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La Familia en el Derecho Positivo Mexicano (página 3)




Enviado por ivan_escalona



Partes: 1, 2, 3, 4

Esponsales, promesa formal de contraer un futuro
matrimonio; por lo general esta promesa se enmarca dentro de un
acuerdo jurídico más amplio (capitulaciones
matrimoniales) donde se contempla, entre otros muchos y variados
temas, el régimen económico que regirá el
futuro matrimonio y las aportaciones patrimoniales que
efectuarán a la futura economía familiar los
parientes de uno y otro esposo. Los esponsales tuvieron una gran
importancia en la edad media por
intervenir en la política matrimonial de las casas reales
y nobiliarias europeas, y desde la baja edad media y el renacimiento
también fueron un procedimiento fundamental para la alta
burguesía, así como para las relaciones de una
clase con la otra de las contempladas. La celebración de
esponsales (salvo en el Derecho canónico medieval:
esponsales de presente) no obligan a los que los contraen a
casarse entre sí, ni generan ningún vínculo
que dé lugar a impedimento matrimonial; tan sólo
obligan a resarcir al incumplidor, en todo caso, de los gastos
efectuados con ocasión del matrimonio proyectado y a
indemnizar, cuando proceda, por las obligaciones
contraídas con idéntico fin. La acción que
surge de la negativa a contraer matrimonio caduca al año
de la manifestación de la misma.

El matrimonio lleva la garantía de la
estabilidad, de lo permanente, de la perpetuidad.Podríamos
decir que el don recíproco "que liga más fuerte y
profundamente que todo lo que puede ser adquirido al precio que
sea" (Grat. sane, n. 11), se expresa en una palabra de
compromiso. A. Quilici observa: "uno no se da verdaderamente sino
cuando primero y en verdad da su palabra. Si no eso se parece a
una suerte de violación. El don del cuerpo no es
verdaderamente humano sino en la medida en que cada uno da su
acuerdo, en la medida en que cada uno ha permitido ir más
allá en el diálogo,
hasta la última intimidad"16.

Es una palabra expresiva, que permanece y que compromete
profundamente a los esposos, de tal manera que una
donación limitada voluntariamente en el tiempo

desdibuja la misma calidad de un don total. La palabra
expresa un sí profundo que surge de la raíz de un
amor que quiere ser fiel a lo largo del tiempo. Así
caracteriza el cardenal Ratzinger ese "Sí": "El hombre, en
su totalidad, incluye la dimensión temporal.
Además,el "sí" de un ser humano supera a la vez
este tiempo. En su integralidad, el "sí"
significa:siempre. El constituye el espacio de la fidelidad
… la libertad del "sí" se hace sentir como una
libertad delante de lo definitivo"17. El amor18 no está
necesariamente sometido a la degradación del tiempo, como
en las cosas que se desgastan y pierden paulatinamente su
energía. No cae en la órbita de la ley de la
entropía. El tiempo puede ayudar al
crecimiento, a madurar delante de Dios, a hacer del amor un
compromiso más serio y hondo. Escuché, en
Caná una hermosa promesa y expresión de unos
esposos avanzados en años: "te amo más que ayer,
pero menos que mañana". La alegría de la serenidad,
de un testimonio que recibe el espesor de los años, se
descubre en tantos matrimonios de personas ancianas en las cuales
se conservan la frescura y la ternura afianzadas en el
tiempo.

En virtud de la donación total se comprende mejor
la exigencia de la indisolubilidad que libera y protege el amor y
que no es su prisión o empobrecimiento. Es falso aquello
de que el matrimonio es la tumba del amor y que lo definitivo, su
indisolubilidad, robe al amor su espontaneidad y su dinámica. A ello lleva, sin duda, una
cultura de lo perecedero, en la cual la palabra se vacía y
es por tanto liviana hasta la irresponsabilidad. No lleva el peso
de la verdad que no es caprichosa y cambiante como lo hace un
falso amor, que engaña. "La posible ausencia o
debilitamiento de hecho en las manifestaciones del amor conyugal
no destruyen las propiedades y la tendencia natural -si bien las
pueden obstaculizar-, pues unas y otras reclamarán siempre
ser vivificadas por el amor conyugal"19.

La donación total conduce a la exigencia de la
fidelidad. Es una forma concreta de don,que empeña y
libera. Un amor fiel es también y radicalmente
indisoluble. Libera del temor de traicionar y ser traicionado y
suministra a la fuente de la vida, la garantía y la
transparencia a la que tienen derecho los hijos.

Antonio Miralles escribe: "también la mutua
donación personal de los cónyuges exige la
indisolubilidad del recíproco vínculo que ellos han
establecido con tal donación. Ella es total y por tanto
excluye toda provisoriedad, toda donación temporal.
(…) el vínculo conyugal presenta un carácter
definitivo, en cuanto surge de una donación integral que
comprende también la temporalidad de la persona. El darse
con la reserva de poder desvincular en el futuro,
significaría que la donación no es total, al
contrario de aquella que hace nacer un verdadero
matrimonio"20.

Cabe pues decir que la fidelidad, la indisolubilidad, el
carácter definitivo, son esenciales en la calidad del don.
Aquí radica el compromiso, el empeñar del don,
empeño que se abre también y esencialmente al don
de la vida y que se vuelve testimonio público en la
Iglesia y en la sociedad. Es luz, llama puesta sobre el
candelero.

Es San Juan Crisóstomo quien comenta hermosamente
el estilo de esta donación en este consejo a la pareja:
"Te he tomado en mis brazos, te amo y te prefiero a mi
vida.Porque la vida presente no es nada, mi deseo más
ardiente es pasarla contigo de tal manera que estemos seguros de no
estar separados en la vida que nos está reservada…
pongo tu amor por encima de todo…"21. La duración,
el carácter definitivo de la donación, en virtud de
su totalidad, conduce a la indisolubilidad que es atribuible al
matrimonio natural y que asume una dimensión más
honda y expresiva en el matrimonio cristiano, delante y bajo la
mirada del Señor.

Ya el matrimonio natural tenía "una cierta
sacramentalidad", en sentido amplio, como signo preanunciador del
misterio de tal unión esponsal, en la íntima unidad
de una sola carne, inserta (de alguna manera) en el misterio de
la Alianza de Dios con la humanidad,en el lenguaje de la
creación, de Dios con su pueblo (cf. Os., 1-3), de Cristo
con la Iglesia22. "Maridos, amad a vuestras mujeres como el
Mesías amó a la Iglesia y se entregó por
ella … Por eso dejará el hombre a su padre y a su
madre, se unirá a su mujer y serán los dos una sola
carne, (un solo ser). Este misterio es grande; lo digo en
referencia a Cristo y a la Iglesia" (Ef. 5, 25.
31-33).

En este texto central de la Carta a los Efesios, en el
versículo 25, el modelo es la entrega de Cristo, en el
lenguaje del sacrificio en el que se expresa el mayor amor, sin
límites:¡amor crucificado!. Ese
"traditit semetipsum", donación total y radical, que es el
modelo,es el misterio fundamental que abarca la alianza conyugal.
El misterio (cf. v. 32), es referido al proceso que tiene su
"tipo", su modelo en Cristo y la Iglesia. Hay que advertir que al
hablar de misterio, grande, (mega), se refiere el autor a la
importancia del mismo,a su fuerza expresiva, no a la oscuridad.
El misterio de la unión esponsal de Cristo y la Iglesia es
reproducido en el matrimonio del hombre y de la
mujer23

Estamos en el ámbito sagrado de una
donación y una entrega que adquiere su plena iluminación en Cristo, en su pasión
redentora. Esto es subrayado por el Concilio de Trento en la
sesión XXIV, Denz. 969: "Gratiam vero quae naturalem illum
amorem perficeret, et indissolubilem unitatem confirmaret,
coniugesque sanctificaret: ipse Christus … sua nobis
passione promeruit". Max Zerwick, comentando el texto clave que
nos ocupa, escribe: "Siendo así, el matrimonio humano es
algo más que una mera figura, cuando se realiza entre
miembros de Cristo: debe realizar la unión amorosa de
Cristo con su Iglesia. Así pues, el matrimonio no es
meramente figurativo, sino que es una participación real
en lo que Pablo llama el gran misterio"24.

El "tradere se ipsum" de cada uno de los
cónyuges, a semejanza de Cristo, observa Carlo Rocchetta,
"es un acto de naturaleza perpetua … un sacramento
permanente"25. El consenso de los esposos que se dan y se reciben
mutuamente es sellado por el mismo Dios (cf. C.E.C., n. 1639). El
vínculo del matrimonio establecido por Dios es
irrevocable, de tal manera que no está en el poder de la
Iglesia pronunciarse contra esa disposición de la
sabiduría divina (cf. C.E.C., n. 1640). Está por
desgracia muy difundida la idea de que el Papa y los Obispos
podrían, si superaran el rigorismo, introducir
modificaciones y abrir las puertas a soluciones, al
menos en casos excepcionales. Hay que repetir esta verdad con
decisión y amor: eso no está en el poder de la
Iglesia. Por tanto: ¡non possumus!. Y no podría
pensarse que quedara sustraída a la divina
sabiduría la situación, así fuera
excepcional, de una pareja. Retorna la sentencia ligada al
proyecto original y ratificado por Cristo: "lo que Dios ha unido
no lo separe el hombre". ¿Cómo,pues, introducir
modificaciones en nombre del Dios fiel a la Alianza que en su
misericordia tutela y preserva el bien del
matrimonio?.

Se cree, por otra parte, que la indisolubilidad es una
exigencia ideal, pero irrealizable.¿Podría Dios
cargar con semejante empeño, con esta carga que por lo
irrealizable sería un peso inclemente e insoportable, a
los esposos?. El, el autor del matrimonio, que sale al paso, al
encuentro de los esposos cristianos, ofrece su gracia, su fuerza
para que en la Iglesia doméstica sean capaces de vivir en
la dimensión del Reino.

