- El Primer Director, Héroe o
Conspirador - La Peste Española nos
visita - Las Bodas de Platas del
Colegio - Las Bodas de Oro del
Colegio - Los Directores de la Comunidad
Salesiana del Colegio "Don Bosco"
Valencia: 22 de Noviembre de 1.894 llegan los primeros
salesianos a Valencia, la ciudad del Cabriales les había
esperado ansiosamente desde 1.895 cuando se hacen los primeros
contactos con el propio Don Bosco y se le pide que envié a
la primera expedición misionera, el ambiente
reinante producto de la
era Guzmancísta fue un fantasma que mantuvo alejados a los
hijos de don Bosco durante algún tiempo.
Los salesianos conforman un internado que pronto
contó con un número significativo de alumnos, su
costo inicial fue
de 15 bolívares y se mantuvo abierto hasta 1.968 cuando
por órdenes de los Superiores el P. Ricardo Alterio como
Director le corresponde decretar su cierre y se mantiene el
externado.
Ese internado venía desenvolviéndose desde
el año de 1895; a pocos meses apenas de la llegada de los
Padres Salesianos a Valencia. Setenta y tres Años de
ininterrumpido funcionamiento. Setenta y tres Años viendo
llegar al inicio de la segunda quincena de septiembre,
jóvenes escolares cargados de maletas, con la cara
apesadumbrada, y con el ánimo en suspenso frente a las
posibles sorpresas del internado. Setenta y tres Años en
que, por los últimos días de julio, la muchachada
se dispersaba, con la alegría reflejada en el semblante,
jubilosa y dicharachera ante la vuelta al regazo
paterno.
El internado que se clausuró dio
fisonomía, y fue componente de sabor muy especial para el
colegio "Don Bosco" de Valencia. Su historia se confunde con la
historia del plantel. Comencemos ahora pues a revivir las
crónicas de este templo educativo.
En las postrimerías del año de 1894 se
integraba la comunidad en la
casa de la propiedad de
la familia
Fontainés, en la esquina de El Vapor. La presidía
el Reverendo Padre Félix Andrés Bergeretti, con los
clérigos Savoia y Montanari. Todos nativos de Italia.
Habían llegado de la mano del Presbítero bachiller
Víctor Julio Arocha, Vicario de Valencia, y contaban con
el respaldo y la simpatía de un grupo de
matronas valencianas. A la cabeza de ellas, Doña
María de la Paz Pérez Santander, cuya escarcela se
abrió con generosidad para sufragar los gastos inherentes
a la atrevida empresa.
El inmueble, con frente a la calle de La Fortuna, hoy
Avenida Anzoátegui, era estrecho e incómodo. Los
Padres abrieron operaciones, a
sabiendas de que allí actuarían por breve tiempo. A
los pocos meses, con más de doscientos alumnos inscritos,
el día 1° de abril de 1895, se instalaban en una vieja
casa de arquitectura
colonial, con frente a la calle de El Sol, hoy calle
Páez; adquirida por la cantidad de Veintiséis Mil
Bolívares. Fue entonces cuando pudieron respirar a sus
anchas, y entrar a hablar de relativa comodidad.
Es que Valencia les había respondido ampliamente.
La sencillez, el espíritu de trabajo, la llaneza y
cordialidad en el trato, el comportamiento
uniforme frente al alumno rico y al escolar pobre. Todas esas
virtudes habían originado excelente impresión en el
ánimo de la sociedad
valenciana. Convencidos del arraigo, seguros de que
habían llegado a hogar hospitalario y a puerto seguro, los
Padres atrevían comprometerse en inversión de tanta cuantía.
Inversión que envolvía años de privaciones y
hasta de sinsabores.
En el puesto de comando estaba un hombre de una
gran entereza, con un acopio invalorable de experiencia. Un
superior que le imprimiría a la nueva casa rumbo certero;
al mismo tiempo que ganaba a diario adhesiones y simpatía
para la causa que personalizaba.
El Primer
Director, Héroe o Conspirador
FELIX ANDRÉS BERGERETTI había nacido en
Italia en el año de 1835. Llegaba a Valencia de cuarenta y
ocho años. Hombre de excelente salud, muy ágil, y
muy despierto, había ingresado a la Congregación
Salesiana apenas hacía un año. Misionero
vocacional, se había enrolado antes a una orden de Padres
evangelizadores, y había actuado en Australia. Estuvo en
Sydney, Melbourne, Palestina, y por último en
Ceylán, donde actuó durante catorce
años.
Hablaba español,
italiano, inglés,
francés, latín y griego. Conocía bien el
árabe; tenía conocimientos muy avanzados de
agrimensura e ingeniería. Sus dotes así como su
actividad le habían valido el ofrecimiento de la Mitra,
que el incansable misionero se había negado a
aceptar.
A Valencia llegó maduro, para regalarnos con la
preciosa simiente de su experiencia, así como para
estrenar su devoción y su mística por el
pabellón de Don Bosco. El 6 de junio de 1897, en efecto,
ya celebraba sus Bodas de Plata Sacerdotales.
Bergeretti le dio a la casa salesiana de Valencia la
orientación precisa. Enseñanza en el aula, y enseñanza en
los Talleres. Escuela primaria.
Educación
Secundaria. Y Enseñanza Artesanal. Sastrería. Artes
Gráficas. Carpintería. Con la
colaboración estupenda de dos jóvenes
clérigos, Jacinto Piana y José María
Grazzini, como el Hermano Coadjutor Falletti, todos llegados para
reforzar el elenco de la nueva casa; la enseñanza de la
música, y
los diferentes conjuntos que
ella envuelve, cobrarían expresión y fuerza. La
Banda del Colegio sería, al cabo de poco tiempo, el
conjunto que animaría los programas de fin
de curso, así como muchos otros actos de la vida y del
discurrir de la ciudad.
Sin embargo, sería la tragedia colectiva la que
tallaría el perfil definitivo de Bergeretti. La espantosa
epidemia de Viruela del año 1898, que clausuró su
Colegio, y lo aventó hasta el degredo. En el Hospital "San
Roque", y en el recién abierto Hospital Civil. Fue
entonces heroico y abnegado. Dio la cara sin miedo a la muerte.
Llevó el consuelo a miles de moribundos. Y fue Cristo.
Samaritano. Figura de bondad y misericordias, en los propios
lugares donde la muerte se
había instalado con despliegue de crueldad.
Esa epidemia de Viruela cierra la primera etapa de la
Casa Salesiana de Valencia. De la ejemplaridad de su Director
quede, para grabar en el bronce, condensada en frase feliz, la
viva emoción del Obispo Adam: "¡Qué inmenso,
señores, me resulta Félix Andrés
Bergeretti!"
Había pasado el Siglo XIX con el ingrato recuerdo
de la Viruela. Alegría y esperanza en el despunte del
nuevo siglo. Sin embargo, para los Padres Salesianos de Valencia,
apuntaron nubes cargadas de negras amenazas. A las ocho de la
mañana del ocho de enero de 1900, en efecto, dos delegados
del Jefe Civil y Militar de la Plaza comunicaban al Director
Félix Andrés Bergeretti, y a sus colaboradores
inmediatos, Inocencio Montari y Juan Bautista Voghera, la orden
del General Cipriano Castro, jefe triunfante de la Revolución
Liberal Restauradora, de presentarse en Miraflores "en el
término de la distancia"
Al día siguiente, a las once de la mañana,
tomaban el tren que los conduciría a Caracas, los
mencionados superiores. Los Padres habían sido acusados de
redactar y distribuir, a través del alumnado, un folleto
de contenido revolucionario.
Se trataba de un infundio perverso. El General castro
los retendría en la capital hasta
el día 18 de febrero, habiendo regresado a Valencia al
día siguiente, en medio al contentamiento de la
ciudadanía, y el entusiasta alborozo de los
alumnos.
Aquel penoso incidente pareció superado con la
presencia del Director en la Misa de Difuntos que se celebrara en
Tocuyito, el día 14 de septiembre, en sufragio de las
almas de los soldados caídos una año antes, en la
batalla que selló la victoria del general castro.
Acompañado de su esposa, Castro había presenciado
la ceremonia, y había tenido la oportunidad de apreciar
las excelencias de la Banda del Colegio. Cinco días
después, el diecinueve de septiembre, el Jefe Supremo del
Gobierno, y
Doña Zoila de Castro, dispensaban atenta visita al Colegio
Salesiano de Valencia, y dejaban una limosna de dos mil
bolívares en manos del Reverendo padre Bergeretti.
Además, el 5 de julio de 1901 se le había conferido
el Busto del Libertador en la 2da Clase; por disposición
desde luego del Jefe del Poder
Ejecutivo.
