Indice
1.
Introducción
2. La educacion y la cultura
popular
3. Los Anarquistas
4. Los grupos
socialistas
5. El centro socialista de
estudios
7. La "sociedad luz"
8. El ateneo
popular
9. Las bibliotecas obreras
10. El
movimiento feminista. los recreos infantiles
11. La cultura
artística: música, coros y teatro
12. Periodo
1943/1955 –
13. Caracteres del modelo
sindical argentino
14. Un poco de actualidad y…
sin palabras
El derecho sindical
El derecho del
trabajo ha dejado de ser un derecho que se elabora siempre en
forma consciente y voluntaria, para convertirse en una proceso
màs bien ordenado y racional, que muchas veces obedece a
brotes revolucionarios, que surgen justamente de lo inconsciente
e irracional, influyendo en su elaboraciòn aspiraciones,
deseos, sentimientos, orientados a la consecuciòn de
determinados ideales sociales, econòmicos y
polìticos.
El derecho sindical como todo derecho del trabajo en general no
es ni puede ser un mero producto de
laboratorio.
Su finalidad es la de actuar como un "molde" formal de un hecho
sociològico de gran trascedencia en las sociedades
modernas , como lo es el de la agrupaciòn humana
solicidaria por intereses comunes derivados de la actividad
laboral.
En este marco cabe preguntarse cuàl ha de ser el
rol que debe desempeñar el Estado.
Este solo cumple de manera acertada su rol de garante de la
justicia
social en la medida en que logra estructurar un sistema normativo
que asegure el pleno ejercicio de la autonomìa colectiva
por parte de los interlocutores sociales y su protagonismo la
autorregulaciòn del sistema de relaciones industriales, a
la vez que ofrece reglas de juego que
guardan la debida correspondencia con una mùltiple
interrelaciòn de elementos extrajurìdicos a
travès de los cuales el movimiento
sindical se nutre, se desarrolla y se configura en cada comunidad.
Consecuencia de lo dicho es que el fenòmeno sindical
presenta una acentuada sensibilidad nacional, lo cual implica que
un règimen legal que se elabore para regir èsta
particular especie de organizaciones no
puede de ninguna manera prescindir de los datos de la
experiencia, los usos y costumbres, los valores
aceptados o al menos tolerados en las relaciones colectivas de
trabajo, asì comotambièn los medios de
acciòn que cada grupo
considera màs adecuado para el logro de sus fines, y a su
vez todo èsto debe ser considerado en un contexto
socioeconòmico, politico y cultural de cada
paìs.
El sindicalismo
argentino, que a partir de 1945 ingresò en el
perìodo de su reconocimiento y promociòn por parte
del Estado y de su
afianzamiento como agrupaciòn intermedia, se ha
manifestado y desenvuelto a travès de formas y modalidades
organizativas y dinàmicas. Es asì que los datos de
la realidad laboral y su expresiòn normativa configuran lo
que se ha denominado"Modelo
Sindical Argentino", el cual presenta perfiles propios que
singularizan su fisonomìa .
El règimen legal relativo a la creaciòn,
funcionamiento y actividades de las asociaciones sindicales de
trabajadores, se encuentra enmarcado en la ley que lleva el
Nº 23.551, promulgada por el Poder
Ejecutivo en fecha 14 de abril de 1988 y publicada en el
Boletìn Oficial el dìa 22 de abril de
1988.
La
cultura obrera
argentina como
base de la transformación social
(1890-1940)
"No es cierto que el socialismo
surgirá automáticamente
de la lucha diaria de la clase obrera. El socialismo
será
consecuencia de las crecientes contradicciones de la
economía
capitalista y la comprensión por parte de la
clase obrera de la inevitabilidad de la supresión de
dichas contradicciones a través de la
transformación
social".
Rosa Luxemburgo
("Reforma y Revolución")
La cultura obrera entre fines del siglo XIX y la
mitad del siglo XX constituyó un elemento sustancial de la
lucha de clases. Impulsada por anarquistas y socialistas
contribuyó a desarrollar la conciencia de los
trabajadores, no solo en lo pedagógico sino en la
determinación de su propia liberación y del
conjunto de los explotados. Ahora bien ¿Porqué la
cultura obrera, en todos sus matices, se quebró en nuestro
país? ¿Triunfó el ideal o la ideología de la burguesía? Se han
ensayado diversas interpretaciones. Para algunos, la crisis de la
cultura obrera se produjo por el hecho social del peronismo. Otros
explican el fenómeno por el desarrollo, a
nivel mundial, del keynesianismo, es decir por las reformas
internas del propio capitalismo
tras la crisis mundial de 1929, que habría destruido la
conciencia en sí de los trabajadores. Hay quienes,
también, piensan que el fenómeno estalinista,
desarrollado a nivel mundial por la Unión
Soviética, cristalizó o paralizó el
entramado revolucionario de las fuerzas obreras y del trabajo.
También hay quienes consideran que el distribucionismo de
las reformas parciales que no afectaron el poder
político capitalista, habrían también
contribuido a deteriorar y detener la conciencia
revolucionaria.
2. La educacion y
la cultura popular
Con el auge de la escuela
pública y su organización a través de la Ley
1420, una porción de la población pudo acceder a la
educación primaria. Sin embargo, los grandes
sectores populares -criollos y extranjeros- quedaron marginados
de ese proceso o lo vieron acotado. La dura lucha por la vida
de los asalariados en los centros urbanos, y muchos más
en el interior del país, impidió a los sectores
de menores recursos
insertarse en el proyecto
cultural del patriciado oligárquico
Por eso, hacia fines de siglo, otras formas de educación popular –paralelas a las
oficiales- adquirieron especial relevancia en la integración del país: las escuelas
y los cursos de los
sindicatos
obreros y sociedades de resistencia,
los centros socialistas y anarquistas, los recreos infantiles,
las sociedades y fraternidades, los periódicos y
revistas político-ideológicas. Por la doble
acción de la escuela pública y de la cultura
popular de las clases subalternas, generadas desde la base de
la sociedad y
alentadas por nuevas concepciones liberadoras, la
aluvión inmigratorio se fue integrando al país y
el pueblo trabajador adquirió conciencia de sus derechos cívicos y
sociales.
Sin embargo, los límites
del proyecto cultural de los hombres del 80, se fueron
patentizando con el transcurso del tiempo. Ello
también alcanzó a lo pedagógico-educativo.
Era el resultado de las contradicciones sociales que el
proyecto de "popularización" de la educación
sufrió al confrontarse con la realidad.
Los hombres de esa generación, literatos como
Miguel Cané y Wilde; sociólogos como José
María y Francisco Ramos Mejía, Ernesto Quesada y
Carlos Octavio Bunge, escritores como Santiago de Estrada y
Bartolomé Mitre y Vedia; narradores como Lucio V.
Mansilla; políticos como Avellaneda; críticos
como Paul Groussac, pertenecían casi todos, por su
nacimiento y por sus ideales sociales, a los sectores de la
oligarquía y de la burguesía vinculada a
ella.
Todos ellos, habían llevado el cultivo de las
letras e impulsado el desarrollo de las llamas "ciencias
morales", de las ciencias del hombre, a
los más elevados niveles alcanzados en el país,
pero sus gestos, sus tendencias y sus ideas no tenían
nada de popular.
El desarrollo cultural a fines del siglo XIX y comienzos
del XX estaba impregnado del humanismo
liberal de la época, pero poseía características propias de nuestro
distorsionado desarrollo nacional.
La mayoría de esos hombres eran liberales y laicistas,
aun profesando la religión
católica, pero muy pocos habían logrado
sobrepasar a Sarmiento, cuyo pensamiento
los había precedido, y quien, en gran medida, con su
fuerza
moral e
intelectual, y a pesar de sus limitaciones, había
abierto el camino de la laicización de la sociedad
argentina.
A veces pensaban como librepensadores, pero actuaban casi todos
como verdaderos conservadores de ideas antidemocráticas
en la política nacional.
No todos ellos, sin embargo, pueden ser calificados de la misma
manera. El gran pedagogo Jacques se había acercado a las
corrientes democráticas del París revolucionario
de 1848, como lo hizo Carlos Guido Spano, en 1871, peleando en
las barricadas parisinas. Jacques editó en Buenos Aires,
junto a Alejo Peyret, Francisco Bilbao, y Victory y
Suárez un periódico socializante denominado El
Artesano. Tampoco puede contarse entre esos hombres a
José S. Alvarez (Fray Mocho), cuyos cuentos y
relatos estaban impregnados de una intensa simpatía por
el pueblo oprimido. Ni el Agustín Alvarez de los
últimos años, que avizoraba el porvenir de una
sociedad igualitaria. Pero eran las excepciones.
Los hombres del 80 reflejaban en la superestructura
científica, artística y política los
sentimientos y las ideas de la oligarquía liberal muy
distintos, sin embargo, de los que poseerá y
alentará la clase dirigente pocos años
después, cuando renieguen del liberalismo
filosófico. Eran contradictorios y representaban el
grado de desarrollo de los grupos
dominantes, que no constituían de ninguna manera un
bloque, sino una unión de sectores diferenciados.
El laicismo forma parte integrante de la tradición
democrática argentina pero sus herederos no fueron los
que lo generaron, sino los que a través de las clases
medias y los trabajadores, lo desarrollarán en un
escenario más vasto en el
siglo XX.
