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Somerat un Dios que puede bailar




Enviado por jrivera



     

    "…Silvio me robó el
    unicornio

    Icaro las alas

    Y tu,

    Tu,

    ¿Qué me robaste
    tu

    que hasta hoy no concilio

    mi sueño de unicornio

    o mi vuelo tras el
    sol?"

    javiermanuel

    Poemario "Soy sujeto, objeto directo de
    tus predicados"

    Rasguños.

    ¿Quién necesita distinguir en si son de
    placer o de dolor?

    ¿Quién necesita saber si la necesidad de
    labrar con tesón las más dulces y tibias tierras
    de los lomos está hecha de esencia de cicuta o de
    perfume de mujer?

    ¿Quién en sano juicio perpetra venganza
    contra las excelsas cicatrices de las
    sábanas?

    Quién no ha degustado el dulce amargo de los
    desprendidos sudores amatorios, no pude ser Santo.

    Hemoglobina a 10, presión
    cardíaca de 5 barias, desciendo a Dios; me
    relamo.

    Somerat habla de amor:

    "Tuvimos el oscuro privilegio de ser amantes, como
    diría Cisneros, de ocasión y sin futuro, abrimos
    las prisiones y llenamos las cárceles de muertos,
    nuestros muertos, azules y fríos testaferros de la
    esperanza de una vida que se quedó durmiendo el
    sueño de los justos e injustos, de las verdades y
    mentiras, de las aporías que nos llenaron las tripas de
    arena y pelos.

    Pero la literatura nos
    subsume en una segregación violenta de tinta que se
    llama realidad.

    Y la realidad no nos perdona la
    filosofía.

    Preguntamos, respondemos, elevamos una plegaria al
    infinito para saber si en este eco universal que es la historia se nos reserva
    una corona de espinas o un beso tierno, animales que
    con una contumacia sempiterna emprendemos el viaje, el largo y
    tedioso viaje sobre un horizonte incierto y sinuoso del cual
    sólo podemos colegir que el destino siempre tiene forma
    de hembra."

    En el cementerio se reunieron para darle el
    último adiós, estaban sus padres comentando lo
    doloroso que es perder una hija y más aún siendo
    tan hermosa como Viola, estaban sus amigos, conocidos y
    compañeros, tanto del trabajo como de la Universidad,
    estaba también su amado Somerat que recitando sus
    exequias rezó así:

    En este anatema no hay lugar para la nostalgia, el
    consumo del
    sol y del canto de las aves de un
    invierno y un Setiembre, la erosión
    de su risa, la poca o mucha paciencia, el fuego, las
    flores…

    Una hermosa conjunción de pétalos se
    hace flor para rendirte hoy un postrero homenaje.

    Estas en mis ojos, no te irás nunca,
    quizás tu paciencia se cansó, quizás tu
    noche fue más fría o más oscura,
    quizás entre la bruma del sueño que fue tu vida
    se quedaron lágrimas y risas atrapadas en las
    líneas torcidas de una historia hecha niebla.

    Nos amamos, como se aman los seres más simples,
    con nuestras sonrisas y lágrimas, con sutileza y
    delicadez, aveces también con verdadera
    pasión.

    Hoy que ya no estás te recordamos todos como la
    más agraciada criatura y creatura que Dios regaló
    a los hombres.

    Nos haces falta, especialmente a mí.

    Tanto y tanto juntos, pasamos los veranos
    escondiéndonos del sol, los inviernos caminando bajo la
    lluvia y tanto las primaveras como los otoños los
    hicimos de las dulces hojas de nuestras cartas, en
    ocasiones amarillas.

    Hoy sólo nos queda tu recuerdo y la nostalgia
    por una hermosísima alma que nos deja sólos
    acá para aliviarnos la distancia.

    "Al lado de mi casa el burdel siempre estará
    abierto y las prostituciones más sórdidas de los
    seres humanos jamás se podrán negar, ojalá
    tenga la fuerza de
    permanecer detrás de estas palabras ,como una sombra,
    sin ser hijo, padre o hermano…"

    "Amor en sesenta y cinco centímetros cuadrados,
    el aire tan
    caliente que calcina el corazón,
    enrrarecidos vapores me asfixian, un beso gris y ya seco me
    limita, estoy atrapado."

    • La crítica sólo se transforma en
      subversiva cuando viene oculta, bajocuerda y destructiva.

    "Estuve en nuestro lugar secreto.

    Y vi la muerte de
    Viola.

    Me quedé allí.

    Comparándola con la que vivía y se
    estremecía en mis brazos soñando uno o varios
    futuros juntos.

    La desperté temprano, una llamada
    telefónica a las seis de la mañana la
    alteró, era mi llamada.