Pero los viajes del
jefe de la comunidad hasta Curazao en donde funcionaba una casa
salesiana, despertaban la suspicacia del Gobierno. Al regresar de
uno de ellos, verificado en la compañía del padre
Inspector, el 9 de febrero del año de 1902, no se le
permitió desembarcar. Huérfana quedaba la comunidad
salesiana de Valencia. Inflexible y empecinado, Castro no
levantaría la orden de expulsión, y el gran
misionero e insigne salesiano moriría siete años
después en Ockland, EE.UU. de Norte América. El 17 de junio de 1957 sus cenizas
llegaban, en una urna de bronce, a las puertas de la ciudad. Los
Antiguos Alumnos Salesianos, capitaneados por Don Ramón
Chazzin, alma y paladín de aquella cruzada, sembraban,
definitivamente, al gran apóstol en la tierra
valenciana. Se le enterró en el Santuario de María
Auxiliadora, e hizo su elogio Monseñor Dr. Gregorio Adam,
Obispo de Valencia.
Elemento de mucho valimiento llegaría a ser el
entonces acólito Juan Schonewolf, quien seguía
estudios en la Universidad de
Valencia, y el 4 de noviembre de 1900 optaba al Grado de
Bachiller en Ciencias
Filosóficas, recibiendo calificación de
sobresaliente. El 5 de julio del año siguiente,
recibiría las Órdenes Menores de manos del Obispo
de Calabozo, Monseñor Felipe Neri Sendrea. Este Prelado
fue un grande y consecuente amigo de la Congregación
Salesiana. Todos los años solía pasar temporada de
salud y descanso en la casa de sus familiares, situada apenas a
una cuadra del Santuario de María Auxiliadora. Él
prestaba un valioso concurso prestigiando las solemnidades, y
confiriendo las órdenes sagradas a los clérigos que
componían el personal de la
casa. El día 5 de febrero del año 1902 se
registró la muerte del alumno Víctor Manuel
Juárez, del taller de Sastrería, quien formaba
parte del personal de la Banda del Colegio. Estaba residenciado
en la Parroquia de San Blas.
Entre los primeros alumnos de la Casa Salesiana de
Valencia cabe recordar a ALBERTO J. WALLIS, auténtico
gentilhombre, con linaje que siempre honrara a través de
la diafanidad de su vida, residenciado en Guacara, población que supo de su largueza y de su
bonhomía. CARLOS J. BELLO, que llegó a ser
médico famoso, brillante por sus investigaciones
en el dominio de la
Patología Tropical. A PEDRO REFAEL TINOCO, a ESTEBAN
FERNANDEZ, a LERMIT BORGES, TULIO
TOMAS SALVATIERRA, MARTIN J. GORNES MC PHERSON, JOSE RAFAEL
POCATERRA, CARLOS SAGARZAZU Y LUIS TROYA, de quien dijo
Monseñor Adam "que cautivó por más de tres
décadas a esta ciudad". RAMON CAZZIN, "vórtice
inevitable de diligencias y amor a
Valencia", en el elogio del mismo Prelado; tomaría
matrícula en el Colegio "Don Bosco", en el año de
1902; cuando ya había dejado de actuar el Padre
Bergeretti. Y concluiremos esta primera crónica sobre la
Casa Salesiana de Valencia recordando un hecho de verdadera
trascendencia para el Instituto. El 21 de noviembre de 1902
tocaba a sus puertas el Reverendo Padre Pablo Albera,
acompañado de su Secretario. Este sacerdote formaba parte
del alto gobierno de la Orden Salesiana, y representaba
directamente a Don Rúa, sucesor de Don Bosco.
Ocho días se estuvo en la casa salesiana de
Valencia el Padre Albera; quien andando el tiempo
escalaría el altísimo cargo de Rector Mayor de la
Congregación, y sería el Tercer Superior General de
la Orden.
Valencia le tributó muy elocuentes homenajes. Por
cierto que en el banquete que se le ofreciera, con presencia de
todo el Clero de la ciudad, llevó la palabra
Presbítero doctor Hipólito Alexander.
El injusto y sorpresivo ostracismo del Padre Bergeretti,
fundador y primer Director del Colegio Salesiano de Valencia,
llevó la desorientación al ánimo de sus
inmediatos colaboradores en el gobierno de la casa, Reverendos
Padres Montanari y Voghera.
Ya nos referimos a la magnífica
orientación conferida por Bergeretti al plantel.
Enseñanza Primaria y Bachillerato. Enseñanza de
Artes Manuales. A la
Tipografía, Sastrería y Carpintería,
agregaba poco después el Taller de
Ebanistería.
Valencia había respondido muy generosamente a los
enviados de Don Bosco. Pero era muy raquítica la economía del
país. A nivel local, la situación se volvía
a veces dramática, como consecuencia de las guerras
civiles, y el estallido de Viruela. El General Cipriano Castro
había iniciado su gobierno con medidas y disposiciones
muchas veces fundamentadas en la arbitrariedad y en el capricho.
La Casa Salesiana de Valencia pagaba un pesado tributo a las
veleidades y pretensiones del Cabito.
A las siete de la noche del 10 de junio de 1902 el
Superior Provincial comunicaba a la comunidad salesiana de
Valencia, el nombre del nuevo director. Juan Bautista Voghera
había sido escogido para comandar los destinos del
Colegio. Lo acompañarían Juan Avaro y Jacinto
Piana, como Prefecto y Catequista, respectivamente. Enrique De
Ferrari seguirá cumpliendo las funciones del
Consejero Escolástico.
El nuevo Director era hombre joven, de una excelente
formación, con estupenda dicción; a tal punto que
solía escalar la Catedral Sagrada en sermones de
compromiso. Tenía dotes organizativas de primer orden. La
sacaría a relucir, colocando el colegio dentro de la
órbita del mayor rendimiento: procurando un creciente
intercambio con los Padres y Representantes de los alumnos;
llevando a aquellos la confianza en la labor educativa del
plantel, a través de los exámenes de fin de
año, y de los actos de fin de curso.
Pero no se conformó el Padre Voghera con
proseguir los trabajos de adaptación que iniciara el Padre
Bergeretti, ni con satisfacer, puntualmente, los graves
compromisos de la casa. El 7 de febrero de 1904 reiniciaba los
interrumpidos trabajos del Santuario, colocándolos bajo la
dirección del famoso arquitecto Antonio
Malaussena. Para estos efectos, promovió una
recaudación en el comercio de la
ciudad, que produjo Bs. 763, e instaló una Junta de Damas
Cooperadoras, que se encargarían de recoger un centavo por
persona, entre
los simpatizantes de la Obra Salesiana en Valencia.
Estos detalles nos ponen de manifiesto como las obras de
la Iglesia
crecían y prosperaban entonces gracias a la mística
de los directivos, y a la colaboración decidida de la
feligresía, que antes que el dinero,
aportaba la mano de obra en un esfuerzo común, que por
igual se repartían hombres y mujeres.
Antes de seguir adelante queremos recordar que el
Arquitecto Malaussena había ganado laureles en esta
ciudad, con la construcción del teatro Municipal;
que él dirigiera desde el Decreto del Encargado de la
Presidencia, señor general Hermógenes López,
quien dispuso la realización de la obra.
Los trabajos del Santuario habían comenzado desde
el 24 de abril de 1900, fecha en que se colocó y bendijo
la primera piedra, actuando en solemne ceremonia el Obispo de Las
Pampas, Monseñor Felipe Neri Sendrea.
El nuevo Santuario sería de estilo gótico.
Con una nave central de cuarenta metros de largo por
dieciséis de ancho. Después se le agregarían
hasta ocho capillas laterales, cuatro a la derecha y cuatro a la
izquierda de la nave central.
El 29 de enero de 1905 procedía el Vicario de
Valencia, presbítero Víctor Julio Arocha, a la
solemne bendición del nuevo santuario, dedicado a
María Auxiliadora. Escalaba la Cátedra sagrada, el
Dr. Ricardo Arteaga, Deán de la Santa Iglesia
Metropolitana; quien viniera de Caracas con tal objeto. Este
sacerdote se encontraba muy estrechamente vinculado a la Orden
Salesiana. Había cruzado correspondencia, en diferentes
oportunidades, con Don Bosco, acerca de la posible
instalación de los Salesianos en Venezuela. Y
por designación del propio Don Bosco tenía rango de
Director de los Cooperadores Salesianos en Venezuela.
El año escolar 1906-1907 clausuraba, en la
segunda quincena de julio, con exámenes brillantes
rendidos entre los examinadores más calificados. Antonio
Sandoval, Faustino Figueredo Herrera, Miguel Bello
Rodríguez, doctor Fco. Caballero, Manuel Napoleón Barrios, Jesús María
Briceño Picón, R.A. Torres Coronel, Marcos Sergio
Godoy, y el Bachiller Aquiles Antich. Entre los examinados
acaparaban los primeros puestos, y recibían los Primeros
Premios: Germán Vizcarrondo Rojas, José Gregorio
Ponce Bello, Manuel Delvalle, Juan Vicente Lecuna, J.J.
