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Revolución industrial




Enviado por miguel_gc



Partes: 1, 2


    1.
    Revolución
    Industrial


    3. Factores de la revolución
    industrial 

    4. El mundo
    rural

    5.
    Maquinismo y desarrollo
    industrial

    6. Cambios
    Sociales

    7. Las nuevas teorías
    económicas: el
    liberalismo

    8. Del capitalismo financiero al
    capitalismo industrial

    9. Consecuencias de la
    Revolución
    Industrial

    10.
    Bibliografía

    1. Revolución
    Industrial

    El cambio que se
    produce en la Historia Moderna de Europa por el
    cual se desencadena el paso desde una economía agraria y
    artesana a otra dominada por la industria y la
    mecanización es lo que denominamos Revolución
    Industrial.
    En la segunda mitad del siglo XVIII, en Inglaterra, se
    detecta una transformación profunda en los sistemas de
    trabajo y de la estructura de
    la sociedad. Es el
    resultado de un crecimiento y de unos cambios que se han venido
    produciendo durante los últimos cien años; no es
    una revolución repentina, sino lenta e imparable. Se pasa
    del viejo mundo rural al de las ciudades, del trabajo manual al de la
    máquina. Los campesinos abandonan los campos y se
    trasladan a las ciudades; surge una nueva clase de
    profesionales.
    Algunos de los rasgos que han considerado definitorios de la
    revolución industrial se encuentra en el montaje de
    factorías, el uso de la fuerza
    motriz… además de los cambios que trajo: se pasa de un
    taller con varios operarios a grandes fábricas, de la
    pequeña villa de varias docenas de vecinos a la
    metrópoli de centenas de miles de habitantes.
    Esta revolución viene a ser un proceso de
    cambio constante y crecimiento continuo donde intervienen varios
    factores: las invenciones técnicas (
    tecnología) y descubrimientos
    teóricos, capitales y transformaciones sociales (
    economía), revolución de la agricultura y
    al ascenso de la demografía. Estos factores se combinan y
    potencian entre sí, no se puede decir que exista uno que
    sea desencadenante.
    Las enormes transformaciones económicas que
    conocerá Europa (comenzando estos cambios Gran
    Bretaña) a partir del siglo XVIII modificarán en
    gran medida un conjunto de instituciones
    políticas, sociales y económicas
    vigentes en muchos países desde al menos el siglo XVI que
    suelen denominarse como El Antiguo Régimen. El nombre fue
    utilizado por primera vez por dirigentes de la Revolución
    Francesa en un sentido crítico: los revolucionarios
    pretendían terminar con todo lo que constituía ese
    Antiguo Régimen. Aquí nos ocuparemos
    fundamentalmente de los aspectos económicos, aunque dando
    también las claves básicas para comprender las
    instituciones políticas y sociales de esta
    época.

    2. El antiguo
    régimen

    Política y sociedad
    En cuanto a la política la forma del
    estado durante
    el Antiguo Régimen es la Monarquía Absoluta http://www.cnice.mecd.es/recursos/bachillerato/historia/rev_industrial/textos.htm
    – Absolutismo
    Texto. El rey
    considera que su poder es de
    origen divino (Dios ha delegado en él) y, por tanto,
    ilimitado (sólo responden ante Dios). Los monarcas
    absolutos concentran en sus manos el poder
    legislativo, el ejecutivo y el judicial, mandan sobre el
    ejército y todas las instituciones del estado. El estado en
    su conjunto (incluyendo sus habitantes-súbditos) no son
    sino una propiedad
    personal del
    Rey.
    Las sociedades del
    Antiguo Régimen se caracterizan por tener una población estancada, sometida
    periódicamente a las llamadas crisis de
    subsistencia, Texto y que aún no han conocido la
    revolución demográfica que hará crecer la
    población europea a ritmos nunca antes conocidos. Se trata
    de una sociedad formada por grupos muy
    cerrados: la sociedad estamental.
    La sociedad estamental se caracteriza por la desigualdad legal
    entre los diferentes grupos
    sociales o estamentos. De un lado distinguimos el grupo de los
    Privilegiados, constituidos por la nobleza y el alto clero, que
    poseían enormes riquezas provenientes de las rentas de
    la tierra y
    gozaba de exenciones fiscales -estaban excluidos del pago de
    varios impuestos-, eran
    juzgados según leyes distintas a
    las del pueblo, y se reservaban los cargos más importantes
    del ejército, la iglesia y el
    estado.
    De otro lado tendríamos al estamento no privilegiado (o
    tercer estado), que no era un grupo nada homogéneo, pues
    cabían en él, desde ricos comerciantes y banqueros
    (que nada envidiaban a la nobleza en cuanto a riqueza) hasta el
    más humilde de los campesinos, pero que tenían en
    común el hecho de ser quienes sostenían
    económicamente el país con su trabajo, y el estado
    con sus impuestos. El tercer estado constituía
    habitualmente 9/10 de la población, de ellos la
    mayoría campesinos pobres.

