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La sociedad poscapitalista (página 2)




Enviado por claudiolehder



Partes: 1, 2, 3

Permite, a su vez, tener una previsión cercana de
cómo puede llegar a reaccionar la sociedad y hasta
qué punto será tolerante.

Este análisis intenta expresar la
equivocación que está cometiendo el Estado al
olvidar el sentido social por el que realiza cada una de sus
actividades.

Es un período por el que estamos atravesando
actualmente, de manera que serán significativas las
conclusiones que deriven del presente.

Utilidad

Este tema nos permitirá acceder a conocimientos
generales de la función del Estado, de los distintos tipos
de aplicación de los impuestos, como así
también de las distintas formas de Estados.

Además del conocimiento
general sobre diversos aspectos, nos otorgará un
conocimiento específico del sistema
impositivo y su impacto social, de manera que en futuros
desempeños como profesional en temas relacionados,
logremos tener en cuenta este aspecto.

Originalidad

Quiero hacer de la presente monografía, una teoría
u opinión personal,
rescatando ideas y enfoques de diversos sujetos, para poder de
esta manera integrar nuestros conocimientos adquiridos hasta el
momento sobre sociología, con los importantes aspectos
brindados por los distintos sociólogos, economistas y
periodistas, además de completar una etapa previa a la que
nos deparará nuestro futuro profesional.

Caracterización del autor

El Estado fiscal

Peter Drucker, en su libro "La
Sociedad Poscapitalista", señala el surgimiento del Estado
fiscal a partir de la primera guerra
mundial. La teoría por él planteada se detalla
a continuación.

Las dos guerras
mundiales de nuestro siglo han convertido al Estado-Nación
en el Estado fiscal.

Hasta la Primera Guerra Mundial
ningún gobierno en la
historia
había sido capaz de conseguir de su pueblo –ni
siquiera en tiempo de
guerra–
más que una fracción muy pequeña de los
ingresos totales del país, tal vez un 5 o un 6 por
ciento.

Sin embargo, en la Primera Guerra Mundial todos los
países beligerantes descubrieron que no hay
prácticamente límites
para lo que un gobierno puede extraer de la población. Hacia la Primera Guerra Mundial
las economías de todos los países beligerantes
estaban fuertemente monetizadas; como resultado los dos
países más pobres, Austria-Hungría y Rusia,
pudieron exigir impuestos y tomar prestado, durante varios de los
años de la guerra, más de los ingresos totales
anuales de sus respectivas poblaciones. Se las arreglaron para
liquidar el capital
acumulado durante largas décadas y convertirlo en material
bélico.

Joseph Schumpeter, que entonces aún vivía
en Austria, comprendió inmediatamente lo que había
pasado, pero el resto de los economistas y la mayoría de
los gobiernos necesitaban una segunda lección: la Segunda Guerra
Mundial. No obstante, desde entonces todos los países
desarrollados –y muchos en vías de desarrollo
se han convertido en Estados fiscales. Todos han acabado creyendo
que no hay límites económicos para lo que un
gobierno puede gravar o tomar prestado y, en consecuencia, no hay
límites económicos para lo que un gobierno puede
gastar.

Lo que Schumpeter señaló fue que, desde
que existen los gobiernos, el proceso
presupuestario empieza con una evaluación
de los ingresos disponibles, y a continuación los gastos deben
acomodarse a esos ingresos. Y dado que las "buenas causas" son
inagotables y la petición de gasto es por ello infinita,
el proceso presupuestario consiste mayormente en decidir
cuándo decir "no". Mientras se supo que los ingresos eran
limitados, los gobiernos fueron democracias o monarquías
absolutas como la de los zares rusos, operaban bajo restricciones
extremas. Estas restricciones hacían que fuera imposible
que un gobierno se convirtiera en un organismo social o
económico.

Pero desde la Primera Guerra Mundial –e inclusive
más desde la Segunda– el proceso presupuestario
significa, en la práctica, decir "sí".

Tradicionalmente, el gobierno, la sociedad política, sólo
podía disponer de aquellos medios que la sociedad civil le
concediera, y eso sólo dentro de los muy estrechos
límites de un pequeño porcentaje de la renta
nacional, que era todo lo que podía ser monetizado.
Sólo esa cantidad podía convertirse en impuestos
y

préstamos y, por ello, en ingresos del gobierno.
Bajo la nueva administración, que asume que no hay
límites económicos para los ingresos que puede
obtener, el gobierno se convierte en dueño de la sociedad
civil y puede modelarla y darle forma. Mediante el uso de los
impuestos y los gastos, el gobierno puede sobre todo redistribuir
los ingresos de la sociedad; por medio del "poder del monedero"
puede, o eso nos prometieron, modelar a la sociedad a imagen del
político.

Pero también bajo la nueva administración,
resulta demasiado fácil ver la renta nacional como algo
que pertenece al gobierno y pensar que los individuos sólo
tienen derecho a lo que el gobierno esté dispuesto a
dejarles tener. Nadie antes de 1914 –de hecho nadie antes
de 1946– habló de "exenciones fiscales". Antes se
suponía que todo pertenecía al individuo, a menos
que hubiera sido expresamente cedido al gobierno por los
representantes políticos de los contribuyentes, tanto si
era un gobierno absoluto como parlamentario.

No obstante, la expresión "exención
fiscal" implica que todo pertenece al gobierno a menos que haya
sido designado especialmente para ser retenido por el
contribuyente. Y sea lo que fuere lo que retengan los
contribuyentes, sólo lo hacen porque el gobierno en su
sabiduría y generosidad está dispuesto a dejar que
lo conserven.

Concluye el tema haciendo referencia al tópico en
el párrafo
" ¿ Ha funcionado el megaestado?

Explica el fracaso del Estado Fiscal de la siguiente
manera:

Como Estado fiscal, en ningún lugar ha conseguido
una redistribución significativa de la renta. De hecho,
los últimos cuarenta años han confirmado
ampliamente la Ley de Pareto
–llamada así por el economista suizo-italiano
Vilfredo Pareto (1848-1923)–, según la cual la
distribución de la renta entre las clases
sociales está determinada sólo por dos
factores: la cultura de la
sociedad y el nivel de productividad
dentro de la economía. Cuando más productiva sea
una economía, mayor será la igualdad de
renta; cuando menos productiva, mayor la desigualdad. Los
impuestos, afirma la Ley de Pareto, no pueden cambiar esto. No
obstante, los abogados del Estado fiscal basaron su caso en gran
medida en la aseveración de que los impuestos
podían efectiva y permanentemente cambiar la
distribución de la renta. Toda nuestra experiencia de los
últimos cuarenta años refuta esa
pretensión.

El caso más claro es la Unión
Soviética. Dedicada oficialmente a la igualdad,
estableció una extensa "nomenclatura" de
funcionarios privilegiados que gozaban de niveles de renta muy
por encima de los que habían disfrutado inclusive los
más ricos bajo el zar. Cuanto más se estancaba la
productividad soviética, mayor se hacía la
desigualdad en renta. Pero también Estados Unidos es
un buen ejemplo. Mientras la productividad en el país
aumentaba, esto es hasta finales de los sesenta o principios de los
setenta, la igualdad en la distribución de la renta
crecía de forma continuada. Aunque los ricos
seguían enriqueciéndose, los pobres iban
enriqueciéndose más deprisa y la clase media
hacía lo propio aún más rápido. En
cuanto los aumentos de productividad bajaron o desaparecieron
–al empezar la guerra de
Vietnam– la desigualdad de la renta empezó a
aumentar de forma continuada, pese a los impuestos. No
cambió casi nada el hecho de que en los períodos de
Nixon y Carter se agravara con fuertes impuestos a los ricos o
que en la era de Reagan esos impuestos fueran mucho menores. De
forma parecida en el Reino Unido, pese a un compromiso declarado
con el igualitarismo y pese a un sistema fiscal diseñado
para minimizar la desigualdad de la renta, su distribución
ha ido siendo cada vez más desigual en los últimos
treinta años, al dejar de crecer la
productividad.

Investigación
I

Creo conveniente hacer antes del desarrollo del
presente, definir algunos términos de los cuales hablare
reiteradamente, de manera que sea comprensible el objeto
principal del trabajo.

PRESIÓN TRIBUTARIA

CONCEPTO

Es la relación existente entre la exacción
fiscal soportada por una persona física, un grupo de
personas o una colectividad territorial, y la renta que dispone
esa persona, grupo o colectividad.

Hay tres concepciones de presión
tributaria:

  • Individual
  • Sectorial
  • Tributaria Nacional

PRESIÓN TRIBUTARIA INDIVIDUAL: la relación
surge de comparar el importe Total de la deuda fiscal de una
persona con su Renta (formula resistible ya que no se tiene en
cuanta los servicios
concretos que el contribuyente recibe.

