En uno de los libros
más poéticos de política
revolucionaria, "Un libro rojo
para Lenin", el salvadoreño Roque Dalton –gran poeta
y militante revolucionario – se interroga sobre el Lenin que
necesitaba su generación.
Pensaba que habiendo muchos Lenin al que acudir, y
muchos usos del legado leninista, en contradicción al
reformismo dominante en la mayoría de los partidos
comunistas de la región que elegían al Lenin del
"Dos Tácticas de la Socialdemocracia en la revolución
democrática" y de la Paz de Brest, él convocaba a
estudiar el de las "Tesis de
Abril" y la preparación de la conquista del poder por los
Soviets de Obreros, Campesinos y Soldados.
Contra el Lenin utilizado perversamente para justificar
la concepción de la revolución
por etapas (primero la revolución democrática
burguesa y más tarde la etapa socialista) y aún,
contra el empecinamiento en descartar la vía
revolucionaria de conquista del poder, Roque
Dalton convocaba al "otro" Lenin, al de la ofensiva
revolucionaria contra el poder burgués corrompido y la
implantación de la dictadura del
proletariado como modo de acceso a la revolución
socialista.
El Lenin que va contra la corriente y desafía los
límites
de lo posible y al que con sentido de admiración recuerda
Mariategui: "A Lenin se le atribuye una frase que enaltece
Unamuno en su La agonía del cristianismo:
la que pronunciara una vez, contradiciendo a alguien que le
observaba que su esfuerzo iba contra la realidad: Tanto peor para
la realidad! El marxismo,
donde se ha mostrado revolucionario –vale decir donde ha
sido marxismo- no
ha obedecido nunca a un determinismo pasivo y
rígido"
Y es que sacado de contexto histórico, despegado
de las visiones y estrategias
políticas, fragmentado a elección
del consumidor, hasta
Lenin puede ser transformado en un pacífico posibilista
útil para cualquier dogmatización.
También José Carlos Mariategui, el genial
peruano que se enfrentó con la hegemonía del
Secretariado Latinoamericano de la Internacional Comunista en los
debates de la Conferencia de
Partidos Comunistas de Sudamérica realizada en junio de
1929, pero que desarrolló su obra teórica y
práctica en frontal enfrentamiento con la
oligarquía peruana, sus escribas y políticos; y con
una variante política hoy en
extinción, el Aprismo de Haya de la Torre, que
representó una corriente de pensamiento,
el populismo
posibilista, de vigencia aún en Nuestra América.
Porque si es cierto que la obra de Mariategui es vasta,
a pesar del corto periodo de producción teórica y política
más intensa y fructífera que va desde su regreso de
Europa en marzo
de 1923 hasta la fecha de su deceso el 16 de abril de 1930, e
incluye estudios históricos, económicos, literarios
y hasta antropológicos, toda su producción debe ser interpretada y
comprendida desde su visión y proyecto
político como él mismo afirma en sus ensayos sobre
literatura: "Mi
testimonio es convicta y confesamente un testimonio de parte.
Todo crítico, todo testigo, cumple consciente o
inconscientemente, una misión….Mi crítica renuncia a ser
imparcial o agnóstica…Declaro sin escrúpulo, que
traigo a la exégesis literaria todas mis pasiones, e ideas
políticas…" y el final de las Tesis
Antimperialistas que envía a la Conferencia
Comunista de 1929 dirá con admirable precisión que
"…somos antimperialistas porque somos marxistas, porque somos
revolucionarios, porque oponemos al capitalismo el
socialismo
como sistema
antagónico, llamado a sucederlo, porque en la lucha contra
los imperialismos extranjeros cumplimos nuestros deberes de
solidaridad con
las masas revolucionarias de Europa"
definición que permite encontrar el hilo conductor de sus
estudios y polémicas así como de sus actos
prácticos entre los que se incluyen la dirección de las revista
político/cultural Amauta y el quincenario obrero Labor,
así como la fundación de la Confederación
General de los Trabajadores del Perú y del Partido
Socialista del Perú, matriz
cultural de buena parte de la actual izquierda
peruana.