    La economía
    Las economías tienen una fortísima base agraria:
    dos tercios, incluso tres cuartos de la población se
    ocupan de tareas agropecuarias.  Se trata de una agricultura
    en general caracterizada por su bajísima productividad,
    por estar dirigida al autoconsumo (el campesino piensa
    fundamental en alimentarse directamente el mismo y sus familias
    con el producto de
    sus tierras) y no a la comercialización, y por la
    utilización de técnicas y herramientas
    que apenas han conocido cambios en varios siglos: la
    utilización del arado romano sigue siendo general en casi
    toda Europa y el mantenimiento
    del barbecho (dejar sin cultivar cada año un tercio o la
    mitad de las tierras para que esta recupere sus nutrientes) en la
    rotación de cultivos  como técnica de
    fertilización de las tierras.
    Además en muchas zonas se conservan estructuras
    del llamado régimen señorial típicas de la
    Edad Media:
    muchos campesinos en teoría
    hombres libres, debían sin embargo pagar impuestos a su
    señor (normalmente algún gran propietario de la
    zona con un título de nobleza o algún cargo
    eclesiástico) en forma de pagos en moneda, en especie (una
    parte de la cosecha) o personal (trabajando gratis durante varias
    jornadas en las tierras del señor). Además estos
    campesinos debían aceptar la autoridad
    judicial del señor y estaban obligados a utilizar
    (pagando) el molino o el lagar, e incluso a pedir su
    autorización para casarse. Todavía en el siglo XVII
    en muchas zonas de Europa esos campesinos tenían prohibido
    moverse de sus tierras y buscar otro trabajo, obligación
    que heredaban sus hijos. Sin embargo este sistema
    señorial se había debilitado con la peste que
    diezmó la población europea desde fines del siglo
    XIV : los señores debieron "aflojar" la presión
    sobre los campesinos. En los siglos XV y XVI, con la mayor
    circulación monetaria muchos campesinos cambiaron sus
    obligaciones
    por pagos en dinero.
    Además las monarquías absolutas recortaron el poder
    de los señores, en especial su capacidad para ejercer
    justicia y
    cobrar impuestos. De esta manera, mientras en algunos
    países del este de Europa el régimen
    señorial sigue vigente de lleno, en Gran Bretaña ya
    casi ha desaparecido, lo que es considerado por muchos
    historiadores como favorable para la modernización de la
    agricultura y de la economía en general que se
    producirá en este país a partir el siglo XVIII.
    Esta economía agraria atrasada convive en muchas zonas con
    un importante desarrollo
    urbano y comercial dinamizado por los grandes descubrimientos
    geográficos pues, desde mediados del siglo XV,
    exploraciones portuguesas y castellanas revolucionan el
    conocimiento geográfico y científico en
    general, incorporando a la cultura
    europea nuevas tierras, mares, razas, especies animales y
    vegetales… Primero serán las costas africanas, luego el
    descubrimiento de
    América, posteriormente las tierras del
    Pacífico, de forma que a finales del siglo XVIII apenas
    quedaban por descubrir el interior de África y las zonas
    polares. Pronto algunos países europeos construirán
    enormes imperios coloniales basándose en su superioridad
    técnica (armas de fuego)
    que servirán, inicialmente, para animar el comercio
    europeo con inmensas cantidades de oro y plata (monedas) y ya
    desde el siglo XVIII se incorporan enormes plantaciones de
    tabaco y azúcar,
    que junto al comercio de especias y a la trata de negros,
    servirán para enriquecer enormemente a las
    burguesías mercantiles de algunos países
    europeos.
    Pero este panorama  de cambios hay que matizarlo,
    destacando, por ejemplo, la pervivencia de los gremios dentro de
    las actividades artesanales: los trabajadores de cualquier sector
    artesanal en una ciudad (zapateros, tejedores, alfareros…)
    estaban obligados a formar parte de una organización, el gremio, que controla toda
    la actividad que se desarrolle en esa ciudad, de manera que las
    mercancías fabricadas en otros lugares no puedan entrar en
    su ciudad. El gremio fijaba de una forma rígida horarios,
    precios,
    salarios,
    herramientas, número de trabajadores por taller…, e
    impedían cualquier avance técnico u organizativo
    que pudiese dar ventaja a unos talleres sobre otros. Por estas
    razones los nuevos regímenes liberales prohibirán
    la existencia de gremios como organismos incompatibles con
    economías basadas en el progreso tecnológico
    continuo que deriva de la competencia y el
    libre mercado.
    El comercio encontraba numerosos obstáculos a su
    desarrollo como eran la existencia de multitud de aduanas
    interiores o la mala calidad de los
    transportes terrestres que sólo mejorarán con la
    construcción de los primeros
    ferrocarriles.

