En esta monografía
me refiero a la autobiografía (1) y a algunas de sus
manifestaciones en la Argentina.
La palabra "autobiografía" es –a criterio
de Juan Corominas- una voz de creación reciente; como tal,
no figura en el Diccionario de
S. de Covarrubias. La Real Academia Española define al
término como "Vida de una persona escrita
por ella misma" (2). En el Diccionario etimológico
Español
e Hispánico, tiene la acepción de "biografía de uno
mismo" (3). El significado, como vemos, es idéntico:
trátase de toda obra en la que el autor vuelca,
explícitamente, su experiencia personal.
Arthur Melville Clark, colaborador de la Collier’s
Encyclopedia, define así el vocablo: "una forma de
biografía en la cual el tema es también el autor;
está escrita generalmente en primera persona y abarca la
mayor parte o una parte importante de la vida del autor. La
autobiografía ha existido, en un sentido, desde la
antigüedad, pero la palabra en sí no fue
acuñada hasta 1809 por Robert Southey" (4).
La autobiografía –nos dice- está
escrita en primera persona. En el Diccionario de la Revista de
Occidente se hace una salvedad: no toda obra escrita en esta
forma puede ser considerada autobiográfica; muchas veces,
la primera persona es "mero artificio", como en el caso del
Libro de Buen
Amor.
Paralelamente, encontramos obras en las que "el autor da noticia
de sí mismo veladamente, actuando como personaje distinto
o reflejando con sentido impersonal sus más íntimas
experiencias" (5).El elemento autobiográfico se da
independientemente de la forma elegida por el autor para la
expresión literaria.
El crítico Wolfgang Kayser sostiene que el asunto
de una obra literaria puede ser de muy variada índole,
puede surgir de las fuentes
más diversas. Hasta el siglo XVIII, las fuentes eran
principalmente literarias; en el siglo XIX comenzó a
tenerse en cuenta, para la creación de novelas
históricas, otra clase de escritos, como los diarios,
biografías, etc.
Otras fuentes se presentan ante nosotros: episodios
leídos en periódicos, narraciones orales, el
folklore.
Pero, en ciertos casos, el asunto no viene al poeta como un
factor externo reelaborable, sino que surge del seno mismo de su
alma. Entonces, comprobamos que "la propia observación y la vivencia personal han
proporcionado el asunto al poeta" (6).
Arnold Hauser (7) y Wolfgang Kayser coinciden en
señalar una "privatización" del ámbito del
creador. El escritor ya no se encuentra ante auditorios, como sus
antepasados; se convierte en un narrador personal que escribe
para sus lectores. Los personajes, como consecuencia, dejan de
ser "portadores de mundo" para convertirse en "personas
privadas"; el mundo narrativo se particulariza. Las relaciones
entre creador y recipiendario cambian totalmente; el lector
recibe como confidente las palabras del autor, que se dirige a
él en una forma directa. Estas transformaciones
posibilitan, obviamente, el desarrollo de
una literatura de
marcado tono intimista. Surgen así las confesiones,
memorias,
diarios personales, los relatos autobiográficos, obras
todas en las que la psicología del autor
es el centro del que irradian los diferentes
elementos.
Afirma Wolfgang Kayser que la autobiografía
pertenece al grupo de las
novelas de personaje –recordamos su ya tradicional
división en novelas de espacio, acontecimiento y
personaje-; el autor comienza a corporizarse con sus vivencias,
su pasado, su momento actual, convertidos en materia
narrativa. Ya no se recurre a un personaje de ficción, o
éste, creación imaginaria, enmascara al propio
creador.
Se ha señalado la aproximación existente
entre lo autobiográfico y las efusiones líricas. En
la lírica –sostiene Guillermo Ara- se realiza una
"aproximación que inmoviliza el instante y niega por ello
el tiempo" (8);
nos encontramos ante un presente cristalizado ya definitivamente.
La lírica, por otra parte, no sitúa los hechos en
el espacio y en el tiempo; ésta es una diferencia
fundamental con las manifestaciones autobiográficas, donde
el parámetro espaciotemporal nunca es olvidado y
actúa, por lo general, como agente estructurador del
relato. Lírica y autobiografía, exteriorizaciones
de una misma intimidad, se distinguen –afirma el estudioso-
por esta diferente atención prodigada al momento y al
ámbito.
