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Amor




Enviado por gvillalever



    "La experiencia nos enseña
    que
    amar no significa en absoluto mirarnos el uno al otro,
    sino mirar juntos en la misma dirección.
    No existen compañeros si no se hallan unidos en
    idéntica tarea,
    si no se encaminan juntos hacia la misma cumbre"

    Antoine de
    Saint-Exupéry

    Relevancia del
    amor.

    Amor es una de esas palabras cargadas de
    múltiples sentidos. Explicarla con cierto rigor no es
    fácil, pues de ella hay un auténtico abuso y para
    que esto no ocurra es necesario precisar en el sentido verdadero
    de la terminología de esta palabra buscando su esencia
    para comprender su trascendencia en la vida y el sentido que
    tiene vivirla. Dicho de otro modo, hay que poner orden en ese
    sinfín de palabras que se juntan en torno al
    término amor. Es
    preciso huir de los tópicos que esta palabra presenta con
    frecuencia, pues uno se pierde con facilidad cuando llegan
    distintas confusiones que, inevitablemente, le quitan o aumentan
    la relevancia que en realidad el amor tiene
    separándola de su verdadero significado; hay que
    enfatizar, en cambio, su
    importancia como forma de vida.

    El amor es una complicada realidad que hace referencia a
    múltiples aspectos de nuestro ser que determinan nuestra
    existencia en las distintas relaciones que tenemos en la vida;
    tales casos son, por ejemplo: el amor de
    amistad, amor al
    prójimo, amor entre cónyuges, amor de Padres a
    Hijos, amor a Dios etc. Es decir, en la vida cotidiana nos
    encontramos de una manera palpable con el amor, pero muy pocas
    veces nos damos cuenta de su presencia, de su significado. Siendo
    humanos, nuestra única motivación
    que tenemos para afrontar todos los problemas que
    surgen en la vida, el impulso que nos mueve a seguir adelante y
    da origen a un sinnúmero de relaciones sociales es,
    justamente, el amor. Y, por su complejidad, sólo el hombre es
    capaz y tiene la necesidad de amar. O bien, "Sólo la
    persona puede
    amar y sólo la persona puede ser
    amada. Esta es, ante todo, una afirmación de la naturaleza
    ontológica, de la que surge una afirmación de
    naturaleza
    ética.
    El amor es una exigencia ontológica y ética de
    la persona. La persona debe ser amada ya que sólo el amor
    corresponde a lo que es la persona"

    Y dicho esto, nos podemos explicar el sentido que tiene
    vivir amando puesto que todo hombre
    actúa para así o para los demás por amor. Un
    hombre, por
    ejemplo, que va a la guerra y pelea
    con valor,
    probablemente lo hace por amor a su patria; una madre que cocina
    con devoción y esmero en cada platillo que realiza, sin
    duda que lo hace por amor a sus hijos; un hombre que se suicida
    es porque ha perdido todo amor que sentía por sí
    mismo y por los demás dejándose llevar por una
    depresión, y así podemos seguir
    diciendo millares de ejemplos que ponen en relieve el
    amor que motiva a actuar de cierta manera a todos los hombres y
    que exige una entrega personal de cada
    uno de nosotros.

    Para encontrar con preciso delineamiento el significado
    y la naturaleza del amor, es necesario hacer una retrospectiva
    del constitutivo de los seres humanos no obstante para entender y
    practicar el sentido del amor.

    Naturaleza del
    amor.

    "El hombre, que
    es la única criatura sobre la tierra a la
    que Dios ha querido por sí mismo, no puede realizarse
    plenamente si no es mediante la entrega desinteresada de
    sí mismo".

    Dado que el hombre es una persona, o sea, un ser que se
    posee a sí mismo y que se gobierna por sí mismo,
    resulta que puede 'entregarse', que puede hacerse 'don' para los
    demás sin rehusar por ello a su específico estatuto
    ontológico. No supone, ciertamente, una entrega simple si
    no hay de por medio un 'bien' que de sentido a esa entrega. Este
    deseo de obtener o proteger a ese 'bien' es la pauta que hace
    surgir al amor de cada quien.

    Santo Tomás asentía en que todo hombre
    está inclinado a la persecución de un bien. Todo
    ser humano encuentra en la libertad la
    libre elección del bien al cual se dirigirá. Pero
    junto con la libertad se
    encuentra el amor que, desde un punto de vista filosófico
    es: el sentido último o primero de la libertad, es
    su fundamento, hacia donde ella se dirige; es el motivo que
    mueve a los hombres a aceptar o querer tal bien
    .

    "Santo Tomás lo afirmaba de manera
    explícita: todo ser dotado de inteligencia
    se encuentra necesariamente provisto de esa inclinación al
    bien en cuanto bien que denominamos voluntad, y cuyos frutos
    naturales son la libertad y el amor […] Siendo de
    esta manera y algo que se realiza gracias a las facultades
    superiores del alma humana, se puede afirmar que
    únicamente la persona resulta capaz de amar y
    únicamente ella es digna de ser amada. La entraña
    personal de la
    persona exhibe, pues, un nexo constitutivo con el
    amor".

    Por lo tanto, es el hombre completo el que ama pero a
    través de la voluntad y a su vez ésta "impera,
    (…), movida por un gran amor". Y ya que el hombre,
    único ser dotado de inteligencia y
    voluntad, tiene como cometido en la vida su trascendencia
    espiritual, ésta sólo se logrará por el
    amor; es algo que viene implícito en nuestra naturaleza, y
    que llevándolo a la práctica nos permite realizar
    plenamente nuestra esencia humana. Para lograr tal objetivo,
    necesitamos un motivo que nos impulse a realizarnos, que sea la
    causa de nuestro vivir, que nos de sentido a nuestra existencia.
    En palabras de Frankl:

    "Lo que el hombre realmente necesita no es vivir sin
    tensiones, sino esforzarse y luchar por una meta que le merezca
    la pena. Lo que precisa no es eliminar la tensión a toda
    costa, sino sentir la llamada de un sentido potencial que
    está esperando a que él lo cumpla"