3. Los Anarquistas
Desde mediados del siglo pasado, caras extrañas llegaban
a las pampas, uniéndose al contingente de criollos y
españoles. En 1854 los inmigrantes extranjeros se
distribuían de la siguiente forma: británicos
22.800 (norteamericanos 4000 incluidos); franceses 25.000;
italianos 15.000 (incluyendo austríacos y alemanes) y
españoles 20.000 (incluyendo vascos, canarios y otros).
Hacia 1869 los judíos empiezan a desarrollar su
comunidad. De ese año data la primera sinagoga. Las
sociedades extranjeras cumplirían un importante papel en la
difusión de la cultura popular, y a su amparo
nacieron numerosos círculos, centros y escuelas.
En este sentido cumplieron un notable papel algunas
organizaciones obreras inmigrantes: el Vorwarts, que
nació en 1886, bajo la dirección de A. Uhle; el grupo
francés Les Egaux, dirigido por Aquiles Gambier y el de
los italianos, llamado Fascio dei laboratorio. Todos esos
grupos, paralelamente a la acción política,
cumplieron una notable actividad cultural. Los tres publicaron
periódicos esmeradamente escritos en sus idiomas
nativos: el de los alemanes tomó el nombre de la
organización; el de los franceses se llamó
L’Avenir Social y el de los italianos La
Rivendicazione.
En el campo político, el grupo alemán
pasó rápidamente a auspiciar un periódico
socialista en castellano:
El Obrero. Si bien éste periódico apareció
como órgano de la Federación Obrera –tras
celebrarse por primera vez en la Argentina, el 1º de Mayo,
en 1890- es indudable que el grupo alemán, en esos
años dirigido por un núcleo de
socialdemócratas emigrados, tuvo un papel fundamental.
Entre ellos se destacaron Germán Ave Lallemant,
José Winiger, Gustavo Nocke, Guillermo Schulze, Marcelo
Jackel, Guillermo Müller y Augusto Kühn. La
prédica de El Obrero rindió sus frutos y pocos
años después, núcleos socialistas locales
publicarían sus órganos de prensa El
Socialista (1893) y La Vanguardia
(1894).
En la última década del siglo, las
publicaciones anarquistas, socialistas y de otras tendencias
afines especialmente en el campo sindical- eran más de
un centenar y se editaban casi todas en castellano, abarcando
distintas zonas del país.
En estas publicaciones millares de trabajadores criollos y
extranjeros aprendieron a conocer el mundo, las grandes
doctrinas sociales y las distintas corrientes
filosóficas, literarias y políticas.
Con la llegada de Enrique Malatesta a Buenos Aires, los
dispersos anarquistas se polarizaron a su alrededor creciendo
rápidamente. El 18 de mayo de 1890 nacía El
Perseguido, principal publicación del anarquismo
individualista durante muchos años. El título
reflejaba las persecuciones policiales que sufrían los
elementos libertarios. Periódico de combate y de
agitación, El Perseguido, a pesar de ser poco afecto a
la cohesión y organización de las fuerzas
libertarias –según dice Abad de Santillán-,
su obra de siembra y esfuerzos dio sus frutos. Al editarse el
Nº 26 se imprimieron 1700 ejemplares y a partir del
Nº 60, 4000.
Posteriormente, los ácratas individualistas
serían superados por los partidarios de Bakunin,
llamados anarquistas "organizadores o colectivistas". Su
órgano de prensa sería el legendario
periódico La Protesta Humana. Apareció el 13 de
junio de 1897, dirigido por el obrero ebanista catalán
Inglán Lafarga, y en sus páginas
colaborarían plumas talentosas como las de Mariano
Cortés, Eduardo G. Gilimón, Pedro Gori, Antonio
Pellicer Paraire, Juan Creaghe, Alberto Ghiraldo, Florencio
Sánchez, José de Maturana, Diego Abad de
Santillán y Rodolfo González Pacheco.
La Protesta Humana, poco después La Protesta,
editó a partir de 1908 un suplemento especial con
material literario y político-ideológico elegido.
El alto nivel intelectual del suplemento lo destaca
especialmente en esta valoración de los distintos
órganos culturales de
difusión popular.
4. Los grupos socialistas
Pero serían los socialistas quienes iban a protagonizar
desde los últimos años del siglo XIX el
más importante proyecto de cultura popular en el
país. Por eso resulta de interés
apreciar su desarrollo en los años finiseculares para
comprender las características de su aporte a la
política y la educación nacional.
El Comité Internacional Obrero, organizador del acto del
1º de Mayo de 1890, se transformó en
Federación Obrera en enero de 1891. Al realizarse el
primer Congreso de la Federación el 14 de agosto del
mismo año, las tendencias socialistas y anarquistas de
la sociedad de panaderos se retiraron del congreso.
A pesar de que los socialistas marxistas mantuvieron los dos
primeros años el control de
la Federación y de la dirección de El Obrero, la
actividad de los anarco-individualistas, contrarios a toda
organización y política de las clases
trabajadoras, minó poco a poco la entidad. Los
anarquistas sabotearon las reuniones y sus organizaciones
dejaron de cotizar desconociendo la dirección de la
Federación. Otro intento de agrupamiento de los
trabajadores, ensayado por los años 1894 y 1895,
también fracasó. Las luchas de tendencias fueron
un escollo insalvable para la incipiente organización de
los obreros como movimiento independiente de clase.
Esta situación hizo que los socialistas comenzaran
a trabajar como fracción política
autónoma. El 14 de diciembre de 1892, en el Café
de la Cruz Blanca, calle Cuyo (hoy Sarmiento) entre Montevideo
y Rodríguez Peña, fundaron la Agrupación
Socialista, que llevó el nombre de "Partido Obrero,
sección Buenos Aires."
El grupo comenzó a editar El Socialista -que
llegó a seis números- y sus afiliados aumentaron
a cincuenta. Al año siguiente recibieron las adhesiones
de personalidades como Juan B. Justo, José Prat, Domingo
y Santiago Risso, y Adrián Patroni.
El 14 de julio de 1894 la Agrupaci6n inauguró su primer
local en la calle Chile 959,
resolviéndose cambiar el nombre por el de Centro
Socialista Obrero. Ese año ingresaron Roberto J.
Payró, Ernesto de la Cárcova, Eduardo Schiaffino,
Gabriel Abad, Salvador Lotito, Ricardo y Francisco Cardala,
José A. Lebrón y Emilio Roqué.
En agosto de 1894 el Centro se dio una Carta
Orgánica en cuyos "Principios"
estableció "difundirla verdad económica y social"
por medio de la labor propagandística y favorecer por
todos los medios la organización gremial de la clase
trabajadora. Tres años después -el 29 de agosto
de 1897- fundado el Partido Socialista, el Centro se
trasladó a la calle México 2070 casa construida especialmente
por el socialista alemán Cristián Haupt. Durante
la inauguración hablaron Juan B. Justo, Carlos
Malagarriga, José Ingenieros, Alejandro Mantecón
y Leopoldo Lugones. Actualmente esa casa existe y es sede de la
Unión Obrera Molinera.
Poco a poco se fueron constituyendo otros grupos
socialistas y marxistas alentados por la prédica
constante de la prensa socialista. En 1893, Juan B. Justo junto
a Esteban Jiménez, Kuhn, Salomó y Juan
Fernández fundaron La Vanguardia, cuyo primer
número apareció el 7 de abril de 1894. Dos
años después, Julián Nicolás
comenzó a editar en Rosario El Porvenir Social.
Los centros socialistas se extendieron por los barrios
porteños y el interior del país. En 1894 son
fundados el Centro Socialista Universitario y el de
Bahía Blanca; en la popular barriada de Barracas nace el
precursor Centro Socialista Revolucionario de Barracas al Norte
(lo de junio de 1895) y en el mismo año se organizan los
centros socialistas de Balvanera, Quilmes, Tucumán,
Tolosa, el Centro Socialista "Carlos Marx" de
los Corrales, el Centro Socialista Obrero Internacional de
Córdoba y el Club Alemán "Vorwarts" de
Rosario.
Al año siguiente se establecieron los centros
socialistas de la Parroquia del Pilar, San Antonio de Areco,
San Bernardo, Junín, San Fernando y Tigre, el Centro
Unión Gremial 0brera Socialista de Paraná y el
Centro Socialista de Estudios. Sobre este último corresponde hablar ahora.
5. El centro socialista de estudios
El grupo de intelectuales afiliado al Partido Socialista
-Ingenieros, Payró, Lugones, Malagarriga, de la
Cárcova, Schiaffino- cumpliría un papel
fundamental en la organización de los primeros centros
culturales obreros.
El 18 de mayo de 1896, un grupo de socialistas se
reunió en la casa de Roberto J. Payró -Sarmiento
1044- para organizar el Centro Socialista de Estudios. La
comisión directiva quedó constituida de la
siguiente forma: secretario, Roberto J. Payró;
bibliotecario, Leopoldo Lugones; cajero Antonino
Piñeiro. Como contribución para sufragar los
gastos se
estableció una cuota mensual de 5 pesos.
Poco tiempo después, el centro se instaló
en una salita confortable y bien amueblada, en San
Martín 119. En junio se iniciaron las conferencias, cuyo
sugestivo programa
inicial publicó La Vanguardia: "Del método
científico", por Juan B. Justo; "De las relaciones de la
biología
con la sociología", también por Justo;
"Las relaciones de la psicología", por
Payró; "De la concepción económica de la
historia", por
Justo; "Teoría de las religiones y de la moral",
por Emilio Roqué; "Estudio de lo escrito hasta ahora en
el país sobre sociología científica", por
José A. Lebrón.
