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"El Periodista José Hernández"




Enviado por eduardo_perkins



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    Indice
    1.
    Introduccion

    2. Infancia Y Juventud De Jose
    Hernandez


    4. El Nacional Argentino (Paraná
    -1860)

    5. El Argentino (Paraná-
    1863)

    6. El Eco De Corrientes (Corrientes,
    -1868)

    7. La Capital (Rosario -1868)

    8. El
    Rio De La Plata (Buenos Aires – 1869)


    9. La
    Patria (Montevideo -1872)

    10. Otros Medios (Buenos
    Aires – 1873/1876)

    11. Bibliografia
    Citada

    12. Bibliografia general y de
    referencia

    13. Referencias Del
    Autor

    1.
    Introduccion

    * Primer Premio, rubro ensayo en el
    Certamen de las Artes, las Ciencias y el
    Pensamiento
    1990, organizado por la Subsecretaria de Cultura de la
    Provincia de Buenos Aires.
    Advertencia:
    Las citas y notas del presente trabajo se hicieron en orden a las
    normas
    tratadas por FUENTES PUJOL
    en su libro
    <<La información documentada>> (Barcelona:
    ATE, 1981).
    En las transcripciones textuales de artículos de
    José Hernández aparecidos en la prensa se han
    respetado las grafías originales por razones de
    fidelidad.
    La persona de
    José Hernández ha estado siempre
    vinculada y férreamente a la del protagonista de su
    máxima obra poética. Tanto es así que al
    informar sobre su fallecimiento un diario de La Plata titulaba:
    «Ha muerto el senador Martín Fierro».
    Pero Hernández no limitó su actividad a las letras,
    ni restringió su pluma a la poesía.
    Se forjó en las faenas camperas, tomó las armas, fue
    oficial de la contaduría de la Confederación,
    taquígrafo del Senado en Paraná, secretario privado
    del general Pedernera durante su vicepresidencia, ministro del
    gobernador correntino Evaristo López, librero, impresor,
    legislador bonaerense en ambas Cámaras y fecundo
    periodista.

    Martinez Estrada ( 1980, p. 48) sintetiza su personalidad
    señalando que «Hernández es cuatro cosas, por
    la naturaleza de
    su ser, de su carácter:
    militar, periodista, político y poeta. Las cuatro
    manifestaciones activas de su psique corresponden a un mismo tipo
    extravertido, y tres, -militar, periodista y político- por
    igual al combatiente».

    Respecto de ese Hernández batallador que por
    convicciones políticas
    escribió artículos y fundó periódicos
    existen referencias biográficas diversas pero ninguna que,
    marginando el poema gauchesco y aún la actividad política
    estrictamente tal, sintetice la totalidad de su labor en la
    prensa. Es esta entonces la intención del presente
    trabajo: reunir, aunque en forma breve, los datos de la labor
    periodística hernandiana de todos los medios en los
    que hubo actuado, hasta el presente dispersos, en un cuerpo
    único y coherente.
    La tarea se ha desarrollado sobre la base de la bibliografía existente y
    documentado, en la medida de las posibilidades, con las fuentes
    periodísticas que en cada caso correspondieran.
    En consecuencia con el objetivo
    propuesto la obra ha sido estructurada en capítulos en los
    que se ha priorizado el quehacer periodístico en forma
    absoluta y que en su mayoría llevan por título los
    nombres de cada medio en que Hernández
    actuó.

    2. Infancia Y
    Juventud De
    Jose Hernandez

    Incumbe a este trabajo descubrir y exponer al
    José Hernández periodista en la forma más
    pura posible, es decir sin desviar la atención hacia otros aspectos de su vida
    más que en la medida de lo indispensable. Pero sin duda
    alguna un hombre no
    aparece espontáneamente con su primera acción
    trascendente; no lo hace Hernández con su primer
    artículo en la prensa. «Las ideas, las creencias y
    los sentimientos de los seres humanos dependen, en gran parte, de
    las enseñanzas recibidas durante su infancia, adolescencia y
    juventud» (Romero Carranza, 1963 p. 11).
    Es por ello que no puede iniciarse una semblanza
    periodística hernandiana sin hacer referencia a la
    formación en los días de su niñez y juventud
    que constituyen su bagaje espiritual primigenio.
    Hernández nació en la chacra de Pueyrredón
    (antiguo caserío de Pedriel), propiedad de
    su tía materna Victoria Pueyrredón en el actual
    partido bonaerense de San Martín, el 10 de noviembre de
    1834.

    Fueron sus padres don Rafael Hernández y
    doña Isabel Pueyrredón. Recibió el bautismo
    con el nombre de José Rafael en la parroquia de la
    Catedral del Norte, hoy Basílica de la Merced, en la
    ciudad de Buenos Aires, el 27 de julio de 1835.

    La vida de Hernández apareció marcada
    desde su nacimiento por el entorno político de la
    época. Fermín Chávez (1959, p. 9) resume la
    situación del siguiente modo:
    "La madre pertenecía a una familia de
    filiación unitaria y era prima hermana de Juan
    Martín de Pueyrredón, por lo cual José
    resulta primo segundo del pintor Prilidiano Pueyrredón. El
    padre, en cambio,
    militaba en el partido federal, al igual que sus hermanos Eugenio
    y Juan José Hernández, este último muerto
    durante la batalla de Caseros."
    Tempranamente quedó al cuidado de su tía Victoria,
    llamada «mamá Totó», mientras sus
    padres solían pasar largas temporadas en estancias del sur
    de la Provincia. Pero sus tías debieron emigrar por
    razones políticas y José fue dejado al cuidado de
    su abuelo paterno, José Gregorio Hernández Plata,
    que vivía en una quinta de Barracas sobre el
    Riachuelo.

    A los seis años José Hernández
    comenzó sus estudios en el Liceo Argentino de San Telmo,
    dirigido por Pedro Sánchez. Desde 1841 hasta 1845 se
    formaría conforme a los hábitos y reglamentos de la
    época, en lectura y
    escritura,
    doctrina cristiana, historia antigua, romana y
    de España,
    aritmética, dibujo y
    gramática castellana.

    Amén de ello, Chávez (ibid., p. 10)
    señala:
    "Por un aviso de «La Gaceta Mercantil», publicado el
    27 de agosto de 1845 y en ediciones posteriores, tenemos conocimiento
    de que ese año José Hernández cursaba
    todavía en las aulas del Liceo de Pedro Sánchez y
    que las clases habituales habían sido aumentadas con otras
    de francés, geometría
    y geografía,
    a las que concurrían «gratis y en premio los alumnos
    que por su capacidad y ejemplar conducta se han
    hecho acreedores a tal distinción». Los alumnos
    beneficiados así por el maestro Sánchez -que
    acababa de trasladar su escuela a
    Reconquista 221- sumaban veintidós y entre ellos figuraban
    Francisco y Juan José Urquiza, José Mariño,
    Teófilo Ezeiza, Manuel Badía, Nicolás Rivero
    y José Hernández."

