Monografias.com > Historia
Descargar Imprimir Comentar Ver trabajos relacionados

El Colegio "Don Bosco" de Valencia



    1. El Primer Director, Héroe o
      Conspirador
    2. La Peste Española nos
      visita
    3. Las Bodas de Platas del
      Colegio
    4. Las Bodas de Oro del
      Colegio
    5. Los Directores de la Comunidad
      Salesiana del Colegio "Don Bosco"

    Valencia: 22 de Noviembre de 1.894 llegan los primeros
    salesianos a Valencia, la ciudad del Cabriales les había
    esperado ansiosamente desde 1.895 cuando se hacen los primeros
    contactos con el propio Don Bosco y se le pide que envié a
    la primera expedición misionera, el ambiente
    reinante producto de la
    era Guzmancísta fue un fantasma que mantuvo alejados a los
    hijos de don Bosco durante algún tiempo.

    Los salesianos conforman un internado que pronto
    contó con un número significativo de alumnos, su
    costo inicial fue
    de 15 bolívares y se mantuvo abierto hasta 1.968 cuando
    por órdenes de los Superiores el P. Ricardo Alterio como
    Director le corresponde decretar su cierre y se mantiene el
    externado.

    Ese internado venía desenvolviéndose desde
    el año de 1895; a pocos meses apenas de la llegada de los
    Padres Salesianos a Valencia. Setenta y tres Años de
    ininterrumpido funcionamiento. Setenta y tres Años viendo
    llegar al inicio de la segunda quincena de septiembre,
    jóvenes escolares cargados de maletas, con la cara
    apesadumbrada, y con el ánimo en suspenso frente a las
    posibles sorpresas del internado. Setenta y tres Años en
    que, por los últimos días de julio, la muchachada
    se dispersaba, con la alegría reflejada en el semblante,
    jubilosa y dicharachera ante la vuelta al regazo
    paterno.

    El internado que se clausuró dio
    fisonomía, y fue componente de sabor muy especial para el
    colegio "Don Bosco" de Valencia. Su historia se confunde con la
    historia del plantel. Comencemos ahora pues a revivir las
    crónicas de este templo educativo.

    En las postrimerías del año de 1894 se
    integraba la comunidad en la
    casa de la propiedad de
    la familia
    Fontainés, en la esquina de El Vapor. La presidía
    el Reverendo Padre Félix Andrés Bergeretti, con los
    clérigos Savoia y Montanari. Todos nativos de Italia.
    Habían llegado de la mano del Presbítero bachiller
    Víctor Julio Arocha, Vicario de Valencia, y contaban con
    el respaldo y la simpatía de un grupo de
    matronas valencianas. A la cabeza de ellas, Doña
    María de la Paz Pérez Santander, cuya escarcela se
    abrió con generosidad para sufragar los gastos inherentes
    a la atrevida empresa.

    El inmueble, con frente a la calle de La Fortuna, hoy
    Avenida Anzoátegui, era estrecho e incómodo. Los
    Padres abrieron operaciones, a
    sabiendas de que allí actuarían por breve tiempo. A
    los pocos meses, con más de doscientos alumnos inscritos,
    el día 1° de abril de 1895, se instalaban en una vieja
    casa de arquitectura
    colonial, con frente a la calle de El Sol, hoy calle
    Páez; adquirida por la cantidad de Veintiséis Mil
    Bolívares. Fue entonces cuando pudieron respirar a sus
    anchas, y entrar a hablar de relativa comodidad.

    Es que Valencia les había respondido ampliamente.
    La sencillez, el espíritu de trabajo, la llaneza y
    cordialidad en el trato, el comportamiento
    uniforme frente al alumno rico y al escolar pobre. Todas esas
    virtudes habían originado excelente impresión en el
    ánimo de la sociedad
    valenciana. Convencidos del arraigo, seguros de que
    habían llegado a hogar hospitalario y a puerto seguro, los
    Padres atrevían comprometerse en inversión de tanta cuantía.
    Inversión que envolvía años de privaciones y
    hasta de sinsabores.

    En el puesto de comando estaba un hombre de una
    gran entereza, con un acopio invalorable de experiencia. Un
    superior que le imprimiría a la nueva casa rumbo certero;
    al mismo tiempo que ganaba a diario adhesiones y simpatía
    para la causa que personalizaba.

    El Primer
    Director, Héroe o Conspirador

    FELIX ANDRÉS BERGERETTI había nacido en
    Italia en el año de 1835. Llegaba a Valencia de cuarenta y
    ocho años. Hombre de excelente salud, muy ágil, y
    muy despierto, había ingresado a la Congregación
    Salesiana apenas hacía un año. Misionero
    vocacional, se había enrolado antes a una orden de Padres
    evangelizadores, y había actuado en Australia. Estuvo en
    Sydney, Melbourne, Palestina, y por último en
    Ceylán, donde actuó durante catorce
    años.

    Hablaba español,
    italiano, inglés,
    francés, latín y griego. Conocía bien el
    árabe; tenía conocimientos muy avanzados de
    agrimensura e ingeniería. Sus dotes así como su
    actividad le habían valido el ofrecimiento de la Mitra,
    que el incansable misionero se había negado a
    aceptar.

    A Valencia llegó maduro, para regalarnos con la
    preciosa simiente de su experiencia, así como para
    estrenar su devoción y su mística por el
    pabellón de Don Bosco. El 6 de junio de 1897, en efecto,
    ya celebraba sus Bodas de Plata Sacerdotales.

    Bergeretti le dio a la casa salesiana de Valencia la
    orientación precisa. Enseñanza en el aula, y enseñanza en
    los Talleres. Escuela primaria.
    Educación
    Secundaria. Y Enseñanza Artesanal. Sastrería. Artes
    Gráficas. Carpintería. Con la
    colaboración estupenda de dos jóvenes
    clérigos, Jacinto Piana y José María
    Grazzini, como el Hermano Coadjutor Falletti, todos llegados para
    reforzar el elenco de la nueva casa; la enseñanza de la
    música, y
    los diferentes conjuntos que
    ella envuelve, cobrarían expresión y fuerza. La
    Banda del Colegio sería, al cabo de poco tiempo, el
    conjunto que animaría los programas de fin
    de curso, así como muchos otros actos de la vida y del
    discurrir de la ciudad.

    Sin embargo, sería la tragedia colectiva la que
    tallaría el perfil definitivo de Bergeretti. La espantosa
    epidemia de Viruela del año 1898, que clausuró su
    Colegio, y lo aventó hasta el degredo. En el Hospital "San
    Roque", y en el recién abierto Hospital Civil. Fue
    entonces heroico y abnegado. Dio la cara sin miedo a la muerte.
    Llevó el consuelo a miles de moribundos. Y fue Cristo.
    Samaritano. Figura de bondad y misericordias, en los propios
    lugares donde la muerte se
    había instalado con despliegue de crueldad.

    Esa epidemia de Viruela cierra la primera etapa de la
    Casa Salesiana de Valencia. De la ejemplaridad de su Director
    quede, para grabar en el bronce, condensada en frase feliz, la
    viva emoción del Obispo Adam: "¡Qué inmenso,
    señores, me resulta Félix Andrés
    Bergeretti!"

    Había pasado el Siglo XIX con el ingrato recuerdo
    de la Viruela. Alegría y esperanza en el despunte del
    nuevo siglo. Sin embargo, para los Padres Salesianos de Valencia,
    apuntaron nubes cargadas de negras amenazas. A las ocho de la
    mañana del ocho de enero de 1900, en efecto, dos delegados
    del Jefe Civil y Militar de la Plaza comunicaban al Director
    Félix Andrés Bergeretti, y a sus colaboradores
    inmediatos, Inocencio Montari y Juan Bautista Voghera, la orden
    del General Cipriano Castro, jefe triunfante de la Revolución
    Liberal Restauradora, de presentarse en Miraflores "en el
    término de la distancia"

    Al día siguiente, a las once de la mañana,
    tomaban el tren que los conduciría a Caracas, los
    mencionados superiores. Los Padres habían sido acusados de
    redactar y distribuir, a través del alumnado, un folleto
    de contenido revolucionario.

    Se trataba de un infundio perverso. El General castro
    los retendría en la capital hasta
    el día 18 de febrero, habiendo regresado a Valencia al
    día siguiente, en medio al contentamiento de la
    ciudadanía, y el entusiasta alborozo de los
    alumnos.

    Aquel penoso incidente pareció superado con la
    presencia del Director en la Misa de Difuntos que se celebrara en
    Tocuyito, el día 14 de septiembre, en sufragio de las
    almas de los soldados caídos una año antes, en la
    batalla que selló la victoria del general castro.
    Acompañado de su esposa, Castro había presenciado
    la ceremonia, y había tenido la oportunidad de apreciar
    las excelencias de la Banda del Colegio. Cinco días
    después, el diecinueve de septiembre, el Jefe Supremo del
    Gobierno, y
    Doña Zoila de Castro, dispensaban atenta visita al Colegio
    Salesiano de Valencia, y dejaban una limosna de dos mil
    bolívares en manos del Reverendo padre Bergeretti.
    Además, el 5 de julio de 1901 se le había conferido
    el Busto del Libertador en la 2da Clase; por disposición
    desde luego del Jefe del Poder
    Ejecutivo.

