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¿Por qué viajan los hombres?




Enviado por pedro_oscarp



    Indice
    1.
    Introducción

    2. El viaje de
    Colón

    3. El viaje de Kennedy
    4. Las caras de América y la
    luna

    5. Conclusión
    6. Bibliografía

    1.
    Introducción

    Antes, ahora y siempre, el hombre es
    la vanguardia de
    un viaje que emprendió la vida entre los bordes de la
    quimera.
    La acción de viajar no es una propiedad
    exclusiva del hombre y se
    podría pensar, en un sentido amplio, en una
    relación directa de esta acción con una característica esencial de la vida:
    expandirse a lo largo y ancho de todo el planeta.
    Al respecto, son numerosas las especies de animales que se
    empeñan en viajes muy
    arduos, en busca de alimentos.
    Algunas por aire, por mar o
    por tierra,
    recorren prolongadísimas rutas hasta alcanzar su destino.
    El caribú, un servido de América
    del norte, recorre en ocasiones más de tres mil
    kilómetros en búsqueda de comida, en un viaje que
    es considerado el más largo de todos los viajes que
    emprenden los animales terrestres.
    El hombre, naturalmente, no escapa a este comportamiento. En la sociedades
    primitivas, cuando reinaba el hambre, se
    producían grandes desplazamientos bajo el mismo
    denominador que rige la conducta de los
    animales migratorios.
    Ahora bien, la satisfacción de este deseo no siempre
    aparece en el caso de la especie humana con la claridad que se
    presenta en el resto del mundo animal. Los viajes en
    búsqueda de una ciudad dorada, de un paraíso
    perdido, ocultan, en el fondo, la misma causa: garantizar la
    supervivencia de la especie sin los sobresaltos de la carencia de
    alimentos o su equivalente simbólico más
    emblemático: el oro.
    En esta dirección, son incontables los viajes
    acometidos por el hombre detrás de estas construcciones
    míticas que en nuestra América poblaron la
    imaginación de tantos viajeros, entre los cuales podemos
    citar a todos aquellos que desafiaron la misteriosa Patagonia de
    su tiempo,
    tratando de hallar, como Mascardi, una imposible ciudad de los
    Césares.
    Vale la pena, en este punto, demorarnos en torno a lo que
    sostiene Chardin en La visión del pasado. Él
    postula que para captar la magnitud del hecho zoológico
    humano es necesario analizar un atributo específico de la
    humanidad que define como "la originalidad sorprendente de
    nuestro grupo animal
    (por) su poder en
    verdad único de extensión y de invasión".
    Por consiguiente, en este movimiento
    expansivo de la vida, nuestra especie puede ser pensada como la
    vanguardia de un viaje que comenzó hace millones de
    años, cuando las primeras manifestaciones de la vida
    irrumpieron en los océanos hasta alcanzar la complejidad
    de nuestra arquitectura
    biológica que nos permitió vencer las vallas de las
    montañas, la infinitud de los mares, el calor de los
    desiertos o el vacío del espacio
    cósmico.