    Ese esfuerzo y esa lucha que merece nuestro existir, es
    motivado por el amor y sólo en razón de ella y por
    ella, podremos alcanzar nuestra trascendencia. Es, por ejemplo,
    el caso de una persona que sufre algún mal incurable; sus
    esfuerzos y esperanzas por luchar por tal enfermedad, sólo
    puede ser justificado por el amor que siente dicha persona
    ya sea a Dios, a su esposa, a sus hijos, a él mismo etc.
    Esta es la radical importancia y naturaleza del amor:
    olvidarse de sí mismo buscando, en los otros y en
    obras, la trascendencia de uno mismo la cual, es motivada y
    fundada por el amor hacia los demás.
    Y es que el
    hombre se encuentra a sí mismo, como tal, cuando se
    entrega a otro. El siguiente relato de Viktor Frankl puede ayudar
    a ilustrar un poco más:

    "¿Qué me ha llevado a casarme con Tilly?
    Cierto día ella preparaba el almuerzo en mi casa, o sea,
    la casa de mis padres, en la calle Czerningasse, cuando llaman al
    teléfono. El hospital de Rothschild me
    requería en forma urgente: acababa de ser internado un
    caso de envenenamiento por medicación para dormir, que fue
    declarado insalvable por los médicos clínicos.
    […] No esperé a que me prepararan un café:
    me comí unos granos de café,
    masticándolos mientras corría a la parada de taxi.
    Dos horas después volvía a casa. El almuerzo
    compartido estaba arruinado. Suponía que los demás
    ya habían comido, lo que mis padres habían hecho.
    Pero Tilly había esperado, y su primera reacción no
    fue: 'Al fin llegaste, porque te he esperado con la comida'. No.
    Su reacción fue: '¿Cómo fue la
    operación y cómo se encuentra el paciente?'. En ese
    instante me decidí a hacer de esta niña mi mujer, no porque
    era tal o cual cosa para mí, sino porque ella era
    ella".

    Ese olvido de sí misma, esa entrega total y
    desprendimiento de cualquier egocentrismo, fue lo que
    conmovió a Frankl para saber que aquella mujer
    conocía el verdadero sentido del amor. Y sin
    vacilar, la hizo su esposa. Poco después el mismo autor
    escribió: "La veía sonriéndome con su mirada
    franca y cordial. Real o no, su mirada era más luminosa
    que el sol del
    amanecer. Un pensamiento me
    petrificó: por primera vez en mi vida comprendí la
    verdad vertida en las canciones de tantos poetas y proclamada en
    la sabiduría definitiva de tantos pensadores. La verdad
    de que el amor es la meta
    última y más alta a la que puede aspirar el
    hombre
    (…) La salvación del hombre está
    en el amor y a través del amor"

    Y a lo anteriormente dicho, cabe añadir:
    "(…) el hombre, terminativa y perfectamente hombre, es
    amor. Y si no es amor, no es hombre, es hombre frustrado,
    autorreducido a cosa".

    Por eso "…el primer y radical efecto del amor es
    hacer ser’, de modo que cuando una persona no
    alcanza en la vida la meta que
    está llamada a conseguir –cuando ‘no es
    nadie
    ’-, podemos asegurar, sin miedo a equivocarnos,
    que ‘no ha sido amada’, que ninguna otra
    persona ha hecho de ella el término de su
    dilección. En efecto, el amor confirma en el ser a
    la persona querida, busca su plenitud conclusiva o terminal e
    inventa los medios
    más eficaces para que el amado o la amada conquisten ese
    apogeo perfectivo. Como de rechazo […] quien ama,
    olvidándose plena y radicalmente de sí, pendiente
    solo del bien del otro
    , obtiene también su propia
    mejora personal
    : más aún, sólo a
    través del amor inicia y consuma cualquier individuo
    humano el proceso
    perfectivo que lo colma como persona. Un ser humano vale,
    siempre, lo que valen sus amores".

    Si el amor confirma en su ser a la persona a quien se
    ama y somos nosotros, cada uno, capaces de lograr esto por la
    persona a la que amamos, repercutirá en nosotros a
    través de una profunda alegría; una donación
    de nuestro ser para el bienestar y felicidad del otro, es la
    verdadera esencia del sentido del amor. Y mayor será
    nuestra alegría si mayor es el esfuerzo y la entrega que
    se hace al ser amado.

    La Amistad: amor
    electivo.

    La persona es, sin duda, capaz de un tipo de amor
    superior al de concupiscencia -querer instintivo que sólo
    ve objetos con los cuales satisfacer sus propios apetitos- sino
    que ahonda más en su espíritu, buscando una entrega
    y desarrollo de
    su ser con otros: el amor de amistad, capaz de conocer y
    amar a las personas por sí mismas. Un amor capaz de
    generosidad, de entrega de uno mismo: se ama al otro porque se le
    reconoce como digno de ser amado. Un amor que genera la
    comunión entre personas, ya que cada uno considera el bien
    del otro como propio. Es el don de sí hecho a quien se
    ama, en lo que se descubre, y se actualiza la propia bondad,
    mediante la comunión de personas y donde se aprende el
    valor de amar
    y ser amado:

    "La amistad […] son dos amores que se buscan y se
    corresponden; un comercio en
    que se entrega y recibe, pero siempre poniendo la atención en ese supremo placer de dar, de
    desprendernos de lo nuestro".

    Este don, es implícito a la persona humana; es
    parte de nuestra propia naturaleza el tener amigos. "Ahora bien,
    entre los bienes que
    podemos recibir de los demás hombres, el de la amistad es
    el más precioso, el más estimable: Nadie puede
    vivir sin un amigo, decía Aristóteles
    ". Y es
    así como el ser humano necesita entregarse sinceramente
    para encontrase así mismo con seres iguales a él;
    crecerá más en la medida que más tenga
    amigos.

