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Enfermedad de Alzheimer




Enviado por dr_modena



     

    Indice
    1.
    Introducción

    2. Etiopatogenia.
    3. Anatomía
    patológica.

    4.
    Fisiopatología.

    5. Homocisteína elevada y riesgo de
    demencia

    6. Bibliografía.

    1.
    Introducción

    La enfermedad de Alzheimer es
    la causa más frecuente de deterioro mental tanto en el
    período presenil (convencionalmente hasta los 65
    años) como en el senil. En EE.UU., entre el 1 y el 6% de
    las personas mayores de 65 años padecen la enfermedad, y
    esta prevalencia tiende a incrementarse con la edad.

    2.
    Etiopatogenia.

    La etiología de la enfermedad es desconocida.
    Aunque limitados al hipocampo y parahipocampo, los hallazgos
    anatomopatológicos de esta enfermedad pueden observarse en
    el anciano sin demencia. En torno al 10% de
    los casos la enfermedad es hereditaria con una transmisión
    autosómica dominante. Los estudios
    iniciales de ligamiento genético demostraron que el gen de
    la enfermedad de Alzheimer se localiza en el brazo largo del
    cromosoma 21.
    Este hecho reviste enorme interés
    porque desde hace años se sabía que los pacientes
    con trisomía 21 (síndrome de
    Down) desarrollan con gran frecuencia el cuadro de la
    enfermedad, y porque el gen de la proteína precursora de
    amiloide (PPA) cerebral se localiza también en el
    cromosoma 21. Se han descrito mutaciones puntuales de la PPA en
    varias familias con enfermedad de Alzheimer. Recientes estudios
    genéticos han demostrado que en la mayoría de las
    familias con la forma presenil, incluyendo algunas cuyo gen
    responsable ya se había situado en el cromosoma 21, hay un
    ligamiento a los marcadores del brazo largo del cromosoma 14.
    Se ha sugerido, además, que en las familias ligadas a
    alteraciones del cromosoma 14q la edad de inicio de los
    síntomas se sitúa en la quinta década de la
    vida, mientras que en aquellas con una mutación de la PPA
    el inicio ocurre en la sexta década. La mutación en
    el cromosoma 14q parece originar un fenotipo más grave que
    el causado por la mutación de la PPA.
    El gen defectuoso del cromosoma 14 podría actuar
    modificando la expresión y el procesamiento de la PPA.
    Más recientemente se ha descrito una asociación
    entre formas familiares tardías o esporádicas de la
    enfermedad de Alzheimer y la presencia del alelo e-4 de la
    apolipoproteína E (apo-E-e4) que está localizado en
    el cromosoma 19q13.2. Mediante técnicas
    inmunocitoquímicas se ha demostrado que la apo-E
    está presente en las placas seniles, en el amiloide
    vascular y en los haces neurofibrilares.
    Dado que la apo-E se une in vitro al amiloide beta,
    aquélla podría estar implicada en el metabolismo
    intracelular y extracelular del amiloide. La asociación
    del alelo apo-E-e4 (en la población de control
    predominan los alelos e2 y e3) y AD implica que la isoforma e4
    modificaría el metabolismo del amiloide beta. Así
    pues, la enfermedad de Alzheimer es genéticamente
    heterogénea.
    Una cuestión crucial en la investigación de la enfermedad es
    establecer si el depósito del amiloide beta es causa o
    consecuencia de la enfermedad y, al parecer la respuesta correcta
    sería "ambas". Sea como fuere, la demostración de
    mutaciones puntuales en la PPA y de otros defectos
    genéticos en la regulación de esta proteína
    refuerzan la hipótesis patogénica según la
    cual la anomalía cerebral se debe al depósito de
    amiloide a partir de una PPA anormal o mal regulada
    ("hipótesis de la
    cascada de amiloide").
    Los depósitos amiloides insolubles ejercerían su
    neurotoxicidad por una doble vía: originando
    degeneración neuronal (toxicidad directa) o modificando la
    homeostasia del calcio neuronal a través del metabolismo
    del ácido glutámico (toxicidad indirecta).
    Pese a todos los avances, se desconocen todavía los
    mecanismos que conducen a que el péptido amiloide soluble
    normal (beta-A4) se transforme en un péptido insoluble y
    tóxico.
    También se asocia a enfermedades de deposito
    secundario de amiloide como diabetes
    mellitus.

