El texto
Génesis de la Idea y el Nombre de América
Latina, escrito por Arturo Ardao (1.980), hombre
dedicado a los estudios culturales, constituye una pieza
bibliográfica reveladora del proceso de
reconocimiento de la latinidad común de las naciones que
debido a las contigüidades existentes conforman a la
América
Latina. Este estudio recoge ideas, pensamientos y opiniones
de intelectuales que demuestran el libre albedrío de
América
Latina. Estos investigadores comparten la preocupación
reiterada en diferentes épocas y exponen los acaecimientos
previos al proceso,
así como también aportan sus percepciones a la
consagración del término "latina" como distintivo
cultural de esos pueblos hermanos.
Dentro de esta perspectiva, la preocupación de
una denominación que abrazara las semejanzas culturales,
parte de la misma necesidad de identificarlas de acuerdos a las
similitudes latentes y expuestas por estas naciones. Hecho que
comienza en Europa, primero,
como necesidad de una conciencia
europeísta y después, como propia conciencia
americana. Estos dos procesos
ontológicos se suscitan paralelamente en ambos espacios
con convergencias de ideas cruzadas y emanadas de los mismos,
porque la fluidez de opiniones partían tanto de
América como de Europa y
viceversa.
Antes de la gestación del desarrollo
distintivo del nombre de América Latina, ocurrieron hechos
históricos que marcan el inicio de ese reconocimiento como
la idea de América. Nacientemente, el continente recibe el
nombre erróneo de Indias, denominación dada por
Cristóbal Colón. Éste al llegar a las
tierras del Nuevo Mundo, supone descubrir las Indias
Occidentales, visión resultante de la ruta aventureramente
seguida por él y su tripulación, por cuanto el
viaje del colonizador estaba sostenido en objetivos
económicos plenamente fijados en una empresa
conquistadora en busca de beneficios a favor de la Corona
Española, institución auspiciante del proyecto
colombino. Estos objetivos
estuvieron sustentados en las intuiciones y suposiciones de aquel
hombre, debido
a que su proyecto
careció de fundamentados y datos ajustados a
la lógica
y racionalidad de las ciencias
pertinentes. En tal sentido, el itinerario del viaje
obedecía a las experiencias aportada por la ruta de Marco
Polo, experto navegante que emprendió la expedición
asiática.
Sin embargo, a pesar de los inciertos
geográficos, cosmográficos y marítimos,
Colón toca el Nuevo Mundo y se impacta en el primer
encuentro al observar los escenarios de extraordinaria belleza,
las cuales referían semejanzas con Asia. Así,
pues, el panorama natural y las características de los indígenas, lo
condujeron a confirmar que había llegado a las Indias
Occidentales. Conceptualización equívoca difundida
con portentosa rapidez por las cortes europeas y en
círculos eruditos como descubrimiento magnánimo de
la Corona Española. Pero esta denominación no
articulaba en la clarividencia de personalidades con
conocimientos geográficos como Américo Vespuccio.
Este ávido navegante recopiló sus impresiones en su
carta "Mundus
Novus" en 1.503, las cuales posteriormente, en 1.507 el
geógrafo Martín Waldseemüller, examina y
comprueba, así, la certeza de esos pensamientos,
figurándolos en sus estudios cosmográficos acerca
de la temática referida.
De esta manera, comienza el forjamiento del nombre de
América que proveía la existencia de un nuevo
continente, diferente a Asia y con
características propias, tan propias y
plurales que, más tarde, despertó la inquietud de
otros intelectuales. Efectivamente, los múltiples aspectos
que confluyen en el gentilicio americano, como
geográficos, políticos, lingüísticos,
étnicos y culturales, se sintetizan en la
separación originaria de América dentro del mismo
espacio territorial. Por ende, y atendiendo esa
dispersión, localizamos la dualidad cultural definitoria
de la misma, la cual proviene de la historia de crecimiento y de
dominación intensa suscitada en Europa. Por un lado, la
América sajona, estirpe cultural de la hermandad inglés
proveniente de lo germano y por otro, la latina estirpe derivada
de lo romano.
Dentro de esta perspectiva, es importante preguntarse
¿cómo se gesta la latinidad?. Ardao circunscribe al
latín como pieza clave en el desencadenamiento del asunto,
idioma matriz de las
lenguas romances que dieron origen a la latinidad. Éste
proviene de las lenguas indoeuropeas, familia a la que
pertenecieron las lenguas latinas y algunas asiáticas, las
cuales presentan afinidades entre sí, lo que hace suponer
que en un período intermedio los pueblos respectivos
ocuparon un mismo territorio o territorios vecinos y
desarrollaron una forma parecida de hablar. Su expansión
obedeció a las formas históricas: romana,
itálica, mediterránea, europea y
mundial.
