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José Carlos Mariátegui




Enviado por elmagosantiago



    1. Uno.
    2. Dos
    3. Tres
    4. Bibliografía
      utilizada

     

    Uno.

    En uno de los libros
    más poéticos de política
    revolucionaria, "Un libro rojo
    para Lenin", el salvadoreño Roque Dalton –gran poeta
    y militante revolucionario – se interroga sobre el Lenin que
    necesitaba su generación.

    Pensaba que habiendo muchos Lenin al que acudir, y
    muchos usos del legado leninista, en contradicción al
    reformismo dominante en la mayoría de los partidos
    comunistas de la región que elegían al Lenin del
    "Dos Tácticas de la Socialdemocracia en la revolución
    democrática" y de la Paz de Brest, él convocaba a
    estudiar el de las "Tesis de
    Abril" y la preparación de la conquista del poder por los
    Soviets de Obreros, Campesinos y Soldados.

    Contra el Lenin utilizado perversamente para justificar
    la concepción de la revolución
    por etapas (primero la revolución democrática
    burguesa y más tarde la etapa socialista) y aún,
    contra el empecinamiento en descartar la vía
    revolucionaria de conquista del poder, Roque
    Dalton convocaba al "otro" Lenin, al de la ofensiva
    revolucionaria contra el poder burgués corrompido y la
    implantación de la dictadura del
    proletariado como modo de acceso a la revolución
    socialista.

    El Lenin que va contra la corriente y desafía los
    límites
    de lo posible y al que con sentido de admiración recuerda
    Mariategui: "A Lenin se le atribuye una frase que enaltece
    Unamuno en su La agonía del cristianismo:
    la que pronunciara una vez, contradiciendo a alguien que le
    observaba que su esfuerzo iba contra la realidad: Tanto peor para
    la realidad! El marxismo,
    donde se ha mostrado revolucionario –vale decir donde ha
    sido marxismo- no
    ha obedecido nunca a un determinismo pasivo y
    rígido"

    Y es que sacado de contexto histórico, despegado
    de las visiones y estrategias
    políticas, fragmentado a elección
    del consumidor, hasta
    Lenin puede ser transformado en un pacífico posibilista
    útil para cualquier dogmatización.

    También José Carlos Mariategui, el genial
    peruano que se enfrentó con la hegemonía del
    Secretariado Latinoamericano de la Internacional Comunista en los
    debates de la Conferencia de
    Partidos Comunistas de Sudamérica realizada en junio de
    1929, pero que desarrolló su obra teórica y
    práctica en frontal enfrentamiento con la
    oligarquía peruana, sus escribas y políticos; y con
    una variante política hoy en
    extinción, el Aprismo de Haya de la Torre, que
    representó una corriente de pensamiento,
    el populismo
    posibilista, de vigencia aún en Nuestra América.

    Porque si es cierto que la obra de Mariategui es vasta,
    a pesar del corto periodo de producción teórica y política
    más intensa y fructífera que va desde su regreso de
    Europa en marzo
    de 1923 hasta la fecha de su deceso el 16 de abril de 1930, e
    incluye estudios históricos, económicos, literarios
    y hasta antropológicos, toda su producción debe ser interpretada y
    comprendida desde su visión y proyecto
    político como él mismo afirma en sus ensayos sobre
    literatura: "Mi
    testimonio es convicta y confesamente un testimonio de parte.
    Todo crítico, todo testigo, cumple consciente o
    inconscientemente, una misión….Mi crítica renuncia a ser
    imparcial o agnóstica…Declaro sin escrúpulo, que
    traigo a la exégesis literaria todas mis pasiones, e ideas
    políticas…" y el final de las Tesis
    Antimperialistas que envía a la Conferencia
    Comunista de 1929 dirá con admirable precisión que
    "…somos antimperialistas porque somos marxistas, porque somos
    revolucionarios, porque oponemos al capitalismo el
    socialismo
    como sistema
    antagónico, llamado a sucederlo, porque en la lucha contra
    los imperialismos extranjeros cumplimos nuestros deberes de
    solidaridad con
    las masas revolucionarias de Europa"
    definición que permite encontrar el hilo conductor de sus
    estudios y polémicas así como de sus actos
    prácticos entre los que se incluyen la dirección de las revista
    político/cultural Amauta y el quincenario obrero Labor,
    así como la fundación de la Confederación
    General de los Trabajadores del Perú y del Partido
    Socialista del Perú, matriz
    cultural de buena parte de la actual izquierda
    peruana.