    Por eso encontramos que el amor humano electivo es
    más perfecto encontrado en la amistad dado que todo ser
    humano encuentra en el amigo una prolongación de sí
    mismo; encontramos en el amigo o amiga a una persona que nos
    conoce y entiende, que ríe y sufre con nosotros, que busca
    en el otro un consuelo a su problemática cotidiana. Y he
    aquí el gran mérito de los amigos: se escogen
    libremente.
    Encuentran en el otro una similitud o característica que los identifica
    mutuamente -mismo sexo, mismos
    gustos, mismas aficiones, etc.- y que hacen de esa persona una
    elección de preferencia convirtiéndose así
    en amigos. Y esta simpatía mutua, hace que ambos se
    entreguen recíprocamente buscando en su amigo la
    trascendencia de su propio ser. Dicho en palabras de Viktor
    Frankl: "[…] el hombre no es sólo un sistema
    psicológico. La realidad humana se refiere a algo
    más allá de sí misma. Está dirigida
    hacia algo que no es ella misma. Los seres humanos buscan algo
    más allá de sí mismos: un sentido en el
    mundo. Están tratando de encontrar un significado que
    realizar, una causa para servir o una persona a quien
    amar
    . Y sólo así los seres humanos se comportan
    como verdaderamente humanos."

    Y en este mismo sentido, podemos decir que encontramos
    en el amigo a: "[…] lo que se dice 'otro yo': el mismo
    ideal nos subyuga, nuestras voluntades armonizan, nuestras
    acciones
    cooperan, nuestras alegrías se comparten y nuestras
    lágrimas se mezclan; No formamos más que un
    corazón
    y una sola alma"

    Claro es que no siempre encontraremos en el otro a una
    persona que realmente se de a sí misma por nosotros o
    viceversa. Es lógico que muchas veces habrá una
    'amistad' utilitaria, placentera o por conveniencia pero que
    desaparecerá al paso del tiempo y no es,
    por tanto, una verdadera amistad. La amistad que se basa en ella
    no puede tener consistencia: cae apenas cesa el interés y
    el provecho. En cambio, una
    relación desinteresada se prolonga a través del
    tiempo; "Amar
    con amor de amistad a alguien es amarle por él mismo,
    estimando y venerando su persona misma".

    Un ejemplo muy claro de amistad, lo relata Frankl en
    tiempos de la segunda guerra
    mundial: "Los que estuvimos en campos de concentración
    recordamos a los hombres que iban de barracón en
    barracón consolando a los demás, dándoles el
    último trozo de pan que les quedaba. Puede que fueran
    pocos en número, pero ofrecían pruebas
    suficientes de que al hombre se le puede arrebatar todo salvo una
    cosa: la última de las libertades humanas – la
    elección de la actitud
    personal ante un conjunto de circunstancias – para decidir su
    propio camino." Para Frankl, una ley fundamental
    de la vida del hombre es la ‘autotrascendencia de la
    existencia humana’ Lo que quiero indicar con ello -escribe-
    es el hecho de que el ser humano apunta siempre a algo que
    él no es, a algo o a alguien: a un sentido que debe
    adquirir, o a otro ser humano al que encontramos en el amor.
    EI hombre se logra a sí mismo sirviendo a una causa o
    amando a una persona.
    Cuanto más se pierde en su
    tarea, cuanto más se centra aquello con lo que se
    relaciona, tanto más hombre se hace, tanto más
    llega a ser él mismo. Sólo puede realizarse en
    la medida en que se olvida de sí mismo, no se mira a
    sí mismo.

    Más de alguna vez lo habremos experimentado: en
    la medida en la que nos olvidamos de nosotros y nuestros problemas
    encauzando nuestro ser a un ideal superior, más nos van
    pareciendo triviales las cosas por las que nos
    preocupábamos y mayor bien es el que tenemos oportunidad
    de hacer. Por eso, por su misma naturaleza el amor electivo no
    limita ni restringe el número de amigos, ya que el amor
    mismo se enriquece en la relación con otros
    amigos.

    Amor conyugal:
    entrega personalmente única.

    El ejemplo más palpable de amor, es el que se
    vive día a día en el corazón de
    la vida familiar; más concretamente, en el amor conyugal.
    Dado que, gran parte de la formación de la persona y de
    sus valores y
    virtudes son aprendidos en la familia, la
    importancia del amor de los cónyuges es pieza fundamental
    para el desarrollo de
    sus hijos. Dicho en palabras de Enrique Rojas: "La pareja brilla
    con luz propia. El
    análisis del mismo nos ayuda a comprender y
    clarifica los anteriores usos de esta palabra. Es tal la
    grandeza, la riqueza de matices y la profundidad del amor humano,
    que nos revela las cualidades de cualquier otro tipo de
    amor".

    El amor conyugal nos revela un amor no antes sentido, un
    cariño recíproco entre el hombre y la mujer que
    despierta hasta las sensaciones más diminutas y pasivas
    del ser humano. El Papa Pablo VI se refería a éste
    amor así: "Es ante todo, el amor conyugal un amor
    plenamente humano, es decir, sensible y espiritual al mismo
    tiempo. No es, por tanto, una simple efusión del instinto
    y del sentimiento, sino que es también, y principalmente,
    un acto de la voluntad libre, destinado a mantenerse y a
    crecer mediante las alegrías y los dolores de la vida
    cotidiana, de forma que los esposos se conviertan en un solo
    corazón y en una sola alma y juntos alcancen su
    perfección humana" y termina puntualizando: "Es un amor
    total, esto es, una forma singular de amistad personal, con la
    cual los esposos comparten generosamente todo, sin reservas
    indebidas o cálculos egoístas. Quien ama de verdad
    a su propio consorte, no lo ama sólo por lo que de
    él recibe, sino por sí mismo, gozoso de poderlo
    enriquecer con el don de sí"

    Así pues, nos encontramos sobre una
    dimensión de amor superior al de la amistad; puesto que un
    hombre y una mujer, de una manera libre, deciden formar una
    unión que creará una nueva familia. Esta
    unión entre ellos, es motivada por un amor mucho mayor al
    de amistad siendo así consortes de toda la vida. Dicho de
    otra forma, la entrega de los novios llega a un punto de
    donación total que se consolida con la
    formalización del matrimonio

    que, a la larga, hará de estos dos seres uno solo en dos
    cuerpos distintos.

    Y en este sentido lo afirma la Iglesia
    Católica: "Cuando el amor se vive en el matrimonio,
    comprende y supera la amistad y se plasma en la entrega total de
    un hombre y una mujer, de acuerdo con su masculinidad y
    feminidad, que con el pacto conyugal fundan aquella
    comunión de personas en la cual será concebida,
    nacerá y se desarrollará la vida humana. A este
    amor conyugal, y sólo a él, pertenece la
    donación sexual, que se realiza de modo verdaderamente
    humano, solamente cuando es parte integrante del amor con el que
    el hombre y la mujer se
    comprometen entre sí hasta la
    muerte".