    Le dije que por fin había encontrado mi
    misión existencial, que después de
    todo lo hablado y escrito sabía por fin que hacer, que
    decir, en el sueño de aquella noche me había sido
    revelada la única acción buena y generosa con la
    que podía recompensar todo su amor hacia mí,
    también esto les dije; ella angustiada me
    preguntó por la revelación, me pidió
    explicaciones, le dije que se las daría en persona que nos
    encontraríamos aquella noche de Abril, bajo Venus, en
    nuestro lugar secreto.

    La cité tarde, muy de noche; no quería
    tener testigos de mi pacto con el Destino, sólo ella
    sería musa y herramienta de poesía, epigrama y laud para mi serenata
    otoñal.

    Durante el día me ocupé de los detalles,
    los insumos para aquella noche debían acoplarse de tal
    forma como si se tratáse de un rito o una ceremonia de
    iniciación, porque lo era.

    Ella- me contaron- estuvo dispersa todo el día,
    pensativa, los viejos y nuevos documentos de
    su trabajo le sabían amargos, le fastidiaba el tedio de
    la oficina y se
    veía en sus ojos el deseo de que aquel día pasara
    y llegáse por fin la noche.

    Finalmente el día pasó y la hora
    acordada estaba en ciernes, el lugar elegido era el lugar
    secreto.

    Ella llegó tempraneando el tiempo, como si
    esperando sentada en aquel frontispicio le ganaría dos
    peldaños a la hora; y esperó.

    Hacía frío, la noche traía un
    olor a jazmín como el que percibe un moribundo antes de
    partir, ella frotaba sus manos, se abrazaba y frotaba los
    brazos, chupaba su cigarrillo como lo último importante
    en el mundo y veía el humo formar figuras en el aire,
    algunas de ellas conocidas, vió a Virgilio, por ejemplo,
    cruzando el río de estigia, vio la pira de Jacques De
    Molay y casi oyó sus gritos, cansada de divagar
    agachó la cabeza, chupó con fuerza su cigarrillo
    y le arrancó su última ceniza.

    De pronto sintió un viento helado del norte,
    del lado del viejo árbol donde con su amado cada noche
    había escuchado cantar al viejo búho;
    sintió helar su alma, congelábase sentada en el
    puma de piedra y escuchó una voz que era la
    mía.

    La besé tiernamente, sus labios estaban
    fríos y sus ojos con lupina brillantez mezclaban el
    sabor de la duda con el de las cenizas, sentí al
    abrazarla que su corazón latía más fuerte
    que nunca, tenía esperanza en mi, siempre fue eso lo
    más noble e ingenuo en su alma.

    Me preguntó sin fintas por el sueño, que
    le explicara la extraña llamada que la había
    mantenido en sobresalto todo el santo día me dijo; le
    respondí que lo haría todo en su
    momento.

    Le ofrecí un cigarrillo, de aquellos no
    comerciales, aquellos que se usan para aliviarse, me lo
    aceptó; y la hierba fue quemándose en nuestras
    manos y una vertiginosa corriente de sensaciones
    recorría nuestros cuerpos. La conversación
    prosiguió, le hablé del sueño, le
    conté que había una mujer que me llamaba por mi
    nombre: Somerat.

    Era un lugar, quizás, la verdad no
    sabría decir que clase de lugar era ese, o si finalmente
    eso era un lugar o no, la mujer me
    condujo de la mano hacia sus adentros y me mostró su
    corazón y me mostró que contenía. En ese
    momento ella estaba expectante, dio la última pitada de
    hierba y me inquirió con vehemencia: ¡Sigue!,
    ¿Y?

    Le dije que en ese momento me hizo ver el
    corazón y lo que contenía y fue tan maravilloso
    lo que vi que mis ojos no pudieron contener las
    lágrimas, la mujer me había mostrado su
    corazón y la mujer era Viola; cuando levanté la
    vista me di cuenta, aquella mujer, aquel sueño me estaba
    mostrando el corazón de mi amada.

    En aquel instante la miré, ella estaba
    extasiada con la visión que le explicaba,
    mostrándole al detalle la maravillosa
    contemplación de su propio corazón. Sus ojos
    estaban cerrados, sonreía, el frío había
    pasado a ser una noción de otro tiempo y el
    cálido tenor de mi relato le había acariciado
    tanto que ella ya no lo sentía.

    Un segundo después su cara cambió, se
    contrajeron todos sus músculos, también los de su
    cara, abrió los ojos despacio y empezó a temblar,
    un grito ensordecedor salió de su boca y de su vientre
    se liberaban las cadenas de sangre que lo
    bañaron todo; la casaca, el pantalón, el puma de
    piedra. Su cara era otra de sus caras cuando se dio cuenta de
    que el puñal de plata que alguna vez había visto
    en mi casa y del cual había alabado su diseño estaba clavado en sus
    entrañas.

