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Lectura e interpretación de un libro de Historia Argentina a elección




Enviado por zona_s87



    "Las ideas políticas
    en Argentina", de
    José Luis Romero

    1. Cita completa y correcta del
      libro
    2. Características generales
      del libro
    3. Datos del
      autor
    4. Tema del que trata el libro y
      justificación del autor al escribir sobre dicha
      problemática
    5. Resumen de los
      capítulos
    6. Hipótesis o tesis del
      autor, explicaciones sobre los temas que analiza y
      explicación de las formas de probar o demostrar las
      hipótesis
    7. Conclusión:
      consideraciones personales sobre la lectura y
      opinión
    • Cita del libro a
      elección:

    Romero, José Luis; (1956), Las ideas políticas
    en Argentina,
    "Colección Popular tomo n° 527", Buenos Aires,
    Fondo de Cultura
    Económica, 2001.

    • Características generales del
      libro:

    El mencionado libro está compuesto por 316
    páginas separadas en tres partes y a su vez en 10
    capítulos a saber:

    Parte Primera: La Era Colonial

    1. La época de los Austria: La conformación
      del espíritu autoritario

      Parte Segunda: La Era Criolla

    2. La época de los Borbones: La
      conformación del espíritu liberal
    3. La línea de la democracia
      doctrinaria: Irrupción y crisis del
      pensamiento
      liberal y centralista
    4. La línea de la democracia
      inorgánica: Irrupción y triunfo del sentimiento
      autoritario y federalista

      Parte Tercera: La Era Aluvial

    5. El pensamiento
      conciliador y la
      organización nacional
    6. La conformación de la Argentina
      aluvial
    7. La línea del liberalismo
      conservador
    8. La línea de la democracia popular
    9. La línea del fascismo
    10. La busca de una fórmula supletoria

    Además consta de dos textos titulados
    "Advertencia para la primera edición" y "Advertencia para
    la quinta edición". El primero podríamos
    considerarlo el prólogo de la obra; el segundo, sin
    embargo, apunta a que la versión original del libro
    aparecida en 1946 fue modificada, agregándosele en 1956 el
    capítulo IX y más tarde el X.

    Hacia el final, se encuentran el "Epílogo. Sobre
    los interrogantes del ciclo inconcluso" que simplemente se
    conserva como un documento debido a que ha perdido actualidad al
    agregarse los dos últimos capítulos del libro; la
    Bibliografía, el
    Índice de Nombres y el Índice.

    • Datos del
      Autor

    Romero, José Luis (1909-1977), historiador
    argentino. Nacido en Buenos Aires,
    estudió en la Universidad
    Nacional de La Plata y se doctoró en Historia, en 1934. Profesor
    en la Facultad de Humanidades de dicha universidad entre
    1942 y 1946, ese último año hubo de exiliarse en
    Uruguay debido
    a su militancia socialista. Regresó a Buenos Aires nueve
    años más tarde, después de haber ejercido
    como profesor en la Universidad de Montevideo, en la cual
    llegó a desempeñar la cátedra de
    Filosofía de la Historia. Nombrado en 1955
    rector de la Universidad Nacional de Buenos Aires y decano de la
    Facultad de Filosofía y Letras de dicho centro en 1962,
    fue asimismo profesor invitado en las universidades de Columbia
    (Estados
    Unidos), San Marcos (Perú), Toulouse y Poitiers
    (Francia).

    Miembro del grupo
    argentino de la Academia Internacional de Historia de las
    Ciencias y
    dedicado fundamentalmente a la filosofía de la historia,
    fue editor y fundador de la revista de
    historia de la cultura Imago
    Mundi. Escribió, entre otras obras de interés:
    Mitre, un historiador frente al destino nacional (1943), La
    historia y la vida (1945), Las ideas políticas en
    Argentina (1946), La cultura occidental (1953) y El desarrollo de
    las ideas en la sociedad
    argentina del siglo XX (1965). En 1977 falleció en la
    ciudad japonesa de Tokio.

    • Tema del que trata el
      libro y justificación del autor al escribir sobre dicha
      problemática

    "Las ideas políticas en Argentina" es un libro
    considerado por su autor como "…un texto
    ordenado, preciso y sintético, que dé una
    visión panorámica de las ideas políticas
    argentinas…". José Luis Romero tiene la opinión
    de que en los países sudamericanos no han surgido ideas
    políticas férreas y por esa razón debe
    tomarse como referencia el pensamiento político de la
    colectividad.

    Como él mismo escribe en Advertencia para la
    primera edición: "…la tendencia a lograr la mayor
    claridad posible en la explicación de ciertos
    fenómenos oscuros en sí mismos, tendencia que el
    autor defiende…". Para cumplir con este propósito,
    Romero "reescribe" el proceso de
    formación de la Argentina según su propio parecer,
    apoyado en numerosas fuentes,
    creando un texto que
    estudia y expone el cambio
    constante de la política
    basándose en dos principios
    políticos surgidos en la era colonial: el principio
    autoritario y el liberal.

    • Resumen de los
      capítulos

    Parte Primera: La Era
    Colonial

    Capítulo I: La época de los
    Austria

    El capítulo que da inicio al libro está
    separado en dos partes. La primera habla sobre los sucesos en
    España
    desde el siglo XV hasta fines del siglo XVII. Este segmento
    comienza con el reinado de Isabel y Fernando y el contexto en el
    cual se produce la conquista de América. Hacia 1492, con la
    desaparición del reino de Granada y el descubrimiento de
    América aparece una esperanza de grandeza. A la vez,
    Castilla y Aragón cesan su proceso de
    unión y España
    alcanza la gloria imperial. De allí se pasa al fin del
    reinado de Carlos V, desde donde se vislumbra un futuro
    prometedor con la conquista de América.

    Después, pasa a explicarse el reinado de Felipe
    II, con sus ideales de hispanidad y catolicismo, que lo llevan a
    guerras a
    favor de la hegemonía política y los
    ideales católicos amenazados. Estas guerras,
    costeadas con las riquezas que llegan de América, provocan
    miseria y desempleo en
    España, además de anticipar los problemas que
    tendría que enfrentar el rey que lo sucediera. Sin
    embargo, su sucesor Felipe III en lugar de intentar mejorar la
    situación del país, empobrece al pueblo para
    mantener el lujo de la corte. Felipe IV, quién
    continúa con estas políticas, es definitivamente
    vencido y firma el tratado de los Pirineos en 1659.

    Mientras todos estos sucesos transcurren en
    España, Europa es
    afectada por el mercantilismo
    y los ideales de la Refoma, que España rechaza desde el
    principio, centrada en la política de Felipe de "acentuar
    lo hispánico". Así, se aferra el catolicismo
    español
    como un pilar fundamental de la Contrarreforma.

    Desde el reinado de Carlos V, el orden político
    se había vuelto absolutista, incluso en contra del papado.
    Sin embargo, su sucesor Felipe II era muy religioso y su poder se
    transformó gradualmente en una teocracia. Surgidos de esta
    teocracia, tan retrasada en cuanto a cuestiones económicas
    y sociales, fueron los conquistadores que llegaron a
    América.

    Con el ambiente
    político español
    planteado de esta manera, comienza la segunda parte del
    capítulo. Ésta establece, en un principio, la poca
    importancia que se le dió a la zona del Río de la
    Plata y su llanura con respecto al Alto Perú y sus
    riquezas. Pero, aún así, el Río de la Plata
    era el acceso más rápido para llevar las riquezas a
    España y es con esa función
    que se decide fundar Buenos Aires en 1536.

    Los conquistadores que salieron de Buenos Aires buscando
    la ruta hacía el Perú fundaron la ciudad de
    Asunción en la confluencia de los ríos Paraguay y
    Pilcomayo creyendo que les sería más útil, y
    en 1541 se despobló Buenos Aires. Su propósito de
    ascender hacia el Perú se convirtió
    rápidamente en una empresa
    imposible por la naturaleza
    frondosa y las tribus aborígenes. Sin embargo, Diego de
    Rojas inició el camino en sentido inverso y en su
    recorrido fue fundando ciudades como Santiago del Estero,
    Tucumán, Córdoba y finalmente fundó Buenos
    Aires por segunda vez en 1580. Así, Asunción, una
    ciudad ya constituída, comenzó a declinar frente a
    Buenos Aires.