    3. Anatomía
    patológica.

    Macroscópicamente hay una atrofia cerebral difusa
    que predomina en las circunvoluciones de las áreas de
    asociación con relativa preservación de las
    áreas motora primaria, somatosensorial y visual. Las
    lesiones fundamentales son los haces neurofibrilares, la placa
    senil y la pérdida neuronal.
    Pueden observarse también inclusiones eosinófilas
    en las dendritas denominadas cuerpos de Hirano,
    degeneración granulovacuolar de las neuronas y
    angiopatía congófila (angiopatía amiloide).
    Los haces neurofibrilares son estructuras
    filamentosas argirófilas que se sitúan en el soma
    neuronal y las dendritas. Están formados por filamentos
    helicoidales apareados de 10 nm de espesor cuya periodicidad es
    de 80 nm.
    Estudios inmunocitoquímicos han revelado que en la
    composición de estos filamentos intervienen proteínas
    de los neurofilamentos, proteínas asociadas a los
    microtúbulos (especialmente la fracción tau), la
    ubiquitina, la proteína A4 (amiloide beta) y la
    proteína A68 que se identifica con el anticuerpo
    monoclonal Alz-50.
    Las placas seniles o amiloides tienen un diámetro que
    oscila entre 5 y 150 μm. Constan de un núcleo central
    que contiene amiloide y materiales
    inorgánicos, como aluminosilicatos, rodeado de neuritas en
    diverso grado de degeneración. Recientemente se ha
    demostrado que las placas amiloides y el amiloide vascular
    comparten la misma estructura
    molecular y supramolecular. Hay una estrecha correlación
    entre el grado de demencia y la densidad de
    placas seniles y de neuronas con degeneración
    neurofibrilar.
    No se conocen los mecanismos que gobiernan la aparición de
    estas anomalías estructurales, aunque todo indica que se
    trataría de deficiencias en la formación y
    degradación de los neurofilamentos y neurotúbulos
    –quizá debidas a modificaciones de su
    fosforilación– que implicarían la
    formación de polímeros anormales que se agregan
    como depósitos fibrilares insolubles.
    Las lesiones básicas en la enfermedad de Alzheimer se
    distribuyen por la neocorteza y la paleocorteza. El área
    entorrinal se afecta selectivamente, lo que contribuye a la
    desaferenciación del hipocampo. También degeneran
    los núcleos de proyección cerebral
    colinérgicos (núcleo basal de Meynert, banda
    diagonal de Broca y núcleo septal medial),
    serotoninérgicos (núcleos de rafe) y
    noradrenérgicos (locus coe-ruleus).

    4.
    Fisiopatología.

    La degeneración cortical difusa es responsable
    del deterioro de las funciones
    instrumentales del sistema nervioso
    y de las modificaciones de la
    personalidad.
    La afectación y desaferenciación del hipocampo y la
    degeneración de los núcleos colinérgicos
    basales explican la relevancia de los trastornos
    amnésicos.
    En la aparición de alteraciones de la atención y de fenómenos depresivos
    es probable que desempeñe un papel
    primordial la degeneración de los sistemas de
    proyección noradrenérgicos y
    serotoninérgicos.
    Los resultados de este estudio son los primeros que relacionan
    los niveles de homocisteína, medidos varios años
    antes, con el diagnóstico posterior de Alzheimer y otras
    demencias y proporcionan evidencias contundentes de que existe
    una relación entre los altos niveles de
    homocisteína y la posterior pérdida de memoria.
    La relación entre la enfermedad de Alzheimer y el
    aminoácido homocisteína es de especial
    interés porque los niveles de homocisteína en la
    sangre se
    pueden reducir, por ejemplo aumentando la ingestión de
    ácido fólico (o folato) y vitaminas B6 y
    B12.
    El empleo
    terapéutico de estos compuestos está siendo
    explorado a medida que los científicos tratan de
    comprender mejor el rol de la homocisteína en el Alzheimer
    y otros tipos de demencias, además de su posible
    relación con varias formas de afecciones
    cardíacas.