Así, pues, el latín aparece hacia el
año 1.000 a.c, en el centro de Italia, en Lacio.
Éste enseguida se impuso en Roma a causa de
su pronta hegemonía sobre toda la región. El idioma
se fue extendiendo a medida que se extendía el dominio del
Imperio Romano,
primero en Italia y
más tarde en los países ribereños del
Mediterráneo hasta Rumania occidental incluyendo la Europa
Central. Fueron dos mil años de uso interrumpido, del
latín, desde antes incluso de que Roma existiese
hasta después que dejara de ser la capital del
imperio. Por lo que se refiere a la Península
Ibérica, la presencia del latín duró doce
siglos.
Tras la caída del imperio en occidente ocurrida
en el siglo V, el latín continuó siendo la lengua
común de gran parte de este territorio hasta su
fragmentación y transformación en las lenguas
románicas. De esta manera, en Italia, Francia,
España
y Rumania, el latín siguió reinado aunque ya
modificado. Por lo que el idioma se subdivide en: latín
vulgar, hablado en forma corriente y popular en las provincias
del antiguo imperio como: hispano, galo africano, entre otros. El
segundo grupo, el
culto fue cultivado por la orbe cultural romana que dejó
legado en cuanto a derecho, ciencia,
lingüística y filosofía. En consecuencia, las
lenguas romances: italiano, francés, portugués,
español y
rumano constituyen los principales grupos
lingüísticos del mundo
contemporáneo.
Asimismo, es necesario acotar que durante la
expansión mediterránea desarrollada en Hispania y
Galia, resisten a este poderío
Grecia, el
litoral mediterráneo de Asia y África y Germania.
Esta última conservó su lengua y su
cultura. De
esta manera, en el Sacro Imperio
Romano-Germano que duró hasta 1.806, convivieron
geográficamente estas culturas, pero también
persistieron dos realidades: lo romano y lo germano, ambos
representativos de sus propias raíces.
Por su parte, Francia es
quien desarrolla la latinidad durante el romanticismo.
Este era el país más poblado de Europa Occidental,
gozaba de mayor prestigio intelectual como centro de iniciativa
de la revolución
ideológica del siglo XVIII. Esta marca el fin del
antiguo régimen y el surgimiento de una nueva organización socio-política que se fue
afirmando paulatinamente. Este hecho desencadenó el
enfrentamiento de las razas vencidas galos -romanos y razas
francos-germanos vencedoras. Por consiguiente, revive el dualismo
e impera la supremacía contrarrevolucionaria de lo
germano-franco. Éste se desdobla en lo germano nato y lo
anglosajón, debido al envestido ascenso de Inglaterra.
Asimismo, la caída de Napoleón
Bonaparte contribuye a la conquista de espacios culturales de
lo anglosajón, por cuanto los ideales revolucionarios
pasaron a integrar una plataforma de las formas liberales de
Francia y Europa en el siglo XIX, así también,
sirvieron de motor
ideológico para las naciones latinoamericanas
independizadas en ese mismo siglo, situación en la que
estaba también, Estados Unidos.
Evocando acerca la historia de este
país, la colonización de Inglaterra
había comenzado en 1.607 con el establecimiento de la
primera colonia en Estados Unidos,
específicamente en Virginia, las cuales se extendieron por
todo el territorio y otras regiones del mundo.
En el mismo orden de ideas, estos acontecimientos
contribuyen al dualismo cultural en Europa y, por ende, en
América. Primero, distinción de una Europa latina y
de una Europa germana. Posteriormente, en América y con
las mismas características que en el primer contexto, por
cuanto, Estados Unidos, acogió lo sajón, mientras
que los demás pueblos adoptaron lo latino. Así, la
incursión de lo sajón en América marca la
diferencia de nexos lingüísticos y culturales.
Apreciación que se forma a partir del debate de
latinidad en Europa producido durante las diferentes etapas
históricas, lo cual contribuye al reconocimiento de
América como latina.
En torno a ello, se
pronuncian Michelet (1.831), Thiery (1.840) y Tocqueville
(1.856). Estos pensadores escribieron en dos líneas: unos,
a favor de la Revolución
Francesa y otros, en contra de la misma, pero todos
coincidían en la constante común de la
separación explícita de dos razas.
Separación notada también en América por
otros observadores. Esta denominación se desarrolló
primero, como un adjetivo calificativo, después como un
sustantivo y, por último, como el bautismo con un nombre
propio.
El primero en expresar sus impresiones en cuanto a ello
fue Michel Chevalier en 1.835. Este escritor tuvo el privilegio
de visitar a varios pueblos europeos y pueblos americanos,
cumpliendo con asignaciones del gobierno
francés. En sus recorridos alcanzó a apreciar que
realmente lo que Tocqueville había manifestado en sus
críticas de la revolución
era palpable en el acontecer de los espacios geográficos
visitados. Evidentemente, había un gentilicio latino en
pueblos descendientes de los romanos y un gentilicio sajón
distinto y descendiente de lo germano.
