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Los procesos de integración (página 4)




Enviado por warbaby2112



Partes: 1, 2, 3, 4

Se establece el principio de no discriminación y de igualdad de
oportunidades como una de las directrices básicas de la
política de la UE. El Consejo se compromete a adoptar todo
tipo de medidas contra la discriminación por motivos de sexo, de
origen racial o étnico, religión o
convicciones, discapacidad,
edad u orientación sexual. También se refuerza el
fomento de la igualdad entre hombres y mujeres. 

Como la libre circulación de personas hace
necesario crear sistemas de
información a escala europea,
se refuerzan las garantías de protección de
datos
personales.

La Unión se compromete a establecer
progresivamente un espacio de libertad, de
seguridad y de justicia común. 

Todo lo referido a la libre circulación de las
personas, control de las fronteras exteriores, asilo, inmigración y cooperación judicial
en materia civil pasa a formar parte del "pilar comunitario" en
un proceso gradual de varios años. 

En este sentido, los Acuerdos y el Convenio de Schengen
quedan incluidos en el Tratado. El Reino Unido, Irlanda y
Dinamarca quedan fuera voluntariamente y, por tanto, se reservan
el derecho de ejercer controles sobre las personas en sus
fronteras. 

Un importante avance ha sido el que cuatro grandes
países europeos, España, Italia, Alemania y
Francia, acordaron el 28 de julio del 2000 la eliminación
de la obligación de obtener un permiso de residencia a los
ciudadanos de la UE. La medida se aplica a todos los nacionales
comunitarios aunque no haya reciprocidad.

La cooperación policial y judicial en materia
penal –racismo y
xenofobia, terrorismo,
tráfico de drogas y
armas, trata
de seres humanos y delitos contra
los niños,
corrupción
y fraude– siguen
incluidos en el "tercer pilar" de Justicia y Asuntos de Interior,
y por tanto son materia de cooperación intergubernamental.
Se fijan diversos objetivos como facilitar la colaboración
entre las autoridades judiciales, facilitar la extradición
entre Estados miembros, y fomentar la colaboración
policial. Así, se establece un programa gradual de fomento
de las actividades de la Europol u Oficina Europea
de Policía.

La Unión y el ciudadano

Además de desarrollar el concepto de
ciudadanía europea, el Tratado recoge diversas medidas que
tratan de poner al ciudadano común en el centro de las
preocupaciones de la Unión:

  • Se introducen medidas que fomentan la
    intervención comunitaria en la lucha contra el
    desempleo, el respeto del
    medio ambiente y la protección de los
    consumidores.
  • Se garantiza el derecho de todos los ciudadanos a
    acceder a los documentos de
    las instituciones de la UE y a comunicarse con ella en
    cualquiera de las doce lenguas oficiales de la Unión
    español, portugués,
    francés, italiano, inglés, irlandés o gaélico,
    neerlandés, alemán, danés, sueco,
    finlandés y griego-.

Política exterior común

La dramática ruptura de Yugoslavia y la vuelta de
la guerra al continente europeo ha mostrado la urgente necesidad
de que la Unión se halle en condiciones de actuar y
prevenir, y no solamente reaccionar ante los acontecimiento
exteriores. La crisis yugoslava puso de nuevo en evidencia la
debilidad de los estados europeos cuando reaccionan de manera
dispersa ante una crisis internacional.

El principal problema de la política exterior y
de seguridad común puesta en marcha por el Tratado de
Maastricht es la evidente desproporción que hay entre unos
objetivos ambiciosos y los medios escasos
con los que cuenta la Unión para llevarlos a
cabo.

La principal novedad que introduce el tratado es la
creación de lo que los periodistas han denominado el Sr.
PESC. Javier Solana, antiguo ministro español y
ex-secretario general de la OTAN, fue en 1999 el primer europeo
designado para este puesto. El Alto Representante para la PESC,
que tienen también el cargo de Secretario General del
Consejo de la UE, es el encargado de asistir al Consejo en las
cuestiones que correspondan a la PESC y de contribuir a la
formulación de una política exterior comunitaria.
Su principal función es
la de personificar en un cargo concreto la
aún naciente política exterior y de seguridad de la
Unión.

En el terreno de la defensa el Tratado simplemente
plantea, como objetivos a largo plazo, la adopción
de un política de defensa común. La
creación del denominado Euroejército en 1992 fue un
tímido paso hacia una política de defensa
común.

La reforma de las instituciones
comunitarias

En la perspectiva de la aún pendiente reforma
institucional, totalmente necesaria ante la ampliación de
la UE a los países de Europa central y oriental, el
tratado de Ámsterdam ha ampliado las competencias del
Parlamento europeo, ha introducido algunas reformas en el
funcionamiento de la Comisión y el Consejo de la UE y ha
reforzado las funciones del Tribunal de Cuentas, del
Comité Económico y Social y del Comité de
las Regiones.