    5. Homocisteína
    elevada y riesgo de
    demencia

    La relación existente entre los niveles de
    homocisteína plasmática elevados, el genotipo de la
    metilene -tetrahidrofolato reductasa (MTHFR) y el riesgo de
    accidente vascular cerebral (AVC), demencia vascular (DV) y
    enfermedad de Alzheimer (EA).
    El nivel elevado de homocisteína sérica ya se
    había asociado en estudios previos a un incremento del
    riesgo tanto de enfermedad cardiovascular como de enfermedad
    cerebrovascular. Las variaciones en los niveles de este
    aminoácido han mostrado ser debidas fundamentalmente al
    estado
    nutricional y al genotipo MTHFR.
    En este trabajo se compararon los genotipos MTHFR y los niveles
    de homocisteína plasmática en ayunas en grupos de
    pacientes con AVC, DV y EA, así como en controles normales
    entre población de Irlanda del Norte.
    Se observó un incremento significativo de la
    homocisteína plasmática en los tres grupos de
    pacientes en comparación con los controles sanos. Esta
    diferencia siguió siendo significativa tras ajuste en
    función
    de la edad, sexo,
    hipertensión, colesterol, tabaquismo,
    creatinina y mediciones nutricionales. No se encontró en
    este trabajo una influencia del genotipo MTHFR sobre los niveles
    de homocisteína, aunque sí se halló que su
    alelo T se asociaba a un mayor riesgo de DV.
    Los autores concluyen que unos niveles moderadamente elevados de
    homocisteína plasmática se asocian a AVC, DV y EA,
    y que esto no es debido a factores de riesgo vascular, al estado
    nutricional del paciente ni a su genotipo MTHFR.

    Cuadro clínico.
    La enfermedad empieza usualmente entre los 40 y los 90
    años. Los síntomas iniciales suelen ser una
    pérdida de la memoria
    reciente y falta de concentración, a la que
    imperceptiblemente se suman progresivas dificultades para la
    expresión y comprensión del lenguaje, y
    trastornos práxicos y visuospaciales.
    El paciente, consciente de su menoscabo, puede mostrarse ansioso
    y deprimido. No son raros los rasgos psicóticos y los
    trastornos de la personalidad,
    sobre todo en las etapas intermedias de la enfermedad. En un
    pequeño porcentaje de casos hay alteraciones del sistema motor en forma de
    mioclonías y rigidez extrapiramidal.
    Suele conservarse el control de esfínteres durante gran
    parte del curso clínico. El camino de la enfermedad es
    hacia una amencia.
    Al final, el paciente pierde su capacidad de percepción, de hablar y de moverse,
    quedando en lo que se conoce como estado vegetativo.

    Pruebas complementarias.
    Los exámenes de laboratorio
    habituales, incluyendo el LCR, son normales. No hay
    todavía marcadores biológicos extracerebrales de la
    enfermedad. El EEG es normal o, como mucho, revela, en fases
    avanzadas de la enfermedad, enlentecimiento de la actividad de
    fondo.
    Sin embargo se han puesto en manifiesto elevados los valores
    séricos de homocisteína y un déficit
    importante de folatos, complejo B y ácido
    ascórbico.
    En la TAC o la RMN se observa atrofia cerebral difusa con la
    correspondiente hidrocefalia ex vacuo; La atrofia medial del
    lóbulo temporal es un hallazgo característico de la enfermedad.

