Monografias.com > Estudio Social
Descargar Imprimir Comentar Ver trabajos relacionados

La importancia individual y social del dinero




Enviado por albertochab




    Indice
    1.
    Introducción

    2. Los instintos, el poder y el
    dinero

    3. El estado de no necesidad y el
    dinero

    4. Los valores del
    dinero

    5. El dinero y el
    psicón

    6. Psicología, economía,
    sociología y política

    1. Introducción

    Generalidades
    Este trabajo ofrece una síntesis
    bastante apretada de una serie de temas vinculados con el dinero, la
    economía y
    el poder
    –enfocados todos ellos desde una perspectiva
    psicoanalítica–, acerca de los cuales vengo
    investigando desde hace muchos años. Dichos temas los he
    expuesto in extenso, con fines de divulgación, en mi
    libro Poderoso
    caballero es Don Dinero
    (Editorial Lumen, Buenos Aires,
    2003; 228 páginas).

    En mis investigaciones
    he introducido varios conceptos totalmente nuevos, tanto para los
    psicoanalistas como para aquellos que no lo son.
    Algunas de las ideas que expongo fueron, sin duda, intuidas por
    Freud. Pero
    él no investigó especialmente al respecto y, por lo
    tanto, no percibió su alcance y trascendencia. La psicología –y
    el psicoanálisis en particular– abarcan
    un horizonte tan vasto que en general no es posible ocuparse de
    profundizar todos sus aspectos. Y Freud orientó sus
    investigaciones principalmente hacia el campo de las neurosis de
    origen sexual, dejando otras cuestiones sin explorar.

    He tomado los elementos de la teoría
    psicoanalítica que me resultaban útiles y los he
    desarrollado, incorporando nuevas ideas y postulados, con lo cual
    creo haber elaborado una explicación suficientemente
    convincente, original y útil de los manejos del dinero y
    el poder, sus interrelaciones y su importancia para la
    comprensión del psiquismo.

    Por ser la mía una investigación que se desarrolló en
    un plano más bien teórico y que
    prácticamente carece de antecedentes, la bibliografía al respecto es
    casi inexistente. Sólo cabe mencionar los aportes del
    fallecido psicoanalista argentino Arnaldo Rascovsky sobre la vida
    fetal, así como los del psicoanalista de origen
    húngaro Béla Grunberger sobre el narcisismo, que
    tienen un punto de contacto con algunas de las ideas que desarrollo.

    La realidad es que hasta ahora nunca se llegó a
    comprender en forma cabal la inmensa trascendencia
    psicológica que el dinero tiene para todo el género
    humano, la cual es de tal magnitud que, desde mi punto de vista,
    se podría equiparar a la que posee la sexualidad.

    Cuando comparo su "trascendencia" me refiero a la
    influencia decisiva que ambos ejercen como motivadores del
    comportamiento
    individual y social.

    Tanto la sexualidad como el dinero están dotados
    de profundas raíces afectivas –es decir,
    emocionales–, cuya explicación última se
    encuentra en los imperiosos instintos fundamentales que rigen la
    conducta de cada
    uno de los seres humanos y de todos ellos colectivamente, como
    suma de individuos articulados en estructuras
    sociales.

    Como psicoanalista pude comprobar, en forma reiterada,
    que las problemáticas y los conflictos
    suelen poseer un trasfondo económico –y "dinerario",
    en particular– que, en algunos casos, puede ser manifiesto
    y, en otros, bastante difícil de "descubrir", y que tiene
    su origen en el psiquismo inconsciente.

    Llegué así a la conclusión de que
    detrás del manejo del dinero se encuentra siempre, como
    componente ineludible, la búsqueda de poder y que
    ésta es una necesidad universal y omnipresente.
    Por eso me atrevo a decir que dicha búsqueda individual
    tiene una vigencia aun más perdurable y decisiva que las
    manifestaciones de la sexualidad, tanto para el ser humano
    individual como para el desarrollo de la sociedad.
    Reconozco que mis ideas sobre el dinero y sus profundas
    raíces psicológicas resultan revulsivas y, casi sin
    excepción, inicialmente producen grandes resistencias.
    Siempre que las expuse generaron un fuerte rechazo por parte de
    algunos participantes, que se esforzaban en buscar ejemplos y
    argumentos para contrarrestarlas e, incluso, después de
    haber aceptado intelectualmente la validez y utilidad de esas
    ideas, intentaban mostrar que ellos mismos eran la
    excepción de la regla o encontrar que algunos otros lo
    eran.
    "Yo no soy así" o "en el caso de Fulano (en el fondo, en
    mi caso) no sucede esto" fueron frases frecuentemente
    repetidas.

    Los instintos y sus
    funciones
    La sexualidad –que está al servicio de la
    procreación– tiende a satisfacerse para producir
    placer, el cual se obtiene no sólo al concretar el acto
    sexual, sino también a través de las
    fantasías y de los actos previos a esa concreción
    (seducción y juegos
    sexuales, por ejemplo).
    Análogamente, el enriquecimiento crea también una
    sensación placentera de poder, que puede ser previa,
    simultánea o posterior al acto de incrementar el patrimonio o
    el poder económico personal.
    El poder que se adquiere al enriquecerse es un poder potencial,
    que implica expectativas de adquirir un poder concreto que
    se podrá alcanzar en el futuro, a mayor o menor plazo.
    El mero hecho de disponer de un poder potencial genera placer,
    del mismo tipo
    –aunque probablemente de menor intensidad– que cuando
    las expectativas se concretan.
    Hasta aquí, las similitudes. En cuanto a las diferencias,
    el instinto sexual no permite acumular "capacidad de
    satisfacción futura", cosa que sí puede hacer el
    impulso instintivo de acumulación y enriquecimiento,
    principalmente mediante el dinero (el cual se puede comparar con
    un acumulador eléctrico o un tanque con combustible de
    reserva).

    El hecho de que el dinero sea quizás la
    única forma de poder que es posible acumular casi
    indefinidamente y que crece de manera prácticamente
    ilimitada hace que el impulso de poseer riquezas se manifieste
    con preferencia a través del dinero, poniendo en evidencia
    que detrás de él actúa un verdadero instinto
    de poder, que puede alcanzar un desarrollo exacerbado y
    superlativo.

    Origen del estado de no
    necesidad
    La exacerbación del deseo de poder en general
    –apropiarse de cosas, dominar a otros, acumular riquezas y,
    sobre todo, dinero– consiste en querer tenerlo todo, lo
    cual, para el inconsciente, equivale al deseo de no necesitar
    nada.
    Este poder sin límites
    que se trata de alcanzar, al que llamo Poder Absoluto, se origina
    en el recuerdo reprimido (conservado en el inconsciente) de que
    –por lo menos alguna vez–, durante la vida
    intrauterina, hemos experimentado ese estado de no necesidad
    total.

    Para comprender en qué consiste éste,
    basta pensar cómo es la existencia del nuevo ser que se
    desarrolla en el vientre materno. Alojado dentro del útero
    y protegido por el líquido amniótico, que
    está contenido dentro de la placenta, el embrión
    –y luego el feto– se encuentra admirablemente
    resguardado de las contingencias exteriores habituales más
    previsibles. Todo el organismo de la madre le sirve de
    protección. Vive sumergido en una especie de "mar
    primordial", alimentándose a través del
    cordón umbilical.

    Salvo enfermedades, accidentes u
    otros imprevistos, el nuevo ser no sufre prácticamente
    ningún tipo de contingencia y se limita a cumplir el
    proceso de
    desarrollo, no sólo biológico sino también
    psíquico incipiente. Mientras tanto, no tiene hambre ni
    experimenta frío, calor o
    sufrimientos. Por lo menos durante períodos determinados
    –cuya ocasión y duración aún no
    conocemos y que seguramente son muy individuales–, no sufre
    ninguna necesidad y vive en un estado de placidez
    total.

    A partir del nacimiento, el psiquismo humano es dominado
    por un impulso que lo induce a tratar de recuperar el referido
    estado, buscando incesantemente lo que constituye y simboliza un
    verdadero Paraíso Perdido. Esto es, en última
    instancia, a lo que todo ser humano tiende inconscientemente cada
    vez que ejerce un acto de poder, especialmente cuando recurre al
    poder idealizado del dinero, basado en el poder potencial que
    –para la fantasía– el dinero tiene de hacer
    posible adquirir todo lo que el individuo necesita o
    desea.

    Ese impulso instintivo primigenio y omnipresente que se
    manifiesta fundamentalmente a través del dinero es lo que
    he llamado "instinto de poder". ÉÉste, como todos
    los instintos, es compulsivo; por lo tanto, su impulso no puede
    eludirse, ni siquiera aunque no produzca placer, o aun cuando
    genere sufrimiento o displacer.

    El instinto de poder está al servicio de la
    fantasía inconsciente, permanentemente activa en todo ser
    humano, de recuperar el estado
    psicobiológico de no necesidad total que
    experimentó antes del nacimiento y cuyo "recuerdo"
    conserva en el inconsciente.

    Dentro de la concepción de los instintos que he
    desarrollado, parto de tres
    fundamentales, que son: a) el instinto de autoconservación
    (o "de supervivencia"), b) el instinto sexual (o "de
    conservación de la especie") y, por último, c) el
    instinto de poder (o "de dominio").
    Éstos son los principales, de acuerdo con la
    clasificación que establecí. Los tres incluyen,
    como casos particulares, a una extensa gama de instintos
    secundarios o parciales, que cumplen con finalidades
    específicas dentro del accionar de esos tres instintos
    básicos.
    Considero que, una vez lanzado el recién nacido al mundo
    de la necesidad, su inconsciente no busca recuperar el estado
    placentero de no necesidad a través de la muerte,
    como podría suponerse si se aceptara la existencia de un
    "instinto de muerte".
    Por el contrario, el recién nacido recurre a los nuevos
    medios de que
    ahora dispone y que puede desarrollar, los cuales le permiten
    alimentar la fantasía de "manejar" los objetos del mundo
    exterior (el no yo), es decir, de ejercer poder sobre
    ellos.

