Monografias.com > Estudio Social
Descargar Imprimir Comentar Ver trabajos relacionados

Mayorías eventuales versus sociedad civil




Enviado por pablo_w12




    <>

    Mayorías eventuales versus
    sociedad
    civil

    Indice
    1.
    Introducción

    2. Pueblo contra
    ciudadanía

    3. El saqueo popular como criterio de
    justicia

    4. El poder, la riqueza y los
    porcentajes

    5. La demarcación pseudo-clasista
    entre ricos, medios y pobres

    6. Mercado o Estado
    7. Salvo la libertad todo es
    ilusión

    1.
    Introducción

    Está, en primer término, el mito
    clásico, vox populi vox dei, que atribuye a la voz del
    pueblo una especie de autoridad
    final y sabiduría ilimitada. Su equivalente moderno es la
    fe en la justeza suprema del sentido común de la figura
    mítica que es "el hombre de
    la calle", en su voto y en su voz. Es característica en ambos casos la
    supresión del plural. Pero gracias a Dios las personas
    raramente coinciden; y los diversos hombres de las diversas
    calles son tan diferentes como una colección de personas
    muy importantes en un salón de conferencias. Y si en
    alguna ocasión hablan más o menos al
    unísono, lo que dicen no es necesariamente juicioso.
    Pueden tener razón o pueden estar equivocadas.

    […] Aunque la búsqueda de la verdad a
    través de la libre discusión tradicional es un
    asunto público, de ella no resulta la opinión
    pública (sea esto lo que fuere). Aunque la opinión
    pública pueda recibir la influencia de la ciencia y
    pueda juzgar a la ciencia, no es
    el producto de la
    discusión científica.

    Pero la tradición de la discusión racional
    crea, en el campo político, la tradición de
    gobernar por la discusión y, con ella, el hábito de
    escuchar el punto de vista del otro, el desarrollo del
    sentido de la justicia y la
    predisposición al compromiso.
    Karl R. Popper
    "La opinión pública y los principios
    liberales"
    Conjeturas y refutaciones

    Este artículo es una suma y recopilación de
    escritos dispersos aquí y allá. Pretende tocar como
    eje la cuestión del problema de lo público y
    colectivo y por qué su endiosamiento es uno de los males
    por los cuales las libertades individuales son mucho más
    difíciles de defender contra el poder
    democrático que contra el poder
    aristocrático y/o monárquico, según el
    caso.

    No es un tema nuevo, pero tal vez sí lo sea la forma
    de encararlo, o al menos, de aclararlo. Cosa que parece pocos
    intentan hoy día, justo cuando es más necesario que
    nunca. La involución de las democracias latinoamericanas
    que se derrumban en las manos populistas de nuevos dictadores
    socialistas (o aspirantes a tales) llaman a revisar una vez
    más esta cuestión. No se trata de un tema que a
    pesar de su carácter
    político pueda separarse de la cuestión acerca de
    los fundamentos naturales de la sociedad abierta,
    tanto científico-filosóficos como culturales en
    todos sus aspectos: morales, sociales y
    económicos.

    En su último libro el Dr.
    Alberto Benegas Lynch (h) hace una acertada cita que creo de
    especial importancia y que en cierta forma resume mi planteo,
    cosa que se entenderá cuando me explaye sobre la
    cuestión con más profundidad en los párrafos
    que siguen. Refiere a la explicación de Juan A.
    González Calderón: "la idea de las votaciones
    ilimitadas […] significan una falsificación de las
    matemáticas ya que la absolutización
    de las mayorías equivale a suponer que la mitad más
    uno es igual al cien por ciento, mientras que la mitad menos uno
    equivaldría al cero por ciento".

    2. Pueblo contra
    ciudadanía

    Cuando se discute la cuestión del poder
    público siempre, en forma velada o no, se termina en una
    última pregunta que suele quedar sin respuesta, o bien con
    una respuesta arbitraria y sin mayores
    fundamentos.¿Quién tendrá la última
    palabra? ¿Mayorías o minorías?

    Ahí está la pregunta, y el meollo del asunto:
    Si la mayoría puede esclavizar a la minoría,
    ¿quien la va a detener? ¿una
    minoría?

    Y las preguntas continúan entonces:
    ¿qué mayorías y qué minorías?
    ¿y cómo? Pero esto sería material para otro
    debate
    más complejo pero menos importante al núcleo del
    problema que se discute, aunque inevitablemente se tocará
    la cuestión -como se verá- en forma
    tangencial.

    Veamos, aquí no voy a la cuestión de si el
    hecho de que gobierne la mayoría o la minoría
    significa que exista una tiranía de la mayoría o de
    la minoría. De hecho en una democracia
    representativa la mayoría para ser legítima al
    menos debe permitir la libertad
    política
    de la minoría, ya que eso asegura la posibilidad de los
    individuos (la más pequeñas de las minorías)
    que forman parte de la mayoría puedan decidir libremente y
    por ende que tal mayoría pueda legitimarse como
    voluntaria. Esta es una concepción individualista de
    libertad
    política
    que es requerimiento básico para cualquier "sociedad
    abierta" en el sentido popperiano del término, y esto es
    aceptado tanto por socialdemócratas como por liberales.
    Hayek va más allá y plantea que la libertad
    individual política depende de la libertad individual
    económica y desde ahí explica en "Camino de
    servidumbre" por qué no puede haber democracia sin
    libertad económica.

    Pero, repito, no es éste el asunto. La
    cuestión es que la libertad es un fin en sí mismo y
    no un medio para asegurar la democracia. Si se puede asegurar la
    libertad política individual de las minorías,
    entonces ¿aceptaremos que la mayoría pueda
    discriminar y abusar de los pelirrojos o de los judíos
    mientras que los pelirrojos y los judíos tengan la
    oportunidad de que en cuatro años presenten una propuesta
    en las elecciones diferente?

    Y si lo aceptamos ¿quien evitará que la
    democracia degenere en populismo,
    estatismo y de allí en socialismo
    popular o demagógico, y por ende totalitarismo y
    finalmente socialismo
    elitista? ¿quien lo evitará? ¿la misma
    mayoría interesada u otra minoría interesada o
    no?

    Pues bien, creo que la única forma de acercarnos a
    la respuesta es dándonos cuenta de que la mayoría
    (en el sentido populista y colectivo) es una abstracción
    tan ajena a sus miembros individuales como lo podría ser
    cualquier minoría, o aún peor, ya que es
    difícil hacer la diferenciación. Es difícil
    entender al "Pueblo" como algo diferente a sus partes, pero el
    hecho es que así es. Por eso -y en parte respondo a la
    pregunta- es que la gente no es un todo (y véase que digo
    "gente" y no "pueblo", ya que en el primer caso se tiende a
    pensar aún en individualidades que comparten algo en
    común, mientras que en el último caso parece que se
    hablara de algo casi no humano, abstracción totalizante
    tan cara a los sediciosos y los populistas).

    Aun si todos se robaran a sí mismos voluntariamente
    y recibieran igualitariamente lo robado, seguiría siendo
    un robo, ya que nada aseguraría la voluntariedad de todos
    y cada uno de los individuos asaltados. Nadie vota porque le
    quiten dinero con
    impuestos,
    sino para recibir dinero de los
    impuestos. Y
    si la gente misma se puede proveer de sus servicios,
    ¿para qué el Estado? Las
    ganancias de las empresas del
    Estado se las
    llevarán quienes no las merecen, sean los empleados de
    estas que no las han "emprendido", sea el "pueblo entero" que
    jamás las ha administrado. Hay dos clases de impuestos: 1)
    los que se supone son para proveer de servicios a
    los usuarios que los pagan, y 2) los que son "redistributivos".
    Los primeros no tienen sentido, ya que de ser así
    podrían ser "propuestos" y no "impuestos", o bien no ser
    proporcionados a quienes no quisieran pagarlos, y así
    automáticamente el Estado se
    volvería una agencia privada más que
    exigiría ganancias por su independencia.
    En el segundo caso ya obviamente hablamos de un robo… un robo
    que ni siquiera se puede llamar inversión, ya que si el mercado no
    invierte en un lugar es porque no ve futuras ganancias, y si no
    hay futuras ganancias no se puede hablar de multiplicación
    de riquezas ni de capital humano, y
    entonces no se puede hablar de inversión. Es simplemente sostener a
    pérdida pobres que requerirán de más
    subsidios en el futuro. Esto es el abecé.

