Indice
1.
Introducción
2. Perfeccionar las relaciones
humanas
3. La
vida social y sus consecuencias en el
individuo
4. La disciplina apropiada, requerimiento
indispensable para el bien común
5. Relaciones humanas en el
trabajo
6. Madurez
Humana
7. La comunicación y
sus elementos
8. Conclusiones y
recomendaciones
9.
Bibliografía
1. Introducción
El hombre actual
es un ser social, pues para satisfacer sus necesidades se
relaciona con otros seres humanos, teniendo la oportunidad a la
vez de satisfacer las necesidades de ellos. Las capacidades que
poseemos de desenvolvernos y darnos a conocer con otros
individuos dentro de una sociedad se
llaman Relaciones
Humanas, y deben ser desarrolladas de manera que faciliten
nuestra convivencia con las personas que forman nuestro entorno
familiar y laboral, tomando
en cuenta que en el nivel en que sea buena o mala la ínter
actuación que tengamos con otras personas se nos hace
fácil o difícil vivir en armonía, las buenas
relaciones
humanas se logran través de una buena comunicación y así también
dependen de la madurez humana que poseamos.
La presente investigación tiene como objetivo
primordial mejorar las relaciones
interpersonales en nuestro medio. Para ello debemos conocer
que la base de las relaciones humanas se encuentra en la
aceptación
Objetivos generales
- Fomentar el habito de investigación en el
estudiante. - Incentivar al estudiante sobre el trabajo en
equipo para que este determine la importancia de esta
actividad. - Promover en el estudiante el habito de exponer en
publico un trabajo preparado por el mismo. - Fomentar el interés
en los estudiantes acerca de cada uno de los temas que
serán expuestos.
Objetivos especificos
- Determinar la importancia de las buenas relaciones
interpersonales no solo a nivel laboral sino
del circulo social en el que se desarrolla la persona como
parte de este. - Determinar características comportamiento y reacciones ante diversas
situaciones de un individuo que lo definirán con un ser
maduro ante la sociedad. - Determinar la importancia de la
comunicación a nivel laboral, los elementos que la
definen y de que forma influye la
comunicación en las relaciones humanas. - Definir las características de una comunicación efectiva y las barreras que
pueden impedir que esta se logre.
Aceptacion.
El concepto de
aceptación esta compuesto de tres partes, y se desarrolla
en el orden que se enumeran a continuación:
- Aceptación de sí mismo
- Aceptación de los demás
- Aceptación por los demás
De estos tres tipos de aceptación, nacen los
objetivos
primordiales de las relaciones humanas:
- Mediante su propio conocimiento
y el de los demás, procurar mejorar la convivencia con
ellos. - Promover la eficacia y
facilitar la comunicación interpersonal. - Buscar armonía individual y social, eliminando
las causas de las fricciones. - Hacer de la relación con los demás un
motivo de expansión del ego y de esta forma contribuir
al crecimiento personal. - Buscar en todo momento el bienestar individual y
proyectarlo al nivel del bien social. - Aceptar las limitaciones humanas como algo natural y
saber que esta influido por las diferencias
individuales.
Resumiendo todo esto podemos decir que el resultado de
una conducta social
acertada no es la ausencia de conflictos
sino la minimización de consecuencias
desfavorables.
2. Perfeccionar las
relaciones humanas
¿Por qué? ¿Para
qué?
El sino del ser humano
es vivir en sociedad. Y allí su requerimiento
máximo es el de disfrutar de relaciones humanas
armónicas. En efecto, todo el mundo sabe muy bien de lo
satisfactorio y placentero que es el disfrutar de buenas
relaciones humanas y de la tragedia que significa el no tenerlas.
El tan inquietante y comentado "estrés"
(tensión) en los seres humanos es prácticamente
siempre producto de
experiencias de relaciones humanas insatisfactorias o del
riesgo de que
así ocurra. Es decir, malas relaciones humanas implican
una amenaza claramente comprobada de problemas de
salud tanto
mental como orgánica.
No es necesario ser un experto para saber como afectan a las
personas los conflictos
conyugales, las problemáticas familiares (relaciones
padres-hijos, relaciones entre hermanos, crisis de
adolescencia,
etc.) o las relaciones humanas insatisfactorias en el
trabajo.
En efecto, es bien conocido el que las llamadas enfermedades
psicosomáticas (colon irritable, asma, alergias,
hipertensión, etc.) son consecuencias directas de la
tensión. También, que la tensión acelera la
arteriosclerosis, que afecta las funciones
sexuales al alterar el balance de las hormonas
respectivas, y así sucesivamente. También hay
consenso entre los especialistas que el cáncer
tiene como factor destacado a la tensión.
Y por su parte los trastornos mentales funcionales (neurosis,
inhibiciones, psicosis
funcionales) dependen esencialmente de las problemáticas
en relaciones humanas. Incluso, el fracaso en los estudios,
descartando el factor capacidad intelectual, deriva en la
mayoría de los casos de relaciones humanas perturbadas del
estudiante con sus familiares o con sus profesores.
