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Los estudios sobre las organizaciones en la teoría social clásica




Enviado por isaacep



    Los estudios sobre las organizaciones en
    la teoría
    social clásica

    1. Resumen
    2. Hacia una noción de lo que
      es la organización
    3. Los clásicos en las
      ciencias sociales
    4. Karl Marx y la organización
      articulada a partir del proceso de trabajo
    5. Emile Durkheim y la moralidad
      como matriz explicativa de la
      organización
    6. Max Weber y la organización
      impulsada por la racionalidad orientada al
      poder
    7. Joseph A. Schumpeter y la
      organización sustentada en la
      innovación
    8. Consideraciones
      finales
    9. Bibliografía

    Resumen:

    Ante la crisis y
    posterior reestructuración de las organizaciones
    productivas y burocráticas acontecidas a finales del siglo
    XX es preciso problematizar la transcendencia de éstas
    formaciones sociales, para lo cual resulta relevante el
    replantearse las conceptualizaciones formuladas por los
    pensadores

    clásicos en el marco de sus esfuerzos para la
    teorización de la sociedad como un
    todo articulado. Se trata pues, de definir a la
    organización a partir de su naturaleza y
    funciones en
    la producción y reproducción de la sociedad, y
    posteriormente crear categorías sobre algunos autores al
    rastrear las matrices
    conceptuales y explicativas que conformaron sus reflexiones sobre
    el capitalismo de
    su época. En suma, el autor se propone la
    elaboración de un Estado del
    arte para
    marcar la pauta de futuras formulaciones y reformuluaciones sobre
    las transformaciones del mundo actual que tienen como principal
    nicho de interacción a la organización en tensión constante
    con los intereses y motivaciones de los individuos.

    Conceptos clave: Organización, los clásicos en las
    ciencias
    sociales, proceso de
    trabajo, moralidad, racionalidad, poder,
    innovación.

    Las estructuras
    sociales –la formación y transformación de
    grupos y las
    relaciones dinámicas entre esos grupos-
    jamás han sido el fruto de una sola inteligencia
    humana, aunque jamás ha habido tampoco un proceso
    histórico al margen de las decisiones de la inteligencia
    humana, afortunadas o no, constructivas o destructivas. La
    historia de los
    hombres se desliza por cauces que va cavando la dinámica de las estructuras
    sociales, pero esa dinámica se genera en las reacciones que
    la inteligencia humana produce al enfrentar problemas.
    No es la historia la consecuencia
    de la acción ciega de las estructuras al margen de la
    voluntad humana, sino el cúmulo de una continua
    sucesión de decisiones racionales, generadas dentro de
    ciertos márgenes materiales.

    Pero, desde luego, ni todas las decisiones racionales
    de cada día crean historia,ni las que sí la crean
    son siempre aquellas que, con nuestro criterio de
    hoy,consideramos buenas y plausibles

    (Sergio Bagú, "La idea de dios en la sociedad
    de los hombres").

    Organizar significa crear reglas generales o duraderas
    para la actuación dirigida a un fin. Por
    improvisación se entiende, por el contrario, dar
    órdenes preliminares o provisionales, y por
    disposición, las instrucciones específicas
    válidas para una sola vez que pueden estar completamente
    desvinculadas o bien hallarse dentro del marco de una
    reglamentación organizativa duradera.

    En sentido sociológico, una organización
    está tanto más formalizada cuanto más
    definidas se hallan las actividades dirigidas a un fin que se
    ejercen en ella mediante reglamentaciones organizativas
    duraderas y no por la disposición y por la
    improvisación

    (Renate Mayntz, "Sociología de la
    organización").

    Introducción.

    Preguntarse y explicarse qué es la sociedad y
    cómo se genera y reproduce, implica también abordar
    los ámbitos donde conviven e interactúan los
    individuos, donde toman decisiones en relaciones de
    intersubjetividad, donde convergen sus objetivos y
    donde los realizan; esto es, para reflexionar sobre la constitución y dinámica de la
    sociedad es preciso desentrañar la naturaleza de las
    organizaciones.