Es preciso reflexionar, llevados de la mano del
Catecismo de la Iglesia Católica, en toda la riqueza del
matrimonio en el plan de Dios, a
lo largo de las consideraciones enmarcadas en el matrimonio en el
orden de la creación, bajo la esclavitud del
pecado y el matrimonio en el Señor. El proyecto original
de Dios va en este sentido: "la vocación al matrimonio se
inscribe en la naturaleza misma del hombre y de la mujer,
según salieron de la mano del Creador" (C.E.C., n. 1603).
No es, pues, una institución meramente humana, al arbitrio
del hombre. Dios mismo es el autor del matrimonio (cf.C.E.C., n.
1603).

Lo natural en la comunidad de vida y amor conyugal,
provista de leyes propias, es acoger con alegría y
confianza la voluntad de Dios. Bajo la esclavitud del pecado, el
matrimonio es amenazado por la discordia, el espíritu de
dominio, la infidelidad. Es un desorden (opuesto al orden
original) que "no se origina en la naturaleza del hombre y de la
mujer, ni en la naturaleza de sus relaciones, sino en el pecado"
(C.E.C, n. 1607). Se introducen rupturas, distorsiones,
relaciones de dominio y concupiscencia, pero "el orden de la
creación subsiste, aunque gravemente perturbado. Es
necesaria la gracia y la misericordia de Dios para realizar la
unión de sus vidas en orden a la cual Dios los creó
"al comienzo"" (C.E.C., n. 1608). En la pedagogía de la antigua ley, "la conciencia moral
relativa a la unidad e indisolubilidad se desarrolló". El
Señor "enseñó sin ambigüedad el sentido
original de la unión del hombre y la mujer". "La
insistencia en la indisolubilidad del vínculo matrimonial
corresponde al restablecimiento del orden de la creación
perturbado por el pecado (cf. C.E.C., nn. 1614, 1615). En el
matrimonio en el Señor, los esposos,"siguiendo a Cristo,
renunciando a sí mismos … podrán comprender
el sentido original del matrimonio y vivirlo con la ayuda de
Cristo" (C.E.C., n. 1615).

3. EL HIJO: EL DON MAS EXCELENTE

San Agustín enseñaba: "Entre los bienes
del matrimonio ocupa el primer puesto la prole.Es verdaderamente
el mismo Creador del género
humano quien en su bondad quiso servirse de los hombres como
ministros para la propagación de la vida…"26 Y la
Exhortación Apostólica Familiaris Consortio
señala: "La misión
fundamental de la familia es realizar a lo largo de la historia
la bendición original del Creador,transmitiendo en las
generaciones la imagen divina de hombre a hombre" (FC 28). Son
dos expresiones que es preciso subrayar: los padres son ministros
y servidores de
la vida.

La vida debe surgir en el matrimonio, como el lugar
adecuado, el más excelente, en donde la vida es deseada,
amada, acogida y en donde se realiza todo un proceso de
formación integral.

El Concilio Vaticano II expresa: "Por su naturaleza la
institución misma del matrimonio y el amor conyugal
están ordenados a la procreación y a la educación de la prole
y con ellas son coronados como su culminación" (GS 48). En
la forma más expresiva indica que "los hijos son,
ciertamente, el don más excelente del matrimonio y
contribuyen mucho al bien de los mismos padres" (GS 50). Hay que
señalar que esta vigorosa afirmación proviene del
deseo personal del Santo Padre Pablo VI, de que fuera incluida en
el texto. El hijo es un don que surge del don mismo
recíproco de los esposos, como expresión y plenitud
de su mutua entrega. Es una maravillosa concatenación de
dones que hermosamente hace resaltar el Catecismo de la Iglesia
Católica: "La fecundidad es un don, un fin del matrimonio,
pues el amor conyugal tiende naturalmente a ser
fecundo.

El niño no viene de fuera a añadirse al
amor mutuo de los esposos, brota del corazón mismo de ese
amor recíproco, del que es fruto y cumplimiento. Por eso
la Iglesia, que "está en favor de la vida" (FC 30),
enseña que "todo acto matrimonial debe quedar abierto a la
transmisión de la vida" (HV 11) (…) el hombre no
puede romper por iniciativa propia, entre los dos significados
del amor conyugal: el significado unitivo y el significado
procreador" (C.E.C., n. 2366). Y cita el Catecismo nuevamente la
Humanae Vitae: ""salvaguardando ambos aspectos esenciales,
unitivo y procreador, el acto conyugal conserva íntegro el
sentido del amor mutuo y verdadero y su ordenación a la
altísima vocación del hombre a la paternidad" (HV
12)" (C.E.C., n. 2369).

Los hijos son un "un bien común de la futura
familia". Las palabras del consentimiento lo expresan: "Para
mostrarlo con evidencia, la Iglesia les pregunta (a los esposos)
si están dispuestos a acoger y educar cristianamente a los
hijos que Dios quiera darles (…) La paternidad y la
maternidad representan una tarea de naturaleza no sólo
física sino espiritual" (Grat. sane, 10). Y más
adelante enseña: "cuando los esposos transmiten la vida a
su hijo, un nuevo "tu" humano se inscribe en la órbita de
su "nosotros", una persona que llamaron con un nombre
nuevo…" (Grat. sane, 11).

El Santo Padre ubica esta doctrina en el marco de la
teología del don de la persona, y en la perspectiva del
Concilio, del "don más precioso" (GS 50).La existencia del
hijo es un don, el primer don del Creador a la creatura: "El
proceso de la concepción y del desarrollo en el seno
materno, del parto, del nacimiento, de todo esto, sirve para
crear como un espacio apropiado para que la nueva creatura pueda
manifestarse como un don" (Grat. sane, 11). Don para los padres y
para la sociedad y para los miembros de la familia. "El
niño se hace don de sí mismo a sus hermanos y a sus
padres y a toda la familia. Su vida se vuelve un don para los
mismos autores de la vida" (Ibid).

Es preciso respetar cuanto entraña el sentido del
amor mutuo y verdadero, el significado de la recíproca
donación abierta a la vida. La contracepción opone
objetivamente un lenguaje contradictorio al lenguaje que expresa
una donación recíproca y total. El lenguaje se
torna inexpresivo y, por tanto, mentiroso. Un lenguaje que no es
vehículo de la verdad, sino de la mentira, en el desorden
objetivo que la anticoncepción entraña se pone en
sentido contrario al amor (en cierta forma no logra siquiera
tutelar el "significado unitivo" en plenitud). Sólo el
amor mutuo y verdadero que expresa sin recortes la
donación total, tiene la fuerza propia del amor conyugal.
Cuando la pareja libre y conscientemente se deja llevar por otra
lógica, y toma la vía sistemática de la
contracepción, ¿no pone una especie de bomba de
tiempo a su propia unión conyugal?

Con particular fuerza y claridad esta verdad es
expresada en la Familiaris Consortio: "Al lenguaje natural que
expresa la recíproca donación total de los esposos,
el anticoncepcionismo impone un lenguaje objetivamente
contradictorio, es decir, el no darse al otro totalmente: se
produce no sólo el rechazo de la apertura a la vida, sino
también una falsificación de la verdad interior del
amor conyugal, llamado a entregarse en la plenitud personal" (FC
32) (Texto integralmente recogido por el C.E.C., n.
2370).

Un análisis penetrante entre la unión de
los esposos y la procreación de los hijos, viene
desarrollada en el libro de S.E. Mons. Francisco Gil
Hellín, El matrimonio y la vida conyugal. Dice así:
"Los significados esenciales del acto conyugal, que son el
unitivo y el procreativo, expresan respectivamente la esencia y
el fin del matrimonio. El amor que lleva a los esposos a la
entrega formando una sola carne cuando se realiza "en la verdad",
"en vez de encerrarlos en sí mismos, los abre a una nueva
vida, a una nueva persona" (Grat. sane, 8).

La vida conyugal comporta una lógica de entrega
sincera al esposo o esposa y a los hijos. "La lógica de
entrega total del uno al otro implica la potencial apertura a la
procreación" (Ibid, 12). La capacidad de esta entrega, o
crece y madura con el ejercicio propio de toda la vida conyugal,
o queda inhibida por el egoísmo, cuyas insidias tratan de
amordazar el dinamismo de la verdad inscrita en la propia
entrega. Una de las principales expresiones de este
egoísmo -"egoísmo, no sólo a nivel
individual sino también de pareja" (Ibid, 14)- es el que
ve la procreación no como exigencia de la verdad del amor
conyugal, sino como fruto gratificante y elección
voluntarista añadida al amor. "En el concepto de entrega
no está inscrita solamente la libre iniciativa del
sujeto,sino también la dimensión del deber"
(Ibid).

Un amor conyugal que no abraza la dimensión
parental propia de su verdad íntima acaba
asemejándose al "llamado amor libre, tanto más
peligroso porque es presentado frecuentemente como fruto del
sentimiento verdadero, mientras de hecho destruye el amor"
(Ibid). Por esto, el rechazo a la apertura a los hijos contribuye
hoy poderosamente

a minar y destruir la entrega conyugal. No se trata,
como siempre ha sucedido por la flaqueza humana, de actos o de
períodos en los cuales los cónyuges han sido
débiles para vivir con coherencia las exigencias de su
paternidad o maternidad en circunstancias difíciles o
especialmente heróicas.

Hoy día, muchas uniones conyugales labran su
propia destrucción falseando las coordenadas de su
entrega. "En el momento del acto conyugal, el hombre y la mujer
están llamados a ratificar de manera responsable la
recíproca entrega que han hecho de sí mismos con la
alianza matrimonial. Ahora bien, la lógica de la entrega
total del uno al otro implica la potencial apertura a la
procreación" (Ibid, 12). Cuando se rechaza la capacidad
del esposo o de la esposa a ser padre o madre, aquella entrega no
respeta las exigencias del amor conyugal. Es por ello que el Papa
afirma que es esencial a una verdadera civilización del
amor, "que el hombre sienta la maternidad de la mujer, su esposa,
como entrega" (Ibid, 16)27.