Tiene papel
fundamental en la evocación del pasado la maravillosa
facultad de la memoria. En
el octavo capítulo de sus Confesiones, San
Agustín la define como una de las "potencias del
alma"; caracterizada por almacenar todas las cosas que a ella han
llegado a través de los sentidos, de
acuerdo al órgano o conducto por el que se han
introducido. Presente, pasado y futuro se encuentran –nos
dice San Agustín– en su memoria: el
presente, a través de las vivencias actuales que son
instantáneamente incorporadas; el futuro, bajo el aspecto
de ilaciones sobre sucesos venideros, y el pasado –tema que
nos interesa particularmente- es una fuente inagotable de
rememoraciones. El escribe: Allí también me
encuentro yo a mí mismo, me acuerdo de mí y de lo
que hice, y en qué tiempo y en qué lugar lo hice, y
en qué disposición y circunstancias me hallaba
cuando lo hice" (9).
El autor no duda de la veracidad del material
suministrado por su memoria. Esta es una actitud que
cambiará posteriormente, ya que el escritor se
preguntará hasta qué punto lo que está
recordando se revive tal como fue experimentado. Se habla
actualmente de una memoria que recrea, que vuelve a forjar el
acontecimiento, pero iluminado por la luz del presente
del evocador. El episodio que se relata, entonces,
diferirá sensiblemente del que aconteciera en aquella
circunstancia.
En el caso particular de la autobiografía como
manifestación literaria, el problema se agrava, ya que,
junto a esta confusa evocación, aparece la
personalidad del autor esforzándose, muchas veces
inconscientemente, por dotarla de rasgos interesantes de los que
quizás carece. La memoria se caracteriza –comenta el
doctor Ara- por obrar subrepticiamente, agregando y quitando;
hace entrar en los hechos del pasado "circunstancias ajenas a la
voluntad reminiscente".
Muchas veces, el autor puede caer en el enmascaramiento,
en el deseo de relatar una vida que no pudo vivir. En este caso,
nos encontramos ante un verdadero "testimonio de los
soñado", en el que el escritor, aún sin
intención de hacerlo, desfigura la realidad hasta tornarla
un relato ajeno a su propia existencia, pero vinculado a ella,
precisamente, por ser la encarnación de sus más
preciados anhelos.
La
autobiografía en la Argentina
El género
autobiográfico ha sido ampliamente cultivado en nuestro
país. Las primeras manifestaciones se remontan a los
períodos iniciales de la literatura argentina, en los que
ese tipo de creación obedecía a un intento de
autojustificación. Entre estas obras recordamos las
autobiografías de Manuel Belgrano, Gervasio Antonio
Posadas y Manuel A. Pueyrredón. Todas ellas están
signadas por el deseo de realizar una obra para la posteridad;
son escritas pensando en el juicio de las generaciones
venideras.
En Sarmiento encontramos una clara intención
autobiográfica, explicitada en sus libros Mi
defensa y, más precisamente, en Recuerdos de provincia.
Este último "inicia una manera de observar lo argentino a
través de la propia experiencia" (10). Esta
"autobiografía no es ni continuación ni
repetición de Mi defensa. En Recuerdos, dedicado por su
autor a ‘mis compatriotas’, compone un alegato en
defensa propia, sin duda, pero en él aparece la
preocupación de prestigiar su linaje, su moralidad sin
tacha y su patriotismo. La síntesis
del libro es, de hecho, un cuadro genealógico, aunque
Sarmiento no disimule ni oculte cuanto puede haber en él
de menesteroso. La imagen quiere ser
convincente: un hombre de bien
que nace junto con la patria y que junto a ella vive todas sus
vicisitudes" (11).
