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Quién es el hombre




Enviado por ivan_escalona



    1. El hombre ante los problemas y
      límites de la Ciencia.
    2. Las limitaciones del
      método analítico, la memoria humana y el
      tiempo
    3. El Sistema humano: las manos,
      el rostro y la cabeza.
    4. Sociedad familiar, civil y la
      economía
    5. La
      ética
    6. Las virtudes
      sociales
    7. El lenguaje y la
      cultura
    8. La Inteligencia y la
      Inmortalidad del hombre
    9. La Religión y la
      Libertad
    10. Opinión
      Personal

     

    El hombre ante
    los problemas y
    límites
    de la
    Ciencia.

    El hombre sen encuentra hoy en una situación muy
    problemática. Aunque no sea éste un rasgo por
    completo nuevo, pues el hombre
    siempre ha tenido que afrontar problemas, quizás la
    situación actual sea extremadamente difícil, por
    ser mayor la cantidad y la interconexión de los problemas
    que salen al paso. No cabe duda de que se han desencadenado
    muchas amenazas que en cualquier momento pueden transformarse en
    catástrofes. El hombre es por tanto un suscitador de
    problemas; pero es también mejor solucionador de
    ellos.

    La inteligencia
    humana, en la práctica se caracteriza por ser capaz de
    fijación de propiedades, de un modo abstracto y no
    particular: la inteligencia puede acudir a un mismo remedio
    aunque cambien las circunstancias. La capacidad abstractiva es
    asimismo susceptible de crecimiento. El hombre se embarca de un
    modo de resolver asuntos y eso mismo le ciega para percibir que
    son soluciones
    inhábiles, ya en crisis. Crisis
    significa que ciertos postulados se han agotado, y que ciertos
    modos de afrontar la vida ya no responden a las nuevas
    cuestiones.

    La idea de progreso surge del propósito de no
    cultivar el saber en círculos apartados, sino hacer de que
    penetre en la sociedad hasta el
    punto en que la dinámica social sea promovida por
    él. Esta idea se basa, en la confianza en la ciencia
    moderna.

    Por otra parte, el hombre es un ser que se puede
    enfermar, la historia de las enfermedades humanas es muy
    larga. Insisto en que las enfermedades humanas son distintas de
    las de los animales, no
    tanto por los agentes patógenos, como por el modo en que
    el hombre las afronta; el hombre programa el modo
    de salir de la enfermedad, inventa un arte o una
    técnica para curarla, la invención del arte
    médico no es casualidad, es más antiguo que la
    ciencia moderna.

    Las
    limitaciones del método
    analítico, la memoria
    humana y el tiempo

    Los problemas hay que resolverlos. Si un problema
    no se resuelve es que está mal planteado. Además a
    veces, un problema permite y requiere más de una
    solución. Al quedar perplejo ante un problema sin saber
    como resolverlo, se olvida que la verdadera dificultad de ese
    problema consiste en que ofrece una visión parcial del
    asunto. Decir que el hombre tiene que ver con problemas
    más que el animal es decir poco. El tratamiento
    analítico de asuntos humano es, por lo menos, arriesgado:
    provoca más problemas que los que resuelve. El
    método analítico termina en la ceguera, incapacita
    para ver las cosas del mundo global.

    Es claro que en el hombre todo es relevante y que la
    verdad del hombre no es un resultado, un mosaico de piezas, no es
    artificial. El hombre es unitario a priori. El estudio
    analítico del ser humano y de su dinamismo no es el
    más apropiado. Si nos empeñamos en aplicarlo, la
    cantidad de efectos secundarios que surgen, escapan a cualquier
    control. El
    hombre no es una máquina, por tanto, la antropología no puede plantearse
    analíticamente. Para alcanzar la verdad del ser humano es
    preciso atenerse a su complejidad. Sin duda, cabe estudiar
    analíticamente al hombre (en otro caso por ejemplo no
    habría medicina), pero
    así no considera realmente su plenitud (el hígado
    enfocado analíticamente, separado del cuerpo, no es
    hígado vivo). Lo característico de la verdad del hombre es
    su integridad dinámica. El hombre es una unidad que no se
    reconstituye partiendo de su análisis. Las diferencias en el hombre son
    internas, tanto si lo consideramos como somática como
    anímica y espiritualmente. Un punto no tiene ni puede
    tener intimidad antes que composición. Los postmodernos
    dicen que el hombre es desde afuera. Pero con ello niegan la
    evidencia, porque es evidente que el hombre es desde dentro.
    Tenemos pruebas de la
    interioridad humana que ni Derrida puede negar: los sentimientos
    no son exterioridades. No pueden tener una idea clara y distinta
    del sentimiento, porque es bastante confuso desde el punto de
    vista analítico. La antropología tiene que
    plantearse el problema de la unidad, que es a la vez el problema
    de lo radical, pero no analíticamente. Si no lo hace no
    hay tal antropología.

