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Gramsci y la formación política de los revolucionarios




Enviado por elmagosantiago



    1. Su ejemplo
      militante
    2. La importancia de los
      cuadros
    3. La lucha política como el
      gran educador de la militancia

    Su ejemplo
    militante

    Visto desde los pragmáticos 2000, la figura de
    Antonio Gramsci resalta como la de un verdadero antihéroe,
    o dicho con el cruel lenguaje que
    utilizan los cultores del pragmatismo
    político, como la de un típico
    "perdedor".

    Derrotados los esfuerzos por transformar la
    rebelión obrera de Turín de 1920 en una
    sublevación nacional debe presenciar el ascenso al
    poder (con
    claro respaldo de amplios sectores obreros y populares) del
    fascismo y su
    líder
    Mussolini en 1922. Perseguido y encarcelado ("hay que impedir
    que este cerebro
    funcione
    " pidió el fiscal en el
    juicio) pasa los últimos años de su vida aislado
    hasta de su propio partido. Ni siquiera su mujer se atreve a
    abandonar de Moscú para acompañarlo. Es "liberado"
    tres días antes de su muerte, en
    .abril de 1937.

    No es la suya una muerte heroica
    en el sentido clásico del termino. No murió como el
    Che o Santucho peleando con las armas en las
    manos; ni fusilado por sus enemigos como Julius Fuzik o nuestro
    Alberto Cafaratti; ni aplastado su cerebro por un
    garrote como Rosa Luxemburgo o Karl Liebcknet.

    Murió fuera de la cárcel, en la cama, casi
    en soledad,. Y sin embargo su ejemplo de vida nos es
    imprescindible como altura a conquistar por quienes aspiramos a
    convertirnos en militantes revolucionarios.

    Yo creo que el Gramsci de los Cuadernos de la
    Cárcel es el que nos hace mucha falta. Es un
    revolucionario que resiste al triunfalismo del fascismo y que
    para ser útil, en la cárcel, casi sin libros y
    sometido a la censura, va a remontarse a lo más profundo y
    verdadero del pensamiento
    marxista para rescatarlo del dogmatismo que comenzaba a ahogarlo.
    No es solo por lenguaje
    carcelario que prefiere denominarlo "la filosofía de la
    praxis".

    Hay que imaginarlo a Gramsci en esos años de
    encierro reflexionando y haciendo anotaciones en las dos mil
    ochocientos cuarenta y ocho páginas de sus cuadernos sobre
    los camino de la victoria mientras tras los muros era notorio el
    descenso de la ola revolucionaria pos/Octubre, la derrota de los
    intentos insurreccionales y el ascenso de gobiernos fascistas en
    Italia, en
    Alemania, en
    Hungría y en Polonia; el cerco a que se ve sometida la
    revolución
    rusa y los graves problemas que
    ya se revelaban en ella.

    Como el político práctico que es, va a
    concentrarse en los problemas que
    permitan una estrategia de
    resistencia y de
    rearme de las fuerzas diezmadas. Así van a ir surgiendo
    una serie de conceptos enriquecedores del marxismo que
    aún nos son absolutamente precisos y útiles: una
    concepción mucho más compleja e integral del
    estado, la
    idea de la hegemonía y de la necesidad de pasar de una
    "guerra de
    maniobras" (el asalto a las ciudadelas del poder) a una
    "guerra de
    posiciones" (la construcción de la contrahegemonía
    en cada poro de la sociedad) donde
    la valoración de lo cultural como elemento fundamental
    para el sistema de
    dominio
    cotidiano y el papel de los
    intelectuales "orgánicos" a cada clase es
    fundamental.

    Pero su carácter
    de político práctico no se refiere solo a los focos
    de atención de la reflexión gramsciana,
    también se verifican en el método de
    apoyarse permanente en la propia experiencia de las masas, y en
    su propia experiencia desde el "Ordine Nuovo" y el Partido
    Comunista de Italia, del cual
    fuera uno de sus fundadores y principal dirigente, algo que
    gustan olvidar quienes han intentado "apropiarse" de la herencia
    gramsciana para fundamentar un posibilismo que el propio Gramsci
    repudiaba con toda su inteligencia.

    "El realismo
    político "excesivo" (y por consiguiente superficial y
    mecánico) conduce frecuentemente a afirmar que el hombre de
    Estado debe
    operar sólo en el ámbito de la "realidad efectiva",
    no interesarse por el "deber ser" sino únicamente por el
    "ser". Lo cual significa que el hombre de
    Estado no debe tener perspectivas que estén más
    allá de su propia nariz".

