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Carta apostólica – Salvifici Doloris del Sumo Pontifice Juan Pablo II




Enviado por ivan_escalona



    A los obispos, sacerdotes, familias
    religiosas y fieles de la iglesia
    catolica sobre el sentido cristiano del sufrimiento
    humano

    1. El mundo del sufrimiento
      humano
    2. A la búsqueda de una
      respuesta a la pregunta sobre el sentido
      del sufrimiento
    3. Jesucristo: el sufrimiento
      vencido por el amor
    4. Partícipes en los
      sufrimientos de Cristo
    5. El Evangelio del
      sufrimiento
    6. El buen
      Samaritano
    7. Análisis de la lectura
      de Salvifici Doloris

    En la lectura de
    esta Carta fue muy
    productiva para conocer más sobre la Iglesia
    Católica, en donde el tema de sufrimiento es un tema que
    maneja muy contundente en esta carta Karol Wojtyla, que de tal
    manera nos ilustra con sus grandes ideas sobre la importancia del
    sufrimiento como <<esencial a la naturaleza del
    hombre>>, en donde es muy importante tomar
    en cuenta que en el Año de la Redención se ha
    realizado ante todo por la redención que ha realizado
    mediante la cruz de Cristo, o sea mediante su
    sufrimiento…

    EL MUNDO DEL
    SUFRIMIENTO HUMANO

    En el plano del sufrimiento humano es mucho más
    vasto, mucho más variado, en donde como <<sustancia
    individual de naturaleza Racional>> nosotros sufrimos de
    modos diversos, no siempre considerados por la ciencia o
    diversas disciplinas y aplicaciones en nuestra vida, ni siquiera
    en sus más avanzadas ramificaciones. El sufrimiento es
    algo todavía más amplio que la enfermedad,
    más complejo y a la vez aún más
    profundamente enraizado en la humanidad misma.

    El sufrimiento físico y sufrimiento moral para
    entender el mundo de hoy, Se debe hacer una distinción del
    Sufrimiento Cristiano, pues bien esta distinción toma como
    fundamento la doble dimensión del ser humano, e indica el
    elemento corporal y espiritual como el inmediato o directo sujeto
    del sufrimiento.

    Ahora bien al hablar de entender el mundo de hoy nos
    topamos con la realidad de un mundo complejo pero la realidad del
    sufrimiento pone una pregunta sobre la esencia del mal, En donde
    sufrimos a causa del mal, que es una cierta falta,
    limitación o distorsión del bien. Se podría
    decir que el hombre
    sufre a causa de un bien del que él no participa, del cual
    es en cierto modo excluido o del que él mismo se ha
    privado. Sufre en particular cuando «debería»
    tener parte -en circunstancias normales- en este bien y no lo
    tiene.

    Como lo indica la Carta "El
    sufrimiento humano constituye en sí mismo casi un
    específico «mundo» que existe junto con el
    hombre, que aparece en él y pasa, o a veces no pasa, pero
    se consolida y se profundiza en él."

    Como ha de ser costumbre el mundo del sufrimiento,
    dividido en muchos y muy numerosos sujetos, existe casi en la
    dispersión, posee como una cierta compactibilidad propia,
    aunque este exista en la dispersión, al mismo tiempo contiene
    en sí un singular desafío a la comunidad y la
    solidaridad.

    A LA BUSQUEDA DE UNA
    RESPUESTA A LA PREGUNTA SOBRE EL SENTIDO DEL
    SUFRIMIENTO

    Esta busqueda nos ha de llevar como bien dicho, a
    cuestionarnos y buscar respuestas a nuestras dudas, en donde por
    medio de nuestros sentidos podemos ver que hay preguntas
    difíciles y mas cuando el hombre las hace a Dios. El
    sufrimiento se abate siempre sobre el hombre como pena por el
    reato; es mandado por Dios que es absolutamente justo y encuentra
    la propia motivación
    en la justicia. Se
    diría que los viejos amigos de Job quieren no sólo
    convencerlo de la justificación moral del mal, sino que,
    en cierto sentido, tratan de defender el sentido moral del
    sufrimiento ante sí mismos. El sufrimiento, para ellos,
    puede tener sentido exclusivamente como pena por el pecado y, por
    tanto, sólo en el campo de la justicia de Dios, que paga
    bien con bien y mal con mal.

