"Las ideas políticas
en Argentina", de
José Luis Romero
- Cita completa y correcta del
libro - Características generales
del libro - Datos del
autor - Tema del que trata el libro y
justificación del autor al escribir sobre dicha
problemática - Resumen de los
capítulos - Hipótesis o tesis del
autor, explicaciones sobre los temas que analiza y
explicación de las formas de probar o demostrar las
hipótesis - Conclusión:
consideraciones personales sobre la lectura y
opinión
- Cita del libro a
elección:
Romero, José Luis; (1956), Las ideas políticas
en Argentina,
"Colección Popular tomo n° 527", Buenos Aires,
Fondo de Cultura
Económica, 2001.
El mencionado libro está compuesto por 316
páginas separadas en tres partes y a su vez en 10
capítulos a saber:
Parte Primera: La Era Colonial
- La época de los Austria: La conformación
del espíritu autoritarioParte Segunda: La Era Criolla
- La época de los Borbones: La
conformación del espíritu liberal - La línea de la democracia
doctrinaria: Irrupción y crisis del
pensamiento
liberal y centralista - La línea de la democracia
inorgánica: Irrupción y triunfo del sentimiento
autoritario y federalistaParte Tercera: La Era Aluvial
- El pensamiento
conciliador y la
organización nacional - La conformación de la Argentina
aluvial - La línea del liberalismo
conservador - La línea de la democracia popular
- La línea del fascismo
- La busca de una fórmula supletoria
Además consta de dos textos titulados
"Advertencia para la primera edición" y "Advertencia para
la quinta edición". El primero podríamos
considerarlo el prólogo de la obra; el segundo, sin
embargo, apunta a que la versión original del libro
aparecida en 1946 fue modificada, agregándosele en 1956 el
capítulo IX y más tarde el X.
Hacia el final, se encuentran el "Epílogo. Sobre
los interrogantes del ciclo inconcluso" que simplemente se
conserva como un documento debido a que ha perdido actualidad al
agregarse los dos últimos capítulos del libro; la
Bibliografía, el
Índice de Nombres y el Índice.
Romero, José Luis (1909-1977), historiador
argentino. Nacido en Buenos Aires,
estudió en la Universidad
Nacional de La Plata y se doctoró en Historia, en 1934. Profesor
en la Facultad de Humanidades de dicha universidad entre
1942 y 1946, ese último año hubo de exiliarse en
Uruguay debido
a su militancia socialista. Regresó a Buenos Aires nueve
años más tarde, después de haber ejercido
como profesor en la Universidad de Montevideo, en la cual
llegó a desempeñar la cátedra de
Filosofía de la Historia. Nombrado en 1955
rector de la Universidad Nacional de Buenos Aires y decano de la
Facultad de Filosofía y Letras de dicho centro en 1962,
fue asimismo profesor invitado en las universidades de Columbia
(Estados
Unidos), San Marcos (Perú), Toulouse y Poitiers
(Francia).
Miembro del grupo
argentino de la Academia Internacional de Historia de las
Ciencias y
dedicado fundamentalmente a la filosofía de la historia,
fue editor y fundador de la revista de
historia de la cultura Imago
Mundi. Escribió, entre otras obras de interés:
Mitre, un historiador frente al destino nacional (1943), La
historia y la vida (1945), Las ideas políticas en
Argentina (1946), La cultura occidental (1953) y El desarrollo de
las ideas en la sociedad
argentina del siglo XX (1965). En 1977 falleció en la
ciudad japonesa de Tokio.
"Las ideas políticas en Argentina" es un libro
considerado por su autor como "…un texto
ordenado, preciso y sintético, que dé una
visión panorámica de las ideas políticas
argentinas…". José Luis Romero tiene la opinión
de que en los países sudamericanos no han surgido ideas
políticas férreas y por esa razón debe
tomarse como referencia el pensamiento político de la
colectividad.
Como él mismo escribe en Advertencia para la
primera edición: "…la tendencia a lograr la mayor
claridad posible en la explicación de ciertos
fenómenos oscuros en sí mismos, tendencia que el
autor defiende…". Para cumplir con este propósito,
Romero "reescribe" el proceso de
formación de la Argentina según su propio parecer,
apoyado en numerosas fuentes,
creando un texto que
estudia y expone el cambio
constante de la política
basándose en dos principios
políticos surgidos en la era colonial: el principio
autoritario y el liberal.
Parte Primera: La Era
Colonial
Capítulo I: La época de los
Austria
El capítulo que da inicio al libro está
separado en dos partes. La primera habla sobre los sucesos en
España
desde el siglo XV hasta fines del siglo XVII. Este segmento
comienza con el reinado de Isabel y Fernando y el contexto en el
cual se produce la conquista de América. Hacia 1492, con la
desaparición del reino de Granada y el descubrimiento de
América aparece una esperanza de grandeza. A la vez,
Castilla y Aragón cesan su proceso de
unión y España
alcanza la gloria imperial. De allí se pasa al fin del
reinado de Carlos V, desde donde se vislumbra un futuro
prometedor con la conquista de América.
Después, pasa a explicarse el reinado de Felipe
II, con sus ideales de hispanidad y catolicismo, que lo llevan a
guerras a
favor de la hegemonía política y los
ideales católicos amenazados. Estas guerras,
costeadas con las riquezas que llegan de América, provocan
miseria y desempleo en
España, además de anticipar los problemas que
tendría que enfrentar el rey que lo sucediera. Sin
embargo, su sucesor Felipe III en lugar de intentar mejorar la
situación del país, empobrece al pueblo para
mantener el lujo de la corte. Felipe IV, quién
continúa con estas políticas, es definitivamente
vencido y firma el tratado de los Pirineos en 1659.
Mientras todos estos sucesos transcurren en
España, Europa es
afectada por el mercantilismo
y los ideales de la Refoma, que España rechaza desde el
principio, centrada en la política de Felipe de "acentuar
lo hispánico". Así, se aferra el catolicismo
español
como un pilar fundamental de la Contrarreforma.
Desde el reinado de Carlos V, el orden político
se había vuelto absolutista, incluso en contra del papado.
Sin embargo, su sucesor Felipe II era muy religioso y su poder se
transformó gradualmente en una teocracia. Surgidos de esta
teocracia, tan retrasada en cuanto a cuestiones económicas
y sociales, fueron los conquistadores que llegaron a
América.
Con el ambiente
político español
planteado de esta manera, comienza la segunda parte del
capítulo. Ésta establece, en un principio, la poca
importancia que se le dió a la zona del Río de la
Plata y su llanura con respecto al Alto Perú y sus
riquezas. Pero, aún así, el Río de la Plata
era el acceso más rápido para llevar las riquezas a
España y es con esa función
que se decide fundar Buenos Aires en 1536.
Los conquistadores que salieron de Buenos Aires buscando
la ruta hacía el Perú fundaron la ciudad de
Asunción en la confluencia de los ríos Paraguay y
Pilcomayo creyendo que les sería más útil, y
en 1541 se despobló Buenos Aires. Su propósito de
ascender hacia el Perú se convirtió
rápidamente en una empresa
imposible por la naturaleza
frondosa y las tribus aborígenes. Sin embargo, Diego de
Rojas inició el camino en sentido inverso y en su
recorrido fue fundando ciudades como Santiago del Estero,
Tucumán, Córdoba y finalmente fundó Buenos
Aires por segunda vez en 1580. Así, Asunción, una
ciudad ya constituída, comenzó a declinar frente a
Buenos Aires.
Una de las razones principales por la cual Buenos Aires
cobró importancia rápidamente fue que era
más propicia para la vida de los colonos y la cría
de ganado.Además, una gran cantidad de barcos
comenzó a arribar a la ciudad en poco tiempo. Durante
el siglo XVII, Buenos Aires continuó creciendo y en 1640,
adquirió importancia política, en la orilla de
enfrente del río los portugueses fundaron Colonia del
Sacramento en un intento por ganar las tierras de las
cercanías.
