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Humanismo




Enviado por lulunet



    1. ¿Qué es el
      Humanismo?
    2. Biografía de Santo
      Tomás Moro.
    3. Biografía de Desiderio
      Erasmo de Rótterdam.
    4. Conclusión.
    5. Fuentes
      Consultadas.

    INTRODUCCIÓN

    Para comprender al humanismo se
    tomaron como referencia los escritos mas célebres de
    Tomás Moro y Desiderio Erasmo de Rotherdam:
    "Utopía" y "Elogio de la Locura" respectivamente como base
    de esta monografía.

    Buscando la idea espiritual y humana de estos dos sabios
    que nos hacen conocer el humanismo hoy, tanto desde sus
    comienzos, cuanto desde el fondo de sus almas de hombres simples,
    y pertenecientes a una sociedad oprimida
    por la corona y el cetro papal, nos adentramos en la letra de sus
    obras.

    Al abordar las siguientes páginas conoceremos sus
    vidas, pensamiento y
    legado, que más allá del tiempo, perduran
    como ejemplo para todos nosotros.

    En cuanto a los autores, debemos tener en cuenta la
    época en que les tocó vivir, para entender sus
    obras.

    ¿QUE ES EL HUMANISMO?

    Literatura: Cultivo y conocimiento
    de las letras humanas.

    Filosofía: Culto de la
    humanidad.

    Movimiento Literario de estudios y erudición del
    cultivo y conocimiento de las letras humanas, que culminó
    en el siglo XV.

    ALCANCES DEL TÉRMINO

    José Ferrater Mora, dice en su diccionario de
    Filosofía que el término humanismo, fue usado por
    primera vez en 1808, por F. J. Niethammer, quién
    entendía que significaba "la tendencia a destacar la
    importancia del estudio de las lenguas y de los autores
    clásicos".

    El Humanismo, comienza siendo en el Renacimiento
    una aproximación al hombre y una
    postura de rechazo al teocentrismo medieval. En el Renacimiento
    vemos como se descubre al hombre en todas sus dimensiones: su
    anatomía
    desde el punto de vista científico, y al cuerpo humano
    como interés
    estético.

    El Humanismo del Renacimiento debe ser visto como un
    interés primordial por el hombre y
    por todo su quehacer.

    Es una Doctrina, que antepone, frente a cualquier otra
    instancia, la felicidad y bienestar del hombre en el transcurso
    de su vida. El término tiene su origen en las corrientes
    teórico-pragmáticas que durante el Renacimiento
    europeo se revelaron contra las limitaciones de tipo moral
    impuestas por la teología dogmática de la Edad
    Media.

    Desiderio Erasmo de Rotherdam y Tomás Moro, junto
    a John Colet se encuentran dentro de este enfoque siendo los
    precursores del humanismo inglés,
    criticando con escritos muy cautos, las perniciosas
    circunstancias pedagógicas y religiosas de la época
    en su "Elogio de la Locura", y sentando las bases de una nueva
    teología en "Enchiridion", al conjugar la fe
    (revelación divina a través de los Libros
    Sagrados y la tradición de la Iglesia) con
    la razón, que podía y debía investigar
    libremente los textos.

    ERASMO DE ROTTERDAM

    Su Biografía

    Desiderio Erasmo nació hacia el año 1466
    en la ciudad de Rotterdam Holanda, ingresó a la orden de
    los Canónigos Agustinos y llegó a ser el secretario
    del Obispo de Cambray aproximadamente en el 1492, decidiendo
    continuar sus estudios en París y luego en la universidad, de
    Oxford Inglaterra.

    Conoció allí a John Colet y Tomás
    Moro, ya destacados eruditos de la época renacentista
    Inglesa.

    En el 1500 regresó a París, después
    a Italia y luego a
    Inglaterra, donde se desplazaba entre Londres y la Universidad en
    Cambridge, donde ejercía como profesor de lengua griega.
    Esto sucedió entre los años 1509 al 1514, mientras
    escribía su obra más conocida "Elogio de la
    Locura", preparaba su edición del "Nuevo testamento
    griego", edición crítica que le traería fama
    mundial, y su libro
    "Retórica" para estudiantes avanzados de la lengua latina,
    el que fue publicado en 1511, alcanzando las sesenta ediciones en
    vida del autor.

    Dejó Inglaterra en el 1517 y se trasladó a
    Lovaina, famosa por su Universidad, donde vivió hasta el
    1521; durante ese tiempo dirigió su edición de los
    "Escritos sobre la Patrística", conocida como Padres
    Cristianos. Luego se fue a Basilea, ciudad Suiza, para mantener
    un estrecho contacto con la famosa imprenta Froben.

    El nunca aprobó el fanatismo ni el dogmatismo,
    quizás ese fue el motivo por el que, la famosa Universidad
    de la Sorbona, condenó sus obras, por no tener una clara
    postura entre el Cristianismo y
    el Protestantismo. Su posición clásica fue la
    moderación. Su argumentación "Ad Hominem" (Lat. Es
    el argumento fundado en los hechos y opiniones del adversario)
    frente al método
    ciceriano de la época.

    ¿Pero, que fue lo que enseñó y que
    molestó tanto a la Inquisición, inspirando a los
    reformistas Españoles?

    Para responder a esta pregunta tenemos que leer su obra
    "Apología", donde responde a las acusaciones en su contra,
    realizadas por la Inquisición, con sus noventa y nueve
    (99) objeciones.

    Entre éstas, podremos apreciar su opinión:
    "Los ciervos que quieren recoger la cizaña antes de
    tiempo, son los que consideran que hay que quitar de en medio de
    los herejes, hiriéndoles y matándoles, pero el
    padre no quiere eliminarlos, sino tolerarlos, por si acaso se
    arrepienten y su cizaña se convierte en trigo; y si no se
    arrepienten, resérvense a su juez, a quien darán
    cuenta en su momento".

    El trató temas candentes, tales como: la
    confesión auricular, el tema de la Eucaristía y el
    de la Virgen María, en el coloquio llamado "Naufragio";
    como también, las enseñanzas contra el Papa Julio
    II, en su obra, "Anotaciones a la Epístola de los Romanos"
    donde todo se sintetiza en: "Un cristiano no debe a otro
    cristiano más que amor
    mutuo".

    El atacó la ignorancia del clero, siempre con
    buenos fundamentos, poniendo en evidencia los manejos tortuosos e
    intrigas de la Iglesia de la época, y haciéndole
    perder prestigio y poder. Esto lo
    llevó a tener peligrosos enemigos dentro de la
    misma.

    Erasmo, recurrió siempre a las Sagradas
    Escrituras, apelando a su autoridad, y
    recomendó siempre el estudio crítico de la Biblia.
    Su más profundo deseo fue acabar con la intolerancia y el
    dogmatismo, que se alejaban cada día más de las
    enseñanzas de Jesucristo en el Evangelio.

    Para no ser destruido por la Inquisición,
    abogó a sus selectas amistades como el Canciller Gattinara
    y Alfonzo de Valdez, secretario del Emperador y hermano del
    reformista Juan de Valdez. Sin olvidar que el propio Emperador le
    envió una carta personal para su
    propia tranquilidad. Con esto aplacó a sus enemigos y
    adversarios demostrándoles que estaba formal y
    oficialmente en las filas del catolicismo romano, le iba la vida
    en ello.

    Falleció hacia el 1536, en
    Basilea, Suiza. Antes de morir entre la intolerancia y la
    persecución, y considerando el saqueo de Roma en el verano
    de 1527, dijo estas palabras: "Si el fin del mundo esta cercano,
    no merece la pena discutir; si no lo está, dejemos esta
    discusión, pues ya se encargará de juzgarnos la
    posteridad".

    Entre sus citas, la más usada es: "En el
    país de los ciegos, el tuerto es el Rey".

    "Elogio de la locura"

    Habla la estulticia

    Creímos conveniente repetir, las reiteradas
    salvedades que ha inspirado a los traductores españoles,
    la versión del título original. Bonilla y San
    Martín indicaron a tal respecto "debe traducirse Stultitia
    por Estulticia y no por Locura. Si Erasmo hubiese querido
    expresar esto último, habría escrito Insanía
    en vez de estulticia". Lebrija había traducido stultitia
    por "aquella bobería y poco saber".

    Análisis de la
    obra

    La Estulticia, dirigiéndose al pueblo, se
    presenta como la única que tiene poder para divertir a los
    dioses y a los hombres. Para esto se vale de una serie de
    metáforas, por medio de las cuales les muestra que ante
    su presencia, todos los rostros, antes tristes y apesadumbrados,
    cambiaron reflejando una nueva e inesperada alegría; la
    cual compara con el estado de
    ebriedad de los dioses homéricos.

    Realiza una clara crítica a los grandes oradores
    de la época, diciendo que no consiguen con sus amplios y
    meditados discursos,
    disipar el malhumor reinante, cosa que ella logró con su
    sola presencia.

    Excusándose por su apariencia, solicita del
    auditorio, la misma atención que prestan a las cuestiones de
    vana importancia; haciéndoles notar que, por el contrario,
    les resulta de poco interés, lo que pretenden
    transmitirles los predicadores.

