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Sindicatos




Enviado por anonimo



Partes: 1, 2

    Indice
    1.
    Introducción

    2. La educacion y la cultura
    popular

    3. Los Anarquistas

    4. Los grupos
    socialistas

    5. El centro socialista de
    estudios


    7. La "sociedad luz"
    8. El ateneo
    popular

    9. Las bibliotecas obreras

    10. El
    movimiento feminista. los recreos infantiles


    11. La cultura
    artística: música, coros y teatro


    12. Periodo
    1943/1955 –

    13. Caracteres del modelo
    sindical argentino

    14. Un poco de actualidad y…
    sin palabras

    1.
    Introducción

    El derecho sindical
    El derecho del
    trabajo ha dejado de ser un derecho que se elabora siempre en
    forma consciente y voluntaria, para convertirse en una proceso
    màs bien ordenado y racional, que muchas veces obedece a
    brotes revolucionarios, que surgen justamente de lo inconsciente
    e irracional, influyendo en su elaboraciòn aspiraciones,
    deseos, sentimientos, orientados a la consecuciòn de
    determinados ideales sociales, econòmicos y
    polìticos.
    El derecho sindical como todo derecho del trabajo en general no
    es ni puede ser un mero producto de
    laboratorio.
    Su finalidad es la de actuar como un "molde" formal de un hecho
    sociològico de gran trascedencia en las sociedades
    modernas , como lo es el de la agrupaciòn humana
    solicidaria por intereses comunes derivados de la actividad
    laboral.

    En este marco cabe preguntarse cuàl ha de ser el
    rol que debe desempeñar el Estado.
    Este solo cumple de manera acertada su rol de garante de la
    justicia
    social en la medida en que logra estructurar un sistema normativo
    que asegure el pleno ejercicio de la autonomìa colectiva
    por parte de los interlocutores sociales y su protagonismo la
    autorregulaciòn del sistema de relaciones industriales, a
    la vez que ofrece reglas de juego que
    guardan la debida correspondencia con una mùltiple
    interrelaciòn de elementos extrajurìdicos a
    travès de los cuales el movimiento
    sindical se nutre, se desarrolla y se configura en cada comunidad.
    Consecuencia de lo dicho es que el fenòmeno sindical
    presenta una acentuada sensibilidad nacional, lo cual implica que
    un règimen legal que se elabore para regir èsta
    particular especie de organizaciones no
    puede de ninguna manera prescindir de los datos de la
    experiencia, los usos y costumbres, los valores
    aceptados o al menos tolerados en las relaciones colectivas de
    trabajo, asì comotambièn los medios de
    acciòn que cada grupo
    considera màs adecuado para el logro de sus fines, y a su
    vez todo èsto debe ser considerado en un contexto
    socioeconòmico, politico y cultural de cada
    paìs.

    El sindicalismo
    argentino, que a partir de 1945 ingresò en el
    perìodo de su reconocimiento y promociòn por parte
    del Estado y de su
    afianzamiento como agrupaciòn intermedia, se ha
    manifestado y desenvuelto a travès de formas y modalidades
    organizativas y dinàmicas. Es asì que los datos de
    la realidad laboral y su expresiòn normativa configuran lo
    que se ha denominado"Modelo
    Sindical Argentino", el cual presenta perfiles propios que
    singularizan su fisonomìa .
    El règimen legal relativo a la creaciòn,
    funcionamiento y actividades de las asociaciones sindicales de
    trabajadores, se encuentra enmarcado en la ley que lleva el
    Nº 23.551, promulgada por el Poder
    Ejecutivo en fecha 14 de abril de 1988 y publicada en el
    Boletìn Oficial el dìa 22 de abril de
    1988.

    La
    cultura obrera
    argentina como
    base de la transformación social
    (1890-1940)

    "No es cierto que el socialismo
    surgirá automáticamente
    de la lucha diaria de la clase obrera. El socialismo
    será
    consecuencia de las crecientes contradicciones de la
    economía
    capitalista y la comprensión por parte de la
    clase obrera de la inevitabilidad de la supresión de
    dichas contradicciones a través de la
    transformación
    social".
    Rosa Luxemburgo
    ("Reforma y Revolución")
    La cultura obrera entre fines del siglo XIX y la
    mitad del siglo XX constituyó un elemento sustancial de la
    lucha de clases. Impulsada por anarquistas y socialistas
    contribuyó a desarrollar la conciencia de los
    trabajadores, no solo en lo pedagógico sino en la
    determinación de su propia liberación y del
    conjunto de los explotados. Ahora bien ¿Porqué la
    cultura obrera, en todos sus matices, se quebró en nuestro
    país? ¿Triunfó el ideal o la ideología de la burguesía? Se han
    ensayado diversas interpretaciones. Para algunos, la crisis de la
    cultura obrera se produjo por el hecho social del peronismo. Otros
    explican el fenómeno por el desarrollo, a
    nivel mundial, del keynesianismo, es decir por las reformas
    internas del propio capitalismo
    tras la crisis mundial de 1929, que habría destruido la
    conciencia en sí de los trabajadores. Hay quienes,
    también, piensan que el fenómeno estalinista,
    desarrollado a nivel mundial por la Unión
    Soviética, cristalizó o paralizó el
    entramado revolucionario de las fuerzas obreras y del trabajo.
    También hay quienes consideran que el distribucionismo de
    las reformas parciales que no afectaron el poder
    político capitalista, habrían también
    contribuido a deteriorar y detener la conciencia
    revolucionaria.

    2. La educacion y
    la cultura popular

    Con el auge de la escuela
    pública y su organización a través de la Ley
    1420, una porción de la población pudo acceder a la
    educación primaria. Sin embargo, los grandes
    sectores populares -criollos y extranjeros- quedaron marginados
    de ese proceso o lo vieron acotado. La dura lucha por la vida
    de los asalariados en los centros urbanos, y muchos más
    en el interior del país, impidió a los sectores
    de menores recursos
    insertarse en el proyecto
    cultural del patriciado oligárquico

    Por eso, hacia fines de siglo, otras formas de educación popular –paralelas a las
    oficiales- adquirieron especial relevancia en la integración del país: las escuelas
    y los cursos de los
    sindicatos
    obreros y sociedades de resistencia,
    los centros socialistas y anarquistas, los recreos infantiles,
    las sociedades y fraternidades, los periódicos y
    revistas político-ideológicas. Por la doble
    acción de la escuela pública y de la cultura
    popular de las clases subalternas, generadas desde la base de
    la sociedad y
    alentadas por nuevas concepciones liberadoras, la
    aluvión inmigratorio se fue integrando al país y
    el pueblo trabajador adquirió conciencia de sus derechos cívicos y
    sociales.
    Sin embargo, los límites
    del proyecto cultural de los hombres del 80, se fueron
    patentizando con el transcurso del tiempo. Ello
    también alcanzó a lo pedagógico-educativo.
    Era el resultado de las contradicciones sociales que el
    proyecto de "popularización" de la educación
    sufrió al confrontarse con la realidad.

    Los hombres de esa generación, literatos como
    Miguel Cané y Wilde; sociólogos como José
    María y Francisco Ramos Mejía, Ernesto Quesada y
    Carlos Octavio Bunge, escritores como Santiago de Estrada y
    Bartolomé Mitre y Vedia; narradores como Lucio V.
    Mansilla; políticos como Avellaneda; críticos
    como Paul Groussac, pertenecían casi todos, por su
    nacimiento y por sus ideales sociales, a los sectores de la
    oligarquía y de la burguesía vinculada a
    ella.

    Todos ellos, habían llevado el cultivo de las
    letras e impulsado el desarrollo de las llamas "ciencias
    morales", de las ciencias del hombre, a
    los más elevados niveles alcanzados en el país,
    pero sus gestos, sus tendencias y sus ideas no tenían
    nada de popular.

    El desarrollo cultural a fines del siglo XIX y comienzos
    del XX estaba impregnado del humanismo
    liberal de la época, pero poseía características propias de nuestro
    distorsionado desarrollo nacional.
    La mayoría de esos hombres eran liberales y laicistas,
    aun profesando la religión
    católica, pero muy pocos habían logrado
    sobrepasar a Sarmiento, cuyo pensamiento
    los había precedido, y quien, en gran medida, con su
    fuerza
    moral e
    intelectual, y a pesar de sus limitaciones, había
    abierto el camino de la laicización de la sociedad
    argentina.
    A veces pensaban como librepensadores, pero actuaban casi todos
    como verdaderos conservadores de ideas antidemocráticas
    en la política nacional.
    No todos ellos, sin embargo, pueden ser calificados de la misma
    manera. El gran pedagogo Jacques se había acercado a las
    corrientes democráticas del París revolucionario
    de 1848, como lo hizo Carlos Guido Spano, en 1871, peleando en
    las barricadas parisinas. Jacques editó en Buenos Aires,
    junto a Alejo Peyret, Francisco Bilbao, y Victory y
    Suárez un periódico socializante denominado El
    Artesano. Tampoco puede contarse entre esos hombres a
    José S. Alvarez (Fray Mocho), cuyos cuentos y
    relatos estaban impregnados de una intensa simpatía por
    el pueblo oprimido. Ni el Agustín Alvarez de los
    últimos años, que avizoraba el porvenir de una
    sociedad igualitaria. Pero eran las excepciones.

    Los hombres del 80 reflejaban en la superestructura
    científica, artística y política los
    sentimientos y las ideas de la oligarquía liberal muy
    distintos, sin embargo, de los que poseerá y
    alentará la clase dirigente pocos años
    después, cuando renieguen del liberalismo
    filosófico. Eran contradictorios y representaban el
    grado de desarrollo de los grupos
    dominantes, que no constituían de ninguna manera un
    bloque, sino una unión de sectores diferenciados.
    El laicismo forma parte integrante de la tradición
    democrática argentina pero sus herederos no fueron los
    que lo generaron, sino los que a través de las clases
    medias y los trabajadores, lo desarrollarán en un
    escenario más vasto en el
    siglo XX.
     