    Dos

    Quisiera arrancar señalando algo obvio pero que
    demasiadas veces se deja de lado: Mariategui era un
    revolucionario marxista confeso que, por mero ejemplo,
    escribió para la declaración de principios del
    Partido Socialista: "La ideología que adoptamos es la del
    marxismo-leninismo militante y revolucionario, doctrina que
    aceptamos en todos sus aspectos: filosófico,
    político y económico.social. Los métodos
    que sostenemos y propugnamos son los del socialismo
    revolucionario y ortodoxo." y que los debates que mantiene con el
    Secretariado Sudamericano de la Internacional Comunista en el
    marco de la Primera Conferencia de Partidos Comunistas de junio
    de 1929, a la que no puede asistir por razones de salud, es un debate entre
    pares, entre revolucionarios que buscan los mejores caminos para
    abrir paso a la revolución socialista.

    En el prologo que Aníbal Quijano escribe a los
    Siete Ensayos para
    Biblioteca
    Ayacucho dice que "Mariategui no fue ciertamente ni el primero ni
    el único que antes de 1930, contribuyó a la
    introducción del marxismo en América
    Latina, y a la educación y
    organización política de la clase
    obrera de estos países dentro del socialismo
    revolucionario. En la misma época, actuaban Recabarren en
    Chile,
    Codovilla y Ponce en Argentina, Mella
    en Cuba, Pereyra
    en Brasil y las
    primeras ideas marxistas ya habían comenzado antes a
    circular en pequeños cenáculos en México, a
    través de Rhodakanaty y otros. Inclusive, algunos de
    ellos, pudieron quizás, acceder a un conocimiento
    intelectual del marxismo más elaborado que el de
    Mariategui. ¿Por qué, entonces, cuando todos los
    demás sólo pueden ser estudiados ante todo por
    razones históricas, Mariategui sigue vigente? ¿Por
    qué, no obstante las insuficiencias y las incongruencias
    de su formación de pensador marxista, ocupa un lugar
    decisivo en nuestro actual debate? a lo
    que se contesta más adelante: "al hecho de haber sido,
    entre todos los que contribuyeron a la implantación del
    marxismo en la América
    Latina de su tiempo, el que
    más profunda y certeramente logró apropiarse
    –y no importa si del modo más intuitivo que
    sistemático y elaborado o cruzado con preocupaciones
    metafísicas- aquello que, como Melis apunta "confiere un
    valor
    auténticamente científico (revolucionario pues,
    A.Q.) al marxismo". Esto es su calidad de marco
    y punto de partida para investigar, conocer, explicar,
    interpretar y cambiar una realidad histórica concreta,
    desde adentro de ella misma en lugar de ceñirse a la
    "aplicación" del aparato conceptual marxista como una
    plantilla clasificatoria y nominadora, adobada de retórica
    ideológica, sobre una realidad social
    determinada."

    ¿Qué es lo que se discute en la
    reunión de 1929? El carácter
    de la revolución en América
    Latina, las fuerzas que pueden abrirle paso, la cuestión
    indígena, el modo de organización del partido de los
    revolucionarios y la política de alianzas que se debe
    desplegar.

    Mariategui presenta en dicho evento dos ponencias que
    por la proximidad con su muerte (solo
    diez meses antes de ella) pueden considerarse parte de su
    pensamiento más maduro y complemento armónico de
    los Siete Ensayos: uno es El problema de las razas en
    América Latina y el otro es Punto de Vistas
    Antimperialista.

    En la primera de ellas expone un balance lapidario sobre
    la colonización española y su supuesto progreso
    histórico: "La colonización de la América
    Latina por la raza blanca no ha tenido en tanto, como es
    fácil probarlo, sino efectos retardatarios y deprimentes
    en la vida de las razas indígenas. La evolución natural de éstas ha sido
    interrumpida por al opresión envilecedora del blanco y del
    mestizo" para luego definir desde una visión clasista la
    dimensión económica/social de la cuestión:
    "Llamamos problema indígena a la explotación feudal
    de los nativos en la gran propiedad
    agraria" y denunciar el rol de las clases propietarias: "Los
    elementos feudales o burgueses, en nuestros países,
    sienten por los indios, como por los negros y mulatos, el mismo
    desprecio que los imperialistas blancos. El sentimiento racial
    actúa en esta clase dominante en un sentido absolutamente
    favorable a la penetración imperialista. Entre el
    señor o el burgués criollo y sus peones de color, no hay
    nada de común. La solidaridad de
    clase se suma a la solidaridad de raza o de prejuicio, para hacer
    de las burguesías nacionales instrumentos dóciles
    del imperialismo
    yanqui o británico.