    Entonces la pregunta vuelve: ¿quienes gobiernan? O
    bien: ¿quienes gobiernan para asegurar "cuanto" se
    gobierna? La respuesta anarco-capitalista o anarco-individualista
    es rápida: Nadie. Comparto la respuesta, pero debe ser
    fundamentada. Y esa fundamentación puede ayudar a
    legitimar el liberalismo en
    gobiernos limitados. Veamos: Supongamos que aceptamos la
    existencia de un Estado y un
    gobierno,
    ¿quien lo gobernará? Ya sabemos que la respuesta
    liberal no será a "quien" gobernará sino a "cuanto"
    se gobernará. Y la respuesta liberal sería algo
    así: "la
    administración de la justicia para
    el cumplimiento de la ley", y la
    respuesta socialdemócrata será: "la sociedad no se
    autogobernará individualmente en todos los asuntos, y en
    muchos casos tal decisión será
    democrático-colectiva" (democracia social).

    Pero la cuestión es que aún siendo liberales
    persistirá el "quien". ¿Como llevamos al poder a un
    gobierno liberal?
    ¿Por medios
    democráticos o aristocráticos? El problema
    persiste: tanto unos como otros pueden pervertirse y violar las
    libertades personales, sea por degeneración populista o
    elitista respectivamente. Ya vimos que se es más libre en
    una dictadura
    liberal que en una democracia totalitaria, y viceversa,
    obviamente, también se es más libre en una
    democracia liberal que en una dictadura
    totalitaria. Pero este tema ya ha sido tratado por autores
    diversos, tanto liberales como socialdemócratas (Perona).
    La cuestión que trato aquí no es de
    intervención sino de dominación, o sea, de
    intervención potencial: ¿Quien tendrá la
    última palabra?

    En pocas palabras: No podemos asegurarnos contra la
    tiranía de la mayoría con la dictadura de una
    minoría y al mismo tiempo
    asegurarnos contra la tiranía de la minoría con la
    dictadura de la mayoría.

    Nuevamente: ¿Quién tendrá la
    última palabra?
    La respuesta creo que está al comienzo de la pregunta: El
    individuo. No uno en particular, o todos sumados, sino cada uno.
    Veamos, nadie aquí creo que justifique la
    experimentación con seres humanos en nombre de la salud
    pública de muchos individuos, o de la causa de la
    salud futura (por
    mucho relativismo moral del que
    se hable).

    Si queremos entender qué es la esclavitud de un
    ser humano tenemos que definir qué es lo propio, y ya que
    el concepto de
    propiedad es
    universal, no importa que se trate de un individuo, de cientos o
    de millones. Si hacemos experimentos
    humanos estamos violando la propiedad
    sobre su cuerpo y su vida en nombre de resultados de una investigación que beneficiarán a
    muchos, pero a los que el investigado no se ha entregado
    voluntariamente. Es, para el público, información robada, salud robada (y de una forma
    atroz). Los beneficiarios podrán ser individuos, pero el
    perjuicio de omitir ir en su ayuda nace de evitar el sacrificio
    por acción de otro individuo irremplazable, o sea: una
    injusticia. Dejar morir a alguien es por omisión algo
    grave, y más cuando nada tenemos que perder, a pesar de
    que fuera justo. Pero involucrar a un tercero y sacrificarlo para
    salvar a ese alguien es aún más grave y una peor
    injusticia, así ese alguien sean millones de personas. Si
    pensamos diferente, entonces experimentemos con seres humanos.
    Seamos coherentes.

    Pues bien, entonces, si entendemos que la propiedad define
    la libertad y la voluntariedad a la propiedad legítima y
    universal, o sea: la propiedad individual, aquella que produce el
    fenómeno del mercado desde el
    comienzo de la historia y que por propio
    interés
    se ha subdividido en grandes grupos
    sociales alrededor del capital y
    trabajo luego de la "Revolución
    Industrial", entonces ya tenemos la fórmula para
    responder la pregunta: ¿Quien tendrá la
    última palabra de gobernar? La respuesta es: el
    individuo… Ahora bien: ¿como? Cada individuo acepta o no
    vivir en un kibbutz, y el kibbutz a pesar de ser comunitario no
    pasa a ser comunista, porque sigue siendo voluntario.

    Mientras el individuo pueda secesionarse no importa quien
    gobierne. Pero ese derecho deberá hacerse valer por parte
    de cada individuo, o aquel que lo desee. Pero es esencial si se
    va a "construir" un gobierno, que sea primero un gobierno de la
    ley. Si yo
    entro en una sociedad civil
    firmo un contrato y acepto
    que ciertas cosas no cambiarán arbitrariamente por
    decisión mayoritaria o minoritaria. Y debe estar
    reglamentado, como cualquier socio que entre en una empresa, que
    las reglas de la contratación no van a variar sea quien
    sea el que sea presidente. Y si se quiere hacerlas variar, hay
    que re-legitimar todas las asociaciones individuales y no se
    podrá transformar en delincuente a quien reniegue del
    cambio de
    reglas y decida irse. No se podrá aludir que la propiedad
    sobre mi propio cuerpo y sobre mis bienes
    personales pasa a ser un robo de una futura propiedad comunal
    luego de un cambio
    constitucional, ya que yo jamás he aceptado asociarme a
    las leyes de un
    gobierno cuya idea de la
    organización social sea el comunismo de
    personas y bienes.

    Es cierto que nadie decide dónde nació.
    Acepto la crítica de Hume. Pero a Rousseau, no a
    Locke. Si es cierto que no aceptamos el contrato al
    nacer, entonces la aceptación se confirmará en el
    derecho a la secesión. Eso puede hacerse en una sociedad
    libre. No así en un socialismo comunistoide como el que
    propone Rousseau en su
    versión de contrato social
    (desde el inicio pseudo-voluntario).

    No se trata pues de que la tiranía de la
    mayoría deba controlarse con la dictadura de una
    minoría, ni que la tiranía de la minoría
    deba controlarse con la dictadura de la mayoría. Todos son
    los involucrados y todos importan, hasta el último
    individuo. Y como hemos planteado, si somos individualistas, nos
    da igual uno que cien, cien que mil. El valor de un
    ser humano está en su existencia y no su número, y
    la legitimidad de su existencia se basa en aquello que ha
    obtenido por su propio esfuerzo, aquello que le pertenece: su
    propiedad.

    Libros como "La ética de
    la libertad" e "Igualitarismo como una revuelta contra la
    naturaleza" de
    Murray N. Rothbard contestan a estas preguntas específicas
    sobre el método en
    cuanto a legislación se refiere.

    La cuestión ahora será pasar al problema de
    la democracia en sí, una vez que, abortado el proyecto de una
    res total colectivista y socialista, se acepta la existencia de
    una res pública individualista y representativa. Y esto es
    imprescindible ya que una administración
    pública no refiere a nombres y apellidos (privados)
    sino a una abstracción denominada Estado-nación
    dentro de la que se debe unificar un solo camino de
    decisión para las diversas y espontáneas opiniones
    individuales. En sociedad, aún cuando la mayoría de
    la esfera de la vida sea privada y libre, habrá leyes que
    compartir para el funcionamiento de la división del
    trabajo y la así posibilitada creación empresarial
    de capital (que
    mal que pese a ciertos historicistas es universal en tiempo y
    espacio). Una misma sociedad civil
    deberá compartir una misma ley, así sea el
    mínimo liberal (o randiano) de posibilitar el
    individualismo contractual mediante la regla del no-inicio de la
    fuerza en las
    relaciones
    interpersonales. Y ese aseguro se hará a través
    de una cosa pública que sea depositaria de dicha ley. (si
    bien existen propuestas de privatización total tanto anarco-liberales
    como la de Rothbard, así como
    monárquico-orgánicas como la de Hoppe, para la
    conservación de la legalidad bajo una misma sociedad civil
    estas van mucho más allá de la cuestión que
    podemos tratar).

    Por ende su administración, por pequeña que sea
    la base constitucional, derivará en un amplio conjunto de
    leyes. Y mientras se acepte la idea de constitucionalidad y
    contrato, entonces será necesaria igualmente una
    democracia limitada para poder ejecutar tal contrato. En resumen:
    Mientras, desgraciadamente, haya Estado, alguien lo tendrá
    que manejar.

    El problema parece resuelto en los párrafos
    anteriores, pero no es tan sencillo.
    Dando por sentado, aunque sea provisoriamente, la legitimidad de
    la legislación de una sociedad civil por aceptación
    de todos los individuos de vivir bajo una misma constitución, y así podamos poner
    por encima de la variante mayoría ese "contrato" que
    firmamos todos, debemos pasar entonces ahora al problema de la
    legitimidad de la misma democracia (repito: aún limitada
    por esa constitución). La democracia, que
    sólo puede representar a mayorías o primeras
    minorías con una misma opinión, frente a la
    sociedad civil toda, con todas sus diversidades. He aquí
    el problema del poder.