Quisiera arrancar señalando algo obvio pero que
demasiadas veces se deja de lado: Mariategui era un
revolucionario marxista confeso que, por mero ejemplo,
escribió para la declaración de principios del
Partido Socialista: "La ideología que adoptamos es la del
marxismo-leninismo militante y revolucionario, doctrina que
aceptamos en todos sus aspectos: filosófico,
político y económico.social. Los métodos
que sostenemos y propugnamos son los del socialismo
revolucionario y ortodoxo." y que los debates que mantiene con el
Secretariado Sudamericano de la Internacional Comunista en el
marco de la Primera Conferencia de Partidos Comunistas de junio
de 1929, a la que no puede asistir por razones de salud, es un debate entre
pares, entre revolucionarios que buscan los mejores caminos para
abrir paso a la revolución socialista.
En el prologo que Aníbal Quijano escribe a los
Siete Ensayos para
Biblioteca
Ayacucho dice que "Mariategui no fue ciertamente ni el primero ni
el único que antes de 1930, contribuyó a la
introducción del marxismo en América
Latina, y a la educación y
organización política de la clase
obrera de estos países dentro del socialismo
revolucionario. En la misma época, actuaban Recabarren en
Chile,
Codovilla y Ponce en Argentina, Mella
en Cuba, Pereyra
en Brasil y las
primeras ideas marxistas ya habían comenzado antes a
circular en pequeños cenáculos en México, a
través de Rhodakanaty y otros. Inclusive, algunos de
ellos, pudieron quizás, acceder a un conocimiento
intelectual del marxismo más elaborado que el de
Mariategui. ¿Por qué, entonces, cuando todos los
demás sólo pueden ser estudiados ante todo por
razones históricas, Mariategui sigue vigente? ¿Por
qué, no obstante las insuficiencias y las incongruencias
de su formación de pensador marxista, ocupa un lugar
decisivo en nuestro actual debate? a lo
que se contesta más adelante: "al hecho de haber sido,
entre todos los que contribuyeron a la implantación del
marxismo en la América
Latina de su tiempo, el que
más profunda y certeramente logró apropiarse
–y no importa si del modo más intuitivo que
sistemático y elaborado o cruzado con preocupaciones
metafísicas- aquello que, como Melis apunta "confiere un
valor
auténticamente científico (revolucionario pues,
A.Q.) al marxismo". Esto es su calidad de marco
y punto de partida para investigar, conocer, explicar,
interpretar y cambiar una realidad histórica concreta,
desde adentro de ella misma en lugar de ceñirse a la
"aplicación" del aparato conceptual marxista como una
plantilla clasificatoria y nominadora, adobada de retórica
ideológica, sobre una realidad social
determinada."
¿Qué es lo que se discute en la
reunión de 1929? El carácter
de la revolución en América
Latina, las fuerzas que pueden abrirle paso, la cuestión
indígena, el modo de organización del partido de los
revolucionarios y la política de alianzas que se debe
desplegar.
Mariategui presenta en dicho evento dos ponencias que
por la proximidad con su muerte (solo
diez meses antes de ella) pueden considerarse parte de su
pensamiento más maduro y complemento armónico de
los Siete Ensayos: uno es El problema de las razas en
América Latina y el otro es Punto de Vistas
Antimperialista.
En la primera de ellas expone un balance lapidario sobre
la colonización española y su supuesto progreso
histórico: "La colonización de la América
Latina por la raza blanca no ha tenido en tanto, como es
fácil probarlo, sino efectos retardatarios y deprimentes
en la vida de las razas indígenas. La evolución natural de éstas ha sido
interrumpida por al opresión envilecedora del blanco y del
mestizo" para luego definir desde una visión clasista la
dimensión económica/social de la cuestión:
"Llamamos problema indígena a la explotación feudal
de los nativos en la gran propiedad
agraria" y denunciar el rol de las clases propietarias: "Los
elementos feudales o burgueses, en nuestros países,
sienten por los indios, como por los negros y mulatos, el mismo
desprecio que los imperialistas blancos. El sentimiento racial
actúa en esta clase dominante en un sentido absolutamente
favorable a la penetración imperialista. Entre el
señor o el burgués criollo y sus peones de color, no hay
nada de común. La solidaridad de
clase se suma a la solidaridad de raza o de prejuicio, para hacer
de las burguesías nacionales instrumentos dóciles
del imperialismo
yanqui o británico.