Uno de los objetivos
principales de los fundadores de Buenos Aires –y del cual
dependía el progreso de la ciudad-, era poner en orden la
situación de los indígenas. Esta política
colonizadora fracasó y dio paso a una política de
catequesis protagonizada por religiosos. Este sistema
educó a los indigenas y
los convirtió a la fe cristiana, pero a la vez
evitó que los indígenas se adaptaran a la vida con
los colonizadores.
El suelo
fértil fue la riqueza que brindó Buenos Aires a sus
pobladores. Ésta, debía ser trabajada y fue en ese
momento cuando los indígenas encontraron su lugar en el
orden social. Además de los españoles y los
indígenas, surgió un nuevo grupo
étnico: el mestizo. Este se ubicó por debajo de los
españoles junto con los criollos, ambos considerados
inferiores; los primeros por descender de indígenas, los
segundos por haber nacido en América.
La vida en la ciudad y en los campos era muy distinta.
En el campo, el colonizador era el que mandaba debido a la
ausencia de leyes que rigeran
sus vidas, y debía bastarse y defenderse a sí mismo
y a los de sus tierras. La ciudad, en cambio,
sí tenía leyes, pero
muchas veces eran pasadas por alto incluso por los funcionarios
ávidos de riqueza.
La Iglesia, como
era el único credo que se practicaba, consiguió
mucho poder. Este
prestigio llegó incluso a sacarle poder a las autoridades
en varias oportunidades, lo que creaba una situación tensa
entre ambas instituciones.
El último párrafo
del capítulo resume las ideas principales que se extraen
de él: la formación del espíritu autoritario
en todas las esferas de la vida social y la conciencia
política que se manifiesta como una autoridad
indiscutida.
Capítulo II: La época de los
Borbones
El siglo XVIII comienza en Europa con
cambios en la situación política. La
declinación del absolutismo en
Inglaterra es el
inicio de las transformaciones que más adelante
darán lugar a la Revolución
Francesa y sus consecuencias. A la muerte de
Carlos II en España, éste lega sus posesiones al
duque de Anjou, francés, ocasionando la guerra por la
sucesión. Francia sale
vencedor y los Borbones toman el control de
España. Los Borbones eran ilustrados y progresistas, y el
espíritu liberal se impuso lentamente como la nueva
actitud
política, sobre la antigua teocracia de los
Austria.
Felipe V fue el primer rey de la dinastía de los
Borbones. Su objetivo
principal fue que España recuperase su antiguo poder y
esplendor. Para lograrlo, originó cambios en la economía, la
administración y la política, siempre
basándose en los ideales iluministas. Además,
abrió el reino a las influencias Europeas, que durante
años habían sido negadas por los
Austria.
Las nuevas ideas promovidas por los Borbones impulsaron
el pensamiento científico, así como progresos en
la
educación y en la economía.
También consideraron necesario fomentar el trabajo en
una sociedad
empobrecida y atrasada. A la vez, debían evitar que el
progresismo se desviara al terreno político porque esto
podría provocar cuestionamientos al régimen
monárquico.
La concepción absolutista del poder fue levemente
modificada por los cambios introducidos a principios del
siglo XVIII. La religión, base del
poder del los Austria, fue reemplazada por un régimen cada
vez más laico. Aún así, en muchos aspectos
de la sociedad, la Iglesia
todavía conservaba su antiguo poder.
Mientras tanto, la situación de las colonias
mejoraba tanto en demografía como en economía. Hacia
fines del siglo XVII, Buenos Aires ya contaba con cuarenta mil
habitantes, y su riqueza agropecuaria, principalmente la ganadería,
había hecho crecer la economía colonial. La
agricultura no
era fomentada por conveniencia de los comerciantes
españoles de Buenos Aires, a quienes el comercio de
cueros, sebo y productos
ganaderos brindaba buenos dividendos. El régimen del
monopolio de
productos
provenientes de España no era suficiente para la población porteña, por lo que se
producía un contrabando para satisfacer las necesidades de
los habitantes. En 1776, Buenos Aires se convirtió en la
"capital" de un
nuevo virreinato que abarcaba Paraguay,
Tucumán y Cuyo, y se organizó económica y
políticamente a Buenos Aires.
Gracias a la importancia que toma Buenos Aires, se van
perfilando en su sociedad las posturas de dos grupos
sociales con interses diferentes pero influencia en el
virreinato, los españoles y los criollos. Los
españoles, quienes ocupaban funciones
públicas, preferían la vida urbana y estaban
preocupados por el destino rioplatense. Los criollos
escogían la vida rural en un intento por escapar de la
segregación a la que eran sometidos por los
españoles. Este sentimiento generalizado entre los
criollos los hizo poseedores de un sensación de formar
parte de un grupo bien diferenciado de los demás: una
clase social.
Los criollos, que aventajaban en cantidad a la
"aristocracia" colonial, buscaron educarse para alcanzar el nivel
de los españoles y los ideales liberales que llegaban a la
colonia les sirvieron para oponerse a los españoles
tradicionales y buscar mejorar su posición. Esto
dió paso a la aparición de una burguesía
criolla, la cual aspiraba al desarrollo de
la agricultura,
la libertad de
comercio y el
desarrollo de pequeñas industrias
campesinas; además, el pensamiento liberal formó
criollos con ideas revolucionarias y emancipadoras.
Estas ideas pasaron a ser los objetivos de
hombres como Mariano Moreno, que no dudaban en exponer su
opinión sobre el libre comercio, y
muy pronto el pensamiento liberal se ramificó a sus
creencias políticas. La Revolución
francesa de 1789 afianzó estos pensamientos y les dio
ánimos, así como las invasiones inglesas les
proporcionaron confianza en el movimiento
criollo y una conciencia de
nacionalidad.
Todas estas nuevas ideas eran planes todavía
incipientes, si consideramos los opositores que tenían, a
saber: funcionarios de ideas anteriores al iluminismo,
comerciantes beneficiados por el régimen monopolista, el
clero jesuítico y las autoridades, que si bien no eran
mayoría, tenían poder suficiente para acallar a la
burguesía criolla.
A pesar de que los criollos aún no habían
conformado un poder político, y sus ideas eran una
minoría en las ciudades, el pensamiento liberal
había llegado finalmente a la colonia, y con él
llegaría más tarde la independencia.
Parte Segunda: La Era
Criolla
Capítulo III: La línea de la democracia
doctrinaria
La Revolución
francesa se presenta ante los ojos de los americanos como el
triunfo de los ideales de Montesquieu y
Rosseau, sin embargo el rumbo que toma el movimiento
plantea dudas sobre qué consecuencias podrían tener
las mismas ideas en este lado del mundo. Esta situación
hace que muchos busquen un modelo
político en Inglaterra.
La independencia
argentina que venía gestándose tomó forma
entre 1806 y los inicios de 1810. En esos cuatro años se
refinaron las ideas principales y se esbozaron los objetivos
políticos de los criollos, que dieron paso a los hechos de
mayo de 1810. La revolución
trajo cambios políticos, pero principalmente sociales. Se
acentuaron las diferencias entre criollos y españoles,
llegando incluso a la xenofobia.
Los criollos que habían logrado el éxito
de la revolución eran los ilustrados que vivían en
la urbe porteña. Estos eran una minoría que
empezaba a tener bienestar económico. Sus ideas eran
similares a las de los españoles liberales, con una
influencia del pensamiento francés e inglés.
Sin embargo, los criollos urbanos, que habían convocado a
los del interior para apoyar su causa, eran muy distintos de
estos últimos. Los criollos rurales en conjunto no
tenían conocimientos sobre doctrinas o política.
Por otro lado, aquellos que vivían en el Litoral
tenían desaveniencias constantes con Buenos Aires por
cuestiones económicas; y los pertenecientes al interior
mediterráneo estaban influídos por los
españoles del Perú y despreciaban la modernidad. Todas
estas diferencias entre ambos grupos hicieron
que cada uno defendiera sus propios intereses, provocando una
rivalidad temprana que complicaría en un futuro cercano
los intentos de formar una nación.