    Una de las razones principales por la cual Buenos Aires
    cobró importancia rápidamente fue que era
    más propicia para la vida de los colonos y la cría
    de ganado.Además, una gran cantidad de barcos
    comenzó a arribar a la ciudad en poco tiempo. Durante
    el siglo XVII, Buenos Aires continuó creciendo y en 1640,
    adquirió importancia política, en la orilla de
    enfrente del río los portugueses fundaron Colonia del
    Sacramento en un intento por ganar las tierras de las
    cercanías.

    Uno de los objetivos
    principales de los fundadores de Buenos Aires –y del cual
    dependía el progreso de la ciudad-, era poner en orden la
    situación de los indígenas. Esta política
    colonizadora fracasó y dio paso a una política de
    catequesis protagonizada por religiosos. Este sistema
    educó a los indigenas y
    los convirtió a la fe cristiana, pero a la vez
    evitó que los indígenas se adaptaran a la vida con
    los colonizadores.

    El suelo
    fértil fue la riqueza que brindó Buenos Aires a sus
    pobladores. Ésta, debía ser trabajada y fue en ese
    momento cuando los indígenas encontraron su lugar en el
    orden social. Además de los españoles y los
    indígenas, surgió un nuevo grupo
    étnico: el mestizo. Este se ubicó por debajo de los
    españoles junto con los criollos, ambos considerados
    inferiores; los primeros por descender de indígenas, los
    segundos por haber nacido en América.

    La vida en la ciudad y en los campos era muy distinta.
    En el campo, el colonizador era el que mandaba debido a la
    ausencia de leyes que rigeran
    sus vidas, y debía bastarse y defenderse a sí mismo
    y a los de sus tierras. La ciudad, en cambio,
    sí tenía leyes, pero
    muchas veces eran pasadas por alto incluso por los funcionarios
    ávidos de riqueza.

    La Iglesia, como
    era el único credo que se practicaba, consiguió
    mucho poder. Este
    prestigio llegó incluso a sacarle poder a las autoridades
    en varias oportunidades, lo que creaba una situación tensa
    entre ambas instituciones.

    El último párrafo
    del capítulo resume las ideas principales que se extraen
    de él: la formación del espíritu autoritario
    en todas las esferas de la vida social y la conciencia
    política que se manifiesta como una autoridad
    indiscutida.

    Capítulo II: La época de los
    Borbones

    El siglo XVIII comienza en Europa con
    cambios en la situación política. La
    declinación del absolutismo en
    Inglaterra es el
    inicio de las transformaciones que más adelante
    darán lugar a la Revolución
    Francesa y sus consecuencias. A la muerte de
    Carlos II en España, éste lega sus posesiones al
    duque de Anjou, francés, ocasionando la guerra por la
    sucesión. Francia sale
    vencedor y los Borbones toman el control de
    España. Los Borbones eran ilustrados y progresistas, y el
    espíritu liberal se impuso lentamente como la nueva
    actitud
    política, sobre la antigua teocracia de los
    Austria.

    Felipe V fue el primer rey de la dinastía de los
    Borbones. Su objetivo
    principal fue que España recuperase su antiguo poder y
    esplendor. Para lograrlo, originó cambios en la economía, la
    administración y la política, siempre
    basándose en los ideales iluministas. Además,
    abrió el reino a las influencias Europeas, que durante
    años habían sido negadas por los
    Austria.

    Las nuevas ideas promovidas por los Borbones impulsaron
    el pensamiento científico, así como progresos en
    la
    educación y en la economía.
    También consideraron necesario fomentar el trabajo en
    una sociedad
    empobrecida y atrasada. A la vez, debían evitar que el
    progresismo se desviara al terreno político porque esto
    podría provocar cuestionamientos al régimen
    monárquico.

    La concepción absolutista del poder fue levemente
    modificada por los cambios introducidos a principios del
    siglo XVIII. La religión, base del
    poder del los Austria, fue reemplazada por un régimen cada
    vez más laico. Aún así, en muchos aspectos
    de la sociedad, la Iglesia
    todavía conservaba su antiguo poder.

    Mientras tanto, la situación de las colonias
    mejoraba tanto en demografía como en economía. Hacia
    fines del siglo XVII, Buenos Aires ya contaba con cuarenta mil
    habitantes, y su riqueza agropecuaria, principalmente la ganadería,
    había hecho crecer la economía colonial. La
    agricultura no
    era fomentada por conveniencia de los comerciantes
    españoles de Buenos Aires, a quienes el comercio de
    cueros, sebo y productos
    ganaderos brindaba buenos dividendos. El régimen del
    monopolio de
    productos
    provenientes de España no era suficiente para la población porteña, por lo que se
    producía un contrabando para satisfacer las necesidades de
    los habitantes. En 1776, Buenos Aires se convirtió en la
    "capital" de un
    nuevo virreinato que abarcaba Paraguay,
    Tucumán y Cuyo, y se organizó económica y
    políticamente a Buenos Aires.

    Gracias a la importancia que toma Buenos Aires, se van
    perfilando en su sociedad las posturas de dos grupos
    sociales con interses diferentes pero influencia en el
    virreinato, los españoles y los criollos. Los
    españoles, quienes ocupaban funciones
    públicas, preferían la vida urbana y estaban
    preocupados por el destino rioplatense. Los criollos
    escogían la vida rural en un intento por escapar de la
    segregación a la que eran sometidos por los
    españoles. Este sentimiento generalizado entre los
    criollos los hizo poseedores de un sensación de formar
    parte de un grupo bien diferenciado de los demás: una
    clase social.

    Los criollos, que aventajaban en cantidad a la
    "aristocracia" colonial, buscaron educarse para alcanzar el nivel
    de los españoles y los ideales liberales que llegaban a la
    colonia les sirvieron para oponerse a los españoles
    tradicionales y buscar mejorar su posición. Esto
    dió paso a la aparición de una burguesía
    criolla, la cual aspiraba al desarrollo de
    la agricultura,
    la libertad de
    comercio y el
    desarrollo de pequeñas industrias
    campesinas; además, el pensamiento liberal formó
    criollos con ideas revolucionarias y emancipadoras.

    Estas ideas pasaron a ser los objetivos de
    hombres como Mariano Moreno, que no dudaban en exponer su
    opinión sobre el libre comercio, y
    muy pronto el pensamiento liberal se ramificó a sus
    creencias políticas. La Revolución
    francesa de 1789 afianzó estos pensamientos y les dio
    ánimos, así como las invasiones inglesas les
    proporcionaron confianza en el movimiento
    criollo y una conciencia de
    nacionalidad.

    Todas estas nuevas ideas eran planes todavía
    incipientes, si consideramos los opositores que tenían, a
    saber: funcionarios de ideas anteriores al iluminismo,
    comerciantes beneficiados por el régimen monopolista, el
    clero jesuítico y las autoridades, que si bien no eran
    mayoría, tenían poder suficiente para acallar a la
    burguesía criolla.

    A pesar de que los criollos aún no habían
    conformado un poder político, y sus ideas eran una
    minoría en las ciudades, el pensamiento liberal
    había llegado finalmente a la colonia, y con él
    llegaría más tarde la independencia.

    Parte Segunda: La Era
    Criolla

    Capítulo III: La línea de la democracia
    doctrinaria

    La Revolución
    francesa se presenta ante los ojos de los americanos como el
    triunfo de los ideales de Montesquieu y
    Rosseau, sin embargo el rumbo que toma el movimiento
    plantea dudas sobre qué consecuencias podrían tener
    las mismas ideas en este lado del mundo. Esta situación
    hace que muchos busquen un modelo
    político en Inglaterra.

    La independencia
    argentina que venía gestándose tomó forma
    entre 1806 y los inicios de 1810. En esos cuatro años se
    refinaron las ideas principales y se esbozaron los objetivos
    políticos de los criollos, que dieron paso a los hechos de
    mayo de 1810. La revolución
    trajo cambios políticos, pero principalmente sociales. Se
    acentuaron las diferencias entre criollos y españoles,
    llegando incluso a la xenofobia.

    Los criollos que habían logrado el éxito
    de la revolución eran los ilustrados que vivían en
    la urbe porteña. Estos eran una minoría que
    empezaba a tener bienestar económico. Sus ideas eran
    similares a las de los españoles liberales, con una
    influencia del pensamiento francés e inglés.
    Sin embargo, los criollos urbanos, que habían convocado a
    los del interior para apoyar su causa, eran muy distintos de
    estos últimos. Los criollos rurales en conjunto no
    tenían conocimientos sobre doctrinas o política.
    Por otro lado, aquellos que vivían en el Litoral
    tenían desaveniencias constantes con Buenos Aires por
    cuestiones económicas; y los pertenecientes al interior
    mediterráneo estaban influídos por los
    españoles del Perú y despreciaban la modernidad. Todas
    estas diferencias entre ambos grupos hicieron
    que cada uno defendiera sus propios intereses, provocando una
    rivalidad temprana que complicaría en un futuro cercano
    los intentos de formar una nación.

