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Filosofia




Enviado por obicetempestad



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    Indice
    1. Hacia
    un razonamiento encarnado

    2. La ética a Nicómaco, el
    tú y las instituciones justas.

    3. El justo medio
    4. La Imparcialidad
    5. La genialidad
    aristotélica.

    6. Metodología
    personal de análisis y contenidos
    aristotélicos.

    7.
    Conclusión.

    1. Hacia un razonamiento
    encarnado

    La filosofía ha sido siempre un asunto personal. En las
    ocasiones en que se ha intentado olvidar esto y convertirla en
    una disciplina
    abstracta, la consecuencia ha sido siempre su decadencia o su
    abandono.
    Seducidos por la nota que nos dejara Julián Marías
    hace ya casi una década, nos dirigimos a comentar un
    texto
    clásico de uno de los autores más significativos en
    el desarrollo de
    la ética
    clásica, así como de otras ramas del saber
    filosófico.
    No deberíamos empezar a hablar por voz propia sin estar al
    tanto por una parte de algunos elementos de la persona que
    comenta, de mí mismo, y por otra del autor a comentar, de
    Aristóteles. De las conclusiones de los
    datos del
    primero se delineará una forma explícita, una
    dirección en el comentario. De las
    aseveraciones sobre el segundo llegaremos a un mayor
    enriquecimiento y comprensión del texto.
    Articularemos de este modo un tándem que elude la vaguedad
    de contenidos y la doxa, aferrándonos antes a la episteme
    y al saber que a la opinión. Empecemos por el
    principio.
    Lo que a continuación se desarrolla no pretende sino ser
    un ejercicio sobre el primer capítulo del libro IV de la
    Ética a
    Nicómaco. Esgrimir una serie de
    conclusiones razonables y de afirmaciones aceptables que nos
    acerquen el fragmento: Descender a las palabras, retener sus
    significados, abastecernos de las ideas de sus frases y poder
    reflexionar un poco sobre la brillantez de sus tesoros que el
    tiempo puede
    haber enturbiado. Por el momento esto será suficiente. En
    resumen, nuestra labor es antes la de un artesano que remeda
    zapatos y les devuelve lustre que la de zapatero que los
    construye, para eso ya está Aristóteles.
    Mi formación académica filosófica se ha
    visto interrumpida durante tres años por completar otros
    estudios. Esto problematiza mis afirmaciones y probablemente me
    dirija a la medianía antes que a la lucidez.
    Resumido el primer punto vallamos al segundo sin dilación:
    ¿En qué marco podemos inscribir el fragmento a
    analizar?

    2. La ética a
    Nicómaco, el tú y las instituciones
    justas.

    ¿Qué es la virtud? Inicialmente podemos
    iniciar nuestros asertos con su practicidad vital. Se dice que la
    reflexión sobre la virtud es útil para los
    legisladores, con vistas a las recompensas y castigos.

    No cabe duda que la definición de Paul Ricoeur de la
    ética como la "aspiración a la vida buena con y
    para los otros en instituciones
    justas", nos remitía ya a un tú y a un
    planteamiento ético que llega al nivel social. Sin
    embargo, esta presunta novedad del personalista, la
    dimensión social de la ética, está ya
    inscrita en el pensamiento de
    un filósofo que vivió hace más de dos mil
    años: Aristóteles ya admite que el ser humano es un
    animal político. Esto rezuma en todos sus escritos,
    incluida la ética.
    Pero el salto es mucho más que el paso a un tú
    social. Orilla a un lado la consideración solipsista de
    otras éticas, afirma un "nosotros" social, ante el que la
    postura ética requiere lo que hoy llamaríamos
    compromiso. Todo ello genera la necesidad de referirse a un
    ethos, una configuración del individuo interna: el salto
    copernicano al ser mismo del individuo, abandonado la posibilidad
    de una ética hipócrita. No es solo un hacer para la
    sociedad, sino
    que ese hacer fluye de nuestra propia interioridad, como una
    compulsión que no podemos detener.
    Aristóteles acrisolará sus enseñanzas de la
    virtud desde esta perspectiva que nos parapeta por encima de los
    cercos éticos de otros argumentos y éticas. No es
    que realice acciones
    porque DEBA ponerlas en acción, sino porque NECESITO
    llevarlas a cabo.
    Me atrevo a defender sin excusas que detrás de las
    afirmaciones éticas siempre quedará un fundus
    social que llevará a un ordenamiento interior de la
    persona, y
    esto a través del mismo ordenamiento político o
    viceversa. Es decir, que la generosidad, en nuestro caso,
    generará una polis generosa, y además las mismas
    instituciones generosas determinarán a personas
    generosas.