En las catequesis sobre el amor humano, Juan Pablo II
habla del "lenguaje de los cuerpos" que en la unión
conyugal expresa la verdad que les es propia. En el lenguaje del
cuerpo el acto conyugal significa no sólo el amor sino
también la potencial fecundidad y por tanto no puede ser
privado en su pleno y adecuado significado. Como no es
lícito separar artificialmente el significado unitivo y el
procreativo, (cf. HV 12), "el acto conyugal privado de su verdad
interior, porque privado de su capacidad procreativa, deja de ser
también un acto de amor"28.

El hijo se introduce en la dimensión de la
espiritualidad del matrimonio que se abre a la familia.
Cabría aquí seguir las pistas de una
reflexión que va del amor trinitario al amor conyugal. El
matrimonio que crece a imagen de la Trinidad, el "nosotros" de la
familia a imagen del "nosotros" trinitario, incluye el hijo que
surge del amor total y fecundo.

Escribe Carlo Rocchetta: "según la
afirmación de I Jn. 4,16, "Dios es amor" (agapè),
la suprema plenitud del amor que dona y acoge; no un "yo" solo,
encerrado en sí mismo,sino un "yo" que vive en sí
mismo una existencia de amor interpersonal, una eterna
generación que surge del amor y concluye en el amor, donde
el intercambio de don/acogida entre las dos primeras personas
alcanza su plenitud en el encuentro con la tercera … El
vínculo sobrenatural entre los esposos contiene este valor
trinitario. La gracia sacramental representa el don de la
ontología trinitaria desplegada en el
corazón de los esposos como semejanza dinámica que
estructura en profundidad la vida de los esposos y los hace
signos y participación en la comunión tri-personal
de Dios"29.

El hijo o los hijos, el "bien de la prole", es
razón de ser del matrimonio, hay que reiterarlo.Como se
sabe para Doms el sentido del matrimonio y el amor de dos que
encuentran su más profunda expresión, sería
la más íntima y preciosa realización en el
acto conyugal,en sí mismo, hecha abstracción de la
ordenación al hijo. La realización de la unidad
conyugal justificaría el instituto matrimonial. En una
línea similar se encuentra Krempel30.

El Concilio arroja una amplia luz para mostrar el
sentido pleno del matrimonio y contrarrestar estas u otras
posiciones similares: "El matrimonio y el amor conyugal
están ordenados por su propia naturaleza ("indole sua") a
la procreación y educación de los hijos. Desde
luego, los hijos son don excelentísimo ("sunt
praestantissimum matrimonii donum") y contribuyen grandemente al
amor de los padres … Por tanto el auténtico amor
conyugal y toda la estructura de la vida familiar que nace de
aquél, sin dejar de lado los demás fines del
matrimonio, tienden a capacitar a los esposos para cooperar
valerosamente con el amor del Creador y Salvador, quien por medio
de ellos aumenta y enriquece su familia" (GS 50)31.

La Familiaris Consortio afirma categóricamente
que "el cometido fundamental de la familia es el servicio a la
vida, el realizar a lo largo de la historia la bendición
original del Creador, transmitiendo en la generación la
imagen divina de hombre a hombre" (FC 28).

En la familia, Santuario de la vida, señala la
Encíclica Evangelium Vitae, "dentro del pueblo de la vida
y para la vida", es decisiva la responsabilidad de la familia, es
una responsabilidad que brota de su propia naturaleza", y
másadelante subraya: "Por esto el papel de la
familia en la edificación de la cultura de la vida es
determinante e insustituible. Como Iglesia doméstica, la
familia está llamada a anunciar, celebrar y servir el
Evangelio de la vida. Es una tarea que corresponde principalmente
a los esposos, llamados a transmitir la vida, siendo cada vez
más conscientes del significado de la procreación
como acontecimiento privilegiado en el cual se manifiesta que la
vida humana es un don recibido para ser dado" (EV 92).

La familia anuncia el Evangelio de la vida mediante la
educación de los hijos (cf. EV,92), celebra el Evangelio
de la vida con la oración cotidiana, celebración
que abarca también la vida de cada día, y
está al servicio por medio de la solidaridad (cf.
EV 93).

Todo esto hace parte de una integral pastoral familiar:
"Redescubrir y vivir con alegría su misión en
relación con el Evangelio de la vida" (EV 94).

No puede, pues, ser separada la familia de su servicio
esencial de la vida, con tan clara raigambre conciliar (cf. GS
50), y confirmada también en el conjunto del magisterio y
en la pastoral de la familia: "El matrimonio y el amor conyugal
están ordenados -séame permitido repetirlo- por su
propia naturaleza a la procreación y educación de
los hijos"(GS 50). La relación de la familia con la vida
es la más completa, directa e integral. A la
proclamación y defensa de la vida, en un servicio
adecuado, todos están invitados. "Es urgente una
movilización general de las conciencias y un común
esfuerzo ético para poner en práctica una gran
estrategia en
favor de la vida. Todos juntos debemos construir una cultura de
la vida" (EV 95). Pero, son diversas las formas de
aproximación al objeto formal. "Todos tienen un papel
importante que desempeñar". Alude el Papa a la
misión de profesores y educadores, de los intelectuales,
de los medios de
comunicación. Indica el Santo Padre la creación
de la Academia Pontificia para la Vida,con sus peculiares
funciones (cf. EV 98)32.

A esta perspectiva de la unión
estrechísima entre familia y vida, ha obedecido, sin
duda,la creación del Pontificio Consejo para la Familia,
en la intuición del Santo Padre Juan Pablo II, quien lo
erigió el 13 de mayo de 1981 no sólo en
relación con la institución familiar, sino con la
misión especial, como Dicasterio de la Santa Sede,
indicada en el art. 141, 3 de la Constitución
Apostólica sobre la Curia Romana Pastor Bonus: "Se
esfuerza [el Pontificio Consejo para la Familia], para que sean
reconocidos y defendidos los derechos de la familia,
también en la vida social y política; sostiene y
coordina las iniciativas para la tutela de la vida humana desde
su concepción y en favor de la procreación
responsable".

De la integralidad del servicio a la vida, de la familia
y desde la familia, suministra una sólida base doctrinal y
pastoral la Carta del Santo Padre a las Familias, Gratissimam
sane. Recordemos algunos aspectos más sobresalientes. En
el número nueve,dedicado a la genealogía de la
persona, escribe: "La familia está ligada a la
genealogía de todo hombre: la genealogía de la
persona. La paternidad y la maternidad humanas hunden sus
raíces en la biología y al mismo tiempo la
superan". Se ubica, pues, en referencia a Dios: "Dios está
presente según un modo diferente en relación con
toda otra generación"sobre la tierra"" (Ibid).

El carácter de don que es el hijo, así sea
una forma lacónica, es referido en el texto
bíblico: Adán conoció Eva, su mujer, la cual
concibió y dió a luz a Caín, y dijo: "He
adquirido un hombre del Señor" (Gen. 4,1). Es como una
ganancia, no obstante el hijo que concretamente concibe, que
será asesino de su hermano. ¡Es una gozosa
exclamación por un nuevo hombre!. En el Nuevo Testamento,
el nacimiento de un hombre, que un ser humano ha venido al mundo"
(Jn 16,21), constituye un signo Pascual, como el Papa lo
recuerda, al contraponer, hablando a sus discípulos antes
de su pasión y muerte, la tristeza de los
discípulos semejante a los dolores de parto, los cuales se
tornan en la alegría de dar a luz un hombre que viene al
mundo (gozo y alegría de frente a la vida que surge y que,
por el contrario, en la cultura de la muerte, en la desconfianza
creciente que de tal cultura emana el mundo de hoy, con
sociedades enfermas, corre el riesgo de ser
experimentados cada vez menos). La alegría que en la
espera y la acogida del nuevo hijo debe llenar de alegría
los hogares se vuelve un proceso gris, a veces indeseado, como si
el canto de los ángeles y de los pastores en Belén
no tuviera su eco en cada hogar, con toda la humana "pobreza", como
heridas producidas a la humanidad, que tal actitud comporta y que
contrasta con la de aquellos que en cambio quieren el hijo a todo
precio! Contraste que sin embargo, no debe conducir a que el don
del hijo sea interpretado como un "derecho" que puede ser
invocado incluso con el recurso a actos reñidos con la
moral, en última instancia, porque no expresan de verdad
la donación, en el acto conyugal personal.

Normalmente el hijo concebido, y su nacimiento
más que aparecer como un empeño que pesa, no
obstante la responsabilidad y sacrificio que conlleva, es, de
parte del nuevo ser, una invitación a la fiesta.
¡Hay alegría pascual!. Es la verdad de la
expresión de San Ireneo: "Gloria Dei vivens homo". Esta
atmósfera
en nada reduce la fuerza del compromiso que el don del hijo
encarna, como una grande, dignificante e ineludible
responsabilidad (cf. Grat. sane, 12).

En el cumplimiento gozoso de esa responsabilidad, de la
capacidad de responder, en primer lugar a Dios, se juega la
propia coherencia y por tanto su felicidad. En el sacramento de
la reconciliación el ejercicio ministerial de la Iglesia
que absuelve y perdona a los hombres de sus pecados es concorde
con su misión profética de anunciar la verdad.
Cuando el Evangelio es proclamado y viene acogido en el
corazón, fructifica en el dolor saludable que prepara para
recibir el perdón. Sólo una conmiseración
que no nace del amor cristiano puede inducir a desenfocar la
verdad que quizá hiere, pero es herida saludable que
salva, y a paliar las exigencias morales derivantes de la
revelación.