    Por lo tanto, es incondicional paso para
    los novios que sean amigos primero. Es principio en toda
    relación de amor, que primero exista una amistad de
    confianza para poder
    desenvolverse con la pareja y llegar a una entrega total que
    culmine con el amor conyugal. Ya que el matrimonio es,
    también, una relación natural en los seres humanos
    pues implica, a su vez, el lenguaje
    táctil que se da específicamente en el
    afecto
    y en las expresiones corpóreas de afecto: El
    abrazo, la caricia, la ternura, el cachete, etc., son un lenguaje cuya
    importancia resulta muchas veces decisiva, no sólo durante
    los primeros años de la infancia, sino
    incluso en la vida del hombre adulto, en lo que respecta al
    equilibrio
    humano y a la posibilidad de comunicar con los
    demás.

    Necesitamos 'sentir' que el otro nos ama y
    también necesitamos manifestarle al otro que lo amamos.
    Esto lo manifestamos con nuestro cuerpo. El cuerpo es el campo
    expresivo del hombre donde realiza su existencia en todo sentido.
    Y en el hecho de que se une con su ser amado, hace que el cuerpo
    adquiera otro significado, como presencia en el mundo, como
    origen de la instrumentalidad y de la cultura y en
    este caso que nos interesa a nosotros, como comunicación con el otro y reconocimiento
    del otro.

    Y esta es una gran verdad sobre el enamoramiento entre
    el hombre y la mujer que constituyen un matrimonio pleno, fuerte
    e indisoluble. "solamente el yo que tiende a un tú
    puede integrar el propio ello
    ".

    Sólo cuando los esposos se entreguen con
    generosidad al otro ser amado, constituirán una
    unión indivisible capaz de vencer cualquier adversidad.
    "Esta donación tiene que ser total, pues de lo contrario,
    sería un engaño que, antes o después, se
    descubriría; si la persona se reserva algo, ya no se da
    totalmente. Esa es la pieza básica: el compromiso
    fecundo y responsable
    ".

    Puesto que uno se 'refleja' en el otro, en el
    matrimonio, los cónyuges dejan de ser dos desemejantes; se
    convierten en una sola persona con dos cuerpos distintos, en una
    'extensión' del otro ser.

    "El matrimonio es un sacramento mediante el cual la
    sexualidad se
    integra en un camino de santidad, con un vínculo que
    refuerza aún más su indisoluble unidad: « El
    don del sacramento es al mismo tiempo vocación y
    mandamiento para los esposos cristianos, para que permanezcan
    siempre fieles entre sí, por encima de toda prueba y
    dificultad, en generosa obediencia a la santa voluntad del
    Señor: "lo que Dios ha unido, no lo separe el
    hombre"

    Un verdadero amor conyugal, crea en los esposos un signo
    indeleble de lealtad para con el otro de: fidelidad, verdad,
    amor, entrega y

    unión con su consorte para toda la vida logrando
    así, un desarrollo pleno de su ser y un campo de
    desarrollo para los hijos.

    La familia y el amor
    a los hijos.

    El amor en la familia, es
    esencial en la vida de todo hombre; es la base de todas las
    relaciones sociales que tiene el hombre y, por consiguiente, es
    el principio de todos los amores de la persona. Es la cuna de un
    sinfín de vínculos espirituales y afectivos que
    tiene el ser querido para con los suyos. Muy difícilmente
    puede amar alguien si no encuentra en su familia un amor
    legítimo que le permita donarse a los otros o encontrar en
    su parentela un sustento amoroso que le permita desenvolverse en
    la sociedad. Es por
    lo mismo, que el cónyuge necesita dar y darse para tener
    una relación fecunda que se perfeccionará como tal
    y llegará a su cúspide con la procreación de
    hijos. Si no hay familia no habrá manera en que la persona
    se desarrolle plenamente o bien: "Si no me relaciono, no existo
    como persona, no me constituyo como ser humano cabal".

    En este mismo sentido, podemos afirmar que: "La
    familia es el vehículo privilegiado para la
    transmisión de aquellos valores
    sociales y culturales que ayudan a la persona a adquirir la
    propia identidad
    . Fundada en el amor y abierta al don de la
    vida, la familia lleva consigo el porvenir mismo de la sociedad; su
    papel
    especialísimo es el de contribuir eficazmente a un futuro
    de paz".

    Y es por tanto, en la familia, la cual se funda en el
    matrimonio libremente contraído, uno e indisoluble,
    necesario considerarla como la semilla primera y natural de la
    sociedad humana. De lo cual nace el deber de atenderla con suma
    diligencia tanto en el aspecto económico y social como en
    la esfera cultural y ética. De aquí se desprende la
    necesidad del estado de
    proteger a la familia: no solo es "la célula
    primera y vital de la sociedad", es además el centro
    interactivo de las relaciones
    humanas en la cual, el hombre conoce al mundo y se hace valer
    en él; aprende a relacionarse, obedecer, amar,
    reír, llorar y desenvolverse en su medio ambiente
    natural.

    Entre los numerosos caminos para poder amar, la
    familia es el primero y el más importante. Es un camino
    común, aunque particular, único e irrepetible, como
    irrepetible es todo hombre; un camino del cual no puede alejarse
    el ser humano. En efecto, él viene al mundo en el seno de
    una familia, por lo cual puede decirse que debe a ella el hecho
    mismo de existir como hombre. Cuando falta la familia, se crea en
    la persona que viene al mundo una carencia preocupante y dolorosa
    que pesará posteriormente durante toda la vida.