    3. El justo
    medio

    Sin entrar todavía totalmente en la materia,
    aunque sobrevolando ya sobre ella, descubrimos que
    Aristóteles se mueve en el paradigma
    griego del justo medio. Éste va a vehicular lo correcto
    entre dos medidas excesivas. En el caso de la generosidad, entre
    la avaricia y la prodigalidad. Ahora bien, ¿qué es
    el justo medio? ¿cuál es su origen? ¿por
    qué adscribirnos a esta forma de entender la
    ética?
    En griego es "Mesótes". Dirigiéndonos a su
    significado griego encontramos variados significados, aunque
    todos terminan por coincidir en un mismo campo semántico:
    centro, mediador, imparcialidad, neutralidad,
    reconciliación.
    El "Mesotes" se ha traducido tradicionalmente como justo medio.
    Inicialmente nada nos indica su relación con los conceptos
    de justeza o justicia a no
    ser esta traducción, justo medio. En cualquier
    caso, decimos justo medio, porque los griegos consideraron este
    punto intermedio como un ámbito en el que quedaban de lado
    cualquier tipo de desenfrenos y errores.
    La condición de centralidad , casi espacial, ante la
    disgresión o el exceso constituye otra clave de
    interpretación del texto que no se ha de pasar por
    alto.
    Pero ¡atención!, el significado de mesótes
    es también el de mediador y reconciliación. De esta
    forma, no es que los griegos intentasen enfrentar con ello la
    medianía con los puntos extremos (en nuestro estudio la
    generosidad frente a la avaricia y la prodigalidad), sino que
    más bien parecen enfrentarse a los dos extremos de un
    precipicio.
    En lugar de vocear y clamar a las profundidades del abismo la
    lejanía de los dos extremos, RECONCILIAN ambos,
    construyendo un puente, que será nuestro justo medio.
    Queda de lado, pues, el espanto de la caída que nos impone
    el abismo de los dos extremos (la avaricia y la prodigalidad) y
    aparece enhiesto, con la prestancia de la victoria la parte
    media.
    El puente toca ambos desvaríos y en lugar de quedarse en
    ellos los reconcilia y manifiesta su brillantez por haber
    conseguido bandear ambos puntos conflictivos.

    4. La
    Imparcialidad

    Sin desear un exceso de erudición aletargante,
    sólo un último apunte que no debe escapar de
    nuestro análisis.
    Mesótes, se traduce también por imparcialidad o
    neutralidad.
    Realmente, esta significación encumbra, más si
    cabe, la labor griega y con ella la opción tomada por
    Aristóteles en su ética
    Una vez reconciliados los puntos extremos, el "mesótes"
    griego resuena con la limpidez esterilizada de enfrentarnos a un
    juez IMPARCIAL, que va a decidir ante las circunstancias
    cambiantes de la vida.
    Ante las condiciones cambiantes que puede imponernos la vida, las
    palabras de Aristóteles tienen en cuenta la labilidad de
    las infinitas situaciones humanas. En lugar de enunciar una
    ley que admite
    una constelación innominada de interpretaciones llega a
    introducirse en las entrañas mismas de la vida y
    verá los casos particulares. Se aumenta de este modo una
    filosofía más encarnada y menos frágil a las
    interpretaciones de los seres humanos. Es la ley la que juzga
    y no los seres humanos. Es la ley la que define y no las
    interpretaciones de la misma. Sin embargo no deja de ser una ley
    cálida, sin perder su pureza.
    En definitiva el "Justo medio" nos va a remitir a una
    concepción trascendental, al modo platónico de
    qué es lo correcto en ética y qué deja de
    serlo. Lejos de detenerse ahí, encuentra resonancias
    profundas en el ámbito de la polis. La parte media de una
    línea con sus dos extremos definidos.
    Se inicia con el eco del pitagorismo, la matemática, la proporción. Ideas
    estas que no deberían sorprendernos en un autor que en su
    Poética entiende el arte como una
    tecné. Una tecné que deberá respetar ciertas
    normas para
    conseguir su objetivo.
    Intuiciones las precedentes que están en consonancia con
    su lógica
    de consistencia y coherencia casi de artefacto geométrico.
    De este modo, el punto medio, la mediana entre dos rectas, el
    intermedio entre dos dislates, etc… habrán de impregnar
    esencialmente todos los ámbitos y recovecos de su
    Ética. Donde Polignoto pone su ideal matemático en
    la construcción de las figuras griegas,
    Aristóteles crea su ética.
    Esta forma de ver la realidad, se separa un tanto del sujeto,
    para incardinarse en una búsqueda de rigor y objetivismo.
    Pero, aparta el subjetivismo tendencioso que se le podría
    criticar si quedase enmarañado en una ética
    parcialista.
    En la mente del griego refluye belleza. Ésta se expresa en
    lo ordenado, en la medida, y junto a ella se oye el rumor de la
    bondad y, por tanto, el virtuosismo.
    Con la idea del "justo medio" no hace Aristóteles sino
    ubicarse en las coordenadas de su mundo y aplicarlas al
    ámbito de la ética. Fijando un criterio y
    manifestando las desviaciones. Por lo que cuando nuestro
    filósofo cree su ética también estará
    creando belleza, un mundo ordenado, un mundo justo, un mundo
    bueno y, finalmente, un firmamento de virtuosismo alejado de la
    zafiedad a que, con frecuencia, nos compele el desorden de
    apetitos y afectos no razonados.
    De esta forma su obra ética va a buir también ese
    orden y sosiego meditativo incluso en su composición y
    estructuración del texto.
    Por ello, el texto será de ética, pero
    contendrá una cierta musicalidad que nos columbrará
    a una experiencia de belleza, de agrado, de gusto. Lo que desde
    la
    ilustración sería entendido como una
    experiencia estética.
    Lo seguiremos viendo.

