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Realidad de las etnias que viven en chile




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    Indice
    1.
    Realidad de las etnias que viven en chile

    2.
    Introducción.

    3. Los Aymaras 
    4. Cultura
    Atacameña.

    5. La cultura Kolla.
    6. Los Rapanui.
    7. La cultura
    mapuche.

    8. Los
    Kawéskar.

    9. Los
    yámana.

    10. Analisis
    Critico

    11. Análisis de la ley
    indígena 19.253

    12.
    Bibliografía

    1. Realidad de las etnias
    que viven en chile

    En este trabajo se realiza un paneo general sobre la
    situación en la cual se encuentran las distintas etnias
    que aún están presentes en el territorio Chileno.
    Además se realiza un esfuerzo por acercarnos a una idea
    general de cuál es su cosmovisión para así
    poder valorar
    la riqueza con que estos pueblos construyeron su destino y la
    barbarie que trató de arrasar con su legado.
    No más que pueblos en cierne….
    no más que pueblos en bulbo eran aquellos
    en que con maña sutil de viejos vividores
    se entró el conquistador valiente, y descargó su
    poderosa herrajería,
    lo cual fue una desdicha histórica
    y un crimen natural.
    El tallo esbelto debió dejarse erguido
    para que pudiera verse
    luego en toda su hermosura
    la obra entera y florecida de la naturaleza.
    ¡robaron los conquistadores
    una página al universo !
    aquellos eran los pueblos
    que llamaban a la vía láctea
    el camino de las almas ;
    para quienes el universo
    estaba
    lleno del grande espíritu,
    en cuyo seno se encerraba toda la luz
    del arcoiris coronado
    como de un penacho,
    rodeado como de colosales faisanes,
    de los cometas orgullosos
    que pasaban por entre el sol
    dormido
    y la montaña inmóvil el espíritu de las
    estrellas :
    los pueblos eran que no imaginaron
    como los hebreos a la mujer
    hecha de un hueso y al hombre hecho
    de lodo,
    ¡sino a ambos nacidos a un tiempo
    de la semilla de la palma !
    José Martí

    2. Introducción.

    La realidad actual de las etnias indígenas
    sobrevivientes de Chile, es por decirlo menos, dramática.
    De las catorce o quince etnias que poblaban el territorio Chileno
    a la llegada de los Europeos, sólo sobreviven siete, tres
    de ellos en peligro de extinción (Kollas, Yámanas y
    Kawéskar). El devenir de éstos pueblos está
    marcado por una historia de
    usurpación, abuso, discriminación y violencia.
    Partiendo del desplazamiento desde sus tierras ancestrales, hasta
    el asesinato propiamente tal (como fue el caso de los
    aborígenes del extremo sur) esta dinámica repetida de norte a sur, primero
    por los Europeos y luego por los gobiernos Chilenos, en una
    política
    que diezmó a algunos pueblos hasta hacerlos desaparecer no
    quedando más que su recuerdo.
    Al analizar la contingencia de los pueblos originarios del
    territorio Chileno, no podemos descontextualizar ésta, ni
    de su historia ni de su cosmovisión, ya que ello cruza
    absolutamente toda la realidad de cada cultura, y por
    supuesto, la determina, así como también se ve
    influida por los sucesos externos que día a día van
    invadiendo los pequeños mundos que habitan las culturas
    indígenas, esto produce 2 fenómenos intensamente
    relacionados: por un lado el proceso de
    interrelación étnica (muy poco respetuosa) que
    produce una alteración en la forma en que los
    indígenas aprehenden el mundo, pues este se torna hostil,
    con cánones desconocidos que le impone un orden distinto
    (muchas veces nocivo) del que conocen y por lo mismo se da una
    variación de la cosmovisión que integra elementos
    de la cultura Chilena (occidental) para poder sobrevivir, por
    ejemplo la integración religiosa.
    Además, debido al franco hostigamiento del que los
    indígenas son objeto sumado a la relación que la
    sociedad
    establece que no es de reconocimiento como un otro válido,
    sino que intenta integrarlos para absorberlos, se produce un
    proceso de aculturación en todos estos pueblos, proceso a
    través del cual van perdiendo su cosmovisión, su
    identidad
    étnica, formas culturales del hacer, el vivir y el sentir,
    etc. es cada vez más alarmante el observar este proceso y
    como poco a poco se pierde irremediablemente la riqueza cultural
    construida durante siglos.
    De los pueblos vigentes hoy en día y a los que la ley
    indígena reconoce como tales, estos son: Aymaras,
    Atacameños, Kollas, Rapanui, Mapuches, Kawéskar y
    Yámana, ninguno se ha eximido del proceso aculturativo, de
    la discriminación y la usurpación.
    Los Aymaras, habitantes del norte grande viven en este momento un
    proceso de reetnificación, último grito desesperado
    para mantener viva su cultura, ya envuelta en matices integrados
    de elementos foráneos.
    Los atacameños perdieron su lengua nativa,
    siendo hoy en día muy difícil su
    identificación como grupo
    étnico.
    Los Kollas viven en un numero no mayor al centenar de
    personas.
    Los Rapanui viven del turismo, explotando sus
    ritos y tradiciones para sobrevivir.
    Los Mapuches dan una última pele a para recuperar lo que
    por derecho les pertenece.
    Los Kawéskar y los Yámana están a punto de
    desaparecer como etnias dada las condiciones de miseria en la que
    viven su ínfima cantidad de integrantes.
    Este es a grande rasgos la situación que viven los pueblos
    indígenas, ciertamente diezmados, pero están
    allí y requieren ser escuchados, no podemos dejar de
    reconocernos en sus rostros, no podemos pensar que han muerto
    pues, socavadamente aún aman a sus divinidades y practican
    sus ritos, encontrando allí toda la verdad, coherencia y
    cordura que nosotros les negamos, que negamos a nosotros mismos y
    que queremos que ellos olviden.