6. La biblioteca
obrera y la escuela libre para trabajadores
El 25 de setiembre de 1897 se reunió un grupo de
socialistas en México 2070 y constituyeron la Biblioteca
Obrera. Estuvieron presentes Juan B. Justo, Payr6, Lugones,
Carlos Malagarriga, Ingenieros y Enrique Dickmann. Designaron
como responsables de la institución a Emilio
Roqué, Mauricio Klimann y N. Chertkoff.
Instalada en una de las salas del local de la calle
México, pas6 más tarde, a fin de hacer
ampliaciones, al piso alto, en donde adquirió mayor
desarrollo, mejoró su caudal bibliográfico y
ordenó sus catálogos, gracias a la paciente labor
de Fernando Lanzola. Cuando la biblioteca pas6 a funcionar en
la Casa del Pueblo, a fines de los años 20, contaba con
más de 25.000 volúmenes. En 1953, al ser
incendiada la Casa del Pueblo -que se encontraba ubicada en
Rivadavia 2150- se perdió la mayor parte de su fondo
bibliográfico y con él, una parte considerable de
la historia del movimiento obrero argentino y latinoamericano.
Reconstruida sobre la base de algunos libros que
se salvaron de las llamas y donaciones de particulares, la
institución se encuentra instalada actualmente en
avenida La Plata 85, en Buenos Aires.
Pero no se trataba sólo de acumular libros. El proyecto
cultural socialista tenía una concepción dinámica. Por eso, a comienzos de 1897 se
concreta la idea de constituir la Escuela Libre para
Trabajadores. Fue organizada por el Centro Socialista Obrero y
sus estatutos redactados por Juan B. Justo. Los dos primeros
artículos del estatuto decían que la Escuela
Libre para Trabajadores tenía por objeto difundir las
doctrinas y métodos
científicos elementales que dieran amplitud y vigor a la
inteligencia
y los procedimientos
artísticos (literatura,
educación, música,
etc.) más eficaces para expresar los sentimientos y las
ideas y señalaba que la enseñanza que en ella se diera
debía ser gratuita y abierta para todos. En la escuela
dieron clases Justo, Emilio Roqué (padre e hijo),
Malagarriga, Marouillier Raven, Mariana y Fenia
Chertkoff, Klimann, Lebrón y
otros.
7. La "sociedad luz"
A comienzos de 1899 el estudiante de ingeniería Mauricio Klimann inició
los trabajos para organizar una institución cultural
destinada a la enseñanza con proyecciones luminosas, que
por aquella época comenzaban a estar en boga en Europa.
El doctor Juan B. Justo acogió con simpatía la
idea que se concretó durante una reunión
celebrada en el Centro Socialista de la calle México, a
la que concurrieron cuatro personas: Justo, Piñeiro,
Klimann y Angel M. Giménez. Este último
sería el motor de la
nueva institución. Provenía de una familia
burguesa y parte de su fortuna personal la
dedicaría a las obras culturales del Partido Socialista
y a la propia "Sociedad Luz". Giménez era un positivista
y racionalista darwiniano. De formación
científica, en su profesión de médico se
dedicó a los grandes temas sociales. A él se debe
el impulso racionalista de la "Sociedad Luz" y también
algunas de las que hoy parecen extravagantes actitudes
del socialismo argentino en esta materia.
El darwinismo social -que predicaba Giménez- era una
concepción totalizadora que comprendía la
explicación del hombre y de la historia como la lucha
entre las razas, entre las naciones, entre las clases y entre
los individuos. Para el darwinismo, la economía
política era una aplicación a la especie
humana de las leyes
biológicas que regían la lucha por la vida en
todas las sociedades animales. Es
decir, que las sociedades humanas evolucionan dentro de leyes
biológicas especiales, que son las leyes
económicas.
Unido a esa concepción darwinista y al positivismo,
el socialismo de Angel M. Giménez concluía con
una visión iluminista y abstracta de la sociedad. Por
cierto que ese positivismo nada tenía que ve e
socialismo de Marx y Engels.
Para Giménez, la fórmula de "educar al soberano"
adquiría un aspecto militante, desvinculado de la lucha
social concreta. En ese sentido, Juan Carlos Portantiero
señala con acierto: "Por cierto que esta notable
-diría inspirada, como realización 'desde abajo'-
capacidad organizativa de los socialistas por penetrar en la
cultura popular estaba viciada por una concepción
'pedagógica' que habría de limitar su eficacia; al
despreciar -a diferencia del anarquismo y del radicalismo- los
resortes emocionales, maniqueos, de la
comunicación, su mensaje no pudo ser sino finalmente
elitista".
Con todo, la obra desarrollada por Giménez en el campo
de la cultura popular fue notable. Los grandes sectores
populares -inmigrantes y criollos- fueron saturados por
campañas antialcohólicas y de educación
sexual, con obras de la literatura universal,
científicas, políticas, por pocas monedas. Hoy,
todo aquello parece extravagante, pero fue notable el impacto
de esa actividad destinada a la educación sanitaria. Los
bajos índices de alcoholismo
y de otras enfermedades sociales en
los grandes centros urbanos de nuestro país
parecerían indicar que aquella prédica rindió sus frutos.
8. El ateneo popular
Otro centro cultural de alta jerarquía científica
y política fue el Ateneo Popular, dirigido por Enrique
del Valle lberlucea y en cuya secretaría se
desempeñaba Alicia Moreau.
La institución -en una primera etapa- estuvo vinculada
al Partido Socialista y publicaba la Revista
Socialista Internacional. Allí se incluyeron, entre 1908
y 1915, importantes trabajos doctrinarios, filosóficos,
políticos y económicos sobre el pensamiento
socialista. En sus primeros números, la revista se hizo
eco de la polémica que habían sostenido el
italiano Enrique Ferri y el líder
del socialismo argentino, Juan B – Justo. Del Valle Iberlucea y
otros pensadores socialistas terciaron en la discusión
-un debate clave
para la comprensión del desarrollo
económico-social argentino- y se fueron publicando
en sucesivos números las distintas interpretaciones.
El italiano Ferri había sostenido que el socialismo
argentino era un trasplante de la social democracia
europea a nuestro país. Le parecía a Ferri que
los socialistas habían importado el movimiento
político desde Europa, ya que no existían a su
juicio condiciones económico-sociales de tipo industrial
y una clase trabajadora que diera vida a un Partido
Socialista.
Para Ferri, el socialismo sólo correspondía a un
estadio en la evolución de las sociedades humanas y por
lo tanto se producía en los países capitalistas
más avanzados.
Esto era el ABC que predicaban algunos marxistas ortodoxos como
Carlos Kautzky. Sin gran desarrollo capitalista, sin gran
industria y
una numerosa clase obrera no se podría realizar el
socialismo. En nombre de la ortodoxia doctrinaria se negaba la
existencia del socialismo argentino, que era la "planta
exótica" en el Río de la Plata.
Si en nombre de un socialismo dogmatizado Ferri negaba
existencia al socialismo en la Argentina, tanto Justo como del
Valle lberlucea lo refutaron. Porque la democracia dejaba de
ser un régimen que debía durar décadas,
para surgir entonces las consignas socialistas. Esas consignas
irían a la par. El socialismo rioplatense
advirtió el proceso y de allí su razón de
ser y su justificación histórica para Justo y sus
seguidores.
El Ateneo Popular liderado por Enrique del Valle lberlucea y
Alicia Moreau cumplió un inteligente papel de gestor de
cultura popular: conferencias, reuniones de divulgación
debates. El núcleo fue ampliando sus colaboradores y se
acercaron algunos intelectuales no socialistas: Joaquín
V. González y Agustín Alvarez, entre otros. La
revista cambió su nombre, denominándose Humanidad
Nueva. Pero su espíritu fue el mismo: un socialismo
abierto y creador, en donde se incluían trabajos de
otros intelectuales progresistas.
9. Las bibliotecas
obreras
La preocupación de los dirigentes y militantes
socialistas por la cultura popular fue permanente y cada vez
que un centro socialista se constituía la biblioteca era
uno de los primeros aspectos en cubrir.
Algunas alcanzaron, por el número y calidad de
obras reunidas, así como por el movimiento de lectores
-en su mayoría obreros y empleados- especial
importancia. Deben destacarse la Biblioteca Edmundo de Amicis,
del Centro Socialista de la sección 4ª.; la Alberto
de Diego, de la 8a., y la Mariana Chertkoff, de la 6a. En el
interior, en localidades pequeñas, los socialistas
tenían en ese terreno un campo grande de actividad y fue
así como los Centros Socialistas de Resistencia (Chaco),
Santiago del Estero y el de Junín (provincia de Buenos
Aires) poseían espléndidas bibliotecas con
millares de volúmenes confortablemente instaladas en las
Casas del Pueblo. Todavía existe la de Junín,
actualmente denominada Juan Bautista Alberdi. Está
ubicada en el centro de la ciudad bonaerense y reúne
numerosas obras dedicadas al pensamiento social y obrero.
Resulta de interés consignar un cuadro completo de las
bibliotecas obreras del Partido Socialista, al 31 de marzo de
1932. El dato fue publicado en el libro
Nuestras bibliotecas obreras de Angel M. Giménez, que su
vez lo extrajo de los boletines internos del Partido
Socialista. Cabe consignar que esas bibliotecas reunían
entre 3000 y 6000 volúmenes cada una.