En suma, para tener una vida feliz es requisito indispensable el
gozar de buenas relaciones humanas.
Por otra parte la eficiencia y
productividad
en empresas e
instituciones
diversas (clubes deportivos, instituciones
vecinales, etc.) tienen como factor de primera importancia la
constitución de equipos de
trabajo que tengan buenas relaciones humanas. Porque en
ambientes conflictivos y con discordias en que predominan los
antagonismos, resentimientos y desconfianza sucede precisamente
lo contrario. Lo que impulsa cada vez más a ejecutivos y
directivos tanto a aplicarse en propia capacitación en relaciones humanas, como a
la puesta en práctica de programas
destinados a mejorar el respectivo clima
organizacional.
3. La vida social y sus
consecuencias en el individuo
Los grupos humanos
constituyen siempre una sociedad en que encontramos una estructura y
una dinámica. En la estructura hay
distintos elementos que dan una organización peculiar a cada grupo-sociedad. Es común la jefatura y
también variedades de roles tales como los de hombre y
mujer. Las
instituciones de justicia son
también frecuentes en grupos que tienen
algún grado de desarrollo.
Cada estructura da las bases para la dinámica social que es la
interacción que se da entre individuos y subgrupos o
parcialidades de la sociedad. En última instancia esta
dinámica es simplemente una expresión de los
requerimientos u objetivos de
los individuos que componen esa sociedad. Los que se ven forzados
para alcanzarlos a accionar conforme al orden social que se ha
generado en la respectiva sociedad.
En teoría
de la acción operacional, se ha mostrado que la vida en
grupo deriva
de características hereditarias y experienciales de
dependencia del ser humano. Es así como de una u otra
forma buscamos a otros humanos para que nos den "seguridad por
respaldo social". La que obtenemos en las relaciones
interpersonales y en la pertenencia a grupos.
En los grupos este requerimiento básico del ser humano
lleva prácticamente a todos los fenómenos sociales.
Cada cual acepta el orden social por su necesidad de pertenecer e
incluso participa en el control social
buscando la integridad del grupo, presionando a los otros a
adecuarse a él. Cuando el grupo da satisfacción a
la mayoría de sus miembros a este requerimiento de
respaldo social existe el espíritu de cuerpo. Por
él todos no sólo tratan de mantener al grupo
íntegro, evitando su desintegración, además
se preocupan de la suerte de todos sus integrantes. Es así
que el bien común rige la acción de todos los
miembros del grupo. Lo que asegura un sólido orden
social
Además, cada cual se preocupa por el proceso de
socialización que es hacer que los
recién ingresados al grupo se adecuen al orden social
existente. A mayor espíritu de cuerpo hay mayor
coincidencia en las representaciones que corresponden a ese orden
social.
Para mayor claridad señalemos que, el orden social
está constituido por conjuntos de
normas ligadas
en su mayoría a instituciones o costumbres que dan las
pautas de conductas que uniforman las actividades de los grupos
totales o parciales de él. Además le da seguridad a sus
miembros porque todo está conformándose en patrones
estables y se puede confiar en que los otros actuarán de
maneras determinadas, aparte de que cada uno conforma su accionar
a esas pautas de conducta.
Es necesario tener presente que el orden social no es un fin en
sí mismo. Es sólo un medio para alcanzar los
objetivos del grupo-sociedad. Estos objetivos son muy
específicos y también, generales. Los valores, a
que ya nos hemos referido corresponden a estos últimos.
Porque se trata de que el grupo logre o evite hechos y
situaciones. Entonces se promueve el lograr lo bueno y el
combatir lo malo.
De todas formas, los valores en
última instancia son medios para
objetivos específicos. Así, por ejemplo, el
valor de la
fidelidad conyugal que está presente en la mayoría
de las culturas tiende obviamente a prevenir la existencia de
conflictos. Es decir, está al servicio de la
armonía interna del grupo que es un objetivo
específico.
El control social
está constituido por conjuntos de
normas y
los valores.
El cumplimiento de las normas se obtiene a través de
sanciones claramente estipuladas y bien conocidas por los
individuos. Debido a que las normas se dan en torno a
situaciones específicas como son las instituciones o
costumbres, son atingentes en su mayoría a sectores
particulares del grupo-sociedad. Aunque hay conjuntos de normas
que corresponden a la situación de pertenencia y por lo
mismo son generales para todos los individuos que integran la
sociedad. Un ejemplo común es la prohibición de los
asesinatos.
Un alto valor social
personal le da
garantías de un trato deferente y consideraciones
especiales. Lo contrario sucede si el valor social personal es
bajo. Obviamente, normalmente, todos tratan de actuar conforme a
los valores de su
grupo.
Este valor social personal se presenta en tres tipos
distintos:
- Evaluación social personal, que dan los grupos
primarios (la familia,
los amigos, etc.). - Status que se obtiene en la sociedad o en grupos
secundarios, en que claramente se constata la llamada
estratificación social. - Prestigio que se logra en base a rendimientos
circunstanciales y por lo mismo tiene una duración
determinada, como sucede con artistas, deportistas y otros que
cumplen con determinados valores del momento en la respectiva
sociedad.