    3. Los
    Aymaras 

    Los Aymaras constituyen un pueblo andino milenario, que
    antiguamente ocupaban diversos sectores desde las orillas del
    lago Titicaca, pasando por el altiplano Boliviano, noroeste de
    Argentina, y en
    Chile ocupando principalmente la zona comprendida entre la
    primera región de Tarapacá y la segunda
    región de Antofagasta. Desde hace unos 130 años la
    población andina ha emigrado hacia las
    grandes concentraciones urbanas ubicadas tanto en los puertos
    como en los centros mineros, donde muchos de ellos han sido
    absorbidos en actividades laborales correspondientes a estas
    determinadas urbes (minería y
    pesca).
    Las actividades básicas de los que permanecieron en sus
    pueblos de origen son la agricultura y
    el pastoreo de camélidos principalmente. Son éstos
    indígenas los que permanecen menos transculturalizados,
    siendo los indígenas que se dedican al pastoreo quienes
    presentan un mayor conocimiento
    de sus tradiciones y lengua (Aymara), en comparación con
    los agricultores quienes presentan un menor grado de
    bilingüilidad. Esta situación no es fortuita, dado
    que son los agricultores quienes ocupan las zonas más
    bajas y que por lo tanto tienen un mayor contacto con las
    concentraciones urbanas no Aymaras.
    El pueblo Aymara estaba constituido por varias etnias, que
    ocupaban territorios distintos alcanzando una gran área de
    distribución. Cada una de estas etnias
    presentaba variantes lingüísticas, y entre ellas se
    generaba un gran flujo de intercambios de diferente
    índole. Esta distribución se ceñía a
    un determinado orden geo-espacial configurado al interior de
    sistema
    étnico en su totalidad, por lo que existía una
    jerarquía espiritual adscrita a los distintos lugares, y
    por ende a los diferentes pueblos (Aymaras) que ocupaban esos
    lugares. Esta jerarquía no hacía más que
    reafirmar la estructura
    cultural sustentada en una cosmovisión determinada.
    Durante el periodo de la conquista (s xvi-xvii), el pueblo Aymara
    se vio enfrentado a un golpe desastroso que pudo traer graves
    consecuencias para la subsistencia de su cultura. En esta
    época cobran auge las campañas de
    erradicación de idolatrías que amenazan con
    destruir todo un sistema religioso que se erige hasta hoy como
    soporte estructural y existencial de la cultura Aymara.
    Luego, deviene un periodo de aislamiento relativo (s xviii-sxix),
    en el cual se reestructura la cosmovisión Aymara
    recuperando su equilibrio
    espiritual, aún cuando asume una característica de sincretismo en el culto.
    Elementos extranjeros son incorporados en la cosmovisión
    de manera integrada, conformándose una forma emergente de
    concebir el mundo. Es necesario decir en este momento que los
    Aymaras poseen la capacidad de dar significaciones positivas a
    los eventos que
    afectan su cultura, sin importar en demasía el grado
    irruptivo que estos puedan presentar. Por lo que podemos decir
    que el sincretismo o asimilación en el culto responde o es
    producto de
    una singular forma cultural de entender las cosas.
    En 1879, después de la guerra del
    Pacífico y la consecuente anexión de
    Tarapacá, por parte de Chile, se desarrolla un proceso de
    incorporación sistemática en la sociedad Chilena en
    diferentes planos (económico, social, político,
    etc.). este proceso pasa a constituir la eventual negación
    de los pueblos indígenas como pueblos diferenciados. Nunca
    antes, ni siquiera en el periodo de dominación Incaica
    (quienes respetaron identidad histórica y cultural), se
    vio tan amenazada la cosmovisión, y por ende la existencia
    efectiva del pueblo Aymara, como en el periodo de
    Chilenización. Fue solo su distribución espacial en
    diferentes "pisos ecológicos" y el intercambio que entre
    ellos se produce, lo único que permitió y que
    aún permite que la cultura Aymara sobreviva.
    Lo anterior confirma el hecho de que el logro fundamental de el
    pueblo Aymara fue la
    organización de su territorio espacial que
    correspondía a una particular visión
    ecológica. Esta organización les permitió
    desarrollar su economía y alcanzar
    un fortalecido sistema cultural que solo se vio vulnerado llegado
    el periodo de la conquista, y siendo a su vez esta misma
    organización la que le permitió llegar hasta
    nuestros días.
    No es posible comprender el sentido de ésta
    organización espacio-geográfica sin antes revisar
    la cosmovisión que está de base para todo el
    sistema cultural.
    La cosmovisión ofrece al Aymara un modelo
    explicativo de su mundo y que a su vez le otorga un sentido a su
    existencia. Tiene que ver con formas de estructurar lo real para
    poder operar en el mundo de una manera particular, adecuada a un
    sistema integrado de creencias que diferencia a la cultura, por
    lo cual, a su vez, constituiría un soporte de identidad
    étnica.
    La característica principal de la cosmovisión
    Aymara la constituye su "visión mitologizada de su
    geografía,
    historia y universo espiritual". El Aymara encuentra en la tierra y
    sus elementos el fundamento mismo de su existencia, y por medio
    de su cosmovisión sacraliza su entorno
    convirtiéndolo en un verdadero mapa sagrado. Esto se
    encuentra tanto en la configuración espacial de sus
    ciudades como en la significación total del entorno. Todos
    los accidentes
    físicos(geográficos) naturales constituyen lugares
    fuertes que tienen un carácter
    individual. Así el mundo cobra vida y es en sí lo
    que ellos denominan "Pachamama" o madre tierra,
    símbolo de la fertilidad de la naturaleza y de todos sus
    componentes, el agua es su
    sangre, los
    ríos son sus venas, las rocas son sus
    huesos, o sea
    la naturaleza constituye un espacio orgánico en el que
    todo elemento vive. La tierra y sus accidentes están
    poblados de espíritus buenos y malos, que exigen ser
    respetados. Estos lugares pasan a constituir "lugares fuertes" o
    de alta significación para toda la dimensión humana
    (social, económica, cultos, agricultura, ganadería,
    etc.).
    Los Aymaras presentan una triada autóctona de
    veneración, que constituye el complejo de culto más
    antiguo en sus costumbres, esas fuerzas superiores eran los
    mallcu que constituían espíritus que cuidan y
    dispensan las reservas de aguas de las montañas (agua: elemento
    fundamental); la pachamama arquetipo de la naturaleza
    fértil y amaru que es el principio de la
    distribución económica del agua de riego. Se debe
    hacer notar que estas fuerzas de adoración son
    correspondidas con determinadas zonas espacio-geográficas
    con respecto a la dinámica de la apreciada agua (elemento
    escaso y vital). Estas zonas serían:

    1. las altas cumbres
    2. cordillera en niveles de pastoreo y
      agricultura
    3. valles y quebradas de la
      precordillera

    Estas disposiciones espaciales ligadas al sistema de
    economía de aguas cobran una jerarquía que orienta
    la constitución de sus formas
    socio-económicas, en palabras más concretas las
    etnias Aymaras encuentran su centro social político y
    religioso en las zonas altas de pastoreo (altas cumbres), donde
    no por coincidencia hoy en día se mantienen con más
    fuerza las
    antiguas tradiciones. Las fuerzas mencionadas más arriba
    son para el Aymara fuerzas que participan en forma directa e
    inmediata dentro del mundo y que mantienen el orden
    cósmico establecido. De lo anterior se desprende, que la
    cosmovisión del Aymara se concentra en el mundo que le es
    cercano, familiar, un mundo que lleva las fuerzas misteriosas en
    sí mismo. Esta concepción del mundo con divinidades
    inmanentes, que son parte del mundo se contrapone a una religión
    Católica/protestante en el cual Dios es algo que
    trasciende a la tierra, y a la humanidad, algo que está
    más allá, en la lejanía.

    Los Aymaras poseen una visión tripartita del
    mundo, aunque sería más adecuado hablar de una
    triada, porque para el Aymara existe sólo una realidad que
    es siempre y en todo concreta y velada a la vez. Esto significa
    que cualquier escisión es antojadiza y no una
    disociación en el plano simbólico. Como
    decíamos, los Aymara tienen una visión
    "triádica" del mundo (que es unitario); ellos distinguen
    el mundo de arriba (arajpacha o tierra de los astros), el mundo
    de abajo (manqhapacha o tierra de los minerales) y
    éste mundo o mundo de nosotros (acapacha o tierra de los
    hombres).
    Estas constituyen zonas mitológicas que poseen sus propias
    divinidades que regulan la vida de los hombres, las fronteras
    entre los pachas es infranqueable, sin embargo, sus límites
    son barreras que unen y que separan, el orden se mantiene por la
    no transgresión entre los pachas.
    Esta triada zonal, se constituyó en el territorio
    simbólico más vulnerable a la ideologización
    extranjera.
    Antiguamente ésta distribución zonal se
    correspondía con la estructuración funcional
    geográfica con la que el Aymara ordenaba su entorno
    natural y sus ciudades (markas), sin embargo con mucha fuerza ha
    irrumpido la influencia (imposición de principios
    organizativos) por parte de la
    administración eclesiástica.
    Los Aymaras hacen la distinción entre costumbres (plano
    religioso-espiritual autóctono), y religión (
    elementos rituales traídos de occidente). En este sentido,
    el Aymara tiene una conciencia de su
    sustrato autóctono y de uno posterior que les fue impuesto, y que
    sin embargo, hoy forman su "cosmovisión" de manera
    integrada. Hoy ambas corrientes simbólicas forman un
    entretejido de elementos imposibles de separar, porque hacerlo
    significaría no considerar el significado actual del
    fenómeno religioso vivo.
    Decíamos que parte de la cosmovisión Aymara fue o
    trato de ser vulnerada por elementos ideológicos
    foráneos, que si bien no tuvieron graves consecuencias, si
    puso en peligro la estructura total que condensa la cultura
    Aymara.
    En un principio las iglesias instauradas institucionalmente en
    Chile, buscaron interpretar elementos de la cosmovisión
    indígena, para una mejor asimilación de los
    preceptos eclesiásticos. Así el acapacha era
    asimilado al terreno donde habitaba el diablo junto al
    maqhapacha, así trataba de imponerse la visión de
    un mundo pasajero e imperfecto, que era el dominio de las
    tinieblas. Con esto se dañaba lo esencial de las formas
    culturales Aymaras, dado que su cosmovisión se centraba en
    el mundo que les era cercano, en el cual se reunía un
    universo completo y acabado donde sus divinidades participaban en
    forma inmediata, este universo era el acapacha el cual
    contenía la unión de los otros mundos, y que para
    el Aymara significaba una zona de valores
    existenciales y está cargado de sentido y significado
    positivo, en tanto espacio de su identidad.
    Durante la época del gobierno militar,
    la cosmovisión Aymara fue irrumpida por un ardid
    ideologizante que trata de manipular los elementos de la
    cosmovisión en pos de sus intereses políticos.
    Así los militares decían que el manqhapacha era el
    territorio de la oposición, del bárbaro enemigo
    político, de la mentira y el comunismo. El
    gobierno, aquel entonces, sin escrúpulo alguno
    realizó una manipulación ideológica de los
    elementos de la cosmovisión Aymara como una forma de
    control, referida
    a las ansias de dominación de los pueblos, como la
    preservación de intereses
    político-económicos.
    En la actualidad la organización geo-espacial
    correspondiente a su visión ecológica, se nos
    devela en la existencia o vigencia de sus markas (ciudades), las
    diferencias lingüísticas que aún se asocian a
    determinadas zonas, y sus variadas transacciones