    3. Los Anarquistas
    Desde mediados del siglo pasado, caras extrañas llegaban
    a las pampas, uniéndose al contingente de criollos y
    españoles. En 1854 los inmigrantes extranjeros se
    distribuían de la siguiente forma: británicos
    22.800 (norteamericanos 4000 incluidos); franceses 25.000;
    italianos 15.000 (incluyendo austríacos y alemanes) y
    españoles 20.000 (incluyendo vascos, canarios y otros).
    Hacia 1869 los judíos empiezan a desarrollar su
    comunidad. De ese año data la primera sinagoga. Las
    sociedades extranjeras cumplirían un importante papel en la
    difusión de la cultura popular, y a su amparo
    nacieron numerosos círculos, centros y escuelas.
    En este sentido cumplieron un notable papel algunas
    organizaciones obreras inmigrantes: el Vorwarts, que
    nació en 1886, bajo la dirección de A. Uhle; el grupo
    francés Les Egaux, dirigido por Aquiles Gambier y el de
    los italianos, llamado Fascio dei laboratorio. Todos esos
    grupos, paralelamente a la acción política,
    cumplieron una notable actividad cultural. Los tres publicaron
    periódicos esmeradamente escritos en sus idiomas
    nativos: el de los alemanes tomó el nombre de la
    organización; el de los franceses se llamó
    L’Avenir Social y el de los italianos La
    Rivendicazione.

    En el campo político, el grupo alemán
    pasó rápidamente a auspiciar un periódico
    socialista en castellano:
    El Obrero. Si bien éste periódico apareció
    como órgano de la Federación Obrera –tras
    celebrarse por primera vez en la Argentina, el 1º de Mayo,
    en 1890- es indudable que el grupo alemán, en esos
    años dirigido por un núcleo de
    socialdemócratas emigrados, tuvo un papel fundamental.
    Entre ellos se destacaron Germán Ave Lallemant,
    José Winiger, Gustavo Nocke, Guillermo Schulze, Marcelo
    Jackel, Guillermo Müller y Augusto Kühn. La
    prédica de El Obrero rindió sus frutos y pocos
    años después, núcleos socialistas locales
    publicarían sus órganos de prensa El
    Socialista (1893) y La Vanguardia
    (1894).

    En la última década del siglo, las
    publicaciones anarquistas, socialistas y de otras tendencias
    afines especialmente en el campo sindical- eran más de
    un centenar y se editaban casi todas en castellano, abarcando
    distintas zonas del país.
    En estas publicaciones millares de trabajadores criollos y
    extranjeros aprendieron a conocer el mundo, las grandes
    doctrinas sociales y las distintas corrientes
    filosóficas, literarias y políticas.
    Con la llegada de Enrique Malatesta a Buenos Aires, los
    dispersos anarquistas se polarizaron a su alrededor creciendo
    rápidamente. El 18 de mayo de 1890 nacía El
    Perseguido, principal publicación del anarquismo
    individualista durante muchos años. El título
    reflejaba las persecuciones policiales que sufrían los
    elementos libertarios. Periódico de combate y de
    agitación, El Perseguido, a pesar de ser poco afecto a
    la cohesión y organización de las fuerzas
    libertarias –según dice Abad de Santillán-,
    su obra de siembra y esfuerzos dio sus frutos. Al editarse el
    Nº 26 se imprimieron 1700 ejemplares y a partir del
    Nº 60, 4000.
    Posteriormente, los ácratas individualistas
    serían superados por los partidarios de Bakunin,
    llamados anarquistas "organizadores o colectivistas". Su
    órgano de prensa sería el legendario
    periódico La Protesta Humana. Apareció el 13 de
    junio de 1897, dirigido por el obrero ebanista catalán
    Inglán Lafarga, y en sus páginas
    colaborarían plumas talentosas como las de Mariano
    Cortés, Eduardo G. Gilimón, Pedro Gori, Antonio
    Pellicer Paraire, Juan Creaghe, Alberto Ghiraldo, Florencio
    Sánchez, José de Maturana, Diego Abad de
    Santillán y Rodolfo González Pacheco.
    La Protesta Humana, poco después La Protesta,
    editó a partir de 1908 un suplemento especial con
    material literario y político-ideológico elegido.
    El alto nivel intelectual del suplemento lo destaca
    especialmente en esta valoración de los distintos
    órganos culturales de
    difusión popular.

    4. Los grupos socialistas
    Pero serían los socialistas quienes iban a protagonizar
    desde los últimos años del siglo XIX el
    más importante proyecto de cultura popular en el
    país. Por eso resulta de interés
    apreciar su desarrollo en los años finiseculares para
    comprender las características de su aporte a la
    política y la educación nacional.
    El Comité Internacional Obrero, organizador del acto del
    1º de Mayo de 1890, se transformó en
    Federación Obrera en enero de 1891. Al realizarse el
    primer Congreso de la Federación el 14 de agosto del
    mismo año, las tendencias socialistas y anarquistas de
    la sociedad de panaderos se retiraron del congreso.
    A pesar de que los socialistas marxistas mantuvieron los dos
    primeros años el control de
    la Federación y de la dirección de El Obrero, la
    actividad de los anarco-individualistas, contrarios a toda
    organización y política de las clases
    trabajadoras, minó poco a poco la entidad. Los
    anarquistas sabotearon las reuniones y sus organizaciones
    dejaron de cotizar desconociendo la dirección de la
    Federación. Otro intento de agrupamiento de los
    trabajadores, ensayado por los años 1894 y 1895,
    también fracasó. Las luchas de tendencias fueron
    un escollo insalvable para la incipiente organización de
    los obreros como movimiento independiente de clase.

    Esta situación hizo que los socialistas comenzaran
    a trabajar como fracción política
    autónoma. El 14 de diciembre de 1892, en el Café
    de la Cruz Blanca, calle Cuyo (hoy Sarmiento) entre Montevideo
    y Rodríguez Peña, fundaron la Agrupación
    Socialista, que llevó el nombre de "Partido Obrero,
    sección Buenos Aires."
    El grupo comenzó a editar El Socialista -que
    llegó a seis números- y sus afiliados aumentaron
    a cincuenta. Al año siguiente recibieron las adhesiones
    de personalidades como Juan B. Justo, José Prat, Domingo
    y Santiago Risso, y Adrián Patroni.
    El 14 de julio de 1894 la Agrupaci6n inauguró su primer
    local en la calle Chile 959,
    resolviéndose cambiar el nombre por el de Centro
    Socialista Obrero. Ese año ingresaron Roberto J.
    Payró, Ernesto de la Cárcova, Eduardo Schiaffino,
    Gabriel Abad, Salvador Lotito, Ricardo y Francisco Cardala,
    José A. Lebrón y Emilio Roqué.

    En agosto de 1894 el Centro se dio una Carta
    Orgánica en cuyos "Principios"
    estableció "difundirla verdad económica y social"
    por medio de la labor propagandística y favorecer por
    todos los medios la organización gremial de la clase
    trabajadora. Tres años después -el 29 de agosto
    de 1897- fundado el Partido Socialista, el Centro se
    trasladó a la calle México 2070 casa construida especialmente
    por el socialista alemán Cristián Haupt. Durante
    la inauguración hablaron Juan B. Justo, Carlos
    Malagarriga, José Ingenieros, Alejandro Mantecón
    y Leopoldo Lugones. Actualmente esa casa existe y es sede de la
    Unión Obrera Molinera.

    Poco a poco se fueron constituyendo otros grupos
    socialistas y marxistas alentados por la prédica
    constante de la prensa socialista. En 1893, Juan B. Justo junto
    a Esteban Jiménez, Kuhn, Salomó y Juan
    Fernández fundaron La Vanguardia, cuyo primer
    número apareció el 7 de abril de 1894. Dos
    años después, Julián Nicolás
    comenzó a editar en Rosario El Porvenir Social.

    Los centros socialistas se extendieron por los barrios
    porteños y el interior del país. En 1894 son
    fundados el Centro Socialista Universitario y el de
    Bahía Blanca; en la popular barriada de Barracas nace el
    precursor Centro Socialista Revolucionario de Barracas al Norte
    (lo de junio de 1895) y en el mismo año se organizan los
    centros socialistas de Balvanera, Quilmes, Tucumán,
    Tolosa, el Centro Socialista "Carlos Marx" de
    los Corrales, el Centro Socialista Obrero Internacional de
    Córdoba y el Club Alemán "Vorwarts" de
    Rosario.

    Al año siguiente se establecieron los centros
    socialistas de la Parroquia del Pilar, San Antonio de Areco,
    San Bernardo, Junín, San Fernando y Tigre, el Centro
    Unión Gremial 0brera Socialista de Paraná y el
    Centro Socialista de Estudios. Sobre este último corresponde hablar ahora.

    5. El centro socialista de estudios
    El grupo de intelectuales afiliado al Partido Socialista
    -Ingenieros, Payró, Lugones, Malagarriga, de la
    Cárcova, Schiaffino- cumpliría un papel
    fundamental en la organización de los primeros centros
    culturales obreros.

    El 18 de mayo de 1896, un grupo de socialistas se
    reunió en la casa de Roberto J. Payró -Sarmiento
    1044- para organizar el Centro Socialista de Estudios. La
    comisión directiva quedó constituida de la
    siguiente forma: secretario, Roberto J. Payró;
    bibliotecario, Leopoldo Lugones; cajero Antonino
    Piñeiro. Como contribución para sufragar los
    gastos se
    estableció una cuota mensual de 5 pesos.