Tal actitud ciertamente no llevará a los
creyentes al sufrimiento ante las propias obras desordenadas,
pero tampoco les conducirá a la alegría del
perdón con el que Dios les acoge como a hijos que vuelven
a la casa paterna. Estas son las características que han
guiado la redacción del Vademecum para los confesores,
preparado por el Pontificio Consejo para la Familia. En él
se presenta la actitud con la que los ministros deben siempre
acoger y ejercer este sacramento, llena de comprensión y
de misericordia, y a la vez la claridad, verdad y competencia
doctrinal con la que deben formar e instruir a quienes puedan
estar desorientados o en error.

Es un prejuicio y un error difundido querer oponer la
verdad y la misericordia. Una "misericordia" sin verdad
sería una caricatura de lo que el Señor
confía como misión a la Iglesia. La Iglesia no
puede en nombre de la "comprensión" (mal entendida), por
así decirlo, "cerrar un ojo", pasar sin ver, sin
denunciar, precisamente como exigencia de verdadera
reconciliación, reencuentro con el Señor en la
verdad y en el perdón.

El regalo que es el hijo para la familia que centra su
atención en él y sigue de
corazón todo el proceso, desde la concepción, el
nacimiento, la educación, con ternura y sentido de
reconocimiento, con capacidad de maravillarse, de sorprenderse,
de descubrir en los diversos momentos el afirmarse de un nuevo
ser, exige una pedagogía para que la rutina no devore lo
hermoso y gratificante de la misión de los esposos y la
"carga" no recorte la intensidad legítima de la plenitud,
de la alegría. Un conocido moralista pone en labios del
niño estas palabras que gustoso transcribo: "No
temáis acogerme, de asumir mi vida como una tarea!. Esto
no será para nosotros una tarea pesada; más
aún será una tarea tan leve incluso hasta lograr
aliviar, (hacer menos pesado) vuestra vida oprimida. Yo no soy un
patrón despótico (…). Seré capaz de
un reconocimiento tal de convertirme para vosotros en una
recompensa más grande que vuestras fatigas"33.

Es el Señor quien nos enseña con la
palabra y con los gestos: toma un niño, lo pone en medio
de El y los discípulos y dice: "quien acoge a uno de estos
niños en mi nombre, a mí me acoge, y quien a
mí no me acoge, no me acoge a mí sino al Padre que
me ha enviado" (Mc 9,36-37). El signo de la acogida ya lleva el
mensaje del don ofrecido y en la acogida remite al Dador de todo
bien. Los hijos son ante todo una bendición, un mensaje
transmitido en la espontanea ternura que especialmente en el
hogar suscita, y antes que sean vistos como una carga, son
portadores de la "Buena nueva" que en ellos se proclama y
despunta. Diríamos que el Evangelio de la familia y el
Evangelio de la vida que resuenan en la Iglesia Doméstica,
Santuario de la vida, son el lugar desde el cual el hijo mismo
proclama su dignidad. "Dios lo ha llamado "por él mismo",
y, cuando viene al mundo, el hombre comienza en la familia, su
"grande aventura", la aventura de la vida.

"Este hombre", en todo caso, tiene el derecho de
afirmarse él mismo en razón de su dignidad humana.
Es precisamente esta dignidad la que debe determinar el lugar de
la persona en medio de los hombres, y ante todo, en la familia"
(Grat. sane, 11).

Este, "ante todo, en la familia", que meramente nos
remite a la inseparabilidad entre familia y vida, soporta la
verdadera alegría que palpita en cada vida nueva con
tonalidad original.

"El Evangelio del amor de Dios al hombre, el Evangelio
de la dignidad de la persona, y el Evangelio de la vida son un
único e indivisible Evangelio" (EV 2). En la familia este
Evangelio se vive como una aventura que sorprende y suscita la
capacidad de maravillarse, conservando, como María, todo
en su corazón. El misterio de Belén y Nazaret es
portador de una verdad antropológica, de la vida como un
don, en la dignidad que el amor de Dios sostiene y alimenta: "El
hijo de Dios, con su encarnación, se ha unido, en cierto
modo, a todo hombre" (GS 22).

Bien ha podido expresar Hans Urs Von Balthasar:
"… En todas las culturas no cristianas el niño
tiene una importancia tan sólo marginal, porque es
simplemente un estadio que precede al hombre adulto. Se necesita
la encarnación de Cristo para que podamos ver no solamente
la importancia antropológica, sino también aquella
teológica y eterna del nacer, la bienaventuranza
definitiva del ser a partir de un seno que genera y da a
luz"34.

Hay algunos que llegan a presentar la hipótesis
de que "el sentimiento de la infancia"surgió apenas en la
mitad del siglo XVI (Es la posición de Philippe
Ariés). Campanini comenta: "más allá de la
verificabilidad o no de la hipótesis de partida de
Ariés … no hay duda de que se dió en
occidente una larga estación en la cual el niño ha
estado en la periferia, y una más breve, pero igualmente
rica y significativa fase (que abraza cerca de los tres
últimos siglos de la historia de occidente) en la cual el
niño ha sido puesto al centro de la familia y, de alguna
manera, al interior de la vida social. Ha sido la estación
del "puericentrismo", que quizás se está consumando
bajo nuestros ojos por efecto de un desarrollo tecnológico
siempre más avanzado dentro del cual no parece que haya
puesto para el niño"35. El profundo sociólogo de la
universidad de
Parma, en la peculiar claridad y síntesis
en sus observaciones, manifiesta su preocupación de que la
técnica borre las relaciones personales y que, a la
postre, cuenta más la tecla que se oprime en la que llama
"Sociedad digitálica" que el acercamiento a las personas,
la aproximación al niño.

En la educación se estima más la inteligencia,
(diría yo un tipo de inteligencia) que la entera
personalidad: El encuentro con el "bottone", (la tecla del
computador o
de los juegos electrónicos) toma el puesto de las
personas. El fenómeno que Campanini caracteriza como
"pérdida del centro", acarrea la pérdida de los
puntos de referencia respecto de valores fundamentales, sobre
todo éticos y religiosos, mientras surge otro cuadro de
"valores". El computador puede ser un campo abierto a la
fantasía, a una fantasía programada y
"pre-codificada", pero el niño está en medio a un
mundo en donde su "mundo vital" se reduce. Se erosionan estructuras
fundamentales de mediación. La principal de ellas, la
familia, en la cual en la sociedad del pasado se adquirían
la mayor parte de los conocimientos. La misma escuela abre
más y más espacio a la "información" por la máquina.
¿Podrán dejar de ser la familia y la escuela
núcleos de protección?36. Sobre el tema de las
mediaciones sociales y familia retornaremos más adelante
para dar curso, ya en referencia al conjunto social, a las
preocupaciones de Pierpaolo Donati.

Impresiona ver cómo se pierde un terreno en el
cual se daban pasos promisorios para el reconocimiento del
niño en su puesto central, no periférico o
marginal. El niño es un ser amenazado, ya desde el vientre
de la madre, que los parlamentos convierten en el lugar de la
más injusta de las sentencias de muerte!. Mientras se dan
pasos firmes en la Convención de los Derechos del
niño de las Naciones Unidas
(sin entrar a considerar ahora las relaciones y oscilaciones en
algunas partes, justamente sometidas al tratamiento de las
"reservas" por la Delegación de la Santa Sede), y la
Iglesia se bate para que haya códigos de protección
del niño, proliferan los atentados, de toda índole,
y no se ve que haya siempre la debida coherencia entre lo que se
suscribe y promete y la conducta concreta. Hay un abismo de
separación entre la Convención de Naciones Unidas y
ciertas recomendaciones del Parlamento Europeo… Es bien
tímida todavía la actitud frente a
escándalos que golpean y sacuden saludablemente la
conciencia de los pueblos, aunque a tales situaciones haya
conducido una difusa permisividad. ¡Son los niños
las principales víctimas!. Esa actitud puede representar
un camino de retorno después de la
postración.

En la línea de la Familiaris Consortio, n. 26,
sobre los derechos del Niño, el Pontificio Consejo para la
Familia ha venido desplegando, con medios bien limitados, una
movilización de conciencias, especialmente, en cuanto a la
"autoridad" del niño en la familia y en la sociedad. Ya el
Santo Padre había expresado en la Audiencia general de las
Naciones Unidas, el 2 de octubre de 1979: "la solicitud por el
niño, incluso antes de su nacimiento, desde el primer
momento de su concepción y, a continuación, en los
años de la infancia y de la juventud es la
verificación primaria y fundamental de la relación
del hombre con el hombre" (FC 26). El "test" que
atestigua acerca del estado de salud de la familia y la sociedad
es el cuidado amoroso de los niños. Me asalta la duda de
si la excesiva preocupación de los esposos por "sus"
problemas (como si el hijo pudiera quedar al margen) y por la
búsqueda de una felicidad que se torna esquiva e
inaccesible, lejos de los puntos de referencia que han de regular
toda vida y más de quienes deciden compartirla, relega a
un segundo término las situaciones del hijo. ¿No es
el divorcio una prueba apabullante, en la que el hijo sufre el
desamparo "afectivo"?

La preocupación del hijo imprime, en un proceso
normal, un nuevo sentido de responsabilidad y no puede la pareja
resolver "sus problemas" en desventaja, y en daño de quien
se vuelve testigo de la calidad de su amor y de los quilates de
la personalidad de quienes le dieron la vida37. El niño
puede volverse también una víctima que reclama sus
derechos, aunque lo haga en el silencio.