    Como es de suma relevancia
    teórico/epistemológica el estudiar a las
    organizaciones, partimos de la idea que concibe a la
    organización como una formación social
    indispensable para la producción y reproducción del individuo en sociedad, y
    para la dinamización articulada de ésta como un
    todo. Esto es, sin organizaciones y sin los individuos motivados
    para pertenecer a ellas, sería imposible el rumbo de las
    sociedades.
    Nacemos, crecemos, nos desarrollamos, interactuamos y morimos
    perteneciendo a organizaciones y dependiendo de ellas; en esto
    radica la importancia de su estudio.

    Si nuestro objeto de estudio es la organización y
    lo que se ha dicho sobre ella en la teoría
    social clásica, entonces formulamos las siguientes
    interrogantes: ¿Qué es una organización?
    ¿cómo se constituye? ¿qué papel juegan
    los individuos en ella? ¿a partir de qué matrices
    explicativas es analizada en la teoría social
    clásica? ¿cuál es la naturaleza de las
    organizaciones propias de la naciente modernidad
    europea teorizada por los clásicos? A partir de estas
    formulaciones nos planteamos como objetivos 1)el
    esbozar una definición de la organización; 2)el
    revisar las posiciones de los autores clásicos respecto a
    ésta formación social, y consecuentemente,
    3)identificar las categorías de éstos a partir de
    alguna matriz que
    pensaron como adecuada para estudiar a las organizaciones de su
    tiempo.

    Una idea será central en el presente trabajo: la
    tensión existente entre la organización y el
    individuo será abordada partiendo de que la primera es
    resultado de la interacción de los miembros y de las
    posibilidades de estructuración de sus intereses,
    motivaciones, actitudes y
    aptitudes, mientras que el segundo sólo puede recrearse y
    reproducirse socialmente dentro de las organizaciones e instituciones
    que las regulan; y contemplar así la redefinición
    de los actores o la aparición de otros nuevos en su
    constante contribución a la creación de la historia
    humana al tiempo que se
    rehacen y se redefinen en el transcurrir de ella, por lo que nos
    atrevemos a pensar que esta historia es resultado de la evolución de las estructuras
    socioeconómicas y culturales, así como de las
    convergencias y contradicciones entre los intereses y
    motivaciones de estos actores involucrados (Enríquez
    Pérez, 2003).

    En suma, nos planteamos sólo una revisión
    del Estado del
    conocimiento
    sobre los estudios de la organización, revisión
    necesaria para futuras investigaciones y
    posibles seminarios que coloquen en el centro del debate y de la
    problemática teórica a las organizaciones como
    articuladoras y dinamizadoras de la sociedad. Será pues,
    una especie de clasificación y ordenamiento sobre la
    importancia de los planteamientos y presupuestos
    clásicos; una especie de rescate sobre su utilidad
    teórico/epistemológico/histórica.

    Hacia
    una noción de lo que es la
    organización.

    Como la sociedad contemporánea es una totalidad
    organizada y permeada por una gran multitud de tipos
    organizativos y multifacéticos derivados de complejas
    formaciones sociales conformadas racionalmente y con objetivos y
    metas preestablecidos en el mar de interacciones de los
    individuos, es necesario constituir una definición sobre
    lo que son las organizaciones como formaciones sociales y como
    fenómenos. La organización para una autora como
    Renate Mayntz (1996), es una formación social orientada a
    fines u objetivos concretos, es un medio de ordenar a las
    sociedades
    altamente diferenciadas y orientadas hacia el rendimiento,
    además de ser un conjunto de elementos necesarios para la
    dinámica social.

    Una organización es necesaria dentro de las
    sociedades orientadas hacia fines específicos vía
    la cooperación continuada de numerosos individuos.
    El hombre por
    su misma naturaleza social tiende a reproducirse dentro de las
    organizaciones, por lo que no puede vivir alejado ni mostrarse
    indiferente respecto a ellas.