PRESIÓN TRIBUTARIA SECTORIAL: surge de comparar
la relación entre el importe de la deuda de un determinado
sector (agrícola, industrial, comercial, etc.) con la
renta que produce el sector.

Este porcentaje puede ser interesante dentro de la
política
fiscal, es difícil de establecer la Presión
Tributaria sectorial, ante la imperfección de las estadísticas.

PRESIÓN TRIBUTARIA NACIONAL: es la
relación entre el conjunto de tributos y la
riqueza de la colectividad.

Cosciani dice que este concepto
está ligado a la idea de sacrificio impuesto a la
colectividad a causa de la detracción fiscal.

La presión es tolerable o excesiva, quiere
expresarse que el sacrificio impuesto a la colectividad por el
Estado es tolerable o excesivo.

Mehl expresa que el sacrificio es nulo si el gasto es
igual a recurso público, dado que el dinero
vuelve a la comunidad.

La Presión tributaria, expresa el grado de
intervención del Estado en la vida económica y
social y la importancia de las funciones
asumidas por el Estado.

PRESIÓN TRIBUTARIA ORDINARIA: sería la
relación entre los recursos del
estado y la renta de los particulares.

PRESIÓN TRIBUTARIA EXTRAORDINARIA:
reflejaría la relación entre los recursos
extraordinarios del Estado y el patrimonio de
la colectividad.

ÍNDICE DE MEDICIÓN DE LA PRESIÓN TRIBUTARIA:
las complicadas fórmulas al respecto son materia de
economía financiera, pero el índice más
elemental de la Presión Tributaria es la relación
entre el monto de la detracción de un período
(generalmente un año) y la renta nacional en ese mismo
período.

Por ejemplo: si la renta nacional es 100 y la
recaudación es 20, diremos que la presión
tributaria será del 20 por ciento.

LIMITES DE LA
IMPOSICIÓ
N

Desde el punto de vista técnico la acción
y efecto de exigir impuestos puede no tener
límite.

Mehl dice que el proceso de redistribución
podría llegar hasta que el total de las Rentas fuera
absorbido por el impuesto y en que los bienes y
servicios prestados a la población fueran totalmente
gratuitos, esto daría como resultado una sociedad
comunista en estado puro, de lo cual se deduce que
teóricamente pueden no existir límites a la
imposición y que ello depende de la estructura
política y económica del país.

En las economías libres existen límites
que no deben pasarse para no provocar una presión
Tributaria excesiva.

Debemos tener en cuenta que una Presión
Tributaria excesiva produce evasión tributaria,
emigración de capitales y decaimiento de la producción.

¿Cuáles son esos
límites?

Entramos en una generalización peligrosa. Los
fisiócratas decían que la imposición no
podía ser más del 20 por ciento de las rentas
individuales, otros autores establecían otras
proporciones, así Proudhon sostiene una máxima del
10 por ciento, y Clark aumenta el porcentaje al 25 por
ciento.

Pero todo esto depende de circunstancias tales como:
grado de desarrollo del país, forma de distribución
de riqueza, estructura y perfección del sistema
tributario.

El francés Mehl dice que dentro de la relatividad
del concepto de medición tributaria y el límite de
imposición es de esperar que la técnica
económica y fiscal permita establecer en el futuro con
satisfactoria precisión estos conceptos.

LA PROGRESIVIDAD DEL
IMPUESTO

Los errores subyacentes en la idea de la
redistribución del ingreso tienen su origen en J. S. Mill,
al darle éste un tratamiento sistemático a la
producción y a la distribución como si se tratara
de dos procesos separados e independientes.

Ya se ha dicho que producción y
distribución son dos caras de la misma moneda; operan
simultáneamente y estrechamente vinculadas.

La distribución es la compensación por la
producción, en un mercado libre la
referida compensación ( distribución) será
acorde con la eficiencia de
cada cual para servir los intereses de sus semejantes.

El criterio social del mercado, precisamente, consiste
en que sólo puede elevarse el patrimonio de alguien en la
medida en que mejore la condición social de su
prójimo.

Redistribución del ingreso significa que el
gobierno coactivamente vuelve a distribuir lo que ya
distribuyó el mercado de acuerdo con la eficiencia de cada
cual para atender la correspondiente demanda.

Suponiendo que en una comunidad se establece un sistema
liberal, lo cual implica que se libera la energía creadora
de cada uno de sus miembros y que el gobierno sólo se
dedica a proteger eficazmente los derechos de cada uno. Aunque
todos hayan empezado sin patrimonio, al tiempo de haber
establecido el sistema se notarán diferencias de rentas y
patrimonios.

Supongamos ahora que en esa misma comunidad el gobierno
decidiera redistribuir ingresos nivelando a todos en x. Los
efectos de tal medida serán principalmente dos:

nadie producirá más que x ( aunque su
rendimiento potencial sea de x más z) si sabe que lo
expoliarán por la diferencia, y

b todos los que estén por debajo de x no se
esforzarán por llegar a ese nivel ya que esperarán
que se los redistribuya por la diferencia, redistribución
que nunca llegará porque nadie producirá más
que x.-

Uno de los procedimientos
para lograr la redistribución de ingresos es la
aplicación del impuesto progresivo. A diferencia del
impuesto proporcional que significa alícuotas iguales, el
impuesto progresivo implica que la alícuota está en
progresión con el monto del objeto imponible.

Habitualmente, a medida que los impuestos aumentan,
tiende a ser mayor la proporción que se destina al
consumo con
respecto al ahorro, lo
cual hace que el impuesto progresivo afecte progresivamente la
acumulación del capital.

Impuesto progresivo es, en realidad, un castigo
progresivo a la eficiencia, puesto que cuanto mejor sirve a un
individuo a sus semejantes más que proporcional
será el castigo fiscal que sufrirá.

El impuesto progresivo altera las posiciones
patrimoniales relativas que el consumidor, a
través del mercado, había oportunamente
establecido.

El consumidor, de acuerdo con la capacidad que demuestra
cada individuo, empresa y rama de
producción para satisfacer sus necesidades, va asignando
recursos por medio de sus compras y
abstenciones de comprar, estableciendo así ganancias,
pérdidas y distintos niveles de rentas y
patrimonios.

Pero una vez pasado el rastrillo impositivo, si el
gravamen es progresivo, las posiciones patrimoniales relativas de
un productor respecto de otro quedan alteradas. Alteradas
artificialmente por el gobierno, lo cual provoca mal inversión y desperdicio de
capital.

El impuesto progresivo constituye un privilegio para los
relativamente más ricos, puesto que obstaculiza el ascenso
en la pirámide patrimonial produciendo un sistema de
inmovilidad y rigidez social.

Por último, el impuesto progresivo, al afectar la
capitalización recae especialmente sobre los trabajadores
marginales, debido a que se obstaculiza el aumento de sus
salarios, lo
cual hace que el impuesto progresivo tienda a ser
regresivo.

Sostenía, A. C. Pigou que el impuesto progresivo
y la correlativa redistribución de ingresos se basaban en
la ley de utilidad
marginal. Afirmaba que como un peso para un pobre no es igual que
un peso para un rico, sacarle, vía fiscal, un peso al rico
implica una pérdida para éste, pero será
menor que la ganancia del pobre que recibe ese peso.

En otros términos, concluye Pigou, la utilidad
total para la comunidad se incrementará debido a la
redistribución, puesto que la ganancia del pobre supera la
pérdida del rico.

Sin embargo esta tesis adolece
del gravísimo defecto de efectuar el análisis sobre
la base de la utilidad marginal del pobre y el rico, cuando esto
resulta irrelevante.

La cuestión de fondo reside en la utilidad
marginal de los consumidores, quienes luego de producida la
redistribución verán disminuida su utilidad debido,
precisamente, a que los recursos se asignan a sectores distintos
de los que habían señalado sobre la base de la
eficiencia que demostraban los que en aquel instante eran
preferidos como administradores.

El impuesto progresivo también se utiliza para
redistribuir ingresos sobre la base de la creencia de que debe
primero atenderse a "lo necesario" antes de que haya gente que
pueda disfrutar de "lo superfluo". Independientemente de la
dificultad de precisar qué es necesario y qué es
superfluo, esta concepción se traduciría, por
ejemplo, en que nadie podría ir a la universidad hasta
que todos puedan ir al colegio secundario, y que nadie pueda ir
al colegio secundario hasta que todos puedan ir al primario, y
que nadie pueda ir al colegio hasta que todos puedan
hacerlo.

Nadie podría ir al teatro hasta que
todos tengan zapatos y nadie podría tener zapatos hasta
que todos tengan comida, etc.