    Poco tiempo después, el centro se instaló
    en una salita confortable y bien amueblada, en San
    Martín 119. En junio se iniciaron las conferencias, cuyo
    sugestivo programa
    inicial publicó La Vanguardia: "Del método
    científico", por Juan B. Justo; "De las relaciones de la
    biología
    con la sociología", también por Justo;
    "Las relaciones de la psicología", por
    Payró; "De la concepción económica de la
    historia", por
    Justo; "Teoría de las religiones y de la moral",
    por Emilio Roqué; "Estudio de lo escrito hasta ahora en
    el país sobre sociología científica", por
    José A. Lebrón.
     

    6. La biblioteca
    obrera y la escuela libre para trabajadores
    El 25 de setiembre de 1897 se reunió un grupo de
    socialistas en México 2070 y constituyeron la Biblioteca
    Obrera. Estuvieron presentes Juan B. Justo, Payr6, Lugones,
    Carlos Malagarriga, Ingenieros y Enrique Dickmann. Designaron
    como responsables de la institución a Emilio
    Roqué, Mauricio Klimann y N. Chertkoff.

    Instalada en una de las salas del local de la calle
    México, pas6 más tarde, a fin de hacer
    ampliaciones, al piso alto, en donde adquirió mayor
    desarrollo, mejoró su caudal bibliográfico y
    ordenó sus catálogos, gracias a la paciente labor
    de Fernando Lanzola. Cuando la biblioteca pas6 a funcionar en
    la Casa del Pueblo, a fines de los años 20, contaba con
    más de 25.000 volúmenes. En 1953, al ser
    incendiada la Casa del Pueblo -que se encontraba ubicada en
    Rivadavia 2150- se perdió la mayor parte de su fondo
    bibliográfico y con él, una parte considerable de
    la historia del movimiento obrero argentino y latinoamericano.
    Reconstruida sobre la base de algunos libros que
    se salvaron de las llamas y donaciones de particulares, la
    institución se encuentra instalada actualmente en
    avenida La Plata 85, en Buenos Aires.

    Pero no se trataba sólo de acumular libros. El proyecto
    cultural socialista tenía una concepción dinámica. Por eso, a comienzos de 1897 se
    concreta la idea de constituir la Escuela Libre para
    Trabajadores. Fue organizada por el Centro Socialista Obrero y
    sus estatutos redactados por Juan B. Justo. Los dos primeros
    artículos del estatuto decían que la Escuela
    Libre para Trabajadores tenía por objeto difundir las
    doctrinas y métodos
    científicos elementales que dieran amplitud y vigor a la
    inteligencia
    y los procedimientos
    artísticos (literatura,
    educación, música,
    etc.) más eficaces para expresar los sentimientos y las
    ideas y señalaba que la enseñanza que en ella se diera
    debía ser gratuita y abierta para todos. En la escuela
    dieron clases Justo, Emilio Roqué (padre e hijo),
    Malagarriga, Marouillier Raven, Mariana y Fenia
    Chertkoff, Klimann, Lebrón y
    otros.

    7. La "sociedad luz"
    A comienzos de 1899 el estudiante de ingeniería Mauricio Klimann inició
    los trabajos para organizar una institución cultural
    destinada a la enseñanza con proyecciones luminosas, que
    por aquella época comenzaban a estar en boga en Europa.

    El doctor Juan B. Justo acogió con simpatía la
    idea que se concretó durante una reunión
    celebrada en el Centro Socialista de la calle México, a
    la que concurrieron cuatro personas: Justo, Piñeiro,
    Klimann y Angel M. Giménez. Este último
    sería el motor de la
    nueva institución. Provenía de una familia
    burguesa y parte de su fortuna personal la
    dedicaría a las obras culturales del Partido Socialista
    y a la propia "Sociedad Luz". Giménez era un positivista
    y racionalista darwiniano. De formación
    científica, en su profesión de médico se
    dedicó a los grandes temas sociales. A él se debe
    el impulso racionalista de la "Sociedad Luz" y también
    algunas de las que hoy parecen extravagantes actitudes
    del socialismo argentino en esta materia.

    El darwinismo social -que predicaba Giménez- era una
    concepción totalizadora que comprendía la
    explicación del hombre y de la historia como la lucha
    entre las razas, entre las naciones, entre las clases y entre
    los individuos. Para el darwinismo, la economía
    política era una aplicación a la especie
    humana de las leyes
    biológicas que regían la lucha por la vida en
    todas las sociedades animales. Es
    decir, que las sociedades humanas evolucionan dentro de leyes
    biológicas especiales, que son las leyes
    económicas.

    Unido a esa concepción darwinista y al positivismo,
    el socialismo de Angel M. Giménez concluía con
    una visión iluminista y abstracta de la sociedad. Por
    cierto que ese positivismo nada tenía que ve e
    socialismo de Marx y Engels.
    Para Giménez, la fórmula de "educar al soberano"
    adquiría un aspecto militante, desvinculado de la lucha
    social concreta. En ese sentido, Juan Carlos Portantiero
    señala con acierto: "Por cierto que esta notable
    -diría inspirada, como realización 'desde abajo'-
    capacidad organizativa de los socialistas por penetrar en la
    cultura popular estaba viciada por una concepción
    'pedagógica' que habría de limitar su eficacia; al
    despreciar -a diferencia del anarquismo y del radicalismo- los
    resortes emocionales, maniqueos, de la
    comunicación, su mensaje no pudo ser sino finalmente
    elitista".

    Con todo, la obra desarrollada por Giménez en el campo
    de la cultura popular fue notable. Los grandes sectores
    populares -inmigrantes y criollos- fueron saturados por
    campañas antialcohólicas y de educación
    sexual, con obras de la literatura universal,
    científicas, políticas, por pocas monedas. Hoy,
    todo aquello parece extravagante, pero fue notable el impacto
    de esa actividad destinada a la educación sanitaria. Los
    bajos índices de alcoholismo
    y de otras enfermedades sociales en
    los grandes centros urbanos de nuestro país
    parecerían indicar que aquella prédica rindió sus frutos.

    8. El ateneo popular

    Otro centro cultural de alta jerarquía científica
    y política fue el Ateneo Popular, dirigido por Enrique
    del Valle lberlucea y en cuya secretaría se
    desempeñaba Alicia Moreau.

    La institución -en una primera etapa- estuvo vinculada
    al Partido Socialista y publicaba la Revista
    Socialista Internacional. Allí se incluyeron, entre 1908
    y 1915, importantes trabajos doctrinarios, filosóficos,
    políticos y económicos sobre el pensamiento
    socialista. En sus primeros números, la revista se hizo
    eco de la polémica que habían sostenido el
    italiano Enrique Ferri y el líder
    del socialismo argentino, Juan B – Justo. Del Valle Iberlucea y
    otros pensadores socialistas terciaron en la discusión
    -un debate clave
    para la comprensión del desarrollo
    económico-social argentino- y se fueron publicando
    en sucesivos números las distintas interpretaciones.

    El italiano Ferri había sostenido que el socialismo
    argentino era un trasplante de la social democracia
    europea a nuestro país. Le parecía a Ferri que
    los socialistas habían importado el movimiento
    político desde Europa, ya que no existían a su
    juicio condiciones económico-sociales de tipo industrial
    y una clase trabajadora que diera vida a un Partido
    Socialista.
    Para Ferri, el socialismo sólo correspondía a un
    estadio en la evolución de las sociedades humanas y por
    lo tanto se producía en los países capitalistas
    más avanzados.
    Esto era el ABC que predicaban algunos marxistas ortodoxos como
    Carlos Kautzky. Sin gran desarrollo capitalista, sin gran
    industria y
    una numerosa clase obrera no se podría realizar el
    socialismo. En nombre de la ortodoxia doctrinaria se negaba la
    existencia del socialismo argentino, que era la "planta
    exótica" en el Río de la Plata.

    Si en nombre de un socialismo dogmatizado Ferri negaba
    existencia al socialismo en la Argentina, tanto Justo como del
    Valle lberlucea lo refutaron. Porque la democracia dejaba de
    ser un régimen que debía durar décadas,
    para surgir entonces las consignas socialistas. Esas consignas
    irían a la par. El socialismo rioplatense
    advirtió el proceso y de allí su razón de
    ser y su justificación histórica para Justo y sus
    seguidores.

    El Ateneo Popular liderado por Enrique del Valle lberlucea y
    Alicia Moreau cumplió un inteligente papel de gestor de
    cultura popular: conferencias, reuniones de divulgación
    debates. El núcleo fue ampliando sus colaboradores y se
    acercaron algunos intelectuales no socialistas: Joaquín
    V. González y Agustín Alvarez, entre otros. La
    revista cambió su nombre, denominándose Humanidad
    Nueva. Pero su espíritu fue el mismo: un socialismo
    abierto y creador, en donde se incluían trabajos de
    otros intelectuales progresistas.

    9. Las bibliotecas
    obreras

    La preocupación de los dirigentes y militantes
    socialistas por la cultura popular fue permanente y cada vez
    que un centro socialista se constituía la biblioteca era
    uno de los primeros aspectos en cubrir.
    Algunas alcanzaron, por el número y calidad de
    obras reunidas, así como por el movimiento de lectores
    -en su mayoría obreros y empleados- especial
    importancia. Deben destacarse la Biblioteca Edmundo de Amicis,
    del Centro Socialista de la sección 4ª.; la Alberto
    de Diego, de la 8a., y la Mariana Chertkoff, de la 6a. En el
    interior, en localidades pequeñas, los socialistas
    tenían en ese terreno un campo grande de actividad y fue
    así como los Centros Socialistas de Resistencia (Chaco),
    Santiago del Estero y el de Junín (provincia de Buenos
    Aires) poseían espléndidas bibliotecas con
    millares de volúmenes confortablemente instaladas en las
    Casas del Pueblo. Todavía existe la de Junín,
    actualmente denominada Juan Bautista Alberdi. Está
    ubicada en el centro de la ciudad bonaerense y reúne
    numerosas obras dedicadas al pensamiento social y obrero.