Crece la preocupación sobre los costos sociales y
destrucción de sus derechos, pero no se ve cómo
darle cauce en una sociedad que padece un letargo pesado.
Contemplando el niño como don, en la trasparencia de una
inocencia que invita a volverse a él con un amor
privilegiado, comprometido y tierno, es más penoso el
contraste de su negación, de hecho!. Diríamos que
junto al portal de Belén son más sombríos
los rasgos de los propósitos de Herodes, como lo son los
de las masacres físicas y morales, que cobran
víctimas las más inermes.

M. Zundel ofrece un hermoso texto que sirve
también para ver el horroroso
contraste:"¿quién no se ha sentido como
transportado en oración delante del espectáculo
maravilloso de un niño que duerme?. Las posibilidades
innumerables que él encierra tienen la pureza original del
don"38. ¡Y pensar en las terribles matanzas en curso!.
Visité una Parroquia en Ruanda: durante el genocido (que
con otras modalidades no termina)fueron asesinados en el templo e
inmediaciones 6000 mujeres y niños. La humanidad prosigue
en su "autogenocidio", con el alud de abortos que sepulta su
mismo futuro!.

Si es verdad aquello que dice Platón,
según el cual "la educación de los niños, la
Paideia, es el principio de que se vale toda comunidad humana
para conservarse a sí misma", observa un periodista, hemos
de decir que las comunidades que, en lugar de educar a los hijos,
los usan para el sexo, para la guerra, el
mercado, la publicidad, han
decidido ya su extinción y bien que lo saben.

Ser hijo, por otra parte, exige una manera de vivir, un
comportamiento: el hijo, se enorgullece de su padre y se
manifiesta en el gesto de ponerse en sus manos, como acto que
expresa la suprema confianza en que el padre reajustará
todo lo que es erróneo y desordenado. Se reconoce como
hijo cuando dialoga con su padre y lo invoca en la confiada
apelación como Abba!. Es la relación de
Jesús con su Padre, que va desde la infancia hasta la
muerte, hasta el último grito del Hijo del Padre
abandonado sobre la cruz. Jesús entra en una especial
relación, en el marco familiar, con su madre,de cuyo seno
proviene. "Bendito el fruto de tu vientre". Es una
relación que va mucho más allá de los
límites biológicos, y que alcanza las dimensiones
insospechadas de un diálogo que fructifica en la
obediencia pronta, tierna, decidida a cumplir la voluntad de
Dios. Una mujer levantó la voz en medio de la multitud:
"Bienaventurado el vientre que te portó y los senos que te
amamantaron!". Pero Él dijo: "Bienaventurados más
bien aquellos que escuchan la palabra de Dios y la guardan" (Lc.
11,27-28). Es un aforismo corriente que el Tangum Yeronshami
recogió parafraseando la bendición de Juda sobre
José. Jesús no contradice esta Bienaventuranza, que
bien sabe merece plenamente su madre, sino que enuncia una
bienaventuranza superior39.

Los hijos, que son un don de Dios (salmo 126, 3) tienen
la responsabilidad de configurarse como don a los padres,
obedientes a la voluntad de Dios, confiando en ellos, en la misma
corriente que lleva hasta Dios. Jesús "vivía sujeto
a ellos" (Lc. 2,51) y vive en la más perfecta
armonía con el mandamiento; "Honra a tu padre y a tu
madre,para que se prolonguen sus días sobre la tierra que
el Señor, tu Dios, te va a dar" (Ex.20,12; Dt. 5, 16). "La
familia cristiana es una comunión de personas, reflejo e
imagen de la comunión del Padre y del Hijo en el
Espíritu Santo" (C.E.C., n. 2205).

El hijo es un don que fortalece notablemente el
vínculo matrimonial y sirve de cemento a la
comprensión de los esposos que miran juntos a su proyecto
común, que los hace salir de ellos mismos para encontrarse
en su futuro: La vida nueva que de ellos, aliados al Dios
Creador, ha surgido. Proyectados hacia el hijo, construyen su
futuro. En cierto modo, ellos que son los primeros
evangelizadores de sus hijos, son también por ellos
evangelizados. El cuidado de los hijos se traduce en confianza,
como actitud humana fundamental. Escribe Giuseppe Angelini: "Es
conocido de todos … el grandísimo valor que los
hijos acuerdan a la comprensión recíproca
("intesa") entre los progenitores. Más aún que ese
grandísimo valor, es necesario hablar de una incapacidad
radical de los hijos pequeños a imaginar su vida y el
mundo entero sin esa "intesa"… También los hijos
muestran ser una bendición … una iluminación
del sentido de conjunto de la vida"40. Es una exigencia para
recibir el don de los hijos que compromete, saberse
empeñar: "La verdad en el acto generativo exige que, desde
el comienzo, el hombre y la mujer se prometen ellos mismos a
aquel que debe venir…"41.

Todos estos aspectos, que nos hemos limitado a enunciar
y que merecen ser profundizados en una teología de los
valores de la "persona y del don", que alcanzan tan altos grados
de grandeza para el creyente, no eran propiamente desconocidos
por la sabiduría, en la cultura secular. Oigamos a
Aristóteles: "Los progenitores aman en
efecto los hijos, porque los consideran una parte que de ellos
deriva … Los progenitores aman a los hijos como a ellos
mismos, ya que los hijos de ellos nacidos son como ellos mismos
… y los hijos aman a sus padres porque de ellos han tenido
su origen … En fin,los hijos son estimados un
vínculo y por esto los cónyuges sin hijos se
separan más rápidamente; los hijos son un bien
común para ambos y lo que es común mantiene
unido"42.

Las relaciones en la familia observa Giorgio Campanini,
a la luz del Evangelio adquieren otras dimensiones: "Honra el
padre y la madre" (Deut. 15,4) puede llevar a formas variadas de
sumisión de los hijos; según diversos contextos el
cuidado de los hijos no era siempre desinteresado. "El Evangelio
introduce en el ámbito de las relaciones entre padres e
hijos la nueva categoría del "servicio", que no excluye
sino que supera definitivamente aquella de la "autoridad"
(Mt.20,26), cambiando la tradicional relación de
sumisión". Diríamos tal vez que es enriquecida la
concepción y enfoque de una autoridad puesta al servicio
del crecimiento de los hijos. Y es esta, me parece, la
perspectiva del autor al recordar: "Entender el ejercicio de la
autoridad como realización de un servicio implica que
aquel que está en alto haga de quien está abajo el
centro de sus preocupaciones"43. Es una subordinación
transitoria, en el Señor, que realiza y lleva a madurar.
Nuevamente, el amor busca el bien del otro, no su dominio. El
amor de los padres no debe ser "posesivo", pues le roba oxígeno
a los hijos e impide su crecimiento.En tal sentido, la autoridad
familiar es "ex-céntrica" en cuanto tiene fuera de ella su
centro.

El hijo, centro de las preocupaciones, hace que los
padres se inclinen a ese bien común en el que se
encuentran en personal convergencia, como profunda urgencia
vital,existencial, una forma característica de
propósito común que desde su íntima
comunión se realza hacia el fruto de su amor, fruto
bendito en el doble carácter de "servicio" ya
"promisorio". Proyecto y propósito común que va
desde la procreación hasta la educación
consolidada.

En el pensamiento de Santo Tomás, como en un
útero integral, "el tipo de relación de
"sumisión" evangélica, (para no olvidar el "les
estaba sujeto" o "les era sumiso") se torna en valor ejemplar
para la misma sociedad y para el ejercicio de la autoridad.
Así puede ser propuesta como tipo de toda forma de
autoridad ejercitada en el espíritu del
Evangelio"44.

El Catecismo de la Iglesia Católica observa,
dentro de esta perspectiva: " … La estabilidad y la vida
de relación en el seno de la familia constituyen los
fundamentos de la libertad, de la seguridad, de la fraternidad en
el seno de la sociedad" (C.E.C., n.2207).

El compromiso de la educación de los hijos pone
en tal perspectiva la autoridad, superando la tendencia
instintiva a transferir o moldear en los hijos la propia
personalidad y las propias expectativas, y requiere que haya un
real empeño de educación en la fe (cf. GS
48).

4. LA FAMILIA, DON PARA LA SOCIEDAD

"La familia "célula original de la vida social",
es la sociedad natural en que el hombre y la mujer son llamados
al don de sí mismos en el amor… la vida familiar es
fundamento de la sociedad e iniciación en la misma"
(C.E.C., n. 2207).

En esta necesaria dimensión no debo extenderme,
ya que ha sido tratado en otros momentos y reflexiones. Me
limitaré tan sólo a algunas consideraciones de
carácter general.

Ya el Concilio subrayaba, al comienzo mismo del
capítulo "Dignidad del matrimonio y la familia": "El
bienestar de la persona y de la sociedad humana y cristiana
está estrechamente ligado a una favorable situación
de la comunidad conyugal y familiar" (GS 47). Y más
adelante, con términos no menos expresivos, declara: "Pues
es el mismo Dios el autor del matrimonio, al cual ha dotado con
bienes y fines varios, todo lo cual es de suma importancia para
la continuación del género humano, para el provecho
personal de cada miembro de la familia y su suerte eterna, para
la dignidad, estabilidad, paz y prosperidad de la misma familia y
de toda la sociedad humana" (GS 48).

La familia es un don para la sociedad y exige de
ésta un adecuado reconocimiento y apoyo, lo mismo que para
los hogares asumir su misión política.

La exhortación apostólica Familiaris
Consortio, dedica el capítulo III, de la tercera parte,a
la "participación en el desarrollo de la sociedad" (nn. 42
– 48), pues la familia "célula primaria y vital de la
sociedad", (A.A., 11), posee vínculos vitales y
orgánicos, porque constituye su fundamento y alimento
continuo mediante su función de servicio a la vida
… Lejos de encerrarse en sí misma, se abre a las
demás familias y a la sociedad,asumiendo su función
social" (FC 42).