Este razonamiento no tiene en cuenta que para que
alguien tenga pan es necesario que otro tenga caviar, y para que
alguien tenga una bicicleta otros deben tener la posibilidad de
tener automóviles.

Esto es así porque, precisamente, el premio o la
redistribución de los más eficientes hace que su
eficiencia se traduzca en mayor atención a las necesidades de la
gente.

Analizando la generalización en nuestro
país de los impuestos indirectos, (modelo Reagan
y Thatcher-ver anexo B) puedo decir que los impuestos indirectos
benefician a los ricos por su mayor propensión al
ahorro.

Los pobres, en cambio, además de sufrir la
amenaza de la reducción del salario real, el
subempleo y el desempleo abierto, ven disminuir su
remuneración en un 23 – 28 por ciento por efecto de la
generalización del IVA. A la
distribución desigual de los ingresos se adiciona una
política que acentúa la distribución in-
equitativa a través del diseño
tributario. Fuga de capitales y estímulo de las
inversiones no productivas y del consumo suntuario resultan,
pues, las consecuencias naturales.

A similitud del modelo aplicado por Reagan y Thatcher en
los 80, el modelo argentino sostiene en su discurso que
si los ricos pagan menos impuestos, ese dinero se
convertirá en ahorro, luego reinvertido, y por lo tanto
elevará la producción y el empleo. Es
esta llamada economía de la oferta (Supply
side economics) la que debería sacar al país del
estancamiento.

Por su parte, la realidad encuentra consecuencias
catastróficas en la aplicación de este modelo:
partió la sociedad estadounidense y perjudicó a su
estructura productiva más que en todas las décadas
anteriores de este siglo.

El impuesto a los capitales y al patrimonio en las
economías desarrolladas

La reducción de los impuestos a los capitales y a
los patrimonios, uno de los pilares de la doctrina
neoconservadora aplicada por Reagan, se ampara en los argumentos
de Laffer, de que una mayor imposición a los beneficios,
capitales y patrimonios conspira contra los incentivos
capitalistas orientados a incrementar ganancias y por
consiguiente la acumulación.

Recientemente, los integrantes del equipo Cavallo han
expuesto estas ideas con mayor rigor. En artículos y
conferencias sostienen que su política compensa lo
regresivo del sistema con la sola eliminación del impuesto
inflacionario. Y que imponer tributos directos a los capitalistas
desincentiva la productividad global de la economía y, por
lo tanto, limita las posibilidades de crecimiento
económico.

No obstante, economías avanzadas a partir del
propio paradigma del
desarrollo capitalista contradicen estas afirmaciones. Alemania,
Francia,
Japón,
Canadá, Holanda o Suecia destinan al gasto
público más del 40 por ciento del ingreso
nacional, y promueven desde el Estado políticas
activas de inversión, reorganización empresaria y
protección social, califican su fuerza de
trabajo, etc.

La pregunta inevitable es: ¿cómo financian
estos países sus políticas de Estado? ¿A
cuánto asciende la presión fiscal con
relación al ingreso nacional?

Cuadro No 1. Presión
fiscal.

(en % del PBI)

ARGENTINA

1984-1988 21,66

 

1991-1992 21,85

EE.UU

31,29

JAPÓN

31,03

ALEMANIA

44,92

FRANCIA

46,46

ITALIA

37,87

UK

41,26

CANADÁ

39,21

AUSTRIA

47,20

BÉLGICA

51,26

DINAMARCA

55,57

FINLANDIA

39,06

GRECIA

33, 61

ISLANDIA

33,89

IRLANDA

42,18

HOLANDA

52,93

NORUEGA

53,90

PORTUGAL

36,34

ESPAÑA

33,87

SUECIA

60,25

SUIZA

34,06

FUENTE: OECD Economic Outlook 1992 y
Subsecretaría de Hacienda.

La primera conclusión que podemos establecer es
que la presión fiscal en la Argentina es muy
inferior a los niveles promedios de los países más
desarrollados. 

Podemos señalar que la estructura impositiva
argentina es una de las más regresivas del mundo. La
mayoría de sus ingresos fiscales provienen de las clases
más bajas, muy lejos de los niveles que muestran
países como los Estados Unidos y Gran Bretaña,
donde la "revolución
neoconservadora" no pudo, en general, destruir muchas de las
instituciones
propias de los "Estados de Bienestar" y en particular, las
reformas tributarias no produjeron la inequidad que hoy
caracteriza a nuestra estructura impositiva

Cuadro No 2-Productividad y Presión
Fiscal

PAÍS

CRECIMIENTO ANUAL DE LA PRODUCTIVA. EN
%

CRECIMIENTO ANUAL DEL PBI EN %

CRECIMIENTO IMPOSITIVO EN % DEL PBI. PROMED.
ANUAL

CRECIMIENTO IMPOSITIVO EN % RECAUDACIÓN
PROMED. ANUAL

ITALIA

1,70

3,11

0,62

1,73

JAPÓN

1,65

4,13

0,73

2,56

FRANCIA

1,60

2,61

0,48

1,08

ALEMANIA

1,35

2,27

0,20

0,45

REINO UNIDO

0,95

2,24

0,21

0,51

CANADÁ

0,35

3,53

0,36

0,94

EE.UU.

-0,15

2,56

0,15

0,48

Datos para el período 1973-1990. FUENTE: OECD
Economic Nº 52, OECD, December 1992,
París.

El crecimiento sostenido exige inversión
productiva. También requiere un persistente gasto en
salud, educación,
investigación y desarrollo, como asimismo que se mantenga
el nivel indispensable de consumo interno, de manera de asegurar
la reproducción de la fuerza de
trabajo.

La lección es evidente: los países de la
OECD, que son aquellos con mayores tasas de crecimiento de su PBI
y de la productividad media de la economía, a diferencia
de la Argentina, recaudan una porción importante de sus
recursos mediante impuestos a los beneficios, el ingreso y los
patrimonios de los sectores más ricos.

Se demuestra de este modo la falacia del argumento que
sostiene que menores impuestos directos garantizan el crecimiento
económico.

En nuestro país, la presión impositiva es
menor a todos los países anteriormente detallados y
además, la mayoría de los impuestos provienen del
consumo y el
trabajo.

Cuando los impuestos sobre la riqueza son bajos, lo que
se promueve es la posesión de riqueza, no su uso
productivo. Aún cuando excepcionalmente puedan funcionar
como un incentivo a la inversión, no brindan
garantías de continuidad.

Presento a continuación una breve reseña
de nuestro actual sistema económico.

 Capitalismo

Sistema económico en el que los individuos
privados y las empresas de
negocios
llevan a cabo la producción y el intercambio de bienes y
servicios mediante complejas transacciones en las que intervienen
los precios y los
mercados. Aunque
tiene sus orígenes en la antigüedad, el desarrollo
del capitalismo es
un fenómeno europeo; fue evolucionando en distintas
etapas, hasta considerarse establecido en la segunda mitad del
siglo XIX. Desde Europa, y en
concreto desde
Inglaterra, el
sistema capitalista se fue extendiendo a todo el mundo, siendo el
sistema socioeconómico casi exclusivo en el ámbito
mundial hasta el estallido de la Primera Guerra Mundial,
tras la cual se estableció un nuevo sistema
socioeconómico, el comunismo, que se
convirtió en el opuesto al capitalista.

El término kapitalism fue acuñado a
mediados del siglo XIX por el economista alemán Karl Marx. Otras
expresiones sinónimas de capitalismo son sistema de libre
empresa y economía de mercado, que se utilizan para
referirse a aquellos sistemas
socioeconómicos no comunistas. Algunas veces se utiliza el
término economía mixta para describir el sistema
capitalista con intervención del sector
público que predomina en casi todas las
economías de los países
industrializados.

Se puede decir que, de existir un fundador del sistema
capitalista, éste es el filósofo escocés
Adam Smith,
que fue el primero en describir los principios económicos
básicos que definen al capitalismo. En su obra
clásica La riqueza de las naciones (1776), Smith
intentó demostrar que era posible buscar la ganancia
personal de forma que no sólo se pudiera alcanzar el
objetivo
individual sino también la mejora de la sociedad. Los
intereses sociales radican en lograr el máximo nivel de
producción de los bienes que la gente desea poseer. Con
una frase que se ha hecho famosa, Smith decía que la
combinación del interés personal, la propiedad y la
competencia entre
vendedores en el mercado llevaría a los productores,
"gracias a una mano invisible", a alcanzar un objetivo que no
habían buscado de manera consciente: el bienestar de la
sociedad.

