- Principios
Fundamentales - Como funciona la
CITES - La
Secretaría - Conferencia de las
Partes - Comités
Permanentes - La situación en
Argentina
La Convención sobre el Comercio
Internacional de Especies amenazadas de Fauna y Flora
Silvestre (CITES) es un acuerdo internacional concertado entre
los Estados, que tiene por finalidad velar por el comercio
internacional de especies de animales y
plantas
silvestres.
Se estima que anualmente el comercio
internacional de vida silvestre se eleva a millones de
dólares y afecta a cientos de millones de animales y
plantas. El
comercio es
muy diverso, desde los animales y plantas vivas hasta una vasta
gama de productos de
vida silvestre derivados de los mismos, como los productos
alimentarios, los artículos de cueros de animales
exóticos, los instrumentos
musicales fabricados con madera, la
madera, los
artículos de recuerdo para los turistas y las
medicinas.
Los niveles de explotación de algunos animales y
plantas son elevados y su comercio, junto con otros factores,
como la destrucción del hábitat, es capaz de mermar
considerablemente sus poblaciones e incluso hacer que algunas
especies estén al borde de la extinción.
Muchas de las especies objeto de comercio no
están en peligro, pero la existencia de un acuerdo
encaminado a garantizar la sustentabilidad del comercio es
esencial con miras a preservar esos recursos para las
generaciones venidera.
Hoy en día, la Convención ofrece diversos
grados de protección a más de 30.000 especies de
animales y plantas, bien se comercialicen como especies vivas,
como abrigos de piel o hierbas
disecadas.
La CITES se redactó como resultado de una
resolución aprobada en una reunión de los miembros
de la Unión Mundial para la Naturaleza
(UICN), celebrada en 1963 . El texto de la
Convención fue acordado en una reunión de
representantes de 80 países celebrada en Washington DC,
Estados Unidos
de Norteamérica, el 3 de marzo de 1973 y entró en
vigor el 1 de julio de 1975. Durante muchos años, la CITES
ha sido uno de los acuerdos ambientales más importantes y
cuenta actualmente con más de 150 miembros.
Reconociendo que la fauna y flora
silvestre, en sus numerosas, bellas y variadas formas constituyen
un elemento irremplazable de los sistemas
naturales de la tierra,
tienen que ser protegidas para esta generación y las
venideras.
Concientes del creciente valor de la
fauna y flora silvestre desde los puntos de vista
estético, científico, cultural, recreativo y
económico.
Reconociendo que los pueblos y Estados deben ser los
mejores protectores de su fauna y flora silvestre.
Reconociendo además que la cooperación
internacional es esencial para la protección de ciertas
especies de fauna y flora silvestre contra su explotación
excesiva mediante el comercio internacional.
El objetivo de la
CITES es someter el comercio internacional de especies de
determinada fauna y flora silvestre a ciertos controles. Lo que
significa que toda importación, exportación, reexportación o
introducción procedente del mar de especies
amparadas por la Convención sólo podrá
autorizarse mediante un sistema de
concesión de licencias.
Las especies amparadas por la CITES están
incluidas en tres Apéndices, según el grado de
protección que necesiten:
- Apéndice I: Se incluye todas las especies en
peligro de extinción. El comercio de esas especies se
autorizará solamente bajo circunstancias
excepcionales. - Apéndice II: Se incluye especies que no se
encuentran necesariamente en peligro de extinción, pero
cuyo comercio debe controlarse a fin de evitar una
utilización incompatible con la
supervivencia. - Apéndice III: Se incluye especies que
están protegidas al menos en un país, el cual ha
solicitado la asistencia de otras Partes en la CITES para
controlar su comercio.
Cada Parte en la Convención debe designar una o
más Autoridades Administrativas que se encargan de
Administrar el sistema de
concesión de licencias y una o más Autoridades
Científicas para prestar asesoramiento acerca de los
efectos del comercio sobre la situación de las
especies.