    económicas distantes.
    A un nivel simbólico aún subsiste la
    bipartición primaria de la comunidad en
    arajsaya y manqhasaya, pero aún con más fuerza
    continúa la bipartición entre sectores pastoriles y
    agrícolas, aún cuando se han, en alguna medida
    yuxtapuestos.
    La irrupción por parte de las políticas
    Chilenas de demarcación territorial, significó la
    ruptura de relaciones ancestrales entre
    los Aymaras que viven en Chile y los que viven en Bolivia. Estas
    relaciones no significaban solamente una pérdida
    económica, sino principalmente una interrupción en
    el influjo cultural que podían brindar zonas culturalmente
    jerárquicas. Los cambios económicos son mitigados
    por medio del contrabando. Además en este sentido
    (económico) el Aymara deben trabajar temporalmente en las
    minas y obras de vialidad, para poder acceder a los
    artículos de consumo
    urbano.
    En cuanto a la utilización de tecnologías, los
    Aymaras aún mantienen aspectos de origen andinos que les
    son más funcionales que la tecnología moderna.
    La tecnología Aymara es más que un conjunto de
    conocimientos, constituye un sistema diferenciado, con una
    visión propia del mundo natural y sus recursos. Hoy,
    aún cuando ha sido fuertemente reprimida sigue presente en
    su dimensión simbólica representado por rituales de
    producción necesarios para la segura
    efectividad del quehacer tecnológico. Aún subsiste
    como característica Aymara antigua, la utilización
    respetuosa y colectiva de los recursos
    naturales.
    Los ritos de producción garantizan el carácter
    comunitario de la tecnología y la economía en
    general, subordinando los valores
    económicos-materiales al
    sistema de valores culturales.
    Estos cambios económicos radicales a los que se ven
    enfrentados los Aymaras, son determinantes con respecto a la
    artesanía, vivienda, vestimenta, ritos, ceremonias, etc. y
    en la medida en que son incorporados a la cultura Aymara toman un
    carácter nuevo, el cual se actualiza en rituales que
    reflejan y refuerzan toda la estructura social de la
    comunidad.
    La concepción participativa de hombre y mundo, hace que
    consideren la enfermedad como una desarmonía o
    desequilibrio moral o ritual
    que ha sido perturbado con la pachamama. Quien cura los males es
    un yatiri (médico-brujo) y su medicina es
    simbólica. Hoy el yatiri es capaz de descubrir cuando una
    enfermedad responde a un desequilibrio espiritual y cuando solo
    requiere atención hospitalaria.
    En cuanto a sus ceremonias, hoy en día los Aymaras
    celebran cultos sincréticos, donde relacionan los santos
    patronos católicos con elementos rituales Aymaras.
    Distinguen su carácter autóctono e incorporado,
    pero lo integran en una sola cosmovisión.
    Se estima que la población Aymara que vive en Chile
    serían 48.000 personas, desde un criterio basado en la
    conciencia de pertenencia étnico, dado que basados en
    criterio parcelado, por ejemplo el idiomático
    disminuiría tal cantidad a 8.500 individuos. De la
    cantidad inicialmente señalada, sólo 1/3 permanece
    en las zonas rurales, y la mitad de éste tercio
    habitaría las zonas altiplánicas.
    A partir del régimen militar se intensifican los programas de
    Chilenización, llevado a cabo por medio del
    establecimiento de escuelas y de instituciones
    de servicio
    militar. El fin explícito de estas instauraciones lo
    constituiría la asimilación u absorción del
    pueblo Aymara.
    En el plano de la legislación, este pueblo se ha visto muy
    desfavorecido, dado que no se les ha otorgado títulos de
    propiedad de
    su territorio, lo cual puede traer graves consecuencias. Siendo
    el problema principal, hoy en día, la privatización y pérdida
    de sus aguas ancestrales en virtud del código
    de aguas (DFL Nº 1.222) dictado por el régimen
    militar en 1981. Esto desencadena la pérdida de elemento
    vital de este pueblo, con el cual realizaban sus riegos, y la
    consecuente migración
    o éxodo de indígenas y su consiguiente proceso de
    transculturación y aculturación.
    Cabe preguntarse si sobrevivirá este pueblo a las
    presiones externas de modernización, que constituyen un
    cambio
    exógeno a gran velocidad de
    las pautas culturales Aymaras.
    A modo de conclusión, fue gracias a la capacidad de
    andinizar los elementos culturales extranjeros amenazantes por
    parte del pueblo Aymara que ha podido sobrevivir hasta hoy. Y
    aún pese a la masiva migración de Aymaras a la
    ciudad y su integración a esta, hoy se observa un proceso
    de reetnificación, se percibe una conciencia renovada
    acerca de la identidad Aymara
    Tanto organizaciones
    extranjeras como asociaciones de Aymaras, han logrado poner
    frenos a los programas gubernamentales militares definiendo una
    nueva situación en la cual la identidad Aymara no se
    menosprecia.
    Así, pese a que toda la cosmovisión como la
    comunidad misma está en crisis, se
    presencia una sensación reetnificante que promete el
    resurgimiento.