Inicialmente, Chevalier no esboza lo sajón y lo
latino, sino que se refiere a la distinción
lingüística de Hispanos-Americanos y
Anglos-Americanos, contraste de os idiomas hablados por ambos
grupos. Los
primeros, estaban conformados por los pueblos que habían
adoptado el español
(de España)
durante el proceso de colonización. Mientras que en los
segundos, concurrían los pueblos que conversaban el
inglés
de las naciones anglos. Además, en las expresiones del
escritor, se alude el desmesurado avance y dominio
económico de los pueblos anglosajones sobre las naciones
españoles, a las cuales él descalificó en
sus cartas, al
señalarlas como impotentes e insignificantes en la
posteridad del continente. Al mismo tiempo, Estados
Unidos en esa época ya tenía poderío
económico sobre los demás países.
Igualmente, para ese periodo, esta nación
gozaba de la independencia
de Inglaterra, hecho ganado en 1.776, el cual
sarcásticamente logra con apoyo de Francia, dado en el
inicio de la rebelión de las colonias sajonas en
1.775.
Posteriormente, Chevalier en su libro Dos
Mundos, específicamente en la Introducción expresa el viejo dualismo
germano-latino. En él, recogió las impresiones de
su estancia en América y reconoció en ella la cepa
latina que distingue a sus naciones. Éstas apuntaron por
un lado, a la latinidad común de los países del
centro y sur de América y por el otro, a lo sajón
de Norteamérica. Asimismo, en el mismo texto,
promociona la idea centralista de un programa
político universal de la burguesía de la
época, en el cual planteaba la unión de los puntos:
oriente y occidente. De esta manera, se adjudica el adjetivo
"latina" a varios pueblos de América.
Continuando, con el progreso de la calificación
latina colaboran otros pensadores como Benjamín Pourcel
(1849-1.850), el cual vivió en Uruguay y a su
regreso a Europa escribe dos folletos críticos. En ellos,
deja sentado la discrepancia de razas: latina y sajona, a la vez
sugiere la fuerza
avasallante de la segunda sobre la primera, fundándose
así, en el contexto social y cultural el sustantivo de una
América latina. Fundación aún naciente que
despertó la pronunciación al respecto de
intelectuales como: Alejandro Mariños de Cervantes
(1.853), Gobineau (1.853), Francisco Muñoz del Monte
(1.853), quienes formularon la existencia de una latinidad en
América que había que coadyuvar a la permanencia
cultural de la misma, debido a que las constantes y cada vez
más numerosas invasiones sajonas se vislumbraban como
peligro inminente de esas naciones americanas.
En atención a los acontecimientos suscitados
en América como, la invasión del Río de
Plata, la guerra
mejicana-americana y la osadía de William Walker,
éstos servían de muestras claras de que era
apremiante la necesidad de una conciencia americana. En cuanto a
la invasión del Río de la Plata, ésta
ocurrió entre 1.806-1.807. Esta región es un
estuario que se forma de la unión de los ríos
Paraná y Uruguay, en el
sureste de Sudamérica, en su desembocadura en el
océano Atlántico. Desde allí los
norteamericanos invadieron y ocuparon Buenos Aires,
fueron desalojados, consiguieron refuerzos y atacaron nuevamente,
para ser derrotados en el denominado proceso de
Reconquista.
Por su parte, la guerra
mexicano-estadounidense, fue un conflicto
bélico que enfrentó a Estados Unidos y México,
desde 1846 hasta 1848, cuyo desenlace final supuso la
pérdida de una inmensa cantidad de territorios de este
último en beneficio de aquel país dominante.
Mientras que William Walker (1824-1860), era un aventurero
estadounidense y presidente de Nicaragua durante la guerra civil
de este país, dirigió la invasión armada de
Baja California (México) y
se autoproclamó presidente de una república
independiente, formada por la baja California y el vecino
estado de
Sonora.
Por consiguiente, la situación de los pueblos
hispanoamericanos cada vez era más frágil, debido a
que Estados Unidos, tenía la fuerza
política,
económica, posición estratégica,
extensión territorial, amplia y estable actividad social y
civilizadora, a diferencia de los latinos, en los cuales
aún persistía el dominio español o no
habían logrado consolidar su independencia.
Ante este impulso, Torres Caicedo (1.851) inicia un proceso de
promoción y consagración definitiva
de América Latina. Sus esfuerzos se originaron de estas
situaciones amenazantes y de inquietudes acerca de un
término definitivo que alcanzara a los pueblos de lenguas
latinas. Para él, América Latina no era sólo
la América Española y verdaderamente estaba en lo
cierto. América Latina por su origen
lingüístico, comprendía los países de
origen íbero como Portugal y Brasil e hispanos
hablantes del español de América.