Sólo podrá importarse o exportarse (o
reexportarse) un animal o vegetal de una especie incluida en los
Apéndices de la CITES si se ha obtenido el documento
apropiado y se ha presentado al despacho de aduanas en un
puerto de entrada o salida. Aunque los requisitos pueden variar
de un país a otro y es aconsejable consultar las
legislaciones nacionales.
La Secretaría de la CITES desempeña una
función
primordial para la Convención y sus funciones son las
siguientes:
-Desempeñar un papel de
coordinación y servicio en la
labor de la Convención.
-Actuar como depositario de los informes,
muestras de permisos y otra información remitidas por las
Partes.
-Realizar, en el marco de programas
acordados, estudios científicos y técnicos
ocasionales sobre cuestiones que plantean problemas de
aplicación de la Convención.
-Preparar informes
anuales para las Partes sobre su propio trabajo y sobre la
aplicación de la Convención.
-Organizar las reuniones de la Conferencia de
las Partes y los comités permanentes regularmente y
prestar servicios a
esas reuniones.
-Formular recomendaciones sobre la aplicación de
la Convención.
-Realizar cualquier tarea que le encomiende las
Partes.
La Secretaría distribuye la información a la Partes por ejemplo,
mediante notificaciones, generalmente en los tres idiomas de
trabajo de la Convención: español,
francés e inglés.
Las partes (Estados miembros) en la CITES se denominan
colectivamente como la Conferencia de
las Partes. Cada dos o tres años, la Conferencia de las
Partes se reunen para examinar la aplicación de la
Convención. Estas reuniones, organizadas normalmente por
una de las Partes, suele durar dos semanas. Estas reuniones, que
se denominan frecuentemente CdPs, ofrecen una oportunidad a las
Partes para:
-Examinar documentos de
trabajo e informes presentados por la Secretaria, las Partes, los
comités permanentes y otros grupos de
trabajo.
-Tomar las medidas necesarias para velar por un buen
funcionamiento de la Secretaria.
-Recomendar medidas para mejorar la eficacia de la
Convención.
Las reuniones son una buena ocasión para que los
participantes inicien o renueven relaciones y examinan los
problemas
planteados y los éxitos cosechados. En las reuniones de la
Conferencia de las Partes participan no sólo las
delegaciones de las Partes de la CITES, sino también
observadores. Entre estos, los representantes de los Estados que
no son Partes en la CITES, de las organizaciones de
las Naciones Unidas y
de otras convenciones internacionales. A juicio de las Partes,
también se autoriza la participación de
observadores de organizaciones no
gubernamentales interesadas en la conservación o el
comercio, los cuales pueden participar sin derecho a voto. El
público en general también puede asistir pero no
puede participar en los debates.
A fin de facilitar la labor de la Conferencias de las
Partes y velar por la continuación de los trabajos entre
reuniones, la Conferencia a establecido cuatro comités
permanentes a fin que le presenten informes. Estos comités
son: el Comité Permanente, el Comité de Fauna, el
Comité de Flora y el Comité de Nomenclatura.
El Comité Permanente proporciona
orientación política a la
Secretaría en lo que concierne a la aplicación de
la Convención y supervisa la
administración del presupuesto de la
Secretaría. Además, coordina y supervisa,
según proceda, la labor de los Comités y los
grupos de
trabajo, realiza otras tareas encomendadas por la Conferencia de
Partes, y prepara proyectos de
resolución para presentarlos a la consideración de
la Conferencia de las Partes.
Entre las cuestiones más relevantes abordadas por
el Comité Permanente cabe señalar el seguimiento de
las desiciones para reanudar, de forma limitada, las
transacciones comerciales de elefantes, la conservación y
el comercio del tigre, problemas de observación en algunos miembros y la
preparación del Plan
Estratégico de la Convención.
Los miembros del Comité Permanente son
países. Los miembros votantes son Partes que representan a
cada una de las seis regiones geográficas (Africa, Asia, Europa, América
del Norte, América
Central, América del Sur, el Caribe y Oceanía).