    En esta carta hace mucha referencia al libro de Job
    no desvirtúa las bases del orden moral trascendente,
    fundado en la justicia, como las propone toda la
    Revelación en la Antigua y en la Nueva Alianza. Pero, a la
    vez, el libro demuestra con toda claridad que los principios de
    este orden no se pueden aplicar de manera exclusiva y
    superficial. Si es verdad que el sufrimiento tiene un sentido
    como castigo cuando está unido a la culpa, no es verdad,
    por el contrario, que todo sufrimiento sea consecuencia de la
    culpa y tenga carácter
    de castigo. La pregunta sobre el sentido del sufrimiento no
    esté unida sin reservas al orden moral, basado sólo
    en la justicia. El libro de Job pone de modo perspicaz el
    «por qué» del sufrimiento; muestra
    también que éste alcanza al inocente, pero no da
    todavía la solución al problema.

    Así se afirma la dimensión personal de la
    pena. Según esta dimensión, la pena tiene sentido
    no sólo porque sirve para pagar el mismo mal objetivo de la
    transgresión con otro mal, sino ante todo porque crea la
    posibilidad de reconstruir el bien en el mismo sujeto que
    sufre.

    Pues bien para terminar podemos citar el párrafo
    de esta carta que dice: "Para hallar el sentido profundo del
    sufrimiento, siguiendo la Palabra revelada de Dios, hay que
    abrirse ampliamente al sujeto humano en sus múltiples
    potencialidades, sobre todo, hay que acoger la luz de la
    Revelación, no sólo en cuanto expresa el orden
    trascendente de la justicia, sino en cuanto ilumina este orden
    con el Amor como
    fuente definitiva de todo lo que existe. El Amor es
    también la fuente más plena de la respuesta a la
    pregunta sobre el sentido del sufrimiento. Esta pregunta ha sido
    dada por Dios al hombre en la cruz de Jesucristo."

    JESUCRISTO: EL
    SUFRIMIENTO VENCIDO POR EL AMOR

    En esta carta me recuerda cuando Jesús fue
    llevado al Gólgota y crucificado, que era la pena romana
    para los criminales y los delincuentes políticos. Dos
    ladrones fueron también crucificados con él, uno a
    cada lado. En la cruz, sobre la cabeza de Jesús
    escribieron su acusación: "este es Jesús, el rey de
    los judíos'" (Mt. 27,37). Al caer el día, su cuerpo
    fue descendido, y como estaba cerca el sabbath (sábado,
    día festivo de los judíos), tiempo durante el cual
    no estaba permitido el enterramiento, fue rápidamente
    depositado en una tumba cercana por José de Arimatea (Jn.
    19,39-42 relata que Nicodemo ayudó a José). Pues
    bien Cristo se acercó incesantemente al mundo del
    sufrimiento humano. Pues Era sensible a todo sufrimiento humano,
    tanto al del cuerpo como al del alma. De todos modos Cristo se
    acercó sobre todo al mundo del sufrimiento humano por el
    hecho de haber asumido este sufrimiento en sí mismo.
    Durante su actividad pública probó no sólo
    la fatiga, la falta de una casa, la incomprensión incluso
    por parte de los más cercanos; pero sobre todo fue rodeado
    cada vez más herméticamente por un círculo
    de hostilidad y se hicieron cada vez más palpables los
    preparativos para quitarlo de entre los vivos. Dentro de las
    Escrituras tenían que cumplirse.

    Más aún que esta descripción de la pasión nos
    impresiona en las palabras del profeta la profundidad del
    sacrificio de Cristo. Encontramos aquí la dualidad de
    naturaleza de un único sujeto personal del sufrimiento
    redentor. Aquél que con su pasión y muerte en la
    cruz realiza la Redención, es el Hijo unigénito que
    Dios «dio». Y al mismo tiempo este Hijo de la misma
    naturaleza que el Padre, sufre como hombre. Cristo sufre
    voluntariamente y sufre inocentemente. Acoge con su sufrimiento
    aquel interrogante que, puesto muchas veces por los hombres, ha
    sido expresado, en un cierto sentido, de manera radical en el
    Libro de Job. El sufrimiento humano ha alcanzado su culmen en la
    pasión de Cristo. Y a la vez ésta ha entrado en una
    dimensión completamente nueva y en un orden nuevo: ha sido
    unida al amor, a aquel amor que crea el bien, sacándolo
    incluso del mal, sacándolo por medio del sufrimiento,
    así como el bien supremo de la redención del mundo
    ha sido sacado de la cruz de Cristo, y de ella toma
    constantemente su arranque.