 Características del
capitalismo

A lo largo de su historia, pero sobre todo durante su
auge en la segunda mitad del siglo XIX, el capitalismo tuvo una
serie de características básicas. En primer lugar,
los medios de producción —tierra y
capital— son de propiedad privada. En este contexto el
capital se refiere a los edificios, la maquinaria y otras
herramientas
utilizadas para producir bienes y servicios destinados al
consumo. En segundo lugar, la actividad económica aparece
organizada y coordinada por la interacción entre
compradores y vendedores (o productores) que se produce en los
mercados. En tercer lugar, tanto los propietarios de la tierra y el
capital como los trabajadores, son libres y buscan maximizar su
bienestar, por lo que intentan sacar el mayor partido posible de
sus recursos y del trabajo que utilizan para producir; los
consumidores pueden gastar como y cuando quieran sus ingresos
para obtener la mayor satisfacción posible. Este
principio, que se denomina soberanía del consumidor, refleja que, en
un sistema capitalista, los productores se verán
obligados, debido a la competencia, a utilizar sus recursos de
forma que puedan satisfacer la demanda de los consumidores; el
interés personal y la búsqueda de beneficios les
lleva a seguir esta estrategia. En
cuarto lugar, bajo el sistema capitalista el control del
sector privado por parte del sector público debe ser
mínimo; se considera que si existe competencia, la
actividad económica se controlará a sí
misma; la actividad del gobierno sólo es necesaria para
gestionar la defensa nacional, hacer respetar la propiedad
privada y garantizar el cumplimiento de los contratos. Esta
visión decimonónica del papel del Estado en el
sistema capitalista ha cambiado mucho durante el siglo
XX.

 Orígenes del Capitalismo

Tanto los mercaderes como el comercio
existen desde que existe la civilización, pero el
capitalismo como sistema económico no apareció
hasta el siglo XIII en Europa sustituyendo al feudalismo.
Según Adam Smith, los seres humanos siempre han tenido una
fuerte tendencia a "realizar trueques, cambios e intercambios de
unas cosas por otras". Este impulso natural hacia el comercio y
el intercambio fue acentuado y fomentado por las Cruzadas que se
organizaron en Europa occidental desde el siglo XI hasta el siglo
XIII. Las grandes travesías y expediciones de los siglos
XV y XVI reforzaron estas tendencias y fomentaron el comercio,
sobre todo tras el descubrimiento del Nuevo Mundo y la entrada en
Europa de ingentes cantidades de metales preciosos
provenientes de aquellas tierras. El orden económico
resultante de estos acontecimientos fue un sistema en el que
predominaba lo comercial o mercantil, es decir, cuyo objetivo
principal consistía en intercambiar bienes y no en
producirlos. La importancia de la producción no se hizo
patente hasta la Revolución
industrial que tuvo lugar en el siglo XIX.

Sin embargo, ya antes del inicio de la
industrialización había aparecido una de las
figuras más características del capitalismo, el
empresario, que es, según Schumpeter, el individuo que
asume riesgos
económicos. Un elemento clave del capitalismo es la
iniciación de una actividad con el fin de obtener
beneficios en el futuro; puesto que éste es desconocido,
tanto la posibilidad de obtener ganancias como el riesgo de
incurrir en pérdidas son dos resultados posibles, por lo
que el papel del empresario consiste en asumir el riesgo de tener
pérdidas.

El camino hacia el capitalismo a partir del siglo XIII
fue allanado gracias a la filosofía del renacimiento y de
la Reforma. Estos movimientos cambiaron de forma drástica
la sociedad, facilitando la aparición de los modernos
Estados nacionales que proporcionaron las condiciones necesarias
para el crecimiento y desarrollo del capitalismo. Este
crecimiento fue posible gracias a la acumulación del
excedente económico que generaba el empresario privado y a
la reinversión de este excedente para generar mayor
crecimiento.

Mercantilismo

Desde el siglo XV hasta el siglo XVIII, cuando
aparecieron los modernos Estados nacionales, el capitalismo no
sólo tenía una faceta comercial, sino que
también dio lugar a una nueva forma de comerciar,
denominada mercantilismo.
Esta línea de pensamiento
económico, este nuevo capitalismo, alcanzó su
máximo desarrollo en Inglaterra y Francia.

El sistema mercantilista se basaba en la propiedad
privada y en la utilización de los mercados como forma de
organizar la actividad económica. A diferencia del
capitalismo de Adam Smith, el objetivo fundamental del
mercantilismo consistía en maximizar el interés del
Estado soberano, y no el de los propietarios de los recursos
económicos fortaleciendo así la estructura del
naciente Estado nacional. Con este fin, el gobierno
ejercía un control de la producción, del comercio y
del consumo.

La principal característica del mercantilismo era
la preocupación por acumular riqueza nacional,
materializándose ésta en las reservas de oro y
plata que tuviera un Estado. Dado que los países no
tenían grandes reservas naturales de estos metales
preciosos, la única forma de acumularlos era a
través del comercio. Esto suponía favorecer una
balanza
comercial positiva o, lo que es lo mismo, que las exportaciones
superaran en volumen y
valor a las
importaciones, ya que los pagos internacionales se realizaban con
oro y plata. Los Estados mercantilistas intentaban mantener
salarios bajos para desincentivar las importaciones, fomentar las
exportaciones y aumentar la entrada de oro.

Más tarde, algunos teóricos de la
economía como David Hume comprendieron que la riqueza de
una nación no se asentaba en la cantidad de metales
preciosos que tuviese almacenada, sino en su capacidad
productiva. Se dieron cuenta que la entrada de oro y plata
elevaría el nivel de actividad económica, lo que
permitiría a los Estados aumentar su recaudación
impositiva, pero también supondría un aumento del
dinero en circulación, por tanto mayor inflación,
lo que reduciría su capacidad exportadora y haría
más baratas las importaciones por lo que, al final del
proceso, saldrían metales preciosos del
país.

Sin embargo, pocos gobiernos mercantilistas
comprendieron la importancia de este mecanismo.

Inicios del capitalismo moderno

Dos acontecimientos propiciaron la aparición del
capitalismo moderno; los dos se produjeron durante la segunda
mitad del siglo XVIII. El primero fue la aparición en
Francia de los fisiócratas desde mediados de este siglo;
el segundo fue la publicación de las ideas de Adam Smith
sobre la teoría y práctica del
mercantilismo.

Los fisiócratas

El término fisiocracia se aplica a una escuela de
pensamiento económico que sugería que en
economía existía un orden natural que no requiere
la intervención del Estado para mejorar las condiciones de
vida de las personas. La figura más destacada de la
fisiocracia fue el economista francés François
Quesnay, que definió los principios básicos de esta
escuela de pensamiento en Le Tableau économique (1758), un
diagrama en el
que explicaba los flujos de dinero y de bienes que constituyen el
núcleo básico de una economía.
Simplificando, los fisiócratas pensaban que estos flujos
eran circulares y se retroalimentaban. Sin embargo la idea
más importante de los fisiócratas era su
división de la sociedad en tres clases: una clase
productiva formada por los agricultores, los pescadores y los
mineros, que constituían el 50 por ciento de la
población; la clase propietaria, o clase estéril,
formada por los terratenientes, que representaban la cuarta
parte, y los artesanos, que constituían el
resto.

La importancia del Tableau de Quesnay radicaba en su
idea de que sólo la clase agrícola era capaz de
producir un excedente económico, o producto neto.
El Estado podía utilizar este excedente para aumentar el
flujo de bienes y de dinero o podía cobrar impuestos para
financiar sus gastos. El resto de las actividades, como las
manufacturas, eran consideradas estériles porque no
creaban riqueza sino que sólo transformaban los productos de
la clase productiva. (El confucionismo ortodoxo chino
tenía principios parecidos a estas ideas. Este principio
fisiocrático era contrario a las ideas mercantilistas. Si
la industria no
crea riqueza, es inútil que el Estado intente aumentar la
riqueza de la sociedad dirigiendo y regulando la actividad
económica.

La doctrina de Adam Smith

Las ideas de Adam Smith no sólo fueron un tratado
sistemático de economía; fueron un ataque frontal a
la doctrina mercantilista. Al igual que los fisiócratas,
Smith intentaba demostrar la existencia de un orden
económico natural, que funcionaría con más
eficacia
cuanto menos interviniese el Estado. Sin embargo, a diferencia de
aquéllos, Smith no pensaba que la industria no fuera
productiva, o que el sector agrícola era el único
capaz de crear un excedente económico; por el contrario,
consideraba que la división del trabajo y la
ampliación de los mercados abrían posibilidades
ilimitadas para que la sociedad aumentara su riqueza y su
bienestar mediante la producción especializada y el
comercio entre las naciones.