París, Roberto carvallo, Carlos Amaré, Ramón
Roberto Chazzím, Agustín Fernández, Miguel
Enrique González Zárraga, Alfredo Carvallo,
Francisco Ríos, Simón Rojas Galea, Pedro Antonio
Maninat y Francisco Rey. Oscar Gutiérrez Betancourt era
cursante de la clase de Lectura, y su
hermano Alfonso, que tan alto espigaría en los dominios de
la Poesía,
recibía El Premio Único de Música
Instrumental.
¿Se podrá confeccionar una nómina
más ligada a la vida valenciana? ¿Se podrán
dar en sucesión, nombres con más vinculación
y arraigo al movimiento
científico, cultural, profesional y económico de la
ciudad?
El domingo 4 de agosto de 1907, presidía el Padre
Voghera la última distribución de Premios a que
alcanzaría con rango de Director. Gobernaba en el Estado el
doctor Samuel Eustaquio Niño, quien concurrió
acompañado del Tesorero general, doctor Raúl
Crespo. La Oración de Orden corrió a cargo de Don
Santiago González Guinán. Egregio tribuno; quien se
produjo en un brillantísimo discurso:
"Derroche de ingenio, de erudición, de elocuencia y de
poesía, en honra de la obra de Don Bosco".
El 24 de febrero de 1908 embarca el Padre Voghera en La
Guaira, rumbo a Europa. Dejaba
encargado de la dirección de la casa, al Presbítero
Jacinto Piana; cuya popularidad en valencia adquiría
dimensiones especiales. Regresaría a fines de noviembre,
para hacer entrega de la dirección que tan gallardamente
desempeñara durante seis años.
El 19 de diciembre de 1907 visitaba las obras salesianas
de Valencia, Su Señoría Monseñor Dr. Juan
Bautista Castro, Arzobispo de Caracas y Venezuela; quien se
encontraba en Valencia, en Santa Pastoral Visita.
Profesores y alumnos de la casa salesiana recibieron al
insigne Prelado, quien después de estar en el Santuario,
fue objeto de un programa especial
en el salón de actos del Colegio.
El P. Enrique La Riva
A las once de la mañana del 22 de enero de 1909
comunicaba el Padre Inspector a la comunidad salesiana de
Valencia, el nombre del nuevo Director. Lo era presbítero
Enrique Rivas, quien al mes siguiente, el día siete de
febrero, reabría el Oratorio Festivo, con una asistencia
de cuarenta niños.
Al mismo tiempo, daba muestras de viva preocupación por
rematar las obras del Santuario. Concluyó su
ornamentación, y construyó el altozano, que fue
siempre motivo de admiración y complacencia para los
católicos valencianos.
Simultáneamente cuidaba e incrementaba la obra de
los Cooperadores; seguro de que eran los simpatizantes de la obre
de Don Bosco quienes podían comunicarle empuje y
proyección.
El Padre Rivas había nacido en Milán el 12
de mayo de 1863. El propio Don Bosco le había hacho
entrega de la sotana, cuando contaba veintidós años
de edad. Lo ordenaron de sacerdote en Sevilla, España, el
25 de mayo de 1888. Fue el Fundador de la casa salesiana de
Caracas, donde trabajó con gran denuedo. Era un salesiano
genuino, y un virtuosísimo sacerdote. Silencioso,
introvertido, era amigo de observarlo todo y aplicar el remedio
precozmente. Muy discreto y muy diligente, jamás
provocaría un conflicto, y
buscaría siempre las fórmulas salidas del
espíritu mismo del Santo Fundador. Con su grueso manojo de
llaves en la mano derecha, era a través del ruido de las
mismas como se lo llegaba a presentir.
Celebró entre nosotros sus Bodas de Plata
Sacerdotales, y aquellas efemérides hirió su
modestia, por cuanto dio margen para que Valencia le testimoniara
aprecio y veneración. Desde la cátedra Sagrada
cantó entonces las glorias de aquellos Veinticinco
Años, el Padre Galilea, el agustino de la elocuencia, y de
la convicción, figura apostólica en los anales de
Puerto Cabello. Entre los alumnos más destacados de la
época del Padre Rivas, mencionaremos a Jorge del Castillo,
Miguel Enrique González Zárraga, Leopoldo
López, José Delfín Ponce Bello,
Matías Feo, Francisco Esteban Caballero y Federico
Arroyal.
Insigne benefactora de la Obra Salesiana, para aquellos
tiempos, DOÑA MARÍA DE BETANCOURT FIGUEREDO,
poetisa y escritora, calzaba sus artículos unas veces con
su propio nombre, y otras apelando al seudónimo.
Divulgó las iniciativas salesianas, exhibiendo en todo
momento la fe más acendrada en el triunfo de la obra de
Don Bosco.
Eran los años de la pobreza.
Aparte del Oratorio Festivo, enteramente gratuito, los libros de la
Prefectura registraban un alto porcentaje de alumnos insolventes.
Pero aquella pobreza era un
fiel reflejo del malestar económico que doquiera se
palpaba entonces.
El primero y más decidido bienhechor de la causa
salesiana, se llamó Monseñor Víctor Julio
Arocha. El Vicario de Valencia no se limitó a traer al
País los Padres Salesianos. Siempre les dispensó
Paternal protección, y en todo momento lo hizo objeto de
las más deferentes atenciones. Para Monseñor Arocha
el Santuario de María Auxiliadora, y el Colegio de los
Padres Salesianos, eran prolongación de su Iglesia
Matriz, y
extensión de su propio hogar.
Como Bergeretti, el Padre Voghera no volvería al
País. De Europa pasaría a los Estados Unidos de
Norte América. En la ciudad de Nueva York
desempeñaría la Parroquia de La
Transfiguración.
Pero su admirable trabajo organizativo
continuaría dando frutos. Así, para septiembre del
año 1912 habían egresado del plantel: treinta y
cinco bachilleres, dos de ellos titulados posteriormente
médicos; tres de doctores en Ciencias políticas,
tres de Farmaceutas, y tres habían abrazado la carrera
sacerdotal.
Y encontramos en la nómina de alumnos fundadores
a SALVADOR CARVALLO ARVELO; quien andando el tiempo
llegaría a ser una figura integralmente representativa, en
lo intelectual, en lo social, en lo político, y en lo
económico.
Monseñor Enrique de
Ferrari
La primera etapa de la Casa Salesiana de Valencia
concluye con la epidemia de Viruela del año 1898, que
cierra el colegio por más de siete meses. La segunda se
completa con el año de 1913, al separarse de la
Dirección el Padre Enrique Rivas, quien se traslada a
Caracas con rango de Delegado Inspectorial.
La tercera era gira alrededor del Presbítero
Enrique de Ferrari. Se trata de una década, que cubre el
tiempo transcurrido entre 1914 y 1924. Durante esos diez
años De Ferrari es la figura central y el personaje por
excelencia. La obra salesiana se va a extender, inclusive
entrará a cubrir nuevos aspectos, invadirá otros
campos y patrocinará otras derivaciones.
Enrique De Ferrari había llegado a Valencia en
calidad de
acólito, el 19 de noviembre de 1895, acompañado de
los clérigos Pedro Opalski, polaco y Antonio
Mónaco, italiano. Desde entonces había permanecido
en la casa salesiana de la calle El Sol.
Había nacido en Novara, el 18 de noviembre de
1875. Apenas contaba, por consiguiente, veinte años cuando
arribaba a las costas de nuestro país. Era hijo de
Gaudencio De Ferrari y Virginia Molgora. Había estudiado
la escuela elemental en su pueblo y luego se había
trasladado a Turín como alumno del Instituto
Técnico.
Fue en Turín donde De Ferrari visitó por
primera vez las casas salesianas. A poco ingresó al
Seminario de
Vocaciones Extranjeras de Valsálice, habiendo recibido la
sotana de manos de Monseñor Cagliero, el primero de los
Obispos Salesianos. Allí inició y adelantó
sus estudios de Filosofía. Escogido para evangelizar en
América, se lo destinó para la Provincia de
Venezuela.
En el Colegio de Valencia, el clérigo De Ferrari
comenzó su trabajo bajo la dirección y
asesoramiento del Padre Beregeretti. A poco de llegar, se
interesó en la formación de un Museo de Historia
Natural. Trabajó incansablemente en ese sentido, hasta
conseguir piezas valiosísimas de Mineralogía y las
más diversas especies zoológicas y
botánicas. Tuvo la satisfacción de inaugurar su
Museo, al iniciarse el curso 1896 – 1897.
