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Aplicación del modelo de competencias




Enviado por ignaciofernandez



Partes: 1, 2

    Indice
    1.
    Introducción

    2. Del alineamiento organizacional al
    enfoque conductual

    3. La doble contingencia organizacional,
    relación entre persona y
    sistema.

    4.
    La obtención de resultados como condicionante
    organizacional.


    6. El Modelo de
    Competencias

    7. Impacto en el ciclo de gestión de
    recursos humanos.

    8. Selección de la
    muestra

    9. Conclusiones de la
    aplicación del modelo de competencias en empresas
    chilenas

    10. Consideraciones
    finales.

    11. Referencias

    1.
    Introducción

    El modelo de competencias ha tenido un auge
    importante en las empresas chilenas
    durante los últimos años. A diferencia de
    muchos enfoques generalistas tradicionales, este enfoque es
    eminentemente práctico y conductual, lo que lo hace
    altamente operativo y centrado directamente en los resultados del
    negocio a nivel de las personas, necesidad fundamental para
    cualquier empresa
    actual.
    El presente artículo recoge lo que ha sido nuestra
    experiencia de estos años en el ámbito de la
    asesoría a empresas en el diseño
    y la aplicación práctica del modelo de
    competencias.
    A continuación presentamos una revisión del modelo
    de competencias, partiendo desde sus fundamentos conceptuales
    más generales, su descripción como herramienta e impacto en
    la gestión
    de recursos
    humanos, pasando por la metodología práctica de su
    implementación y finalizando con algunas apreciaciones
    sobre su aplicación en empresas chilenas.

    2. Del alineamiento
    organizacional al enfoque conductual

    La organización como sistema
    decisional.
    Toda empresa u organización, en tanto es una
    estructuración de elementos organizados con alguna
    finalidad concreta, puede ser entendida como un sistema. Por tal
    razón, podemos aplicar el modelo de la teoría general
    de sistemas como un mecanismo descriptivo útil para
    poder
    analizarla.
    Lo que caracteriza el funcionamiento de una organización
    es la toma de
    decisiones coordinadas en pro de cierta finalidad particular,
    por lo que podemos decir que toda organización es un tipo
    especial de sistema, un sistema decisional. Dado que las
    decisiones son un tipo especial de comunicaciones, su existencia está
    condicionada a la presencia de personas que puedan generar dichas
    comunicaciones. De este modo, las personas conforman
    el soporte básico y el elemento más tangible de
    cualquier organización, por lo que no es casual que nos
    resulte más fácil comprender una
    organización como un sistema de personas más que
    como lo que realmente es: un sistema de decisiones
    (Rodríguez, 2001).
    Es importante hacer esta distinción puesto que el hecho de
    que una persona forme
    parte de la realidad física de una
    organización – interactuando con otras personas,
    usando herramientas y materiales u
    operando maquinaria y equipos dentro de ella – no garantiza que
    esté tomando decisiones adecuadas dentro de la lógica
    de sentido del sistema organizacional. En otras palabras,
    podrá ocupar un espacio pero sin estar cumpliendo en
    realidad una función ni
    formando parte del sistema organizacional.

    3. La doble contingencia
    organizacional, relación entre persona y
    sistema.

    Dado que toda organización se estructura en
    torno a un cierto
    propósito, las decisiones que la conforman deben poseer un
    sentido claro y específico de acuerdo a tal finalidad.
    Dicho sentido definirá criterios de validación que
    determinarán qué tipo de decisiones son aceptables
    y cuáles no, dentro del contexto
    organizacional.

    Cada organización definirá su propio
    criterio de validación, traduciéndose en una
    declaración de visión, misión,
    valores,
    normas y
    procedimientos
    particulares para cada una de ellas.
    El hecho de que una organización decida estructurarse en
    torno a ciertos criterios de validación específicos
    es una situación que podemos denominar "contingente", dado
    que perfectamente los criterios escogidos podrían haber
    sido otros cualquiera. No obstante, el efecto final será
    siempre el mismo: las personas deberán ajustar sus
    decisiones y comportamientos de acuerdo a los criterios
    establecidos si desean formar parte de la
    organización.

    Por otro lado, las personas poseen características que les son propias y que
    determinan su capacidad para actuar los
    comportamientos adecuados a los criterios de sentido de la
    organización. Esta también es una situación
    "contingente", ya que sus comportamientos también
    podrían ser otros. Lo relevante es que la
    organización deberá considerar esta "contingencia"
    a la hora de definir exigencias realistas, atraer y mantener a
    las personas y generar condiciones de ejecución,
    formación y desarrollo de
    los comportamientos adecuados para el cumplimiento de sus fines
    (Rodríguez, 1992).