    Realiza una jocosa crítica a los sofistas de su
    época, aduciendo que éstos, se dedican a
    enseñar a los niños
    tonterías, que son defendidas tercamente por los mismos,
    mediante discusiones sin fundamento. A la vez, manifiesta
    respeto y
    ensalza a los antiguos, que prefirieron ser llamados "sofistas",
    en lugar de "sabios", quienes se dedicaron a celebrar las glorias
    de dioses y héroes; y declara (al auditorio) que
    oirán, de sus propios labios, sus alabanzas a sí
    misma.

    La Estulticia, justifica las alabanzas que a sí
    misma se dirige, sosteniendo, que nadie la conoce mejor que ella
    misma. Utiliza este alegato, para menoscabar a los sabios y
    poderosos, quienes, con falsa modestia, se valen de los servicios de
    poetas y retóricos grandilocuentes, para ser adulados de
    manera tal que son equiparados a los dioses; y que reaccionan con
    inmerecido orgullo a las compradas loas.

    En ésta ocasión, el blanco de sus
    críticas son los oradores y los sabios, a quienes
    considera falsos, vulgares, hipócritas y tontos; esto, en
    contraposición a ella misma, que se manifiesta como la
    locuaz, espontánea, verídica y benéfica
    "Stultitia" o "Moria".

    Se presenta como diosa, hija del dios Pluto, a quien
    considera el verdadero padre de los dioses y de los hombres, a
    cuya voluntad se mueve el mundo, y de la ninfa Neotete, en su
    opinión, la más bella y más alegre de todas;
    fruto de un amor furtivo, como diría Homero.

    Da a conocer su lugar de nacimiento, como las
    paradisíacas y utópicas islas Afortunadas, a las
    que caracteriza como un jardín de ensueños, donde
    no existe la pena ni el dolor.

    Enumera una serie de pasiones humanas, tales como
    el amor
    propio, la adulación, el olvido, la pereza, la
    voluptuosidad, la demencia, la molicie, la curiosidad y la
    modorra, a las que considera su familia; y
    expresa que, gracias a los fieles auxilios de éstas, todas
    las cosas – incluyendo a los "arrogantes" filósofos, a los "que el vulgo llama"
    monjes, a los "purpurados" reyes, a los sacerdotes "piadosos" y a
    los "tres veces santísimos" pontífices – permanecen
    bajo su potestad.

    También, dirige su crítica a los estoicos,
    de quienes dice, se creen casi dioses, y los compara, por su
    barba (signo de sabiduría), con los machos cabríos.
    Sostiene, que les hará dejar sus dogmas diamantinos y
    hasta delirar un poco, ya que solo a ella, tendrán que
    acudir los sabios cuando quieran ser padres, porque nadie
    más que ella tiene parte en engendrar y propagar la
    especie humana.

    Luego de identificarse con el placer, demuestra
    admiración por Sófocles, citando una frase del
    mismo que reza: "la existencia más placentera consiste en
    no reflexionar nada".

    Reconoce que por obra de la experiencia y del estudio,
    al crecer, los jóvenes comienzan a actuar con prudencia,
    alejándose de ella. Pero, también sostiene, que
    socorre a los viejos que se encuentran cercanos al sepulcro,
    devolviéndoles, en la medida de lo posible la
    niñez. De aquí viene que la gente suela considerar
    como niños a los viejos.

    Asegura que quienes se dedican a estudios de
    filosofía, o a otros graves y arduos asuntos, han
    envejecido prematuramente, por obra de las preocupaciones y la
    constante y agria agitación de ideas, lo que agota el
    espíritu y la savia vital.

    No excluye de sus críticas a los dioses del
    olimpo, dedicándose a resaltar todos las pasiones humanas
    que ponen de manifiesto.

    Destaca que en los palacios de los príncipes,
    ocupa un lugar preponderante la adulación.

    Alaba a la naturaleza, madre
    y artífice del género
    humano, observando con que solicitud ha cuidado, que nunca falte
    en él, el condimento de la estulticia. En efecto, dice,
    "según la definición de los estoicos, si la
    sabiduría no es sino guiarse por la razón y, por el
    contrario, la estulticia dejarse llevar por el arbitrio de las
    pasiones, para que la vida humana no fuese irremediablemente
    triste y severa, nos dio más inclinación a las
    pasiones que a la razón". Expone cuanto vale la
    razón, contra la ira y la concupiscencia, pues cuando la
    primera clama hasta enronquecer indicando el único camino
    lícito y dictando normas de
    honestidad,
    las otras mandan a paseo a su soberana y gritan más fuerte
    que ella, hasta que cansada, cede y se rinde.

    Al hablar de las mujeres, dice lo siguiente: "se
    deleitan, sólo en la estulticia y de ello son argumento,
    piense cada cual lo que quiera, las tonterías que le dice
    el hombre a la mujer y las
    ridiculeces que hace cada vez que se propone disfrutar de ella.
    Ya sabéis, por tanto, el primero y principal placer de la
    vida y la fuente de que mana".

    Realiza una exaltación de la amistad y del
    matrimonio,
    considerándolos consecuencia de su intromisión en
    la vida del hombre. Resalta, con metáforas, la ligereza, y
    la falta de fidelidad, que abundaban en la
    época.

    Asegura que sin ella "no habría ni sociedad, ni
    relaciones agradables y sólidas, ni el pueblo
    soportaría largo tiempo al príncipe, ni el amo al
    criado, ni la doncella a su señora, ni el maestro al
    discípulo, ni el amigo al amigo, ni la esposa al marido,
    ni el arrendador al arrendatario, ni el camarada al camarada, ni
    los comensales entre ellos, de no estar entre sí
    engañándose unas veces, adulándose otras,
    condescendiendo sabiamente entre ellos, o untándose
    recíprocamente con la miel de la estulticia".

    Y declara, que no podréis encontrar empresa ilustre
    alguna sin su impulso, ni nobles artes que ella no haya
    inventado.

    Con respecto a la guerra,
    sostiene que hacen falta hombres vigorosos y valientes, en los
    que prive la audacia sobre la reflexión, y reserva a los
    caudillos el talento militar, no el filosófico.

    Considera a los filósofos inútiles para
    ejercer cualquier empleo de la
    vida, y nombra a Sócrates,
    Platón,
    Teosfrato, Isócrates, Marco Tulio Cicerón, los
    Catones, los Brutos, los Casios, los Gracos, Cicerón,
    Demóstenes y Marco Antonio, como ejemplos de esto.
    Sostiene que, precisamente esta especie de hombres que se da al
    afán de la sabiduría, aun siendo
    desgraciadísimos en todo, lo son por modo especial en la
    procreación de los hijos, lo cual parece obedecer a la
    providencia de la naturaleza para que el daño de la
    sabiduría no se extienda más entre los
    hombres.

    Añade que, "no puede ser útil en nada ni
    a sí, ni a la patria, ni a los suyos, porque es inexperto
    en las cosas corrientes y discrepa largamente de la opinión
    pública y de los estilos normales de vida, de lo cual,
    por cierto, preciso es que siga el odio contra él, por ser
    tanta la disparidad de conducta y
    sentimientos".

    Compara al pueblo con una enorme bestia, que se mueve y
    controla con fabulosas invenciones, que en definitiva, solo son
    tremendas tonterías. Pero también aclara que, de
    esta misma fuente nacieron las hazañas de los vigorosos
    héroes, exaltadas hasta las nubes en los escritos de los
    varones elocuentes. De tal estulticia nacieron los Estados,
    merced a ella subsisten imperios, autoridades, religión, consejos y
    tribunales, pues la vida humana no es sino una especie de
    juego de
    despropósitos.

    Al referirse a las Ciencias,
    sostiene, que solo la sed de gloria impulsa al ingenio de los
    mortales a elaborar y cultivar para la posteridad, disciplinas
    tenidas por tan excelsas. También, esboza el pensamiento
    de los sofistas, al respecto, quienes estiman que: "el
    conocimiento de las ciencias es cualidad peculiar del hombre,
    quien, con el auxilio de ellas, compensa con el talento aquellas
    cosas en que la naturaleza le ha desfavorecido".

    Además, proclama como eximia la forma de vida de
    "la Edad de Oro", la cual habría sido perfecta, pero cuya
    pureza, poco a poco fue perdiéndose, ya que primeramente,
    fueron inventadas las ciencias por los malos genios, según
    dice, pero éstas eran aún pocas y pocos quienes
    tenían acceso a ellas. Después añadieron
    otras mil la superstición de los caldeos y la ociosa
    frivolidad griega, que no son sino tormentos de la inteligencia,
    hasta el punto de que con sólo una, la gramática, basta para dar suplicio perpetuo
    a una vida.

    Luego de haber reivindicado el mérito del
    valor y el
    ingenio, pretende hacerlo también, con la prudencia. Para
    esto, se vale de una frase de Homero, que dijo: "el necio solo
    conoce los hechos. A la consecución del conocimiento de
    los hechos se oponen dos obstáculos principales: la
    vergüenza que ensombrece con sus nieblas al ánimo, y
    el miedo que, una vez evidenciado el peligro, disuade de
    emprender las hazañas".