La generación del 80 también se
interesó en el género autobiográfico; merced
a esta inquietud han llegado a nosotros testimonios como los de
Miguel Cané, Eduardo Wilde y Lucio V. Mansilla. En la
literatura finisecular se evidencia el gran auge que cobró
la evocación de lo cotidiano; ya no se tratará de
gestas heroicas, sino de la vida de un grupo social, deseoso de
mostrarse en su intimidad. "La sensación de fracaso
generacional que busca en la evasión y el rescate del
pasado donde sus autores se sintieron seguros o
importantes, ha sido señalada por algunos críticos
como causa de esta profusión de autobiografías del
ochenta -escribe Susana Zanetti. Las memorias de Wilde o de
Mansilla nacen al final de sus vidas y pueden permitir un doble
rescate, en cuanto a la infancia o
juventud
lejana y en cuanto a momentos más felices o brillantes"
(12).
En Juvenilia, Miguel Cané evoca su ingreso a la
enseñanza media, poco después de
la muerte de
su padre: "He dicho ya que mis primeros días de colegio
fueron de desolación para mi alma. La tristeza no me
abandonaba y las repetidas visitas de mi madre, a la que rogaba
con el acento de la desesperación que me sacara de
allí, y que sólo me contestaba con su llanto
silencioso sin dejarse doblegar en su resolución,
aumentaban aún mis amarguras" (13)."Pagés Larraya
ha señalado que ‘no fue éste de Cané
el único relato de experiencias colegiales de nuestra
literatura, ni el único libro argentino con el
título de Juvenilia. Fue, sí, el que logró
traducir con más felicidad motivos presentes en casi todos
los escritores en casi todos los escritores de su época.
Acaso su éxito
resultó de una síntesis: Cané
consiguió la Juvenilia de las juvenilias’ "
(14).
En Aguas abajo (15), Eduardo Wilde, enmascarado tras el
pequeño Boris, recrea con una indudable visión
adulta la pintoresca vida en la ciudad boliviana de Tupiza, donde
conoció los sinsabores del destierro. "Aunque escrita en
tercera persona y ocultándose escasamente bajo el nombre
de Boris –el protagonista-, Wilde ha volcado en Aguas abajo
todos los intereses y características de su original personalidad"
(16).
Cuando escribe sus memorias, en París, en 1904,
Lucio V. Mansilla persigue un objetivo que
define con estas palabras: "He querido escribir la vida de un
niño, comentando lo indispensable, tratando de ser lo
menos difuso posible al perfilar situaciones de familia,
sociales, personales, a fin de no fatigar la atención del
lector; esforzándome por último en vivificar el
gran cuadro pintoresco, animado, siempre interesante, del
país que fue en otra edad la Patria amada; que me ha hecho
lo que soy" (17). Guillermo Ara, prologuista de una de las
ediciones, destaca que el propósito de Mansilla lo lleva
"a pintar con su imagen la imagen del tiempo que ha vivido
según lo revelado por los propios sentimientos, sin
desdeñar el testimonio de sus contemporáneos; a
mostrar la sociedad, los
hombres, las ideas y las costumbres a fin de reconstruir el
pasado, cosa ‘de grandísima enseñanza
–afirma- en unos pueblos donde, por desgracia, se piensa
poco por cuenta propia’ " (18).
En estas obras podemos advertir la profunda
ligazón que existe entre la interioridad del ser humano y
el ambiente en
que se desarrolla; las luchas políticas,
el exilio, la pobreza, son
algunas de las facetas que asoman en la narración, a
menudo risueña.
Ya en nuestro tiempo, numerosos autores nos han brindado
textos que los cuentan como personajes. Joaquín
Gómez Bas, un hombre vinculado espiritualmente al grupo de
Boedo, escribió La comparsa (19). El protagonista, Calixto
Ribas, oriundo de la "zona maloliente de la ciudad de
Avellaneda", se propone escribir el relato de su vida. Para ello,
recurrirá a Joaquín Gómez Bas, quien lo
asesorará constantemente, provocando no pocas veces la ira
del incipiente autobiógrafo. El autor, como vemos, se
desdobla en dos personajes: Calixto y él mismo. A
través de esta dualidad se irán exponiendo
numerosos puntos de una teoría
poética ejemplificada, por parte del propio Gómez
Bas, en su obra Barrio Gris.