    4. Cultura
    Atacameña.

    Los atacameños, también llamados Likan
    Antai, habitan aldeas ubicadas en los oasis, valles y quebradas
    de la provincia del Loa en la III Región. Su
    hábitat desértico se divide en dos sectores: La
    hoya del Salar de Atacama y la cuenca del río Loa. Desde
    el periodo prehispánico hasta el presente, han
    desarrollado una extraordinaria adaptación a su medio ambiente
    desértico de altura, caracterizado por su extrema aridez.
    En dicha área ocupada por el hombre
    desde hace 10.000 años antes el presente, prevalecen
    grandes extensiones estériles con pocos lugares donde
    aflora el agua subterránea, con escasísimos
    ríos cerca de los cuales se han ubicado las aldeas.
    Podemos afirmar que, para el indígena, aún en los
    ambientes geográficos más hostiles, es la
    naturaleza toda la que habla, y que los antiguos habitantes del
    continente, nuestros antepasados, fueron capaces de escuchar su
    voz, plasmando en obras concretas lo que los ciclos naturales
    señalaban, para capturar al tiempo y
    asociarlo al espacio y al hombre; al hombre con ese espacio y en
    ese espacio, lo que quizá constituya el fundamento por el
    cual cada etnia se considera a sí misma como la humanidad
    por excelencia, la que habita en el centro de la plataforma
    terrena y en el punto de cruce de los ejes cósmicos. Esto
    afirmado por las estructuras de
    sus altas construcciones, en las cuales existen, según
    estudios antropológicos, diagramaciones tales que calculan
    con exactitud el recorrido del sol, para recibirlo dentro de su
    fortificación en fechas especiales del año, para
    energizarse, rendir culto, etc.
    En la cultura Atacameña prehispánica, se destacaron
    las fortificaciones construidas para defenderse de los ataques de
    incas,
    diaguitas y españoles; los canales e regadío que
    hicieron posible el auge de su agricultura de oasis; la
    ganadería de camélidos, cuya lana se utilizó
    en la elaboración de refinados textiles; la excelencia de
    su arte y
    artesanía; el auge del comercio, para
    lo cual se utilizaron con frecuencia extensas rutas destinadas a
    las caravanas que cruzaban el desierto y cuyo principal centro
    gravitó en San Pedro de Atacama . Todo ello fue posible
    debido a los diversos niveles culturales alcanzados como
    también a la organización social atacameña,
    basada en patrilinajes residentes en pequeñas aldeas
    autónomas y aisladas protegidas por muros
    defensivos.
    Han existido vínculos estrechos entre los pueblos
    atacameños del Salar y las culturas locales de las
    provincias argentinas adyacentes de Salta y Jujuy (aquí
    cabe destacar una muy probable relación e influencia con
    la cultura tiwanaku), advirtiéndose también las
    influencias Aymaras en los pueblos atacameños de la cuenca
    del río Loa, próximos a Bolivia. Dichos
    vínculos se centran tanto en la base cultural
    común, identidad étnica y sistema de creencias como
    también en la organización social, parentezco,
    reciprocidades e intercambios económicos.
    A pesar del proceso de aculturación en marcha al interior
    de la cultura atacameña actual, subsisten núcleos
    básicos que denotan la continuidad de sus patrones
    tradicionales enmarcados en su propio sistema de creencias,
    cognición y simbolismos. Ello se reconoce principalmente
    en el contexto de la vida ritual desarrollada en el curso de su
    ciclo agropastoril anual, manifestada en sus cultivos en
    terrazas, eras o chacras y en el uso de sus antiquísimos
    canales de regadío prehispánicos. En dichos
    contextos, sobresalen los ritos tradicionales atacameños (
    no exentos de expresiones sincréticas andino-cristianas)
    tales como el carnaval, la limpia de canales, el enfloramiento
    del ganado y el culto as los tata-abuelos (o antepasados
    prehispánicos ). En ellos se reactualizan los convidos al
    espíritu de la tierra (pachamama), de los cerros (
    tata-cerros) , del agua (tata-putarajni) y de los antepasados
    (tata-abuelos). En todos ellos se expresa una relación
    profundae integración intensa centrada en concepciones
    mitológicas tradicionales y reactualizadas mediante la
    experiencia ritual. El sincretismo andino-critiano está
    presente en diversas expresiones religiosas locales, con especial
    referencia a las fiestas patronales.
    En la actualidad, sobresalen en toda el área
    atacameña los efectos de un prolongado proceso de
    hispanización iniciado por lo colonizadores a partir del S
    XVII. Dicho proceso se intensificó a partir del SXIX,
    cuando los atacameños, que utizaban paralelamente 4
    lenguas (kunza, quechua, aymara y español),
    perdieron definitivamente su kunza originario y demás
    lenguas indígenas manteniendo sólo el
    español. Este proceso aculturativo fue paralelo al
    incremento de los niveles de escolaridad, la participación
    activa en los cultos religiosos cristianos, la mayor frecuencia
    de la migración rural-urbana y la participación
    creciente en actividades laborales de empresas mineras
    u otras.