    Falleció la madre de José Hernández
    en 1843 y debido a que él estaba afectado por una dolencia
    física, al
    parecer del pecho, por la que le fue prescripto un cambio de
    clima,
    debió abandonar las aulas hacia 1846 y fue llevado por su
    padre, que trabajaba como mayordomo en establecimientos ganaderos
    de Rosas, a la pampa
    bonaerense donde se recuperó. Chávez (ibid., p. 11)
    refiere del siguiente modo aquellos días:

    "Es así como, a los doce años de edad,
    Hernández entra en contacto directo con el gaucho y con
    sus tareas de todos los días, en una época
    caracterizada par la intensa actividad de los saladeros. Su
    hermano Rafael lo dice en una de sus clásicas
    páginas sobre la juventud de aquél:
    «Allá en Camarones y en Laguna de Los Padres se hizo
    gaucho, aprendió a jinetear, tomó parte en varios
    entreveros y presenció aquellos grandes trabajos que su
    padre ejecutaba y de que hoy no se tiene idea. Esta es la base de
    los profundos conocimientos de la vida gaucha y amor al
    paisano que desplegó en todos sus actos» (Rafael
    Hernández. Pehuajó, 1896)."
    Así recogió una visión acabada y de primera
    mano de la realidad del hombre de la campaña, donde fue
    uno más y pudo «captar el sistema de
    valores,
    lealtades y habilidades que cohesionaban a la sociedad
    rural» (Gramuglio, 1980, p. 2).
    A los 19 años de edad, en 1853, ingresó en las
    filas del ejército e intervino en la represión del
    levantamiento del coronel Hilario Lagos contra el gobierno de
    Valentín Alsina, estando bajo las órdenes de los
    coroneles Pedro Rosas y Belgrano y Faustino Velazco y
    resultó vencido en San Gregorio, el 22 de enero de ese
    año. Al año siguiente actuó nuevamente, esta
    vez como teniente, contra las fuerzas de Lagos en la batalla de
    El Tala, donde su bando resultó victorioso.

    Después de haberse batido a duelo con otro
    oficial, por razones políticas, abandonó las filas
    de la milicia y emigró a Entre Ríos, en 1858. Dos
    años antes había iniciado su labor
    periodística en «La Reforma Pacífica»,
    órgano del Partido Federal Reformista al que
    adhirió.

    «Testigos de la época lo describen sencillo
    y conservador, hablando con voz estentórea, arrebatado por
    los avatares de la política pero con tiempo para
    detenerse en el mercado, donde se
    pasaba escuchando los dichos y chistes
    gauchescos de los carniceros, que entonces eran todos criollos de
    pura cepa y de indumentaria campera» dice Gramuglio (ibid.,
    p. 2).

    Sedano Acosta ( 1962, p. 192) lo describe a su vez
    asegurando que: «Era un bello tipo de criollo: corpulento,
    vigoroso, atezado, de pelo lacio, de voz potente, probada en las
    faenas del campo y en las de la ciudad, ágil de cuerpo y
    de ingenio».

    3. La Reforma Pacifica
    (Buenos Aires – 1856)

    «En 1855, según el Almanaque de «La
    Tribuna» (1853/84; hermanos Varela), Buenos Aires contaba
    con diez imprentas…» (Rivera, 1980, p.324) y se
    mantenía como un estado disidente en un marco de
    frágiles «pactos de convivencia» con la
    Confederación Argentina
    presidida por Justo José de Urquiza y dotada ya de un
    cuerpo constitucional desde hacía dos
    años.

    Hernández, que había tomado las armas por
    primera vez para defender al gobierno de Alsina en Buenos Aires
    contra el coronel Lagos, optó por alinearse en 1856 al
    Partido Federal Reformista, partidario de la incorporación
    de aquel estado a la Confederación.
    En coincidencia con su pensamiento político inició
    ese mismo año sus lides periodísticas. «Su
    vinculación al periódico
    La Reforma Pacífica, dirigido par Nicolás Calvo,
    cuando éste sólo contaba 22 años,
    señala el despertar de su pasión por los problemas
    espirituales y sociales que agitaban al país».
    (Pagés Larraya, 1952, p. 51).
    «La Reforma Pacífica» era el medio del nuevo
    partido a cuyos integrantes el oficialismo porteño
    denominaba despectivamente «chupandinos» por su
    supuesta afición a la bebida. A su vez los separatistas,
    partidarios de Valentín Alsina y Bartolomé Mitre,
    recibían de sus adversarios el mote de
    «pandilleros» porque, a decir de éstos, se
    manejaban siempre en grupos o
    pandillas.
    Gramuglio (ibid., p. 6) señala que:

    "En 1856, Nicolás Calvo fundó «La
    Reforma Pacífica», periódico que expresaba la
    tendencia reformista a la que pertenecía Miguel Navarro
    Viola, Tomás Guido, Ovidio Lagos, los González del
    Solar, Los Hernández y otros cuyas trayectorias
    seguirán encontrándose durante muchos años.
    Se dice que José Hernández colaboró en
    «La Reforma Pacífica» o que fué su
    corresponsal en Paraná. Este dato incierto es el que
    sitúa Las primeras actividades periodísticas de
    José Hernández, que luego serán tan
    fecundas» (1).
    El primer número de «La Reforma
    Pacífica» se editó el 1° de diciembre de
    1856. Su tamaño era de 84 centímetros par 53 de
    ancho y contaba con tres anchas columnas y ocho
    páginas.
    Era un matutino que aparecía todos los días con
    excepción hecha de los días posteriores a los
    festivos, cuya suscripción tenía un costo de 30 pesos
    por mes.
    El editor propietario de la empresa
    periodística era Juan José Soto, padre de
    Héctor S. Soto que luego codirigía con
    Hernández un periódico montevideano.

    «La Reforma Pacífica» se editaba en
    la calle Defensa 73.
    Posteriormente trasladó la
    administración a Representantes 71. También
    modificó su formato, ampliado en tamaño y reducido
    el número de páginas con cuatro o cinco columnas
    cada una.
    Dice Chávez (ibid., p. 16) que «Entre Calvo y el
    general Urquiza no se había llegado a establecer ninguna
    alianza política, pero de todos modos «La Reforma
    Pacífica» aparecía a los ojos del oficialismo
    (porteño) como un mero instrumento del estanciero de San
    José».
    Auza (1978, p. 160) es aún más claro al precisar
    que:
    "Calvo no conocía al general Urquiza y más que
    indiferencia, sentía antipatía hacia su persona y
    sus ideas. Sin embargo, los sucesos porteños, la conducta
    de sus dirigentes y, sobre todo la actitud de la
    Confederación en su política con Buenos Aires le
    hicieron cambiar lentamente de opiniones, superar su
    antipatía por Urquiza y olvidar sus resquemores hacia los
    hombres de Paraná."