    Debe haber sincronía entre los desempeños
    contingentes requeridos por la empresa y los
    desempeños conductuales reales de las personas. Si no hay
    alineamiento entre el sentido de la organización y las
    conductas laborales de las personas, se dificulta el logro de las
    metas y la viabilidad de largo plazo (Flannery, Hofrichter &
    Platten, 1997).
    La resolución de este problema de doble contingencia debe
    ser un proceso
    permanente si se requiere darle viabilidad a la
    organización a lo largo del tiempo.
    La capacidad adaptativa de la organización en un entorno
    de complejidad creciente
    De acuerdo a la lógica de la teoría de
    sistemas, toda organización participa y se relaciona
    con el entorno donde se encuentra inserta. Las
    características de esta relación con el entorno
    condicionan fuertemente la existencia del sistema mismo, por lo
    que debe existir una cierta correspondencia entre las
    características de entorno y el sistema para poder lograr
    su adaptación.
    Nuestro oído
    está estructuralmente determinado para poder captar
    sólo el sonido dentro de
    ciertas longitudes de onda, aunque el espectro de sonidos reales
    en el ambiente
    exceda con creces dicho margen. De igual forma, una
    organización sólo podrá captar del ambiente
    aquellos determinados aspectos que su definición
    estructural le permita. Muchos de estos pueden ser irrelevantes
    para el funcionamiento del sistema. Pero otros pueden ser – y de
    hecho lo son – fundamentales para su viabilidad, lo que obliga a
    la organización a tener que esforzarse por poder
    captarlos.

    Aunque la existencia de criterios de validación
    estables es una condición básica para lograr una
    adecuada integración al interior de cualquier
    organización, al mismo tiempo debe existir la suficiente
    flexibilidad en el sistema para poder diversificarse y adaptarse
    a los cambios del entorno (Rodríguez & Arnold,
    1992).
    Esta exigencia hoy en día es cada vez mayor, por el
    surgimiento de fenómenos en el entorno difíciles de
    asimilar por una estructura tradicional. La globalización económica, la apertura
    de mercados, la
    incorporación masiva de tecnología, el
    surgimiento de nuevas formas de intercambio económico y la
    mayor permeabilidad de los límites
    culturales nacionales, hacen que la complejidad del medio vaya en
    un aumento progresivo.
    El resultado es que las organizaciones
    cuya estructura no permite la flexibilidad y que gestionan con
    criterios rígidos están condenadas a desaparecer en
    el corto, o en el mejor de los casos, en el mediano plazo. Cada
    día más, las alternativas son adaptarse o
    desaparecer (Ridderstrale & Nordstrom, 2000).

    4. La obtención de
    resultados como condicionante organizacional.

    En este ambiente cada vez más dinámico,
    cambiante y de alta competitividad, el foco de cualquier
    organización debe estar en la eficacia y
    eficiencia en
    la obtención de sus resultados. Apostar a que los patrones
    tradicionales de funcionamiento vayan a generar un resultado
    visible a dos, tres o cinco años plazo, es a todas luces
    insuficiente.
    Ciclos de evolución en las empresas que hace algunas
    décadas podía tomar períodos de 5 o hasta 10
    años, en la actualidad los podemos ver en apenas 6 meses.
    El espectacular ascenso y caída de las "punto com" es un
    fenómeno que en otra época habría parecido
    inconcebible.
    Los cambios permanentes en el entorno incluso hacen poco
    recomendables las planificaciones quinquenales, tan tradicionales
    hasta hace pocos años. Hoy en día se llega a
    considerar que incluso un pronóstico de tres años a
    futuro, independientemente del tipo de negocio, es algo
    difícil de precisar con algún grado de certeza.
    En dicho contexto es donde deben desenvolverse las organizaciones
    actuales. Por lo tanto el énfasis debe estar en acotar lo
    más que se pueda los plazos para la planificación, en la obtención de
    resultados efectivos y medibles en el corto plazo y, en general,
    en un sentido de inmediatez y urgencia que debiera atravesar
    transversalmente a toda la organización, equilibrando en
    forma dinámica la necesidad de resultados de
    corto plazo con la viabilidad en el largo plazo (Ridderstrale
    & Nordstrom, 2000).

    Necesidad de un alineamiento estratégico entre el
    desempeño de las personas y las metas de la
    organización.
    Este gran dinamismo aumenta la importancia de resolver
    adecuadamente el problema de la doble contingencia
    organizacional. Si ya es complejo conseguir un buen ajuste de los
    comportamientos de los trabajadores con los criterios de sentido
    establecidos por la organización, cuánto más
    complejo resulta ser este proceso de adaptación permanente
    bajo las condiciones de un mercado que
    obliga a examinar, ajustar y flexibilizar dinámicamente
    dicho criterio de sentido.
    La mirada tradicional, que trata de resolver este problema por la
    vía de la clarificación de tareas, funciones y
    responsabilidades, hoy día se ha vuelto claramente
    insuficiente. Ya no basta con definir un conjunto de condiciones
    estáticas, susceptibles de ser administradas, que sirvan
    de nexo entre las metas estratégicas de la
    organización y el trabajo
    diario de los trabajadores. La fijación tayloriana de
    tareas y su asignación a cargos determinados está
    siendo progresivamente disfuncional.