    De aquí se deriva la gran importancia de las
    relaciones en el seno familiar pues, siendo la familia el
    principio de los amores de la persona lo es, también, de
    los valores y
    virtudes que adquiere el individuo y que luego dará a
    conocer en sociedad. Y esto se manifiesta claramente al ver en el
    hijo un evidente reflejo del amor fusionado de dos personas, que
    además, colaboran estrechamente en la creación de
    lazos conyugales que enriquecen el amor entre los esposos.
    "Según recuerda Tomás de Aquino, recogiendo una
    tradición ya antigua, los hijos componen el bien
    común de los cónyuges
    . Y la amistad se
    caracteriza precisamente, (…), como un querer con el
    amigo, que engloba y trasciende, sublimándolo al simple
    quererlo a él, propio de cualquier amor. En consecuencia
    cada vástago constituirá un apoyo insustituible
    para enriquecer el amor entre los cónyuges
    con las
    propiedades específicas de una auténtica y genuina
    amistad". De esta forma es posible comprender que, cuando el
    consorte exprese su amor a los hijos, está amando a su
    cónyuge doblemente y, de igual manera, el amor que en
    adelante se profesen mutuamente, fructificará de modo
    natural hacia los hijos.

    Y de igual manera podemos afirmar que el valor de vivir
    en familia es pieza clave en la vida espiritual del hombre. Ya
    que del amor familiar nacen los valores de
    la persona humana, sólo en virtud de la vivencia de estos
    valores entre los miembros familiares se verá la calidad de
    vida que lleva la persona. Esto, "lo podrá conseguir
    la familia, en primer lugar, mediante el recíproco amor de
    los cónyuges, llamados a una unión de vida total y
    plena por el significado natural del matrimonio; lo podrá
    conseguir, además, mediante el adecuado cumplimiento de la
    tarea educativa, que obliga a los padres a formar a los hijos en
    el respeto de la
    dignidad de cada persona y en los valores de la paz. Tales
    valores, más que 'enseñados', han de ser
    testimoniados en un ambiente
    familiar en el que se viva aquel amor oblativo que es capaz de
    acoger al otro en su diversidad, sintiendo como propias las
    necesidades y exigencias, y haciéndolo partícipe de
    los propios bienes".

    Para cada nuevo miembro que llega a la familia
    habrá, sin duda alguna, afecto: amor natural porque
    existen lazos de sangre que nos
    unen a esa persona; pero, por ser la familia una comunidad,
    habrá que perfeccionar ese amor con la amistad y dirigir
    nuestra voluntad para amar de manera electiva a quien de forma
    natural tendemos a amar.

    "(…) Uno de los ideales más relevantes de
    los padres que aspiran a encarnar la plenitud de su
    condición de origen, fundamento y motor del propio
    hogar, para conducirlo a su apogeo perfectivo terminal,
    cristalice en un fundamental propósito: llegar a ser
    auténticos amigos de sus hijos…. y ser,
    también, auténticos amigos entre sí.
    Representando la amistad …, la manifestación
    más cabal del amor electivo –de ese amor que quiere
    al otro en cuanto otro, por su condición estricta de
    persona-, ninguna familia conquistará su plena
    entraña de ámbito interpersonal –de esfera en
    la que se vive formal y acabadamente como personas–
    mientras al amor natural de quienes la integran no se sume un
    genuino y eficaz amor electivo…: mientras el
    afecto no se vea enriquecido y transformado por la presencia
    enaltecedora de la amistad".

    Y es así como podemos llegar a la
    conclusión de que el sentido del amor familiar es
    trascendental en las comunidades; una desgarradora verdad de
    muchos, demasiados niños,
    es que están privados del calor de una
    familia. A veces ésta, falta de hecho: los padres, movidos
    por otros intereses, abandonan a los hijos. Otras veces, la
    familia ni siquiera existe: hay millares de niños
    que no tienen más casa que la calle y no pueden contar con
    ningún otro recurso fuera de sí mismos. Algunos de
    estos niños de la
    calle encuentran la muerte de modo
    trágico. Otros son inducidos al consumo y al
    tráfico de drogas, a la
    prostitución, y a menudo terminan en las
    organizaciones
    del crimen. No es posible ignorar situaciones tan escandalosas y
    difundidas Está en juego el
    futuro mismo de la sociedad
    . Una comunidad que
    rechaza a los niños, los margina, o los reduce a
    situaciones sin esperanza, nunca podrá conocer la
    paz.

    El dominio de
    sí como condición de entrega.

    " El amor, con la admirable armonía de sus
    leyes, exige
    castidad. La castidad es el precio del
    amor. La superioridad del hombre, la serenidad del
    espíritu, la integridad de la vida, la armonía de
    la familia, la salud de los hijos. Por la
    castidad, el hombre gusta alegrías dulcísimas que
    no pueden proporcionar los placeres del sentido. Al contrario, en
    éstos se halla, cuando son desordenados, un fondo de
    amargura que aleja y una necesidad de llorar que ahoga. Los
    hombres disolutos no son felices ni libres.
    Y tiene que ser
    así, porque el corazón del hombre, no se sacia con
    el fango. Las aspiraciones al verdadero amor, a la alegría
    humana, trascienden las satisfacciones del sentido. Y el
    corazón del hombre, por los caminos del placer impuro, a
    la par que se entristece, siente cada vez más penetrante
    el aguijón del deseo. No sucede lo mismo con las almas
    castas. Poseen una riqueza interior inagotable. No son presa de
    la náusea de la vida, porque contemplan el mundo con ojos
    rejuvenecidos y transparentes de eternos niños. Y no es ni
    siquiera necesario su testimonio para convencerse de ello. Toda
    alma que conserve aún algo de humano no puede por menos de
    sentir la angustiosa nostalgia de su perdida inocencia y de
    llorar perdido el sentido del amor".

    La castidad implica un aprendizaje del
    dominio de
    sí, que es una pedagogía de la libertad humana. La
    alternativa es clara: o el hombre controla sus pasiones y obtiene
    la paz, o se deja dominar por ellas y se hace desgraciado

    Toda persona sabe, también por experiencia, que la
    castidad requiere rechazar ciertos pensamientos, palabras y
    acciones
    pecaminosas […]. Por esto se requiere una capacidad y una
    aptitud de dominio de sí que son signo de libertad
    interior, de responsabilidad hacia sí mismo y hacia los
    demás y, al mismo tiempo, manifiestan una conciencia de fe;
    este dominio de sí comporta tanto evitar las ocasiones de
    provocación e incentivos al
    pecado, como superar los impulsos instintivos de la propia
    naturaleza.

    "Es fácil establecer el orden de una sociedad
    sobre la base de la sumisión de todos a las reglas fijas.
    Es fácil modelar un hombre ciego que sufra, sin protestar,
    a un amo o a un Corán. Pero mucho más valiosa es la
    conquista que consiste en hacer que el hombre, para liberarse,
    reine sobre sí mismo".