    Por lo tanto, todos los actos humanos posteriores al
    nacimiento son normalmente reafirmaciones de la propia vida, en
    una lucha constante contra la muerte, con el objeto de recuperar
    el estado de no necesidad a través del dominio y la
    conquista de la realidad exterior.

    Las acciones
    humanas como actos de poder
    Sostengo que todo acto humano es un acto de poder, aunque no se
    realice (consciente o inconscientemente) como un acto de dominio
    o posesión, e incluso aunque tenga otra finalidad
    instintiva concurrente, como alimentarse o copular.
    Habitualmente se considera que una acción es un "acto de
    poder" sólo cuando excede lo necesario, aceptable,
    conveniente o inocuo, es decir, cuando tiene cierto grado de
    violencia,
    arbitrariedad o unilateralidad. Pero mi definición es
    mucho más amplia y general, y presupone que siempre, en
    todas las acciones humanas, está presente el ejercicio del
    poder.

    El poder al que me refiero no es un poder concreto,
    puntual, orientado a realizar o lograr cosas determinadas,
    definidas y limitadas. Es el poder (o la capacidad) de "poder
    hacer". Es un poder abstracto, direccional, que está
    orientado a obtener cada vez más de lo mismo
    –más poder–, a alcanzar el objetivo
    (fantaseado inconscientemente) del Poder Absoluto, para
    así recobrar el estado originario de no necesidad total.
    Es el poder que conocemos y ejercemos en la vida cotidiana a
    través de cualquier acción que
    realicemos.

    La energía que está detrás del
    instinto de poder es algo así como un equivalente de la
    libido o energía sexual. A aquella energía la llamo
    "visadergo" (palabra formada a partir de la expresión
    grecolatina vis ad ergo, que significa "fuerza para la
    acción", o sea "fuerza impulsora").

    2. Los instintos, el poder y
    el dinero

    El origen de los instintos
    El instinto de autoconservación ya está en plena
    actividad desde el mismo momento en que el recién nacido
    lanza su primer vagido.
    A partir de entonces el instinto sexual comienza a desarrollarse,
    lo cual ha sido estudiado y divulgado ampliamente por el
    psicoanálisis, como consecuencia del descubrimiento
    freudiano de la sexualidad infantil.
    El instinto de poder se origina automáticamente cuando se
    experimenta por primera vez una sensación de necesidad, lo
    cual seguramente sucede antes del nacimiento. Además, en
    ese mismo momento aparece la noción incipiente de que
    existe algo exterior –un no yo–responsable de esa
    necesidad.

    El instinto de poder intenta inmediatamente subsanar esa
    incómoda
    sensación de malestar, recurriendo a un mecanismo a la vez
    biológico y psíquico que tiende a actuar y ejercer
    algún tipo de dominio sobre el mundo que nos rodea y
    también sobre nuestro mundo interno. (El mundo exterior
    incluye tanto a los objetos inertes como a los seres vivos en
    general y a los humanos en particular.) El objetivo que se logra
    con ese dominio –que siempre implica cierto grado de
    agresión, fuerza o violencia– consiste en tratar de
    obtener la satisfacción de la necesidad de poder, para
    recuperar el estado de no necesidad.

    El instinto de poder que describo, que está en la
    base de los otros dos, siempre impregna a éstos e
    interactúa con ellos. Los tres instintos se van
    especializando, convergen y divergen, influyen unos sobre otros,
    comparten aspectos parciales y, en más de una
    ocasión, actúan sinérgicamente (es decir, se
    aúnan para contribuir a un objetivo común).
    Sin embargo, detrás de todos ellos –incluyendo al
    propio instinto de poder desarrollado– está siempre
    la energía primigenia (la visadergo), que no es sino el
    instinto de poder en su manifestación más general e
    indiferenciada.

    La censura y el poder
    La censura se ejerce sobre el instinto sexual y principalmente
    sobre el instinto de poder, de tal modo que, en el caso de este
    último, supera incluso a la ejercida sobre aquél.
    Una prueba de esto es que la represión de muchos aspectos
    del instinto sexual haya comenzado a resquebrajarse en la
    cultura
    actual, mientras que la correspondiente al instinto de poder
    sigue vigente en forma absoluta, hasta el extremo de que ni
    siquiera se tiene conciencia de que
    dicho instinto existe.

    El poder se ejerce de muchas maneras. La más
    antigua y primitiva es la fuerza, la violencia, que permite
    apoderarse de bienes
    necesitados o deseados, quitándoselos a los más
    débiles. Pero el dinero hace posible conseguir esas mismas
    cosas en forma más o menos pacífica, o sea
    comprándolas.
    En nuestro mundo "civilizado" no debería ser necesario
    recurrir a la fuerza o la violencia, puesto que casi todo puede
    comprarse con dinero, tanto los objetos como las voluntades. (No
    obstante hace falta cierta dosis de violencia o agresión
    –no necesariamente física– para
    conseguir el dinero.)

    Creo que sólo los vínculos emocionales
    interpersonales (el amor, por
    ejemplo) quedan al margen de esta posibilidad de ser "comprados",
    aunque no se puede afirmar categóricamente que el dinero
    no pueda influir en alguna medida también sobre ellos.
    En la práctica, el dinero posee una versatilidad tal que
    le permite obtener cualquier cosa, ya sea que se trate de bienes
    concretos o de situaciones específicas de poder
    político u otros.

    El individuo se siente más poderoso cuando tiene
    una cantidad de dinero determinada que si posee un bien que vale
    ese dinero. Esto se debe a que el dinero es versátil y
    "metamorfoseable" y le permite –en cualquier momento
    futuro– comprar cualquier cosa que a él se le ocurra
    y que pueda conseguir por esa suma.

    Aunque aparentemente todo bien adquirido con ese dinero
    "pesa" lo mismo que el dinero utilizado para pagarlo o
    intercambiarlo, uno inclina más la balanza que el otro.
    Aunque comercialmente ese bien y ese dinero son iguales,
    psicológicamente "uno es más igual que el otro",
    porque cuenta más (es decir, otorga más
    sensación de poder) tener el dinero que el bien
    correspondiente.
    Lo que sucede es que, cuando aún no ha sido utilizado, el
    dinero le suma, a su propio poder, el poder fantaseado en el
    inconsciente que le atribuye a una cantidad determinada de dinero
    la capacidad y la posibilidad de comprar todas y cada una de las
    cosas a la vez.
    Cabe aclarar que no sólo el dinero permite acumular poder
    y, por lo tanto, es una forma de poder potencial. También
    lo son: una herramienta, que puede ser utilizada en cualquier
    momento para realizar distintas tareas; un arma, que sirve para
    dominar o someter a otros; o un conocimiento,
    que permite obtener poderes concretos, es decir, satisfacer
    necesidades "puntuales".
    Sin embargo, de todos ellos el dinero es el más
    versátil, pues puede transformarse en "cualquier otra
    cosa", transfiriendo su carga de poder intrínseco a las
    cosas en las que se "convierte".

    Los diversos tipos de poder
    Los tipos fundamentales de poder que existen son
    cuatro.

    1. El poder instintivo, que se traduce o expresa en los
      demás tipos de poder, y cuyo objetivo inconsciente,
      imperioso e ineluctable –siempre presente en todas las
      situaciones y actos de la vida– consiste en alcanzar, de
      cualquier forma que sea, el Poder Absoluto, recuperando
      así, simultáneamente, el estado de no necesidad
      total.
    2. El poder concreto, que es aquel que se ejerce en
      todos los actos de la vida, tanto en lo personal como en lo
      familiar, social o político. Es el más conocido o
      notorio; es el poder por antonomasia.
    3. El poder potencial, que consiste en un poder que se
      mantiene en estado de "suspensión", para ser aplicado en
      el momento oportuno como poder concreto.
    4. El Poder Absoluto, imposible de concretar pero
      siempre anhelado y buscado por el inconsciente, y que
      constituye una verdadera entelequia.

    De estos cuatro tipos de poder el principal es el
    instintivo, que está siempre detrás de todos los
    actos humanos –es decir, del poder concreto y del
    potencial– pues es el motor o impulsor
    de éstos con vistas a alcanzar el Poder
    Absoluto.

    El dinero en la historia de la cultura
    El primer cambio social
    notorio a partir del trueque consistió en utilizar objetos
    de valor
    intrínseco, por su factura y la
    calidad del
    material con que estaban realizados, y que podían ser
    conservados para intercambiarlos posteriormente por otras cosas.
    En este sentido podemos considerarlos formas
    predinerarias.

    Se trataba de utensilios, herramientas,
    armas, joyas,
    etc., que –además del valor propio del material con
    el que estaban hechos– tenían un valor agregado por
    el trabajo que
    había demandado su fabricación, y cuya durabilidad
    permitía intercambiarlos varias veces, pero que de todos
    modos eran objetos únicos y poco comparables entre
    sí.
    En los comienzos del uso del dinero se recurrió a una
    cantidad limitada de productos
    aceptablemente regulares y estables (es decir, fáciles de
    comparar cuando eran del mismo tipo); por ejemplo, cueros, bolsas
    de un mismo cereal, animales de la
    misma especie, conchillas, etc. Estos objetos constituían
    unidades de intercambio y, por lo tanto, dinero, aunque
    rudimentario aún. En este caso el dinero era, a la vez,
    mercancía (perecedera o no), y se lo utilizaba por lo
    común de acuerdo con su valor intrínseco, es decir,
    su valor como mercancía.

    Con el tiempo, se
    comenzó a utilizar exclusivamente un
    dinero-mercancía no perecedero de forma y peso
    preestablecidos que tenía mayor valor que su mera
    composición, porque agregaba a ésta la
    garantía de calidad y peso que le daba su emisor.
    El dinero de "curso legal", que es el más conocido y por
    lo tanto el considerado habitualmente, surgió en una
    época mucho más tardía.
    La aparición del dinero acompañó, a la vez
    que estimuló, el surgimiento y el desarrollo de la
    escritura, la
    aritmética, los sistemas de pesas
    y medidas y el pensamiento
    abstracto.
    Es curioso comprobar que el fenómeno de la
    aparición del dinero y su uso "ingenuo" se reproduce y
    recrea, en forma relativamente espontánea, entre los
    niños.
    Ellos suelen utilizar como medio de intercambio, en sus juegos,
    elementos como botones viejos, tapitas de gaseosas, conchillas,
    bolitas de vidrio,
    marquillas de cigarrillos y chocolatines o figuritas
    coleccionables.