    Pero los viajes del
    jefe de la comunidad hasta Curazao en donde funcionaba una casa
    salesiana, despertaban la suspicacia del Gobierno. Al regresar de
    uno de ellos, verificado en la compañía del padre
    Inspector, el 9 de febrero del año de 1902, no se le
    permitió desembarcar. Huérfana quedaba la comunidad
    salesiana de Valencia. Inflexible y empecinado, Castro no
    levantaría la orden de expulsión, y el gran
    misionero e insigne salesiano moriría siete años
    después en Ockland, EE.UU. de Norte América. El 17 de junio de 1957 sus cenizas
    llegaban, en una urna de bronce, a las puertas de la ciudad. Los
    Antiguos Alumnos Salesianos, capitaneados por Don Ramón
    Chazzin, alma y paladín de aquella cruzada, sembraban,
    definitivamente, al gran apóstol en la tierra
    valenciana. Se le enterró en el Santuario de María
    Auxiliadora, e hizo su elogio Monseñor Dr. Gregorio Adam,
    Obispo de Valencia.

    Elemento de mucho valimiento llegaría a ser el
    entonces acólito Juan Schonewolf, quien seguía
    estudios en la Universidad de
    Valencia, y el 4 de noviembre de 1900 optaba al Grado de
    Bachiller en Ciencias
    Filosóficas, recibiendo calificación de
    sobresaliente. El 5 de julio del año siguiente,
    recibiría las Órdenes Menores de manos del Obispo
    de Calabozo, Monseñor Felipe Neri Sendrea. Este Prelado
    fue un grande y consecuente amigo de la Congregación
    Salesiana. Todos los años solía pasar temporada de
    salud y descanso en la casa de sus familiares, situada apenas a
    una cuadra del Santuario de María Auxiliadora. Él
    prestaba un valioso concurso prestigiando las solemnidades, y
    confiriendo las órdenes sagradas a los clérigos que
    componían el personal de la
    casa. El día 5 de febrero del año 1902 se
    registró la muerte del alumno Víctor Manuel
    Juárez, del taller de Sastrería, quien formaba
    parte del personal de la Banda del Colegio. Estaba residenciado
    en la Parroquia de San Blas.

    Entre los primeros alumnos de la Casa Salesiana de
    Valencia cabe recordar a ALBERTO J. WALLIS, auténtico
    gentilhombre, con linaje que siempre honrara a través de
    la diafanidad de su vida, residenciado en Guacara, población que supo de su largueza y de su
    bonhomía. CARLOS J. BELLO, que llegó a ser
    médico famoso, brillante por sus investigaciones
    en el dominio de la
    Patología Tropical. A PEDRO REFAEL TINOCO, a ESTEBAN
    FERNANDEZ, a LERMIT BORGES, TULIO
    TOMAS SALVATIERRA, MARTIN J. GORNES MC PHERSON, JOSE RAFAEL
    POCATERRA, CARLOS SAGARZAZU Y LUIS TROYA, de quien dijo
    Monseñor Adam "que cautivó por más de tres
    décadas a esta ciudad". RAMON CAZZIN, "vórtice
    inevitable de diligencias y amor a
    Valencia", en el elogio del mismo Prelado; tomaría
    matrícula en el Colegio "Don Bosco", en el año de
    1902; cuando ya había dejado de actuar el Padre
    Bergeretti. Y concluiremos esta primera crónica sobre la
    Casa Salesiana de Valencia recordando un hecho de verdadera
    trascendencia para el Instituto. El 21 de noviembre de 1902
    tocaba a sus puertas el Reverendo Padre Pablo Albera,
    acompañado de su Secretario. Este sacerdote formaba parte
    del alto gobierno de la Orden Salesiana, y representaba
    directamente a Don Rúa, sucesor de Don Bosco.

    Ocho días se estuvo en la casa salesiana de
    Valencia el Padre Albera; quien andando el tiempo
    escalaría el altísimo cargo de Rector Mayor de la
    Congregación, y sería el Tercer Superior General de
    la Orden.

    Valencia le tributó muy elocuentes homenajes. Por
    cierto que en el banquete que se le ofreciera, con presencia de
    todo el Clero de la ciudad, llevó la palabra
    Presbítero doctor Hipólito Alexander.

    El injusto y sorpresivo ostracismo del Padre Bergeretti,
    fundador y primer Director del Colegio Salesiano de Valencia,
    llevó la desorientación al ánimo de sus
    inmediatos colaboradores en el gobierno de la casa, Reverendos
    Padres Montanari y Voghera.

    Ya nos referimos a la magnífica
    orientación conferida por Bergeretti al plantel.
    Enseñanza Primaria y Bachillerato. Enseñanza de
    Artes Manuales. A la
    Tipografía, Sastrería y Carpintería,
    agregaba poco después el Taller de
    Ebanistería.

    Valencia había respondido muy generosamente a los
    enviados de Don Bosco. Pero era muy raquítica la economía del
    país. A nivel local, la situación se volvía
    a veces dramática, como consecuencia de las guerras
    civiles, y el estallido de Viruela. El General Cipriano Castro
    había iniciado su gobierno con medidas y disposiciones
    muchas veces fundamentadas en la arbitrariedad y en el capricho.
    La Casa Salesiana de Valencia pagaba un pesado tributo a las
    veleidades y pretensiones del Cabito.

    A las siete de la noche del 10 de junio de 1902 el
    Superior Provincial comunicaba a la comunidad salesiana de
    Valencia, el nombre del nuevo director. Juan Bautista Voghera
    había sido escogido para comandar los destinos del
    Colegio. Lo acompañarían Juan Avaro y Jacinto
    Piana, como Prefecto y Catequista, respectivamente. Enrique De
    Ferrari seguirá cumpliendo las funciones del
    Consejero Escolástico.

    El nuevo Director era hombre joven, de una excelente
    formación, con estupenda dicción; a tal punto que
    solía escalar la Catedral Sagrada en sermones de
    compromiso. Tenía dotes organizativas de primer orden. La
    sacaría a relucir, colocando el colegio dentro de la
    órbita del mayor rendimiento: procurando un creciente
    intercambio con los Padres y Representantes de los alumnos;
    llevando a aquellos la confianza en la labor educativa del
    plantel, a través de los exámenes de fin de
    año, y de los actos de fin de curso.

    Pero no se conformó el Padre Voghera con
    proseguir los trabajos de adaptación que iniciara el Padre
    Bergeretti, ni con satisfacer, puntualmente, los graves
    compromisos de la casa. El 7 de febrero de 1904 reiniciaba los
    interrumpidos trabajos del Santuario, colocándolos bajo la
    dirección del famoso arquitecto Antonio
    Malaussena. Para estos efectos, promovió una
    recaudación en el comercio de la
    ciudad, que produjo Bs. 763, e instaló una Junta de Damas
    Cooperadoras, que se encargarían de recoger un centavo por
    persona, entre
    los simpatizantes de la Obra Salesiana en Valencia.

    Estos detalles nos ponen de manifiesto como las obras de
    la Iglesia
    crecían y prosperaban entonces gracias a la mística
    de los directivos, y a la colaboración decidida de la
    feligresía, que antes que el dinero,
    aportaba la mano de obra en un esfuerzo común, que por
    igual se repartían hombres y mujeres.

    Antes de seguir adelante queremos recordar que el
    Arquitecto Malaussena había ganado laureles en esta
    ciudad, con la construcción del teatro Municipal;
    que él dirigiera desde el Decreto del Encargado de la
    Presidencia, señor general Hermógenes López,
    quien dispuso la realización de la obra.

    Los trabajos del Santuario habían comenzado desde
    el 24 de abril de 1900, fecha en que se colocó y bendijo
    la primera piedra, actuando en solemne ceremonia el Obispo de Las
    Pampas, Monseñor Felipe Neri Sendrea.

    El nuevo Santuario sería de estilo gótico.
    Con una nave central de cuarenta metros de largo por
    dieciséis de ancho. Después se le agregarían
    hasta ocho capillas laterales, cuatro a la derecha y cuatro a la
    izquierda de la nave central.

    El 29 de enero de 1905 procedía el Vicario de
    Valencia, presbítero Víctor Julio Arocha, a la
    solemne bendición del nuevo santuario, dedicado a
    María Auxiliadora. Escalaba la Cátedra sagrada, el
    Dr. Ricardo Arteaga, Deán de la Santa Iglesia
    Metropolitana; quien viniera de Caracas con tal objeto. Este
    sacerdote se encontraba muy estrechamente vinculado a la Orden
    Salesiana. Había cruzado correspondencia, en diferentes
    oportunidades, con Don Bosco, acerca de la posible
    instalación de los Salesianos en Venezuela. Y
    por designación del propio Don Bosco tenía rango de
    Director de los Cooperadores Salesianos en Venezuela.

