<>
Mayorías eventuales versus
sociedad
civil
Indice
1.
Introducción
2. Pueblo contra
ciudadanía
3. El saqueo popular como criterio de
justicia
4. El poder, la riqueza y los
porcentajes
5. La demarcación pseudo-clasista
entre ricos, medios y pobres
6. Mercado o Estado
7. Salvo la libertad todo es
ilusión
Está, en primer término, el mito
clásico, vox populi vox dei, que atribuye a la voz del
pueblo una especie de autoridad
final y sabiduría ilimitada. Su equivalente moderno es la
fe en la justeza suprema del sentido común de la figura
mítica que es "el hombre de
la calle", en su voto y en su voz. Es característica en ambos casos la
supresión del plural. Pero gracias a Dios las personas
raramente coinciden; y los diversos hombres de las diversas
calles son tan diferentes como una colección de personas
muy importantes en un salón de conferencias. Y si en
alguna ocasión hablan más o menos al
unísono, lo que dicen no es necesariamente juicioso.
Pueden tener razón o pueden estar equivocadas.
[…] Aunque la búsqueda de la verdad a
través de la libre discusión tradicional es un
asunto público, de ella no resulta la opinión
pública (sea esto lo que fuere). Aunque la opinión
pública pueda recibir la influencia de la ciencia y
pueda juzgar a la ciencia, no es
el producto de la
discusión científica.
Pero la tradición de la discusión racional
crea, en el campo político, la tradición de
gobernar por la discusión y, con ella, el hábito de
escuchar el punto de vista del otro, el desarrollo del
sentido de la justicia y la
predisposición al compromiso.
Karl R. Popper
"La opinión pública y los principios
liberales"
Conjeturas y refutaciones
Este artículo es una suma y recopilación de
escritos dispersos aquí y allá. Pretende tocar como
eje la cuestión del problema de lo público y
colectivo y por qué su endiosamiento es uno de los males
por los cuales las libertades individuales son mucho más
difíciles de defender contra el poder
democrático que contra el poder
aristocrático y/o monárquico, según el
caso.
No es un tema nuevo, pero tal vez sí lo sea la forma
de encararlo, o al menos, de aclararlo. Cosa que parece pocos
intentan hoy día, justo cuando es más necesario que
nunca. La involución de las democracias latinoamericanas
que se derrumban en las manos populistas de nuevos dictadores
socialistas (o aspirantes a tales) llaman a revisar una vez
más esta cuestión. No se trata de un tema que a
pesar de su carácter
político pueda separarse de la cuestión acerca de
los fundamentos naturales de la sociedad abierta,
tanto científico-filosóficos como culturales en
todos sus aspectos: morales, sociales y
económicos.
En su último libro el Dr.
Alberto Benegas Lynch (h) hace una acertada cita que creo de
especial importancia y que en cierta forma resume mi planteo,
cosa que se entenderá cuando me explaye sobre la
cuestión con más profundidad en los párrafos
que siguen. Refiere a la explicación de Juan A.
González Calderón: "la idea de las votaciones
ilimitadas […] significan una falsificación de las
matemáticas ya que la absolutización
de las mayorías equivale a suponer que la mitad más
uno es igual al cien por ciento, mientras que la mitad menos uno
equivaldría al cero por ciento".
Cuando se discute la cuestión del poder
público siempre, en forma velada o no, se termina en una
última pregunta que suele quedar sin respuesta, o bien con
una respuesta arbitraria y sin mayores
fundamentos.¿Quién tendrá la última
palabra? ¿Mayorías o minorías?
Ahí está la pregunta, y el meollo del asunto:
Si la mayoría puede esclavizar a la minoría,
¿quien la va a detener? ¿una
minoría?
Y las preguntas continúan entonces:
¿qué mayorías y qué minorías?
¿y cómo? Pero esto sería material para otro
debate
más complejo pero menos importante al núcleo del
problema que se discute, aunque inevitablemente se tocará
la cuestión -como se verá- en forma
tangencial.
Veamos, aquí no voy a la cuestión de si el
hecho de que gobierne la mayoría o la minoría
significa que exista una tiranía de la mayoría o de
la minoría. De hecho en una democracia
representativa la mayoría para ser legítima al
menos debe permitir la libertad
política
de la minoría, ya que eso asegura la posibilidad de los
individuos (la más pequeñas de las minorías)
que forman parte de la mayoría puedan decidir libremente y
por ende que tal mayoría pueda legitimarse como
voluntaria. Esta es una concepción individualista de
libertad
política
que es requerimiento básico para cualquier "sociedad
abierta" en el sentido popperiano del término, y esto es
aceptado tanto por socialdemócratas como por liberales.
Hayek va más allá y plantea que la libertad
individual política depende de la libertad individual
económica y desde ahí explica en "Camino de
servidumbre" por qué no puede haber democracia sin
libertad económica.
Pero, repito, no es éste el asunto. La
cuestión es que la libertad es un fin en sí mismo y
no un medio para asegurar la democracia. Si se puede asegurar la
libertad política individual de las minorías,
entonces ¿aceptaremos que la mayoría pueda
discriminar y abusar de los pelirrojos o de los judíos
mientras que los pelirrojos y los judíos tengan la
oportunidad de que en cuatro años presenten una propuesta
en las elecciones diferente?
Y si lo aceptamos ¿quien evitará que la
democracia degenere en populismo,
estatismo y de allí en socialismo
popular o demagógico, y por ende totalitarismo y
finalmente socialismo
elitista? ¿quien lo evitará? ¿la misma
mayoría interesada u otra minoría interesada o
no?
Pues bien, creo que la única forma de acercarnos a
la respuesta es dándonos cuenta de que la mayoría
(en el sentido populista y colectivo) es una abstracción
tan ajena a sus miembros individuales como lo podría ser
cualquier minoría, o aún peor, ya que es
difícil hacer la diferenciación. Es difícil
entender al "Pueblo" como algo diferente a sus partes, pero el
hecho es que así es. Por eso -y en parte respondo a la
pregunta- es que la gente no es un todo (y véase que digo
"gente" y no "pueblo", ya que en el primer caso se tiende a
pensar aún en individualidades que comparten algo en
común, mientras que en el último caso parece que se
hablara de algo casi no humano, abstracción totalizante
tan cara a los sediciosos y los populistas).
Aun si todos se robaran a sí mismos voluntariamente
y recibieran igualitariamente lo robado, seguiría siendo
un robo, ya que nada aseguraría la voluntariedad de todos
y cada uno de los individuos asaltados. Nadie vota porque le
quiten dinero con
impuestos,
sino para recibir dinero de los
impuestos. Y
si la gente misma se puede proveer de sus servicios,
¿para qué el Estado? Las
ganancias de las empresas del
Estado se las
llevarán quienes no las merecen, sean los empleados de
estas que no las han "emprendido", sea el "pueblo entero" que
jamás las ha administrado. Hay dos clases de impuestos: 1)
los que se supone son para proveer de servicios a
los usuarios que los pagan, y 2) los que son "redistributivos".
Los primeros no tienen sentido, ya que de ser así
podrían ser "propuestos" y no "impuestos", o bien no ser
proporcionados a quienes no quisieran pagarlos, y así
automáticamente el Estado se
volvería una agencia privada más que
exigiría ganancias por su independencia.
En el segundo caso ya obviamente hablamos de un robo… un robo
que ni siquiera se puede llamar inversión, ya que si el mercado no
invierte en un lugar es porque no ve futuras ganancias, y si no
hay futuras ganancias no se puede hablar de multiplicación
de riquezas ni de capital humano, y
entonces no se puede hablar de inversión. Es simplemente sostener a
pérdida pobres que requerirán de más
subsidios en el futuro. Esto es el abecé.
Entonces la pregunta vuelve: ¿quienes gobiernan? O
bien: ¿quienes gobiernan para asegurar "cuanto" se
gobierna? La respuesta anarco-capitalista o anarco-individualista
es rápida: Nadie. Comparto la respuesta, pero debe ser
fundamentada. Y esa fundamentación puede ayudar a
legitimar el liberalismo en
gobiernos limitados. Veamos: Supongamos que aceptamos la
existencia de un Estado y un
gobierno,
¿quien lo gobernará? Ya sabemos que la respuesta
liberal no será a "quien" gobernará sino a "cuanto"
se gobernará. Y la respuesta liberal sería algo
así: "la
administración de la justicia para
el cumplimiento de la ley", y la
respuesta socialdemócrata será: "la sociedad no se
autogobernará individualmente en todos los asuntos, y en
muchos casos tal decisión será
democrático-colectiva" (democracia social).
