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Inmigración a la Argentina



    1. En
      testimonios
    2. En memorias
    3. En
      biografías
    4. En novelas
    5. En cuentos
    6. En
      poesías
    7. En teatro
    8. En cine
    9. Notas

    En esta monografía
    me refiero a algunos de los inmigrantes y exiliados franceses
    –reales o de ficción- que llegaron a la Argentina. Ellos
    fueron evocados en testimonios, memorias,
    biografías, obras literarias y
    películas.

    Llegaron franceses. Fueron arquitectos, ingenieros,
    pintores, fotógrafos,
    cantantes, profesores. "Pioneros de Esquel, viñateros en
    Cuyo, ganaderos en La Pampa y en Azul, fundadores de ingenios en
    Tucumán, molineros en Córdoba y Santiago del
    Estero, productores de yerba mate en Misiones. Agricultores en
    Entre Ríos, en Santa Fe y en Pigüe. Criaron ganado
    vacuno y ovejas, plantaron cereales, trigo, maíz,
    legumbres, árboles
    frutales y vid. Cultivaron el suelo, sirvieron
    a la Patria y agrandaron nuestro patrimonio
    espiritual" (1).

    Así se los recuerda en testimonios, memorias,
    biografías, obras literarias y
    películas.

    En
    testimonios

    En 1857, el bayonés Carlos Sourigues escribe en
    la Colonia San José, en Entre Ríos, una carta al General
    Urquiza, en la que le informa: "Los colonos llegaron ayer a este
    punto: todo están en tierra y se
    ocupan en hacer sus ranchitos para esperar los primeros
    días; mientras concluyo de distribuir el terreno les he
    hablado. Venían algo desanimados por lo que habían
    visto en el Ibicuy pero cuando vieron las tierras que iban a
    poseer se llenaron de alegría; están muy conformes;
    los he hallado pacientes. La mayor parte de las familias son
    buenas; hay algunas medio regulares pero en general los hombres
    son buenos y robustos. Es entre las mujeres que se encuentran
    algunas viejas que poco podrán trabajar si no es en el
    hogar doméstico. Según me han informado deben estar
    en camino y tal vez han llegado a Buenos Aires otro
    número igual de familias y creo que si deben hacer parte
    de la colonia se debería evitar que fuesen al Ibicuy; a
    más, los colonos que están aquí me han dicho
    que creen que el señor Don Martín Schafter que es
    el que los ha conducido desde Europa hasta el
    Ibicuy va a venir aquí como Director de la colonia; me han
    hecho presente que dicho Señor los había tratado
    muy mal y que no podían conformarse con estar nuevmente
    bajo sus órdenes. Esto es una queja general que he tratado
    de aquietar. (…) Estoy en medio de una Babilonia, pero hasta
    ahora todo va muy bien, personas y pacientes; creo en el buen
    éxito
    de la colonia por la cual haré todo empeño y para
    que marche todo bien creo preciso que el Sr. Marty se ponga a la
    cabeza; es inteligente en la materia y
    querido de los colonos; él está aquí; pero
    me ha dicho que no sabe como no tiene instrucciones ninguna ni yo
    tampoco a ese respecto, desearía que Ud. me dijese lo que
    crea conveniente" (2).

    El francés Alejo Peyret, Director de la Colonia
    San José, sostiene que para fundarla "Se ha aceptado
    apresuradamente todo cuanto se ha presentado, con la única
    condición de ser católico. Se han hecho adelantos
    de ingentes cantidades a familias desprovistas de todo, y que
    presentan muy pocas garantías de reembolso. Por decirlo,
    se ha gastado mucho dinero sin
    necesidad. Digámoslo de pasada. Es imposible que una
    familia a
    quien se han adelantado todo los gastos de viaje,
    en término medio 500 pesos, la cual por consiguiente tiene
    que recibir aquí los demás adelantos en terreno,
    animales,
    nutrición,
    etc., es decir 500 pesos más, es imposible que esta
    familia abone
    estas cantidades en las condiciones y al interés
    del 18% y en el término de cinco años, que ha
    estipulado el agente de S.E. (…) Suponiendo igual capacidad
    para el trabajo un
    colono protestante debe ser preferido al católico. El
    católico (yo mismo he nacido católico, pro en el
    Siglo XIX ya no merecen consideración alguna las distintas
    religiones)
    necesita llevar consigo todo un culto, un sacerdote, una iglesia. Si es
    sincero, si es ferviente y no tiene todo aquello consigo o muy
    cerca, necesariamente su conciencia debe
    sufrir mucho. Pero en una colonia naciente, que no tendrá
    a principio sino algunas pobres familias, ¿cómo
    mantener un culto tan costoso? ¿Cómo pagar un
    sacerdote? ¿Cómo comprar los objetos sagrados?
    ¿Cómo edificar una iglesia cuando
    uno no tiene qué comer? Al contrario, el protestante lleva
    su libro, la
    Biblia, y basta con eso. Póngasele en un desierto, en
    medio de una selva, él leerá cada noche un trozo a
    su familia, y ya está hecha la instrucción
    religiosa. Cualquier jefe de familia es sacerdote y cualquier
    casa es un templo. Es menester confesar que bajo este aspecto, la
    religión
    protestante es más cómoda y menos
    costosa" (3).

    Pablo Lantelme, piamontés afincado en la misma
    colonia, sostenía: "Los feligreses de la Iglesia de la
    Colonia, como los de Colón, son: o franceses, o italianos,
    o suizos, o alemanes con algunos españoles. Todos
    entienden el castellano y lo
    hablan tan bien que mal; sin embargo, en la Capellanía
    (San José), siempre se predica en lengua
    francesa y en Colón siempre se ha predicado en lengua del
    país. Desde ya, predicar en lengua francesa no deja de ser
    una anomalía, como lo voy a demostrar y probar. (…) Para
    el bien general, creo y afirmo que es necesario que la
    predicación de la Divina Palabra se haga en lengua
    castellana, o por lo menos, que se predique dos domingos seguidos
    en castellano y uno
    en francés, para no cortar de un solo golpe el sistema abusivo.
    Los Capellanes (de San José) siendo franceses y poco
    acostumbrados a hablar en lengua castellana, no faltarán
    de alegar mil pretextos contrarios a lo que acabo de probar"
    (4).

    El pintor Fernando Fader nace "en Burdeos, Francia, en la
    casa de su abuelo materno, Pedro Adolfo Bonneval, en la calle
    Nauville 10, el once de abril de 1882". Ignacio Gutiérrez
    Zaldívar escribe: "Fernando Fader en un reportaje que le
    realizara el recordado José León Pagano en la
    década del 20, manifiesta que es "mendocino", pese a que
    había nacido en Francia y en
    todos sus documentos y
    partida de casamiento, figura como nacido en Buenos Aires.
    Conoce Mendoza cuando contaba cuatro años y pese a vivir
    tan sólo doce años en Mendoza, su amor y
    cariño hacia la provincia le hacen manifestar que
    él es mendocino" (5).

    A los 101 años, María Trepicchio de Danna
    recuerda: "Ah, la Primera Guerra se
    sufrió mucho porque todos los inmigrantes tenían a
    sus familiares en Europa". La ayuda
    a los damnificados no se hizo esperar: "Con el Círculo de
    Damas Francesas tejí para los soldados partidarios de De
    Gaulle". Cuando la guerra llega a
    su fin, también en la Argentina festejan: "la paz se
    celebró con locura, en casa entonamos La Marsellesa aquel
    día, con la bandera desplegada en el living"
    (6).