    Recordemos que Jesucristo, Según Juan (18,13-24),
    primero le condujeron ante Anás, suegro del máximo
    sacerdote Caifás, para un interrogatorio preliminar. Los
    sinópticos no mencionan este incidente, sólo
    relatan que Jesús fue conducido al consejo supremo de los
    judíos, el Sanedrín, donde Caifás
    pidió a Jesús que declarase si era "el
    Mesías, el hijo de Dios" (Mt. 26,63). Por esta
    afirmación (Mc. 14,62), el consejo le condenó a
    muerte por blasfemia, pero como sólo el procurador romano
    tenía poder para
    imponer la pena capital, el
    viernes por la mañana condujeron a Jesús ante
    Poncio Pilato para sentenciarle. Antes del juicio, Pilato le
    preguntó si era el rey de los judíos, Jesús
    contestó, "Tú lo has dicho" (Mc. 15,2). Pilato
    intentó varios recursos para
    salvarle antes de dejar la decisión final en manos de la
    muchedumbre. Cuando el populacho insistió en su muerte,
    Pilato (Mt. 27,24) ordenó su ejecución. El papel real de
    Pilato ha sido muy debatido por los historiadores. La Iglesia
    antigua tendió a culpabilizar más a los
    judíos y a juzgar con menos severidad al gobernador romano
    y esto nos lleva al otra parte de esta Carta.

    PARTICIPES EN LOS
    SUFRIMIENTOS DE CRISTO

    San Pablo habla de diversos sufrimientos y en particular
    de los que se hacían partícipes los primeros
    cristianos «a causa de Jesús». Tales
    sufrimientos permiten a los destinatarios de la Carta participar
    en la obra de la redención, llevada a cabo mediante los
    sufrimientos y la muerte del
    Redentor.

    El sufrimiento redentor se ha hecho en cierto sentido
    partícipe de todos los sufrimientos humanos. En la cruz de
    Cristo arroja de modo muy penetrante luz salvífica sobre
    la vida del hombre y, concretamente, sobre su sufrimiento, porque
    mediante la fe lo alcanza junto con la resurrección: el
    misterio de la pasión está incluido en el misterio
    pascual. Los testigos de la pasión de Cristo son a la vez
    testigos de su resurrección. Los sufrimientos de Cristo
    es, al mismo tiempo, sufrimiento por el reino de Dios. A los ojos
    del Dios justo, ante su juicio, cuantos participan en los
    sufrimientos de Cristo se hacen dignos de este reino. Mediante
    sus sufrimientos, éstos devuelven en un cierto sentido el
    infinito precio de la
    pasión y de la muerte de Cristo, que fue el precio de
    nuestra redención: con este precio el reino de Dios ha
    sido nuevamente consolidado en la historia del hombre,
    llegando a ser la perspectiva definitiva de su existencia
    terrena. Cristo nos ha introducido en este reino mediante su
    sufrimiento. Y también mediante el sufrimiento maduran
    para el mismo reino los hombres, envueltos en el misterio de la
    redención de Cristo.