    3. Factores de la
    revolución industrial 

    La denominada Revolución Industrial tuvo su
    origen en Gran Bretaña desde mediados del siglo XVIII. Uno
    de los aspectos más discutidos del estudio de este proceso
    radica en la explicación de por qué tuvo lugar
    primero en Gran Bretaña y no en otros países. Se
    trata por tanto de pasar revista de una
    forma sucinta a los principales rasgos de este país en los
    momentos del "despegue" del proceso industrializador.

    Factores políticos
    Un régimen político estable, la monarquía
    liberal, que desde el siglo XVII es el sistema político
    imperante (mientras en otros países de Europa se refuerza
    la monarquía absoluta), y que se mantiene libre de las
    revoluciones que aquejan a otros países europeos.
    Las numerosas  guerras en las
    que se vio envuelto el Reino Unido durante los siglos XVIII y
    XIX  no provocaron daños en territorio
    británico. La insularidad actuó en este sentido
    como una barrera de protección a la que se unía el
    desarrollo de una poderosa flota de guerra que
    mantendrá su hegemonía mundial durante los siglos
    XVIII y XIX.
    La existencia de una moneda estable y un sistema bancario
    organizado: el Banco de
    Inglaterra fue creado ya en 1694. Estas condiciones no se
    darán en otros países europeos hasta finales del
    siglo XVIII.