    Resulta de interés consignar un cuadro completo de las
    bibliotecas obreras del Partido Socialista, al 31 de marzo de
    1932. El dato fue publicado en el libro
    Nuestras bibliotecas obreras de Angel M. Giménez, que su
    vez lo extrajo de los boletines internos del Partido
    Socialista. Cabe consignar que esas bibliotecas reunían
    entre 3000 y 6000 volúmenes cada una.
    Bibliotecas
    Capital
    Federal …………………………………………..
    56
    Provincia de Buenos
    Aires…………………………….180
    Catamarca…………………………………………………..
    4
    Córdoba…………………………………………………….
    26
    Corrientes……………………………………………………
    5
    Entre
    Ríos…………………………………………………..
    10
    Jujuy………………………………………………………….
    1
    La Rioja ……………………………………………
    4
    Mendoza…………………………………………………….
    23
    Salta
    …………………………………………………………
    23
    San
    Juan…………………………………………………..
    . 14
    San
    Luis……………………………………………………
    3
    Santa
    Fe…………………………………………………….
    29
    Santiago del Estero. …………………………. 7
    Tucumán……………………………………………………
    12

    En los entonces Territorios Nacionales:
    Chaco………………………………………………………..
    3
    La
    Pampa…………………………………………………..
    14
    Misiones…………………………………………………….
    1
    Neuquén…………………………………………………….
    1
    Santa
    Cruz………………………………………………….
    1
    Río
    Negro…………………………………………………..
    1

    Total 397

    Si tenemos en cuenta que las 397 bibliotecas, en la
    mayoría de los casos, reflejaban los centros socialistas
    (no se cuentan las agrupaciones colaterales, juveniles, de
    mujeres, de oficios y los centros socialistas que no
    poseían biblioteca) se demuestra, además, que el
    Partido Socialista estaba extendido a lo largo y ancho del
    país, y que no era un mero fenómeno urbano y
    porteño, como se ha sostenido. Hay que tener en cuenta
    que tampoco cuento
    aquí los centros, bibliotecas y escuelas libres de los
    anarquistas y sindicalistas
    revolucionarios.

    10. El movimiento feminista. los recreos infantiles
    En 1931, a iniciativa de Fenia Chertkoff de Repetto y
    María C. de Spada se constituyó una
    asociación denominada Bibliotecas y Recreos Infantiles.
    Sus propósitos eran claros y precisos y llenaron una
    necesidad social.

    En sus principios liminares la institución
    establecía la necesidad de "sustraer a los niños
    de los barrios populosos de la capital de la calle y sus
    peligros físicos y morales, ofreciéndoles, en
    cambio bajo
    la dirección de una persona
    competente, una ocupación inteligentemente escogida, por
    medio de libros, láminas, juguetes, juegos
    racionales y ejercicios físicos, cantos, paseos de
    estudios y labores manuales."
    La propuesta, autónoma en su acción,
    recibió el estímulo y el calor del
    Partido Socialista. El primer recreo fue abierto en la
    Biblioteca Mariana Chertkoff de la 6a., el segundo en la
    Sociedad Luz. Cooperaban, entre otras, Adela Chertkoff de
    Dickmann, Rosa B. de Mouchet, Victoria Gucovsky, Amelia Testa,
    Teresa Raquel Varela, Angela J. Santa Cruz y María
    Cervini. Para esa época contaban con 9 recreos
    infantiles: un anexo al Centro Socialista de la Sección
    19a., en Austria 2156, el de la "Sociedad Luz" (denominado
    "Bichitos de Luz"), y otros seis, llamados Bernardino
    Rivadavia, Florentino Ameghino, Domingo Faustino Sarmiento, A.
    Arienti, Mariana Chertkoff y Aurora.

    Luego fue creada la Biblioteca y Hogar de Vacaciones Carlos
    Spada (hijo) que era un recreo infantil en Justo Daract
    (Provincia de Buenos Aires).
    Fenia Chertkoff fue una destacada feminista que en 1902
    abrió el Centro Socialista Femenino. Desde allí
    batalló contra la explotación legal, social y
    sexual de la mujer,
    especialmente de las trabajadoras. Sirvió de base esa
    organización para que otras luchadoras comenzaran en
    nuestro medio la agitación feminista.
    Pionera, en esa actividad, fue la doctora Alicia Moreau de
    Justo. Tras militar en el primer centro feminista,
    contribuyó a fundar en 1907 el Comité
    Pro-sufragio Femenino. Con ella figuraron Elvira Rawson de
    Dellepiane, Sara Justo y Julieta
    Lanteri.

    11. La cultura artística: música, coros y
    teatro

    En el anhelo de realizar obras prácticas, los
    socialistas trataron de desarrollar aspectos de la cultura
    artística, abarcando la música, los coros y el
    teatro. El
    l° de Mayo de 1896 se cantó por primera vez en
    Buenos Aires el "Himno de los Trabajadores" de Felipe Turati y
    la canción proletaria "Hijo del Pueblo" de
    Carratalá Ramos.

    Ese día, en una quinta abandonada de la calle Arena, en
    los mataderos viejos (hoy Parque de los Patricíos), fue
    celebrada la fecha obrera con un asado con cuero y a voz en
    cuello, con bastante desafinación, pero con mucho
    entusiasmo, fueron entonados los himnos proletarios, con
    acompañamiento musical improvisado.
    A la noche, en el Club Vorwarts, la primera banda-orquestilla,
    dirigida por el estudiante socialista Adolfo Fernández
    que tocaba el piano, los hermanos Curet y otros iniciaron el
    acto con los primeros compases y el coro ya fogueado,
    entusiasmado por el éxito
    de la tarde, entonó los himnos en medio de grandes
    admiraciones.
    Desde esa fecha, las bandas y orquestas socialistas se hicieron
    presentes en todas las grandes reuniones, especialmente al
    conmemorarse el Día del Trabajo. Todavía en los
    años cincuenta, las orquestas populares socialistas
    acudían a esas festividades. Y con esas orquestas,
    también los guitarristas y payadores socialistas.
    Algunos ya han entrado en la leyenda, como el guitarrista y
    payador de San Nicolás de los Arroyos, Pedro
    González Porcel.

    Con el paso del tiempo los coros y orquestas se fueron dando
    una organizaci6n, como también los conjuntos
    teatrales. Así nació la Agrupación
    Artística Socialista "Juan B. Justo", y posteriormente,
    el Teatro Libre "Florencio Sánchez". Este último
    estuvo ubicado, hasta hace pocos años, en el viejo
    Centro Socialista de la sección 8a., Loria 1194. Esa
    casona había sido el cuartel general de los huelguistas
    durante la Semana Trágica de 1919 y fue incendiada
    durante la última dictadura
    militar.

    Muchos grandes artistas de los teatros nacionales iniciaron sus
    primeros pasos en los conjuntos dramáticos organizados
    por los teatros socialistas.
    Después de 1917, el sector encabezado por José F.
    Penelón, Juan Ferlini y Rodolfo Ghioldi se separó
    del P.S. y constituyó el Partido Socialista
    Internacional, que tres años más tarde se
    transformó en Partido Comunista. A ese sector, y a su
    líder indiscutido entre 1917 y 1926, el obrero
    tipógrafo José F. Penelón, se deben
    algunas publicaciones de importancia: el semanario La
    Internacional y La Correspondencia Sudamericana de las cuales
    fue director por varios años. Paralelamente,
    Simón Scheimberg y Aldo Pechini editaron Documentos del
    Progreso, con toda la información posible procedente de la
    Rusia soviética.
    Los comunistas se dedicaron fundamentalmente a la propaganda
    política, desentendiéndose de la faena que el
    P.S. realizaba en torno a la
    cultura popular. Pero en 1921 editaron una revista infantil,
    denominada Compañerito que significó una competencia
    para el liberal Billiken de Constancio C. Vigil. La censura
    cayó rápidamente sobre la publicación que
    desapareció.
    Paralelamente, José Ingenieros fundó en 1915 la
    ya mencionada editorial "La Cultura Argentina", formidable
    esfuerzo por poner al alcance de amplios sectores de la
    población los clásicos argentinos. En 1922,
    Antonio Zamora dio vida a su Editorial "Claridad." -durante
    medio siglo- y a la revista homónima. Con ella, la
    literatura nacional y universal, pudo difundirse con carácter
    masivo a través de ediciones de libros a precios
    económicos.

    Estos fueron algunos de los momentos de la cultura obrera entre
    1890 y 1940. No entro a considerar la cultura peronista y la
    que generaron otras corrientes en el país. El abandono o
    la falta de actualización por parte de los partidos de
    izquierda de estas tradiciones culturales sumados al
    fenómeno de masas del peronismo, debilitó la
    conciencia de clase y la concepción de una nueva
    sociedad. Ya no se luchaba por un nuevo sistema socialista sino
    por las reformas sociales dentro del capitalismo, como
    diría con ironía Federico Engels, por un
    "capitalismo sin sus defectos". Aun los sectores reformistas,
    en la primera mitad del siglo, mantuvieron aquella
    visión teleológica que pugnaba "por una nueva
    sociedad socialista" Los partidos de izquierda no supieron
    conservar aquella lucha cultural y desarrollarla en los nuevos
    escenarios o la rechazaron por considerarla anacrónica.
    Olvidaron o ignoraron las premisas de Antonio Gramsci sobre la
    lucha cultural. Los resultados de esa política
    errónea están a la vista.