    2. El viaje de
    Colón

    Martín Fernández de Navarrete (1765-1844),
    en la introducción de su Colección de los
    viajes y descubrimientos que hicieron por mar los
    Españoles desde fines del siglo XV, sostiene que "el
    origen de semejantes empresas fue
    buscar un nuevo camino para la India
    oriental, por donde traer con mayor facilidad y presteza las
    ricas producciones que desde muy antiguo alimentaban el lujo de
    los europeos" . Este objetivo,
    político y económico, bajo la mirada de nuestros
    tiempos, es el que con mayor precisión logramos recortar y
    admitir del viaje de Cristóbal Colón.
    Bajo una mirada similar, en El encubrimiento, Fernández
    Retamar considera que "esta fecha (1492) resulta relevante porque
    la llegada entonces a América de tres barquitos
    españoles se inscribió dentro de un vasto proyecto que se
    gestaba en la sociedad europea
    de la época (…). Lo que estaba por brotar era el
    capitalismo
    (…) que requería para desarrollarse, dentro de otros
    hechos, el inmisericorde pillaje del resto del planeta" .
    Desde una perspectiva distinta, Mircea Eliade, sobre la base de
    los propios diarios de viajes de Colón, piensa que el
    genovés "no tenía duda alguna de que había
    llegado muy cerca del Paraíso Terrenal. Creía que
    las corrientes frías que encontró en el Golfo de
    Paria se originaban en los cuatro ríos del Jardín
    del Edén. Para Colón la búsqueda del
    Paraíso Terrenal no era una quimera. (Y agrega) Europa
    creía que había llegado el momento de renovar el
    mundo cristiano y la verdadera renovación consistía
    en volver al Paraíso (…)"
    Luego de la muerte de
    Colón, ya desatada con todo rigor la polémica
    acerca de si su descubrimiento había sido producto o no
    de la casualidad, se alinean, en defensa del almirante Fray
    Bartolomé de las Casas, Gonzalo Fernández de
    Oviedo, Francisco López de Gómora y su propio hijo,
    Hernando Colón, entre otros, que en sus afanes
    reivindicatorios fundan la causalidad del viaje en una
    profetización hallada en los versos finales del acto II de
    la tragedia Medea de Séneca: "Tiempos vendrán al
    paso de los años en que suelte el océano las
    barreras del mundo y se abra la tierra en
    toda su extensión y Tetis nos descubra nuevos orbes y el
    confín de la tierra ya no sea Tule" . Al margen de este
    texto, como
    prueba de esta causa escatológica del viaje a
    América, el hijo de Colón escribió de su
    puño y letra lo siguiente: "Esta profecía fue
    cumplida por mi padre, el Almirante Cristóbal
    Colón, en el año 1492" .
    Desde esta lógica,
    Colón era lisa y llanamente un elegido; o un poeta, como
    señala Marañón, "que había
    soñado con llegar a las tierras del Gran Can por un camino
    ignoto, de misteriosos océanos, más allá de
    los finisterres conocidos; (…) que no vino a buscar ni las
    especies ni el oro (sino) la fruición pura de descubrir,
    la alegría única de la conquista del más
    allá (…) aunque no sirva para nada" .
    Fernando Ainsa, en esta misma línea, señala que "el
    encuentro del Nuevo Mundo no fue más que la
    culminación del presentimiento de soñar despierto
    que había recorrido la antigüedad en la Edad Media. En
    efecto, entre los impulsos que determinaron la aparición
    histórica de América, unos son terrestres y
    prácticos –la ruta occidental hacia las Indias
    Orientales y la búsqueda de una nueva ruta hacia las
    especierías- y otros son el resultado de la
    invención imaginativa, cuando no idealista del ser humano,
    siempre preocupado por una dimensión que vaya más
    allá de la realidad" .
    En la carta dirigida
    por Colón a los Reyes Católicos –In nomine
    domini nostri Ihesu Christi- y que Fray Bartolomé de las
    Casas integró en las relaciones del primer viaje, puede
    leerse esta combinación de fines que señala Ainsa:
    "…pensaron en enviarme a mí, Cristóbal
    Colón, a las dichas partidas de Indias para ver los dichos
    príncipes, y los pueblos y tierras, y la
    disposición de ellas y de todo, y la manera que se pudiera
    tener para la conversión dellas a nuestra santa fe, y
    ordenaron que yo fuese por tierra al Oriente(…)" .
    Estas certezas animaron el proyecto colombino. Así
    quedó escrito, además, en el propio Libro de las
    Profecías del Almirante, cuando éste afirma que el
    fin del mundo sería precedido por la conquista del nuevo
    continente, la conversión de los paganos y la
    destrucción del Anticristo. Él mismo asumió
    un papel
    primordial en este drama fabuloso, histórico y
    cósmico a la vez. Al dirigirse al príncipe Juan
    exclamó: "Dios me ha hecho mensajero del nuevo cielo y de
    la nueva tierra de los que habló en el Apocalipsis por
    medio de San Juan, después de haber hablado de ellos por
    boca de Isaías; y Él me señaló el
    lugar donde encontrarlos" . El lugar era el oeste, pues como
    sostiene Eliade, "no cabía duda que se debía al
    hecho de que la Palabra de Dios, que había comenzado en el
    Este, había ido avanzando gradualmente hacia el Oeste" y
    que en ese punto, según Colón, "Vuestras Altezas
    (deberán saber que está) la tierra la mejor y
    más fértil y temperada y llana y buena que haya en
    el mundo" .
    En conclusión, el viaje del Gran Almirante expresa lo que
    Ernst Bloch llama la mezcla ambigua de la búsqueda del oro
    como
    metal y de la Edad de Oro como paraíso perdido. Esto, a
    nuestro juicio, determina las características de la empresa de
    Colón, obligado a conciliar los intereses comerciales y
    económicos de su viaje -estipulados en el contrato que
    firmó con la Corona-, con los intereses
    escatológicos de ese mismo viaje que nutrió, junto
    con el concreto, las
    dos caras de su proeza náutica.