Pero la cuestión es que aún siendo liberales
persistirá el "quien". ¿Como llevamos al poder a un
gobierno liberal?
¿Por medios
democráticos o aristocráticos? El problema
persiste: tanto unos como otros pueden pervertirse y violar las
libertades personales, sea por degeneración populista o
elitista respectivamente. Ya vimos que se es más libre en
una dictadura
liberal que en una democracia totalitaria, y viceversa,
obviamente, también se es más libre en una
democracia liberal que en una dictadura
totalitaria. Pero este tema ya ha sido tratado por autores
diversos, tanto liberales como socialdemócratas (Perona).
La cuestión que trato aquí no es de
intervención sino de dominación, o sea, de
intervención potencial: ¿Quien tendrá la
última palabra?
En pocas palabras: No podemos asegurarnos contra la
tiranía de la mayoría con la dictadura de una
minoría y al mismo tiempo
asegurarnos contra la tiranía de la minoría con la
dictadura de la mayoría.
Nuevamente: ¿Quién tendrá la
última palabra?
La respuesta creo que está al comienzo de la pregunta: El
individuo. No uno en particular, o todos sumados, sino cada uno.
Veamos, nadie aquí creo que justifique la
experimentación con seres humanos en nombre de la salud
pública de muchos individuos, o de la causa de la
salud futura (por
mucho relativismo moral del que
se hable).
Si queremos entender qué es la esclavitud de un
ser humano tenemos que definir qué es lo propio, y ya que
el concepto de
propiedad es
universal, no importa que se trate de un individuo, de cientos o
de millones. Si hacemos experimentos
humanos estamos violando la propiedad
sobre su cuerpo y su vida en nombre de resultados de una investigación que beneficiarán a
muchos, pero a los que el investigado no se ha entregado
voluntariamente. Es, para el público, información robada, salud robada (y de una forma
atroz). Los beneficiarios podrán ser individuos, pero el
perjuicio de omitir ir en su ayuda nace de evitar el sacrificio
por acción de otro individuo irremplazable, o sea: una
injusticia. Dejar morir a alguien es por omisión algo
grave, y más cuando nada tenemos que perder, a pesar de
que fuera justo. Pero involucrar a un tercero y sacrificarlo para
salvar a ese alguien es aún más grave y una peor
injusticia, así ese alguien sean millones de personas. Si
pensamos diferente, entonces experimentemos con seres humanos.
Seamos coherentes.
Pues bien, entonces, si entendemos que la propiedad define
la libertad y la voluntariedad a la propiedad legítima y
universal, o sea: la propiedad individual, aquella que produce el
fenómeno del mercado desde el
comienzo de la historia y que por propio
interés
se ha subdividido en grandes grupos
sociales alrededor del capital y
trabajo luego de la "Revolución
Industrial", entonces ya tenemos la fórmula para
responder la pregunta: ¿Quien tendrá la
última palabra de gobernar? La respuesta es: el
individuo… Ahora bien: ¿como? Cada individuo acepta o no
vivir en un kibbutz, y el kibbutz a pesar de ser comunitario no
pasa a ser comunista, porque sigue siendo voluntario.
Mientras el individuo pueda secesionarse no importa quien
gobierne. Pero ese derecho deberá hacerse valer por parte
de cada individuo, o aquel que lo desee. Pero es esencial si se
va a "construir" un gobierno, que sea primero un gobierno de la
ley. Si yo
entro en una sociedad civil
firmo un contrato y acepto
que ciertas cosas no cambiarán arbitrariamente por
decisión mayoritaria o minoritaria. Y debe estar
reglamentado, como cualquier socio que entre en una empresa, que
las reglas de la contratación no van a variar sea quien
sea el que sea presidente. Y si se quiere hacerlas variar, hay
que re-legitimar todas las asociaciones individuales y no se
podrá transformar en delincuente a quien reniegue del
cambio de
reglas y decida irse. No se podrá aludir que la propiedad
sobre mi propio cuerpo y sobre mis bienes
personales pasa a ser un robo de una futura propiedad comunal
luego de un cambio
constitucional, ya que yo jamás he aceptado asociarme a
las leyes de un
gobierno cuya idea de la
organización social sea el comunismo de
personas y bienes.
Es cierto que nadie decide dónde nació.
Acepto la crítica de Hume. Pero a Rousseau, no a
Locke. Si es cierto que no aceptamos el contrato al
nacer, entonces la aceptación se confirmará en el
derecho a la secesión. Eso puede hacerse en una sociedad
libre. No así en un socialismo comunistoide como el que
propone Rousseau en su
versión de contrato social
(desde el inicio pseudo-voluntario).
No se trata pues de que la tiranía de la
mayoría deba controlarse con la dictadura de una
minoría, ni que la tiranía de la minoría
deba controlarse con la dictadura de la mayoría. Todos son
los involucrados y todos importan, hasta el último
individuo. Y como hemos planteado, si somos individualistas, nos
da igual uno que cien, cien que mil. El valor de un
ser humano está en su existencia y no su número, y
la legitimidad de su existencia se basa en aquello que ha
obtenido por su propio esfuerzo, aquello que le pertenece: su
propiedad.
Libros como "La ética de
la libertad" e "Igualitarismo como una revuelta contra la
naturaleza" de
Murray N. Rothbard contestan a estas preguntas específicas
sobre el método en
cuanto a legislación se refiere.
La cuestión ahora será pasar al problema de
la democracia en sí, una vez que, abortado el proyecto de una
res total colectivista y socialista, se acepta la existencia de
una res pública individualista y representativa. Y esto es
imprescindible ya que una administración
pública no refiere a nombres y apellidos (privados)
sino a una abstracción denominada Estado-nación
dentro de la que se debe unificar un solo camino de
decisión para las diversas y espontáneas opiniones
individuales. En sociedad, aún cuando la mayoría de
la esfera de la vida sea privada y libre, habrá leyes que
compartir para el funcionamiento de la división del
trabajo y la así posibilitada creación empresarial
de capital (que
mal que pese a ciertos historicistas es universal en tiempo y
espacio). Una misma sociedad civil
deberá compartir una misma ley, así sea el
mínimo liberal (o randiano) de posibilitar el
individualismo contractual mediante la regla del no-inicio de la
fuerza en las
relaciones
interpersonales. Y ese aseguro se hará a través
de una cosa pública que sea depositaria de dicha ley. (si
bien existen propuestas de privatización total tanto anarco-liberales
como la de Rothbard, así como
monárquico-orgánicas como la de Hoppe, para la
conservación de la legalidad bajo una misma sociedad civil
estas van mucho más allá de la cuestión que
podemos tratar).
Por ende su administración, por pequeña que sea
la base constitucional, derivará en un amplio conjunto de
leyes. Y mientras se acepte la idea de constitucionalidad y
contrato, entonces será necesaria igualmente una
democracia limitada para poder ejecutar tal contrato. En resumen:
Mientras, desgraciadamente, haya Estado, alguien lo tendrá
que manejar.
El problema parece resuelto en los párrafos
anteriores, pero no es tan sencillo.
Dando por sentado, aunque sea provisoriamente, la legitimidad de
la legislación de una sociedad civil por aceptación
de todos los individuos de vivir bajo una misma constitución, y así podamos poner
por encima de la variante mayoría ese "contrato" que
firmamos todos, debemos pasar entonces ahora al problema de la
legitimidad de la misma democracia (repito: aún limitada
por esa constitución). La democracia, que
sólo puede representar a mayorías o primeras
minorías con una misma opinión, frente a la
sociedad civil toda, con todas sus diversidades. He aquí
el problema del poder.
3. El saqueo popular como criterio de
justicia
Muchos consideran que nuestras democracias son falsas
democracias (por acción de intereses privilegiados), y que
el ideal es transformarla en verdaderas (por la acción del
interés
común como un todo colectivo).