    5. La cultura
    Kolla.

    El origen de los Kollas se remonta a la etapa final del
    imperio Tiwanaku de Bolivia, una gran civilización andina
    preincaica. Luego del colapso de esta alta cultura aparecen,
    entre 1.000 y 1.100 D.C. en el mismo territorio colindante con el
    lago Titicaca, aproximadamente 12 señoríos
    independientes aymarahablantes en pugna. Entre ellos sobresale el
    señorío kolla ubicado en un extenso territorio
    compuesto de dos grandes sectores: urkosuyo y omasuyo, ubicados
    respectivamente en las riveras nor-oriente y sur-poniente del
    lago Titicaca.
    En el señorio kolla coexistieron dos grandes unidades
    étnicas :
    v Los Kollas, que tenían acceso al poder y al control
    político.
    v Los puquina, que correspondían a la población
    nativa antigua del área, invadida y derrotada
    probablemente en el siglo XII D.C. por los conquistadores kollas
    de ancestro aymara .
    Durante el S. XV este señorío fue invadido por el
    inca Pachacuti y su ejercito, quienes anexaron sus territorios al
    respectivo imperio del Tahuantinsuyo. Los conquistadores incas
    introdujeron al interior del territorio Kolla diversos grupos
    heterogéneos de mitimaes que procedían de diversas
    culturas regionales e incluían minorías d habla
    quechua. Por esta razón , durante los siglos XIV y XV el
    territorio Kolla ofrecía una imagen
    heterogénea de un señorío de varias
    naciones, en la que se hablaban tres lenguas: aymara, puquina y
    quechua.
    Luego de la invasión inca se produce una rebelión
    kolla, la cual fue aplastada por el inca Tupac Yupanqui hacia
    1470. este inca procedió a trasladar a todos los kollas
    que quedaban como capaces de portar armas, o de
    servir como cargadores, llevándolos a la conquista del sur
    de Bolivia, el noreste de Argentina y al centro de Chile. Una vez
    conquistada una región, se arreaba a todos los hombres
    útiles armas y se los llevaba a conquistar otra
    región distante, poniéndolos al frente de sus
    propias tropas. Estas eran tropas que antecedían y
    protegían a las tropas regulares incaicas. El pago que
    recibían lo guerreros kollas era principalmente el derecho
    a saqueo. No obstante, los guerreros kolla rebeldes o debilitados
    y otros guerreros vencidos eran llevados como mitimaes a otros
    territorios del imperio incaicos distantes de su
    señorío original, en los cuales debieron permanecer
    indefinidamente. Este parece ser el caso de los kollas del
    noreste de Argentina.
    Durante el siglo XVI, los conquistadores españoles
    reorganizaron la terratenencia en encomiendas, manteniendo en
    ellas numerosos mitimaes kollas. Además, segmentos
    importantes de la población kolla fueron trasladados a
    diversos territorios distantes o próximos en su calidad de
    indígenas encomendados. Entre ellos se cuentan aquellos
    grupos enviados a diversos territorios del noreste argentino,
    muchos de los cuales fueron destinados a trabajos mineros.
    Según relatos orales recientes de miembros destacados de
    las comunidades kollas que residen en actualmente en quebradas y
    valles cordilleranos de Salta y Jujuy, ellos reconocen descender
    de estos antiguos grupos.
    La emigración de un segmento de kollas del noreste
    argentino hacia el norte Chileno, coincide con el periodo de
    conflictos
    bélicos entre Chile, Bolivia y Argentina, durante los
    años 1870 y 1890. Llegaron en su mayoría desde
    Tinagosta y Fiambala, durante el siglo XIX. Eran generalmente
    pastores de llamas, ovejas y cabras, los cuales se instalaron en
    algunas quebradas cordilleranas de la III región.
    Algunos de ellos se instalaron en la quebrada Paipote
    próxima a Copiapó. Pero posteriormente , cuando sus
    hijos debieron ingresar a la escuela en
    Copiapó, las madres bajaron de la precordillera para
    residir junto a sus hijos. Este hecho marcó la fase
    inicial de la migración rural-urbana de un grupo de
    familias kollas a la ciudad de Copiapó, fijando
    mayoritariamente su residencia en la población de Paipote.
    Actualmente estos pobladores integran una comunidad que cuenta
    con un parvulario kolla.
    En el presente el territorio ocupado por las comunidades kolla
    comprende la precordillera y cordillera de los Andes y parte del
    altiplano de las provincias de Chañaral y Copiapó
    en la III región de Atacama. La población se
    distribuye en tres comunidades, una rural-urbana, y dos rurales,
    ellas son:

    1. Comunidad Quebrada Paipote, con 92 habitantes rurales
    y urbanos, con directiva propia.

    2. Comunidad Potrerillos, ubicada en la comuna de Diego
    de Almagro, esta comunidad se distingue por poseer una mayor
    identidad étnica y continuidad cultural, cuenta con
    directiva propia.

    3. Comunidad Río Jorquera, ubicada en sectores
    precordilleranos de los ríos Jorquera y Pulido al sur
    oriente de Copiapó.

    En la actualidad , en estas comunidades se desarrolla un
    proceso organizativo y de reetnificación incipiente.
    Desde su ingreso a Chile los kollas han realizado labores de
    pastoreo, caza y recolección, arriería,
    pirquinería y abastecimiento de leña en centros
    mineros, pueblos y ciudades, posteriormente articularon la
    economía criandera con la actividad minera,
    produciéndose una diversificación del ganado y una
    ampliación de las zonas de pastoeo y transhumancia.
    Los kollas han sido un pueblo capaz de habitar desolados
    territorios a partir del uso de sus escasos recursos naturales
    disponibles, cuestión que sólo es posible gracias a
    la alta adaptabilidad al medio ambiente,
    desarrollado a lo largo de su historia.
    A pesar de la aculturación sufrida debido a la
    acción colonizadora, aún practican algunos de sus
    rituales y mantienen otras formas culturales como la minga,
    antigua forma de cooperación; el serviñakuy o
    prueba de pareja y rituales vinculados al culto de la tierra: la
    Pachamama, señalada o marcación de animales,
    apachetas o descanso de viajeros, entierro y desentierro de
    pucllay o kacharpaya (carnaval), chaya y chayar (beber) y
    corpachada (dar de comer a la tierra); Tinkunakuy, topamientos o
    encuentros de compadrados, musiqueros, parcialidades o
    comunidades.
    Sus instrumentos
    musicales tradicionales como quena, anata, siku, erke y
    erkencho, que han ingresado a la música popular o
    folklórica de nuestro país. .Lamentablemente muchos
    de sus rituales se han desvirtuado para satisfacer curiosidades
    turísticas.