No son fáciles y trasparentes las relaciones
entre la familia y la sociedad, en la mediación del
Estado. Y esto por varios aspectos. El Estado invade campos que
antes estaban reservados a la familia. Y mientras la democracia
despliega la bandera del respeto y de la participación, la
familia se ve cada vez más confinada a un espacio
reducido, en donde difícilmente respira y se siente
acosada y hostigada. El poder del Estado se vuelve omnipotente.
De alguna manera el movimiento de
privatización, en el reducto de la
intimidad, que bien puede representar una forma de huida, y de
refugio,respecto de los compromisos que la familia tiene con la
sociedad. Pierpaolo Donati indica: "La familia se vuelve, en un
punto de vista "psicologístico", una forma de particular
convivencia, de comunicación privatizada y "subjetivizada",
de pura manifestación de intimidad y afecto, que no incide
-y no debe incidir- en modo significativo, si no por otras
razones de retraso social y cultural"45.

Es este un fenómeno complejo que aborda en una de
sus dimensiones Paul Moreau,siguiendo de cerca a F. Chirpaz: en
el mundo de "afuera" hay que producir y luchar para vivir. Es el
mundo de la competencia económica y de los conflictos
políticos. En cambio -es la puntualización de
Chirpaz-, "el mundo familiar puede aparecer, por contrapartida, y
en oposición al mundo público, el lugar de lo
privado, el de la relación humana verdadera"46. La
intimidad como refugio ante la sociedad amenazante, o ante el
mismo Estado hostil, ante un mundo público que genera
pena, sería el lugar de la autenticidad de la verdad y de
la paz. Curiosamente la ciudad atrae, pero a la vez produce
desafección, molestias y alimenta y nutre el sueño
virgiliano del campo frente a la ciudad insoportable, agresiva y
desorganizada. Esa concepción de la privatización
que sustrae a la familia de su función de cara a la
sociedad, puede enmascararse con toda clase de razones y
comportar actitudes individualistas, egoístas de
despreocupación. Es la oportuna denuncia de Moreau:
"Huyendo de este mundo, en la deserción de las gentes
honestas como yo, lo abandono a gentes sin fe ni ley"47. Es
objetivamente un acto de irresponsabilidad en donde se deserta de
la "politeia": "… Huir del peligro no es afrontarlo y
quien se contenta con huir del mundo público,
(démissioner de sa qualitè de citoyen) (es renuncia
intolerable) llega a ser objetivamente cómplice de la
degradación que afecta al mundo
público"48.

Exilarse en el refugio de lo privado y no oponerse, es
una tentación que facilita la ambición de nuevo
dominio del Estado, que termina no sólo por no reconocer
en la familia algo "soberano", anterior al mismo Estado, sino por
confinarla a la impotencia de un reducto sin fuerza.

Es la legítima preocupación de Campanini:
"La moral familiar no tiene como exclusivo ámbito de
ejercicio las paredes domésticas … Existe, de parte
de la familia, el preciso deber de concurrir a la
humanización de la humanidad y a la promoción del hombre. Precisamente porque
es, en cuanto estructura, punto de encuentro entre lo
público y lo privado, la familia no puede aislarse en su
propia intimidad (que, entendida como privatización,
sería falseada y deformada), sino que está llamada
a hacerse cargo de los problemas de la sociedad que la circundan
… Sobre todo, la instauración de esta
relación aparece -en las sociedades industriales
avanzadas- caracterizadas por una fuerte incidencia de la esfera
pública en la vida familiar – condición casi que
necesaria para el mismo correcto cumplimiento de la misión
educativa"49.

El Santo Padre Juan Pablo II subraya la importancia de
la familia, la cual es preciso sea reconocida como "sociedad
primordial y, en cierto sentido, soberana". Este concepto,bien
interesante, es explicado por el Papa en la Carta a las Familias,
Gratissimam sane, con sus contornos precisos y sus matices,
tratando de la familia y la sociedad (cf. Grat. Sane,
17).

La familia es una sociedad soberana, reconocida en su
identidad de sujeto social. Es una soberanía específica y espiritual ,
como realidad sólidamente arraigada, aunque sea
condicionada por diversos puntos de vista. Los derechos de la
familia,estrechamente ligados a los derechos del hombre, han de
ser reconocidos, en su calidad de sujeto, que realiza el diseño
de Dios, y exige derechos particulares y específicos,
consignados en la Carta de los Derechos de la Familia. Recuerda
el Papa su raigambre en los pueblos, en su cultura (aquí
inscribe el concepto de "nación"
y sus relaciones con el Estado que reviste una estructura menos
"familiar" como estructurada políticamente y más
"burocrática"), pero que tiene como "un alma" en la medida
en que responde a su naturaleza de comunidad política. Es
aquí precisamente donde se ubica,en la relación de
la familia con el "alma" del Estado, el principio de
subsidiaridad, en el cuadro de la Doctrina Social de la Iglesia.
El Estado no debe ocupar el puesto y la misión que la
familia tiene, hiriendo su autonomía. Es categórica
la posición de la Iglesia, fundada en una experiencia que
no le puede ser negada: "una intervención excesiva del
Estado se mostraría no sólo irrespetuosa sino
nociva … La intervención se justifica, dentro de
los límites del mencionado principio, cuando ella no es
suficiente para atender lo que le corresponde" (Grat. Sane,
17).

La familia, bien necesario para la sociedad, cuando no
es respetada, ayudada, sino obstaculizada, deja un vacío
inmenso, desastroso para los pueblos (vg. El divorcio, la
nivelación del matrimonio, "la mera unión que puede
ser confirmada como matrimonio en la sociedad, la permisividad,
etc.). Concluye el Papa: "La familia se sitúa en el centro
de todos los problemas y de todas las tareas: relegarla a un
papel subalterno y secundario … significa causar un gran
daño al crecimiento auténtico del cuerpo social"
(Grat. Sane, 17).

Como aplicación del principio de subsidiaridad en
el campo educativo, hay que acordar que la Iglesia no puede
delegar del todo esta misión!. Debo contentarme
aquí con la simple enunciación del problema de las
mediaciones sociales, que van desalojando la familia de campos en
los cuales su presencia era

beneficiosa y requerida.

Pierpaolo Donati reflexiona sobre "las nuevas
mediaciones familiares", tras de proponer esta pregunta:
"¿La familia no media más en lo social?". En
algunos campos la familia es tratada como un "residuo" llamado en
causa sólo en casos problemáticos. Se difunde la
sensación de que la familia desaparezca de la escena
política. Hasta se llega a calificar de "supervivencias"
el empeño matrimonial, la valorización de la
estabilidad50.

Sin embargo, Pierpaolo Donati advierte con razón:
"De hecho, ninguna investigación en el campo confirma hoy
la irrelevancia de la pertenencia familiar en las esferas no
familiares … Si por algunos aspectos y en algunos
ámbitos, las mediaciones familiares disminuyen o se han
perdido, por otros aspectos y en otros ámbitos, las
mediaciones aumentan y surgen otras nuevas. En el conjunto, la
importancia de la familia en las esferas no familiares …
no solamente continúa, sino que crece sea en los
comportamientos de hecho, sea en las exigencias de
legitimación cultural y también política"51.
Hay más bien una configuración del todo nueva. Si
la familia no define el estado social (y puede ser algo
positivo), hay otras formas de mediación
imprevista.

Hoy se entiende que el hijo no es un átomo
aislado, o una mónada en el esquema de Leibnitz, una isla,
una molécula que fluctúa en el vacío.
Resurge la preocupación por los derechos de los
niños. Se busca el derecho a la identidad biológica
del hijo, como también las raíces culturales,
étnicas e históricas. Observa Donati: "En el pasado
era la sociedad la que imponía a la familia las
mediaciones que ésta debía ejercitar; hoy, es el
individuo el que goza del derecho de valerse de las mediaciones,
de hacerlas emerger y de valorizarlas"52. Observa además:
"Las más diversas investigaciones
ponen en evidencia que la familia media, en modo diverso del
pasado, una cantidad de relaciones y de posiciones sociales, que
lejos de ser menos importantes de un tiempo, son incluso
más decisivas para el destino social y la calidad de
vida"53.

Reconoce este sociólogo campos en donde el
desconocimiento se extiende en forma alarmante, especialmente en
el campo político, que debiera tener el mayor
interés, a no ser en circunstancias en que no pueden
ocultarse efectos y reacciones negativas54. Es acentuada la
separación en el campo educativo55.

Hay nuevas formas de mediación que proceden de un
descubrimiento más hondo de la familia, como sujeto y esto
particularmente en el campo de una visión
humanizadora,personalizadora, por ejemplo en todo lo que la
familia representa necesariamente para el crecimiento
armónico del hijo: la mediación del amor en el
hogar, o el calor humano
en el acompañamiento del anciano y su rico aporte de
experiencia en la familia concebida en forma más amplia,
en cuanto a la solidaridad entre las generaciones56. La
"subjetividad" de la familia cuenta en gran medida para la
formación de la identidad personal del niño, el
cual necesita de un ambiente de familia, como un derecho
fundamental57.

Así las cosas, cabe decir que si se olvida, por
algunos aspectos la familia como bien social, surge el valor de
la familia, por otros, como un nuevo bien58. Todo esto que viene
a subrayar aspectos medulares de la mediación de la
familia,quizás puede liberar a la institución
familiar de otras mediaciones accidentales que el tiempo revela
como prescindibles, sin que se afecte ni el núcleo
familiar, ni el tejido social. Puede ser la familia transmisora
de unos valores, o centro de mediación que resulten
más decisivos para la calidad de la vida social y para la
ética pública. Coincide esta perspectiva con lo que
señala la Carta de los derechos de la Familia: "La familia
constituye, más que una unidad jurídica, y
económica, una comunidad de amor y solidaridad,
insustituible para la enseñanza y transmisión de valores
culturales, éticos,sociales, espirituales y religiosos,
esenciales para el desenvolvimiento y bienestar de sus propios
miembros y de la sociedad"59.