    El año escolar 1906-1907 clausuraba, en la
    segunda quincena de julio, con exámenes brillantes
    rendidos entre los examinadores más calificados. Antonio
    Sandoval, Faustino Figueredo Herrera, Miguel Bello
    Rodríguez, doctor Fco. Caballero, Manuel Napoleón Barrios, Jesús María
    Briceño Picón, R.A. Torres Coronel, Marcos Sergio
    Godoy, y el Bachiller Aquiles Antich. Entre los examinados
    acaparaban los primeros puestos, y recibían los Primeros
    Premios: Germán Vizcarrondo Rojas, José Gregorio
    Ponce Bello, Manuel Delvalle, Juan Vicente Lecuna, J.J.
    París, Roberto carvallo, Carlos Amaré, Ramón
    Roberto Chazzím, Agustín Fernández, Miguel
    Enrique González Zárraga, Alfredo Carvallo,
    Francisco Ríos, Simón Rojas Galea, Pedro Antonio
    Maninat y Francisco Rey. Oscar Gutiérrez Betancourt era
    cursante de la clase de Lectura, y su
    hermano Alfonso, que tan alto espigaría en los dominios de
    la Poesía,
    recibía El Premio Único de Música
    Instrumental.

    ¿Se podrá confeccionar una nómina
    más ligada a la vida valenciana? ¿Se podrán
    dar en sucesión, nombres con más vinculación
    y arraigo al movimiento
    científico, cultural, profesional y económico de la
    ciudad?

    El domingo 4 de agosto de 1907, presidía el Padre
    Voghera la última distribución de Premios a que
    alcanzaría con rango de Director. Gobernaba en el Estado el
    doctor Samuel Eustaquio Niño, quien concurrió
    acompañado del Tesorero general, doctor Raúl
    Crespo. La Oración de Orden corrió a cargo de Don
    Santiago González Guinán. Egregio tribuno; quien se
    produjo en un brillantísimo discurso:
    "Derroche de ingenio, de erudición, de elocuencia y de
    poesía, en honra de la obra de Don Bosco".

    El 24 de febrero de 1908 embarca el Padre Voghera en La
    Guaira, rumbo a Europa. Dejaba
    encargado de la dirección de la casa, al Presbítero
    Jacinto Piana; cuya popularidad en valencia adquiría
    dimensiones especiales. Regresaría a fines de noviembre,
    para hacer entrega de la dirección que tan gallardamente
    desempeñara durante seis años.

    El 19 de diciembre de 1907 visitaba las obras salesianas
    de Valencia, Su Señoría Monseñor Dr. Juan
    Bautista Castro, Arzobispo de Caracas y Venezuela; quien se
    encontraba en Valencia, en Santa Pastoral Visita.

    Profesores y alumnos de la casa salesiana recibieron al
    insigne Prelado, quien después de estar en el Santuario,
    fue objeto de un programa especial
    en el salón de actos del Colegio.

    El P. Enrique La Riva

    A las once de la mañana del 22 de enero de 1909
    comunicaba el Padre Inspector a la comunidad salesiana de
    Valencia, el nombre del nuevo Director. Lo era presbítero
    Enrique Rivas, quien al mes siguiente, el día siete de
    febrero, reabría el Oratorio Festivo, con una asistencia
    de cuarenta niños.
    Al mismo tiempo, daba muestras de viva preocupación por
    rematar las obras del Santuario. Concluyó su
    ornamentación, y construyó el altozano, que fue
    siempre motivo de admiración y complacencia para los
    católicos valencianos.

    Simultáneamente cuidaba e incrementaba la obra de
    los Cooperadores; seguro de que eran los simpatizantes de la obre
    de Don Bosco quienes podían comunicarle empuje y
    proyección.

    El Padre Rivas había nacido en Milán el 12
    de mayo de 1863. El propio Don Bosco le había hacho
    entrega de la sotana, cuando contaba veintidós años
    de edad. Lo ordenaron de sacerdote en Sevilla, España, el
    25 de mayo de 1888. Fue el Fundador de la casa salesiana de
    Caracas, donde trabajó con gran denuedo. Era un salesiano
    genuino, y un virtuosísimo sacerdote. Silencioso,
    introvertido, era amigo de observarlo todo y aplicar el remedio
    precozmente. Muy discreto y muy diligente, jamás
    provocaría un conflicto, y
    buscaría siempre las fórmulas salidas del
    espíritu mismo del Santo Fundador. Con su grueso manojo de
    llaves en la mano derecha, era a través del ruido de las
    mismas como se lo llegaba a presentir.

    Celebró entre nosotros sus Bodas de Plata
    Sacerdotales, y aquellas efemérides hirió su
    modestia, por cuanto dio margen para que Valencia le testimoniara
    aprecio y veneración. Desde la cátedra Sagrada
    cantó entonces las glorias de aquellos Veinticinco
    Años, el Padre Galilea, el agustino de la elocuencia, y de
    la convicción, figura apostólica en los anales de
    Puerto Cabello. Entre los alumnos más destacados de la
    época del Padre Rivas, mencionaremos a Jorge del Castillo,
    Miguel Enrique González Zárraga, Leopoldo
    López, José Delfín Ponce Bello,
    Matías Feo, Francisco Esteban Caballero y Federico
    Arroyal.

    Insigne benefactora de la Obra Salesiana, para aquellos
    tiempos, DOÑA MARÍA DE BETANCOURT FIGUEREDO,
    poetisa y escritora, calzaba sus artículos unas veces con
    su propio nombre, y otras apelando al seudónimo.
    Divulgó las iniciativas salesianas, exhibiendo en todo
    momento la fe más acendrada en el triunfo de la obra de
    Don Bosco.

    Eran los años de la pobreza.
    Aparte del Oratorio Festivo, enteramente gratuito, los libros de la
    Prefectura registraban un alto porcentaje de alumnos insolventes.
    Pero aquella pobreza era un
    fiel reflejo del malestar económico que doquiera se
    palpaba entonces.

    El primero y más decidido bienhechor de la causa
    salesiana, se llamó Monseñor Víctor Julio
    Arocha. El Vicario de Valencia no se limitó a traer al
    País los Padres Salesianos. Siempre les dispensó
    Paternal protección, y en todo momento lo hizo objeto de
    las más deferentes atenciones. Para Monseñor Arocha
    el Santuario de María Auxiliadora, y el Colegio de los
    Padres Salesianos, eran prolongación de su Iglesia
    Matriz, y
    extensión de su propio hogar.

    Como Bergeretti, el Padre Voghera no volvería al
    País. De Europa pasaría a los Estados Unidos de
    Norte América. En la ciudad de Nueva York
    desempeñaría la Parroquia de La
    Transfiguración.

    Pero su admirable trabajo organizativo
    continuaría dando frutos. Así, para septiembre del
    año 1912 habían egresado del plantel: treinta y
    cinco bachilleres, dos de ellos titulados posteriormente
    médicos; tres de doctores en Ciencias políticas,
    tres de Farmaceutas, y tres habían abrazado la carrera
    sacerdotal.

    Y encontramos en la nómina de alumnos fundadores
    a SALVADOR CARVALLO ARVELO; quien andando el tiempo
    llegaría a ser una figura integralmente representativa, en
    lo intelectual, en lo social, en lo político, y en lo
    económico.

    Monseñor Enrique de
    Ferrari

    La primera etapa de la Casa Salesiana de Valencia
    concluye con la epidemia de Viruela del año 1898, que
    cierra el colegio por más de siete meses. La segunda se
    completa con el año de 1913, al separarse de la
    Dirección el Padre Enrique Rivas, quien se traslada a
    Caracas con rango de Delegado Inspectorial.

    La tercera era gira alrededor del Presbítero
    Enrique de Ferrari. Se trata de una década, que cubre el
    tiempo transcurrido entre 1914 y 1924. Durante esos diez
    años De Ferrari es la figura central y el personaje por
    excelencia. La obra salesiana se va a extender, inclusive
    entrará a cubrir nuevos aspectos, invadirá otros
    campos y patrocinará otras derivaciones.

    Enrique De Ferrari había llegado a Valencia en
    calidad de
    acólito, el 19 de noviembre de 1895, acompañado de
    los clérigos Pedro Opalski, polaco y Antonio
    Mónaco, italiano. Desde entonces había permanecido
    en la casa salesiana de la calle El Sol.

    Había nacido en Novara, el 18 de noviembre de
    1875. Apenas contaba, por consiguiente, veinte años cuando
    arribaba a las costas de nuestro país. Era hijo de
    Gaudencio De Ferrari y Virginia Molgora. Había estudiado
    la escuela elemental en su pueblo y luego se había
    trasladado a Turín como alumno del Instituto
    Técnico.

    Fue en Turín donde De Ferrari visitó por
    primera vez las casas salesianas. A poco ingresó al
    Seminario de
    Vocaciones Extranjeras de Valsálice, habiendo recibido la
    sotana de manos de Monseñor Cagliero, el primero de los
    Obispos Salesianos. Allí inició y adelantó
    sus estudios de Filosofía. Escogido para evangelizar en
    América, se lo destinó para la Provincia de
    Venezuela.

    En el Colegio de Valencia, el clérigo De Ferrari
    comenzó su trabajo bajo la dirección y
    asesoramiento del Padre Beregeretti. A poco de llegar, se
    interesó en la formación de un Museo de Historia
    Natural. Trabajó incansablemente en ese sentido, hasta
    conseguir piezas valiosísimas de Mineralogía y las
    más diversas especies zoológicas y
    botánicas. Tuvo la satisfacción de inaugurar su
    Museo, al iniciarse el curso 1896 – 1897.

    El Museo del clérigo De Ferrari tenía
    significación muy especial. Él abría una
    etapa de objetivización de la enseñanza, en el
    ámbito de las aulas de Educación Primaria y
    Secundaria. Aquella nueva dependencia envolvía un
    considerable progreso. Era el primer peldaño en la
    renovación de la enseñanza, hasta entonces cubierta
    de un ropaje puramente memorístico.