    3. El saqueo popular como criterio de
    justicia

    Muchos consideran que nuestras democracias son falsas
    democracias (por acción de intereses privilegiados), y que
    el ideal es transformarla en verdaderas (por la acción del
    interés
    común como un todo colectivo).

    Si me pongo aquí a discutir si es o no el
    pluripartidismo un sistema
    democrático –aunque sea su única
    garantía- dejaré sin quererlo que se filtre un
    prejuicio colectivista en forma subliminal: "El gobierno de todos
    es menos ajeno al interés de cada individuo que el
    gobierno de unos pocos".

    Me temo eso es una falacia. Por dos cuestiones:
    1) Se trate del gobierno de la res publica de un grupo de
    individuos, sea el de todos los individuos o sea el de la
    más amorfa de las masas rousseonianas (no importa), no
    necesariamente conocerá en forma lógica
    cuales son sus mejores intereses y podrán ser gobiernos
    confundidos, engañados y/o equivocados.
    2) Aun cuando obraran de acuerdo a sus intereses y actuaran
    racionalmente en pos de ellos, tampoco el interés de los
    individuos es el mismo que el de la cosa pública. La
    colectivización de los gustos de las personas tiene como
    consecuencia que se diluyan en una (tal vez más
    igualitaria pero sin duda más uniforme) masa cuya
    preferencia única con suerte favorecerá a quienes
    estén más cerca del promedio. Para colmo la
    libertad individual no es algo alienable y que pueda devolverse a
    través del Estado. Es una cuestión de
    autonomía. Nadie puede devolverle la libertad a un
    hombre de
    decidir voluntariamente con quien se quiere casar por mucho que
    participe con el resto de una asamblea comunal donde se decida
    con quien se casará cada persona.

    Por ende entonces, no vayamos a creer que las cosas malas o
    que creemos frustrantes ocurren porque no vivimos bajo un
    sistema
    democrático. De hecho, podemos o no vivir bajo un poder
    democrático, pero no será el carácter
    democrático o no de dicho poder lo que nos
    beneficiará o perjudicará, sino las características de dicho poder.

    Lo cómico es que, mientras haya libertad individual,
    toda permisividad a la desigualdad (por legítima que
    fuera) podrá acusarse de explotadora, perjudicial y causa
    de los males de aquellos que estén debajo del promedio. He
    aquí el "problema" de la sociedad civil. La diversidad
    individual que deviene en diversidad social o de
    "clases".

    Todo gobierno limitado aún democrático
    tenderá a ser acusado de ser un títere de los
    más ricos. ¡Aun cuando no lo fuera! ¿Que
    mejor que eso para justificar la acción del Estado para
    robarles? El problema para los pobres será entonces el
    siguiente: ¿qué seguridad
    habrá luego para la individualidad y propiedad de los
    menos ricos? Pues ninguna.

    ¿Y si eso falla? Se seguirá echando la culpa
    a los ricos, hasta que no queden ricos salvo entre la elite
    política de los demagogos y populistas que le vendieran al
    pueblo la fórmula mágica de la felicidad
    socialista.
    Se vuelve a lo mismo: Si todos tenemos el mismo derecho a lo
    propio en el mercado, entonces cualquier influencia sobre el
    poder político será para expropiar o limitar a la
    competencia. Pero
    eso no será obra del capitalismo
    como sistema económico, sino de específicos
    capitalistas que usarán el Estado en forma
    anti-capitalista. Si todo el empresariado se transformara en una
    única elite, en una casta conspirativa, todo el mercado se
    vendría abajo ya que todas las empresas se
    transformarían en un único monopolio
    cuyas deficiencias al servir al consumidor
    sólo podrían sostenerse mediante la
    eliminación de la competencia
    potencial que pudiera desplazarlo. Automáticamente ese
    conglomerado monopólico sostenido por la fuerza ya ni
    siquiera necesitaría hacer algo tan absurdo como vender
    sus productos en
    un mercado. Establecería un sistema de racionamiento para
    todos, incluso para la elite (que se repartiría la mejor
    tajada). Sería un socialismo
    oligárquico-burocrático total. Según se
    tratara el caso Marx llamaba, en
    el caso del "bonapartismo" extremo, "socialismo de Estado", y en
    el caso del mercantilismo,
    "socialismo burgués". Stalin hablaba de "social-fascismo" en
    referencia a la Alemania
    Nacionalsocialista. Trotsky llamaba "estatismo" a la
    situación en la Rusia soviética Comunista
    post-leninista. Mao hablaba del socialismo burocrático
    post-stalinista como "capitalismo de
    Estado" -denominación esta última tal vez la
    más estúpida porque cualquier posesión de un
    capital, por inicua que fuera, sería entonces una forma de
    capitalismo-.

    Pensar que no existen conspiraciones mercantilistas es una
    obvia ingenuidad, pero creer que el mercantilismo
    y el control sobre el
    Estado se extiende por todo el capitalismo (cual una
    conspiración clasista) es una estupidez flagrante, ya que
    el poder del Estado es para usarlo.

    Veamos: Si bajo dicho gobierno secreto la competencia
    capitalista es permitida libremente, entonces tal "poder" de los
    capitalistas está en consonancia con el capitalismo y nada
    tendría de malo (de hecho sería fruto no del poder
    arbitrario sino de las leyes de propiedad que permiten -y
    generan- el capitalismo y el desarrollo de
    nuevas empresas libres, o sea: el conjunto de leyes que sostienen
    nuestras propias constituciones fundadoras liberales).

    Repito entonces, nada tendría de malo tal "lobby":
    Sería una suerte de coalición de algunos o de
    muchos empresarios para tener el poder, pero no usarlo salvo para
    garantizar los derechos de propiedad de
    todos (que son previos al capitalismo) amenazados por la presión
    populista. Imaginemos el caso: con este poder se salvaría
    la competencia. Repito, en el supuesto de que no fuera para
    asegurarse el ser empresarios contra el sistema de competencia
    que pudiera desplazarlos (esto significa, vale aclarar, que tal
    poder secreto no sería siempre necesario para la
    existencia del capitalismo, ya que para que exista capitalismo se
    necesita que se cumplan las leyes de propiedad y nada más,
    lo cual puede ser deseado por democracias como por
    aristocracias). Sigamos: De ser así, de existir tal
    situación, sería porque el poder en manos de otros
    sería adverso a las garantías
    individuales en nombre de los intereses tomados en forma
    totalizadora de algún grupo de
    presión, sean cual fueren los grupos de poder:
    mayorías o minorías, económicos,
    políticos, sindicales o religiosos. Para muchos el
    empresariado debe ser protegido contra sí mismo, o sea:
    contra la propia tentación de hacerse con el poder para
    acabar con la competencia. Para otros, por ser el producto de la
    libertad, son su mejor garantía. Yo no creo ni una cosa ni
    la otra, cosa que explicaré a continuación. Pero a
    función
    de ejemplo, podemos continuar con la idea de una
    oligarquía no-colectivista. Esta no tendría nada de
    malo a menos que creamos que el capitalismo fuera per se malo. A
    menos que creamos que "el capitalismo porque sí y en
    sí" fuera "el problema". De ser así entonces, la
    raíz individualista de la propiedad privada
    llevaría al robo (de otra propiedad obviamente) y esto a
    la creación empresarial del capitalismo. Tal
    "explotación espontánea" sería un mal con
    independencia
    de la existencia del Estado e intrínseca a la sociedad
    civil. O sea: estaríamos estigmatizando no a un
    capitalismo oligárquico sino al capitalismo a secas que
    para preservarse contra los "explotados" requeriría de un
    poder oligárquico.

    Ahora bien -y prestemos atención a esta paradoja- de ser así
    entonces aceptaríamos que tal sostenimiento del mercado
    libre "explotador" contra los privilegios que podría dar
    el poder público, sería mayor beneficio para cada
    capitalista particular -a la larga- que utilizar el poder estatal
    para ganar más en forma monopólica que el resto del
    empresariado. Aceptaríamos que la competencia limpia
    favorecería al conjunto del empresariado, pero
    diríamos: "Esa competencia ayuda al funcionamiento de la
    economía,
    pero la economía capitalista perjudica al resto del
    pueblo (los trabajadores) y beneficia a la oligarquía
    abierta (todos los empresarios, incluida la nueva competencia que
    surgiera de entre la población general)", etc. Pero de ser
    así ya no importa que el pueblo tenga el poder o no.
    Porque si el pueblo elige el capitalismo como sistema
    económico el mal persistirá igual. Y si el pueblo
    no tiene el poder de elegir vivir o no bajo el capitalismo,
    también resultaría igual. El problema no
    sería que el capitalismo diera el poder político a
    los empresarios, sino la existencia en sí de empresarios.
    Muchos de esta forma creen que una cosa es imposible sin la otra,
    cual si se tratara de una conspiración. Pero lo cierto es
    que ni Marx
    plantearía una sonsera semejante. El capitalismo no es un
    invento conspirativo creado (ni mucho menos sostenido) desde el
    Estado, sino un producto natural del mercado en toda época
    y lugar.