    Diagnóstico y diagnóstico diferencial.
    Con los datos expuestos y
    en ausencia de otras causas de deterioro mental, se establece el
    diagnóstico de probabilidad,
    cuya especificidad, comparada con estudios necrópsicos,
    oscila entre el 75 y el 90%.
    Para el diagnóstico definitivo son necesarios la biopsia
    cerebral o bien el examen autópsico.
    El National Institute for Neurological Disorders and Stroke
    (NINDS) ha elaborado unos criterios diagnósticos. El
    diagnóstico diferencial sindrómico debe plantearse
    con el delirio, síndromes cerebrales focales,
    seudodemencia y trastorno de la memoria asociada al
    envejecimiento.
    A diferencia de la enfermedad de Alzheimer, en el delirio hay un
    comienzo sintomático abrupto, el nivel de conciencia es
    característicamente fluctuante, predominan los trastornos
    de la atención y la concentración y la
    exploración puede revelar signos neurológicos
    deficitarios.
    La diferenciación de otros síndromes focales se
    basa en la observación del curso clínico y en
    los hallazgos de las técnicas de neuroimagen. Como
    consecuencia de su apatía, el paciente con depresión
    primaria puede tener trastornos de la concentración,
    memoria y razonamiento abstracto.
    Este trastorno funcional se designa con el término de
    seudodemencia y es reversible con tratamiento antidepresivo
    apropiado. No debe olvidarse, sin embargo, que la
    depresión puede ocurrir en el inicio de la enfermedad de
    Alzheimer. La amnesia es el único síntoma del
    trastorno de la memoria asociado a la senescencia, es decir, a
    diferencia de aquélla no hay una afectación
    cognitiva múltiple.
    En series clínicas de pacientes con demencia se ha
    estimado que la etiología es degenerativa primaria en el
    60% de los casos, vascular en el 20%, mixta (degenerativa y
    vascular) en el 14% y secundaria en el 6% restante.
    En estudios anatomopatológicos, sin embargo, la demencia
    tipo Alzheimer alcanza una frecuencia del 87% de los casos,
    mientras que sólo en una minoría (alrededor del 3%)
    hay lesiones vasculares suficientes para justificar la
    demencia.
    El diagnóstico diferencial de la enfermedad de Alzheimer
    incluye una larga lista de enfermedades en las que el deterioro
    mental es ya un síntoma inicial o bien un dato
    semiológico sobresaliente del cuadro clínico
    establecido.
    El deterioro neuropsicológico de cualquier ictus se
    diferencia fácilmente de la demencia por su perfil
    evolutivo abrupto y la existencia de hemiparesia, hemihipostesia
    o hemianopsia. El diagnóstico de demencia multiinfarto se
    fundamenta en la presencia de síntomas o signos de
    enfermedad cerebrovascular y en la demostración por
    técnicas de neuroimagen de infartos cerebrales
    múltiples.
    La escala de
    Hachinski es un instrumento sencillo y útil para
    diferenciar la demencia vascular de la degenerativa. La
    encefalopatía arteriosclerótica subcortical fue
    originalmente descrita por BINSWANGER como una
    desmielinización de la sustancia blanca cerebral
    periventricular en pacientes dementes con historia de
    hipertensión arterial. El comienzo suele ser gradual, con
    demencia como primer síntoma en la mayoría de los
    casos. Hay amnesia, bradipsiquia y trastornos de la conducta, a los
    que de forma característica se agregan episodios agudos de
    déficit motor y caídas frecuentes. En estadios
    avanzados, la exploración revela sistemáticamente
    signos piramidales, disartria y apraxia de la marcha.
    El diagnóstico se basa en la demostración de una
    leucoencefalopatía mediante examen con TC o RM. La
    afectación del SNC ocurre en la tercera parte de los
    pacientes con vasculitis sistémica. Las manifestaciones
    neurológicas habituales incluyen signos focales, crisis y
    encefalopatía aguda o subaguda y, rara vez, un cuadro de
    demencia multiinfarto.
    En el síndrome de Sneddon y en la angioendoteliosis
    maligna el deterioro mental crónico puede ser un rasgo
    clínico predominante. Los exámenes
    neurorradiológicos permiten descartar tumoraciones,
    hematoma subdural crónico, hidrocefalia normotensiva y
    enfermedades desmielinizantes. De idéntico modo, la
    normalidad del examen licuoral descarta las meningitis
    crónicas. Deben considerarse otras causas de demencia
    tratable, que incluyen enfermedades carenciales (anemia
    megaloblástica, pelagra y alcoholismo
    crónico), metabolopatías (mixedema,
    hiperparatiroidismo, hipoglucemia, uremia e insuficiencia
    hepática), intoxicaciones y efectos adversos de la
    farmacoterapia. Especialmente en el caso de la enfermedad de
    Alzheimer mioclónica, el registro
    electroencefalográfico es esencial para detectar los
    complejos periódicos característicos de la
    enfermedad de Creutzfeldt-Jakob. Alrededor del 20% de los
    pacientes con SIDA desarrollan
    un síndrome de demencia subcortical progresiva, por lo que
    esta posibilidad diagnóstica debe tenerse en
    consideración en individuos de riesgo.
    El diagnóstico diferencial con otras enfermedades
    neurodegenerativas que cursan con demencia puede ser
    difícil y, en todo caso, se basa en la aparición de
    manifestaciones clínicas propias de la atrofia de sistemas
    neuronales subcorticales.