Las ideas que guiaban a los iniciadores de la
revolución eran liberales en el aspecto económico.
Cuando estuvieron en el gobierno, los
ilustrados desarrollaron el libre comercio y
estimularon la producción. Sin embargo, el liberalismo no
se notaba en otros aspectos. El respeto por las
creencias tradicionales y por el poder monárquico
hacían ver que habían adoptado una posición
moderada.
Uno de los primeros objetivos que se propusieron fue la
instalación de un gobierno y la
preparación de una Constitución. Según Moreno,
ésta debía elaborarse sobre la base de la
experiencia histórica y de la ciencia
política, con dos puntos imprescindibles, el sistema
representativo y la división de poderes. La
reacción en contra de estos principios básicos no
tardó en llegar por parte de los criollos del interior,
que no veían representadas sus necesidades en esos
ideales.
Otra de las aspiraciones que tenían era la de
consolidar una administración centralizada, asegurando que
era la única forma de crear una nación.
Asimismo, como eran ellos quienes habían llevado a cabo la
independencia, consideraban que Buenos Aires debía estar
al frente de toda la nación, dejando en un segundo plano a
los territorios del interior. Lo único que lograron por
medio de estas ideas fue acrecentar aun más la rivalidad
entre los porteños y los criollos del interior, los cuales
se aglutinaron bajo la dirección de caudillos
regionales.
Ante esta reacción del pueblo, los ilustrados de
Buenos Aires, en lugar de buscar una solución al conflicto,
tomaron una actitud hostil
con sus opositores. Por otro lado, adoptaron una política
reaccionaria como respuesta a los sucesos europeos. El regreso de
Fernando VII a España y la derrota de Napoleón les hizo buscar una
posición de simpatía con los aliados europeos, por
lo que ocultaron su preferencia por el sistema republicano
proponiendo a la monarquía como sistema de
gobierno.
Hacia 1816, el Congreso (formado por representantes de
Buenos Aires y las provincias de pensamiento colonial) se
expresó a favor del regimen monárquico, unitario y
antiliberal. Como la mayoria de los representantes estaba en
contra de Buenos Aires, pero a la vez no aceptaban la
anarquía, propusieron establecer la monarquía en Cuzco, proyecto que no
tuvo aliados suficientes y fracasó desde un
principio.
En 1819 se preparó una constitución que afirmaba el régimen
monárquico, pero los caudillos del Litoral la rechazaron y
cortaron toda relación con Buenos Aires. Después de
la batalla de Cepeda en 1820, comenzó la era de
autonomía provincial. Durante ese período los
caudillos gobernaron cada una de las provincias; en algunas se
hicieron constituciones para demostrar su preferencia por el
sistema republicano, en otras, se mantuvo una organización feudal. Buenos Aires, entre
tanto, inició una era de reformas, estimulando el
desarrollo de la riqueza minera y agropecuaria, reformando el
clero y el ejército, desarrollando la educación
pública e instaurando el voto universal en la
provincia.
El conflicto con
Brasil es la
razón principal por la cual era necesario intentar
unificar el territorio, y fue con esa excusa que se
pretendió convencer a los caudillos del interior, pero
nuevamente las diferencias entre ambas partes hicieron que la
unidad nacional fracasara en 1827.
Capítulo IV: La línea de la
democracia inorgánica
Durante los años de esplendor y decadencia del
régimen liberal en nuestro país, se venía
gestando en algunos sectores de la sociedad una concepción
política democrática con rasgos propios
autóctonos, y surgió como la oposición a la
democracia doctrinaria que caracterizó al período
1810 – 1827. Esta democracia inorgánica se basaba en
tres argumentos, que eran la emancipación, la
revolución criolla y la democracia. Asimismo, algunas de
sus características eran el patritosmo local,
la tendencia localista (aprovechadas por los caudillos para
afianzar su poder regional), el aborrecimiento a las ideas y
costumbres españolas y el antiliberalismo.
Una de las razones por la cual el regimen del federalismo tuvo
una rápida aceptación fue que cada región
tenía sus propias características que la diferenciaban de las
demás. Así, mientras el Paraguay estaba regido por
su pasado jesuítico, el Tucumán conservaba fuertes
rasgos de la influencia altoperuana, y el Litoral veía
frustrado su desarrollo
económico gracias a la importancia de Buenos
Aires.
La autonomía que habían conseguido las
provincias fue un triunfo muy importante, pero las diferencias
entre los caudillos principales aparecieron muy pronto.
Aún así, todavía estaban unidos por su
oposición a Buenos Aires.
Buenos Aires recibió la nueva forma
política de las provincias con desaprobación por
parte de algunos liberales y con tolerancia por
parte de otros. La mayoría subestimó al federalismo, sin
embargo éste triunfó en 1820 con la Batalla de
Cepeda. Las provincias firmaron el tratado de Pilar para
establecer las autonomías provinciales y la libertad del
comercio fluvial.
Los caudillos eran los dirigentes del pueblo de las
provincias y, ante todo, poseían un carisma especial para
ser admirados por las masas, que constituían todo el apoyo
que tenían en su territorio a falta de leyes que rigieran
su mandato, además de ser su ejército personal. Al
mismo tiempo,
tenían habilidad de mando, virtudes que la muchedumbre
admiraba y, lo que era igualmente importante, los caudillos
defendían los intereses del pueblo.
Las acciones de
Rivadavia, dirigidas a anteponer los intereses de la
nación a los beneficios de Buenos Aires impulsaron el
movimiento de los federales Dorrego y Rosas que
desembocó en la secesión de Buenos Aires. Dorrego
fue nombrado gobernador de la provincia. Luego vinieron el
Golpe de
Estado de Lavalle en 1828 y más tarde la guerra civil.
En esa situación se conformaron dos ligas, una liderada
por el general Paz, la otra por Estanislao López y
Rosas. En 1831
Paz cayó prisionero de López, y, como Dorrego
había muerto en 1828, el país quedó
gobernado por Facundo Quiroga, Estanislao López y Juan
Manuel de Rosas.
Así comienza la era del Estado
rosista. Su primer gobierno fue de 1829 a 1832. En ese tiempo se
constituyó la Confederación, y Rosas fue encargado
de la representación del país. De 1832 a 1834 la
dirección de la provincia la delegó
en personas de su confianza. Rosas no consideraba prudente
la
organización de un Estado y se
oponía totalmente a esta idea. En 1835 vuelve al poder, y
pocos años después mueren Quiroga y Estanislao
López. Así, Rosas se transforma en el caudillo
más importante del país. Éste tenía
numerosos enemigos, y se deshizo de ellos por medio de violentas
persecuciones. A través de los años, Rosas
logró imponer su autoridad en
toda la Confederación, unificando al país. A su
vez, transformó un régimen que había
empezado siendo federalista en tiranía.
Capítulo V: El pensamiento conciliador y la
organización nacional
Cuando Rosas accedió al poder por segunda vez en
1835, los grupos ilustrados
vieron frustradas sus luchas por los derechos del pueblo a manos
de la misma gente que ellos intentaban defender. La primera
generación de proscriptos (que habían emigrado a
partir de 1928), despreciaron a Rosas desde el primer momento y a
la vez se propusieron cambiar sus teorías
para conseguir la aprobación del pueblo.
La generación de 1837 reflexionó sobre la
actitud que había tomado el pueblo a fin de analizarla y
formar ideas políticas que mejoraran la situación
reinante. La doctrina que se habían propuesto fundar
estaba basada en primer lugar en crear leyes provenientes de las
costumbres y el estado
social del país en vez de adoptar ideas extranjeras y
después adaptarlas a nuestra realidad.
Los integrantes de esta asociación se agruparon y
formaron el Salón literario primero (clausurado por Rosas)
y luego la Asociación de la joven generación
argentina. Ellos prepararon un documento conocido como Credo y en
1846 Echeverría escribió el Dogma Socialista, donde
establecía las bases del pensamiento conciliador. A estos
hombres se les reconoce ser quienes reconocieron que los problemas
políticos estaban en su mayoría determinados por
los conflictos
sociales y económicos.