    El estatismo ha sido un obstáculo para todos los
    mercados durante
    cuatro mil años, y la situación dista de variar
    mucho. Y el capitalismo, en cambio, es el producto de un derecho
    igual para todos a lo propio, de la división del trabajo,
    del dinero y del mercado que son sus resultantes y corolarios, y
    de allí su orientación constante y dependencia para
    con el consumidor.

    Sus características no varían aún
    luego de haber sido implantado, a pesar de la alucinada
    cuestión marxista de la inmediata crisis de
    superproducción por pauperización de los
    consumidores y de la teoría
    de la creación del proletariado por empobrecimiento de la
    burguesía en decadencia (teoría
    esta refutada en los hechos y en la teoría). En realidad
    la creación de una clase obrera industrial ha sido por
    multiplicación de población gracias a la
    transformación de un campesinado estático y pobre.
    El resultado ha sido una mayoría aburguesada gracias a los
    beneficios como asalariados frente a los progresos del
    período industrial del capitalismo (véase al
    respecto "El capitalismo y los historiadores" de Hayek y otros
    autores).

    Sobre la cuestión Gabriel Zanotti ha escrito con su
    sistemática claridad sobre la arbitraria teoría
    marxista (clasista) de la explotación que soluciona el
    problema acabando con todas las propiedades, con lo cual
    aún cuando el valor del
    trabajo pudiera medirse por horas de esfuerzo, el comunismo final
    haría a todos víctimas de explotación y
    alienación de la cantidad de su trabajo personal, que era
    lo que Spencer resumía cuando decía que "todo
    socialismo implica esclavitud". Me
    doy el lujo de citar textualmente uno de los últimos
    artículos de Zanotti:

    […] profundicemos el estudio de la teoría
    alternativa. Y esa se llama Escuela
    Austríaca de Economía. La teoría de la
    explotación marxista fue refutada estrictamente, en tres
    volúmenes, por Böhm-Bawerk en su tratado Capital e
    Interés, cuya primera edición es de 1884. La
    teoría de la dependencia se refuta ipso facto cuando se ve
    que la teoría del capital de la Escuela
    Austríaca es, al mismo tiempo, una teoría del
    desarrollo. Y que ese desarrollo, contra lo que Marx sostiene,
    implica un aumento progresivo del salario real, por
    el aumento de la productividad
    marginal del trabajo, noción que él jamás
    pudo entender.
    Como escribí alguna vez, los primeros en desconocer estas
    ideas no son los Castro y sus admiradores, sino los
    técnicos y asesores de los supuestamente procapitalistas
    FMI y bancos centrales,
    organismos cuya incompatibilidad con el mercado libre fue
    claramente expuesta por Mises en sus libros
    Liberalismo y
    La Acción Humana. Sólo esta literatura puede proteger a
    una mente idealista de la tentación de violencia, no
    por pasar al cinismo ni a una supuesta madurez sin corazón,
    sino porque se pasa a otro tipo de idealismo, que
    al autor de estas líneas practica desde los 13
    años: la convicción profunda de que la
    economía de mercado elimina la pobreza, la
    miseria, la desnutrición, el analfabetismo,
    y que es condición necesaria, aunque no suficiente, de la
    paz, la estabilidad institucional y un mundo donde la vida no
    dependa de caprichos y locuras de dictadores y demagogos.

    Así que, nuevamente, la cuestión es: O se
    discute la democracia, o se discute el capitalismo, pero los que
    mezclan las cosas en forma barata (al estilo Moore y Chomsky)
    siguen en su carrera "anti-corporaciones" y progresista a tono
    con la New Left "left-liberal" de Estados Unidos y
    la bien financiada globalifobia de los anarco-socialistas (o sea:
    comunistas).

    "¡Os engañan! ¡Os engañan!"
    gritan los anticapitalistas sobre las restricciones liberales que
    imperan en todo sistema de parlamentarismo multipartidario, pero
    con eso sólo favorecen las políticas
    de expansión del Estado que utilizan quienes buscan
    privilegios a través de ese mismo Estado (o sea: ser ricos
    no gracias a la voluntad de los consumidores sino a la
    sumisión -muchas veces alegremente abyecta- de los
    contribuyentes).

    Son como los asesores en la fábula del rey desnudo:
    Le dicen al rey (véase aquí al ciudadano medio) que
    lo manipulan si no se resiste (véase aquí a usar el
    vestido invisible) y que es un idiota si no se da cuenta
    (véase aquí a quien sólo puede estar
    seguro de ser
    libre acabando con las clases superiores ¡clases que crea
    la libertad!), así que el rey sale desnudo a la calle con
    la defensa de su ropa invisible (véase aquí al
    inteligente nuevo militante contra el "poder corporativo"
    gritando contra el terrible problema de la "falsa democracia"
    bajo el capitalismo)

    El caso es el mismo de cuando se nos dice: "ellos (los
    capitalistas) manejan los medios de
    comunicación". Parece un chiste. Obviamente los
    propietarios de medios de
    comunicación manejan (cada uno) su propio medio de
    comunicación. Es como decir que "los
    zapateros manejan la industria de
    la zapatería". ¡Obviamente! Los medios de
    comunicación son de ellos y al hacerlo se vuelven
    empresarios y por ende manejan un capital.

    Otra cosa graciosa es que los izquierdistas que repiten
    esta tontería a su vez poseen sus propios medios de
    comunicación (privados, de ellos).
    ¿Pasarían ellos entonces a ser parte del
    capitalismo que maneja los medios de
    comunicación? ¿O estos medios de
    comunicación capitalistas sí serían
    realmente "independientes"? Toda esta tontería del
    cine
    "independiente" y términos parecidos siempre me
    causó gracia. Toda producción privada es independiente ipso
    facto.

    4. El poder, la riqueza y los
    porcentajes

    Una propiedad privada puede crecer, pero por grande que sea
    su tamaño en liquidez, eso no mejorará sus
    posibilidades como capital frente a los consumidores. Donde no
    hay demanda (y
    dónde no hay proyección futura que pueda llegar a
    haberla) de poco vale crear un capital. Y de la misma forma un
    gran capital que intentara vender por encima del valor que lo
    podría hacer una nueva pequeña empresa
    crearía una avalancha de competidores.

    El poder económico no es poder en sí. Su
    propia naturaleza es
    económica, o sea, subsiste dentro de un mercado de
    intercambio de bienes, y por ende contractual y voluntaria. El
    verdadero poder significa la fuerza para usurpar los bienes
    ajenos y por ende a las personas. Tal poder real altera la
    naturaleza del agente económico transformándolo en
    político. Si una persona tiene
    $100 no tiene más poder que la que tiene $50, salvo el
    poder de poseer bienes que le otorgan otros por propia utilidad a cambio
    de esa mayor suma. Un arquitecto, una empresa de
    vuelos comerciales, un gran comercio, no
    tienen respectivamente más poder que un albañil,
    una empresa de taxis
    o un quiosco. Su propia existencia como función
    económica demuestra que no tiene un poder real
    proporcional a su "poder económico". Tal "mayor
    influencia" sería sólo dentro del mercado y por una
    mayor dependencia con respecto a los consumidores. No
    tendría un poder que pudiera usar coactivamente para
    acceder al verdadero poder de iniciar la fuerza que es el Estado.
    Ya que lo que se discute es esto: Si el poder económico da
    proporcionalmente poder político. De hecho el poder
    político (precisamente por ser limitado) no es totalmente
    arbitrario y los casos de corrupción
    sólo pueden dar tales o cuales privilegios legales dentro
    del mercado a alguno de los agentes económicos
    (mercantilismo). Pero sería el acceso a un poder limitado
    lo que posibilitaría a tal agente económico pasar
    por encima de los demás. Un poder gubernamental más
    fuerte y con menores limitaciones legales no limitaría un
    supuesto igual "poder" económico de los agentes
    económicos, ya que tal "poder" no existe si no es a
    través de la voluntaria corrupción
    del poder político. Y sería mucho peor entonces un
    poder con menores limitaciones en manos de un agente
    económico. Más aún, si el poder
    político se hace menos corrompible por ser más
    fuerte, entonces no será porque los agentes
    económicos tuvieran un ilusorio "poder económico"
    sin ayuda del Estado, sino simplemente porque es mucho más
    fácil para un poder pequeño dar un privilegio
    subrepticiamente a una empresa X y recibir un beneficio monetario
    a cambio, que directamente expropiar tal empresa y gozar
    políticamente de los mismos privilegios (cosa que
    sí podría hacer de existir un Estado más
    "fuerte"). Pero siempre el poder político que se le
    otorgue a tal empresa X será menor en fuerza y
    arbitrariedad que el poder político que se
    arrogaría el mismo Estado si tuviera un poder mayor que el
    que se le otorga, porque sino simplemente no se lo
    otorgaría y lo obtendría para sí
    directamente. Sería el caso de un ladrón con total
    poder sobre nuestras vidas, al que luego intentáramos
    sobornar para que no nos asaltara o para que asaltara al vecino.
    Sencillamente nos robaría el soborno y robaría a su
    vez al vecino.
    Como se ve, siempre el poder real, la última palabra la
    tendrá el Estado. Si así no fuera…
    ¿para qué intentar acceder a él?