    Los niños adjudican distintos valores a cada
    uno de estos elementos, según su tamaño, material o
    forma, pero principalmente por la dificultad para de obtenerlos.
    De esta manera pueden emplearlos en forma similar al dinero, con
    la diferencia de que dichos valores los establece el propio
    grupo que
    circunstancialmente usa dichos elementos como "moneda" para sus
    juegos.

    Los instintos y sus componentes de poder
    El dinero resulta ser la solución óptima para
    realizar todo tipo de transacciones sin tener que recurrir al
    robo, la violencia o el pillaje (por lo menos no en forma
    directa).
    Tanto el instinto de poder como el de autoconservación
    exigen satisfacer necesidades tales como apropiarse de bienes
    para acumular poder o asegurarse la supervivencia. Pero siempre,
    aunque se los adquiera con dinero, es inevitable privar de esos
    bienes a terceros. Esto produce un sentimiento de culpa,
    generalmente inconsciente, que es censurado para evitar el
    sufrimiento correspondiente. Algo equivalente sucede con el
    instinto sexual, uno de cuyos aspectos es el "instinto parcial de
    apoderamiento".

    En consecuencia, "disimular" y encubrir el ejercicio
    permanente del poder es un objetivo que el psiquismo de todo ser
    humano "se plantea" constantemente en el nivel inconsciente. Esta
    actitud
    individual –que, al repetirse en todas las personas, se
    convierte en colectiva– se cumple mediante la adopción
    de nuevas formas de encubrimiento, que en cuanto se refieren a
    los usos del dinero sirven para alejarse cada vez más de
    las raíces que éste tiene en el psiquismo humano,
    con lo cual se hace cada vez más difícil percibir y
    hacer conscientes esas raíces y resulta más eficaz
    la censura.
    Como parte de este ocultamiento sistemático, los
    mecanismos de complejización del dinero y sus usos
    permiten continuar y facilitar el desarrollo de la
    economía y, por lo tanto, de todo tipo de poder, tanto
    individual como colectivo (económico, social y
    político).

    En la larga evolución histórica que
    sufrió el dinero hasta llegar al sofisticado papel moneda
    actual, a los cheques y las
    órdenes de pago, e incluso al "dinero plástico o
    electrónico", se le fueron incorporando características que lo hacían cada
    vez más confiable. El objetivo declarado y declamado fue
    siempre evitar falsificaciones o maniobras dolosas (por ejemplo,
    reducir la cantidad establecida de oro o plata amonedados),
    así como disminuir el riesgo de sufrir
    pérdidas, robos o estafas. En el fondo se procuraba
    así una mejor conservación del poder representado
    por el dinero, con lo cual se lograba un objetivo
    psicológico fundamental: disminuir la angustia producida
    por el permanente temor a perder, en todo o en parte, la carga de
    poder que el dinero contiene y simboliza.

    Este temor se origina en que –como la
    posesión de todo tipo de bienes y de dinero en particular
    implica privar a los demás de esos bienes– todo
    individuo teme, por lo menos inconscientemente, ser
    víctima de lo mismo que él fantasea con hacer
    víctima a los demás. Es decir, teme ser despojado,
    a su vez, por los demás y entonces perder su dinero, que
    es la manifestación más explícita y
    –para él– convincente de su poder. De modo que
    el desarrollo y la complejización del dinero tiende a
    satisfacer esos objetivos
    psicológicos fundamentales de encubrimiento.

    Comúnmente se sostiene que la necesidad y el
    deseo de acumular riquezas y dinero se debe ante todo a la
    búsqueda de seguridad. El
    comentario más habitual es que, si se dispone de dinero
    suficiente, se está a cubierto de riesgos e
    imprevistos que el dinero permite solucionar, lo cual se
    relaciona con el Poder Absoluto y con el estado de no necesidad
    total.

    El encubrimiento de los fines del dinero
    Al ponerse el poder del dinero al servicio de fines altruistas
    (sublimación), se continúa ejerciendo actos de
    poder, pero "disimulados" inconscientemente detrás de esos
    actos social y moralmente aceptados.
    La existencia del dinero responde no sólo a una necesidad
    comercial –y, por lo tanto, económica–, sino
    también a una necesidad interna, de carácter
    psíquico, originada en el instinto de poder. En ambos
    casos, si se eliminara el dinero en todas sus formas
    (mercancías y metales preciosos
    usados como medios de intercambio, monedas, billetes, etc.),
    volvería a reproducirse el proceso histórico de su
    aparición y desarrollo. El dinero volvería a surgir
    como resultado de procesos
    psicológicos que inevitablemente se traducirían en
    la recreación
    del dinero y, consecuentemente, en el surgimiento de procesos de
    desarrollo
    económico distintos, aunque equivalentes.

    Obviamente, el impulso de acumular compulsivamente
    riquezas –y, en particular, dinero– se ejerce en
    forma notoria o evidente sólo a partir del momento en que
    se han satisfecho las necesidades de sustento más
    elementales.

    Históricamente –desde los mandamientos de
    los profetas bíblicos hasta el Derecho
    Canónico–, todos aquellos que expusieron sus ideas y
    teorizaron acerca del dinero siempre buscaron legitimar y aun
    "sacralizar" su uso, en todas sus formas. Condenaron la usura, la
    avaricia y la codicia, y pregonaron que el dinero debía
    utilizarse para "el bien", a la vez que trataban de explicar el
    origen de su poder.

    Para ello consideraban que el dinero era un don divino o
    un emergente de la tierra, un
    equivalente o un producto del
    trabajo, etc. Esto no significaba que optaran por una distribución más equitativa ya que,
    según el Antiguo Testamento, los profetas podían
    disponer de inmensos rebaños y gran cantidad de tierra de
    pastoreo, cumpliendo obviamente –para sí
    mismos– con el mandato del instinto de poder.

    En cuanto a la relación entre el dinero y el
    poder, el idioma castellano nos
    revela que existe cierto grado mínimo de conciencia acerca
    de la carga de poder que el dinero posee, tal como lo evidencian
    las palabras "pudiente" y "potentado", en las que la
    noción de riqueza se expresa fusionada con el concepto de
    poder. Asimismo, en castellano contamos, entre otras muestras
    notables, con el famoso poema satírico "Poderoso caballero
    es Don Dinero", de Quevedo.

    El equilibrio
    psicobiológico
    El ser humano busca permanentemente disminuir sus tensiones de
    origen tanto interno como exterior. El equilibrio
    biológico se mantiene mediante la homeostasis
    (retroalimentación biológica), que
    tiende a suprimir todo tipo de malestar físico. El
    psiquismo, por su parte, tiende permanentemente a eliminar las
    tensiones, descargándolas. Ambos mecanismos están
    interrelacionados y generan permanentemente sensaciones o
    representaciones de necesidad, y, por lo tanto, de tensión
    psíquica.

    Por ese motivo necesidad y displacer son equivalentes.
    De esto se desprende que la carencia de tensiones puede ser
    vivenciada como ausencia de displacer, o, dicho en forma
    positiva, como puro placer.

    Dado que toda la existencia del ser humano es un
    constante intento de eliminar el displacer y todas las
    energías instintivas están puestas al servicio de
    ese logro, se puede inferir que cada acto que consigue eliminar
    algo penoso es sentido como un acto de poder, de modo que la
    sensación de máximo poder que tiene un ser humano
    se produce cuando "percibe" que no necesita nada.

    Esto explica que otros elementos sustitutivos del
    dinero, como las drogas y
    la
    televisión, se mantengan vigentes como
    sucedáneos del instinto de poder en la búsqueda del
    estado de no necesidad total. Sucede que tanto la droga como
    otros recursos
    alternativos producen, en forma rápida aunque sólo
    momentáneamente satisfactoria para el individuo, la
    ilusión de haber alcanzado algo semejante a ese estado
    intrauterino de no necesidad tan buscado
    –inconscientemente– por el ser humano.

    La "torta del poder"
    Como dije, el poder plantea problemas
    morales conflictivos que se reprimen, ya que toda "porción
    de poder" que alguien ha llegado a poseer o a adquirir se la ha
    debido quitar a otro.
    El poder es como una gran torta formada por distintas capas de
    espesor no uniforme. En esta imagen
    metafórica de la torta, cada capa representa una forma de
    poder, que puede estar representado, por ejemplo, por la fuerza,
    los privilegios sociopolíticos o el dinero. De todas las
    capas, la más gruesa y codiciada es la representada por el
    dinero.

    La torta del poder ya está cortada y repartida
    entre todos los comensales, es decir, entre todo el género
    humano; es por eso que, cuando alguien aumenta su propia
    porción, debe privar de una parte a otros. Esto es
    válido no sólo cuando la apropiación se
    ejerce mediante la violencia o ciertas argucias, sino
    también cuando se la realiza mediante el dinero, cuyo uso
    incluye siempre una cierta dosis de agresión.

    Gracias al trabajo humano, a la técnica y
    –sobre todo– al empleo del
    dinero en la economía, resulta posible la creación
    constante de nuevos bienes y riquezas. Aunque en la
    práctica no se distribuyen en forma equitativa entre
    quienes los producen, dichos bienes y riquezas no necesariamente
    se obtienen mediante el despojo de los demás, aunque las
    más de las veces eso sea lo que ha venido sucediendo a lo
    largo de la historia de la humanidad.

    Manifestación, fusión y
    represión de los instintos
    En todos los casos, las satisfacciones instintivas generadoras de
    placer no se mantienen por mucho tiempo, volviendo a generarse
    una tensión (hambre, sueño, necesidad
    fisiológica, deseo sexual o de otro tipo). El instinto de
    poder es el único que nunca se satisface plenamente, ni
    siquiera en forma momentánea, y siempre queda vigente un
    grado de tensión o displacer.