Si me pongo aquí a discutir si es o no el
pluripartidismo un sistema
democrático –aunque sea su única
garantía- dejaré sin quererlo que se filtre un
prejuicio colectivista en forma subliminal: "El gobierno de todos
es menos ajeno al interés de cada individuo que el
gobierno de unos pocos".
Me temo eso es una falacia. Por dos cuestiones:
1) Se trate del gobierno de la res publica de un grupo de
individuos, sea el de todos los individuos o sea el de la
más amorfa de las masas rousseonianas (no importa), no
necesariamente conocerá en forma lógica
cuales son sus mejores intereses y podrán ser gobiernos
confundidos, engañados y/o equivocados.
2) Aun cuando obraran de acuerdo a sus intereses y actuaran
racionalmente en pos de ellos, tampoco el interés de los
individuos es el mismo que el de la cosa pública. La
colectivización de los gustos de las personas tiene como
consecuencia que se diluyan en una (tal vez más
igualitaria pero sin duda más uniforme) masa cuya
preferencia única con suerte favorecerá a quienes
estén más cerca del promedio. Para colmo la
libertad individual no es algo alienable y que pueda devolverse a
través del Estado. Es una cuestión de
autonomía. Nadie puede devolverle la libertad a un
hombre de
decidir voluntariamente con quien se quiere casar por mucho que
participe con el resto de una asamblea comunal donde se decida
con quien se casará cada persona.
Por ende entonces, no vayamos a creer que las cosas malas o
que creemos frustrantes ocurren porque no vivimos bajo un
sistema
democrático. De hecho, podemos o no vivir bajo un poder
democrático, pero no será el carácter
democrático o no de dicho poder lo que nos
beneficiará o perjudicará, sino las características de dicho poder.
Lo cómico es que, mientras haya libertad individual,
toda permisividad a la desigualdad (por legítima que
fuera) podrá acusarse de explotadora, perjudicial y causa
de los males de aquellos que estén debajo del promedio. He
aquí el "problema" de la sociedad civil. La diversidad
individual que deviene en diversidad social o de
"clases".
Todo gobierno limitado aún democrático
tenderá a ser acusado de ser un títere de los
más ricos. ¡Aun cuando no lo fuera! ¿Que
mejor que eso para justificar la acción del Estado para
robarles? El problema para los pobres será entonces el
siguiente: ¿qué seguridad
habrá luego para la individualidad y propiedad de los
menos ricos? Pues ninguna.
¿Y si eso falla? Se seguirá echando la culpa
a los ricos, hasta que no queden ricos salvo entre la elite
política de los demagogos y populistas que le vendieran al
pueblo la fórmula mágica de la felicidad
socialista.
Se vuelve a lo mismo: Si todos tenemos el mismo derecho a lo
propio en el mercado, entonces cualquier influencia sobre el
poder político será para expropiar o limitar a la
competencia. Pero
eso no será obra del capitalismo
como sistema económico, sino de específicos
capitalistas que usarán el Estado en forma
anti-capitalista. Si todo el empresariado se transformara en una
única elite, en una casta conspirativa, todo el mercado se
vendría abajo ya que todas las empresas se
transformarían en un único monopolio
cuyas deficiencias al servir al consumidor
sólo podrían sostenerse mediante la
eliminación de la competencia
potencial que pudiera desplazarlo. Automáticamente ese
conglomerado monopólico sostenido por la fuerza ya ni
siquiera necesitaría hacer algo tan absurdo como vender
sus productos en
un mercado. Establecería un sistema de racionamiento para
todos, incluso para la elite (que se repartiría la mejor
tajada). Sería un socialismo
oligárquico-burocrático total. Según se
tratara el caso Marx llamaba, en
el caso del "bonapartismo" extremo, "socialismo de Estado", y en
el caso del mercantilismo,
"socialismo burgués". Stalin hablaba de "social-fascismo" en
referencia a la Alemania
Nacionalsocialista. Trotsky llamaba "estatismo" a la
situación en la Rusia soviética Comunista
post-leninista. Mao hablaba del socialismo burocrático
post-stalinista como "capitalismo de
Estado" -denominación esta última tal vez la
más estúpida porque cualquier posesión de un
capital, por inicua que fuera, sería entonces una forma de
capitalismo-.
Pensar que no existen conspiraciones mercantilistas es una
obvia ingenuidad, pero creer que el mercantilismo
y el control sobre el
Estado se extiende por todo el capitalismo (cual una
conspiración clasista) es una estupidez flagrante, ya que
el poder del Estado es para usarlo.
Veamos: Si bajo dicho gobierno secreto la competencia
capitalista es permitida libremente, entonces tal "poder" de los
capitalistas está en consonancia con el capitalismo y nada
tendría de malo (de hecho sería fruto no del poder
arbitrario sino de las leyes de propiedad que permiten -y
generan- el capitalismo y el desarrollo de
nuevas empresas libres, o sea: el conjunto de leyes que sostienen
nuestras propias constituciones fundadoras liberales).
Repito entonces, nada tendría de malo tal "lobby":
Sería una suerte de coalición de algunos o de
muchos empresarios para tener el poder, pero no usarlo salvo para
garantizar los derechos de propiedad de
todos (que son previos al capitalismo) amenazados por la presión
populista. Imaginemos el caso: con este poder se salvaría
la competencia. Repito, en el supuesto de que no fuera para
asegurarse el ser empresarios contra el sistema de competencia
que pudiera desplazarlos (esto significa, vale aclarar, que tal
poder secreto no sería siempre necesario para la
existencia del capitalismo, ya que para que exista capitalismo se
necesita que se cumplan las leyes de propiedad y nada más,
lo cual puede ser deseado por democracias como por
aristocracias). Sigamos: De ser así, de existir tal
situación, sería porque el poder en manos de otros
sería adverso a las garantías
individuales en nombre de los intereses tomados en forma
totalizadora de algún grupo de
presión, sean cual fueren los grupos de poder:
mayorías o minorías, económicos,
políticos, sindicales o religiosos. Para muchos el
empresariado debe ser protegido contra sí mismo, o sea:
contra la propia tentación de hacerse con el poder para
acabar con la competencia. Para otros, por ser el producto de la
libertad, son su mejor garantía. Yo no creo ni una cosa ni
la otra, cosa que explicaré a continuación. Pero a
función
de ejemplo, podemos continuar con la idea de una
oligarquía no-colectivista. Esta no tendría nada de
malo a menos que creamos que el capitalismo fuera per se malo. A
menos que creamos que "el capitalismo porque sí y en
sí" fuera "el problema". De ser así entonces, la
raíz individualista de la propiedad privada
llevaría al robo (de otra propiedad obviamente) y esto a
la creación empresarial del capitalismo. Tal
"explotación espontánea" sería un mal con
independencia
de la existencia del Estado e intrínseca a la sociedad
civil. O sea: estaríamos estigmatizando no a un
capitalismo oligárquico sino al capitalismo a secas que
para preservarse contra los "explotados" requeriría de un
poder oligárquico.
Ahora bien -y prestemos atención a esta paradoja- de ser así
entonces aceptaríamos que tal sostenimiento del mercado
libre "explotador" contra los privilegios que podría dar
el poder público, sería mayor beneficio para cada
capitalista particular -a la larga- que utilizar el poder estatal
para ganar más en forma monopólica que el resto del
empresariado. Aceptaríamos que la competencia limpia
favorecería al conjunto del empresariado, pero
diríamos: "Esa competencia ayuda al funcionamiento de la
economía,
pero la economía capitalista perjudica al resto del
pueblo (los trabajadores) y beneficia a la oligarquía
abierta (todos los empresarios, incluida la nueva competencia que
surgiera de entre la población general)", etc. Pero de ser
así ya no importa que el pueblo tenga el poder o no.
Porque si el pueblo elige el capitalismo como sistema
económico el mal persistirá igual. Y si el pueblo
no tiene el poder de elegir vivir o no bajo el capitalismo,
también resultaría igual. El problema no
sería que el capitalismo diera el poder político a
los empresarios, sino la existencia en sí de empresarios.