Y lejos de cualquier idealización, aunque
más lejos de la subestimación, de las posibilidades
de la liberación de los indios afirma: "Las posibilidades
de que el indio se eleve material e intelectualmente dependen del
cambio de las
condiciones económico-sociales. No están
determinadas por la raza sino por la economía y la
política. La raza, por sí sola, no ha despertado ni
despertaría al entendimiento de una idea emancipadora.
Sobre todo, no adquiriría nunca el poder de imponerla y
realizarla" por lo que propugna la incorporación de los
indios a la lucha revolucionaria a pesar de que "La barrera del
idioma se interpone entre las masas campesina indias y los
núcleos obreros revolucionarios de raza blanca o mestiza.
Pero a través de propagandistas indios, la doctrina
socialista, por la naturaleza de sus
reivindicaciones, arraigará prontamente en las masas
indígenas" porque él piensa que "El realismo de
una política socialista segura, y precisa en la
apreciación y utilización de los hechos sobre los
cuales le toca actuar en estos países, puede y debe
convertir el factor raza en factor revolucionario"
Y concluye la ponencia con un pronostico que hoy se pone
a prueba en Chiapas, en Ecuador y en el
mismo Perú: "Una conciencia
revolucionaria indígena tardará quizás en
formarse; pero una vez que el indio haya hecho suya la idea
socialista, le servirá con una disciplina,
una tenacidad y una fuerza, en la
que pocos proletarios de otros medios
podrán aventajarlo"
Por este enfoque sobre la cuestión
indígena, y su valoración del comunismo
primitivo de los incas, Mariategui
va a ser acusado de romántico, en el sentido peyorativo de
buscar en un pasado, imposible de retornar, la solución a
los problemas
actuales.
Michel Lowy en un estudio del marxismo romántico
publicado en la revista
América Libre de abril de 1993 hace una defensa del
romanticismo
revolucionario de Mariategui.
Caracteriza al romanticismo como
la crítica de la sociedad burguesa
moderna a partir de valores
sociales, culturales, éticos, estéticos o
religiosos precapitalistas y reconoce en él un amplio
rango de variedades desde el conservador al revolucionario.
Afirma que los propios Marx y Engels son
parte de dicha tradición al concebir el comunismo moderno
como el restablecimiento de ciertos rasgos de las comunidades
primitivas, por supuesto que en las nuevas condiciones del
desarrollo
social y económico.
En una carta de Marx a Vera
Zasúlich, en 1881, se afirma que la abolición del
capitalismo
significará el regreso de las sociedades
modernas al tipo "arcaico" de propiedad
comunal, …..un renacimiento del
tipo de sociedad arcaico
bajo una forma superior.
Lowy afirma que desde fines del siglo XIX hay dos
tendencias en el marxismo: una es la corriente positivista y
evolucionista de Plejanov, Kautsky, la IIº y la IIIº
internacional bajo la hegemonía de Stalin, en la que se
piensa al socialismo como continuación y coronamiento de
la civilización industrial burguesa desde un determinismo
que mucho tiene de positivismo.
La otra es la romántica revolucionaria que
critica las ilusiones del progreso y formula una
dialéctica utópica revolucionaria. Mariategui y el
Che, dos de los máximos exponentes del marxismo
latinoamericano se inscriben nítidamente en dicha
tradición.
Mucho se ha escrito de la batalla de Mariategui contra
el positivismo,
que se fundamenta en el rol del positivismo en la
justificación –en nombre del progreso y la
modernización- del sistema de
dominación liberal burgués de Leguía
(1919/1930) que él sufrió en carne propia durante
casi toda su vida política activa, y en lucha contra
él apeló a todas las armas disponibles
incluidas algunas provistas por el idealismo de
Bergson, pero conviene destacar este perfil anti posibilista de
su batalla contra el positivismo.
