Si algo caracteriza al espíritu
juvenil
es la actitud de
pedir razones.
Por ello, quien desarrolla un
espíritu juvenil,
sin importar específicamente la
edad,
busca en su actividad cotidiana
y,
al mismo tiempo a lo largo
de su vida,
motivos para vivir,
razones para entregar la
existencia.
FIDENCIO AGUILAR
VÍQUEZ
El presente análisis tiene como antecedente un
decálogo que elaboré a partir de una serie de
cursos y
conferencias que tuve oportunidad de dictar ante varias instituciones
en el año 1998, cuando iniciaba mis estudios en Ciencias
Políticas y avanzaba en los de
Lingüística y Literatura
Hispánicas.
El decálogo en cuestión surgió tras
observar a universitarios y activistas de diferentes partidos y
organizaciones
juveniles, logrando clasificarse con ello sus actitudes y
pensamientos tanto positivos como negativos, completándose
el proceso de
observación y estudio en la cotidiana
convivencia no sólo con mis discípulos y
condiscípulos, sino con jóvenes de todas las
edades, círculos y niveles económicos, sociales,
académicos e incluso laborales.
De sus actitudes
negativas se hablará más adelante, pero puede
afirmarse desde ahora que, por desgracia, son las mismas que se
han venido arrastrando desde hace varias generaciones
–indiferencia, irresponsabilidad, sumisión al
paternalismo, escape por puertas falsas y rutas aparentemente
fáciles, etc.– y que en la actualidad se han
acumulado hasta derivar en dos grandes vicios: la apatía y
la corrupción.
Sus justificaciones son iguales a las de sus
predecesores: la culpa es del gobierno, de los
yanquis, del TLC, de los
políticos, de los tecnócratas, de la falta de
oportunidades, del dólar, de la crisis…
Después, cuando de tanto repetir estos pretextos terminan
creyéndolos, sus talentos se pierden.
Sin embargo, ya es significativa la cantidad de
jóvenes –bien sea que estudien, trabajen o ambas-
que han dejado a un lado las justificaciones y pretextos para
sacar a relucir la casta y las agallas para enfrentarse con
dignidad a sus problemas
particulares y a los grandes problemas
nacionales.
Claro, por desgracia son muy pocos como para producir el
cambio de
actitud del
pueblo mexicano en su vasta totalidad, pero así como "un
loco hace cien", esperamos que un joven ávido de
superación haga diez, y esos diez hagan cien, y
así, hasta el infinito…
Por otra parte, este trabajo es motivado por el
interesante análisis que hizo el Maestro Fidencio
Aguilar Víquez en la segunda edición del
Boletín Informativo de la Comisión Especial de
Asuntos de la Juventud de la
LVII Legislatura de la H. Cámara de Diputados, y cuyo
título era "Los jóvenes y la cultura
política".
Con esto no se intenta dar una respuesta a tan brillante exposición, sino más bien
continuidad y complemento.
El Maestro Aguilar, en el citado artículo, dice
que los jóvenes se preguntan el por qué de los
fenómenos, específicamente los de índole
política,
encontrando la respuesta en la observación y el estudio de éstos.
Después, explica cómo el ser humano alcanza el
poder y
cómo lo maneja bien o mal, y cómo la conciencia y
sensibilidad que el joven tiene ante esta situación se
convierte en un ideal de remediarla.
El especialista tiene razón en lo que dice: los
jóvenes buscaron las causas, las conocieron y pudieron
definirlas y explicarlas. Gracias a ello, los jóvenes
mexicanos ya saben lo que camina bien y lo que camina mal en este
país; ya conocen las causas de esto, ya saben
cuáles son las piezas que deben enderezarse para que esta
gran nave que es México
recupere norte y vuelva a operar adecuadamente, con apego al
derecho, con transparencia, con respeto a
los valores
democráticos y al principio constitucional de la soberanía popular, con verdadera eficiencia,
eficacia y
efectividad.
Lo que nuestros jóvenes aún no han podido
definir es la estrategia a
seguir–me incluyo, pues es una labor difícil–,
ni tampoco cuáles son los espacios que deben ocupar para
enderezar esas piezas, pues por una parte –y en este caso
no es pretexto– se enfrentan al difícil acceso a las
élites que detentan el poder en
México y,
por otra, a la necesidad de ingresar en ellas para cumplir su
delicada misión. No
obstante, en el sector privado sí se ha valorado su
talento y capacidad, con lo que, desde este reducto, pretenden
mejorar la infraestructura industrial y comercial
existente.