    Sostiene, que todas las cosas de la vida del hombre,
    presentan dos facetas opuestas, como por ejemplo: vida – muerte, lindo
    -feo, etc. Y manifiesta, que todas las pasiones humanas
    corresponden a la Estulticia, puesto que el sabio se distingue
    precisamente del estulto en que aquél se gobierna por la
    razón y éste por las pasiones. Por tal
    razón, los estoicos apartan del sabio todos los
    desórdenes, como si fuesen enfermedades; sin embargo,
    las pasiones hacen las veces de orientadores de quienes se
    dirigen hacia el puerto de la sabiduría, sino que
    también en cualquier ejercicio de la virtud suelen ayudar
    como espuela y acicate en exhortación a obrar
    bien.

    Explica el porqué de la predilección, que
    los reyes y príncipes sentían por la
    compañía de los estultos, argumentando que los
    sabios no suelen acudir a los príncipes con nada que no
    sea triste y, engreídos con su doctrina, no se recatan de
    herir oídos delicados con verdades mordaces; en cambio, los
    bufones proporcionan lo único que los príncipes
    buscan por doquier de mil maneras: bromas, risas, carcajadas y
    placeres. Fijaos de modo especial en una cualidad, nada
    despreciable, de los estultos, que es el ser los únicos
    francos y veraces.

    Se compadece de los príncipes, quienes, aun
    viviendo en el seno de tanta dicha, o de lo que pretende serlo,
    le parecen desgraciadísimos, porque carecen de
    ocasión de escuchar la verdad y porque están
    obligados a tener a su lado aduladores en vez de
    amigos.

    Realiza un parangón entre los necios (estultos) y
    los sabios; de esto deduce que los primeros, luego de vivir con
    suma alegría, enfrentan la muerte sin
    temor alguno, como una prolongación de la vida; mientras
    que los sabios, siendo ejemplos de sabiduría, han gastado
    toda su vida en aprender las ciencias, no habiendo degustado nada
    de placer, viviendo siempre sobrio, pobre, triste,
    malévolo y duro para consigo mismo y desagradable para los
    demás, al momento de morir, no les importa, porque nunca
    han vivido.

    Distingue dos clases de locura, una que proviene del
    infierno, es la causa de despertar en los mortales insanas
    pasiones, tales como la guerra, el odio, el parricidio, etc, las
    que contribuyen a hacer que el alma se sienta culpable y
    contrita; la otra, muy diferente, es digna de ser deseada en
    grado sumo por todos, se manifiesta por cierto alegre
    extravío de la razón, que libera al alma de
    cuidados angustiosos y la perfuma con múltiples
    voluptuosidades.

    Se dedica a demostrar la gran variedad de santos que han
    surgido, los cuales cubren todas las expectativas de los
    creyentes, ya que hay un santo para cada necesidad. Rescata de
    este desatino, sólo a la Virgen María, aunque
    sugiere que el vulgo la venera más que al mismísimo
    Cristo. Se mofa de los pseudos milagros, atribuidos a la gracia
    manifiesta, de tal o cual santo.

    Declara que la vida entera de los cristianos todos,
    está tan llena de esta especie de delirios, que los
    sacerdotes las admiten y fomentan no de mal grado, puesto que no
    ignoran cuánto suelen crecer sus gajes con
    ello.

    Sostiene que la naturaleza dotó a las naciones y
    ciudades de amor propio común, tal como lo hizo con el
    hombre. "De aquí viene, que los británicos recaben
    para sí, por encima de cualquier otra prenda, la
    hermosura, el arte de la
    música y
    la buena mesa. Los escoceses blasonan de nobleza y de entronque
    con la realeza, y de sus argucias dialécticas. Los
    franceses se atribuyen la cortesía en el trato. Los
    parisienses se arrogan de modo particular la gloria de la ciencia
    teológica por encima de todos los demás. Los
    judíos, con mucha mayor complacencia, esperan
    incesantemente a su Mesías y se aferran con uñas y
    dientes a su Moisés aún hoy …", etc.

    Hace referencia a la "Alegoría de las cavernas",
    de Platón, para mostrar la diferencia que existe entre la
    realidad y la ficción.

    Y dice: "si pudieseis contemplar desde la Luna el
    tumulto inmenso del género humano, creeríais estar
    viendo un enjambre de moscas y mosquitos peleando entre
    sí, luchando, tendiéndose asechanzas,
    robándose, burlándose unos de otros, y naciendo,
    enfermando y muriendo sin cesar. Nadie podría imaginar el
    bullicio y las tragedias de que es capaz un animalito de tan
    corta vida, pues en una batalla o en una peste se aniquilan y
    desaparecen en un instante millares de seres".

    Se compadece de los gramáticos, quienes dedican
    su vida a tratar de descubrir -por ejemplo, cuales son las ocho
    partes de la oración, cosa que nadie entre los griegos y
    latinos ha logrado hacer de manera definitiva- las más
    banales de las cosas.

    Así, sucesivamente, se embarca en la
    crítica de cada una de las ciencias y de las artes, como
    también de quienes las practican. Y respecto de los
    filósofos dice: "Entre estos se cuentan también los
    que anuncian lo porvenir tras consultar los astros y prometen
    prodigios más que mágicos, y todavía tienen
    la suerte de encontrar a quienes lo creen".

    Al llegar el turno de los teólogos,
    insinúa, que quizás fuera mejor no criticarlos, ya
    que son gente sumamente severa e iracunda, que no dudaría
    en reclamarle una retractación, y en caso de que ella se
    negara, la declararían hereje; acota que esto sucede con
    todos los que no se someten a su poder.

    Además, afirma que son capaces de explicar a su
    capricho los misterios más profundos: cómo y por
    qué fue creado el mundo; por qué conducto se ha
    transmitido la mancha del pecado a la descendencia de
    Adán; cómo concibió la Virgen a Cristo, en
    qué medida y cuánto tiempo le llevó en su
    seno; y de qué manera en la Eucaristía subsisten
    los accidentes sin
    sustancia. También, cita a los llamados iluminados, los
    que se dedican a dilucidar cuestiones más elevadas. Y
    considera que en todas estas cuestiones, es tan profunda la
    doctrina y tanta la dificultad, que opina que los
    Apóstoles precisarían una nueva venida del
    Espíritu Santo si tuvieran que habérselas con
    dichos teólogos.

    Sobre los religiosos y monjes, alega que son nombres
    impropios a más no poder, pues buena parte de ellos se
    encuentran alejados de la religión, y cuestiona el hecho
    de que pretenden desvergonzadamente representarnos a los
    Apóstoles.

    Llegado el momento, discurre ahora sobre los reyes y los
    príncipes. Primero hace resaltar la misión de
    la realeza, que se debe a la cosa pública; luego, se
    dedica a relatar las aberrantes prácticas de los soberanos
    de la época, a los que llama sus súbditos.
    Además, analiza las actitudes
    despreciables de los cortesanos.

    Sobre los pontífices, cardenales y obispos,
    sucesores de los Apóstoles, dice: "imitan de tiempo
    inmemorial la conducta de los príncipes y casi les llevan
    ventaja. Pero si alguno reflexionase que su vestidura de lino de
    níveo blancor simboliza una vida inmaculada, que la mitra
    bicorne, cuyas puntas están unidas por un lazo, representa
    la ciencia
    absoluta del Antiguo y del Nuevo Testamento; que los guantes que
    cubren sus manos le indican que deben estar protegidas del
    contacto de las humanas cosas e inmaculadas para administrar los
    Sacramentos; que el báculo es insignia de vigilancia
    diligentísima para con la grey que se le ha confiado; que
    el pectoral que pende de su pecho representa la victoria de las
    virtudes sobre las pasiones; si uno de éstos, digo,
    meditase sobre todo ello, ¿no viviría lleno de
    tristeza e inquietud? Pero nuestros prelados de hoy tienen
    bastante con ser pastores de sí mismos y confían el
    cuidado de sus ovejas o a Cristo, o a los frailes y vicarios. No
    recuerdan que la palabra «obispo» quiere decir,
    trabajo, vigilancia y solicitud. Sólo si se trata de coger
    dinero se
    sienten verdaderamente obispos y no se les embota la
    vista".