Un hecho clave es que se ha abierto la posibilidad de lo
que se ha venido en denominar "cooperación reforzada"
entre algunos estados miembros. Es decir, la posibilidad de que
un grupo de
países que quieran ir más lejos de lo previsto en
los Tratados en la integración en diversos aspectos,
puedan hacerlo en el marco de la Unión Europea. Se trata
en definitiva de que el ritmo de la integración no lo
marquen los países más reacios a la
integración, y que aquellos Estados deseosos de ceder
más competencias a la Unión puedan caminar
más rápidamente en el camino de la unidad. Los
periodistas han denominado a la Europa que surge de la
aplicación de estas "cooperaciones reforzadas" de muy
diversas maneras: Europa "a la carta", Europa
"de distintas velocidades", o la Europa "de geometría
variable" (Wessels, 1997: 83).

La conciencia de la
insuficiencia de las reformas institucionales acordadas hizo que
en el mismo tratado se acordara la convocatoria de una
Conferencia intergubernamental, para hacer una revisión
general de las instituciones de la Comunidad, antes de que la
Unión llegue a tener más de veinte
miembros.

El Tratado de Niza

La Conferencia Intergubernamental  de los
países miembros de la Unión tenía como
principal desafío poner las bases de una Unión
ampliada hacia el este. A los doce países del este y el
Mediterráneo que ya habían iniciado negociaciones
–Chipre, la República Checa, Estonia,
Hungría, Polonia y Eslovenia, en una primera tanda,
Bulgaria, Letonia, Lituania, Malta, Rumania y Eslovaquia-, en un
segundo grupo,
había que añadir a Turquía. La candidatura
de este país euroasiático y musulmán fue
oficialmente admitido en el Consejo Europeo de Helsinki en
diciembre de 1999, aunque las negociaciones se pospusieron hasta
que el gobierno de Ankara no cumpliera los criterios
políticos de acceso en todo lo referido a la
protección de minorías y respeto de los derechos
humanos. El problema kurdo, evidentemente, estaba en la mente de
los negociadores europeos.

En esta perspectiva y en un ambiente de no demasiado
optimismo, la agenda de la cumbre de Niza tenía estos
puntos principales:

  • Para evitar que la futura Unión de 27 o 28
    miembros quede bloqueada es necesario reducir
    drásticamente el número de decisiones que
    necesitan la unanimidad de todos los miembros. La
    Comisión propuso que el sistema de mayoría
    cualificada se convierta en la norma general.
  • La reducción del número de comisarios,
    necesidad impuesta por la ampliación.
  • La reponderación del voto de cada país.
    La ampliación y la necesidad de tener en cuenta el peso
    demográfico de los países, esencialmente el de
    Alemania, imponían esta reforma.
  • La "proclamación" de la Carta de Derechos
    Fundamentales de la Unión Europea.
  • El debate
    previo hacía prever que durante la cumbre se iban
    producir diversos choques:
  • Alemania trataría de conseguir más
    votos en el Consejo de Ministros de la UE. Francia, pese a
    tener 59 millones de habitantes frente a los 82 de Alemania, se
    negaba a romper el equilibrio
    de poder en el que se había sustentado la Unión
    desde sus orígenes.
    • Algo similar pretendía Holanda –15 millones de
      habitantes- frente a Bélgica –10 millones-. El
      gobierno de Bruselas se negaba en rotundo a perder el
      equilibrio de poder con su vecino del
      norte.
  • La obligada reducción del número de
    comisarios implicaba, según los "países grandes",
    Alemania, Francia, Reino Unido, Italia y España, el que
    los "países pequeños" se quedaran sin un
    comisario fijo en la Comisión. Estos países se
    negaban en rotundo a esta posibilidad.
  • La Comisión intentaba reducir el poder del
    Consejo. Se afirmaba que había que acabar con "la
    cultura del
    veto". Los Gobiernos nacionales, representados en el Consejo,
    se negaban a perder su poder de veto en los grandes asuntos
    como fiscalidad, inmigración, cohesión, seguridad
    social, etc.

Los observadores han señalado casi
unánimemente que en el arduo debate que
tuvo lugar en la cumbre de Niza entre los representantes de los
países miembros primó el interés nacional y
faltó una visión realmente europea que superara las
ambiciones concretas de cada nación.
No obstante, tras muchos tiras y aflojas, se mantuvo la
tradición de la Unión: finalmente se llegó a
un acuerdo. Para los más optimistas, es la única
manera realista de ir avanzando. Para los más pesimistas,
el impulso europeo está cediendo fuerza.

En 26 de febrero del 2001, los líderes europeos,
reunidos de nuevo en la capital de la Costa Azul, procedieron a
la firma del Tratado de Niza.