La clase alta no es vista con buenos ojos por este autor
de convicciones tan disímiles; a lo largo de la obra
observamos los juicios lapidarios que lanza contra los miembros
de la elite. Un claro ejemplo de esta actitud son las
páginas en que realiza la evocación de Marichela,
una mujer de alcurnia
que trata de paliar con la compañía de Calixto la
angustia de su desgraciada existencia. En otra oportunidad,
califica a los aristócratas de "mequetrefes de plata y
apellido".
Sus amistades no son trigo limpio; Calixto es uno de los
pocos que viven de su trabajo en ese mundo marginado. Lo rodean
asesinos, vulgares carteristas, prostitutas, en fin, todo cuanto
pueda imaginarse en ese ámbito. Al finalizar el libro, el
autor realiza una valoración del grupo humano allí
presentado; confiesa no haber despreciado a ninguno de estos
seres. La novela surge
como un todo coherente, en el que un hombre, inmerso en un
determinado ambiente, lo analiza con la misma claridad con que
otros escritores analizaron la clase alta, aunque quizás
con un matiz afectivo mucho mayor.
La experiencia personal se manifiesta en la obra de
Manuel Mujica Laínez (20) en dos formas. Una primera
manifestación, que denominaremos explícita, es
aquella en la que el autor comenta sucesos que lo tienen por
protagonista y así lo indica. Las obras en que se advierte
este rasgo son –a nuestro criterio- Estampas de Buenos Aires,
Cecil, Los porteños y Placeres y fatigas de los viajes.
En otro grupo de novelas, sin embargo, el autor describe
atmósferas
y personajes a los que estuvo estrechamente vinculado, sin
especificar que la fuente directa de la narración es su
propia experiencia personal. En este tipo de obras se ocupa,
fundamentalmente, de la aristocracia en decadencia. La
autobiografía implícita subyace en las novelas
más significativas de nuestro autor sobre tema nacional
–Los ídolos, Los viajeros, La casa, Invitados en "El
Paraíso"- y también en Sergio.
Hay un tercer grupo de obras, las realizadas en
colaboración con el fotógrafo Aldo Sessa, donde
–generalmente sin referencia a la vida del autor- se tratan
temas evidentemente autobiográficos. Ellas se ocupan de la
ciudad natal –Letra e imagen de Buenos Aires, Más
letras e imágenes
de Buenos Aires, Nuestra Buenos Aires-; de una prestigiosa
institución porteña –Jockey Club, un siglo- y
del Teatro
Colón, cuya inauguración evocara en una de sus
biografías gauchescas –Vida y gloria del Teatro
Colón. La autobiografía surge, más que en el
tratamiento de los temas, en la elección de los mismos. El
Jockey Club y el Teatro Colón son, por otra parte, temas
autobiográficos, en la medida en que encarnan los valores e
ideales de una clase
Muchos escritores evocaron su infancia. Además de
los ya mencionados Sarmiento, Cané, Wilde, Mansilla y
Mujica Láinez, se refirieron a estos años Jorge
Vocos Lescano, Domingo Bravo, Abelardo Arias, María de
Villarino, María Rosa Oliver, Norah Lange y Vicente
Barbieri, entre otros. En sus obras observamos una
intención evocadora que revivirá momentos alegres y
amargos, con la indudable certeza de que unos y otros los han
llevado a un presente desde el cual los recuerdan con
añoranza. La ominosa necesidad de no morir del todo, la
soledad lejos de la tierra
natal, el afán de rescatar un tiempo mejor, fueron algunas
de las motivaciones que dieron origen a libros de esta
índole.
Norah Lange evocó momentos de su vida en las
obras Los dos retratos, Personas en la sala (21) y Cuadernos de
infancia (22). En esta última, el espacio tiene una
importancia fundamental: a la existencia feliz en Mendoza se
contrapone una vida de apagada tristeza que tiene como escenario
la casa de la calle Tronador, a la que se trasladan cuando muere
el padre. La narradora permanece ajena, dentro de sus
posibilidades, a los hechos que comenta; no se describe con
mayores detalles físicos o psicológicos. Tanto ella
como sus hermanas aparecen como un grupo muy alejado de los
adultos. La obra se caracteriza por un elemento que no se
encuentra con frecuencia: el sexo de la
narradora aparece como un factor capital en el
relato, sobre todo en lo atinente a las transformaciones
físicas que entraña la pubertad.