    El motivo del sufrimiento y de la gloria tiene una
    característica estrictamente
    evangélica, que se aclara mediante la referencia a la cruz
    y a la resurrección. La resurrección es ante todo
    la manifestación de la gloria, que corresponde a la
    elevación de Cristo por medio de la cruz. En efecto, si la
    cruz ha sido a los ojos de los hombres la expoliación de
    Cristo, al mismo tiempo ésta ha sido a los ojos de Dios su
    elevación. En la cruz Cristo ha alcanzado y realizado con
    toda plenitud su misión:
    cumpliendo la voluntad del Padre, se realizó a la vez a
    sí mismo. El sufrimiento, en efecto, es siempre una prueba
    -a veces una prueba bastante dura-, a la que es sometida la
    humanidad. Desde las páginas de las cartas de San
    Pablo nos habla con frecuencia aquella paradoja evangélica
    de la debilidad y de la fuerza,
    experimentada de manera particular por el Apóstol mismo y
    que, junto con él, prueban todos aquellos que participan
    en los sufrimientos de Cristo. Quienes participan en los
    sufrimientos de Cristo tienen ante los ojos el misterio pascual
    de la cruz y de la resurrección, en la que Cristo
    desciende, en una primera fase, hasta el extremo de la debilidad
    y de la impotencia humana; en efecto, El muere clavado en la
    cruz. El sufrimiento de Cristo ha creado el bien de la
    redención del mundo. Este bien es en sí mismo
    inagotable e infinito. Ningún hombre puede añadirle
    nada. Pero, a la vez, en el misterio de la Iglesia como cuerpo
    suyo, Cristo en cierto sentido ha abierto el propio sufrimiento
    redentor a todo sufrimiento del hombre. En cuanto el hombre se
    convierte en partícipe de los sufrimientos de Cristo -en
    cualquier lugar del mundo y en cualquier tiempo de la historia-,
    en tanto a su manera completa aquel sufrimiento, mediante el cual
    Cristo ha obrado la redención del mundo. De este modo, con
    tal apertura a cada sufrimiento humano, Cristo ha obrado con su
    sufrimiento la redención del mundo. Al mismo tiempo, esta
    redención, aunque realizada plenamente con el sufrimiento
    de Cristo, vive y se desarrolla a su manera en la historia del
    hombre. El sufrimiento parece participar en cierto modo de las
    características de esta naturaleza. Por eso, tiene
    igualmente un valor especial
    ante la Iglesia. Es un bien ante el cual la Iglesia se inclina
    con veneración, con toda la profundidad de su fe en la
    redención. Se inclina, juntamente con toda la profundidad
    de aquella fe, con la que abraza en sí misma el inefable
    misterio del Cuerpo de Cristo.

    EL EVANGELIO DEL
    SUFRIMIENTO

    Los testigos de la cruz y de la resurrección de
    Cristo han transmitido a la Iglesia y a la humanidad un
    específico Evangelio del sufrimiento. Más
    aún, después de los acontecimientos de la vida
    oculta y pública de su Hijo, indudablemente compartidos
    por Ella con aguda sensibilidad, fue en el Calvario donde el
    sufrimiento de María Santísima, junto al de
    Jesús, alcanzó un vértice ya
    difícilmente imaginable en su profundidad desde el punto
    de vista humano, pero ciertamente misterioso y sobrenaturalmente
    fecundo para los fines de la salvación universal. Su
    subida al Calvario, su «estar» a los pies de la cruz
    junto con el discípulo amado, fueron una
    participación del todo especial en la muerte redentora del
    Hijo, como por otra parte las palabras que pudo escuchar de sus
    labios, fueron como una entrega solemne de este típico
    Evangelio que hay que anunciar a toda la comunidad de los
    creyentes. El Evangelio del sufrimiento significa no sólo
    la presencia del sufrimiento en el Evangelio, como uno de los
    temas de la Buena Nueva, sino además la revelación
    de la fuerza salvadora y del significado salvífico del
    sufrimiento en la misión mesiánica de Cristo y
    luego en la misión y en la vocación de la
    Iglesia.

    El Evangelio del sufrimiento habla ante todo, en
    diversos puntos, del sufrimiento «por Cristo»,
    «a causa de Cristo», y esto lo hace con las palabras
    mismas de Cristo, o bien con las palabras de sus
    Apóstoles. El Maestro no esconde a sus discípulos y
    seguidores la perspectiva de tal sufrimiento; al contrario lo
    revela con toda franqueza, indicando contemporáneamente
    las fuerzas sobrenaturales que les acompañarán en
    medio de las persecuciones y tribulaciones «por su
    nombre». EN el Evangelio del sufrimiento, que habla de las
    persecuciones, o sea de las tribulaciones por causa de Cristo,
    contiene en sí una llamada especial al valor y a la
    fortaleza, sostenida por la elocuencia de la
    resurrección.