También cuestionaron la sociedad de la
época y descubrieron las dos formas de vida en las que
ésta se dividía, Sarmiento los calificó como
"civilización y barbarie". La ciudad representaba para
ellos la civilización, mientras que la gente del campo les
evocaba la época de la colonia y suponía
obstáculos para la prosperidad de la nación. Por
esta razón, aunque sabían por experiencia de la
importancia del pueblo en la política, admitían que
en un futuro esta importancia debía menguar para no caer
en los problemas del pasado.
La generación de 1837 analizó diversos
aspectos de la historia del país y la consecuencia de esto
fue la creación de una doctrina política
pacificadora y realista que triunfó porque atendía
a las diversas franjas sociales, algo que ninguno de los partidos
anteriores se había propuesto.
Con las ideas elementales de esta doctrina, Domingo
Faustino Sarmiento , Juan Bautista Alberdi y Esteban
Echeverría escribieron libros y
artículos periodísticos donde se reconocía
su preocupación por como iba a ser el gobierno posterior a
la caída de Rosas. El proyecto que
tenían preparado abarcaba muchos aspectos, no repetir las
equivocaciones de los gobiernos anteriores fue una de las
primeras decisiones. El punto de partida para el cambio
recaía en poblar las grandes extensiones de terreno que
estaban deshabitadas, haciendo proliferar las ciudades. Para
lograr sus objetivos a través de una política
racional y previsora juzgaron necesario preparar una
constitución a la brevedad.
La tiranía de Rosas finalizó a principios
de 1852 con la batalla de Caseros, después de 13
años de luchas entre el ejército de Rosas y el del
general Justo José de Urquiza, formado este último
por los federales que comprendieron la dominación que
ejercía Rosas y decidieron oponerse a él. Se
firmó el Pacto de San Nicolás, pero los
porteños desconfiaron de las buenos propósitos de
Urquiza y Buenos Aires se aisló de las demás
provincias. A fin de año, todas los representantes de las
provincias del interior se reunieron en Santa fe para formar el
Congreso General Constituyente.
La primer parte de la Constitución eran las
Declaraciones, derechos y garantías,
donde se explicaba la estructura
política En la segunda parte, se hablaba sobre las
diferentes atribuciones de las autoridades nacionales.
Ésta se sancionó en mayo de 1853, pero hubo que
esperar hasta 1860 para que una convención la revisara y
después de algunos cambios Buenos Aires la aceptara. En
1861 Urquiza fue derrotado en la batalla de Pavón y de
esta manera se terminaron los tira y aflojes entre Bunos Aires y
el interior.
Desde 1862 hasta 1880 se sucedieron en la Argentina los
tres primeros presidentes constitucionales. Mitre, Sarmiento y
Avellaneda fueron quienes llevaron a cabo las ideas proyectadas
por los hombres de la generación de 1837 y los hombres de
la proscripción. La afirmación de la unidad
nacional fue uno de los objetivos que se lograron durante las
tres presidencias. Mitre, cuyo período duró entre
1862 y 1868, tuvo una oportunidad muy importante para afianzar el
sentimiento de unidad entre los argentinos, la guerra del
Paraguay, que hizo apreciar a todos los pobladores la importancia
de permanecer juntos en los momentos difíciles y luchar
por un mismo objetivo.
Durante la presidencia de Sarmiento (de 1868 a 1874),
éste se ocupó de corroborar la importancia y el
papel de los
poderes nacionales, entre muchas otras actividades. En 1870,
después del asesinato de Urquiza, en el interior
resurgieron grupos políticos que buscaban tener nuevamente
un papel
protagónico. El Presidente estaba enemistado con los
integrantes del Congreso y con Mitre mismo, por lo que
buscó apoyo en estos hombres, especialmente en
Nicolás Avellaneda, que sería su
sucesor.
Avellaneda (presidente de 1874 a 1880) tuvo que
enfrentarse a Mitre porque éste último consideraba
que un presidente del interior (tucumano en este caso)
hacía peligrar la soberanía popular. Sin embargo, Avellaneda
contaba con el apoyo de las provincias y de sus compañeros
Alsina y Julio A. Roca, además aunque el representaba al
interior sus ideas coincidían con las de los
porteños. Cuando se acercaba el fin de su mandato,
impulsó la candidatura de Roca, que tenía como
competidor a Carlos Tejedor, gobernador de Buenos
Aires.
Los principales problemas que debieron enfrentar estos
presidentes fueron poblar el territorio, desarrollar
económicamente el país e impulsar la escuela
pública. En cuanto a poblar el territorio, esto se
consideró imprescindible para desarrollar la
economía, por lo que se promovió la inmigración europea. Hacia 1874 ya
habían llegado al país más de 100.000
inmigrantes que se distribuyeron en la zona del Litoral para
crear centros agrícolas.
Gracias a que la población crecía constantemente,
así tambien progresó la economía y durante
la presidencia de Avellaneda comenzó la exportación de cereales. Esto atrajo la
aparición de actividades comerciales. El tendido de los
ferrocarriles favoreció el asentamiento de comunidades en
el interior. La ubicación de estos confluyendo hacia
Buenos Aires además de la creación de un puerto
moderno convirtió a esta ciudad en el puerto
nacional.
Con respecto a la educación hubo
grandes avances. Sarmiento creó numerosos colegios
primarios y colegios nacionales así como escuelas normales
para la preparación de los maestros. Avellaneda
además de continuar su tarea organizó la
universidad y presentó el proyecto de ley
universitaria.
Parte Tercera: La Era
Aluvial
Capítulo VI: La conformación de la
argentina aluvial
El comienzo de la primera presidencia de Julio A. Roca
(de 1880 a 1914) marcó el comienzo de una nueva etapa para
la Argentina, caracterizada por la inestabilidad social y
económica. La política inmigratoria, que como vimos
antes fue uno de los objetivos principales de las tres
presidencias constitucionales, trajo consigo cambios en el
aspecto poblacional. De 1869 a 1939 la población
aumentó de 1 millón a 11 millones de habitantes. La
mayoría de los inmigrantes se concentró en la zona
del Litoral y en las ciudades, especialmente en Buenos Aires, muy
a diferencia de lo que se pretendía que era poblar los
inmensos territorios desiertos del país.
Buenos Aires creció a partir de las corrientes
inmigratorias que llegaron al país. La ciudad, que en 1852
tenía 85.400 habitantes llegó a tener más de
2 millones hacia el año 1930. Fue aquí donde se
desarrollaron mas próspera y rápidamente las
actividades económicas. La ganadería
y la agricultura fueron las actividades que más
progresaron con la llegada de inmigrantes. En el Litoral
surgieron una gran cantidad de campos cultivados, en 1923 ya eran
26 millones de hectáreas las que se trabajaban.
También en esta época se comenzó la
explotación de los minerales y
el
petróleo. En 1880 apareció la actividad
industrial y en poco tiempo e multiplicaron las fábricas
hasta llegar a 410 mil operarios en 1913.
A su vez el comercio exterior
se desarrolló a partir de la exportación de carnes y cereales. Esto
provocó el crecimiento de la economía y
proliferaron los créditos bancarios, así como
también los préstamos contratados en el exterior
con el propósito de construir obras públicas. La
más importante fue la red ferroviaria, pero
además se hicieron puentes, diques, edificios
públicos y el puerto de Buenos Aires.
En 1889 se produjo una crisis
financiera. Durante los años anteriores habían
aumentado las exportaciones, y
como consecuencia se habían incrementado desmesuradamente
los gastos, a tal
punto que era imposible afrontarlos. La emisión de moneda
ocasionó la devaluación del peso frente al oro. La
situación se normalizó en la época de la
presidencia de Carlos Pellegrini (1890-1892), gracias a que
éste logró estabilizar el peso y se
normalizó la cuestión económica. Esta crisis
fue uno de los causantes de la revolución de 1890, pero
después de ésta la properidad económica
volvió hasta 1920.