    Y aún amplía el mismo autor:
    "<La Reforma Pacífica> no nacía como un
    diario favorable a la tendencia urquicista en Buenos Aires, ni
    mucho menos con la misión de
    sostener las ideas de algunos federales de las provincias sobre
    la cuestión de la separación de la ciudad
    portuaria. El diario representaba los intereses de un grupo
    porteño cuyos miembros, siendo ante todo porteños,
    querían y aspiraban a la nacionalidad, pero no del modo,
    ni con los procedimientos o
    el programa que
    se auspiciaba desde Paraná y, mucho menos, en el que se
    propiciaba desde San José "(ibid., p. 159).

    Como se refirió en el Capítulo I, tras un
    duelo Hernández debió emigrar a Entre Ríos
    en 1858. Se radicó entonces en Paraná en donde
    trabajó como empleado de comercio y
    ocupó un cargo en la Administración Nacional.
    En 1859 José Hernández participaba en la batalla de
    Cepeda con el grado de capitán, bajo las órdenes
    del coronel Eusebio Palma en las huestes de la
    Confederación, que resultan triunfadoras sobre las fuerzas
    de Buenos Aires.
    A su regreso a Paraná, ese mismo año, se
    desempeñó como taquígrafo del Congreso y
    remitió desde aquella ciudad, por entonces capital de la
    Confederación, sus colaboraciones para «La Reforma
    Pacífica».
    Las colaboraciones de Hernández referidas por todos sus
    biógrafos no
    resultan totalmente verificables según los estudios
    efectuados sobre el tema par Auza (ibid., p. 168) debido a que no
    son firmadas ni inicialadas. Según este estudioso de la
    prensa nacional los artículos hernandianos son
    identificables recién hacia 1860 bajo el seudónimo
    de «Vincha». Al respecto en el número del 18
    de febrero de ese año se publicaba en «La Reforma
    Pacífica» un suelto citado por Auza (ibid., p. 169)
    que rezaba:

    "Vincha. Tal es el seudónimo de nuestro
    más activo, laborioso e ilustrado corresponsal de las
    provincias. Ya hemos publicado antes correspondencias del
    señor Vincha, que lo han hecho conocer ventajosamente; en
    adelante bastará ver su nombre al pie de un escrito para
    que los lectores se detengan con gusto a recorrer las
    páginas trazadas par su pluma. Estamos ciertos que ninguno
    de nuestros colegas podrá presentar un extracto tan fiel y
    tan luminoso de la sesión del 6 como el que publicamos a
    continuación, debido a la infatigable laboriosidad de
    Vincha. "
    Los artículos de José Hernández en «La
    Reforma Pacífica» con la firma de Vincha se inician
    el 13 de febrero de 1860 con el título de
    «Correspondencia de las provincias» y finalizan el 12
    de enero de 1861 con «Correspondencia desde
    Rosario».
    «La Reforma Pacífica» se editó hasta el
    8 de febrero de 1861. Ese mismo año Calvo criticaba
    severamente la política de Alsina y desde el oficialismo
    se acusaba al periódico de instigación al asesinato
    del gobernador.
    En 1860 resultaba electo presidente de la Confederación
    Santiago Derqui y el general Juan Esteban Pedernera,
    vicepresidente, a quien acompañaba Hernández como
    secretario. Simultáneamente comienza a escribir en
    «El Nacional Argentino» de Paraná
    (*).

    (*) La colección de «La Reforma
    Pacífica» se encuentra en la Hemeroteca de
    la

    Biblioteca Nacional. Ref. 30.501/30.686.

    4. El Nacional Argentino
    (Paraná -1860)

    «El Nacional Argentino» era un diario
    defensor del gobierno de la Confederación aparecido en
    Paraná el 3 de octubre de 1852. Salía los jueves y
    domingos.
    Su formato era de 48 centímetros de alto por 31 de ancho,
    a cuatro columnas.
    Desde el 5 de marzo de 1855 aumentó su tamaño a 57
    centímetros de alto por 40 de ancho, a cinco columnas y
    comenzó a aparecer los martes, jueves y sábados
    hasta 1858 en que se transforma en diario.
    Se imprimía par la Imprenta del Estado y era su administrador don
    Jorge Alzugaray. Desde 1856 comenzó a insertar avisos
    comerciales, primero en espacios reducidos y posteriormente en
    toda la cuarta página.
    Después de haber tenido en su redacción a Juan María
    Gutiérrez, Eusebio Ocampo, Alfredo M. du Graty, Ramón Gil
    Navarro, Benjamín Victorica, Emilio de Alvear, Luis
    Cáceres, Lucio V. Mansilla, Francisco Bilbao y Juan
    Francisco Seguí, el diario inició su última
    etapa de existencia, a la sazón con José
    Hernández como redactor.
    Para entonces presidía la Confederación Argentina
    Santiago Derqui, con la vicepresidencia de Pedernera.
    Dice Auza (ibid., p. 120) refiriéndose a «El
    Nacional Argentino»:
    "El 19 de setiembre, algunos indicios delatan la presencia de una
    mano firme y segura al frente de El Nacional Argentino, pues se
    elimina el lema iniciado por Seguí, como si ya no tuviera
    vigencia (2).

    Pocos días después, el 22, se publica un
    artículo que aparece en el espacio destinado al editorial
    y se titula «Comunicado. La Convención Nacional no
    es juez de las elecciones». Ese artículo estaba
    firmado por "Vincha" y tenía por objeto rebatir las ideas
    expuestas en El Correo Argentino. El 30 nuevamente aparece el
    seudónimo en otro «Comunicado» titulado
    «Desenlace Complicado»… aquellos artículos
    oficiaban de editoriales y retomaban la tradición del
    periódico de adoptar su propia posición ante los
    sucesos, más incluía una novedad, cual era el uso
    del seudónimo para amparar la verdadera personalidad del
    redactor."

    Debe considerarse al respecto que parece justificable el
    uso del seudónimo en tanto que Hernández actuaba
    para la época como secretario del vicepresidente Pedernera
    y se desempeñó asimismo como taquígrafo de
    la Convención Nacional de Santa Fe encargada de estudiar
    las reformas a la Constitución propuestas por Buenos
    Aires.
    José Hernández publicó dieciocho
    artículos en «El Nacional
    Argentino».

    El 4 de octubre de 1860 escribía:
    "La incorporación política (de Buenos Aires)
    está efectuada por los Pactos del 11 de noviembre y 6 de
    junio; la reincorporación administrativa, gubernativa, va
    a realizarse muy pronto. Para la República se abre una
    nueva era; una época de paz, de progreso, de actividad
    mercantil, de desarrollo
    moral y
    material.