    Margarita Marc de Soto es hija de franceses afincados en
    Alberdi. Acerca de ella escribe Carolina Muzi: "La cocina fue una
    constante en su vida y las perdices en escabeche, una de las
    especialidades más celebradas por familiares y amigos.
    Pero Margarita no sólo las cocinaba: también las
    cazaba" (7).

    En Villa General Belgrano, Còrdoba, vive Pierre
    Cottereau. En una carta fechada en
    1997, manifestó: "si bien soy extranjero, no soy un
    inmigrante. Lleguè a este paìs en calidad de
    turista para conocer a unos familiares emigrados en 1889, entre
    ellos mi abuelo materno que retornò a Francia en 1900 y
    que no he conocido. Me quedè por pura casualidad, el haber
    encontrado un trabajo provisorio que me lanzò hasta
    independizarme; llegaba con el bagaje de òptico
    tècnico industrial" (8).

    En 1999, los alumnos del Liceo Franco Argentino Jean
    Mermoz "exhibieron sus investigaciones
    sbre la vida del piloto Jean Mermoz, que prestó su nombre
    a la escuela". Daniel
    Fédou, rector general de la institución,
    expresó: "Fue una buena iniciativa porque los chicos no
    conocen demasiado a Mermoz, un hombre muy
    importante para la relación entre los europeos y los
    americanos. Abrió numerosas rutas aéreas en
    América
    del Sur, que llegaron, incluso, hasta Río Gallegos"
    (9).

    En
    memorias

    Amadeo Jacques nació en París en 1813 y
    falleció en Buenos Aires en 1865. "En Francia,
    estudió en el Liceo de Borbón y en la Escuela Normal de
    París; dictó clases en Amiens y Versalles y, a los
    24 años, obtuvo el doctorado en Letras en La Sorbona. Poco
    después se graduó como Licenciado en Ciencias
    Naturales en la Universidad de
    París. Luego de ejercer la docencia en otras instituciones
    francesas, en 1852 se trasladó a Montevideo, Uruguay, y
    más tarde se estableció en Entre Ríos, donde
    se dedicó a la daguerrotipia y a la agrimensura. En 1858
    fue nombrado director del Colegio de San Miguel de
    Tucumán, donde desarrolló una obra renovadora de
    los sistemas
    pedagógicos. En 1860 se dedicó al periodismo,
    publicando proyectos de
    reglamentos sobre instrucción pública en diarios de
    la provincia de Tucumán. Por ofrecimiento del
    vicepresidente de la República, Marcos Paz, fue director
    y, años más tarde, rector del Colegio Nacional de
    Buenos Aires. En esa función
    transformó la enseñanza, introduciendo las nuevas ideas
    cientificistas que provenían de Europa y planeó
    la
    educación primaria, secundaria y universitaria. Fue un
    renovador de la enseñanza en la Argentina" (10).

    Miguel Canè nos ha dejado en Juvenilia (11)
    testimonio de su admiración por Jacques. A las figuras del
    grotesco enfermero italiano y los temibles quinteros vascos,
    contrapone la grandiosidad del profesor, sìmbolo de la
    inmigraciòn anhelada por los hombres del 80. Destaca su
    loable acciòn académica: "El estado de
    los estudios en el Colegio era deplorable, hasta que tomó
    su dirección el hombre
    más sabio gue hasta el dia haya pisado tierra
    argentina. Sin documentos a la
    vista para rehacer su biografia de una manera exacta, me veo
    forzado a acudir simplemente a mis recuerdos, que, por otra
    parte, bastan a mi objeto. Amedèe Jacques
    pertenecìa a la generaciòn que al llegar a la
    juventud
    encontrò a la Francia en plena reacciòn
    filosòfica, cientìfica y literaria. La
    filosofía se había renovado bajo el espíritu
    liberal del siglo, que, dando acogida imparcial a todos los
    sistemas, al lado
    del cartesianismo estudiaba a Bacon, a Espinosa; a Hobbes,
    Gassendi y Condillac, como a Leibnitz y a Hegel, a Kant y a Fichte,
    como a Reid y Dugal-Stewart".

    "De ahí había nacido el eclecticismo
    ilustrado por Cousin, sistema cuya
    vaguedad misma, cuya falta de doctrina fundamental,
    respondía maravillosamente a las vacilaciones
    intelectuales de la época. Jouffroy había abierto
    un surco profundo con sus estudios sobre el destino humano,
    algunas de cuyas páginas están impregnadas de un
    sentimiento de desesperanza, de una desolación más
    profunda, alta y sincera que las paradojas de Schopenhauer o los
    sistemas fríamente construidos de Hartmann. Maine de Biran
    dejaba aquellas observaciones sobre nuestra naturaleza
    moral, que
    admirarán siempre como los grandes caracteres de Shakespeare.
    Villemain hacía cuadros inimitables de estilo y
    erudición; Guizot enseñaba la historia que Thiers
    escribía; la pléyade hacia versos, dramas y
    novelas;
    Delacroix, Scheffer y Gérome, pintura;
    Clésinger y Pradier, estatuaria; Lamartine, Berryer,
    Thiers, etcétera, discursos;
    Rossini, Méyerbeer, Halévy, música, y Arago,
    Ampere, Gay-Lussac, C. Bernard, Chevreuil, daban, a la ciencia
    vida, movimiento y
    alas. Amédée Jacques habíá crecido
    bajo esa atmósfera
    intelectual, y la curiosidad de su espíritu le llevaba al
    enciclopedismo. A los treinta y cinco años era profesor de
    filosofía en la Escuela Normal y había escrito,
    bajo el molde ecléctico, la psicología más
    admirable que se haya publicado en Europa. El estilo es claro,
    vigoroso, de una marcha viva y elegante; el pensamiento
    sereno, Ia lógica
    inflexible y el método
    perfecto. Hay en ese manual, que corre
    en todas las manos de los estudiantes, páginas de una
    belleza literaria de primer orden, y aún hoy, quince
    años después de haberlo leído, recuerdo con
    emoción los capítulos sobre el método y
    la asociación de ideas".

    "Al mismo tiempo, el joven
    profesor se ocupaba en las ediciones de las obras
    filosóficas de Fenelón, Clarke, etcétera,
    únicas que hoy tienen curso en el mundo
    científico".

    "Pero Jacques no era uno de esos espíritus frios,
    estériles para la acción, que viven metidos en la
    especulación pura, sin prestar oído a los
    ruidos del mundo y sin apartar su pensamiento
    del problema, como Kant, en su cueva
    de Koenigsberg, levantando un momento la cabeza para ver la
    caída de la Bastilla, y volviéndola a hundir en la
    profundidad de sus meditacioncs, como el fakir hindú que,
    perdido en la contemplación de Brahma y susurrando su
    eterno e inefable monosílabo, ignora si son los
    tártaros o los mongoles, Tamerlán o Clive, los que
    pasan como un huracán sobre las llanuras regadas por el
    río sagrado Jacques era un hombre y
    tenía una patria que amaba; quería que; como el
    espíritu individual se emancipa por la ciencia y el
    estudio, el espíritu colectivo de la Francia se emancipara
    por la libertad.
    Hasta el último momento, al frente de su revista La
    libertad de
    pensar, como al pie de la última bandera que flamea en el
    combate, luchó con un coraje sin igual".

