Kirchner, Menem,
Carrió, López Murphy y Rodríguez Saá
son los cinco candidatos que tendrían más chance,
según los sondeos, para las elecciones presidenciales del
27 de abril. Los sociólogos e historiadores modernos
sostienen que la manera en que procesaron las ideas a las que
adhirieron, las lecturas, la relación con la religión y con el
poder tienen
una importancia vital en caso de llegar al Gobierno. Esta
monografía investiga el origen social de
los candidatos, su formación intelectual, y en cómo
se reflejarían esas huellas en las decisiones que
deberán tomar si les toca gobernar hoy la Argentina.
No son los amigos nuevos ni los amores logrados o
malogrados recientes, escandalosos o no, o el mayor o menor
escrúpulo para ejercer cargos públicos lo que
marcará, en última instancia, las decisiones de
quien debe ejercer el poder luego de
lo que señalen las urnas el 27 de abril, cuando se vote en
primera vuelta, o el 18 de mayo cuando se vote en la segunda para
elegir presidente. Elecciones que se desarrollarán sobre
el escenario crítico de una democracia en
picada porque su alimento, la política, se
devaluó entre causas de corrupción
y el fenomenal empobrecimiento de miles de ciudadanos.
Hace tiempo que los
principales sociólogos e historiadores del mundo saben que
la formación de los políticos —que en general
desconocen los ciudadanos— dejan más huellas en el
ejercicio final del poder que sus carreras públicas.
Son la cuna y la alcoba la que determinan cómo
mandarán, cómo perdonarán o cómo
matarán, si es preciso, los poderosos..
En qué se parecen y en qué se diferenciaron en su
cuna, en su formación, en su imaginario político,
en su relación con el poder, en sus preferencias
religiosas, en su cultura, es
decir, en sus deseos más profundos, Carlos Menem, Elisa
Carrió, Ricardo López Murphy, Néstor
Kirchner, Adolfo Rodríguez Saá, los candidatos que
aparecen juntando un porcentaje superior al diez por ciento en la
intención de voto. Lo cierto es que esas cabezas,
alimentadas durante años con lecturas, pasiones, ideología, influirán de manera
decisiva cuando estén en el poder.
Los argentinos eligirán entre cuatro abogados
(Menem, Carrió, Kirchner, Rodríguez Saá) y
un economista (López Murphy). Entre una chaqueña,
un sanluiseño, un santacruceño, un riojano y un
porteño. Todos descienden de inmigrantes. Esta presencia
decisiva de provincianos tiene una marca no superada
nunca por el urbanismo en el ejercicio del poder desde la Casa
Rosada o el Congreso: el caudillismo. Esta
presencia del país inmigrante tiene otra marca: la
pulsión por el ascenso social.
Todos los candidatos pertenecen a la clase media o media alta,
excepto Rodríguez Saá emparentado con el patriciado
de San Luis por dos siglos. Todos, a familias cuya patente
política
los acercaba al caudillismo
conservador y, en algunos casos, autoritario. Todos fueron o son
lectores de teóricos que les dan línea para ir en
tal o cual rumbo político o económico según
marca el mundo. La más joven es Carrió, con 46. El
más viejo es Menem con 73. Kirchner, Saá y Murphy
nacieron durante el peronismo y
pertenecieron a la crispada generación del setenta. El
economista es el único que estudió en el exterior:
bien puede ser considerado un Chicago boy, de la
universidad
estadounidense que produjo el semillero latinoamericano de los
economistas neoliberales más polémicos de las
últimas décadas. Todos juran ser católicos
más o menos practicantes. Todos tienen su primera matriz
política en los dos grandes partidos del siglo XX: la UCR
y el PJ. Carrió y Murphy, radicales, son de misa
dominical. Carrió reconoce la influencia de Santa Teresa
de Avila, la fundadora de las Carmelitas descalzas en el siglo
XVI, considerada una de las grandes místicas de la
historia
universal. Se sabe que los candidatos peronistas prefieren un
relación más ambigua con la casa de Dios.
¿Acaso la idea de Dios les permite (a todos) relativizar
el juicio de la Historia? Menem,
Rodríguez Saá y López Murphy se
acercarían al misticismo de Santo Tomás: un
misticismo que cree en la fuerza
sobrenatural del poder. Kirchner creyó y aún cree
en la Iglesia de los
pobres..
Carrió cree en las profecías. López Murphy
no, porque se inclina por las estadísticas. La chaqueña tuvo un
padre bohemio y una madre rigurosa, de un sentido práctico
alucinado. Su padre, seguramente, violó la marca
conservadora de los Carrió, estancieros. Ella
también, luego de pasar por una formación que
incluyó la filosofía existencialista e idealista de
Sartre y el
agnosticismo de Borges. Nunca fue
marxistal. Carrió es paradójica: su fuerte es
abrevar en estas razones de la política como ningún
candidato. Pero su pasión por Santa Teresa de Avila la
marca indeleblemente con la religión.