El Museo del clérigo De Ferrari tenía
significación muy especial. Él abría una
etapa de objetivización de la enseñanza, en el
ámbito de las aulas de Educación Primaria y
Secundaria. Aquella nueva dependencia envolvía un
considerable progreso. Era el primer peldaño en la
renovación de la enseñanza, hasta entonces cubierta
de un ropaje puramente memorístico.
De Ferrari asimilaba, por otra parte, las
recomendaciones de Bergeretti, y llegaba a hacerse acreedor de su
confianza. Desempeñaba funciones de Consejero
Escolástico y tenía a su cargo la jefatura y
control de los
Talleres. Cuando el incidente de la prisión de los
superiores de la casa salesiana de Valencia, en enero de 1900,
había quedado encargado de la dirección.
El intenso trabajo a que se diera sin reservas,
minó el organismo del joven acólito. Una grave
afección pulmonar lo puso al borde de la muerte. La
gravedad se intensificó cuando repetidas hemoptisis
agregaron un aspecto dramático a la enfermedad.
Cuando se recuperó, el joven acólito
promovió una peregrinación de acción de
gracias a la vecina población de Puerto Cabello. Y
volvió para darse íntegro como en antes, y como se
daría siempre mientras estuviera al servicio de la
casa de Valencia.
Mientras tanto adelantaba en el estudio y conocimiento
de la Teología, valido de la licencia que entonces
permitía estas disciplinas desde el lugar donde se
prestara servicios. Ya
ordenado de sacerdote, el 24 de mayo de 1899, festividad de
María Auxiliadora, cantaba su primera misa, a las nueve de
la mañana, en el salón que servía de
Capilla. Ese mismo día, a las siete de la mañana,
subía, igualmente, al altar, por la primera vez, Pedro
Opalski; cuatro años antes. Este último no
había cumplido veinticuatro años de
edad.
Su posición rectora de las Escuelas Profesionales
llevó a De Ferrari a asumir rengo de periodista. El
día 2 de febrero de 1899 aparecía el primer
número de la revista
semanal "El amigo del Hogar", que circulara bajo su inmediata
dirección, para cumplir función
divulgativa del quehacer de los salesianos en
Valencia.
En el año de 1911, bajo la dirección del
Padre Riva, el Padre De Ferrari viajó a Italia,
después de dieciséis años de permanencia en
valencia. Aquel viaje debió hacer mucho bien a su
organismo, regresando el día 23 de septiembre, para
reasumir sus funciones de Consejero Escolástico y Director
de las Escuelas Profesionales. En realidad, había
recorrido toda la escala del
profesorado, ya que había desempeñado hasta la
cátedra de Declamación. Uno de sus alumnos
más aprovechados en esta disciplina se
llamaba Ramón Roberto Chazzím.
Dos años después, el 15 de diciembre de
1913, era oficialmente anunciado el nombramiento del Padre De
Ferrari como Director del Colegio "Don Bosco" de Valencia,
sucediendo al Padre Riva, designado Delegado Inspectorial en
Venezuela, con sede en la capital de la
República.
El nuevo Director afinaría sus dotes
extraordinarias de maestro. Empeñado en la
elevación de la Enseñanza Secundaria,
llegaría a cubrir diversas asignaturas del Bachillerato.
Enseñaría Matemáticas, Física y Química. En Álgebra y
Geometría llegaría a desenvolverse
con la soltura y habilidad de un profesor especializado. Los
problemas
más intrincados adquirirían características de pasatiempos cuando,
desde la pizarra, el nuevo Director escribía, borraba y
comenzaba de nuevo a escribir. Fórmulas. Guarismos.
Igualdades. Binomios y Trinomios. Todo desfilaba ante los ojos
del alumno, dentro de una precisión y un orden
rigurosamente didácticos; sin llegar nunca a originar la
confusión. A la hora de la enseñanza de la
Física y la Química, prefería el Laboratorio,
utilizando muy poco el aula. Gracias a sus contactos y
habilidades había logrado el traslado hasta el Colegio, de
las vitrinas de Historia Natural y de los Gabinetes de la antigua
Universidad de Valencia.
Bien estaban aquellos instrumentos, traídos desde
Norteamérica por el profesor O´Daly, en las salas
del Colegio "Don Bosco". Aquí debían seguir
cumpliendo la función de ser útiles para las nuevas
generaciones. Posteriormente serían reintegrados en
excelentes condiciones.
El Doctor Fabián de Jesús Díaz
escribe la siguiente nota a " Muy difíciles de olvidar las
lecciones prácticas de Física y Química del
Padre De Ferrari. Cuando ya matriculados en la Escuela de
Medicina,
asistíamos, en los destartalados laboratorios de la
Universidad de Caracas, a las clases prácticas de
Química Médica, echábamos muy de menos
aquellas pruebas
precisas y contundentes de nuestro maestro de Valencia!!… Y
todo se sucedía con la mayor fluidez y espontaneidad, sin
despertar fatiga en el Profesor, ni cansancio en el Alumno.
Cuando alguien alcanzaba a distraerse, y perdía el hilo de
la explicación, el ojo avizor del catedrático lo
llamaba a la pizarra; desde donde ya no le era permitida la
distracción. Los temas se sucedían, y el programa
íntegramente alcanzaba a explicarse. No había
capítulos mal vistos. Todos habían sido comentados
"in extenso". No había oportunidad, en consecuencia, sino
de una leve recapitulación para el momento de la prueba
final.
Verdadero artífice de las relaciones
públicas, el Padre De Ferrari sabía exponer a
cada uno de los padres de sus alumnos, la situación real
de éstos; sin llegar a despertar sentimientos encontrados
y adversos. Bajo su Dirección el internado creció
considerablemente, ya que el buen nombre del plantel anduvo en la
boca de las gentes de Cojedes. Portuguesa, Yaracuy, Falcón
y estados del Oriente de la República. Las comunicaciones
eran para entonces muy difíciles. Exceptuando los que
provenían de las poblaciones foráneas de Carabobo,
y los del vecino Estado Aragua,
los alumnos internos apenas recibían las visitas de sus
familiares dos veces en el año. Pero bien se cuidaba el
Padre De Ferrari porque en el ambiente de la casa se conservaran
el trato y el intercambio que rigen las buenas relaciones
familiares. Él estaba en todas partes. Consolando a los
unos. Reconfortando a los otros. Aplaudiendo a los estudiosos.
Estimulando a los retrasados. Unas veces mitigaba y
reducía la severidad de algunos castigos. Otras veces, se
colocaba él mismo al frente de una causa, para encausarla
mejor, y darle un sabor más acusadamente
didáctico.
Era, por otra parte, un hombre verdaderamente
múltiple. A poco de llegar a la Dirección,
acometía la erección de la torre del Santuario;
construcción que él mismo dirigía, cuando no
acometía directamente los trabajos. Extendió el
dominio y propiedad de los salesianos sobre la totalidad de la
manzana en que aquéllos se instalaran. Pudo establecer,
como puerta de entrada y fachada principal del Colegio, la
esquina suroeste del cruce de las calles de Colombia y
Anzoátegui. En esa forma habría cruzado, en forma
diagonal, el vasto terreno que delimitaban las calles El Sol,
Colombia. Anzoátegui y Briceño Méndez, de
hoy. Inició nuevas dependencias e instalaciones, lo mismo
en el antiguo terreno, como en el recién adquirido. En
éste se atuvo a un tipo de aulas, frescas e iluminadas. El
mismo sembraba las columnas en compañía de
Francisco Ríos e Higinio Seijas, dos maestros de obras que
bien merecían título de Arquitectos.
La extensión de la obra salesiana en Valencia,
durante el decenio en que el Padre De Ferrari comanda sus
destinos, sobrepasa todos los cálculos, y anula todas las
previsiones."
Como la enseñanza de Artes Manuales se le viniera
abajo, por diferentes motivos y razones, intuyó el
porvenir de la enseñanza agrícola. Interesó
en sus planes a uno de sus más insignes benefactores, y
así el 15 de septiembre de 1920, el Dr. José
Berrizbeitia firmaba la donación de los terrenos donde hoy
funciona la Escuela Agronómica Salesiana. Subido sobre su
caballo zaino, se le vió desde entonces cruzar las calles
de la ciudad, y enrumbarse hacia el norte hasta tocar a las
puertas de su nuevo plantel. Pero, muy antiguo y muy moderno, a
poco adquiría un flamante automóvil, que
conducía con habilidad y soltura de veterano del volante,
aprovechando en esta forma el escaso tiempo de que
disponía.
Tenía siempre el buen deseo de colaborar. Fue ese
sentimiento generoso el mismo que lo llevó a instalarse en
el antiguo Liceo de la Divina Pastora, dispuesto a proseguir la
obra de Hipólito Alexander. El 1° de enero de 1917
abría aquella escuela gratuita, que consideraba
también semillero de vocaciones sacerdotales. Allí
permanecería izado el pabellón de Don Bosco hasta
el año de 1924, en que, erigida la Diócesis,
debieron volver los salesianos a su cuartel principal.