    Esta madurez interior y grandeza espiritual en el
    sufrimiento, ciertamente son fruto de una particular
    conversión y cooperación con la gracia del Redentor
    crucificado. El mismo es quien actúa en medio de los
    sufrimientos humanos por medio de su Espíritu de Verdad,
    por medio del Espíritu Consolador. El es quien transforma,
    en cierto sentido, la esencia misma de la vida espiritual,
    indicando al hombre que sufre un lugar cercano a sí. El es
    -como Maestro y Guía interior- quien enseña al
    hermano y a la hermana que sufren este intercambio admirable,
    colocado en lo profundo del misterio de la redención. El
    sufrimiento es, en sí mismo, probar el mal. Pero Cristo ha
    hecho de él la más sólida base del bien
    definitivo, o sea del bien de la salvación eterna. Cristo
    con su sufrimiento en la cruz ha tocado las raíces mismas
    del mal: las del pecado y las de la muerte. Ha vencido al
    artífice del mal, que es Satanás, y su
    rebelión permanente contra el Creador. Ante el hermano o
    la hermana que sufren, Cristo abre y despliega gradualmente los
    horizontes del Reino de Dios, de un mundo convertido al Creador,
    de un mundo liberado del pecado, que se está edificando
    sobre el poder salvífico del amor. Y, de una forma lenta
    pero eficaz, Cristo introduce en este mundo, en este Reino del
    Padre al hombre que sufre, en cierto modo a través de lo
    íntimo de su sufrimiento. En efecto, el sufrimiento no
    puede ser transformado y cambiado con una gracia exterior, sino
    interior. Cristo, mediante su propio sufrimiento
    salvífico, se encuentra muy dentro de todo sufrimiento
    humano, y puede actuar desde el interior del mismo con el poder
    de su Espíritu de Verdad, de su Espíritu
    Consolador. Cristo no responde directamente ni en abstracto a
    esta pregunta humana sobre el sentido del sufrimiento. El hombre
    percibe su respuesta salvífica a medida que él
    mismo se convierte en partícipe de los sufrimientos de
    Cristo.

    EL BUEN
    SAMARITANO

    Pues bien esta es una parábola, la
    parábola del buen Samaritano pertenece al Evangelio del
    sufrimiento. Indica, en efecto, cuál debe ser la
    relación de cada uno de nosotros con el prójimo que
    sufre. Buen Samaritano es todo hombre sensible al sufrimiento
    ajeno, el hombre que «se conmueve» ante la desgracia
    del prójimo. Sin embargo, el buen Samaritano de la
    parábola de Cristo no se queda en la mera conmoción
    y compasión. Estas se convierten para él en
    estímulo a la acción que tiende a ayudar al hombre
    herido. Estas se extienden a todos los que ejercen de manera
    desinteresada el propio servicio al
    prójimo que sufre, empeñándose
    voluntariamente en la ayuda «como buenos
    samaritanos», y destinando a esta causa todo el tiempo y
    las fuerzas que tienen a su disposición fuera del trabajo
    profesional. La actividad voluntaria «de buen
    samaritano» se realiza a través de instituciones
    adecuadas o también por medio de organizaciones
    creadas para esta finalidad. Actuar de esta manera tiene una gran
    importancia, especialmente si se trata de asumir tareas
    más amplias, que exigen la cooperación y el uso de
    medios
    técnicos. No es menos preciosa también la actividad
    individual, la parábola entrará, finalmente, por su
    contenido esencial, en aquellas desconcertantes palabras sobre el
    juicio final Estas palabras sobre el amor, sobre los actos de
    amor relacionados con el sufrimiento humano, nos permiten una vez
    más descubrir, en la raíz de todos los sufrimientos
    humanos, el mismo sufrimiento redentor de Cristo. Cristo dice:
    «A mí me lo hicisteis».