    Refiriéndose a los Papas, primero describe como
    deberían ser: "Si los Sumos Pontífices, que hacen
    las veces de Cristo en la Tierra se
    esforzaran en imitar su vida, su pobreza,
    trabajos, doctrina, su cruz y desprecio del mundo …"; luego nos
    muestra la realidad de la época, a través de
    párrafos como el siguiente: "Los Santísimos Padres
    en Cristo, vicarios suyos en la Tierra, a
    nadie apremian con más vigor que a quienes, tentados por
    Satanás, osan aminorar y menoscabar el patrimonio de
    San Pedro, pues aunque este Apóstol dijo en el Evangelio:
    «Todo lo hemos dejado para seguirte», se
    reúnen bajo el nombre de Patrimonio de San Pedro tierras,
    ciudades, tributos y
    señoríos. Encendidos de amor a Cristo, combaten con
    el fuego y con el hierro, no sin
    derramar sangre cristiana
    a mares, entendiendo que así defienden
    apostólicamente a la Iglesia, esposa de Cristo, cuando han
    exterminado sin piedad a los que llaman sus enemigos.
    ¡Cómo si hubiese peores enemigos de la Iglesia que
    esos pontífices impíos que con su silencio
    coadyuvan a abolir a Cristo, en tanto que alcahuetean con su
    ley, la
    adulteran con caprichosas interpretaciones y le crucifican con su
    conducta infame! Pero aduciendo que la Iglesia cristiana fue
    fundada con sangre, cimentada con sangre y con sangre
    engrandecida, resuélvanlo todo a punta de espada, como si
    no estuviera Cristo para proteger a los suyos, según es,
    propio de Él…"

    En resumen, considera que, adondequiera que vuelvas los
    ojos, entre pontífices, príncipes, jueces,
    magistrados, amigos, enemigos, mayores o menores, todos se
    desviven por los bienes
    materiales.

    Posteriormente, se explaya buscando en las Sagradas
    Escrituras, todos los pasajes en los que, sostiene, se alude a
    ella. Y no pierde la oportunidad de hacer notar que cada quien
    las interpretaba a su conveniencia. Realiza a la vez, una
    comparación con aquellos primeros fundadores de la
    Religión, a quienes reconoce como gente de extrema
    simplicidad y enemigos encarnizados de las letras.

    Nos define a los creyentes como aquellos que deben tomar
    ejemplo de la muerte de Cristo, e imitarla de manera tal que se
    domen, se extingan y sepulten sus pasiones para resucitar con
    Él a una nueva vida, donde se unirán a Cristo y a
    todos los hermanos. Y por contraposición define al vulgo,
    como aquellos que creen que el sacrificio de la Misa consiste
    sólo en plantarse ante el altar lo más
    próximo posible al sacerdote, escuchar a los que cantan y
    contemplar las ceremonias.

    Sostiene de este modo que las diferencias entre devotos
    y vulgo es tan grande, como la que existe entre el cielo y la
    tierra.

    Este gran discurso,
    termina con las siguientes palabras pronunciadas por su majestad,
    la estulticia: "Pero noto que me he olvidado de que estoy
    traspasando los límites
    convenientes. Si alguien considera que he hablado con demasiada
    pedantería o locuacidad, pensad que lo he hecho no
    sólo como Estulticia, sino como mujer. Recordad,
    además, el proverbio griego que dice: «Los locos a
    veces dicen la verdad», a menos que penséis que este
    refrán no reza con las mujeres. Veo que estáis
    aguardando el epílogo; pero os erráis si
    imagináis que me acuerdo de una sola palabra de todo este
    fárrago que acabo de soltar… Vaya este adagio antiguo:
    «No me gusta el convidado que tiene buena memoria.» Y
    yo invento éste:«Detesto al oyente que se acuerda de
    todo.» Por todo ello, ¡salud, celebérrimos
    devotos de la Sandez, aplaudid, vivid y bebed!

    TOMAS
    MORO

    Su Biografía

    Estadista y escritor Ingles, fue un ejemplo del
    humanismo renacentista de su época. El humanismo
    renacentista iniciado por Enrique VII y heredado por Enrique
    VIII, que pondría a Inglaterra, en el camino del
    renacimiento, el mismo que un siglo antes se iniciara en
    Italia.

    Nació en Londres el 7 de Febrero de 1478, y muy
    joven estuvo al servicio del
    Arzobispo Juan Morton de Canterbury, luego se formó en la
    Universidad de Oxford. En esa, estrechó lazos con dos
    nombres ilustres, que junto con él encabezaron el movimiento
    humanístico Ingles; ellos fueron John Colet y Desiderio
    Erasmo de Rotterdam.

    Estudió derecho al salir de ella, pero sus
    mayores intereses y esfuerzo estaban dirigidos a la ciencia, la
    literatura y la
    teología, dedicando mucho de su tiempo al estudio de la
    literatura griega y latina.

    En el 1499 decidió ser monje de la orden de los
    Cartujos, en Londres, pero, cuatro años mas tarde
    abandonó esa idea.

    Ya en 1504, ingresó al Parlamento, siendo una de
    sus primeras actuaciones, el pedido de la disminución de
    la asignación del Rey Enrique VII. En un acto de venganza
    el Rey encarceló a su padre, por este suceso Moro
    dejó la vida pública.

    En 1505 se casa con Juana Colt, con la que tiene cuatro
    hijos. Y en 1509, a la muerte del Rey Enrique VII, regresa a la
    vida pública, siendo nombrado, en el 1510, representante
    de la Corona.

    En el año 1511 fallece su esposa Juana, y conoce
    a Alicia Middleton, viuda, con una hija, y se casa en segundas
    nupcias con ésta.

    Fue, en sus matrimonios, un Padre ejemplar y devoto
    esposo; supo trasmitir a su familia la fe cristiana, y estuvo
    profundamente comprometido en la educación
    religiosa de sus hijos. Abrió su casa, a todos lo que
    buscaban la verdad o su propia vocación, dando el ejemplo
    con su familia, y dedicando mucho tiempo a la oración en
    común.

    En el 1516, no dejando su inquieta pluma y dominando el
    latín como si esta fuera su lengua madre, escribe una de
    sus obras mas renombradas, "Utopía".

    En 1521 le fue concedido el título de Sir, y en
    1523 fue nombrado presidente de la Cámara de los Comunes.
    Ocupó varios cargos gubernamentales: fue miembro del
    Parlamento, y funcionario diplomático en importantes
    misiones en el extranjero, magistrado y Lord Canciller sucediendo
    al Cardenal Wosley en el año 1529. Fue asimismo un
    católico acérrimo, interviniendo en encendidas
    disputas contra los "herejes" protestantes de esa
    época.

    No dejando la pluma, a pesar de sus responsabilidades,
    escribió obras como: "Historia de Ricardo III" y
    "La suplicación de las almas".

    Durante ese período, el Rey convirtió a
    Moro en uno de sus favoritos y con frecuencia requería de
    su compañía, para mantener con el, largas charlas
    filosóficas. A pesar de esto, en el 1532, siendo amigo
    personal del Rey Enrique VIII, su suerte cambió cuando
    rehusó apoyar la petición de Enrique para
    divorciarse de Catalina de Aragón. Su fe hizo que se
    negara a sancionar cualquier desafío a la autoridad Papal,
    y renunció, retirándose nuevamente, de la vida
    pública. El Rey, ofendido, lo encarceló en la Torre
    de Londres en el año 1534 y lo juzgó por negarse a
    prestar juramento al Acta de Supremacía, que
    reconocía al Rey como autoridad suprema de la Iglesia
    Anglicana, por sobre la autoridad suprema del Papa; por esta
    negativa, fue decapitado en Londres el 6 de julio 1535, como
    traidor.

    A Moro se lo reconoce por su obra "Utopía",
    siendo esta, un relato satírico de la vida en una isla de
    ficción. Donde, los intereses de los individuos se
    encuentran subordinados a los de la sociedad como conjunto, todos
    sus habitantes deben trabajar, se practica la enseñanza universal y la tolerancia
    religiosa, y la tierra pertenece a todos. Estas condiciones son
    comparadas con las de la sociedad Inglesa, con una sustancial
    desventaja para ésta última.

    Pasados los siglos, en Inglaterra fueron mermando las
    presiones, y en 1850 fue reestablecida la jerarquía
    Católica. Así, Tomás Moro, pudo ser
    beatificado por el Papa León XIII en 1886, y luego
    canonizado en 1935 por el Papa Pío XI.

    En respuesta a la solicitud de varios jefes de Gobierno y
    Estado, de
    numerosos exponentes Políticos, sumado a algunas
    conferencias Episcopales y Obispos en forma individual, quienes
    dirigieron peticiones a Su Santidad, para que fuera nombrado
    Patrono de los Gobernantes y de los Políticos, el 31 de
    Octubre de 2000, fue santificado por el Papa Juan Pablo
    II.

    HUMANISMO

    Utopía: Lugar que no existe. Teoría
    fundada en la justicia y la
    bondad pero de imposible realización. La obra
    "Utopía" es una novela política, donde el
    autor plasma ideas filosóficas y políticas.
    Describe una República ideal e imaginaria regida por
    sabias leyes, que
    aseguran a todos sus habitantes un mínimo de felicidad a
    cambio de su trabajo. Este modelo se
    opone a los males de la sociedad de su tiempo.

    Es una novela política, cuadro idealista, de un
    Estado democrático. Estos ideales están
    reñidos con la naturaleza real del hombre y de la cosas.
    Es su propósito lograr una sociedad justa, regida por los
    máximos principios de la
    libertad,
    bienestar y solidaridad
    humana.

    Los principios que rigen esta obra son los de la
    razón y la igualdad.
    Presenta una sociedad ideal, donde se elimina la codicia y la
    propiedad
    privada.

    Es una obra modelo de la época del pensamiento
    humanista. Su autor, Tomas Moro, fue Canciller durante el reinado
    de Enrique VIII, por lo cual, es un gran conocedor de la
    organización inglesa.