    Yo la miraba sin pasión pero con ternura, sin
    apuro, con la paciencia que da Dios cuando se hace algo
    Santo.

    Sus ojos se movían exorbitados de dolor, me
    miró y balbuceando sólo alcanzó a decir:
    ¿Porqué?

    La abracé dulcemente, la miré a los ojos
    con suma tranquilidad y le dije: todo a su tiempo y el tiempo
    ha llegado, en mi llamada te dije que encontré mi
    misión existencial ,que el valor de un
    hombre se
    mide por el volumen de
    verdad que es capaz de soportar.

    Mi misión fue ésta.

    Algo tan precioso como tu alma, aquella que vi en mis
    sueños no puede existir en este mundo de duendes, de
    caballeros y dragones; el miedo a que tu alma se corrompa, se
    tizne tan sólo con el hollín de estas carnes
    humanas, de lo poco y lo miserable que es esta sociedad, que
    tu alma se toque con lo triste y lo vulgar sería
    insoportable.

    La soberana inmolación que te doy ahora es mi
    acto más generoso, el mejor de mi vida, es más,
    mi vida es este sólo acto en si mismo, porque con gestos
    como estos, los de aquí siempre tendremos inmaculadas
    Utopías que estén más
    allá.

    Así que cuando vean un pequeño cerro y
    en el encuentren una vieja y abovedada Iglesia de
    grandes puertas de madera,
    cuando vean un árbol y oigan al viejo búho cantar
    exequias y puedan sentarse sobre el puma de piedra,
    sentirán quizás la voz de Viola o, alguno
    más infortunado, el cuchillo de Somerat y
    entenderán allí que una verdadera historia de
    amor que se repite, es aquella en que alguien muere y quien
    muere se lleva en sí algo de Dios que es devuelto por la
    mano de la justicia,
    que suele ser la mano del amante.

    Cuando lleguen allí sabrán cual es
    nuestro lugar secreto.

    Estuve en nuestro lugar secreto.

    Y vi la muerte de
    Viola.

    Me quedé allí, perplejo,
    comparándola con la que vivía y se
    estremecía en mis brazos soñando uno o varios
    futuros juntos.

    Que alma tan tierna y preciosa la suya- podría
    ser ingenua también- llegó temprano a su cita con
    la muerte.

    Después de escuchar mi explicación,
    inhaló profundamente, palideció, dos
    lágrimas cayeron de sus ojos, su dolor llegaba al
    clímax, me miró profundamente como queriendo
    decir algo que no dijo y murió.

    La apreté contra mi pecho.

    Su cara estaba helada, sus labios fríos y
    morados.

    La levanté en brazos la introduje en el auto y
    con gran rapidez partimos juntos, como deben hacer los
    amantes.

    Para mí la noche recién
    empezaba.

    Todo debía pasar muy rápido, la carne no
    podía pudrirse, debía evitar que su
    tránsito hacia la muerte fuese vulgar, pero no
    podía desperdiciar sus veneradas y bien despachadas
    carnes.

    Ya estaba todo preparado, contraté a dos
    mujerzuelas que me esperaban en una habitación de hostal
    a las afueras de la ciudad, les había pagado lo
    suficiente y prometido otro tanto para que me esperasen
    allí, además les mencioné que
    regresaría con un gran regalo, que sería algo que
    ellas no olvidarían jamás.

    La hostería tenía una entrada grande y
    cubículos donde estacionarse justo frente a cada
    habitación, me estacioné frente a la mía
    la cual había abandonado hacía poco para reunirme
    con Viola, el motivo de mi retraso para reunirme con ella
    fueron estas dos mujercitas, infelices criaturas de la noche
    que habían acondicionado mi cuerpo para este ritual
    lamiendo sin mesura mi miembro y deslechándolo hasta el
    hartazgo.

    Les había dado algunos látigos para que,
    en mi ausencia, se excitaran sodomizándose
    recíprocamente, a ellas les gustó la
    idea.

    Al volver las encontré muy contentas y casi
    ebrias de licor y de placer, jugando con los látigos
    contra sus espaldas y usando sus lenguas en placeres contra
    natura.

    Llevaba a Viola a cuestas y la arrojé sobre la
    cama; la mancha de sangre sobre su vientre y su pálido
    tono de tez lo decían todo.

    Las innombrables cambiaron sus rostros y otras caras,
    más oscuras, pasaron a ocupar el lugar de las
    risueñas anteriores; estaban horrorizadas y empezaron a
    gimotear, con el látigo en mis manos empecé a
    rajarles los lomos y a gritar impiedades contra
    Dios.

    En más de una ocasión ambas intentaron
    escapar pero mi látigo las devolvió a la cama
    más dóciles y aterradas.