    En suma, una organización es una
    interacción social articulada, dinámica, orientada
    por decisiones negociadas y con una determinada división
    técnica del trabajo, que se presenta como un punto para la
    convergencia de intereses y principios
    portados por individuos que se a su vez están motivados
    por incentivos que
    les permiten contribuir a la consecución de objetivos y
    metas más allá de sus inquietudes personales,
    inmediatas y efímeras.

    En formaciones sociales así, la continuidad y
    perpetuidad de las mismas es garantizada por los objetivos y la
    convergencia que los miembros realizan respecto a estos, y aunque
    ellos se retiren de la organización, sus funciones siguen
    siempre y cuando existan otros dispuestos a colaborar. Esta
    continuidad de la organización se garantiza en tanto
    exista una compenetración cultural entre los miembros para
    contribuir a una cohesión de éstos y a una
    identificación con sus objetivos y con la
    concepción de que la organización es un nicho del
    cual depende su vida y viceversa. Una compenetración
    cultural que incluye el manejo de un mismo lenguaje que
    propicie la
    comunicación fluida entre los miembros y la
    identificación con principios que la
    rijan.

    El objetivo de
    una organización sólo es preservado si llega a
    traducirse en decisiones, si las diversas actividades de los
    miembros se orientan permanentemente hacia el mismo objetivo, y si
    la organización se autoexamina para determinar si su
    actuación se corresponde con dicho objetivo (Mayntz,
    1996). Regularmente, los objetivos cambian en respuesta a los
    intereses y motivaciones de los miembros y están en
    constante adaptación al entorno social en el cual se
    recrean. Esto último no significa que la
    organización esté determinada por fenómenos
    y circunstancias sociales que le son exteriores, sino que la
    organización dentro de la complejidad social es producto y a
    su vez es productora de lo social, esto es, la
    organización en intergénesis con los intereses y
    motivaciones individuales que la constituyen cuenta con un
    inmenso potencial para crear y recrear a la sociedad, al tiempo
    que se define y redefine en el transcurrir y en los vaivenes de
    esta. Si bien, la organización tiene contenida en sus
    principios, en su constitución y en su dinámica a la
    totalidad social, no sostenemos que la sociedad sea sólo
    la suma de organizaciones ni de individuos actuando intencional y
    organizadamente. La sociedad es algo más que
    eso.

    El sistema
    político/económico de las sociedades es un factor
    estructural que influye en el desarrollo de
    las organizaciones. Por otro lado, dentro de las condiciones
    individuales se encuentra la actitud
    racional, donde el individuo está orientado hacia
    intereses específicos y trata de realizarlos racionalmente
    mediante la ponderación de los medios con la
    idoneidad para alcanzar los objetivos de la organización.
    Entre ambos niveles, la organización es canalizadora de
    recursos, de
    ideas, de símbolos, de proyectos, que
    impulsan la relación recíproca entre estructura e
    individuo; esto es, en muchos casos la organización es la
    reproductora de ese sistema
    político/económico y lo difunde y promueve en la
    totalidad de la sociedad, mientras que el individuo a partir de
    su colaboración y cooperación lo impulsa y lo
    nutre, al tiempo que es el receptor de las pautas y principios de
    dicho sistema.

    Totalidad articulada, orientación hacia objetivos
    y racionalidad son componentes internos de la organización
    que se unen a otros factores que no son propios de ella pero de
    los cuales depende; factores tales como los mencionados dentro de
    las condiciones estructurales e individuales. La
    organización y su entorno social se encuentran en
    constante interacción e intercambio, redefiniéndose
    recíprocamente. Como sistema parcial o como subsistema, la
    organización está ubicada dentro de un sistema
    social más amplio y omniabarcador, por lo que los factores
    externos son indispensables para funcionar y
    perpetuarse.

