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El borde del caos como eje de la extinción




Enviado por Miguel Menéndez




    1.
    Introducción

    2. La aplicación del concepto de
    "Borde del caos" y de la Teoría del Caos al estudio de la
    extinción

    3. Considerando cifras
    4. Sugerencias sobre la
    extinción

    5. Los comportamientos autoorganizativos
    como la base y el fin de la vida

    6. El borde del caos como eje de la
    extinción

    1.
    Introducción
    .

    "En lo mas profundo del régimen caótico
    los mas insignificantes cambios en la estructura
    causan casi siempre cambios en el comportamiento. Un comportamiento complejo
    controlable es, por tanto, imposible." .- STUART KAUFMANN.
    El interés
    en el estudio de la extinción es, por difícil que
    parezca de creer, algo nuevo. Aunque ya desde el siglo XIX
    sabemos, gracias a George Couvier, que las especies se extinguen,
    las diversas corrientes y escuelas encargadas del estudio de la
    evolución nunca habían prestado
    atención al hecho de que las especies se
    extinguieran; lo consideraban sólo como un hecho que
    demostraba la incapacidad de adaptación de los organismos.
    Esa capacidad de adaptación ha sido objeto de estudio en
    casi todas las especies animales; sin
    embargo, el fenómeno de la extinción siempre ha
    quedado relegado a la categoría de "consecuencia". Nunca
    se ha prestado atención al hecho, al fenómeno en
    sí mismo.

    Hasta la década de los setenta.
    En ese momento se empezó a despertar el interés
    científico por la extinción debido sobre todo a dos
    factores, que en realidad se pueden refundir en uno sólo:
    la superpoblación de la especie humana estaba ocasionando
    profundas alteraciones en los ecosistemas
    del planeta, causando que muchas especies murieran o estuvieran a
    punto de hacerlo. Eso desencadenó la preocupación
    de que nuestra propia especie estuviera empujada a la
    extinción; y finalmente, ante la falta de datos (la
    extinción nunca se había estudiado de manera
    sistemática) se empezó a estudiar la
    extinción en otras épocas geológicas.
    Estudiando el pasado, tal vez disiparíamos las dudas sobre
    el presente y el futuro.

    Y los datos que han ido arrojando esas investigaciones
    desde entonces distan mucho de ser alentadores.

    2. La aplicación del
    concepto de
    "Borde del caos" y de la Teoría
    del Caos al estudio de la extinción.

    La teoría del caos, conocida más
    ampliamente como teoría de la complejidad, se ha asociado
    tradicionalmente con campos como la matemática
    y la física,
    pero realmente es una teoría multidisciplinar que se puede
    aplicar a los campos más diversos: Biología, Medicina,
    Economía…sin olvidar por supuesto
    sus aplicaciones principales en las disciplinas anteriormente
    mencionadas.
    Su base es sencilla. La teoría de la complejidad sostiene
    que los sistemas
    complejos (tales como los organismos vivos, las empresas, o los
    sistemas meteorológicos) guardan entre ellos similitudes,
    semejanzas entre sus comportamientos. Por tanto, hay rasgos
    comunes entre los sistemas complejos de la más diversa
    procedencia. Y, de hecho, estos comportamientos no se pueden
    describir por acciones
    aisladas de sus componentes, sino que lo que produce esos
    comportamientos son interacciones espontáneas entre todos
    los componentes del sistema. El
    comportamiento simplemente ocurre, no es fruto de una estrategia o
    plan. A ese
    tipo de comportamiento se le denomina
    autoorganizativo.

    Hay muchos tipos de comportamientos autoorganizativos,
    como por ejemplo la formación de cristales de mineral o la
    misma formación de los seres vivos (de eso hablaremos
    más adelante), pero dos son básicos en el estudio
    de la extinción desde la óptica
    del caos: la adaptación y la manera común que
    tienen todos los sistemas complejos de buscar un equilibrio
    entre la necesidad de cambio y de
    orden. Lo que conocemos por el borde del caos.

    Concebimos el borde del caos como un espacio donde hay
    bastantes innovaciones para que un sistema permanezca vibrante
    pero donde también hay suficiente estabilidad para impedir
    que caiga en la anarquía. Es, evidentemente, una zona de
    conflicto,
    dónde lo viejo y lo nuevo están en lucha constante.
    En ese espacio es donde los sistemas complejos deben buscar el
    punto de
    equilibrio mediante la adaptación. Cuando no hay punto
    de equilibrio por exceso o por defecto es cuando se produce la
    extinción del sistema. La falta de cambio lleva a la
    extinción, pero también el exceso.