    Factores sociales y económicos
    Abundancia de capitales, procedentes, en parte, del dominio comercial
    británico, pues desde el siglo XVII la marina mercante
    británica en dura competencia con los holandeses se ha
    hecho con el control de buena
    parte de los intercambios comerciales de otros continentes con
    Europa. El comercio de productos como
    el te o el tabaco, y el tráfico de esclavos, había
    permitido la creación de enormes fortunas, en manos de
    comerciantes y banqueros. Este comercio colonial proporcionaba a
    Gran Bretaña materias primas y mercados donde
    vender sus productos manufacturados.
    Incremento sostenido de la capacidad para producir alimentos por
    parte de la agricultura británica que está
    conociendo un importante desarrollo, la denominada
    revolución agraria,  desde la aprobación de
    leyes que permiten el cercamiento de las propiedades.
    Existencia de una abundante mano de obra. La población
    británica crece a gran ritmo a causa fundamentalmente de
    los cambios en la agricultura: el suministro constante y
    creciente de alimentos va terminando con las crisis
    demográficas. Parte de esa población en crecimiento
    emigrará a las ciudades y formará la masa de los
    trabajadores industriales.
    La mayor libertad
    económica a causa de la debilidad relativa con respecto a
    otros países de organismos como los gremios que
    suponían un freno a cualquier innovación en las actividades industriales.
    No es casual que fuese un británico, el escocés
    Adam Smith,
    autor de La Riqueza de las Naciones, quien hiciese la más
    destacada e influyente defensa de la libertad económica:
    para Adam Smith la mejor forma de emplear el capital para
    crear riqueza es aquella en la cual la intervención de los
    gobiernos es lo más reducida posible. La mano invisible
    del mercado asigna siempre de la forma más eficiente los
    recursos económicos de un país.
    Abundancia de emprendedores entre los comerciantes y los grandes
    propietarios de tierra.
    Una aristocracia que permite y premia las innovaciones y la
    creación de riqueza, en contraste con la nobleza de otros
    países, más tradicional, apegada a la tierra y que
    desprecia cualquier forma de trabajo productivo.
    Menor peso de los impuestos al comercio en el mercado interno: en
    Gran Bretaña el peso de los impuestos interiores era muy
    reducido comparado con otros países europeos donde era muy
    común encontrarse aduanas interiores cada pocos
    kilómetros lo que convertía al comercio en una
    actividad poco productiva. Puede decirse que en Gran
    Bretaña existía ya un mercado nacional que en otros
    países sólo existirá cuando se eliminen las
    aduanas interiores y se cree una importante red de
    ferrocarriles.

    Factores geográficos
    Abundancia de hierro y,
    sobre todo, de carbón. El hierro se encontraba en los
    Montes Peninos, mientras que el carbón abundaba tanto en
    Inglaterra como en Gales y Escocia. De hecho, después de
    tres siglos de explotación, Gran Bretaña sigue
    teniendo enormes reservas de carbón. En las proximidades
    de las minas de carbón se concentrará gran parte
    del potencial industrial británico en especial con el
    nacimiento de una fuerte industria siderúrgica
    básica para proporcionar metales baratos
    para la construcción de máquinas,
    ferrocarriles, infraestructuras.
    Fácil y constante suministro de agua como
    fuente de energía, pues el clima, lluvioso,
    superando de promedio los 1.000 mm anuales y sin estación
    seca, proporciona corrientes de agua numerosas y constantes. La
    energía hidráulica desempeñará un
    importante papel en los
    años previos a la difusión de la máquina de
    vapor.
    El factor "insular": abundancia de puertos que facilitan el
    comercio nacional e internacional. Este factor unido a la
    existencia de muchos ríos navegables (y canales que se
    construirán) favoreció la creación muy
    temprana de un mercado nacional con las ventajas que supone
    contar con un mercado de gran tamaño a la hora de acometer
    inversiones.