    Una vez realizada y redactada la obra fue enviada a
    Peter Giles con el propósito de que sea revisada y
    editada. Tomas Moro hace en el inicio, una especie de carta
    introductoria a Giles explicándole acerca de algunas dudas
    e inquietudes.

    LIBRO I

    La primera parte, titulada La Relación de Rafael
    Hythloday con Moro, se refiere al mejor estado de una
    república.

    Dado que había surgido un conflicto
    entre Enrique VIII de Inglaterra y Carlos I de España, se
    envía una comitiva a Flandes con la intención de
    conciliación y por una decisión final sobre el
    tema.

    En Amberes, Moro encuentra Peter Giles, quien le
    presenta a Rafael Hythloday, hombre de buena reputación,
    honrado, bien instruido, sincero. Hombre experimentado en
    viajes por el
    mundo y un filósofo estudioso del griego y su cultura.
    Renunció a sus propiedades y su tranquilidad, para viajar
    con Américo Vespucio por el mundo.

    En un diálogo
    con Moro le relata de tierras lejanas, de leyes justas y buenas,
    de las que las otras naciones debían tomar ejemplo. Ante
    tanta experiencia se le invita a unirse a la corte de
    algún Rey, con el objeto de ser útil con sus
    consejos. A esto, él contesta que prefiere su libertad a
    vivir esclavo de un Rey. Fundamenta su decisión, diciendo
    que ni los reyes, ni los que lo rodean, valoran los consejos de
    ningún sabio, por que están más interesados
    en guerras y
    hazañas caballerescas y en sus propias
    comodidades.

    El espíritu de la injusticia por un lado, y de la
    justicia por el otro aparecen claramente explicados por Rafael.
    Continúa diciendo que la injusticia podría evitarse
    creando medios para
    que los ciudadanos puedan ganarse la vida mediante el trabajo
    manual y la
    agricultura.

    El aboga en defensa del ciudadano, comentando que son
    los señores los que los convierten en malhechores,
    encarcelándolos o pagándoles con la muerte. Critica
    a los que se creen servidores de la
    República. Al Rey, a los caballeros sirvientes,
    señores quienes se creen sabios y solo oprimen a los
    trabajadores con sus leyes injustas.

    Alude a Inglaterra y Francia,
    diciendo que allí, los hombres de guerra son ociosos
    mercenarios, a quienes se les da más importancia,
    simplemente porque conservan la paz o mejor hacen la guerra; para
    lo cual, los gobernantes, tratando de mantenerlos ocupados, les
    improvisan guerras convirtiéndolos en asesinos; pero
    cuando vienen de la guerra inútiles, inválidos y
    enfermos los expulsan y pasan a ser pobres. Aparecen los
    caballeros "justos", que se creen justos, pero mediante fraudes y
    artimañas les usurpan las tierras a los colonos y todo
    cuanto tienen, empujándolos a la condición de
    mendigos y ladrones para luego ser encarcelados o pagar con la
    muerte.

    La ambición, la irrazonable codicia y el materialismo, la
    lujuria y la glotonería, de esta clase de poderosos
    señores, solo llevan a la extrema condición de baja
    moral (juegos,
    fiestas, prostitución, etc.).

    Después de una extensa crítica a los
    poderosos, con los que no comparte sus acciones,
    sugiere soluciones
    para evitar los excesos. No dejar que los ricos manejen con su
    monopolio el
    mercado. Combatir
    la ociosidad que lleva a la mendicidad, creando leyes justas y
    fuentes de
    trabajo.

    No es que el robo deba escapar del castigo, sino que no
    es justo ni legal perder la vida por dinero, la vida está
    por encima de todo. El asesinar a un hombre por dinero no es
    menos punitorio que el apoderarse de dinero por
    hambre.

    Los poderosos manejan la muerte aunque Dios diga: "no
    mataras". El hombre le pone límite a este mandato,
    permitiendo matar mediante leyes que contemplan este castigo ante
    el delito. Lo mismo,
    cree, debería establecer la constitución, es decir, en que medida los
    actos inmorales puedan ser legales.

    La ley de Moisés es un modelo, de como se
    castigaba el robo sin acudir a la muerte. Devolvían
    el dinero
    robado, por medio de la restitución.

    Otras Repúblicas, también, castigaban
    dando oportunidades de vida. Les daban trabajo a cambio de comida
    y otras actividades, restringiéndoles la libertad. Este
    sistema de
    respeto por la vida, darles oportunidades, hacerles entender el
    valor de la libertad a los delincuentes, debería ser
    tomado como ejemplo por Inglaterra y Francia y las demás
    Repúblicas.

    Nuevamente se le invita a Rafael a ser un consejero en
    las cortes de los reyes. El está de acuerdo en que se debe
    escuchar el concejo de un filósofo, ya que para tener una
    república feliz, es importante escucharlos o los
    gobernantes deberían estudiar filosofía. De esta
    manera habría reyes sabios y no corruptos, de otra manera,
    se usaran artimañas para alcanzar la paz y el progreso.
    Los actos de presión,
    hacen que el pueblo no se rebele. Someten por el miedo con leyes
    injustas. Para estos gobernantes, la paz consiste en la pobreza del
    pueblo, y aconseja Rafael, que el Rey que actúa
    así, mejor seria que renunciara.

    Menciona que en la República de Platón y
    en Utopía hay paz, la verdadera, porque todas las cosas
    son en común, porque las leyes son pocas y bien aplicadas.
    Insiste en que las ciudades deben tomar ejemplo. Le gusta decir
    la verdad aunque sea desagradable, así como Cristo dijo la
    verdad y lo hizo públicamente.

    Las costumbres, los decretos pestilentes en las otras
    ciudades corrompieron la justicia y el estado. Donde el dinero es
    el interés de los que gobiernan, no se puede gobernar con
    justicia y prosperidad para todos. Allí, la riqueza es
    para unos pocos, mientras el resto sufre miseria. No cree que la
    riqueza privada sea conveniente.

    Ejemplifica a Utopía, donde hay pocas leyes y
    gran virtud, tiene abundancia por que todo es común.
    Mientras halla un solo hombre, dueño absoluto de lo suyo,
    habrá injusticia y pobreza. Por otro lado donde hay orden,
    organización, bien común, trabajo,
    estudio y dedicación, habrá prosperidad justicia y
    paz

    LIBRO II

    Referido a la mejor República. En primer lugar,
    hace referencia a las características de la Isla
    Utopía.

    El rey de Utopía, guía al pueblo que era
    salvaje, a la perfección en las costumbres, humanamente y
    civilizándolos. Esta isla está constituida por
    ciudades – estado; donde existen granjas, y donde hay un jefe
    llamado filarca (cabeza de tribu).

    A los miembros de la ciudad se los prepara e instruye
    para las tareas del campo. Para que no se produzca escasez de los
    productos por
    falta de conocimiento en el tema. (se practica la
    incubación artificial); lo producido, cuando no es usado
    se reparte entre los vecinos.

    El estado provee los elementos necesarios para la
    producción sin costo
    alguno.

    La ciudad más importante es Amaurota, ya que
    allí reside el consejo de los magistrados. Se eligen
    anualmente los sifograntes (filarcas), estos a su vez, con voto
    secreto, eligen al príncipe, el cual es vitalicio siempre
    que no sea sospechoso de tiranía. Además, los
    cargos son anuales, y el consejo es el encargado del bien
    común y de dar los resultados de los comicios, luego de
    ser tratados durante
    tres días. Esto se hacía con el fin, de evitar la
    tiranía de los gobernantes.

    DE LAS CIENCIAS, ARTES Y
    OCUPACIONES

    La ciencia común a todos es la agricultura, que
    es practicada por todos (hombres y mujeres), para ello se
    preparan desde niños en las escuelas y los campos.
    Además de la agricultura, se practican otras ciencias como
    tejer, carpintería, albañilería,
    herrería. La función de
    los sifograntes es velar para que los hombres trabajen cada uno
    en su arte; también hay un espacio para la música y
    la reflexión.

    Si bien en esta isla no se cumple con las horas de
    trabajo, porque la provisión de las cosas no falta. Se
    pregunta: ¿Cuanto de ocioso tiene la vida de los
    sacerdotes y religiosos?

    También, incluye a los latifundistas, a los que
    llama gentiles, hombres y nobles. Y pone de manifiesto que en la
    isla Utopía todos trabajan en cosas productivas y no
    inútiles, como en otros lugares, de modo tal, que lo que
    se produce es suficiente para la subsistencia, la comodidad y el
    placer.

    Los únicos exentos del trabajo, son,
    además de los sifograntes, los que el pueblo, aconsejado
    por los sacerdotes y los sifograntes, ha elegido para concederles
    una dispensa perpetua del trabajo, para que se dediquen con toda
    tranquilidad al estudio. Estos, deberán responder a la
    confianza depositada, caso contrario, volverá al estamento
    de los artesanos. A veces, se dan casos contrarios, entre estos
    estudiosos se eligen los sacerdotes, embajadores y hasta el
    príncipe.