    Sobre la adaptación no hay mucho que decir. Es un
    fenómeno que se da constantemente en todos los sistemas
    complejos: las empresas se adaptan al mercado, los
    animales en cautividad al suministro de alimentos, y un
    sinfín de ejemplos; posiblemente la máquina de
    adaptación más perfecta sea el ser humano. O mejor
    dicho, su cerebro, capaz de
    adaptarse a prácticamente todas las nuevas situaciones que
    van surgiendo en la vida.

    Porque, desde luego, la vida sólo se desarrolla
    al borde del caos. Y, por tanto, si damos esta noción como
    cierta, es igualmente obvio que la extinción supone el
    alejamiento o sobrepaso de ese borde. Ergo el fenómeno de
    la extinción guarda una estrechísima
    relación con el borde del caos.

    Ahora pasemos a considerar cifras.

    3. Considerando
    cifras

    En este momento conviven en la Tierra, mas
    o menos, cincuenta millones de especies entre plantas y
    animales (incluyendo las formas de vida microscópicas).
    Nos puede parecer una enorme diversidad, pero si la comparamos
    con la diversidad de vida que ha habido en la Tierra desde
    que comenzó la vida (3,8 mil millones de años)
    descubrimos que no es más de un grano de arena en una
    playa. Actualmente se calcula que en la historia de este planeta,
    contando los mismos tipos de seres vivos que en los recuentos
    actuales, han pasado cincuenta mil millones de
    especies.

    Estadísticamente hablando, sin considerar los
    períodos en la que cada especie vivió y
    murió, lo más inmediato que se desprende de estas
    afirmaciones es lo siguiente: actualmente, solo una de cada mil
    especies está viva. Lo que quiere decir que el 99,9% de
    las especies que alguna vez han pasado por la tierra están
    ahora extintas. No es muy alentador.

    También debemos considerar el hecho de que
    según parece, el promedio de vida de una especie se reduce
    a unos cuatro millones de años por término medio,
    un millón de años en el caso de los mamíferos. Las especies surgen, pugnan y
    decaen en ese plazo por término medio.

    Otro dato es que desde la formación de la Tierra
    ha existido vida prácticamente todo el tiempo. Este
    planeta se formó hace cuatro mil seiscientos millones de
    años, y existe vida desde hace 3,8 mil millones de
    años. La vida en la tierra surgió muy, pero que muy
    deprisa. Sobre todo considerando que la forma de vida más
    simple conocida, la considerada primera forma de vida en la
    tierra, la bacteria tiene dos mil enzimas.
    Según diversos estudios, las dos mil enzimas de la
    bacteria, sumergidas en un caldo de cultivo semejante al que
    existía en la Tierra en aquellos lejanos días,
    hubieran tardado en concurrir por azar cuarenta mil millones de
    años (en la consideración más conservadora).
    Es decir, si la vida fuera fruto del azar, el planeta
    estaría desierto.

    En definitiva, el que escribe estas líneas se
    adscribe a las teorías
    que afirman que la vida en la Tierra está marcada por un
    ritmo de extinción continuo y estable. Todas las
    teorías que circulan por ejemplo, acerca de la
    extinción de los dinosaurios,
    la llamada extinción en el límite K-T, no dan
    cuenta de todas las variables,
    sobre todo si sopesamos que lo único que nos queda para
    estudiar concretamente el caso de los Dinosauria (así como
    todos los demás casos de extinciones en épocas
    geológicas tan pretéritas) son huesos y
    fósiles de diversa procedencia sobre los que hacer
    suposiciones. No tenemos nada para verificarlo; de hecho, y en
    base a esto, la extinción podría no ser en absoluto
    un tema científico. La rodean demasiados misterios, y sus
    leyes reales
    siguen siendo un enigma.

    Pero se han hecho algunas sugerencias
    interesantes.

    4. Sugerencias sobre la
    extinción

    El primer nombre que hay que citar aquí,
    obviamente, es el de Darwin. En 1859,
    El origen de las especies cambió el paradigma de
    la ciencia.
    Darwin afirmaba que las especies no sólo evolucionaban,
    sino que además, los fósiles gigantescos (ya se
    habían encontrado los primeros huesos de dinosaurio
    alrededor de 1800) desenterrados pertenecían a los
    predecesores de los animales actuales. Hasta el momento se
    creía que los animales sí se extinguían
    (Cuvier), pero que no evolucionaban. Darwin aunó los dos
    conceptos. Pero recordemos que el interés por el estudio
    de la extinción no surgió hasta los años
    setenta. 1970, no 1870.