    Y lejos de cualquier idealización, aunque
    más lejos de la subestimación, de las posibilidades
    de la liberación de los indios afirma: "Las posibilidades
    de que el indio se eleve material e intelectualmente dependen del
    cambio de las
    condiciones económico-sociales. No están
    determinadas por la raza sino por la economía y la
    política. La raza, por sí sola, no ha despertado ni
    despertaría al entendimiento de una idea emancipadora.
    Sobre todo, no adquiriría nunca el poder de imponerla y
    realizarla" por lo que propugna la incorporación de los
    indios a la lucha revolucionaria a pesar de que "La barrera del
    idioma se interpone entre las masas campesina indias y los
    núcleos obreros revolucionarios de raza blanca o mestiza.
    Pero a través de propagandistas indios, la doctrina
    socialista, por la naturaleza de sus
    reivindicaciones, arraigará prontamente en las masas
    indígenas" porque él piensa que "El realismo de
    una política socialista segura, y precisa en la
    apreciación y utilización de los hechos sobre los
    cuales le toca actuar en estos países, puede y debe
    convertir el factor raza en factor revolucionario"

    Y concluye la ponencia con un pronostico que hoy se pone
    a prueba en Chiapas, en Ecuador y en el
    mismo Perú: "Una conciencia
    revolucionaria indígena tardará quizás en
    formarse; pero una vez que el indio haya hecho suya la idea
    socialista, le servirá con una disciplina,
    una tenacidad y una fuerza, en la
    que pocos proletarios de otros medios
    podrán aventajarlo"

    Por este enfoque sobre la cuestión
    indígena, y su valoración del comunismo
    primitivo de los incas, Mariategui
    va a ser acusado de romántico, en el sentido peyorativo de
    buscar en un pasado, imposible de retornar, la solución a
    los problemas
    actuales.

    Michel Lowy en un estudio del marxismo romántico
    publicado en la revista
    América Libre de abril de 1993 hace una defensa del
    romanticismo
    revolucionario de Mariategui.

    Caracteriza al romanticismo como
    la crítica de la sociedad burguesa
    moderna a partir de valores
    sociales, culturales, éticos, estéticos o
    religiosos precapitalistas y reconoce en él un amplio
    rango de variedades desde el conservador al revolucionario.
    Afirma que los propios Marx y Engels son
    parte de dicha tradición al concebir el comunismo moderno
    como el restablecimiento de ciertos rasgos de las comunidades
    primitivas, por supuesto que en las nuevas condiciones del
    desarrollo
    social y económico.

    En una carta de Marx a Vera
    Zasúlich, en 1881, se afirma que la abolición del
    capitalismo
    significará el regreso de las sociedades
    modernas al tipo "arcaico" de propiedad
    comunal, …..un renacimiento del
    tipo de sociedad arcaico
    bajo una forma superior.

    Lowy afirma que desde fines del siglo XIX hay dos
    tendencias en el marxismo: una es la corriente positivista y
    evolucionista de Plejanov, Kautsky, la IIº y la IIIº
    internacional bajo la hegemonía de Stalin, en la que se
    piensa al socialismo como continuación y coronamiento de
    la civilización industrial burguesa desde un determinismo
    que mucho tiene de positivismo.

    La otra es la romántica revolucionaria que
    critica las ilusiones del progreso y formula una
    dialéctica utópica revolucionaria. Mariategui y el
    Che, dos de los máximos exponentes del marxismo
    latinoamericano se inscriben nítidamente en dicha
    tradición.

    Mucho se ha escrito de la batalla de Mariategui contra
    el positivismo,
    que se fundamenta en el rol del positivismo en la
    justificación –en nombre del progreso y la
    modernización- del sistema de
    dominación liberal burgués de Leguía
    (1919/1930) que él sufrió en carne propia durante
    casi toda su vida política activa, y en lucha contra
    él apeló a todas las armas disponibles
    incluidas algunas provistas por el idealismo de
    Bergson, pero conviene destacar este perfil anti posibilista de
    su batalla contra el positivismo.