Los inmigrantes que llegaron al país estaban
impulsados por las necesidades ecónomicas. Esto los
llevó a dejar su tierra para
probar suerte en América. Acá, no les fue
difícil alcanzar su objetivo gracias a las condiciones que
les ofrecía nuestra tierra. El
progreso que conseguían los recién llegados debido
a su dominación de la economía fue muy pronto
envidiado por los criollos que apenas lograban salir de su
pobreza. La
mezcla de inmigrantes y criollos se produjo con rapidez. En la
clase baja predominaron las características criollas, como
el ocio y el abandono económico. Sin embargo en la clase
media se destacaron los ideales económicos y sociales de
los inmigrantes.
La élite en la que descansaba el poder de la
nación era la propietaria del capital y los
medios de
producción. De esta manera se
enriqueció y pasó de ser austera a transformarse en
capitalista. Con este cambio, también se modificó
su posición en la sociedad, la élite se
transformó en la aristocracia argentina, ávida de
lujo y riqueza. Asimismo, el grupo criollo-inmigratorio,
también sediento de riquezas, buscaba el ascenso social a
cualquier precio. Cuando
salieron a la superficie los pensamientos políticos de
este grupo, estas resultaron ser antioligárquicas y
orientadas hacia la renovación y la democracia.
Capítulo VII: La línea del
liberalismo conservador
La oligarquía aparecida a partir de la codicia de
los gobernantes sabía que era inestable, no tenía
una base social sobre la cual sostener su poder, pero a la vez
creía que era mejor que ellos mismos representaran al
país antes que los recién llegados de Europa. Con
la presidencia de Roca, los antiguos ideales liberales se fueron
confundiendo y modificando, siempre con el temor de que los
inmigrantes le sacaran el poder a la oligarquía.
Así, separaron de plano las cuestiones políticas y
económicas. Las primeras orientadas en un camino
conservador; con respecto a las últimas se tomaron medidas
renovadoras.
Los oligarcas de turno consideraron prudente evolucionar
en el aspecto económico. Por esta razón impulsaron
la llegada de capital extranjero al país a pesar de los
riesgos que esto
podía acarrear. En cuanto a la política, se
renovó el sistema jurídico para adaptarlo a la
nueva sociedad que se estaba formando en Argentina; además
pretendían eliminar la influencia de la Iglesia sobre
el Estado a
fin de que el poder de éste quedara solamente en manos de
la oligarquía.
Para conseguir la concentración de poder en la
presidencia Julio A. Roca y Miguel Juárez Celman
recurrieron al unicato. Este sistema político basado en el
autoritarismo, el fraude y la
violencia se
reservaba para sí toda la autoridad para tomar decisiones,
y provocó la desaparición del régimen
republicano y la centralización del poder de una manera casi
absolutista.
Ante esta posesión anticonstitucional del poder
ciertamente no había una oposición bien definida
que luchara por devolver a la patria los derechos y valores que le
habían sido arrebatados. Obviamente, los partidos
políticos, como la Unión Cívica Radical;
los diputados, como Eduardo Wilde; y aquellos que
reconocían en las actitudes de
la nueva generación de presidentes poco interés en
la nación pero muchas ansias de riqueza eran los
opositores al sistema surgido en los últimos
años.
Para alcanzar sus ideales de fortuna, debieron lograr
que las tierras aumentaran su valor y a la
vez conseguir quien las trabajara, de ahí la necesidad de
una política inmigratoria. Con el objeto de atraer
capitales extranjeros que modernizaran el país, se
ofrecieron beneficios muy provechosos para los que quisieran
invertir, pero que a largo plazo iban a traer pérdidas a
la nación. Los empréstitos destinados a la
edificación de obras públicas debían ser
devueltos en algún momento pero aún así
continuaban endeudándose.
Después de la crisis de 1889, vieron que no eran
convenientes las medidas económicas extremistas y se
moderaron sin renunciar a sus anhelos iniciales. Así, los
capitales extranjeros empezaron a llegar una vez más,
proporcionando enormes beneficios a la oligarquía. En
1902, las primeras manifestaciones obreras que reclamaban mejores
salarios y
jornadas más reducidas fueron fuertemente reprimidas,
poniendo a la vista el lado más conservador de los
gobernantes. A pesar de esto, tuvieron un pensamiento muy liberal
en el momento de sancionar las leyes de Registro Civil y
de Educación
Común, las cuales fueron largamente discutidas. La
consecuencia de estas sanciones fue la disminución del
poder de la Iglesia en la sociedad argentina.
La crisis de la oligarquía se produjo por la
contradicción que se fue acentuando entre los ideales
liberales y los democráticos. El presidente Pellegrini
(1890-1892), quien en un principio era un arduo defensor del
liberalismo y los principios antidemocráticos,
cambió de parecer ante los reclamos democráticos
del pueblo y modificó el sistema electoral. Estas
modificaciones fueron suprimidas por el presidente Manuel
Quintana durante su presidencia (1904-1906). Joaquín V.
González, ministro de Interior durante la segunda
presidencia de Julio A. Roca (1898-1904) y ministro de Justicia e
Instrucción Pública durante la de Manuel Quintana
(1904-1906), también reconoció la importancia de
los problemas
sociales que empezaban a desarrollarse.
Las actitudes que
tomaron Pellegrini y González fueron las primeras que
reivindicaron la decisión del pueblo, pero no las
últimas. Por el contrario, ahora que la oligarquía
se debilitaba era innegable la necesidad de perfeccionar el
sistema electoral. En 1912, Roque Sáenz Peña
(1910-1914) sancionó la ley de voto
secreto y obligatorio, que le hizo perder su poderío a la
oligarquía.
En 1916, Hipólito Irigoyen llegó a la
presidencia por medio del sistema de voto establecido por Roque
Sáenz Peña. Él estableció el nacionalismo
como sistema de gobierno, y promovió un personalismo que
provocó el desprecio de algunos hombres de otros partidos
políticos. El liberalismo, sin embargo, siguió
presente en los ideales de otros partidos políticos; el
seguidor más activo de estas ideas fue Lisandro de la
Torre, fundador del Partido Demócrata
Progresista.
Capítulo VIII: La línea de la
democracia popular
La crisis que se abalanzó sobre la sociedad
argentina en 1889 y 1890, agravada por las medidas
económicas negligentes tomadas por la oligarquía,
arrastró al país a una situación de miseria
generalizada. A la vez, la indignación pública
crecía ante las reiteradas demostraciones de descaro y
codicia por parte del unicato. Esto trajo como consecuencia que
los ciudadanos tomaran conciencia y se comenzara a organizar un
movimiento popular en contra del gobierno.
Los sectores identificados con este movimiento eran
algunos grupos de la antigua elite que estaban en contra de la
oligarquía, la juventud de
Buenos Aires, la clase media, los grupos obreros y los
católicos. Todos ellos estaban representados por la
Unión Cívica, un partido político que
cobró importancia en 1890 con la presidencia de Alem. La
revolución que organizaron y llevaron a cabo con apoyo
militar y del pueblo fue reprimida, pero desembocó en la
renuncia de Juárez Celman.
Los ideales de la revolución encabezada por Mitre
eran la lucha contra la oligarquía, la aparición de
la democracia formal y la libertad de sufragio. Sin embargo
pequeñas diferencias entre los distintos grupos que
formaban la Unión Cívica causaron la
división de esta en 1891, así apareció,
entre otros, la Unión Cívica Nacional dirigida por
Mitre y la Unión Cívica Radical, gobernada por
Leandro N. Alem. Los seguidores de la Unión Cívica
Nacional buscaban un acuerdo con la oligarquía que llevara
a un régimen de legalidad y honradez. La Unión
Cívica Radical, en cambio, se negaba rotundamente a un
acuerdo y se guiaba por un principio de
intransigencia.