    Para la realización de estas vastas esperanzas,
    para el cumplimiento de las promesas con que nos halaga el
    presente, existe una condición esencial e indispensable:
    la estabilidad de las instituciones,
    el respeto y
    obediencia a la autoridad
    ejecutiva, que encargada de la dirección de los destinos del país,
    le conduce a la felicidad por el camino que le traza la ley" (Auza,
    ibid., p. 122).
    Aún como federal urquicista, Hernández
    adhería a la posición integracionista del
    presidente Derqui con la esperanza de un futuro de
    pacificación y progreso y aseguraba en consecuencia tres
    días después de la publicación del
    artículo citado:
    "Porque los viejos partidos han muerto ya y los partidos nuevos
    que se levantan a impulsos de necesidades nuevas y de una vida
    comercial y civilizada, no les prestarán su
    apoyo.

    En nuestra época, las necesidades de la sociedad
    son otras y otros los fines a que se dirige.
    Las causas son nuevas, las ideas son nuevas, los
    propósitos lo son también y no es posible
    armonizarla con las causas, ideas y propósitos viejos; ni
    es posible ni cuerdo olvidar lo que corresponde a la sociedad de
    hoy, para sostener lo que pertenece a una sociedad que
    pasó"(Auza, ibid., p. 122).
    En una de sus últimas notas, el 11 de octubre de 1860,
    Hernández defendía su independencia
    periodística y política
    señalando:

    "Escribimos en este diario como lo haríamos en
    otro cualquiera para manifestar y sostener nuestras ideas y
    nuestras creencias políticas, que nunca hemos sometido ni
    someteremos jamás a ideas o creencias
    extrañas.

    Escribimos porque nuestra calidad de
    argentino nos da derecho pleno y hasta cierto punto nos impone el
    deber de tomar ingerencia legítima en la política
    de nuestro país. Escribimos en este diario porque podemos
    hacerlo con libertad, con
    una independencia que cuadra a nuestro carácter…" (Auza,
    ibid., p. 123).
    Así Hernández, próximo a cumplir Los 26
    años de edad, ponía en juego el vigor
    de su juventud impetuosa hacienda alarde de su libertad y
    convicciones en cada nota.
    Su último editorial, titulado «El estilo es el
    hombre», con las iniciales J. H., apareció el 15
    de octubre.
    La edición del día 25 del mismo mes del año
    1860 fue la última de «El Nacional Argentino».
    .
    El 17 de setiembre de 1861 Los ejércitos de la
    Confederación y del estado de Buenos Aires se enfrentaban
    en la batalla de Pavón.
    Hernández, con el grado de capitán, actuó en
    el bando confederado al mando de Urquiza y resultó
    vencido, más que por la capacidad bélica de su
    adversario (Mitre) par la falta de convicción puesta en la
    acción ordenada desde Paraná par el presidente
    Derqui. Sería esa actitud de Urquiza la que le
    significaría el desprecio de muchos comandantes del
    interior del país, entre ellos el coronel López
    Jordán a quien se atribuye la responsabilidad ideológica de su
    asesinato.

    En noviembre del mismo año José y Rafael
    Hernández participaban en la batalla de Cañada de
    Gómez, donde también resultaban vencidos por las
    tropas mitristas.

    Mientras se organizaban focos de resistencia
    federal en el interior del país, bajo la conducción
    del general Angel Vicente Peñaloza, el coronel Felipe
    Varela, el general Ricardo López Jordán y otros,
    Derqui presentaba su renuncia y emigraba a Montevideo, Pedernera
    declaraba acéfalo el gobierno nacional y Mitre era
    designado presidente provisional. En mayo de 1862 fue electo
    definitivamente presidente par el Congreso que a su vez
    elegía a Marcos Paz como vicepresidente. Asumen el 12 de
    octubre de ese mismo año. (*).

    (*) La colección de «El Nacional
    Argentino» se encuentra en la Hemeroteca de la

    Biblioteca Nacional. Ref. 20.626.

    5. El Argentino
    (Paraná- 1863)

    El 8 de junio de 1863 José Hernández se
    casó, en la catedral de Paraná, con Carolina
    González del Solar. E1 general Bartolomé Mitre
    presidía para entonces la República.
    Meses después Hernández funda y redacta «E1
    Argentino», periódico que sumaría su esfuerzo
    a «E1 Litoral», redactado por Carriego, en la defensa
    del ideal federal provinciano.
    E1 12 de noviembre del mismo año el general Ángel
    Vicente Peñaloza, que se había rendido a una
    partida del comandante Ricardo Vera, es asesinado y decapitado y
    su cabeza es exhibida ante el pueblo en una pica, en una plaza de
    Olta, La Rioja.

    La noticia de esta muerte
    conmueve Las fibras más íntimas de Hernández
    quien desde «E1 Argentino» hace la apología
    del «Chacho» al tiempo que anatematiza a sus enemigos
    políticos:
    "ASESINATO ATROZ. El general de la Nación
    Don. Ángel Vicente Peñaloza ha sido cosido a
    puñaladas en su lecho, degollado y llevada su cabeza de
    regalo al asesino de Benavídez, de los Virasoro, Ayes,
    Rolta, Giménez y demás mártires, en Olta, la
    noche del 12 del actual.
    El general Peñaloza contaba 70 años de edad;
    encanecido en la carrera militar, jamás tiñó
    sus manos en sangre y la mitad
    del partido unitario no tendrá que acusarle un solo acto
    que venga a empañar el valor de sus
    hechos, la magnimidad de sus rasgos, la grandeza de su alma, la
    generosidad de sus sentimientos y la abnegación de sus
    sacrificios.

    La historia tiene para el general Peñaloza el
    lugar que debe ocupar el caudillo más prestigioso y
    más humano y el guerrero
    ]más infatigable.
    El asesinato del general Peñaloza es la obra de los
    salvajes unitarios; es la prosecución de los
    crímenes que van señalando sus pasos desde Dorrego
    hasta hoy.
    Que la maldición del cielo caiga sobre sus bárbaros
    matadores. Los millares de argentinos a quienes el general
    Peñaloza ha salvado la vida, rogarán por
    él." (Pagés Larraya, ibid., p. l51).
    Varias notas que durante el mes de noviembre de 1863 aparecen en
    "E1 Argentino" fijan su posición después de
    la muerte de
    Peñaloza.

    Otra de ellas, titulada «La política del
    puñal» decía, entre otras cosas:

    "Los salvajes unitarios están de fiesta. Celebran
    en estos momentos la muerte de uno de los caudillos más
    prestigiosos, más generosos y valientes que ha tenido la
    República Argentina. El partido Federal tiene un nuevo
    mártir. El partido Unitario tiene un crimen más que
    escribir en la página de sus horrendos crímenes. El
    general Peñaloza ha sido degollado. El hombre ennoblecido
    por su inagotable patriotismo, fuerte por la santidad de su
    causa, el Viriato (3)Argentino, ante cuyo prestigio se
    estrellaban Las huestes conquistadoras, acaba de ser cosido a
    puñaladas en su propio lecho, degollado y su cabeza ha
    sido conducida como prueba del buen desempeño del asesino, al bárbaro
    Sarmiento" (Pagés Larraya, ibid., p. 153).