    Les ordené que la desvistiesen y después
    de decirles que ellas serían testigos de mi pacto con el
    Destino extraje de mi saco dos hostias consagradas, una la
    quemé, fue símbolo, la otra la introduje en la
    vagina de Viola y mientras la follaba gritaba: ¡Si eres
    Dios, véngate!, aquella fue diávolo.

    Introduje mi falo tieso- y excitado por los golpes
    sobre aquellas mujeres- en la deliciosa almeja de Viola. Su
    cuerpo no ejerció resistencia y
    sus ojos abiertos y perdidos en algún lugar del espacio
    no se inmutaron.

    Las mujerzuelas lloraban y se lamentaban, temblaban de
    frío y de terror.

    Aún mayor fue su llanto y su terror cuando las
    obligué a lamer a la muerta, luego les ordené
    morderla, lo hacían mientras yo fornicaba con la
    fría mujer, creo que se excitaron, comenzaron a degustar
    a Viola.

    Le arrancaban los pedazos de carne con los dientes
    filosos y se los tragaban uno tras otro, la sangre chorreaba
    por la comisura de las hembras y sus desmedidos llantos se
    tornaron de a pocos en demoníacas risas.

    Se regodearon, se relamieron, una a otra, mientras yo
    me corría sobre el helado pubis de mi amada.

    Comieron hasta saciarse y la hierba la sangre y el
    sexo las
    había dejado extenuadas sobre el caótico
    lecho.

    La calma había vuelto y fue tiempo bueno para
    usar el último insumo de la ceremonia, del pacto que
    cerraba ahora con nuestro cibernético universo.

    Me puse el pantalón y salí al auto, en
    la maletera tenía dos galones de gasolina que
    había adquirido a un viejo y servil ex comandante del
    ejercito.

    Me dirigí hacia la cama.

    Entre febriles sueños me vieron esparcir la
    gasolina sobre ellas, sobre Viola, sobre mi semen y finalmente
    se hizo la luz, luego el
    fuego lo consumió todo.

    Lejos ya de allí, conduciendo hacia casa, me
    dije:

    "Rasguños.

    ¿ Quién necesita distinguir en si son de
    placer o de dolor?"

    Algunos vieron al Duende asesino manejar por la
    carretera, manejaba contento y despacio dicen y tarareado una
    canción, una canción maldita, la melodía
    según se cuenta, era una melodía macabra que
    sólo El y Ella conocían…

    …Hoy que llevo en la boca

    El sabor a vencido

    Procura tener a la mano un
    amigo

    Que cuide tu frente y tu voz

    Y que cuide de ti, para ti, tus
    vestidos,

    Y tus pensamientos

    Manténlos atentos llamando a tu
    amigo.

    La importancia de verte

    Morderte los labios de
    preocupación,

    Es hoy tan necesaria

    Como verte siempre

    Como andar siguiéndote con la
    cabeza

    En la imaginación,

    Porque sabes y si no lo
    sabes

    No importa,

    Yo se lo que siento,

    Yo se lo que portan,

    Después unos labios,

    esos labios rojos y afilados

    y esos puños que tiemblan de
    rabia

    cuando estas contenta y que tiemblan de
    muerte

    si alguien se te acercara a
    ti.

    Hoy procura que aquella
    ventana

    Que mira a la calle

    En tu cuarto se tenga
    cerrada

    Porque no vaya a ser yo el viento de la
    noche

    Y te mira y recorra la piel con mi
    aliento

    Y hasta te acaricie y te deje
    dormir

    O me meta en tu pecho

    Y me vuelva a salir

    Y respires de mi,

    O me vuelva una estrella y te estreche
    en mis rayos

    Y todo por no hacerme un poco de
    caso

    Ten miedo de Mayo

    Y ten miedo de mi,

    porque no vaya a ser que cansado de
    verte

    me meta en tus brazos

    para poseerte y te arranque las
    ropas

    Y te bese los pies

    Y te llame mi diosa y no pueda mirarte
    de frente

    Y te diga llorando
    después

    Por favor tenme miedo

    Tiembla mucho de miedo mujer

    Porque no puede ser.

    "¡Cuántos crímenes ha instigado mi
    verga!- exclamó Noirceuil-. ¡Qué
    atrocidades cometo a fin de liberar su esperma con un poco de
    pasión! No existe objeto en el mundo que no esté
    dispuesto a sacrificar por ella. Es un Dios para mí,
    Juliette, dejad que sea también el vuestro: adorad este
    falo despótico, ofreced incienso a esta deidad suprema.
    Me gustaría que lo homenajease … todo el
    planeta."

    Juliette

    Donatien Alphonse Francoise, Marqués de
    Sade

     

    Por

    javiermanuel

     

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