    12. Periodo 1943/1955

    Movimiento sindical y politica laboral
    El ciclo abierto en 1943 posibilitaría que, el movimiento
    sindical, permanentemente dividido, mas tolerado que reconocido y
    aún reprimido por muchos gobiernos, comenzará a
    transitar una nueva etapa que lo transformaría
    profundamente.
    Por vez primera, la organización de los trabajadores fue
    estimulada y aún promovida desde el poder, superando las
    barreras que le habían impedido unificarse. La clase
    trabajadora constituyó el eje base principal de
    sustentación de un nuevo y vasto movimiento
    político que buscaba transformar, también, las
    condiciones sociales, políticas y económicas del
    país.
    El 4 de Junio de 1943, una revelación militar
    resolvía desconocer las autoridades civiles, presididas
    por el Dr. Ramón
    Castillo, haciéndose cargo del gobierno.
    Entre los actores de este levantamiento se encontraban cuadros
    militares que se manifestaban deseosos de bloquear la candidatura
    presidencial del hacendado Robustiano Patrón Costas, que
    había sido avalada por el régimen depuesto.
    Patrón Costas representaba el continuismo conservador y no
    ocultaba, con respecto a la confrontación mundial que se
    desarrollaba en esos momentos, su simpatía por la causa
    aliada, en contraposición con la, hasta entonces, dudosa
    neutralidad llevada a cabo por Castillo. El sector de militares
    que se negaba a esta candidatura, agrupados en el Grupo de
    Oficiales Unidos (G.O.U.), estaba, indudablemente, deslumbrado
    por la rápida campaña d los ejércitos
    alemanes que, entonces, estaban cerca de lo que parecía
    ser la victoria final. Otros partícipes del levantamiento
    eran cuadros militares que se encontraban hastiados del fraude electoral
    sistemático y estaban, también, los partidarios del
    "nacionalismo
    de derecha", mortificados por el desplazamiento sufrido en la
    revolución 1930, cuando fueron desplazados por el grupo
    encabezado por el General Justo. Todos estos sectores
    coadyugaron, pues, en producir la revolución de junio.

    En un primer momento, el General Arturo Rawson, fue consagrado
    Presidente Provisional, pero, debido a problemas
    internos, se vio obligado a renunciar, dejando el cargo en manos
    del General Pedro Ramírez. La política
    internacional de este estuvo gobernada por el principio de
    neutralidad que representaba, a esa altura, una concomitancia con
    las potencias del Eje Berlín-Roma-Tokio. En
    febrero de 1944, Ramírez fue obligado a renunciar luego
    que el gobierno argentino, incapaz ya de sostener la presión
    externa, rompiera, un mes antes de la finalización de la
    guerra, sus
    relaciones diplomáticas con Alemania. La
    renuncia de Ramírez dejó la revolución en
    manos del General Edelmiro Farrell y, tras de él, el grupo
    allegado al G.O.U. encabezado por los Coroneles Juan D, Perón y
    Domingo Mercante.

    Perón, que ocupaba la Secretaría del Ministerio
    de Guerra desde junio de 1943, siguió escalando posiciones
    hasta ser nombrado Vicepresidente en julio de 1944. De esta
    manera se convirtió en el hombre
    fuerte del régimen militar, ya que, además de esos
    dos cargos, retuvo también la cartera de Trabajo y
    Previsión, a la que había sido promovido en
    noviembre de 1943. Fue, justamente, desde esta cargo, donde
    Perón desarrolló una activa política
    destinada al ámbito gremial, iniciándose un
    período que cambiaría las formas organizativas del
    movimiento obrero y la relación de este con el Estado.
    Desde la Secretaría del Trabajo se impulsó,
    asimismo, la creación de sindicatos nuevos y se
    amplió la legislación
    laboral, haciéndose cumplir la que, hasta ese momento,
    existía solo en los papeles. El 1° de mayo de 1945,
    Perón reseñaba la tarea realizada por la
    Secretaría de Trabajo y Previsión en el
    último año: 29 decretos; 319 convenios y 174
    gestiones conciliatorias que habían beneficiado a
    más de 2.580.000 trabajadores.
    Al mismo tiempo que se iba definiendo el apoyo de los
    trabajadores al gobierno, también iba creciendo la
    resistencia de los sectores patronales a su política
    social. En junio de 1945, 321 entidades empresarias de todo
    el país, representativas de la industria y del comercio,
    elevaban un memorándum al Presidente y publicaban un
    Manifiesto del sector. Señalaban la alarma producida por
    el proyecto salarial mínimo, vital y móvil, aumento
    de salarios y
    participación en las ganancias; preocupadas también
    por "la intranquilidad creciente de un ambiente de
    agitación social, que venía a malograr la disciplina y
    pujante eficiencia del
    esfuerzo productor y cuya gravedad hallaba origen en el constante
    impulso que se deparaba desde dependencias oficiales".

    Este documento significaba una virtual declaración de
    guerra contra el gobierno y, en particular, contra Perón y
    la Secretaría de Trabajo y Previsión. A esta
    ofensiva, se sumarían vastos sectores de la clase media,
    principalmente estudiantes y profesionales; las organizaciones
    sindicales aún controladas por socialistas y comunistas;
    partidos
    políticos; casi toda la prensa; sectores del Poder Judicial y
    de las Fuerzas Armadas y, finalmente, desempeñando un
    activo papel en la coordinación de todos estos elementos, el
    recién llegado embajador norteamericano Spruille
    Braden.

    Para la oposición, Braden era aliado que recalaba en la
    Argentina para dirigir la operación definitiva contra el
    "totalitarismo" y el "nazismo
    vernáculo". Pero, detrás de sus invocaciones, a la
    "democracia", el representante norteamericano no ocultaba su
    propósito de tutelar determinados intereses, buscando
    imponer un gobierno dócil a los negocios
    planeados por Estados Unidos
    para la posguerra, tales como la posibilidad de que las
    líneas aéreas norteamericanas pudieran explotar
    comercialmente el mercado interno
    argentino. Evidentemente, Estados Unidos, que emergía de
    la Segunda Guerra
    Mundial como potencia
    hegemónica dentro del bloque occidental, disputaba, a la
    ya declinante Inglaterra, la
    influencia que, hasta entonces, ésta había
    mantenido en el Cono Sur.
    En setiembre de 1945, la oposición organizaba la
    ‘Marcha de la Constitución y la Libertad",
    reclamando el fin del gobierno militar y su manejo provisional
    por la Corte Suprema. La acometida de la oposición
    ganó cuerpo en un sector de los cuadros militares que, por
    otra parte, estaban descontentos con el grado de poder alcanzado
    por Perón. El 8 de octubre, el General Eduardo Avalos,
    jefe de la Guarnición militar Campo de Mayo, notificaba a
    Perón que había renunciado a sus cargos ya que no
    contaba con el apoyo de las fuerzas armadas. La rebelión
    militar triunfante decidió la detención de
    Perón y su internación en la Isla Martín
    García, mientras una junta de militares se apersonaba a
    Farrell para la formación de un nuevo gabinete.

    La falte de una conexión directa entre la
    oposición y los militares contribuyó al
    reagrupamiento de las fuerzas favorables a Perón , ya que
    la oposición desconfiaba de los militares y no
    perdía oportunidad de repudiar su gestión. Ello favoreció el grupo
    partidario de Perón, que tenía su representante
    principal en el propio Presidente Farrell, quien maniobró
    hasta último momento para conservar la hegemonía en
    el gobierno. Por su parte, los cuadros sindicales adictos a
    Perón y la propia masa de trabajadores, se movilizaron,
    agrupándose el 17 de octubre de 1945, en la Plaza de Mayo,
    luego de converger desde los suburbios capitalinos y de las zonas
    aledañas a la provincia de Buenos Aires. Allí, por
    medio de una huelga general
    que se extendía por todas partes, reclamaba la presencia
    de Perón.

    Lograda ese mismo día la liberación de
    Perón, el discurso de
    éste pronunciado por la noche desde los balcones de la
    Casa Rosada, preanunciaba su plan electoral,
    que contemplaba la renuncia a los cargos en el gobierno para
    aspirar a la candidatura presidencial. La convocatoria a
    elecciones cerraba la última etapa de la revolución
    de junio.
    El 17 de octubre señalaba, a su vez, el hecho que, por vez
    primera en nuestra historia, una movilización de la clase
    obrera determinaba un cambio sustacial en la situación
    política nacional. Este acontecimiento significaba,
    también, la iniciación de una nueva etapa en el
    movimiento obrero, cuyo peso político sería, desde
    entonces, imposible de ignorar.
    Las elecciones convocadas para el 24 de febrero de 1946
    enfrentaron, por su lado, a la Unión Democrática,
    que aglutinaba a los partidos: Radical, Comunista, Socialista y
    Demócrata Progresista, contando con el respaldo de los
    conservadores. Llevaba la fórmula Tamborini-Mosca,
    integrantes del radicalismo, línea "alvearista",
    rebautizada, en ese momento, con el nombre "unionista". Por el
    otro lado, los nombres de Perón-Quijano, respondían
    a la coalición formada por la Unión Cívica
    Radical – Junta Renovadora-, integrada por radicales disidentes,
    el Partido Patriótico, constituidos por antiguos
    conservadores y nacionalistas y el Partido Laborista, formado por
    sindicalistas que apoyaban a Perón.

    Mientras tanto, Estados Unidos otorgaba su respaldo a la
    Unión Democrática, a través de una nueva
    intervención del Señor Braden, desde su reciente
    cargo de Secretario Adjunto de Estado de aquel país. El
    mismo día en que se proclamaba la candidatura de
    Perón, el Departamento de Estado daba a publicidad un
    documento, conocido con el nombre de "Libro Azul", destinado a la
    consulta de las naciones americanas, en el que se denunciaba, una
    vez mas, las vinculaciones de los gobernantes argentinos con la
    Alemania nazi. Esta inadmisible intromisión en la
    política interna, llevaría a los partidarios de
    Perón a condensar la disyuntiva electoral en la
    fórmula "Braden ó Perón".
    Las elecciones dieron la victoria a la fórmula
    Perón-Quijano, obteniendo mayoría absoluta en las
    Cámaras Legislativas y gobiernos provinciales. El 4 de
    junio de 1946 se inauguraba la primera presidencia de
    Perón, reelegido a fines de 1951 para un nuevo
    período, que no llegó a completar.
    La política del gobierno peronista tuvo relevante
    importancia en el campo social y económico. Las medidas
    introducidas en la legislación e en la práctica
    laboral, llevaron a la dignificación del trabajo y del
    trabajador en una forma que, hasta entonces, había sido
    negada.
    Durante este gobierno, los trabajadores y el movimiento obrero
    organizado, fueron parte integrante y activa del desarrollo
    nacional. Dirigentes y militantes sindicales se incorporaron a la
    estructura
    institucional del país, ocupando funciones
    públicas. Dos ministros de la Nación
    surgieron de filas obreras: Ángel G. Borlenghi, secretario
    general de la Confederación de Empleados de Comercio, que
    ocupó la cartera del interior y José M. Freire, del
    Sindicato de
    Obreros de la industria del Vidrio, que se
    hizo cargo del ministerio de Trabajo y Previsión.
    Organismos públicos y comisiones de estudio incorporaron
    directores y representantes sindicales.