    4. El mundo
    rural

    Los sistemas tradicionales
    La formación de las aldeas fue especialmente activa en
    Europa durante la Edad Media. El emplazamiento se elegía
    en función
    de la cercanía a las vías de comunicación y, generalmente, a los
    cursos de agua.
    Deforestado el bosque, las tierras cultivadas se extendían
    alrededor de la aldea, formando un anillo, más o menor
    regular, condicionado por el relieve del
    terreno. Divididas en parcelas, se sembraba en ellas cereal y
    legumbres fundamentalmente, base de la alimentación
    campesina. Más allá de los campos de cultivo, se
    extendía un segundo cinturón formado por montes,
    donde pastaba el ganado, y el bosque, fuente muy importante de
    recursos, del que se obtenían leña y madera, miel y
    cera, frutos secos y la caza. Este segundo anillo –montes y
    bosque- constituía las tierras comunales, que eran
    explotadas colectivamente por toda la aldea, de modo que el
    terreno no estaba parcelado.
    En los cultivos predominaba la agricultura de temporal, puesto
    que la de regadío, especialmente importante en los
    países del sur, se reducía a las zonas inmediatas a
    los ríos. La explotación requería el acuerdo
    de los vecinos y se hacía de la manera siguiente: se
    dividía todo el terreno cultivable en grandes espacios
    llamados hojas y en cada una de ellas cada vecino debía
    tener, al menos, una parcela. En una de estas hojas se sembraba
    cereal en invierno (trigo o cebada), en otra cereal en primavera
    (avena o centeno), quedando la tercera sin cultivar, es decir en
    barbecho. Recogida la cosecha de trigo en agosto, se
    introducía el ganado de la aldea en los campos.
    Allí pastaba aprovechando los tallos secos del cereal
    cosechando (rastrojos), y abonaba el terreno. En la hoja donde se
    había sembrado en primavera (avena o centeno) se sembraba
    en invierno (trigo), ya que la tierra no había sufrido
    tanto desgasto. Para completar el circulo, en los campos que
    habían descansado se sembraba en primavera. De este modo,
    trigo, barbecho y avena iba rotando, alternándose en las
    tres hojas. Esto permitía por una parte, regenerar el
    suelo y, por
    otra, complementar la dieta al añadir productos ganaderos
    (leche y
    grasas, sobre todo).
    Como consecuencia de este tipo de explotación
    (rotación trienal) las parcelas estaban situadas de manera
    dispersa y eran de tamaño reducido tras las sucesivas
    divisiones de generación en generación.
    Además, el rendimiento de la tierra era bajo, puesto que
    cada parcela daba sólo dos cosechas cada tres
    años.

    La reforma
    agraria y la revolución agrícola
    A partir del primer tercio del siglo XVIII, los sistemas de
    explotación tradicional fueron modificándose como
    consecuencia de la aparición paulatina de innovaciones
    técnicas y de cambios en la distribución de la propiedad. Estas
    novedades se experimentaron por primera vez en el este de
    Inglaterra (en el condado de Norfolk) y se difundieron
    después a los países de mediterráneos, las
    innovaciones fueron más tardías y consistieron,
    sobre todo, en una mejora, diversificación y
    ampliación de los regadíos.
    En la Europa septentrional, el barbecho fue sustituido por la
    rotación de cultivo complementarios. Los tubérculos
    (nabos, papas) y los forrajes (trébol), para alimentar el
    ganado, podían ser introducidos en las rotaciones sin
    agotar la tierra, intercalándose con el cereal,
    según el siguiente ciclo:
    trigo-nabos-cebada-trébol. De este modo, la tierra se
    regeneraba sin necesidad de dejar de producir.