    "El 2 de diciembre, como a Tocquevillc, como a Quinet,
    como a Hugo, lo arrojó al extranjero, pobre, con el alma
    herida de muerte y con
    la visión horrible de su porvenir abismado para siempre en
    aquella bacanal".

    Evoca el exilio del francés: "Tomó el
    camino del destierro y llegó a Montevideo, desconocido y
    sin ningún recurso mecánico de profesión; lo
    sabía todo, pero le faltaba un diploma de abogado o de
    médico para poder
    subsistir".

    "Abrió una clase libre de física experimental,
    dándole el atractivo del fenómeno producido en el
    acto; aquello llamó un momento la atención".

    "Pero se necesitaba un gabinete de física completo, y
    los instrumentos eran caros".

    "Jacques los reemplazaba con una exposición
    luminosa y por trazados gráficos; fue inútil. La gente que
    allí iba quería ver la bala caer al mismo tiempo que la
    pluma en el aparato de Hood, sentir en sus manos la corriente de
    una pila, hacer sonar los instrumentos acústicos y
    deleitarse en los cambiantes del espectro, sin importarle un
    ápice la causa de los fenómenos. Dejaban la
    razón en casa y sólo llevaban ojos y oídos a
    la conferencia".

    "Un momento Jacques fue retratista, uniéndose a
    Masoni, un pariente político mío, de cuyos labios
    tengo estos detalles. Florecía entonces la daguerrotipia,
    que, con razón, pasaba por una maravilla. Fue en ese
    época que llegó, en un diario europeo, una noticia
    muy sucinta sobre la fotografia, que Niepce acababa de inventar,
    siguiendo indicaciones de Talbot. Jacques se puso a la obra
    inmediatamente, y al cabo de un mes de tanteos, pruebas y
    ensayos,
    Masoni, que dirigía el aparato como más
    práctico, lleno de júbilo mostró a Jacques,
    que servía de objetivo, sus
    propios cuellos blancos, única imagen que la
    luz caprichosa
    había dejado en el papel. Pero ni
    la fotografía, que más tarde
    perfeccionaron, ni la daguerrotipia, que lc cedía el paso,
    como el telégrafo de señales al de electricidad,
    daban medios de
    vivir".

    "Jacques se dirigió a la República
    Argentina, se hundió en el interior, casóse en
    Santiago del Estero, emprendió veinte oficios diferentes,
    llegando hasta fabricar pan, y por fin tuvo el Colegio Nacional
    de Tucuman el honor de contarlo entre sus profesores. Fueron sus
    discípulos los doctores Gallo, Uriburu, Nougués y
    tantos otros hombres distinguidos hoy, que han conservado por
    él una veneración profunda, como todos los que
    hemos gozado de la luz de su
    espíritu".

    "Llamado a Buenos Aires por el Gobierno del
    General Mitre, tomó la dirección de los estudios en el Colegio
    Nacional, al mismo tiempo que dictaba una cátedra de
    física en la Universidad. Su
    influencia se hizo sentir inmediatamente entre nosotros.
    Formuló un programa completo
    de bachillerato en ciencias y
    letras, defectuoso tal vez en un solo punto: su demasiada
    extensión. Pero M. Jacques, habituado a los estudios
    fuertes, sostenía que la inteligencia
    de los jóvenes argentinos es más viva que entre los
    franceses de la misma edad y que por consiguiente podíamos
    aprender con menor esfuerzo".

    "Era exigente, porque él mismo no se economizaba;
    rara vez faltó a sus clases y muchas, como diré
    más adelante, tomó sobre sus hombros robustos la
    tarea de los demás".

    "Mis recuerdos, vivos y claros, en todo lo que al
    maestro querido se refiere, me lo representan con su estatura
    elevada, su gran corpulencia, su andar lento, un tanto
    descuidado, su eterno traje negro y aquellos amplios y enormes
    cuellos abiertos, rodeando un vigoroso pescuezo de
    gladiador".

    "La cabeza era soberbia; grande, blanca, luminosa, de
    rasgos acentuados. La calvicie le tomaba casi todo el
    cráneo, que se unía, en una curva severa y
    perfecta, con la frente ancha y espaciosa, surcada de arrugas
    profundas y descansando como sobre dos arcadas poderosas, en las
    cejas tupidas que sombreaban los ojos hundidos y claros, de mirar
    un tanto duro y de una intensidad insostenible; la nariz casi
    recta, pero ligeramente abultada en la extremidad, era de aquel
    corte enérgico que denota inconmovible fuerza de
    voluntad".

    "En la boca, de labios correctos, había algo de
    sensualismo; no usaba más que una ligera patilla que se
    unia bajo la barba acentuada y fuerte, como las que se ven en
    algunas viejas medallas romanas".

    "M. Jacques era áspero, duro de carácter,
    de una irascibilidad nerviosa, que se traducía en
    acción con la rapidez del rayo, que no daba tiempo a la
    razón para ejercer su influencia moderadora. "No puedo con
    mi temperamento", decía él mismo, y más de
    una amargura de su vida provino de sus arrebatos irreflexivos. No
    conseguía detener su mano, y entre todos los profesores
    fue el unico al que admitíamos usara hacia nosotros gestos
    demasiado expresivos. Un profesor se había permitido un
    día dar un bofetón a uno de nosotros, a Julio
    Landivar, si mal no recuerdo, y éste lo tendió a lo
    largo de un puñetazo de la familia de
    aquel con que Maubreil obsequió a M. de Talleyrand; otra
    vez desmayamos de un tinterazo en la frente a otro magister que
    creyó agradable aplicarnos el antiguo precepto escolar;
    pero jamás nadie tuvo la idea sacrílega de
    rebelarse contra Jacques. Bajo el golpe inmediato solíamos
    protestar, arriesgando algunas ideas sobre nuestro carácter
    de hombres libres, etcétera. Pero una vez pasado el
    chubasco, nos decíamos unos a otros, los maltratados, para
    levantarnos un poco el ánimo. ‘Si no fuera
    Jacques!’… ;Pero era Jacques!".

    Alfredo Cossón nació en París en
    1820 y falleció en Buenos Aires en 1881. "Tras residir en
    Bolivia,
    llegó a la Argentina en 1854, con una máquina de
    daguerrotipo (primer proceso
    fotográfico de aplicación comercial). Vivió
    en Salta, Tucumán y Buenos Aires y dictó cursos de
    Historia y
    Geografía
    en el Colegio Nacional de Tucumán, que dirigía
    Amadeo Jacques. El 5 de octubre de 1871, el presidente Domingo F.
    Sarmiento lo designó miembro de la Comisión
    Nacional de Escuelas y participó activamente en el
    desarrollo de
    los planes de reforma educacional. Su Curso completo de Geografía fisica,
    politica e histórica de la República Argentina se
    convirtió en libro de
    texto
    obligatorio en los colegios. Precursor de la fotografía
    en el país, Cossón fue pionero del uso del
    daguerrotipo en Salta, técnica que había aprendido
    con Amadeo Jacques. Fue, además, rector del Colegio
    Nacional de Buenos Aires durante 16 años" (12).