    Trabajando estrechamente ligada a la Confederación
    General del Trabajo, a sus Federaciones y Sindicatos,
    aparecía la figura de María Eva Duarte de
    Perón -Evita-. Su acción fue decisiva en pro de la
    concesión de los derechos cívicos femeninos,
    otorgados en 1947. A través de la "Fundación
    Eva
    Perón" se construyeron hospitales, hogares escuelas
    que brindaban educación, asistencia médica y
    alojamiento a hijos de trabajadores, hogares de tránsito
    para albergar, temporariamente, a madres y niños sin
    alojamiento, hasta tanto se resolvieran sus problemas. La
    Fundación trascendió también las fronteras
    nacionales, cubriendo necesidades de países de América
    y Europa, afectados por catástrofes.

    En el campo económico, bajo el impulso de la Segunda Guerra
    Mundial, la política sustitutiva de importaciones,
    adquirió otro nuevo empuje. En 1944, por primera vez en la
    historia de la economía
    argentina, la industria manufacturera participó en la
    formación del Producto Bruto interno (PBI), con un
    porcentaje superior (22,8%) al que correspondía a la
    agricultura y
    ganadería
    juntas (20,1%).
    La industrialización se aceleró y se
    convirtió en un proceso impulsado, deliberadamente, desde
    el aparato estatal, acompañado por el continuo crecimiento
    de los saldo migratorios internos. Si habíamos
    señalado, para el período 1936/1943, 72.000
    migrantes anuales, esta cifra subió a 117.000 en los
    años 1943/1947.
    Estos trabajadores venidos del interior del país,
    conformarían la base de sustentación de la
    política peronista y les cabría un papel
    protagónico en los sucesos del 17 de octubre.
    En este período creció, asimismo, el número
    de establecimientos industriales y el personal en ellos
    ocupado.
    Este desarrollo económico que se formaba en la
    transferencia de ingresos de los
    sectores agrarios hacia las actividades industriales, se
    asentaría en la concepción de un Estado
    Sólido, regulador y promotor de este desarrollo, en el
    impulso y crecimientos del mercado interno, en una
    organización de trabajadores fuerte y unificada y en el
    desarrollo de una burguesía industrial, de carácter
    nacional, ligada a la expansión del mercado interno, de lo
    que dio cuenta la constitución, entre los años
    1952/1953, de la Confederación General Económica
    (C.G.E.), expresión de los sectores de la pequeña y
    mediana empresa y del
    empresariado de tales características del interior de
    país.
    Esta expansión industrial destinada, fundamentalmente, al
    desarrollo de una industria liviana, era aún dependiente
    del exterior para la obtención de materias primas y
    equipos. A partir de 1949, la caída de los precios
    internacionales para los productores agrícolas, que
    financiaban el crecimiento industrial, y las sequías de
    1951/1952, hicieron entrar en crisis el modelo, ya que las
    exportaciones
    agropecuarias no alcanzaban para pagar las importaciones de
    energía y de insumos industriales indispensables para
    mantener en funcionamiento el aparato industrial.

    En este marco, se buscó atraer al capital extranjero, a
    través de la ley 14.222 de 1953, que posibilitaba la
    incorporación de capitales foráneos para la
    instalación de plantas fabriles
    en la industria y en la minería.
    Esta ley permitía la transferencia de utilidades hasta el
    8% del capital libre de impuestos y,
    recién después del décimo año de
    efectuada la radicación, se podría repatriar el
    capital en cuotas anuales . Durante este período se
    radicó IKA (Industria Kaiser Argentina); industria
    automotriz que representaba, por si sola, casi el 70% del total
    de las radicaciones.
    La crisis se evidenció también en un alza del
    costo de la vida
    y en una reducción del salario real. Sin
    embargo, hacia 1955, se notaba una recuperación
    económica en relación a la depresión
    de 1952, que llevó a una recuperación del salario.
    Por otra parte, se debe señalar que, en 1949, el salario
    real se encontraba un 34% sobre el nivel de 1943 (6), lo que da
    cuenta del mejoramiento en el nivel de vida de los
    trabajadores.

    La política
    económica del gobierno peronista estuvo orientada,
    asimismo, hacia la nacionalización de una serie de
    áreas tales como: teléfonos, ferrocarriles, las
    flotas fluvial y de navegación de altamar, las
    compañías de seguros y
    reaseguros y las de energía
    eléctrica. Se nacionalizó el Banco Central,
    quedando bajo su jurisdicción todo lo relacionado con el
    control de cambios, nacionalizándose también los
    depósitos bancarios. Se otorgaron créditos para la industria, a través
    del Banco de Crédito
    Industrial, creado en 1944, se echaron las bases de una industria
    pesada que se pensaba coronar con la gran planta
    siderúrgica de San Nicolás (hoy SOMISA). En
    Córdoba, la Fábrica Militar de Aviones
    producía aviones y motores,
    tractores, autos, y
    motocicletas. Se creó Aerolíneas Argentinas y se
    constituyó el Instituto Argentino para la Promoción del intercambio (I.A.P.I.), como
    único comprador de cereales y oleaginosos a los precios de
    adquisición fijados por el Estado. Esta Institución
    separaba los volúmenes destinados al consumo
    interno y, el resto, los exportaba, rompiendo con el monopolio que
    existía sobre la comercialización de los productos
    agrícolas por parte de las empresas como
    Bunge & Born y Dreyfus.

    Esta política, de corte nacional, limitaba frente al
    capital extranjero, no podría continuar
    profundizándose. La oligarquía, sectores de la
    burguesía industrial (sobre todo los no relacionados con
    el consumo interno), parte de la Iglesia y de
    las Fuerzas Armadas y el propio sector externo, fundamentalmente
    el capital norteamericano, llevaron al golpe militar de 1955,
    intentando "disciplinar" el movimiento obrero organizado en un
    proceso de reconversión de nuestra economía, que
    aparecerá ya ligada a la influencia de Estados Unidos.

    B. Movimiento sindical y politica laboral
    El movimiento sindical que, tal como hemos hecho referencia, se
    encontraba atomizado cuando se produjo el golpe militar de 1943,
    enmarcará su accionar durante el período en este
    contexto de singulares características, inéditas
    hasta ese momento.
    La primera actitud del
    gobierno hacia los gremios fue de naturaleza
    respectiva, clausurándose, en julio de 1943, el local
    donde funcionaba la C.G.T. N° 2, declarando
    prácticamente disuelta a dicha central. En agosto del
    mismo año, intervenía a las dos entidades
    sindicales que representaban el caudal mas importante de
    afiliados a la C.G.T. N° 1: La Unión Ferroviaria y La
    Fraternidad.

    Pero, una línea mas flexible e inteligente en la forma
    de abordar la problemática obrera, comenzaría a
    manifestarse dentro del régimen militar. El ascenso del
    Coronel Perón al Departamento Nacional de Trabajo, hasta
    ese entonces un organismo inoperante, privado constantemente de
    facultades y medios de acción, que pasó a
    convertirse, en noviembre de 1943, en Secretaría de
    Trabajo y Previsión , fue el instrumento que
    transformaría la relación Estado Movimiento
    Sindical.
    La Secretaría de Trabajo y Previsión tenía a
    su cargo la tarea de fiscalizar el cumplimiento de la
    legislación laboral y centralizar toda la actividad social
    del Estado. Desde allí, Perón desplegó una
    incesante tarea, resolviéndose, por intermedio del
    organismo, numerosos conflictos
    gremiales, obteniéndose mejoras salariales para los
    trabajadores, haciéndose efectivas, en la jornada de
    trabajo, las 48 hs semanales, establecidas por ley, pero, cuyo
    cumplimiento había sido muy irregular. Se trabajó,
    también, en la reglamentación del aprendizaje y
    trabajo de menores; se crearon Tribunales de Trabajo, a fin de
    ofrecer un vehículo de acción mas rápida a
    las causas judiciales por motivos laborales; se extendió
    la jubilación a los empleados de comercio y trabajadores
    industriales; se devolvieron retenciones al personal de los
    ferrocarriles del Estado; se creó la División del
    Trabajo y Asistencia a la Mujer, en la
    Secretaría de Trabajo y Previsión. Capítulo
    especial lo constituyó el Decreto – Ley N° 28.194, del
    año 1944, que estableció el "Estatuto del
    Peón de Campo", introduciendo la legislación
    laboral en el interior de las, hasta entonces, intocables
    estancias, estableciendo un sistema de salarios mínimos,
    descanso dominical, vacaciones pagas, estabilidad, condiciones de
    abrigo, espacio e higiene en el
    alojamiento del trabajador.
    Estas medidas, en beneficio de la clase trabajadora, junto con
    las otras sobre las que luego nos extenderemos, ampliaron, no
    solo la legislación de trabajo, sino que convirtieron a
    esta en una realidad concreta de cabal cumplimiento.
    La política llevada a cabo por la Secretaría de
    Trabajo y Previsión, redefinía, así, su
    propia identidad como
    institución transformada en "un organismo mediante el cual
    el Estado va en defensa de los derechos de las masa sufridas y
    laboristas".
    Testimonios de dirigentes sindicales de la época,
    confirmaban plenamente esta transformación: "En nuestro
    trabajo sindical, decía un metalúrgico, advertimos,
    a partir de 1944, cosas increíbles: que se hacían
    cumplir las leyes laborales incumplidas en otra época; que
    no había necesidad de recurrir a la justicia para el
    otorgamiento de vacaciones; otras disposiciones laborales tales
    como el reconocimiento de los delegados de fábrica,
    garantía de que no serán despedidos, etc.,
    tenían una vigencia inmediata y rigurosa (…) Los
    patrones estaban tan desconcertados como asombrados y alegres los
    trabajadores. La Secretaría de Trabajo y Previsión
    se había convertido en un factor de organización,
    desenvolvimiento y apoyo para la clase trabajadora. No funcionaba
    como una regulación estatal por encima de las clases en el
    orden sindical, actuaba como un aliado estatal de la clase
    trabajadora ".