    El segundo descubrimiento fue la confirmación
    científica de que cuando las primeras plantas y las
    primeras bacterias que
    realizaban fotosíntesis produjeron oxígeno
    por primera vez, hace unos tres mil millones de años, el
    90% de la vida existente en aquella época fue aniquilada.
    La concentración de oxígeno en la atmósfera
    llegó al 21%. La atmósfera terrestre se
    convirtió en puro veneno para casi todas las especies de
    la época. Sólo el 10% sobrevivió.

    Hace menos tiempo, Luis Álvarez y su equipo
    descubrieron altas concentraciones de iridio en rocas procedentes
    del famoso límite K-T. Plantearon la no menos famosa
    teoría del meteorito que acabó con los
    dinosaurios.
    Finalmente, el último aporte importante sobre la
    extinción lo constituye la tercera glaciación, que
    barrió los tigres y las jirafas de Europa y América
    del Norte. Eso sin contar la predación excesiva realizada
    por nuestros antepasados de la época.
    ¿Qué tiene que decir la teoría del caos a
    esto?. Pues la verdad es que bastante.

    5. Los comportamientos
    autoorganizativos como la base y el fin de la vida

    No cabe duda de que la vida es el resultado del
    comportamiento autoorganizativo más perfecto que existe.
    Desde luego, parece a todas luces que la vida genera su propio
    orden.

    Consideremos, sin ir más lejos, la
    perfección intrínseca que existe en la
    formación de un solo ser, un ser humano por ejemplo. En el
    crecimiento intrauterino, dicha formación es perfecta
    (hablando en términos generales, es obvio que algunas
    veces se producen malformaciones). Justo en el momento que el
    organismo requiere un sistema
    circulatorio, el corazón
    empieza a bombear. Justo cuando se necesitan hormonas, se
    producen hormonas. Es perfecto. Mucho más perfecto que la
    actividad humana más perfecta. En el interior del
    embrión humano (y obviamente en los de todos los seres
    vivos), este proceso se
    repite igual para todos los miembros de la especie (hablando,
    repito, en términos generales). La conclusión
    más obvia es que la vida se autoorganiza. De hecho, es la
    forma de autoorganización más perfecta que hay. Y
    este principio de autoorganización incluye incluso como
    surgió la vida tan rápido en este planeta; antes
    vimos el ejemplo de las dos mil enzimas. Es un claro ejemplo de
    autoorganización. El azar resulta demasiado lento. La vida
    tiene su propio orden interno. Sino, la vida en la tierra
    sencillamente no se puede explicar. Así de
    claro.

    Además, conviene tener en cuenta que la
    autoorganización no es una propiedad
    exclusiva de la vida; pongamos como otro ejemplo clarísimo
    de comportamiento autoorganizativo la cristalización.
    Tenemos un líquido dónde las moléculas se
    mueven al azar, y de pronto tenemos un cristal perfectamente
    formado, donde no solo las moléculas se disponen
    según un orden, sino que además es muy semejante a
    otros cristales. Nadie controla el proceso. Nadie interviene.
    Simplemente ocurre. Y además ocurre muy deprisa. El
    cristal se autoorganiza; la vida también. Hablando
    filosóficamente, podríamos decir que la vida se
    cristaliza en los seres. Otro ejemplo es la molécula de
    hemogoblina, que se pliega para interactuar con el
    oxígeno. Podemos crear una molécula de hemogoblina,
    pero no sabemos como plegarla. Bien, pues no hace falta, porque
    una vez creada, la hemogoblina se pliega sola. Comportamiento
    autoorganizativo puro. Por tanto, el que suscribe afirma que la
    vida surge en base a la autoorganización. La vida genera
    su propio orden, que son (somos) los seres vivos.

    Ahora bien, los comportamientos autoorganizativos
    también pueden tener el efecto contrario. Pueden llevar a
    una especie a la decadencia, y provocar rápida o no tan
    rápidamente la extinción. La clave es el
    comportamiento y la adaptación.