    DE SU
    VIDA Y RELACIONES MUTUAS

    La ciudad esta compuesta por familias, y a éstas,
    a su vez, la componen los parientes, las mujeres al casarse, van
    a la casa de su marido, no así los varones que siguen en
    su casa y el jefe es el más anciano. En la ciudad se
    establece el número de habitantes que debe mantener, como
    así también, el número de hijos que puede
    mantener una familia, la relación de los
    ciudadanos.

    El mayor gobierno de la familia.
    Las esposas: dependen de sus maridos; los hijos: dependen de los
    padres; los más jóvenes de los mayores.

    La ciudad esta dividida en cuatro partes o barrios.
    Barrios – centro = mercado de productos, allí la familia
    encuentra todo lo que necesita y lo lleva gratuitamente por que
    todo abunda. También existen en estos lugares una limpieza
    exagerada.

    A la hora de la alimentación, los
    primeros son los hospitales, que son tan amplios, aparentando ser
    otras ciudades. Y están muy bien dotados de todo lo
    necesario. Todos acuden a comer en salas preparadas por esclavos,
    de las comidas se encargan las mujeres por turno.

    Los habitantes de las islas tenían restricciones
    para los viajes, y podían ser castigados, como fugitivos o
    desertores y castigarlos con la esclavitud. No
    existen en la ciudad lugares malos, de modo que todos los hombres
    sanos se dediquen al trabajo y de esa manera no existan hombre
    pobres o necesitados.

    El Estado es considerado una gran familia, donde se
    protegen unos a otros. En este país, su tesoro para casos
    de guerra y para contratar soldados extranjeros.

    Los utopienses detestaban la suntuosidad y la
    ostentación, y criticaban a quienes lo eran y los
    despreciaban, por ejemplo a los embajadores que soberbios y
    orgullosos, exponían todo su oro.

    La filosofía de las costumbres y la moral,
    plantea la discusión de las cualidades del alma, la
    razón, la virtud, pero principalmente la felicidad del
    hombre y debemos agregar estos principios de la
    religión:

    • El alma es inmortal y destinada a ser
      perfecta.
    • Premiar las buenas acciones y castigar las
      malas.
    • La felicidad no es el placer.

    La virtud es definida como una vida ordenada
    según la naturaleza, y los hombres son orientados por
    Dios. Se considera injusticia, el hecho de que un hombre trate de
    impedir a otro que sea feliz.

    Dios recompensa a quienes han regalado placer. Los
    Utopienses, consideran como algo bajo y vil, el hecho de que el
    más fuerte oprima o destruya al más débil
    por placer. Podemos diferenciar dos clases de placeres: del alma
    y del cuerpo.

    Placeres del Alma la Inteligencia y los buenos
    recuerdo.

    Placeres del cuerpo la sensibilidad y el estar sano
    (verdadero placer).

    La razón humana, considera verdadero lo de la
    virtud y el placer.

    La gente de Utopía era trabajadora y estudiosa.
    Tenían gran interés en aprender el latín y
    lo hicieron muy rápido. Así, pudieron leer las
    obras de Platón, Aristóteles, Plutarco, Homero,
    Aristófanes, Heródoto y otros.

    DE
    LOS ESCLAVOS ENFERMOS, MATRIMONIOS Y OTRAS
    MATERIAS

    Son esclavos en Utopía, los que fueron castigados
    a serlo por haber cometido delitos, o
    quienes han sido condenados a muerte por delitos graves en otras
    ciudades, de esta clase hay muchos en la isla. Estos, trabajan
    continuamente y están encadenados. A los otros, de la
    isla, los tratan con mayor severidad, por considerarlos casos
    perdidos. Hay otro tipo de esclavos, el que elige por voluntad
    propia serlo, debido a la mala situación en la que
    vivían en otras ciudades, a estos se los trata de la misma
    manera que a los ciudadanos, salvo que deben trabajar más.
    Si alguno de estos esclavos decide irse, no hay resistencia a
    ello y nunca dejan que se marche con las manos
    vacías.

    En cuanto a los enfermos, los Utopienses cuidan de
    ellos, con afecto y total dedicación para devolverles la
    salud. En caso de enfermedades dolorosas o incurables, los
    sacerdotes y los magistrados, inducen a estos a, que viendo que
    no hay posibilidad de mejoría y vivir es una tortura, no
    se rehúsen a morir, explicándoles, que obrando
    así, dejan esta vida siendo hombres virtuosos. Una vez
    convencidos terminan con su vida voluntariamente de hambre, el
    que se suicida sin el consejo de los sacerdotes y magistrados, es
    considerado indigno de ser sepultado.

    En lo relativo al matrimonio, aquí no es solo
    disuelto por la muerte. Puede disolverse por adulterio o por
    costumbres intolerables que puedan ofender a algunas de las
    partes. De vez en cuando se divorcian, cuando ambos
    cónyuges no se pueden entender bien, con el consentimiento
    de los dos, se vuelven a casar. Pero el que terminara el
    matrimonio sin alegatos claros, es condenado a la
    esclavitud.

    No existe ley que castigue algún tipo de
    transgresiones, sino que el consejo decide el castigo
    según la gravedad del delito. Los más graves, son
    condenados a la esclavitud, ya que así, se consigue
    más provecho para la ciudad, con su trabajo que
    matándolos, lo que es un desperdicio de la mano de obra
    para los peores trabajos.

    Consideran a la burla como algo vergonzoso para quien se
    burla; en cuanto a la belleza, piensan que nunca está por
    sobre la humildad y la cualidades honestas de los
    hombres.

    Los habitantes viven amistosamente, los magistrados se
    comportan como padres de la comunidad y el
    príncipe, ni se distingue de los demás, ya que no
    viste como tal, solo se le reconoce por un pequeño haz de
    trigo que lo precede; lo mismo sucede con el obispo, quien al
    frente lleva un cirio de cera.

    Hay pocas leyes, por ser este un pueblo muy instruido y
    bien organizado. Están prohibidos los abogados y
    procuradores, pues consideran que es mejor que uno se
    defienda.

    Los Utopienses opinan que la construcción, o ruina de una
    República depende y se apoya en las costumbres de los
    gobernantes y magistrados.

    También, hablan de sus vecinos y los
    critican.

    En otros pueblos esta costumbre de comprar y vender es
    desaprobada, como un acto cruel propio de una mente baja y
    cobarde, pero ellos se consideran muy dignos de alabanza, porque
    como hombres prudentes resuelven por esos medios grandes guerras,
    sin una batalla ni escaramuza. Pues, no se compadecen menos de la
    clase baja y común de sus enemigos, que los suyos saben
    que son obligados y arrastrados a la guerra contra su
    voluntad.

    Este pueblo está a quinientas millas de
    Utopía hacia el este, son repulsivos, salvajes y fieros;
    viven en puestos agrestes y altas montañas, donde nacieron
    y se criaron. Son de fuerte constitución, capaces de
    aguantar y resistir calor,
    frío y trabajo; y desprecian todas las finuras delicadas y
    no se ocupan del trabajo y cultivo de las tierras toscas y rudas,
    tanto en la construcción de sus casas como en sus
    atavíos; no se dedican a nada bueno, únicamente a
    la cría y cuidado de ganado. La mayor parte de su vida
    consiste en robar y cazar.

    Han nacido solamente para la guerra, que buscan con
    interés y asiduidad, y cuando lo consiguen se alegran
    extraordinariamente. Salen de sus tierras en grandes bandadas y
    ofrecen sus servicios por poco dinero. Este, es el único
    oficio con el que se ganan la vida, luchan esforzada, fiera y
    fielmente. No se comprometen por un tiempo determinado, se
    alistan con la condición de que al día siguiente se
    unirán al bando contrario por unas pagas más
    elevadas, y al próximo día después de esto,
    estarán dispuestos de nuevo por un poco más de
    dinero.

    Pocas guerras hay por allí, en las que no haya un
    gran número de ellos, ocurre que parientes próximos
    que fueron alquilados juntos se trataban muy amistosa y
    familiarmente; tiempo después de hallarse separados se
    lanzan unos contra otros olvidando el parentesco y la amistad, se
    atraviesan sus espadas sin más motivos que el estar
    alquilados por príncipes enemigos, hasta tal punto, que se
    les inducirá a cambiar de bando por medio penique
    más. Rápidamente se han aficionado a la avaricia,
    pero por otra parte no les sirve de ningún provecho, pues
    lo que ganan luchando, lo gastan desenfrenada y miserablemente en
    juergas.

    Este pueblo lucha a favor de los utopienses porque ellos
    les dan mayores salarios que
    cualquier otra nación.
    Pues los utopienses de la misma manera que utilizan bien a los
    hombres buenos, se aprovechan de estos malos y viciosos con
    promesas de grandes recompensas, donde la mayor parte de ellos,
    nunca regresan para pedir sus premios. Pagan lealmente a los que
    quedan vivos, para que estén dispuestos a un peligro
    semejante otra vez.

    Los utopienses, creen que harían una
    acción muy buena a la humanidad, si pudieran liberarla de
    aquel cubil de gente sucia y apestosa, malvada y
    odiosa.