Para lograr un valor social personal alto los individuos
pueden hacer muchos sacrificios. Y el no lograrlo se constituye
en una situación de maltrato importante.
A diferencia de lo que ocurre con los valores, las normas son
controladas por la sociedad a través de sanciones que
normalmente están claramente determinadas. Con el paso del
tiempo, las
normas tienden a integrarse en códigos escritos que
constituyen la estructura de la justicia en
cada sociedad.
Es así como nuestro destino está enmarcado por la
pertenencia a los grupos y sociedad en que vivamos. El accionar
distinto al respectivo orden social implica consecuencias graves,
debido a que genera las correspondientes situaciones de
maltrato.
La armonía y paz indispensable en un grupo humano o en una
sociedad depende esencialmente de que los individuos consideren
no sólo a los que están cercanos, o ligados a
él por distintos lazos, sino que a todo el universo que
compone esa sociedad o grupo en cuanto a sus intereses y
requerimientos. El bien común es su resultado. De otra
forma surgen las tensiones y los conflictos que llevan a luchas
abiertas con todas las consecuencias negativas conocidas.
Deriva de todo lo anterior el marco en que forzosamente
habrá de desenvolverse la vida social para todo individuo
y, en consecuencia, lo que hará de ella algo satisfactorio
o extraordinariamente perjudicial
4. La disciplina
apropiada, requerimiento indispensable para el bien
común
Porque la disciplina es
un medio o procedimiento
destinado a alcanzar determinados logros. Evidentemente, la
magistratura requiere de disciplina para un adecuado impartir
justicia, la Iglesia para
mantener la fe en sus feligreses y la adhesión a su
doctrina y el ejército para enfrentar con éxito
al enemigo. La disciplina militar es sin duda
paradigmática (la Historia nos habla de la
disciplina espartana o de la disciplina del ejército
romano).
De esta manera, una primera conclusión de lo anterior es
que la disciplina no es buena ni mala en sí. Lo que es
bueno o malo es lo que se pretenda con ella. O ¿hay
alguien que se atreva a protestar contra la disciplina del
estudiante que tiene buenos rendimientos académicos? o,
¿contra el deportista que alcanza éxito
en las competencias?.
Sin embargo, ya el Larousse nos muestra una
connotación negativa "Instrumento de flagelación.
Azote…" y que recuerda que un instrumento de elección
para mantener la disciplina en grupos e instituciones ha sido el
castigo. Porque, conociendo a los seres humanos, resulta ilusorio
el intentar mantener la disciplina en agrupaciones humanas
solamente con premios (los refuerzos de los conductistas).
De todas formas, lo ya examinado permite inferir la
relación (olvidada) de la disciplina con el bien
común. Porque es de suponer que lo que pretende la
magistratura, a Iglesia y el
ejército es bueno para todos sus integrantes. En realidad,
no podríamos considerar el éxito de todas estas
instituciones como negativos para todos sus integrantes (con la
excepción de los escasos y eternos disidentes).
Justamente, el bien común es uno del que pueden gozar la
totalidad o la gran mayoría de los miembros de una
agrupación humana (grupo o sociedad). Entonces,
¿que se requiere para la real existencia de un bien
común?
Las investigaciones
de las ciencias
humanas nos aportan una información que es valiosa, especialmente
para la acción operacional. El bien común
está ligado íntimamente a un alto espíritu
de cuerpo y éste se presenta en grupos con alta
cohesión. O, lo que es lo mismo, a sistemas sociales
orgánicos. En otras palabras, se trata de grupos o
sociedades en
que la totalidad de sus miembros se empeñan en colaborar
tras los logros de estas agrupaciones y que comparten un alto
espíritu de solidaridad en
relación a todos sus miembros (los que no se pliegan son
sencillamente eliminados).
En ellas destaca la existencia de normas que implican derechos y deberes
complementarios para todos los miembros del grupo, y las
consiguientes garantías para los individuos y, asimismo,
para la subsistencia del grupo. Puesto que un orden social
adecuado asegura la prevención y control de la
mayoría de las perturbaciones que ocurren en un sistema social.
Es obvio que, si no hay orden social, impera la ley de la selva
(la plena libertad,
suprema aspiración de la denominada economía de mercado facilita
enriquecerse a los más astutos y deshonestos utilizando
procedimientos
que chocan con la moral
tradicional).
En todo caso, este requerimiento de orden social es explicado
claramente por la teoría
de la acción operativa (biokinesis) y permite deducir los
lineamientos necesarios no sólo para la eficiencia de
la
organización, sino para que ella perdure.