Muchos de esta forma creen que una cosa es imposible sin la otra,
cual si se tratara de una conspiración. Pero lo cierto es
que ni Marx
plantearía una sonsera semejante. El capitalismo no es un
invento conspirativo creado (ni mucho menos sostenido) desde el
Estado, sino un producto natural del mercado en toda época
y lugar.
El estatismo ha sido un obstáculo para todos los
mercados durante
cuatro mil años, y la situación dista de variar
mucho. Y el capitalismo, en cambio, es el producto de un derecho
igual para todos a lo propio, de la división del trabajo,
del dinero y del mercado que son sus resultantes y corolarios, y
de allí su orientación constante y dependencia para
con el consumidor.
Sus características no varían aún
luego de haber sido implantado, a pesar de la alucinada
cuestión marxista de la inmediata crisis de
superproducción por pauperización de los
consumidores y de la teoría
de la creación del proletariado por empobrecimiento de la
burguesía en decadencia (teoría
esta refutada en los hechos y en la teoría). En realidad
la creación de una clase obrera industrial ha sido por
multiplicación de población gracias a la
transformación de un campesinado estático y pobre.
El resultado ha sido una mayoría aburguesada gracias a los
beneficios como asalariados frente a los progresos del
período industrial del capitalismo (véase al
respecto "El capitalismo y los historiadores" de Hayek y otros
autores).
Sobre la cuestión Gabriel Zanotti ha escrito con su
sistemática claridad sobre la arbitraria teoría
marxista (clasista) de la explotación que soluciona el
problema acabando con todas las propiedades, con lo cual
aún cuando el valor del
trabajo pudiera medirse por horas de esfuerzo, el comunismo final
haría a todos víctimas de explotación y
alienación de la cantidad de su trabajo personal, que era
lo que Spencer resumía cuando decía que "todo
socialismo implica esclavitud". Me
doy el lujo de citar textualmente uno de los últimos
artículos de Zanotti:
[…] profundicemos el estudio de la teoría
alternativa. Y esa se llama Escuela
Austríaca de Economía. La teoría de la
explotación marxista fue refutada estrictamente, en tres
volúmenes, por Böhm-Bawerk en su tratado Capital e
Interés, cuya primera edición es de 1884. La
teoría de la dependencia se refuta ipso facto cuando se ve
que la teoría del capital de la Escuela
Austríaca es, al mismo tiempo, una teoría del
desarrollo. Y que ese desarrollo, contra lo que Marx sostiene,
implica un aumento progresivo del salario real, por
el aumento de la productividad
marginal del trabajo, noción que él jamás
pudo entender.
Como escribí alguna vez, los primeros en desconocer estas
ideas no son los Castro y sus admiradores, sino los
técnicos y asesores de los supuestamente procapitalistas
FMI y bancos centrales,
organismos cuya incompatibilidad con el mercado libre fue
claramente expuesta por Mises en sus libros
Liberalismo y
La Acción Humana. Sólo esta literatura puede proteger a
una mente idealista de la tentación de violencia, no
por pasar al cinismo ni a una supuesta madurez sin corazón,
sino porque se pasa a otro tipo de idealismo, que
al autor de estas líneas practica desde los 13
años: la convicción profunda de que la
economía de mercado elimina la pobreza, la
miseria, la desnutrición, el analfabetismo,
y que es condición necesaria, aunque no suficiente, de la
paz, la estabilidad institucional y un mundo donde la vida no
dependa de caprichos y locuras de dictadores y demagogos.
Así que, nuevamente, la cuestión es: O se
discute la democracia, o se discute el capitalismo, pero los que
mezclan las cosas en forma barata (al estilo Moore y Chomsky)
siguen en su carrera "anti-corporaciones" y progresista a tono
con la New Left "left-liberal" de Estados Unidos y
la bien financiada globalifobia de los anarco-socialistas (o sea:
comunistas).
"¡Os engañan! ¡Os engañan!"
gritan los anticapitalistas sobre las restricciones liberales que
imperan en todo sistema de parlamentarismo multipartidario, pero
con eso sólo favorecen las políticas
de expansión del Estado que utilizan quienes buscan
privilegios a través de ese mismo Estado (o sea: ser ricos
no gracias a la voluntad de los consumidores sino a la
sumisión -muchas veces alegremente abyecta- de los
contribuyentes).
Son como los asesores en la fábula del rey desnudo:
Le dicen al rey (véase aquí al ciudadano medio) que
lo manipulan si no se resiste (véase aquí a usar el
vestido invisible) y que es un idiota si no se da cuenta
(véase aquí a quien sólo puede estar
seguro de ser
libre acabando con las clases superiores ¡clases que crea
la libertad!), así que el rey sale desnudo a la calle con
la defensa de su ropa invisible (véase aquí al
inteligente nuevo militante contra el "poder corporativo"
gritando contra el terrible problema de la "falsa democracia"
bajo el capitalismo)
El caso es el mismo de cuando se nos dice: "ellos (los
capitalistas) manejan los medios de
comunicación". Parece un chiste. Obviamente los
propietarios de medios de
comunicación manejan (cada uno) su propio medio de
comunicación. Es como decir que "los
zapateros manejan la industria de
la zapatería". ¡Obviamente! Los medios de
comunicación son de ellos y al hacerlo se vuelven
empresarios y por ende manejan un capital.
Otra cosa graciosa es que los izquierdistas que repiten
esta tontería a su vez poseen sus propios medios de
comunicación (privados, de ellos).
¿Pasarían ellos entonces a ser parte del
capitalismo que maneja los medios de
comunicación? ¿O estos medios de
comunicación capitalistas sí serían
realmente "independientes"? Toda esta tontería del
cine
"independiente" y términos parecidos siempre me
causó gracia. Toda producción privada es independiente ipso
facto.
4. El poder, la riqueza y los
porcentajes
Una propiedad privada puede crecer, pero por grande que sea
su tamaño en liquidez, eso no mejorará sus
posibilidades como capital frente a los consumidores. Donde no
hay demanda (y
dónde no hay proyección futura que pueda llegar a
haberla) de poco vale crear un capital. Y de la misma forma un
gran capital que intentara vender por encima del valor que lo
podría hacer una nueva pequeña empresa
crearía una avalancha de competidores.
El poder económico no es poder en sí. Su
propia naturaleza es
económica, o sea, subsiste dentro de un mercado de
intercambio de bienes, y por ende contractual y voluntaria. El
verdadero poder significa la fuerza para usurpar los bienes
ajenos y por ende a las personas. Tal poder real altera la
naturaleza del agente económico transformándolo en
político. Si una persona tiene
$100 no tiene más poder que la que tiene $50, salvo el
poder de poseer bienes que le otorgan otros por propia utilidad a cambio
de esa mayor suma. Un arquitecto, una empresa de
vuelos comerciales, un gran comercio, no
tienen respectivamente más poder que un albañil,
una empresa de taxis
o un quiosco. Su propia existencia como función
económica demuestra que no tiene un poder real
proporcional a su "poder económico". Tal "mayor
influencia" sería sólo dentro del mercado y por una
mayor dependencia con respecto a los consumidores. No
tendría un poder que pudiera usar coactivamente para
acceder al verdadero poder de iniciar la fuerza que es el Estado.
Ya que lo que se discute es esto: Si el poder económico da
proporcionalmente poder político. De hecho el poder
político (precisamente por ser limitado) no es totalmente
arbitrario y los casos de corrupción
sólo pueden dar tales o cuales privilegios legales dentro
del mercado a alguno de los agentes económicos
(mercantilismo). Pero sería el acceso a un poder limitado
lo que posibilitaría a tal agente económico pasar
por encima de los demás. Un poder gubernamental más
fuerte y con menores limitaciones legales no limitaría un
supuesto igual "poder" económico de los agentes
económicos, ya que tal "poder" no existe si no es a
través de la voluntaria corrupción
del poder político. Y sería mucho peor entonces un
poder con menores limitaciones en manos de un agente
económico. Más aún, si el poder
político se hace menos corrompible por ser más
fuerte, entonces no será porque los agentes
económicos tuvieran un ilusorio "poder económico"
sin ayuda del Estado, sino simplemente porque es mucho más
fácil para un poder pequeño dar un privilegio
subrepticiamente a una empresa X y recibir un beneficio monetario
a cambio, que directamente expropiar tal empresa y gozar
políticamente de los mismos privilegios (cosa que
sí podría hacer de existir un Estado más
"fuerte"). Pero siempre el poder político que se le
otorgue a tal empresa X será menor en fuerza y
arbitrariedad que el poder político que se
arrogaría el mismo Estado si tuviera un poder mayor que el
que se le otorga, porque sino simplemente no se lo
otorgaría y lo obtendría para sí
directamente. Sería el caso de un ladrón con total
poder sobre nuestras vidas, al que luego intentáramos
sobornar para que no nos asaltara o para que asaltara al vecino.