    Por otro lado, el hombre no es sólo un ser
    espacial ( bien entendido que el espacio humano no es
    únicamente el espacio euclídeo). El hombre tiene
    que ver también con el tiempo. La
    descripción del hombre como solucionador de
    problemas muestra mejor su
    alcance desde la perspectiva temporal. Es claro que si el hombre
    no fuera temporal no tendría problemas, pero
    también es claro que el momento en que atendemos a la
    índole temporal del ser humano, el modo analítico
    de resolver problemas es muy precario. El carácter
    temporal del hombre obliga a plantear la pregunta:
    ¿nuestra vida tiene que ver con el tiempo de tal manera
    que carezca de sentido sostener que podemos reducir ese tiempo?,
    ¿Cómo saber si mañana será como hoy?,
    parece que el tiempo tiene una inflexibilidad tal, que
    sólo lo poseemos a través del mismo transcurrir.
    La muerte no
    es un problema ni una oportunidad, sino algo más
    importante. La muerte es la
    alternativa por excelencia. Según esto el hombre puede no
    solamente descubrir oportunidades, sino encontrar alternativas.
    Las oportunidades deben distinguirse de las alternativas. Con
    esto también tiene que ver la nostalgia que es un
    sentimiento cercano a la tristeza y es un intento por revivir el
    pasado, de volver a una situación perdida mejor que la
    actual requerida por ella.

    El Sistema humano:
    las manos, el rostro y la cabeza.

    Proyectarse hacia el futuro contiene alguna
    inseguridad.
    Pero sólo en esta línea el hombre aprende.
    Según la postura de Platón, el
    verdadero aprendizaje no es
    posible: el hombre sólo puede recordar, rescatar algo de
    una existencia más alta que es previa. Por tanto el hombre
    sería capaz de ir a más tan sólo de regreso.
    El futuro del tiempo tiene sentido para el hombre: el hombre
    puede conocer lo que nunca se ha conocido, o reconocer sin
    memoria. La
    aporía del Menón es falsa, porque el hombre conoce
    la verdad cuando la encuentra por primera vez; en rigor, debe
    acontecer así, porque en otro caso sería imposible
    determinar en ella: la profundización en la verdad es
    siempre nueva, inventiva. El nivel más elemental de la
    inventiva es la oportunidad.

    El hombre hace con las manos. Con esto basta para
    advertir que el cuerpo no es un estorbo: el ser con manos no es
    un alma encerrada en una tumba, la mano es instrumento y a la
    vez, el origen de la misma noción de instrumento. El
    rostro y la mano constituyen un sistema; Si las manos son
    simbólicas, el rostro es expresivo. La expresividad y lo
    simbólico son dos elementos sistemáticos en
    estrecha relación. Sin símbolo el gesto se
    inmovilizaría en rito inexpresivo, cercano a la jeta del
    animal. De ahí la caricatura.

    Sociedad
    familiar, civil y la economía

    Aristóteles dice que el hombre es
    naturalmente social porque habla. El lenguaje se
    corresponde con la sociabilidad humana, el diálogo,
    no el lenguaje
    privado, marca la
    existencia social del lenguaje. Hoy se insiste en que la sociedad
    y la comunicabilidad son nociones correlativas; incluso dice que
    el único cambio social
    que puede preverse en el futuro es la sociedad informática. El dinero es
    algo así como saber a qué atenerse en las
    transacciones. El dinero es una
    cosa poco necesaria en la economía de los
    pueblos atrasados, porque en ellos son pocas las cosas que pueden
    intercambiar.

    Los conectivos de la sociedad civil.
    La sociedad pone a relieve rasgos
    peculiares. La familia es
    un sistema lo suficientemente consistente, aunque pueda ser
    erosionada por la sociedad civil, porque se basa en unos
    radicales muy fuertes, innatos. Pero la sociedad civil suele
    entrar en situaciones de franca contradicción consigo
    misma. En ella tienen lugar procesos
    contraproducentes. Es lo que se llama efecto boomerang y efecto
    perverso. Con todo, también la sociedad civil es natural
    al hombre. La prueba es que sus contradicciones funcionales no
    las han aniquilado. Son patentes tales contradicciones. Juan
    Pablo II enfatizados ejemplos de efecto boomerang, la deuda
    internacional y el consumismo.