    De Ferrari asimilaba, por otra parte, las
    recomendaciones de Bergeretti, y llegaba a hacerse acreedor de su
    confianza. Desempeñaba funciones de Consejero
    Escolástico y tenía a su cargo la jefatura y
    control de los
    Talleres. Cuando el incidente de la prisión de los
    superiores de la casa salesiana de Valencia, en enero de 1900,
    había quedado encargado de la dirección.

    El intenso trabajo a que se diera sin reservas,
    minó el organismo del joven acólito. Una grave
    afección pulmonar lo puso al borde de la muerte. La
    gravedad se intensificó cuando repetidas hemoptisis
    agregaron un aspecto dramático a la enfermedad.

    Cuando se recuperó, el joven acólito
    promovió una peregrinación de acción de
    gracias a la vecina población de Puerto Cabello. Y
    volvió para darse íntegro como en antes, y como se
    daría siempre mientras estuviera al servicio de la
    casa de Valencia.

    Mientras tanto adelantaba en el estudio y conocimiento
    de la Teología, valido de la licencia que entonces
    permitía estas disciplinas desde el lugar donde se
    prestara servicios. Ya
    ordenado de sacerdote, el 24 de mayo de 1899, festividad de
    María Auxiliadora, cantaba su primera misa, a las nueve de
    la mañana, en el salón que servía de
    Capilla. Ese mismo día, a las siete de la mañana,
    subía, igualmente, al altar, por la primera vez, Pedro
    Opalski; cuatro años antes. Este último no
    había cumplido veinticuatro años de
    edad.

    Su posición rectora de las Escuelas Profesionales
    llevó a De Ferrari a asumir rengo de periodista. El
    día 2 de febrero de 1899 aparecía el primer
    número de la revista
    semanal "El amigo del Hogar", que circulara bajo su inmediata
    dirección, para cumplir función
    divulgativa del quehacer de los salesianos en
    Valencia.

    En el año de 1911, bajo la dirección del
    Padre Riva, el Padre De Ferrari viajó a Italia,
    después de dieciséis años de permanencia en
    valencia. Aquel viaje debió hacer mucho bien a su
    organismo, regresando el día 23 de septiembre, para
    reasumir sus funciones de Consejero Escolástico y Director
    de las Escuelas Profesionales. En realidad, había
    recorrido toda la escala del
    profesorado, ya que había desempeñado hasta la
    cátedra de Declamación. Uno de sus alumnos
    más aprovechados en esta disciplina se
    llamaba Ramón Roberto Chazzím.

    Dos años después, el 15 de diciembre de
    1913, era oficialmente anunciado el nombramiento del Padre De
    Ferrari como Director del Colegio "Don Bosco" de Valencia,
    sucediendo al Padre Riva, designado Delegado Inspectorial en
    Venezuela, con sede en la capital de la
    República.

    El nuevo Director afinaría sus dotes
    extraordinarias de maestro. Empeñado en la
    elevación de la Enseñanza Secundaria,
    llegaría a cubrir diversas asignaturas del Bachillerato.
    Enseñaría Matemáticas, Física y Química. En Álgebra y
    Geometría llegaría a desenvolverse
    con la soltura y habilidad de un profesor especializado. Los
    problemas
    más intrincados adquirirían características de pasatiempos cuando,
    desde la pizarra, el nuevo Director escribía, borraba y
    comenzaba de nuevo a escribir. Fórmulas. Guarismos.
    Igualdades. Binomios y Trinomios. Todo desfilaba ante los ojos
    del alumno, dentro de una precisión y un orden
    rigurosamente didácticos; sin llegar nunca a originar la
    confusión. A la hora de la enseñanza de la
    Física y la Química, prefería el Laboratorio,
    utilizando muy poco el aula. Gracias a sus contactos y
    habilidades había logrado el traslado hasta el Colegio, de
    las vitrinas de Historia Natural y de los Gabinetes de la antigua
    Universidad de Valencia.

    Bien estaban aquellos instrumentos, traídos desde
    Norteamérica por el profesor O´Daly, en las salas
    del Colegio "Don Bosco". Aquí debían seguir
    cumpliendo la función de ser útiles para las nuevas
    generaciones. Posteriormente serían reintegrados en
    excelentes condiciones.

    El Doctor Fabián de Jesús Díaz
    escribe la siguiente nota a " Muy difíciles de olvidar las
    lecciones prácticas de Física y Química del
    Padre De Ferrari. Cuando ya matriculados en la Escuela de
    Medicina,
    asistíamos, en los destartalados laboratorios de la
    Universidad de Caracas, a las clases prácticas de
    Química Médica, echábamos muy de menos
    aquellas pruebas
    precisas y contundentes de nuestro maestro de Valencia!!… Y
    todo se sucedía con la mayor fluidez y espontaneidad, sin
    despertar fatiga en el Profesor, ni cansancio en el Alumno.
    Cuando alguien alcanzaba a distraerse, y perdía el hilo de
    la explicación, el ojo avizor del catedrático lo
    llamaba a la pizarra; desde donde ya no le era permitida la
    distracción. Los temas se sucedían, y el programa
    íntegramente alcanzaba a explicarse. No había
    capítulos mal vistos. Todos habían sido comentados
    "in extenso". No había oportunidad, en consecuencia, sino
    de una leve recapitulación para el momento de la prueba
    final.

    Verdadero artífice de las relaciones
    públicas, el Padre De Ferrari sabía exponer a
    cada uno de los padres de sus alumnos, la situación real
    de éstos; sin llegar a despertar sentimientos encontrados
    y adversos. Bajo su Dirección el internado creció
    considerablemente, ya que el buen nombre del plantel anduvo en la
    boca de las gentes de Cojedes. Portuguesa, Yaracuy, Falcón
    y estados del Oriente de la República. Las comunicaciones
    eran para entonces muy difíciles. Exceptuando los que
    provenían de las poblaciones foráneas de Carabobo,
    y los del vecino Estado Aragua,
    los alumnos internos apenas recibían las visitas de sus
    familiares dos veces en el año. Pero bien se cuidaba el
    Padre De Ferrari porque en el ambiente de la casa se conservaran
    el trato y el intercambio que rigen las buenas relaciones
    familiares. Él estaba en todas partes. Consolando a los
    unos. Reconfortando a los otros. Aplaudiendo a los estudiosos.
    Estimulando a los retrasados. Unas veces mitigaba y
    reducía la severidad de algunos castigos. Otras veces, se
    colocaba él mismo al frente de una causa, para encausarla
    mejor, y darle un sabor más acusadamente
    didáctico.

    Era, por otra parte, un hombre verdaderamente
    múltiple. A poco de llegar a la Dirección,
    acometía la erección de la torre del Santuario;
    construcción que él mismo dirigía, cuando no
    acometía directamente los trabajos. Extendió el
    dominio y propiedad de los salesianos sobre la totalidad de la
    manzana en que aquéllos se instalaran. Pudo establecer,
    como puerta de entrada y fachada principal del Colegio, la
    esquina suroeste del cruce de las calles de Colombia y
    Anzoátegui. En esa forma habría cruzado, en forma
    diagonal, el vasto terreno que delimitaban las calles El Sol,
    Colombia. Anzoátegui y Briceño Méndez, de
    hoy. Inició nuevas dependencias e instalaciones, lo mismo
    en el antiguo terreno, como en el recién adquirido. En
    éste se atuvo a un tipo de aulas, frescas e iluminadas. El
    mismo sembraba las columnas en compañía de
    Francisco Ríos e Higinio Seijas, dos maestros de obras que
    bien merecían título de Arquitectos.

    La extensión de la obra salesiana en Valencia,
    durante el decenio en que el Padre De Ferrari comanda sus
    destinos, sobrepasa todos los cálculos, y anula todas las
    previsiones."

    Como la enseñanza de Artes Manuales se le viniera
    abajo, por diferentes motivos y razones, intuyó el
    porvenir de la enseñanza agrícola. Interesó
    en sus planes a uno de sus más insignes benefactores, y
    así el 15 de septiembre de 1920, el Dr. José
    Berrizbeitia firmaba la donación de los terrenos donde hoy
    funciona la Escuela Agronómica Salesiana. Subido sobre su
    caballo zaino, se le vió desde entonces cruzar las calles
    de la ciudad, y enrumbarse hacia el norte hasta tocar a las
    puertas de su nuevo plantel. Pero, muy antiguo y muy moderno, a
    poco adquiría un flamante automóvil, que
    conducía con habilidad y soltura de veterano del volante,
    aprovechando en esta forma el escaso tiempo de que
    disponía.

    Tenía siempre el buen deseo de colaborar. Fue ese
    sentimiento generoso el mismo que lo llevó a instalarse en
    el antiguo Liceo de la Divina Pastora, dispuesto a proseguir la
    obra de Hipólito Alexander. El 1° de enero de 1917
    abría aquella escuela gratuita, que consideraba
    también semillero de vocaciones sacerdotales. Allí
    permanecería izado el pabellón de Don Bosco hasta
    el año de 1924, en que, erigida la Diócesis,
    debieron volver los salesianos a su cuartel principal.