Asimismo, se están aprovechando las cualidades
del joven en el sector académico, enfocándose esto
a la docencia y, con especial énfasis, a la investigación. Tal vez en un futuro no
lejano, desde estos espacios, nuestros jóvenes logren su
objetivo de
acceder al poder político para solucionar los problemas
existentes y mantener o mejorar los esquemas y estrategias que
funcionan bien.
Por eso, es digno de reconocimiento el hecho de que los
jóvenes no están esperando detentar el poder para
cambiar desde su interior hacia el mundo que los rodea; por el
contrario, ya saben cuáles son las actitudes y cualidades
que deben implantar, fomentar, pulir y transmitir en sí
mismos y en sus semejantes, para que llegando a la cumbre,
completen su labor.
Y esos valores a los
que se hace referencia son la base de la nueva cultura de los
jóvenes, misma que repercute positivamente en sus
relaciones familiares, académicas, laborales y sociales en
general.
Si se llega a tiempo, se
trabaja –o estudia– con orden, limpieza y
rapidez, con alegría, con respeto a los jefes,
compañeros y subordinados, sin perder el tiempo ni
hacer perder el tiempo y recursos a
los demás, se producen buenas ganancias. Y entre
más hagamos ganar a nuestros superiores, más
nos llevamos nosotros como recompensa.Si por el contrario, unos hacen como que trabajan y
los otros como que les pagan, ¿los primeros
tendrán cara para exigir una mejoría? El
respeto, el afecto y la confianza se ganan. En un trabajo, la
remuneración, los reconocimientos y los
estímulos, también.Alguna vez alguien dijo "unos hacen como que
trabajan y los otros hacen como que les pagan". Hay que
romper ya con ese círculo vicioso y
absurdo.- El sentido de la responsabilidad. Esto es lo primero que
concientizan los jóvenes y adolescentes que trabajan y/o estudian con el
firme propósito de superarse –repito, me
incluyo– : ¿Cómo van a hacer que el
sistema en
que se desenvuelven funcione bien y dé los resultados
óptimos deseados si nadie se aplica para lograrlo? La
puntualidad, que por cierto al mexicano le falla mucho, el
cumplimiento de las obligaciones con gusto y buena
disposición, el respeto,
la atención, la consideración, la
eficiencia,
la eficacia y la
efectividad son factores que hacen del trabajo o el estudio,
verdaderos sectores productivos.Quizá el más grande y difundido vicio
nacional, la corrupción es, a la vez, nuestra
más grande vergüenza. Los jóvenes lo
saben, por eso ya no practican el "chayotazo", la "mordida",
la "simulación", la "transa", según
sea su profesión u oficio… Les da pena hacerlo. Por
el contrario, evitan caer en estas grandes
tentaciones.Asimismo, evitan la inmoralidad personal
–la poligamia, el adulterio, la paternidad
irresponsable– y la inmoralidad pública
–el derroche, la fanfarronería, la
prepotencia– y son, en cambio,
honrados y transparentes.¿Cuál es la mejor forma de honrar al
padre y a la madre –independientemente de que se sea
cristiano o católico, o no–, a los hermanos, a
los amigos y a la patria? ¡Pues siendo
honrado! - El sentido de la verticalidad. Alguien me dijo alguna
vez que en este mundo no importa si se es bueno o malo, sino
que lo importante era parecer bueno. Grave error de la
humanidad. Por el contrario, no sólo importa aparentar
que se es bueno, sino ante todo, serlo. De nada sirve
trabajar con responsabilidad si al final se es deshonesto.