Sencillamente nos robaría el soborno y robaría a su
vez al vecino.
Como se ve, siempre el poder real, la última palabra la
tendrá el Estado. Si así no fuera…
¿para qué intentar acceder a él?
Pero, aclaremos, no hay poder social alguno en el poder
económico salvo aquel que le otorga el verdadero poder, el
poder político. Si el poder económico en sí
pudiera ser un agente de fuerza social, su retroalimentación sería obvia, y
entonces (y esto es un ejemplo casi metafórico pero se
entiende que la analogía es correcta y aplicable) la
persona que tuviera $2 tendría dos veces más poder
que la persona que tuviera $1 y podría asaltarle su
dinero, sencillamente sacarle por su propia relación de
fuerza 50 centavos a quien tuviera $1. Luego tendría $2.50
y aquella 50c, y así finalmente la relación
económica dejaría de tener sentido.
Pero lo cierto es que un magnate puede ir a un quiosco y
exigir que por su "poder económico" se le regale un
alfajor, y nada sucederá salvo que se lo echará a
patadas.
Nuevamente, si el poder económico diera poder
social, entonces ¿para qué "asaltar" o "influir"
sobre el poder político si este realmente tiene menos
fuerza que el propio? Lo cierto es que, limitado o ilimitado,
legal o arbitrario, el poder político es el único
que siempre tiene el monopolio de
la fuerza, y por ende es el único que puede compartirlo,
sea dejando sobornar a parte de sus miembros, sea directamente
haciendo miembro político a tal o cual agente
económico (lo cual de ser el poder público una
fuerza sin limitaciones le posibilitaría al agente
económico dejar de serlo, dejar de tener que ser el
"fabricante del producto X" para pasar a ser un líder
más del "Partido Z"). Pero dicho poder corrompido
seguirá siendo limitado. Un poder más "presente",
un Estado intervencionista, simplemente sería una fuerza
mucho mayor plausible de ser utilizada por un agente
económico en contra de otros dentro de la sociedad
(mercantilismo), o bien por el mismo poder público contra
los demás agentes económicos (estatismo). Pero si
lo que se quiere es que las empresas no tengan poder
político, simplemente hay que achicar al poder
político, al Estado hasta hacerlo inútil como
factor de poder, y luego éste no dará privilegios.
A menos, y vale la pena repetirlo, que se crea que el poder
económico (el poder de producir y comerciar más por
haber dado mayores servicios) es "en sí" poder
político sobre la sociedad (véase el ejemplo
anterior) y que hay que "equilibrarlo" con el poder del Estado.
Pero entonces ya no habría posibilidad de libertad, ya que
para que todos tengan la misma "cantidad de libertad" todos
tendrían que tener la misma cantidad de dinero. Ya no
sería una cuestión de aplicar una ley igual para
todos que permita a todos ser libres, sino que la libertad en
sí tendría como resultante la inmediata
desigualación de dicha libertad y por ende sería
una libertad en contradicción consigo misma que
habría que suprimir cuanto más se quisiera
asegurarla para todos (lo cual obviamente es una
contradicción). Luego una autoridad con
total poder sobre la sociedad, un Estado totalitario
debería organizar a todos los individuos bajo un total
igualitarismo económico o sencillamente privarlos de todo
su dinero. Luego, entonces, adiós libertad.
Y si consideramos que el mercado de por sí perjudica
el margen de libertad de los agentes económicos de menor
influencia a favor de los que poseen mayores ingresos,
entonces ya estaríamos tomando al mercado como un factor
de total desequilibrio, y negaríamos toda posibilidad de
un mercado libre sea donde fuere, con lo cual volveríamos
a la "solución" totalitaria de un poder público sin
límites
sobre las empresas y sobre toda la ciudadanía en forma
planificada socialmente, o sea: un sistema socialista. Pero vemos
que si un conjunto de pequeñas empresas puede ofrecer un
mayor servicio a los
consumidores que una grande, ésta forzará a la
grande a cambiar para superar a estas, o bien la grande
sucumbirá ante aquellas. Y eso es porque el verdadero
"poder económico" está en la relación
utilidad-escasez de un recurso, un bien, una mano
de obra o un capital, o sea, en su productividad
marginal. Y nada, salvo esa utilidad marginal, es que la impide
la generación de nuevos empresarios, ya que el poder de
transferir el dinero de
unas manos a otras está en el consumidor. Si a una sola
empresa pequeña le costara menos crecer que a una gran
empresa, entonces su servicio
sería mayor que el de la gran empresa. En cuanto el
mercado otorgara la posibilidad y la demanda
potencial apareciera, entonces las empresas competidoras
surgirán como lo han hecho desde siempre. Y eso significa
que el consumidor sigue siendo el soberano en el mercado. Si el
mercado tendiera al desequilibrio y no al equilibrio
desaparecería por el empobrecimiento de los mismos
consumidores que obviamente son a la vez productores.
Este y otros temas han sido tratados con
claridad meridiana por Murray N. Rothbard en el capítulo
"Monopolio y competencia" de su obra magna "Hombre,
economía y Estado"
5. La demarcación
pseudo-clasista entre ricos, medios y pobres
La concepción relativista en cuestiones sociales
parte de un prejuicio solipsista a la hora de establecer
parámetros objetivos en
cuestiones de derecho: "La ética es
lo que se hace y se dice debe hacerse". La ética
relativista también parte de una norma ética de
carácter absoluto: la necesidad define las normas
éticas válidas. Porque yo podría decir que
el haber obtenido algo por mi propio esfuerzo e intercambiado
voluntariamente de las demás es algo más valioso
para mí que cualquier norma ética, entonces puedo
salir a matar al relativista por pensar diferente a mí.
Pero las normas
éticas no son una creación humana ex-nihilo, son un
descubrimiento humano. La cuestión es saber si realmente
son éticas o no de acuerdo a tal o cual principio moral que
podamos argumentar racionalmente como verdadero por tales y
cuales fundamentos que podamos explicar racionalmente.
Además las normas éticas son tan creaciones humanas
como las leyes en las ciencias
naturales -¡y vaya que hay leyes científicas
erradas!- pero eso no significa que podamos relativizar las leyes
de causalidad en las ciencias, ya
que sino significa que no entendimos nada de nada.
Las leyes científicas así como las normas
éticas pueden y deben "ponerse a prueba". La realidad
objetiva existe, y si la realidad objetiva existe habrá
opiniones sobre lo que es la verdad más cercanas a la
realidad y por tanto más "verdaderas" (de ahí el
respeto a las
opiniones ajenas), y como todos estamos en la misma realidad
objetiva, todos podremos juzgar no importa el lugar, si robar es
un acto de justicia o de injusticia. Si una sociedad considera
robar como legal, yo consideraré a dicho robo una
injusticia social o socializada. Existe el prejuicio polilogista
según el cual hay una ética a conveniencia de cada
diferencia dentro de una sociedad, y que todas pueden
fundamentarse sin caer en contradicción, con lo cual si
uno es más pobre le conviene más la
violación de la propiedad que si alguien es más
rico, y podría fundamentarlo, y viceversa, con lo cual
habría un sentido de la justicia para cada sector
diferente de la sociedad que decidiéramos demarcar
(sacando de la discusión el hecho de que también el
rico podría robarle al pobre y violar así el
derecho de propiedad, la cuestión es otra: ¿Por
qué el pobre no puede valorar más la seguridad sobre
los bienes que obtuvo voluntariamente -y no por la fuerza- que el
rico? ¿Por qué creer que el pobre tiene menos
posibilidades que el rico de ascender en la escala social? De
hecho es al revés).