    Asimismo reclama a Urquiza una actitud firme ante los
    mandos de Buenos Aires:
    "No se haga ilusiones el general Urquiza con las amorosas
    palabras del general Mitre: Represéntese el cadáver
    del general Peñaloza degollado, revolcado en su propia
    sangre, en medio de su familia después de haber perdonado
    la vida a sus enemigos más encarnizados, después de
    haber librado de la muerte hasta al bárbaro instrumento
    que los unitarios han empleado para hundirlo en el cuello del
    caudillo más valiente y más humano que ha tenido el
    interior del país. ¡En guardia, general Urquiza! el
    puñal está levantado, el plan de
    asesinaros preconcebido; la mano que descargue el golpe la
    comprará el partido Unitario con el oro que arrebata el
    sudor de los pueblos que esclaviza" (Pagés Larraya, ibid.,
    p. 155).

    Aclara aún lo que a su entender era la
    situación política del momento:
    "Los asesinos del general Peñaloza se han espantado de la
    deformidad de su propio crimen. Quedan dos únicos caminos
    que pueden salvarlos y los salvajes unitarios, infames como
    siempre, como siempre traidores, los siguen sin vacilar.
    El primero es adormecer al general Urquiza, adularlo, cortejarlo,
    complacerlo en cuanto desee, mostrarse con él
    solícitos, afables y cariñosos, a fin de que la
    bárbara degollación del general Peñaloza no
    lo haga abandonar un solo instante esa política de
    contemplaciones y de dulzuras que hace dos años tiene para
    con los salvajes unitarios. Así lo hicieron cuando
    asesinaron a Benavídez. Así lo hicieron cuando
    asesinaron a los Virasoro. Así lo harán ahora que
    han asesinado a Peñaloza. Pero el general Urquiza no puede
    dejarse engañar por esas zalamerías de tigres.
    Benavídez dio por resultado Cepeda. Virasoro dio por
    resultado Pavón.Un segundo camino de salvación para
    ellos, es engañar al país y esa es la inicua tarea
    que han emprendido. Peñaloza no ha sido perseguido. Ni
    hecho prisionero. Ni fusilado. Ni su muerte ha acaecido el 12 de
    noviembre. Lo vamos a probar evidentementeme y con los documentos de
    ellos mismos. Todo eso es un tejido de infamia y mentiras, que
    cae por tierra al
    más ligerísimo examen de los documentos oficiales
    que han publicado sus asesinos. Ha sido cosido a puñaladas
    en su propio lecho y mientras dormía, por un asesino que
    se introdujo en su campo en el silencio de la noche…"
    (Pagés Larraya, ibid., p. 156).

    Publicó también Hernández una
    semblanza del «Chacho», que en diciembre de 1863
    aparecía como folleto con el título de «Vida
    del Chacho. Rasgos biográficos del general Dn. Angel
    Vicente Peñaloza», que decía:

    "Vamos a escribir, a grandísimos rasgos, la vida
    de este héroe sencillo y modesto, a bosquejarla con la
    brevedad con que nos lo permite el carácter y aún
    el objeto de esta publicación.
    Pocos habrá, quizá, que conozcan una existencia
    extraordinaria, como la de este caudillo valiente, generoso y
    caballeresco, que ha sido actor en las escenas más
    notables del drama de nuestras luchas civiles y a quien sus
    perversos enemigos han pintado como el tipo de la ferocidad y
    encarnación del crimen." (Pagés Larraya, ibid., p.
    168).
    Y comentaba, entre otras cosas, que:
    "No creemos necesario detenernos mucho para recordar a nuestros
    lectores, la resistencia heróica que el general
    Peñaloza hizo por el espacio de muchos meses al
    ejército que después de Pavón envió
    el general Mitre al interior y que fue a ensangrentar el suelo de las
    provincias. Aún están vivos eses hechos en la memoria de
    todos y todos saben que ante su prestigio, su actividad y su
    arrojo, únicos elementos de que podía disponer, fue
    a estrellarse todo el poder de las
    huestes invasoras, políticas de ese partido, cuya
    ambición es su único fin, el asesinato su
    único medio." (Pagés Larraya, ibid., p.
    180).

    «E1 Argentino» deja de aparecer a fines de
    1863. Durante el año siguiente José
    Hernández reside en Paraná hasta el mes de
    diciembre. Para esos días Paysandú, Uruguay, es
    sitiada por el general Venancio Flores (triunfador de
    Cañada de Gómez) con la ayuda de fuerzas
    brasileñas de mar y tierra. Los federales entrerrianos
    reclaman la actuación de Justo José de Urquiza en
    defensa de los «blancos» sitiados, pero éste
    no abandona San José argumentando neutralidad. Entonces
    grupos entrerrianos, entre los que se cuenta a Hernández,
    se movilizan hacia el lugar pero llegan cuando los sitiados ya
    han sido derrotados. Regresa entonces Hernández a
    Paraná en donde reside desarrollando actividades
    comerciales.
    En 1867 se traslada a Corrientes y colabora con el gobierno de
    Evaristo López. Ocupa cargos públicos: fiscal del
    Estado, secretario del gobernador, profesor de gramática.
    Comienza a publicar en «El Eco de Corrientes».
    (*).
    (*) La colecci6n de «El Argentino se encuentra en la
    Hemeroteca de la Biblioteca
    Nacional. Ref. 30.501.

    6. El Eco De Corrientes
    (Corrientes, -1868)

    En febrero de 1867 Hernández llegó a
    Corrientes, donde su cuñado, Melitón
    González del Solar, desempeñaba su profesión
    de médico. Allí colaboraron con el gobernador
    Evaristo López. Al respecto Chávez (ibid., p. 39)
    señala que:

    "Poco después de su arribo a Corrientes,
    Hernández es designado (el 7 de marzo de 1867) Fiscal
    Interino del Estado, en sustitución del doctor
    Tomás J. Luque, que había renunciado. El
    correspondiente decreto del gobernador López expresa que
    aquél ocupará el cargo «con goce de sueldo y
    prerrogativas que le acuerda la ley»."
    Allí escribe José Hernández en «El Eco
    de Corrientes». Al respecto Pagés Larraya (ibid., p.
    51) señala que "En 1867 poseyó su primera imprenta
    y editó su primer diario: «El Eco de
    Corrientes»."

    Pero esa apariencia fundacional no coincide con la
    información de Piccirilli (1954, p. 240) de que el
    periódico «Apareció en la ciudad de
    Corrientes el 24 de agosto de 1866», lo cual se verifica en
    su colección de la Biblioteca Nacional y que indica que
    Hernández fue uno de sus redactores y no el único
    ni el primero.

    Tampoco Chávez (ibid., p. 39) lo menciona como
    fundador, al aseverar que «Desde las columnas del El Eco de
    Corrientes, cuya redacción pasa a integrar, el poeta debe
    sostener ardorosa polémica con el diario opositor La
    Esperanza, que aprovecha para atacarlo en su condición de
    funcionario oficial».