Bibliotecas
Capital
Federal …………………………………………..
56
Provincia de Buenos
Aires…………………………….180
Catamarca…………………………………………………..
4
Córdoba…………………………………………………….
26
Corrientes……………………………………………………
5
Entre
Ríos…………………………………………………..
10
Jujuy………………………………………………………….
1
La Rioja ……………………………………………
4
Mendoza…………………………………………………….
23
Salta
…………………………………………………………
23
San
Juan…………………………………………………..
. 14
San
Luis……………………………………………………
3
Santa
Fe…………………………………………………….
29
Santiago del Estero. …………………………. 7
Tucumán……………………………………………………
12
En los entonces Territorios Nacionales:
Chaco………………………………………………………..
3
La
Pampa…………………………………………………..
14
Misiones…………………………………………………….
1
Neuquén…………………………………………………….
1
Santa
Cruz………………………………………………….
1
Río
Negro…………………………………………………..
1
Total 397
Si tenemos en cuenta que las 397 bibliotecas, en la
mayoría de los casos, reflejaban los centros socialistas
(no se cuentan las agrupaciones colaterales, juveniles, de
mujeres, de oficios y los centros socialistas que no
poseían biblioteca) se demuestra, además, que el
Partido Socialista estaba extendido a lo largo y ancho del
país, y que no era un mero fenómeno urbano y
porteño, como se ha sostenido. Hay que tener en cuenta
que tampoco cuento
aquí los centros, bibliotecas y escuelas libres de los
anarquistas y sindicalistas
revolucionarios.
10. El movimiento feminista. los recreos infantiles
En 1931, a iniciativa de Fenia Chertkoff de Repetto y
María C. de Spada se constituyó una
asociación denominada Bibliotecas y Recreos Infantiles.
Sus propósitos eran claros y precisos y llenaron una
necesidad social.
En sus principios liminares la institución
establecía la necesidad de "sustraer a los niños
de los barrios populosos de la capital de la calle y sus
peligros físicos y morales, ofreciéndoles, en
cambio bajo
la dirección de una persona
competente, una ocupación inteligentemente escogida, por
medio de libros, láminas, juguetes, juegos
racionales y ejercicios físicos, cantos, paseos de
estudios y labores manuales."
La propuesta, autónoma en su acción,
recibió el estímulo y el calor del
Partido Socialista. El primer recreo fue abierto en la
Biblioteca Mariana Chertkoff de la 6a., el segundo en la
Sociedad Luz. Cooperaban, entre otras, Adela Chertkoff de
Dickmann, Rosa B. de Mouchet, Victoria Gucovsky, Amelia Testa,
Teresa Raquel Varela, Angela J. Santa Cruz y María
Cervini. Para esa época contaban con 9 recreos
infantiles: un anexo al Centro Socialista de la Sección
19a., en Austria 2156, el de la "Sociedad Luz" (denominado
"Bichitos de Luz"), y otros seis, llamados Bernardino
Rivadavia, Florentino Ameghino, Domingo Faustino Sarmiento, A.
Arienti, Mariana Chertkoff y Aurora.
Luego fue creada la Biblioteca y Hogar de Vacaciones Carlos
Spada (hijo) que era un recreo infantil en Justo Daract
(Provincia de Buenos Aires).
Fenia Chertkoff fue una destacada feminista que en 1902
abrió el Centro Socialista Femenino. Desde allí
batalló contra la explotación legal, social y
sexual de la mujer,
especialmente de las trabajadoras. Sirvió de base esa
organización para que otras luchadoras comenzaran en
nuestro medio la agitación feminista.
Pionera, en esa actividad, fue la doctora Alicia Moreau de
Justo. Tras militar en el primer centro feminista,
contribuyó a fundar en 1907 el Comité
Pro-sufragio Femenino. Con ella figuraron Elvira Rawson de
Dellepiane, Sara Justo y Julieta
Lanteri.
11. La cultura artística: música, coros y
teatro
En el anhelo de realizar obras prácticas, los
socialistas trataron de desarrollar aspectos de la cultura
artística, abarcando la música, los coros y el
teatro. El
l° de Mayo de 1896 se cantó por primera vez en
Buenos Aires el "Himno de los Trabajadores" de Felipe Turati y
la canción proletaria "Hijo del Pueblo" de
Carratalá Ramos.
Ese día, en una quinta abandonada de la calle Arena, en
los mataderos viejos (hoy Parque de los Patricíos), fue
celebrada la fecha obrera con un asado con cuero y a voz en
cuello, con bastante desafinación, pero con mucho
entusiasmo, fueron entonados los himnos proletarios, con
acompañamiento musical improvisado.
A la noche, en el Club Vorwarts, la primera banda-orquestilla,
dirigida por el estudiante socialista Adolfo Fernández
que tocaba el piano, los hermanos Curet y otros iniciaron el
acto con los primeros compases y el coro ya fogueado,
entusiasmado por el éxito
de la tarde, entonó los himnos en medio de grandes
admiraciones.
Desde esa fecha, las bandas y orquestas socialistas se hicieron
presentes en todas las grandes reuniones, especialmente al
conmemorarse el Día del Trabajo. Todavía en los
años cincuenta, las orquestas populares socialistas
acudían a esas festividades. Y con esas orquestas,
también los guitarristas y payadores socialistas.
Algunos ya han entrado en la leyenda, como el guitarrista y
payador de San Nicolás de los Arroyos, Pedro
González Porcel.
Con el paso del tiempo los coros y orquestas se fueron dando
una organizaci6n, como también los conjuntos
teatrales. Así nació la Agrupación
Artística Socialista "Juan B. Justo", y posteriormente,
el Teatro Libre "Florencio Sánchez". Este último
estuvo ubicado, hasta hace pocos años, en el viejo
Centro Socialista de la sección 8a., Loria 1194. Esa
casona había sido el cuartel general de los huelguistas
durante la Semana Trágica de 1919 y fue incendiada
durante la última dictadura
militar.
Muchos grandes artistas de los teatros nacionales iniciaron sus
primeros pasos en los conjuntos dramáticos organizados
por los teatros socialistas.
Después de 1917, el sector encabezado por José F.
Penelón, Juan Ferlini y Rodolfo Ghioldi se separó
del P.S. y constituyó el Partido Socialista
Internacional, que tres años más tarde se
transformó en Partido Comunista. A ese sector, y a su
líder indiscutido entre 1917 y 1926, el obrero
tipógrafo José F. Penelón, se deben
algunas publicaciones de importancia: el semanario La
Internacional y La Correspondencia Sudamericana de las cuales
fue director por varios años. Paralelamente,
Simón Scheimberg y Aldo Pechini editaron Documentos del
Progreso, con toda la información posible procedente de la
Rusia soviética.
Los comunistas se dedicaron fundamentalmente a la propaganda
política, desentendiéndose de la faena que el
P.S. realizaba en torno a la
cultura popular. Pero en 1921 editaron una revista infantil,
denominada Compañerito que significó una competencia
para el liberal Billiken de Constancio C. Vigil. La censura
cayó rápidamente sobre la publicación que
desapareció.
Paralelamente, José Ingenieros fundó en 1915 la
ya mencionada editorial "La Cultura Argentina", formidable
esfuerzo por poner al alcance de amplios sectores de la
población los clásicos argentinos. En 1922,
Antonio Zamora dio vida a su Editorial "Claridad." -durante
medio siglo- y a la revista homónima. Con ella, la
literatura nacional y universal, pudo difundirse con carácter
masivo a través de ediciones de libros a precios
económicos.
Estos fueron algunos de los momentos de la cultura obrera entre
1890 y 1940. No entro a considerar la cultura peronista y la
que generaron otras corrientes en el país. El abandono o
la falta de actualización por parte de los partidos de
izquierda de estas tradiciones culturales sumados al
fenómeno de masas del peronismo, debilitó la
conciencia de clase y la concepción de una nueva
sociedad. Ya no se luchaba por un nuevo sistema socialista sino
por las reformas sociales dentro del capitalismo, como
diría con ironía Federico Engels, por un
"capitalismo sin sus defectos". Aun los sectores reformistas,
en la primera mitad del siglo, mantuvieron aquella
visión teleológica que pugnaba "por una nueva
sociedad socialista" Los partidos de izquierda no supieron
conservar aquella lucha cultural y desarrollarla en los nuevos
escenarios o la rechazaron por considerarla anacrónica.
Olvidaron o ignoraron las premisas de Antonio Gramsci sobre la
lucha cultural. Los resultados de esa política
errónea están a la vista.
Movimiento sindical y politica laboral
El ciclo abierto en 1943 posibilitaría que, el movimiento
sindical, permanentemente dividido, mas tolerado que reconocido y
aún reprimido por muchos gobiernos, comenzará a
transitar una nueva etapa que lo transformaría
profundamente.
Por vez primera, la organización de los trabajadores fue
estimulada y aún promovida desde el poder, superando las
barreras que le habían impedido unificarse. La clase
trabajadora constituyó el eje base principal de
sustentación de un nuevo y vasto movimiento
político que buscaba transformar, también, las
condiciones sociales, políticas y económicas del
país.
El 4 de Junio de 1943, una revelación militar
resolvía desconocer las autoridades civiles, presididas
por el Dr. Ramón
Castillo, haciéndose cargo del gobierno.