La explicación básica es que los seres humanos
reaccionan mal si son perjudicados. En consecuencia, para
disponer de un control social exitoso, éste debe ser
simultáneamente satisfactorio tanto para el grupo como
para los individuos. Entonces el orden social demanda el
disminuir al máximo las posibilidades de maltrato para
todos y cada uno de sus integrantes, que es la condición
ineludible del llamado bien común. No debe olvidarse que
esta condición implica también el logro de
satisfacciones que los individuos consideren necesarias.
Exigencia que está claramente corroborada por el
denominado egoísmo vital (el pivote de la teoría de
la biokinesis).
Existen distintas concepciones de lo que es el bien común.
Ellas dependen de la cultura del
respectivo entorno social y sus valores, además del
concepto o
representación que se tenga del ser humano. En esta
cuestión, la teoría de la acción operativa
plantea un concepto de ser humano específico, en que
destaca en un primer plano el requerimiento de seguridad por
respaldo social. Desde esa perspectiva, el bien común
adquiere características particulares, puesto que en
primer término se trata de que todos y cada uno de los
miembros del grupo tengan seguridad por respaldo social. Y ello
acarrea una serie de consecuencias transcendentes tanto para los
individuos como para el grupo.
Y en cuanto a la disciplina, obviamente los individuos la
aceptarán sin mayor problema si en efecto ella les aporta
beneficios (lo que resulta del efectivo bien común).
Desde otro ángulo de aproximación a la
cuestión de la disciplina, nos encontramos con que
ciertamente un aspecto esencial en ella viene a ser la
adecuación del individuo al medio social. Porque en su
proceso de
socialización cada cual adquiere conciencia de sus
obligaciones
con el grupo o sociedad y consecuentemente se ejercita en
adaptarse a ella. Por otra parte, recordemos que la disciplina
cumple una función
instrumental. Y así, quién se disciplina lo hace
primordialmente a fin de alcanzar ciertos logros en el medio
social o para evitarse problemas en
el mismo. Y aún, si se ejerce en el área de la
ingesta alimenticia o del desarrollo
muscular (entre otras modas), además de cuidar el propio
organismo, se trata de adecuarse al medio social y
específicamente a los valores allí imperantes.
Desgraciadamente todo lo anterior aparece claramente ignorado por
los especialistas que se suponen son los indicados para impartir
orientaciones tanto en educación como en
prevención en salud mental. De
hecho, desde hace muchas décadas, y producto de la
hegemonía de los psicólogos conductistas en el
área de las profesiones de ayuda y en educación, se ha
preconizado que la disciplina y la autoridad son
elementos negativos para el desarrollo normal del niño. Se
ha supuesto que el desarrollo psicológico del niño
era afectado negativamente tanto por la autoridad como
por la disciplina generando problemas de personalidad y
neurosis. Por lo
tanto, padres y profesores debían abstenerse de imponer
autoridad en sus hijos, suprimir los castigos y sólo usar
premios (refuerzos) en su relación con los niños.
Últimamente, en ese ambiente,
incluso han aparecido especialistas que declaran que los niños
no deben tener deberes sino solamente derechos. Todo esto
además ha sido respaldado por ideólogos libertarios
que se olvidan de que el ser humano requiere vivir con otros
humanos, lo que implica automáticamente el perder parte de
la libertad
Sin duda, estos planteamientos muestran un claro desconocimiento
de lo que es un ser humano y la sociedad humana. Desde luego no
consideran que toda sociedad humana, en el referido proceso de
socialización acciona tras el adecuar a los niños
al respectivo orden social. Y menos aún, el que el
individuo por el solo hecho de vivir en sociedad tiene obligaciones
con ella, que existe un bien común, que al necesitar de
otros humanos se requiere de autocontrol, etc.
Pero, el postulado de que los niños deben ser libres, que
jamás se les debe obligar y menos aún aplicarles
correctivos se ha extendido de tal forma que los padres y los
maestros que tienen actuaciones de autoridad viven profundos
sentimientos de inadecuación, con la convicción de
que van a recibir una repulsa del respectivo entorno social.
Además, los padres se quedan sorprendidos y evidentemente
consideran aberrante al profesional que les plantea que es
necesario obligar al niño, que eventualmente implica el
aplicar sanciones.
Curiosamente esto sucede en momentos en que en el mismo EE. UU.
ya están dando marcha atrás. Y es así que
tanto la American Academy of Child and Adolescent Psychiatry
(AACAP), como los directivos a cargo de la lucha contra las drogas
preconizan sin tapujos que los niños tienen que ser
disciplinados y debe dárseles responsabilidades.
Es evidente que el cambio en
estas orientaciones es consecuencia de los tremendos costos que ha
significado para EE. UU. el dejar crecer a los niños sin
directivas (drogas,
delincuencia,
promiscuidad sexual y embarazo de
adolescentes,
etc.). En consecuencia, para ellos han dejado de ser las
sanciones algo aberrante (¿habrá quién pueda
suponer que se logrará éxito en asignar
responsabilidades y disciplinar en plena libertad y haciendo uso
solamente de premios?).