    Además de esto, utilizan a los soldados, y en
    último término, reclutan a sus propios
    súbditos; a uno de los cuales, de probado valor y destreza
    dan el mando y dirección de todo el ejército. A sus
    órdenes designan a dos o más, que mientras aquel
    está a salvo están en reserva y fuera del
    cargo.

    Eligen en cada ciudad como soldados, a los que se
    ofrecen como voluntarios pues no obligan a ningún hombre a
    la guerra contra su voluntad. Pero si se hace alguna guerra
    contra el propio país, entonces ponen a estos cobardes,
    mientras sean rudos.

    Como ninguno es llevado a la guerra fuera de sus
    fronteras contra su voluntad, no se prohíbe a las mujeres
    que quieran acompañar a sus maridos, y en el campo de
    batalla las esposas están al lado de sus maridos. Es un
    gran motivo de deshonra para el marido volver a casa sin su
    esposa, o viceversa, o el hijo sin su padre.

    Pues, así como ponen todos sus medios para evitar
    la necesidad de luchar, haciéndolo por medio de sus
    mercenarios; cuando no hay más remedio que luchar, ellos
    entonces, se lanzan con tanta valentía como prudencia
    pusieron antes, mientras podían evitarla. Tampoco son
    valerosos a la primera acometida, sino que poco a poco
    incrementan su fiero valor, con ánimos tan decididos, que
    morirían antes que retroceder una pulgada. Además,
    su conocimiento de caballería y hechos de armas les da
    confianza.

    Nunca estiman tanto su vida, ni tienen un valor tan
    excesivo por ella que ambicionan conservarla vergonzosamente,
    cuando el honor les exige abandonarla.

    Cuando la Batalla es más violenta y más
    fiera, un grupo de
    jóvenes, escogidos y selectos toman la responsabilidad con un ataque largo y continuo,
    ocupando las tropas de refresco el lugar de los hombres
    fatigados. Tampoco emprenden la caza y persecución de sus
    enemigos, de modo que, si todo su ejército es dispersado y
    vencido, salvo la retaguardia y con ésta alcanzan la
    victoria, prefieren dejar escapar a todos sus
    enemigos-

    Pues recuerdan, que ha ocurrido más de una vez,
    que sus enemigos animados por la victoria, han perseguido a los
    que huían salidos de la formación, y que
    proseguían la persecución confiados en su seguridad, lo que
    ha cambiado la suerte de la batalla, arrebatándoles de sus
    manos la segura e indudable victoria.

    DOCUMENTACIÓN

    CARTA APOSTÓLICA EN FORMA DE
    MOTU PROPIO

    PARA LA PROCLAMACIÓN DE SANTO TOMAS MORO COMO
    PATRONO DE LOS GOBERNANTES Y DE LOS
    POLÍTICOS

    JUAN PABLO II PONTÍFICE PARA LA
    PERPETUA MEMORIA

    1. Recientemente, algunos Jefes de Estado y de
      Gobierno, numerosos exponentes políticos, algunas
      Conferencias Episcopales y Obispos de forma individual, me
      han dirigido peticiones en favor de la proclamación de
      santo Tomás Moro como patrono de los gobernantes y de
      los políticos. Entre los firmantes de esta
      petición hay personalidades de diversa
      orientación política, cultural y religiosa,
      como expresión de vivo y difundido interés
      hacia el pensamiento y la conducta de este insigne hombre de
      gobierno.

    2. De la vida y del martirio de Santo Tomás Moro
      brota un mensaje que a través de los siglos habla a
      los hombres de todos los tiempos, de la inalienable dignidad
      de la conciencia
      la cual, como recuerda el Concilio Vaticano II, (es el
      núcleo más secreto y el sagrario del hombre, en
      el que está solo con Dios, cuya voz resuena en lo
      más íntimo de ella) (Gaudium et spes, 16).
      Cuando el hombre y la mujer escuchan la llamada de la verdad,
      entonces la conciencia orienta con seguridad sus actos hacia
      el bien. Precisamente por el testimonio, ofrecido hasta el
      derramamiento de su sangre, de la primacía de la
      verdad sobre el poder, Santo Tomás Moro es venerado
      como ejemplo imperecedero de coherencia moral. Y
      también fuera de la Iglesia, especialmente entre los
      que están llamados a dirigir los destinos de los
      pueblos, su figura es reconocida como fuente de
      inspiración para una política que tenga como
      fin supremo el servicio a la persona
      humana.

      Su sensibilidad religiosa lo llevó a buscar
      la virtud a través de una asidua práctica
      ascética: cultivó la amistad con los frailes
      menores observantes del convento de Greenwich y durante un
      tiempo se alojó en la cartuja de Londres, dos de los
      principales centros de fervor religioso del Reino.
      Sintiéndose llamado al matrimonio, a la vida familiar
      y al compromiso laical, se casó en 1505 con Juana
      Colt, de la cual tuvo cuatro hijos. Juana murió en
      1511 y Tomás se casó en segundas nupcias con
      Alicia Middleton,

      viuda con una hija. Fue durante toda su vida un
      marido y un padre cariñoso y fiel, profundamente
      comprometido en la educación religiosa, moral e
      intelectual de sus hijos. Su casa acogía yernos,
      nueras y nietos y estaba abierta a muchos jóvenes
      amigos en busca de la verdad o de la propia vocación.
      La vida de familia permitía, además, largo
      tiempo para la oración común y la «lectio
      divina», así como para sanas formas de recreo
      hogareño. Tomás asistía diariamente a
      misa en la iglesia parroquial, y las austeras penitencias que
      se imponía eran conocidas solamente por sus parientes
      más íntimos.

    3. Tomás Moro vivió una extraordinaria
      carrera política en su país. Nacido en Londres
      en 1478 en el seno de una respetable familia, entró
      desde joven al servicio del arzobispo de Canterbury Juan
      Morton, canciller del Reino. Prosiguió después
      los estudios de leyes en Oxford y Londres,
      interesándose también por amplios sectores de
      la cultura, de la teología y de la literatura
      clásica. Aprendió bien el griego y mantuvo
      relaciones de intercambio y amistad con importantes
      protagonistas de la cultura renacentista, entre ellos Erasmo
      Desiderio de Rótterdam.

      Estimado por todos por su indefectible integridad
      moral, la agudeza de su ingenio, su carácter alegre y simpático y su
      erudición extraordinaria, en 1529, en un momento de
      crisis
      política y económica del país, el rey le
      nombró canciller del Reino. Como primer laico en
      ocupar este cargo, Tomás afrontó un
      período extremadamente difícil,
      esforzándose en servir al rey y al país. Fiel a
      sus principios se empeñó en promover la
      justicia e impedir el influjo nocivo de quien buscaba los
      propios intereses en detrimento de los débiles. En
      1532, no queriendo dar su apoyo al proyecto de
      Enrique VIII que quería asumir el control
      sobre la Iglesia en Inglaterra, presentó su
      dimisión. Se retiró de la vida pública
      aceptando sufrir con su familia la pobreza y el abandono de
      muchos que, en la prueba, se mostraron falsos amigos.
      Constatada su gran firmeza en rechazar cualquier compromiso
      contra su propia conciencia, el Rey, en 1534, lo hizo
      encarcelar en la Torre de Londres dónde fue sometido a
      diversas formas de presión psicológica.
      Tomás Moro no se dejó vencer y rechazó
      prestar el juramento que se le pedía, porque ello
      hubiera supuesto la aceptación de una situación
      política y eclesiástica que preparaba el
      terreno a un despotismo sin control. Durante el proceso al
      que fue sometido, pronunció una apasionada
      apología de las propias convicciones sobre la
      indisolubilidad del matrimonio, el respeto del patrimonio
      jurídico inspirado en los
      valores cristianos y la libertad de la Iglesia ante el
      Estado. Condenado por el tribunal, fue decapitado.

      Con el paso de los siglos se atenuó la
      discriminación respecto a la Iglesia.
      En 1850 fue restablecida en Inglaterra la jerarquía
      católica. Así fue posible iniciar las causas de
      canonización de numerosos mártires.
      Tomás Moro, junto con otros 53 mártires, entre
      ellos el obispo Juan Fisher, fue beatificado por el Papa
      León XIII en 1886. Junto con el mismo obispo, fue
      canonizado después por Pío XI en 1935, con
      ocasión del IV centenario de su martirio.

    4. En 1504, bajo el rey Enrique VII, fue elegido por
      primera vez para el Parlamento. Enrique VIII le renovó
      el mandato en 1510 y lo nombró también
      representante de la Corona en la capital,
      abriéndole así una brillante carrera en la
      administración pública. En la
      década sucesiva, el rey lo envió en varias
      ocasiones para misiones diplomáticas y comerciales en
      Flandes y en el territorio de la actual Francia. Nombrado
      miembro del Consejo de la Corona, juez presidente de un
      tribunal importante, vicetesorero y caballero, en 1523
      llegó a ser portavoz, es decir, presidente de la
      Cámara de los Comunes.

