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Los caballeros: El mensaje detrás de la espada




Enviado por noninoverdolaga



    1. ¿De qué estaba
      hecho un caballero?
    2. Ritualística y
      Simbología
    3. El Escudo y la Espada el camino a
      seguir
    4. Caballería y
      Religión: Al Servicio de Dios
    5. El mensaje detrás de la
      espada
    6. Bibliografía
      adicional

    Un repaso por algunos elementos de uno de los
    fenómenos sociales más importantes de la historia, su valor
    comunicativo y su aporte para reflexionar sobre el concepto de
    comunicación.

    Al inicio de la Edad Media,
    mientras más establecidos estuvieron los pueblos
    germánicos en el imperio romano,
    más comenzaron a recibir la influencia cristiana. El
    problema para la prédica cristiana no violenta era
    ¿cómo podrían los soldados romanos y los
    guerreros bárbaros pertenecer a esta religión siendo la
    violencia su
    estilo de vida?

    El dilema encontró resolución protegiendo
    al pueblo y a la obra de Dios de los enemigos, así la
    violencia también comenzó a hacer parte de ella y
    un guerrero cristiano luchaba por su rey, por su pueblo, y
    sabía que lo hacía bien, Dios estaba de su lado.
    Vemos allí el primer intercambio social y cultural entre
    formas de vida. Gracias a ese cruce de mensajes, la historia
    conocería a los que fueron personajes que siguen presentes
    con su simbolismo en la actualidad: Los caballeros.

    Es imposible definir a un caballero sin tener en cuenta
    el caballo y la armadura. Para los antiguos cronistas la palabra
    caballería se deriva de "cheval", que quiere decir caballo
    y la utilizaban para describir a aquellos hombres que utilizaban
    tales herramientas.

    Durante las batallas en que se disputaron los
    territorios ocupados por los bárbaros tras la caída
    del Imperio Romano, el caballo jugó un papel
    fundamental. Su uso se originó no con fines netamente
    militares, sino para labores cotidianas. Fue entonces al inicio
    de estas confrontaciones entre las aldeas originadas en la
    invasión bárbara, que el caballo se comenzó
    a utilizar como un arma.

    Los francos fueron los que mejor adoptaron al caballo
    como un instrumento de lucha armada, aprovechando las ventajas
    logísticas a la hora de un combate. Ello lo aprendieron de
    la habilidad de los árabes con los equinos, después
    de numerosas confrontaciones en las que los francos triunfaron
    sólo por la talla de su armamento y su superioridad en
    número. Fue Carlos Martel, quien pensó en reforzar
    la presencia de soldados a caballo en el ejército franco,
    para hacer más efectivo el combate.

    En la plenitud de la Edad Media, los caballeros fueron
    también extensión del control de los
    feudos de los reyes y señores y sus respectivos
    ejércitos feudales y reales, así el caballero
    feudal
    era la protección militar de las tierras
    otorgadas por sus rey y/o su señor en recompensa a su
    lealtad.

    ¿De qué
    estaba hecho un caballero?

    "…mantente alerta, con confianza en Cristo y loable en
    tu fama."

    (Frase ritual para prepararse a ser armado caballero,
    según el poema francés "Orden de
    Caballería", de antes de 1250.)

    Entrado el siglo XII, habían pasado los guerreros
    bárbaros y ahora vinieron los jinetes y los señores
    feudales, cuyo sencillo código
    de lealtad se había ampliado y refinado por la influencia
    de la iglesia y de
    las damas, y ellos habían entrado a formar parte de una
    clase social orgullosa, con sus características específicas,
    manifestadas principalmente en reuniones propias como los
    torneos, en donde se distinguían entre sí por sus
    cotas y sus armas. La
    simbología había logrado más preponderancia,
    gracias al intercambio social y cultural entre clases y
    costumbres.

    De esta manera lo testifica la literatura de la
    época, principalmente, con el Libro de la
    orden de Caballería escrito por Ramón
    Lull; nacido en 1235, era hijo de uno de los caballeros que
    ayudó al rey de Aragón a recuperar Mallorca de
    manos de los musulmanes; posteriormente, y gracias a una
    visión divina, se dedicó a tratar de convertir a
    los musulmanes al cristianismo;
    después se dedicaría a escribir muchos libros sobre
    religión y filosofía, al haber fracasado en su
    misión
    evangelizadora en 1316; fue él quien escribió el
    primer tratado de caballería.