    La ética

    La Ética no sustituye ni a la economía ni
    a la medicina ni a ninguna otra cosa, pero sin la ética es
    imposible aspirar a hacer consistente todo esto contando con el
    ser humano, que es libre. El hombre es un ser ético porque
    es un ser libre. Por ser temporal el hombre tiende. El hombre
    mira a objetivos y no
    se conforma con lo que ya tiene va por más. La
    ética s el modo de reforzar al máximo las
    tendencias humanas. Ser ético es ser más y eso en
    el tiempo significa también tender a
    más.

    Aristóteles dice que el fin de la sociedad
    es el vivir bien. L vivir bien no es el bienestar, sino la vida
    cumplida. Es claro que sin normas el fin de
    la vida social no se alcanza. La ética está
    vinculada a la perfección del hombre que ha de lograr,
    pues no le es dada enteramente de antemano. Por eso el hombre es
    libre con sentido; la libertad no es
    un absurdo. Algunos preferirían no ser libres, porque
    sienten la libertad como una carga, o les asustan las
    responsabilidades. Pero sin la libertad el hombre no puede
    mejorar. De la alternativa propia de la libertad se desprende que
    el hombre es un sistema abierto.

    La ética es inseparable del perfeccionamiento
    humano y se basa en la tesis de que
    cualesquiera que sean los avatares ligados con la edad, el hombre
    siempre puede crecer. Las tendencias remiten a la naturaleza y la
    naturaleza es principio potencial de operaciones.
    Cuanto mejor sea el hombre más poderosas serán sus
    tendencias. El hombre se perfecciona en varios sentidos, el
    crecimiento humano no es unívoco y su consideración
    no se agota desde una sola perspectiva. La virtud consiste en el
    fortalecimiento de las tendencias humanas, sería
    equivocado considerar las virtudes cada una por su lado. La
    tendencia a obedecer de la que habla Tomás de Aquino queda
    radicada en la ética. La característica de un
    sistema abierto es que las relaciones entre sus elementos son
    cada vez más intensas e integradas. Los psiquiatras llaman
    a esto proceso de
    maduración, lo cual es inherente al perfeccionamiento
    humano; la vida ética es una vida normada de acuerdo con
    el ser más, no con e ser ya.

    El hombre no es un sistema cerrado que termine en una
    situación de equilibrio, o
    aspire a ella, para reaccionar sólo cuando esta
    situación se altera. El desarrollo
    humano es armónico y sistemático.

    Las virtudes
    sociales

    Los héroes y los líderes, la
    tendencia a la fama; el hombre pretende el honor, la fama, ser
    conocido y estimado.

    La tendencia al honor es virtuosa si el hombre no se
    conforma con ningún honor conseguido, es decir, si es
    irrestricta. Si no es irrestricta entonces es un vicio: puede ser
    hipocresía, vana gloria o vanidad. La envidia destruye la
    aspiración del honor. También es claro que el
    honor, la fama se pueden formular con palabras menos
    clásicas. Por ejemplo líder,
    hoy se habla mucho de líderes. El que realmente merece
    consideración como mejor, merece dirigir. Sin embargo la
    noción de líder debe entenderse en sentido
    institucional par no perder su pleno significado. Por tanto es
    preferible hablar de liderazgo.
    Así se pone de relieve la dimensión social a esa
    tendencia, que es uno de sus frutos. El quiere honor para mandar
    y nada más, suele fallar, porque se eleva sobre otros
    deprimiéndolos. La inconsistencia del líder muestra
    que es una alternativa negativa. El liderazgo, en cambio, es un
    sistema abierto: aquella organización en la que sus miembros
    actúan mejor que en cualquier otra.

    La piedad. La tendencia al honor, va acompañada
    junto con otra que en definitiva se refiere a lo mismo aunque
    desde otro punto de vista. Es lo que los clásicos llaman
    piedad. La piedad es contrapunto del honor. Es la
    veneración al propio origen, al autor de uno mismo; este
    contrapunto elimina la confusión del honor con la soberbia
    (también la piedad se entiende mal cuando se confunde con
    la compasión). Piedad se debe a Dios, a los padres y a la
    patria. Esta tendencia muy fuerte en otras épocas,
    quizá hoy se distorsiona o se debilita. Si se pierde el
    hombre orbita en sí mismo sin saber quién es, y se
    aturde.