Así pues, tanto los fisiócratas como Smith
ayudaron a extender las ideas de que los poderes
económicos de los Estados debían ser reducidos y de
que existía un orden natural aplicable a la
economía. Sin embargo fue Smith más que los
fisiócratas, quien abrió el camino de la
industrialización y de la aparición del capitalismo
moderno en el siglo XIX.

La industrialización

Las ideas de Smith y de los fisiócratas crearon
la base ideológica e intelectual que favoreció el
inicio de la Revolución industrial, término que
sintetiza las transformaciones económicas y sociales que
se produjeron durante el siglo XIX. Se considera que el origen de
estos cambios se produjo a finales del siglo XVIII en Gran
Bretaña.

La característica fundamental del proceso de
industrialización fue la introducción de la mecánica y de las máquinas
de vapor para reemplazar la tracción animal y humana en la
producción de bienes y servicios; esta mecanización
del proceso productivo supuso una serie de cambios fundamentales:
el proceso de producción se fue especializando y
concentrando en grandes centros denominados fábricas; los
artesanos y las pequeñas tiendas del siglo XVIII no
desaparecieron pero fueron relegados como actividades marginales;
surgió una nueva clase trabajadora que no era propietaria
de los medios de producción por lo que ofrecían
trabajo a cambio de un salario monetario; la aplicación de
máquinas de vapor al proceso productivo provocó un
espectacular aumento de la producción con menos costes. La
consecuencia última fue el aumento del nivel de vida en
todos los países en los que se produjo este proceso a lo
largo del siglo XIX.

El desarrollo del capitalismo industrial tuvo
importantes costes sociales. Al principio, la
industrialización se caracterizó por las inhumanas
condiciones de trabajo de la clase trabajadora. La
explotación infantil, las jornadas laborales de 16 y 18
horas, y la insalubridad y peligrosidad de las fábricas
eran circunstancias comunes. Estas condiciones llevaron a que
surgieran numerosos críticos del sistema que
defendían distintos sistemas de propiedad comunitaria o
socializado; son los llamados socialistas utópicos. Sin
embargo, el primero en desarrollar una teoría coherente
fue Karl Marx, que
pasó la mayor parte de su vida en Inglaterra, país
precursor del proceso de industrialización, y autor de Das
Kapital (El capital, 3 volúmenes, 1867-1894). La obra de
Marx, base intelectual de los sistemas comunistas que
predominaron en la antigua Unión Soviética, atacaba
el principio fundamental del capitalismo: la propiedad privada de
los medios de producción. Marx pensaba que la tierra y el
capital debían pertenecer a la comunidad y que los
productos del sistema debían distribuirse en
función de las distintas necesidades.

Con el capitalismo aparecieron los ciclos
económicos: periodos de expansión y prosperidad
seguidos de recesiones y depresiones económicas que se
caracterizan por la discriminación de la actividad productiva y
el aumento del desempleo. Los economistas clásicos que
siguieron las ideas de Adam Smith no podían explicar estos
altibajos de la actividad económica y consideraban que era
el precio
inevitable que había que pagar por el progreso que
permitía el desarrollo capitalista. Las críticas
marxistas y las frecuentes depresiones económicas que se
sucedían en los principales países capitalistas
ayudaron a la creación de movimientos sindicales que
luchaban para lograr aumentos salariales, disminución de
la jornada laboral y mejores
condiciones laborales.

A finales del siglo XIX, sobre todo en Estados Unidos,
empezaron a aparecer grandes corporaciones de responsabilidad limitada que tenían un
enorme poder financiero. La tendencia hacia el control
corporativo del proceso productivo llevó a la
creación de acuerdos entre empresas, monopolios o trusts
que permitían el control de toda una industria. Las
restricciones al comercio que suponían estas asociaciones
entre grandes corporaciones provocaron la aparición, por
primera vez en Estados Unidos, y más tarde en todos los
demás países capitalistas, de una
legislación antitrusts, que intentaba impedir la
formación de trusts que formalizaran monopolios e
impidieran la competencia en las industrias y en
el comercio. Las leyes antitrusts
no consiguieron restablecer la competencia
perfecta caracterizada por muchos pequeños productores
con la que soñaba Adam Smith, pero impidió la
creación de grandes monopolios que limitaran el libre
comercio.

A pesar de estas dificultades iniciales, el capitalismo
siguió creciendo y prosperando casi sin restricciones a lo
largo del siglo XIX. Logró hacerlo así porque
demostró una enorme capacidad para crear riqueza y para
mejorar el nivel de vida de casi toda la población. A
finales del siglo XIX, el capitalismo era el principal sistema
socioeconómico mundial.

El capitalismo en el siglo XX

Durante casi todo el siglo XX, el capitalismo ha tenido
que hacer frente a numerosas guerras, revoluciones y depresiones
económicas. La Primera Guerra Mundial provocó
el estallido de la revolución en Rusia. La guerra
también fomentó el nacionalsocialismo en Alemania,
una perversa combinación de capitalismo y socialismo de
Estado, reunidos en un régimen cuya violencia y
ansias de expansión provocaron un segundo conflicto
bélico a escala mundial. A
finales de la Segunda Guerra Mundial, los sistemas
económicos comunistas se extendieron por China y por
toda Europa oriental. Sin embargo, al finalizar la Guerra
Fría, a finales de la década de 1980, los
países del bloque soviético empezaron a adoptar
sistemas de libre mercado, aunque con resultados ambiguos. China
es el único gran país que sigue teniendo un
régimen marxista, aunque se empezaron a desarrollar
medidas de liberalización y a abrir algunos mercados a la
competencia exterior. Muchos países en vías de
desarrollo, con tendencias marxistas cuando lograron su independencia,
se tornan ahora hacia sistemas económicos más o
menos capitalistas, en búsqueda de soluciones
para sus problemas económicos.

En las democracias industrializadas de Europa y Estados
Unidos, la mayor prueba que tuvo que superar el capitalismo se
produjo a partir de la década de 1930. La Gran Depresión
fue, sin duda, la más dura crisis a la que se
enfrentó el capitalismo desde sus inicios en el siglo
XVIII. Sin embargo, y a pesar de las predicciones de Marx, los
países capitalistas no se vieron envueltos en grandes
revoluciones. Por el contrario, al superar el desafío que
representó esta crisis, el sistema capitalista
mostró una enorme capacidad de adaptación y de
supervivencia. No obstante, a partir de ella, los gobiernos
democráticos empezaron a intervenir en sus
economías para mitigar los inconvenientes y las
injusticias que crea el capitalismo.

Así, en Estados Unidos el New Deal de Franklin D.
Roosevelt (Anexo A) reestructuró el sistema
financiero para evitar que se repitiesen los movimientos
especulativos que provocaron el crack de Wall Street en 1929. Se
emprendieron acciones para
fomentar la negociación colectiva y crear movimientos
sociales de trabajadores que dificultaran la concentración
del poder económico en unas pocas grandes corporaciones
industriales. El desarrollo del Estado del bienestar se
consiguió gracias al sistema de la Seguridad
Social y a la creación del seguro de
desempleo, que pretendían proteger a las personas de las
ineficiencias económicas inherentes al sistema
capitalista.

El acontecimiento más importante de la historia
reciente del capitalismo fue la publicación de la obra de
John Maynard Keynes, La
teoría general del empleo, el interés y el dinero
(1936). Al igual que las ideas de Adam Smith en el siglo XVIII,
el pensamiento de Keynes modificó en lo más
profundo las ideas capitalistas, creándose una nueva
escuela de pensamiento económico denominada
keynesianismo.

Keynes demostró que un gobierno puede utilizar su
poder económico, su capacidad de gasto, sus impuestos y el
control de la oferta monetaria para paliar, e incluso en
ocasiones eliminar, el mayor inconveniente del capitalismo: los
ciclos de expansión y depresión. Según
Keynes, durante una depresión económica el gobierno
debe aumentar el gasto público, aun a costa de incurrir en
déficit presupuestarios, para compensar la caída
del gasto privado. En una etapa de expansión
económica, la reacción debe ser la contraria si la
expansión está provocando movimientos especulativos
e inflacionistas.

INVESTIGACIÓN II- Artículos
periodísticos

Artículo 1

Miércoles 20 de junio de 2001

LA NUEVA CONVERTIBILIDAD: MEDIDAS PARA FINANCIAR LAS
CUENTAS
PUBLICAS

Cavallo apuesta al todo a cuenta

Por ALCADIO OÑA. De la Redacción de Clarín.

Cavallo volverá a subir el impuesto a las cuentas
corrientes

Domingo Cavallo está llevando cada vez más
a fondo una de sus últimas ideas: la política del
todo a cuenta. Todo a cuenta de IVA y de Ganancias. El
último eslabón conocido de esta cadena es elevar la
alícuota del impuesto a las cuentas corrientes hasta el
tope que permite la ley.