    Junto con la papa, otros productos originarios de América, y ya conocidos con anterioridad,
    se difundieron en este periodo. Es el caso del maíz,
    empleado como forraje, o los pimientos, cultivados en
    huertas.
    La supresión del barbecho supuso la desaparición
    del sistema de explotación colectiva, basada en la
    división de hojas, y también del ganado que pastaba
    en los rastrojos. Éste fue sustituido por la ganadería
    en establos, alimentada ahora con el forraje cosechado.
    Simultáneamente, se produjo una reforma de la estructura
    de propiedad de la tierra. En Gran Bretaña, el parlamento
    aprobó las leyes de crecimiento ("Enclosure Acts", por las
    que se legalizaron múltiples apropiaciones realizadas por
    los grandes terratenientes ("gentry") en las tierras comunales
    – montes y bosques– para su presunta mejora o puesta
    en cultivo. En Francia o
    España,
    las tierras de la Iglesia fueron expropiadas, subastadas y
    adquiridas por la nobleza y la burguesía (venta de bienes
    nacionales o desamortizaciones). Se produjo así una
    concentración parcelaria, que permitió ampliar el
    tamaño de las parcelas y hacer rentable de este modo la
    mecanización de las explotaciones.
    La sembradora de Jethro Tull (17301 permitía ahorrar
    semillas y mano de obra. La segadora de Mackormirck (1830),
    tirada inicialmente por caballos, realizaba el trabajo
    equivalente de un elevado número de personas provistas de
    las tradicionales hoces y guadañas. La trilladora de
    Turner (1831) quitaba el trabajo a decenas de jornaleros,
    separando eficazmente la paja del grano. Su introducción en los campos ingleses
    provocó en la década de los treinta una serie de
    revueltas campesinas que, entre otras ocasiones, llevaron a la
    destrucción de estas máquinas.
    El conjunto de innovaciones perjudicó notablemente a los
    campesinos, sobre todo a jornaleros y pequeños
    propietarios. Suprimidas las zonas comunales de pastos, reducido
    el bosque, incapaces de hacer frente a la competencia de las
    máquinas, sus posibilidades de subsistencia eran
    mínimas. En muchos casos, la única solución
    posible era la venta de propiedades a los terratenientes y el
    éxodo rural hacia las ciudades, es decir, su
    proletarización. Éste fue el precio de la
    modernización de las explotaciones.
    Los campesinos eran conscientes del perjuicio que les acarreaban
    los cercamientos y presentaron quejas a los tribunales de
    justicia, que no fueron admitidas porque las leyes del parlamento
    defendían los intereses de los grandes propietarios.
    Encontramos un ejemplo de ello en 1797 en la aldea de Raunds, en
    el condado de Northampton, situado a unos 70 Km. al norte de
    Londres.
    La figura del propietario se asimilo a la de un empresario rural
    (burguesía agraria) al invertir en la compra de tierras,
    la mecanización o la mejora de los terrenos, como por
    ejemplo el drenaje de zonas pantanosas. El resultado fue el
    aumento de la producción (rendimiento) y la
    producción (rendimiento) y la productividad (menor
    número de trabajadores y mayor volumen de
    cosecha), la especialización de los cultivos, cuyo precio
    se abarato notablemente, y la orientación de la
    producción hacia el mercado, en lugar del
    autoabastecimiento tradicional. Por último, la libertad de
    contratación hizo descender el salario de los
    jornaleros, en tanto que el importe de los contratos o
    arrendamiento se debía pagar en metálico y no en
    especie como antes, con lo que los campesinos se vieron atrapados
    por la caída de los precios, que les impedía reunir
    el dinero
    suficiente para hacer frente a la renta fijada.