    Las ideas que guiaban a los iniciadores de la
    revolución eran liberales en el aspecto económico.
    Cuando estuvieron en el gobierno, los
    ilustrados desarrollaron el libre comercio y
    estimularon la producción. Sin embargo, el liberalismo no
    se notaba en otros aspectos. El respeto por las
    creencias tradicionales y por el poder monárquico
    hacían ver que habían adoptado una posición
    moderada.

    Uno de los primeros objetivos que se propusieron fue la
    instalación de un gobierno y la
    preparación de una Constitución. Según Moreno,
    ésta debía elaborarse sobre la base de la
    experiencia histórica y de la ciencia
    política, con dos puntos imprescindibles, el sistema
    representativo y la división de poderes. La
    reacción en contra de estos principios básicos no
    tardó en llegar por parte de los criollos del interior,
    que no veían representadas sus necesidades en esos
    ideales.

    Otra de las aspiraciones que tenían era la de
    consolidar una administración centralizada, asegurando que
    era la única forma de crear una nación.
    Asimismo, como eran ellos quienes habían llevado a cabo la
    independencia, consideraban que Buenos Aires debía estar
    al frente de toda la nación, dejando en un segundo plano a
    los territorios del interior. Lo único que lograron por
    medio de estas ideas fue acrecentar aun más la rivalidad
    entre los porteños y los criollos del interior, los cuales
    se aglutinaron bajo la dirección de caudillos
    regionales.

    Ante esta reacción del pueblo, los ilustrados de
    Buenos Aires, en lugar de buscar una solución al conflicto,
    tomaron una actitud hostil
    con sus opositores. Por otro lado, adoptaron una política
    reaccionaria como respuesta a los sucesos europeos. El regreso de
    Fernando VII a España y la derrota de Napoleón les hizo buscar una
    posición de simpatía con los aliados europeos, por
    lo que ocultaron su preferencia por el sistema republicano
    proponiendo a la monarquía como sistema de
    gobierno.

    Hacia 1816, el Congreso (formado por representantes de
    Buenos Aires y las provincias de pensamiento colonial) se
    expresó a favor del regimen monárquico, unitario y
    antiliberal. Como la mayoria de los representantes estaba en
    contra de Buenos Aires, pero a la vez no aceptaban la
    anarquía, propusieron establecer la monarquía en Cuzco, proyecto que no
    tuvo aliados suficientes y fracasó desde un
    principio.

    En 1819 se preparó una constitución que afirmaba el régimen
    monárquico, pero los caudillos del Litoral la rechazaron y
    cortaron toda relación con Buenos Aires. Después de
    la batalla de Cepeda en 1820, comenzó la era de
    autonomía provincial. Durante ese período los
    caudillos gobernaron cada una de las provincias; en algunas se
    hicieron constituciones para demostrar su preferencia por el
    sistema republicano, en otras, se mantuvo una organización feudal. Buenos Aires, entre
    tanto, inició una era de reformas, estimulando el
    desarrollo de la riqueza minera y agropecuaria, reformando el
    clero y el ejército, desarrollando la educación
    pública e instaurando el voto universal en la
    provincia.

    El conflicto con
    Brasil es la
    razón principal por la cual era necesario intentar
    unificar el territorio, y fue con esa excusa que se
    pretendió convencer a los caudillos del interior, pero
    nuevamente las diferencias entre ambas partes hicieron que la
    unidad nacional fracasara en 1827.

    Capítulo IV: La línea de la
    democracia inorgánica

    Durante los años de esplendor y decadencia del
    régimen liberal en nuestro país, se venía
    gestando en algunos sectores de la sociedad una concepción
    política democrática con rasgos propios
    autóctonos, y surgió como la oposición a la
    democracia doctrinaria que caracterizó al período
    1810 – 1827. Esta democracia inorgánica se basaba en
    tres argumentos, que eran la emancipación, la
    revolución criolla y la democracia. Asimismo, algunas de
    sus características eran el patritosmo local,
    la tendencia localista (aprovechadas por los caudillos para
    afianzar su poder regional), el aborrecimiento a las ideas y
    costumbres españolas y el antiliberalismo.

    Una de las razones por la cual el regimen del federalismo tuvo
    una rápida aceptación fue que cada región
    tenía sus propias características que la diferenciaban de las
    demás. Así, mientras el Paraguay estaba regido por
    su pasado jesuítico, el Tucumán conservaba fuertes
    rasgos de la influencia altoperuana, y el Litoral veía
    frustrado su desarrollo
    económico gracias a la importancia de Buenos
    Aires.

    La autonomía que habían conseguido las
    provincias fue un triunfo muy importante, pero las diferencias
    entre los caudillos principales aparecieron muy pronto.
    Aún así, todavía estaban unidos por su
    oposición a Buenos Aires.

    Buenos Aires recibió la nueva forma
    política de las provincias con desaprobación por
    parte de algunos liberales y con tolerancia por
    parte de otros. La mayoría subestimó al federalismo, sin
    embargo éste triunfó en 1820 con la Batalla de
    Cepeda. Las provincias firmaron el tratado de Pilar para
    establecer las autonomías provinciales y la libertad del
    comercio fluvial.

    Los caudillos eran los dirigentes del pueblo de las
    provincias y, ante todo, poseían un carisma especial para
    ser admirados por las masas, que constituían todo el apoyo
    que tenían en su territorio a falta de leyes que rigieran
    su mandato, además de ser su ejército personal. Al
    mismo tiempo,
    tenían habilidad de mando, virtudes que la muchedumbre
    admiraba y, lo que era igualmente importante, los caudillos
    defendían los intereses del pueblo.

    Las acciones de
    Rivadavia, dirigidas a anteponer los intereses de la
    nación a los beneficios de Buenos Aires impulsaron el
    movimiento de los federales Dorrego y Rosas que
    desembocó en la secesión de Buenos Aires. Dorrego
    fue nombrado gobernador de la provincia. Luego vinieron el
    Golpe de
    Estado de Lavalle en 1828 y más tarde la guerra civil.
    En esa situación se conformaron dos ligas, una liderada
    por el general Paz, la otra por Estanislao López y
    Rosas. En 1831
    Paz cayó prisionero de López, y, como Dorrego
    había muerto en 1828, el país quedó
    gobernado por Facundo Quiroga, Estanislao López y Juan
    Manuel de Rosas.

    Así comienza la era del Estado
    rosista. Su primer gobierno fue de 1829 a 1832. En ese tiempo se
    constituyó la Confederación, y Rosas fue encargado
    de la representación del país. De 1832 a 1834 la
    dirección de la provincia la delegó
    en personas de su confianza. Rosas no consideraba prudente
    la
    organización de un Estado y se
    oponía totalmente a esta idea. En 1835 vuelve al poder, y
    pocos años después mueren Quiroga y Estanislao
    López. Así, Rosas se transforma en el caudillo
    más importante del país. Éste tenía
    numerosos enemigos, y se deshizo de ellos por medio de violentas
    persecuciones. A través de los años, Rosas
    logró imponer su autoridad en
    toda la Confederación, unificando al país. A su
    vez, transformó un régimen que había
    empezado siendo federalista en tiranía.

    Capítulo V: El pensamiento conciliador y la
    organización nacional

    Cuando Rosas accedió al poder por segunda vez en
    1835, los grupos ilustrados
    vieron frustradas sus luchas por los derechos del pueblo a manos
    de la misma gente que ellos intentaban defender. La primera
    generación de proscriptos (que habían emigrado a
    partir de 1928), despreciaron a Rosas desde el primer momento y a
    la vez se propusieron cambiar sus teorías
    para conseguir la aprobación del pueblo.

    La generación de 1837 reflexionó sobre la
    actitud que había tomado el pueblo a fin de analizarla y
    formar ideas políticas que mejoraran la situación
    reinante. La doctrina que se habían propuesto fundar
    estaba basada en primer lugar en crear leyes provenientes de las
    costumbres y el estado
    social del país en vez de adoptar ideas extranjeras y
    después adaptarlas a nuestra realidad.