    3. El viaje de
    Kennedy

    Más de cincuenta mil personas estaban reunidas
    aquel día en el estadio de fútbol de la Universidad Rice
    de Houston para oír el gran desafío del Presidente
    Kennedy de poner a un hombre en la luna. Era necesario
    después de la crisis de
    Cuba,
    después del fracaso de Bahía de Cochinos,
    después del Sputnik y Yuri Gagarin, recuperar el prestigio
    y el respeto de los
    Estados
    Unidos; y el viaje tripulado a la luna era una forma de
    devolverle ese prestigio y ese respeto a los norteamericanos. Por
    eso no será necesario abundar en razones para fundar la
    iniciativa del gobierno.
    Joseph Sea, subdirector de los vuelos espaciales tripulados de la
    NASA, había dicho durante aquellas jornadas -casi en la
    misma clave que utiliza Marañón para referirse a
    Colón- que "(…) uno de los motivos principales de los
    vuelos espaciales tripulados es la necesidad de intentar lo
    imposible" . Y desde luego, este era el discurso de
    Kennedy: "Deseamos competir en la era espacial y deseamos ser los
    primeros… Muchos se preguntan: pero ¿por qué
    debemos viajar a la luna? ¿Por qué debe ser
    ésta nuestra meta…? De igual manera se podría
    preguntar: ¿por qué debemos escalar la
    montaña más elevada? ¿Por qué hace 35
    años emprendimos el vuelo trasatlántico?" .
    Es evidente, en tal sentido, si anclamos nuestro análisis en el contexto histórico de
    la guerra
    fría, que el disparador del proyecto Apolo sólo
    se explica acabadamente en aquellas circunstancias políticas
    que desataron la decisión de Kennedy. Por ello, más
    allá de todas las razones con las que se trataron de
    relativizar las causas de fondo del proyecto lunar, éstas
    nunca alcanzaron para vencer las voces críticas que
    sostenían que un vuelo automático –mucho
    más económico- podía deparar los mismos
    resultados de un vuelo tripulado. En consecuencia, es relevante
    el análisis de las respuestas de Kennedy a los
    interrogantes de sus propios dichos: "(…) debemos escalar la
    montaña más elevada por que está
    allí. El espacio cósmico está allí y
    nosotros lo escalaremos. Y la luna y los planetas
    están allí y con ellos nuevas esperanzas de
    conocimiento y
    de paz. Por eso, ahora que desplegamos nuestras velas, rogamos la
    bendición de Dios para la mayor y la más atrevida y
    peligrosa de las aventuras del género
    humano" .
    La luna, luego de aquel anuncio "lanzado a la humanidad", dejaba
    de ser un simple objeto de preocupación astronómica
    para revelarse como "un espacio de nuevas esperanzas", de
    posibilidades de "conocimiento y paz" y como réplica
    debía ser dotada de un contenido con resonancias
    míticas que justificasen la quema de riquezas que Adolf
    Kozlik sostiene en El capitalismo del desperdicio como una de las
    causas del extraordinario gasto que deparó el proyecto
    Apolo. Para Koslik, la guerra
    fría fue una pulseada entre dos bloques que "sin abandonar
    las posibilidades de destrucción que ofrece el
    armamentismo, buscó un nuevo campo que permitiese el
    desperdicio y la destrucción de las mercancías
    producidas(…) Y a continuación agrega:
    "¿Hay algo más ilimitado que el espacio
    cósmico? La conquista del espacio (por ello) se
    presentó como la empresa ideal
    para volatilizar la fuerza
    productiva" .
    Esta fue la razón de fondo de los Estados Unidos para
    convertir en una carrera la exploración espacial que
    comenzó el 4 de octubre de 1957, fecha en que la
    Unión Soviética puso en órbita al primer
    satélite artificial de la historia, el Sputnik 1,
    absolutamente convencida de que la URSS no podría
    soportar, en el largo plazo, una sangría de recursos como a
    la que se vería inducida si se concretaba el Proyecto
    Apolo.
    Si Cólon viajó a América para procurar una
    ruta comercial estratégica para una España
    ávida de alcanzar nuevas y fabulosas riquezas, el programa para
    enviar un hombre a la luna sirvió para quemar recursos que
    podrían haber transformado la realidad económica de
    los países más pobres o transformar los desiertos
    en virtuales paraísos terrenales. Sin embargo, en su
    trasfondo, la carrera emprendida entre los norteamericanos y la
    Unión Soviética era la expresión de una
    lucha, directamente vinculada con el reparto de los recursos de
    los países más pobres. Y a tal punto es así,
    que finalmente en la década de los ochenta, la URSS se
    desbarrancó económicamente por el agotamiento que
    implicó, entre otras cosas, esta pulseada por el
    predominio en el espacio que Reagan llevó hasta el grado
    de la locura con su Iniciativa de Defensa Estratégica,
    conocida también como Guerra de las Galaxias, que puso fin
    a una era.