Estos planteamientos se suscitaron
cronológicamente, en 1.856, cuando se manifiesta a favor
de la denominación "latina" a la América
española, este último, utilizado por él en
escritos precedentes a 1.855, como "Hombres e ilustres de la
América Española" publicado en El Correo de
Ultramar. En 1.856, escribe un poema titulado "Las dos
Américas", en él, habla por primera vez de "raza
latina", exhibiendo su descontento por el avance de la raza
sajona. En sus escritos siguientes, emplea reiteradamente la
frase raza latina, la cual apoyan otros escritores como Bilbao
(1.856), Carlos Calvo (1.862), Juan Montalvo (1.868), entre otros
hombres letrados, quienes expandieron el término a varios
espacios y círculos del acontecer de América y
fuera de ella.
En tal sentido, la denominación de América
Latina dejaba de ser un simple sustantivo, sino que se bautizaba
en su morada y emprendía a ser reconocida por los
espectadores externos como tal. Pero aquello no bastaba,
según Torres Caicedo estos pueblos habían vivido
siempre bajo un dominio extrínseco y para poder
desarrollarse independientes debían unirse para enfrentar
la explotación económica forjada por los pueblos
sajones, en especial. Esta idea de unión la había
pronunciado, Bolívar y Miranda. Sin embargo, Torres
Caicedo realizó una serie de acciones de
integración latinoamericana, las cuales
fueron trajinando a distintas esferas con el principal objetivo, de
despertar la conciencia de los latinos para la unión y
defensa del continente.
La promoción de la "Unión
Latinoamericana" de Torres Caicedo, acompaña a la
consagración definitiva de América Latina, teniendo
como partida la proclama realizada en París en contra de
los indultos y agresiones a las que su pueblo latinoamericano
estaba sometido por una fuerza del mismo territorio
geográfico y por otras potencias europeas. En 1.861, lanza
las "Bases para la formación de una Liga Latinoamericana".
En 1.865, publica su libro
Unión Latino-Americana; con él daba el impulso
definitivo al nombre propio de América Latina y en 1.879,
funda la Sociedad de la
Unión Latinoamericana. Acciones
fáciles de gestionar por aquel latinoamericano que
admirablemente representó su raza en los cargos
diplomáticos empeñados, los cuales expresamente
favorecieron el bautismo de nuestra latinidad y, por ende, su
consagración.
A pesar de las empresas
emprendidas en el proceso descrito, América Latina fue
usurpada por el dominio económico de Estados Unidos, quien
reemplazó a Gran Bretaña como mercado
más importante y como principal inversor de bienes de
capital en
Latinoamérica. Posición ganada por
los británicos, después del desaparecido dominio
español y portugués. Gran Bretaña se
convirtió en la principal potencia
comercial, consiguiendo establecer un dominio pleno en la
América independiente. A finales del siglo XIX
había triunfado en lo político el liberalismo y
en la economía se abrían nuevas
posibilidades para la agricultura
comercial, la minería y
la modernización en las infraestructuras. En el siglo XX,
Estados Unidos estableció su hegemonía a todos los
niveles sobre la región, interviniendo con frecuencia en
los asuntos internos de la mayoría de los países
del continente.
Finalmente, América Latina ha demostrado su libre
albedrío, por cuanto a pesar de tantos influjos dominantes
ha logrado conservar su latinidad. En este aspecto, ella
demostró a lo largo de los procesos
históricos que siempre ha querido ser lo que es, un
continente independientemente cultural. Valor expuesto
por los pueblos que la conforman, los cuales no disfrutan de las
bonanzas y las acreencias mercantiles, pero quiso ser latina, es
latina y seguirá siéndolo porque cada vez avanza
lingüísticamente y culturalmente sobre sus vasallos.
Éstos lograron sus cometidos de explotación y
supremacía en los aspectos referidos, pero no han podido
imponer la raza sajona en América Latina, porque la
latinidad es una fuerza mayor que nace y se proyecta del mismo
pueblo que la posee, es su querer ser lo que mantiene las ansias
del latino de América.
Referencias
Bibliográficas.
Ardao, A (1.980). Génesis de la Idea y el Nombre
de América Latina. Caracas: Centro de Estudios
Latinoamericanos Rómulo Gallegos.
Castro, D (2.001). La Revolución
Francesa. Disponible en: .
Conservatorio de Música Simón
Bolívar. (1.995). Historia y Vigencia de la Lengua Latina.
Caracas.
Autora.
Lic. Ledys Lima.
Docente de Literatura
Universidad Rómulo Gallegos
Área ciencias de la
Educación
Calabozo- Guárico- Venezuela