La estrategia del ministro encubre un aumento de la
presión fiscal.

O, vista desde las urgencias de caja, una fórmula
para hacerse de recursos rápidamente.

Ayer mismo, ante varios centenares de banqueros,
empresarios y economistas, y en medio de una arenga que
parecía destinada a imponer una nueva mística,
Cavallo filtró, casi escondiéndolo, el aumento del
impuesto a las cuentas corrientes. A cuenta de IVA y
de

Ganancias.

La misma receta aplicó el viernes último
con el aumento de los aportes patronales y con el incremento del
impuesto a los combustibles. Aun cuando en un caso los recursos
se apliquen a

mejorar la recaudación fiscal y en el otro a
rebajar los peajes, en ambos el método es
el mismo: Anticipar pagos al Fisco.

Pero pasa también que en muchos casos hay
contribuyentes que ni siquiera pueden entrar en esquema del todo
a cuenta: los que usan cheques que no
pueden descontar de IVA o de Ganancias. Los que
están exentos de ambos. Los particulares dueños de
autos
gasoleros que deben tragarse, completo, el aumento al gasoil. O
quienes tengan que

soportar, por mínimo que sea, algún ajuste
de precios a causa de los malabares impositivos del
ministro.

Además de hacerse de recursos rápidos, el
ministro aspira a que la estrategia le sirva para blanquear
franjas de la economía que hoy están completamente
en negro. Esto es, hacerles pagar impuestos a quienes no lo
hacen. La idea es que si uno quiere descontar algo de IVA o de
Ganancias —el impuesto a las cuentas corrientes, el de
combustibles o aportes patronales—, debe estar pagando IVA
o Ganancias. De lo contrario, tendrá que absorber el
impacto total de los gravámenes.

Evasión o elusión

La contrapartida a la presión fiscal que ejerce
Economía bien puede ser la elusión o la
evasión, por más cara que sea la tasa que la DGI
cobra a los morosos. Esto es historia bien conocida,
aquí.

Entre tanto plan de competitividad
y tanto pago a cuenta, es difícil saber exactamente el
saldo fiscal que le queda a la Tesorería.

Probablemente, ni el ministro lo sepa. Y eso explica el
barullo que hoy dicen enfrentar los técnicos del FMI que siguen
las cuentas argentinas.

Pero hay algo que suena a evidente: la apuesta fuerte a
que el todo a cuenta le acerque ingresos rápidos al
ministro, tal como hoy necesita Cavallo para evitarse el dolor de
cabeza que a él y al país le significaría un
incumplimiento de las metas con el FMI. No habrá que
esperar mucho para conocer, al menos, la punta de la carta que
viene: la recaudación impositiva de este mes
revelará cuán cerca o cuán lejos se
está de las metas con el Fondo.

Artículo 2

Jueves 16 de diciembre de 1999-Clarín

…Cavallo también propone la
bancarización de todos los pagos a partir de1.000
pesos

… Pero además Cavallo considera "muy negativos"
algunos aspectos de ese paquete, como la postergación de
la rebaja de aportes patronales, el aumento del tope salarial
sobre el que se hacen los aportes patronales y la
disminución del mínimo no imponible en Ganancias.
"Todos éstos son aspectos que afectan más a la
gente que gana entre 2.000 y 6.000 pesos,
y estoy convencido
que si en algo tenemos ventajas competitivas respecto de Brasil es en la
productividad de los sectores medios".

Artículo 3-Clarín

viernes, 1 de junio

Recaudación impuestos Argentina sube 8,0 pct en
mayo: Cavallo

BUENOS AIRES (Reuters) – La recaudación de
impuestos en Argentina creció 8,0 por ciento en mayo
respecto del mismo mes de 2000 (…)

BAJO
CONSUMO

A pesar de la buena noticia que pudo anunciar Cavallo,
los números no revelan lo que todos los analistas
están esperando: que la economía muestre
señales de reactivación tras casi tres años
de recesión y estancamiento.

La recaudación del Impuesto al Valor
Agregado, que grava todas las compras, cayó 10,7 por
ciento a 1.382,9 millones de dólares en mayo respecto del
mismo mes de 2000.

Artículo 4

Jueves 09 de diciembre de 1999-Clarín

LA ECONOMÍA QUE VIENE: PARA FAMILIAS QUE GANAN
$3.500
A la clase media, la reforma le costará 150 pesos
mensuales

La incidencia de la reforma impositiva es mayor para
quienes más ganan. Los más afectados son los
asalariados de altos ingresos. Más impuestos para quienes
tienen casas y autos de alto valor

Artículo 5

Viernes 05 de noviembre de 1999

ESCENARIO

Una receta con pocas novedades

Por ISMAEL BERMUDEZ, de la Redacción de
Clarín

(…) La extensión del IVA a las pocas
actividades exentas podría llevar al encarecimiento de la
tarifa del transporte de
pasajeros o los espectáculos públicos. La suba de
los impuestos internos gravaría productos no del todo
suntuarios, como las gaseosas. Y la ampliación de la base
imponible de Ganancias implicaría una reducción de
los ingresos de profesionales, autónomos y empleados en
relación de dependencia que ganan más de 1.500
pesos mensuales.

El paquete impositivo busca copiar la estructura
impositiva de los países

desarrollados. Pero allí, las rentas financieras
y bursátiles pagan

Ganancias, el IVA es más reducido y los aportes
personales a la seguridad

social son más bajos(…)

En el caso argentino, la carga se inclina hacia otro
lado: los asalariados tienen una retención de su sueldo
del 17 por ciento, entre jubilación y salud. Pagan el 21%
de IVA por cada compra y, además, pagarían
Ganancias si ganan más de $ 1.500.

Artículo 6

Viernes 10 de agosto de 2001 -Clarín

El Estado necesita nuevos criterios
gerenciales

MARTIN REDRADO. Economista jefe de la
Fundación Capital.

El Estado argentino está casi en bancarrota. La
crisis financiera de los últimos días no es
más que una muestra
superficial de un quiebre aún más
profundo.

La estructura organizativa nacional, ese paraguas que
debe albergar a todos los argentinos, ya no funciona. Dos mil
doscientos municipios, con sus respectivos concejos deliberantes
y estructuras
ejecutivas, algunos de ellos a veinte cuadras de distancia, son
apenas una muestra de un esquema que se está haciendo
añicos.

Pretender cambiar esta realidad a través de
recortes en salarios del sector público y jubilaciones es
seguir postergando el problema.

(…) Para recuperar la confianza es necesario repensar
la estructura de organización del Estado permitiendo
trabajar en tres frentes, en forma simultánea: el fiscal,
el productivo y el social.

Una administración inteligente debiera ya haber
implementado un seguro de desempleo para todos los jefes de
familia que
habiendo estado en relación de dependencia hoy
están sin trabajo. ¿De dónde deben salir los
recursos? De la unificación de los más de
sesenta

programas sociales divididos en varios ministerios que
poseen una fuerte cadena de intermediarios hasta llegar a quienes
lo necesitan.

Para esto son precisos cambios de fondo y dejar las
medidas por cuentagotas
. Hoy los argentinos nos encontramos
frente a un Estado en el que se toman resoluciones de manera
reactiva. En todos los niveles del Gobierno no existen funciones
claramente definidas. Los

organigramas se superponen entre sí, los procesos
administrativos son complicados y redundantes y los niveles
de responsabilidad se confunden entre sí.

Mientras tanto en el mundo se está produciendo un
proceso de transformación única en los estados
nacionales. Ellos están cediendo porciones de su
soberanía hacia organizaciones
supranacionales (Unión
Europea, NAFTA, ASEAN,
Mercosur), pero a
la vez, están cediendo buena parte de las actividades que
llevaban a cabo a organizaciones de la sociedad civil. Hay un
proceso de cesión de poder hacia arriba (el primero) y
hacia la sociedad (el segundo.

Pero a la vez, se está poniendo en marcha un
proceso hacia abajo: cesión de facultades desde la
nación hacia las provincias y hacia las
ciudades.

Una visión superadora del Gobierno debe llevarnos
a reducir el gasto público primario de la Nación y
las provincias para permitir una baja generalizada de impuestos,
una reducción de los costos de servicios de
infraestructura junto a una reinvención del Estado que
permita poner en marcha el gobierno digital transformando las
estructuras obsoletas, sumado a una política
científico-tecnológica que incentive la
investigación aplicada.

Es hora de que nuestra clase dirigente diseñe una
estrategia que esté a la altura de las
circunstancias.