    "El político de acción es un creador, un
    suscitador, más no crea de la nada ni se mueve en el
    turbio vacío de sus deseos y sueños. Se basa en la
    realidad efectiva, pero, ¿qué es esta realidad
    efectiva? ¿es quizás algo estático e
    inmóvil y no sobre todo una relación de fuerzas en
    continuo movimiento y
    cambio de
    equilibrio?
    Aplicar la voluntad a la creación de un nuevo equilibrio de
    las fuerzas realmente existentes y operantes, fundándose
    sobre aquella que se considera progresista y reforzándola
    para hacerla triunfar, es moverse siempre en el terreno de la
    realidad efectiva, pero para dominarla y superarla (o contribuir
    a ello). El "deber ser" es por consiguiente lo concreto o
    mejor, es la única interpretación realista e
    historicista de la realidad, la única historia y filosofía
    de la acción, la única política."

    Y ese "deber ser", tan parecido al factor subjetivo
    guevarista de los años ‘60, es el que hoy resalta
    entre tanto posibilismo y tanto culto al oportunismo
    marcándonos un primer elemento decisorio en la
    formación de los cuadros.

    Ocurrió con Gramsci lo que él había
    analizado que había ocurrido con Maquiavelo: "El
    maquiavelismo, al igual que la política de la
    filosofía de la praxis ha servido para mejorar la
    técnica política tradicional de los grupos dirigentes
    conservadores; pero esto no debe enmascarar su carácter
    esencialmente revolucionario"; en todo caso nos corresponde
    asumir la parte que nos corresponde en la demora por apropiarnos
    de Gramsci y sus aportes teóricos facilitando la labor de
    tantos Portantiero y Aricó.

    La importancia de
    los cuadros

    En la visión de Gramsci, los cuadros constituyen
    el elemento fundamental de un partido político
    revolucionario: "Se habla de capitanes sin ejercito, pero en
    realidad es más fácil formar un ejercito que formar
    capitanes. Tan es así que un ejercito ya existente
    sería destruido si le llegasen a faltar los capitanes,
    mientras que la existencia de un grupo de
    capitanes, acordes entre sí, con fines comunes, no tarda
    en formar un ejercito aún donde no existe"

    Lejos de un burdo militarismo, la metáfora
    gramsciana tiene que ver en primer lugar con la ideología, con la cultura. Al
    reflexionar sobre los caminos para la instalación de un
    nuevo sentido común en las amplias masas, afirma que el
    rol principal le cabe a aquellos cuadros capaces de estar al
    mismo tiempo en lo
    más profundo de la masa y en la estructura del
    partido: "trabajar para suscitar elites de intelectuales de un
    tipo nuevo, que surjan directamente de la masa y que permanezcan
    en contacto con ella, para llegar a ser las "ballenas del
    corsé"

    Conviene revalorizar este pensamiento
    gramsciano en un ambiente
    social donde tanto se ha hecho para desprestigiar la causa de la
    revolución, a las organizaciones
    políticas que se proponen aportar a
    construir vanguardia
    revolucionaria y a los propios militantes
    revolucionarios.

    En el caso concreto del
    Partido Comunista es notorio que hemos sufrido una sangría
    de casi diez años de perdidas de cuadros formados durante
    años, y ello por diversas circunstancias. Cierto que
    algunos fueron afectados por la persistencia en la
    violación de la democracia
    partidaria, pero los más quedaron aferrados a los
    conceptos dogmáticos que orientaron al partido durante
    largos períodos de reformismo y seguidismo a los proyectos
    burgueses de desarrollo
    nacional. Otros, al romperse el mecanismo del "optimismo
    histórico" fatalista y vulgar que los había
    sostenido por años, se quebraron como tiernas hierbas al
    viento.

    Es interesante como Gramsci analiza estas cuestiones:
    "cuando no se tiene la iniciativa en la lucha, y cuando la lucha
    misma termina por identificarse con una serie de derrotas, el
    determinismo mecánico se convierte en una fuerza
    formidable de resistencia
    moral, de
    cohesión, de perseverancia paciente y obstinada…" "He
    sido vencido momentáneamente, pero la fuerza de las
    cosas trabaja para mi y a la larga…" etc. La voluntad real se
    disfraza de acto de fe en cierta racionalidad de la historia, en una forma
    empírica y primitiva de finalismo apasionado, que aparece
    como un sustituto de predestinación, de la providencia,
    etc., de las religiones
    confesionales……..es menester poner de relieve que el
    fatalismo no es sino la forma en que los débiles se
    revisten de una voluntad activa y real. He ahí por
    qué es necesario siempre demostrar la futilidad del
    determinismo mecánico, el cual, explicable como
    filosofía ingenua de la masa y, sólo como tal,
    elemento intrínseco de fuerza, cuando es elevado a
    filosofía reflexiva y coherente por los intelectuales, se
    convierte en causa de pasividad, de imbécil
    autosuficiencia….