    En cambio, en el caso del instinto sexual es notoria la
    existencia de un período refractario durante el cual no se
    producen nuevas excitaciones o tensiones. Dicho período
    es, en ese caso, generalmente mayor que en el instinto de
    autoconservación, mientras que no existe en el caso del
    instinto de poder.
    También el instinto de autoconservación y el de
    poder se satisfacen en forma simultánea, puesto que
    aquél requiere permanentemente de actos de fuerza,
    violencia y dominio, para crear las condiciones necesarias que
    permitan sobrevivir al individuo. Obtener alimentos,
    defenderse de ataques, construir viviendas y herramientas,
    producir bienes y comerciar son, a la vez, actos de supervivencia
    y de poder que, en la actualidad, generalmente están
    encubiertos por el uso del dinero.

    Por ejemplo, uno come carne, pero son otros los que
    ejercen el acto violento de matar al animal; en realidad, uno
    ejerce la violencia indirectamente, a través del dinero,
    con el cual paga a otros que la ejercen en forma
    directa.

    Mencionando otras combinaciones posibles, habría
    que decir que los instintos de autoconservación y sexual
    también se fusionan en muchas ocasiones. Esto es lo que
    sucede, por ejemplo, en aquellos casos en que se puede hablar de
    la "función
    erótica" de la comida.

    Finalmente, los tres instintos se fusionan para tratar
    de concretar la fantasía inconsciente de recuperar el
    estado de no necesidad total. De modo que se podría decir
    que la búsqueda de ese estado es, en última
    instancia, el objetivo final de los tres instintos
    fundamentales.

    A este estado de no necesidad total hacia el que se
    tiende lo llamo "MuktiMukti", palabra sánscrita que
    significa "estado de bienaventuranza en el cual no existen el
    deseo, la necesidad y el sufrimiento". Cada uno de los instintos
    contribuye a la fantasía de alcanzar este estado final
    mediante su respectivo objetivo último o final. El del
    instinto de poder es, como ya dije, el Poder Absoluto. Por su
    parte, el instinto de autoconservación tiene un objetivo
    final conocido –aunque bastante olvidado en la actual
    civilización occidental–: la Inmortalidad. De
    allí surge la importancia que la creencia en la "vida
    eterna" tiene para todas las religiones.

    Por supuesto, el instinto sexual también tiene un
    objetivo final propio: la fantasía inconsciente de la
    procreación ilimitada, que
    implica tanto una fantasía de placer y satisfacción
    total como una fantasía de "expansión reproductiva"
    total.
    Es como si el individuo se propusiera inconscientemente volver a
    ser único, repitiendo en el nivel macrocósmico, por
    medio de la unión sexual con otro individuo del sexo opuesto,
    todo el proceso de su propia gestación en el seno materno
    mediante la reproducción celular a partir de un
    óvulo y un espermatozoide.
    Tal como se encontraba y sentía durante su desarrollo en
    el útero materno, la reproducción indefinida y la
    identificación con la especie convierten nuevamente al
    individuo
    –en su fantasía– en el único
    "habitante" de un mundo sin necesidad.
    En la función reproductiva el instinto sexual aparece
    fusionado con el ejercicio del instinto de poder. Los hijos son,
    por lo tanto, también una manifestación de este
    último instinto; igualmente pueden llegar a serlo los
    nietos, los descendientes en general e incluso los dependientes y
    súbditos. Como caso extremo, puede mencionarse que
    –como sucedía particularmente en la
    Antigüedad– los rebaños de ganado, e incluso
    los animales domésticos más variados, pueden llegar
    a constituir, para sus dueños, no sólo una
    manifestación de poder económico sino
    también un símbolo de la potencia
    reproductiva de sus propietarios.

    3. El estado de no necesidad
    y el dinero

    La no necesidad total y la Mukti
    Quiero aclarar que la Mukti y el tan buscado estado de no
    necesidad total no son exactamente lo mismo, pero coinciden en
    cuanto a su contenido afectivo, que en ambos casos consiste en
    una sensación de bienestar y tranquilidad
    total.

    La diferencia fundamental es que el estado de no
    necesidad total existió alguna vez y dejó una
    huella indeleble en el inconsciente. En cambio, la Mukti es una
    entelequia perseguida incesantemente por el psiquismo, a partir
    de la fantasía inconsciente de recuperar aquel estado
    originario de bienestar perdido.

    Es muy importante dejar aclarada esa sutil diferencia
    conceptual: la Mukti no es aquel estado originario que se
    recuerda, pero sí es el que la fantasía
    inconsciente trata de recuperar, de reconstruir, paso a paso,
    recurriendo a todas las variantes del poder, incluso la droga, la
    religión,
    la mística, etc.
    De todos estos medios el principal es el dinero, que permite
    adquirir poder y, gracias a que hace posible tender al Poder
    Absoluto, constituye un recurso –ilusorio como los
    demás, pero medio al fin– para alcanzar la
    Mukti.
    El psicoanálisis tradicional carece aún del
    concepto de Mukti, aunque puede rastrear los contenidos
    traumáticos que marcaron a cada ser humano, generalmente
    en su primera infancia.
    Para ello el psicoanalista parte de un episodio actual
    desencadenante, que produce una reactivación de dicho
    contenido traumático, gracias a lo cual le resulta posible
    analizarlo.
    La movilización afectiva es la clave de la
    comprensión y aceptación, por parte de cada
    individuo, de la existencia de los contenidos traumáticos
    y de su influencia en la vida. En particular, si se la utilizara
    para poner en evidencia el instinto de poder, permitiría
    hacer consciente la existencia de ese instinto tal como yo lo
    entiendo.

    Siempre se puede esclarecer la vinculación entre
    los síntomas actuales del individuo, el estado de no
    necesidad primigenio y la búsqueda de los sucesivos
    objetivos parciales, con lo cual se pueden comprender mucho mejor
    los motivos de las decisiones que dichos objetivos han implicado
    generado a lo largo de la vida transcurrida, produciendo la
    identidad
    actual del individuo.

    Los síntomas displacenteros siempre existen y
    seguramente cualquier persona
    confirmará que no está satisfecha acerca de
    cómo transcurrió su vida, por más que en el
    momento presente se sienta feliz y "realizada". Admitirá
    haber sufrido multitud de fracasos y frustraciones que
    habría querido evitar, y siempre lamentará no haber
    hecho las cosas de otra manera y mejor. La búsqueda de la
    Mukti es ineludiblemente esquiva, engañosa y frustrante;
    por lo tanto, el psiquismo humano –que no tiene conciencia
    de ella pero que sufre su acoso y su atracción– es
    necesariamente inconformista.

    La compulsión a la repetición
    Cuando, en su impulso permanente por alcanzar la Mukti, el
    psiquismo inconsciente tropieza con obstáculos de la
    "realidad" interna o exterior que obstruyen el avance del
    individuo, éste reincide una y otra vez en el mismo camino
    hacia la Mukti, encontrándose con obstáculos
    iguales o similares dificultades en para la satisfacción
    de sus objetivos, lo cual constituye la neurosis.

    El habitual fenómeno psíquico de la
    compulsión a repetir los mismos actos, y a reiterar
    insistentemente actitudes y
    elecciones sin saber por qué lo hace, se produce porque el
    individuo no tiene conciencia del impulso que lo fuerza a seguir
    hacia adelante ni del objetivo final al que tiende ese
    impulso.

    En cambio, si toma conciencia de su objetivo final (la
    Mukti), puede aceptar con más facilidad tanto sus fracasos
    como la propia dirección adoptada para su recorrido (pues,
    en realidad, ningún camino permite alcanzar la Mukti).
    Podrá entonces seguir otra vía menos angustiante y
    más útil para sí mismo e incluso para la
    sociedad.

    El estado de no necesidad, el narcisismo y el
    Destino
    El yo incipiente de todo ser individual aún no nacido (es
    decir, que está en el vientre materno), percibe –de
    alguna manera que hasta este momento resulta imposible de
    precisar o definir– que está en un estado de no
    necesidad. Esta percepción
    coincide con lo que en psicoanálisis se llama "narcisismo
    primario".

    Éste caracteriza una etapa esencial del psiquismo
    prenatal, en la que el yo incipiente aún no ha perdido su
    carácter eminentemente biológico, pues
    todavía no se enfrentó con una realidad exterior a
    sí mismo, la del no yo.

    Mientras el individuo por nacer se hallaba en ese estado
    de no necesidad total, su yo incipiente tenía la
    sensación de estar ejerciendo un poder que le
    permitía asegurarse ese estado. Al nacer –y
    quizás aun antes–, el individuo percibe que ha
    perdido repentinamente ese poder y automáticamente se
    comienza a desarrollar el instinto de poder que tiene como
    objetivo devolverlo a ese estado primigenio.

    Los esfuerzos por obtener el Poder Absoluto (lo cual
    equivale, en última instancia, a alcanzar la Mukti) se
    realizan a lo largo de un camino interminable y lleno de
    obstáculos y, por lo tanto, se traducen en éxitos y
    fracasos, que, respectivamente, producen satisfacción
    (placer) o frustración (displacer, dolor, sufrimiento). Y
    esto es relacionado por el psiquismo con lo que se suele llamar
    "suerte" o Destino.

    El Destino es sentido por el individuo como algo
    antropomórfico; el psiquismo actúa como si
    existiera una entidad exterior (la Providencia, el Destino, Dios,
    el "yo ideal", etc.) que le brinda o no, según el caso,
    una dosis de afecto que puede ayudarlo en su objetivo
    instintivo.

    Los afectos del individuo se proyectan para recibir una
    respuesta, una "devolución" o un premio, de modo que la
    persona pueda orientar sus actos y conductas a lo largo del
    camino de su vida. El Destino es el presunto receptor inicial de
    los afectos del individuo, y en retribución brinda
    seguridad y otorga premios y castigos. Es por eso que personifica
    a la suerte y el éxito,
    e incluso a la fatalidad.