    Lo que se requiere en la actualidad es algún
    mecanismo que ligue directamente los comportamientos con las
    metas, de manera que exista un ajuste permanente de las
    decisiones de los trabajadores de acuerdo a las necesidades
    reales que la organización está teniendo. De tal
    manera, cada acción emprendida por un trabajador
    estará contribuyendo de manera directa el éxito
    del negocio. Por tal razón, el alineamiento de los
    comportamientos de los trabajadores con las metas de la
    organización, deja de ser un problema sólo en el
    plano administrativo y se transforma en una necesidad
    de carácter
    estratégico (Becker, Huselid & Ulrich,
    2001).

    5. El enfoque conductual
    como respuesta natural a estas necesidades

    Dado que las organizaciones se mueven en un contexto que
    las obliga a ajustar sus metas y objetivos en
    forma permanente, complejizando el alineamiento
    estratégico entre desempeños y metas, se hace
    necesario derivar desde un modelo estático con
    énfasis en aspectos descriptivos generales de los cargos,
    hacia un modelo dinámico con énfasis en las
    conductas específicas que dan cuenta del cumplimiento de
    las responsabilidades del cargo y que son las que se requieren
    para el éxito del negocio (Spencer & Spencer,
    1993).

    El foco del aporte del empleado ya no es desde "tareas y
    funciones" sino desde responsabilidades, lo que implica atribuir
    un sentido organizacional al trabajo individual, hacer consciente
    la contribución personal al
    negocio, y consolidar una mirada de flexibilidad funcional en
    función de responsabilidades.
    En un contexto de alta competitividad, hay que luchar por crecer
    y desarrollarse para apenas mantenerse en el mismo lugar. Esto
    obliga a las organizaciones a aumentar la exigencia a sus
    trabajadores. Ya no basta con el cumplimiento de las tareas,
    funciones y responsabilidades propias del cargo. Es necesario
    aportar mucho más para poder generar valor y
    permitir a la organización sobrevivir en un entorno
    altamente competitivo (Kaplan & Norton, 2000).
    Por tal motivo, es insuficiente poner el énfasis en la
    obtención de niveles promedio en los desempeños de
    los trabajadores. Hay que poner el foco en los comportamientos
    concretos que realmente generan valor, aquellos que
    señalan el camino hacia la excelencia.
    Por otra parte, de poco sirve contar con personal de excelencia
    pero que no logre traducir su preparación en
    comportamientos concretos que beneficien a la
    organización. Esto es válido, aunque en el pasado
    haya conseguido demostrar dichos desempeños. La urgencia
    existe hoy, por lo que lo que verdaderamente importa es el aporte
    que, demostrablemente a través de sus conductas, el
    trabajador realiza en el presente. En este sentido, la
    "antigüedad" no asegura ni es predictor de un
    desempeño alineado y competente.

    Incluso los sistemas de
    control que permiten demostrar la existencia de los
    comportamientos adecuados, deberían estar basados en las
    observaciones de conductas concretas más que en criterios
    generales de apreciación global. De lo contrario se
    correría el riesgo de caer en
    serios problemas de
    validez y confiabilidad. De hecho, las tradicionales evaluaciones
    de desempeño están masivamente desprestigiadas por
    su subjetividad. En otras palabras, los evaluadores hacen juicios
    globales basados en factores generales y comunes, más que
    diseñar instrumentos que detallen las conductas exitosas
    específicas requeridas por la empresa. El rol del
    evaluador ya no es juzgar el desempeño sino identificar la
    presencia o ausencia de conductas.
    Esto nos lleva a enfatizar la importancia del enfoque conductual
    como estrategia
    pertinente para enfrentar los desafíos de las
    organizaciones en la actualidad. Dicho enfoque permite focalizar
    los esfuerzos en la identificación de cuáles son
    los mejores comportamientos para el éxito del negocio,
    más que en medir y controlar el funcionamiento diario de
    tareas de naturaleza
    común (Becker et al., 2001)