    Cané relata el recuerdo que un
    condiscípulo tiene de Cosson: "No hace mucho tiempo, al
    entrar en una oficina
    secundaria de la
    administración nacional, vi a un humilde escribiente
    cuyo cabello empezaba a encanecer, gravemente ocupado en trazar
    rayas equidistantes en un pliego de papel. Como
    tuve que esperar, pude observarle. Cada vez que concluía
    una línea dejaba la regla a un lado, sujetándola
    para que no rodara, con un pan de goma; levantaba la pluma, e
    inclinando la cabeza como el pintor que después de un
    golpe de pincel se aleja para ver el efecto, sonreía con
    satisfacción. Luego, como fascinado por el paralelismo de
    sus rayas, tomaba de nuevo la regla, la pasaba por la manga de
    una levita raída, cuyo tejido osteológico
    recibía con agrado ese apunte de negrura, la colocaba
    sobre el papel y con una presión de
    mano, serena e igual, trazaba una nueva paralela con
    idéntico éxito.
    Ese hombre, allá en los años de colegio, me
    había un día asombrado por la precisión de
    claridad con que expuso, tiza en mano, el binomio de Newton.
    Había repetido tantas veces su explicación a los
    compañeros más débiles en matemáticas que al fin perdió su
    nombre para no responder sino al apodo de ‘Binomio’.
    Le contemplé un momento, hasta que levantando e su vez le
    cabeza, naturalmente después de una paralela
    ‘réussie’, me reconoció. Se puso de
    pie, en una actitud
    indecisa; no sabía la acogida que recibiría de mi
    parte. Yo había sido nombrado ministro, no sé
    dónde!, !y él!… Me enterneció y
    lancé un: !!Binomio!! abriendo los brazos, que
    habría contentado a Orestes en labios de Pílades.
    Me abrazó de buena gana y nos pusimos a
    charlar".

    "-¿Y qué tal, "Binomio", cómo va la
    vida?".

    "-Bien; estuve,cinco años empleado en la aduana del
    Rosario, tres en la policía, y como mi suegro, con quien
    vivo, se vino a Buenos Aires, busqué aquí un
    empleo y en
    él me encuentro desde que llegamos".

    "-¿Y las matemáticas? ¿Cómo no te
    hiciste ingeniero o algo así? Tú tenías
    disposiciones.."

    "-Sí, pero no sabía historia".

    "-Pero no veo, ‘Binomio’, la necesidad de
    saber si Carlos X de Francia era o no hijo de Carlos IX para
    hacer un plano".

    "-Desengáñate, el que no sabe historia no
    hace camino. Tú eras también bastante fuerte en
    matemáticas; dime, cuantas veces, desde que saliste del
    colegio, has resuelto una ecuación o has pronunciado
    solamente la palabra "coseno"?

    "-Creo que muy pocas, ‘Binomio’
    ".

    "-Y, en cambio
    (¡oh! !yo te he seguido!), en artículos de diario,
    en discursos, en
    polémicas, en libros, creo,
    has hecho flamear la historia. Si hasta una cátedra has
    tenido con sueldo, no es así?"

    "-Si, ‘Binomio’ ".

    "- Con que placer te oigo! ¡Ya nadie me dice
    ‘Binomio’ ! Y, sabes quien tuvo la culpa de que yo no
    supiera historia? Cosson, tu amigo Cosson, quien tenía la
    ocurrencia de enseñarnos la historia en
    francés".

    "-No seas injusto, ‘Binomio’: era para
    hacernos practicar".

    "-Convenido, pero no practica sino el que algo sabe, y
    yo no sabía una palabra de francés. Así, la
    primera vez que me preguntó en clase, se trataba de un rey
    cuyo nombre sirvió mas tarde de apodo a un correntino que
    para decirlo estiraba los labios una vara. Era muy
    difícil".

    "-Ya me acuerdo: Tulius Hostilius".

    "-Eso es:. quise pronunciarlo, la clase se rió,
    creo que con razón, porque, a pesar de habértelo
    oído, no
    me atrevería a repetirlo; yo me enojé, no
    contesté nunca y por consiguiente no estudié
    historia. ¡Animal! Así, mi hijo, que tiene seis
    años, empieza a deletrear un Duruy. No hay como la
    historia, y sino, mira a todos los compañeros que han
    hecho carrera" (13).

    En
    biografías

    "La vida y obra del padre Salvaire es desde hace tiempo
    motivo de estudio de monseñor Dr. Juan Guillermo
    Durán. Apasionado y comprometido con el tema, ha
    emprendido una cuidadosa investigación recurriendo a archivos de
    distinta naturaleza para
    dar cuerpo a dos de los tres volúmenes dedicados a su
    figura". El obispo se refirió en una entrevista a
    la
    personalidad que nos ocupa: "Salvaire llega en octubre en
    1870, año de la fiebre amarilla. Viene destinado por la
    congregación de los padres lazaristas como docente al
    colegio San Luis Rey de Francia, en Buenos Aires, ubicado
    entonces en lo que es hoy Paraguay y
    Libertad, al lado de la Iglesia de las Victorias. Cuenta con 24
    años y recién ordenado ha venido de Francia para
    comenzar sus tareas en el colegio como docente. En 1872, dos
    años después de llegar, cuando el arzobispo de
    Buenos Aires, monseñor León Federico Aneiros, le
    encarga a los padres lazaristas la atención del Santuario, el padre Salvaire
    pasa a Luján hacia fines de ese año. El primer
    párroco de los padres lazaristas es el padre Eusebio
    Fréret; entonces Salvaire ayuda a Fréret en la
    parroquia y comienza a desarrollar su actividad en Luján,
    en el Santuario, con la atención pastoral; repara
    también en la necesidad de restauración del antiguo
    templo de Lezica y Torrezuri, sobre todo la cúpula, y
    comienza a trabajar con el tema del hospital, la posibilidad de
    un colegio y demás. Un año y medio más o
    menos el padre está trabajando en Luján, hasta que
    en diciembre de 1873 recibe una carta del provincial de los
    padres lazaristas donde se le comunica que la congregación
    lo destina al trabajo misionero con los indios en
    Azul".

    "Se forma un primer equipo compuesto por el padre Juan
    Fernando Meister y Salvaire, dos lazaristas que en enero de 1874
    se instalan en Azul para intentar evangelizar la tribu de
    Cipriano Catriel, acantonada desde hace muchos años entre
    Azul y Olavarría, en torno al Cerro
    Negro, en un campo de aproximadamente 60 mil hectáreas que
    había donado a la tribu Juan Manuel de Rosas".

    "Un grupo de
    indios vivía ya en Azul, más inculturados, que eran
    indios de Catriel y de dos caciques menores que son Cachul y
    Mayca, formando una especie de barrio indígena del otro
    lado del arroyo Azul, camino a Tapalqué, en lo que se
    llamó y hasta hoy conserva el nombre de Villa Fidelidad,
    que es un repartimiento de pequeñas chacras que hizo el
    general Escalada".

    "Entonces, los padres tienen en Azul a un grupito de
    indios que viven en Villa Fidelidad -incluso Catriel tiene casa
    en Azul-; así que cerquita de Villa Fidelidad instalan su
    escuelita para niños
    indígenas y la capilla. El padre Salvaire cada 15
    días o a veces todas las semanas, visita los ranchos, los
    toldos del Cerro Negro".