En todo caso, creemos necesario adelantar
1º que lo negativo de la autoridad está constituido
por las arbitrariedades, abusos e injusticias que se cometan,
y
2º que es perfectamente posible el dar responsabilidades y
disciplinar sin recurrir a castigos físicos.
Disciplina Y Familia
Frente a las preocupaciones y contrariedades que ocasionan los
niños y adolescentes,
la primera pregunta a formular es: ¿cuál es la
problemática de su familia como
sistema
social?
Porque normalmente, cuando los niños y adolescentes
presentan algún tipo de alteración, la más
de las veces de lo que se trata efectivamente es de la existencia
de problemas en la familia. Y
la posible patología de los primeros a menudo es una
resultante de conflictos que son álgidos en otros sectores
del sistema. Porque al ser ellos los más débiles,
resienten y reaccionan conforme a sus posibilidades y recursos. A guisa
de ejemplo, señalemos que los conflictos en la pareja
parental repercuten directamente en el trato que reciban los
hijos (para unos bueno y para otros malo).
De todas formas, en la época actual lo más usual en
la problemática familiar deriva de no considerar el
requerimiento básico de un sistema social. Ya que
éste consiste en el disponer de un adecuado orden social
que enmarque el accionar de todos y cada uno de sus miembros,
cualesquiera que sea el tipo o dimensión del respectivo
sistema. Además, no olvidemos que este orden social
sólo se encontrará asentado sólidamente si
se basa en el bien común (que implica el considerar los
intereses de todos los miembros del respectivo grupo).
Todo lo cual no es más que una faceta de la inevitable
pérdida de libertad que tenemos los humanos al convivir en
un grupo. Pérdida que se acrecienta en una relación
directa con la armonía con que se desenvuelva el
respectivo grupo. Siempre es necesario tener presente que lo
opuesto, el exceso de libertad, lleva indefectiblemente a la
ley de la
selva y a la consiguiente pérdida de la seguridad por
respaldo social de los miembros del correspondiente grupo o
sociedad.
Se trata entonces de instaurar en el hogar un orden social regido
por el bien común. La clara conciencia de que
el bien común significa algo bueno para todos los que
integren el determinado grupo asegura el que los miembros se
plieguen a este orden social, lo hagan suyo y por lo mismo se
conviertan en parte activa del sistema. Se encargarán
ellos mismos de cumplir con el orden social de que se trate y
obligarán a los otros a adecuarse a él, es decir,
lo harán realidad. De esta forma los procesos de
socialización serán bienvenidos y estimulados en su
desarrollo.
El precisar el bien común y el control social que lo lleve
a una práctica efectiva dentro del hogar, es de responsabilidad de los padres. Y debería
estructurarse de manera gradual en la medida en que la familia se
amplíe con el nacimiento de los hijos y su paulatino
desarrollo. Los padres habrán de ponerse de acuerdo y
mantener unidad de criterios ante los problemas que se presenten
y explicarle claramente las reglas al niño o al
adolescente. Además de tener presente que es más
fácil evitar que el comportamiento
indeseable comience que el ponerle fin cuando ya está
presente.
Ahora bien, el
conocimiento de los sistemas binarios
de interacción nos indica que para establecer un orden
social sobre bases sólidas es indispensable el considerar
cuatro normas básicas y una cuarta optativa. Ellas
son:
1) Respeto y
consideración por el otro.
2) Justicia y equidad.
3) Espíritu de cuerpo (todos para uno y uno para
todos).
4) Proceder mediante acuerdos (que habrá de aplicarse
entre adultos y también con los niños cuando
efectivamente estén, conforme a su proceso de desarrollo,
en condiciones de decidir con racionalidad sobre la
problemática que corresponda).
El atenerse a estas normas garantiza a los personas una
condición de vida satisfactoria y por lo mismo una
disposición a colaborar en cuanto al orden social. Si
cualesquiera de estas normas es pasada por alto,
automáticamente se abre la posibilidad de que todo el
mundo encuentre preferible el velar por sus propios intereses. Lo
no sólo lleva a olvidarse del de los otros, sino que se
pavimenta el camino para que en el grupo respectivo se establezca
la ley de la selva, en que los más fuertes o los
más astutos llevan la parte del león. Además
de las consiguientes luchas y conflictos derivados especialmente
del resentimiento de quienes quedan en condiciones desmedradas en
situaciones de este tipo. Estos, sin duda, tratarán de
hacerse justicia con las indeseables consecuencias que son obvias
si consideramos que se trata de interacciones negativas
(expresiones tangibles de los conflictos abiertos o
encubiertos).
Para alcanzar un orden social satisfactorio para la familia y
sustentado en una base sólida se requiere que los padres
logren acuerdos entre ellos respecto a las normas a instaurar. Lo
mismo es necesario, en cuanto a las sanciones que correspondan a
las transgresiones de las mismas. De otra forma
difícilmente se alcanzarán buenos resultados. Y si
hay hijos adolescentes, necesariamente tendrán que
integrarse ellos a los respectivos acuerdos.
