"Dios mío ¿qué hago? ¿por
qué estoy en esta situación?… ¡Maldita sea!
Ya me equivoqué, ¿por qué diablos te hice
caso?": En éstas u otras palabras, son las clásicas
interrogantes y exclamaciones que a diario nos formulamos antes o
después de llevar a cabo una conducta.
Sin embargo, las decisiones, determinaciones, elecciones ó
designaciones que realizamos no siempre sabemos de qué
están precedidas, si es acaso de la maravillosa libertad de
qué hemos sido dotados los humanos ó si es de una
ley inmutable
que
ya sabe de antemano lo que sucederá.
¿Realmente existe la libertad? Sin
duda, el desentrañamiento de este tema ha sido motivo de
discusión entre filósofos de todos los tiempos, motivo por
el cual –aún no sé si libremente-
decidí plasmar en estas líneas mi respectivo
análisis, el cual (reconozco), es demasiado
ligth comparándolo con los profundos estudios de
Sartre, de
Hegel, de
Kant, del
Barón d’Holbach o de Hartmann, por mencionar
algunos.
No obstante ello, la complejidad de abordar este tema no debe ser
motivo de susto o declinación para quien desee hacerlo,
pues para cualquiera que lo intente resultará provechoso
tratar de sumergirse, aunque sea superficialmente, en las
profundidades del mismo. Seguro estoy que
a la salida se estará lo suficientemente empapado de
información como para poder formarse
una opinión propia al respecto, por lo menos.
Así, conocer si somos libres o no, o mejor dicho, conocer
si podemos ser libres o no, creo que es lo menos que como
individuos pensantes podemos hacer. Saber si lo que hemos
realizado desde que usamos la razón o lo que tenemos
planeado realizar como proyecto de vida,
fue o será producto del
ejercicio de nuestra libertad o tristemente resultado del
movimiento de
los hilos que Dios, el destino, la naturaleza o como
suela llamársele haga de nuestra vida – marioneta.
He aquí la importancia de saber si existe la libertad.
Y precisamente, en la búsqueda de tal conocimiento
se habrá de topar siempre con un principio llamado "de
causalidad", postulado que por siglos se había aplicado a
las ciencias
naturales y que en estos días se ha extendido al campo
de las ciencias
sociales para poner sobre relieve que la
actividad humana, ya sea su modo de pensar, de sentir, de actuar,
de organizarse política y
socialmente, de comportarse moralmente, de todo cuanto haga se
halla sujeto a causas.
Porque sinceramente sería muy fácil decir que la
libertad existe en cuanto que no sufrimos coacción externa
o interna de alguna clase y San se acabó. No. La libertad
es mucho más que eso. Hasta este punto lo único
cierto es que se vive en un mundo causalmente determinado y la
incógnita por descifrar es si la libertad y su existencia
es compatible o no con este infinito causalismo: Si me gustara la
medicina no
hubiera estudiado derecho, y si no hubiera estudiado derecho tal
vez me preocuparan más otros temas, y si me preocuparan
más otros temas quizá nunca hubiera escrito este
ensayo,
etcétera, etcétera. Por algo sigo creyendo que mi
conducta si
está causalmente determinada en cierto grado.
Ojeando un poco las distintas corrientes filosóficas,
sobresalen tres posturas fundamentales que tratan de esclarecer
cómo en un mundo sujeto a relaciones de causa –
efecto, existe la libertad. Dichas posiciones son las siguientes:
un determinismo absoluto, un libertarismo absoluto y por
último, un determinismo compatible con cierta libertad,
con la cual estoy de acuerdo. Analicémoslas.
El determinismo absoluto afirma que si la conducta del hombre se
halla determinada, no cabe hablar de libertad. El hecho de que la
decisión para realizar una conducta sea el efecto de una
causa, significaría que tal decisión no es libre.