    4. Las caras de
    América y la Luna

    Podemos afirmar que en las causas del viaje de
    Colón convergieron simultáneamente dos
    propósitos: por un lado, obtener una ruta hacia las Indias
    para obtener riquezas y por el otro, una motivación
    escatológica para procurar la conversión "a nuestra
    Santa Fe de los que allí se encontraran".
    Llamativamente, el viaje a la luna también tuvo dos
    objetivos. Ya
    no se trataba de un viaje en busca de riquezas, al menos,
    inmediatas. Por el contrario, como afirma Kozlik, la finalidad
    era dilapidarlas en un proyecto que como el mismo Kennedy lo
    definió produciría "nuevas esperanzas", pero a un
    costo de miles y
    miles de millones de dólares que invertidos de otro modo
    hubieran cambiado la suerte de los hambrientos y pobres de todo
    el mundo.
    Si América resultó para Colón un espacio de
    abundancia, de "árboles
    los más hermosos que yo ví y tan verdes y con sus
    hojas como los de Castilla" la luna, en cambio, fue el
    espacio de la carencia, "un lugar que tiene su belleza, Buzz. Se
    parece mucho al desierto de los Estados
    Unidos".Nota
    En las primeras líneas de esta
    monografía hicimos referencia al deseo de
    alimentarse que motivan los viajes emprendidos por las distintas
    especies y que también está presente en el hombre.
    ¿Pero acaso el ser humano viaja tan sólo para
    satisfacer este deseo primario?
    Más allá de aquellos que jamás creyeron en
    los argumentos de Kennedy, en cuanto a que el proyecto Apolo
    estaba inspirado exclusivamente en la "posibilidad de
    conocimientos", es evidente que se obtuvieron cientos de
    resultados en el campo científico y tecnológico de
    aplicación práctica. De este modo, el viaje a la
    luna adquiere una significación posible. ¿Pero
    ésta fue la causa?
    Nosotros apuntamos el objetivo no siempre marcado de inducir a la
    URSS a un gasto inverosímil hasta hacerla desbarrancar
    económica y políticamente. Pero, ¿por
    qué elegir la luna para competir en esta carrera; por
    qué no haber elegido –por citar sólo un
    ejemplo- un país pobre de toda pobreza y
    disputar entre ambos quien lo convertía primero en un
    Edén?
    ¿Por qué la luna? "Porque está allí y
    no aquí; porque es un espacio de nuevas esperanzas"
    (Kennedy).