Artículo 7

Presión fiscal y crecimiento
económico

Ramón Tamames
Catedrático de Estructura Económica
(UAM)

Catedrático Jean Monnet de la
UE

con la colaboración de Silvia Aparicio
Obregón

La presión fiscal viene inducida por el
peso global de las tarifas de los impuestos y se traduce en la
recaudación fiscal que ha vuelto a aumentar en el
año 2000, situándose en un 35,69 por 100 del
PIB, frente al
35,20 del año anterior; casi medio punto porcentual del
PIB, unos 500.000 millones de pesetas.

Dicho de esta manera, parece que son los impuestos los
que suben, que el Gobierno está apretando las tuercas
mediante una política fiscal más agresiva. Pero
esto no es así. Durante el último lustro los
impuestos en España se
han mantenido en el mismo nivel, o han ido en descenso; como ha
sucedido con el IRPF (la primera vez en el 2000). Lo que sucede
es que el fuerte crecimiento de la actividad económica ha
provocado un aumento de los beneficios empresariales y de la
actividad económica en general, con un alza notable en la
recaudación, sobre todo a través del IVA y del
Impuesto sobre Sociedades,
muy sensibles al ciclo económico.

Así lo pone de relieve la
Intervención General del Estado, al estimar que este
aumento de la recaudación es resultado del buen ciclo, ya
que la presión fiscal según tarifas de impuestos ha
decrecido de la mano de recortes como los
señalados.

Y hacia dónde va este crecimiento en la
recaudación tributaria? Pues fundamentalmente a reducir el
déficit público, en el año 2000 hasta un 0,3
por 100 del PIB, y ello pese a que las CCAA tuvieron una evolución peor de la prevista, debido a la
reducción de los fondos estructurales recibidos del
Presupuesto
comunitario.

En definitiva, el ejercicio 2000 vuelve a demostrar que
con menores o iguales tipos impositivos es posible que Hacienda
recaude más, porque la actividad económica es la
que verdaderamente genera esos ingresos. Es lo que hace ya mucho
tiempo dijo Laffer al explicar, con su célebre curva, que
bajando las tarifas puede subir la recaudación. Lo que
también es interesante subrayar es que, finalmente,
podríamos estar, no solamente en España, sino
también en casi toda la UE, ante el colapso de la no menos
celebre Ley de Wagner –por el apellido del economista
alemán de nombre Adolf–, quien en 1893 llegó
a la conclusión de que el gasto público crece de
manera constante de forma extensiva (cada vez más
administraciones) e intensiva (cada vez más actividades e
impuestos). Al menos, en términos de PIB, ese maleficio de
Wagner podría estar rompiéndose.

Asimismo, otro tanto podría estar sucediendo con
la Segunda Ley de Parkinson, que en línea con Wagner
manifestó que la "burocracia y el
gasto publico crecen independientemente de las necesidades reales
hasta llegar al máximo de los recursos disponibles". Pero
no se crean que los magos de tantas felicidades son don
José María Aznar y don Cristóbal Montoro
(sin olvidar a don Rodrigo Rato). La madre del cordero
está en el espíritu de Maastricht y en la
política de convergencia que se inició a partir de
ese tratado.

Artículo 8

La Voz del Interior 28 de marzo 2001
Staffolani advierte sobre estallidos sociales

AgenciaDyN
Buenos Aires.
El secretario ejecutivo de la comisión episcopal de
Pastoral Social, monseñor Artemio Staffolani (Río
Cuarto) se reunió ayer con la ministra de Trabajo,
Patricia Bullrich, para solicitarle que "además de las
respuestas económicas, haya soluciones en lo social".
El prelado riocuartense, estimó que hay un "inquietante"
panorama social, que sacude al interior del país y le
advirtió a Bullrich sobre "posibles estallidos sociales si
no se atiende con urgencia la gravedad del asunto".

Artículo 9

La Voz Del Interior 18 de marzo de
2001

La Iglesia teme
que las medidas desaten ola de estallidos sociales

Agencia DyN
Buenos Aires. Varios obispos criticaron ayer con dureza el plan
económico lanzado el viernes último por el ministro
de Economía, Ricardo López Murphy, al que
consideraron "más de lo mismo", y admitieron que "tienen
miedo" de posibles estallidos sociales por las "terribles
consecuencias" que traerá en algunas provincias.
El obispo de Humahuaca, monseñor Pedro Olmedo Rivero,
aseguró que el gobierno de Fernando De la Rúa
"está en una burbuja o fuera de la realidad que padece
mucha gente y a cada rato demuestra su debilidad
política".
"Esto es un desastre, el Gobierno está en manos del
área economicista, la más inhumana y sin atisbos de
mirar lo social. No conocen, no saben o no quieren ver las
necesidades de la gente", dijo Olmedo.
Desde el otro extremo del país, el obispo de Río
Gallegos, monseñor Alejandro Buccolini le "cayó muy
mal" el paquete económico porque "va en desmedro de los
más débiles y necesitados" y pronosticó que
"sin duda, incrementará los problemas
sociales". Reclamó, asimismo, que el ajuste "sea
repensado globalmente" y le rogó a los integrantes del
Congreso que "hagan escuchar su voz y lo frenen para evitar las
inevitables consecuencias que traen consigo estas situaciones
límites en la población".
"En el país falta poder político y no hay un
proyecto de
país, no sabemos a donde queremos ir. Estos planes son un
remiendo en una cosa que no está funcionando bien. Un
paliativo de línea partidaria que se abandona cuando no se
logra imponer", sentenció.
Por su parte, monseñor Bernardo Witte, obispo de
Concepción, dijo "no tener casi palabras" frente al plan y
estimó que será "muy difícil de imponer".
Aseguró que es "como una amenaza que hace peligrar la paz
social en Tucumán, donde cada día es más
difícil mantenerla".
"Tengo mucho miedo a que haya estallidos sociales en Chaco,
Salta, Tucumán y Jujuy, donde las economías
regionales están en una crisis irreversible y los
gobiernos intentan pagar los sueldos como pueden y repartirse las
migajas de las políticas sociales", describió a su
vez monseñor Olmedo.
El prelado jujeño reiteró que, desde su punto de
vista, "la clase dirigente está muy ciega o está
gobernando para los grupos
económicos, y esto es realmente un desastre".

Artículo 10

La voz Del Interior 23 de junio de
2001

El Presidente negó que haya estallidos
sociales

Adrián Simioni
Enviado especial a Paraguay.
Asunción. Pese a que las difíciles negociaciones
con Brasil para definir el futuro del Mercosur son cruciales,
ayer, para el presidente Fernando de la Rúa, era tal vez
más importante saber lo que sucedía en el
país, que anteanoche volvió a convulsionarse por
manifestaciones de violencia en la Capital Federal.
De hecho, los resúmenes de prensa preparados
por la Cancillería para el Presidente contenían
más recortes periodísticos dedicados a la crisis
social.
Sin embargo, el presidente Fernando de la Rúa buscó
bajarle los decibeles a la cuestión y minimizar los
últimos incidentes, a los que consideró
"manifestaciones políticas"; más que protestas
sociales.
"Los episodios ocurridos en Salta responden a otras motivaciones.
No hubo problemas que signifiquen responsabilidades de una fuerza
oficial. Y las fuerzas de seguridad
actuaron bajo las órdenes de la Justicia",
respondió De la Rúa, después de aclarar que,
a su juicio, no correspondía formular esa pregunta en una
conferencia
conjunta de presidentes.
"No hay problemas de desorden social en la Argentina", se
preocupó en destacar. Posteriormente, en una breve rueda
de prensa con periodistas argentinos, De la Rúa hizo su
lectura de los
últimos hechos. "Hay problemas sociales y problemas
políticos. En Salta se generaron por un reclamo salarial
en una obra en construcción por parte de trabajadores que
pedían un salario mayor.