    Pero antes de ir al debate del ’29 merece
    destacarse que así como la izquierda marxista de principios de
    siglo estuvo fuertemente inficionada por el positivismo y el
    liberalismo
    –como mostraremos en el debate entre Codovilla, Droz y
    Mariategui-, desde la derrota estrategica de 1976 la izquierda ha
    estado
    afectada fundamentalmente por el posibilismo que nos ha
    golpeado en tres oleadas: la del Alfonsinismo de 1983, la de la
    supuesta Renovación del peronismo de 1987
    y la del Chachismo que viene de 1994 y que aún pretende
    sobrevivir.

    Mariategui confía en la fuerza
    moral de los
    revolucionarios, y su visión del papel del
    mito es
    equiparable a la noción de factor subjetivo que
    años más tarde practicaría el Che. Los dos
    valoran altamente la subjetividad como esfera de disputa del
    poder y como ámbito de construcción de fuerza
    revolucionaria.

    Tres

    En su Punto de Vista antimperialista afirma que "…las
    burguesías nacionales, que ven en la cooperación
    con el imperialismo
    la mejor fuente de provechos, se sienten lo bastante
    dueñas del poder político para no preocuparse
    seriamente de la soberanía nacional…y que por ello…no
    tienen ninguna predisposición a admitir la necesidad de
    luchar por la segunda independencia"
    como sostenían el Apra de Haya de la Torre, el
    Secretariado Sudamericano de la Internacional Comunista y la
    delegación argentina
    encabezada por Victorio Codovilla y Paulino González
    Alberdi.

    Se niega a aceptar el tratamiento de Nuestra
    América con el molde de las colonias asiáticas o
    africanas como propone el Secretariado Sudamericano por medio de
    Humbert Droz: "Los países de América Latina, a
    pesar de su independencia
    política formal, son países semi-coloniales los
    cuales deben ser examinados del punto de vista de nuestra
    táctica en los países coloniales y
    semi-coloniales " por lo que el "el movimiento
    revolucionario en América Latina puede ser caracterizado
    como una revolución campesina y antiimperialista " y
    que en consecuencia " entra en la categoría de lo que
    se ha convenido en llamar una revolución
    democrático burguesa ".

    Mariategui responde: "Pretender que en esta capa social
    prenda un sentimiento de nacionalismo
    revolucionario, parecido al que en condiciones distintas
    representa un factor de lucha antiimperialista en los
    países semi-coloniales avasallados por el imperialismo en
    los últimos decenios en Asia,
    sería un grave error" "El antimperialismo, admitido que
    pudiese movilizar al lado de las masas obreras y campesinas, a la
    burguesía y pequeña burguesía nacionalistas
    (ya hemos negado terminantemente esa posibilidad) no anula el
    antagonismo entre las clases, no suprime su diferencia de
    intereses….El asalto del poder por el antimperialismo, como
    movimiento
    demagógico populista, si fuese posible, no
    representaría nunca la conquista del poder, por las masas
    proletarias, por el socialismo"

    Enfrenta decididamente la concepción de que hay
    que completar el desarrollo
    capitalista en América Latina y que se defendía en
    el Partido Comunista Argentino todavía en 1942 del
    siguiente modo: "Nosotros, comunistas, estamos dispuestos a no
    plantear ninguna demanda
    política o social que trabe o impida el desarrollo
    libre y progresista del capitalismo
    . Por desarrollo
    progresista entendemos un desarrollo que impulse y vivifique los
    recursos
    naturales del país y que tome en consideración
    sus intereses y, en particular los de su población laboriosa" en palabras de su
    secretario Jerónimo Arnedo Alvarez.

    Por el contrario, en 1929 Mariategui piensa que "La
    creación de la pequeña propiedad , la
    expropiación de los latifundios, la liquidación de
    los privilegios feudales, no son contrarios a los intereses del
    imperialismo, de un modo inmediato. Por el contrario, en la
    medida en que los rezagos de feudalidad entraban en el
    desenvolvimiento de una economía capitalista,
    ese movimiento de liquidación de la feudalidad, coincide
    con las exigencias del crecimiento capitalista, promovido por las
    inversiones y
    los técnicos del imperialismo: que desparezcan los grandes
    latifundios, que en su lugar se constituya una economía
    agraria basada en lo que la demagogia burguesa llama la
    "democratización" de la propiedad del suelo , que las
    viejas aristocracias se vean desplazadas por una burguesía
    y una pequeña burguesía más poderosa e
    influyente –y por lo mismo más apta para garantizar
    la paz social- nada de esto es contrario a los intereses del
    imperialismo.