      En este contexto es útil volver al ejemplo de
      santo Tomás Moro que se distinguió por la
      constante fidelidad a las autoridades y a las instituciones legítimas, precisamente
      porque en las mismas quería servir no al poder, sino
      al supremo ideal de la justicia. Su vida nos enseña
      que el gobierno es, antes que nada, ejercicio de virtudes.
      Convencido de este riguroso imperativo moral, el estadista
      inglés puso su actividad pública al servicio de
      la persona, especialmente si era débil o pobre;
      gestionó las controversias sociales con exquisito
      sentido de equidad; tuteló la familia y la
      defendió con gran empeño; promovió la
      educación integral de la juventud.
      El profundo desprendimiento de honores y riquezas, la
      humildad serena y jovial, el equilibrado conocimiento de la
      naturaleza humana y de la vanidad del éxito, así como la seguridad de
      juicio basada en la fe, le dieron aquella confiada fortaleza
      interior que lo sostuvo en las adversidades y frente a la
      muerte. Su santidad, que brilló en el martirio, se
      forjó a través de toda una vida entera de
      trabajo y de entrega a Dios y al prójimo.

      Refiriéndome a semejantes ejemplos de
      armonía entre la fe y las obras, en la
      Exhortación apostólica postsinodal
      "Christifideles laici" escribí "que la unidad de vida
      de los fieles laicos tiene una gran importancia. Ellos, en
      efecto, deben santificarse en la vida profesional ordinaria.
      Por tanto, para que puedan responder a su vocación,
      los fieles laicos deben considerar las actividades de la vida
      cotidiana como ocasión de unión con Dios y de
      cumplimiento de su voluntad, así como también
      de servicio a los demás hombres" (n. 17).

      Esta armonía entre lo natural y lo
      sobrenatural es tal vez el elemento que mejor define la
      personalidad del gran estadista inglés. Él
      vivió su intensa vida pública con sencilla
      humildad, caracterizada por el célebre "buen humor",
      incluso ante la muerte.

      Éste es el horizonte a donde le llevó
      su pasión por la verdad. El hombre no se puede separar
      de Dios, ni la política de la moral. Ésta es la
      luz que
      iluminó su conciencia. Como ya tuve ocasión de
      decir, "el hombre es criatura de Dios, y por esto los
      derechos
      humanos tienen su origen en Él, se basan en el
      designio de la creación y se enmarcan en el plan de la
      Redención. Podría decirse, con expresión
      atrevida, que los derechos del
      hombre son también derechos de Dios" (Discurso
      7.4.1998, 3).

      Y fue precisamente en la defensa de los derechos de
      la conciencia donde el ejemplo de Tomás Moro
      brilló con intensa luz. Se puede decir que él
      vivió de modo singular el valor de una conciencia
      moral que es "testimonio de Dios mismo, cuya voz y cuyo
      juicio penetran la intimidad del hombre hasta las
      raíces de su alma". (Enc. "Veritatis splendor", 58).
      Aunque, por lo que se refiere a su acción contra los
      herejes, sufrió los límites de la cultura de su
      tiempo.

      El Concilio Ecuménico Vaticano II, en la
      Constitución "Gaudium et spes", señala
      cómo en el mundo contemporáneo está
      creciendo "la conciencia de la excelsa dignidad que
      corresponde a la persona humana, ya que está por
      encima de todas las cosas, y sus derechos y deberes son
      universales e inviolables" (n.26). La historia de santo
      Tomás Moro ilustra con claridad una verdad fundamental
      de la ética
      política. En efecto, la defensa de la libertad de la
      Iglesia frente a indebidas injerencias del Estado es, al
      mismo tiempo, defensa, en nombre de la primacía de la
      conciencia, de la libertad de la persona frente al poder
      político. En esto reside el principio fundamental de
      todo orden civil de acuerdo con la naturaleza del
      hombre.

    5. Son muchas las razones a favor de la
      proclamación de santo Tomás Moro como patrono de
      los gobernantes y de los políticos. Entre éstas,
      la necesidad que siente el mundo político y
      administrativo de modelos
      creíbles, que muestren el camino de la verdad en un
      momento histórico en el que se multiplican arduos
      desafíos y graves responsabilidades. En efecto,
      fenómenos económicos muy innovadores están
      hoy modificando las estructuras
      sociales. Por otra parte, las conquistas científicas en
      el sector de las biotecnologías agudizan la exigencia de
      defender la vida humana en todas sus expresiones, mientras las
      promesas de una nueva sociedad, propuestas con buenos
      resultados a una opinión pública desorientada,
      exigen con urgencia opciones políticas claras en favor
      de la familia, de los jóvenes, de los ancianos y de los
      marginados.
    6. Confío, por tanto, que la elevación de
      la eximia figura de santo Tomás Moro como patrono de los
      gobernantes y de los políticos ayude al bien de la
      sociedad. Ésta es, además, una iniciativa en
      plena sintonía con el espíritu del Gran Jubileo
      que nos introduce en el tercer milenio cristiano.

    Por tanto, después de una madura
    consideración, acogiendo complacido las peticiones
    recibidas, constituyo y declaro patrono de los gobernantes y de
    los políticos a Santo Tomás Moro, concediendo que
    le vengan otorgados todos los honores y privilegios
    litúrgicos que corresponden, según el derecho, a
    los patronos de categorías de personas.

    Sea bendito y glorificado Jesucristo, Redentor del
    hombre, ayer, hoy y siempre.

    Roma, junto a San Pedro, el día 31 de octubre de
    2000, vigésimo tercero de mi Pontificado. IOANNES PAULUS
    PP.II

    CONCLUSIÓN

    Como podemos observar, el Humanismo es el núcleo
    ideológico del renacimiento y lo podemos definir como una
    nueva cultura, surgiendo este, en el siglo XV.

    Esto fue posible, gracias a hombres con una
    visión muy clara, que hicieron de sus ideales
    éticos, la base fundamental de sus vidas.

    Ellos dejan ver a través de sus actos, su
    preocupación por la familia y la sociedad misma, no
    importando su posición social, ya que la historia nos
    muestra el triste fin que tuvieron, en manos del poder
    político y religioso que no pudo doblegar sus ideales y
    principios, siendo uno ajusticiado por el monarca y el otro
    perseguido por la Iglesia.

    Como podemos ver, Tomas Moro, hombre de familia y con
    claras ideas Políticas enfrentó el poder de la
    Monarquía absolutista Inglesa que imperaba
    en ese momento y no dudó en poner en juego su vida, por
    sus principios éticos y su fe cristiana.
    Demostrándonos, no solo su valentía como hombre,
    sino la inquebrantable fe en sus principios.

    Así también, Erasmo, firmemente apoyado en
    sus ideales, no dudó en enfrentar, abiertamente y
    colocando su propia vida en riesgo, a la
    Iglesia misma. La que corrompida por el poder y los hombres, y
    apoyándose en su arma más temida, la
    inquisición misma, utilizó la fuerza y la
    barbarie para acallar cualquier voz que se levantara en su
    contra.

    Ambos, demostrando sus profundas convicciones
    éticas y religiosas, más allá de las
    presiones o amenazas y nunca claudicando, nos dejaron sus
    enseñanzas. Podemos servirnos de éstas, como
    ejemplo, para forjar una personalidad
    cuyos valores y
    principios éticos y políticos, puedan redundar en
    beneficio de la sociedad en la que nos toca vivir.

    No debemos olvidar, que el humanismo renacentista
    está centrado en el hombre (antropocéntrico),
    teniendo como finalidad al hombre (antropotélico), siendo
    los puntos más importantes que desarrolla esta nueva
    cultura, el hombre y su libertad, la relación del
    individuo con Dios, con el mundo y con la naturaleza.

    Así, el renacimiento se va a destacar por la
    libre interpretación de la Biblia, ilustrando con
    claridad, una verdad fundamental de la ética
    política y de la libertad de la persona frente al poder
    político.

    FUENTES CONSULTADAS

    1. Moro, Tomás: "Utopía" –
      Hyspanoamérica Ediciones Argentina S.A.-
      España – 1984.-
    2. Roucek, Joseph. S.: Antología del Pensamiento
      Político – Editorial Freterna.-
    3. Diccionario de la Lengua Española –
      Océano – México – 1990.-
    4. Biblioteca de la Santa Sede – Vía Internet.-
    5. Diccionario Consultor Político.- Librograf
      Editora S.R.L. Argentina – 1992.-
    6. Erasmo, Desiderio: "Elogio de la Locura"
    7. Biblioteca del Vaticano: Carta Apostólica en
      forma de mutuo propio, para la proclamación de Santo
      Tomás Moro como Patrono de los Gobernantes y los
      Políticos – Vía Internet.-

      Editorial Cumbre S.A. – México –
      1980.-

    8. Pirenne, Jacques: "Historia
      Universal" – Tomo II – Siglos VII al XVI –
    9. Diccionario de Ciencias jurídicas,
      Políticas, Sociales y de Economía.- Ed.
      Universidad – 1996.-

     

     

     

    Autor:


    EDUARDO L. HAIEK,
    ESTUDIANTE DE CIENCIA POLITICA DE LA
    UNLAR

    ENVIADO POR
    Claudia Liliana Luna

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