Es así como las sanciones deben enmarcarse en un contexto
totalmente distinto al que constatamos normalmente. En primer
término no se trata de un régimen de castigos sino
uno del bien común, propendiendo las normas respectivas a
su preservación o desarrollo. Consecuentemente, los
niños deben saber con antelación que es lo que
deben y que es lo que no deben. Y luego, se trata de precisar los
sanciones, el tipo de ellas y las ocasiones en que se
aplicarán.
Demás está decirlo, pero lo que proponemos es una
disciplina racional y adecuada a los objetivos de que se trate y
a las características de los respectivos niños.
Porque, evidentemente, no se puede exigir a un niño de 6
años lo que con formación a los interesados. Esto
conforma el requerido proceso de socialización.
El análisis anterior nos permite precisar lo
que diferencia las sanciones adecuadas de las que no lo son.
Efectivamente, se trata en primer término que ellas
están condicionadas por la existencia de una norma
previa.
En efecto, el niño no supondrá mala
intención, arbitrariedad, abuso, injusticia y similares si
con antelación ha sido informado de la norma respectiva.
Es necesario hacerle saber con claridad lo que debe y lo que no,
y las consecuencias de no cumplir con la norma en cuestión
(las sanciones correspondientes). De esta forma se asegura que el
niño no confunda el castigo con una interacción
negativa, previniendo la conformación de una
interacción negativa falsa).
Nuestra experiencia en consultoría de padres con niños
problemas y cursos de
relación padres-hijos resulta sistemáticamente
confirmatoria al respecto. Así el niño toma
normalmente conciencia de su responsabilidad, de manera tal que no queda
resentido al ser sancionado porque no supone intenciones
negativas en sus progenitores.
En efecto, un hecho repetido en nuestros seminarios de
relación padres hijos y también en consultoría individual es el que
niños de edades en torno a los 6
años se castigan por iniciativa propia. Y es así
como con frecuencia se nos acercan madres que nos dicen "Fulanito
me dijo: Mamá hice (tal cosa), así que me voy a ir
a castigar". Esto permite suponer que a través del proceso
evolutivo en los seres humanos se han desarrollado centros
neurológicos que hacen posible tomar con facilidad el
orden social e, incluso, que este fenómeno corresponde al
proceso de "imprinting" toda vez que unos años
después ya no es posible lograr con la misma facilidad el
interiorizar las normas.
Pero, también en la socialización pueden intervenir
otros factores. En efecto, el incitar al niño a hacer
aquello que se considera bueno y hacerlo sentir que eso es bueno
actúa en la misma dirección. Ello contribuye a consolidar una
buena exoestima (conciencia de tener méritos como persona) y es el
instrumento más sólido de adecuación
social.
Los premios dan también resultados porque efectivamente
tienden a hacer que se repita la actuación que se desea
del niño. Este es el muy recomendado refuerzo de los
conductistas que nosotros consideramos con reserva, toda vez que
es común que ello lleve a la convicción del
niño de que todo su accionar debe ser seguido de algo
placentero. Al efecto, padres que han puesto en práctica
este procedimiento se
quejan de que los niños "se ponen interesados" y, por
ejemplo, preguntan: "Hago eso ¿y que me das?".
Y finalmente, es obvio que todo lo anterior incide directamente
en la cuestión de la libertad. Sin embargo, precisemos lo
que es que bien sabido: que la libertad varía según
distintas situaciones. Es decir, la libertad que podamos otorgar
o de la que podamos disponer depende de las circunstancias o
situaciones respectivas. En algunas de ellas es posible un alto
grado de libertad, en tanto que en otras la libertad forzosamente
es muy restringida. Por lo tanto, es un error hablar de libertad
en general. Previo es el contestarse preguntas muy conocidas:
¿qué?, ¿por qué?, ¿para
qué?, ¿donde?, ¿cuando?, ¿como?. En
suma, se trata de precisar los grados de libertad para los
distintos tipos de situaciones. Al menos para las más
frecuentes, y enunciando criterios generales para las otras.
De esta manera podemos establecer las condiciones que conforman
en general una adecuada aplicación de la norma:
1) Declaración de la norma, estableciendo que es
válida para todos los niños de la casa y precisando
lo que se debe o no se debe hacer (de ser necesarias excepciones
habrá que estudiarlas cuidadosamente). Y en lo posible
dejar en claro que es expresión o tiene relación
con el bien común, con los deberes y derechos
complementarios de cada cual, etc.
2) Indicación del castigo o correctivo que corresponda a
la transgresión de la norma. Este idealmente debe ser de
poca monta, dando la posibilidad de aumentar su rigor de
persistir en su quebrantamiento. Se evita así el riesgo de que sea
tomado más que como correctivo, como venganza o
simplemente un medio para descargar rabia y resentimiento.