Pero antes de ir al debate del ’29 merece
destacarse que así como la izquierda marxista de principios de
siglo estuvo fuertemente inficionada por el positivismo y el
liberalismo
–como mostraremos en el debate entre Codovilla, Droz y
Mariategui-, desde la derrota estrategica de 1976 la izquierda ha
estado
afectada fundamentalmente por el posibilismo que nos ha
golpeado en tres oleadas: la del Alfonsinismo de 1983, la de la
supuesta Renovación del peronismo de 1987
y la del Chachismo que viene de 1994 y que aún pretende
sobrevivir.
Mariategui confía en la fuerza
moral de los
revolucionarios, y su visión del papel del
mito es
equiparable a la noción de factor subjetivo que
años más tarde practicaría el Che. Los dos
valoran altamente la subjetividad como esfera de disputa del
poder y como ámbito de construcción de fuerza
revolucionaria.
En su Punto de Vista antimperialista afirma que "…las
burguesías nacionales, que ven en la cooperación
con el imperialismo
la mejor fuente de provechos, se sienten lo bastante
dueñas del poder político para no preocuparse
seriamente de la soberanía nacional…y que por ello…no
tienen ninguna predisposición a admitir la necesidad de
luchar por la segunda independencia"
como sostenían el Apra de Haya de la Torre, el
Secretariado Sudamericano de la Internacional Comunista y la
delegación argentina
encabezada por Victorio Codovilla y Paulino González
Alberdi.
Se niega a aceptar el tratamiento de Nuestra
América con el molde de las colonias asiáticas o
africanas como propone el Secretariado Sudamericano por medio de
Humbert Droz: "Los países de América Latina, a
pesar de su independencia
política formal, son países semi-coloniales los
cuales deben ser examinados del punto de vista de nuestra
táctica en los países coloniales y
semi-coloniales " por lo que el "el movimiento
revolucionario en América Latina puede ser caracterizado
como una revolución campesina y antiimperialista " y
que en consecuencia " entra en la categoría de lo que
se ha convenido en llamar una revolución
democrático burguesa ".
Mariategui responde: "Pretender que en esta capa social
prenda un sentimiento de nacionalismo
revolucionario, parecido al que en condiciones distintas
representa un factor de lucha antiimperialista en los
países semi-coloniales avasallados por el imperialismo en
los últimos decenios en Asia,
sería un grave error" "El antimperialismo, admitido que
pudiese movilizar al lado de las masas obreras y campesinas, a la
burguesía y pequeña burguesía nacionalistas
(ya hemos negado terminantemente esa posibilidad) no anula el
antagonismo entre las clases, no suprime su diferencia de
intereses….El asalto del poder por el antimperialismo, como
movimiento
demagógico populista, si fuese posible, no
representaría nunca la conquista del poder, por las masas
proletarias, por el socialismo"
Enfrenta decididamente la concepción de que hay
que completar el desarrollo
capitalista en América Latina y que se defendía en
el Partido Comunista Argentino todavía en 1942 del
siguiente modo: "Nosotros, comunistas, estamos dispuestos a no
plantear ninguna demanda
política o social que trabe o impida el desarrollo
libre y progresista del capitalismo. Por desarrollo
progresista entendemos un desarrollo que impulse y vivifique los
recursos
naturales del país y que tome en consideración
sus intereses y, en particular los de su población laboriosa" en palabras de su
secretario Jerónimo Arnedo Alvarez.
Por el contrario, en 1929 Mariategui piensa que "La
creación de la pequeña propiedad , la
expropiación de los latifundios, la liquidación de
los privilegios feudales, no son contrarios a los intereses del
imperialismo, de un modo inmediato. Por el contrario, en la
medida en que los rezagos de feudalidad entraban en el
desenvolvimiento de una economía capitalista,
ese movimiento de liquidación de la feudalidad, coincide
con las exigencias del crecimiento capitalista, promovido por las
inversiones y
los técnicos del imperialismo: que desparezcan los grandes
latifundios, que en su lugar se constituya una economía
agraria basada en lo que la demagogia burguesa llama la
"democratización" de la propiedad del suelo , que las
viejas aristocracias se vean desplazadas por una burguesía
y una pequeña burguesía más poderosa e
influyente –y por lo mismo más apta para garantizar
la paz social- nada de esto es contrario a los intereses del
imperialismo.