    Uno de los principales motivos de quiebre, de
    desaliento, de abandono de las filas partidarias ha sido el tema
    de la historia del partido, y los temas históricos, en
    general, debido a las deformaciones reformistas que afectaran a
    nuestro partido por largos periodos de su historia.

    El marxismo
    argentino tiene todavía demasiadas cuentas
    pendientes con la historia. Afectado por décadas de un
    positivismo
    extremo que lo condujo, en los temas de historia, al más
    crudo liberalismo;
    los intentos de resolver todos los problemas de
    interpretación marxista de la historia nacional asumiendo
    la visión simétrica del revisionismo no
    sirvió para el propósito declarado.

    Si el liberalismo
    positivista tiene una visión apologética del
    desarrollo de
    las fuerzas productivas, no importa en que condiciones se realiza
    y quien se beneficia del mismo; el revisionismo de corte
    nacionalista haría lo mismo con cualquier movimiento
    político que lograra poner en movimiento a las masas
    populares y oprimidas juntando en la misma bolsa a Felipe
    Várela con Rosas o a
    Perón
    con Irigoyen y a Evita con Tosco.

    Algo parecido nos pasó con respecto a nuestra
    propia historia: muchos pasaron de sostener la triunfalista
    "historia rosa" que contaban el Esbozo de Historia del Partido
    Comunista (Anteo, 1948) o el libro "El
    Partido Comunista" de Oscar Arevalo, 1983, a una actitud de
    negación total que llega al colmo de pretendernos
    cómplices de la dictadura militar
    a quienes fuimos sus víctimas y enemigos.

    Hay una recomendación metodológica de
    Gramsci que creo imprescindible al momento de analizar nuestra
    propia historia: "Un partido habrá tenido mayor o menor
    significado y peso, justamente en la medida en que su actividad
    particular haya pesado más o menos en la
    determinación de la historia de un país. He
    aquí por qué del modo de escribir la historia de un
    partido deriva el concepto que se
    tiene de lo que un partido es y debe ser. El sectario se
    exaltará frente a los pequeños actos internos que
    tendrán para él un significado esotérico y
    lo llenarán de místico entusiasmo. El historiador,
    aún dando a cada cosa la importancia que tiene en el
    cuadro general, pondrá el acento sobre todo en la eficacia real del
    partido, en su fuerza determinante, positiva y negativa, en haber
    contribuido a crear un acontecimiento y también en haber
    impedido que otros se produjesen"

    Bien pensada la cuestión aparece la misma base
    metodológica, "el sectarismo", tanto de quienes
    creían ver en el Partido Comunista el único
    portador del "marxismo leninismo", la fuerza política
    infalible que estaba detrás de cada lucha y que
    allí donde no estuviera no podía hablarse de
    acción revolucionaria alguna como en quienes nos adjudican
    la responsabilidad de todas las derrotas, de todos
    los errores, de todas las limitaciones del movimiento
    revolucionario.

    Fuera de los documentos y
    declaraciones de algunos de los dirigentes de entonces, la
    acción real de los militantes comunistas organizados se
    inscribe nítidamente en el campo de las acciones
    antidictatoriales como lo sabe cualquiera que estudie la
    génesis real de las luchas obreras de aquellos
    años, o la formación y funcionamiento de los
    organismos de derechos humanos
    y su heroica lucha de entonces.

    Claro que no conviene subestimar la dimensión que
    tuvieron aquellos errores, continuación exagerada de otros
    errores acumulados durante años que impidieron construir
    alternativa política. Errores que, antes de llegar a la
    política cotidiana, se habían alimentado de
    lecturas dogmáticas del marxismo, de miradas liberales de
    la historia, y de visiones conspirativas de la lucha de
    clases.

    Y es que los aparentes pequeños errores en
    filosofía y teoría
    marxista se convierten en enormes desencuentros con la historia
    cuando se llega a la política, como nos ocurrió en
    1945 (Unión Democrática), en 1976 (ausencia de
    análisis de clase de la dictadura
    fascista) o en 1983 (voto a Luder y Herminio Iglesias) para citar
    los ejemplos más notorios y dolorosos.

    Hemos dicho, y queremos insistir en ello ahora, que no
    estamos haciendo juicios morales o éticas sino
    valoraciones de eficiencia en la
    lucha revolucionaria. Y es que el proyecto de
    partido autoproclamado vanguardia que
    construía un frente democrático nacional al que
    convocaba a una supuesta burguesía nacional (y sus
    representaciones políticas)
    con el objetivo
    declarado de transitar un proceso
    institucional y pacífico de transformaciones por etapas,
    resultó altamente ineficiente.