El Partido Socialista Obrero agrupaba a una parte de los
obreros y su objetivo era defender los intereses de la clase
obrera de los capitalistas opresores. El anarquismo
también se convirtió en un defensor de los obreros;
poco después este pensamiento comenzó a desviarse
hacia un socialismo
anárquico y más tarde a un comunismo
anárquico.
El partido que tuvo más repercusión e
importancia de los que se habían fundado fue la
Unión Cívica Radical. En 1893, éste
cayó en una crisis debido a las hostilidades que
había entre Alem e Yrigoyen, un hombre de
influencia en Buenos Aires. Alem se suicidó en ese mismo
año, e Hipólito Irigoyen impuso sus decisiones en
el partido.
Desde un principio, Yrigoyen influyó en la
Unión Cívica Radical, pero su forma de actuar
desagradó a Lisandro de la Torre (a su juicio, era una
influencia hostil y perturbadora que destruía la
política de coalición). La decisión de
Yrigoyen de rehusar un acuerdo con los mitristas permitió
que Roca llegara a la presidencia por segunda vez.
En 1905 estalló la revolución que Yrigoyen
planeaba desde principios de siglo, que fracasó pero
permitió a la oligarquía darse cuenta de la
importancia que había conseguido la Unión
Cíviva Radical. En 1912, las gestiones de Yrigoyen
lograron que Roque Sáenz Peña sancionara la ley de
sufragio universal. Gracias a esta ley, la Unión
Cívica Radical llegó a la presidencia en
1916.
El radicalismo en el poder eliminó a los grupos
oligárquicos de los puestos de autoridad, y
permitió a la clase media ascender a una mejor
situación económica. Sin embargo, muy pronto fue
evidente que los problemas políticos eran considerados
como los más importantes por sobre los demás, y
esto hizo obvia la ausencia de un plan para la
transformación económica. El presidente Yrigoyen
instauró un forma de gobierno que llamó
"personalista", debido a su fuerte intromisión en el
gobierno.
La Unión Cívica Radical buscaba la
reparación de los vicios políticos y
administrativos propios del régimen conservador, e
Yrigoyen asumió la presidencia con este objetivo.
Además, fue él quien afirmó los principios
del nacionalismo
económico y buscó defender el patrimonio
nacional. Para eso estipuló el monopolio de
la explotación y comercialización de los yacimientos
petrolíferos. En poco tiempo el gobierno de
Hipólito Yrigoyen llegó a ser muy centralizado
gracias la fidelidad extrema que les exigía a sus
funcionarios públicos.
Yrigoyen promovió la reforma universitaria que
modificó los estatutos que regían las
universidades; y favoreció con leyes protectoras a los
obreros, aunque en 1919 éstos hicieron varias huelgas que
fueron reprimidas de forma violenta. Marcelo T. de Alvear, su
sucesor (presidente entre 1922 y 1928), modificó la
política de acción de Yrigoyen y estableció
una nueva forma de liberalismo conservador. Alvear rechazaba la
forma de gobierno personalista de Yrigoyen, y el partido radical
se dividió en "personalistas" y
"antipersonalistas".
De 1928 a 1930 se desarrolló la segunda
presidencia de Hipólito Yrigoyen, en la cual su
política fue la misma que la de la primera vez, pero la
corrupción
política se acentuó causando descontento popular.
En septiembre de 1930 estalló la revolución que
venía gestándose desde la presidencia de Alvear.
Ésta estaba conformada por los grupos conservadores
(influídos por el fascismo
italiano), los jefes militares con las mismas tendencias y los
partidos políticos que buscaban la caída de
Yrigoyen. Sin embargo, el pueblo no sabía que
después de la revolución se impondría en el
poder un gobierno militar encabezado por el General José
Félix Uriburu.
Capítulo IX: La línea del
fascismo
Los caminos de quienes buscaban una solución a la
crisis de los años 30 eran principalmente dos, el fascista
y el de la democracia fraudulenta. Ambos eran opuestas entre
sí, y la segunda era la más aceptada por la
mayoría liberal. Desde un principio, el General Uriburu
dio a conocer sus expectativas: posponer la reorganización
de la administración
pública y reformar la Constitución para lograr
que el pueblo sea verdaderamente representado por el Congreso. El
gobierno del General tenía una orientación
claramente fascista, apuntó a resolver los problemas del
estado y organizó la Legión Civica Argentina para
practicar un terrorismo
moderado.
El movimiento fascista fue atacado por los
políticos y sus respectivos partidos, los cuales se
agruparon en la Federación Nacional Democrática.
Ésta consideraba correcto defender las instituciones
políticas y contener al Partido Radical, lo cual
preveía un futuro con una democracia
fraudulenta.
La época de la democracia fraudulenta
comenzó cuando el General Uriburu le cedió la
presidencia al General Justo en 1932, después de que su
programa de
reformas fuera un fracaso rotundo. El dominio de la
oligarquía estaba respaldado por el Ejército y la
Iglesia. El objetivo de este gobierno era restaurar el poder y
los privilegios de los que había gozado la
oligarquía. En 1938 llegó al poder el presidente
Ortiz, cuyo plan era
restablecer la libertad de sufragio, pero no pudo cumplir su
propósito porque debió renunciar en 1942, aquejado
por una grave enfermedad.
Durante esta etapa, comenzaron a proliferar las
asociaciones con ideales fascistas como la "Acción
Nacionalista Argentina", la "Milicia Cívica Nacionalista"
y la "Legión Cívica Argentina", las cuales estaban
influenciadas por la doctrina hitlerista. Durante la Segunda Guerra
Mundial, se incrementó la propaganda
nazi, a través de diarios y revistas. Una de las razones
por la que se apoyó la ideología nazi fue la creencia de que era
una oportunidad para liberarse de la opresión de Gran
Bretaña cuando ésta fuera arrasada por las fuerzas
alemanas.
Ramón Castillo, presidente entre 1942 y 1943,
procuró en su último año de mandato que el
candidato que se postulara como su sucesor tuviera sus mismos
proyectos,
pero Patrón Costas no satisfizo las expectativas de los
defensores de las ideas fascistas, en este contexto se
formó el GOU (Grupo de Oficiales Unidos). El GOU trabajaba
para controlar la seguridad de los
grupos comprometidos con el Reich. El propósito de este
grupo era actuar por la fuerza para
reducir la vida cívica del país en un contexto
militar.
La revolución que se estableció en junio
de 1943 y destituyó a Castillo, comenzó como una
dictadura militar
muy impopular, con las bases de un régimen totalitario.
Sus primeras medidas fueron prohibir los partidos
políticos, los gremios, las universidades y establecer la
enseñanza religiosa obligatoria. Perón fue
desde un primer momento uno de los revolucionarios más
activos, y desde
su puesto al frente del Departamento Nacional de Trabajo
aprovechó sus dotes de orador para convencer al pueblo
argentino. Esta característica logró que los
ciudadanos finalmente apoyaran la revolución y aceptaran
sus consignas fascistas.
En 1945, el presidente Farrell destituyó a
Perón
de sus cargos por atentar contra los intereses de la
oligarquía y lo mandó encarcelar en la isla
Martín Garcia. El 17 de octubre de ese mismo año un
movimiento popular se desplazó hasta Plaza de Mayo para
reclamar la liberación de Perón. Éste
´fue excarcelado y volvió, manifestando su
separación del ejército para dedicarse de lleno a
la vida política.
En febrero de 1946, a través de eleciones
controladas por el ejército, Juan D. Perón
asumió la presidencia. Desde ese puesto, pudo instaurar un
"nuevo orden" en Argentina, gracias a que contaba con el apoyo de
las cámaras de Diputados y Senadores, las gobernaciones de
las provincias y las fuerzas militares y policiales, a su
servicio,
además de tener las universidades intervenidas, los
periódicos censurados y los sindicatos
controlados.