Como fuera, si todo es relativo en las cuestiones sociales,
también la concepción del relativista sobre la
libertad es relativa. La concepción de que según el
lugar económico o social en el que uno se sitúa
relativiza los valores
éticos, eso también es (o sería) una
concepción relativa a su persona individual y a sus
particulares prejuicios. Pero todo lo que es relativo no se puede
fundamentar ante los demás. ¿Por qué
habría de hacérsele caso? Se está haciendo
una propuesta moral y ética en función de un
relativismo epistemológico, y al mismo tiempo se
está diciendo que toda ética y toda moral son
relativas, lo cual no tiene sentido.
Por ejemplo: ¿A qué llamamos necesidades?
Esto también es relativo. ¿Acaso los hombres
nacimos para comer y subsistir? Entonces nacionalicémonos
cubanos o norcoreanos (y ya ni esto puedo decir porque se
están muriendo igualitariamente de hambre -salvo algunos
que son más iguales que otros-) y abandonemos la idea de
la modernización, el consumo, la
calidad de
vida, las oportunidades, el progreso personal, el
mérito y el destino de cada uno y con él todo
impulso en favor del desarrollo tecnológico.
¿Quien dice que es necesario para cada uno? Veamos:
¿por qué es necesario que vivamos 70 años
promedio? ¿Por qué no alimentar a las personas
hasta los 30 años y una vez que ya han colaborado en la
reproducción de la prole popular eliminar a
los "parásitos individuales"? El día de
mañana para algunos eso se podrá llamar "justicia
social"? ¿Por qué -pregunto- es más digno de
llamarse justo a un tipo arbitrario de igualdad que a
una forma universal de propiedad?
Yo creo que una sociedad basada en la justicia individual
es un sistema de justicia social, y no aquella que en nombre de
una demarcación arbitraria de lo que es la "necesidad"
continuamente recurra a la coacción y al robo porque los
recursos son
escasos.
Hay algo cierto: Hemos descubierto que la guerra de
todos contra todos –aunque suene hobbesiano sirve al
ejemplo- es peor para nuestra libertad que la paz social. Pues
bien, continuemos razonando de la misma forma y cooperemos
voluntariamente mediante el mercado y no por la fuerza mediante
el Estado. Tal vez descubramos que es mejor para todos
garantizarnos el fruto personal del trabajo de cada uno, en el
más puro sentido contractualista lockeano, que
garantizarnos un mínimo subsidiado con el saqueo a los
"que tienen demasiado", palabras que no por coincidencia podemos
oír de la misma boca de Rousseau (a quien considero el
primer comunista revolucionario de la historia).
Por último: Las oportunidades no existen, se
construyen. La escasez es una condición natural, pero ha
dejado de serlo gracias a una filosofía social
liberalizante del mercado, que según los ingenieros
sociales se basa en una visión ingenua de la sociedad,
pero que en realidad es todo lo contrario de ingenua. La
ingenuidad está en creer que una sociedad basada en la
fuerza y no en la ética, en el poder social y no en
derecho individual, puede construir una organización económica natural,
próspera para todos.
Sin garantizar la propiedad no habrá progreso para
nadie y habrá más escasez. Esto es puro
utilitarismo, se me dirá, pero ya que vamos a relativizar
toda ética y
moral, pues entonces veámoslo desde un punto de vista
misiano: sin garantizar la propiedad la multiplicación de
riquezas se transformará en división.
También aquí hay un error de base, que
proviene de la teoría de la interdependencia
socioeconómica. La libertad de una persona es siempre la
misma, no importan las necesidades que tenga cubiertas. De hecho,
la persona puede cubrir o no sus necesidades si es libre. La
libertad es su derecho a lo propio. De no ser así, seamos
coherentes: ya no se trata de una pequeña necesidad que
debe ser satisfecha para ser libre. Todo es necesidad ya que
aspiramos a tener más siempre. Y esto es un hecho.
Así que para que todos seamos igualmente libres y tengamos
las mismas posibilidades todos deberíamos tener
exactamente la misma cantidad de dinero. ¡Un peso de
diferencia ya sería una desigual libertad! Y en cuanto los
logros que nos dan esas "posibilidades" variaran,
automáticamente las libertades ya no serían iguales
para todos. Ergo, ni división del trabajo debería
existir para que todos fuéramos igualmente libres. Ni
socialismo, ¡comunismo! Y una vez abolida la
división del trabajo, ¿para qué el
dinero?
Es increíble como existe una conexión
automática entre las formas de pensar del comunista, con
las del relativista, las del historicista, el utópico y el
holista-colectivista. Una forma de pensar lleva a la otra y son
corolarios mutuos.
Los beneficios que podemos heredar, o que heredamos de
nuestros propios logros pasados, no nos dan mayores ventajas, ya
que no nos dan mayor poder para coaccionar a nuestros semejantes.
Son potenciales recursos para ser
usados, y son desiguales con respecto a los demás
individuos como fruto de los logros anteriores de nuestra
progenie o de nuestra propia historia personal. El uso que se
haga de ellos es lo que definirá si nuestro patrimonio
crecerá o decrecerá, y esto dependerá de los
consumidores, que son a su vez productores de las cosas que
necesitamos. La competencia beneficia a los consumidores y estos
a su vez mejoran su capacidad adquisitiva real lo cual posibilita
la creación de nuevos oferentes y no la inversa.
Esta es una de las bases de la sociedad civil liberal: el
individualismo en los medios y los fines.
El capitalismo es un sistema económico fruto del
mercado libre en cualquier época o lugar (cualquier otra
aseveración historicista sí es marxista). El
esclavismo no
es más que el mismo capitalismo pero en el cual una parte
de la población no puede participar en el marcado sin
poder ubicarse en él según su productividad
marginal, ya que si el mercado necesita nuevos empresarios estos
no aparecerán de entre los esclavos y cada trabajador
vivirá para su subsistencia, aún cuando el valor de
su trabajo pudiera ser mayor o menor que dicha subsistencia
(dependiendo de la relación entre cantidad de mano de obra
y capitalización de cada área de la división
del trabajo).
El feudalismo no es
ni siquiera un modo de producción. Es algo totalmente paralelo.
Puede haber un feudalismo
voluntario y contractual, o puede ser coactivo, cosa que
sólo puede sostenerse mediante privilegios de "Estado" o
monárquicos ya que el feudalismo forzoso no es beneficioso
en un mercado libre de servicios de defensa y llevaría a
la descentralización. De cualquier forma el
feudalismo no administra nada económicamente. Es
simplemente una forma privada de defensa pero privilegiada por el
Estado. Una suerte de mercantilismo militar, si se quiere. La
solución del monopolio estatal de la defensa no es mejor,
y lleva al estatismo y luego al socialismo de Estado (en las
monarquías absolutistas no-orgánicas, y parcial o
totalmente en los diversos fascismos) o al socialismo obrero y
luego burocrático (en las dictaduras marxistas). Esta
expansión estatista creada a la sombra del fin de las
monarquías orgánicas dio lugar a lo que hoy
conocemos como "servicio militar obligatorio", que a falta de una
nobleza dedicada a las armas
marcó el comienzo de la militarización de la
sociedad y la era de la "carne de cañón".
La democracia es para la "cosa pública", o sea, lo
que sí ha sido creado por todos (necesariamente en
abstracto). Democratizar otra cosa es un robo. No creo que nadie
quiera ser gobernado en su intimidad por el pueblo. La libertad
de prensa no
significa que el pueblo como un todo poseerá y
hablará a través de los medios de
comunicación "del Pueblo". Tampoco significa que todos los
individuos en forma plural tendrán acceso a una cuota de
publicidad en los
medios de producción existente. Significa que quien quiera
crear un medio de comunicación y vender su información u opinión a quien la
quiera comprar podrá hacerlo poniendo su propio medio de
comunicación. Quien quiera hablar tendrá su boca.
Quien quiera todo un diario tendrá que crearlo. No todos
pueden ser dueños de mass-media como no todos pueden ser
zapateros. Y eso no es por el poder de los mass-media o de los
zapateros. Se llama fruto del propio esfuerzo y es corolario de
la división del trabajo y el mercado libre. Si eso
está en entredicho todo el orden individualista lo
está.