No obstante la multiplicidad de funciones, y la
diversidad de actividades, De Ferrari conservaba incólume
su espíritu sacerdotal. Ni el trato con los poderosos, ni
el auge y esplendor de sus obras, ni el ascendiente vigoroso que
cobrara sobre subalternos, discípulos y amigos. Ni el
éxito
sistemático que siempre lo acompañaba, y
parecía haberse vuelto su vasallo fiel y sumiso. Nada.
Absolutamente nada lograba envanecerlo, y borrarle siquiera
fugazmente de su ánimo la imagen de
sacerdote de Cristo. Por eso pensaba en los humildes y en los
desposeídos, se atrincheraba en la virtud, acicateaba la
convivencia y el intercambio con sus hermanos, y en todo sus
actos, desde el amanecer hasta la noche, procuraba prodigarse con
aquel darse íntegramente que San Pablo reputaba como la
expresión más elevada de la Caridad.
– Apenas se desenvolvía el segundo año de
Dirección del Presbítero Enrique De Ferrari, cuando
ya comenzaban las manifestaciones de su dinamismo y competencia.
En el mes de mayo de 1915 organizó un nutrido
programa para conmemorar los Cien Años del establecimiento
de la festividad de María Auxiliadora, así como el
Centenario del Nacimiento de Don Bosco, en "Becchi",
pequeña aldea de Italia. Los periódicos de la
época se hicieron eco del despliegue de fervor, y en
especial del desfile ininterrumpido de fieles hasta el Santuario
de María Auxiliadora, desde el 21 hasta el 30 de mayo,
inclusive, en que se clausuraron las festividades.
Día tras día plenaron la iglesia de los
salesianos nutridas romerías provenientes de todas las
Parroquias de Valencia. Primero concurrieron los devotos de la
Parroquia Matriz. Al día siguiente, 25, desfilaron los de
La Candelaria. El 26, los de San José. El 27 estuvo
adjudicado a la Parroquia de San Blas. Luego siguieron los de la
Divina Pastora y, por último, la peregrinación
partida de la Iglesia de san Francisco.
El domingo 30, un coro de Cincuenta Voces cantaba el
Himno a María Auxiliadora, con letra de la inspirada
poetisa e insigne benefactora de la Obra Salesiana en Valencia,
Doña María de Betancourt Figueredo, y música
del Maestro Manuel Betancourt. Ya desde el día 23, en
horas de la mañana, había quedado solemnemente
inaugurada la hermosa Torre Campanario, que el Presbítero
De Ferrari construyera apenas en poco más de cinco meses.
Bien pudo decir un cronista de EL ECO PUBLICO, a propósito
de esta Torre: "De ordinario se vió el señor
Director apostado en la cumbre de los andamios, bajo el sol del
mediodía, dirigiendo a los artesanos, y muchas veces le
sorprendió la noche, incansable en sus faenas".
Bien podemos decir hoy, que De Ferrari asombraba a los
valencianos con su capacidad de trabajo, y con la acabada
planificación de sus obras. Se
andaría muy equivocado quien se pensara que aquellos
triunfos llegaban al azar. Su labor frente a los Cooperadores
Salesianos, y cerca de las socias de la Archicofradía de
María Auxiliadora, era producto de un trabajo inteligente
y tenaz. Los primeros le habían asegurado la
construcción de la Torre, y las segundas le habían
repletado el Santuario durante diez tardes
consecutivas.
El día 2 de octubre de 1918 se registraba el
primer caso de "peste" entre los superiores y alumnos del Colegio
"Don Bosco", de Valencia, era la temida PANDEMIA ESPAÑOLA,
que tantos estragos y muertes originó en esta ciudad. Muy
pocos alumnos se retiraron a sus residencias. La gran
mayoría permaneció en el Colegio. Uno tras otro
fueron presentando los síntomas del mal. Hasta cuarenta y
cuatro pacientes llegaron a ocupar las camas del dormitorio. El
Padre De Ferrari dio entonces muestras de un temple y una
abnegación a toda prueba. Solícito, preocupado, en
ningún momento dio manifestaciones de cansancio. Asesorado
por el Dr. Rafael Manuel Iturriza, trató todos los
enfermos; ni un solo caso llegó a fatalizarse. El propio
Director servía los medicamentos, y llevaba la confianza
al ánimo de todos.
Las puertas del Santuario, como las de todos los Templos
de la ciudad, permanecieron cerradas durante la epidemia. El
Liceo de La Pastora, para entonces a cargo de los Padres
Salesianos, fue habilitado como Hospital de emergencia, llegando
a cobijar hasta cuarenta enfermos.
La "Gripe" Española del año dieciocho
había llegado para demostrar que al frente de la comunidad
salesiana de valencia, estaba un hombre que era heredero directo
del bienhechor de los Variolosos: Félix Andrés
Bergeretti. De él había aprendido la más
heroica abnegación.
Las
Bodas de Platas del Colegio
…Y Valencia, calibró el gesto de Enrique De
Ferrari y se aprestó a corresponderle. En el año de
1919 se cumplían veinticinco años de haber abierto
sus puertas el Colegio "Don Bosco", en su sede de la calle El
Sol. Se conmemoraba, igualmente, un cuarto de silo de la
presencia entre nosotros del Presbítero De Ferrari.
Intégrese una Junta bajo la Presidencia de Monseñor
Víctor Julio Arocha, de la que formaban parte los
siguientes caballeros: Dr. Emiliano Azcúnez, Dr.
José Berrizbeitia, Padre Torres Coronel, doctores Pedro
Castillo, Alejo Zuloaga, Atilano Vizcarrondo, Ricardo Zuloaga E.,
José Luis Arcay, Rafael Manuel Iturriza, Pedro Manuel
Castillo, Luis Felipe López, Francisco Iturriza, Don
Eduardo Berrizbitia, Don Martín Gornés y Don
Joaquín Alvarado.
Era Valencia entera, en sus hombres más
representativos, que se ponía de pie para premiar a los
hijos de Don Bosco, y tributar un aplauso muy sonoro a la cabeza
de la comunidad: Enrique de Ferrari.
Fueron cuatro días de solemnidades
litúrgicas a toda pompa, comenzando el viernes 5 de
diciembre. El domingo 7 a las 8 p.m., en el Salón Teatro
del Colegio, se cumplió un brillantísimo acto
literario, en que hubo derroche de oratoria,
poesía y buen teatro; pronunciando el Discurso de Orden,
el Vicario de Puerto Cabello, Fray Eugenio de Galilea, tribuno y
conferencista de muchos quilates.
El Presidente de la República, Dr. V.
Márquez Bustillos, concedió, por Decreto especial,
al Presbítero Enrique De Ferrari, la medalla de Honor
creada el 18 de febrero de 1894, para que la usara en nombre de
la gratitud popular. El General Emilio Fernández,
Presidente Constitucional del Estado Carabobo, por Decreto de 13
de noviembre de 1919, que refrendara su Secretario General de
Gobierno, Dr. Lisandro Lecuna, le ofrendó una pluma de
oro. El Consejo Municipal del Distrito Valencia, por Acuerdo del
18 del mismo noviembre, se unió al regocijo de la sociedad
de Valencia, y designó una comisión para que
hiciera de presente los votos del Cuerpo. Presidía
entonces el Ayuntamiento, Don Ricardo Montenegro, y junto con
él firmaron el Acuerdo, los ediles: Gustavo Minguett,
Mariano Páez, Mariano Paz, Matías Manrique, Carlos
Betancourt G., Pablo José Acosta. El Síndico
Procurador Municipal, Pedro Manuel Castillo, y el Secretario, Don
Juan Seidel.
Debió el Padre De Ferrari con afrontar la grave
contingencia originada por la primera Guerra
Mundial. Como una primera consecuencia dejó de llegar
el contingente humano, y debieron fusionarse las
Inspectorías Salesianas de Venezuela y Colombia, con sede
en Bogotá, y abastecerse de su propio material
humano.
El Padre De Ferrari, ni corto ni perezoso, salía
el 27 de diciembre de 1918, al frente de un primer contingente de
cuatro jóvenes aspirante. Viaje largo y penoso, hasta
Mosquera, cerca de Bogotá; lleno de peripecias e
incomodidades, realizado bajo la impresión de aquellas
primeras vocaciones salesianas.
Fue para De Ferrari consigna sumisamente acatada y
fielmente cumplida, poner a palpitar su Colegio al unísono
con el corazón de
Valencia. Todo cuanto representaba un motivo para grato para la
ciudad, encontraba repercusión en el seno del plantel. Los
personajes de significación que visitaban a Valencia, iban
a dar, y eran espléndidamente recibidos en el Santuario y
en el Colegio de los Salesianos.