Y por ello, afirma "…nuestra misión es
explicar y demostrar a las masas que sólo la
revolución socialista opondrá al avance del
imperialismo una valla definitiva y verdadera"…y concluye con
una síntesis
brillante "…somos antimperialistas porque somos marxistas,
porque somos revolucionarios, porque oponemos al capitalismo el
socialismo como sistema antagónico, llamado a sucederlo,
porque en la lucha contra los imperialismos extranjeros cumplimos
nuestros deberes de solidaridad con las masas revolucionarias de
Europa".
Ahora bien, y creo que esto es la fundamental
diferencia, ¿cómo es que se llega a conclusiones
contrapuestas sobre la misma realidad en discusión por
parte de gente que se supone que tiene los mismos
propósitos?
Porque Mariategui llega a las conclusiones expuestas
después de estudiar apasionadamente la historia del Perú y
la realidad económica, social y cultural de los explotados
y humillados de su tierra (cuatro
millones de indios sobre cinco millones de peruanos) y Humbert
Droz, y quienes lo apoyaban, recorren el camino inverso:
trasladan un esquema supuestamente valido para los países
asiáticos a un continente desconocido.
Para Mariategui el marxismo es una herramienta
interpretativa, una guía para la acción; para Droz
y Codovilla, una ideología omnipotente con respuestas para
todo, aún para lo no estudiado.
Mariategui analiza el sistema de dominación
vigente en la época desde una perspectiva
histórica: así va a demostrar que la Republica
(fruto de la Independencia) va a contener rasgos de continuidad
del Virreinato y éste de la Conquista de América
por la España
colonialista: "La revolución americana, en vez del
conflicto
entre la nobleza terrateniente y la burguesía comerciante,
produjo en muchos casos su colaboración, ya por la
impregnación de ideas liberales que acusaba la
aristocracia, ya porque ésta en muchos casos no
veía en esa revolución sino un movimiento de
emancipación de la corona de España. La
población campesina, que en el Perú
era indígena, no tenía en la Revolución una
presencia directa, activa. El programa
revolucionario no representaba sus reivindicaciones"
Es desde el análisis de la historia americana que
Mariategui va a negar potencialidad revolucionaria a las capas
nativas de la burguesía que nació pactando con la
oligarquía y creció del brazo del imperialismo,
británico primero, yanqui después.
Es en la historia (en el comunismo primitivo de los
Incas que
perdura en las tradiciones de cooperación
indígenas) que Mariategui encuentra razones para que el
Socialismo tenga raíces americanas y por ello
clamará "No queremos, ciertamente, que el socialismo sea
en América calco y copia. Debe ser creación
heroica. Tenemos que dar vida, con nuestra propia realidad, en
nuestro propio lenguaje, al
socialismo indoamericano. He aquí una misión digna
de una generación nueva"
El Mariategui que nosotros vemos vigente es el de la
lucha por el Socialismo que lleva adelante el pueblo Cubano, el
del desafío al poder que protagonizan las Fuerzas Armadas
Revolucionarias de Colombia, el de
la búsqueda de caminos propios para construir poder
popular en el Brasil de los Sin
Tierra, en la
selva chiapaneca de los Zapatistas y en el Ecuador de las
organizaciones
indígenas.
Siete ensayos de interpretación de la realidad
peruana. José Carlos Mariategui. prologo de
Aníbal Quijano. Editorial Biblioteca
Ayacucho. Perú.
José Carlos Mariategui. Obras. Tomos uno y
dos. Casa de las Américas. Cuba.
1982.
Samuel Glusberg, entre Mariategui y Trotsky.
Horacio Tarcus. revista El Rodaballo. Buenos Aires.
año 2 números 4 y 5. 1986
Marxismo romántico. Michel Lowy. revista
América Libre. Buenos Aires.
número dos. 1993
Intervención en el encuentro de intelectuales
comunistas argentinos de 1986. Patricio Echegaray.
Utopías y Liberación. Editorial Ddirple. Buenos
Aires. 1996
José Ernesto Schulman
Santiago Mago
director de la Escuela Nacional
de Cuadros del Partido Comunista