Durante la presidencia, Perón apartó del
primer plano al sector agropecuario y estimuló el
crecimiento de las pequeñas y medianas empresas de
capital nacional. También nacionalizó el Banco Central,
los ferrocarriles, el gas, el teléfono y la flota fluvial. En el plano
político, aprovechó su carisma para inculcar ideas
políticas al pueblo y a la vez creó organizaciones
(de trabajadores, de estudiantes, etc.) para agrupar al
pueblo.
Mientras el fascismo dominaba
la escena política argentina, los partidos tradicionales
perfeccionaron sus posturas teóricas. El Partido
Socialista comenzó a defender los principios de la
justicia
social, y el Partido Comunista difundió sus principios
revolucionarios entre la clase trabajadora. Después de la
derrota que sufrió el Partido Radical en las elecciones de
1946, cobró fuerza la
fracción del mismo llamada "Intransigencia". Ésta
se preocupó por definir los principios del radicalismo y
buscar soluciones a
los problemas del país. El Partido Demócrata
Progresista aprovechó para precisar su pensamiento
liberal, e incluso entre los conservadores surgió la
necesidad de interesarse por las cuestiones sociales.
Capítulo X: La busca de una fórmula
supletoria
En septiembre de 1955, Perón fue derrocado por
una revolución, y el poder volvió a ser de los
sectores tradicionales. Pero su régimen había
provocado cambios sociales y económicos que transformaron
el estilo político del país en una
"república de masas". La "Revolución Libertadora"
se propuso instaurar una democracia formal que defendiera los
principios republicanos, pero sin una verdadera
preocupación por los problemas
sociales y económicos.
El primer presidente elegido por la revolución
fue Eduardo Lonardi, que buscaba la conciliación nacional,
sin embargo nunca llegó a poner su plan en práctica
porque en noviembre de 1955 tomó el poder Pedro E.
Aramburu. La lucha entre peronistas y antiperonistas fue
solamente el principio. También los grupos
económicos buscaban defender sus intereses y se peleaban
entre sí.
Además, salieron a la luz problemas
estructurales, la escasez de capitales, la deuda externa y
la crisis de la industria
nacional. Las soluciones que
se buscaron fueron de orientación liberal, y tambien se
proscribió y persiguió el partido peronista. Una de
las medidas que se tomó para afirmar la autoridad de la
Revolución fue la creación de una Junta Consultiva
para tratar problemas institucionales.
En 1957 el gobierno determinó la nulidad de la
Constitución de 1949 e hizo una elección a
través de la ley Sáenz Peña para elegir una
Asamblea Constituyente que reformara la Constitución de
1853. El proyecto no llegó a llevarse a cabo pero la
votación sí, y las consecuencias que trajo este
plan fueron el alejamiento de la Unión Cívica
Radical Intransigente del gobierno y la aproximación de
este último al peronismo.
Arturo Frondizi es el Presidente que sucede a Aramburu
en 1958, consigue alcanzar ese puesto gracias a una negociación con Perón y el respaldo
de sectores militares, sindicales, empresarios y
eclesiásticos. Estando en el poder promovió el
crecimiento de las industrias
básicas, promulgó una ley de radicación de
capitales extranjeros, estableció una política
petrolera, una política de estabilización,
apoyó a las universidades privadas y normalizó la
Confederación General del Trabajo (CGT) a través de
una ley.
La ruptura con Perón se produjo en 1958. Durante
las elecciones de 1960 Perón ordenó el voto en
blanco, a la vez que comenzaron las acciones
guerrilleras en Tucumán y las huelgas, por lo que el
gobierno decidió optar por la represión. Las
medidas económicas tuvieron cierto éxito,
aunque disminuído por la influencia de capitales
internacionales. La política, no obstante, se deterioraba.
En las elecciones presidenciales de 1962 el frondinismo fue
derrotado en ocho provincias, incluso en Buenos Aires, y aunque
la intervino no pudo impedir que las fuerzas armadas lo
derrocaran en marzo de 1962.
Posteriormente a 1955, comenzó la división
de las antiguos partidos políticos. El primero fue el
radicalismo, que después de la caída de Yrigoyen
comenzó a definir su postura económica y social.
Fue por esta razón que se separó una parte y
formó el Movimiento de Intransigencia y Renovación.
Dentro de este nuevo grupo surgieron diferencias entre Frondizi y
Balbín. La división se produjo cuando Frondizi se
postuló como candidato a Presidente en 1956.
Frondizi quedó al frente de la Unión
Cívica Radical Intransigente (UCRI), la cual pacta con
Perón y se aleja de sus principios; y Balbín
dirigió la Unión Cívica Radical del Pueblo
(UCRP), que toma una orientación hacia el nacionalismo
económico y la estatización. En 1963 una parte de
la UCRI se separa a su vez y forma el Movimiento de Integración y Desarrollo presidido por
Frondizi. El Partido Socialista también terminó
dividiéndose en el Partido Socialista Argentino y el
Partido Socialista Democrático.
Durante la presidencia de José María Guido
(1962-1963), el poder militar organizó asambleas y
enfrentamientos para exponer su posición. La consecuacia
fue la aparición y delimitación clara de dos
grupos. El bando "colorado", grupo conservador ;y el bando
"azul", comprensivo de la realidad social. Los "azules" fueron
los vencedores, al mando del General Juan Carlos
Onganía.
Para llegar al poder en 1963, Arturo Illia debió
superar a su contrincante, el general Aramburu, que representaba
a un nuevo partido, la Unión del Pueblo Argentino
(UDELPA). Illia practicó una política
económica prudente, anuló los contratos
petroleros y estimuló el desarrollo industrial. Cuando en
1966 el presidente Illia fue derrocado, Onganía quedo en
su puesto.
Las huelgas y los movimientos estudiantiles fueron
habituales durante estos años. Se podría citar como
ejemplo el Cordobazo de 1969. Éste, que comenzó
siendo un reclamo de los obreros, pronto se vió apoyado
por los estudiantes y gente de todas las clases
sociales. La policia se vio superada y debieron intervenir
las fuerzas armadas. Recién después de dos
días se pudo finalmente controlar la ciudad.
Desde el Cordobazo se puso en evidencia la necesidad de
devolver la poder a la masa popular. El primer paso para ese
reconocimiento fue la aceptación mutua entre el peronismo y el
radicalismo. En 1970 los radicales, los militares y los
peronistas prepararon un acuerdo a través del cual
restablecer la normalidad institucional del país.
Éste documento fue conocido con el nombre de "La hora del
pueblo".
Después del pacto, toda la opinión
pública se puso del lado de Perón. Todas las
clases
sociales, los sectores agropecuarios, industriales, etc.
encontraron razones por las cuales apoyar a Perón.
Él se había convertido en un símbolo de la
política nacional y popular, y en una
representación de las esperanzas del pueblo. Finalmente,
durante la presidencia de Héctor J. Cámpora,
Perón volvió a Buenos Aires en 1973.
A través de la lectura del
libro podemos llegar a la conclusión de que, según
Romero, las causas de los enfrentamientos, problemas
políticos y demás que afectaron a la Argentina
desde un principio fueron causados por las divergencias de
opinión que trajeron diversas consecuencias al desarrollo
de nuestra historia. Él mismo dice en la primera parte del
libro (pág. 14):
"(…)Así quedaron frente a frente dos
concepciones de la vida que se decantaron en otras tantas
actitudes políticas: el autoritarismo y el
liberalismo.
La aparición de estas dos concepciones fue
decisiva para nuestra historia política. Si bajo ciertas
formas lucharon entre sí durante la era colonial, su duelo
continuó sin interrumpirse durante la época
independiente, aun cuando revistieran distintas
apariencias."