Entre los actores de este levantamiento se encontraban cuadros
militares que se manifestaban deseosos de bloquear la candidatura
presidencial del hacendado Robustiano Patrón Costas, que
había sido avalada por el régimen depuesto.
Patrón Costas representaba el continuismo conservador y no
ocultaba, con respecto a la confrontación mundial que se
desarrollaba en esos momentos, su simpatía por la causa
aliada, en contraposición con la, hasta entonces, dudosa
neutralidad llevada a cabo por Castillo. El sector de militares
que se negaba a esta candidatura, agrupados en el Grupo de
Oficiales Unidos (G.O.U.), estaba, indudablemente, deslumbrado
por la rápida campaña d los ejércitos
alemanes que, entonces, estaban cerca de lo que parecía
ser la victoria final. Otros partícipes del levantamiento
eran cuadros militares que se encontraban hastiados del fraude electoral
sistemático y estaban, también, los partidarios del
"nacionalismo
de derecha", mortificados por el desplazamiento sufrido en la
revolución 1930, cuando fueron desplazados por el grupo
encabezado por el General Justo. Todos estos sectores
coadyugaron, pues, en producir la revolución de junio.
En un primer momento, el General Arturo Rawson, fue consagrado
Presidente Provisional, pero, debido a problemas
internos, se vio obligado a renunciar, dejando el cargo en manos
del General Pedro Ramírez. La política
internacional de este estuvo gobernada por el principio de
neutralidad que representaba, a esa altura, una concomitancia con
las potencias del Eje Berlín-Roma-Tokio. En
febrero de 1944, Ramírez fue obligado a renunciar luego
que el gobierno argentino, incapaz ya de sostener la presión
externa, rompiera, un mes antes de la finalización de la
guerra, sus
relaciones diplomáticas con Alemania. La
renuncia de Ramírez dejó la revolución en
manos del General Edelmiro Farrell y, tras de él, el grupo
allegado al G.O.U. encabezado por los Coroneles Juan D, Perón y
Domingo Mercante.
Perón, que ocupaba la Secretaría del Ministerio
de Guerra desde junio de 1943, siguió escalando posiciones
hasta ser nombrado Vicepresidente en julio de 1944. De esta
manera se convirtió en el hombre
fuerte del régimen militar, ya que, además de esos
dos cargos, retuvo también la cartera de Trabajo y
Previsión, a la que había sido promovido en
noviembre de 1943. Fue, justamente, desde esta cargo, donde
Perón desarrolló una activa política
destinada al ámbito gremial, iniciándose un
período que cambiaría las formas organizativas del
movimiento obrero y la relación de este con el Estado.
Desde la Secretaría del Trabajo se impulsó,
asimismo, la creación de sindicatos nuevos y se
amplió la legislación
laboral, haciéndose cumplir la que, hasta ese momento,
existía solo en los papeles. El 1° de mayo de 1945,
Perón reseñaba la tarea realizada por la
Secretaría de Trabajo y Previsión en el
último año: 29 decretos; 319 convenios y 174
gestiones conciliatorias que habían beneficiado a
más de 2.580.000 trabajadores.
Al mismo tiempo que se iba definiendo el apoyo de los
trabajadores al gobierno, también iba creciendo la
resistencia de los sectores patronales a su política
social. En junio de 1945, 321 entidades empresarias de todo
el país, representativas de la industria y del comercio,
elevaban un memorándum al Presidente y publicaban un
Manifiesto del sector. Señalaban la alarma producida por
el proyecto salarial mínimo, vital y móvil, aumento
de salarios y
participación en las ganancias; preocupadas también
por "la intranquilidad creciente de un ambiente de
agitación social, que venía a malograr la disciplina y
pujante eficiencia del
esfuerzo productor y cuya gravedad hallaba origen en el constante
impulso que se deparaba desde dependencias oficiales".
Este documento significaba una virtual declaración de
guerra contra el gobierno y, en particular, contra Perón y
la Secretaría de Trabajo y Previsión. A esta
ofensiva, se sumarían vastos sectores de la clase media,
principalmente estudiantes y profesionales; las organizaciones
sindicales aún controladas por socialistas y comunistas;
partidos
políticos; casi toda la prensa; sectores del Poder Judicial y
de las Fuerzas Armadas y, finalmente, desempeñando un
activo papel en la coordinación de todos estos elementos, el
recién llegado embajador norteamericano Spruille
Braden.
Para la oposición, Braden era aliado que recalaba en la
Argentina para dirigir la operación definitiva contra el
"totalitarismo" y el "nazismo
vernáculo". Pero, detrás de sus invocaciones, a la
"democracia", el representante norteamericano no ocultaba su
propósito de tutelar determinados intereses, buscando
imponer un gobierno dócil a los negocios
planeados por Estados Unidos
para la posguerra, tales como la posibilidad de que las
líneas aéreas norteamericanas pudieran explotar
comercialmente el mercado interno
argentino. Evidentemente, Estados Unidos, que emergía de
la Segunda Guerra
Mundial como potencia
hegemónica dentro del bloque occidental, disputaba, a la
ya declinante Inglaterra, la
influencia que, hasta entonces, ésta había
mantenido en el Cono Sur.
En setiembre de 1945, la oposición organizaba la
‘Marcha de la Constitución y la Libertad",
reclamando el fin del gobierno militar y su manejo provisional
por la Corte Suprema. La acometida de la oposición
ganó cuerpo en un sector de los cuadros militares que, por
otra parte, estaban descontentos con el grado de poder alcanzado
por Perón. El 8 de octubre, el General Eduardo Avalos,
jefe de la Guarnición militar Campo de Mayo, notificaba a
Perón que había renunciado a sus cargos ya que no
contaba con el apoyo de las fuerzas armadas. La rebelión
militar triunfante decidió la detención de
Perón y su internación en la Isla Martín
García, mientras una junta de militares se apersonaba a
Farrell para la formación de un nuevo gabinete.
La falte de una conexión directa entre la
oposición y los militares contribuyó al
reagrupamiento de las fuerzas favorables a Perón , ya que
la oposición desconfiaba de los militares y no
perdía oportunidad de repudiar su gestión. Ello favoreció el grupo
partidario de Perón, que tenía su representante
principal en el propio Presidente Farrell, quien maniobró
hasta último momento para conservar la hegemonía en
el gobierno. Por su parte, los cuadros sindicales adictos a
Perón y la propia masa de trabajadores, se movilizaron,
agrupándose el 17 de octubre de 1945, en la Plaza de Mayo,
luego de converger desde los suburbios capitalinos y de las zonas
aledañas a la provincia de Buenos Aires. Allí, por
medio de una huelga general
que se extendía por todas partes, reclamaba la presencia
de Perón.
Lograda ese mismo día la liberación de
Perón, el discurso de
éste pronunciado por la noche desde los balcones de la
Casa Rosada, preanunciaba su plan electoral,
que contemplaba la renuncia a los cargos en el gobierno para
aspirar a la candidatura presidencial. La convocatoria a
elecciones cerraba la última etapa de la revolución
de junio.
El 17 de octubre señalaba, a su vez, el hecho que, por vez
primera en nuestra historia, una movilización de la clase
obrera determinaba un cambio sustacial en la situación
política nacional. Este acontecimiento significaba,
también, la iniciación de una nueva etapa en el
movimiento obrero, cuyo peso político sería, desde
entonces, imposible de ignorar.
Las elecciones convocadas para el 24 de febrero de 1946
enfrentaron, por su lado, a la Unión Democrática,
que aglutinaba a los partidos: Radical, Comunista, Socialista y
Demócrata Progresista, contando con el respaldo de los
conservadores. Llevaba la fórmula Tamborini-Mosca,
integrantes del radicalismo, línea "alvearista",
rebautizada, en ese momento, con el nombre "unionista". Por el
otro lado, los nombres de Perón-Quijano, respondían
a la coalición formada por la Unión Cívica
Radical – Junta Renovadora-, integrada por radicales disidentes,
el Partido Patriótico, constituidos por antiguos
conservadores y nacionalistas y el Partido Laborista, formado por
sindicalistas que apoyaban a Perón.
Mientras tanto, Estados Unidos otorgaba su respaldo a la
Unión Democrática, a través de una nueva
intervención del Señor Braden, desde su reciente
cargo de Secretario Adjunto de Estado de aquel país. El
mismo día en que se proclamaba la candidatura de
Perón, el Departamento de Estado daba a publicidad un
documento, conocido con el nombre de "Libro Azul", destinado a la
consulta de las naciones americanas, en el que se denunciaba, una
vez mas, las vinculaciones de los gobernantes argentinos con la
Alemania nazi. Esta inadmisible intromisión en la
política interna, llevaría a los partidarios de
Perón a condensar la disyuntiva electoral en la
fórmula "Braden ó Perón".
Las elecciones dieron la victoria a la fórmula
Perón-Quijano, obteniendo mayoría absoluta en las
Cámaras Legislativas y gobiernos provinciales. El 4 de
junio de 1946 se inauguraba la primera presidencia de
Perón, reelegido a fines de 1951 para un nuevo
período, que no llegó a completar.
La política del gobierno peronista tuvo relevante
importancia en el campo social y económico. Las medidas
introducidas en la legislación e en la práctica
laboral, llevaron a la dignificación del trabajo y del
trabajador en una forma que, hasta entonces, había sido
negada.