    Una nueva estrategia de
    poder, como la que pretendemos fundar desde la concepción
    de poder popular, requiere de una nueva mirada a la historia de
    las luchas obreras y de los proyectos
    revolucionarios que se han desplegado en nuestras tierras,
    incluyendo la historia del Partido Comunista por
    cierto.

    La lucha
    política como el gran educador de la
    militancia

    Para Gramsci la elaboración de un nuevo
    pensamiento no es precisamente un asunto académico: "Crear
    una nueva cultura no
    significa solo hacer individualmente descubrimientos
    "originales"; significa también, y especialmente, difundir
    verdades ya descubiertas, "socializarlas", por así decir,
    convertirlas en base de acciones
    vitales, en elemento de coordinación y de orden intelectual y
    moral. Que una
    masa de hombres sea llevada a pensar coherentemente y en forma
    unitaria la realidad presente, es un hecho "filosófico"
    mucho más importante y "original" que el hallazgo por
    parte de un "genio" filosófico" de una nueva verdad que
    sea patrimonio de
    pequeños grupos de
    intelectuales".

    Obsesionado por comprender la compleja realidad italiana
    de principios de
    siglo, se pregunta: "¿Por qué y cómo se
    difunden, y llegan a ser populares, las nuevas concepciones del
    mundo?"

    "La forma racional, lógicamente coherente;
    la amplitud del razonamiento que no descuida ningún
    argumento positivo o negativo de cierto peso, tienen su
    importancia, pero están lejos de ser decisivas; pueden ser
    decisivas de manera subordinada, cuando determinada persona se halla
    ya en crisis
    intelectual y vacila entre lo viejo y lo nuevo, ha perdido la fe
    en lo viejo sin decidirse todavía por lo nuevo, etc. Lo
    mismo puede decirse de la autoridad de los pensadores y
    científicos. Ella es muy grande en el pueblo. Pero en
    rigor, cada concepción del mundo tiene sus pensadores y
    científicos que poner por delante, y la autoridad se
    halla dividida".

    "Se puede concluir que el proceso de
    difusión de las nuevas concepciones se realiza por razones
    políticas
    , es decir, en última instancia,
    sociales, pero que el elemento autoritario y el organizativo
    tienen en este proceso una función
    muy grande, inmediatamente después de producida la
    orientación general, tanto en los individuos como en los
    grupos numerosos."

    Pero comprende, enseña, que los hombres no
    aceptarán las nuevas ideas sino desde un lugar compartido
    con los difusores de la nueva concepción, y ese lugar no
    es otro que el de la militancia común en defensa de sus
    derechos y
    reivindicaciones. Dicho de otro modo, el "sentido
    común
    " reaccionario podrá ser modificado en el
    transcurso de la propia experiencia de luchas de las masas, si
    reciben –en ese proceso y no desde fuera de él- el
    debate
    necesario que derrote los valores y
    concepciones instaladas por quien domina en la sociedad y la
    economia..

    La gran paradoja para la izquierda revolucionaria es que
    el enemigo, para garantizar el dominio en el
    plano de la economía (para
    realizar la reproducción ampliada del capitalismo en
    palabras de Carlos Marx)
    acude a la lucha cultural donde instala una dictadura del
    pensamiento, un monopolio de
    la circulación de ideas y productos
    culturales casi obsesiva; pero para romper ese dominio cultural
    la izquierda debe ir a la lucha política, pues es en ese
    terreno donde se puede confrontar con los valores
    conservadores y las ideas de derecha que hoy nos
    agobian.

    ¿Por qué falló
    históricamente la izquierda en insertar el proyecto
    revolucionario en el sujeto social del cambio? No por
    falta de aptitud de organizar la lucha reivindicativa, ni por
    falta de "inserción social" como vulgarmente se afirma,
    sino por falta de política revolucionaria, por realizar
    demasiadas concesiones al "sentido común" reaccionario,
    por falta de enjundia en la defensa de los principios
    revolucionarios. En pocas palabras, no por exceso de
    política, sino por falta de ella.

    Y para esa lucha política se requieren militantes
    capaces de debatir y derrotar a los grandes popes de la
    televisión y los diarios; militantes que sigan aquel
    consejo con que el Ordine Nuovo encabezaba su primer
    número: "Instruyanse, porque necesitaremos toda nuestra
    inteligencia.
    Conmuévanse porque necesitaremos todo nuestro entusiasmo.
    Organícense, porque necesitaremos toda nuestra
    fuerza"

     

    José Ernesto Schulman

    Director de la Escuela Nacional
    de Cuadros

    del Partido Comunista

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