    Para Mayntz, la creación de organizaciones y su
    integración a la estructura de
    cada sociedad como elementos esenciales de ella no constituyen
    fenómenos de carácter
    necesario y obligado dentro de una cultura dada.
    Es más bien un proceso que descansa sobre numerosos
    presupuestos
    especiales y sólo llega a manifestarse bajo condiciones
    muy determinadas (1996, p. 13). Sin embargo, desde nuestra
    posición si nos colocamos en una visión
    funcionalista, la necesidad de las organizaciones en tanto
    reproductoras de lo social, predecesoras de comportamientos, y
    creadoras de perspectivas y expectativas, además de
    materializadoras de éstas y movilizadoras de los
    individuos es evidente; sin organizaciones el funcionamiento de
    la sociedad estará caracterizado por un Estado de
    naturaleza hobbesiano con rasgos desintegradores, anómicos
    y anárquicos.

    La racionalidad está presente en estas
    formaciones sociales, y se identifica como una orientación
    o guía de la dirección a seguir. Recurriendo a la autora
    anteriormente referida, la característica de la racionalidad se
    refiere a la manera como una organización persigue su
    objetivo y no al contenido de éste objetivo, el cual puede
    ser completamente ‘irracional’ e incluso inmoral o
    antisocial (Mayntz, 1996, p. 26).

    El desarrollo de
    las organizaciones y de su racionalidad depende de condiciones y
    factores estructurales, individuales y legales, así como
    de la vinculación e interacción entre estos. Es
    necesario el visualizar la tensión entre las estructuras y
    los actores, el tender puentes entre ellos y contemplar los
    intereses, motivaciones, actitudes y
    aptitudes de estos últimos, las cuales no son naturales,
    sino que son parte de la interacción social; sin concebir
    a la materialidad técnica como origen de la
    organización, sino que también incluye a las
    legislaciones como construcciones sociales.

    Las organizaciones no necesitan ser formadas de una
    manera consciente, sino que surgen a partir de comienzos
    tímidos e inorgánicos para posteriormente crecer y
    convertirse en formaciones orientadas hacia fines
    específicos con una estructura racionalmente configurada
    (Mayntz, 1996). La formulación de una organización
    está dada por la disposición y sujeción de
    los miembros a las reglas. Sólo pueden regularse de manera
    adecuada, general y duradera para la organización,
    aquellos procesos que
    se repiten o que se presentan en un número suficiente de
    casos; pero si se exige que las actividades se ajusten a
    circunstancias y no se presenten de manera constante, entonces
    una regulación puede inhibir y restringir la capacidad de
    adaptación y el éxito
    de la organización (Mayntz, 1996, pp. 114 y
    115).

    Si definimos a la organización como una totalidad
    articulada, orientada hacia objetivos y dotada de una
    racionalidad ¿cómo es definida y caracterizada por
    los pensadores clásicos? ¿qué elementos y
    factores de la vida social toman como punto de partida para
    analizar a las organizaciones de su época?

    Los
    clásicos en las ciencias
    sociales.

    De manera breve, antes de entrar a fondo a la
    concepción que tuvieron los clásicos sobre las
    organizaciones, es necesario preguntarse y responder
    ¿qué es un clásico en las ciencias
    sociales? ¿cómo adquiere ese status?
    ¿qué importancia tiene para la teoría social
    contemporánea?

    Jeffrey Alexander sostiene que los pensadores
    clásicos son productos de
    la investigación a los que se les concede un
    rango privilegiado frente a las investigaciones
    contemporáneas del mismo campo (1989, p. 23).

    Del corpusteórico de un autor clásico se
    deriva una tradición compuesta por varias corrientes y
    variados objetos de estudio en distintas disciplinas, ello como
    resultado de su amplia influencia epistemológica y
    ética
    respecto a la realidad social.

    Se piensa al autor clásico como una fuente para
    la obtención de información empírica, esto es, sus
    textos serían convertidos en fuentes de
    datos y/o
    teorías
    no contrastadas, dirigiéndolos como vehículos de
    ulterior acumulación. Se piensa también, que estos
    textos clásicos pueden ser estudiados como documentos
    históricos en sí mismos, lo cual implica ocuparse
    de la interacción entre la teoría y las cuestiones
    como los orígenes sociales y la posición social de
    sus seguidores, las transformaciones de la organización
    social de la sociología, los cambios que sufren las
    ideas con su difusión, y sus relaciones con la estructura
    social y cultural del entorno (Alexander, 1989).