Su ex compañero radical, nieto de vascos e irlandeses,
hijo de un ex jefe de policía y una empleada,
prefirió a otros teóricos para iluminarse. De
chiquito se apasionaba con la épica de San Martín,
y de adolescente con la moral
positivista de José Ingenieros, además de creer a
pie juntillas en Hipólito (es su segundo nombre) Irigoyen.
Los amigos anarquistas que tenía quedaron en un pasado
remoto cuando adhirió al ideario —luego de pasar por
Chicago— del ecomomista austríaco Friedrich Von
Hayek, el padre de la ideología neoliberal más ortodoxa.
En su libro Camino
de la servidumbre efectuó una crítica demoledora
hacia cualquier limitación del mercado y una
defensa del individualismo económico que puso por encima
de los valores
democráticos de la sociedad
política burguesa hasta ese momento. López Murphy
creyó que esas ideas lo acercaban a la Fundación de
Investigaciones Económicas Latinoamericanas
(FIEL), matizadas por la realidad criolla.
Menem fue, después de Perón, el
presidente que más tiempo estuvo en
el cargo. Se conoce su vida privada y su obra de gobierno
suficientemente. Sin embargo, nadie como él encarnó
el deseo de ascenso social y de posesión del poder. No es
difícil definir su admiración por quienes
ejercieron con pasión el poder: en función de
cierto "maquiavelismo primario, donde lo único que importa
es ganar", señaló alguna vez el politólogo
Oscar Landi, al analizar las marcas
árabes en su formación, por su ejercicio concreto del
poder y por su gusto por emperadores como Julio César y
Alejandro
Magno. En sus discursos, el
ex presidente suele parodiar una frase del César: "No
temais, vais con Menem y su estrella". Menem cita a veces: "el
capitalismo le
declaró la guerra a la
clase obrera y la ganó". Menem suele usar, en cada etapa
de las olas intelectuales del mundo, aquello que puede servirle
para ejercer, mantener y ampliar el poder.
Descendiente de alemanes, suizos y yugoslavos, hijo de ama de
casa y de un padre con oficios múltiples, Kirchner parece
pertenecer por cuna al bando de la clase media de la Argentina moderna
que nació durante los cincuenta prósperos, y se
enroló en el peronismo de la
Juventud
Peronista (JP) en los setenta. Kirchner no tiene funcionarios
partidarios en su familia. Tal vez
su pasión por el deporte lo emparenta con Menem y
con Daniel Scioli, su compañero en la fórmula
presidencial. Pero Kirchner tomó un camino en su
formación distante de las fórmulas liberales y muy
cercano a las teorías
contestatarias que impactaron en los setenta, y también en
Menem cuando se declaró socialista desde La Rioja que
gobernaba. Kirchner, como Carrió, nunca fue marxista pero
creyó también en Sartre.
Prefirió en su formación escuchar a Piazzolla o
disfrutar el rock nacional y
leer a los modernizadores del peronismo. O las páginas
inflamadas, ya en democracia, de
Recuerdos de la muerte, ese
libro de
Miguel Bonasso que lo marcó, dice, definitivamente en su
rechazo por cualquier forma de dictadura. En
la formación económica, La teoría
general de la ocupación, el interés y
el dinero de
Keynes le
sigue pareciendo la obra más moderna del mundo. Su
fidelidad al capitalismo
productivo, como lo llamaba Keynes, se
nota en sus decires del hoy. Como también se nota la
influencia decisiva del "viejo peronismo" de caciques en su
ejercicio del poder en Santa Cruz. Quizá en el punto de su
predilección por Keynes, Rodríguez Saá se
conecta con Kirchner. Con una formación intelectual menos
sólida, pero con una experiencia de caudillismo
político en la que supera a todos porque nació,
creció y se mueve en una familia que
ejerció y participó del poder conservador en San
Luis por casi dos siglos, también asegura que prefiere al
economista liberal inglés,
padre del Estado de
Bienestar. Un desarrollo
capitalista en el que dicen pensar por lo menos Carrió,
Kirchner y Rodríguez Sáa. Tan distante del que
Menem y López Murphy parecen esbozar, tan distante como
parecen hoy los argentinos de desplegar su pasión por
asistir a votar.
En esta monografía, se intenta destacar la
importancia del origen social de los candidatos, la
formación intelectual de cada uno de ellos, la
relación con sus pasiones y religión, e
ideología, como para conocer un poco mas a fondo lo que
les interesa, ya que todo esto influirá de manera decisiva
cuando estén en el poder. En mi parecer personal, yo
intentaría buscar informaciones como estas a la hora de
favorecer con mi voto a uno de los candidatos, ya que una
persona con
poder de critica y razonamiento no debe dejar convencerse solo
con las campañas políticas,
ya que nuestra formación intelectual nos ha capacitado
para esto.
Juan Pablo Flores