El número de representantes refleja el número de
Partes de cada región.
Los miembros que representan a las regiones eligen la
Presidencia y la Vicepresidencia del Comité. Todas las
Partes que no son miembros del Comité Permanente tienen
derecho a enviar observadores a sus reuniones. Además, la
Presidencia puede invitar observadores de cualquier país u
organización.
Los Comités de Fauna y Flora se establecieron
para colmar las lagunas en los conocimientos biológicos y
especializados en relación con las especies de fauna y
flora que están (o podrían estar) sujetas a
controles comerciales de la CITES. Su finalidad es proporcionar
apoyo técnico en la toma de
decisiones sobre estas. Ambos comités tienen mandatos
semejantes:
- Realizar exámenes periódicos de
especies a fin de garantizar la apropiada categorización
en los Apéndices de la CITES. - Asesorar cuando ciertas especies son objeto de
comercio insostenible y recomendar medidas
coercitivas.
La cacería ilegal de la fauna autóctona es
un flagelo que aumenta constantemente en todo el mundo. En la
Argentina, la
persecución despiadada de nuestra fauna por distintas
técnicas de caza ha puesto en jaque
numerosas especies y comprometido su subsistencia. La importancia
de tal depredación ha convertido a nuestro país en
el primer exportador ilegal de animales silvestres de América
Latina, ya que más de 500 especies que conviven con
nosotros se hallan en peligro de extinción a causa de la
desenfrenada cacería practicada en montes, cursos de
agua y selvas.
Esto se debe a la gigantesca demanda de
pieles, cueros y carnes altamente cotizadas en el mercado
internacional. Ya desde los lejanos tiempos de la conquista
muchas especies fueron consideradas un importante recurso
peletero o plumífero y desde entonces sometidas a una
constante expoliación del recurso. Así se destacan
los casos de la vicuña y el lobo fino, hoy en una lenta
recuperación, y la chinchilla de estatus actual incierto
como los más conspicuos.
Los motivos principales de captura comercial de nuestra
fauna pueden agruparse en: pilíferos y/o
plumíferos, e incluye en tal denominación la
obtención de cueros de aplicación en
marroquinería; mascotas o animales cautivos con fines
canoros, ornamentales o de simple curiosidad y en menor medida
como recursos
proteicos. Así se destacan en el primer grupo los
gatos manchados, los zorros, los zorrinos, los lobitos de
río, la vicuña, el guanaco, los pecaríes, la
nutria o coipo, las chinchillas, el carpincho, los suris o
ñandúes, los yacarés, las boas, las iguanas
o lagartos overos entre los más notables y presionados. En
el segundo grupo figuran
los monos, los loros, los flamencos, los cisnes, los tucanes y
numerosas especies de passeriformes, además de peces y
anfibios varios y entre los reptiles de diversas especies de
tortugas por solo destacar las más perseguidas por este
fin.
Sólo para dar algunos ejemplos, se puede citar
que hoy por hoy en la Argentina se
cazan tarucas en la Sierras de Ambato (Catamarca); venados de las
pampas en la Bahía de Samborombón (Buenos Aires);
ciervos de los pantanos en Iberá (Corrientes) y huemules
en el Cerro Ventisquero (Río Negro). Todos estos ciervos
autóctonos se encuentran amenazados de extinción y
están protegidos legalmente a nivel provincial, nacional e
internacional.
En todos los casos existe una cadena de comercialización con eslabones bastante
bien definidos que tienen su origen en los cazadores, por lo
general de extracción humilde encuentran en la captura de
animales silvestres su único medio de subsistencia o al
menos un suplemento importante para sus magros sueldos. Estos
eslabones llevan el común denominados de la miseria y
están sometidos a los caprichos del mercado que, a
veces, no paga nada por un cuero o una piel que
demandó un significativo esfuerzo o sacrificio o bien lo
abona por un mínimo de su valor, y los
restantes eslabones se quedan con toda la ganancia.