    Los integrantes de esta asociación se agruparon y
    formaron el Salón literario primero (clausurado por Rosas)
    y luego la Asociación de la joven generación
    argentina. Ellos prepararon un documento conocido como Credo y en
    1846 Echeverría escribió el Dogma Socialista, donde
    establecía las bases del pensamiento conciliador. A estos
    hombres se les reconoce ser quienes reconocieron que los problemas
    políticos estaban en su mayoría determinados por
    los conflictos
    sociales y económicos.

    También cuestionaron la sociedad de la
    época y descubrieron las dos formas de vida en las que
    ésta se dividía, Sarmiento los calificó como
    "civilización y barbarie". La ciudad representaba para
    ellos la civilización, mientras que la gente del campo les
    evocaba la época de la colonia y suponía
    obstáculos para la prosperidad de la nación. Por
    esta razón, aunque sabían por experiencia de la
    importancia del pueblo en la política, admitían que
    en un futuro esta importancia debía menguar para no caer
    en los problemas del pasado.

    La generación de 1837 analizó diversos
    aspectos de la historia del país y la consecuencia de esto
    fue la creación de una doctrina política
    pacificadora y realista que triunfó porque atendía
    a las diversas franjas sociales, algo que ninguno de los partidos
    anteriores se había propuesto.

    Con las ideas elementales de esta doctrina, Domingo
    Faustino Sarmiento , Juan Bautista Alberdi y Esteban
    Echeverría escribieron libros y
    artículos periodísticos donde se reconocía
    su preocupación por como iba a ser el gobierno posterior a
    la caída de Rosas. El proyecto que
    tenían preparado abarcaba muchos aspectos, no repetir las
    equivocaciones de los gobiernos anteriores fue una de las
    primeras decisiones. El punto de partida para el cambio
    recaía en poblar las grandes extensiones de terreno que
    estaban deshabitadas, haciendo proliferar las ciudades. Para
    lograr sus objetivos a través de una política
    racional y previsora juzgaron necesario preparar una
    constitución a la brevedad.

    La tiranía de Rosas finalizó a principios
    de 1852 con la batalla de Caseros, después de 13
    años de luchas entre el ejército de Rosas y el del
    general Justo José de Urquiza, formado este último
    por los federales que comprendieron la dominación que
    ejercía Rosas y decidieron oponerse a él. Se
    firmó el Pacto de San Nicolás, pero los
    porteños desconfiaron de las buenos propósitos de
    Urquiza y Buenos Aires se aisló de las demás
    provincias. A fin de año, todas los representantes de las
    provincias del interior se reunieron en Santa fe para formar el
    Congreso General Constituyente.

    La primer parte de la Constitución eran las
    Declaraciones, derechos y garantías,
    donde se explicaba la estructura
    política En la segunda parte, se hablaba sobre las
    diferentes atribuciones de las autoridades nacionales.
    Ésta se sancionó en mayo de 1853, pero hubo que
    esperar hasta 1860 para que una convención la revisara y
    después de algunos cambios Buenos Aires la aceptara. En
    1861 Urquiza fue derrotado en la batalla de Pavón y de
    esta manera se terminaron los tira y aflojes entre Bunos Aires y
    el interior.

    Desde 1862 hasta 1880 se sucedieron en la Argentina los
    tres primeros presidentes constitucionales. Mitre, Sarmiento y
    Avellaneda fueron quienes llevaron a cabo las ideas proyectadas
    por los hombres de la generación de 1837 y los hombres de
    la proscripción. La afirmación de la unidad
    nacional fue uno de los objetivos que se lograron durante las
    tres presidencias. Mitre, cuyo período duró entre
    1862 y 1868, tuvo una oportunidad muy importante para afianzar el
    sentimiento de unidad entre los argentinos, la guerra del
    Paraguay, que hizo apreciar a todos los pobladores la importancia
    de permanecer juntos en los momentos difíciles y luchar
    por un mismo objetivo.

    Durante la presidencia de Sarmiento (de 1868 a 1874),
    éste se ocupó de corroborar la importancia y el
    papel de los
    poderes nacionales, entre muchas otras actividades. En 1870,
    después del asesinato de Urquiza, en el interior
    resurgieron grupos políticos que buscaban tener nuevamente
    un papel
    protagónico. El Presidente estaba enemistado con los
    integrantes del Congreso y con Mitre mismo, por lo que
    buscó apoyo en estos hombres, especialmente en
    Nicolás Avellaneda, que sería su
    sucesor.

    Avellaneda (presidente de 1874 a 1880) tuvo que
    enfrentarse a Mitre porque éste último consideraba
    que un presidente del interior (tucumano en este caso)
    hacía peligrar la soberanía popular. Sin embargo, Avellaneda
    contaba con el apoyo de las provincias y de sus compañeros
    Alsina y Julio A. Roca, además aunque el representaba al
    interior sus ideas coincidían con las de los
    porteños. Cuando se acercaba el fin de su mandato,
    impulsó la candidatura de Roca, que tenía como
    competidor a Carlos Tejedor, gobernador de Buenos
    Aires.

    Los principales problemas que debieron enfrentar estos
    presidentes fueron poblar el territorio, desarrollar
    económicamente el país e impulsar la escuela
    pública. En cuanto a poblar el territorio, esto se
    consideró imprescindible para desarrollar la
    economía, por lo que se promovió la inmigración europea. Hacia 1874 ya
    habían llegado al país más de 100.000
    inmigrantes que se distribuyeron en la zona del Litoral para
    crear centros agrícolas.

    Gracias a que la población crecía constantemente,
    así tambien progresó la economía y durante
    la presidencia de Avellaneda comenzó la exportación de cereales. Esto atrajo la
    aparición de actividades comerciales. El tendido de los
    ferrocarriles favoreció el asentamiento de comunidades en
    el interior. La ubicación de estos confluyendo hacia
    Buenos Aires además de la creación de un puerto
    moderno convirtió a esta ciudad en el puerto
    nacional.

    Con respecto a la educación hubo
    grandes avances. Sarmiento creó numerosos colegios
    primarios y colegios nacionales así como escuelas normales
    para la preparación de los maestros. Avellaneda
    además de continuar su tarea organizó la
    universidad y presentó el proyecto de ley
    universitaria.

    Parte Tercera: La Era
    Aluvial

    Capítulo VI: La conformación de la
    argentina aluvial

    El comienzo de la primera presidencia de Julio A. Roca
    (de 1880 a 1914) marcó el comienzo de una nueva etapa para
    la Argentina, caracterizada por la inestabilidad social y
    económica. La política inmigratoria, que como vimos
    antes fue uno de los objetivos principales de las tres
    presidencias constitucionales, trajo consigo cambios en el
    aspecto poblacional. De 1869 a 1939 la población
    aumentó de 1 millón a 11 millones de habitantes. La
    mayoría de los inmigrantes se concentró en la zona
    del Litoral y en las ciudades, especialmente en Buenos Aires, muy
    a diferencia de lo que se pretendía que era poblar los
    inmensos territorios desiertos del país.

    Buenos Aires creció a partir de las corrientes
    inmigratorias que llegaron al país. La ciudad, que en 1852
    tenía 85.400 habitantes llegó a tener más de
    2 millones hacia el año 1930. Fue aquí donde se
    desarrollaron mas próspera y rápidamente las
    actividades económicas. La ganadería
    y la agricultura fueron las actividades que más
    progresaron con la llegada de inmigrantes. En el Litoral
    surgieron una gran cantidad de campos cultivados, en 1923 ya eran
    26 millones de hectáreas las que se trabajaban.
    También en esta época se comenzó la
    explotación de los minerales y
    el
    petróleo. En 1880 apareció la actividad
    industrial y en poco tiempo e multiplicaron las fábricas
    hasta llegar a 410 mil operarios en 1913.

    A su vez el comercio exterior
    se desarrolló a partir de la exportación de carnes y cereales. Esto
    provocó el crecimiento de la economía y
    proliferaron los créditos bancarios, así como
    también los préstamos contratados en el exterior
    con el propósito de construir obras públicas. La
    más importante fue la red ferroviaria, pero
    además se hicieron puentes, diques, edificios
    públicos y el puerto de Buenos Aires.