Y ello se extiende a las demás áreas de la vida
humana.Los jóvenes de estos tiempos saben que tienen
capacidad creativa para iniciar proyectos; lo
que además están haciendo ahora es estudiar,
investigar y desarrollar técnicas para ponerlos en
práctica y ejecutarlos. Un claro ejemplo es esta
Universidad y esta revista:
este esfuerzo académico y editorial inició con
panfletos y folletos, si no es que hasta con
trípticos.Sin embargo, hoy las Universidades son
sólidos bastiones que alcanzan lugares importantes
dentro de la sociedad a
través de sus egresados, pues, éstos ya ocupan
hoy puestos clave en los poderes públicos, la
iniciativa privada y la sociedad
civil organizada ¿Y el esfuerzo editorial? Digno
de imitar y de participar en él. - El sentido del dinamismo y la iniciativa. Todo joven,
por el mero hecho de serlo, tiene ilusiones, proyectos,
sueños y fantasías: quiere crear, inventar,
producir, conquistar… Pero ¿cómo va a
lograrlo si sólo planea y nunca aterriza, nunca
concreta?En esta carrera por ser el primero hay orden y
respeto, y se debe implantar en todos los sectores
productivos. En ella no hay perdedores, porque incluso
quienes no logren un ascenso, siempre tendrán
estímulos y recompensas por dicho esfuerzo.Y si hay alguien que no lo crea, pregúntele a
un buen obrero cuánto le pagan por concepto de
horas extras y por bonos de
puntualidad y eficiencia, aún cuando se trate de un
obrero general.Y si no existen esos estímulos, hay que
implementarlos. Nos corresponde como jóvenes movilizar
este logro, pero hay que hacer que reaccionen aquellos que no
quieren proporcionarlos: los más viejos, los
anquilosados, hay que inyectarles ese espíritu. De lo
contrario, continúa el círculo
vicioso. - El sentido de la competitividad. Ya somos responsables,
verticales, creativos y dinámicos, pero ¿para
qué? Pues para ser los mejores, y en este sentido no
se termina nunca: se estudia en colegios técnicos y
medios, en
instituciones superiores, por correspondencia,
por Internet, se
leen libros y
revistas, se toman cursos,
diplomados y seminarios, se analizan fallas y aciertos, se
intenta erradicar a unos y aprovechar a otros…en
fin.Además, si es libre de elegir sus gustos
musicales, literarios, de esparcimiento, de credo, de
realización personal,
deportiva y ejecutiva, si es capaz de sacarse adelante a
sí mismo, por supuesto que dejará que los suyos
–y todos los demás– sean libres, y
será capaz de sacarlos adelante y enseñarles a
ser independientes.No obstante, se cuidan de caer en el exceso de
libertad,
o sea en el libertinaje. Para lograrlo, basta con no dejar de
ser responsables, verticales, creativos y
dinámicos. - El sentido de independencia. Aquí se habla de
independencia en toda la extensión de
la palabra: en lo ideológico, lo moral, lo
económico, lo cultural… Ello no implica falta de
convicciones, sino por el contrario: si un joven no tiene
dogmas, tampoco tiene temores ni prejuicios, pero si, en
cambio, tiene un pensamiento libre y objetivo,
tiene convicciones firmes y sanas. Esto no relaja su moral,
sino que la fortalece, pues no será fiel a su pareja,
dedicado a su trabajo, atento con sus padres o respetuoso a
sus valores,
por obligación o por miedo, sino por
vocación.Vaya, el feminismo
no es lo mismo que la conciencia de género
con todo lo que engloba: equidad, sino un equivalente del
machismo con todos sus vicios, y eso implica igualdad.
No, la palabra es equidad, o sea, equilibrio.Con el machismo, la consecuencia ha sido la crisis de
la imagen
paterna –y de ello quiero hacer después otro
artículo–, desintegración familiar,
conflictos
sociales, falta de cohesión y unidad nacional,
explosión demográfica alarmante, apatía,
corrupción, etc.Pero afortunadamente, las tres generaciones que
aludí al principio de este apartado, se preocuparon
por difundir entre sus sucesores el respeto a la pareja
–y por consiguiente, a la familia
y a la patria–, el respeto a la mujer
en general y a sí mismos como hombres, la educación sexual y el control de
la natalidad."Entre menos burros, más olotes" dice el
refrán, pero también más orden,
más respeto, más equidad, más
conciencia. - La conciencia
de género. A diferencia de las
generaciones anteriores, las nuestras (60, 70 y 80’s)
sí tomaron conciencia del grave daño que
dejaron en nuestros sentimientos, ideología y economía los machismos y feminismos,
pues tan malo es el hombre
que tiene muchas mujeres, hijos regados y
desobligación –válgame el
término–, como las mujeres que tienen parejas
ocasionales o varias parejas y que no cuidan su salud y su imagen.Con ello se acabarán la violencia,
el crimen y el robo, con lo que tendrán que acabar los
castigos, las multas, los malos tratos y la vergüenza…
Con ello, entonces, la justicia
jurídica y social sí podrán ser una
realidad, dándole a cada quién lo que en verdad
merece. - El sentido de la justicia.