    Economía y poder
    El instinto de poder provoca en el individuo la angustia de
    perder el mucho o poco poder que ha podido alcanzar, así
    como su capacidad de obtener más poder. Este temor de
    perder el poder tan laboriosamente conseguido no es otra cosa que
    el miedo a regresar al momento del trauma del nacimiento,
    ocasión precisa en la cual se produjo la pérdida
    del estado de no necesidad prenatal.

    Ahora, en pleno camino hacia la Mukti, el individuo teme
    perder la relativa seguridad que haya llegado a alcanzar, como
    parte del camino recorrido hacia su objetivo final, acerca del
    cual no tiene conciencia pero que no por eso es menos
    acuciante.
    El temor a este tipo de pérdida se da principalmente en
    relación con la situación económica. Ese
    miedo actúa como un estímulo adicional –y,
    muchas veces, como una racionalización– para
    justificar la acumulación cada vez mayor de dinero, con el
    argumento de disminuir la incertidumbre y la inseguridad.
    Para dar una definición propia de la economía, yo
    diría, en forma más bien metafórica, que es
    el principal escenario donde –superando la
    apropiación mediante la fuerza– se libra la batalla
    de todos los tipos de poder de cada uno de los individuos de la
    especie humana.

    Aparte de la economía, hay otros escenarios
    alternativos y estrechamente relacionados con la obtención
    de formas elaboradas o "sofisticadas" de poder. Por su
    importancia cabe mencionar la política y la
    guerra,
    así como la adquisición de conocimientos y de
    habilidades prácticas (deportivas, por
    ejemplo).

    La magia del dinero en la cultura
    Si se analiza el uso del dinero en una cadena de transacciones,
    cada operación de compra o venta sucesivas
    tiene la apariencia de un acto mágico, en el cual el
    dinero permite transformar una cosa en otra y actúa como
    una especie de catalizador, tal como sucede en ciertas reacciones
    químicas.

    Objetivamente, el dinero "transforma" una cosa en otra
    sin modificarse a sí mismo; en este sentido es que cumple
    la función de catalizador, pues permite realizar el
    proceso y, al finalizar éste, esa cantidad de dinero
    –que ha pasado a manos de otro– está
    disponible nuevamente para volver a utilizarse en nuevas
    transacciones, incólume y sin haber sufrido desgaste
    alguno.

    Si hipotéticamente el dinero tal como lo
    conocemos fuera suprimido, se crearían con rapidez, y de
    manera espontánea, nuevas formas de dinero, seguramente
    siguiendo los lineamientos históricos conocidos. Esto se
    debe a que el dinero es algo así como una
    prolongación o extensión del psiquismo, a
    través de la cual se ejerce el instinto de poder. Es una
    prolongación en el mismo sentido en que un martillo, por
    ejemplo, es una extensión del brazo y del puño, y
    su principal función es concretar o intensificar una
    acción.

    Puede decirse que, así como el martillo (o
    cualquier otra herramienta) constituye una prótesis del
    cuerpo, el dinero representa una prótesis del psiquismo.
    Ambos instrumentos permiten mejorar y suplementar funciones propias
    del ser humano. En el caso del dinero, éste permite que el
    instinto de poder actúe sobre la realidad exterior,
    pasando del campo de los deseos fantaseados al mundo de la
    acción concreta, tanto sobre la naturaleza
    –que entonces se convierte en un objetivo de la
    cultura– como sobre la sociedad, que es la
    manifestación de la cultura por antonomasia.

    La principal propiedad
    psicológica del dinero consiste en transferir poder de una
    persona a otra. Al finalizar su empleo a lo largo de una extensa
    serie de transacciones comerciales, el dinero permanece
    inalterado y todos los participantes han satisfecho sus
    necesidades parciales de poder, mientras el dinero permanece como
    un mero testigo.

    Muchas veces me pregunté quién
    sería el ser humano más poderoso del mundo y me
    respondí que sería aquel que tuviera el mayor
    patrimonio individual. Posteriormente tomé conciencia de
    que el poder no se sustenta sólo en la posesión del
    dinero sino, sobre todo, en la capacidad de actuar sobre el
    dinero para adoptar resoluciones que modifiquen en mayor grado a
    la sociedad y su cultura.

    4. Los valores del
    dinero

    1. El valor numérico del dinero
    Al dinero se le pueden asignar cinco valores, cada uno de los
    cuales determina un uso o función que le es propio.
    Ninguno de estos valores constituye un compartimiento estanco;
    cada uno de ellos tiene límites imprecisos y se
    interpenetra con el que le antecede y con el que le sigue. El
    primero de ellos –el más conocido–, es el
    más concreto, objetivo y cuantitativo. Los siguientes se
    vuelven cada vez más abstractos, emocionales y subjetivos,
    a medida que se pasa de uno al otro.

    1. El valor numérico del dinero
    Por lo pronto, el dinero tiene un "valor numérico"".
    Éste consiste en que todos los que recurren a él
    (la sociedad, el mercado, los
    tenedores y los consumidores en general) le reconocen al dinero
    un valor numérico explícito que remite siempre a un
    nombre (pesos, rublos, euros, etc.) y a un valor inicial definido
    (1, 10, 50, etc.), impreso, grabado o escrito. Es un contenido
    cuantitativo que se le asigna al dinero en su uso comercial, para
    expresar las equivalencias de las mercancías u otras
    monedas que se pueden intercambiar por su intermedio. Se trata de
    un valor relativamente estable, aunque convencional.

    En la práctica, el uso del dinero como sistema de medida
    comercial implica, por parte del usuario, por el mero hecho de
    utilizarlo, la aceptación de un contrato
    implícito (llamado "contrato de adhesión" en la
    jerga legal), que no se puede transgredir sin cometer un acto
    punible. Por dicho contrato el usuario acepta las condiciones
    establecidas por el emisor para las piezas monetarias o los
    billetes (tamaño, "ley"
    metálica, valor numérico impreso, etc.) y no las
    debe modificar o adulterar.

    El valor podérico del dinero, en general
    Paso ahora a referirme a un valor del dinero que es aquel que
    relaciona el dinero con el poder, en todos sus tipos y variantes,
    tal como he tratado de explicarlo hasta el momento, lo cual
    constituye uno de los pilares de mi
    investigación.

    Concretamente, en el nivel inconsciente, el psiquismo le
    atribuye al dinero un contenido de poder. En efecto, el dinero es
    la más auténtica y eficaz expresión del
    instinto de poder, tanto instintivo como concreto y potencial,
    que permite ir en pos de la fantasía inconsciente del
    Poder Absoluto. Por eso es necesario referirse al "valor
    podérico" del dinero, en general.

    Es oportuno recordar que el poder puede ser concreto o
    potencial, y que también es siempre –por
    supuesto– esencialmente instintivo. Esta
    clasificación me lleva a profundizar en los tipos de valor
    del dinero, continuando con su enumeración.

    Por lo que acabo de decir, el valor podérico
    general se subdivide en dos. El primero es el "valor
    podérico adquisitivo", que se relaciona tanto con el poder
    concreto como con el poder potencial del dinero, es decir, se
    refiere a lo que habitualmente se conoce como "poder adquisitivo"
    –concreto o potencial–, del dinero. El segundo es el
    "valor podérico instintivo".

    2. El valor podérico adquisitivo del dinero
    Me ocuparé ahora del valor podérico adquisitivo,
    que es el segundo de los cinco valores que pueden atribuirse al
    dinero.
    El valor podérico adquisitivo depende de los precios y no
    es fijado por el individuo que, precisamente, puede hacer uso del
    dinero gracias a que existe un sistema de precios, establecidos
    no por él sino por otros. Por eso, análogamente al
    valor numérico del dinero, el valor podérico
    adquisitivo tiene un contenido eminentemente cuantitativo
    –y, por lo tanto, objetivo–, que resulta de aplicar a
    las cosas el valor numérico convencional del dinero. De
    esta manera se constituye el sistema de precios de las cosas
    (bienes y servicios).

    Si bien el valor numérico es fijado por la
    autoridad
    monetaria, el valor podérico adquisitivo (o sea el
    precio de las
    cosas) es fijado por los mercados,
    mediante un complejo sistema de consenso gradual que deriva en un
    aceptable equilibrio.

    Esto sucede tanto cuando se compra algo (recurriendo al
    valor podérico concreto del dinero), como cuando se guarda
    el dinero para utilizarlo en la ocasión en que se quiera o
    decida hacerlo (en cuyo caso el dinero tiene un valor
    podérico potencial). Ambos casos están incluidos en
    el valor podérico adquisitivo.
    Igual que el valor numérico, en condiciones "normales"
    –inexistencia de inflación, por ejemplo–, el
    valor podérico adquisitivo es relativamente estable, es
    decir, en cada situación o circunstancia en que se usa el
    dinero, el valor podérico adquisitivo de éste se
    mantiene, con sólo ligeras fluctuaciones, a lo largo del
    tiempo.

    3. El valor podérico instintivo del dinero
    Cuando el dinero se valora desde la perspectiva del poder
    instintivo que intrínseca y necesariamente contiene, se
    puede hablar del "valor podérico instintivo" del dinero.
    Lo que se tiene en cuenta, en este caso, es en qué medida
    el dinero le sirve a cada individuo como expresión de su
    respectivo instinto de poder.

    En este sentido, el valor podérico instintivo
    atribuido al dinero es más subjetivo y personal que los
    dos anteriores, y carece prácticamente de contenido
    cuantitativo.
    Esto es así porque, frente a la distancia infinita que
    separa del Poder Absoluto a cualquier cantidad de poder, por
    grande que sea el poder del dinero acumulado, éste
    sólo puede ser valorado como "mucho" o "poco". Aunque al
    aumentar la suma de dinero que se posee crece también el
    poder conferido por su posesión, distintos valores
    podéricos instintivos del dinero sólo pueden
    compararse entre sí –uno es "mayor" o "menor" que
    otro–, pero no pueden medirse
    numéricamente.

    Por lo tanto, al carecer de un contenido cuantitativo
    estricto, el valor podérico instintivo del dinero no es
    algo objetivo; por el contrario, es eminentemente subjetivo, ya
    que tiene su origen en el inconsciente, está cargado de un
    fuerte contenido emocional y posee características
    sumamente personales.