    Ramón Lull entregaba lecciones de
    caballería a través de una narración, en la
    que un aprendiz de caballero se interna en un bosque, en el que
    encuentra a un ermitaño, quien le enseña todo lo
    que un caballero debe ser y saber. En el libro, Lull relata que
    los hombres, por su naturaleza
    pecadora, eran escogidos para ser caballero de a uno entre mil;
    porque los caballeros eran hombres con una férrea
    voluntad, diseñada para defender con fiel respaldo "al rey
    y a la iglesia"; igual mente, debían luchar contra los
    enemigos que vinieran de afuera y contra los malvados de la
    propia comunidad; y para
    esta labor, se mantenían en forma en los torneos, justas y
    cacerías.

    Indudablemente, la consagración a la batalla y la
    honor guerrero de lso primeros caballeros había dado un
    giro hacia una moral permeada
    por elementos religiosos y sociales dados por el papel de lso
    ejércitos en los sistemas sociales
    de poder de la
    época. Según Lull, un verdadero caballero era leal,
    fuerte, cortés, generoso, franco y creyente; tales
    características debían estar fundadas desde el
    aspirante a caballero en su tierna edad y conservarse así
    hasta la tumba, para poder gozar de los honores valiosos en este
    mudo y de la dicha eterna en el cielo venidero.

    Es difícil determinar en qué
    proporción se distribuía la figuración de
    las dimensiones espiritual y social del caballero, cuál de
    las dos era más preponderante. Igual la literatura de la
    época deja constancia de esta última en El Libro de
    Caballería de Geoffry de Charny, un caballero
    francés muerto en 1356 al servicio del
    rey en una batalla en Poitiers, su libro habla de los beneficios
    pragmáticos y morales de la lucha armada,
    refiriéndose a "el gran negocio de la guerra". Esto
    se constituyó en la primera muestra de la
    excepción a la regla de la lealtad de forma neta a los
    principios
    morales de los caballeros.

    Con el avance del tiempo, los
    hombres candidatos para ser ordenados caballeros eran los
    jóvenes de buena cuna, a quienes se les enseñaba
    desde sus primeros años el comportamiento
    y los modales que un caballero debía tener. Las damas,
    podemos decir que cultivaban lo que deseaban cosechar, pues eran
    las damas de los castillos las que le enseñaban al joven a
    ser cortés, agradable, limpio y dispuesto a prestar
    pequeños servicios a
    sus mayores, como "semilla" para cultivar el sentido de
    obediencia y lealtad que los caracterizaría en un futuro;
    los capellanes de los castillos les enseñaban a rezar,
    leer y escribir; de los mozos de cuadra y de sus padres,
    aprendían a montar a caballo y algunos juegos para
    sembrar habilidades que después los hicieran diestros en
    el manejo de las armas. Vemos nuevamente la aparición
    tremendamente fuerte en el papel de la formación de
    sociedades,
    finalmente la conducta social
    iba a cobrar tanta o más importancia que las habilidades
    militares.

    Ritualística
    y Simbología:

    Para los estudiosos, escritores, y –obviamente-
    para los propios caballeros, la caballería era como una
    religión, el monje era a la iglesia, más
    concretamente a su monasterio, lo que el caballero era a su orden
    de caballería; y es en ésta semejanza con la
    religión en donde la caballería se nutre de
    símbolos. Dado su carácter
    viril, la caballería estaba llena de símbolos de
    estatus, de símbolos de cercanía a la
    perfección.

    Cada una de las actuaciones de un caballero estaba llena
    de significado, incluso desde que se aspiraba a ser armado
    caballero, todo tenía un significado, todo alrededor de
    esa intención de ser un caballero en esencia y apariencia.
    Entre las principales ceremonias que debía tener un
    caballero estaba la más recordada y la que más
    importancia revestía: El ritual de ser armado
    caballero.

    Así lo narra el poema francés Ordene de
    Chevalerie (Orden de Caballería), escrito antes de 1250,
    en una narración en la cual el conde Hugo de Tiberias,
    famoso cruzado, ha sido capturado por los sarracenos; y en la que
    el líder
    musulmán, el gran Saladino le dice que admira tanto a los
    caballeros que le gustaría convertirse en uno de ellos,
    pidiéndole a Hugo que lleve a cabo la ceremonia para
    armarlo caballero, a cambio de su
    libertad
    incondicional, a lo que Hugo accede.