3) En el caso de transgresión, el castigo debe ser dado en
forma impersonal (implica no mostrar rabia, satisfacción,
etc.). Insistimos, jamás usarlo para hacerse justicia sino
únicamente para corregir. Porque en el primer caso se
constituye en interacción negativa con todas las
consecuencias que ello conlleva. Es decir, en un primer plano
debe aparecer el orden social y el bien común y no el
interés
de quien aplica el castigo. Es la forma más segura de que
el niño internalice el sentido del deber
(obligación de la persona con su grupo y con todos sus
miembros).
4) Las sanciones prometidas deben cumplirse siempre y
jamás perdonar o restar importancia a los hechos
respectivos ("hacer la vista gorda"). El dar castigos
esporádicos o conforme al estado de
humor de la persona es nefasto en cualquier proceso de
socialización o de reeducación. Esto último
indefectiblemente lleva a una situación cognitiva de
ambigüedad (no hay un buen "rayado de cancha") en que el
niño descubre que existen posibilidades de escabullir el
castigo. Dedicará en consecuencia sus esfuerzos a buscar
esas posibilidades y alternativas para eludirlo y no cumplir la
norma (con el consiguiente uso de múltiples
artimañas o "tretas").
Los padres deben saber que, si se es consistente y persistente en
la respectiva sanción, el niño deja de lado la
acción o conducta inadecuada en tiempos relativamente
breves. Pero, desgraciadamente el proceso tiende a resultar
más prolongado cuando se trata de niños mayores y
de adolescentes. Consecuencia en buena parte del anquilosamiento
del proceso cognitivo de padres e hijos y de que, a buen seguro, ya
están entrabados en encadenamientos de interacciones
negativas.
5) Jamás se dará disculpas por la aplicación
del castigo. Ello lleva a hacer sentir al niño que el
castigo recibido es altamente negativo, dañino, doloroso,
e incluso equivocado. Evidentemente, si el castigo no es adecuado
puede interpretarse como injusto y en consecuencia va a despertar
rebelión, trasladándose el problema del cumplir con
el bien común a una lucha por hacerse justicia con los
resultados imprevisibles a los cuales ya nos hemos referido.
Igualmente nunca se habrá de extenderse en explicaciones,
sólo las mínimas y razonables. Exceso de
argumentaciones puede ser muestra de
debilidad para el niño. Éstas y las disculpas
fácilmente lo hacen sentir que quién lo castiga no
las tiene todas consigo. De esta forma se le plantean
posibilidades para imponer su criterio y hacer tabla raza del
orden social que se trata de establecer
6) Nunca reprochar porque ello no sólo no es eficiente
sino que genera interacciones negativas. El recriminar ("retar")
normalmente tiende a la descalificación del trasgresor de
la norma, es decir, afecta el valor social personal de
éste y va a generar resentimiento e interacciones
negativas (luego, no se puede esperar colaboración y
"buena voluntad").
7) Cuando el niño está al borde de trasgredir la
norma la actuación más apropiada del adulto es la
de mostrarse firme delante del niño. Lo que implica no
usar amenazas ni advertencias. Bastará la simple mirada,
siempre que el niño vea una actitud
sólida del adulto, para impedir actuaciones inadecuadas.
Repetimos, las amenazas conjuntamente con el dar muchas
explicaciones (especialmente si son niños pequeños)
muestra debilidad de la persona que las emite y naturalmente no
tiene mayor resultado, excepto que genera inseguridad en
el niño.
Los adultos deben tener presente que el mostrarse débiles
e inseguros frente a los niños provoca en éstos
gran inquietud y temor (muchas hiperkinesis son el resultado de
la inseguridad de
los adultos en su relación con los menores).
8) En toda acción de socialización como en
cualquier plan corrector la
expresión de afectos hacia el niño debe ser
estable. Todo cambio en este
ámbito resulta perturbador. Así, el volcarse a
mucho cariño y alabanzas luego de haber estado en
permanentes interacciones negativas aparecerá sospechoso
sin ninguna duda, con todas las consecuencias que ello puede
acarrear. Por lo demás, el cariño genuino brota
naturalmente al desaparecer las interacciones negativas y no se
va a prestar nunca para interpretaciones inadecuadas.
9) El exceso de alabanzas es igualmente altamente perjudicial.
Dar constantemente elogios puede aparecer como un interés
personal de quién las hace, como el querer tener hijos
maravillosos, lograr imponer su voluntad, etc. Así,
alabanzas y felicitaciones deben ser ponderadas y destinadas
"únicamente" a mostrar que se reconocen los méritos
de que se trate.
10) No convertir la aplicación de la norma y de las
sanciones en un triunfo sobre el niño. Puesto que
así se traslada el problema a otro de competencia y
rivalidad que no corresponde. Además de que deja de lado
el faro orientador en todo lo que hemos descrito y es el que se
trata del bien común (no de "quién gana"). Porque
el niño debe tener siempre claro que lo que importa es el
bien de todos y cada uno de los integrantes del grupo familiar y
no de ventajas especiales para alguno de ellos en detrimento de
otro u otros. El imponerse sobre otros o abusar sobre otros es la
antítesis del bien
común. Además, una actuación de este tipo
muestra claramente debilidad del progenitor con las consecuencias
que es de suponer. Al niño le deja la puerta abierta para
desafiarlo posteriormente con posibilidades de éxito y de
seguro el
adulto habrá de prepararse para dificultades
futuras.