    No obstante la multiplicidad de funciones, y la
    diversidad de actividades, De Ferrari conservaba incólume
    su espíritu sacerdotal. Ni el trato con los poderosos, ni
    el auge y esplendor de sus obras, ni el ascendiente vigoroso que
    cobrara sobre subalternos, discípulos y amigos. Ni el
    éxito
    sistemático que siempre lo acompañaba, y
    parecía haberse vuelto su vasallo fiel y sumiso. Nada.
    Absolutamente nada lograba envanecerlo, y borrarle siquiera
    fugazmente de su ánimo la imagen de
    sacerdote de Cristo. Por eso pensaba en los humildes y en los
    desposeídos, se atrincheraba en la virtud, acicateaba la
    convivencia y el intercambio con sus hermanos, y en todo sus
    actos, desde el amanecer hasta la noche, procuraba prodigarse con
    aquel darse íntegramente que San Pablo reputaba como la
    expresión más elevada de la Caridad.

    – Apenas se desenvolvía el segundo año de
    Dirección del Presbítero Enrique De Ferrari, cuando
    ya comenzaban las manifestaciones de su dinamismo y competencia.

    En el mes de mayo de 1915 organizó un nutrido
    programa para conmemorar los Cien Años del establecimiento
    de la festividad de María Auxiliadora, así como el
    Centenario del Nacimiento de Don Bosco, en "Becchi",
    pequeña aldea de Italia. Los periódicos de la
    época se hicieron eco del despliegue de fervor, y en
    especial del desfile ininterrumpido de fieles hasta el Santuario
    de María Auxiliadora, desde el 21 hasta el 30 de mayo,
    inclusive, en que se clausuraron las festividades.

    Día tras día plenaron la iglesia de los
    salesianos nutridas romerías provenientes de todas las
    Parroquias de Valencia. Primero concurrieron los devotos de la
    Parroquia Matriz. Al día siguiente, 25, desfilaron los de
    La Candelaria. El 26, los de San José. El 27 estuvo
    adjudicado a la Parroquia de San Blas. Luego siguieron los de la
    Divina Pastora y, por último, la peregrinación
    partida de la Iglesia de san Francisco.

    El domingo 30, un coro de Cincuenta Voces cantaba el
    Himno a María Auxiliadora, con letra de la inspirada
    poetisa e insigne benefactora de la Obra Salesiana en Valencia,
    Doña María de Betancourt Figueredo, y música
    del Maestro Manuel Betancourt. Ya desde el día 23, en
    horas de la mañana, había quedado solemnemente
    inaugurada la hermosa Torre Campanario, que el Presbítero
    De Ferrari construyera apenas en poco más de cinco meses.
    Bien pudo decir un cronista de EL ECO PUBLICO, a propósito
    de esta Torre: "De ordinario se vió el señor
    Director apostado en la cumbre de los andamios, bajo el sol del
    mediodía, dirigiendo a los artesanos, y muchas veces le
    sorprendió la noche, incansable en sus faenas".

    Bien podemos decir hoy, que De Ferrari asombraba a los
    valencianos con su capacidad de trabajo, y con la acabada
    planificación de sus obras. Se
    andaría muy equivocado quien se pensara que aquellos
    triunfos llegaban al azar. Su labor frente a los Cooperadores
    Salesianos, y cerca de las socias de la Archicofradía de
    María Auxiliadora, era producto de un trabajo inteligente
    y tenaz. Los primeros le habían asegurado la
    construcción de la Torre, y las segundas le habían
    repletado el Santuario durante diez tardes
    consecutivas.

    La
    Peste Española nos visita

    El día 2 de octubre de 1918 se registraba el
    primer caso de "peste" entre los superiores y alumnos del Colegio
    "Don Bosco", de Valencia, era la temida PANDEMIA ESPAÑOLA,
    que tantos estragos y muertes originó en esta ciudad. Muy
    pocos alumnos se retiraron a sus residencias. La gran
    mayoría permaneció en el Colegio. Uno tras otro
    fueron presentando los síntomas del mal. Hasta cuarenta y
    cuatro pacientes llegaron a ocupar las camas del dormitorio. El
    Padre De Ferrari dio entonces muestras de un temple y una
    abnegación a toda prueba. Solícito, preocupado, en
    ningún momento dio manifestaciones de cansancio. Asesorado
    por el Dr. Rafael Manuel Iturriza, trató todos los
    enfermos; ni un solo caso llegó a fatalizarse. El propio
    Director servía los medicamentos, y llevaba la confianza
    al ánimo de todos.

    Las puertas del Santuario, como las de todos los Templos
    de la ciudad, permanecieron cerradas durante la epidemia. El
    Liceo de La Pastora, para entonces a cargo de los Padres
    Salesianos, fue habilitado como Hospital de emergencia, llegando
    a cobijar hasta cuarenta enfermos.

    La "Gripe" Española del año dieciocho
    había llegado para demostrar que al frente de la comunidad
    salesiana de valencia, estaba un hombre que era heredero directo
    del bienhechor de los Variolosos: Félix Andrés
    Bergeretti. De él había aprendido la más
    heroica abnegación.

    Las
    Bodas de Platas del Colegio

    …Y Valencia, calibró el gesto de Enrique De
    Ferrari y se aprestó a corresponderle. En el año de
    1919 se cumplían veinticinco años de haber abierto
    sus puertas el Colegio "Don Bosco", en su sede de la calle El
    Sol. Se conmemoraba, igualmente, un cuarto de silo de la
    presencia entre nosotros del Presbítero De Ferrari.
    Intégrese una Junta bajo la Presidencia de Monseñor
    Víctor Julio Arocha, de la que formaban parte los
    siguientes caballeros: Dr. Emiliano Azcúnez, Dr.
    José Berrizbeitia, Padre Torres Coronel, doctores Pedro
    Castillo, Alejo Zuloaga, Atilano Vizcarrondo, Ricardo Zuloaga E.,
    José Luis Arcay, Rafael Manuel Iturriza, Pedro Manuel
    Castillo, Luis Felipe López, Francisco Iturriza, Don
    Eduardo Berrizbitia, Don Martín Gornés y Don
    Joaquín Alvarado.

    Era Valencia entera, en sus hombres más
    representativos, que se ponía de pie para premiar a los
    hijos de Don Bosco, y tributar un aplauso muy sonoro a la cabeza
    de la comunidad: Enrique de Ferrari.

    Fueron cuatro días de solemnidades
    litúrgicas a toda pompa, comenzando el viernes 5 de
    diciembre. El domingo 7 a las 8 p.m., en el Salón Teatro
    del Colegio, se cumplió un brillantísimo acto
    literario, en que hubo derroche de oratoria,
    poesía y buen teatro; pronunciando el Discurso de Orden,
    el Vicario de Puerto Cabello, Fray Eugenio de Galilea, tribuno y
    conferencista de muchos quilates.

    El Presidente de la República, Dr. V.
    Márquez Bustillos, concedió, por Decreto especial,
    al Presbítero Enrique De Ferrari, la medalla de Honor
    creada el 18 de febrero de 1894, para que la usara en nombre de
    la gratitud popular. El General Emilio Fernández,
    Presidente Constitucional del Estado Carabobo, por Decreto de 13
    de noviembre de 1919, que refrendara su Secretario General de
    Gobierno, Dr. Lisandro Lecuna, le ofrendó una pluma de
    oro. El Consejo Municipal del Distrito Valencia, por Acuerdo del
    18 del mismo noviembre, se unió al regocijo de la sociedad
    de Valencia, y designó una comisión para que
    hiciera de presente los votos del Cuerpo. Presidía
    entonces el Ayuntamiento, Don Ricardo Montenegro, y junto con
    él firmaron el Acuerdo, los ediles: Gustavo Minguett,
    Mariano Páez, Mariano Paz, Matías Manrique, Carlos
    Betancourt G., Pablo José Acosta. El Síndico
    Procurador Municipal, Pedro Manuel Castillo, y el Secretario, Don
    Juan Seidel.

    Debió el Padre De Ferrari con afrontar la grave
    contingencia originada por la primera Guerra
    Mundial. Como una primera consecuencia dejó de llegar
    el contingente humano, y debieron fusionarse las
    Inspectorías Salesianas de Venezuela y Colombia, con sede
    en Bogotá, y abastecerse de su propio material
    humano.

    El Padre De Ferrari, ni corto ni perezoso, salía
    el 27 de diciembre de 1918, al frente de un primer contingente de
    cuatro jóvenes aspirante. Viaje largo y penoso, hasta
    Mosquera, cerca de Bogotá; lleno de peripecias e
    incomodidades, realizado bajo la impresión de aquellas
    primeras vocaciones salesianas.

    Fue para De Ferrari consigna sumisamente acatada y
    fielmente cumplida, poner a palpitar su Colegio al unísono
    con el corazón de
    Valencia. Todo cuanto representaba un motivo para grato para la
    ciudad, encontraba repercusión en el seno del plantel. Los
    personajes de significación que visitaban a Valencia, iban
    a dar, y eran espléndidamente recibidos en el Santuario y
    en el Colegio de los Salesianos.

    Para el año Centenario de la Batalla de Carabobo,
    en 1921, recibió y brindó albergue a todo el
    alumnado del Liceo "San José", de Los Teques. Puso a la
    orden el Comité Organizador del Tercer Congreso Nacional
    de Medicina, los salones del Colegio, y así le cupo la
    satisfacción de ver como las sesiones de la magna
    asamblea, promovida por la Academia Nacional de Medicina, se
    sucedían bajo las arcadas de su Instituto.