    Todos sabemos que nuestro planeta es un entorno activo;
    volcanes,
    movimientos de tierra, climas que cambian, etc.; los organismos
    se adaptan a esos cambios sin cesar. Los mejores organismos son
    los que mejor se adaptan, y son los que sobreviven frente a los
    más débiles que caen. Todo el mundo conoce esta
    afirmación. Ahora veamos lo que encierra.

    Ciertamente, nuestro planeta es un entorno cambiante.
    Esta afirmación encierra más significado del que
    parece a simple vista. Si pensamos por ejemplo en la
    extinción en el límite K-T , la que acabó
    con los dinosaurios, el significado intrínseco de esta
    frase parece hacer tambalearse a la teoría del meteorito.
    ¿Cómo puede haber sido un meteorito que chocase
    contra la tierra y alterara el hábitat natural de los
    dinosaurios tapando el sol con polvo
    estelar, bajando las temperaturas, etc. la causa del fin de estos
    grandes animales, si de todos modos la Tierra está en
    cambio constante y los dinosaurios llevaban millones de
    años adaptándose a cambios de índole
    parecida (volcanes, terremotos,
    inundaciones, etc.)?. Es decir, ¿Cómo puede ser una
    catástrofe externa a los propios animales la causa de su
    extinción si de todas maneras llevaban muchísimo
    tiempo adaptándose a situaciones parecidas?.

    Además, existe un fenómeno claramente
    identificado y que aún hoy sigue siendo un misterio
    paleontológico. Parece ser que cuando sucede una
    catástrofe natural, entendida como un cambio radical en
    las condiciones de vida y los hábitat naturales de las
    especies, éstas no se extinguen de forma inmediata, sino
    que capean el temporal y se extinguen después, cuando todo
    ha vuelto a la normalidad, a como era antes de la
    catástrofe. Eso fue lo que sucedió con la tercera
    glaciación. Así desaparecieron las jirafas y los
    tigres de Norteamérica. El fenómeno se conoce como
    Debilitamiento de la Cabeza de Puente.

    Estos datos parecen afirmar la idea de que las
    catástrofes naturales por sí solas no dan
    explicación al fenómeno de la extinción.
    Hace falta algo más.
    La segunda parte de la afirmación anterior es
    esencialmente cierta. Pero ¿dónde está la
    clave entre lo que es buena adaptación y mala
    adaptación? ¿por qué unas especies se
    adaptan bien y otras no?
    La clave es el comportamiento. Y eso afirma la idea de que
    así como la vida se produce en base a un comportamiento
    autoorganizativo y al borde del caos, con la extinción
    sucede lo mismo.

    6. El borde del caos como
    eje de la extinción

    Sopesemos de nuevo el fenómeno del Debilitamiento
    de la Cabeza de Puente; porque encierra una pequeña pero
    interesante clave. Desde el punto de vista evolutivo, la vuelta a
    la normalidad no es tal. Es otra catástrofe. Otro cambio
    muy profundo, que desborda la capacidad de adaptación de
    los animales. Esta parece ser la única explicación
    a éste fenómeno. Pero nos volvemos a dar contra la
    misma pared. El planeta es un entorno activo, dinámico.
    Los animales se adaptan a cambios sin cesar. Entonces,
    ¿por qué se extinguen?.

    Pues bien, tal vez la afirmación sobre el entorno
    dinámico y activo del planeta encierre algo más. A
    todas luces podemos considerar que nuestro planeta es el borde
    del caos para los sistemas complejos denominados "seres vivos".
    Cumple todos los requisitos vistos antes en la definición
    de borde del caos. Por tanto, si damos esta noción como
    cierta, el comportamiento es la clave de la extinción; por
    tanto, las catástrofes naturales una y otra vez propuestas
    como causa de las extinciones no son una causa, son un detonante.
    Son lo que desborda por exceso o por defecto la capacidad de
    adaptación de las especies hasta empujarlas a la
    desaparición. Esa es, considerando todos los datos
    anteriores, la explicación propuesta por la teoría
    de la complejidad a las extinciones. A mi modo de ver es sencilla
    pero aplastante. El único interrogante que queda, y queda
    abierto es: ¿hasta que punto nos adaptamos los seres
    humanos?.¿Conseguiremos evitar nuestra
    extinción?

     

     

    Autor:

    Miguel Menéndez
    Estudios:
    Técnico superior en Integración Social, y apasionado de la
    ciencia por
    libre
    Categoría: Biología / Paleontología /
    Dinámica no lineal aplicada

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