    Actualmente se habla de que la sociedad
    contemporánea está atravesando por una crisis de
    valores y esta crisis ha
    resultado tan potente que se está introduciendo en las
    familias, en los individuos y en las conciencias de los mismos.
    Por todos lados vemos un bombardeo tremendo de erotismo: por
    donde quiera que se vaya se verá que se está
    luchando por aniquilar el verdadero sentido de la vida y del
    amor. La gente actualmente no sabe para qué vive, piensa
    que el único y último sentido de su existencia se
    encuentra en el disfrutar, gozar: vivir el momento de manera
    placentera. El hombre actual no se plantea una verdadera entrega
    de sí mismo, un sublimar los sufrimientos, un amar
    plenamente. Y precisamente no se lo plantea porque vive pendiente
    del placer y el gozo fugaz que aparentemente pueda obtener de
    cada situación.

    El placer no es el valor supremo, nunca se
    encontrará por arriba del amor ya que lo importante de la
    naturaleza humana no está en el poder dominar al otro y
    con ello saciar la afirmación de sí mismo, sino que
    la plena realización del hombre se encuentra en el servir,
    y servir es amar. Sólo es cuestión de ordenar
    nuestra escala de
    valores: no es posible concebir como valor supremo y
    último, al que debemos de tender, el placer, pues es algo
    completamente fuera de contexto y hacia lo que no nos dedicamos a
    encontrar como lo más importante. Hacia lo que
    verdaderamente nos encontramos llamados es hacia el Bien en
    plenitud.

    "Ese amasijo de erotismo y violencia es
    posible porque la reducción erótica de una persona
    a objeto de complacencia -a medio para los propios fines
    egoístas- es violenta de por sí, ya que resulta
    envilecedora. Esta caída en un plano inferior al personal
    es delatada por el uso del vocablo ‘hacer’ en la
    expresión ‘hacer el amor’ El amor se crea,
    se suscita, se instaura entre dos personas. No se hace
    . Se
    pueden hacer objetos y utensilios, pero no un poema literario o
    una sinfonía musical. Estos se crean. Mucho más la
    relación de amor, que marca un momento
    cumbre en la vida de las personas. Utilizar en este contexto el
    verbo hacer indica que se entiende el amor en un nivel mucho
    más bajo que aquél en que debe darse".

    De igual forma, éstas tendencias de buscar el
    placer como último fin impulsan a los individuos a una
    'devaluación' del cuerpo, reduciendo
    éste a mero objeto de satisfacciones y
    deslindándolo por completo del alma, como si la persona
    humana ‘tuviera’ cuerpo, en vez de ‘ser’
    cuerpo y alma, unidad indisoluble. Claro está, al no
    formar parte del ‘ser’ de persona, el cuerpo se
    rebaja a un objeto que puede ser intercambiado, usado y dispuesto
    a capricho del ‘comprador’. El cuerpo, por formar una
    unidad con el espíritu y ser la realidad más
    inmediata y palpable que podemos percibir, se convierte en
    expresión dinámica del espíritu y, por lo
    tanto, de la persona entera: "El cuerpo es expresión de
    la persona entera
    . Te digo una broma y te sonríes. En
    esa sonrisa percibo toda tu persona que me mira complaciente . No
    veo sólo el cuerpo; veo toda tu persona que me
    sonríe. En el cuerpo vibra la persona entera".

    Esta afirmación desmedida respecto al cuerpo nos
    puede conducir a una acentuación desmedida de la
    importancia que reviste éste sobre cualquier otro aspecto
    de la persona, aniquilando la esencia de la misma y reduciendo lo
    más noble que existe en ella a mero deseo de
    satisfacción. Víktor Frankl lo comenta así:
    "La acentuación de la apariencia externa lleva a
    exagerar, en general, la importancia de la ‘belleza’
    física en
    el campo de lo erótico.
    A la par con ello, se rebaja
    en cierta medida el valor de lo humano. Cuando decimos, por
    ejemplo, que una mujer es ‘bonita’ este juicio
    envuelve, en rigor, una humillación para la persona de que
    se trata. ¿Qué quiere decir, en última
    instancia, sino que quien lo emite prefiere, por caridad, no
    hablar, con respecto a la persona en cuestión, de otros
    valores, de los valores espirituales, supongamos? El hecho de que
    el juicio haga hincapié positivamente en este campo de
    valores relativamente bajos despierta necesariamente la sospecha
    de que se trata de silenciar un juicio negativo respecto a un
    campo superior de valores"

    El que busca el erotismo parte del egoísmo porque
    no se entrega, no da, solo va buscando lo que le apetece. El amor
    parte de la generosidad. Y la actitud de la
    que se parte en la vida es la opción fundamental, la que
    dirige hacia el fin.

    Por lo tanto, antes de dejarnos guiar por los instintos,
    debemos recobrar nuestro ser de persona humana y utilizar la
    razón de manera que ésta sea la que dirija las
    demás facultades: "El instinto es excelente para los
    simples animales, pero
    nosotros no somos simples animales, somos
    racionales. Y el precio que
    pagamos por la racionalidad es que la razón es nuestro
    único guía seguro; ignorarla
    es siempre un desastre. El instinto sexual no tiene un privilegio
    especial que lo exima a él solo del control de la
    razón. El que sea más excitante que los otros hace
    que tenga no menos sino más necesidad de control.
    Cualquiera de los instintos, incontrolado, puede hacer imposible
    la vida humana, y el sexo
    quizá más que los otros".