    La persona tiende a
    que cuenten con ella, a ser útil, a servir para algo "yo
    no cuento con
    usted porque es un inútil: lo mejor es que no se mueva,
    que no haga nada, que desaparezca de mi vista" eso es la
    indiferencia, ya que "no hay peor desprecio que no hacer
    aprecio".

    El lenguaje y la
    cultura

    El hombre es social porque habla; el hombre puede
    progresar, colaborar y ser ético porque habla. No hay otro
    animal que sepa hablar. El lenguaje ofrece resistencia a la
    iniciativa inventiva de cada uno. Si no fuera así, si el
    valor de las
    palabras dependiera de la libertad individual, no nos
    entenderíamos. El lenguaje es inflexible, aunque sea
    convencional. El lenguaje es una buena vía para advertir
    la distinción natural- espíritu. El lenguaje apunta
    al espíritu.

    Cultura viene de colere, palabra de origen
    agrícola; cultivar es algo más que imitar:
    ocuparse, cuidar de, fomentar, sacar adelante. La cultura es el
    mundo humano, creado por él, es una continuación de
    la naturaleza. Ese carácter corresponde antes que nada al
    lenguaje, este es el sentido positivo de lo convencional: la
    apertura.

    La cultura, aunque sea imprescindible para el ser
    humano, es un mundo relativo, pálidamente real, un mundo
    de sentido que puede adquirir muchas variantes. Por eso el
    espíritu objetivo no es
    una categoría homogénea. La peculiaridad de la
    cultura es pensada de distintos modos por los filósofos que han intentado hacerse cargo
    de ella. Los primeros fueron los sofistas. El hombre es un
    configurador; de acuerdo con las configuraciones producidas
    también se cultiva a sí mismo.

    La
    Inteligencia y la Inmortalidad del hombre

    La filosofía es una actividad humana muy
    especial y, por otra parte rara, el hombre la ejerce pocas veces
    y a ella se dedican de modo preferente muy pocos seres humanos.
    Además la filosofía siempre ha estado muy
    localizada geográfica y culturalmente. La filosofía
    es una actividad especial, más alta que otras aunque
    también esas otras son importantes. Cuando la teoría
    se recaba independientemente de la práctica, cuando la
    deja a un lado y se destaca ella sola, nace la
    filosofía.

    La filosofía es un gran paso adelante porque
    también en el hombre hay algo extemporal. Es lo que los
    griegos llamaron nous, lo mental. Si el mundo es una mole, el
    hombre es una mente; la superación de lo efímero en
    el hombre es una victoria sobre la muerte. Esto es una ventaja.
    San
    Agustín comentaba que no es una ventaja total, no
    basta con eso, pero es un gran avance. Si el hombre no es
    efímero se ha encontrado una dimensión suya de
    dignidad muy alta.

    La distinción potencia-acto
    aplicada por Aristóteles en los dos términos de la
    relación: el entender en potencia y el entender en acto;
    el poder ser
    entendida de la cosa y el ser entendida en acto.
    Filosóficamente la existencia de la inmortalidad del alma,
    su carácter no efímero, su no sucumbir al tiempo,
    sólo se puede probar si existe el acto de entender. Los
    caracteres del alma se desprenden de sus actos. Uno de los cuales
    del alma, el nous, en cuanto que se constituye nuestro, es
    precisamente inmortal. Pero eso no lo demostramos a no ser en los
    actos cognoscitivos que se ejercen. La prueba filosófica
    de la inmortalidad del alma es la misma noción de la
    teoría.

    Con respecto a la muerte es un hecho que no sabemos que
    es exactamente, quizá porque no siendo una idea general,
    tampoco tiene una esencia positiva. La muerte tiene muchas
    dimensiones; aparece de distintas maneras, bastante diversas: esa
    misma diversidad de enfoques concuerda con que la muerte carezca
    de sentido unitario, es decir con su no comparecer al pensar y al
    ser innegable, la muerte es enigmática. La muerte es el
    acontecimiento biológico terminal. La muerte del hombre no
    es exactamente la mía, yo puedo hablar de muertos estando
    vivos. Tener en cuenta la muerte en tanto que pertenece a la
    vida, o en tanto que acontecimiento futuro, es la manera
    subjetivo-biográfica de considerar la muerte.