Junto a esta atención a los procesos
físicos –cuya ignorancia es sorprendente-,
encontramos una fina intuición de las actividades de la
conciencia. Norah
Lange se caracteriza por evocar minuciosamente las sensaciones,
los pesares, las alegrías que acompañan el
crecimiento de las adolescentes.
La atmósfera de la obra se halla caracterizada por la
tristeza, el temor, la obsesión de la muerte
–recordemos el episodio de los sombreros-; en esa bruma se
destacan, tímidamente, los fulgores de hechos nimios
plenos de belleza.
La obra de Vicente Barbieri, El río distante
(23), presenta algunos puntos en común con las de Lange.
Un hombre enfermo recuerda su infancia y, como es lógico,
la ve con tintes nostálgicos. El río es aquí
un elemento simbólico a la vez que una realidad concreta:
es el río Salado, pero recuerda también al lejano
país de la infancia. La acción se desarrolla en "La
azotea", casa de José María. El niño
evidencia una singular afición por la naturaleza;
observa con admirada atención al hornero, se lamenta por
la cruel muerte de Sultán. Las palabras tienen para
él una realidad tan estrechamente vinculada a los
elementos que evocan que le resulta imposible desligarlas de la
vital existencia de la naturaleza. Así, los vocablos
"acequias" y "acueductos" le resultan agradables, pues cree
reconocer en ellos el rumor del agua cuando
corre.
Tiene singular importancia en la evocación el
papel desempeñado por la literatura en el desarrollo
emocional del niño. Lo encontramos abocado a la lectura de
Corazón, de cuentos
españoles, del Martín Fierro. La obra de
Hernández suscita en el niño y sus
compañeros el deseo de representar sus episodios
más importantes; esta dramatización se encuentra
evocada con gran cariño.
A diferencia de lo que sucede en la evocaciones de Norah
Lange –quien sólo se ocupa de sus sirvientes y
preceptores-, en la obra de Barbieri tienen relevancia las
caracterizaciones de los personajes del lugar: el herrero, el
misterioso Juan Sebastián Rivero, Fortunato. El episodio
de Rivero marca –a
criterio de Angela Blanco Amores de Pagella- la
aproximación entre biografía y leyenda, ya que
José María sostiene que las cuerdas de la guitarra
se cortan en el momento exacto de la muerte de ese ser tan
singular (24).
Algunas de las autobiografías de infancia
argentinas fueron escritas por inmigrantes o por sus
descendientes (25). Escribieron esta clase de obras Syria Poletti
("El tren de medianoche"), Ernesto
Sábato ("La memoria de la tierra"),
María Esther Podestá (Desde ya y sin
interrupciones), Alberto Gerchunoff ("Autobiografía"),
Maria Arcuschín (De Ucrania a Basavilbaso), Rosalía
de Flichmann (Rojos y Blancos. Ucrania), Marcelo Birmajer (No es
la mariposa negra), Baldomero Fernández Moreno (La patria
desconocida), Fernando de Querejazu (El pequeño obispo),
Raúl G. Fernández Otero (Ausencias, presencias y
sueños), Jorge Fernández Díaz (Mamá),
María Rosa Lojo (Canción perdida en Buenos Aires al
oeste) y Gladys Onega (Cuando el tiempo era otro. Una historia de infancia en la
pampa gringa), entre otros.
Syria Poletti evocó su infancia en "El tren de
medianoche" (26), "un fragmento de vida real convertido en
ficción: el episodio clave de mi existencia y el punto de
arranque de toda mi obra. En ese instante, momento en que mi
madre me dejó para reunirse con mi padre en tierras de
América, nace el drama y la
rebeldía, pero también la revelación de la
soledad y su misterio. Fue como si de pronto se hubiesen abierto
las compuertas de la vida adulta, y al mismo tiempo, asomara la
certeza de otro llamado. Al irse, mi madre respondía a un
llamado ineludible. Yo también, con el tiempo,
respondería a un llamado" (27).
Gladys Onega escribió Cuando el tiempo era otro.