    "Después de arreglar el cabello y la barba de
    Saladino, Hugo le prepara el baño de cortesía y
    generosidad, y le explica que el nuevo caballero emerge de
    él limpio, como un niño recién bautizado que
    emerge sin rastro de pecado.

    Luego lleva a Saladino a descansar a un buen lecho, que
    representa la comodidad y el bienestar del que disfrutará
    el caballero en el Cielo, si consigue ganárselo por medio
    de la verdad.

    Al levantarse, el nuevo caballero es vestido
    con:

    -Una túnica blanca, que representa su
    limpieza;

    -una capa púrpura que representa su sangre, la que
    está dispuesto a derramar por Dios y por la
    iglesia;

    -calzas marrones, el color de la tierra a la
    que todos volvemos, para recordarle que hay que estar dispuesto
    siempre a bien morir.

    A continuación, Saladino es equipado
    con:

    -Un cinturón blanco, que simboliza la
    pureza;

    -espuelas de oro, señal de que será tan
    rápido como un caballo espoleado para obedecer los deseos
    de Dios;

    -y por último, la espada, con sus dos filos
    iguales como la justicia y la
    lealtad, lista para defender a los oprimidos.

    Una vez preparado, el nuevo caballero debe ser golpeado
    en el hombro por el caballero que dirige la ceremonia. Como en
    ese momento, Hugo considera a Saladino su señor, queda
    fuera de sus deberes dar ese golpe. Por eso le dice a Saladino
    las cuatro cosas que un caballero cristiano debe tener
    presentes:

    -Nunca consentir la traición y el falso
    juramento;

    -debe honrar a todas las damas y ayudarles en la
    necesidad;

    -debe oír misa todos los días, si es
    posible;

    -debe ayunar los viernes, en memoria de los
    sufrimientos de Cristo."

    Los símbolos son parte importante de la
    consagración de la vida y la obra del caballero a la
    protección divina, entregándole a Dios un guerrero
    que defenderá su causa Y que está libre de mancha y
    de pecado; se puede decir que, luego de la ceremonia, el
    único defecto que el caballero conservaba era seguir
    siendo humano.

    Aún en batalla, trataban con honor y
    cortesía a los caballeros enemigos, así lo que
    siguiera fuera todo brutalidad. Era estar más cerca de
    quienes y de lo que protegían (Su ideal social: El rey),
    era acercarse más a su ideal en el Cielo. Dios.

    Por otro lado, y no con menos importancia, estaban las
    insignias, banderas escudos y armas, nuevos símbolos de
    estatus; otros con importancia táctica, como los
    estandartes que distinguían los pelotones de los
    ejércitos (los de infantería, de los de
    caballería, por ejemplo, en un elemento de
    comunicación tomado de los ejércitos de las tierras
    que son hoy el Medio Oriente, donde se utilizaban desde tiempos
    bíblicos para anunciar la circulación de la
    caravana de una tribu.), simbólica (como la cruz para los
    caballeros cruzados, un símbolo que retrataba su
    causa),etcétera.

    Otro ejemplo importante de los elementos
    comunicacionales que testimonian una época importante en
    el desarrollo de
    la táctica militar, muchos signos comunes entre los
    caballeros eran utilizados en los diagramas de
    batalla que realizaron los estadistas, estrategas militares, e
    historiadores de la época, pero para más claridad
    eran desarrollados en cuadros de convenciones, anexos a dichos
    diagramas, dado el caso que no fueran de carácter
    secreto.

    Entre los símbolos más importantes estaba
    la participación en los torneos, que entregaba respeto y
    admiración, dependiendo de los resultados de las
    justas.

    Tanto en la participación en los torneos como en
    las batallas era importante llevar un recuerdo de su dama, para
    recodar que había un honor que defender ante los ojos de
    alguien más cercano que un enemigo, para darse importancia
    y, dado el caso defender la dignidad de la dama.

    Aún más importante era ser reconocido en
    los torneos o en los campos de batalla, para lo que se utilizaban
    las insignias y los escudos, entre otros símbolos, como
    gritos de guerra, insignias en las puntas de sus lanzas o partes
    de su ropaje.

    Un elemento muy común, fue la adaptación
    de largos ropajes sin mangas que prevenían que los ropajes
    de hierro
    adquirieran una temperatura
    insoportable, y con su color o la colocación de escudos o
    insignias bordados, se facilitaba el reconocimiento de miembros
    del mismo bando, el uso de cimeras- emblemas fabricados en
    materiales
    livianos que iban en el casco o yelmo-, cumplían esta
    misma función. Y
    fue esa mixtura de los caballeros con la religión y la
    sociedad, hizo
    que el uso de escudo o emblemas no se limitara a los
    ejércitos y también fuera tomado por las familias,
    sobre todo las de tradición guerrera.

