- Prólogo
- La duda
- S.O.S
- Mmmm
- Implantemos
- Paciencia
- "No hay mal que por bien no
venga" - Hablemos de
él - Dulce
María - Comentarios y
sugerencias - Sueños
- Aquí, ahora y
siempre - Ultima hora
- Epílogo
¿Tú estás sordo? Es una
expresión usada muchas veces por la sociedad en
diferentes situaciones, pero muy poco conocida en cuanto a la
explicación que conlleva el déficit de la
sordera.
La sordera es una alteración no visible, un
déficit oculto, cuyas causas, consecuencias y soluciones
tienen poca difusión, esto ha incidido notablemente en el
desconocimiento de su problemática por parte de la
sociedad y por
supuesto en la integración del sordo al mundo del
oyente.
Es así como vemos que a través de la
historia, el
sordo ha estado
relegado y marginado de una participación activa en la
sociedad. Recién en la dos últimas décadas
ha habido una creciente y real preocupación por parte de
los padres y de los profesores por brindarles una educación que les
permita un mejor desarrollo
integral, valorándolo como personas, empezando a
reconocerle los mismos derechos que los
oyentes.
Estoy consciente del desafío que esto representa,
pero como padres sabemos que aquellos hijos que más
dificultad nos plantean, son generalmente los que más
satisfacciones y alegría nos brindan.
Dulce María Monroy de
León
En una oportunidad me invitaron a participar en un curso
diplomado para padres dictado por la John Tracy Clinic y la
Cochlear Corporation en las instalaciones de la Universidad
Metropolitana.
Como sabía que la información suministrada por esos
profesionales era de primera calidad, no
dudé un segundo en asistir.
Al inicio del taller y después de las palabras de
bienvenida, una de las exponentes contó una historia que hasta el
día de hoy la llevo presente en mi corazón,
la reflexión fue tan hermosa que logró renovar mis
esperanzas de continuar con más fuerza y
dedicación la tarea que la vida me había
encomendado, porque al analizar bien este relato me daba cuenta
que nunca había aceptado realmente mi
situación.
Dicha exposición, palabras más palabras
menos, decía lo siguiente:
"Tener un hijo es comparable
con un viaje a Italia"
Y a continuación comenzaba a describir las
maravillas y contrastes que existían en sus ciudades.
Tener un hijo es semejante a un paseo en góndola a
través de los canales de la gran Venecia. Es como visitar
el Vaticano en la majestuosa Roma para darle
de comer a las palomas en la plaza San Pedro, pasando luego a
disfrutar de un suculento plato de pasta a la Napolitana
acompañado del excelente vino de las bodegas que existen
en Castells Gandolfo. Todo esto lo íbamos oyendo con los
ojos cerrados, sintiendo los olores, observando los colores,
inventando paisajes como si realmente estuviésemos
allí.
Y así, mientras el tiempo
transcurría, nuestra imaginación seguía
divagando en lo maravilloso de tan excelente viaje. Renovamos
pasaporte, buscamos la visa, arreglamos las maletas y continuamos
soñando, confiados que llegase el día para tomar el
avión que nos conduciría a nuestro destino
pautado.
¾ ¡Feliz viaje y
pronto regreso!, era el deseo general y entonces con la mayor
confianza abordamos el avión; el tiempo,
transcurría normal. Pero…. a lo lejos se escuchó
una voz que decía:¾
¡buenos días! señores pasajeros, bienvenidos
a Holanda.
¾ ¿ Holanda?
¾ ¿Que pasó?
¾ Mi boleto dice
Italia
Disculpen señores pasajeros, pero por
órdenes superiores tendrán que permanecer
aquí, este viaje es sin retorno, no hay regreso para
Italia.
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