Se configura en las nuevas mediaciones una nueva
ciudadanía de la familia60. En tal sentido la
incorporación en la sociedad no se haría desde la
familia a la que se pertenece, (como en el pasado), como una
especie de pasaporte o carta de crédito, a partir de los "apellidos". Esta
etapa, en principio parece superada y si fuera así,
sería algo positivo. En cambio, la incorporación se
haría desde la identidad, la armonía del desarrollo
de la personalidad adquiridas sobre todo en la familia. No se
daría aquello de que hay quienes descansan "mientras sus
apellidos trabajan", sino por la calidad adquirida y lograda de
la calidad personal, de su capacidad, de su integridad. Es a esto
a lo que apunta que la familia es la primera escuela de virtudes.
En una nueva ciudadanía ocupa lugar destacado el conjunto
de nuevas relaciones en que la mujer sea ampliamente valorizada
con sus derechos y deberes y no como "sometida" a una dependencia
masculina que con razón temen algunos movimientos
feministas, (no en la versión radical). Es este un sector
en el cual se expresa algo más amplio, como es el respeto
de los derechos fundamentales de la persona humana, que en
referencia con la familia no se limita al reconocimiento de menos
derechos individuales61.

En términos de mediación para los valores
de auténtica humanidad en y desde la familia, hoy se habla
de los altos costos sociales del no reconocimiento debido a la
institución familiar. Desde la sociología, Donati pone así el dedo
en la llaga: "Se puede observar que de hecho, una cantidad
creciente de problemas
sociales nacen de la falta de reconocimiento y de apoyo de
las funciones de mediación social de la familia. Lo
testimonian el aumento de desagrado, de malestar, de las enfermedades mentales, de
drogadicción, de suicidios y tentativos de
suicidio en
los jóvenes, del mismo modo en que es indicativa de
carencias familiares la persistencia de la dispersión en
la escuela…"62.

La sociedad moderna -observa el mismo autor- ha
intentado eliminar toda mediación entre el individuo y la
sociedad. Buscó la autorealización del "puro
individuo", en una "sociedad abierta", hecha de meros individuos.
Lo que ha obtenido es perder el individuo, y negada la
mediación familiar, dejarlo "sin casa", con graves
consecuencias.

El "individuo" que fabricaron es débil, por lo
cual se dan cuenta ahora de la necesidad de construir "ex novo",
formas de mediación sin las cuales no pueden existir ni
"sociedad" ni "sujeto humano"63. Se necesita de una nueva casa en
donde se vuelva a colocar en toda su importancia la familia. No
pueden coherentemente quejarse de que no funcione una "unidad –
nosotros" universal, o ser altruistas, cuando se niegan los
valores de la identidad de nosotros en la familia, en las
"pequeñas solidaridades cotidianas""64. La familia es
necesaria para la supervivencia y existencia de la misma
ciudadanía política. Nadie puede dejar de lado "una
relación de confianza, de ayuda y de apoyo primario en el
curso de la propia vida"65.

Quedar "sin casa", sin familia por caprichos suicidas
del Estado, es dejar en la calle, en la intemperie al ser humano
y amenazarlo en la raiz de su personalidad. Seamos sinceros: esos
individuos débiles son la prueba del fracaso de
hipótesis aventureras, de una pésima
antropología, de un vacío insondable en la
concepción del ser humano como persona y de la misma
sociedad. De no alterar a fondo tal rumbo, ¿cómo
evitar un colapso universal?. Este peligro en un nivel universal
o en una nación ha de fortalecer la reacción
saludable y la función política y social de la
familia66. Exige también que sea reconocido el derecho de
la familia de "poder contar con una adecuada política
familiar por parte de las autoridades públicas en el
terreno jurídico, económico, social y fiscal, sin
discriminación alguna" (Art. IX). Tiene la
familia derecho de existir y progresar como tal,v.g., como
familia (cf. Art. VI). La sola aproximación a los
individuos no basta, pues desconoce "la subjetividad familiar",
la casa como centro y fuente de relaciones, sin las cuales la
sociedad se pierde!.

Los costos sociales del no reconocimiento de las
mediaciones familiares, con los obstáculos que tienen el
peligro de inmovilizarla políticamente y en su influencia
social, lo repetimos, tienen sus víctimas por excelencia
en los niños. Impresionan las informaciones y datos que ofrece
la Revista
Concilium dedicada al tema, "¿Dónde están
los niños?", en torno de lo que
con razón se califica de "catástrofe
silenciosa"67,más penosa cuanto contrasta con un abanico
imponente de soluciones posibles. ¿Cómo no
denunciar un terrible vacío de solidaridad y la falta de
voluntad política para aportar remedios
prontos?.

Registro Civil, también llamado Registro
Civil del Estado —en cuanto organismo
administrativo—, centro u oficina en cuyos
libros se
harán constar los actos o hechos concernientes al estado
civil de los ciudadanos; atendiendo a su finalidad, es un
instrumento concebido para constancia oficial de la existencia,
estado civil y condición de las personas. En España es
una expresión abreviada, puesto que su nombre
histórico es Registro de los Estados Civiles.

En el Registro se inscribe el nacimiento, la
filiación, el nombre y los apellidos, las emancipaciones y
habilitaciones de edad, las modificaciones judiciales de la
capacidad de las personas o que éstas han sido declaradas
en concurso, quiebra o
suspensión de pagos; las declaraciones de ausencia y
fallecimiento, la vecindad y nacionalidad; la patria potestad,
tutela y demás representaciones legales, el matrimonio. Es
posible que el Registro Civil, como unidad, se encuentre
integrado por los registros
municipales, los registros consulares —que funcionan en el
extranjero— y el Registro central, en el que se
inscribirán los hechos para cuya inscripción no
sean competentes los otros registros, y aquéllos que no
puedan inscribirse, por concurrir circunstancias excepcionales
que impidan el funcionamiento del centro registral
correspondiente.

Al amplio fenómeno de una violencia
injusta que genera muerte, a unas desigualdades y desequilibrios
de oportunidades que cobra millones y millones de víctimas
inocentes (sin contar la abominable matanza del aborto), una
eficaz movilización al alcance de la mano,posible,
podría dar una respuesta histórica: "Si se pusiera
a disposición de los principales objetivos de
la política para el desarrollo una décima parte de
los medios que en estos dos decenios han sido utilizados en el
mundo para los armamentos, hoy viviríamos con poca o
ninguna mala nutrición, con un
número mucho menor de enfermedades y de invalidez, con un
nivel de alfabetización y de instrucción mucho
más alto, con réditos más elevados"68. Se
fundamenta esta conclusión en datos del Comité
Alemán para la UNICEF, sobre la situación de los
niños en el mundo69. El informe a que
aludo abre, por otros aspectos una puerta a la esperanza: "las
condiciones sanitarias han mejorado en el mundo en el curso de
los últimos 40 años más que durante toda la
precedente historia de la humanidad"70. "En la última
década, el emerger de la niñez como argumento de
interés público y político ha sido de verdad
impresionante … La atención actualmente orientada a
los niños no se agota en el principio de que son "los
niños los ciudadanos más vulnerables" de la
sociedad o el "recurso más precioso de la humanidad"
… El siglo XXI pertenece a los niños"71. Dilatemos
el corazón, pues, a la esperanza!.

Hay otras formas de "pobreza" que cobran víctimas
en la niñez, como si se pasara un rastrillo sobre sus
espaldas y que no se limitan sólo a cuestiones
económicas o de salud física y que son hoy objeto
de estudio y de análisis v.g. en Estados Unidos,
de tal manera que, como reza un artículo, "La familia es
un "tema " liberal" allí. En el campo político "los
liberales se interesan, (es un subtítulo) en las
cuestiones morales. He aquí algunos dramáticos
testimonios: "la prueba de la pobreza
creciente de las madres solas y del deterioro de la salud mental y
física de los niños, representa el factor
más importante de este cambio de mentalidad. El
crecimiento del número de divorcios y de nacimientos fuera
del matrimonio es hoy considerado la causa próxima que
está detrás de estas tendencias. Si se toma el
dirvorcio: los años 70 y 80 vieron un enorme crecimiento
del porcentaje de divorcios en Estados Unidos. Actualmente se
ubica en torno al cincuenta por ciento …"72. Es enorme la
incidencia también en el deterioro económico. Se
alude a recientes investigaciones que dan a entender que el
divorcio conduce a un grave deterioro económico73. Y
¡qué decir de los nacimientos fuera del
matrimonio!

Abundan los estudios serios sobre el impacto inclemente
de la ausencia de familia en la niñez y en la juventud.
¿Cómo no podrían sentirse gravemente
interpelados los dirigentes de un país, más
allá de las denominaciones políticas?. Se establece
sin rodeos: "La correlación entre el crimen en la edad de
la adolescencia y
la disgregación de la familia es clara. Louis Sullivan,
exsecretario del Departamento de salud … refiere que
más del setenta por ciento de los jóvenes varones
que se encuentran en las cárceles provienen de familias en
las cuales faltaba el padre"74. En cambio "los niños
obtienen resultados mejores cuando el compromiso personal y el
apoyo material de un padre y de una madre, y cuando ambos
progenitores cumplen con la responsabilidad de quienes cuidan su
misión con amor … Indices crecientes de divorcio,
de embarazos extramatrimoniales,y de ausencia de genitores, no
son sólo manifestación de estilos de vida
alternativos,sino de esquemas de comportamiento adulto que
aumentan el riesgo de consecuencias negativas para el
niño"75.