    "Para comprender un poquito estos libros que yo
    he dedicado al padre Salvaire, es necesario tener en cuenta esto.
    El primer libro de la trilogía que voy a dedicar al padre,
    rescatando momentos fundamentales de su vida hasta su muerte, se
    editó en 1998 y lleva por titulo El padre Jorge
    María Salvaire y la familia
    Lazos de Villa Nueva. Un episodio de cautivos en Leubucó y
    Salinas Grandes. Transcurre entre 1866, que es cuando el
    malón toma cautivos a doña Jacinta Rosales de Lazos
    y a sus cinco hijos en Villa Nueva, Córdoba, cerquita de
    Villa María, y son llevados a Leubucó por los
    ranqueles, hasta l875 cuando el padre Salvaire visita las
    tolderías de Namuncurá. El primer tomo es la
    relación entre Salvaire y esta familia, porque Jacinta
    Rosales es liberada con un hijo que tiene en las tolderías
    en 1874 por el padre Donati; ella vuelve a su pueblo, Villa Nueva
    y ahí comienza las gestiones para rescatar a sus cuatro
    hijos, dos mujeres y dos varones. Precisamente, doña
    Jacinta Rosales, sus hijos y el padre Salvaire son recordados en
    un placa colocada en la Basílica, con motivo del
    centenario del padre Salvaire".

    "Doña Jacinta, ayudada por vecinos de Villa Nueva
    viaja a Buenos Aires en busca de fondos para poder rescatar
    a sus hijos, y a través de una persona amiga de
    monseñor Aneiros, el vicentino José María
    Lozano, logra ponerse en comunicación con el padre Salvaire en Azul.
    Y entonces Aneiros le pide a Salvaire si alguno de los dos
    misioneros podría hacer el viaje a Salinas Grandes. Con
    él se podrían cumplir tres objetivos:
    rescatar los hijos de esta mujer y otros
    cautivos, en la medida que hubiese fondos: los indios no
    pedían dinero, sino
    trueque, objetos, por el valor
    equivalente a determinada cantidad de dinero, como
    platería, talabartería, yeguas, vacas, etc. Ese
    sería el primer objetivo por
    el cual se invita a los misioneros a ver si se animan a viajar a
    las tolderías de Namuncurá en Chilhué,
    ubicadas a 750 kilómetros de Azul, entre lo que es hoy la
    ciudad de Macachín y General Acha. Segundo, para que el
    misionero hablara con Namuncurá y lo aconsejara que
    firmara cuanto antes un tratado de paz, porque si no la
    solución armada -que es la que finalmente se llevó
    a cabo-, se iba a precipitar; y tercero, para que
    Namuncurá, como un modo de salvar un poco a la tribu,
    aceptara la presencia de un misionero en señal de
    protección".

    "Cuando llega la carta del
    arzobispo Aneiros, entre los dos misioneros deciden que
    irá Salvaire, que era más joven y hablaba mejor el
    castellano que el padre Meister, que era alemán y apenas
    lo hablaba. Además, Salvaire tenía interés y
    ya había aprendido a expresarse en araucano, así
    que es él quien realiza el viaje".

    "El primer tomo sería la radicación de los
    misioneros en Azul, el comienzo del trabajo con la tribu de
    Catriel y el viaje de octubre de 1875 a Salinas Grandes. El
    valor del
    libro reside además, en que por primera vez se publica su
    diario y apuntes sobre el viaje de Azul a Salinas Grandes. El
    libro está trabajado a partir del archivo del padre
    Salvaire".

    "El segundo tomo se inicia con el regreso del padre a
    Azul en noviembre, después de un viaje de aproximadamente
    23 días, cuando logra traer a tres de los hijos -uno
    había escapado a Bahía Blanca y después se
    reencuentra en Villa Nueva con su madre- y otros seis cautivos
    más. Allí permanece trabajando con los indios de
    Catriel a la espera de que Namuncurá diga sí a la
    invitación del misionero, porque le dijo que lo iba a
    pensar. El segundo tomo se llama En los Toldos de Catriel y
    Railef. La obra misionera del Padre Jorge María Salvaire
    en Azul y Bragado, y es el estudio detallado de los dos
    años de misión del
    padre Salvaire y Meister en Azul y un viaje que hizo Salvaire
    para misionar en los meses de julio, agosto y parte de septiembre
    en Bragado, en la tribu, también acantonada, del cacique
    José María Railef".

    "Ellos, tristemente, tuvieron que dejar la misión de
    Azul en febrero l876 por haberse quedado sin indios: en la
    Navidad de
    diciembre de 1875, Azul es asolado por un malón que llega
    hasta Benito Juárez, Tapalqué, que se llama el
    Malón Grande por su magnitud. Los indios permanecen 12 o
    13 días en la zona del Azul saqueando estancias, quemando
    y tomando cautivos, y Namuncurá logra que Juan José
    Catriel, que es el cacique porque a Cipriano lo asesinaron en
    noviembre del `74, se subleve contra el gobierno -en ese
    momento era presidente Avellaneda y ministro de Defensa Adolfo
    Alsina-, deje Azul con toda la tribu y se vaya al monte pampeano.
    Entonces los misioneros, de pronto se encuentran sin indios ya
    que Juan José Catriel no quiso tampoco que los misioneros
    siguieran a la tribu. Es así como los padres Meister y
    Salvaire en febrero dejan Azul. Salvaire pasa a Luján otra
    vez en 1876, y trae el propósito de cumplir el voto que le
    había hecho a la Virgen cuando su vida corrió
    peligro en las tolderías, en su viaje de octubre,
    noviembre de 1875. Ante un serio peligro de muerte,
    prometió que si la Virgen intercedía por su vida
    escribiría la historia, contribuiría a la
    difusión del culto e intentaría construir un nuevo
    santuario que reemplazaría al de Lezica y Torrezuri.
    Ahí comienza el tercer tomo que estoy tratando de
    construir y que llevaría el titulo El Padre Jorge Maria
    Salvaire en Luján. Cura y capellán del Santuario.
    Ahí reconstruiremos el momento en que escribe la historia
    de la Virgen de Luján que publica en 1884 en dos tomos,
    las gestiones del padre para comenzar la construcción del nuevo santuario, su viaje
    a Europa para lograr la coronación pontificia de la
    Imagen, la
    colocación de la piedra fundamental del Santuario, cuando
    es nombrado párroco hasta su fallecimiento, el 4 de
    febrero de 1899. Serían tres libros que abarcarían
    la vida de Salvaire en la Argentina, desde su llegada, como
    docente, misionero y luego cura y capellán de
    Luján".

    "Yo me propongo estudiar de manera científica su
    vida porque creo que se dan las características fundamentales en su
    personalidad
    sacerdotal como para introducir su causa de beatificación.
    Eso es lo que quiero demostrar, sobre todo en el tercer tomo;
    después habría que ver quién asumiría
    el proceso de
    iniciar la causa. Yo creo que sí. El padre tiene
    suficientes virtudes como para ser considerado santo. Pero todo
    tiene un proceso; primero es necesario que alguien asuma el
    estudio científico y serio de su vida. El perfil de su
    vida sacerdotal y sus virtudes hacen pensar de que vivió
    de tal manera la hondura del Evangelio, su compromiso, su gran
    amor a la
    Virgen. Eso posibilitaría intentar introducir el proceso
    de beatificación, que tiene diversas instancias: primero
    sería aquí en la Argentina y después una
    segunda instancia en Roma. Como
    ejemplo, le comento que una de las causas por las que está
    demorado el proceso de beatificación del cura Brochero es
    porque no había escrito una buena base histórica,
    hubo que rehacer todo. Para evitar eso, he tratado de presentar a
    quienes tienen que estudiar luego el caso, una panorámica
    de la vida de él, demostrando que existen posibilidades"
    (14).

    En
    novelas

    En 1884, en el periòdico Sud Amèrica se
    publica como folletìn La gran aldea Costumbres bonaerenses
    (15), obra que Lucio V. Lòpez dedica a Miguel Canè,
    su "amigo y camarada".