    Curso clínico.
    La enfermedad es inexorablemente progresiva. En su evolución se distinguen tres estadios
    sucesivos. En el estadio I, el enfermo sufre olvidos, está
    sujeto a bruscos cambios de humor y puede tener problemas en
    la utilización del lenguaje, pero todavía es capaz
    de desarrollar su actividad cotidiana habitual. En el estadio II
    hay una notable alteración de la memoria reciente,
    el lenguaje se
    empobrece y la
    comunicación con los demás se ve
    progresivamente reducida; el comportamiento
    está sometido a reacciones desmesuradas, el paciente tiene
    dificultades en la manipulación de los objetos y ya no es
    capaz de enfrentarse solo a la vida diaria. En el estadio III el
    paciente puede conservar la memoria emocional, pero su humor es
    imprevisible y se limita a balbucear palabras sin comprender lo
    que se le dice; pierde el control de los esfínteres, le
    cuesta tragar y su actividad cotidiana habitual ha desaparecido
    completamente. La muerte
    sobreviene, por lo general, como consecuencia de las
    complicaciones (p. ej., neumonía por aspiración), a
    los 4-10 años del inicio.

    Tratamiento.
    Los múltiples ensayos
    terapéuticos (fármacos colinérgicos, L-DOPA,
    vasodilatadores o vitaminas) no han brindado resultados
    suficientemente concluyentes para recomendar su uso en la
    práctica clínica diaria.
    En un reciente ensayo
    terapéutico multicéntrico con tacrina
    (fármaco inhibidor de la colinesterasa) los pacientes
    experimentaron cierta mejoría de su menoscabo cognitivo,
    de acuerdo con los resultados de una escala que valora las
    actividades cotidianas del paciente, aunque dicha mejoría
    no se confirmó objetivamente en las pruebas
    neuropsicológicas. La esperanza terapéutica se
    cifra en la investigación de fármacos que alteren
    el metabolismo de la PPA previniendo el depósito de
    fibrillas amiloides.
    La depresión puede ser tratada con fluoxetina (10-20
    mg./día) que, además, mejora la ansiedad y la
    agitación; debido a su efecto anticolinérgico, los
    antidepresivos tricíclicos pueden empeorar el deterioro
    cognitivo del paciente, por lo que deben ser usados con
    cautela.
    La ansiedad se trata con lorazepam (0,5-1 mg./día),
    alprazolam (0,25-0,5 mg/8 h) u oxazepam (10 mg/12 h).
    Para la agitación se recomienda tioridazina (10-20
    mg./día) o haloperidol (0,5-2 mg/12 h). Se aconseja que
    los familiares y personas allegadas del paciente lean una
    guía práctica de la enfermedad como la de
    Selmes.
    Son de enorme ayuda las asociaciones de enfermos en las que
    éstos hallan soporte educacional y
    psicológico.

    6. Bibliografía.

    Medicina Interna, Farreras Rozman, Edición
    2000
    Neuro Anatomía Clínica; Snell.
    Patología Funcional y Estructural; Robbins Edición
    2000.
    Patología y Clínica Medica, Pedro Pons,
    Edición 1973
    Stephen P. McIlroy et al. Moderately elevated plasma
    homocysteine, methylenetetrahydrofolate reductase genotype, and
    risk for stroke, vascular dementia, and Alzheimer disease in
    Northern Ireland.
    Stroke 2002;33:2351-2356

     

     

     

     

    Autor:

    Ezio Modena

    Universidad
    Nacional de Córdoba.
    Facultad de Ciencias
    Medicas.
    Cátedra de Anatomía Normal. Argentina.

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