    6. El Modelo de
    Competencias

    Origen: énfasis en las conductas-clave para el
    desempeño excepcional
    Es propio de un enfoque tradicional tratar de definir a priori
    ciertos factores que deberían traducirse en
    comportamientos esperados. Pero por medio de este enfoque
    sólo podemos determinar en forma general un conjunto de
    conocimientos y habilidades que, teóricamente,
    deberían estar relacionados con un buen desempeño
    futuro.
    A diferencia de lo anterior, un enfoque conductual no se centra
    en relaciones genéricamente válidas entre factores
    y comportamientos. Por el contrario, el foco es de
    carácter más específico y concreto, ya
    que las condiciones en las que debe ser realizada cierta
    función pueden llegar a diferir bastante entre una
    organización y otra. Por lo tanto, de poco sirve conocer
    por ejemplo las relaciones que teóricamente existen entre
    la capacidad intelectual y la solución de problemas,
    cuando para poder resolver situaciones problemáticas en
    una organización en particular hay que lidiar
    también con consideraciones políticas,
    administrativas y financieras específicas de ella, las que
    pueden condicionar fuertemente su efectividad.
    Por otra parte, aunque resulta lógico por ejemplo mostrar
    cierto recelo de incorporar como jefe de producción en una empresa
    agroindustrial a un exitoso jefe de producción de empresas
    metalmecánicas, aduciendo que "no conoce el negocio"; es
    curioso constatar que no se utiliza un criterio similar cuando
    una empresa "familiar" decide la incorporación de un
    ejecutivo exitoso con larga trayectoria en empresas
    transnacionales y altamente "profesionalizadas". No es casual que
    dicho ejecutivo al poco tiempo se dé cuenta que no puede
    gestionar como estaba acostumbrado, perdiendo gran parte de su
    efectividad. Todo ello por no haberse considerado los factores de
    "especificidad" característicos de la
    organización.
    Utilizando un enfoque conductual, se pueden identificar aquellos
    comportamientos observados que demuestren ser "los mejores
    comportamientos esperados" en una realidad organizacional
    específica, y determinar cuáles son los factores
    causales que explican la existencia de dichos comportamientos. De
    tal forma, la generalidad y la aproximación conceptual dan
    paso a la especificidad y la concentración en las buenas
    prácticas desde la realidad, lo que se
    permite asegurar que, dadas esas condiciones particulares, si
    existen tales factores se tendrían que producir tales
    comportamientos (Lévy-Leboyer, 1997).
    En otras palabras, es la conducta laboral
    demostrada (experiencia) en cierto tipo de situaciones y
    mercados, el mejor predictor del desempeño, y por lo
    tanto, el mejor predictor de contribución al negocio a
    nivel de las personas (Araneda & Calderón,
    2001).

    Definición de competencia.
    Conceptualmente, una competencia es un conjunto de destrezas,
    habilidades, conocimientos, características conductuales y
    otros atributos, los que, correctamente combinados frente a una
    situación de trabajo, predicen un desempeño
    superior. Es aquello que distingue los rendimientos excepcionales
    de los normales y que se observa directamente a través de
    las conductas de cada ocupante en la ejecución cotidiana
    del cargo (Dalziel, Cubeiro & Fernández, 1996).
    La competencia se estructura en base a tres componentes
    fundamentales: el saber actuar, el querer actuar y el poder
    actuar (Le Boterf, 1996).
    El saber actuar es el conjunto de factores que definen la
    capacidad inherente que tiene la persona para poder efectuar las
    acciones
    definidas por la organización. Tiene que ver con su
    preparación técnica, sus estudios formales,
    el
    conocimiento y el buen manejo de sus recursos
    cognitivos puestos al servicio de
    sus responsabilidades. Este componente es el que más
    tradicionalmente se ha utilizado a la hora de definir la
    idoneidad de una persona para un puesto específico y
    permite contextualizar el énfasis que hacen muchas
    empresas en la capacitación de su personal.
    El querer actuar es otro componente fundamental de la
    competencia. Alude no sólo al factor de motivación
    de logro intrínseco a la persona, sino también a la
    condición más subjetiva y situacional que hace que
    el individuo decida efectivamente emprender una acción en
    concreto. Influyen fuertemente la percepción
    de sentido que tenga la acción para la persona, la
    imagen que se
    ha formado de sí misma respecto de su grado de
    efectividad, el reconocimiento por la acción y la
    confianza que posea para lograr llevarla a efecto.
    El tercer componente de la competencia, quizás el mas
    olvidado en la mirada tradicional, es el poder actuar. En muchas
    ocasiones la persona sabe cómo actuar y tiene lo deseos de
    hacerlo, pero las condiciones no existen para que realmente pueda
    efectuarla. Las condiciones del contexto así como los
    medios y
    recursos de los que disponga el individuo, condicionan
    fuertemente la efectividad en el ejercicio de sus funciones.
    Dado que la identificación de competencias debe ser
    específica para la organización en particular, es
    necesario identificar un conjunto de comportamientos reales y
    observados que correspondan a comportamientos "deseados" y
    probadamente exitosos y contributorios para la
    organización. Esto obliga a identificar personas que ya
    han demostrado por medio de sus acciones que poseen las
    "competencias" requeridas y tratar de identificar qué
    características poseen esas personas que las hacen ser
    diferentes del resto (Spencer & Spencer, 1993).

    Las técnicas
    de determinación de competencias son 5:

    • Entrevista de incidentes críticos.
    • Inventario de conductas exitosas.
    • Assessment de competencias.
    • Panel de expertos.
    • Focus group.