Durante este gobierno, los trabajadores y el movimiento obrero
organizado, fueron parte integrante y activa del desarrollo
nacional. Dirigentes y militantes sindicales se incorporaron a la
estructura
institucional del país, ocupando funciones
públicas. Dos ministros de la Nación
surgieron de filas obreras: Ángel G. Borlenghi, secretario
general de la Confederación de Empleados de Comercio, que
ocupó la cartera del interior y José M. Freire, del
Sindicato de
Obreros de la industria del Vidrio, que se
hizo cargo del ministerio de Trabajo y Previsión.
Organismos públicos y comisiones de estudio incorporaron
directores y representantes sindicales.
Trabajando estrechamente ligada a la Confederación
General del Trabajo, a sus Federaciones y Sindicatos,
aparecía la figura de María Eva Duarte de
Perón -Evita-. Su acción fue decisiva en pro de la
concesión de los derechos cívicos femeninos,
otorgados en 1947. A través de la "Fundación
Eva
Perón" se construyeron hospitales, hogares escuelas
que brindaban educación, asistencia médica y
alojamiento a hijos de trabajadores, hogares de tránsito
para albergar, temporariamente, a madres y niños sin
alojamiento, hasta tanto se resolvieran sus problemas. La
Fundación trascendió también las fronteras
nacionales, cubriendo necesidades de países de América
y Europa, afectados por catástrofes.
En el campo económico, bajo el impulso de la Segunda Guerra
Mundial, la política sustitutiva de importaciones,
adquirió otro nuevo empuje. En 1944, por primera vez en la
historia de la economía
argentina, la industria manufacturera participó en la
formación del Producto Bruto interno (PBI), con un
porcentaje superior (22,8%) al que correspondía a la
agricultura y
ganadería
juntas (20,1%).
La industrialización se aceleró y se
convirtió en un proceso impulsado, deliberadamente, desde
el aparato estatal, acompañado por el continuo crecimiento
de los saldo migratorios internos. Si habíamos
señalado, para el período 1936/1943, 72.000
migrantes anuales, esta cifra subió a 117.000 en los
años 1943/1947.
Estos trabajadores venidos del interior del país,
conformarían la base de sustentación de la
política peronista y les cabría un papel
protagónico en los sucesos del 17 de octubre.
En este período creció, asimismo, el número
de establecimientos industriales y el personal en ellos
ocupado.
Este desarrollo económico que se formaba en la
transferencia de ingresos de los
sectores agrarios hacia las actividades industriales, se
asentaría en la concepción de un Estado
Sólido, regulador y promotor de este desarrollo, en el
impulso y crecimientos del mercado interno, en una
organización de trabajadores fuerte y unificada y en el
desarrollo de una burguesía industrial, de carácter
nacional, ligada a la expansión del mercado interno, de lo
que dio cuenta la constitución, entre los años
1952/1953, de la Confederación General Económica
(C.G.E.), expresión de los sectores de la pequeña y
mediana empresa y del
empresariado de tales características del interior de
país.
Esta expansión industrial destinada, fundamentalmente, al
desarrollo de una industria liviana, era aún dependiente
del exterior para la obtención de materias primas y
equipos. A partir de 1949, la caída de los precios
internacionales para los productores agrícolas, que
financiaban el crecimiento industrial, y las sequías de
1951/1952, hicieron entrar en crisis el modelo, ya que las
exportaciones
agropecuarias no alcanzaban para pagar las importaciones de
energía y de insumos industriales indispensables para
mantener en funcionamiento el aparato industrial.
En este marco, se buscó atraer al capital extranjero, a
través de la ley 14.222 de 1953, que posibilitaba la
incorporación de capitales foráneos para la
instalación de plantas fabriles
en la industria y en la minería.
Esta ley permitía la transferencia de utilidades hasta el
8% del capital libre de impuestos y,
recién después del décimo año de
efectuada la radicación, se podría repatriar el
capital en cuotas anuales . Durante este período se
radicó IKA (Industria Kaiser Argentina); industria
automotriz que representaba, por si sola, casi el 70% del total
de las radicaciones.
La crisis se evidenció también en un alza del
costo de la vida
y en una reducción del salario real. Sin
embargo, hacia 1955, se notaba una recuperación
económica en relación a la depresión
de 1952, que llevó a una recuperación del salario.
Por otra parte, se debe señalar que, en 1949, el salario
real se encontraba un 34% sobre el nivel de 1943 (6), lo que da
cuenta del mejoramiento en el nivel de vida de los
trabajadores.
La política
económica del gobierno peronista estuvo orientada,
asimismo, hacia la nacionalización de una serie de
áreas tales como: teléfonos, ferrocarriles, las
flotas fluvial y de navegación de altamar, las
compañías de seguros y
reaseguros y las de energía
eléctrica. Se nacionalizó el Banco Central,
quedando bajo su jurisdicción todo lo relacionado con el
control de cambios, nacionalizándose también los
depósitos bancarios. Se otorgaron créditos para la industria, a través
del Banco de Crédito
Industrial, creado en 1944, se echaron las bases de una industria
pesada que se pensaba coronar con la gran planta
siderúrgica de San Nicolás (hoy SOMISA). En
Córdoba, la Fábrica Militar de Aviones
producía aviones y motores,
tractores, autos, y
motocicletas. Se creó Aerolíneas Argentinas y se
constituyó el Instituto Argentino para la Promoción del intercambio (I.A.P.I.), como
único comprador de cereales y oleaginosos a los precios de
adquisición fijados por el Estado. Esta Institución
separaba los volúmenes destinados al consumo
interno y, el resto, los exportaba, rompiendo con el monopolio que
existía sobre la comercialización de los productos
agrícolas por parte de las empresas como
Bunge & Born y Dreyfus.
Esta política, de corte nacional, limitaba frente al
capital extranjero, no podría continuar
profundizándose. La oligarquía, sectores de la
burguesía industrial (sobre todo los no relacionados con
el consumo interno), parte de la Iglesia y de
las Fuerzas Armadas y el propio sector externo, fundamentalmente
el capital norteamericano, llevaron al golpe militar de 1955,
intentando "disciplinar" el movimiento obrero organizado en un
proceso de reconversión de nuestra economía, que
aparecerá ya ligada a la influencia de Estados Unidos.
B. Movimiento sindical y politica laboral
El movimiento sindical que, tal como hemos hecho referencia, se
encontraba atomizado cuando se produjo el golpe militar de 1943,
enmarcará su accionar durante el período en este
contexto de singulares características, inéditas
hasta ese momento.
La primera actitud del
gobierno hacia los gremios fue de naturaleza
respectiva, clausurándose, en julio de 1943, el local
donde funcionaba la C.G.T. N° 2, declarando
prácticamente disuelta a dicha central. En agosto del
mismo año, intervenía a las dos entidades
sindicales que representaban el caudal mas importante de
afiliados a la C.G.T. N° 1: La Unión Ferroviaria y La
Fraternidad.
Pero, una línea mas flexible e inteligente en la forma
de abordar la problemática obrera, comenzaría a
manifestarse dentro del régimen militar. El ascenso del
Coronel Perón al Departamento Nacional de Trabajo, hasta
ese entonces un organismo inoperante, privado constantemente de
facultades y medios de acción, que pasó a
convertirse, en noviembre de 1943, en Secretaría de
Trabajo y Previsión , fue el instrumento que
transformaría la relación Estado Movimiento
Sindical.
La Secretaría de Trabajo y Previsión tenía a
su cargo la tarea de fiscalizar el cumplimiento de la
legislación laboral y centralizar toda la actividad social
del Estado. Desde allí, Perón desplegó una
incesante tarea, resolviéndose, por intermedio del
organismo, numerosos conflictos
gremiales, obteniéndose mejoras salariales para los
trabajadores, haciéndose efectivas, en la jornada de
trabajo, las 48 hs semanales, establecidas por ley, pero, cuyo
cumplimiento había sido muy irregular. Se trabajó,
también, en la reglamentación del aprendizaje y
trabajo de menores; se crearon Tribunales de Trabajo, a fin de
ofrecer un vehículo de acción mas rápida a
las causas judiciales por motivos laborales; se extendió
la jubilación a los empleados de comercio y trabajadores
industriales; se devolvieron retenciones al personal de los
ferrocarriles del Estado; se creó la División del
Trabajo y Asistencia a la Mujer, en la
Secretaría de Trabajo y Previsión. Capítulo
especial lo constituyó el Decreto – Ley N° 28.194, del
año 1944, que estableció el "Estatuto del
Peón de Campo", introduciendo la legislación
laboral en el interior de las, hasta entonces, intocables
estancias, estableciendo un sistema de salarios mínimos,
descanso dominical, vacaciones pagas, estabilidad, condiciones de
abrigo, espacio e higiene en el
alojamiento del trabajador.
Estas medidas, en beneficio de la clase trabajadora, junto con
las otras sobre las que luego nos extenderemos, ampliaron, no
solo la legislación de trabajo, sino que convirtieron a
esta en una realidad concreta de cabal cumplimiento.
La política llevada a cabo por la Secretaría de
Trabajo y Previsión, redefinía, así, su
propia identidad como
institución transformada en "un organismo mediante el cual
el Estado va en defensa de los derechos de las masa sufridas y
laboristas".