    4. El valor simbólico del dinero
    El dinero tiene también un "valor simbólico", que
    no alude directamente al dinero sino a "otra cosa". Este valor es
    un contenido eminentemente afectivo que el psiquismo le asigna al
    dinero. En tal caso, para el individuo puede significar, por
    ejemplo, el orgullo de haberlo obtenido y de poder
    "refregárselo por las narices" a alguien (al amigo
    envidioso, al jefe o a un familiar), pero también puede
    significar el esfuerzo, el sufrimiento e incluso la
    humillación asociados a la obtención de ese dinero.
    Lo que éste simboliza puede ser consciente, pero
    generalmente no lo es.

    En síntesis, lo que se valora
    simbólicamente en el dinero no es el dinero como tal sino
    lo que él representa para la autoestima de
    su poseedor. Cuando al ganador de un torneo deportivo profesional
    se le entrega un objeto como trofeo (una medalla o una copa, cuyo
    valor es simbólico) se lo suele acompañar con un
    premio en dinero. Este es un buen ejemplo de cómo la
    sociedad suele reconocer y diferenciar los distintos valores del
    dinero.

    5. El valor psicónico del dinero
    Ahora me ocuparé de describir detalladamente el quinto
    valor, que es el más complejo y, también, el
    más rico y trascendente desde el punto de vista
    psicológico y social.
    Este complejo uso afectivo del dinero, cuya influencia dentro del
    psiquismo es notable, es lo que llamo "valor psicónico del
    dinero". Se trata de un valor esencialmente dinámico y
    enteramente subjetivo, que se establece por referencia a una
    especie de "moneda psíquica", para designar a cuya unidad
    acuñé el término "psicón".

    Para referirme al psicón mediante un
    símbolo análogo al "signo pesos", utilizo la letra
    griega "psi", que tiene la forma de un tridente, y le agrego una
    segunda línea vertical.

    Defino el valor psicónico (o valor en psicones)
    como el valor subjetivo –y, por lo tanto, afectivo–
    que cada individuo le asigna al dinero en función de cada
    momento de su vida y del uso económico que hace o piensa
    hacer de una cantidad determinada de ese dinero en el preciso
    momento en que se plantea la posibilidad de realizar una
    transacción determinada, que es de carácter
    concreto y objetivo.

    El valor psicónico, que se le asigna al dinero en
    ese instante, es de un contenido totalmente afectivo y refleja el
    estado del psiquismo frente a esa transacción; por lo
    tanto, es de carácter totalmente subjetivo.

    En el caso del valor psicónico, el afecto que se
    pone en juego se
    refiere a una situación concreta planteada a raíz
    de una posible transacción comercial (fantaseada o real)
    en la que está en juego una cantidad determinada de
    dinero, con sus correspondientes valores numérico y
    podérico adquisitivo.

    En este valor psicónico se integran los valores
    (instintivo y simbólico), cuyo contenido es también
    de carácter afectivo.

    Por decirlo de otra manera: a partir del valor
    numérico del dinero, que es totalmente objetivo, al
    ascender en la escala de los
    distintos valores del dinero cada valor siguiente resulta
    más subjetivo que el anterior, hasta llegar al
    último –el valor psicónico–, que es
    totalmente subjetivo. Así como va aumentando éste,
    también aumenta al contenido afectivo, que incorpora un
    contenido subjetivo creciente al carácter objetivo del
    dinero tal como se lo utiliza en economía.
    De modo que el valor psicónico resulta ser el más
    complejo de todos, pues incorpora a los demás,
    integrándolos. El valor psicónico es, pues, algo
    así como una síntesis, desarrollada en un nivel
    superior de complejidad psíquica, de los demás
    valores que caracterizan al dinero.

    Resumen de los cinco valores

    1. Valor numérico: es el que está impreso
      en cada pieza monetaria o billete, junto al nombre de la
      unidad.
    2. Valor podérico adquisitivo: es el que depende
      de los precios, gracias a los cuales podemos comprar o
      compramos concretamente.
    3. Valor podérico instintivo: es la
      expresión del instinto de poder.
    4. Valor simbólico: remite a "otra cosa" que el
      dinero en sí, y está esencialmente vinculado con
      la autoestima.
    5. Valor psicónico o valor en psicones: es una
      síntesis integradora de los cuatro anteriores y se
      caracteriza por ser permanentemente mutable.

    5. El dinero y el
    PSICÓNpsicón

    Usos objetivos y usos psicónicos del dinero
    Aunque se parte del hecho de que el dinero es un medio social de
    intercambio, el valor psicónico le es asignado al dinero
    –independientemente– por cada uno de los
    participantes, en forma personal, intransferible (pues depende de
    toda la historia de la persona hasta ese instante) y
    circunstancial (ya que se refiere estrictamente al "aquí y
    ahora"). Por eso le agrego el calificativo de "autorreferencial".
    De modo que hay tantas valoraciones psicónicas
    autorreferenciales como personas en juego en cada circunstancia o
    en cada posible transacción.

    Además, como acabo de decir, este valor
    –que es producto de la mutable actividad
    psíquica–, también varía sin cesar, y
    por lo tanto es precario e inestable, es decir, constituye un
    valor dinámico.
    Dado que en toda posible transacción comercial siempre hay
    por lo menos otro participante además de aquel cuyo
    psiquismo le atribuye al dinero un valor psicónico
    autorreferencial referido al momento, la relación entre
    las partes hace más complejo el proceso, puesto que
    éste deja de ser meramente unilateral para convertirse en
    interactivo.

    Naturalmente, el dinero utilizado en una
    transacción comercial puede considerarse desde dos puntos
    de vista: el de quien debe entregarlo o desprenderse de
    él, y el de quien debe recibirlo. Pero en ambas
    situaciones, y frente a la utilización o a la mera
    posibilidad de disponer de un dinero, cada individuo tiene una
    valoración afectiva de ese dinero que varía con la
    velocidad del
    pensamiento.

    El psicón también desempeña un
    papel importante en la determinación de los precios por
    parte de la sociedad, en la cual los individuos contribuyen
    –en mayor o menor medida– a una valoración
    común y socialmente compartida del dinero y su poder
    adquisitivo.
    En efecto, el valor de mercado de cada cosa (precio) se expresa
    en unidades de la moneda circulante (pesos, dólares,
    rupias o lo que fuere); éstas, a su vez, se valoran en
    psicones. De esta manera se desarrolla un proceso en el cual la
    valoración en psicones es el resultado de una
    valoración afectiva del precio asignado a las cosas; esta
    valoración afectiva a su vez genera los mecanismos
    sociales que permiten establecer, como resultado de la mayor o
    menor demanda, ese
    precio en el mercado.

    Evaluación del concepto de psicón
    Una conclusión general sería que el valor
    autorreferencial en psicones que –"aquí y
    ahora"– se le asigna al dinero depende de toda una
    constelación de valores afectivos relacionados
    específicamente con el dinero y, en particular, con el
    esfuerzo que demandó obtenerlo, con la cantidad de que se
    dispone en ese momento, con el trabajo que costará
    reponerlo, con el placer que proporcionará el uso que se
    espera darle en esa ocasión, con las otras cosas que se
    debe renunciar al gastar el dinero en esa ocasión, con el
    estado de ánimo en el momento y con toda una enorme
    variedad posible de circunstancias (en su mayoría
    inconscientes) que influyen sobre la valoración afectiva
    acerca del uso de una cantidad de dinero determinada para un fin
    determinado.

    O sea: la valoración autorreferencial en psicones
    del dinero gastado o por gastar es, en determinado instante
    presente, a la vez producto del pasado, de ese presente y de las
    expectativas y consideraciones relacionadas con el
    futuro.

    Aunque en una situación transaccional siempre hay
    dos partes (si uno compra hay otro que vende), ); siempre existe
    una "negociación" interna" previa, en la que
    entran en juego los psicones. Ésta tiene lugar con gran
    velocidad y, en su mayor proporción, se desarrolla en el
    inconsciente de cada una de las partes.

    Funcionamiento del psicón
    La transacción se concreta sólo cuando ambas partes
    llegan a una concordancia o un equilibrio entre los psicones que
    uno entrega y el otro recibe en la operación. Si
    así no fuera, el intercambio fracasaría se
    frustraría sin que los participantes comprendieran
    cabalmente el motivo del fracaso.
    A veces quien ha realizado una operación comercial
    evalúa, en forma consciente, su propia actitud o
    comportamiento a lo largo de la transacción. Esta evaluación
    narcisística no tiene una connotación comercial ni
    se relaciona con el resultado concreto de la transacción.
    La referida evaluación brinda una sensación
    consciente de satisfacción o insatisfacción
    –es decir, de placer o displacer– y se relaciona
    exclusivamente con la actitud asumida por el psiquismo durante la
    transacción; es decir, se vincula al aumento o la
    disminución de la autoestima.

    Origen psicológico del dinero

    Esa carga afectiva que es el psicón la utiliza el
    psiquismo humano para actuar sobre la "realidad" exterior u
    objetiva. De esta manera trata de recuperar, mediante la
    adquisición de objetos, su condición primigenia,
    perdida definitivamente al nacer: el estado de no necesidad total
    o Paraíso Perdido, situación en la que tenía
    todo lo que necesitaba.

    La búsqueda de este estado perdido se centra en
    la obtención de objetos, que están cargados de
    afecto y permiten satisfacer parcialmente las necesidades,
    produciéndose una ilusión de aproximarse a ese
    estado recreado que es la Mukti. Esta búsqueda de la no
    necesidad, la tranquilidad, la seguridad, la protección,
    el afecto proveniente del exterior y –sobre todo– el
    poder a través de la posesión de objetos coincide,
    en la historia evolutiva del individuo, con lo que en
    psicoanálisis se llama etapa objetal, que viene a
    continuación de la etapa anobjetal, característica
    esta última de algún momento de la vida
    intrauterina. Es en esta ocasión cuando comienzan, para el
    individuo, la necesidad y la posibilidad de incorporar a su
    psiquismo la existencia concreta del dinero.