Una historia de infancia en la pampa gringa (28) convencida de
que "todos tenemos derecho a escribir nuestra historia", como
ella expresó en un reportaje (29). Su historia se inicia
en Acebal, provincia de Santa Fe, donde nace en 1930, y
continúa en Rosario, ciudad a la que se mudan en 1939. Sus
primeros años transcurren en el seno de una familia
integrada por un gallego tan esforzado y ahorrativo como
autoritario; una criolla apasionada por la hija mayor, la
lectura y la
costura; y dos hermanos, que acaparan la atención que la
pequeña reclamará para sí. Junto a ellos
encontramos la familia de
la casa da pena –los gallegos que quedaron en su tierra-,
los parientes gallegos que emigraron y los parientes criollos de
la madre, y los inmigrantes –en su mayoría
italianos- que viven en el pueblo.
Al igual que muchos de nuestros escritores, Baldomero
Fernández Moreno evocó sus años de infancia,
una edad escindida, en su caso particular, entre dos tierras,
Argentina y España. En
el prólogo a sus memorias, que llevan por título La
patria desconocida, el escritor se refiere a la relación
de las mismas con sus dos patrias, y deslinda la incidencia que
España y la Argentina tienen en ellas: "Son
páginas, pues, españolas por el recuerdo que las
informa, argentinas por la mano que las trazó. Por eso
este libro cobra un sentido vernáculo, americano. Y todo
aquello en medio del suspirar por mi patria, por curiosidad, por
exotismo, por poesía
naciente, y, lo que es lo cierto, por indefinible amor hacia
ella" (30).
Fernando de Querejazu publicó en 1986 El
pequeño obispo (31), una novela
"absolutamente autobiográfica, aunque parezca un disparate
lo que ocurre allí". El 10 de febrero de 1926 llegó
a América el hidroavión Plus Ultra, piloteado por
Ramón
Franco, concretando así una proeza histórica. Ese
mismo día, en un pueblo de inmigrantes de la provincia de
Córdoba, veía la luz el protagonista de esta
novela. Sus padre, de origen español, lo llamaron Fernando
en homenaje a la isla Fernando de Noronha, en la que se produjo
el aterrizaje.
En sus páginas autobiográficas, Alberto
Gerchunoff se describe a sí mismo vestido a la usanza de
la nueva tierra: "como todos los mozos de la colonia,
tenía yo aspecto de gaucho. Vestía amplia bombacha,
chambergo aludo y bota con espuela sonante. Del borrén de
mi silla pendía el lazo de luciente argolla y en mi
cintura, junto al cuchillo, colgaban las boleadoras"
(32).
María Arcuschín escribió De Ucrania
a Basavilbaso (33) obra en la que rinde homenaje a sus
antepasados y a quienes llegaron a América en busca de un
futuro mejor, al tiempo que narra su propia vida en el seno de la
colectividad judía entrerriana.
Rosalía de Flichmann es la autora de Rojos y
blancos. Ucrania (34), obra en la que evoca su infancia, en la
que la amargura era una realidad cotidiana. Las persecuciones, la
revolución, la guerra civil,
las violaciones y los asesinatos –a los que se suman las
inundaciones y el tifus- son el cuadro con el que Rosalía
debe enfrentarse a muy corta edad. Agobiada por la tristeza, la
niña piensa en el padre, al que no ve desde hace
años. Después de muchos trámites, emigran
para reencontrarse con él. Por fin, llegan a Mendoza. Ha
comenzado para Rosalía "una larga vida en la Argentina,
una vida plena y feliz".
…..
En las obras de estos autores observamos sendas
evocaciones del pasado personal. Estas son sólo algunas de
las diferentes formas que puede asumir el recuerdo en escritores
tan vinculados entre sí por el contexto histórico y
nacional, pero tan diferentes por su extracción social y
las metas que los impulsan.
La experiencia personal ha suscitado en ellos la
necesidad de plasmar una creación que la tenga como tema
principal y el resultado ha sido, a todas luces, la
expresión de una peculiar posición ante la
vida.
- Material proveniente de la Tesis de
Licenciatura "Manuel Mujica Láinez, la experiencia
personal en la elaboración literaria", defendida en la
Universidad
de Buenos Aires ante el Tribunal integrado por el Dr. Guillermo
Ara, la Doctora Teresita Frugoni de Fritzsche y la Profesora
Marta Lena Paz. Incluido en Territorios de Infancia (Buenos
Aires, Plus Ultra, 1994). - Diccionario de la Lengua
Española. Madrid, Espasa-Calpe, 1970, pág.