Testimonios de dirigentes sindicales de la época,
confirmaban plenamente esta transformación: "En nuestro
trabajo sindical, decía un metalúrgico, advertimos,
a partir de 1944, cosas increíbles: que se hacían
cumplir las leyes laborales incumplidas en otra época; que
no había necesidad de recurrir a la justicia para el
otorgamiento de vacaciones; otras disposiciones laborales tales
como el reconocimiento de los delegados de fábrica,
garantía de que no serán despedidos, etc.,
tenían una vigencia inmediata y rigurosa (…) Los
patrones estaban tan desconcertados como asombrados y alegres los
trabajadores. La Secretaría de Trabajo y Previsión
se había convertido en un factor de organización,
desenvolvimiento y apoyo para la clase trabajadora. No funcionaba
como una regulación estatal por encima de las clases en el
orden sindical, actuaba como un aliado estatal de la clase
trabajadora ".
La política desplegada por la Secretaría de
Trabajo y Previsión se concentró en dos frentes:
Sobre los dirigentes y sobre la masa trabajadora. La
captación de dirigentes sindicales de antecedentes
socialistas y sindicalistas pudo lograrse por medio del cambio de
status que experimentaron. Cansados de golpear las puertas de las
antesalas oficiales durante el período conservador, se
vieron, de pronto, ente un gobierno que atendía sus
reclamos y que tenía una política
programática que le permitía un alto grado de
flexibilidad. El dirigente gremial pasó, de ser un
individuo indeseable a participar en las decisiones, o, al menos,
estar presente en el momento en que se adoptaran . No puede
desconocerse, si se quiere entender el vuelo que
experimentó el sindicalismo argentino, este factor
importante, ya que puede explicar el cambio de posición
que muchos dirigentes sindicales adoptaron. En lo que respecta a
los trabajadores, las sucesivas medidas que se fueron tomando,
significaron abrir los ojos a una nueva realidad que les dio la
sensación de convertirse de simples convidados de piedra
en actores principales del proceso de renovación. Su
lealtad política, salvo con Yrigoyen, nunca había
sido muy firme y los socialistas no habían podido
convencerlos lo suficiente como para darles las posibilidades de
formar un partido obrero. Cuando el gobierno comenzó a
hablarles en un lenguaje que
comprendían, lejos de las complicaciones internacionales ,
cerca de los valores
tradicionales, a los cuales permanecían afectos, su
lealtad se inclinó hacia los protagonistas de esa
política y, particularmente, a la persona del titular de
la Secretaría de Trabajo y Previsión (9).
La nueva dirigencia sindical no conformaba, pues, una corriente
de hombre sin antecedentes, que negaran o repudiaran todo lo
hecho hasta ese momento dentro del movimiento obrero. Estos
dirigentes que habían militado, fundamentalmente, en las
filas del socialismo y del sindicalismo puro, conservaban de sus
anteriores concepciones y de la evolución que incluso
éstas habían sufrido en los avatares de la lucha
sindical, el planteo reformista que los llevaba a apegarse a
concepciones pragmáticas. Este pragmatismo
que no cuestionaba frontalmente, a la manera anarquista, las
bases de sustentación del sistema capitalista, buscaba el
respeto por los
intereses de la clase obrera y los acercaba, naturalmente, a las
propuestas y medidas emanadas de la Secretaría de Trabajo
y Previsión.
Estos dirigentes fueron redefiniendo, con apoyo estatal, la
organización gremial y el nuevo papel que ésta
jugaría. La intervención en los gremios
ferroviarios había decidido mantener relaciones con la
C.G.T., que se había reorganizado en la sede de la
Unión Tranviarios Automotor, nombrando representantes
ferroviarios para participar en la constitución de una
Comisión de Unidad Sindical integrada por representantes
de los dos sectores de la C.G.T., la Unión Sindical
Argentina y los sindicatos autónomos. El objetivo
primordial era reanudar los contactos y fortalecer a la central
obrera como única organización a fin de evitar la
atomización de los intereses obreros.
La comisión llevó a cabo una tarea de
organización sindical por distintos lugares del interior,
que fortaleció el frente sindical. Del naciente movimiento
solo quedaban excluidos los comunistas, mas disciplinados que
otros grupos y convencidos del carácter "fascista" del
régimen, rechazaban en forma terminante todo intento de
acercamiento. En algunos casos de sindicatos controlados por
ellos, desde la Secretaría de Trabajo y Previsión,
se apoyó e impulsó la creación de sindicatos
paralelos con conducciones contrarias y excluyentes a la
comunista: la creación, en 1943, de la Unión Obrera
Metalúrgica (UOM) y de la Unión Obrera de la
Construcción de la República
Argentina (UOCRA), fueron ejemplo de ello. Asimismo, se
organizaron nuevos sindicatos en gremios donde, hasta entonces no
existían y, a fines de 1944, mas de 40 organizaciones
habían ingresado en la C.G.T., entre las que se
destacaban, además de las dos anteriormente
señaladas: la Sociedad Obrera de la Industria
Vitivinícola de Buenos Aires y la de San Juan, el
Sindicato de Obreros Fideeros de la Capital Federal, el Sindicato
Obrero del Papel, de Obreros Peleteros, de la Industria del
Vidrio y la Federación Obrera Tucumana de la Industria
Azucarera.
Reorganizada la C.G.T., en setiembre de 1945, con Silverio
Portieri como Secretario Genera;, crecerá incesantemente
en número de afiliados, pasando de 80.000 en 1943 a
500.000 en 1945 y 1.500.000 en 1947, diez años
después agruparía a 6.000.000 de trabajadores (10).
A este desarrollo contribuyó la Ley de Asociaciones
Profesionales de 1945, que fue el instrumento para realizar la
integración sindical. Dicha ley conoció a los
sindicatos como asociaciones de derecho
público y estableció el control del Estado
sobre los ingresos y gastos de la organización, pudiendo
el Ministerio de Trabajo adjudicar a retirar personerías
gremiales que, por otra parte, eran otorgadas al sindicato
mayoritario por la rama de actividad. Se reconocía
también al sindicalismo el derecho a participar en
política, con lo cual el Estado asumía, por vez
primera, el contenido político de las luchas gremiales y
afirmaba la voluntad de estructurar un movimientos sindical
unido.
Frente a los acontecimientos de octubre de 1945, que
culminarían el día 17 con la impresionante
movilización de trabajadores que exigía el retorno
de Perón, la conducción de la C.G.T. mostró
vacilaciones y contradicciones, producto de tendencias
encontradas.
De un lado, estaba la vieja y tenaz tradición de
presidencia política así como las arraigadas
técnicas de supervivencia que llevaban a no
arriesgarse en defensa de una causa que se suponía
perdida. Del otro lado, sin embargo, estaba la convicción
de que la causa de Perón significaba el triunfo de los
sectores Capitalistas y, pese a todas las promesas que se
hicieran, un giro radical en la política social del
gobierno y en el papel de las organizaciones sindicales. A
diferencia de todas las contiendas políticas anteriores,
en ésta se jugaba, en gran medida, la suerte del
movimiento obrero que, por primera vez, tenía algo que
perder. Finalmente, había un elemento decisivo; las bases
habían empezado ya a movilizarse por sí solas en
todo el país. No sólo se habían producido
paros y manifestaciones espontáneas, sino que, muchos
sindicatos -en el Gran Buenos Aires, en Rosario, en
Tucumán-, habían declarado, por su cuenta, la
huelga general. Un grupo de dirigentes autónomos, con
Cipriano Reyes a la cabeza, realizaba una intensa gitación
en los lugares de trabajo y presionaba incesantemente a la
conducción cegetista .
De esta manera, el Comité Confederal de la C.G.T. el
día 16 declaró la huelga general, luego de un arduo
debate; esta moción votada en una casi paridad de fuerzas
(21 votos a 19), debía efectivizarse a partir del
día 18. Nuevamente la conducción cegetista
había sido superada por los acontecimientos, ya que la
movilización se volcó a las calles e impuso, de
hecho, la huelga general, sin esperar la fecha fijada por la
C.G.T..
En el frente político que llevaría a Perón a
la presidencia, ocuparía un importante papel el movimiento
sindical, a través del Partido Laborista. En él
habían convergido hombres de antecedentes e
ideologías diversas: dirigentes socialistas como
Borlenghi, o de la corriente sindicalista como Gay, quien
asumiría la dirigencia del partido y sería
también secretario general de la C.G.T.. Estaban
también presentes hombres de trayectorias mas recientes e
ideologías mas difusas, como Cipriano Reyes.
En mayo de 1946, Perón ordenó la
disolución de los partidos que lo habían apoyado y
su confluencia en el Partido Único de la Revolución
Nacional y bajo los argumentos de divisiones y enfrentamientos
internos que debilitaban la coalición. Este hecho,
provocó la reticencia de los dirigentes laboristas, pero,
pronto advirtió la mayoría que la resistencia
sería inútil, sólo Cipriano Reyes, junto con
algunos allegados, intentó, sin éxito hacerlo.
Los testimonios sobre la disolución del Partido
Laborista, no son coincidentes. Un dirigente de la época,
Juan Rodríguez, expresaba:
"Durante su primer gobierno, Perón no quería tener
mucha oposición dentro de su movimiento, porque, si no, no
podía haber avanzado como avanzó. Tenía que
tener alguna libertad y la consiguió así. No
quería tener un partido político que lo tuviera
dominado, no quería diputados o senadores que presentaran
proyectos por
su cuenta y crearan conflictos económicos o
internacionales. Eran tantas las cosas que había que hacer
que Perón no podía tener oposición. Ya
suficiente la oposición externa y no quería tener
la interna."