    Los clásicos de las ciencias
    sociales se caracterizan porque tienen como objetivo la verdad y
    el estar sujetos a estipulaciones racionales sobre cómo
    debe llegarse a la verdad y en qué debe consistir
    ésta. Para Alexander (1989), en el fondo de la
    designación de un autor como clásico se encuentra
    la necesidad de encontrar legitimación en los fundadores
    de las ciencias sociales. Una obra clásica se convierte en
    tal cuando se gesta una generalización sobre la estructura
    o causas de un fenómeno social a partir de la
    comprensión de los motivos y de la capacidad de
    empatía, perspicacia e interpretación mostradas.
    Estas generalizaciones tienen la función de
    expandir la reflexión sobre el significado de la vida
    social.

    Los clásicos aportan una perspectiva que
    desentraña la naturaleza y esencia de la sociedad mediante
    argumentos filosóficos que trascienden al tiempo y que
    construyen los principios fundacionales de una disciplina.
    Los autores clásicos cuentan con una gran creatividad
    intelectual que pone énfasis en el análisis de los movimientos de la historia
    y en la inserción de los fenómenos a
    esta.

    Mucho del status privilegiado y de la veneración
    otorgados fomentan la concepción de que un autor
    clásico y sus presupuestos son sinónimos del mismo
    conocimiento
    científico. El discurso sobre
    las obras clásicas se convierte en una forma de debate
    científico racional; la investigación de su nuevo significado a su
    vez, reorienta el trabajo
    científico (Alexander, 1989, p. 47). Son los mismos
    científicos sociales en cada época quienes otorgan
    el status de clásico a cada obra, al tiempo que se otorga
    a cada planteamiento su significado
    contemporáneo.

    La importancia de un clásico lleva profundamente
    unidos los intereses teóricos de los científicos
    sociales del presente con las interpretaciones y ejercicios
    hermenéuticos de los textos históricos. Más
    aún, la relevancia de un planteamiento y
    formulación teórica clásicos, radica en que
    los científicos sociales contemporáneos
    desentrañen los principios metodológicos de la obra
    para identificar al esquema cognitivo y epistemológico al
    cual pertenecen; esto es: distinguimos entre las pretensiones
    epistemológicas de un autor positivista sustentado en el
    argumento de que la realidad es algo externo al sujeto que
    observa, y que este es el encargado de formular las leyes generales
    de su explicación; mientras que un enfoque interpretativo
    o hermenéutico argumenta que tanto el sujeto como el
    objeto son inseparables, están en constante
    interacción y que el primero se encargará de
    encontrar el sentido y motivaciones de la acción y de los
    fenómenos; finalmente, un enfoque crítico sostiene
    que además de éste inseparable binomio en la
    construcción del conocimiento,
    el sujeto está posibilitado mediante la praxis para
    transformar la realidad.

    En suma, la riqueza teórica y expresiva de los
    autores clásicos nos arroja luz para la
    formulación de nuevas proposiciones teóricas que
    revitalicen la interpretación y explicación de los
    fenómenos sociales. Esta misma riqueza contempla el
    cómo construir conocimiento; contempla también una
    pretensión de abordar la totalidad de la sociedad a partir
    de un evento sustantivo o de un proceso. Además de colocar
    los cimientos y elementos fundacionales de las ciencias sociales
    con los cuales se abren nuevas vetas de investigación y se
    derivan teorías
    de menor alcance y con menor pretensión totalizadora y
    generalizadora, por lo que las obras clásicas son fuente
    de inspiración y estímulo
    teórico/metodológico para el abordaje de procesos
    específicos de la realidad social; pensemos en las
    teorías del institucionalismo, del desarrollo o de
    la
    globalización en que muchos de sus autores
    están arraigados a alguno(s) enfoque(s)
    clásico(s).