    De éstas, sólo son recomendables las 3
    primeras, por cuanto su foco es identificar las conductas reales,
    y desde esa base, conceptualizar competencias. La experiencia
    muestra que
    las técnicas de panel de expertos y focus group
    normalmente invierten esta dirección, definiendo conceptualmente lo
    deseable, lo que frecuentemente no se asocia directamente a las
    conductas exitosas reales del trabajo. Se debe garantizar la
    determinación de competencias desde la conducta laboral
    exitosa dentro de la empresa, en un momento del tiempo.
    De las técnicas que van desde lo conductual a lo
    conceptual, la más exhaustiva es la Entrevista
    de Incidentes Críticos para la identificación y
    levantamiento de las competencias. Dicha técnica
    está orientada a conocer en detalle las conductas
    efectivamente trabajadas por las personas en situaciones
    críticas de trabajo, tanto las positivas como las
    negativas. La base conceptual de ello es que es la conducta la
    que refleja el nivel de destreza y competencia de una persona, y
    no el concepto u
    opinión que la persona tenga sobre ésta.
    El objetivo de
    las entrevistas es
    identificar las habilidades y conductas claves y determinantes en
    la distinción entre desempeños normales y
    excepcionales. Es preguntarse qué conductas o
    comportamientos son distintivos para el éxito en el
    desempeño entre un ocupante de los cargos y otro. La
    orientación es pensar en las conductas reales y actuales,
    y no en las ideales o posibles (Spencer & Spencer,
    1993).

    La entrevista se
    estructura en dos partes:

    1. Preguntas estructuradas sobre eventos
      críticos de trabajo exitosos e inexitosos del
      entrevistado, enfatizando cómo se trabajó,
      quién estuvo involucrado y los resultados medibles y
      operacionalizables de la conducta. El objetivo es conocer el
      detalle de las conductas desempeñadas, y no lo que el
      entrevistado conceptualiza del incidente
      crítico.
    2. Presentar a cada entrevistado un set de las conductas
      claves de cada competencia, y solicitarle la elección y
      jerarquización de las mismas para el éxito de su
      trabajo. Aquí se apela a la conceptualización de
      cada entrevistado.

    Aunque por definición una competencia será
    específica para un cargo, en una organización en
    particular y en un momento en particular, se da que una misma
    competencia puede estar transversalmente presente en distintos
    cargos y niveles organizacionales, por lo que la mayor
    especificidad asociada al cargo está en cuál
    conducta da cuenta de la competencia. En otras palabras, una
    competencia se operacionaliza al traducirse en un esquema de
    niveles de conductas concretas, desde las conductas inexitosas a
    las exitosas. Así tenemos que, por ejemplo, la competencia
    de "orientación al cliente" puede
    aparecer como deseable en todos los niveles de una
    organización. Sin embargo en el caso de un administrativo
    podría responder al siguiente esquema conductual:
    "Mantener Comunicaciones Claras con el Cliente considerando las
    Expectativas Mutuas. Monitorear la satisfacción del
    cliente. Distribuir información útil para los clientes.
    Proporciona un servicio amistoso y alegre."
    mientras que para un Gerente
    Comercial podría adquirir este otro:
    "Usar una Perspectiva de Largo Plazo. Trabajar con una
    perspectiva de largo plazo al estudiar los problemas del cliente.
    Poder absorber los costos inmediatos
    a cambio de
    relaciones de largo plazo. Perseguir beneficios a largo plazo
    para el cliente. Poder iniciar acciones que crean éxitos
    visibles para un cliente y luego atribuir al cliente dichos
    éxitos."
    Esto permite que, finalmente, se elabore un Inventario de
    Competencias para la organización, donde no sólo
    figuran todas las competencias consideradas relevantes, sino que
    también se encuentran definidos distintos grados o niveles
    de conducta para cada una de ellas. Estos niveles
    están expresados en términos de conductas concretas
    , reales y observables, y permiten definir con precisión
    la presencia o ausencia de determinada competencia.

    En función de la siguiente escala
    de competencia y en el ejemplo recién visto, para el
    cargo Administrativo se plantearía un nivel de
    competencia A 2, mientras para el Gerente Comercial un
    nivel A 7. A continuación mostramos un ejemplo de
    parte de un inventario de competencias:

    Competencia de orientacion y servicio al
    cliente

    Nivel

    Descripción Conductual

    A. –3

    Expresa Expectativas Negativas respecto de los
    Clientes. Hace comentarios globales negativos acerca de los
    clientes, culpa a los clientes de los resultados negativos.
    Incluye comentarios racistas y sexistas respecto de los
    clientes.

    A. –2

    Expresa Falta de Claridad. No es claro con
    respecto a las necesidades del cliente y a los pormenores
    de su propia participación ("No estaba completamente
    seguro para
    qué era esta reunión", "Nunca supe
    exactamente que quería el cliente"), sin hacer algo
    para clarificar la situación.

    A. –1

    Se Centra en sus Propias Habilidades. Desea
    mostrarle hechos al cliente, o se centra en las habilidades
    propias o de la compañía más que en
    las necesidades del cliente.

    A. 0

    Entrega un Mínimo del Servicio Requerido.
    Da una respuesta inmediata e irreflexiva a las preguntas
    del cliente sin explorar las necesidades o problemas
    subyacentes o captar el contexto de las interrogantes del
    cliente.

    A. 1

    Hace un Seguimiento. Obtiene más detalles
    acerca de las preguntas, peticiones, quejas del cliente.
    Mantiene al cliente al día respecto del progreso de
    los proyectos (pero no explora los asuntos o
    problemas subyacentes del cliente).

    A. 2

    Mantiene Comunicaciones Claras con el Cliente
    considerando las Expectativas Mutuas. Monitorea la
    satisfacción del cliente. Distribuye
    información útil para los clientes.
    Proporciona un servicio amistoso y alegre.