El presidente francés, Jacques Chirac, y
presidente en ejercicio de la Unión Europea durante ese
semestre, el primer ministro sueco Goran Persson, hicieron
declaraciones en las que insistieron en negar la
afirmación de que "el espíritu europeo no
sopló en Niza". Para ambos, el tratado es suficiente y
realista y abre el paso a la incorporación de nuevos
países a partir del 2002.

El ministro de asuntos exteriores alemán Joscka
Fischer ha puesto de nuevo en el tapete el asunto de fondo: la
necesidad de elaborar una Constitución Europea que
sistematice, clarifique e impulse el proceso de
integración.

El alejamiento existente entre la dinámica
institucional hacia una mayor unidad europea y la opinión
popular ha vuelto a ponerse de manifiesto y, en este caso, de
forma sorpresiva. 

Pese a la campaña en favor de todos los partidos
políticos importantes, los irlandeses rechazaron en
referéndum ratificar el Tratado de Niza en junio del
2001.

Con una escasa participación electoral, el 53.87%
de los irlandeses rechazaron el Tratado de Niza. El resultado de
este referéndum abre interrogantes sobre el proceso de
ampliación, aunque el gobierno de Dublín se
apresuró a prometer una renegociación en un segundo
referéndum que podría abrir paso a cláusulas
excepcionales para Irlanda.

El éxito de la campaña en contra
desarrollada por los Verdes y varios grupos de izquierdas y
Organizaciones
No Gubernamentales ha vuelto a demostrar la creciente
desconfianza de los ciudadanos europeos por el déficit
democrático de la UE.

CONCLUSIONES

Luego de finalizado el presente trabajo y una vez
profundizado en los conceptos de Funcionalismo e
Integración como objetos de estudio del mismo, podemos
afirmar, en teoría, que los procesos de integración
–principalmente en sus aspectos económicos- debieran
seguir una lógica
bastante clara, partiendo desde lo que denominamos como una zona
de libre comercio, hasta llegar a lo que se conoce como una
unión económica y monetaria, para posteriormente
dar un paso bastante mas difícil hacia lo que sería
la unión política, lo que implica entre otras cosas
la creación de instituciones supranacionales, es decir,
con la atribución de dictar normas
obligatorias para los Estados y cuya aplicación sea
inmediata y prevalente, producto de una voluntad de ceder grados
de soberanía, siendo esto ultimo una de los
aspectos polémicos y que hace difícil el avanzar en
la integración.

Lo anterior encuentra su explicación
lógica en los planteamientos que nos entrega la
teoría funcionalista de las relaciones
internacionales en su condición de teoría de la
integración, la cual contiene fuertes rasgos federalistas
aunque no lo expresa de manera explícita ya que al menos
en el mediano plazo no se plantea la desaparición de los
Estados sino que los hace parte del proceso. El carácter
evolutivo y dinámico del proceso es posible de explicar
por medio del concepto de "derrame" a partir del cual se produce
la ampliación de la integración hacia sectores que
en una primera fase no se contemplan en los proyectos
integrativos iniciales.

Las afirmaciones del párrafo
anterior encuentran reafirmación en una mirada a primera
vista de lo que constituye el proceso de integración
europea iniciado a partir de la firma del Tratado de la CECA en
1951 y la posterior evolución hacia la actual Unión
Europea, donde a partir de la integración de las
industrias del carbón y del acero, se ha llegado a incluir
en la actualidad temas tales como la ciudadanía europea,
los asuntos de justicia interior y una política exterior y
de seguridad común.

Según lo visto en el segundo capítulo de
este trabajo, primero es necesario reconocer que la
integración es posible gracias a una voluntad manifiesta o
explícita por parte del poder político de cada uno
de los Estados que se hacen partícipes de un proceso de
integración. Lo anterior nos lleva a afirmar que la
integración es un proceso esencialmente político
–por tanto una de sus características es la presencia del
conflicto-, siendo este último un elemento que está
presente durante todo el proceso integrativo independientemente
del grado al que se llegue o se quiera llegar. Esto se ve
reflejado en las diferencias de opinión entre los Estados
partes del proceso de integración europea respecto del
alcance que debiera adoptar la evolución europea,
dividiéndose las opiniones entre federalistas y
unionistas.

Si bien el elemento político es de gran
importancia, no es posible considerarlo como una variable
aislada, ya que, de manera obligada debemos considerar otros
factores que complementan lo que hasta ahora hemos
dicho.

Complementario a la voluntad política, creemos
necesario el surgimiento de un sentido de identidad que
emane desde la sociedad –desde el ciudadano común
hasta las cúpulas de poder- para con el proceso y las
nuevas estructuras
que éste vaya creando –recordemos que a medida que
se avanza en la integración, se debieran crear
órganos supranacionales encargados de la
coordinación de las políticas comunes de la
comunidad que se ha formado-; esta identidad o en cierta medida
traspaso de lealtades, produce que los grupos opositores al
esquema de integración, estén menos dispuestos a
atacar de manera frontal la evolución del proceso,
permitiendo que éste sea más
dinámico.