    Entre tanto en Buenos Aires la cuestión de la
    capital hacía perder a Mitre popularidad y daba origen a
    la división de su partido en dos fracciones: Los que
    seguían sus principios
    -convertir a Buenos Aires en capital de la República- se
    denominaban «nacionalistas» y sus opositores,
    encabezados par Adolfo Alsina, fueron llamados
    «autonomistas», porque defendían el localismo
    porteño y la autonomía de la provincia de Buenos
    Aires. En el lenguaje
    político los últimos fueron apodados
    «crudos» y los nacionalistas «cocidos», o
    bien alsinistas y mitristas respectivamente.

    Antes de que Mitre terminara su mandato, el pueblo se
    agitaba con los preparativos de la próxima elección
    presidencial. El partido nacionalista sostenía la
    candidatura del ministro de Relaciones Exteriores, Rufino de
    Elizalde y el autonomista propiciaba a su jefe, el doctor Adolfo
    Alsina.

    Como una transacción entre las tendencias
    opositoras surgió la candidatura de Domingo Faustino
    Sarmiento (Ibáñez, 1970, p. 204.211).

    «El Eco de Corrientes» era un
    periódico bimensual que se editaba por su imprenta, en el
    que Hernández publicó varias editoriales con las
    iniciales J. H. o con su nombre completo.

    Así lo hizo el 1° de marzo de 1868 con el
    título «Candidaturas» de carácter
    antisarmientista.
    El 31 de marzo, con el título «¿Hasta
    cuándo?», escribía denostando a sus
    adversarios políticos:
    "¿A dónde va ese círculo exaltado de Buenos
    Aires que ha logrado hacer, aunque pocos, calurosos
    prosélitos en todos los ámbitos de la
    República, a dónde va en su afán de dotar al
    país con un presidente cuyos antecedentes políticos
    y cuyo carácter personal son una
    amenaza viva para la paz y la quietud de sus habitantes?
    ¿Ha escrito acaso en su bandera la palabra de muerte para
    toda la Nación e intenta convertirla en un vasto
    cementerio?.

    Hacen sesenta años no interrumpidos que los hijos
    de esta tierra, nacen al estruendo de los cañones, se
    forman en medio del bullicio de las batallas, encallecen sus
    manos empuñando la lanza y el sable y sienten encanecer
    sus cabellos entre el humo de los combates. Las legiones
    argentinas han recorrido el suelo americano en todas direcciones
    dejando tras de sí regueros de su sangre generosa,
    apilados los cadáveres de sus hijos y marchando siempre
    adelante, con el arma al brazo y atento el oído a la
    voz de los clarines.

    ¿A dónde van esas masas armadas a prisa,
    dirigidas por generales más o menos hábiles,
    vencidos hoy, vencedores mañana, pero sin conquistar
    jamás para sí un día de reposo? Cada vara de
    nuestro suelo recuerda un episodio sangriento, se liga a la
    historia trágica de un combate, cada vara de tierra es una
    tumba.

    ¡Hemos de marchar siempre chapaleando sangre
    separando solícitos los cadáveres de nuestros
    hermanos que obstruyen nuestro paso y caminando a la ventura en
    medio de las tinieblas de la anarquía y sin más
    luz que el
    resplandor rojizo de los cañones!

    Los pueblos tienen derecho a la paz, al reposo, al
    sosiego, después de sesenta años de vida en los
    campamentos, en que han devorado sinsabores, apurando todas Lls
    amarguras que brinda la desgracia.

    ¿No se sienten conmovidos los autores de la
    anarquía en presencia de estas multitudes sacrificadas
    bárbaramente en holocausto de sus ambiciones bastardas, a
    la vista de esas hermosas campiñas donde blanquean los
    huesos de
    tantos millares de hijos de esta desgraciada República, al
    contemplar esos pueblos empobrecidos, aniquilados por la guerra civil y
    sentadas sobres sus escombros las viudas, las madres, los
    huérfanos como la imagen de la
    desolación?

    Aunque tienen serenidad para buscar un rincón
    donde reunirse tranquilos y tratar de que la destrucción
    se complete y de que las matanzas sigan.

    Quince años de lucha sin tregua, fueron
    necesarios para conquistar un dogma: LA LIBERTAD.
    Veinticinco de combates fueron precisos para fundar un principio:
    LA LEY.
    Qué se busca ahora?
    Fundar un Gobierno que haga de la libertad una mentira y de la
    ley una farza.
    Remover esas dos grandes conquistas, que son el fruto de una
    batalla de medio siglo, para sentar en su lugar, el imperio de un
    círculo, para sustituir a la ley de voluntad de unos
    cuantos y para hacer que empecemos de nuevo el tan trillado
    camino de las luchas fraticidas.

    Pero debemos tener fé en que esas tentativas no
    han de alcanzar su éxito.

    El país ha de saber oponerse a esos manejos de
    los anarquistas y su voluntad ha de ser una valla que ha de
    contener el ímpetu de sus pasiones tantas veces
    funestas.

    Si la anarquía, que intenta levantar de nuevo su
    cabeza, es vencida en la próxima lucha electoral,
    desaparecerá de entre nosotros, dando lagar al imperio del
    orden, de las instituciones y dejando abierto y franco el camino
    del porvenir.

    ¡Dios proteja la causa de los Pueblos! J.
    Hernández" (El Eco de Corrientes N° 166).
    E1 17 de abril Hernández firmaba el artículo
    titulado «La combinación que han formado los sucesos
    es la única posible URQUIZA-ELIZALDE» (4) en el que
    analiza la situación política del país y
    promueve dicha fórmula:
    "Por la primera vez la Nación presenta un aspecto
    verdaderamente republicano al ocuparse de la elección del
    Magistrado que ha de encargarse de sus elevados destinos.
    Sean cuales fueren las causas que hayan despertado esa
    opinión que por todas partes se muestra en
    manifestaciones diversas, ese movimiento,
    nuevo entre nosotros, es por si sólo un gran paso dado en
    las prácticas de la democracia.
    La Nación gana y se ilustra en él.
    Pero eso mismo hace que la cuestión presidencial que va a
    resolverse, así como presagia grande, bienes para el
    porvenir, entrañe en sí escollos y peligros que
    conviene evitar.
    ¡Dios ilumine a los Electores, la imagen de la Patria los
    inspire, para que le den solución de una manera que
    permita a la República volver las espaldas a su pasado
    tenebroso, dirigiendo sus miradas al porvenir!

    Sin entrar a investigar el origen de los males que han
    martirizado a la República por espacio de 50 años,
    sin detenernos en el examen de los elementos que los han
    producido, deber es, si intentamos alcanzar su remedio,
    estudiarlos en lo que hoy son, bajo la fisonomía de la
    época, con los deslindes y caracteres que presentan
    actualmente.