    La política desplegada por la Secretaría de
    Trabajo y Previsión se concentró en dos frentes:
    Sobre los dirigentes y sobre la masa trabajadora. La
    captación de dirigentes sindicales de antecedentes
    socialistas y sindicalistas pudo lograrse por medio del cambio de
    status que experimentaron. Cansados de golpear las puertas de las
    antesalas oficiales durante el período conservador, se
    vieron, de pronto, ente un gobierno que atendía sus
    reclamos y que tenía una política
    programática que le permitía un alto grado de
    flexibilidad. El dirigente gremial pasó, de ser un
    individuo indeseable a participar en las decisiones, o, al menos,
    estar presente en el momento en que se adoptaran . No puede
    desconocerse, si se quiere entender el vuelo que
    experimentó el sindicalismo argentino, este factor
    importante, ya que puede explicar el cambio de posición
    que muchos dirigentes sindicales adoptaron. En lo que respecta a
    los trabajadores, las sucesivas medidas que se fueron tomando,
    significaron abrir los ojos a una nueva realidad que les dio la
    sensación de convertirse de simples convidados de piedra
    en actores principales del proceso de renovación. Su
    lealtad política, salvo con Yrigoyen, nunca había
    sido muy firme y los socialistas no habían podido
    convencerlos lo suficiente como para darles las posibilidades de
    formar un partido obrero. Cuando el gobierno comenzó a
    hablarles en un lenguaje que
    comprendían, lejos de las complicaciones internacionales ,
    cerca de los valores
    tradicionales, a los cuales permanecían afectos, su
    lealtad se inclinó hacia los protagonistas de esa
    política y, particularmente, a la persona del titular de
    la Secretaría de Trabajo y Previsión (9).
    La nueva dirigencia sindical no conformaba, pues, una corriente
    de hombre sin antecedentes, que negaran o repudiaran todo lo
    hecho hasta ese momento dentro del movimiento obrero. Estos
    dirigentes que habían militado, fundamentalmente, en las
    filas del socialismo y del sindicalismo puro, conservaban de sus
    anteriores concepciones y de la evolución que incluso
    éstas habían sufrido en los avatares de la lucha
    sindical, el planteo reformista que los llevaba a apegarse a
    concepciones pragmáticas. Este pragmatismo
    que no cuestionaba frontalmente, a la manera anarquista, las
    bases de sustentación del sistema capitalista, buscaba el
    respeto por los
    intereses de la clase obrera y los acercaba, naturalmente, a las
    propuestas y medidas emanadas de la Secretaría de Trabajo
    y Previsión.

    Estos dirigentes fueron redefiniendo, con apoyo estatal, la
    organización gremial y el nuevo papel que ésta
    jugaría. La intervención en los gremios
    ferroviarios había decidido mantener relaciones con la
    C.G.T., que se había reorganizado en la sede de la
    Unión Tranviarios Automotor, nombrando representantes
    ferroviarios para participar en la constitución de una
    Comisión de Unidad Sindical integrada por representantes
    de los dos sectores de la C.G.T., la Unión Sindical
    Argentina y los sindicatos autónomos. El objetivo
    primordial era reanudar los contactos y fortalecer a la central
    obrera como única organización a fin de evitar la
    atomización de los intereses obreros.
    La comisión llevó a cabo una tarea de
    organización sindical por distintos lugares del interior,
    que fortaleció el frente sindical. Del naciente movimiento
    solo quedaban excluidos los comunistas, mas disciplinados que
    otros grupos y convencidos del carácter "fascista" del
    régimen, rechazaban en forma terminante todo intento de
    acercamiento. En algunos casos de sindicatos controlados por
    ellos, desde la Secretaría de Trabajo y Previsión,
    se apoyó e impulsó la creación de sindicatos
    paralelos con conducciones contrarias y excluyentes a la
    comunista: la creación, en 1943, de la Unión Obrera
    Metalúrgica (UOM) y de la Unión Obrera de la
    Construcción de la República
    Argentina (UOCRA), fueron ejemplo de ello. Asimismo, se
    organizaron nuevos sindicatos en gremios donde, hasta entonces no
    existían y, a fines de 1944, mas de 40 organizaciones
    habían ingresado en la C.G.T., entre las que se
    destacaban, además de las dos anteriormente
    señaladas: la Sociedad Obrera de la Industria
    Vitivinícola de Buenos Aires y la de San Juan, el
    Sindicato de Obreros Fideeros de la Capital Federal, el Sindicato
    Obrero del Papel, de Obreros Peleteros, de la Industria del
    Vidrio y la Federación Obrera Tucumana de la Industria
    Azucarera.
    Reorganizada la C.G.T., en setiembre de 1945, con Silverio
    Portieri como Secretario Genera;, crecerá incesantemente
    en número de afiliados, pasando de 80.000 en 1943 a
    500.000 en 1945 y 1.500.000 en 1947, diez años
    después agruparía a 6.000.000 de trabajadores (10).
    A este desarrollo contribuyó la Ley de Asociaciones
    Profesionales de 1945, que fue el instrumento para realizar la
    integración sindical. Dicha ley conoció a los
    sindicatos como asociaciones de derecho
    público y estableció el control del Estado
    sobre los ingresos y gastos de la organización, pudiendo
    el Ministerio de Trabajo adjudicar a retirar personerías
    gremiales que, por otra parte, eran otorgadas al sindicato
    mayoritario por la rama de actividad. Se reconocía
    también al sindicalismo el derecho a participar en
    política, con lo cual el Estado asumía, por vez
    primera, el contenido político de las luchas gremiales y
    afirmaba la voluntad de estructurar un movimientos sindical
    unido.

    Frente a los acontecimientos de octubre de 1945, que
    culminarían el día 17 con la impresionante
    movilización de trabajadores que exigía el retorno
    de Perón, la conducción de la C.G.T. mostró
    vacilaciones y contradicciones, producto de tendencias
    encontradas.
    De un lado, estaba la vieja y tenaz tradición de
    presidencia política así como las arraigadas
    técnicas de supervivencia que llevaban a no
    arriesgarse en defensa de una causa que se suponía
    perdida. Del otro lado, sin embargo, estaba la convicción
    de que la causa de Perón significaba el triunfo de los
    sectores Capitalistas y, pese a todas las promesas que se
    hicieran, un giro radical en la política social del
    gobierno y en el papel de las organizaciones sindicales. A
    diferencia de todas las contiendas políticas anteriores,
    en ésta se jugaba, en gran medida, la suerte del
    movimiento obrero que, por primera vez, tenía algo que
    perder. Finalmente, había un elemento decisivo; las bases
    habían empezado ya a movilizarse por sí solas en
    todo el país. No sólo se habían producido
    paros y manifestaciones espontáneas, sino que, muchos
    sindicatos -en el Gran Buenos Aires, en Rosario, en
    Tucumán-, habían declarado, por su cuenta, la
    huelga general. Un grupo de dirigentes autónomos, con
    Cipriano Reyes a la cabeza, realizaba una intensa gitación
    en los lugares de trabajo y presionaba incesantemente a la
    conducción cegetista .
    De esta manera, el Comité Confederal de la C.G.T. el
    día 16 declaró la huelga general, luego de un arduo
    debate; esta moción votada en una casi paridad de fuerzas
    (21 votos a 19), debía efectivizarse a partir del
    día 18. Nuevamente la conducción cegetista
    había sido superada por los acontecimientos, ya que la
    movilización se volcó a las calles e impuso, de
    hecho, la huelga general, sin esperar la fecha fijada por la
    C.G.T..
    En el frente político que llevaría a Perón a
    la presidencia, ocuparía un importante papel el movimiento
    sindical, a través del Partido Laborista. En él
    habían convergido hombres de antecedentes e
    ideologías diversas: dirigentes socialistas como
    Borlenghi, o de la corriente sindicalista como Gay, quien
    asumiría la dirigencia del partido y sería
    también secretario general de la C.G.T.. Estaban
    también presentes hombres de trayectorias mas recientes e
    ideologías mas difusas, como Cipriano Reyes.

    En mayo de 1946, Perón ordenó la
    disolución de los partidos que lo habían apoyado y
    su confluencia en el Partido Único de la Revolución
    Nacional y bajo los argumentos de divisiones y enfrentamientos
    internos que debilitaban la coalición. Este hecho,
    provocó la reticencia de los dirigentes laboristas, pero,
    pronto advirtió la mayoría que la resistencia
    sería inútil, sólo Cipriano Reyes, junto con
    algunos allegados, intentó, sin éxito hacerlo.