    En 1889 se produjo una crisis
    financiera. Durante los años anteriores habían
    aumentado las exportaciones, y
    como consecuencia se habían incrementado desmesuradamente
    los gastos, a tal
    punto que era imposible afrontarlos. La emisión de moneda
    ocasionó la devaluación del peso frente al oro. La
    situación se normalizó en la época de la
    presidencia de Carlos Pellegrini (1890-1892), gracias a que
    éste logró estabilizar el peso y se
    normalizó la cuestión económica. Esta crisis
    fue uno de los causantes de la revolución de 1890, pero
    después de ésta la properidad económica
    volvió hasta 1920.

    Los inmigrantes que llegaron al país estaban
    impulsados por las necesidades ecónomicas. Esto los
    llevó a dejar su tierra para
    probar suerte en América. Acá, no les fue
    difícil alcanzar su objetivo gracias a las condiciones que
    les ofrecía nuestra tierra. El
    progreso que conseguían los recién llegados debido
    a su dominación de la economía fue muy pronto
    envidiado por los criollos que apenas lograban salir de su
    pobreza. La
    mezcla de inmigrantes y criollos se produjo con rapidez. En la
    clase baja predominaron las características criollas, como
    el ocio y el abandono económico. Sin embargo en la clase
    media se destacaron los ideales económicos y sociales de
    los inmigrantes.

    La élite en la que descansaba el poder de la
    nación era la propietaria del capital y los
    medios de
    producción. De esta manera se
    enriqueció y pasó de ser austera a transformarse en
    capitalista. Con este cambio, también se modificó
    su posición en la sociedad, la élite se
    transformó en la aristocracia argentina, ávida de
    lujo y riqueza. Asimismo, el grupo criollo-inmigratorio,
    también sediento de riquezas, buscaba el ascenso social a
    cualquier precio. Cuando
    salieron a la superficie los pensamientos políticos de
    este grupo, estas resultaron ser antioligárquicas y
    orientadas hacia la renovación y la democracia.

    Capítulo VII: La línea del
    liberalismo conservador

    La oligarquía aparecida a partir de la codicia de
    los gobernantes sabía que era inestable, no tenía
    una base social sobre la cual sostener su poder, pero a la vez
    creía que era mejor que ellos mismos representaran al
    país antes que los recién llegados de Europa. Con
    la presidencia de Roca, los antiguos ideales liberales se fueron
    confundiendo y modificando, siempre con el temor de que los
    inmigrantes le sacaran el poder a la oligarquía.
    Así, separaron de plano las cuestiones políticas y
    económicas. Las primeras orientadas en un camino
    conservador; con respecto a las últimas se tomaron medidas
    renovadoras.

    Los oligarcas de turno consideraron prudente evolucionar
    en el aspecto económico. Por esta razón impulsaron
    la llegada de capital extranjero al país a pesar de los
    riesgos que esto
    podía acarrear. En cuanto a la política, se
    renovó el sistema jurídico para adaptarlo a la
    nueva sociedad que se estaba formando en Argentina; además
    pretendían eliminar la influencia de la Iglesia sobre
    el Estado a
    fin de que el poder de éste quedara solamente en manos de
    la oligarquía.

    Para conseguir la concentración de poder en la
    presidencia Julio A. Roca y Miguel Juárez Celman
    recurrieron al unicato. Este sistema político basado en el
    autoritarismo, el fraude y la
    violencia se
    reservaba para sí toda la autoridad para tomar decisiones,
    y provocó la desaparición del régimen
    republicano y la centralización del poder de una manera casi
    absolutista.

    Ante esta posesión anticonstitucional del poder
    ciertamente no había una oposición bien definida
    que luchara por devolver a la patria los derechos y valores que le
    habían sido arrebatados. Obviamente, los partidos
    políticos, como la Unión Cívica Radical;
    los diputados, como Eduardo Wilde; y aquellos que
    reconocían en las actitudes de
    la nueva generación de presidentes poco interés en
    la nación pero muchas ansias de riqueza eran los
    opositores al sistema surgido en los últimos
    años.

    Para alcanzar sus ideales de fortuna, debieron lograr
    que las tierras aumentaran su valor y a la
    vez conseguir quien las trabajara, de ahí la necesidad de
    una política inmigratoria. Con el objeto de atraer
    capitales extranjeros que modernizaran el país, se
    ofrecieron beneficios muy provechosos para los que quisieran
    invertir, pero que a largo plazo iban a traer pérdidas a
    la nación. Los empréstitos destinados a la
    edificación de obras públicas debían ser
    devueltos en algún momento pero aún así
    continuaban endeudándose.

    Después de la crisis de 1889, vieron que no eran
    convenientes las medidas económicas extremistas y se
    moderaron sin renunciar a sus anhelos iniciales. Así, los
    capitales extranjeros empezaron a llegar una vez más,
    proporcionando enormes beneficios a la oligarquía. En
    1902, las primeras manifestaciones obreras que reclamaban mejores
    salarios y
    jornadas más reducidas fueron fuertemente reprimidas,
    poniendo a la vista el lado más conservador de los
    gobernantes. A pesar de esto, tuvieron un pensamiento muy liberal
    en el momento de sancionar las leyes de Registro Civil y
    de Educación
    Común, las cuales fueron largamente discutidas. La
    consecuencia de estas sanciones fue la disminución del
    poder de la Iglesia en la sociedad argentina.

    La crisis de la oligarquía se produjo por la
    contradicción que se fue acentuando entre los ideales
    liberales y los democráticos. El presidente Pellegrini
    (1890-1892), quien en un principio era un arduo defensor del
    liberalismo y los principios antidemocráticos,
    cambió de parecer ante los reclamos democráticos
    del pueblo y modificó el sistema electoral. Estas
    modificaciones fueron suprimidas por el presidente Manuel
    Quintana durante su presidencia (1904-1906). Joaquín V.
    González, ministro de Interior durante la segunda
    presidencia de Julio A. Roca (1898-1904) y ministro de Justicia e
    Instrucción Pública durante la de Manuel Quintana
    (1904-1906), también reconoció la importancia de
    los problemas
    sociales que empezaban a desarrollarse.

    Las actitudes que
    tomaron Pellegrini y González fueron las primeras que
    reivindicaron la decisión del pueblo, pero no las
    últimas. Por el contrario, ahora que la oligarquía
    se debilitaba era innegable la necesidad de perfeccionar el
    sistema electoral. En 1912, Roque Sáenz Peña
    (1910-1914) sancionó la ley de voto
    secreto y obligatorio, que le hizo perder su poderío a la
    oligarquía.

    En 1916, Hipólito Irigoyen llegó a la
    presidencia por medio del sistema de voto establecido por Roque
    Sáenz Peña. Él estableció el nacionalismo
    como sistema de gobierno, y promovió un personalismo que
    provocó el desprecio de algunos hombres de otros partidos
    políticos. El liberalismo, sin embargo, siguió
    presente en los ideales de otros partidos políticos; el
    seguidor más activo de estas ideas fue Lisandro de la
    Torre, fundador del Partido Demócrata
    Progresista.

    Capítulo VIII: La línea de la
    democracia popular

    La crisis que se abalanzó sobre la sociedad
    argentina en 1889 y 1890, agravada por las medidas
    económicas negligentes tomadas por la oligarquía,
    arrastró al país a una situación de miseria
    generalizada. A la vez, la indignación pública
    crecía ante las reiteradas demostraciones de descaro y
    codicia por parte del unicato. Esto trajo como consecuencia que
    los ciudadanos tomaran conciencia y se comenzara a organizar un
    movimiento popular en contra del gobierno.

    Los sectores identificados con este movimiento eran
    algunos grupos de la antigua elite que estaban en contra de la
    oligarquía, la juventud de
    Buenos Aires, la clase media, los grupos obreros y los
    católicos. Todos ellos estaban representados por la
    Unión Cívica, un partido político que
    cobró importancia en 1890 con la presidencia de Alem. La
    revolución que organizaron y llevaron a cabo con apoyo
    militar y del pueblo fue reprimida, pero desembocó en la
    renuncia de Juárez Celman.

    Los ideales de la revolución encabezada por Mitre
    eran la lucha contra la oligarquía, la aparición de
    la democracia formal y la libertad de sufragio. Sin embargo
    pequeñas diferencias entre los distintos grupos que
    formaban la Unión Cívica causaron la
    división de esta en 1891, así apareció,
    entre otros, la Unión Cívica Nacional dirigida por
    Mitre y la Unión Cívica Radical, gobernada por
    Leandro N. Alem. Los seguidores de la Unión Cívica
    Nacional buscaban un acuerdo con la oligarquía que llevara
    a un régimen de legalidad y honradez. La Unión
    Cívica Radical, en cambio, se negaba rotundamente a un
    acuerdo y se guiaba por un principio de
    intransigencia.