Artículo 11

La Voz Del Interior 24 de julio de
2001

De la Sota reclamó que la Nación baje la
presión fiscal

El gobernador de Córdoba, José Manuel de
la Sota, advirtió hoy que en la Argentina "hace falta un
shock de confianza y devolverle a la gente su capacidad de
consumo bajando en serio la presión fiscal". "Con la
actual estructura impositiva no sólo no vamos a crecer,
sino que tampoco vamos a pagar la deuda externa",
agregó.
"La crisis general política y la situación a la que
hemos llegado, a la insatisfacción que hay por parte de
los ciudadanos y la desconfianza externa, nos ha llevado a un
callejón muy difícil", alertó De la Sota, e
insistió : "cada vez más vamos en el camino
recesivo".
En declaraciones a radio
Continental, el gobernador cordobés cuestionó la
vía del "ajuste" elegida por la
administración central para equilibrar las cuentas, y
afirmó que si la Argentina no entra en una "etapa de
crecimiento", se van a ir "dando signos claros de que el
país no va a pagar" sus compromisos externos.
Artículo 12

La Voz Del Interior 28 de mayo de 2001

Positivo cambio de rumbo en la política
fiscal

Debe recibirse con beneplácito el acuerdo firmado
recientemente entre el Poder
Ejecutivo Nacional, la Capital Federal y cuatro provincias
—entre ellas la de Córdoba—, por el cual se
otorgan importantes beneficios impositivos a la industria
metalúrgica productora de bienes de capital.
Se ha dispuesto una fuerte rebaja en la alícuota del IVA
(….).
Las premuras fiscales no pueden ni deben cerrar el horizonte de
quienes tienen a su cargo la planificación y ejecución de la
política
económica. La sobrecarga impositiva de hoy es la
recesión o, con un efecto no menos nocivo, el
"ennegrecimiento" del quehacer industrial y comercial de
mañana.
En el caso de la provincia de Córdoba la decisión
es indudablemente alentadora, porque ese segmento del sector
secundario de su economía enfrentaba una coyuntura
crítica, por el cierre de numerosas empresas
pequeñas y medianas, la reducción de personal en
otras, la caída incesante de las órdenes de compra
y las crecientes dificultades para el cobro de las
acreencias.
Este acuerdo adquirirá mayor trascendencia en la medida en
que marque realmente un punto de inflexión en la tendencia
seguida hasta ahora, caracterizada por desesperadas vueltas de
tuerca al torniquete fiscal, con el único y reiterado
resultado de acentuar la parálisis de la
economía.
Debe lamentarse no solamente la esterilidad de tanto sacrificio
impuesto obstinadamente, sino también el tiempo perdido.
Tiempo perdido que, en la práctica, se tradujo en
pérdida de competitividad en los mercados
internacionales.
El sacrificio fiscal que realiza el gobierno nacional puede
compensar generosamente. Todo dependerá de la
reactivación que se opere a partir de ahora. Una
reducción de precios de los bienes de capital es
importante, siempre que se enmarque en un cuadro de confianza que
estimule las inversiones.
De nada servirá una producción menos costosa si el
conjunto de la economía permanece sumido en la
atonía. Tampoco, como queda dicho, servirá de mucho
si termina reducido sólo a este sector.

CONCLUSIONES

Un desenlace anunciada

Aunque, en el terreno de los resultados fiscales, el
déficit del primer semestre fue inferior a la meta acordada
con el FMI, el quebranto siguió siendo elevado y los
ingresos no mostraron el dinamismo requerido. Por otra parte el
nivel de gastos continuó manteniéndose alto
según el FMI.

El magro aumento de la recaudación y el fuerte
déficit del Tesoro Nacional contribuyen a fortalecer la
convicción de los economistas de la necesidad de una nueva
vuelta de tuerca en materia fiscal.

En medio de este complicado cuadro económico,
estalló el conflicto en Salta. Obviamente se trató
de una crisis anunciada.

Los indicadores de
desempleo de varias provincias argentinas, la tasa de desocupación, no solo son mas elevado a que
la media nacional, sino que en algunos casos supera el
índice del diecisiete por ciento de la fuerza de
trabajo.

En cuanto ala población que se encuentra por
debajo de la línea de la indigencia, (sin ingresos
suficientes para adquirir una canasta de alimentos capaz
de satisfacer un umbral mínimo de necesidades
energéticas y proteicas), el índice se encuentra en
el diez por ciento.

Aún en estas condiciones, y en el marco de un
estallido de violencia social como el de General Moscón,
los piquetes y otros tantos en todo el país, la
intervención federal no logra disipar la sensación
de que las autoridades se están moviendo por detrás
de los acontecimientos.

Aún así, resultó en parte
sorprendente que el equipo económico avanzara en un nuevo
proyecto de reducción del gasto público
(público y no del todo político) y en un intento
por acrecentar a corto plazo los ingresos fiscales.

Hay quienes interpretan que este nuevo movimiento
como la confirmación de que el gobierno esta dispuesto a
apostar, por sobre todo, al juego de la
confianza; esto es, adoptar todas aquellas medidas que se supone,
están demandando los mercados y los inversores.

Esto significa que se hará todo lo que se tenga
que hacer para cumplir con las metas que se acordaron con el FMI.
Ello significa que los otros ingredientes de la política
encarada por las autoridades ( el consenso, los acuerdos
parlamentarios y los avances en la transparencia), quedan
subordinados a la incesante necesidad de fortalecer la confianza
de los mercados y los inversores. ¿y el fin social, el
pueblo, los contribuyentes?

La crisis de al economía como ciencia

Si bien los libros de
texto de
Economía suelen eludir el tema, y pese a que los signos de
los tiempos actuales nos sugieren que los economistas
habrán de marcar el paso firmemente en el siglo XXI,
existe un generalizado reconocimiento de que la ciencia
económica está en crisis (Barceló, 1992;
Fernandez, 1994; Cobb-y-Daly, 1993.
La Economía no sólo comparte muchas de las
dificultades y ambigüedades reconocidas en las ciencias
sociales sino que además, en su afán por
erigirse en la "física de las ciencias
sociales", se ha acotado en un reducido espacio que le ha hecho
perder la perspectiva de su lugar en el mundo y limitado sus
alcances. Para colmo, en su afán por vestirse de ciencia,
ha terminado siendo acusada no sólo de "… apoyarse en
premisas inadecuadas y en categorías ilusorias,… rehuir
las contrastaciones empíricas y… dar la espalda a las
disciplinas vecinas" (Barceló, 1992: 12), sino
también de falta de unidad, tendencia al
desintegracionismo, al determinismo, al reduccionismo y falta de
operatividad ante las crisis modernas (Fernandez,
1996.

Esto no hace sino expresar uno de los problemas
más serios que afectan a la Economía como disciplina
científica: mientras sus cultores -los economistas- se
precian de haber elaborado importantes precisiones conceptuales y
metodológicas, y de haber logrado grandes avances en la
formalización de las reflexiones y la investigación
económica, todavía la Economía aparece
exhibiendo profundas limitaciones para explicar los verdaderos
problemas económicos que aquejan a la humanidad y guiar
los esfuerzos que permitan enfrentarlos. La Economía sufre
lo que algunos llaman "una aguda falta de relevancia ante los
problemas del ser humano de nuestro tiempo" (Cobb y Daly,
1993).

Es cierto. Los hombres han logrado en los últimos
años los más importantes avances
tecnológicos que conozcamos y multiplicado en mucho
sus capacidades de creación de riqueza material; sin
embargo los grandes problemas que les aquejan no han sido
aún resueltos y muchos parecen haberse agudizado. Los
niveles materiales de
vida de que algunos disfrutan están muy lejos del alcance
de la gran mayoría, la pobreza en el
mundo se extiende y agudiza; países virtualmente
marginados de los procesos de globalización no parecen tener perspectiva
futura; la biosfera se
deteriora crecientemente; los problemas de empleo y marginalidad se
traducen en el aumento de los conflictos y
la violencia; ciertas actividades económicas funcionales
al sistema económico imperante pero nocivas para las
personas por sus negativos efectos económicos, sociales,
políticos e individuales crecen aceleradamente
(especulación financiera, tráfico de armas y
estupefacientes). La enajenación hace perder de vista el
sentido de la vida humana y sumerge a las personas en tensiones
difíciles de manejar, la aparición de profundos
desequilibrios psicológicos y biosomáticos
deterioran la calidad de la
vida independientemente del bienestar material alcanzado; la
humanidad se debate
cuestionando aún inconscientemente el sentido de la vida y
ante la falta de respuestas se aferra desesperadamente al consumo
desenfrenado de bienes, creencias, mitos,
separatismos, odios ancestrales o a seudo respuestas que embotan
su conciencia. Los
avances científicos y tecnológicos han tomado una
velocidad tal
que se nos hace difícil tomar plena conciencia de los
alcances, las implicaciones y las consecuencias de las
transformaciones en curso, y parecería que apenas podemos
aspirar a no perder el siguiente triunfo que tendría que
llevarnos al próximo milenio.

La falta de relevancia de la Economía no se
refiere a cuán útil pueda ser para ayudarnos a
correr hacia el futuro portando las claves del éxito
de la época -globalización, libre mercado,
competitividad, reformas estructurales, sostenibilidad,
especialización flexible, información, bloques regionales, estrategias de
liderazgo,
calidad total,
innovación, cultura del cliente, etc.-,
sino más bien a lo alejada que ella pueda estar de las
reales necesidades del ser humano.

Partes: 1, 2, 3
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