Como sea, la cuestión es que el poder de las
multinacionales, de las corporaciones no es diferente del poder
de cualquier negocio por chico que sea en un mercado… hasta de
un quiosco. Si el mercado da "poder" (¿a qué
llamamos poder?) y eso desiguala las posibilidades según
la utilidad marginal del propio trabajo, entonces la propiedad
privada en sí está en irremediable
contradicción. Si no lo está, da igual una
multinacional o una empresa nacional, grande, mediana o chica: es
exactamente lo mismo. Si un propietario de hipermercados es
explotador por tener mil empleados también lo será
el mercadito de la esquina manejado por un abuelito así
tuviera un solo empleado.
Cuando alguien obedece a un jefe en una empresa tal cosa
sucede por la misma naturaleza de una organización jerárquica. ¡Por
supuesto que una empresa privada no es una democracia! Es
propiedad de su dueño y a la mayoría de los obreros
(por el mercado de
capitales y trabajo, no por un "poder" del empresario)
ganarán más vendiendo su trabajo por dinero (y ese
trabajo ya comprado y bajo las ordenes del "jefe" darán
sus frutos luego) antes de que el producto siquiera esté
seguro de
llegar al consumidor, que intentando ser empresarios de su propio
trabajo directamente. Sobre las falacias acerca de la
concentración económica Mises ha sido contundente
en su obra "El Socialismo".
Lo privado es tal porque tiene nombre y apellido. Cuando se
hace una apología de las empresas estatales y se
fundamenta que podrían ser administradas con criterios de
ganancia y según reglas de mercado, sin subsidiar sus
pérdidas con otras áreas, se olvida que las
pérdidas recaerán en todos los socios, y los socios
del Estado no son tales: pagan impuestos y las sostienen por la
fuerza. No son copropietarios con nombre y apellido, ni pueden
separarse de tales empresas. Si así pudieran (o sea: si
fueran privadas y tuvieran un listado de socios gigantesco), sin
duda los ciudadanos se irían desprendiendo de tales
empresas gradualmente hasta que éstas empezaran a dar
ganancias por un interés directo, y luego la productividad
resultante posibilitaría menores precios
según la entrada de nuevos capitales y la elasticidad de la
demanda.
Las ganancias de una empresa pública, en cambio, no
pueden ir en proporción al grado de inversión de
cada asociado, ni podrían repartirse entre todos los
asociados iguales (sin nombre y apellido) para que luego no
tuvieran ningún interés personal en invertir en
ésta que se reflejara en ganancias, y mucho menos
tendría criterio económico si se regalara en forma
de ganancias un menor precio por
producto a los consumidores, ya que todos los contribuyentes no
serían sus respectivos consumidores en forma proporcional.
Al haber justificado unas empresas estatales manejadas con
criterios de mercado para que el consumidor no pagara ganancias a
un empresario, desaparecía precisamente el empresario en
sí tratando de reemplazarlo por la buena voluntad, con lo
cual la desaparecida función creadora y directora del
empresario sería reemplazada con las pérdidas de
una con suerte bondadosa pero inepta administración burocrática.
Por supuesto hasta esto sería utópico. Las
empresas estatales, públicas, se manejan con criterios de
asistencia social para cubrir a pérdida sectores
dónde -por culpa del mismo intervencionismo estatal-
ninguna área privada puede invertir y ver futuras
ganancias. Eso las hace deficitarias per se ya que el criterio de
su administración es político y no
económico.
Las empresas quebradas y "recuperadas" (asaltadas) por
cooperativas o
colectivos obreros también son artificios
semi-públicos. Sus socios no son tales. No son empresarios
ni propietarios con nombre y apellido. El resultado es que su
productividad es sostenida en forma deficitaria para beneficiar a
los trabajadores, no importa su número. La cuestión
es "darse trabajo" y en el ínterin poco importará
alcanzar el dinero de los consumidores y servirlos de la mejor
forma. Las pérdidas consecuentes de administrarlas para
dar trabajos a pérdida, acaba rápidamente con su
función de empresas productoras de bienes de consumo. Y es
lógico: Si los empresarios iniciales (sus verdaderos
propietarios) fueran por naturaleza menos efectivos que los
trabajadores empleados en ellas, el mercado daría
preponderancia a las sociedades de
trabajadores como creadoras de capitales y el capital empresario
no se hubiera separado históricamente del trabajo manual. Pero no
es así. Es mucho más productivo para un trabajador
vender su trabajo por un salario previo e
independiente de las ganancias o pérdidas del capital, que
intentar formar de la nada en conjunto una artificiosa y numerosa
fábrica de trabajadores asociados, cuya protección
de los puestos de trabajo crea un inmovilismo improductivo e
ineficiente que se cristalizaría aún más a
cada nuevo trabajador asociado. Más aún si se trata
de cooperativas o
cualquier forma pública de organización obrera en
la cual los socios no tienen participación con nombre y
apellido sino por el mero hecho de un trabajo eventual que se
transformaría en permanente.
Las empresas así asaltadas, podrán volver a
funcionar por un tiempo (por el nada gracioso hecho de que el
costo de haber
creado las instalaciones -que el empresario inicial sí
tuvo que tener en cuenta- es nulo por haber sido precisamente
asaltadas), a pesar de que el empresario tenía un criterio
realmente lógico en el manejo de su capital y por ello
mismo las había abandonado. Hacerlas funcionar es un
suicidio
económico que bien pronto empieza a sostenerse con
subsidios políticos, sea que provengan de sindicatos, de
otras empresas tomadas o bien del mismo Estado (o sea, de los
contribuyentes) cuando la situación se hace insostenible.
El socialismo sindicalizado se transforma así en
socialismo estatal rápidamente, y eso es lo que se
busca.
Los empresarios originales no quieren recuperar sus
negocios
porque acaso con el "manejo obrero" (como un todo colectivo)
puedan ahora dar ganancias, sino porque siempre fueron suyas, y
esas fábricas les costaron y siguen valiendo más
muertas que vivas (vendidos los bienes de capital para crear en
lo posible nuevas empresas) en el mejor de los casos, de no
variar la situación de la demanda.
7. Salvo la libertad todo es
ilusión
Hoy se discute la cuestión de la
participación popular en las democracias, como si esta
pudiera ser garantía de las libertades de los ciudadanos.
En mi artículo "¿Asambleas o soviets?" toqué
el tema específicamente. La cuestión es que una
democracia de asambleas no es más que una dictadura de
reclutas cuando el poder público (obviamente unificado) de
estas es tan inmenso que acaba con la pluralidad en su propio
seno y con esto su propia libertad de decisión. La idea de
que el pueblo es un todo de intereses iguales (y por ende
colectivizables) lleva a la idea de intereses que ni siquiera
pueden estar dispersos, y ni digamos sus ideas (que no pueden ser
equivocadas o no, justas o no, sino adecuadas a esos intereses
colectivizados), y que sólo un sistema de ideas
único puede ser el adecuado. El Pueblo único
tendrá así un "Pensamiento
único" y por ende un "Partido único". El pueblo no
se puede equivocar, por supuesto, y es fácil predecir
hacia dónde va una democracia totalitaria que confunde
libertad con poder y bien común con bien comunista: un
socialismo puro con una filosofía de organización
social lo más chata e igualitaria posible.
Un sistema de democracia directa cuyo poder se confrontara
con todos los diversos (y no por eso contradictorios o injustos)
intereses particulares, no sólo sería por poco
tiempo un totalitarismo popular. Rápidamente se
convertiría en un totalitarismo elitista, ya que un
sistema de partido único debe coaccionar a los soberanos
de tener un pensamiento
único real, y la triste realidad (triste para los
socialistas) es que la voluntad no nace de discriminatorias
"consciencias de clase" o altruistas "voluntades generales", sino
de cada cerebro
individual. Los "soviets" dejan de gobernar al partido
único, y esta fracción social única que como
tal organización política socialista puede llegar a
representar (sea su fin último y nombre propio el de
Comunista, Fascista o Nacionalsocialista, importa poco)
será naturalmente el de un grupo de revolucionarios
profesionales e ingenieros sociales que terminará
controlando rápidamente a esas ilusas asambleas. Y creo
que para ellas es el castigo merecido por despreciar la libertad
propia para ser parte del poder sobre la libertad ajena.
