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ENSAYO SOBRE LA LIBERTAD




Enviado por josemsc



     

     

    "Dios mío ¿qué hago? ¿por
    qué estoy en esta situación?… ¡Maldita sea!
    Ya me equivoqué, ¿por qué diablos te hice
    caso?": En éstas u otras palabras, son las clásicas
    interrogantes y exclamaciones que a diario nos formulamos antes o
    después de llevar a cabo una conducta.
    Sin embargo, las decisiones, determinaciones, elecciones ó
    designaciones que realizamos no siempre sabemos de qué
    están precedidas, si es acaso de la maravillosa libertad de
    qué hemos sido dotados los humanos ó si es de una
    ley inmutable
    que
    ya sabe de antemano lo que sucederá.
    ¿Realmente existe la libertad? Sin
    duda, el desentrañamiento de este tema ha sido motivo de
    discusión entre filósofos de todos los tiempos, motivo por
    el cual –aún no sé si libremente-
    decidí plasmar en estas líneas mi respectivo
    análisis, el cual (reconozco), es demasiado
    ligth comparándolo con los profundos estudios de
    Sartre, de
    Hegel, de
    Kant, del
    Barón d’Holbach o de Hartmann, por mencionar
    algunos.
    No obstante ello, la complejidad de abordar este tema no debe ser
    motivo de susto o declinación para quien desee hacerlo,
    pues para cualquiera que lo intente resultará provechoso
    tratar de sumergirse, aunque sea superficialmente, en las
    profundidades del mismo. Seguro estoy que
    a la salida se estará lo suficientemente empapado de
    información como para poder formarse
    una opinión propia al respecto, por lo menos.
    Así, conocer si somos libres o no, o mejor dicho, conocer
    si podemos ser libres o no, creo que es lo menos que como
    individuos pensantes podemos hacer. Saber si lo que hemos
    realizado desde que usamos la razón o lo que tenemos
    planeado realizar como proyecto de vida,
    fue o será producto del
    ejercicio de nuestra libertad o tristemente resultado del
    movimiento de
    los hilos que Dios, el destino, la naturaleza o como
    suela llamársele haga de nuestra vida – marioneta.
    He aquí la importancia de saber si existe la libertad.
    Y precisamente, en la búsqueda de tal conocimiento
    se habrá de topar siempre con un principio llamado "de
    causalidad", postulado que por siglos se había aplicado a
    las ciencias
    naturales y que en estos días se ha extendido al campo
    de las ciencias
    sociales para poner sobre relieve que la
    actividad humana, ya sea su modo de pensar, de sentir, de actuar,
    de organizarse política y
    socialmente, de comportarse moralmente, de todo cuanto haga se
    halla sujeto a causas.
    Porque sinceramente sería muy fácil decir que la
    libertad existe en cuanto que no sufrimos coacción externa
    o interna de alguna clase y San se acabó. No. La libertad
    es mucho más que eso. Hasta este punto lo único
    cierto es que se vive en un mundo causalmente determinado y la
    incógnita por descifrar es si la libertad y su existencia
    es compatible o no con este infinito causalismo: Si me gustara la
    medicina no
    hubiera estudiado derecho, y si no hubiera estudiado derecho tal
    vez me preocuparan más otros temas, y si me preocuparan
    más otros temas quizá nunca hubiera escrito este
    ensayo,
    etcétera, etcétera. Por algo sigo creyendo que mi
    conducta si
    está causalmente determinada en cierto grado.
    Ojeando un poco las distintas corrientes filosóficas,
    sobresalen tres posturas fundamentales que tratan de esclarecer
    cómo en un mundo sujeto a relaciones de causa –
    efecto, existe la libertad. Dichas posiciones son las siguientes:
    un determinismo absoluto, un libertarismo absoluto y por
    último, un determinismo compatible con cierta libertad,
    con la cual estoy de acuerdo. Analicémoslas.
    El determinismo absoluto afirma que si la conducta del hombre se
    halla determinada, no cabe hablar de libertad. El hecho de que la
    decisión para realizar una conducta sea el efecto de una
    causa, significaría que tal decisión no es libre.
    Por lo tanto, para esta corriente la elección libre se
    revela como una ilusión, ya que en verdad no hay tal
    libertad de voluntad. En pocas palabras, no soy yo quien elige
    propiamente, sino que son las causas las que eligen por mi.