    5. Maquinismo y desarrollo
    industrial

    Uno de los elementos sustanciales de la
    mecanización y modernización industrial fue la
    aplicación de un nuevo tipo de energía: el vapor,
    cuya producción requería carbón. La
    máquina de vapor del escocés James Watt (1782) se
    convirtió en el motor incansable
    de la Revolución Industrial.

    El sector algodonero
    La introducción de máquinas automáticas,
    movidas por la fuerza expansiva del va por, para la
    fabricación industrial se produjo por primera vez en
    Inglaterra, en el sector textil del algodón En los
    años anteriores a la Revolución Francesa, ya se ha
    habían puesto a punto las principales innovaciones que
    afectaron a las dos operaciones
    básicas del sector: hilado y tejido.
    El hilado de lana o algodón se había realizado
    hasta entonces con la rueca. En 1764 la "Jenny", de Heargraves,
    desarrollaba un mecanismo aprovechando el movimiento de
    una rueca, accionada mediante una manivela, para obtener
    simultáneamente varias bobinas de hilo, con lo que se
    multiplicaba la producción. La "waterframe" de Arkwnght
    (1769), sustituía la energía humana por la
    hidráulica. La rueda que accionaba la máquina se
    movía como una hélice, impulsada por un chorro de
    agua.
    El desarrollo de la hilatura del algodón estimuló
    la modernización del telar.
    El telar manual tradicional constaba de un entramado de hilos por
    el que se hacía circular un lado a otro. La bobina se
    pasaba de mano a mano por lo que la anchura de la tela quedaba
    limitada a la envergadura del tejedor. En 1733, J. Kay
    ideó un procedimiento
    automático para lanzar la bobina, la "lanzadera
    automática", lo que permitía fabricar piezas
    más anchas, y se ahorraba la mitad tiempo. Por fin,
    en 1781, Cartwright aplicó el movimiento de vaivén
    de la máquina de vapor a vanos telares, con lo cual
    nació el "telar mecánico".
    Hacia 1815, los telares mecánicos, aún en frase
    experimental, eran minoría frente a los telares manuales.
    Sólo había 2400 en toda Inglaterra. Durante la
    década de 1820, la cifra se multiplicó por diez. En
    1850 había unos 250 000 telares, y, de ellos, unos 200 000
    eran mecanizados.
    El hecho de que las novedades señaladas correspondiesen a
    la industria de algodón, y no a la de la lana, que era la
    más difundida hasta entonces, pudo deberse a la mayor
    resistencia y
    elasticidad de la
    fibra vegetal. Además existía algodón
    abundante y barato en las colonias de Norteamérica debido
    al trabajo esclavo y, más tarde, en India.
    Desde de 1701 quedó prohibida en Inglaterra la importación de tejidos
    estampados de algodón en India. Hasta 1750 la
    supremacía de las telas de este origen era incuestionable,
    pero se vendían como productos de lujo para gente rica. En
    esa época, del total de exportaciones
    inglesas, el 46% era de lana y el 26% de cereales. En 1800 el
    28.5% era de lana y el 24% era de algodón. En 1810, los
    tejidos de algodón habían superado a los de lana.
    Por fin, a principios de la
    década de 1830, las exportaciones de algodón no
    sólo superaban cuatro veces a las de lana, sino que
    además constituían la mitad del total de las
    exportaciones británicas.
    Los talleres artesanales no reunían las condiciones
    necesarias para albergar las máquinas. Éstas se
    concentraron en grandes naves destinadas exclusivamente a la
    producción: las fábricas.
    La industria algodonera fue el primer sector en el que se
    invirtieron los capitales obtenidos en el comercio y la
    agricultura. Además, dio lugar a la mecanización
    industrial, cuyos efectos positivos y negativos se dejaron sentir
    rápidamente.
    Las exposiciones universales (desde la de Londres de 1851) se
    convirtieron en e1 escaparate de todas las novedades, lo que
    agilizó la difusión de las nuevas máquinas.
    La multiplicación de la producción redujo
    considerablemente los costos: en 1812,
    los costos de
    producción de hilo de algodón eran una
    décima parte de los de 30 años después. La
    consecuencia inevitable fue el abaratamiento de los precios y la
    extensión de las ventas.
    Sin embargo la supervisión de los telares
    automáticos, para lo que no se requería fuerza,
    pasó a ser realizada por niñas, cuyas
    pequeñas manos podían desenvolverse bien para
    limpiar y engrasar entre los engranajes de las máquinas.
    Los salarios que se les pagaba eran mucho más reducidos y
    las jornadas más largas, a la vez que el ritmo de trabajo
    era marcado por las pausas obligatorias de la máquina. El
    sonido de la
    sirena fue otra de las aplicaciones de la máquina de
    vapor.
    Los grandes beneficios obtenidos buscaron pronto otros objetivos. La
    industria algodonera sirvió de motor para el desarrollo de
    la industria química: blanqueado