    Pero, aclaremos, no hay poder social alguno en el poder
    económico salvo aquel que le otorga el verdadero poder, el
    poder político. Si el poder económico en sí
    pudiera ser un agente de fuerza social, su retroalimentación sería obvia, y
    entonces (y esto es un ejemplo casi metafórico pero se
    entiende que la analogía es correcta y aplicable) la
    persona que tuviera $2 tendría dos veces más poder
    que la persona que tuviera $1 y podría asaltarle su
    dinero, sencillamente sacarle por su propia relación de
    fuerza 50 centavos a quien tuviera $1. Luego tendría $2.50
    y aquella 50c, y así finalmente la relación
    económica dejaría de tener sentido.

    Pero lo cierto es que un magnate puede ir a un quiosco y
    exigir que por su "poder económico" se le regale un
    alfajor, y nada sucederá salvo que se lo echará a
    patadas.

    Nuevamente, si el poder económico diera poder
    social, entonces ¿para qué "asaltar" o "influir"
    sobre el poder político si este realmente tiene menos
    fuerza que el propio? Lo cierto es que, limitado o ilimitado,
    legal o arbitrario, el poder político es el único
    que siempre tiene el monopolio de
    la fuerza, y por ende es el único que puede compartirlo,
    sea dejando sobornar a parte de sus miembros, sea directamente
    haciendo miembro político a tal o cual agente
    económico (lo cual de ser el poder público una
    fuerza sin limitaciones le posibilitaría al agente
    económico dejar de serlo, dejar de tener que ser el
    "fabricante del producto X" para pasar a ser un líder
    más del "Partido Z"). Pero dicho poder corrompido
    seguirá siendo limitado. Un poder más "presente",
    un Estado intervencionista, simplemente sería una fuerza
    mucho mayor plausible de ser utilizada por un agente
    económico en contra de otros dentro de la sociedad
    (mercantilismo), o bien por el mismo poder público contra
    los demás agentes económicos (estatismo). Pero si
    lo que se quiere es que las empresas no tengan poder
    político, simplemente hay que achicar al poder
    político, al Estado hasta hacerlo inútil como
    factor de poder, y luego éste no dará privilegios.
    A menos, y vale la pena repetirlo, que se crea que el poder
    económico (el poder de producir y comerciar más por
    haber dado mayores servicios) es "en sí" poder
    político sobre la sociedad (véase el ejemplo
    anterior) y que hay que "equilibrarlo" con el poder del Estado.
    Pero entonces ya no habría posibilidad de libertad, ya que
    para que todos tengan la misma "cantidad de libertad" todos
    tendrían que tener la misma cantidad de dinero. Ya no
    sería una cuestión de aplicar una ley igual para
    todos que permita a todos ser libres, sino que la libertad en
    sí tendría como resultante la inmediata
    desigualación de dicha libertad y por ende sería
    una libertad en contradicción consigo misma que
    habría que suprimir cuanto más se quisiera
    asegurarla para todos (lo cual obviamente es una
    contradicción). Luego una autoridad con
    total poder sobre la sociedad, un Estado totalitario
    debería organizar a todos los individuos bajo un total
    igualitarismo económico o sencillamente privarlos de todo
    su dinero. Luego, entonces, adiós libertad.

    Y si consideramos que el mercado de por sí perjudica
    el margen de libertad de los agentes económicos de menor
    influencia a favor de los que poseen mayores ingresos,
    entonces ya estaríamos tomando al mercado como un factor
    de total desequilibrio, y negaríamos toda posibilidad de
    un mercado libre sea donde fuere, con lo cual volveríamos
    a la "solución" totalitaria de un poder público sin
    límites
    sobre las empresas y sobre toda la ciudadanía en forma
    planificada socialmente, o sea: un sistema socialista. Pero vemos
    que si un conjunto de pequeñas empresas puede ofrecer un
    mayor servicio a los
    consumidores que una grande, ésta forzará a la
    grande a cambiar para superar a estas, o bien la grande
    sucumbirá ante aquellas. Y eso es porque el verdadero
    "poder económico" está en la relación
    utilidad-escasez de un recurso, un bien, una mano
    de obra o un capital, o sea, en su productividad
    marginal. Y nada, salvo esa utilidad marginal, es que la impide
    la generación de nuevos empresarios, ya que el poder de
    transferir el dinero de
    unas manos a otras está en el consumidor. Si a una sola
    empresa pequeña le costara menos crecer que a una gran
    empresa, entonces su servicio
    sería mayor que el de la gran empresa. En cuanto el
    mercado otorgara la posibilidad y la demanda
    potencial apareciera, entonces las empresas competidoras
    surgirán como lo han hecho desde siempre. Y eso significa
    que el consumidor sigue siendo el soberano en el mercado. Si el
    mercado tendiera al desequilibrio y no al equilibrio
    desaparecería por el empobrecimiento de los mismos
    consumidores que obviamente son a la vez productores.

    Este y otros temas han sido tratados con
    claridad meridiana por Murray N. Rothbard en el capítulo
    "Monopolio y competencia" de su obra magna "Hombre,
    economía y Estado"

    5. La demarcación
    pseudo-clasista entre ricos, medios y pobres

    La concepción relativista en cuestiones sociales
    parte de un prejuicio solipsista a la hora de establecer
    parámetros objetivos en
    cuestiones de derecho: "La ética es
    lo que se hace y se dice debe hacerse". La ética
    relativista también parte de una norma ética de
    carácter absoluto: la necesidad define las normas
    éticas válidas. Porque yo podría decir que
    el haber obtenido algo por mi propio esfuerzo e intercambiado
    voluntariamente de las demás es algo más valioso
    para mí que cualquier norma ética, entonces puedo
    salir a matar al relativista por pensar diferente a mí.
    Pero las normas
    éticas no son una creación humana ex-nihilo, son un
    descubrimiento humano. La cuestión es saber si realmente
    son éticas o no de acuerdo a tal o cual principio moral que
    podamos argumentar racionalmente como verdadero por tales y
    cuales fundamentos que podamos explicar racionalmente.
    Además las normas éticas son tan creaciones humanas
    como las leyes en las ciencias
    naturales -¡y vaya que hay leyes científicas
    erradas!- pero eso no significa que podamos relativizar las leyes
    de causalidad en las ciencias, ya
    que sino significa que no entendimos nada de nada.

    Las leyes científicas así como las normas
    éticas pueden y deben "ponerse a prueba". La realidad
    objetiva existe, y si la realidad objetiva existe habrá
    opiniones sobre lo que es la verdad más cercanas a la
    realidad y por tanto más "verdaderas" (de ahí el
    respeto a las
    opiniones ajenas), y como todos estamos en la misma realidad
    objetiva, todos podremos juzgar no importa el lugar, si robar es
    un acto de justicia o de injusticia. Si una sociedad considera
    robar como legal, yo consideraré a dicho robo una
    injusticia social o socializada. Existe el prejuicio polilogista
    según el cual hay una ética a conveniencia de cada
    diferencia dentro de una sociedad, y que todas pueden
    fundamentarse sin caer en contradicción, con lo cual si
    uno es más pobre le conviene más la
    violación de la propiedad que si alguien es más
    rico, y podría fundamentarlo, y viceversa, con lo cual
    habría un sentido de la justicia para cada sector
    diferente de la sociedad que decidiéramos demarcar
    (sacando de la discusión el hecho de que también el
    rico podría robarle al pobre y violar así el
    derecho de propiedad, la cuestión es otra: ¿Por
    qué el pobre no puede valorar más la seguridad sobre
    los bienes que obtuvo voluntariamente -y no por la fuerza- que el
    rico? ¿Por qué creer que el pobre tiene menos
    posibilidades que el rico de ascender en la escala social? De
    hecho es al revés).