    El Partido Socialista Obrero agrupaba a una parte de los
    obreros y su objetivo era defender los intereses de la clase
    obrera de los capitalistas opresores. El anarquismo
    también se convirtió en un defensor de los obreros;
    poco después este pensamiento comenzó a desviarse
    hacia un socialismo
    anárquico y más tarde a un comunismo
    anárquico.

    El partido que tuvo más repercusión e
    importancia de los que se habían fundado fue la
    Unión Cívica Radical. En 1893, éste
    cayó en una crisis debido a las hostilidades que
    había entre Alem e Yrigoyen, un hombre de
    influencia en Buenos Aires. Alem se suicidó en ese mismo
    año, e Hipólito Irigoyen impuso sus decisiones en
    el partido.

    Desde un principio, Yrigoyen influyó en la
    Unión Cívica Radical, pero su forma de actuar
    desagradó a Lisandro de la Torre (a su juicio, era una
    influencia hostil y perturbadora que destruía la
    política de coalición). La decisión de
    Yrigoyen de rehusar un acuerdo con los mitristas permitió
    que Roca llegara a la presidencia por segunda vez.

    En 1905 estalló la revolución que Yrigoyen
    planeaba desde principios de siglo, que fracasó pero
    permitió a la oligarquía darse cuenta de la
    importancia que había conseguido la Unión
    Cíviva Radical. En 1912, las gestiones de Yrigoyen
    lograron que Roque Sáenz Peña sancionara la ley de
    sufragio universal. Gracias a esta ley, la Unión
    Cívica Radical llegó a la presidencia en
    1916.

    El radicalismo en el poder eliminó a los grupos
    oligárquicos de los puestos de autoridad, y
    permitió a la clase media ascender a una mejor
    situación económica. Sin embargo, muy pronto fue
    evidente que los problemas políticos eran considerados
    como los más importantes por sobre los demás, y
    esto hizo obvia la ausencia de un plan para la
    transformación económica. El presidente Yrigoyen
    instauró un forma de gobierno que llamó
    "personalista", debido a su fuerte intromisión en el
    gobierno.

    La Unión Cívica Radical buscaba la
    reparación de los vicios políticos y
    administrativos propios del régimen conservador, e
    Yrigoyen asumió la presidencia con este objetivo.
    Además, fue él quien afirmó los principios
    del nacionalismo
    económico y buscó defender el patrimonio
    nacional. Para eso estipuló el monopolio de
    la explotación y comercialización de los yacimientos
    petrolíferos. En poco tiempo el gobierno de
    Hipólito Yrigoyen llegó a ser muy centralizado
    gracias la fidelidad extrema que les exigía a sus
    funcionarios públicos.

    Yrigoyen promovió la reforma universitaria que
    modificó los estatutos que regían las
    universidades; y favoreció con leyes protectoras a los
    obreros, aunque en 1919 éstos hicieron varias huelgas que
    fueron reprimidas de forma violenta. Marcelo T. de Alvear, su
    sucesor (presidente entre 1922 y 1928), modificó la
    política de acción de Yrigoyen y estableció
    una nueva forma de liberalismo conservador. Alvear rechazaba la
    forma de gobierno personalista de Yrigoyen, y el partido radical
    se dividió en "personalistas" y
    "antipersonalistas".

    De 1928 a 1930 se desarrolló la segunda
    presidencia de Hipólito Yrigoyen, en la cual su
    política fue la misma que la de la primera vez, pero la
    corrupción
    política se acentuó causando descontento popular.
    En septiembre de 1930 estalló la revolución que
    venía gestándose desde la presidencia de Alvear.
    Ésta estaba conformada por los grupos conservadores
    (influídos por el fascismo
    italiano), los jefes militares con las mismas tendencias y los
    partidos políticos que buscaban la caída de
    Yrigoyen. Sin embargo, el pueblo no sabía que
    después de la revolución se impondría en el
    poder un gobierno militar encabezado por el General José
    Félix Uriburu.

    Capítulo IX: La línea del
    fascismo

    Los caminos de quienes buscaban una solución a la
    crisis de los años 30 eran principalmente dos, el fascista
    y el de la democracia fraudulenta. Ambos eran opuestas entre
    sí, y la segunda era la más aceptada por la
    mayoría liberal. Desde un principio, el General Uriburu
    dio a conocer sus expectativas: posponer la reorganización
    de la administración
    pública y reformar la Constitución para lograr
    que el pueblo sea verdaderamente representado por el Congreso. El
    gobierno del General tenía una orientación
    claramente fascista, apuntó a resolver los problemas del
    estado y organizó la Legión Civica Argentina para
    practicar un terrorismo
    moderado.

    El movimiento fascista fue atacado por los
    políticos y sus respectivos partidos, los cuales se
    agruparon en la Federación Nacional Democrática.
    Ésta consideraba correcto defender las instituciones
    políticas y contener al Partido Radical, lo cual
    preveía un futuro con una democracia
    fraudulenta.

    La época de la democracia fraudulenta
    comenzó cuando el General Uriburu le cedió la
    presidencia al General Justo en 1932, después de que su
    programa de
    reformas fuera un fracaso rotundo. El dominio de la
    oligarquía estaba respaldado por el Ejército y la
    Iglesia. El objetivo de este gobierno era restaurar el poder y
    los privilegios de los que había gozado la
    oligarquía. En 1938 llegó al poder el presidente
    Ortiz, cuyo plan era
    restablecer la libertad de sufragio, pero no pudo cumplir su
    propósito porque debió renunciar en 1942, aquejado
    por una grave enfermedad.

    Durante esta etapa, comenzaron a proliferar las
    asociaciones con ideales fascistas como la "Acción
    Nacionalista Argentina", la "Milicia Cívica Nacionalista"
    y la "Legión Cívica Argentina", las cuales estaban
    influenciadas por la doctrina hitlerista. Durante la Segunda Guerra
    Mundial, se incrementó la propaganda
    nazi, a través de diarios y revistas. Una de las razones
    por la que se apoyó la ideología nazi fue la creencia de que era
    una oportunidad para liberarse de la opresión de Gran
    Bretaña cuando ésta fuera arrasada por las fuerzas
    alemanas.

    Ramón Castillo, presidente entre 1942 y 1943,
    procuró en su último año de mandato que el
    candidato que se postulara como su sucesor tuviera sus mismos
    proyectos,
    pero Patrón Costas no satisfizo las expectativas de los
    defensores de las ideas fascistas, en este contexto se
    formó el GOU (Grupo de Oficiales Unidos). El GOU trabajaba
    para controlar la seguridad de los
    grupos comprometidos con el Reich. El propósito de este
    grupo era actuar por la fuerza para
    reducir la vida cívica del país en un contexto
    militar.

    La revolución que se estableció en junio
    de 1943 y destituyó a Castillo, comenzó como una
    dictadura militar
    muy impopular, con las bases de un régimen totalitario.
    Sus primeras medidas fueron prohibir los partidos
    políticos, los gremios, las universidades y establecer la
    enseñanza religiosa obligatoria. Perón fue
    desde un primer momento uno de los revolucionarios más
    activos, y desde
    su puesto al frente del Departamento Nacional de Trabajo
    aprovechó sus dotes de orador para convencer al pueblo
    argentino. Esta característica logró que los
    ciudadanos finalmente apoyaran la revolución y aceptaran
    sus consignas fascistas.

    En 1945, el presidente Farrell destituyó a
    Perón
    de sus cargos por atentar contra los intereses de la
    oligarquía y lo mandó encarcelar en la isla
    Martín Garcia. El 17 de octubre de ese mismo año un
    movimiento popular se desplazó hasta Plaza de Mayo para
    reclamar la liberación de Perón. Éste
    ´fue excarcelado y volvió, manifestando su
    separación del ejército para dedicarse de lleno a
    la vida política.

    En febrero de 1946, a través de eleciones
    controladas por el ejército, Juan D. Perón
    asumió la presidencia. Desde ese puesto, pudo instaurar un
    "nuevo orden" en Argentina, gracias a que contaba con el apoyo de
    las cámaras de Diputados y Senadores, las gobernaciones de
    las provincias y las fuerzas militares y policiales, a su
    servicio,
    además de tener las universidades intervenidas, los
    periódicos censurados y los sindicatos
    controlados.