    6. Los
    Rapanui.

    Rapanui es el nombre con el que los "pascuences"
    denominan su lengua, su tierra y a ellos mismos. Esto nos plantea
    de inmediato el modo de relación que ellos establecen con
    la tierra. Donde el hombre y la tierra constituyen una sola
    unidad.
    Las características físicas de su entorno han
    moldeado su historia cultural y continúan siendo una
    marca de
    referencia para sus habitantes.
    Rapanui está situada en el vértice sur este del
    triángulo Polinésico a 27º 09´ de
    latitud sur y a 109º 27´de longitud oeste,
    aproximadamente a 3800 km de las costas de Chile, constituyendo
    uno de los lugares habitados más pobres, ralos y aislados,
    con una gran presencia volcánica, una variada calidad de
    suelos y un
    clima
    subtropical.
    Es sorprendente descubrir el cómo fue posible que a partir
    de éste ecosistema
    pobre y aislado hayan podido forjar amplios proyectos de
    comunidad.
    A la llegada de los primeros Europeos (1722- 1862) la isla
    Rapanui se convirtió en un lugar de abastecimiento para
    los barcos, por vía de los intercambios de especias y
    bienes.
    Las relaciones que se establecieron entre Rapanui y extranjeros
    fueron amistosas, incluyéndose a la mujer Rapanui
    como bien de intercambio, lo cual dio paso al mito del
    libertinaje de las mujeres Rapanui que se entregaban por un
    regalo, mito que se conserva hasta el día de hoy. Es
    posible que esto haya contribuido a establecer un modo de
    dominación genómica, aunque esto es poco probable,
    dado que no existía una insinuación de conquista de
    manera sistemática.
    A partir del s XIX comienzan a aparecer conflictos entre Rapanuis
    y Europeos, sin embargo, no hay presencia de una cantidad
    considerable de muertes, por lo que daba la impresión de
    tratarse de casos puntuales. No obstante, estas rencillas fueron
    motivo suficiente para que los Europeos en venganza realizaran
    acciones
    delictuales.
    Estos largos años de comercio entre Rapanui y Europeos
    sirvieron de marco histórico para la posterior
    ocupación de la isla, o sea, que para la
    instalación Europea en la isla ya existiese una
    convivencia histórica entre ambas culturas.
    En 1826 se realizaría la última expedición
    amistosa a la isla. Luego todos los años de comercio,
    amistad y
    confianza cambiarían de tinte de manera irrevocable.
    En 1862-1863 entra en acción la piratería Peruana, con el comercio de los
    polinésicos como mano de obra. Este comercio fue
    sangriento y provocó muchas heridas en la conciencia del
    pueblo Rapanui, heridas que en cierta medida hasta hoy no han
    logrado cicatrizar, lo cual se refleja por la por la
    aversión actual del isleño hacia el Peruano.
    Una vez ocurrido tan nefasto desastre en 1862, los Rapanui
    descubrieron su vulnerabilidad ante las intenciones de fuerzas
    extranjeras, por lo cual debieron cambiar sus tácticas de
    adaptación.
    El periodo de 1864-1871 es conocido como el periodo de misioneros
    y colonos. Diferentes personajes llegaron a la isla con el lema
    de la evangelización. Esta evangelización,
    primordialmente Católica tuvo gran éxito,
    siendo los Rapanui fieles a ella hasta el día de hoy.
    Muchas de las misiones evangelizadoras quisieron arrasar con los
    vestigios culturales paganos, lo cual desembocó en el
    éxodo masivo de isleños a trabajar a otros lugares
    con los extranjeros.
    Ante los sucesos anteriores (piratería peruana y misiones
    evangelizadoras rígidas) el pueblo Rapanui sólo
    pudo observar como su gente desaparecía, poniéndose
    en peligro la existencia de una cultura ancestral y cargada de
    matices.Entre 1862 – 1868, tan solo 6 años la
    población Rapanui disminuyó en un 50% si no
    más. O sea de los 6000 habitantes que se estiman a la
    llegada de los españoles, solo quedaban 3000.
    Un elemento fundamental para su supervivencia era que los Rapanui
    tenían la capacidad de discernir los elementos cruciales
    de la conducta de los
    extranjeros, y usarlos para su propio provecho.
    Característica que pudo haber obtenido en el largo periodo
    de intercambio con los navíos extranjeros y seguramente,
    sin el cual la disminución de aborígenes hubiese
    sido mucho más violenta y de mayor proporción.
    Esta característica del Rapanui es algo que está
    presente hasta el día de hoy y constituye un mecanismo
    cultural adaptativo. Así, los isleños acrecentaban
    sus opciones aparentando una actitud
    agradecida con la utilización de simbolismos nacionales de
    los extranjeros.
    Este elemento es importante a considerar, dado que nos permite
    abstraer, a pesar de todas las señales que nos hablan de
    un cierto tipo de aculturación Rapanui, la existencia de
    un mecanismo que consiste en una fachada externa, diplomacia
    aprendida y muy bien adaptada a su provecho.
    En 1888 comienza la era Chilena, dado que después de sus
    conquistas en la guerra del pacífico, decidió
    anexar a sus
    dominios la colonia Rapanui, que hasta ese momento había
    estado bajo la
    protección del gobierno Francés. Este ardid estuvo
    a cargo del capitán Policarpo Toro Hurtado.
    En un comienzo del periodo Chileno se inicia el establecimiento
    de colonos en la isla lo cual no tuvo mucho éxito.