    A partir del nacimiento, el no yo comienza a definirse y
    a volverse más complejo, por el contacto que el yo
    establece con los objetos de la realidad exterior. Es entonces
    cuando el individuo comienza a descubrir que existen ciertos
    objetos que el yo puede controlar y manejar, y mediante los
    cuales puede posteriormente influir –es decir, ejercer su
    poder– sobre otros objetos o personas.

    El primero de ellos es la materia fecal,
    que el niño produce y "ofrenda" a su madre, recibiendo a
    cambio el reconocimiento afectivo de ésta, principalmente
    bajo la forma de una satisfacción de necesidades del
    niño, tanto biológicas como afectivas.
    Este mecanismo es, en realidad, un feed-back o "proceso de
    retroalimentación", en el cual el efecto influye sobre la
    causa y viceversa.

    6. Psicología,
    economía, sociología y política

    La ontogenia y la filogenia
    La palabra "ontogenia" se refiere al desarrollo físico
    (biológico) de los individuos de una especie determinada a
    través de su vida embrionaria, mientras que "filogenia"
    alude a las características físicas
    (biológicas) que fueron adoptando las especies antecesoras
    a lo largo de la evolución. Esto se aprecia en el hecho de
    que, en cierto momento de su desarrollo, el embrión humano
    posee, por ejemplo, branquias y aletas rudimentarias como los
    peces y,
    más adelante, características propias de los
    reptiles y mamíferos inferiores.

    La ontogenia continúa imitando a la filogenia
    incluso después del nacimiento (por ejemplo, el
    niño primero gatea y luego adopta la postura erecta, y
    también va reemplazando el olfato por la vista como
    sentido predominante).

    Considero que, en el campo de la evolución del
    psiquismo humano, las características de cada individuo,
    impresas en su psiquismo, determinan y explican las
    características culturales, sociales y políticas
    del conjunto de los hombres, o sea, de la especie humana. Por lo
    tanto, no puedo resistirme a la tentación de decir que, en
    el campo del psiquismo humano, "la filogenia (de la sociedad)
    imita a la ontogenia (psíquica del individuo)". Aunque
    esta frase sólo es aproximadamente correcta, al relacionar
    las palabras "filogenia" y "ontogenia" con el psiquismo las uso
    en un sentido menos restringido que en biología.

    La "ontogenia" se refiere, así, al desarrollo
    psíquico del individuo desde la vida intrauterina hasta la
    madurez, y la "filogenia" abarca el desarrollo social
    desde la prehistoria de la
    humanidad –y, por lo tanto, de la sociedad– hasta
    nuestros días. Por eso, creo que es mejor decir que "la
    sociogenia imita a la psicogenia". Y en este caso, como lo he
    dicho, el adagio es prácticamente el inverso del que se
    utiliza en el campo de la biología.

    Por lo pronto, el punto de partida es análogo: el
    Paraíso Terrenal y el estado de no necesidad. Luego vienen
    la expulsión del Paraíso y el nacimiento,
    respectivamente, seguidos en ambos casos por la incesante
    búsqueda del estado paradisíaco perdido, con todas
    sus consecuencias: la lucha por la vida y el poder, y las formas
    superiores de desarrollo económico, social y
    político.

    Por supuesto, en toda actividad o movimiento de
    grupos humanos
    están representados –en una especie de "promedio
    social, político y cultural"– los pensamientos y las
    tendencias instintivas y afectivas de todos los individuos que
    integran esos grupos.

    La influencia de los instintos en la cultura
    El desarrollo, la estructuración y el afianzamiento de los
    diversos instintos se producen gradualmente, en los primeros
    años de la vida infantil, a través de la
    interacción del niño con el mundo exterior
    (principalmente con los padres, hermanos y amigos, pero
    también con los maestros y el entorno social circundante).
    El niño se enfrenta con actos de poder de todo tipo
    (consejos, órdenes, prohibiciones, castigos) que ejercen
    sobre él sus padres y su entorno.

    El mundo familiar, e incluso el social –tanto en
    escala reducida (familiar y local) como en el nivel de grandes
    grupos y naciones–, se ha ido estructurando "a imagen y
    semejanza" del mundo psíquico individual. Esto sucede
    particularmente en cuanto se refiere al instinto de poder, que se
    manifiesta en todos los niveles y es más ostensible cuando
    los seres humanos se agrupan para ejercerlo a través de la
    economía, la política y, sobre todo, las guerras.

    La neurosis de la economía
    El dinero constituye un medio insustituible para establecer nexos
    y comunicaciones
    sociales. Por eso –incluso aunque no tenga conciencia de
    ello–, la sociedad estimula y desarrolla el uso del dinero
    como una forma de promover su propia evolución, y
    así contribuye al desarrollo de la sociedad y, por lo
    tanto, de la civilización.

    Las nuevas formas y estructuras socioeconómicas
    aumentan constantemente en complejidad. Frente a ellas, el
    psiquismo debe adaptarse, creando defensas; cuando no lo logra,
    el resultado es la enfermedad, que no se limita al ámbito
    de lo individual, sino que se extiende a lo social y
    político. Esta situación genera un creciente
    sentimiento de frustración y desprotección, cuyo
    origen casi nunca es plenamente consciente.

    La actual economía mundial puede considerarse
    como un enfermo de neurosis. Un neurótico se caracteriza
    por no saber cuál es la razón debido a la cual le
    ocurren ciertas cosas que lo hacen sentirse infeliz. Tiene la
    vaga sensación de que actúa guiado por un impulso y
    de que hay algo que lo induce intensa, imperiosa e
    inevitablemente a proceder como lo hace.

    Se trata de un impulso interno e inexplicable, que la
    persona quisiera controlar pero no puede, porque al ignorar su
    origen y sus causas no sabe cómo hacerlo. Por eso se
    fabrica explicaciones racionales que le proporcionan un marco de
    coherencia y cierta tranquilidad. Trata de justificar que todo
    "está bien", pero en el fondo siente que no es así
    y que, en algún momento, la situación hará
    crisis y todo
    su sistema de vida, laboriosamente edificado, se
    derrumbará.
    La sociedad remeda estas características humanas
    individuales y el displacer se expresa a través de
    constantes conflictos bélicos que intentan detener, o al
    menos controlar, las múltiples pero ineficientes organizaciones
    creadas.

    Consideraciones sobre algunas propuestas de cambio
    social
    Decía Carlos Marx que
    el germen de la destrucción del capitalismo se
    encuentra en las propias entrañas del sistema.
    Pronosticaba que, en algún momento, la
    concentración de la riqueza en muy pocas manos
    sería tan enorme que, para redistribuirla más
    equitativamente, resultaría inevitable una revolución
    social.

    Lo que en su época Marx no
    sabía y sus seguidores ignoraban –y continúan
    ignorando– es que el estado de enfermedad que padece el
    sistema económico capitalista tiene todas las
    características de una neurosis, la cual también se
    puede atribuir a países o a determinados sectores o
    grupos
    sociales, pues es el reflejo de la neurosis inherente a todos
    y cada uno de los seres humanos.

    Además, el marxismo
    siempre desconoció que la tendencia psíquica al
    enriquecimiento por encima de las necesidades básicas
    lleva y llevará siempre, inevitablemente, a distorsionar
    los métodos de
    redistribución de esa riqueza propuestos por los
    teóricos de la "igualdad
    social a ultranza" y del socialismo.

    En la Antigüedad, ya Platón y
    Aristóteles proponían sociedades
    relativamente más justas y equitativas, pero al hacerlo
    suponían que podía existir una clase dirigente
    exenta de ambiciones personales. Sin embargo, ni ellos ni los
    teóricos posteriores se plantearon jamás
    cómo llegar a contar con esa clase de dirigentes
    políticos provistos de normas
    éticas y carentes de ambiciones personales y
    comportamientos neuróticos del tipo descripto. Es decir,
    nunca explicaron convincentemente de qué manera
    resultaría posible liberarlos de la natural tendencia del
    ser humano a acumular riquezas y lucrar con ellas, como una
    manera de adquirir cada vez más poder y de tratar de
    recuperar el estado de no necesidad total característico
    de la vida prenatal.

    La ética
    puritana protestante preconizaba que el trabajo metódico
    era el deber fundamental de la vida, y que la restricción
    de los gastos (es decir,
    el ahorro) era
    una forma de ascetismo a través de la cual se glorificaba
    a Dios. Esta justificación religiosa del principal
    objetivo del capitalismo, que fue puesta en evidencia y estudiada
    por el notable economista y sociólogo Max Weber
    (1864-1920), muestra
    cómo, para eludir la censura psíquica individual y,
    a la vez, la censura social, el ser humano busca motivaciones
    tranquilizadoras o aplacatorias que le permiten eliminar
    –o, por lo menos, reducir– el sentimiento de
    culpa.

    La delegación del poder individual
    Las personas se suelen agrupar siguiendo intereses
    económicos e ideas políticas que son el resultado
    de factores psicológicos individuales y colectivos. Nacen
    así las empresas
    comerciales, los partidos
    políticos, los sindicatos,
    las entidades religiosas, las sectas y sociedades secretas, los
    lobbies de presión,
    los clubes sociales y deportivos, los ejércitos y hasta
    las naciones, siempre dotados de un carácter
    corporativo.

    Detrás de todas estas agrupaciones actúa
    el poder en forma organizada, que es mucho más que la suma
    del poder de cada una de ellas: es una forma de poder nueva y
    superior, un poder social y colectivo. En él, los poderes
    de cada individuo se apuntalan unos a otros, constituyendo una
    especie de "entramado autosustentado".

    En el caso del líder,
    el dirigente político, el tirano paternalista, etc., el
    individuo se identifica con él como una forma de sentirse
    partícipe del poder que percibe, considera o fantasea que
    el otro tiene. Le adjudica lo que él mismo no puede
    alcanzar ni ejercer, lo que –para él– es su yo
    ideal.

    Se produce así, muchas veces, un "desvío"
    de los objetivos conscientes altamente valorados por el individuo
    hacia objetivos compatibles con sus posibilidades reales y
    concretas, es decir, limitadas. Este desvío es producto
    del hecho de que, en su búsqueda del Poder Absoluto, el
    inconsciente no tiene reparos morales de ningún tipo. En
    consecuencia, puede llegar a aprobar e idealizar transgresiones
    que otros realizan y con las cuales el individuo se identifica,
    aunque su superyó las repruebe.