    Los testimonios sobre la disolución del Partido
    Laborista, no son coincidentes. Un dirigente de la época,
    Juan Rodríguez, expresaba:
    "Durante su primer gobierno, Perón no quería tener
    mucha oposición dentro de su movimiento, porque, si no, no
    podía haber avanzado como avanzó. Tenía que
    tener alguna libertad y la consiguió así. No
    quería tener un partido político que lo tuviera
    dominado, no quería diputados o senadores que presentaran
    proyectos por
    su cuenta y crearan conflictos económicos o
    internacionales. Eran tantas las cosas que había que hacer
    que Perón no podía tener oposición. Ya
    suficiente la oposición externa y no quería tener
    la interna."
    Por su parte, Gay veía el hecho de la siguiente
    manera:
    "Perón disuelve el Partido sin ningún derecha,
    simplemente para favorecer una maniobra que él ya
    está elaborando in mente en colaboración con los
    radicales renovadores y para evitar el contralor, el contralor
    así como suena -que hubiera ejercido el PL a través
    de sus diputados y senadores. Se da cuenta que el partido no
    secunda totalmente sus propósitos, él se da cuenta
    que el partido es difícil manejar. Por otra parte, en la
    C.G.T. el sentido de independencia
    se manifiesta de distintas formas, es decir, estamos dispuestos
    todos a secundar al gobierno, nadie pensó en retirarle el
    apoyo a Perón siendo Presidente, al contrario,
    pensábamos apoyarlo, pero no incondicionalmente. Es decir,
    nosotros sosteníamos la necesidad de la independencia del
    movimiento obrero para decidir sus propias acciones."

    En enero de 1948, la justicia quitaba la personería al
    Partido Laborista. Gay había renunciado a la presidencia,
    antes de que el Comité Directivo aceptara la
    disolución, para no convalidar la medida. En setiembre, 15
    dirigentes laboristas, entre ellos Cipriano Reyes, eran
    detenidos, acusados de planear un atentado contra Perón,
    permaneciendo en la cárcel desde entonces hasta la
    caída del gobierno.
    El movimiento sindical, consolidado ya en una central
    única, aumentó, a partir de 1947, sus tareas
    organizativas. Se recorrieron los principales centros del
    interior, realizándose congresos locales, que fueron
    solidificando la central, por medio de las delegaciones
    regionales. La C.G.T. participó, asimismo, en la
    creación de federaciones obreras, amalgamando sindicatos
    autónomos y dándole la correspondiente
    jurisdicción nacional.

    A partir de 1949, la ligazón política que
    unía a la C.G.T. con el gobierno, se hizo cada vez mas
    estrecha, pasando a formar parte, como rama sindical, del ya
    constituido Partido Peronista. Esta vinculación la
    llevó, en algunos casos, a encontrarse frente a
    disyuntivas, debiendo optar entre su adhesión al gobierno,
    del cual constituía unos de los pilares de
    sustentación, y los reclamos de sus gremios adheridos. En
    este sentido, es importante referirse a algunos de los
    movimientos sindicales de protesta, que colocaron a la C.G.T. en
    una coyuntura difícil. Estos movimientos se tradujeron en
    una serie de huelgas, iniciadas por sindicatos muy importantes,
    como ser obreros de la carne, municipales, bancarios, industria
    del azúcar,
    gráficos, marítimos y ferroviarios,
    motivados en reclamos salariales y/o incumplimiento de convenios
    colectivos. En el período 1949/1951, las huelgas bancarias
    y ferroviarias, fueron realizadas por comisiones internas que
    escaparon al control de las autoridades gremiales, que se vieron
    impotentes frente a tales manifestaciones. En el caso de la
    huelga general que protagonizaron los trabajadores
    gráficos, en marzo de 1949, las autoridades sindicales
    fueron suspendidas por la presión interna, y la C.G.T.
    envió un interventor al gremio. La huelga general
    marítima de 1950, fue llevada a cabo por gremio que no
    había entrado en la C.G.T. : la Confederación
    General de Gremios Marítimos y Afines (C.G.G.M.A.); como
    consecuencia de la misma, la C.G.T. intervino a los principales
    sindicatos marítimos que formaban la C.G.G.M.A. y
    organizó una nueva entidad sindical: la Asociación
    Marítima Argentina que tuvo el reconocimiento del
    Ministerio de Trabajo.

    En estos hechos, de todas formas, lo que importa
    señalar es que, mas allá del accionar de la C.G.T.
    , lo que estaba de manifiesto era la vigencia de la
    movilización de los trabajadores en pos de sus derechos,
    permitiendo discutir algunas afirmaciones respecto del
    período, en el sentido de suponer una suerte de inercia e
    inmovilizmo por parte del movimiento obrero, que pasaría a
    considerar como algo natural que las conquistas sociales fueran
    otorgadas, dadivosamente, desde el Estado.
    En el campo de la legislación del trabajo, a las medidas
    ya señaladas desarrolladas durante la permanencia de
    Perón en la Secretaría de Trabajo y
    Previsión, cabe agregar el Decreto-Ley 1.740, del
    año 1945, que estableció el derecho de todo
    trabajador a gozar de un período mínimo y
    continuado de vacaciones pagas, el Decreto-Ley 33.302, del mismo
    año, que impuso el sueldo anual complementario y creaba el
    Instituto Nacional de Remuneraciones,
    que intentaba desarrollar una política de
    equiparación de salarios al costo de vida e, incluso,
    llegaba a establecer la participación de los trabajadores
    en las ganancias de la empresa,
    aún cuando ello no llegó a implementarse.

    En febrero de 1947, al cumplirse el primer aniversario de la
    victoria electoral, Perón entregó al Secretario
    General de la C.G.T., Aurelio Hernández, el original de la
    Declaración de los Derechos del Trabajador, incorporados
    luego a la Constitución Nacional, sancionada en marzo de
    1949. La declaración comprendía los siguientes
    aspectos:

    • Derecho a trabajar.
    • Derecho a una retribución justa.
    • Derecho a la capacitación.
    • Derecho a condiciones dignas de trabajo.
    • Derecho a la preservación de la salud.
    • Derecho al bienestar.
    • Derecho a la seguridad
      social.
    • Derecho a la protección de su familia.
    • Derecho al mejoramiento económico.
    • Derecho a la defensa de los intereses profesionales.

    La C.G.T., en su Congreso Extraordinario de 1950,
    incorporó a sus Estatutos esta Declaración,
    mientras que los sindicatos y federaciones basaron en ella las
    disposiciones de sus Convenciones Colectivas de Trabajo.

    En el terreno de la capacitación profesional se
    creó la Comisión Nacional de Aprendizaje y
    Orientación Profesional, encargada de velar por el sistema
    de trabajo de los aprendices en las fábricas y las
    llamadas escuelas de medio turno; este régimen se
    completó después de una nueva ley dictada en el
    año 1948, que implantó el Segundo Ciclo de
    Aprendizaje (curso de perfeccionamiento técnico, a obreros
    provenientes del ciclo de aprendizaje y capacitación), con
    miras a instituir la Universidad
    Obrera Nacional que se creaba por medio de la misma ley.

    El desarrollo de la negociación colectiva, la que tuvo amplia
    expansión en este período, contó con la ley
    14.250, del año 1953, que reguló la
    negociación de los contratos
    colectivos de los trabajadores de la actividad, pública o
    privada que no estuvieran comprendidos por estatutos especiales o
    sometidos al régimen establecidos para la administración
    pública, estipulándose la constitución
    de comisiones paritarias con representantes de trabajadores y
    empleadores de la actividad. Con esta ley, el contrato
    colectivo tuvo su consagración definitiva y sus
    consecuencias incidieron, poderosamente, en la concreción
    de una práctica fundamental en las relaciones
    obrero-patronales.
    La centralización operada en el movimiento
    sindical, permitió que la C.G.T. tuviera importancia
    fundamental en la solución de conflictos, discusiones de
    convenios colectivos y desarrollo de actividades sociales y
    culturales. Se desarrolló una intensa actividad en el
    campo de la capacitación sindical, expandiéndose
    las escuelas sindicales de la C.G.T. por el interior del
    país. La consolidación de una importante
    infraestructura en materia de obra social para sus afiliados,
    permitía, en la temporada veraniega 1953/1954, el
    funcionamiento de 22 colonias de vacaciones, atendiendo a un
    total de 310.000 personas; funcionaban, asimismo, 8
    policlínicas y 226 consultorios de clínica general,
    con un total de 1.667.000 trabajadores y familiares
    atendidos.

    En el ámbito internacional, la tarea desplegada por la
    C.G.T. se concretó a la creación de la
    Agrupación de Trabajadores Latinoamericanos Sindicalistas
    (ATLAS). en noviembre de 1952.
    Esta central contó con el apoyo de sectores gremiales
    latinoamericanos y tenía su basamento en la Tercera
    Posición, doctrina que Perón postulaba en el plano
    internacional y que propiciaba una equidistancia de los centros
    hegemónicos de poder, tanto de Oriente como de Occidente.
    La acción de la ATLAS, que se presentaba como una fuerte
    competidora de la Organización Regional Interamericana de
    Trabajadores (ORIT), central impulsada por EE. UU. para controlar
    el movimiento latinoamericano de trabajadores, fue breve. El
    golpe militar de 1955, alcanzó la sede, los bienes y la
    biblioteca especializada de la ATLAS; se eliminaba así, a
    quién, desde el escenario sindical continental, hubiera
    podido desarrollar una propuesta de unión
    latinoamericana.
    La etapa que hemos reseñado, de vital importancia para el
    sindicalismo argentino, culminaría en 1955. En esta
    ocasión, como contrapartida de la centralización y
    verticalización que se había operado en la
    conducción cegetista, ésta se mostró sin
    elasticidad
    suficiente para superar una crisis de tamaña envergadura.
    Las conducciones que se habían ido sucediendo, luego del
    desplazamiento de Gay, marcaron una progresiva integración
    en el aparato estatal y una creciente desmovilización, que
    le restaría efectividad para enfrentar situaciones
    críticas. El movimiento obrero, sin embargo,
    resurgiría, lenta y trabajosamente, después de
    1955, "a pesar de las persecuciones y de la represión, a
    través de las alternativas de una larga
    proscripción; los hechos demostrarían que el
    vínculo establecido entre el movimiento obrero y el
    peronismo, era un vínculo perdurable".

    Partes: 1, 2

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