    5. La genialidad
    aristotélica.

    Según el punto anterior: ¿Es
    Aristóteles platónico? Y si no lo es
    ¿cuál es su novedad?
    No nos pasa por alto que Aristóteles estudió en la
    escuela
    platónica y que, como tal, estuvo profundamente influido
    por su maestro. La novedad de Aristóteles, como hemos
    acariciado ya, es que supo ENCARNAR todo lo platónico que
    se quedaba demasiado despegado del hombre. Meter
    ese mundo de las ideas que, en ocasiones, se escapaba de las
    manos de los filósofos y introducirlo en los senderos de
    la vida. Y, además, sin que esto suponga
    degradación alguna. No es que las ideas se embarren al
    entrar en el ámbito de lo humano, sino que se patentiza
    tal y como son, con su misma pureza y luz inicial.
    Con esto no hacemos sino volver al aserto de Julián
    Marías,…
    En cualquier caso, ¿cómo es que hacemos esta
    afirmación? ¿de qué libro estamos
    sacando esta información?
    No lo hacemos sino de utilizar el texto a comentar como un
    botón en el amplio panorama abierto por la Ética a
    Nicómaco. Me explico.
    A Aristóteles le interesó el tema del Bien,
    advirtió la importancia de la cuestión de la
    Felicidad. Ambos asuntos con mayúsculas y también
    con minúsculas: le interesó los hombres felices y
    le interesó que el hombre
    tendiera al Bien, le interesó los hombres buenos y que
    el hombre
    tendiera a la Felicidad. Los conceptos si no se mezclan en su ser
    de considerarse como mayúsculas y minúsculas no
    tienen entidad o quedan faltos de la recurrencia de lo
    humano.
    Esta es la soberbia aportación Aristotélica: que la
    bondad es Bondad porque lo es para el hombre, que el
    hombre es bueno porque es posible un concepto de
    Bondad (o Bien, Felicidad, Virtud, o cualquier otra
    extrapolación que deseemos hacer al ámbito de los
    términos manejados por el estagirita).
    Dónde Platón
    pone relatos de mitos, en
    Aristóteles encontramos su obra sazonada por ejemplos,
    como los del primer capítulo de la tercera parte en los
    que se ve obligado un capitán de barco a tirar la
    mercancía, o a no matar a su madre, etc…
    Se respira en Aristóteles el hálito telúrico
    de lo mundano sangre fluyendo
    por sus escritos, el ronroneo de un motorcito humano que vocea al
    mundo inteligible de Platón:
    "¡Eh, vosotras! ¡Magnas ideas griegas! ¡De nada
    servís si no os referís a nosotros, ingratos
    hombres del valle infausto de las alegrías y las
    lágrimas!"
    La devolución de un ámbito propio del hombre que
    con Platón se había arrinconado como algo
    extrínseco al hombre. Un ámbito que sólo
    alcanzábamos por parecido y semejanza, por lo que
    refulgía antes nuestro error que la brillantez de que
    pudiéramos poseer esos tesoros. Precisamente por estar
    esclavizados por un cuerpo que nos envilecía.
    El meteco, padre e hijo de Nicómaco, no sólo no
    renuncia a la pureza intocable de las definiciones de
    Platón sino que las pone en su lugar adecuado para que
    podamos ser infundidos por ellas. Nos acerca una ética a
    la vida misma. No hemos de esperar a despegarnos, tras la muerte, de
    nuestras almas para ser virtuosos. La posibilidad de
    "redención" es posible antes de nuestra
    aniquilación.
    Quizá por este favor podamos ser más férreos
    en nuestras inquisiciones a Aristóteles: elevamos nuestras
    manos e intentamos desgarrar de Aristóteles un "dime de
    una vez qué acciones son
    las justas", "déjate de conjeturas, que no es lo tuyo y
    hazme partícipe de la receta mágica para ser
    virtuoso".
    Desgraciadamente en ética no existen recetas, o
    quizá afortunadamente porque nos obliga a deliberar
    constantemente. Sin embargo, no por ello hemos de renunciar a la
    posibilidad de que la ética sea una cosa de dioses y
    espíritus superiores, porque en tal caso ¿para
    qué hacerla si nunca la alcanzaremos?

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