Para el año Centenario de la Batalla de Carabobo,
en 1921, recibió y brindó albergue a todo el
alumnado del Liceo "San José", de Los Teques. Puso a la
orden el Comité Organizador del Tercer Congreso Nacional
de Medicina, los salones del Colegio, y así le cupo la
satisfacción de ver como las sesiones de la magna
asamblea, promovida por la Academia Nacional de Medicina, se
sucedían bajo las arcadas de su Instituto.
Era respetuoso y sumiso frente a la Superioridad
Eclesiástica, lo mismo que ante la Jerarquía de la
Orden en que militaba. Recibió, en varias ocasiones, como
huésped de honor, al Internuncio, y después al
Nuncio Apostólico. Uno de ellos, Monseñor Felipe
Cortessi, destacado a la Provincia en relación al
establecimiento de cuatro nuevas Diócesis,
permaneció durante una semana en el seno de la comunidad
salesiana de Valencia.
La múltiple actividad de de Ferrari lo llevaba a
invadir terrenos extraños a su radio de Director
de una casa salesiana. Así fue como actuó por
varios años como Maestro de Ceremonias de la Iglesia Mayor
de Valencia. Con ese carácter
dirigió las ceremonias de Consagración de la Santa
Iglesia Matriz, presididas por el Arzobispo Rincón
González, y se desempeñó, igualmente durante
el episcopado de Monseñor Granadillo.
A la hora de mencionar sus colaboradores más
entusiastas y fervorosos, debemos citar a los Presbíteros
Crispín Pérez y César Lucio Castellanos, y a
los doctores José Berrizbetia, Francisco Iturriza, Miguel
Gerónimo Ocando, Pedro Manuel Castillo y Rafael Manuel
Iturriza. Como su brazo derecho, en el gobierno de la casa,
estuvo el Presbítero José María Grazzini, el
administrador
del Colegio, eficiente, callado, respetuoso. Heredero directo e
inmediato de las dotes y posición del Padre Piana,
llegó a hacerse insustituible en el coro del Santuario, y
al frente de los conjuntos líricos del Colegio.
Fue generoso colaborador de las obras del Padre De
Ferrari, el General Juan Vicente Gómez, Presidente de la
República; quien le tendiera, decidido, la mano, en
más de una oportunidad. Le visito en varias oportunidades
y durmió en el Colegio, además de visitar a sus
hijos que eran internos del Colegio Y a la cabeza de su brigada
de Cooperadoras, Bienhechoras y dirigentes de la
Archicofradía de María Auxiliadora, uno de los
conjuntos mejor estructurados que haya conocido la vida
eclesiástica de esta ciudad, recordemos a Enriqueta Rojas,
Delia Sandrea, Doña María de barrios, las hermanas
Feo caballero, las señoritas hermanas Burgos y a
Doña María Betancourt Figueredo, quien plasmara en
hermosos poemas y en
crónicas vibrantes su devoción de primera
línea por la causa de Don Bosco.
Llegado a Valencia desde el año de 1912, fue
colaborador muy directo del Padre De Ferrari, el
Presbítero Luis Frassatto; para esta época miembro
de la comunidad salesiana de Valencia. Este honorable decano del
Colegio "Don Bosco" es, para profesores y alumnos, una verdadera
reliquia. Suerte de lazo de unión entre este presente, a
ratos contradictorio y absurdo, y el ayer esplendoroso, cargado
de días de gloria, que conoció la
Congregación Salesiana entre nosotros.
Antes de terminar el año de 1924, el Padre De
Ferrari entregaba la Dirección del Colegio de Valencia, y
se trasladaba a Caracas, donde fijaría su residencia, como
jefe de la Familia
Salesiana, con jurisdicción en todo el
país.
El Padre Rodolfo Fierro
En el año de 1924 tomó posesión de
la Dirección de la Casa Salesiana de Valencia, el
Reverendo Padre Rodolfo Fierro Torres, de nacionalidad
colombiana.
Por seis años consecutivos actuaría en
aquel alto destino, produciéndose su separación en
el año de 1930. Sin embargo, volvería a actuar
cinco años después, permaneciendo, en esta nueva
ocasión al frente de la comunidad salesiana, de 1935 a
1939.
Se trataba de un sacerdote de mentalidad celosamente
cultivada. Con largos años de permanencia en Europa;
escritor de brillante estilo literario; conferencista de
excelentes recursos y
valiosas disciplinas. Después de una esmerada
formación, vino a dar sus frutos y a iniciar programas de
trabajo en esta ciudad.
Supo conservar la institución en el elevado nivel
a que la llevaran sus predecesores. Mereció toda la
confianza del Obispo Francisco Antonio Granadillo, quien lo hizo
objeto de señaladas distinciones. Este prelado amaba la
Historia, y en el Padre Fierro Torres encontró al grato
compañero de tertulia, enamorado permanente de los
personajes y sucesos del pasado. Obispo y clérigo llegaron
a complementarse en el afán de la investigación histórica.
En una ocasión, cuando en el vecino Puerto se
develaba la estatua del Padre de la Patria, debía
Monseñor Granadillo pronunciar oración de
compromiso. Su quebrantada salud no le permitió satisfacer
aquel requerimiento. Y en su lugar envió a Fierro Torres;
quien lejos de amilanarse ante el peso de la
representación, salió airoso, con una pieza
oratoria de estupendo contenido. Fue el Padre Fierro confesor del
Obispo Montes de Oca, sucesor de Monseñor Granadillo. En
el orden material, realizó la construcción del
brazo del Colegio que se extiende a lo largo de la calle de
Colombia, entre las Avenidas Anzoátegui y Briceño
Méndez.
El Padre Fierro Torres falleció en una de las
casas salesianas de Barcelona, España; desde donde se le
recuerda por la labor intelectual de gran envergadura que siempre
acometiera.
Un Polaco Director P. Máximo
Piwowaezik
Un sacerdote polaco de exquisita educación y buen
trato, el Reverendo Padre MAXIMO PIWOWARZIK, asumió la
Dirección del Colegio "Don Bosco", en el año de
1930. Había actuado durante varios años bajo la
Dirección del Padre De Ferrari, y se había
caracterizado por su celo y su fervor. Sin embargo, no
llegaría a gobernar hasta el término de su
período de tres años, separándose de la
jefatura de la Casa, en el de 1932.
Fue, justamente, en ese año cuando entró a
comandar el Colegio "Don Bosco", de Valencia, por la primera vez,
un salesiano de nacionalidad venezolano.
El Primer Venezolano en asumir una
Dirección
ISAIAS OJEDA, nacido en Acarigua, discípulo de
Francisco Antonio Granadillo, en el Liceo de la Divina Pastora, y
de Enrique De Ferrari, en la casa salesiana de Valencia. Formado
en el noviciado de Mosquera, en la República de Colombia;
contó siempre con el afecto y la confianza de sus maestros
y superiores.
Haciendo gala de su genuina vocación salesiana, a
poco de tomar las riendas de la casa de Valencia, se
empeñó en la reorganización de la Escuela
Gratuita DOMINGO SAVIO, a la que dispensó siempre paternal
protección. De su largueza y generosidad conoció,
igualmente, la Escuela Agrícola de Naguanagua, que para
entonces ya planteaba la necesidad de sus primeras
edificaciones.
Correspondió al Padre Ojeda promover los actos
conmemorativos de la Canonización de San Juan Bosco. En el
viejo Santuario levantó una amplia capilla, destinada al
culto del nuevo Santo; en ella erigió un hermoso retablo,
y colocó en él imagen del Fundador.
Fue un gran amigo de los Antiguos Alumnos, y a todo lo
largo de su gestión
exhibió viva preocupación y singular interés
por la Asociación que los agrupa.
Como encargados de la Dirección figuran los
Presbíteros Juan Vernet (1937-1938) y Jesús de
Corcuera (1938-1939). Este ultimo era un reputado profesor de
Matemáticas, Física y Química.
Ejercitó La docencia en el Colegio Federal de Varones,
donde su presencia fue siempre vista con los mejores ojos, ya que
ejercía y daba muestras de un conocimiento cabal de las
asignaturas que enseñaba.
Para el año de 1939 se encargaba de la
Dirección el Reverendo Padre José María
Wolbers, de nacionalidad alemana. Le corresponderá actuar
hasta el año 1944. Su gestión habrá de
caracterizarse por un considerable incremento del alumnado. La
vida del Colegio adquiere un tono muy subido. Fomenta las
reuniones de loa Antiguos Alumnos, e impulsa las actividades de
la Archicofradía de María Auxiliadora. De esta
suerte mantiene encendida la llama del culto en el Santuario, y
se muestra muy
solícito en las relaciones e intercambio con los padres,
repre4sentantes y cooperadores de la obra salesiana en Valencia.