    Y por ello, afirma "…nuestra misión es
    explicar y demostrar a las masas que sólo la
    revolución socialista
    opondrá al avance del
    imperialismo una valla definitiva y verdadera"…y concluye con
    una síntesis
    brillante "…somos antimperialistas porque somos marxistas,
    porque somos revolucionarios, porque oponemos al capitalismo el
    socialismo como sistema antagónico, llamado a sucederlo,
    porque en la lucha contra los imperialismos extranjeros cumplimos
    nuestros deberes de solidaridad con las masas revolucionarias de
    Europa".

    Ahora bien, y creo que esto es la fundamental
    diferencia, ¿cómo es que se llega a conclusiones
    contrapuestas sobre la misma realidad en discusión por
    parte de gente que se supone que tiene los mismos
    propósitos?

    Porque Mariategui llega a las conclusiones expuestas
    después de estudiar apasionadamente la historia del Perú y
    la realidad económica, social y cultural de los explotados
    y humillados de su tierra (cuatro
    millones de indios sobre cinco millones de peruanos) y Humbert
    Droz, y quienes lo apoyaban, recorren el camino inverso:
    trasladan un esquema supuestamente valido para los países
    asiáticos a un continente desconocido.

    Para Mariategui el marxismo es una herramienta
    interpretativa, una guía para la acción; para Droz
    y Codovilla, una ideología omnipotente con respuestas para
    todo, aún para lo no estudiado.

    Mariategui analiza el sistema de dominación
    vigente en la época desde una perspectiva
    histórica: así va a demostrar que la Republica
    (fruto de la Independencia) va a contener rasgos de continuidad
    del Virreinato y éste de la Conquista de América
    por la España
    colonialista: "La revolución americana, en vez del
    conflicto
    entre la nobleza terrateniente y la burguesía comerciante,
    produjo en muchos casos su colaboración, ya por la
    impregnación de ideas liberales que acusaba la
    aristocracia, ya porque ésta en muchos casos no
    veía en esa revolución sino un movimiento de
    emancipación de la corona de España. La
    población campesina, que en el Perú
    era indígena, no tenía en la Revolución una
    presencia directa, activa. El programa
    revolucionario no representaba sus reivindicaciones"

    Es desde el análisis de la historia americana que
    Mariategui va a negar potencialidad revolucionaria a las capas
    nativas de la burguesía que nació pactando con la
    oligarquía y creció del brazo del imperialismo,
    británico primero, yanqui después.

    Es en la historia (en el comunismo primitivo de los
    Incas que
    perdura en las tradiciones de cooperación
    indígenas) que Mariategui encuentra razones para que el
    Socialismo tenga raíces americanas y por ello
    clamará "No queremos, ciertamente, que el socialismo sea
    en América calco y copia. Debe ser creación
    heroica. Tenemos que dar vida, con nuestra propia realidad, en
    nuestro propio lenguaje, al
    socialismo indoamericano. He aquí una misión digna
    de una generación nueva"

    El Mariategui que nosotros vemos vigente es el de la
    lucha por el Socialismo que lleva adelante el pueblo Cubano, el
    del desafío al poder que protagonizan las Fuerzas Armadas
    Revolucionarias de Colombia, el de
    la búsqueda de caminos propios para construir poder
    popular en el Brasil de los Sin
    Tierra, en la
    selva chiapaneca de los Zapatistas y en el Ecuador de las
    organizaciones
    indígenas.

    Bibliografía
    utilizada

    Siete ensayos de interpretación de la realidad
    peruana. José Carlos Mariategui. prologo de
    Aníbal Quijano. Editorial Biblioteca
    Ayacucho. Perú.

    José Carlos Mariategui. Obras. Tomos uno y
    dos. Casa de las Américas. Cuba.
    1982.

    Samuel Glusberg, entre Mariategui y Trotsky.
    Horacio Tarcus. revista El Rodaballo. Buenos Aires.
    año 2 números 4 y 5. 1986

    Marxismo romántico. Michel Lowy. revista
    América Libre. Buenos Aires.
    número dos. 1993

    Intervención en el encuentro de intelectuales
    comunistas argentinos de 1986. Patricio Echegaray.
    Utopías y Liberación. Editorial Ddirple. Buenos
    Aires. 1996

     

    José Ernesto Schulman

    Santiago Mago

    director de la Escuela Nacional
    de Cuadros del Partido Comunista

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