Y finalmente, un indicación general:
La experiencia nos muestra que es corriente que sean muchas las
normas a aplicar. Porque en la actualidad lo común es que
no se haya disciplinado a los niños por temor a actuar de
manera criticable (conforme a lo mencionado anteriormente: los
padre oyen y leen en todas partes que los niños deben ser
libres, que el ejercer autoridad es pernicioso, etc.). En este
caso resulta indispensable el proceder en forma paulatina. Por
ello hablamos del progreso en escalones, porque habrá que
plantear una o dos normas a los niños y aplicarse hasta
que se cumplan a cabalidad. Sólo cuando ello se haya
afirmado, habrá que subir al peldaño siguiente (una
o dos normas más). Y así, sucesivamente.
De esta forma tenemos garantía de una tarea factible y
exitosa.
5. Relaciones humanas en
el trabajo
Antes que nada debemos de saber que para poder
desenvolvernos bien en nuestro lugar de trabajo, debemos de tener
en cuenta que además de las presiones y el ritmo de vida
acelerado, la interactuación con los demás es otra
fuente de estrés
para muchas personas. Aprender a defender los propios derechos
sin agredir ni ser agredido es una estrategia
útil para lograr relaciones interpersonales más
relajadas y positivas y así poder vivir
mejor y realizar nuestras labores cotidianas con una conducta
social acertada con nuestros compañeros de labores y
así mismo tener mejores resultados satisfactorios para
nosotros mismos y para la empresa en
donde trabajamos.
Una conducta social acertada implica la expresión directa
de los propios sentimientos, deseos, derechos legítimos y
opiniones sin castigar ni violar los de los demás.
Esta conducta supone respeto hacia si
mismo y respeto hacia los derechos y necesidades de las otras
personas.
En resumidas palabras para poder trabajar y vivir en
armonía con nuestros compañeros de trabajo debemos
conducirnos apropiadamente. A continuación se muestran
algunos puntos de mucha importancia que nos podrían ser de
mucha utilidad para
poder lograr el éxito y tener una mejor estabilidad
laboral así como económica.
- Tenga un buen concepto de si mismo. Recuerde siempre
que usted es tan importante como los demás. - Sea educado. Considere los puntos de vista de los
demás y educada, pero firmemente, exponga su
opinión. - Discúlpese solo cuando sea necesario.
Así no disminuye ni el valor de una disculpa ni el
propio, y los demás lo tomaran en serio. - No arrincone a los demás. Esto provoca
cólera y resentimiento. Para asegurarse la
cooperación de otros, deles siempre una
salida. - Nunca recurra a las amenazas. Afirme tranquilamente
los pasos que esta dispuesto a seguir y asegúrese de
cumplirlos. - Acepte la derrota cuando sea necesario. Si se le ve
aceptar situaciones cortésmente tras una
discusión, la gente le respetara más.
Como relacionarse con la gente dificil
Tenemos claro que el ser humano es un ser racional y por lo tanto
sabemos que no todas las personas se comportan del mismo modo ya
que lo que diferencia a una persona de la otra es su forma de
expresarse y comportarse con los demás individuos que lo
rodean. Por lo mismo tenemos que aclarar que en la vida de todo
ser humano existen muchas conductas que el mismo se forma o le
forman cuando es todavía un niño y que a
través de los años estas conductas van creciendo y
desarrollándose a través de su vida
afectándole para bien o para mal, afectando todo esto de
alguna manera en la
personalidad y comportamiento de la persona.
Para muestra, podemos hablar de dos conductas de todo ser humano
que le pueden llegar a afectar de una manera positiva o negativa
en su vida, según sea esta la que el individuo domine
más.
- Conducta pasiva:
Son socialmente pasivas las personas que transgreden
sus propios derechos al no ser capaces de expresar
sentimientos y opiniones o hacerlo con falta de confianza, de
modo que los demás pueden no hacerle caso. Esta
actitud
muestra falta de respeto hacia las propias necesidades. Su
objetivo es evitar conflictos a toda costa.
Quien es objeto de esta conducta tiene que adivinar
constantemente lo que realmente esta diciendo la otra
persona, lo cual puede generar frustración e incluso
ira hacia la persona pasiva.- Conducta agresiva:
Esta conducta se da cuando se defienden los derechos
personales de manera inapropiada e impositiva.
La conducta agresiva puede expresarse de manera directa o
indirecta.
La agresión verbal directa incluye ofensas verbales,
insultos, amenazas y comentarios humillantes.
El componente no verbal incluye gestos hostiles o amenazantes,
como puños apretados, miradas intensas y ataques
físicos. La agresión verbal indirecta se da con
comentarios sarcásticos y murmuraciones.
Las víctimas de personas agresivas acaban por sentir
resentimiento y evitarlas.
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