    Ahora bien, aunque el determinismo absoluto despegue de una
    tesis
    válida en cuanto que todos los actos humanos están
    sujetos a causas, de ello no se deduce que el hombre sea
    un simple efecto o títere de las circunstancias que
    determinan su conducta. Por el contrario, al tomar conciencia de
    tales circunstancias, los humanos pueden decidir actuar en cierta
    forma, y dicha decisión, puesta en práctica, se
    convierte, a su vez, en una causa que vuelve a influir sobre las
    condiciones dadas.
    Es decir, al ver la relación causa – efecto en una
    sola dirección, y no lograr entender que el
    efecto puede convertirse, a su vez, en causa, la postura del
    determinismo absoluto falla en no comprender la situación
    especial que dentro del contexto universal posee el hombre,
    como ente consciente y práctico, o sea, como un ente que
    se comprende a si mismo y comprende al mundo que lo rodea, al
    mismo tiempo que lo
    transforma prácticamente en forma consciente.
    De esta manera, por estar dotado el hombre de
    conciencia, puede
    llegar a conocer la causalidad que lo determina, y actuar en
    forma consciente, convirtiéndose así en un factor
    causal determinante. Sólo así el hombre deja de ser
    un simple efecto para convertirse en una causa conciente y libre
    de si mismo y de sus actos.
    Luego, frente al determinismo absoluto que niega la existencia de
    la libertad, se levanta una postura contraria denominada
    libertarismo, la cual prescribe que ser libre significa elegir y
    actuar de la forma que se quiera, es decir, poder
    comportarse de manera distinta de cómo se ha hecho si
    así se hubiese querido o elegido. Ello significa que se
    tiene una libertad de decisión y de acción que
    escapa a toda determinación causal.
    Se observa claramente como el libertarismo niega el principio de
    que todo se halla determinado causalmente, pues conforme a su
    postulado es válido expresar que no se hizo lo que se pudo
    haber hecho o que se hizo que lo que no se debió o pudo
    haber hecho. Por el contrario, bajo esta doctrina no se puede
    afirmar (como si lo hacen los deterministas) que sólo pudo
    haber ocurrido lo que efectivamente ocurrió.
    Se presenta aquí la libertad como una convicción
    inquebrantable que no puede ser destruida por al existencia de la
    causalidad. Se considera que existe una esfera de la conducta humana
    en la que se es absolutamente libre respecto de la
    determinación de los factores causales. O sea, ser libre
    es ser incausado. Ser libre conlleva una ruptura de la
    continuidad causal universal.
    En una posición extrema y radical de este libertarismo se
    ha llegado a comentar que para que una acción sea
    completamente libre debe ser incluso un actuar ajeno al carácter
    del hombre, lo cual nos arrastraría a un indeterminismo
    total, pues la decisión o elección del sujeto no
    sería determinada por nada, es decir, ni por sus
    condiciones sociales, ni por sus condiciones personales, ni
    siquiera por su carácter.
    Conforme a lo anterior, se viviría en un mundo en el que
    el azar sería el único en mandar, en un planeta en
    el que todo sería igualmente posible, y que por
    consecuencia ni sentido tendría inquirir en la existencia
    o no de la libertad.
    Analicemos ahora la postura media, una posición que deja
    al margen los extremos y que mas allá de postulados
    incompatibles entre libertad y causa, concilia a ambas, es decir,
    se reconoce que la conducta del hombre se encuentra determinada,
    pero que dicha determinación, más que impedir la
    libertad, es la condición necesaria para ella.
    Esta última postura distingue entre determinismo
    universal, el cual reconoce y acepta, y determinismo absoluto, el
    cual objeta, dado que niega la libertad humana, la cual presupone
    la existencia de varias formas posibles de comportamiento
    y la posibilidad de decidir libremente entre cualesquiera de
    ellas.
    Analizados ya el determinismo y libertarismo absolutos,
    así como una postura intermedia, se analiza enseguida una
    elocuente reflexión de Sartre acerca
    de la libertad, a la cual considera una condena. "El hombre
    está condenado a ser libre", dijo.