    Era respetuoso y sumiso frente a la Superioridad
    Eclesiástica, lo mismo que ante la Jerarquía de la
    Orden en que militaba. Recibió, en varias ocasiones, como
    huésped de honor, al Internuncio, y después al
    Nuncio Apostólico. Uno de ellos, Monseñor Felipe
    Cortessi, destacado a la Provincia en relación al
    establecimiento de cuatro nuevas Diócesis,
    permaneció durante una semana en el seno de la comunidad
    salesiana de Valencia.

    La múltiple actividad de de Ferrari lo llevaba a
    invadir terrenos extraños a su radio de Director
    de una casa salesiana. Así fue como actuó por
    varios años como Maestro de Ceremonias de la Iglesia Mayor
    de Valencia. Con ese carácter
    dirigió las ceremonias de Consagración de la Santa
    Iglesia Matriz, presididas por el Arzobispo Rincón
    González, y se desempeñó, igualmente durante
    el episcopado de Monseñor Granadillo.

    A la hora de mencionar sus colaboradores más
    entusiastas y fervorosos, debemos citar a los Presbíteros
    Crispín Pérez y César Lucio Castellanos, y a
    los doctores José Berrizbetia, Francisco Iturriza, Miguel
    Gerónimo Ocando, Pedro Manuel Castillo y Rafael Manuel
    Iturriza. Como su brazo derecho, en el gobierno de la casa,
    estuvo el Presbítero José María Grazzini, el
    administrador
    del Colegio, eficiente, callado, respetuoso. Heredero directo e
    inmediato de las dotes y posición del Padre Piana,
    llegó a hacerse insustituible en el coro del Santuario, y
    al frente de los conjuntos líricos del Colegio.

    Fue generoso colaborador de las obras del Padre De
    Ferrari, el General Juan Vicente Gómez, Presidente de la
    República; quien le tendiera, decidido, la mano, en
    más de una oportunidad. Le visito en varias oportunidades
    y durmió en el Colegio, además de visitar a sus
    hijos que eran internos del Colegio Y a la cabeza de su brigada
    de Cooperadoras, Bienhechoras y dirigentes de la
    Archicofradía de María Auxiliadora, uno de los
    conjuntos mejor estructurados que haya conocido la vida
    eclesiástica de esta ciudad, recordemos a Enriqueta Rojas,
    Delia Sandrea, Doña María de barrios, las hermanas
    Feo caballero, las señoritas hermanas Burgos y a
    Doña María Betancourt Figueredo, quien plasmara en
    hermosos poemas y en
    crónicas vibrantes su devoción de primera
    línea por la causa de Don Bosco.

    Llegado a Valencia desde el año de 1912, fue
    colaborador muy directo del Padre De Ferrari, el
    Presbítero Luis Frassatto; para esta época miembro
    de la comunidad salesiana de Valencia. Este honorable decano del
    Colegio "Don Bosco" es, para profesores y alumnos, una verdadera
    reliquia. Suerte de lazo de unión entre este presente, a
    ratos contradictorio y absurdo, y el ayer esplendoroso, cargado
    de días de gloria, que conoció la
    Congregación Salesiana entre nosotros.

    Antes de terminar el año de 1924, el Padre De
    Ferrari entregaba la Dirección del Colegio de Valencia, y
    se trasladaba a Caracas, donde fijaría su residencia, como
    jefe de la Familia
    Salesiana, con jurisdicción en todo el
    país.

    El Padre Rodolfo Fierro

    En el año de 1924 tomó posesión de
    la Dirección de la Casa Salesiana de Valencia, el
    Reverendo Padre Rodolfo Fierro Torres, de nacionalidad
    colombiana.

    Por seis años consecutivos actuaría en
    aquel alto destino, produciéndose su separación en
    el año de 1930. Sin embargo, volvería a actuar
    cinco años después, permaneciendo, en esta nueva
    ocasión al frente de la comunidad salesiana, de 1935 a
    1939.

    Se trataba de un sacerdote de mentalidad celosamente
    cultivada. Con largos años de permanencia en Europa;
    escritor de brillante estilo literario; conferencista de
    excelentes recursos y
    valiosas disciplinas. Después de una esmerada
    formación, vino a dar sus frutos y a iniciar programas de
    trabajo en esta ciudad.

    Supo conservar la institución en el elevado nivel
    a que la llevaran sus predecesores. Mereció toda la
    confianza del Obispo Francisco Antonio Granadillo, quien lo hizo
    objeto de señaladas distinciones. Este prelado amaba la
    Historia, y en el Padre Fierro Torres encontró al grato
    compañero de tertulia, enamorado permanente de los
    personajes y sucesos del pasado. Obispo y clérigo llegaron
    a complementarse en el afán de la investigación histórica.

    En una ocasión, cuando en el vecino Puerto se
    develaba la estatua del Padre de la Patria, debía
    Monseñor Granadillo pronunciar oración de
    compromiso. Su quebrantada salud no le permitió satisfacer
    aquel requerimiento. Y en su lugar envió a Fierro Torres;
    quien lejos de amilanarse ante el peso de la
    representación, salió airoso, con una pieza
    oratoria de estupendo contenido. Fue el Padre Fierro confesor del
    Obispo Montes de Oca, sucesor de Monseñor Granadillo. En
    el orden material, realizó la construcción del
    brazo del Colegio que se extiende a lo largo de la calle de
    Colombia, entre las Avenidas Anzoátegui y Briceño
    Méndez.

    El Padre Fierro Torres falleció en una de las
    casas salesianas de Barcelona, España; desde donde se le
    recuerda por la labor intelectual de gran envergadura que siempre
    acometiera.

    Un Polaco Director P. Máximo
    Piwowaezik

    Un sacerdote polaco de exquisita educación y buen
    trato, el Reverendo Padre MAXIMO PIWOWARZIK, asumió la
    Dirección del Colegio "Don Bosco", en el año de
    1930. Había actuado durante varios años bajo la
    Dirección del Padre De Ferrari, y se había
    caracterizado por su celo y su fervor. Sin embargo, no
    llegaría a gobernar hasta el término de su
    período de tres años, separándose de la
    jefatura de la Casa, en el de 1932.

    Fue, justamente, en ese año cuando entró a
    comandar el Colegio "Don Bosco", de Valencia, por la primera vez,
    un salesiano de nacionalidad venezolano.

    El Primer Venezolano en asumir una
    Dirección

    ISAIAS OJEDA, nacido en Acarigua, discípulo de
    Francisco Antonio Granadillo, en el Liceo de la Divina Pastora, y
    de Enrique De Ferrari, en la casa salesiana de Valencia. Formado
    en el noviciado de Mosquera, en la República de Colombia;
    contó siempre con el afecto y la confianza de sus maestros
    y superiores.

    Haciendo gala de su genuina vocación salesiana, a
    poco de tomar las riendas de la casa de Valencia, se
    empeñó en la reorganización de la Escuela
    Gratuita DOMINGO SAVIO, a la que dispensó siempre paternal
    protección. De su largueza y generosidad conoció,
    igualmente, la Escuela Agrícola de Naguanagua, que para
    entonces ya planteaba la necesidad de sus primeras
    edificaciones.

    Correspondió al Padre Ojeda promover los actos
    conmemorativos de la Canonización de San Juan Bosco. En el
    viejo Santuario levantó una amplia capilla, destinada al
    culto del nuevo Santo; en ella erigió un hermoso retablo,
    y colocó en él imagen del Fundador.

    Fue un gran amigo de los Antiguos Alumnos, y a todo lo
    largo de su gestión
    exhibió viva preocupación y singular interés
    por la Asociación que los agrupa.

    Como encargados de la Dirección figuran los
    Presbíteros Juan Vernet (1937-1938) y Jesús de
    Corcuera (1938-1939). Este ultimo era un reputado profesor de
    Matemáticas, Física y Química.
    Ejercitó La docencia en el Colegio Federal de Varones,
    donde su presencia fue siempre vista con los mejores ojos, ya que
    ejercía y daba muestras de un conocimiento cabal de las
    asignaturas que enseñaba.

    Para el año de 1939 se encargaba de la
    Dirección el Reverendo Padre José María
    Wolbers, de nacionalidad alemana. Le corresponderá actuar
    hasta el año 1944. Su gestión habrá de
    caracterizarse por un considerable incremento del alumnado. La
    vida del Colegio adquiere un tono muy subido. Fomenta las
    reuniones de loa Antiguos Alumnos, e impulsa las actividades de
    la Archicofradía de María Auxiliadora. De esta
    suerte mantiene encendida la llama del culto en el Santuario, y
    se muestra muy
    solícito en las relaciones e intercambio con los padres,
    repre4sentantes y cooperadores de la obra salesiana en Valencia.
    El nombre del Padre Wolbers es motivo de recuerdo muy especial en
    los anales de la Casa Salesiana de esta ciudad.

    Las Bodas
    de Oro del Colegio

    . . . Y así llegamos al año de 1944. Es el
    año cincuentenario de la llegada de los salesianos a
    Carabobo, y a Venezuela. Hay un consenso unánime, en el
    Colegio y en la ciudad, en torno a las
    efemérides. Todos están de acuerdo en que se la
    debe celebrar rumbosamente. Los representantes del Poder
    Público; el Obispo y el Clero de la ciudad; la
    Asociación de Antiguos Alumnos, que para entonces
    lucía como auténtica fuerza viva de la
    población, bajo la presidencia de Don Ramón
    Chazzím; la sociedad y el pueblo de Valencia.