Algunos ejemplos de estos disentimientos son:
- En la era colonial son claras las diferencias
sociales entre los españoles y los criollos. Los
españoles, colonizadores de estas tierras y superiores
culturalmente, gobernaron a los criollos durante siglos. Sin
embargo, los criollos triunfaron finalmente con la
revolución de 1810 en la cual demostraron el poder que
habían conseguido. - Durante la época de organización
nacional surgieron las primeras posturas dispuestas a
establecer un gobierno para el país. Los unitarios y los
federales tenían posiciones opuestas, los unitarios
buscaban los beneficios para Buenos Aires y los federales el
bien de la nación en su conjunto. Una de las
consecuencias de esta desigualdad de opiniones fue el gobierno
tiránico de Rosas con su repectiva matanza,
además de todas las batallas que se libraron hasta la
victoria de los federales en la batalla de Cepeda. - La elite oligárquica gobernante durante
principios de siglo encontró su oposición en el
grupo criollo-inmigratorio. La elite codiciosa y expectante de
riqueza sabía que su poder no tenía
aceptación entre el pueblo, porque éste buscaba
la renovación política, así que
constantemente temía perder su autoridad en manos de los
inmigrantes. La solución que encontraron Roca y
Juárez Celman a esta cuestión fue el unicato. La
crisis económica que más tarde resultó en
el fin del poderío oligarquico, trajo consigo cambios
que permitieron la elección de Hipólito Yrigoyen
en 1916. - Las presidencias de Yrigoyen trajeron consigo al
primer lider personalista de la historia
argentina. Yrigoyen extrajo a todos los miembros que
aún quedaban de la oligarquía de sus puestos, y
organizó a su alrededor un gobierno fiel a sus
propósitos. La segunda presidencia de Yrigoyen se
vió empañada por la corrupción reinante y los problemas
económicos. La consecuencia de esto fue el derrocamiento
de Yrigoyen en 1930 por medio de una revolución
(organizada por oligárquicos, jefes militares y partidos
políticos) que finalmente llevó a una dictadura
militar dirigida por el General Uriburu. - El gobierno de Perón logró lo que
tantos otros no, tener al pueblo de su lado que lo apoyara y
respaldara incondicionalmente. Incluso mucho después de
ser derrocado en 1955, sus ideas persistieron en las mentes del
pueblo, convirtiéndose en uno de los objetivos de los
gobiernos siguientes la eliminación de la
idolatría que originaba en las masas. Sin embargo, no lo
consiguieron. Tanta fue su importancia que, aún estando
exiliado por 15 años, seguía ejerciendo
influencia sobre sus seguidores que lo veían como a un
salvador.
En el capítulo IX, que trata sobre el periodo
fascista en la argentina, aparece una insinuación
propuesta por José Luis Romero, en la cual tilda al plan
político de Perón como una imitación del
fascismo y una dictadura de
masas (pág. 253-254):
"El mismo Perón definió la singular
naturaleza de
este movimiento en el discurso que
pronunció el 17 de octubre desde los balcones de la casa
de gobierno cuando dijo: ‘Que sea esta hora
histórica cara a la república y cree un
vínculo de unión que haga indestructible la
hermandad entre el Pueblo, el Ejército y la
policía. Que sea esta unión eterna e infinita, para
que este pueblo crezca en la unidad espiritual de las verdaderas
y auténticas fuerzas de la nacionalidad y el orden. Que
sea esa unidad indestructible e infinita, para que nuestro pueblo
no solamente posea la felicidad sino también sea digno de
comprenderla’.
¿Qué podía significar esa
extraña identificación entre el pueblo, el
ejército y la policía, sino una dictadura de masas,
controlada, apoyada y dirigida mediante el aparato del poder?
Todo hacía pensar que los planes políticos del
nuevo líder
no eran sino un remedo del fascismo, diseñado en sus
líneas generales por Perón en la conferencia que,
como ministro de guerra, pronunció en la Universidad de La
Plata el 10 de junio de 1944."
Romero dedica algunos de los párrafos siguientes
de su libro a demostrar esta hipótesis. Para hacerlo, propone diversas
comparaciones entre el régimen fascista y las
políticas implementadas por Perón:
- Califica como "nuevo orden" al régimen
establecido por Perón.
Durante el periodo en el cual Hitler
gobernó Alemania bajo
el régimen totalitario llamado nacionalsocialismo,
debió instaurar un programa de
reactivación económica conocido como nuevo orden,
el cual buscaba el aprovechamiento pleno y rentable de la
industria
alemana, la construcción de una flota mercante adecuada
y modernos sistemas de
transporte
ferroviario, aéreo y motorizado; así mismo
consideraba que había que reestructurar el sector
industrial para obtener la mayor productividad y
rentabilidad
posible. Los planes de Perón para la economía
argentina eran similares a estos; Romero declara sobre el
tema (pág. 254): "En rigor, no innovó demasiado,
sino que se limitó a realizar, glosándolas y
variándolas en ocasiones, viejas inspiraciones de los
grupos nacionalistas." Y más adelante aparece un fragmento
de un discurso de
Perón en el que dice (pág. 258-259): "La teoría
que mucho tiempo sostuvimos de que si algún día un
peligro amenazaba a nuestra Patria, encontraríamos en los
mercados
extranjeros el material de guerra que necesitásemos para
completar la dotación inicial de nuestro ejército y
asegurar su reposición, ha quedado demostrada como
utopía. (…) Es indudablemente necesaria una
acción oficial del Estado, que solucione los problemas que
ya he citado y que proteja a nuestras industrias si es
necesario."
- Hace alusiones constantes al fascismo.
"La idea alrededor de la cual giraba el dictador era
la de la organización. El Estado debía estar
organizado, el gobierno debía estar organizado (…),
y la masa debía estar organizada, y entonces
podía llamársele ‘pueblo’. Cada uno
de estos aspectos de su concepción política
adquiría visos singulares. Pero nada tan singular como
la imagen que el
dictador se hacía del
‘conductor’.La ‘conducción’
–término transferido al léxico
político pero de origen militar- era para él un
arte."
(pág. 259-260)"El ‘nuevo orden’ debía tener dos
ceremoniales, dos máscaras diferentes. La severa
tesitura propia de un ejército a la prusiana
tenía que alternarse con la desmañada e
informe
exaltación de la masa de los descamisados (…)".
(pág. 255)- Según la teoría: El fascismo es una forma de
totalitarismo del siglo XX que pretende la estricta
reglamentación de la existencia nacional e individual
de acuerdo con ideales nacionalistas y a menudo
militaristas."Instrumento fundamental de esa política [la
política
económica implementada] fue el Instituto Argentino
de Promoción del Intercambio, que
debía desviar parte de los beneficios obtenidos de las
exportaciones agropecuarias al sector
industrial. Con eso acentuó el intervencionismo
estatal en la economía, tendencia que se puso de
manifiesto también en la nacionalización del
Banco
Central, de los ferrocarriles, el gas, los
teléfonos y la flota fluvial." (pág.
259) - Los intereses contrapuestos se resuelven mediante la
total subordinación al servicio del
Estado. - El pueblo le debe lealtad incondicional a su líder.
"(…) la oratoria
radiotelefónica constituyó un instrumento
fundamental de gobierno; la voz viril del presidente y la voz
gutural de Eva
Perón producían sobre las masas sin experiencia
política una influencia intensa, ajena por cierto a los
conceptos que solían recubrir, y que llegaban a la zona de
los instintos." (pág. 255)
En un principio, el trabajo me
pareció similar a otros hechos anteriormente; sin embargo,
el leer un libro y después tener que explicarlo fue una
tarea difícil debido a la gran cantidad de nombres y de
detalles que hay a lo largo de todo el texto de Romero.
También me pareció complicada la manera en que
están explicados los sucesos, y con frecuencia tuve que
ayudarme con otros textos para comprender los aspectos
políticos de la historia que me eran confusos. Pero,
aparte de eso, la redacción del resumen no fue un problema y
traté de hacerla lo más clara posible.
- Bibliografía
- "Fascismo", "Nacionalsocialismo", "Romero,
José Luis", Enciclopedia Microsoft® Encarta® 2000. ©
1993-1999 Microsoft
Corporation. - "Historia Visual de la Argentina" CD2 1931-1955. Ed.
Clarín.
Soledad Mari