El nombre del Padre Wolbers es motivo de recuerdo muy especial en
los anales de la Casa Salesiana de esta ciudad.
. . . Y así llegamos al año de 1944. Es el
año cincuentenario de la llegada de los salesianos a
Carabobo, y a Venezuela. Hay un consenso unánime, en el
Colegio y en la ciudad, en torno a las
efemérides. Todos están de acuerdo en que se la
debe celebrar rumbosamente. Los representantes del Poder
Público; el Obispo y el Clero de la ciudad; la
Asociación de Antiguos Alumnos, que para entonces
lucía como auténtica fuerza viva de la
población, bajo la presidencia de Don Ramón
Chazzím; la sociedad y el pueblo de Valencia.
Es entonces cuando llega con carácter de
Director, y se encarga de la jefatura del Colegio, el
Presbítero Ricardo Alterio. Valenciano por los cuatro
costados. Formado en las mismas aulas y bajo las mismas arcadas
que entrarían a conocer de su austera silueta de Director.
Quienes lo vieron llegar, y meterse de lleno en su trabajo
rutinario, jamás pensaron que con él se iniciaba
una nueva etapa en la vida del Colegio "Don Bosco", de Valencia.
Era el noveno Director, en el orden sucesoral, descartando las
interinarías de los años de 1937 y 1938. Pero en
realidad venía para llenar y encarnar toda una era en la
vida del plantel. Treinta Años antes se había
iniciado la actuación de su maestro, Enrique De Ferrari.
De aquel hombre extraordinario, había captado todo un
cortejo de virtudes, y había aprendido los métodos de
trabajo. Llegó cuando ya, virtualmente, se habían
programado los actos cincuentenarios, y le correspondió
sólo presidirlos.
Aquel programa incluyó una exposición
de antigüedades que se remontaban a los orígenes
mismos del Colegio. Al lado de la figura de los fundadores
estaba, unas veces en la fotografía, y otras en la más
acertada reproducción, mobiliario, material de
enseñanza, diplomas y medallas, voceros
periodísticos, libro de
matrícula, cuadros de honor, instrumentos
musicales, etcétera. Esta exposición, que se
apuntó un éxito muy sonado, fue inaugurada con un
hermoso discurso de Antonio Oswaldo Marvez Sosa, muy destacado
intelectual carabobeño.
Previamente se había promovido un concurso para
el Himno de los exalumnos. Fueron los vencedores: el poeta Roque
Muñoz y el Maestro Joaquín Quintero N., quien
desempeñaba la Dirección de la Banda del
Estado.
En el Teatro Municipal se llevó a cabo un acto de
gran solemnidad, en que se adjudicaron e impusieron medallas y
botones, a antiguos Directores y Profesores del plantel.
Correspondió pronunciar el Discurso de Orden al Dr. Donato
Pinto, una de las más prestigiosas figuras de la
Asociación de Antiguos Alumnos Salesianos.
En los corredores del Colegio se sirvió un
banquete a varios centenares de alumnos y exalumnos, y la fachada
del Instituto, durante varias noches, lució una iluminación especial a colores, que
impresionó profundamente a los valencianos y a los
visitantes.
El motorizador de los festejos cincuentenarios fue Don
Ramón Chazzím, quien para la fecha presidía
la Asociación de Exalumnos. El gran valenciano
desplegó una febril actividad, la misma que tantas veces
él ha sabido desarrollar cuando se trata de un compromiso
de honor. No omitió detalles, supo estar en todas partes,
tremolar con singular vigor el pabellón salesiano, y hacer
de aquellas festividades un punto de referencia en la vida de
Valencia.
Capítulo especial ha de corresponder en este
relato a la Asociación de Antiguos Alumnos, instalada el
17 de enero de 1924; durante el gobierno del presbítero
Enrique de Ferrari. Su vida ha sido muy accidentada llena de
altibajos y claroscuros que le han impedido el cumplimiento de su
misión.
Ha sido una verdadera lástima, ya que de esa vida
irregular y entrecortada solo ha podido surgir la
dispersión, el vacío y el desconocimiento mutuo. Su
funcionamiento fue regular en su primera década
(1924-1944), y a continuación copiamos la nómina de
sus Presidentes: Don Pablo José Acosta, Don Luis Rafael
Acevedo, Don Ramón Chazzím, Don Hermógenez
López Lugo, Dr. Fco. Ignacio Romero, Doctor Darío
Hoffman, Ramón Chazzím, Don Rafael Eduardo Romero.
Entre sus mejores realizaciones se cuentan los famosos equipos
que importara de Alemania para
los laboratorios de Física y Química, así
como el instrumental que donara para una posible
reinstalación de los talleres de Artes Manuales
(Años de 1930 y 1944).
Y aquí damos por terminadas nuestras
crónicas sobre la Casa Salesiana de Valencia. Ellas se
extienden y cubren, en consecuencia, desde la llegada de los
primeros salesianos a Valencia, hasta 1944, cincuenta años
después.
A través de este relato hemos puesto de
manifiesto, y demostrado a plenitud, los nexos y vinculaciones
que con Valencia contrajeran los hijos de Don Bosco.
Ha correspondido al Reverendo Padre Alterio el triste
privilegio de dirigir el Colegio a la clausura del internado.
Jugarretas y hasta crueldades del destino. Él, que
demostró siempre audacia y acometividad impresionante,
para jalonar toda una etapa de la vida del Colegio. El que
proyectó y levantó edificaciones de amplitud,
confortabilidad, presentación y durabilidad a toda prueba.
El que ha legado a Valencia un santuario moderno de dos plantas vasto,
funcional, fresco e iluminado; capaz de alojar hasta un millar de
alumnos, y, simultáneamente, más de un millar de
feligreses. Ahora deplorará la pérdida de sus
internos, por quienes tanto se preocupó, y a quienes dio
esfuerzos, vida y energías. !!! Pero bien sabemos que
seguirá adelante en el puesto de combate que se le
señale, dispuesto a librar nuevas batallas, y listo para
ganar otros prosélitos a la causa a la que se ha dado por
entero.
El Padre Ricardo
Alterio
En el año de 1944 escalaba la alta
posición. Era el año en que se conmemoraba el
Cincuentenario de la llegada a Valencia de los Padres Salesianos.
Le correspondió presidir aquellos festejos, aún
cuando no tomara participación activa y efectiva en los
distintos números programados. Era el noveno Director en
el orden sucesoral, de la Casa Salesiana de Valencia.
Veinticuatro años han transcurrido desde
entonces. En diferentes oportunidades, y en acatamiento a las
estipulaciones estatutarias, debió separarse de la
Dirección. Pero fueron separaciones a breve tiempo,
más o menos fugaces.
Él seguía, por otra parte, gravitando como
eje y centro de la vida y los destinos del Colegio. Era un
obligado punto de referencia. Cuando surgía una
situación difícil, todos trataban de hacer memoria. En una
ocasión el Padre Alterio había confrontado una
situación más o menos parecida. . . Y la
había resuelto en tal forma. Y aquella solución era
de nuevo aplicada. Se tenía la impresión de que
hubiera, en cada caso, sentado jurisprudencia.
Razón sobrada me asistió para afirmar en
la última de mis crónicas sobre la Casa Salesiana
de Valencia, que cuando Ricardo Alterio tomó
posesión de la Dirección, en el año de 1944,
se iniciaba una nueva era en la historia del instituto. No
solamente las obras materiales,
que ya veremos cuanta monta alcanzaron. Ni tampoco la larga
sucesión de Promociones egresadas mientras él
ejercitará el comando de la casa. Lo que verdaderamente
marca y
señala su paso por la Dirección del colegio, es el
estilo que le imprimiera a la propia función
rectora.
Señal clara y precisa de su robusta personalidad.
Exhibió, en todo momento, la misma tónica,
idéntico procedimiento,
igual e inalterable comportamiento. No se mostró una vez
sonriente, y apesadumbrado y compungido en la ocasión
siguiente. Complació cuantas cosas fue posible complacer.
Supo decir no, aún cuando esa actitud
negativa le doliera en lo más hondo del
espíritu!!!
Un buen día quiso matricularse como alumno de la
facultad de derecho, en la recién abierta Universidad de
Carabobo. Anhelaba un conocimiento cabal de códigos y
leyes. Muy
apurado andaba de tiempo disponible que entre las obligaciones
de la Dirección, y las enseñanzas en las aulas de
su Colegio, le copaban la mañana como la tarde. Pero se
propuso hacer el esfuerzo y salió avante.
Puntualmente concurrió a oír a sus
maestros. Llenó apuntes como los muchachos que se sentaban
a su lado. Rindió exámenes, y fue habitual cliente del
sobresaliente. Y en la tarde del 13 de noviembre de 1964,
Paraninfo de la Universidad de Carabobo, de las manos del Rector
Giugni, recibió el título de Abogado de la
República.