Por lo tanto, para esta corriente la elección libre se
revela como una ilusión, ya que en verdad no hay tal
libertad de voluntad. En pocas palabras, no soy yo quien elige
propiamente, sino que son las causas las que eligen por mi.
Ahora bien, aunque el determinismo absoluto despegue de una
tesis
válida en cuanto que todos los actos humanos están
sujetos a causas, de ello no se deduce que el hombre sea
un simple efecto o títere de las circunstancias que
determinan su conducta. Por el contrario, al tomar conciencia de
tales circunstancias, los humanos pueden decidir actuar en cierta
forma, y dicha decisión, puesta en práctica, se
convierte, a su vez, en una causa que vuelve a influir sobre las
condiciones dadas.
Es decir, al ver la relación causa – efecto en una
sola dirección, y no lograr entender que el
efecto puede convertirse, a su vez, en causa, la postura del
determinismo absoluto falla en no comprender la situación
especial que dentro del contexto universal posee el hombre,
como ente consciente y práctico, o sea, como un ente que
se comprende a si mismo y comprende al mundo que lo rodea, al
mismo tiempo que lo
transforma prácticamente en forma consciente.
De esta manera, por estar dotado el hombre de
conciencia, puede
llegar a conocer la causalidad que lo determina, y actuar en
forma consciente, convirtiéndose así en un factor
causal determinante. Sólo así el hombre deja de ser
un simple efecto para convertirse en una causa conciente y libre
de si mismo y de sus actos.
Luego, frente al determinismo absoluto que niega la existencia de
la libertad, se levanta una postura contraria denominada
libertarismo, la cual prescribe que ser libre significa elegir y
actuar de la forma que se quiera, es decir, poder
comportarse de manera distinta de cómo se ha hecho si
así se hubiese querido o elegido. Ello significa que se
tiene una libertad de decisión y de acción que
escapa a toda determinación causal.
Se observa claramente como el libertarismo niega el principio de
que todo se halla determinado causalmente, pues conforme a su
postulado es válido expresar que no se hizo lo que se pudo
haber hecho o que se hizo que lo que no se debió o pudo
haber hecho. Por el contrario, bajo esta doctrina no se puede
afirmar (como si lo hacen los deterministas) que sólo pudo
haber ocurrido lo que efectivamente ocurrió.
Se presenta aquí la libertad como una convicción
inquebrantable que no puede ser destruida por al existencia de la
causalidad. Se considera que existe una esfera de la conducta humana
en la que se es absolutamente libre respecto de la
determinación de los factores causales. O sea, ser libre
es ser incausado. Ser libre conlleva una ruptura de la
continuidad causal universal.
En una posición extrema y radical de este libertarismo se
ha llegado a comentar que para que una acción sea
completamente libre debe ser incluso un actuar ajeno al carácter
del hombre, lo cual nos arrastraría a un indeterminismo
total, pues la decisión o elección del sujeto no
sería determinada por nada, es decir, ni por sus
condiciones sociales, ni por sus condiciones personales, ni
siquiera por su carácter.
Conforme a lo anterior, se viviría en un mundo en el que
el azar sería el único en mandar, en un planeta en
el que todo sería igualmente posible, y que por
consecuencia ni sentido tendría inquirir en la existencia
o no de la libertad.
Analicemos ahora la postura media, una posición que deja
al margen los extremos y que mas allá de postulados
incompatibles entre libertad y causa, concilia a ambas, es decir,
se reconoce que la conducta del hombre se encuentra determinada,
pero que dicha determinación, más que impedir la
libertad, es la condición necesaria para ella.
Esta última postura distingue entre determinismo
universal, el cual reconoce y acepta, y determinismo absoluto, el
cual objeta, dado que niega la libertad humana, la cual presupone
la existencia de varias formas posibles de comportamiento
y la posibilidad de decidir libremente entre cualesquiera de
ellas.