Estas informaciones apenas sumarias, extraidas de
fuentes de la
mayor credibilidad,nos hacen ver la magnitud del problema y la
necesidad de fortalecer y de ayudar la familia en el cumplimiento
de sus capitales mediaciones sociales, sin las cuales, (y no es
retórica apocalíptica), las civilizaciones se
desmoronan. Está en el centro del problema una
cuestión de valores, de estilos de vida, de
comportamientos que inciden en la sociedad a través de la
familia existente o ausente. Conviene, a todas luces, al Estado,
ayudar a la Familia, para que haya "una vigorosa ética
familiar". Galston76 cree que una democracia justa requiere
ciudadanos virtuosos y la religión es esencial para la
creación de la ética de la motivaciones77 que se
nutren en la familia.

5. ESPERANZA DE LA HUMANIDAD

El tema del Encuentro mundial del Santo Padre con las
familias abre el corazón a la esperanza.Se mira al futuro
con segura confianza, no obstante las dificultades y la
hostilidad concertada, que entorpece la institución
matrimonial.

La esperanza nos sitúa en la perspectiva del
tercer milenio, que ofrece una ocasión para mirar al
pasado, para hacer balances, para recoger tantas lecciones de la
historia en el peregrinar de la Iglesia bajo la mirada de Dios en
el seno de la humanidad, y sobre todo para celebrar la fe con
firmes compromisos, tomando en las manos el futuro, que a Dios
pertenece, pero frente al cual hemos de tomar nuestra
responsabilidad. No podemos desertar en las batallas decisivas de
la humanidad.

La familia "se vincula estrechamente con el misterio de
la Encarnación y con la historia misma del hombre",
observa el Santo Padre en la Carta Apostólica Tertio
Millenio Adveniente (cf. n. 28), con ocasión del
Año de la Familia. Desde Nazaret, en donde "el Verbo se
hizo carne" (Jn 1,14), llega el mensaje sublime de la Sagrada
Familia, modelo de las familias, fuente inagotable de
espiritualidad y de las nuevas energías que vienen desde
el Resucitado, quien actúa, en dinámica
transformadora, en el corazón mismo de la historia, en esa
especial revelación del misterio, en la plenitud de los
tiempos, que se identifica con el misterio de la
Encarnación (cf. TMA 1).

En Cristo, en quien "se manifiesta plenamente el hombre
al propio hombre y le descubre su vocación" (GS 22), se
descifra también el misterio de esa célula
primordial de la sociedad, comunidad de toda la vida y de amor,
en la cual, como en las bodas de Caná, el Señor
está presente. El Señor sigue saliendo al encuentro
de las familias, iluminándolas, fortaleciendo y redimiendo
su amor, caminando junto a ellas, en un diálogo de tierna
solicitud, que hay que descubrir en la fe, en la oración.
En no pocas circunstancias, es una peregrinación
difícil, en donde se percibe la amargura de lo no logrado,
tal vez de combates perdidos,y de la erosión de
muchos hogares, pero en donde gracias al contacto con el Salvador
de los hombres, como aconteció con los peregrinos de
Emaús, en una causa que parecía hecha
añicos, renace la esperanza.

El amor redimido conserva energías maravillosas
para responder a los desafíos y asumir las necesarias
responsabilidades, que el señor confía a la familia
y sin las cuales la humanidad y aun la misma Iglesia
estarán condenadas al fracaso. Si el futuro de la
humanidad pasa por la familia, se hace necesario ponderar las
vastas oportunidades que el futuro depara y pensar que en buena
parte, respondiendo al Señor de la historia,la familia es
arquitecto de su propio destino. El Papa indica: "Es por esto
necesario que la preparación del gran Jubileo pase, en
cierto modo, a través de la familia … Acaso no fue
por medio de una familia, la de Nazaret, que el Hijo de Dios
quiso entrar en la historia del hombre?" (TMA 28).

El Señor, que puso su morada entre nosotros (Jn
1,14), que montó, por así decirlo,como lo sugiere
el lenguaje bíblico, su tienda, (su carpa de beduino) en
medio de nosotros, quiso hacerlo en ese hogar concreto de
Nazaret, en donde Jesús recogió las primeras
lecciones, en obediente cercanía a sus padres.

La celebración del Encuentro mundial de
Río requiere esa actitud abierta, gozosa,contemplativa, en
la que el misterio de la familia se descubre y se profundiza en
el Señor. Esta es la razón por la cual hemos
querido que la preparación de tal evento asuma la forma de
unas "catequesis", sobre las cuales millones de familias
están reflexionando en diversas partes del mundo, guiadas
por la doctrina de la Iglesia, en ambiente de oración, con
el convencimiento de que el Señor las
acompaña.

Esperar es algo que está inscrito en el dinamismo
humano. Forma parte de la índole esencial del hombre y es
factor determinante, escribe un filósofo, el esperar y el
modo como se espera78. La existencia humana está
determinada no solo por la asunción del presente, sino
también por la memoria del pasado y por la expectativa del
futuro, en el sentido de la esperanza activa, que nos abre hacia
un bien, o conjunto de bienes que deseamos. Es, pues, proprio del
hombre, esperar, tener esperanza. Para el cristiano esta
esperanza se proyecta hacia Dios, de tal forma que cuando la
confianza no se pone en Dios, comenta un autor, la confianza es
irresponsable certeza, destinada a ser destruida79.

Si bien, por una parte, como anotaba un escritor
español, Eugenio D'Ors, la esperanza era
"la virtud que tenía la peor prensa", y
Chamfort, se atrevía a decir que "es un charlatán
que nos engaña sin cesar", vivimos un momento de la
historia en que es preciso recomponer las coordenadas de esa
esperanza, la verdadera, que como la verdad y el amor
auténtico, no engañan, porque a la postre no son
construcción hecha por mano humana, y en
tal sentido, no es "irresponsable certeza", frágil y
traicionera,sino dimensión necesaria que se cimenta en el
absoluto de Dios.

En virtud de la firme certeza del triunfo de Cristo,
Salvador de los hombres, triunfo que es nuestro porque nos hace
partícipes del mismo, la esperanza nos ofrece la
tónica, el talante y la garantía de la confianza.
Da vigor y orientación al caminar, como comportamiento
moral. San Juan de la Cruz hablaba por ello de un "revestimiento
de color verde"80.
Esta firme esperanza y confianza son absolutas porque reposan en
las promesas divinas81.

Enseña el Catecismo de la Iglesia católica
: "La virtud de la esperanza corresponde al anhelo de felicidad
puesto por Dios en el corazón de todo hombre; asume las
esperanzas que inspiran las actividades de los hombres; las
purifica para ordenarlas al Reino de los cielos; protege el
desaliento, sostiene en todo desfallecimiento; dilata el
corazón en la espera de la bienaventuranza eterna. El
impulso de la esperanza preserva del egoísmo y conduce a
la dicha de la caridad" (n. 1818).

Por la esperanza lanzamos hacia los cielos nuestra
áncora, allí donde el Señor ya
llegó.Jesús, que ya penetró en la eternidad,
es quien regresa en esa cita definitiva con la humanidad, que es
la parusía. Por eso la esperanza nos sitúa en el
terreno de la historia y de la escatología.
¿Cómo levantar los corazones a la esperanza,
mientras un conjunto de signos más bien llevan a dudas,
para algunos fundadas, sobre su supervivencia, al menos
según los esquemas actuales? Hay síntomas evidentes
de erosión, especialmente en algunos países, y se
anuncian grietas preocupantes en las estructuras familiares en
espacios más amplios. Recordemos cómo la duda sobre
la continuidad de la familia en el futuro era alimentada en foros
internacionales, durante el Año Internacional de la
Familia, en la corriente de "la familia incierta" según
los planteamientos de L. Rousell82.

Sin embargo, puede ocurrir que las proyecciones
representen mas bien una ampliación indebida en un plano
universal de fenómenos que revisten características
preocupantes en determinados países. Incluso en los
más afectados por la sistemática destrucción
de la familia con "la conspiración" del Estado, cabe
preguntarse si no surgirán en el futuro nuevas tendencias
y reacciones firmes que empujen a las fuerzas políticas,
empezando con más comprometidos esfuerzos pastorales de
los cristianos, hacia nuevos rumbos y modificaciones. Se dan
signos esperanzadores, que revelan una nueva dinámica.En
todo caso, ¿será posible que pueblos que han
recogido abundantes lecciones de la historia, caminen hacia una
aventura con trágico final?

Hemos visto cómo ciertas conclusiones derrotistas
tienen poco en cuenta que una preocupación fundamental
para la familia persiste y que hay abundantes datos en las
encuestas
sociológicas, sobre todo en las respuestas de los
jóvenes, que anhelan en amplia mayoría formar un
hogar estable. Otro aspecto sería ver, si de hecho la
conducta es la adecuada a lo que expresan como ideal83. Las
amargas experiencias de un descalabro social sugieren ya a
algunos políticos consecuentes políticas
financieras y actitudes de apoyo y protección de la
familia.

En las etapas finales del Año Internacional de la
Familia se respiraba una atmósfera más positiva que
la enrarecida, con la que se dieron los primeros pasos y
más libres respecto de las premisas, con las que
apresuradamente muchos trabajaron. Hemos aludido al nuevo
tratamiento, que comienza a darse a la familia, v. gr., en
Estados Unidos, ya que la familia vuelve a recuperar un
interés político84.

No podemos dejarnos llevar por una especie de
"determinismo" de sabor fatalista, de tal forma que haya una
rendición sin lucha ante lo que parecería ser una
tendencia ineluctable de eclipse de la familia. Si se trata de
una institución, querida expresamente por el Creador,
¿no se manifestaría en el corazón de los
pueblos y de las personas una búsqueda del bien necesario
para los esposos, para los hijos y para la sociedad?

Hemos considerado cómo no es objetivo que la
familia haya dejado de ser centro de mediación social, y
que hay mediaciones esenciales en orden a reconocer y preservar a
la familia como espacio privilegiado de la humanidad y de
salvaguarda de la misma.

Partes: 1, 2, 3, 4
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