    Durante la presidencia, Perón apartó del
    primer plano al sector agropecuario y estimuló el
    crecimiento de las pequeñas y medianas empresas de
    capital nacional. También nacionalizó el Banco Central,
    los ferrocarriles, el gas, el teléfono y la flota fluvial. En el plano
    político, aprovechó su carisma para inculcar ideas
    políticas al pueblo y a la vez creó organizaciones
    (de trabajadores, de estudiantes, etc.) para agrupar al
    pueblo.

    Mientras el fascismo dominaba
    la escena política argentina, los partidos tradicionales
    perfeccionaron sus posturas teóricas. El Partido
    Socialista comenzó a defender los principios de la
    justicia
    social, y el Partido Comunista difundió sus principios
    revolucionarios entre la clase trabajadora. Después de la
    derrota que sufrió el Partido Radical en las elecciones de
    1946, cobró fuerza la
    fracción del mismo llamada "Intransigencia". Ésta
    se preocupó por definir los principios del radicalismo y
    buscar soluciones a
    los problemas del país. El Partido Demócrata
    Progresista aprovechó para precisar su pensamiento
    liberal, e incluso entre los conservadores surgió la
    necesidad de interesarse por las cuestiones sociales.

    Capítulo X: La busca de una fórmula
    supletoria

    En septiembre de 1955, Perón fue derrocado por
    una revolución, y el poder volvió a ser de los
    sectores tradicionales. Pero su régimen había
    provocado cambios sociales y económicos que transformaron
    el estilo político del país en una
    "república de masas". La "Revolución Libertadora"
    se propuso instaurar una democracia formal que defendiera los
    principios republicanos, pero sin una verdadera
    preocupación por los problemas
    sociales y económicos.

    El primer presidente elegido por la revolución
    fue Eduardo Lonardi, que buscaba la conciliación nacional,
    sin embargo nunca llegó a poner su plan en práctica
    porque en noviembre de 1955 tomó el poder Pedro E.
    Aramburu. La lucha entre peronistas y antiperonistas fue
    solamente el principio. También los grupos
    económicos buscaban defender sus intereses y se peleaban
    entre sí.

    Además, salieron a la luz problemas
    estructurales, la escasez de capitales, la deuda externa y
    la crisis de la industria
    nacional. Las soluciones que
    se buscaron fueron de orientación liberal, y tambien se
    proscribió y persiguió el partido peronista. Una de
    las medidas que se tomó para afirmar la autoridad de la
    Revolución fue la creación de una Junta Consultiva
    para tratar problemas institucionales.

    En 1957 el gobierno determinó la nulidad de la
    Constitución de 1949 e hizo una elección a
    través de la ley Sáenz Peña para elegir una
    Asamblea Constituyente que reformara la Constitución de
    1853. El proyecto no llegó a llevarse a cabo pero la
    votación sí, y las consecuencias que trajo este
    plan fueron el alejamiento de la Unión Cívica
    Radical Intransigente del gobierno y la aproximación de
    este último al peronismo.

    Arturo Frondizi es el Presidente que sucede a Aramburu
    en 1958, consigue alcanzar ese puesto gracias a una negociación con Perón y el respaldo
    de sectores militares, sindicales, empresarios y
    eclesiásticos. Estando en el poder promovió el
    crecimiento de las industrias
    básicas, promulgó una ley de radicación de
    capitales extranjeros, estableció una política
    petrolera, una política de estabilización,
    apoyó a las universidades privadas y normalizó la
    Confederación General del Trabajo (CGT) a través de
    una ley.

    La ruptura con Perón se produjo en 1958. Durante
    las elecciones de 1960 Perón ordenó el voto en
    blanco, a la vez que comenzaron las acciones
    guerrilleras en Tucumán y las huelgas, por lo que el
    gobierno decidió optar por la represión. Las
    medidas económicas tuvieron cierto éxito,
    aunque disminuído por la influencia de capitales
    internacionales. La política, no obstante, se deterioraba.
    En las elecciones presidenciales de 1962 el frondinismo fue
    derrotado en ocho provincias, incluso en Buenos Aires, y aunque
    la intervino no pudo impedir que las fuerzas armadas lo
    derrocaran en marzo de 1962.

    Posteriormente a 1955, comenzó la división
    de las antiguos partidos políticos. El primero fue el
    radicalismo, que después de la caída de Yrigoyen
    comenzó a definir su postura económica y social.
    Fue por esta razón que se separó una parte y
    formó el Movimiento de Intransigencia y Renovación.
    Dentro de este nuevo grupo surgieron diferencias entre Frondizi y
    Balbín. La división se produjo cuando Frondizi se
    postuló como candidato a Presidente en 1956.

    Frondizi quedó al frente de la Unión
    Cívica Radical Intransigente (UCRI), la cual pacta con
    Perón y se aleja de sus principios; y Balbín
    dirigió la Unión Cívica Radical del Pueblo
    (UCRP), que toma una orientación hacia el nacionalismo
    económico y la estatización. En 1963 una parte de
    la UCRI se separa a su vez y forma el Movimiento de Integración y Desarrollo presidido por
    Frondizi. El Partido Socialista también terminó
    dividiéndose en el Partido Socialista Argentino y el
    Partido Socialista Democrático.

    Durante la presidencia de José María Guido
    (1962-1963), el poder militar organizó asambleas y
    enfrentamientos para exponer su posición. La consecuacia
    fue la aparición y delimitación clara de dos
    grupos. El bando "colorado", grupo conservador ;y el bando
    "azul", comprensivo de la realidad social. Los "azules" fueron
    los vencedores, al mando del General Juan Carlos
    Onganía.

    Para llegar al poder en 1963, Arturo Illia debió
    superar a su contrincante, el general Aramburu, que representaba
    a un nuevo partido, la Unión del Pueblo Argentino
    (UDELPA). Illia practicó una política
    económica prudente, anuló los contratos
    petroleros y estimuló el desarrollo industrial. Cuando en
    1966 el presidente Illia fue derrocado, Onganía quedo en
    su puesto.

    Las huelgas y los movimientos estudiantiles fueron
    habituales durante estos años. Se podría citar como
    ejemplo el Cordobazo de 1969. Éste, que comenzó
    siendo un reclamo de los obreros, pronto se vió apoyado
    por los estudiantes y gente de todas las clases
    sociales. La policia se vio superada y debieron intervenir
    las fuerzas armadas. Recién después de dos
    días se pudo finalmente controlar la ciudad.

    Desde el Cordobazo se puso en evidencia la necesidad de
    devolver la poder a la masa popular. El primer paso para ese
    reconocimiento fue la aceptación mutua entre el peronismo y el
    radicalismo. En 1970 los radicales, los militares y los
    peronistas prepararon un acuerdo a través del cual
    restablecer la normalidad institucional del país.
    Éste documento fue conocido con el nombre de "La hora del
    pueblo".

    Después del pacto, toda la opinión
    pública se puso del lado de Perón. Todas las
    clases
    sociales, los sectores agropecuarios, industriales, etc.
    encontraron razones por las cuales apoyar a Perón.
    Él se había convertido en un símbolo de la
    política nacional y popular, y en una
    representación de las esperanzas del pueblo. Finalmente,
    durante la presidencia de Héctor J. Cámpora,
    Perón volvió a Buenos Aires en 1973.

    • Hipótesis

    A través de la lectura del
    libro podemos llegar a la conclusión de que, según
    Romero, las causas de los enfrentamientos, problemas
    políticos y demás que afectaron a la Argentina
    desde un principio fueron causados por las divergencias de
    opinión que trajeron diversas consecuencias al desarrollo
    de nuestra historia. Él mismo dice en la primera parte del
    libro (pág. 14):

    "(…)Así quedaron frente a frente dos
    concepciones de la vida que se decantaron en otras tantas
    actitudes políticas: el autoritarismo y el
    liberalismo.

    La aparición de estas dos concepciones fue
    decisiva para nuestra historia política. Si bajo ciertas
    formas lucharon entre sí durante la era colonial, su duelo
    continuó sin interrumpirse durante la época
    independiente, aun cuando revistieran distintas
    apariencias."