    La Religión y la
    Libertad

    Somos mortales porque tenemos un cuerpo de carne
    y hueso. La verdad es que mi cuerpo es de carne y hueso en tanto
    que u unión con el alma no es suficientemente intensa;
    entonces el alma transita y el cuerpo no. El cuerpo es un cauce
    de la libertad, en especial de su expresividad, como soy de carne
    y hueso, mi alma hace posible mi existencia en este
    mundo.

    La libertad es lo más alto del ser humano. La
    cuestión de la libertad ha de comparecer al tratar de
    nuestro carácter mortal. La cuestión es
    ésta: ¿hasta que punto somos libres?. La libertad
    está en el origen de nuestro inteligir. Ejercer el nous
    comporta que somos libres. Preguntar hasta que punto somos libres
    es preguntar hasta que punto somos. Si la libertad es
    radicalmente inseparable del ser humano, el alcance de la
    libertad es el alcance de nuestra propia realidad.

    Las dudas sobre nuestra libertad se deben a que las
    consideramos en orden a las coyunturas mínimas o tratando
    con cosas de poca importancia. Para ejercer la libertad de manera
    más radical es menester que la realidad también sea
    importante. Si la libertad llega a su fondo que es nuestro propio
    ser, coincide con él, y no se limita a aparecer delante:
    no disponemos de ella sino que la somos.

    Por otra parte, la religiosidad humana ha adoptado
    muchas formas, algunas de ellas francamente insuficientes por no
    decir aberrantes. La religiosidad ha estado presente desde la
    época más primitiva del hombre.

    El hombre es un tema inmenso y todas las ciencias
    tienen que ver con el hombre. La libertad a priori no es
    arbitrariedad. Con todo, lo cierto es que por lo común uno
    se encuentra el encargo a lo largo de la vida, por lo que con la
    libertad tiene que ver otro enorme asunto humano: el encuentro.,
    lo que se encuentra, si es que se encuentra, es la verdad. Es
    evidente que en todo ser humano el acontecimiento de la verdad es
    de la misma manera; por lo tanto, tampoco en cualquier momento se
    puede proponer a todos la verdad de la misma manera; por tanto,
    tampoco se puede proponer a todos la verdad de la misma manera ,
    pues, si se les propone, no por eso la encuentran.

    Seguramente la verdad más radical que el hombre
    puede encontrar en esta vida, es la verdad personal. Pero
    insisto que no es el único acontecimiento inicial de la
    verdad. "La verdad os hará libres" dice el Evangelio. La
    verdad siempre encomienda.

    Opinión
    Personal

    El tema del hombre es un hecho muy complejo
    precisamente por lo completo que es el hombre no sólo por
    lo que ya es, sino también por lo que puede llegar a ser.
    El hombre es tema de todas las ciencias y evidentemente es el ser
    dominante sobre la tierra que
    configura, modifica, transforma y conserva la realidad que le ha
    sido dada.

    El estudio del hombre requiere un análisis con
    una visión muy amplia ya que de no ser así se
    pueden dejar a un lado rasgos importantes del hombre para caer en
    reduccionismos o en el otro lado absolutizar o dar más
    valor a hechos que no lo tienen, así que no sólo es
    difícil su estudio sino que también es
    delicado.

    El hombre, definido por Boeccio como sustancia
    individual de naturaleza racional, es una descripción
    general y última del hombre. En este libro se trata
    de incluir aspectos que también son parte del hombre y de
    su naturaleza y que no se pueden dejar a un lado, como lo es la
    sociabilidad, la familia, la
    cultura, el lenguaje, el dinero, etc. Aunque creo que
    faltó hacer un poco de más énfasis en la
    parte emotiva del hombre ya que aunque si se menciona y se
    abarca. Sería importante darle un sentido como actualmente
    se vive en el ser y no tanto en el deber ser.

    Es obvio que no se puede abarcar en un libro todo lo que
    es el hombre, sin embargo, este libro logra integrar elementos de
    suma importancia para el estudio del hombre. En algunas partes le
    falta algunas notas aclaratorias al autor ya que cambia con
    facilidad de un sentido amplio a un sentido estricto lo que
    complica el verdadero sentido e interpretación que da a
    las afirmaciones.

    Bibliografía

    POLO Leonardo., "¿Quién es el hombre?, un
    espíritu en el mundo"., Editorial Rialp., Madrid, España,
    1991., pp. 254.

     

    Información elaborada por:

    Iván Escalona Moreno

     

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