    ANALISIS DE LA LECTURA DE
    SALVIFICI DOLORIS

    Pues bien, este es una agradable lectura en donde se
    pueden tomar cosas muy positivas y como Gerard van den Aardweg
    decia un Camino para el cambio, en
    donde podemos encontrarnos con la palabra Sufrimiento, se
    puede decir que es sinónimo a dolor, el sufrimiento es mas
    bien la reacción al dolor y por lo tanto es un un factor
    muy importante en la espiritualidad cristiana. El sufrimiento es
    consecuencia de la entrada del pecado original en el mundo. El
    propósito es expiar el mal, unirnos al sacrificio de
    Jesucristo como expresión de amor y confianza en el y
    ofrecer a Dios un sacrificio de alabanza, en donde debemos
    reconocer que hay un sentido del sufrimiento, verdaderamente
    sobrenatural y a la vez humano, pero recordemos que el hambre, la
    sed, la enfermedad y toda injuria corporal, son el dolor. El
    temor, la frustración, la desesperanza y toda injuria
    mental, son sufrimiento. El dolor físico
    retrocederá en la medida en que avancen la sociedad y la
    ciencia. El
    sufrimiento mental retrocederá en la medida en que avance
    la fe en la vida, esto es: en la medida en que la vida cobre un
    sentido. Sin olvidar que el sufrimiento unido a los padecimientos
    de Cristo tiene un gran valor: nos asemeja a El, que libremente
    abrazó la cruz por amor. Pues bien los Misterios de la
    Pasión
    , es una gran representación
    dramática sobre el sufrimiento, la muerte y la
    resurrección de Jesucristo. Durante en estos grande
    tiempos y grandes cambios culturales en el Siglo XXI,
    están vigentes las representaciones simbólicas de
    la Pasión durante la conmemoración de la Semana
    Santa. Una de las más importantes es la Pasión de
    Ixtapalapa, la cual ocurrió en Semana Santa, en el
    Distrito Federal.

    El Concilio Vaticano II la Iglesia ha animado a los
    católicos a trabajar con miembros de otras confesiones
    para alcanzar fines comunes y para reunir las diferentes Iglesias
    cristianas. Aunque la Iglesia católica nunca se ha
    adherido al Concilio Mundial de Iglesias, mantiene contactos con
    esta institución. En reconocimiento a los valores
    espirituales de otras religiones, las misiones
    católicas posteriores al Concilio han pasado del
    proselitismo disciplinario y excluyente a la práctica de
    un diálogo
    más respetuoso con esos valores.

    El misterio de la redención del mundo
    está arraigado en el sufrimiento de modo maravilloso,
    Redención (del latín redimere,
    rescatar), La Redención se realiza a través
    de Jesucristo, quien por eso recibe el título de redentor.
    En la teología se ha insistido, quizás demasiado,
    en los aspectos jurídicos de la materia,
    entendiendo el acto redentor de Jesucristo como el pago de un
    rescate destinado a satisfacer a Dios. La correcta
    interpretación debe ser mucho más dinámica. En el prefacio pascual la Iglesia
    católica apostólica romana afirma que Cristo "con
    su muerte destruyó nuestra muerte y con su
    resurrección nos dio nueva vida".

    Debemos recordar que En la resurrección,
    El domingo siguiente, al amanecer, "María Magdalena, y
    María la madre de Santiago" (Mac. 16,1) fueron al sepulcro
    para ungir el cuerpo de Jesús antes de enterrarlo, y lo
    encontraron vacío. En Mt. 28,2 se recoge que
    después de un terremoto apareció un ángel y
    apartó la piedra de la entrada. En el interior de la
    tumba, "un joven" (Mc. 16,5) vestido de blanco les anunció
    que Jesús había resucitado (esta noticia es
    anunciada por el ángel en Mateo 28,5-6 y por dos hombres
    "con vestiduras deslumbrantes" en Lucas 24,4. Según Juan
    21:11-18, María Magdalena vio dos ángeles y
    después a Cristo resucitado). Más tarde, el mismo
    día (según Lucas, Juan y Marcos) Jesús se
    apareció a las mujeres y a otros discípulos en
    varios lugares en Jerusalén y sus proximidades. La
    mayoría de los discípulos no dudaron en que
    habían visto y escuchado de nuevo al maestro que
    conocían y habían seguido durante el tiempo de su
    predicación en Galilea y Judea. Pero hubo
    discípulos que dudaron en un primer momento (Mt. 28,17),
    como Tomás, que no presenció las primeras
    apariciones (Jn. 20,24-29). Según recoge el Nuevo
    Testamento, la resurrección de Jesús se
    convirtió en una de las doctrinas esenciales de la
    cristiandad, pues al resucitar de la muerte dio esperanzas a la
    humanidad de una vida después de la muerte en el reino de
    los cielos. Pues bien la redención supone por ello recrear
    en el ser humano todo el dinamismo que Dios ha querido establecer
    para que los individuos colaboren de una forma activa en el
    plan de
    salvación. Ahora bien esta es una lectura complementaria
    para todos los fieles de la Iglesia Católica, y recordar
    que el sentido del sufrimiento es algo que todos los
    Católicos debemos tomar reflexión.

     

     

     

    Autor:

    Iván Escalona M.

     

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