    Las personas que se meten en este "juego" piensan
    que van a poder salir de él ilesos, pero eso no es verdad,
    lo que va en contra de la naturaleza, siempre paga su precio,
    y este resulta muy alto
    . Así lo expresa López
    Quintás: "La vida sexual no es un juguete, un oso de
    peluche que podamos tomar cuando queramos para divertirnos un
    rato y volver a dejarlo tranquilo y modoso en su caja. Eso parece
    desprenderse de ciertos folletos y espacios televisivos, pero se
    trata de un espejismo nefasto. La sexualidad no
    es un objeto. Es una parte de la vida del hombre, que puede ser
    dulce como un pequeño lago o impetuoso como un río
    desmadrado. Lleva un ingrediente pasional, y tiende al
    descontrol. E1 que diga que la vida sexual es un recurso que el
    hombre tiene sencillamente a mano para procurarse sensaciones
    placenteras con la misma sencillez con que paladea un
    bombón de chocolate demuestra no ser realista; no se
    atiene a la realidad, sino a su mera fantasía. Toma sus
    deseos por realidades. Por eso es incapaz de prever, de mirar
    más allá de sus apetitos saciados y averiguar
    qué sucede cuando se abren las puertas a las exigencias de
    los instintos" Respecto a esto, también dice el doctor
    Sheed: "‘Más próximo a la verdad sería
    decir que no es el hombre el que juega con el sexo, sino el sexo
    el que juega con el hombre, y el juego puede resultar
    catastrófico. Porque el sexo comienza con fuerza y puede
    llegar a ser incontrolable. Aun sin llegar a este extremo, puede
    convertirse en un gran tirano, acosando al individuo,
    emponzoñando todas sus relaciones
    humanas’"

    El amor surge en el encuentro, y en este sentido,
    encuentro no implica precisamente una cercanía física: el verdadero
    encuentro se da a nivel del espíritu porque es lo que
    trasciende del hombre, es lo que no va a perecer, sí, en
    cambio, el cuerpo. Por eso mismo, el encuentro, en sentido
    estricto, se refiere a un entretejer dos realidades de dos
    personas distintas para llevarlos a un enriquecimiento mutuo, un
    compartir su ser que los conduce a enriquecerlo. Por lo tanto, es
    absurdo pensar que éstas relaciones fugaces del llamado
    'amor libre' conduzcan a un auténtico desarrollo de una y
    otra parte, ya que lo único que se busca es satisfacer el
    placer inmediato, dominando a la otra persona y
    rebajándola al nivel de objeto de satisfacción,
    cerrando en este egoísmo, toda posibilidad de hacer del
    otro el fin de mi amor.

    Pero este encuentro amoroso implica donar la totalidad
    del ser mismo, presentándose al otro tal cual como uno es,
    porque el mantener la verdadera identidad
    oculta no significa otra cosa que desconfianza: el estarme
    reservando para mí mismo mi verdadero yo. Si la otra
    persona lo percibe, indudablemente que tampoco se mostrará
    conmigo como es realmente ella y esto provoca un círculo
    vicioso en donde cada uno se va replegando más hacia
    sí mismo y alejándose más del otro. Pudieran
    darse en éstas circunstancias las relaciones
    físicas, pero nunca un verdadero encuentro.

    "Lo describe muy bien Gustavo Thibon: ‘No hay nada
    tan vulgar, tan vacío bajo el brillo de las apariencias,
    nada tampoco tan frágil y vulnerable al tiempo como un
    amor dominado por los impulsos de los sentidos.
    Se ha dicho que el matrimonio no resuelve la cuestión
    sexual. Esto es verdad si se hace de la cuestión sexual un
    absoluto, si se diviniza la carne separada del alma
    . (El
    culto a la carne, la sexolatría, es una de las plagas de
    nuestro tiempo). Pero es falso si se restituye la sexualidad a su
    lugar, si se la considera, no ya como un todo autónomo,
    sino como un aporte ligado orgánicamente a un conjunto e
    impregnada de ese conjunto’. ‘Nosotros (…) no
    queremos una plenitud sexual que se compre al precio de la
    plenitud humana; no sentimos ningún gusto por costumbres
    que, bajo pretexto de satisfacer plenamente al sexo,
    vacían todo lo demás del hombre. Unicamente el
    matrimonio puede al mismo tiempo satisfacer el instinto sin
    degradar a la persona…
    ’"

    El hombre, al igual que los animales tiene instintos,
    sin embargo para éstos, los instintos representan su
    única guía segura para alcanzar su 'meta' mientras
    viven, esto es, para alcanzar la perfección de su ser, en
    cuanto que son tal o cual animal. Sin embargo, el hombre, posee
    un alma espiritual que lo hace elevar radicalmente su rango de
    criatura: su inteligencia y su voluntad constituyen,
    principalmente, la guía que le permitirá encontrar
    y llevar a cabo el sentido de su vida. Más aún,
    actualmente es imposible dirigir la conducta sin una
    referencia que garantice que se está actuando de acuerdo a
    la propia naturaleza y este punto de apoyo nos lo da la
    ética, ciencia en el
    estricto sentido de la palabra que no deberá de
    confundirse con corrientes moralistas o determinadas religiones. Es ésta
    la que nos proporcionará un sustento común que nos
    permita retomar el diálogo
    entre quienes tenemos diferentes puntos de vista. "Es muy
    difícil hacer cambiar a las gentes en lo tocante a sus
    actitudes
    éticas, políticas
    y religiosas, ya que éstas vienen determinadas en buena
    medida por mil influencias y están cargadas de adherencias
    sentimentales. De ahí la posibilidad de que personas bien
    dotadas sostengan ideas muy diferentes, incluso enfrentadas, en
    materia de
    política,
    ética y religión. La
    ciencia—en cambio—prescinde de motivaciones
    personales y ejercita un modo de investigación neutral que suscita el
    asentimiento de toda persona que tenga los conocimientos
    necesarios para comprender los resultados de la misma. (…)
    Bien es cierto que este proceso
    investigador se halla limitado a ciertos tipos de realidades. las
    cuestiones éticas, políticas,
    jurídicas, estéticas y religiosas no pueden ser
    objeto de investigación científica. Sin
    embargo, por lo que toca a la Etica, la ciencia
    puede facilitarnos datos
    básicos sobre el ser humano que nos permitan inducir
    cómo ha de ser la conducta del
    hombre que quiera desarrollarse de forma cabal".

    Precisamente los fundamentos que ofrece la ética
    nos permiten profundizar en nuestra realidad de ser-personas:
    sólo en la medida en la que conozcamos nuestra
    verdadera naturaleza y el sentido de nuestra particular
    existencia vamos a poder evitar el dejarnos llevar por las
    tendencias manipuladoras del erotismo
    , ya que éstas no
    tienen fundamento en sí mismas puesto que se caracterizan
    por su frivolidad y superficialidad.