    La teoría y la sociología de las
    organizaciones por supuesto que también tienen una
    conexión estrecha y un arraigo profundo con las visiones
    clásicas; incluso ellas, sin el objetivo de
    proponérselo de manera explícita crearon los
    principios fundantes de estos estudios. Los principales
    planteamientos clásicos sobre la organización los
    sistematizamos a continuación.

    Karl
    Marx y la
    organización articulada a partir del proceso de
    trabajo.

    Un autor tan fecundo como Karl Marx en su
    propuesta sobre los estudios de la organización parte de
    la posición que tienen los actores en el proceso de
    trabajo. Son las relaciones capital/trabajo con sus característicos ingredientes de
    alienación, expropiación y apropiación,
    así como las manifestaciones de los actores sociales
    (capitalista y trabajador) contemplados por Marx, lo que
    gesta la posibilidad de la constitución de una
    organización. La praxis de ambos actores converge al
    interior de las organizaciones, y es en ellas donde
    también adquieren su status y su relevancia social. En el
    fondo, son estas organizaciones el sustrato donde se realiza la
    producción capitalista, se extrae la plusvalía y se
    concretiza en ganancia, además de que también en
    ellas, el trabajo
    humano se reproduce y adquiere lo necesario para recuperar sus
    energías perdidas.

    Marx sostiene que la producción de valores de uso
    implica un conjunto de trabajos útiles y diferenciados que
    conducen a una división social del trabajo, la cual
    constituye una condición necesaria para la existencia de
    la producción de mercancías.

    "La riqueza de las sociedades en las que domina el modo
    de producción capitalista se presenta como un
    ‘enorme cúmulo de mercancía’, y la
    mercancía individual como la forma elemental de esa
    riqueza" (Marx, 1980, p. 43); ésta mercancía es un
    objeto exterior, una cosa que merced a sus propiedades satisface
    necesidades humanas del tipo que fueran. Si la
    organización del trabajo humano y su división
    social tienen como objetivo satisfacer las necesidades
    básicas, entonces la mercancía aparece como el
    elemento articulador de esa organización. Sólo la
    mercancía que ha objetivado trabajo humano, deviene en
    ganancia en la circulación en tanto se expropia la
    plusvalía en el proceso productivo. Los diferentes
    momentos de la praxis económica (producción,
    circulación, intercambio y consumo) son
    proyectados, impulsados y realizados dentro de la
    organización o en sus relaciones con otras. En general,
    producción y consumo son
    dos niveles complementarios de organización del trabajo
    dentro de la praxis económica; por un lado, la
    producción que crea los valores de
    uso tras objetivar el trabajo humano y por otro, la
    circulación de las mercancías hasta dirigirlas al
    consumo donde se abstrae el valor de uso
    para agilizar el intercambio.

    En general, el valor es la
    cristalización del trabajo humano, de una sustancia
    social, y por tanto, de relaciones organizacionales. El valor
    contiene un gasto de la fuerza de
    trabajo humano. Un valor de uso requiere de un tiempo de trabajo
    socialmente necesario, por lo que, "en cuanto valores, todas
    las mercancías son, únicamente, determinada medida
    de tiempo de trabajo solidificado" (Marx, 1980, p. 49). No
    sólo basta producir valores de uso, es necesario que estos
    sean sociales, pues si son inútiles entonces será
    inútil el trabajo contenido en ellos. Para que sea
    útil se requiere determinado tipo de actividad productiva
    que contenga una finalidad, un modo de operar, un objeto, un
    medio y un resultado, lo cual se hace en las condiciones de una
    organización.

    Los valores de uso son combinaciones de material natural
    y trabajo; este trabajo no es la fuente única de los valores de
    uso que produce, es el padre, mientras que la tierra es
    la madre (Marx, 1980, p. 53). No es que el trabajo sea valor en
    sí mismo sino que es creador de valor (Marx, 1980, p. 63).
    "Todo trabajo es, por un lado, gasto de fuerza humana
    de trabajo en un sentido fisiológico, y es en ésta
    condición de trabajo humano igual, o de trabajo
    abstractamente humano, como constituye el valor de la
    mercancía. Todo trabajo, por otra parte, es gasto de
    fuerza humana de trabajo en una forma particular y orientada a un
    fin, y en esta condición de trabajo útil concreto
    produce valores de uso" (Marx, 1980, p. 57). Este fin es dado por
    la estructuración de la organización y por la
    posición en ella de los actores participantes.