    Algunos ejemplos de estos disentimientos son:

    • En la era colonial son claras las diferencias
      sociales entre los españoles y los criollos. Los
      españoles, colonizadores de estas tierras y superiores
      culturalmente, gobernaron a los criollos durante siglos. Sin
      embargo, los criollos triunfaron finalmente con la
      revolución de 1810 en la cual demostraron el poder que
      habían conseguido.
    • Durante la época de organización
      nacional surgieron las primeras posturas dispuestas a
      establecer un gobierno para el país. Los unitarios y los
      federales tenían posiciones opuestas, los unitarios
      buscaban los beneficios para Buenos Aires y los federales el
      bien de la nación en su conjunto. Una de las
      consecuencias de esta desigualdad de opiniones fue el gobierno
      tiránico de Rosas con su repectiva matanza,
      además de todas las batallas que se libraron hasta la
      victoria de los federales en la batalla de Cepeda.
    • La elite oligárquica gobernante durante
      principios de siglo encontró su oposición en el
      grupo criollo-inmigratorio. La elite codiciosa y expectante de
      riqueza sabía que su poder no tenía
      aceptación entre el pueblo, porque éste buscaba
      la renovación política, así que
      constantemente temía perder su autoridad en manos de los
      inmigrantes. La solución que encontraron Roca y
      Juárez Celman a esta cuestión fue el unicato. La
      crisis económica que más tarde resultó en
      el fin del poderío oligarquico, trajo consigo cambios
      que permitieron la elección de Hipólito Yrigoyen
      en 1916.
    • Las presidencias de Yrigoyen trajeron consigo al
      primer lider personalista de la historia
      argentina. Yrigoyen extrajo a todos los miembros que
      aún quedaban de la oligarquía de sus puestos, y
      organizó a su alrededor un gobierno fiel a sus
      propósitos. La segunda presidencia de Yrigoyen se
      vió empañada por la corrupción reinante y los problemas
      económicos. La consecuencia de esto fue el derrocamiento
      de Yrigoyen en 1930 por medio de una revolución
      (organizada por oligárquicos, jefes militares y partidos
      políticos) que finalmente llevó a una dictadura
      militar dirigida por el General Uriburu.
    • El gobierno de Perón logró lo que
      tantos otros no, tener al pueblo de su lado que lo apoyara y
      respaldara incondicionalmente. Incluso mucho después de
      ser derrocado en 1955, sus ideas persistieron en las mentes del
      pueblo, convirtiéndose en uno de los objetivos de los
      gobiernos siguientes la eliminación de la
      idolatría que originaba en las masas. Sin embargo, no lo
      consiguieron. Tanta fue su importancia que, aún estando
      exiliado por 15 años, seguía ejerciendo
      influencia sobre sus seguidores que lo veían como a un
      salvador.

    En el capítulo IX, que trata sobre el periodo
    fascista en la argentina, aparece una insinuación
    propuesta por José Luis Romero, en la cual tilda al plan
    político de Perón como una imitación del
    fascismo y una dictadura de
    masas (pág. 253-254):

    "El mismo Perón definió la singular
    naturaleza de
    este movimiento en el discurso que
    pronunció el 17 de octubre desde los balcones de la casa
    de gobierno cuando dijo: ‘Que sea esta hora
    histórica cara a la república y cree un
    vínculo de unión que haga indestructible la
    hermandad entre el Pueblo, el Ejército y la
    policía. Que sea esta unión eterna e infinita, para
    que este pueblo crezca en la unidad espiritual de las verdaderas
    y auténticas fuerzas de la nacionalidad y el orden. Que
    sea esa unidad indestructible e infinita, para que nuestro pueblo
    no solamente posea la felicidad sino también sea digno de
    comprenderla’.

    ¿Qué podía significar esa
    extraña identificación entre el pueblo, el
    ejército y la policía, sino una dictadura de masas,
    controlada, apoyada y dirigida mediante el aparato del poder?
    Todo hacía pensar que los planes políticos del
    nuevo líder
    no eran sino un remedo del fascismo, diseñado en sus
    líneas generales por Perón en la conferencia que,
    como ministro de guerra, pronunció en la Universidad de La
    Plata el 10 de junio de 1944."

    Romero dedica algunos de los párrafos siguientes
    de su libro a demostrar esta hipótesis. Para hacerlo, propone diversas
    comparaciones entre el régimen fascista y las
    políticas implementadas por Perón:

    • Califica como "nuevo orden" al régimen
      establecido por Perón.

    Durante el periodo en el cual Hitler
    gobernó Alemania bajo
    el régimen totalitario llamado nacionalsocialismo,
    debió instaurar un programa de
    reactivación económica conocido como nuevo orden,
    el cual buscaba el aprovechamiento pleno y rentable de la
    industria
    alemana, la construcción de una flota mercante adecuada
    y modernos sistemas de
    transporte
    ferroviario, aéreo y motorizado; así mismo
    consideraba que había que reestructurar el sector
    industrial para obtener la mayor productividad y
    rentabilidad
    posible. Los planes de Perón para la economía
    argentina eran similares a estos; Romero declara sobre el
    tema (pág. 254): "En rigor, no innovó demasiado,
    sino que se limitó a realizar, glosándolas y
    variándolas en ocasiones, viejas inspiraciones de los
    grupos nacionalistas." Y más adelante aparece un fragmento
    de un discurso de
    Perón en el que dice (pág. 258-259): "La teoría
    que mucho tiempo sostuvimos de que si algún día un
    peligro amenazaba a nuestra Patria, encontraríamos en los
    mercados
    extranjeros el material de guerra que necesitásemos para
    completar la dotación inicial de nuestro ejército y
    asegurar su reposición, ha quedado demostrada como
    utopía. (…) Es indudablemente necesaria una
    acción oficial del Estado, que solucione los problemas que
    ya he citado y que proteja a nuestras industrias si es
    necesario."

    • Hace alusiones constantes al fascismo.
    1. "La idea alrededor de la cual giraba el dictador era
      la de la organización. El Estado debía estar
      organizado, el gobierno debía estar organizado (…),
      y la masa debía estar organizada, y entonces
      podía llamársele ‘pueblo’. Cada uno
      de estos aspectos de su concepción política
      adquiría visos singulares. Pero nada tan singular como
      la imagen que el
      dictador se hacía del
      ‘conductor’.

      La ‘conducción’
      –término transferido al léxico
      político pero de origen militar- era para él un
      arte."
      (pág. 259-260)

      "El ‘nuevo orden’ debía tener dos
      ceremoniales, dos máscaras diferentes. La severa
      tesitura propia de un ejército a la prusiana
      tenía que alternarse con la desmañada e
      informe
      exaltación de la masa de los descamisados (…)".
      (pág. 255)

    2. Según la teoría: El fascismo es una forma de
      totalitarismo del siglo XX que pretende la estricta
      reglamentación de la existencia nacional e individual
      de acuerdo con ideales nacionalistas y a menudo
      militaristas.

      "Instrumento fundamental de esa política [la
      política
      económica implementada] fue el Instituto Argentino
      de Promoción del Intercambio, que
      debía desviar parte de los beneficios obtenidos de las
      exportaciones agropecuarias al sector
      industrial. Con eso acentuó el intervencionismo
      estatal en la economía, tendencia que se puso de
      manifiesto también en la nacionalización del
      Banco
      Central, de los ferrocarriles, el gas, los
      teléfonos y la flota fluvial." (pág.
      259)

    3. Los intereses contrapuestos se resuelven mediante la
      total subordinación al servicio del
      Estado.
    4. El pueblo le debe lealtad incondicional a su líder.

    "(…) la oratoria
    radiotelefónica constituyó un instrumento
    fundamental de gobierno; la voz viril del presidente y la voz
    gutural de Eva
    Perón producían sobre las masas sin experiencia
    política una influencia intensa, ajena por cierto a los
    conceptos que solían recubrir, y que llegaban a la zona de
    los instintos." (pág. 255)

    • Conclusión

    En un principio, el trabajo me
    pareció similar a otros hechos anteriormente; sin embargo,
    el leer un libro y después tener que explicarlo fue una
    tarea difícil debido a la gran cantidad de nombres y de
    detalles que hay a lo largo de todo el texto de Romero.
    También me pareció complicada la manera en que
    están explicados los sucesos, y con frecuencia tuve que
    ayudarme con otros textos para comprender los aspectos
    políticos de la historia que me eran confusos. Pero,
    aparte de eso, la redacción del resumen no fue un problema y
    traté de hacerla lo más clara posible.

    • Bibliografía
    • "Fascismo", "Nacionalsocialismo", "Romero,
      José Luis", Enciclopedia Microsoft® Encarta® 2000. ©
      1993-1999 Microsoft
      Corporation.
    • "Historia Visual de la Argentina" CD2 1931-1955. Ed.
      Clarín.

    Soledad Mari

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