    De ahí que en los torneos surgieran especialistas
    en distinguir los escudos y emblemas unos de otros y prevenir
    confusiones en la calificación, o hacer correr la noticia
    de una victoria o una derrota de un ejército en particular
    a través de los heraldos; así surgió la
    heráldica, que creó toda una gama de
    términos para describir los emblemas y los escudos, y sus
    contenidos, entre los que se encontraban flores, bestias en
    diferentes posiciones, divisiones, lambeles y demás
    elementos cuya inclusión en los escudos y emblemas
    tenía un significado muy propio. Tal vez fue este el
    elemento comunicacional que más aportó al
    misticismo y sublimación a los caballeros y a la vida
    pública en la Edad Media.

    Vale la pena mencionar que el único aspecto que
    con certeza justifica la inclusión de uno u otro
    símbolo o signo en un escudo o un emblema es el cambio de
    cabeza de familia, el
    cambio en el escudo de uno familia se determinaba por el
    heredero, una vez llegara al poder, como fue el caso del escudo
    de armas de Inglaterra.

    La espiritualidad que rodeaba la vida de los caballeros
    justificaba la cantidad de signos y su importancia,
    refiriéndonos a espiritualidad no sólo desde el
    punto de vista religioso, sino desde el punto de vista de las
    cosas que a los caballeros les parecían importantes y que,
    -basados en esa ansiedad de trascender en la memoria que
    caracterizó a la época- era imperativo tener
    presente y que de alguna manera, los demás lo supieran.
    Herencia total
    del cristianismo y su desarrollo de la imagen como
    elemento comunicacional.

    A tal punto llega la relación entre la
    caballería y la religión que la historia registra
    el surgimiento de órdenes de caballeros monjes durante la
    época de las cruzadas, dedicados a proteger a los
    peregrinos de los bandidos, bajo la orden de "Los Caballeros
    Pobres de Cristo y del Templo de Salomón" entre los que se
    destacó el monje San Bernardo, quien testificó la
    existencia de ésta orden en su libro "Alabanza de la Nueva
    Caballería", describiendo a sus miembros: "No se
    recubrirán de oro ni de plata, sino de fe por dentro y de
    malla por fuera, para sembrar el terror, y no la avaricia en los
    corazones de sus enemigos".

    El Escudo y la Espada el
    camino a seguir .

    "Mi fuerza es la
    de diez hombres, pues soy de corazón
    puro"

    (Del libro "The Idylls of the King", sobre el rey
    Arturo y sus caballeros.)

    Uno de los pasajes más fascinantes de las
    historias de Caballeros, y que aún hoy con todos los
    años que nos distan de aquella época nos cautiva,
    es el de las batallas; nuestra mente no sale del asombro
    de aquellas cruentas confrontaciones cuerpo a cuerpo, donde no
    había momento para retroceder y el valor y la fuerza se
    mezclaban con momentos instantáneos de inteligencia  de los caballeros y sus
    señores.

    Los ejércitos del Medioevo estaban constituidos
    por grandes filas de hombres armados al mando de sargentos, estos
    últimos eran elegidos por los señores y su
    habilidad para luchar era innegable, el resto del ejercito estaba
    armado con grandes jabalinas, eran generalmente campesinos que
    debían desarmar la caballería enemiga, pero el
    corazón del ejército estaba indudablemente en su
    caballería por ese poder e imponencia que tenía.
    Para esta época la fortaleza de los caballeros era cada
    vez más evidente, en nuestros días pocos hombres
    podrían levantar una espada medieval sin usar sus dos
    manos.

    Los Caballeros además de luchar cumplían
    una función de motivación, en los momentos críticos
    eran la salvación de los soldados, inmunes a las flechas
    contrarias, arrasaban a los hombres enemigos que combatían
    a pie, de esta manera, los demás sabían que era el
    momento justo para terminar la batalla y vencer, la única
    forma de detener una tropa de caballería era con otros
    caballeros; al final los más ágiles y fuertes eran
    los vencedores.