    Marx sostiene que la organización de la sociedad
    determina el secreto de la expresión de valor de tal
    manera que la forma mercancía es la forma que adopta el
    producto del
    trabajo. Es en el seno de la organización de la sociedad
    donde germinan y se reproducen una serie de relaciones de
    dominación entre poseedores y desposeídos, donde
    los primeros venden su dinero como
    mercancía y los segundos, su fuerza de trabajo para lograr
    los satisfactores necesarios.

    La organización pensada por Marx era la
    incipiente empresa
    industrial del siglo XIX que expropia la plusvalía del
    trabajador, que le otorga validez al dinero cuando
    entra en contacto y en interacción con otras
    organizaciones.

    Además, el trabajo se presenta como el eje
    articulador de la organización en tanto se objetiva en el
    valor de las mercancías; al representar un gasto de vida
    humana es en la misma organización donde esta se repone y
    se reproduce. En la organización productiva se producen
    las mercancías al transformarse la naturaleza, en ella se
    determina el trabajo invertido, y en ella también los
    individuos se relacionan intersubjetiva y
    existencialmente.

    En la relación entre cosas nada tienen que ver la
    forma mercancía y la relación de valor entre los
    productos del
    trabajo con la naturaleza física de las mismas,
    entonces se adquiere una forma fantasmagórica de una
    relación entre cosas que van más allá de los
    alcances de sus productores. De esta forma, y de manera
    religiosa, el fetichismo se caracteriza porque los productos de
    la mente humana parecen figuras autónomas, dotadas de vida
    propia, en relación unas con otras y con los hombres
    (Marx, 1980, p. 89). Este carácter
    fetichista de las mercancías se origina en la peculiar
    índole social del trabajo que produce mercancías.
    Este carácter fetichista es adquirido dentro de la
    organización al momento en que se privilegia la ganancia
    por la ganancia haciendo caso omiso de la trascendencia del
    trabajo humano objetivado, es decir, los objetivos de la
    organización se ponen por encima de la esencia de la
    mercancía. De igual manera ocurre que la
    organización como creación humana adquiere
    dimensiones sobrenaturales y vida propia al subsumir al
    individuo, al reducirlo tan sólo a un apéndice y al
    no reivindicarse como ente determinante y constitutivo de la
    misma, esto es, los objetivos de la organización
    construidos por los miembros con capacidad de decisión se
    absolutizan, se imponen y suprimen la voluntad de los
    individuos.

    Existe un trabajo socialmente útil de los
    trabajos privados y que adquiere forma dentro de la
    organización y en sus vinculaciones con otras,
    además de que expresa el hecho de que el producto del
    trabajo es útil para otros.

    Una organización funciona como el Robinsón
    de la economía
    política extrapolado a dimensiones sociales: tienen
    que satisfacer diversas necesidades, por lo que ejecutan trabajos
    útiles de diversa índole, las cuales son distintas
    formas de actuación, diferentes modos del trabajo humano
    que exigen distribuir el tiempo; se lleva un inventario de lo
    consumido, de los objetos útiles, de las operaciones
    requeridas y del tiempo de trabajo empleado.

    En la organización, el trabajo humano adquiere
    relevancia y es conectado a la totalidad del modo de
    producción, y a la reproducción misma de la
    sociedad.

    Emile
    Durkheim y la
    moralidad como matriz
    explicativa de la organización.