    A. 3

    Asume una Responsabilidad Personal. Corrige los
    problemas relacionados con el servicio al
    cliente con prontitud y de forma no
    defensiva.

    A. 4

    Está Completamente a Disposición del
    Cliente. Es especialmente servicial cuando el cliente
    está pasando por un período crítico.
    Da al cliente el número de teléfono de su casa u otro medio para
    un fácil acceso, o puede pasar tiempo extra en el
    lugar en que se encuentra el cliente.

    A. 5

    Actúa para que las Cosas Mejoren. Hace
    intentos concretos por agregar valor al cliente, hace que
    las cosas sean mejores para el cliente de alguna manera.
    Expresa expectativas positivas acerca del
    cliente.

    A. 6

    Aborda las Necesidades Subyacentes. Busca
    información acerca de las necesidades reales y
    subyacentes del cliente, más allá de aquellas
    expresadas inicialmente, y las conjuga con los productos o servicios disponibles (o a la
    medida).

    A. 7

    Usa una Perspectiva de Largo Plazo. Trabaja con
    una perspectiva de largo plazo al estudiar los problemas
    del cliente. Puede absorber los costos inmediatos a cambio
    de relaciones de largo plazo. Persigue beneficios a largo
    plazo para el cliente. Puede iniciar acciones que crean
    éxitos visibles para un cliente y luego atribuir al
    cliente dichos éxitos.

    A. 8

    Actúa como un Consejero Confiable.
    Desarrolla una opinión independiente acerca de las
    posibilidades de implementación, los
    problemas/oportunidades, y las necesidades del cliente.
    Actúa con base a esta opinión (ej.,
    recomienda enfoques apropiados que son nuevos y diferentes
    de aquellos requeridos por el cliente). Llega a estar
    íntimamente involucrado con el proceso de toma de
    decisión del clientePuede empujar al cliente a
    confrontar asuntos difíciles.

    A. 9

    Actúa como Abogado del Cliente. Toma
    partido por el cliente versus su propia organización
    con beneficios a largo plazo para su organización
    (ej., aconseja al cliente no extender demasiado las
    compras
    (manteniendo así la viabilidad del cliente para el
    futuro); o presiona a su propia administración para resolver los
    problemas relacionados con el cliente. Toma partido por el
    cliente en caso de quejas bien fundadas respecto del trato
    de su propia compañía al cliente.

     

    El Inventario General de Competencias contiene al menos
    las siguientes competencias:

    Competencias de Logro y Acción:
    Orientación al logro.
    Orden y calidad.
    Solicitud de información.
    Iniciativa.
    Competencias de Impacto e Influencia en el Grupo:
    Impacto e influencia.
    Conocimiento organizacional.
    Desarrollo de las relaciones.
    Competencias Cognitivas:
    Pensamiento analítico.
    Pensamiento conceptual.
    Competencias Técnicas:
    Profundidad del conocimiento
    Extensión del conocimiento
    Adquisición de los conocimientos
    Distribución de los
    conocimientos

    Competencias de Ayuda y Servicio:
    Orientación de servicio al cliente.
    Comprensión interpersonal.
    Competencias de Dirección:
    Trabajo en
    equipo y colaboración.
    Dar instrucciones.
    Liderazgo en el equipo.
    Desarrollo de otros.
    Competencias de Efectividad Personal:
    Autocontrol.
    Autoconfianza.
    Manejo del fracaso.
    Flexibilidad.
    Compromiso organizacional.

     

    Clasificación general de competencias.
    Es posible distinguir una primera clasificación de las
    competencias de acuerdo a su capacidad predictiva del
    desempeño superior:

    • Competencias umbral: aquellas que predicen el
      comportamiento promedio en determinada
      función.
    • Competencias diferenciadoras: aquellas que predicen
      el comportamiento superior.

    También es posible la identificación de
    las competencias según su grado de aplicabilidad y
    especificidad organizacional, por lo que se establece 4
    niveles:

    • Competencias corporativas de la organización,
      comunes a todos los cargos y las líneas de negocios.
    • Competencias comunes de un área, gerencia o
      línea de negocios.
    • Competencias de familias de cargos con
      responsabilidades similares.
    • Competencias específicas del
      cargo.

    Las competencias también se clasifican
    según su facilidad o dificultad de desarrollo, aspecto
    fundamental a la hora de tomar decisiones de inversión en recursos humanos, pues se
    evalúa el costo-beneficio
    de emprender una acción de desarrollo versus otras
    alternativas. La clasificación es:

    1. Competencias fácilmente entrenables, por
      ejemplo, pensamiento analítico.
    2. Competencias medianamente entrenables, por ejemplo,
      iniciativa.
    3. Competencias difícilmente entrenables, por
      ejemplo, autoconfianza o flexibilidad

    7. Impacto en el ciclo de
    gestión de recursos humanos.

    El modelo de competencias es una herramienta de enorme
    utilidad para
    la gestión de recursos humanos en las
    empresas. Este enfoque facilita la interrelación de los
    diferentes procesos del
    área (selección,
    inducción, evaluación, capacitación,
    desarrollo, compensaciones, desvinculación), posibilitando
    realizar su gestión de manera integrada gracias a
    compartir una fuente de información ligada a las
    responsabilidades de los cargos y a un lenguaje
    común a la base.