Analizados ya el determinismo y libertarismo absolutos,
así como una postura intermedia, se analiza enseguida una
elocuente reflexión de Sartre acerca
de la libertad, a la cual considera una condena. "El hombre
está condenado a ser libre", dijo.
"Condenado porque no se ha creado a si mismo y sin embargo es
libre. Porque una vez que ha sido arrojado al mundo es
responsable de todo lo que hace".
Ciertamente a nadie pedimos que nos creara como individuos
libres, pero debido a nuestra libertad estamos condenados a
elegir durante toda la vida. No existen valores o
normas eternas
por las que nos podamos regir. Por ello resultan tan importantes
las elecciones que hacemos, porque somos completamente
responsables de todos nuestros actos. El mismo Sartre resalta que
el hombre jamás debe eludir la responsabilidad de sus propios actos.
Y hablando de responsabilidad , un tema inherente al de la
libertad, retomó brevemente al determinismo y al
libertarismo pero ahora para determinar a que conclusiones llegan
en lo relativo a si el sujeto responde o no de sus actos. En
cuanto al determinismo absoluto se dice: si el hombre no es
libre, por tanto no responsable moralmente de sus actos. Por su
parte, la sentencia del libertarismo no es muy diferente: Si las
decisiones y actos de los individuos no se hayan sujetos a la
causalidad y son producto del
azar, carece de sentido hacerlos responsables moralmente de sus
actos.
Por lo anterior, para poder hablar de responsabilidad moral resulta
preciso que el individuo posea cierta libertad de decisión
y acción, es decir, es necesario que intervenga consciente
en su realización. Pero, a su vez, para que pueda decidir
con conocimiento
de causa y fundar su elección en razones, es preciso que
su comportamiento
se halle determinado causalmente, o sea, que existan causas y no
meros antecedentes fortuitos. Libertad y causalidad no pueden
excluirse recíprocamente.
Visto lo anterior, seguro estoy que
la libertad existe. Negar su existencia sería tanto como
afirmar que nuestra vida es el vivo retrato de una obra de
teatro en la cual
el guión y el desenlace ya están escritos. Esto no
es así.
Creo firmemente en la posibilidad de que el hombre y la sociedad sean los
arquitectos de su destino, al existir la libertad de elegir
concientemente entre el actuar en una o en otra dirección . Sin dicha conciencia de los
móviles o causas que lo impulsan a comportarse de cierta
forma, si insinuaría que la conducta humana
es inmediata e irreflexiva. Esto tampoco es así.
Independientemente del grado de conciencia de los motivos, fines
o carácter que llevan al hombre a realizar una
acción, no puede existir libertad al margen del
causalismo. Asimismo, el hecho de que la libertad implique cierta
autodeterminación del sujeto para decidirse por la forma
de comportamiento más adecuada elegida de entre varias,
tampoco significa que dicha autodeterminación se realice
al margen de una conexión causal.
En pocas palabras, el hombre es libre de decidir y de actuar sin
que su decisión y acción dejen de estar causadas.
Es
imposible que nos sustraigamos al contexto histórico –
social imperante, generalmente se va a actuar o decidir conforme
a ciertas pautas, influencias o posibilidades de acción
que nos ofrece el entorno.
Después de todo sigo pensando que la libertad es
ilimitada, pero dentro de ciertos límites .
Es cuanto.
Bibliografía.
- GRAN ENCICLOPEDIA RIALP, tomo XIV, Ediciones Rialp,
S.A., Madrid, 1989, páginas: 316 –
321. - Jostein Gaarder, EL MUNDO DE SOFÍA,
Patria/Siruela, 4ª reimpresión, México, 1999, páginas: 563 –
564. - Runes, Dagobert D., DICCIONARIO
DE FILOSOFÍA, 7ª edición, Grijalbo, México, 1981, página:
216. - Sánchez Vázquez Adolfo, ÉTICA,
Grijalbo, México, 1998, páginas: 101 –
112.
Autor:
José Miguel Sánchez