    En esta obra aparecen franceses –tenderos y
    clientas-, vistos desde la perspectiva de un escritor que
    añora un pasado que no volverà. Lòpez
    compara a los tenderos de antaño con los del presente:
    "¡Y què mozos! ¡Què vendedores los de
    las tiendas de entonces! Cuàn lejos estàn los
    tenderos franceses y españoles de hoy de tener la alcurnia
    y los mèritos sociales de aquella juventud
    dorada, hija de la tierra,
    ùltimo vàstago del aristocràtico comercio al
    menudeo de la colonia".

    Recuerda a uno de aquellos tenderos criollos: "Entre los
    prìncipes del mostrador porteño, el màs
    cèlebre, sin disputa, era don Narciso Bringas: gran
    tendero, gran patriota, nacido en el barrio de San Telmo, pero
    adoptado por la calle del Perù como el rey del mostrador.
    No habìa mostrador como el de aquel porteño: todo
    el barrio junto no era capaz de desdoblar una pieza de
    madapolàn y de volverla a doblar como don Narciso; y si la
    piràmide misma le hubiera querido disputar su amor a
    Buenos Aires, a la piràmide misma le habrìa
    disputado ese derecho".

    Describe la estrategia del
    tendero para dirigirse a su clientela: "Don Narciso subìa
    o bajaba el tono segùn la jerarquìa de la
    parroquiana: dominaba toda la escala;
    poseìa toda la preciosidad del lenguaje culto
    de la època y daba el do de pecho con una dama para dar el
    sì con una cocinera".

    "Los tratamientos variaban para èl segùn
    las horas y las personas. Por la mañana se permitìa
    tutear sin pudor a la parda o china criolla
    que volvìa del mercado y entraba
    en su tienda. Si la clienta era hija del paìs, la trataba
    llanamente de hija; hija por arriba e hija por abajo. Si
    èl distinguìa que era vasca, francesa, italiana,
    extranjera, en fin, iniciaba la rebaja, el ùltimo precio, el
    ‘se lo doy por lo que me cuesta’, por el tratamiento
    de madamita. ¡Oh!, ese madamita lanzado entre 7 y 8 de la
    mañana, con algunas cuantas palabras de imitaciòn
    de francès que èl sabìa balbucir, era
    irresistible. Durante el dìa, los tratamientos variaban
    entre hija e hijita, entre tù y usted, entre madamita y
    madama, segùn la edad dela gringa, como èl la
    llamaba cuando la compradora no caìa en sus redes".

    Eugenio Cambaceres era "hijo del químico
    francés Antonino Cambaceres, establecido en el país
    desde 1883 a instancias de Juan Larrea, y nieto del personaje de
    igual nombre que durante la Revolución
    Francesa presidiera la Convención. Una vez en la
    Argentina Antonino Cambaceres invirtió la regular fortuna
    heredada del padre en la compra de campos y pronto se
    transformó en poderoso estanciero".

    La novela En la
    sangre
    "comienza a publicarse en forma de folletín en el
    Sud-América
    el lunes 12 de setiembre de 1887 y continúa apareciendo en
    forma ininterrumpida hasta el viernes 14 de octubre. Ya el
    sábado 15, en la Sección Noticias, se anuncia su
    aparición en un volumen de 300
    páginas impreso en los mismos talleres del diario"
    (16).

    En esa obra, Cambaceres relata: "Existía en la
    calle Reconquista, entre Tucumán y Parque, un llamado
    Café de
    los Tres Billares’, cuya numerosa clientela en gran parte
    era compuesta de hijos de familia, empleados públicos,
    dependientes de comercio y
    estudiantes de la Universidad y de la Facultad de Medicina. Su
    dueño, un bearnés gordo, ronco, gritón, gran
    bebedor de ajenjo, pelado a la mal content e insigne disputador
    de achaques en historia guerrera y de política,
    tenía, leguleyo a medias él mismo, una
    predilección marcada por los últimos. Iba, en su
    profundo amor a la ciencia
    representada para él por el gremio estudiantil, hasta
    hacer crédito
    a sus miembros de la hora de la mesa y del chinois en
    épocas adversas de pobreza"
    (17).

    En Adán Buenosayres, de Leopoldo Marechal, tres
    personajes discuten acerca de la nacionalidad de unos rufianes.
    Un personaje afirma: "¡Esos caften son marselleses! (…) y
    juró que los había visto a montones en las casas
    del ramo, con sus galeritas melón, sus bigotes
    mediterráneos y sus pesadas cadenas de oro". Otro
    personaje sostiene que son polacos, y un tercero, que son
    rumanos. Doña Venus emite un "fallo inapelable", cuando
    dice "De todo hay, como en botica" (18).

    En Frontera Sur, Horacio Vázquez-Rial describe la
    llegada a la Argentina de Carlos Gardel y su madre: "Adormilada
    por el traqueteo del carro y la monotonía del paisaje,
    Berthe recordaba el agua espesa
    del río. Charles dormía, envuelto en una manta no
    muy limpia, encima de la carga informe del
    vehículo". El hijo "era robusto, algo grueso, de piel muy
    blanca y pelo recio, y tenía una voz clara y redonda.
    Seguramente, era menor de lo que parecía" (19).

    Mauro Apicella señala que "Tras la muerte de
    Gardel se conocieron el testamento –hasta entonces guardado
    en una caja de seguridad del
    Banco de
    Boston-, su nombre verdadero, Charles Romuald Gardes, la fecha y
    el lugar de su nacimiento. Con la investigación que de allí se
    desprende se descubre en Toulouse su certificado de bautismo y en
    el Hospital de la Greve su partida de nacimiento"
    (20).

    En
    cuentos

    Godofredo Daireaux es el autor de "Matufia", cuento en el
    que aparece un personaje francés: "Después del
    confortable almuerzo, se fue don Narciso a siestear, y se
    sentaron a la sombra de los preciosos aromas que rodeaban la
    estancia de don Carlos Gutiérrez, hacendado de la
    vecindad, don Julio Aubert, francés acriollado y mayordomo
    de una gran estancia vecina y un vasco, ovejero rico de por
    allá, que llegado a comprar carneros, a la hora de
    almorzar, había sido convidado por el dueño de
    casa" (21).

    "La escalinata de mármol (1852)" es uno de los
    cuentos de
    Misteriosa Buenos Aires, de Manuel Mujica Láinez. Lo
    protagoniza Monsieur Benoit, de quien se dice que era en realidad
    Luis XVII. En sus postreros instantes, el francés recuerda
    su vida: "¿Cuánto dibujó!
    ¡Cuántos planos nacieron bajo sus dedos
    hábiles! Desde que llegó a la Argentina, en 1818,
    no cesó de dibujar. Dibujó flores y animales
    extraños para el naturalista Bonpland; dibujó
    bellas fachadas para el Departamento Topográfico:
    edificios neoclásicos con frontones y columnatas, proyectos de
    canales, de muelles, de puentes, un mundo fantástico
    surgió de su pluma finísima, en la trabazón
    aérea de las cúpulas, de las torres, de los arcos.
    Antes, en Francia, había sido marino. Sirvió en las
    cañoneras del Emperador y en las goletas del Rey. Antes
    estuvo en muchas partes, en las Antillas, en Oriente, en Inglaterra, en
    Calais… Antes… antes había una terrible enfermedad,
    dolores agudos, una neblina que le sofocaba… Por más que
    se afanara en despejar las sombras que envolvían a su
    infancia, nada
    conseguía ver. Sin duda aquella enfermedad esfumó
    su memoria. Lo
    único que como un solitario peñón
    emergía en mitad del lago negro, era la escalinata de
    mármol" (22).