    Mirando la cuestión desde la altura en que debe
    colocarse el observador de buena fe, podemos señalar con
    una rápida ojeada como grandes causas:

    Las divisiones de partidos – Unitarios y Federales. Las
    rivalidades de localidad – Buenos Aires y las
    provincias.

    Las fuerzas activas perniciosas – La oligarquía
    las montoneras. Todo lo demás, no son, por decirlo
    así, sino efectos emanados de estas causas
    radicales."

    Continúa su análisis político y luego, en la
    misma nota dice:
    "Bien puede quedar eliminada de este estudio la
    combinación Sarmiento-Alsina; su triunfo sería el
    triunfo del CRUDISMO, es decir, de los elementos más vivos
    de la anarquía, sería la victoria de un
    círculo reducido y exagerado en sus pretensiones, dejando
    afuera de la nueva situación a las dos grandes fracciones
    que forman los sostenedores de las candidaturas de Urquiza y
    Elizalde".

    Más adelante afirma Hernández:

    "Eliminada pues, esta ficción de
    combinación… quedan solamente la combinación
    Urquiza-Alsina y la candidatura de Elizalde.

    Ya hemos señalado antes los graves peligros que
    envuelve la combinación caprichosa de Urquiza-Alsina, que
    sin tener una base sólida puede comprometer la paz
    interior, la gloria del general Urquiza y las garantías
    del partido Federal.

    …………………………..

    No estando pues, destinada a triunfar la
    combinación Sarmiento-Alsina, no pudiendo tampoco alcanzar
    el triunfo la de Urquiza- Alsina por los peligros que envuelve,
    ¿qué queda? Nada. Es decir ninguna
    combinación hecha, que tenga probabilidades de
    éxito.

    …………………………..

    Nos quedan solamente para examinar dos entidades
    políticas, dos candidaturas que la lucha electoral ha
    venido a colocar frente a frente y en torno de las
    cuales se agrupan fraccionados los partidarios de una misma idea,
    los que han levantado en algo una misma bandera política.
    La del general Urquiza. La del Dr. Elizalde.

    …………………………..

    La idea de la nacionalidad tiene hoy, pues, por
    sostenedores a los amigos del Dr. Elizalde y a los del general
    Urquiza."

    Y llega por fin Hernández, sobre el final de esta
    extensa nota, a la propuesta política que indicaba en el
    título:

    "Sólo de la unión de esas dos grandes
    fracciones Nacionalistas, puede surgir un gobierno fuerte,
    estable, prestigioso, que ofrezca verdaderas garantías a
    todos los partidos, que asegure la paz interior y nos haga
    respetables para el exterior.

    …………………………..

    La combinación alternativa Urquiza-Elizalde es la
    única posible, la única natural y la única
    también que daría a la República el gobierno
    que reclaman sus circunstancias y su porvenir.

    …………………………..

    No es que nos hagamos nosotros caprichosamente autores
    de esa combinación, sino que estudiando los sucesos en su
    significación e importancia política, juzgando de
    su alcance como de la influencia llamados a ejercer en los
    destinos futuros de la República, deducimos
    lógicamente su necesidad, palpamos los males que aleja,
    los peligros que evita y entrevemos los bienes que
    promete.

    …………………………..

    Esa combinación:

    Echa las bases de una fusión
    sólida entre los partidos. Conserva a Buenos Aires en la
    Unión Nacional.

    Contiene a la oligarquía con el poder de Elizalde
    y pone término a las montoneras con el poder y el
    prestigio del general Urquiza. "

    Finaliza el artículo con una sentencia que
    trasciende su tiempo:

    "Las conveniencias legítimas de los partidos,
    giran dentro de las conveniencias de los Pueblos; ambas pueden
    consultarse y salvarse unidas. "

    José Hernández (El Eco de Corrientes,
    N° 170).

    E18 de mayo publicó «Tiempo al
    tiempo» donde contestó al liberal Luis Baibiene que
    lo difamara desde «La Tribuna» de Buenos
    Aires.

    Dijo entre otras cosas:

    "En «La Tribuna» de Buenos Aires
    correspondiente al 26 de abril último, hay tres columnas
    suscriptas por Luis Baibiene en que, con motivo de contestar al
    «Eco de Corrientes>> se ocupa casi exclusivamente de
    injuriar y calumniar a José Hernández.

    Es un modo muy cómodo de discutir, para el que a
    falta de una respuesta tiene a mano la facilidad de calumniar y
    denigrar a su adversario.

    …………………………..

    Desafiamos al autor de estas palabras a que pruebe la
    verdad de lo que afirma, a que nos cite un solo caso de venalidad
    de nuestra parte, UNA SOLA OCASION en que alguno haya obtenido de
    nosotros el favor de un dictamen Fiscal por cualquier género de
    recompensa, a que diga quién nos ha inducido a una
    injusticia pagándonos el precio de
    nuestra rectitud, a que nombre al que alguna vez haya puesto en
    nuestras manos un solo real, declarando desde ya, si no lo hace,
    que Dn. LUIS BAIBIENE ES UN CALUMNIADOR INFAME.

    ………………………….. "

    José Hernández (El Eco de Corrientes,
    N° 176) (5)

    De «E1 Eco de Corrientes» se editaron 186
    ejemplares y cesó el 26 de mayo de 1868 porque el
    día 27 estalló un movimiento sedicioso mitrista que
    derrocó a Evaristo López.

    El gobernador fue arrestado y sus ministros
    perseguidos.

    "Hernández debió abandonar también
    un cargo menor pero altamente significativo: El de maestro de
    gramática en la Escuela de San
    Agustín" (Chávez, ibid., p.42).

    Agrega Chávez (ibid., p.42) que:

    "Después de su salida de Corrientes, el
    periodista y maestro se radica por algunas semanas en Rosario,
    donde…tenía algunos familiares y bienes. En esa
    oportunidad, su amigo Ovidio Lagos lo invita a colaborar en su
    diario La Capital, que todavía no tiene un año de
    existencia." (*)

    (*) La colecci6n de «El Eco de Corrientes»
    se encuentra en la Hemeroteca de la Biblioteca Nacional. Reg.
    30.453.

    7. La Capital (Rosario
    -1868)

    «La Capital» fue fundado en 1867 y es
    considerado el decano de la prensa argentina, ya que
    todavía se edita.

    Nació para apoyar el proyecto
    presentado el 1° de julio de ese año por el diputado
    por Buenos Aires Manuel Quintana para declarar a Rosario capital
    de la República.

    Fundado par Ovidio Lagos, periodista que había
    trabajado en «La Reforma Pacífica», asociado
    con Juan Chassaing.

    El primer número apareció el 15 de
    noviembre y dedicó el editorial inicial al elogio de la
    difusión de la educación popular
    (Piccirilli, ibid., voz Capital).