    Como fuera, si todo es relativo en las cuestiones sociales,
    también la concepción del relativista sobre la
    libertad es relativa. La concepción de que según el
    lugar económico o social en el que uno se sitúa
    relativiza los valores
    éticos, eso también es (o sería) una
    concepción relativa a su persona individual y a sus
    particulares prejuicios. Pero todo lo que es relativo no se puede
    fundamentar ante los demás. ¿Por qué
    habría de hacérsele caso? Se está haciendo
    una propuesta moral y ética en función de un
    relativismo epistemológico, y al mismo tiempo se
    está diciendo que toda ética y toda moral son
    relativas, lo cual no tiene sentido.

    Por ejemplo: ¿A qué llamamos necesidades?
    Esto también es relativo. ¿Acaso los hombres
    nacimos para comer y subsistir? Entonces nacionalicémonos
    cubanos o norcoreanos (y ya ni esto puedo decir porque se
    están muriendo igualitariamente de hambre -salvo algunos
    que son más iguales que otros-) y abandonemos la idea de
    la modernización, el consumo, la
    calidad de
    vida, las oportunidades, el progreso personal, el
    mérito y el destino de cada uno y con él todo
    impulso en favor del desarrollo tecnológico.

    ¿Quien dice que es necesario para cada uno? Veamos:
    ¿por qué es necesario que vivamos 70 años
    promedio? ¿Por qué no alimentar a las personas
    hasta los 30 años y una vez que ya han colaborado en la
    reproducción de la prole popular eliminar a
    los "parásitos individuales"? El día de
    mañana para algunos eso se podrá llamar "justicia
    social"? ¿Por qué -pregunto- es más digno de
    llamarse justo a un tipo arbitrario de igualdad que a
    una forma universal de propiedad?

    Yo creo que una sociedad basada en la justicia individual
    es un sistema de justicia social, y no aquella que en nombre de
    una demarcación arbitraria de lo que es la "necesidad"
    continuamente recurra a la coacción y al robo porque los
    recursos son
    escasos.

    Hay algo cierto: Hemos descubierto que la guerra de
    todos contra todos –aunque suene hobbesiano sirve al
    ejemplo- es peor para nuestra libertad que la paz social. Pues
    bien, continuemos razonando de la misma forma y cooperemos
    voluntariamente mediante el mercado y no por la fuerza mediante
    el Estado. Tal vez descubramos que es mejor para todos
    garantizarnos el fruto personal del trabajo de cada uno, en el
    más puro sentido contractualista lockeano, que
    garantizarnos un mínimo subsidiado con el saqueo a los
    "que tienen demasiado", palabras que no por coincidencia podemos
    oír de la misma boca de Rousseau (a quien considero el
    primer comunista revolucionario de la historia).

    Por último: Las oportunidades no existen, se
    construyen. La escasez es una condición natural, pero ha
    dejado de serlo gracias a una filosofía social
    liberalizante del mercado, que según los ingenieros
    sociales se basa en una visión ingenua de la sociedad,
    pero que en realidad es todo lo contrario de ingenua. La
    ingenuidad está en creer que una sociedad basada en la
    fuerza y no en la ética, en el poder social y no en
    derecho individual, puede construir una organización económica natural,
    próspera para todos.

    Sin garantizar la propiedad no habrá progreso para
    nadie y habrá más escasez. Esto es puro
    utilitarismo, se me dirá, pero ya que vamos a relativizar
    toda ética y
    moral, pues entonces veámoslo desde un punto de vista
    misiano: sin garantizar la propiedad la multiplicación de
    riquezas se transformará en división.

    También aquí hay un error de base, que
    proviene de la teoría de la interdependencia
    socioeconómica. La libertad de una persona es siempre la
    misma, no importan las necesidades que tenga cubiertas. De hecho,
    la persona puede cubrir o no sus necesidades si es libre. La
    libertad es su derecho a lo propio. De no ser así, seamos
    coherentes: ya no se trata de una pequeña necesidad que
    debe ser satisfecha para ser libre. Todo es necesidad ya que
    aspiramos a tener más siempre. Y esto es un hecho.
    Así que para que todos seamos igualmente libres y tengamos
    las mismas posibilidades todos deberíamos tener
    exactamente la misma cantidad de dinero. ¡Un peso de
    diferencia ya sería una desigual libertad! Y en cuanto los
    logros que nos dan esas "posibilidades" variaran,
    automáticamente las libertades ya no serían iguales
    para todos. Ergo, ni división del trabajo debería
    existir para que todos fuéramos igualmente libres. Ni
    socialismo, ¡comunismo! Y una vez abolida la
    división del trabajo, ¿para qué el
    dinero?

    Es increíble como existe una conexión
    automática entre las formas de pensar del comunista, con
    las del relativista, las del historicista, el utópico y el
    holista-colectivista. Una forma de pensar lleva a la otra y son
    corolarios mutuos.

    Los beneficios que podemos heredar, o que heredamos de
    nuestros propios logros pasados, no nos dan mayores ventajas, ya
    que no nos dan mayor poder para coaccionar a nuestros semejantes.
    Son potenciales recursos para ser
    usados, y son desiguales con respecto a los demás
    individuos como fruto de los logros anteriores de nuestra
    progenie o de nuestra propia historia personal. El uso que se
    haga de ellos es lo que definirá si nuestro patrimonio
    crecerá o decrecerá, y esto dependerá de los
    consumidores, que son a su vez productores de las cosas que
    necesitamos. La competencia beneficia a los consumidores y estos
    a su vez mejoran su capacidad adquisitiva real lo cual posibilita
    la creación de nuevos oferentes y no la inversa.

    Esta es una de las bases de la sociedad civil liberal: el
    individualismo en los medios y los fines.

    6. Mercado o Estado

    El capitalismo es un sistema económico fruto del
    mercado libre en cualquier época o lugar (cualquier otra
    aseveración historicista sí es marxista). El
    esclavismo no
    es más que el mismo capitalismo pero en el cual una parte
    de la población no puede participar en el marcado sin
    poder ubicarse en él según su productividad
    marginal, ya que si el mercado necesita nuevos empresarios estos
    no aparecerán de entre los esclavos y cada trabajador
    vivirá para su subsistencia, aún cuando el valor de
    su trabajo pudiera ser mayor o menor que dicha subsistencia
    (dependiendo de la relación entre cantidad de mano de obra
    y capitalización de cada área de la división
    del trabajo).

    El feudalismo no es
    ni siquiera un modo de producción. Es algo totalmente paralelo.
    Puede haber un feudalismo
    voluntario y contractual, o puede ser coactivo, cosa que
    sólo puede sostenerse mediante privilegios de "Estado" o
    monárquicos ya que el feudalismo forzoso no es beneficioso
    en un mercado libre de servicios de defensa y llevaría a
    la descentralización. De cualquier forma el
    feudalismo no administra nada económicamente. Es
    simplemente una forma privada de defensa pero privilegiada por el
    Estado. Una suerte de mercantilismo militar, si se quiere. La
    solución del monopolio estatal de la defensa no es mejor,
    y lleva al estatismo y luego al socialismo de Estado (en las
    monarquías absolutistas no-orgánicas, y parcial o
    totalmente en los diversos fascismos) o al socialismo obrero y
    luego burocrático (en las dictaduras marxistas). Esta
    expansión estatista creada a la sombra del fin de las
    monarquías orgánicas dio lugar a lo que hoy
    conocemos como "servicio militar obligatorio", que a falta de una
    nobleza dedicada a las armas
    marcó el comienzo de la militarización de la
    sociedad y la era de la "carne de cañón".

    La democracia es para la "cosa pública", o sea, lo
    que sí ha sido creado por todos (necesariamente en
    abstracto). Democratizar otra cosa es un robo. No creo que nadie
    quiera ser gobernado en su intimidad por el pueblo. La libertad
    de prensa no
    significa que el pueblo como un todo poseerá y
    hablará a través de los medios de
    comunicación "del Pueblo". Tampoco significa que todos los
    individuos en forma plural tendrán acceso a una cuota de
    publicidad en los
    medios de producción existente. Significa que quien quiera
    crear un medio de comunicación y vender su información u opinión a quien la
    quiera comprar podrá hacerlo poniendo su propio medio de
    comunicación. Quien quiera hablar tendrá su boca.
    Quien quiera todo un diario tendrá que crearlo. No todos
    pueden ser dueños de mass-media como no todos pueden ser
    zapateros. Y eso no es por el poder de los mass-media o de los
    zapateros. Se llama fruto del propio esfuerzo y es corolario de
    la división del trabajo y el mercado libre. Si eso
    está en entredicho todo el orden individualista lo
    está.