    El caballero era un hombre limpio
    en su vida; después de la batalla se dirigía a la
    capilla, se lavaba la sangre de las manos y se ponía a
    rezar, su vida era un eterno conflicto
    consigo mismo y con sus enemigos, situación que retrata
    uno de los hitos más sangrientos y dolorosos para la
    humanidad, pues hoy la misma iglesia sabe que las cruzadas del
    Medioevo fueron bárbaras e inhumanas.

    Caballería y
    Religión: Al Servicio de Dios.

    "…el castigo de musulmanes y judíos
    debía ser el primer acto de la batalla final que
    debía culminar en la destrucción del
    mismísimo príncipe del mal." (Norman Cohn, En ]Pos
    del Milenio, Cap.4.)

    La Edad Media fue una época llena de misticismo;
    sobre todo en su parte alta, durante el furor de la
    caballería, a partir del siglo X; vivir tranquilo en aquel
    entonces era lo mismo que vivir con la certeza de la
    salvación del alma.

    La Iglesia, y el reconocimiento de ella como autoridad de
    Dios en la tierra, se
    constituía en medio seguro para
    alcanzar el cielo. Pero ésta no huyó del todo a la
    realidad social de la época y aceptó que
    vivía en un mundo violento, de ahí que, para
    facilitar la captación de fieles, considerara que a veces
    un cristiano tenía que luchar y matar para evitar que su
    gente sufriera daños mayores. Debido a esto, el proteger a
    la Iglesia se volvió algo más importante aún
    que salvar vidas humanas; así, un conde o un caballero
    (que son quienes nos ocupan ahora), después de haber
    luchado y haber participado en cruentas batallas, podía
    hacer "donaciones voluntarias" –tal como aquellas que hoy muchas
    sectas cristianas utilizan e incluso la misma Iglesia
    católica.-, para la salvación del alma de las
    torturas del Infierno ( y la historia se repite con leyes que
    perdonan al criminal atroz, pero condenan al ladronzuelo de
    esquina).

    Paradójicamente, las oraciones de la época
    retratan el amparo divino a
    la lucha y muerte de
    hombres entre sí: "Dirigimos a Ti, señor, nuestras
    oraciones, y te pedimos que, con Tu mano derecha, bendigas esta
    espada con la que Tu siervo desea ser ceñido; que ella
    defienda iglesias, viudas, huérfanos, y a todos Tus
    siervos del azote pagano, que siembre el terror y el
    pánico entre los malvados y que actúe con justicia
    tanto en el ataque como en la defensa".

    Esas mismas oraciones recuperan los rasgos de
    tácticas romanas de manipulación de la información cuando se hablaba de los
    ejércitos pretorianos enfrentados a monstruos. Ahora el
    terror del brazo pagano camina en una línea delgada hacia
    el odio y la consecuente aniquilación.

    El mensaje
    detrás de la espada.

    Procesada, digerida y modificada por cada cultura y cada
    época, la
    comunicación se reafirma en su valor gracias a su
    origen y uso que, como dice Karl Jaspers, convoca y es por eso
    que se convierte en parte, arte y producto del
    cotidiano.

    Así, los caballeros usaron los elementos de su
    vida común para proyectarse en una sociedad, la imponencia
    del caballo les valió para hacerse grandes en una sociedad
    difícil y la necesidad de entregar su mensaje de lealtad a
    Dios y su rey, les hizo apoderarse de elementos comunes a su
    entorno para integrarlos a sus mensajes, y no podían
    más que usar las herramientas que les estaban dadas en la
    experiencia, en aquello que también resulta siendo
    común y pro eso, muchos elementos comunicativos de la
    caballería recogen y reacomodan elementos vistos en
    fenómenos comunicacionales anteriores. Y aún hoy
    esos mismos elementos se retoman, se redefinen con fines en
    apariencia diferentes, pero que en esencia están
    constituidos por los mismos elementos base.

    Por eso, como cada día que tiene su amanecer y su
    crepúsculo, la comunicación lleva consigo rasgos
    comunes que se repiten una y otra y otra vez, como recordando de
    su lugar en la formación de sociedades será siempre
    el mismo: el de arte, parte y producto.

    Y porque se comunican principalmente afectos, la
    comunicación está tan ligada al desarrollo del
    hombre, porque resulta que a ella se debe y al mismo tiempo la
    construye y la deja como testigo de su tiempo.

    Bibliografía
    adicional:

    LUCÍA Megías, José Manuel.
    Catálogo descriptivo de libros de caballerías. En :
    Nueva revista de
    filología hispánica. Tomo XLVI,
    nº246.

    Joaquín Gómez Meneses

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