Por su parte, Gay veía el hecho de la siguiente
manera:
"Perón disuelve el Partido sin ningún derecha,
simplemente para favorecer una maniobra que él ya
está elaborando in mente en colaboración con los
radicales renovadores y para evitar el contralor, el contralor
así como suena -que hubiera ejercido el PL a través
de sus diputados y senadores. Se da cuenta que el partido no
secunda totalmente sus propósitos, él se da cuenta
que el partido es difícil manejar. Por otra parte, en la
C.G.T. el sentido de independencia
se manifiesta de distintas formas, es decir, estamos dispuestos
todos a secundar al gobierno, nadie pensó en retirarle el
apoyo a Perón siendo Presidente, al contrario,
pensábamos apoyarlo, pero no incondicionalmente. Es decir,
nosotros sosteníamos la necesidad de la independencia del
movimiento obrero para decidir sus propias acciones."
En enero de 1948, la justicia quitaba la personería al
Partido Laborista. Gay había renunciado a la presidencia,
antes de que el Comité Directivo aceptara la
disolución, para no convalidar la medida. En setiembre, 15
dirigentes laboristas, entre ellos Cipriano Reyes, eran
detenidos, acusados de planear un atentado contra Perón,
permaneciendo en la cárcel desde entonces hasta la
caída del gobierno.
El movimiento sindical, consolidado ya en una central
única, aumentó, a partir de 1947, sus tareas
organizativas. Se recorrieron los principales centros del
interior, realizándose congresos locales, que fueron
solidificando la central, por medio de las delegaciones
regionales. La C.G.T. participó, asimismo, en la
creación de federaciones obreras, amalgamando sindicatos
autónomos y dándole la correspondiente
jurisdicción nacional.
A partir de 1949, la ligazón política que
unía a la C.G.T. con el gobierno, se hizo cada vez mas
estrecha, pasando a formar parte, como rama sindical, del ya
constituido Partido Peronista. Esta vinculación la
llevó, en algunos casos, a encontrarse frente a
disyuntivas, debiendo optar entre su adhesión al gobierno,
del cual constituía unos de los pilares de
sustentación, y los reclamos de sus gremios adheridos. En
este sentido, es importante referirse a algunos de los
movimientos sindicales de protesta, que colocaron a la C.G.T. en
una coyuntura difícil. Estos movimientos se tradujeron en
una serie de huelgas, iniciadas por sindicatos muy importantes,
como ser obreros de la carne, municipales, bancarios, industria
del azúcar,
gráficos, marítimos y ferroviarios,
motivados en reclamos salariales y/o incumplimiento de convenios
colectivos. En el período 1949/1951, las huelgas bancarias
y ferroviarias, fueron realizadas por comisiones internas que
escaparon al control de las autoridades gremiales, que se vieron
impotentes frente a tales manifestaciones. En el caso de la
huelga general que protagonizaron los trabajadores
gráficos, en marzo de 1949, las autoridades sindicales
fueron suspendidas por la presión interna, y la C.G.T.
envió un interventor al gremio. La huelga general
marítima de 1950, fue llevada a cabo por gremio que no
había entrado en la C.G.T. : la Confederación
General de Gremios Marítimos y Afines (C.G.G.M.A.); como
consecuencia de la misma, la C.G.T. intervino a los principales
sindicatos marítimos que formaban la C.G.G.M.A. y
organizó una nueva entidad sindical: la Asociación
Marítima Argentina que tuvo el reconocimiento del
Ministerio de Trabajo.
En estos hechos, de todas formas, lo que importa
señalar es que, mas allá del accionar de la C.G.T.
, lo que estaba de manifiesto era la vigencia de la
movilización de los trabajadores en pos de sus derechos,
permitiendo discutir algunas afirmaciones respecto del
período, en el sentido de suponer una suerte de inercia e
inmovilizmo por parte del movimiento obrero, que pasaría a
considerar como algo natural que las conquistas sociales fueran
otorgadas, dadivosamente, desde el Estado.
En el campo de la legislación del trabajo, a las medidas
ya señaladas desarrolladas durante la permanencia de
Perón en la Secretaría de Trabajo y
Previsión, cabe agregar el Decreto-Ley 1.740, del
año 1945, que estableció el derecho de todo
trabajador a gozar de un período mínimo y
continuado de vacaciones pagas, el Decreto-Ley 33.302, del mismo
año, que impuso el sueldo anual complementario y creaba el
Instituto Nacional de Remuneraciones,
que intentaba desarrollar una política de
equiparación de salarios al costo de vida e, incluso,
llegaba a establecer la participación de los trabajadores
en las ganancias de la empresa,
aún cuando ello no llegó a implementarse.
En febrero de 1947, al cumplirse el primer aniversario de la
victoria electoral, Perón entregó al Secretario
General de la C.G.T., Aurelio Hernández, el original de la
Declaración de los Derechos del Trabajador, incorporados
luego a la Constitución Nacional, sancionada en marzo de
1949. La declaración comprendía los siguientes
aspectos:
- Derecho a trabajar.
- Derecho a una retribución justa.
- Derecho a la capacitación.
- Derecho a condiciones dignas de trabajo.
- Derecho a la preservación de la salud.
- Derecho al bienestar.
- Derecho a la seguridad
social. - Derecho a la protección de su familia.
- Derecho al mejoramiento económico.
- Derecho a la defensa de los intereses profesionales.
La C.G.T., en su Congreso Extraordinario de 1950,
incorporó a sus Estatutos esta Declaración,
mientras que los sindicatos y federaciones basaron en ella las
disposiciones de sus Convenciones Colectivas de Trabajo.
En el terreno de la capacitación profesional se
creó la Comisión Nacional de Aprendizaje y
Orientación Profesional, encargada de velar por el sistema
de trabajo de los aprendices en las fábricas y las
llamadas escuelas de medio turno; este régimen se
completó después de una nueva ley dictada en el
año 1948, que implantó el Segundo Ciclo de
Aprendizaje (curso de perfeccionamiento técnico, a obreros
provenientes del ciclo de aprendizaje y capacitación), con
miras a instituir la Universidad
Obrera Nacional que se creaba por medio de la misma ley.
El desarrollo de la negociación colectiva, la que tuvo amplia
expansión en este período, contó con la ley
14.250, del año 1953, que reguló la
negociación de los contratos
colectivos de los trabajadores de la actividad, pública o
privada que no estuvieran comprendidos por estatutos especiales o
sometidos al régimen establecidos para la administración
pública, estipulándose la constitución
de comisiones paritarias con representantes de trabajadores y
empleadores de la actividad. Con esta ley, el contrato
colectivo tuvo su consagración definitiva y sus
consecuencias incidieron, poderosamente, en la concreción
de una práctica fundamental en las relaciones
obrero-patronales.
La centralización operada en el movimiento
sindical, permitió que la C.G.T. tuviera importancia
fundamental en la solución de conflictos, discusiones de
convenios colectivos y desarrollo de actividades sociales y
culturales. Se desarrolló una intensa actividad en el
campo de la capacitación sindical, expandiéndose
las escuelas sindicales de la C.G.T. por el interior del
país. La consolidación de una importante
infraestructura en materia de obra social para sus afiliados,
permitía, en la temporada veraniega 1953/1954, el
funcionamiento de 22 colonias de vacaciones, atendiendo a un
total de 310.000 personas; funcionaban, asimismo, 8
policlínicas y 226 consultorios de clínica general,
con un total de 1.667.000 trabajadores y familiares
atendidos.
En el ámbito internacional, la tarea desplegada por la
C.G.T. se concretó a la creación de la
Agrupación de Trabajadores Latinoamericanos Sindicalistas
(ATLAS). en noviembre de 1952.
Esta central contó con el apoyo de sectores gremiales
latinoamericanos y tenía su basamento en la Tercera
Posición, doctrina que Perón postulaba en el plano
internacional y que propiciaba una equidistancia de los centros
hegemónicos de poder, tanto de Oriente como de Occidente.
La acción de la ATLAS, que se presentaba como una fuerte
competidora de la Organización Regional Interamericana de
Trabajadores (ORIT), central impulsada por EE. UU. para controlar
el movimiento latinoamericano de trabajadores, fue breve. El
golpe militar de 1955, alcanzó la sede, los bienes y la
biblioteca especializada de la ATLAS; se eliminaba así, a
quién, desde el escenario sindical continental, hubiera
podido desarrollar una propuesta de unión
latinoamericana.
La etapa que hemos reseñado, de vital importancia para el
sindicalismo argentino, culminaría en 1955. En esta
ocasión, como contrapartida de la centralización y
verticalización que se había operado en la
conducción cegetista, ésta se mostró sin
elasticidad
suficiente para superar una crisis de tamaña envergadura.
Las conducciones que se habían ido sucediendo, luego del
desplazamiento de Gay, marcaron una progresiva integración
en el aparato estatal y una creciente desmovilización, que
le restaría efectividad para enfrentar situaciones
críticas. El movimiento obrero, sin embargo,
resurgiría, lenta y trabajosamente, después de
1955, "a pesar de las persecuciones y de la represión, a
través de las alternativas de una larga
proscripción; los hechos demostrarían que el
vínculo establecido entre el movimiento obrero y el
peronismo, era un vínculo perdurable".
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