El proceso de integración europeo, si bien no ha
estado exento de problemas, se ha visto reforzado
basándonos en lo que hemos dicho hasta el momento, por la
capacidad de los gobiernos de los Estados miembros de alcanzar
niveles satisfactorios de consenso a pesar de las diferencias
existentes entre ellos. Aunque es necesario destacar que mientras
más se quiere avanzar en la integración, se
presentan mayores dificultades para alcanzar acuerdo.

Otro factor que ha dificultado el avanzar hacia lo que
sería una unión política, es la escasa
participación de los ciudadanos europeos en la
única instancia de representación directa que
contempla la Unión –el Parlamento Europeo-, lo que
estaría suponiendo un débil traspaso de lealtades
por parte del ciudadano común para con el proceso de
unión, lo que nos lleva a afirmar que solo bastaría
con que exista voluntad por parte de los gobiernos para poder
llevar a cabo la integración. Ahora, si miramos el caso de
MERCOSUR, nos encontramos con la existencia de la voluntad
política por parte de los gobiernos, pero con un proceso
de integración claramente en decadencia, lo que nos lleva
a afirmar que la voluntad política es una condición
necesaria pero no suficiente para llevar a cabo de manera exitosa
la integración.

Un proceso de integración, ya sea en sus aspectos
tanto políticos como económicos, se hace mucho mas
difícil en presencia de factores como la asimetría
económica entre las partes del proceso –el ejemplo
más cercano es el caso de América Latina con el
MERCOSUR-, el subdesarrollo
como complemento de lo anterior y por tanto la inestabilidad
producto entre otras cosas del descontento social que se
manifiesta en forma de violencia, la escasa capacidad de
adaptación a los cambios y la incapacidad de las
élites de llevar a cabo un proyecto común de
integración. Lo anterior visto desde una perspectiva
funcionalista, se constituye en un obstáculo al proceso de
derrame que supone la integración funcionalista. En este
sentido nos es fácil entender el porqué del
éxito en el proceso de integración de Europa, ya
que precisamente los Estados que iniciaron el proceso y los que
posteriormente se fueron integrando, en su mayoría se
caracterizan por ser países industrializados, con
economías más o menos simétricas, con una
alta capacidad de adaptación por su condición de
países desarrollados y por último con una
élite que es capaz de complementarse y alcanzar
acuerdos.

Según lo anteriormente expuesto creemos que por
un lado, la teoría funcionalista tal como se plantea en el
primer capítulo de este trabajo, no es aplicable de manera
universal, siendo el proceso de integración de la
Unión Europea el que quizás mejor se
adapta.

Por otro lado, también es posible afirmar que no
existe un modelo
único de integración a seguir como muchos
podrían pensar al observar el proceso envidiable que ha
vivido Europa, sino que se deben crear modelos que
consideren y se adecuen a la realidad de cada región y a
las características de los miembros que forman
parte del proceso integrativo, donde cobra gran importancia el
tener bien definidos los objetivos estratégicos del
Estado, los cuales son un reflejo de los intereses
nacionales.

Si bien, hemos dejado más o menos claro las
diferencias que existen entre los conceptos de integración
y globalización, optamos por afirmar que ambos conceptos
se complementan en forma positiva y que hoy más que nunca
podemos decir que la integración es una respuesta para
enfrentar en una mejor posición negociadora el proceso de
globalización. Un ejemplo de lo anterior, es que en la
actualidad la única potencia
política capaz de hacerle el peso a los Estados Unidos es
la Unión Europea como bloque político y
económico.

Según lo planteado en el párrafo
anterior, el funcionalismo al menos en términos
teóricos, se adecua bastante bien en sus postulados a las
características económicas –interdependencia
cada vez mayor entre diversas áreas- del mundo
actual.

Finalmente, la principal y gran critica que se puede
hacer al funcionalismo, es su poca capacidad de adaptación
a la hora de aplicarla a la realidad del mundo actual, incluso
por parte de su sucesora, el neofuncionalismo, debido a que ambas
desde sus inicios han estado fuertemente influenciadas por el
proceso de integración que se vive en Europa.

La mejor opción a la hora de entender y explicar
los fenómenos que se suceden en la realidad mundial
actual, es adoptar una visión ecléctica,
entendiendo que las teorías
de las relaciones internacionales son necesariamente
complementarias y no excluyentes.

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Adolfo Barrera Fuentealba

Licenciado en Ciencias
Políticas y Gestión publica

Partes: 1, 2, 3, 4
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