    Durante este periodo se generan 2 fuerzas contrapuestas: por una
    parte el incremento de la población y la necesidad de
    abastecer a la isla desde Chile, y por otra, la pérdida
    gradual de autodeterminación de los isleños sobre
    sus propias vidas, que se deriva de la absoluta administración chilena y la pérdida
    de representatividad isleña.
    El proceso de Chilenización para los Rapanui se
    vivió y se vive hoy en día, como la pérdida
    del control del destino, consecuencia directa de la
    pérdida del control de su tierra. La tierra
    constituía el je central de su forma de ser cultural, y su
    cosmovisión regulaba sus modos de organización, que
    a su vez regulaba la relación con la tierra, con la
    historia y con los demás Rapanuis.
    Los Rapanui le daban diversas utilidades a la piedra, y tambien
    por medio de éstas homenajeaban a los familiares de los
    muertos. Un Moai era la representación de un antepasado
    difunto, los Rapanui pretendían glorificar con los Moais a
    los descendientes de los ancestros, por lo que se deduce que no
    adoraban la muerte.
    Cada moai constituía un registro del
    pasado, una actualización permanente de un complejo
    valórico ancestral que vigilaba desde el abismo del
    tiempo.
    Este arte creativo, sufre un vuelco dramático cuando se
    produce un empobrecimiento del medio y cambios climáticos
    fuertes. La glaciación trae consigo la falta de alimento,
    el demonio del hambre acecha la isla, surgen guerreros destinados
    a luchar por la vida de los suyos y la suya propia, la
    demolición de los testimonios megalíticos
    permanentes se constituye en el triunfo de una tribu sobre otra.
    La vulneración del pasado de una tribu era su nihilismo,
    su muerte
    simbólica.
    Las malas condiciones medioambientales que pudieran aparecer en
    algún momento, obliga a los Rapanui a sus actos de
    destrucción para devolver el equilibrio entre su tierra y
    los hombres, amenazada por la sobrepoblación.
    En los relatos orales aún hay presencia de esta
    destructividad y la poca cantidad de habitantes a la llegada de
    los primeros Europeos, habla sobre esta violencia, en un periodo
    no tan lejano, entre los distintos clanes, un sistema en aparente
    decadencia, el demonio de una isla solitaria y empobrecida que
    nos hace pensar en las diferentes formas de las que se hace la
    vida para continuar, para mantenerse.
    La historia de los Rapanui nace con el héroe cultural hotu
    matu´a quien descubre la isla de la que surgirán los
    Rapanui. Los hijos de hotu matu´a crearán el primer
    orden social en Rapanui. Pero luego la historia se quiebra, y en
    1862 se producen los tiempos desastrosos, los hijos de
    ésta época crearan las líneas de
    descendencia posteriores y fundarán el segundo orden
    social de Rapanui que es el actual.
    La matriz de
    identidad cultural pende sobre éstas figuras
    históricas y generan sentimientos de identidad con una
    fuerte ligazón territorial.
    Pese a que desde 1888 la isla de Pascua es parte de la soberanía Chilena, durante los años
    (1895 a 1933) estuvo administrada por la "compañía
    explotadora de isla de Pascua" que era controlada por
    extranjeros. El modo de administración (hacienda)
    relegó a los Rapanui a una ínfima parte de sus
    tierras (Hanga Roa) siendo sometidos a un régimen
    semiesclavista.
    En 1933 Chile se hace dueño de las isla y su
    administración, y sólo en 1966 el pueblo Rapanui
    adquiere derechos
    ciudadanos.
    A partir de 1973 las autoridades de la isla son designadas por
    el estado
    Chileno negando cualquier representación Pascuence, o sea,
    la pertenencia de su territorio está condicionada a la
    adopción
    del sistema de vida Chileno en particular y extranjero en
    general.
    Todas estas imposiciones socio-políticas se manifiestan en
    un aparente proceso de aculturación (decimos aparente por
    lo que mencionamos más arriba acerca del mecanismo
    adaptativo cultural de la fachada).
    Hoy en día en las mentes de los isleños es
    prioritario el mundo moderno, desconociendo el pasado de esos
    enormes megalitos que aparecen como fantasmas de otras
    épocas.
    El turismo es el área económica de mayor
    importancia para los Rapanui, la agricultura no es significativa.
    Como dijimos la actividad administrativa aún
    continúa en manos de los chilenos, lo que deriva en un
    sentimiento de invasión y acorralamiento, como conscientes
    de su condición de grupo minoritario (el chileno es
    denominado "mauko" que significa maleza, o sea que está
    ocupando un lugar que no le corresponde y que impide el
    crecimiento de la hierva buena).
    La iglesia
    católica fue una de las influencias externas más
    tempranas y aún continúa desarrollando un rol
    importante en la vida cotidiana.
    La relación que hoy guarda el Rapanui con su tierra no
    está basado en una posesión, sino más bien
    en una disposición, una utilización temporal,
    siendo la tierra no un bien estático y permanente, sino
    una mercancía.
    En la medida en que el Rapanui mantenga el control de su tierra,
    continuarán controlando su destino, he ahí el
    fundamento de la revitalización del consejo de ancianos
    que se erige en la defensa contra los atropellos que afectan a su
    pueblo.

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