Persistencias de tradiciones "Paganas" en la antigüedad tardía del occidente europeo
En nuestra cultura
occidental, cristianismo, helenismo y latinidad forman parte
de una misma tradición cultural, el que termino
conformando al hombre
europeo actual. Hombre que a regido al mundo desde hace 500
años, sea económica o espiritualmente, pero lo
importante es que a intentado imponer su ideología al resto de la
humanidad
Evidentemente esta confluencia de elementos no se
realizó de un día para el otro y tampoco fue en
sus primeros tiempos algo popular.
Las sucesivas apropiaciones se realizan dentro de los
grupos de elite
meramente urbanos, mientras el cristianismo es una religión marginal,
para un grupo
reducido de personas, no sufre una contaminación de los elementos paganos,
eso sucede a partir del siglo IV, cuando pasa a ser una
religión "oficial".
La problemática que enfrentamos es la característica del proceso de
expansión del cristianismo sobre el ámbito rural
del occidente europeo, esto entre los siglos III y
VII.
El análisis solo puede efectuarse a
través de la mirada mediada de los documentos
originados por una elite gobernante cristianizada y por los
Obispos, que definen negativamente las tradiciones y rituales
de la religiosidad subalterna del campesinado ágrafo
–iliteratti- que mantiene aun elementos definidos como
paganos bajo un manto superficial cristianizado.
La
expansión de la Cristiandad.
En este período rico en transformaciones una
visión más integradora como la propuesta
contribuye a disolver las censuras tradicionales y
temáticas heredadas. En función
de lo dicho, una de ellas la constituye la difusión del
cristianismo por el espacio imperial romano y su periferia
inmediata.
Planteada la revisión de los aportes
disciplinarios se puede lograr la reflexión e
interpretación sociocultural que haga posible el avance
por medio de estudios de caso y de reflexiones de síntesis, ambos integrados en la
conformación de modelos
dinámicos de dispersión de las creencias
cristianas en el occidente europeo tardoantiguo y
altomedieval.
Aparece así ante nuestras miradas atentas un
universo
simbólico más amplio y diverso en diálogo con realidades
socio-económicas más nítidas y matizadas
que permiten un mejor conocimiento
de la sociedad
cristianizada, campo de experimentación de una nueva
concepción antropológica del mundo y de su
proyección escatológica. En contrapartida el
proceso de análisis hace surgir en una dimensión
distinta el antagonismo pagano. Una consideración
más cuidadosa de las condiciones históricas en
que este proceso se desenvuelve nos obliga a comenzar por
considerar el espacio social romano y su dinámica. El imperio que a partir del
siglo IV legaliza la religión cristiana dista de ser una
unidad monolítica, aún para los actores
históricos del momento. Discontinuo de Oriente a
Occidente, de la ciudad al campo, discontinuo también en
el seno de cada una de las unidades que lo componen, a las que
afectan la presencia de la
administración romana, la inercia de relaciones
sociales preexistentes, los cortes lingüísticos,
por fin, la diversidad religiosa que el político
sincretismo romano no alcanza a suprimir. El imperio es un
intercambio de alteridades y la coyuntura de las migraciones
bárbaras no hace sino complicar enriqueciendo este
proceso.
Es así que el interés
se deposita en las relaciones establecidas entre las
alteridades, sustratos particularistas, sincretismos
englobantes, tendencias hegemónicas de ciertos sectores
de la sociedad, subalternidades resistentes, que irán
determinando una sutil dialéctica que a lo largo de la
historia se
resolverá de manera oscilante.
El cristianismo, en la medida que se difunde por el
orbe romano, debe reformular espacios simbólicos en una
amplia realidad social caracterizada por contrastados
fenómenos culturales y recorrida por diferentes
prácticas y creencias de oscuro origen y
polisémico contenido, sean estas Celtas, Germanas o
Escandinavas matizadas quizás por particularismos
locales. Esta es una realidad diversa y tensa, limitada por una
trama político-jurídica de base urbana que
pretende controlar clivajes generados en las extensas
áreas rurales, circundantes o contiguas a las antiguas y
reconocidas ciudades paganas, convertidas ahora en residencias
episcopales en las cuales estos líderes religiosos, en
muchos casos curiales provincianos, senatoriales capitalinos o
aún ex esclavos, procuran representar la herencia
imperial.
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