Era el primer sacerdote salesiano que optaba a un
título universitario, en la historia de la
Inspectoría Salesiana de Venezuela. Era también el
primer sacerdote regular, valga decir el primer miembro de
comunidad religiosa, que entre nosotros escalaba las grandes del
Paraninfo en demanda de un
diploma. Debería remontarnos hasta los últimos
años del siglo pasado o los primeros de la actual
centuria, cuando la primera etapa de la Universidad de Valencia.
Solamente entonces encontraríamos figuras muy respetables
del Clero de Carabobo, pertenecientes todas al clero secular como
cursantes regulares a nivel de la Facultad de Ciencias
Eclesiásticas.
En todo salesiano debe anidar la vocación
didáctica. Sentirse bien entre los
niños; observar y clasificar sus tendencias y aptitudes.
Encausar sus reacciones y sentimientos desde la edad temprana. Y
enriquecer sus conocimientos en el aula. Ricardo Alterio
recibió esa formación como quien recibe un legado,
de las propias manos del Padre Enrique De Ferrari. El ejemplo
luminoso de aquel maestro inolvidable es guía permanente
de sus actos y constante punto de referencia en sus diarios
exámenes de conciencia.
Egresado del Instituto pedagógico Nacional
encausó sus actividades docentes en el sentido de la
especialización. Física y Matemáticas. Al
dictarlas, evita a todo trance el atiborramiento y la
sucesión de conocimientos; repetidos sin hacer huellas en
el cerebro y en el
ánimo del alumnado. Conocimientos básicos,
sustantivos, fundamentales; haciendo siempre impacto en el
ánimo del auditorio. Todo de acuerdo con la máxima
de Graf: "Es un maestro excelente aquél que sin
enseñar muchas cosas, hace nacer en el discípulo un
afán grande de aprender".
Porque es un Profesor excelente sus discípulos lo
recuerdan y se acercan para percibir otra vez su acento de
maestro. De los catedráticos anodinos y oscuros
sólo un recuerdo muy vago conservan sus discípulos.
Su fama de buen profesor lo ha llevado en los cuadros docentes de
la Facultad de Derecho de la Universidad de Carabobo. A cuatro
años escasos de haber recibido el título
académico, el Padre Alterio ya ostenta rango de profesor
universitario.
La etapa de más de dos lustros que él ha
encarnado, al frente del Colegio "Don Bosco" de Valencia, lo ha
aureolado como famoso administrador. Así lo pregonan sus
grandes realizaciones. Buscarlo en sus obras, en la seguridad de
encontrarlo crecido y enhiesto, como quien concibe y realiza
proyectándose hacia el futuro. Allí estaba todo el
brazo del colegio. Con frente a la Calle Briceño
Méndez. Edificio de cuatro pisos. Aulas, dormitorios,
comedores, cocina, enfermería, y residencia para el personal.
Todo de una impresionante solidez, cómodo,
higiénico, confortable. Realizado con durabilidad de
centurias, como para soportar la dura prueba del golpeteo de la
muchachada.
Pero capítulo aparte merece su nuevo santuario.
Iglesia de dos pisos, capaz de alojar mil alumnos en el piso
alto, y más de mil feligreses en la planta baja. Templo
moderno, vasto, iluminado, y funcional.
Se podrá no estar muy de acuerdo con su
línea arquitectónica, y hasta añorar las
góticas ojivas de la iglesia vieja. ¿Quién
podrá dudar que abunda más el motivo
artístico en los santuarios semioscuros del siglo pasado?
Pero no se habla acaso de una iglesia nueva? De un nuevo rito y
de un nuevo orden? Para tales planteamientos esta como la mejor
respuesta, este santuario esbelto, semicircular, escueto, audaz y
sólido a la vez que el Padre Alterio eligiera a la Virgen
Auxiliadora.
Ahí queda, en el ángulo noroeste del cruce
de las calles Páez y Anzoátegui. Dotados de todos
los implementos que el culto católico requiere y
señala. Obra que anda por encima del millón y medio
de bolívares, totalmente pagados para la fecha. En una de
las capillas laterales de la derecha, el osario; que guarda
cenizas muy preciadas. Las de Félix Andrés
Bergeretti, en primer término. Las de Enrique De Ferrari,
de imborrable memoria. Las de María de la Paz Pérez
Santander, la insigne bienhechora, que concibiera y sufragara la
avenida de los primeros salesianos. Las de otras
beneméritas benefactoras, como Doña Ninfa
Pérez de Bermúdez Coussin. Y las de Don Cayetano
Alterio progenitor del ilustre sacerdote, y gran amigo de la obra
salesiana. . . Y en la parte frontal del Santuario, el
Bautisterio que anuncia y aguarda los catecúmenos, que
alguna vez habrán de llegar.
Pero salgamos del nuevo Santuario, y
trasladémonos al extremo suroeste de la ciudad. En el
barrio "El Boquete" centenares de muchachos concurren a las aulas
del Oratorio Festivo "Monseñor Víctor Julio
Arocha". Allí encontraremos la capilla, y comedor escolar,
el cine, las
diversiones apropiadas para la infancia. El
germen de una futura gran escuela de artes manuales. Todo
integrado por un ambiente grato y reconfortante. Es la obra
prohijada por el Colegio "Don Bosco" de Valencia. Es la punta de
lanza de esta casa salesiana, en una de las barriadas proletarias
de la ciudad. Es también la obra del Padre Alterio y
recordemos después como el profesor de las más
ejemplarizantes disciplinas, terminada la lección,
mientras la muchachada grita y corre en el patio principal, abre
el piano, y se deleita con las más variadas partituras. Es
el discípulo de José María Grazzini y de
Luis Troya. Es el sucesor del famoso Jacinto Piana, quien
fundará los primeros grupos
orquestales del colegio. Y es también el compositor, para
quien el Pentagrama parece no guardar secretos.
Pero para quién cubre tantos aspectos, y exhibe
tantas aristas, un solo plano recóndito. El
espíritu genuinamente sacerdotal, que rige su austeridad,
preside su mundo anterior, alienta y sostiene muy viva su fe.
Más de treinta años lleva vistiendo la sotana del
sacerdote. Nadie lo ha visto vestido en otra forma. Es que vive
abrazado a su sotana, con toda la fuerza y el aliento de su
intensa vocación sacerdotal!!
Este es el Padre Alterio, a quien el Dr. Fabián
de Jesús Díaz bautizó como "Un hombre y
capitán para las empresas de
envergadura". Fiel observante de la regla, es salesiano enchapado
a la antigua. Pertenece, en consecuencia, a la misma estirpe de
aquellos apóstoles que, a fines del siglo pasado,
levantaron su tienda en la casa de la calle Anzoátegui, a
media cuadra de la esquina de "El Vapor". Uno de aquellos
pioneros modeló su perfil de hijo de Don Bosco.
¿Cómo puede extrañar que él, leal y
consecuente para con sus maestros, exhiba sus mismas virtudes, y
ejercite igual comportamiento? . . . Valencia puede sentirse
orgullosa de este valenciano de auténtico valimiento, que
quiso y que la vivió y soñó muy digna de su
pasado, pero también muy a tono con su radiante porvenir.
Y así, muy antiguo y muy moderno para quien lo observo
desde afuera, Ricardo Alterio vivió su presente inmutable
como hijo de Don Bosco.
Las anécdotas y las historias del Colegio son
innumerables, son cuartos que esconden un tesoro y por lo corto
del tiempo hemos debido restringir nuestra investigación a
lo que serian los primeros setenta y cinco años, quedando
para futuras investigaciones el pasado que un día fue
presente.
Los Directores de la Comunidad Salesiana del Colegio
"Don Bosco"
P. Andrés Félix P. J. Baustista Voghera 1902-1908 P. Enrique La Riva 1908-1913 P. Enrique de Ferrari 1913-1924 P. Rodolfo Fierro Torres 1924-1930 P. Máximo P. Isaías Ojeda 1932-1939 P. José M. Wolbers 1939-1944 P. Jesús A. P. Antenor Fontana 1946-1947 P. Cosme Alterio 1945-1946 P. Ricardo Alterio 1944-1969 P. German Delgado 1969-1972 P. Eugenio Monetti 1973-1976 P. Adrian Scurato 1976-1979 P. Ignacio Velasco 1979-1983 P. Moisés Consonni 1983-1986 P. Eligio Moretto 1987-1990 P. Fulgencio P. Marío P. Jonny Reyes 1994-1999 P. José Romualdo Godoy P. Ramón Alfredo |
Manuel Sandoval
Jorge Castillo
Leni Delgado de Castillo
Fabio Rinco