    "Condenado porque no se ha creado a si mismo y sin embargo es
    libre. Porque una vez que ha sido arrojado al mundo es
    responsable de todo lo que hace".
    Ciertamente a nadie pedimos que nos creara como individuos
    libres, pero debido a nuestra libertad estamos condenados a
    elegir durante toda la vida. No existen valores o
    normas eternas
    por las que nos podamos regir. Por ello resultan tan importantes
    las elecciones que hacemos, porque somos completamente
    responsables de todos nuestros actos. El mismo Sartre resalta que
    el hombre jamás debe eludir la responsabilidad de sus propios actos.
    Y hablando de responsabilidad , un tema inherente al de la
    libertad, retomó brevemente al determinismo y al
    libertarismo pero ahora para determinar a que conclusiones llegan
    en lo relativo a si el sujeto responde o no de sus actos. En
    cuanto al determinismo absoluto se dice: si el hombre no es
    libre, por tanto no responsable moralmente de sus actos. Por su
    parte, la sentencia del libertarismo no es muy diferente: Si las
    decisiones y actos de los individuos no se hayan sujetos a la
    causalidad y son producto del
    azar, carece de sentido hacerlos responsables moralmente de sus
    actos.
    Por lo anterior, para poder hablar de responsabilidad moral resulta
    preciso que el individuo posea cierta libertad de decisión
    y acción, es decir, es necesario que intervenga consciente
    en su realización. Pero, a su vez, para que pueda decidir
    con conocimiento
    de causa y fundar su elección en razones, es preciso que
    su comportamiento
    se halle determinado causalmente, o sea, que existan causas y no
    meros antecedentes fortuitos. Libertad y causalidad no pueden
    excluirse recíprocamente.
    Visto lo anterior, seguro estoy que
    la libertad existe. Negar su existencia sería tanto como
    afirmar que nuestra vida es el vivo retrato de una obra de
    teatro en la cual
    el guión y el desenlace ya están escritos. Esto no
    es así.
    Creo firmemente en la posibilidad de que el hombre y la sociedad sean los
    arquitectos de su destino, al existir la libertad de elegir
    concientemente entre el actuar en una o en otra dirección . Sin dicha conciencia de los
    móviles o causas que lo impulsan a comportarse de cierta
    forma, si insinuaría que la conducta humana
    es inmediata e irreflexiva. Esto tampoco es así.
    Independientemente del grado de conciencia de los motivos, fines
    o carácter que llevan al hombre a realizar una
    acción, no puede existir libertad al margen del
    causalismo. Asimismo, el hecho de que la libertad implique cierta
    autodeterminación del sujeto para decidirse por la forma
    de comportamiento más adecuada elegida de entre varias,
    tampoco significa que dicha autodeterminación se realice
    al margen de una conexión causal.
    En pocas palabras, el hombre es libre de decidir y de actuar sin
    que su decisión y acción dejen de estar causadas.
    Es
    imposible que nos sustraigamos al contexto histórico –
    social imperante, generalmente se va a actuar o decidir conforme
    a ciertas pautas, influencias o posibilidades de acción
    que nos ofrece el entorno.
    Después de todo sigo pensando que la libertad es
    ilimitada, pero dentro de ciertos límites .
    Es cuanto.

    Bibliografía.

    • GRAN ENCICLOPEDIA RIALP, tomo XIV, Ediciones Rialp,
      S.A., Madrid, 1989, páginas: 316 –
      321.
    • Jostein Gaarder, EL MUNDO DE SOFÍA,
      Patria/Siruela, 4ª reimpresión, México, 1999, páginas: 563 –
      564.
    • Runes, Dagobert D., DICCIONARIO
      DE FILOSOFÍA, 7ª edición, Grijalbo, México, 1981, página:
      216.
    • Sánchez Vázquez Adolfo, ÉTICA,
      Grijalbo, México, 1998, páginas: 101 –
      112.

     

     

     

     

    Autor:

    José Miguel Sánchez

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