Y aquí no vamos a profundizar más: el joven es
responsable, vertical, creativo, competitivo, independiente y
consciente para ayudar a los demás a serlo y a ser
tolerantes, pacientes y ecuánimes.No es una seguridad
absoluta que nuestros sucesores aprendan de la experiencia de
los hombres y mujeres de hoy, pero no será por falta
de disposición por parte nuestra: el objetivo es
fomentar, desarrollar y perfeccionar las capacidades humanas.
Dice un refrán que nadie escarmienta en cabeza ajena,
y es cierto. Pero ojalá y ellos caigan en blandito o,
cuando menos, cuando caigan lleven el casco puesto y se
dañen menos. Ese casco, esa blandura, es la
conciencia. - El sentido de la evolución. El joven sabe que poniendo
en práctica los
valores citados -dicho en términos
coloquiales–, .tiene que mejorar la especie. Por eso el
joven se preocupa por superarse y hacer que los suyos se
superen y así sucesivamente, de generación en
generación hacia el futuro, con el propósito de
que los que vengan en el futuro no padezcan los problemas que
a ellos les tocó padecer.Esto no tiene nada que ver con ideologías,
dogmas ni prejuicios de ningún tipo. Por ello el joven
intenta conservarse como un ser responsable, vertical,
consciente, dinámico, justo e
independiente.Así, un joven con buenos valores y una
adecuada preparación puede convertir un pequeño
changarro en una próspera empresa, y el
más insignificante proyecto, en
todo un esquema o modelo de
desarrollo. El secreto es el espíritu
conjugado con buenas ideas. - El espíritu revolucionario y transformador. Al
estimular este espíritu, el joven, que por naturaleza es
rebelde, dinámico y creativo, aprovecha sus buenos
sentimientos y capacidades para buscar los procesos que
lo conduzcan a él y a su patria hacia el desarrollo
político y económico y, por ende, al auge y al
progreso. - El sentido y el espíritu de ser joven. Y
hablamos de ser joven no sólo porque sí, sino
porque el joven es combativo, audaz, dinámico, tenaz,
entusiasta, creativo, valeroso, etc.
Así, apelando a sus mejores valores y
cualidades pero intentando ser responsables, conscientes y
cautos, nuestras jóvenes generaciones –y por
supuesto las que vienen- saben –y tendrán que
saber– que en este espíritu radica la esencia de
su naturaleza.
Porque el día que se anquilose la audacia y se
pierdan la combatividad, la tenacidad y el entusiasmo, se
envejecerá el espíritu y a ese joven de 15, 25 o
35 años no le quedarán más caminos que el
rastro o el asilo. En cambio, quien conserve ese
espíritu, aún a los 80 o 90 años
seguirá siendo promotor de la cultura política
del cambio y la evolución.
* * *
Ojalá y los pocos jóvenes conscientes que
aún somos, podamos hacer millones de personas iguales.
Recuerdo –fuera de toda alusión política- una
frase del ilustre Carlos Alberto Madrazo, quien nunca dejó
de ser joven: La vida es acción; quien no actúa es
como si hubiera nacido muerto…
No nos deseemos la muerte:
mejor vivamos y actuemos, hay que sentirnos orgullosos de estar
vivos y de dejar huella por este mundo. Hay que sentirnos
orgullosos de dejar un testimonio de cambio y superación
en beneficio propio y, sobre todo, de nuestros
sucesores.
Un refrán dice que un loco puede hacer mil. Me
sentiré cumplidor de mi propio decálogo si
logró hacer dos personas conscientes y, cada uno de ellos,
dos más.
A mis hermanos Francisco,
Tere Inés y Víctor
Hugo.
EMILIO VELAZCO GAMBOA
Mexicano, Licenciado en Ciencias
Políticas por la Universidad del
Desarrollo del Estado de
Puebla (UNIDES). Tiene los Diplomados en Derecho Electoral y en
Derecho
Constitucional, por la Universidad Cuauhtémoc.
Actualmente es consultor académico e investigador
independiente.
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