    Es entonces cuando llega con carácter de
    Director, y se encarga de la jefatura del Colegio, el
    Presbítero Ricardo Alterio. Valenciano por los cuatro
    costados. Formado en las mismas aulas y bajo las mismas arcadas
    que entrarían a conocer de su austera silueta de Director.
    Quienes lo vieron llegar, y meterse de lleno en su trabajo
    rutinario, jamás pensaron que con él se iniciaba
    una nueva etapa en la vida del Colegio "Don Bosco", de Valencia.
    Era el noveno Director, en el orden sucesoral, descartando las
    interinarías de los años de 1937 y 1938. Pero en
    realidad venía para llenar y encarnar toda una era en la
    vida del plantel. Treinta Años antes se había
    iniciado la actuación de su maestro, Enrique De Ferrari.
    De aquel hombre extraordinario, había captado todo un
    cortejo de virtudes, y había aprendido los métodos de
    trabajo. Llegó cuando ya, virtualmente, se habían
    programado los actos cincuentenarios, y le correspondió
    sólo presidirlos.

    Aquel programa incluyó una exposición
    de antigüedades que se remontaban a los orígenes
    mismos del Colegio. Al lado de la figura de los fundadores
    estaba, unas veces en la fotografía, y otras en la más
    acertada reproducción, mobiliario, material de
    enseñanza, diplomas y medallas, voceros
    periodísticos, libro de
    matrícula, cuadros de honor, instrumentos
    musicales, etcétera. Esta exposición, que se
    apuntó un éxito muy sonado, fue inaugurada con un
    hermoso discurso de Antonio Oswaldo Marvez Sosa, muy destacado
    intelectual carabobeño.

    Previamente se había promovido un concurso para
    el Himno de los exalumnos. Fueron los vencedores: el poeta Roque
    Muñoz y el Maestro Joaquín Quintero N., quien
    desempeñaba la Dirección de la Banda del
    Estado.

    En el Teatro Municipal se llevó a cabo un acto de
    gran solemnidad, en que se adjudicaron e impusieron medallas y
    botones, a antiguos Directores y Profesores del plantel.
    Correspondió pronunciar el Discurso de Orden al Dr. Donato
    Pinto, una de las más prestigiosas figuras de la
    Asociación de Antiguos Alumnos Salesianos.

    En los corredores del Colegio se sirvió un
    banquete a varios centenares de alumnos y exalumnos, y la fachada
    del Instituto, durante varias noches, lució una iluminación especial a colores, que
    impresionó profundamente a los valencianos y a los
    visitantes.

    El motorizador de los festejos cincuentenarios fue Don
    Ramón Chazzím, quien para la fecha presidía
    la Asociación de Exalumnos. El gran valenciano
    desplegó una febril actividad, la misma que tantas veces
    él ha sabido desarrollar cuando se trata de un compromiso
    de honor. No omitió detalles, supo estar en todas partes,
    tremolar con singular vigor el pabellón salesiano, y hacer
    de aquellas festividades un punto de referencia en la vida de
    Valencia.

    Capítulo especial ha de corresponder en este
    relato a la Asociación de Antiguos Alumnos, instalada el
    17 de enero de 1924; durante el gobierno del presbítero
    Enrique de Ferrari. Su vida ha sido muy accidentada llena de
    altibajos y claroscuros que le han impedido el cumplimiento de su
    misión.
    Ha sido una verdadera lástima, ya que de esa vida
    irregular y entrecortada solo ha podido surgir la
    dispersión, el vacío y el desconocimiento mutuo. Su
    funcionamiento fue regular en su primera década
    (1924-1944), y a continuación copiamos la nómina de
    sus Presidentes: Don Pablo José Acosta, Don Luis Rafael
    Acevedo, Don Ramón Chazzím, Don Hermógenez
    López Lugo, Dr. Fco. Ignacio Romero, Doctor Darío
    Hoffman, Ramón Chazzím, Don Rafael Eduardo Romero.
    Entre sus mejores realizaciones se cuentan los famosos equipos
    que importara de Alemania para
    los laboratorios de Física y Química, así
    como el instrumental que donara para una posible
    reinstalación de los talleres de Artes Manuales
    (Años de 1930 y 1944).

    Y aquí damos por terminadas nuestras
    crónicas sobre la Casa Salesiana de Valencia. Ellas se
    extienden y cubren, en consecuencia, desde la llegada de los
    primeros salesianos a Valencia, hasta 1944, cincuenta años
    después.

    A través de este relato hemos puesto de
    manifiesto, y demostrado a plenitud, los nexos y vinculaciones
    que con Valencia contrajeran los hijos de Don Bosco.

    Ha correspondido al Reverendo Padre Alterio el triste
    privilegio de dirigir el Colegio a la clausura del internado.
    Jugarretas y hasta crueldades del destino. Él, que
    demostró siempre audacia y acometividad impresionante,
    para jalonar toda una etapa de la vida del Colegio. El que
    proyectó y levantó edificaciones de amplitud,
    confortabilidad, presentación y durabilidad a toda prueba.
    El que ha legado a Valencia un santuario moderno de dos plantas vasto,
    funcional, fresco e iluminado; capaz de alojar hasta un millar de
    alumnos, y, simultáneamente, más de un millar de
    feligreses. Ahora deplorará la pérdida de sus
    internos, por quienes tanto se preocupó, y a quienes dio
    esfuerzos, vida y energías. !!! Pero bien sabemos que
    seguirá adelante en el puesto de combate que se le
    señale, dispuesto a librar nuevas batallas, y listo para
    ganar otros prosélitos a la causa a la que se ha dado por
    entero.

    El Padre Ricardo
    Alterio

    En el año de 1944 escalaba la alta
    posición. Era el año en que se conmemoraba el
    Cincuentenario de la llegada a Valencia de los Padres Salesianos.
    Le correspondió presidir aquellos festejos, aún
    cuando no tomara participación activa y efectiva en los
    distintos números programados. Era el noveno Director en
    el orden sucesoral, de la Casa Salesiana de Valencia.

    Veinticuatro años han transcurrido desde
    entonces. En diferentes oportunidades, y en acatamiento a las
    estipulaciones estatutarias, debió separarse de la
    Dirección. Pero fueron separaciones a breve tiempo,
    más o menos fugaces.

    Él seguía, por otra parte, gravitando como
    eje y centro de la vida y los destinos del Colegio. Era un
    obligado punto de referencia. Cuando surgía una
    situación difícil, todos trataban de hacer memoria. En una
    ocasión el Padre Alterio había confrontado una
    situación más o menos parecida. . . Y la
    había resuelto en tal forma. Y aquella solución era
    de nuevo aplicada. Se tenía la impresión de que
    hubiera, en cada caso, sentado jurisprudencia.

    Razón sobrada me asistió para afirmar en
    la última de mis crónicas sobre la Casa Salesiana
    de Valencia, que cuando Ricardo Alterio tomó
    posesión de la Dirección, en el año de 1944,
    se iniciaba una nueva era en la historia del instituto. No
    solamente las obras materiales,
    que ya veremos cuanta monta alcanzaron. Ni tampoco la larga
    sucesión de Promociones egresadas mientras él
    ejercitará el comando de la casa. Lo que verdaderamente
    marca y
    señala su paso por la Dirección del colegio, es el
    estilo que le imprimiera a la propia función
    rectora.

    Señal clara y precisa de su robusta personalidad.
    Exhibió, en todo momento, la misma tónica,
    idéntico procedimiento,
    igual e inalterable comportamiento. No se mostró una vez
    sonriente, y apesadumbrado y compungido en la ocasión
    siguiente. Complació cuantas cosas fue posible complacer.
    Supo decir no, aún cuando esa actitud
    negativa le doliera en lo más hondo del
    espíritu!!!

    Un buen día quiso matricularse como alumno de la
    facultad de derecho, en la recién abierta Universidad de
    Carabobo. Anhelaba un conocimiento cabal de códigos y
    leyes. Muy
    apurado andaba de tiempo disponible que entre las obligaciones
    de la Dirección, y las enseñanzas en las aulas de
    su Colegio, le copaban la mañana como la tarde. Pero se
    propuso hacer el esfuerzo y salió avante.

    Puntualmente concurrió a oír a sus
    maestros. Llenó apuntes como los muchachos que se sentaban
    a su lado. Rindió exámenes, y fue habitual cliente del
    sobresaliente. Y en la tarde del 13 de noviembre de 1964,
    Paraninfo de la Universidad de Carabobo, de las manos del Rector
    Giugni, recibió el título de Abogado de la
    República.

    Era el primer sacerdote salesiano que optaba a un
    título universitario, en la historia de la
    Inspectoría Salesiana de Venezuela. Era también el
    primer sacerdote regular, valga decir el primer miembro de
    comunidad religiosa, que entre nosotros escalaba las grandes del
    Paraninfo en demanda de un
    diploma. Debería remontarnos hasta los últimos
    años del siglo pasado o los primeros de la actual
    centuria, cuando la primera etapa de la Universidad de Valencia.
    Solamente entonces encontraríamos figuras muy respetables
    del Clero de Carabobo, pertenecientes todas al clero secular como
    cursantes regulares a nivel de la Facultad de Ciencias
    Eclesiásticas.