La cuestión del poder y de la libertad es algo muy
difícil de encarar, sin embargo las cuestiones que
más han sido utilizadas como argumentos en contra de la
sociedad abierta y el pluralismo occidental parten de
sincretismos políticos totalmente irrisorios de tan
sencillos, a pesar de que se interrelacionan por una misma
raíz: el pensamiento colectivista.
Por un lado el colectivismo que nace de los prejuicios
populistas, cuyos errores son tan generalizados en el
ámbito de las ideas políticas
y económicas como lo son en las llamadas "ciencias
naturales". Por el otro el colectivismo que nace de los
prejuicios revolucionarios, de los anti-sistémicos
constructores de verdaderos sistemas
planificados y dictaduras científicas como medios de
liberación. Sus dictaduras totalitarias "del Pueblo
‘X’", "de la raza ‘Y’" o "de la clase
‘Z’" no son otra cosa que colectivizaciones fruto de
sus propias idealizadas hipóstasis. La idea de Revolución
como reconstrucción total y centralizada de todo lo
existente (tan cara a la soberbia de las "elites intelectuales")
confluye con la idea de Pueblo como un todo sin individuos de
voluntades espontáneas, sin intereses legítimos y
dispersos en forma de propiedades (tan propio de la tendencia
simplificadora del pensamiento cerrado)
Si aceptamos como legitima, personal y universal a una
libertad (el derecho a lo propio), considerar luego que las
desigualdades producidas por esa libertad sean incompatibles con
la libertad significara que los únicos principios que
nos queden sean, o el de una competencia nietzschiana por la
libertad que reste, o un resentimiento generalizado por buscar la
igualdad
aunque todos seamos esclavos de todos.
Entiendo que mi libertad sólo puede ser individual y
privada (el derecho a lo propio entendido como lo obtenido
voluntariamente de otros o por la inversión del propio
esfuerzo). Luego quiero ser libre y espero que todos podamos
serlo. Creo que así puede ser. El único sistema que
produce este individualismo es el mercado, y el mercado produce
algo llamado capitalismo. Es la única propuesta viable
para la libertad. Toda limitación a esa libertad en nombre
de preservarla igualitariamente significa creer que tal libertad
encarna en si una contradicción. Quien crea esto ultimo
tiene que volverse socialista. Quien no lo crea tiene que ser
liberal. Todo lo demás son errores. No hay terceras
vías.
Y ahora veamos que a pesar de que Latinoamérica ha pasado por una historia
larga de gobiernos militares tanto de izquierda como de derecha,
lo cierto es que aquellas naciones que de una forma u otra han
optado por la opción liberal y capitalista, y que hoy en
democracia tanto las izquierdas como las derechas han continuado
en forma coherente, son las naciones más prósperas,
modernas y civilizadas. Es el caso de Chile es
ejemplar en comparación con el resto del territorio
continental (excurso: se argüirá que el gobierno de
Allende seguía siendo democrático -lo cual es falso
tanto antes como luego de la elección-, pero el objetivo
socialista de un partido único totalitario era inherente a
la idea de "tolerancia"
política que junto a la doctrina marxista compartía
con Castro, y los ataques inconstitucionales -fundamentados
simplemente en el odio clasista- a las propiedades tanto
nacionales como extranjeras iban de la mano necesariamente con la
supresión de los opositores, ya que bajo la
estatización progresiva y selectiva de la propiedad
privada no hay posible prensa
independiente), y esto está claro tanto para las derechas
e izquierdas más racionales de aquel país al
analizar la modernización económica desde Pinochet
hasta Lagos. Compárese luego la mayoría de los
países latinoamericanos, con una tradición de
gobiernos ajenos al liberalismo y cercanos a un extraño
nacionalismo
veleidoso con respecto a Occidente, tanto militares o de partido
único como democráticos y pluralistas pero que han
optado, casi todos ellos, en mayor o menor medida, por la
opción socialista-estatista, tanto por vías
cercanas al fascismo como al
marxismo.
Sobran los comentarios acerca de los resultados.
No se trata, pues, sino de otra cosa que de las ideas del
soberano, que mal que pese siempre está en la
opinión pública del cual dependen todos los
regímenes existentes. Cuando los ciudadanos han tenido una
mentalidad civilizada y abierta, con respeto por las
individualidades y con una búsqueda por su
consecución no contradictoria, han valorado entonces los
pilares fundamentales de la sociedad civil y han posibilitado las
reformas en pro de las relaciones contractuales libres y de la
complejidad y diversidad de una sociedad compleja que caracteriza
a una economía libre o de mercado.
A la inversa cuando los ciudadanos han tenido una
mentalidad salvaje y cerrada, con recelo hacia las
individualidades y con la búsqueda de soluciones
totalizadoras, han tomado como suyos los arbitrios de los
intervencionistas y socialistas y han retrotraído la
herencia del
estatismo absolutista a su forma más primitiva
extendiéndola en forma de coacción entre líder y
masa a toda la población mediante la simpleza tribal del
socialismo totalitario que caracteriza a una economía
reprimida o de Estado (si se le puede llamar a la política
con el nombre de economía).
Las mayorías o primeras minorías eventuales
refieren a algo colectivo y público. La sociedad civil
refiere a una pluralidad de entidades individuales y
privadas.
Si no podemos encontrar un criterio de justicia universal
(que es lo que se busca, ¿o no?), o sea: que una lo
diverso, las mayorías eventuales se olvidarán que
forman parte de la sociedad civil. No verán igualdad de
derechos si no es
en la comunidad de
bienes. Los ciudadanos serán absorbidos por la masa y sus
libertades dejarán de ser algo que puedan vivir cada
día en sus relaciones sociales libres, sus vidas privadas,
sus múltiples historias personales, sino algo que
sólo podrá experimentarse en las urnas cada cuatro
años. Pero en las urnas sólo hay poder
público, y para vivir esa "libertad colectiva" todos los
días habrá que gobernar todos los
días.
Y cuando lo que quede para valorar sea sólo poder,
entonces las libertades reales, diversas y privadas, se
verán como limitaciones a esa falsa libertad unificada y
pública que promete el poder, pero que, como bien
señalaba Bertrand de Jouvenel, no puede tener vida
propia.
El socialismo puro sólo puede tomar forma bajo el
estatismo de una monarquía absoluta. Una democracia absoluta
es un imposible: No se puede a la vez mandar y ser mandado en
todo.
Y esto no es un tema que no competa a los países de
nuestra región y menos aún al nuestro: Venezuela bajo
un presidente transformado en dictador y dirigiendo
totalitariamente desde el Estado una virtual guerra civil,
es un país que existe así como en el otro extremo
existe Chile con una
democracia próspera y moderna. Lo único que separa
a Corea del Norte de Corea del Sur es una frontera, pero hay un
abismo de ideas que hace libre y próspera a esta
última. En cambio Argentina se
encuentra mucho más lejos físicamente de Cuba pero el
espacio político que nos separaba se está
estrechando cada vez más. Y como bien explicara el gran
economista Ludwig von Mises en su ciclo de conferencias en
Buenos Aires
en 1958, una espiral de acciones
intervencionistas por parte del Estado lleva a consecuencias no
deseadas cuya solución serán futuras mayores
intervenciones, lo cual puede convertir en poco tiempo a un
país en desarrollo en una economía de subsistencia,
y al racionamiento consecuente en la aplicación de un
socialismo químicamente puro, y por ende
totalitario.
Cuando entendamos que tal es la verdadera disyuntiva,
entonces recién ahí sabremos qué es lo que
estamos eligiendo. Seremos entonces, cada uno, liberales o
socialistas, pero ya no seremos mentirosos.
Trabajo enviado por:
Pablo Martín Pozzoni
28 años, estudiante autodidacta de filosofía y
ciencias
políticas. He cursado Ciencias Políticas en forma
no permanente en la Universidad
Católica Argentina
así como en la Universidad del
CEMA.
Titulo y categoría: "Mayorías eventuales versus
sociedad civil" dentro de la categoría, supongo:
Liberalismo.