    Como sea, la cuestión es que el poder de las
    multinacionales, de las corporaciones no es diferente del poder
    de cualquier negocio por chico que sea en un mercado… hasta de
    un quiosco. Si el mercado da "poder" (¿a qué
    llamamos poder?) y eso desiguala las posibilidades según
    la utilidad marginal del propio trabajo, entonces la propiedad
    privada en sí está en irremediable
    contradicción. Si no lo está, da igual una
    multinacional o una empresa nacional, grande, mediana o chica: es
    exactamente lo mismo. Si un propietario de hipermercados es
    explotador por tener mil empleados también lo será
    el mercadito de la esquina manejado por un abuelito así
    tuviera un solo empleado.

    Cuando alguien obedece a un jefe en una empresa tal cosa
    sucede por la misma naturaleza de una organización jerárquica. ¡Por
    supuesto que una empresa privada no es una democracia! Es
    propiedad de su dueño y a la mayoría de los obreros
    (por el mercado de
    capitales y trabajo, no por un "poder" del empresario)
    ganarán más vendiendo su trabajo por dinero (y ese
    trabajo ya comprado y bajo las ordenes del "jefe" darán
    sus frutos luego) antes de que el producto siquiera esté
    seguro de
    llegar al consumidor, que intentando ser empresarios de su propio
    trabajo directamente. Sobre las falacias acerca de la
    concentración económica Mises ha sido contundente
    en su obra "El Socialismo".

    Lo privado es tal porque tiene nombre y apellido. Cuando se
    hace una apología de las empresas estatales y se
    fundamenta que podrían ser administradas con criterios de
    ganancia y según reglas de mercado, sin subsidiar sus
    pérdidas con otras áreas, se olvida que las
    pérdidas recaerán en todos los socios, y los socios
    del Estado no son tales: pagan impuestos y las sostienen por la
    fuerza. No son copropietarios con nombre y apellido, ni pueden
    separarse de tales empresas. Si así pudieran (o sea: si
    fueran privadas y tuvieran un listado de socios gigantesco), sin
    duda los ciudadanos se irían desprendiendo de tales
    empresas gradualmente hasta que éstas empezaran a dar
    ganancias por un interés directo, y luego la productividad
    resultante posibilitaría menores precios
    según la entrada de nuevos capitales y la elasticidad de la
    demanda.

    Las ganancias de una empresa pública, en cambio, no
    pueden ir en proporción al grado de inversión de
    cada asociado, ni podrían repartirse entre todos los
    asociados iguales (sin nombre y apellido) para que luego no
    tuvieran ningún interés personal en invertir en
    ésta que se reflejara en ganancias, y mucho menos
    tendría criterio económico si se regalara en forma
    de ganancias un menor precio por
    producto a los consumidores, ya que todos los contribuyentes no
    serían sus respectivos consumidores en forma proporcional.
    Al haber justificado unas empresas estatales manejadas con
    criterios de mercado para que el consumidor no pagara ganancias a
    un empresario, desaparecía precisamente el empresario en
    sí tratando de reemplazarlo por la buena voluntad, con lo
    cual la desaparecida función creadora y directora del
    empresario sería reemplazada con las pérdidas de
    una con suerte bondadosa pero inepta administración burocrática.

    Por supuesto hasta esto sería utópico. Las
    empresas estatales, públicas, se manejan con criterios de
    asistencia social para cubrir a pérdida sectores
    dónde -por culpa del mismo intervencionismo estatal-
    ninguna área privada puede invertir y ver futuras
    ganancias. Eso las hace deficitarias per se ya que el criterio de
    su administración es político y no
    económico.

    Las empresas quebradas y "recuperadas" (asaltadas) por
    cooperativas o
    colectivos obreros también son artificios
    semi-públicos. Sus socios no son tales. No son empresarios
    ni propietarios con nombre y apellido. El resultado es que su
    productividad es sostenida en forma deficitaria para beneficiar a
    los trabajadores, no importa su número. La cuestión
    es "darse trabajo" y en el ínterin poco importará
    alcanzar el dinero de los consumidores y servirlos de la mejor
    forma. Las pérdidas consecuentes de administrarlas para
    dar trabajos a pérdida, acaba rápidamente con su
    función de empresas productoras de bienes de consumo. Y es
    lógico: Si los empresarios iniciales (sus verdaderos
    propietarios) fueran por naturaleza menos efectivos que los
    trabajadores empleados en ellas, el mercado daría
    preponderancia a las sociedades de
    trabajadores como creadoras de capitales y el capital empresario
    no se hubiera separado históricamente del trabajo manual. Pero no
    es así. Es mucho más productivo para un trabajador
    vender su trabajo por un salario previo e
    independiente de las ganancias o pérdidas del capital, que
    intentar formar de la nada en conjunto una artificiosa y numerosa
    fábrica de trabajadores asociados, cuya protección
    de los puestos de trabajo crea un inmovilismo improductivo e
    ineficiente que se cristalizaría aún más a
    cada nuevo trabajador asociado. Más aún si se trata
    de cooperativas o
    cualquier forma pública de organización obrera en
    la cual los socios no tienen participación con nombre y
    apellido sino por el mero hecho de un trabajo eventual que se
    transformaría en permanente.

    Las empresas así asaltadas, podrán volver a
    funcionar por un tiempo (por el nada gracioso hecho de que el
    costo de haber
    creado las instalaciones -que el empresario inicial sí
    tuvo que tener en cuenta- es nulo por haber sido precisamente
    asaltadas), a pesar de que el empresario tenía un criterio
    realmente lógico en el manejo de su capital y por ello
    mismo las había abandonado. Hacerlas funcionar es un
    suicidio
    económico que bien pronto empieza a sostenerse con
    subsidios políticos, sea que provengan de sindicatos, de
    otras empresas tomadas o bien del mismo Estado (o sea, de los
    contribuyentes) cuando la situación se hace insostenible.
    El socialismo sindicalizado se transforma así en
    socialismo estatal rápidamente, y eso es lo que se
    busca.

    Los empresarios originales no quieren recuperar sus
    negocios
    porque acaso con el "manejo obrero" (como un todo colectivo)
    puedan ahora dar ganancias, sino porque siempre fueron suyas, y
    esas fábricas les costaron y siguen valiendo más
    muertas que vivas (vendidos los bienes de capital para crear en
    lo posible nuevas empresas) en el mejor de los casos, de no
    variar la situación de la demanda.

    7. Salvo la libertad todo es
    ilusión

    Hoy se discute la cuestión de la
    participación popular en las democracias, como si esta
    pudiera ser garantía de las libertades de los ciudadanos.
    En mi artículo "¿Asambleas o soviets?" toqué
    el tema específicamente. La cuestión es que una
    democracia de asambleas no es más que una dictadura de
    reclutas cuando el poder público (obviamente unificado) de
    estas es tan inmenso que acaba con la pluralidad en su propio
    seno y con esto su propia libertad de decisión. La idea de
    que el pueblo es un todo de intereses iguales (y por ende
    colectivizables) lleva a la idea de intereses que ni siquiera
    pueden estar dispersos, y ni digamos sus ideas (que no pueden ser
    equivocadas o no, justas o no, sino adecuadas a esos intereses
    colectivizados), y que sólo un sistema de ideas
    único puede ser el adecuado. El Pueblo único
    tendrá así un "Pensamiento
    único" y por ende un "Partido único". El pueblo no
    se puede equivocar, por supuesto, y es fácil predecir
    hacia dónde va una democracia totalitaria que confunde
    libertad con poder y bien común con bien comunista: un
    socialismo puro con una filosofía de organización
    social lo más chata e igualitaria posible.

    Un sistema de democracia directa cuyo poder se confrontara
    con todos los diversos (y no por eso contradictorios o injustos)
    intereses particulares, no sólo sería por poco
    tiempo un totalitarismo popular. Rápidamente se
    convertiría en un totalitarismo elitista, ya que un
    sistema de partido único debe coaccionar a los soberanos
    de tener un pensamiento
    único real, y la triste realidad (triste para los
    socialistas) es que la voluntad no nace de discriminatorias
    "consciencias de clase" o altruistas "voluntades generales", sino
    de cada cerebro
    individual. Los "soviets" dejan de gobernar al partido
    único, y esta fracción social única que como
    tal organización política socialista puede llegar a
    representar (sea su fin último y nombre propio el de
    Comunista, Fascista o Nacionalsocialista, importa poco)
    será naturalmente el de un grupo de revolucionarios
    profesionales e ingenieros sociales que terminará
    controlando rápidamente a esas ilusas asambleas. Y creo
    que para ellas es el castigo merecido por despreciar la libertad
    propia para ser parte del poder sobre la libertad ajena.

    La cuestión del poder y de la libertad es algo muy
    difícil de encarar, sin embargo las cuestiones que
    más han sido utilizadas como argumentos en contra de la
    sociedad abierta y el pluralismo occidental parten de
    sincretismos políticos totalmente irrisorios de tan
    sencillos, a pesar de que se interrelacionan por una misma
    raíz: el pensamiento colectivista.