Las deficiencias de control por parte
del Estado, suelen
provocar equivocaciones de todo tipo. Aunque parezca
increíble, en las exposiciones anuales de la Sociedad Rural
Argentina aún hay stands de algunas provincias que exhiben
artesanías de fauna silvestre catalogada como de caza y
comercialización prohibidas.
Un diagnóstico general de la caza en la
Argentina revela que:
-Se cazan tanto especies permitidas como prohibidas,
incluso aquellas amenazadas de extinción.
-Tanto los cupos como las vedas se fijan
arbitrariamente, sin estudios previos y rara vez se
respetan.
-Los controles quedan supeditados a la conciencia de los
mismos cazadores.
-Los permisos de caza se otorgan sin ningún tipo
de examen previo.
-No existen exigencias suficientes para habilitar a los
guías de caza.
-La inversión en conservación por parte
de los cazadores prácticamente no existe.
-Los ilícitos no suelen ser denunciados a la
justicia y
cuando lo son, los transgresores no reciben una pena que los
desaliente.
-Las infracciones se verifican desde todos los sectores
sociales y culturales.
Debido a estos problemas, la Argentina constituye un
polo de atracción para cazadores extranjeros, que acuden
por la llamativa "generosidad" de las normas que
regulan la caza de algunas especies.
Es hora que los cazadores de la Argentina realicen
inversiones
para apoyar la conservación "in situ" de las especies que
cazan y han cazado en el pasado. También deben denunciar y
marginar de manera frontal y organizada a aquellos cazadores o
empresas que
realizan caza furtiva. La Argentina necesita de esta actitud.
La Argentina contaba originalmente con formaciones
boscosas de gran potencial maderero y leñero de haberse
planificado adecuadamente su aprovechamiento. En lugar de esto
una explotación desenfrenada desde fines del siglo pasado
ha reducido los bosques nativos a un pálido reflejo de lo
que originalmente fueron, y quedan a veces sus existencias
actuales en una situación tan crítica que solo se
puede recomendar su protección total, vedando cualquier
tipo de aprovechamiento económico, para intentar reservar
así esos escasos rodales como bancos de
germoplasma que permitan conservar valiosas especies y alentar
alguna vez campañas de recuperación de su potencial
forestal.
Podemos tomar como ejempla la región
chaqueña donde el quebracho colorado (Schinosis balansae)
fue víctima primera de la codicia humana para obtener el
"tanino" utilizado para curtir cueros que dio lugar a la
devastación de la cuña boscosa santafesina, para
extenderse poco tiempo
después con la ayuda de los ferrocarriles a todo el
ámbito chaqueño incluyendo a la otra especie de
quebracho (Schinopsis torentzii) y el palo santo (Bulnesia
sarmientoi) de hermosa veta. Últimamente la moda de los
muebles de algarrobo (Prosopis spp) ha puesto en un estado de
vulnerabilidad a las especies de este género que
aun eran relativamente abundantes. En las zonas del monte donde
los algarrobales dependían de las napas freáticas y
formaban un cinturón boscoso alrededor de unas salinas, su
tala es una invitación al avance del manto salino y al
despoblamiento.
La actividad forestal no solo se traduce en la
obtención de madera, sino también en la promoción del cultivo de especies de
crecimiento rápido tanto sea para la obtención de
leña, como la celulosa, materia prima
del papel.