    Debemos tener firmeza en nuestras convicciones y ardor
    para defenderlas: "entusiasmo no debe entenderse como Fanatismo.
    Fanático es el que sostiene algo a ultranza y no altera su
    posición cuando se le dan razones convincentes para ello.
    Entusiasta es el que se asombra ante la grandeza de los valores
    más relevantes y siente que, al asumirlos, se realiza
    plenamente como hombre. El entusiasmo así entendido no
    implica apego a las propias convicciones, sino respeto a la
    realidad. Si sé que , al afirmar algo, estoy reflejando lo
    que es la realidad de la que hablo, me muevo con seguridad, con
    firmeza, no me deja vencer fácilmente a no ser que se me
    muestre que la realidad desmiente mi opinión. Puede
    alguien decirme que mi postura no es progresista, ni moderna, ni
    liberal… Me da lo mismo. Estas palabras sólo tienen
    valor cuando significan que una persona se atiene a la realidad,
    no a sus especulaciones".

    La integración de los amores.

    Como se mencionó renglones arriba, lo que para el
    amante importa no es algún rasgo físico o de
    carácter del amado, sino que va mucho
    más allá. Por eso dice Víktor Frankl que
    "El amor es algo más que un estado
    emotivo:
    un acto ‘intencional’. Tiene en
    mientes
    –intendere– el ser así de otra
    persona.
    Este ser así –la esencia de esta otra
    persona– es en última instancia, independiente de la
    existencia; en efecto, la ‘esencia’ no depende de la
    ‘existencia’ y se halla, consiguientemente, por
    encima.

    Por eso, la corporalidad no agota nunca la esencia de la
    persona, sino sólo la manifiesta, la transmite y es
    ésta la que recobra la verdadera importancia para el
    amante. Y como expresión de la espiritualidad de una
    persona, las manifestaciones del cuerpo inclinan al amante a
    elegir a tal o cual persona que manifestó ciertos rasgos
    físicos, psíquicos o de carácter
    que exteriorizan y dan a conocer su ser mismo. Por lo tanto,
    podemos decir que el cuerpo es la expresión
    física del espíritu y, por lo mismo, la
    relación sexual no es mas que un medio de expresión
    del auténtico amor que se basa en la relación
    espiritual
    . López Quintás lo expresa de la
    siguiente manera: "Unicamente en el caso de que reconozcas en
    ella (o él) tal valor absoluto, le profesarás un
    amor incondicional,
    no sometido a tus intereses más o
    menos inconfesables. Y sólo cuando profesas un amor
    incondicional, te liberas de la sumisión a tus
    apetitos. Eres libre, sabes elegir con la debida perspectiva y
    conferir a tu vida el debido sentido"

    Víktor Frankl hace énfasis en la poca
    importancia que adquiere la apariencia física cuando
    realmente se ama a una persona: "La impresión externa de
    la apariencia física de una persona es relativamente
    indiferente en cuanto a la posibilidad de que se la ame
    . Es
    el amor y solamente él lo que infunde dignidad
    erótica a los rasgos individuales psico-somáticos,
    lo que los convierte en cualidades ‘dignas de ser
    amadas’
    (en portadores de una psicofisis concreta).
    Esto debe llevarnos a una actitud de retraimiento en lo que
    respecta a afeites y cosméticos. En efecto, hasta los
    lunares y los defectos de la belleza forman parte integrante e
    inseparable de la persona a quien se ama"

    Como se ha venido diciendo, quien verdaderamente ama, no
    se fija en lo corruptible de la persona amada, sino en lo
    imperecedero. Dicho amor, por tener como objetivo algo
    perene –el ser del amado- debe ser también eterno.
    No se puede comprender que se le dijera al amado –te amo,
    solo por hoy, mañana ya no-, ya que no se trata del estado
    de ánimo en el que se encuentre al amante, sino de su
    voluntad misma que quiere querer al otro: "Cuando en verdad hemos
    llegado a captar la esencia de otro ser, contemplándolo en
    el amor, tampoco hay quien mueva esta verdad y nada podrá
    apartarnos ya de este amor, ni apartar a este amor de
    nosotros"

    "¿Se dan ustedes cuenta de lo que significa para
    la vida amorosa esta consideración de la otra persona como
    única e insustituible? El que vea en la persona amada algo
    único para él, comprenderá fácilmente
    lo que afirman los grandes especialistas de Etica: que el amor
    pide perennidad
    , que no tiene sentido prometer amor para un
    lapso determinado de tiempo. Amar a una persona, decía
    Gabriel Marcel, es decirle: ‘Tú no morirás
    nunca
    ’. En virtud de su misma esencia, el amor
    verdadero pide fidelidad"

    De esta manera, podemos concluir que el amor no es un
    simple sentimiento de afectividad que el hombre tiene como parte
    de su apetito concupiscible; es una aptitud ante la vida de
    verdadera entrega de sí mismo
    para con los seres
    amados. El sentido de la vida de todo hombre, es motivado por el
    amor que éste siente y necesita de otros. No se puede
    menospreciar el valor que tiene ni mucho menos poner en duda su
    efectividad. Cualquier forma de trascender del hombre solo se
    logra si esta es fundada en el amor que tiene sobre tal ser e
    impulsado, de esta manera, logra concretizar y realizar sus metas
    haciendo hasta el último esfuerzo para lograr tal fin. Es,
    por lo tanto, necesario amar, pues su valor se verá
    reflejado en todos los ámbitos de la vida.

    Y es así como el hombre encuentra
    sustentado todas las acciones que realiza ya que encuentra un
    motivo que lo influye a realizar determinada acción o una
    concreta aptitud ante la vida. Encuentra en el amor un fundamento
    inherente de entrega incesante a los demás que se
    verá reflejado en el amor de los demás hacia uno
    mismo.

    La trascendencia del hombre se comprueba con el amor que
    cada individuo desprende de sí mismo haciendo ver el lado
    más humano de cada uno.

    Comparto la idea de que el "sentido de la vida,
    (…) está en el amor. Sólo quien sabe amar
    perfectamente y se olvida de sí mismo para darse
    (…), realiza de forma plena la propia vida y expresa en el
    máximo grado el valor de la propia recompensa
    terrena".

     

     

     

     

    Autor:

    Gabriel Villalever

     

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