    Como se indicó en el capítulo anterior, en
    julio de 1868, Lagos invitó a Hernández a colaborar
    en su periódico. Dice Chávez (ibid., p.
    42)

    "Había razones harto suficientes para que ambos
    periodistas estrechasen los lazos de su espíritu junto con
    las ataduras que da la lucha política misma. Los dos,
    federales erguidos frente al centralismo que
    la burguesía portuaria venía organizando desde
    hacía años. Ambos, formados en las duras luchas de
    una existencia penuriosa; los dos emigrados porteños
    después de las persecuciones de 1857, pertenecientes a un
    mismo partido: el chupandino. Una misma vocación, junto a
    las prensas y casi un mismo estilo".

    Los artículos de Hernández en «La
    Capital» aparecen inicialados J. H. El primero de ellos fue
    publicado el 20 de junio con el título de «Los
    sucesos de Corrientes y la prensa anarquista» en donde
    planteaba el problema de la legalidad provincial avasallada par
    la revuelta mitrista.

    A1 día siguiente, el 21 de junio de 1868,
    publicó «Corrientes se salva». «Los
    atentados deben tener término», Los días 22 y
    23 de junio. «Tres proposiciones» en sucesivas
    ediciones desde el 24 al 27 de junio.

    E12 de julio «Los cantos de las sirenas».
    «El Rosario debe ser la capital de la
    República», el 4 de julio y «9 de julio de
    1816» en el 52 aniversario de la declaración de la
    independencia. El 16 de julio «El gobernador ilegal de
    Corrientes». «Lecciones para los pueblos», dos
    días después. «De mal en peor», Los
    días 20 y 21 de julio, última colaboración
    de José Hernández en el diario de Ovidio
    Lagos.

    En este último artículo desarrolló
    un ataque al programa sarmientino de introducir métodos y
    maestros norteamericanos, de acuerdo con su concepto de
    civilización y a riesgo de
    modificar las tradiciones pedagógicas nacionales.
    Decía:

    "Es un destino bien amargo el de esta pobre
    República. Esto se llama ir de mal en peor.

    Mitre ha hecho de la República un campamento .
    Sarmiento va a hacer de ella una escuela.

    Con Mitre ha tenido la República que andar con el
    sable a la cintura.

    Con Sarmiento va a verse obligada a aprender de memoria la
    anagnosia, el método
    gradual y los anales de Da. Juana Manso. Estas son las grandes
    figuras que vienen a regir los destinos de la patria de Alvear y
    San Martín!

    Pero, ¿ Consentirá el Congreso,
    consentirán los hombres influyentes de la
    República, consentirá el país en que un
    loco, que ya ha fulminado sus anatemas contra el clero y contra
    la religión,
    que ha dicho que va a nombrar una mujer para
    Ministra de Culto, que es un furioso desatado, venga a sentarse
    en la silla presidencial, para precipitar al país a la
    ruina y al desquicio ? No lo creemos; esperamos que el
    patriotismo y la reflexión no nos hayan abandonado del
    todo y que antes que consentir en semejante escándalo,
    tendrán bastante energía para decirle al partido de
    los anarquistas 'hasta aquí no más', y al loco
    predilecto de los perturbadores, que se vuelva a su destierro
    político, a estudiar los diversos métodos de las
    escuelas americanas." Chávez, ibid., p. 45).

    En «E1 Rosario debe ser la capital de la
    República» José Hernández
    sostuvo:

    "Hace 15 años que vivimos en un provisoriato
    funesto respecto de la capital.

    Y este provisoriato amenaza continuar.

    ¿Qué? ¿Sólo lo provisorio
    habrá de ser siempre permanente entre nosotros?

    Ya basta de incertidumbre. Ya es época de decidir
    de una manera definitiva y concluyente, dónde deben tener
    su asiento las Autoridades nacionales, ofreciendo así esa
    seguridad
    más a los grandes intereses que aguardan impacientes esa
    resolución. Ningún pueblo de la República
    puede sostener con el Rosario la competencia,
    sobre las condiciones y ventajas positivas que reúne para
    ser el punto de residencia de las autoridades
    nacionales.

    Las fuerzas activas de la República, las fuerzas
    que pesan más decisivamente en el orden de todos los
    acontecimientos políticos y sociales, residen en la gran
    linea del Litoral formada por las provincias de Buenos Aires,
    Santa Fe, Entre Ríos y Corrientes.

    Colocado como se halla el Rosario en el centro de esa
    gran línea, es decir, en el centro de todas esas fuerzas,
    el Gobierno aquí, regularía sus movimientos y
    trazaría a esos grandes centros de poder, la órbita
    en que deberían girar para bien general de la
    República.

    El poder de Buenos Aires, que ha de ser siempre una
    amenaza para los pueblos mientras aquella provincia se mantenga
    como hasta aquí dominada por un círculo
    exclusivista y anárquico, ese poder se encontraría
    contenido por la proximidad del Gobierno Nacional, establecido en
    un punto fuera del alcance de su influencia; se hallaría
    observado de cerca y forzosamente estrechado dentro de los
    límites
    territoriales de su provincia. "

    Afirma Hernández, al fin, en este artículo
    que:

    "La capital en el Rosario sería la única
    solución conveniente que puede darse a las grandes
    cuestiones políticas y administrativas que nos han agitado
    y dividido hasta hoy."

    Descalifica asimismo las posibilidades de Buenos Aires
    asegurando que:

    "La capital en Buenos Aires sin traer grandes beneficios
    para aquel pueblo, hace la ruina del resto de la Nación.
    Aun cuando fuera posible el ridículo fenómeno de la
    coexistencia en Buenos Aires, de los dos Gobiernos, Nacional y
    Provincial, esa coexistencia trae así misma aparejados
    inconvenientes de tal naturaleza, que la convierten en un
    absurdo, en una extravagancia política."

    Finaliza la nota con un vehemente llamado en favor de lo
    propuesto:

    "Inspírense los representantes de los pueblos
    argentinos en las grandes conveniencias de la República y
    echen su voto en la balanza de nuestros destinos futuros, para
    asegurar para siempre los beneficios que los pueblos aguardan
    impacientes.

    ¡Óigase su voz, como la palabra de
    redención para los pueblos mártires! J.H."
    (Chávez, ibid., p. 148 ss).

    La despedida de Hernández del periódico de
    Lagos es publicada el día 23 de julio de 1868 y
    dice:

    "Este apreciable caballero, amigo y correligionario
    político, se marchó ayer para Buenos Aires; que su
    viaje sea feliz y su permanencia en la gran ciudad tranquila. El
    señor Hernández, que se hallaba establecido en
    Corrientes, trabajaba allí en la prensa apoyando siempre a
    la libertad y las buenas ideas; independiente de todas nuestras
    cuestiones las ha tratado con elevación y un conocimiento
    poco común de nuestros hombres y nuestras
    cosas.

    Peregrino contra su voluntad, por la persecución
    del célebre gobierno revolucionario de Corrientes, con su
    permanencia de pocos días en Rosario, La Capital le debe
    notables artículos, que han llevado la palabra de verdad
    de nuestra situación política al ánimo del
    pueblo." (Chávez, ibid., p. 46).

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