    (lejías, detergentes a base de cal y sales), tinturas,
    fijadores, no ya de origen vegetal o animal como se utilizaban
    anteriormente, sino a partir de combinaciones de elementos
    minerales
    tratados
    convenientemente.
    La industria textil algodonera se concentraba en el noroeste de
    Inglaterra, alrededor del condado de Lancaster (Lancashire), en
    ciudades como Leeds, Manchester o Chester y el puerto y centro
    comercial de Liverpool, una zona bien comunicada y dotada de
    ríos, necesarios para mover las hiladoras que se empleaban
    en el siglo XIX. La mecanización textil se difundió
    en el continente –Francia, Bélgica, la
    Confederación Germánica o España
    (Cataluña)– desde 1830, a medida que iban caducando
    las patentes. Mientras que en Inglaterra el telar mecánico
    se impulso entre 1834-1850, en el resto de las zonas no lo hizo
    hasta 1870, coexistiendo hasta entonces con el manual.
    La Revolución de los transportes: el ferrocarril, el barco
    de vapor y el desarrollo siderúrgico
    El ferrocarril, es decir, los vagones que circulaban sobre unas
    vías de hierro, eran utilizados ya en el siglo XVIII para
    la extracción minera.
    En 1825 Stephenson aplicó la maquina de vapor capaz de
    desplazarse (locomotora) como fuerza de tracción para
    arrastrar
    estos vagones. que antes eran tirados por caballos y personas. La
    idea de desplazarse así por vía terrestre supuso la
    aparición del ferrocarril moderno, como medio de transporte
    para mercancía personas.
    El ferrocarril permitía transportar materias pesadas con
    una rapidez antes impensable de 32 a 40 Km. (debemos tener en
    cuenta que 40 Km. era la distancia que solía recorrer un
    caballo en una jornada). La revolución de la velocidad
    acorto extraordinariamente el tiempo de los desplazamientos y
    permitió vertebrar el comercio interior, escasamente
    desarrollado hasta entonces. El volumen de los intercambios se
    multiplicó.
    Hacia l870 ya habían construido dos tercios de la red
    ferroviaria británica, la más extensa y densa de
    Europa. En el continente, los más desarrollados eran los
    ferrocarriles de Bélgica y Holanda, favorecidos por su
    condiciones orográficas: no existía en sus trazados
    un solo túnel. El caso opuesto era el de Suiza, cuyos
    túneles alpinos dificultaban la construcción. El
    resto, Alemania e
    Italia en sus
    albores como naciones, Francia o España, alianzaban
    sólo un tercio de la extensión de la red que
    tendrían en vísperas de la Primera Guerra
    Mundial. En Estados Unidos,
    el final de la Guerra de Secesión, en 1865, marco el punto
    de gran expansión ferroviaria, que le llevaría a
    destacarse como la red más extensa del mundo.
    La fuerza del vapor se empleó también en la
    navegación. Los experimentos
    transoceánicos iniciados hacia 1840 sufrieron algunos
    percances. Las hélices tenían dificultades para
    adaptarse al oleaje. Como consecuencia, los vapores de rueda
    trasera se desarrollaron para la navegación fluvial,
    mientras que para el tráfico marítimo se empleaban
    buques mixtos, dotados de dos grandes ruedas laterales movidas a
    vapor, pero conservaban la estructura de mástiles y velas
    que les permitía, además, desplazarse impulsados
    por el viento. Simultáneamente, y a pesar de los
    contratiempos, se van acorazando con hierro o, incluso, se
    fabrican totalmente de hierro, lo que permite aumentar el
    tonelaje y la velocidad. No obstante, durante todo el siglo los
    nuevos barcos a vapor coexistían con los grandes veleros
    ("clippers").
    La aparición del ferrocarril y del barco de vapor
    estimuló extraordinariamente la demanda de
    hierro. La fabricación de vías, locomotoras,
    vagones y barcos disparó definitivamente la industria
    siderúrgica. Además, la siderurgia y la
    aplicación del vapor a la industria incrementaron las
    necesidades de carbón. Su explotación masiva
    abarató el precio, con lo que se fue extendiendo para el
    uso doméstico (cocinas y calefacción). Las
    innovaciones introducidas a lo largo del siglo XVIII se
    realizaron en dos campos: la mejora de la combustión en el carbón y la mayor
    calidad del producto final en el hierro. En cuanto al primero, se
    consagró como combustible un tipo de carbón,
    "coque" (hulla refinada), capaz de producir elevadas
    temperaturas. La combustión se avivaba con la
    inyección de aire caliente. En
    cuanto al segundo, se ideó la técnica del
    "pudelado" (1784), consistente en batir la masa de metal
    incandescente, con lo que se obtenía un hierro más
    maleable. Mediante el "laminado" (1783), la masa de hierro
    fundido se transforma en barras al pasar por unos rodillos, lo
    que facilita su utilización industrial.

    Partes: 1, 2

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