honraremos a Martí, quien esté marchito no irá. Los Gladiolos y las Azucenas irán al frente en ramos, las Amapolas formarán ramos pequeños, las Rosas, los Girasoles y las Orquídeas, estarán por todos lados, en jarras, en cojines, en coronas, incluso irán a las escuelas para ser colocadas en cada busto.

Una vez dadas las posiciones, cada una se retiró a su sitio a descansar, para así brillar al día siguiente. Sólo Margarita no dormía, lloraba desconsolada, ni siquiera la habían mencionado. En el silencio de la noche, su llanto se empezó a escuchar cada vez más alto. El Jazmín trató de animarla contándole que, de él sólo sacaban su aceite esencial para preparar el perfume que utilizaban las demás flores. El Malpacífico agregó que, él siempre estaba lleno de flores como ninguna y nunca lo llevaban, las Vicarias y las Campanas blancas, ni hablar. Y así, cada una se quejaba de algo diferente, pero Margarita seguía sin consuelo. El murmullo fue creciendo, hasta que, desde el fondo del jardín se escuchó la voz del viejo Lirio:

  • Dejen de lamentarse o arruinarán la belleza de Margarita, alguna que otra vez todos hemos participado en el acto. No recuerdan hace 4 años después del primer aguacero, sólo quedamos nosotros en pie y estuvimos encabezando el acto, además Margarita, le dijo con aire triste, el viaje es sin regreso, de allá nunca vuelven, las de la tribuna se marchitan, las que van a las escuelas, se secan en los bustos. Ahora, ordenó con voz seca y firma, vayan a dormir o despertarán a todo el jardín.

Margarita tardó en dormirse. No le importaba el regreso, sólo quería ir, encontrarse con Martí, ese hombre del que todos hablaban en los últimos días, que escribió para los niños tantas cosas lindas, "…de la tierra mi espíritu levantas como el ave amorosa a su polluelo…", al amor, "…Amor: ¡es más que amar! ¡Aún se ama, luego que se ha apagado de la vida el fuego!, que amó a sus padres, "…Cada hombre, al nacer, puede ver cómo flota sobre su cabeza una corona; a él, el ceñírsela, a la patria, "Cuba nos une en extranjero suelo, auras de Cuba nuestro amor desea; Cuba es tu corazón; Cuba es mi cielo; Cuba, en tu libro, mi palabra sea". A las 6:30 am llegó el jardinero. Cortó los Gladiolos, blancos, rojos, naranjas, amarillos, todos hermosos, las Azucenas perfumadas, los Príncipes elegantes, los Girasoles altaneros, las Rosas con trajes de todos colores. Fue cortando una por una, menos a Margarita, la encontró muy hermosa, pero pequeña, no tendría dónde colocarla.

Desconsolada se escondió en sus hojas hasta que, el calor del sol la hizo descubrirse. Entonces ocurrió el milagro. Unos pioneros entraron al jardín buscando alguna flor, pues se les había hecho tarde. Allí estaba Margarita, más hermosa que nunca. Ni siquiera dolió el corte con las cuchillas de sacar punta a los lápices.

Pasaron por la escuela y luego al acto. Cuantas flores, que olor. Algunas personas preguntaron de dónde era esa bella Margarita. Estaba orgullosa en las manos de aquellos pioneros. De pronto sintió un vacío profundo, cerró los ojos, el miedo la invadía, el viento la llevaba lejos, el sol la empezó a quemar, dándole la bienvenida al lugar. Cuando pudo abrir los ojos, estaba en un vaso junto al busto de la escuela. Sorprendida vio un rostro serio, sereno de cara al sol. Le contó todo lo que había visto y escuchado en la escuela en ese año, del amor y la unidad de su pueblo. No paraba de hablar. Al quedarse junto a él Margarita comprendió que, el Lirio tenía razón, no había regreso, pero estaba feliz, había sido portadora de un mensaje del pueblo, supo que, no importa cuán pequeño seas, siempre tendrás tiempo para probar tu valor. "Esa rosa que das de tu rosal es la flor, y estos versos que yo exhalo son la flor de mi dolor".

 

 

 

Autor:

Regla Caridad Gómez.

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