    En "El piola", Adolfo Pérez Zelaschi presenta a
    un individuo que se quiere hacer pasar por francés:
    "Monsieur Gastón lo esperaba en un barcito cercano, donde
    la mayoría de los clientes se
    ocupaban más o menos de lo mismo, en mayor o menor
    escala, muchos
    de ellos como simples comisionistas de ignotos monarcas del
    mercado negro que
    operaban desde lejos, más allá del bien y del mal.
    Otros parecían trabajar por su cuenta, como este
    indescifrable Gastón, que se hacía pasar por
    francés acentuando algunas oes, pero que quizás era
    griego, o persa, o portugués. Vestía siempre
    anónimos trajes grises y usaba un eterno bastón, a
    tal punto que los iniciados lo llamaban también Monsieur
    Bastón. Según era fama, a veces lo había
    manejado con destreza en el azaroso curso de su actividad"
    (23).

    El ingeniero civil Alfredo Ebelot nació en Saint
    Saudens en 1837 y falleció en Toulouse en 1929.
    "Secretario de redacción de la Revue des Deux Mondes,
    publicación francesa dedicada a Europa y América,
    se radicó en Buenos Aires en 1871. En 1875 dirigió
    la construcción de la llamada ‘zanja de
    Alsina’, pensada por el ministro Adolfo Alsina para
    contener a los malones indígenas. Posteriormente
    acompañó al general Julio A. Roca en la Conquista
    del Desierto" (24).

    Ebelot es el protagonista de "El francés de la
    zanja", cuento de
    María del Carmen García, quien escribe: "El
    ingeniero Alfredo Ebelot llegaba con su andar de trancos largos,
    sombrero de fieltro curiendo su rubia y rizada cabellera, botas
    altas y un poncho pampa cubriendo el hombro izquierdo. El
    francés se sumaba con frecuencia a beber unas ginebras y a
    oír y narrar los avatares de un día más en
    ese confín del mundo en América. Lo había
    contratado el ministro Alsina, al que conoció en una cena
    en casa de alguna de las familias distinguidas de Buenos Aires.Su
    conversación franca y sencilla, su prodigiosa
    imaginación y sobre todo su espíritu de aventura,
    convencieron al ministro de Avellaneda de que ése era
    el hombre
    indicado para realizar su absurda cruzada contra el indio: la
    construcción de una gran fosa de cien leguas de
    extensión que detuviera las incursiones de los malones que
    asolaban fortines y pioneros. Partiría desde Bahía
    Blanca y sería completada con la construcción de
    ochenta fortificaciones. Alsina, enfermo y exaltado, deseaba
    sellar con una gran obra sus funciones como
    ministro de guerra" (25).

    En
    poesías

    En su poema "En el día de la recolección
    de los frutos", Alfredo Bufano canta a la inmigración francesa: "Salud, hijos de las Galias
    gloriosas/ que sabéis abrir surcos y leer a Ronsard,/
    hijos de aquella tierra que oyó la voz de Hugo/ y que
    derrama pródiga su vasta claridad./ ¡Salud, hijos del Arco de
    Triunfo, hijos magníficos/ de la sabiduría y de la
    libertad ¡" (26).

    En el tango "Madame
    Ivonne", escribe Enrique Cadícamo: " Era la papusa del
    Barrio Latino/ que supo a los puntos del verso inspirar…/ pero
    fue que un día llegó un argentino/ y a la
    francesita la hizo suspirar.//Madam Ivonne,/ la cruz del sur fue
    como un signo…/ Madam Ivonne,/ fue como el sino de tu
    suerte…/ Alondra gris,/ tu dolor me conmueve;/ tu pena es de
    nieve/ Madame Ivonne" (27).

    César Fernández Moreno es el autor del
    poema "Argentino hasta la muerte", en
    el que se refiere a su condición de descendiente de
    franceses: "a buenos aires la fundaron dos veces/ a mí me
    fundaron dieciséis/ ustedes han visto cuántos
    tatarabuelos tiene uno/ yo acuso siete españoles seis
    criollos y tres franceses/ el partido termina así/
    combinado hispanoargentino 13 franceses 3/ suerte que los
    franceses en principe son franceses/ si no que haría yo
    tan español"
    (28).

    En
    teatro

    En ¡Al campo!, comedia en tres actos de
    Nicolás Granada, aparece una modista francesa de 15
    años. La joven habla castellano con dejos de
    francés, como se podrá observar en estas frases:
    "Pardon, monsieur, pero yo no tieng la culp…", "Merci,
    monsieur… La otr companier viendrá luego a probar los
    vestids de las senioras", "Sí, monsieur, los vestids de
    conciert" (29).

    Armando Discépolo y Rafael José De Rosa
    son los autores de Mustafá. En ese sainete, estrenado en
    1921, don Gaetano destaca el clima amistoso
    del conventillo, en el que viven franceses: "E lo lindo ese que
    en medio de esto batifondo nel conventillo todo ese
    armonía, todo se entiéndano: ruso co japonese;
    francese con tedesco; italiano co africano; gallego co marrueco.
    ¿A qué parte del mondo se entiéndono como
    acá: catalane co españole, andaluce co
    madrileño, napoletano co genovese, romañolo
    co calabrese? A nenguna parte. Este e no paraíso. Ese ne
    jauja. ¡Ne queremo todo!" (30).

    En
    cine

    Aller simple: Tres Historias del Río de la Plata
    se estrenó en video en Buenos
    Aires en 1998, en el cine Cosmos.
    Es una coproducción francoargentina de 1994, de 82 minutos
    de duración, codirigida por los franceses Noel Burch y
    Nadine Fischer y el uruguayo Nelson Scartaccini –a quien
    pertenece la idea original-, presentada por la productora
    Cine-ojo, de
    Marcelo Céspedes y Carmen Guarini.

    Acerca de este film, escribió Diego Lerer: "El
    documental ficción es un registro que
    pocas veces encuentra salida comercial en la Argentina. Es por
    eso que el estreno en video de Aller
    Simple: Tres historias del Río de la Plata, un filme que
    indaga en las peripecias de la inmigración en la Argentina y el Uruguay, es
    motivo de celebración".

    "Aller Simple (Pasaje de ida) elige un peculiar sesgo
    narrativo para adentrarse en esta larga historia. La
    cámara se planta fija en una calle cualquiera de Buenos
    Aires y vemos pasar gente mientras una voz describe la dura
    situación económica que atraviesa el país,
    haciendo pie en el peso de la deuda externa
    sobre cada uno de los argentinos. En un momento, la cámara
    se detiene y quedan tres rostros, elegidos al azar, que nos
    enfrentan. Dos hombres y una mujer. A partir
    de esas caras, la película se adentra en las ficticias
    historias familiares de cada una".

    "Presuponen, los realizadores, que uno es
    francés, el otro italiano y la tercera española. Y
    arman mediante fotografías de época,
    películas históricas del cine argentino (como Pampa
    bárbara y Su mejor alumno) y material documental
    antiquísimo, una suerte de rompecabezas de la
    inmigración en la Argentina en el siglo que va de 1830 a
    1930. Aller simple presenta, una por una, las historias
    familiares. La del francés, que se convirtió en un
    rico integrante de la Sociedad Rural;
    el italiano, que se fue al Uruguay y le costó levantar
    cabeza pese a la solidez económica comparativa de ese
    país respecto del nuestro; y, por último, la
    española, que se integró a la clase media
    cuentapropista poniendo una carnicería".