    Por un lado el colectivismo que nace de los prejuicios
    populistas, cuyos errores son tan generalizados en el
    ámbito de las ideas políticas
    y económicas como lo son en las llamadas "ciencias
    naturales". Por el otro el colectivismo que nace de los
    prejuicios revolucionarios, de los anti-sistémicos
    constructores de verdaderos sistemas
    planificados y dictaduras científicas como medios de
    liberación. Sus dictaduras totalitarias "del Pueblo
    ‘X’", "de la raza ‘Y’" o "de la clase
    ‘Z’" no son otra cosa que colectivizaciones fruto de
    sus propias idealizadas hipóstasis. La idea de Revolución
    como reconstrucción total y centralizada de todo lo
    existente (tan cara a la soberbia de las "elites intelectuales")
    confluye con la idea de Pueblo como un todo sin individuos de
    voluntades espontáneas, sin intereses legítimos y
    dispersos en forma de propiedades (tan propio de la tendencia
    simplificadora del pensamiento cerrado)

    Si aceptamos como legitima, personal y universal a una
    libertad (el derecho a lo propio), considerar luego que las
    desigualdades producidas por esa libertad sean incompatibles con
    la libertad significara que los únicos principios que
    nos queden sean, o el de una competencia nietzschiana por la
    libertad que reste, o un resentimiento generalizado por buscar la
    igualdad
    aunque todos seamos esclavos de todos.
    Entiendo que mi libertad sólo puede ser individual y
    privada (el derecho a lo propio entendido como lo obtenido
    voluntariamente de otros o por la inversión del propio
    esfuerzo). Luego quiero ser libre y espero que todos podamos
    serlo. Creo que así puede ser. El único sistema que
    produce este individualismo es el mercado, y el mercado produce
    algo llamado capitalismo. Es la única propuesta viable
    para la libertad. Toda limitación a esa libertad en nombre
    de preservarla igualitariamente significa creer que tal libertad
    encarna en si una contradicción. Quien crea esto ultimo
    tiene que volverse socialista. Quien no lo crea tiene que ser
    liberal. Todo lo demás son errores. No hay terceras
    vías.

    Y ahora veamos que a pesar de que Latinoamérica ha pasado por una historia
    larga de gobiernos militares tanto de izquierda como de derecha,
    lo cierto es que aquellas naciones que de una forma u otra han
    optado por la opción liberal y capitalista, y que hoy en
    democracia tanto las izquierdas como las derechas han continuado
    en forma coherente, son las naciones más prósperas,
    modernas y civilizadas. Es el caso de Chile es
    ejemplar en comparación con el resto del territorio
    continental (excurso: se argüirá que el gobierno de
    Allende seguía siendo democrático -lo cual es falso
    tanto antes como luego de la elección-, pero el objetivo
    socialista de un partido único totalitario era inherente a
    la idea de "tolerancia"
    política que junto a la doctrina marxista compartía
    con Castro, y los ataques inconstitucionales -fundamentados
    simplemente en el odio clasista- a las propiedades tanto
    nacionales como extranjeras iban de la mano necesariamente con la
    supresión de los opositores, ya que bajo la
    estatización progresiva y selectiva de la propiedad
    privada no hay posible prensa
    independiente), y esto está claro tanto para las derechas
    e izquierdas más racionales de aquel país al
    analizar la modernización económica desde Pinochet
    hasta Lagos. Compárese luego la mayoría de los
    países latinoamericanos, con una tradición de
    gobiernos ajenos al liberalismo y cercanos a un extraño
    nacionalismo
    veleidoso con respecto a Occidente, tanto militares o de partido
    único como democráticos y pluralistas pero que han
    optado, casi todos ellos, en mayor o menor medida, por la
    opción socialista-estatista, tanto por vías
    cercanas al fascismo como al
    marxismo.
    Sobran los comentarios acerca de los resultados.

    No se trata, pues, sino de otra cosa que de las ideas del
    soberano, que mal que pese siempre está en la
    opinión pública del cual dependen todos los
    regímenes existentes. Cuando los ciudadanos han tenido una
    mentalidad civilizada y abierta, con respeto por las
    individualidades y con una búsqueda por su
    consecución no contradictoria, han valorado entonces los
    pilares fundamentales de la sociedad civil y han posibilitado las
    reformas en pro de las relaciones contractuales libres y de la
    complejidad y diversidad de una sociedad compleja que caracteriza
    a una economía libre o de mercado.

    A la inversa cuando los ciudadanos han tenido una
    mentalidad salvaje y cerrada, con recelo hacia las
    individualidades y con la búsqueda de soluciones
    totalizadoras, han tomado como suyos los arbitrios de los
    intervencionistas y socialistas y han retrotraído la
    herencia del
    estatismo absolutista a su forma más primitiva
    extendiéndola en forma de coacción entre líder y
    masa a toda la población mediante la simpleza tribal del
    socialismo totalitario que caracteriza a una economía
    reprimida o de Estado (si se le puede llamar a la política
    con el nombre de economía).

    Las mayorías o primeras minorías eventuales
    refieren a algo colectivo y público. La sociedad civil
    refiere a una pluralidad de entidades individuales y
    privadas.

    Si no podemos encontrar un criterio de justicia universal
    (que es lo que se busca, ¿o no?), o sea: que una lo
    diverso, las mayorías eventuales se olvidarán que
    forman parte de la sociedad civil. No verán igualdad de
    derechos si no es
    en la comunidad de
    bienes. Los ciudadanos serán absorbidos por la masa y sus
    libertades dejarán de ser algo que puedan vivir cada
    día en sus relaciones sociales libres, sus vidas privadas,
    sus múltiples historias personales, sino algo que
    sólo podrá experimentarse en las urnas cada cuatro
    años. Pero en las urnas sólo hay poder
    público, y para vivir esa "libertad colectiva" todos los
    días habrá que gobernar todos los
    días.

    Y cuando lo que quede para valorar sea sólo poder,
    entonces las libertades reales, diversas y privadas, se
    verán como limitaciones a esa falsa libertad unificada y
    pública que promete el poder, pero que, como bien
    señalaba Bertrand de Jouvenel, no puede tener vida
    propia.

    El socialismo puro sólo puede tomar forma bajo el
    estatismo de una monarquía absoluta. Una democracia absoluta
    es un imposible: No se puede a la vez mandar y ser mandado en
    todo.

    Y esto no es un tema que no competa a los países de
    nuestra región y menos aún al nuestro: Venezuela bajo
    un presidente transformado en dictador y dirigiendo
    totalitariamente desde el Estado una virtual guerra civil,
    es un país que existe así como en el otro extremo
    existe Chile con una
    democracia próspera y moderna. Lo único que separa
    a Corea del Norte de Corea del Sur es una frontera, pero hay un
    abismo de ideas que hace libre y próspera a esta
    última. En cambio Argentina se
    encuentra mucho más lejos físicamente de Cuba pero el
    espacio político que nos separaba se está
    estrechando cada vez más. Y como bien explicara el gran
    economista Ludwig von Mises en su ciclo de conferencias en
    Buenos Aires
    en 1958, una espiral de acciones
    intervencionistas por parte del Estado lleva a consecuencias no
    deseadas cuya solución serán futuras mayores
    intervenciones, lo cual puede convertir en poco tiempo a un
    país en desarrollo en una economía de subsistencia,
    y al racionamiento consecuente en la aplicación de un
    socialismo químicamente puro, y por ende
    totalitario.

    Cuando entendamos que tal es la verdadera disyuntiva,
    entonces recién ahí sabremos qué es lo que
    estamos eligiendo. Seremos entonces, cada uno, liberales o
    socialistas, pero ya no seremos mentirosos.

    Trabajo enviado por:
    Pablo Martín Pozzoni

    28 años, estudiante autodidacta de filosofía y
    ciencias
    políticas. He cursado Ciencias Políticas en forma
    no permanente en la Universidad
    Católica Argentina
    así como en la Universidad del
    CEMA.
    Titulo y categoría: "Mayorías eventuales versus
    sociedad civil" dentro de la categoría, supongo:
    Liberalismo.

    Nota al lector: es posible que esta página no contenga todos los componentes del trabajo original (pies de página, avanzadas formulas matemáticas, esquemas o tablas complejas, etc.). Recuerde que para ver el trabajo en su versión original completa, puede descargarlo desde el menú superior.

    Todos los documentos disponibles en este sitio expresan los puntos de vista de sus respectivos autores y no de Monografias.com. El objetivo de Monografias.com es poner el conocimiento a disposición de toda su comunidad. Queda bajo la responsabilidad de cada lector el eventual uso que se le de a esta información. Asimismo, es obligatoria la cita del autor del contenido y de Monografias.com como fuentes de información.

    Categorias
    Newsletter