    Esto no sólo es una ayuda desde un punto de vista
    operacional, al mantener un diálogo
    más fluido y conceptualmente coherente entre las
    diferentes funciones, sino que además aporta un modelo
    claro para obtener una visión de conjunto de la
    complejidad inherente a la gestión de recursos humanos,
    permitiendo un mejor manejo de ella desde un punto de vista
    estratégico para la organización.
    La existencia de un perfil de competencias para cada uno de los
    cargos de la organización, ofrece una herramienta de gran
    utilidad para el proceso de reclutamiento
    y selección de
    personal. Quien selecciona puede contar no sólo con la
    tradicional descripción de funciones, tareas y
    responsabilidades del cargo sino también con una
    descripción concreta de las competencias que son
    requeridas para el buen funcionamiento del individuo en el cargo.
    De esta forma, el proceso de selección por competencias,
    al centrarse en aquellas habilidades y características
    conductuales demostrables que están a la base de las
    competencias críticas de un cargo, predice con alta
    efectividad el desempeño laboral futuro, aportando
    elementos importantes a considerar durante la entrevista y
    afinando la determinación de qué tipo de
    metodología de evaluación realizar. Actualmente las
    pruebas
    intelectuales, pruebas de habilidades específicas,
    cuestionarios de personalidad,
    test proyectivos
    y entrevista psicolaboral, están siendo complementados con
    assessment de competencias mediante paneles de expertos y la
    aplicación de inventarios de
    conductas exitosas, lo que aumenta la eficiencia de la
    selección de personal (Fernández & Reyes,
    2001).

    El objetivo de la selección por competencias es
    encontrar el candidato que se ajuste completamente con el perfil
    de competencias requerido en el cargo, mediante la técnica
    de comparación de perfiles. La selección por
    competencias permite determinar cuáles son las brechas que
    existen entre las competencias del candidato seleccionado y las
    requeridas por el cargo, aportando información relevante
    para poder realizar un proceso de inducción más
    específico y disminuir el tiempo de preparación que
    necesita para desempeñarse con eficiencia en sus
    responsabilidades (Wood & Payne, 1998).

    Al disponer de un perfil de competencias basado en
    conductas exitosas observables, el proceso de plantear metas de
    desempeño se vuelve más preciso y ajustado a cada
    caso en particular, lo que facilita la planificación de
    las acciones de mejoramiento y el proceso de evaluación.
    Tanto la validez como la confiabilidad de la evaluación se
    ven beneficiadas al contar con parámetros de medición fácilmente contrastables —
    la presencia o ausencia de conductas específicas –,
    disminuyendo de paso las posibles críticas y resistencias
    al proceso de evaluación en sí mismo. Como dijimos,
    la objetividad del proceso se ancla en el diseño de un
    instrumento de evaluación
    del desempeño en que a cada competencia evaluada se le
    asocian categorías de conductas, desde las inexitosas a
    las exitosas, por lo que el rol del evaluador es definir
    qué nivel de conducta es el más frecuente en un
    trabajador, y no juzgar cualitativamente su
    desempeño.

    Así como la inducción se ve facilitada por
    un proceso de selección basado en competencias, del mismo
    modo la capacitación se ve favorecida por un proceso de
    evaluación basado en competencias. La natural
    determinación de brechas existentes entre los
    comportamientos deseados y los observados, aporta la
    información necesaria para direccionar con eficiencia las
    acciones de capacitación. Son muchas las empresas que han
    invertido importantes recursos en la capacitación de sus
    trabajadores y en varias de ellas existe la conclusión de
    haber nivelado conocimientos y habilidades, pero que se
    tocó un techo de desarrollo. La oferta de
    capacitación disponible suele ser bastante estándar
    en contenidos y metodología, por lo que el enfoque de
    competencias agrega un cambio cualitativo sustancial: determina
    qué conductas se debe desarrollar dentro de una
    organización particular para agregar valor al negocio,
    contribuyendo desde el propio cargo. Ello implica un
    desafío para los expertos en capacitación, por
    cuanto el diseño de talleres de desarrollo de competencias
    es completamente ajustado a las necesidades de desarrollo
    conductual solicitadas por el cliente.

    La capacitación por competencias aporta
    información clave como criterio de asignación de
    recursos. Al saber que existen competencias fácil, mediana
    y difícilmente entrenables, la organización tiene
    un criterio claro de dónde invertir para asegurar el mayor
    retorno. La investigación en capacitación
    demuestra que normalmente el desarrollo de competencias
    difícilmente entrenable (entre otras, autoconfianza,
    manejo del fracaso, autocontrol, flexibilidad) es escaso, no
    recomendándose. Ello permite saber dónde invertir y
    entrega información útil para tomar decisiones
    respecto de las personas con brechas difíciles de mejorar,
    ya sean reubicaciones, otras acciones de desarrollo o
    desvinculación.