    5.
    Conclusión

    El viaje hacia la tierra prometida
    Fernando Ainsa, en su libro De la Edad de Oro a El Dorado, apunta
    que "el hombre apenas expulsado del Paraíso terrenal ha
    buscado la Tierra Prometida de Canaán. Gracias a la fuerza
    que otorga la reminiscencia del pasado feliz se puede alimentar
    la esperanza en el futuro" .
    ¿Es esta la razón profunda de los viajes del
    hombre, incluso la de los turistas que para escapar de la
    tensión de sus deseos insatisfechos, acumulados durante
    todo el año, buscan en sus viajes "ese lugar" o "esa
    tierra" donde es posible satisfacer aquellos deseos?
    No queremos aventurar juicios concluyentes ni tampoco contamos
    con espacio suficiente en estas páginas para brindarle al
    lector mayores elementos de análisis. Pero, como
    decía Chardin, el hombre, vértice de una flecha
    imaginaria, está signado por el movimiento expansivo e
    invasor de la vida. Cada uno de sus viajes, ambiguos todos y
    ambivalentes, combinan la satisfacción de deseos
    elementales –comunes al resto de los animales- con deseos
    insatisfechos, deparados, en gran proporción, por la
    ficción o el mito.
    Aquella gran puesta en escena del viaje a la luna, con su
    televisación en directo y los astronautas devenidos
    actores, supo combinar también estos elementos. La
    periodista Oriana Fallaci lo advirtió ese mismo
    día: "La luna se convirtió en algo religioso y los
    dos hombres se convirtieron en algo sagrado, símbolos de
    todos nosotros, vivos o muertos, buenos o malos, estúpidos
    o inteligentes, de todo nosotros que, peces,
    buscamos siempre otras playas sin saber por qué" .
    Y es posible que en la infinitud del cosmos, vuelvan a emerger
    las tierras del Gran Can, Cipango, El Dorado o la Ciudad de los
    Césares. Porque antes, ahora y siempre, el hombre es la
    vanguardia de un viaje que emprendió la vida entre los bordes de la quimera.

    6. Bibliografía

    • AINSA, Fernando. De la Edad de Oro a El Dorado. Fondo
      de Cultura
      Económica, México, 1992.
    • CHARDIN, Theilard de. La visión del pasado.
      Taurus, Madrid, 1962.
    • COLON, Cristóbal. Diarios. Ed. Cultura
      Hispánica, Madrid, 1972.
    • COLON, Cristóbal. Textos y documentos
      completos. Alianza Editorial, Madrid, 1992.
    • ELIADE, Mircea. La búsqueda. Ed.
      Megápolis, Buenos Aires,
      1971.
    • FALLACI, Oriana. En: Reportajes de la historia. Ed.
      Planeta, Barcelona, 1972.
    • FERNÁNDEZ DE NAVARRETE, Marín. Viajes
      de Colón. Ed. Porrúa, México,
      1987.
    • FERNÁNDEZ RETAMAR, Roberto. En: El
      Encubrimiento. Ed. IMFC, Buenos Aires, 1992.
    • KOZLIK, Adolf. El capitalismo del desperdicio. Ed.
      Siglo XXI, México, 1968.

     

     

     

     

     

    Autor:

    Pedro Oscar Pesatti
    Profesor en Letras

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