    En todo salesiano debe anidar la vocación
    didáctica. Sentirse bien entre los
    niños; observar y clasificar sus tendencias y aptitudes.
    Encausar sus reacciones y sentimientos desde la edad temprana. Y
    enriquecer sus conocimientos en el aula. Ricardo Alterio
    recibió esa formación como quien recibe un legado,
    de las propias manos del Padre Enrique De Ferrari. El ejemplo
    luminoso de aquel maestro inolvidable es guía permanente
    de sus actos y constante punto de referencia en sus diarios
    exámenes de conciencia.

    Egresado del Instituto pedagógico Nacional
    encausó sus actividades docentes en el sentido de la
    especialización. Física y Matemáticas. Al
    dictarlas, evita a todo trance el atiborramiento y la
    sucesión de conocimientos; repetidos sin hacer huellas en
    el cerebro y en el
    ánimo del alumnado. Conocimientos básicos,
    sustantivos, fundamentales; haciendo siempre impacto en el
    ánimo del auditorio. Todo de acuerdo con la máxima
    de Graf: "Es un maestro excelente aquél que sin
    enseñar muchas cosas, hace nacer en el discípulo un
    afán grande de aprender".

    Porque es un Profesor excelente sus discípulos lo
    recuerdan y se acercan para percibir otra vez su acento de
    maestro. De los catedráticos anodinos y oscuros
    sólo un recuerdo muy vago conservan sus discípulos.
    Su fama de buen profesor lo ha llevado en los cuadros docentes de
    la Facultad de Derecho de la Universidad de Carabobo. A cuatro
    años escasos de haber recibido el título
    académico, el Padre Alterio ya ostenta rango de profesor
    universitario.

    La etapa de más de dos lustros que él ha
    encarnado, al frente del Colegio "Don Bosco" de Valencia, lo ha
    aureolado como famoso administrador. Así lo pregonan sus
    grandes realizaciones. Buscarlo en sus obras, en la seguridad de
    encontrarlo crecido y enhiesto, como quien concibe y realiza
    proyectándose hacia el futuro. Allí estaba todo el
    brazo del colegio. Con frente a la Calle Briceño
    Méndez. Edificio de cuatro pisos. Aulas, dormitorios,
    comedores, cocina, enfermería, y residencia para el personal.
    Todo de una impresionante solidez, cómodo,
    higiénico, confortable. Realizado con durabilidad de
    centurias, como para soportar la dura prueba del golpeteo de la
    muchachada.

    Pero capítulo aparte merece su nuevo santuario.
    Iglesia de dos pisos, capaz de alojar mil alumnos en el piso
    alto, y más de mil feligreses en la planta baja. Templo
    moderno, vasto, iluminado, y funcional.

    Se podrá no estar muy de acuerdo con su
    línea arquitectónica, y hasta añorar las
    góticas ojivas de la iglesia vieja. ¿Quién
    podrá dudar que abunda más el motivo
    artístico en los santuarios semioscuros del siglo pasado?
    Pero no se habla acaso de una iglesia nueva? De un nuevo rito y
    de un nuevo orden? Para tales planteamientos esta como la mejor
    respuesta, este santuario esbelto, semicircular, escueto, audaz y
    sólido a la vez que el Padre Alterio eligiera a la Virgen
    Auxiliadora.

    Ahí queda, en el ángulo noroeste del cruce
    de las calles Páez y Anzoátegui. Dotados de todos
    los implementos que el culto católico requiere y
    señala. Obra que anda por encima del millón y medio
    de bolívares, totalmente pagados para la fecha. En una de
    las capillas laterales de la derecha, el osario; que guarda
    cenizas muy preciadas. Las de Félix Andrés
    Bergeretti, en primer término. Las de Enrique De Ferrari,
    de imborrable memoria. Las de María de la Paz Pérez
    Santander, la insigne bienhechora, que concibiera y sufragara la
    avenida de los primeros salesianos. Las de otras
    beneméritas benefactoras, como Doña Ninfa
    Pérez de Bermúdez Coussin. Y las de Don Cayetano
    Alterio progenitor del ilustre sacerdote, y gran amigo de la obra
    salesiana. . . Y en la parte frontal del Santuario, el
    Bautisterio que anuncia y aguarda los catecúmenos, que
    alguna vez habrán de llegar.

    Pero salgamos del nuevo Santuario, y
    trasladémonos al extremo suroeste de la ciudad. En el
    barrio "El Boquete" centenares de muchachos concurren a las aulas
    del Oratorio Festivo "Monseñor Víctor Julio
    Arocha". Allí encontraremos la capilla, y comedor escolar,
    el cine, las
    diversiones apropiadas para la infancia. El
    germen de una futura gran escuela de artes manuales. Todo
    integrado por un ambiente grato y reconfortante. Es la obra
    prohijada por el Colegio "Don Bosco" de Valencia. Es la punta de
    lanza de esta casa salesiana, en una de las barriadas proletarias
    de la ciudad. Es también la obra del Padre Alterio y
    recordemos después como el profesor de las más
    ejemplarizantes disciplinas, terminada la lección,
    mientras la muchachada grita y corre en el patio principal, abre
    el piano, y se deleita con las más variadas partituras. Es
    el discípulo de José María Grazzini y de
    Luis Troya. Es el sucesor del famoso Jacinto Piana, quien
    fundará los primeros grupos
    orquestales del colegio. Y es también el compositor, para
    quien el Pentagrama parece no guardar secretos.

    Pero para quién cubre tantos aspectos, y exhibe
    tantas aristas, un solo plano recóndito. El
    espíritu genuinamente sacerdotal, que rige su austeridad,
    preside su mundo anterior, alienta y sostiene muy viva su fe.
    Más de treinta años lleva vistiendo la sotana del
    sacerdote. Nadie lo ha visto vestido en otra forma. Es que vive
    abrazado a su sotana, con toda la fuerza y el aliento de su
    intensa vocación sacerdotal!!

    Este es el Padre Alterio, a quien el Dr. Fabián
    de Jesús Díaz bautizó como "Un hombre y
    capitán para las empresas de
    envergadura". Fiel observante de la regla, es salesiano enchapado
    a la antigua. Pertenece, en consecuencia, a la misma estirpe de
    aquellos apóstoles que, a fines del siglo pasado,
    levantaron su tienda en la casa de la calle Anzoátegui, a
    media cuadra de la esquina de "El Vapor". Uno de aquellos
    pioneros modeló su perfil de hijo de Don Bosco.
    ¿Cómo puede extrañar que él, leal y
    consecuente para con sus maestros, exhiba sus mismas virtudes, y
    ejercite igual comportamiento? . . . Valencia puede sentirse
    orgullosa de este valenciano de auténtico valimiento, que
    quiso y que la vivió y soñó muy digna de su
    pasado, pero también muy a tono con su radiante porvenir.
    Y así, muy antiguo y muy moderno para quien lo observo
    desde afuera, Ricardo Alterio vivió su presente inmutable
    como hijo de Don Bosco.

    Las anécdotas y las historias del Colegio son
    innumerables, son cuartos que esconden un tesoro y por lo corto
    del tiempo hemos debido restringir nuestra investigación a
    lo que serian los primeros setenta y cinco años, quedando
    para futuras investigaciones el pasado que un día fue
    presente.

    Los Directores de la Comunidad Salesiana del Colegio
    "Don Bosco"

    P. Andrés Félix
    Bergeretti 1894-1902

    P. J. Baustista Voghera 1902-1908

    P. Enrique La Riva 1908-1913

    P. Enrique de Ferrari 1913-1924

    P. Rodolfo Fierro Torres 1924-1930

    P. Máximo
    Piwowarczyr 1930-1932

    P. Isaías Ojeda 1932-1939

    P. José M. Wolbers 1939-1944

    P. Jesús A.
    Díaz 1950-1952

    P. Antenor Fontana 1946-1947

    P. Cosme Alterio 1945-1946

    P. Ricardo Alterio 1944-1969

    P. German Delgado 1969-1972

    P. Eugenio Monetti 1973-1976

    P. Adrian Scurato 1976-1979

    P. Ignacio Velasco 1979-1983

    P. Moisés Consonni 1983-1986

    P. Eligio Moretto 1987-1990

    P. Fulgencio
    Sánchez 1990-1993

    P. Marío
    Fantín 1993-1994

    P. Jonny Reyes 1994-1999

    P. José Romualdo Godoy
    2000-2001

    P. Ramón Alfredo
    Oliveros 2001-

     

     

    Manuel Sandoval

    Jorge Castillo

    Leni Delgado de Castillo

    Fabio Rinco

    Nota al lector: es posible que esta página no contenga todos los componentes del trabajo original (pies de página, avanzadas formulas matemáticas, esquemas o tablas complejas, etc.). Recuerde que para ver el trabajo en su versión original completa, puede descargarlo desde el menú superior.

    Todos los documentos disponibles en este sitio expresan los puntos de vista de sus respectivos autores y no de Monografias.com. El objetivo de Monografias.com es poner el conocimiento a disposición de toda su comunidad. Queda bajo la responsabilidad de cada lector el eventual uso que se le de a esta información. Asimismo, es obligatoria la cita del autor del contenido y de Monografias.com como fuentes de información.

    Categorias
    Newsletter