    "Si bien hay que tener en cuenta que es un material
    francés y no puede dar ningún dato como presupuesto, a la
    película no la favorece su excesivo didactismo y su algo
    arquetípico dibujo del
    trío de historias (reflejando, cada una, una diferente
    clase social y una distinta extracción política).
    Allí donde debería soltar la imaginación que
    ha puesto en la selección
    del material visual, la película prefiere ceñirse
    al tono educativo, casi de material escolar".

    Pero aún así, es un material de alto
    interés, que consigue amalgamar –y esto es su
    mérito más interesante- las pequeñas
    historias con la gran historia, las penurias económicas
    individuales con los grandes eventos sociales
    y políticos de ese siglo. La historia de la familia
    francesa, italiana y española es modificada por acciones como
    la guerra de la Triple Alianza, la Campaña del Desierto,
    la llegada del radicalismo, la gran crisis del 29
    y el golpe militar del ’30".

    "El gran mérito del filme, sin embargo,
    está en conseguir que el espectador se identifique, que
    ‘suspenda la incredulidad’ que propone la
    ficción, cuando en realidad sólo está viendo
    una narración de fotografías y textos
    fílmicos ajenos y jamás accede a los rostros cuyas
    historias se están contando. Acaso, porque la historia (la
    pequeña) se permite jugar con la Historia (la grande) de
    una manera provocadora y, por momentos, ambigua".

    "Aller simple, codirigida por un uruguayo (Nelson
    Scartaccini) y dos franceses (Noel Buch y Nadine Fischer), es una
    presentación de la productora Cine-Ojo, de Marcelo
    Céspedes y Carmen Guarini, los responsables de Jaime de
    Nevares: último viaje y La noche eterna. Y se inscribe en
    la misma búsqueda social que la mayoría de sus
    filmes propone: encontrar las raíces profundas de lo que
    damos, cotidianamente, por supuesto. Así, detrás de
    ese plano de tres rostros que cruzan una tarde cualquiera una
    calle de Buenos Aires, puede esconderse la historia de un
    país" (31).

    Ricardo García Olivieri considera que la
    película "se engalana con un portentoso trabajo de montaje
    a partir de una no menos notable búsqueda de imágenes.
    Entre tantos documentos, no son menos valiosas algunas ficciones
    de la época de oro del cine argentino: así
    Francisco Petrone en Pampa bárbara (se entera con
    desagrado que debe transportar mujeres a la frontera) y Angel
    Magaña en plena batalla de Curupaytí en Su mejor
    alumno. El filme va de sorpresa en sorpresa y salta
    permanentemente de un personaje a otro y de época en
    época. Al final, imágenes
    de la Buenos Aires actual, llena de gente. El narrador dice:
    ‘Y allí están los descendientes, esperando
    que Menem cumpla las
    promesas que llevaron hasta allí a sus antepasados’.
    Y, sí, hacerse la América nunca fue fácil"
    (32).

    …..

    Así vivieron los franceses en la Argentina. En la
    opulencia o en las condiciones más precarias, con
    formación académica o sin ella, se forjaron un
    destino en el país que los recibió.

    Notas

    1. S/F: Para todos los hombres del mundo que quieran
      habitar el suelo
      argentino. Buenos Aires, Clarín.
    2. Sourigues, Carlos: "Los colonos", en Vernaz, Celia
      E.: La Colonia San José. Santa Fe, Ediciones Colmegna,
      1991.
    3. Peyret, Alejo: "Memoria de la
      colonia", en Vernaz.
    4. Lantelme, Pablo: "El idioma en la enseñanza",
      en Vernaz.
    5. Gutiérrez Zaldívar, Ignacio: Fader en
      casa. Buenos Aires, Zurbarán Ediciones,
      2003.
    6. Muzi, Carolina: "El siglo que yo vi", en
      Clarín Viva, 26 de septiembre de 1999.
    7. ibídem
    8. Cottereau, Pierre: Carta enviada a MGR en
      1997.
    9. Beltrán, Mónica: "Un colegio con acento
      francés", enClarín, Buenos Aires, 26 de
      septiembre de 1999.
    10. Varios autores: Enciclopedia Visual de la Argentina.
      Buenos Aires, Clarín, 2002.
    11. Cané, Miguel: Juvenilia. Buenos Aires, CEAL,
      1980.
    12. Varios autores: Enciclopedia Visual de la Argentina.
      Buenos Aires, Clarín, 2002.
    13. Cané, Miguel: op. cit.
    14. S/F: "Para acercarse a la obra de Salvaire",
      en www.elcivismo.com
    15. López, Lucio V.: La gran aldea Costumbres
      bonaerenses. Buenos Aires, CEAL, 1980.
    16. Frugoni de Fritzsche, Teresita: "En la sangre", en
      Cambaceres, Eugenio: En la sangre. Buenos Aires, Plus Ultra,
      1968.
    17. Cambaceres, Eugenio: En la sangre. Buenos Aires, Plus
      Ultra, 1968.
    18. Marechal, Leopoldo: Adán Buenosayres. Buenos
      Aires, Sudamericana, 1984.
    19. Vázquez-Rial, Horacio: Frontera Sur.
      Barcelona, Ediciones B, 1998.
    20. Apicella, Mauro: "La ‘verdad
      histórica’ del Zorzal Criollo", en La Nación, Buenos Aires, 28 de septiembre de
      2003.
    21. Daireaux, Godofredo: "Matufia", en Varios autores:
      Los costumbristas del 900. Buenos Aires, CEAL,
      1980.
    22. Mujica Láinez, Manuel: Misteriosa Buenos
      Aires. Buenos Aires, Sudamericana, 1977.
    23. Pérez Zelaschi, Adolfo: "El piola", en Varios
      autores: El cuento policial. Buenos Aires, CEAL,
      1981.
    24. Varios autores: Enciclopedia Visual de la Argentina.
      Buenos Aires, Clarín, 2002.
    25. García, María del Carmen: Cuentos de
      criollos y de gringos, en colaboración con Fanny Fasola
      Castaño. Buenos Aires, Editorial Vinciguerra,
      1996.
    26. Bufano, Alfredo: "En el día de la
      recolección de los frutos", en Para todos los hombres
      del mundo que quieran habitar el suelo argentino. Buenos Aires,
      Clarín.
    27. Cadícamo, Enrique: "Madame Ivonne", en Varios
      autores: Tangos antología Volumen 2.
      Buenos Aires, CEAL, 1981.
    28. Fernández Moreno, César: "Argentino
      hasta la muerte", en Varios autores: La poesía argentina. Buenos Aires, CEAL,
      1979.
    29. Granada, Nicolás: ¡Al campo!, en Varios
      autores: El teatro
      argentino 3.Afirmación de la escena nativa. Buenos
      Aires, CEAL, 1980.
    30. Discépolo, Armando y De Rosa, Rafael:
      Mustafá, citado en Páez, Jorge: El conventillo.
      Buenos Aires, CEAL, 1970.
    31. Lerer, Diego: "Tres caras de la historia", en
      Clarín, Buenos Aires, 4 de julio de 1998.
    32. García Olivieri, Ricardo: "Un documental de
      excepción", en Clarín, Buenos Aires, 31 de julio
      de 1997.

    Trabajo enviado por

    María González Rouco

    Licenciada en Letras UBA, Periodista profesional
    matriculada

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