    Una de las potencialidades más importantes de la
    gestión por competencias se traduce en la posibilidad de
    utilizarla como herramienta para la promoción y desarrollo interno. Los
    sistemas
    tradicionales, que describen los cargos sólo en
    términos de sus funciones, tareas y responsabilidades, no
    permiten realizar una comparación directa entre cargos
    distintos ya que por su propia naturaleza funcional pueden
    diferir enormemente unos de otros. En cambio, con la
    metodología de elaboración de perfiles
    de competencia, las mismas competencias pueden estar presentes en
    muchísimos cargos de naturaleza diferente, aunque con
    niveles requeridos distintos. Esto facilita poder comparar el
    perfil de competencias observado en una persona con el perfil de
    competencias requerido en un cargo distinto al suyo, logrando
    encontrar ajustes que de otra manera sería difícil
    de determinar.

    De tal forma, si se desea proyectar a cierta persona
    para poder ocupar un cargo determinado en el futuro, es posible
    comparar su perfil de competencias con el que requeriría
    en aquella nueva posición y planificar su
    capacitación y formación de acuerdo a las brechas
    existentes. E inversamente, si existe un cargo vacante se puede
    determinar qué personas de la organización ya
    poseen un perfil de competencias adecuado a dicho cargo, para
    considerarlas como potenciales candidatas para él. En este
    concepto se basan la gestión del talento, el coaching y el
    desarrollo ejecutivo mediante planes de navegación
    profesional.

    La gestión por competencias puede contribuir a
    afinar criterios para la aplicación de la política de
    compensaciones de la organización. Por ejemplo, es sabido
    que uno de los problemas que afecta a la remuneración por
    cumplimiento de objetivos es que se pone el énfasis en lo
    "qué" se debe hacer sin aportar claridad sobre el
    "cómo" se puede lograr. Precisamente la gestión por
    competencias es un complemento excelente a una política de
    administración por objetivos, ya que aporta
    el elemento de proceso indicando cuáles son los
    comportamientos que permitirán la obtención de las
    metas planteadas. Así, una política de
    compensaciones podría integrar ambos elementos
    "evaluación de metas" y "evaluación de
    competencias" para recompensar las conductas exitosas que
    permitan el éxito de la organización no sólo
    en el corto sino también en el largo plazo.

    Las actuales tendencias mundiales de compensaciones
    muestran que la remuneración fija se incrementa en
    función del logro de los estándares de competencias
    definidas para el cargo (mediante un proceso de
    certificación anual de competencias), mientras la
    remuneración variable se paga mediante sistemas de
    incentivos
    ligados al logro de objetivos y metas medibles.

    En Chile es casi
    inexistente el pago por competencias, no obstante es
    pronosticable que las empresas que decidan implementar una
    gestión de personas basada en competencias tengan como
    camino natural, retribuir e incentivar mediante el logro de los
    estándares de competencia (Fernández & Baeza,
    2001).

    La desvinculación por competencias permite
    determinar con alto grado de objetividad, quienes presentan la
    mayor brecha entre sus competencias y las requeridas por el
    cargo. A su vez, se focaliza el análisis en el grado de entrenabilidad de
    las competencias deficitarias, pues si éstas son
    difícilmente entrenables y por razones de costo-beneficio,
    la organización no está dispuesta a realizar dicho
    esfuerzo, parece razonable efectuar una desvinculación
    profesional.

    Finalmente, la gestión integrada que permite el
    modelo de competencias, posibilita que los objetivos del negocio
    estén convenientemente considerados en el día a
    día. Dicha gestión permite que haya un seguimiento
    del alineamiento entre las metas organizacionales y los
    desempeños de los trabajadores, lo que si se complementa
    con un seguimiento estratégico con metodologías
    como el balanced
    scorecard, aumenta sustancialmente la probabilidad de
    lograr las metas de la empresa en sus 4 perspectivas
    básicas: financiera, de clientes, de procesos internos, y
    de personas y tecnología (Kaplan & Norton,
    2000).

    Metodología de Aplicación del Modelo de
    Competencias
    El proceso operativo desarrollado en las intervenciones que hemos
    desarrollado, destinadas a implementar la gestión por
    competencias comprende las siguientes etapas:

    Comunicación interna del trabajo.
    El proceso de determinar los perfiles de competencias deseados y
    evaluar las brechas existentes con los perfiles de competencias
    reales observados, es un proceso que involucra una amplia
    participación del personal de la organización. Por
    tal razón, es importante entregar información para
    que la gente comprenda su sentido y utilidad para lograr que se
    comprometa a participar de él. Se deberían
    considerar:

    • Reuniones con los participantes, con el fin de dar
      transparencia y claridad de los objetivos y alcances del
      trabajo.
    • La relación entre las políticas de
      recursos humanos de la organización y los resultados
      posibles de la gestión por competencias..
    • Reuniones con la organización
      sindical.

    Partes: 1, 2

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