    Los líderes les dejan explícitamente
    manejar a sus subordinados una fracción determinada del
    poder que poseen. Crean así en ellos la ilusión de
    que esa porción de poder que los subordinados reciben es
    decisiva para el desarrollo o la "supervivencia" de toda la
    estructura de
    poder. De esta manera, quienes en realidad delegan la mayor parte
    de su poder personal en los líderes se sienten
    narcisísticamente dueños de un poder mucho mayor
    del que realmente conservan.

    En general, el individuo común y corriente no
    tiene a quien reclamar ni ante quien protestar; en la
    práctica los responsables no existen y las organizaciones
    son una especie de ente "sin rostro", invulnerables para los
    sojuzgados, salvo para quienes conspiran contra ellas.

    Mi Ppropuesta para un cambio social
    Tal vez haya cierto fatalismo en el planteo de que el ser humano
    necesita ejercer su poder (principalmente a través del
    dinero) para tratar de concretar su fantasía de recuperar
    el estado de no necesidad total, alcanzando la Mukti.
    En mi criterio eso se debe a que el desarrollo del psiquismo es
    finalista. Esto significa que todas sus acciones están
    orientadas hacia un fin último e ineludible, que, por
    supuesto, es la Mukti. Sin embargo, hay posibilidades de cambiar
    esto que parece tan ineludible.
    Por lo pronto, hay que recuperar para el dinero su misión
    originaria y esencial de medio (es decir, de intermediario), que
    hace posible el intercambio de bienes y servicios necesarios para
    la supervivencia del ser humano. Podrá así lograrse
    depurar al dinero de sus aspectos espurios. Pero, para evitar el
    desborde del instinto de poder dirigido hacia la
    acumulación y el enriquecimiento ilimitados, es necesario
    desplazar dicho instinto hacia objetivos de poder más
    aceptables y útiles, tanto para la sociedad como para el
    individuo.

    Creo que la búsqueda y adquisición de
    conocimientos puesta al servicio del "bien común"
    podría tener un papel fundamental en este cambio.
    Adecuadamente estimuladas, reconocidas y dirigidas por la
    sociedad, tales actividades permitirían ejercer
    satisfactoriamente el instinto de poder, acumulando poder en
    forma de méritos, reconocimientos, premios y,
    principalmente, prestigio.

    De esta manera, el uso del dinero y de otras formas de
    poder concreto que dependen de él perdería su
    carácter hipertrofiado y el dinero quedaría
    limitado a su función imprescindible.

    La principal característica del conocimiento (y
    por la que se diferencia esencialmente del dinero) es que se
    puede orientar hacia la satisfacción de necesidades
    altruistas –"espirituales", intelectuales y
    prácticas– tanto de quien lo posee o adquiere como
    de la sociedad, a la que beneficia. Esto es así porque,
    aunque el
    conocimiento, como toda actividad humana, es una
    manifestación del instinto de poder, puede convertirse en
    una sublimación de éste con más facilidad
    que otras manifestaciones, la principal de las cuales es el
    dinero.

    Una primera ventaja del conocimiento
    –insólita, por lo demás–, es que cada
    persona que lo posee puede compartirlo con otros, sin que pierda
    por ello su carga de poder. Es decir, el conocimiento conserva
    las características del instinto de poder pero disminuye
    su intensidad narcisística. Algo semejante es impensable
    en el caso del dinero.

    Además, el conocimiento puede crecer en forma
    exponencial y otorga una sensación de poder cada vez mayor
    a quienes lo poseen, incluso si lo comparten, aunque eso no
    significa en modo alguno que no subsistan las competencias y
    rivalidades inherentes al psiquismo humano.

    Otra ventaja muy importante del conocimiento es que,
    contrariamente a lo que sucede con el dinero, para obtenerlo no
    es necesario despojar a nadie de ese mismo conocimiento,
    precisamente porque se lo puede compartir.

    Es más, cada aporte para incrementar ese
    conocimiento tiende a unir, antes que a distanciar, a quienes
    participan de su búsqueda, tendiendo a formar una especie
    de "equipo universal". Por todo ello, la "adquisición" de
    conocimientos no produciría habitualmente sentimientos de
    culpa ni haría al individuo proclive a generar neurosis de
    poder.

    Esta posibilidad habría sido impensable antes del
    advenimiento de las comunicaciones casi instantáneas
    posibilitadas por Internet.

    Para llevar a la práctica estas ideas se
    debería comenzar por convocar a psicólogos,
    sociólogos, educadores, trabajadores sociales,
    profesionales competentes de cualquier especialidad y personas
    con la cultura y la aptitud necesarias para integrar grupos de
    trabajo dedicados a la formación de "facilitadores"
    adecuadamente guiados.

    Admito que se trataría de una tarea ardua y de
    largo aliento, de una auténtica utopía cuya
    concreción exitosa –si es que puede lograrse
    algún día– quizá demande varias
    generaciones.

    Que esa utopía puede llegar a concretarse lo
    muestra lo sucedido con las ideas fundamentales del
    psicoanálisis. Éstas, después de más
    de un siglo de presentadas por Freud, se han incorporado
    –bien o mal comprendidas y aplicadas– al patrimonio
    cultural de la humanidad y ejercen una considerable influencia
    sobre la civilización actual.

    Todo aquel que actúe siguiendo las pautas que se
    desprenden de mi concepción debería, ante todo,
    tener clara conciencia de que su actuación no está
    necesariamente libre de neurosis de poder y, en particular, de
    neurosis dineraria.

    Posibilidades de desarrollo de mis ideas

    Me atrevería a afirmar que el concepto de "ciclos
    prenatales de necesidad y no necesidad", que estoy
    continúo desarrollando, permitirá explicar
    quizás el origen de la esquizofrenia y
    de otras enfermedades mentales, dentro del marco de una nueva
    disciplina a
    la que llamo "biopsicología prenatal", dedicada a estudiar
    el psiquismo a partir de sus raíces biológicas
    prenatales.

    A partir de mis ideas se pueden estudiar las tendencias
    del ser humano basadas en los afectos, y así comprender el
    motivo de actos que parecen tan "normales" que no merecen mayor
    atención.

    Aplicando mis ideas a la economía, me planteo
    crear una nueva disciplina que llamo "psiconomía", la cual
    se ocuparía de analizar y profundizar los mecanismos
    psíquicos relacionados con el poder y el dinero en el
    nivel tanto individual como colectivo, es decir, en sus
    manifestaciones y aplicaciones al psiquismo de cada ser humano y
    simultáneamente a la realidad económica, social y
    política.

    El estudio de la psiconomía implica ahondar en la
    idea, que ya expliqué y desarrollé someramente, de
    que existe cierto paralelismo entre la psicogenia y la
    sociogenia, en el sentido de que ésta remeda a
    aquélla, es decir, que la realidad económica y
    social imita a la realidad psíquica, o –como se
    podría decir– que la "socionomía"
    (economía más sociología) reproduce la
    "psiconomía."
    Alberto Chab Tarab
    Miñones 2060 (CP 1428) Cap.
    Tel. (5411) 4787-0776
    Fax (5411)
    4783-4194
    E-mail: albertochab[arroba]sinectis.com.ar
    albertochab[arroba]hotmail.com
    Página
    Web: webs.sinectis.com.ar/albertochab

     
    Curriculum vitae
    del doctor Alberto Chab Tarab
    Alberto Chab Tarab nació en Cuba en 1927 y
    llegó a la Argentina a los
    tres años de edad. Después de recibirse de
    médico en la Universidad de
    Buenos Aires, ingresó, en 1958, en el Instituto de
    Psicoanálisis de la Asociación
    Psicoanalítica Argentina (APA), a la cual se
    incorporó luego, a partir de 1977, como miembro titular,
    actuando como profesor, didacta y supervisor de casos
    clínicos.
    Durante dos períodos fue secretario, y luego presidente,
    de la Mutualidad Psicoanalítica Argentina, cuya
    reestructuración tuvo a su cargo. En 199394 fue miembro de
    la comisión directiva de la APA y posteriormente
    colaboró en la
    organización de varios congresos nacionales,
    latinoamericanos e internacionales de psicoanálisis, estos
    últimos organizados por la International Psychoanalytical
    Association (IPA). En la APA dictó diversos cursos y
    seminarios sobre teoría psicoanalítica, procesos
    grupales y familiares, así como sobre enfermedades
    psicosomáticas.
    Fundó y dirigió varios servicios hospitalarios de
    psicoterapia y diversas instituciones,
    entre ellas el Instituto de Análisis Motivacional, la Sociedad
    Argentina de Psicodrama, el Centro de Investigación en
    Medicina
    Psicosomática y el Instituto de Terapéutica
    Psicosomática. En la actualidad ejerce el
    psicoanálisis como terapeuta individual, grupal, familiar
    y para empresas, dicta cursos y conferencias y,
    simultáneamente, realiza tareas de
    investigación.
    Categoría: Educación, cultura y
    sociedad
    Palabras clave: Psicoanálisis, Dinero, Poder,
    Economía.
    Moneda, Riqueza, Instinto, Freud, Sociedad.

     

     

    Autor:

    Alberto Chab Tarab

    Miñones 2060 (CP 1428) Cap.
    Tel. (5411) 4787-0776
    Fax (5411) 4783-4194

    Nota al lector: es posible que esta página no contenga todos los componentes del trabajo original (pies de página, avanzadas formulas matemáticas, esquemas o tablas complejas, etc.). Recuerde que para ver el trabajo en su versión original completa, puede descargarlo desde el menú superior.

    Todos los documentos disponibles en este sitio expresan los puntos de vista de sus respectivos autores y no de Monografias.com. El objetivo de Monografias.com es poner el conocimiento a disposición de toda su comunidad. Queda bajo la responsabilidad de cada lector el eventual uso que se le de a esta información. Asimismo, es obligatoria la cita del autor del contenido y de Monografias.com como fuentes de información.

    Categorias
    Newsletter