Así se destacan los monocultivos de eucaliptos (Eucalyptus
spp) oriundos de Australia y pinos nativos de Norteamérica
como el eliotti (Pinus ellioti) y el taeda (Pinus taeda) los que
son preferidos por su rápido crecimiento, sin olvidarse de
las plantaciones de sauces (Salís spp) tan comunes en los
ámbitos inundables del Delta del Paraná. Así
las forestaciones exóticas van reemplazando bosques o
selvas autóctonas y cubren cada año una mayor
superficie apoyadas por los créditos fiscales, otorgados por una
razón mucho más económica que técnica
o ecológica. En algunos casos la insularización de
ámbitos nacionales como ocurre en algunos Parques
Nacionales es otro efecto preocupante de estos "bosques del
silencio" o "desiertos verdes" como se los ha dado en llamar por
su valor prácticamente nulo como refugio o zona de
alimentación para la fauna
autóctona.
El efecto de la
contaminación aún no ha sido convenientemente
evaluado en su impacto para la fauna en peligro de la Argentina y
si bien no sería causa principal de retroceso de nuestra
vida silvestre, sin duda debe ayudar a agravar la crítica
situación de algunas especies. Podríamos distinguir
una contaminación aérea o
atmosférica ligada a los grandes centros urbanos e
industriales y a veces a plantas industriales particulares que
producen efectos graves incluso en la población humana. Seguramente este tipo de
contaminación es causa de pérdida o
alejamiento de algunas plantas o animales pero aún
carecemos de información concreta que avale esta
presunción. Otras en cambio
muestran una especial resistencia a
estas circunstancias como las calandrias que habitan las plazas
céntricas de la Ciudad Autonoma de Buenos Aires y
que lucen a simple vista más oscuras que las del campo por
culpa del hollín y el smog.
La contaminación acuática es para muchas
especies un enemigo potencial. Bastaría la conexión
de las plantas de desagües cloacales o industriales a
algunos ríos, arroyos o lagunas para acabar con especies
endémicas de distribución muy limitada. Los focos de
contaminación acuática más graves del
país están sumamente dispersos y a veces son
causados por una sola industria. No
obstante se puede señalar al cinturón industrial La
Plata-Buenos Aires-Rosario como uno de los sitios más
contaminados. Cuencas enteras como las del Riachuelo-La Matanza,
el Reconquista-Morón, el Luján, son reflejo de
años de convivencia antinatural con los recursos
fluviales. La
contaminación costera del Río de la Plata
alcanza proporciones alarmanten que los habitantes de Buenos
Aires y Alrededores desde hace años, son advertidos del
peligro de bañarse o ingerir sus aguas. Pero lo mismo
podría repetirse en cada río, arroyo, lago o laguna
del país que atraviese o bordee una ciudad, incluso la
cabecera oriental del Lago Lácar en el Parque Nacional
Lanín y
el Lago Nahuel Huapi en varios sectores costeros denotan efectos
de una avanzada contaminación.
Se debe señalar el uso masivo de
agrotóxicos, en especial organoclorados de largo efecto
residual como el D.D.T. y sus derivados que causan anualmente la
mortandad de numerosas especies útiles a la agricultura o
incluso acuáticas debido al arrastre que sufren con las
lluvias hacia los ríos y arroyos. Si bien sus efectos
aún no han sido debidamente cuantificados, muchos
ambientalistas culpan a las fumigaciones o a los cebos
tóxicos de animales muertos (especialmente aves) sin
daño externo alguno o de las desapariciones locales o
temporales ce ciertas especies.
Los problemas que afectan la conservación de la
extraordinaria diversidad de ambientes y recursos
naturales en la Argentina son múltiples y complejos.
Entre ellos, se destacan la expansión de actividades
agropecuarias y urbanas sobre los ambientes naturales, la falta
de control sobre la
deforestación que sufren los bosques y
selvas, el esquema de generación y consumo de
energía que no tiene suficientemente en cuenta su derroche
ni sus impactos ambientas, la sobreexplotación pesquera en
el Atlántico Sur e, incluso, la falta de control sobre
actividades turísticas. Todas estas actividades deben ser
analizadas en función no
sólo de sus impactos particulares, sino también del
límite máximo de impactos ambientales que acumulan
en su conjunto.
Cristian Frers.
Ciudad Autónoma de Buenos Aires.
República Argentina.