144. - García de Diego, Vicente
- USA, The Crowell-Collier Publishing Company, 1965,
pág. 139. - Diccionario de Literatura Española. Madrid,
Ediciones de la Revista de Occidente, 1972, pág.
73. - Kayser, Wolfgang: Interpretación y análisis de la obra literaria. Madrid,
Gredos, 1954, pág. 89. - Hauser, Arnold: Historia social de la literatura y el
arte.
Madrid, Guadarrama, 1964. - Ara, Guillermo: Vida y testimonio del escritor
argentino. Trabajo inédito. - Agustín, San: Confesiones. Madrid,
Espasa-Calpe, 1965, pág. 207. - Ara, Guillermo: Los argentinos y la literatura
nacional. Estudios para una teoría de nuestra
expresión. Buenos Aires, Huemul, 1966, pág.
16. - Zanetti, Susana y Pontieri, Margarita B.: "El ensayo.
Domingo F. Sarmiento", en Historia de la literatura argentina.
Buenos Aires, CEAL, 1980. - Zanetti, Susana: "La ‘prosa ligera’ y la
ironía. Cané y Wilde", en Historia de la
literatura argentina. Buenos Aires, CEAL, 1980. - Cané, Miguel: Juvenilia. Buenos Aires, CEAL,
1980. - Zanetti, Susana: op. cit.
- Wilde, Eduardo: Aguas abajo. Buenos Aires, Huemul,
1969. - Zanetti, Susana: op. cit
- Mansilla, Lucio V.: Mis memorias
- Ara, Guillermo: Prólogo a Mis
memorias.. - Gómez Bas, Joaquín: La comparsa. Buenos
Aires, Falbo Librero Editor, 1966, pág. 91.Estampas de Buenos Aires. Buenos Aires,
Sudamericana, 1946.Invitados en "El Paraíso". Buenos Aires,
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1983.Los ídolos. Buenos Aires, Sudamericana,
1983.Los porteños. Buenos Aires, La Ciudad,
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Cosmogonías, 1983.Placeres y fatigas de los viajes. Buenos Aires,
Sudamericana, 1983. - Mujica Láinez, Manuel: Cecil. Buenos Aires,
Sudamericana, 1972. - Lange, Norah: Personas en la sala. Buenos Aires,
CEAL, 1980. - Lange, Norah: Cuadernos de infancia. Buenos Aires,
Losada, 1979. - Barbieri, Vicente: El río distante. Relatos de
una infancia. Buenos Aires, Losada, 1945. - Blanco Amores de Pagella, Angela:
"Aproximación de dos autobiografías". Santa Fe,
Universidad Nacional del Litoral, 1968. - Ver mi monografía "Inmigración: Memorias y
biografías". - Varios autores: Mi mejor cuento.
Buenos Aires, Orión, 1974. - Fornaciari, Dora: "Reportajes periodísticos a
Syria Poletti", en Taller de imaginería. Buenos Aires,
Losada, 1977. - Onega; Gladys: Cuando el tiempo era otro. Una
historia de infancia en la pampa gringa.. Buenos Aires,
Grijalbo Mondadori, 1999. - Duche, Walter: "Todos tenemos derecho a escribir
nuestra historia", en La Prensa, Buenos Aires, 18 de
julio de 1999. - Fernández Moreno, Baldomero: La patria
desconocida. - Querejazu, Fernando:El pequeño obispo. Buenos
Aires, Lumen, 1986. - Gerchunoff, Alberto: "Autobiografía", en
Feierstein, Ricardo (selecc. y prólogo): Alberto
Gerchunoff, judío y argentino. Buenos Aires, Milá
2001. - Arcuschín, María: De Ucrania a
Basavilbaso. Buenos Aires, Marymar, 1986. - Flichmann, Rosalía de : Rojos y blancos.
Ucrania. Buenos Aires, Per Abbat, 1987.
Trabajo enviado por
María González Rouco
Licenciada en Letras UNBA, Periodista Profesional
Matriculada