    Persiste un estado de anomia derivado del mundo
    económico y que se traduce en conflictos y
    desordenes de toda clase. Estas fuerzas al no estar limitadas ni
    obligadas a respetar, se desenvuelven sin limitación y
    chocan unas con otras para rechazarse y reducirse mutuamente.
    Estas pasiones humanas solo se contienen ante un poder moral que
    respetan, una autoridad que
    dé paso a la constitución de organizaciones,
    ya que sólo estas limitaran la imposición de la
    ley del
    más fuerte y la generalización del Estado de
    naturaleza hobbesiano. La reglamentación derivada de este
    tipo organizativo genera una expresión de la libertad, por
    lo que se otorga el poder a la organización que detenta la
    autoridad para
    que restrinja esta libertad. Esto
    es, la moralidad plasmada en el derecho hace converger a los
    individuos, y hace que sus objetivos particulares se orienten
    hacia la conciencia
    colectiva sustentada en una diferenciación de las
    funciones que fomenta una división del trabajo. Esto es,
    la unión que sobrepasa al individuo, la
    subordinación de los intereses particulares al interés
    general, son la fuente misma de toda actividad moral. Este
    sentimiento se precisa y se determina en un código
    de reglas morales. Los individuos que tienen intereses comunes se
    asocian, pero no lo hacen sólo por defender esos
    intereses, sino por asociarse, por no sentirse más
    perdidos en medio de sus adversarios, por tener el placer de
    comunicarse, de construir una unidad con la variedad, y por
    llevar juntos una misma vida moral.

    Émile Durkheim
    sostiene que la división del trabajo no produce por
    necesidad la dispersión o la incoherencia, sino que las
    funciones al estar en contacto las unas con las otras, tienden a
    equilibrarse y a reglamentarse; esta adaptación y contacto
    sólo se convierte en regla de conducta cuando
    un grupo la
    consagre con su autoridad (Durkheim, 1995, p. 5). Una regla no
    sólo es una manera de obrar habitual, es una manera de
    obrar obligatoria, sustraída al libre arbitrio individual.
    Sólo una sociedad constituida (es decir, organizada) goza
    de la supremacía moral y material indispensable para crear
    la ley que rija las
    relaciones entre los individuos, sólo ella tiene la
    continuidad y permanencia necesaria para mantener la regla por
    encima de las relaciones efímeras. Una
    reglamentación moral o jurídica expresa necesidades
    sociales que sólo la sociedad puede conocer; descansa
    sobre un estado de opinión y toda opinión es cosa
    colectiva, y para que la anomia termine es preciso la existencia
    de la formación de un grupo en el
    cual pueda constituirse el sistema de reglas faltante (Durkheim,
    1995, p. 6).

    Cada organización o grupo profesional como lo
    explícita Durkheim reglamenta sus propios ámbitos
    de actuación, ya que los individuos que pertenecen a una
    misma profesión se hayan en relación debido a sus
    ocupaciones similares; son relaciones con carácter
    individual y dependen del azar de los encuentros. Existen
    organizaciones profesionales más o menos permanentes; esta
    organización común hace perder la individualidad,
    fija un reglamento y se impone con la misma autoridad. Se
    requiere además de un carácter definido, de una
    unidad y de la conversión a institución
    pública en el caso de las agrupaciones
    profesionales.

    Las organizaciones responden a ciertas necesidades y
    para satisfacerlas, buscan transformarse con arreglo al medio
    (Durkheim, 1995, p. 9).

    Hablando de la corporación, Durkheim sostiene que
    su papel no
    sólo consiste en establecer reglas y aplicarlas, ya que
    dondequiera que se forma un grupo, se forma también una
    disciplina
    moral, mientras que la institucionalización de ésta
    es una de tantas maneras de manifestación de la actividad
    colectiva. El grupo también es una fuente de vida sui
    generis, se desprende de él un calor que
    alienta y reanima a los corazones, que les abre a la
    simpatía. Esta actividad corporativa puede ejercerse en
    las diferentes esferas de la vida social. Comienza
    produciéndose fuera del sistema social y cada vez
    más se inserta en él a medida que avanza la vida
    económica. Se piensa como el ámbito esencial de la
    vida pública y de las estructuras sociales. La ausencia de
    toda institución corporativa crea un vacío en la
    organización de un pueblo. Su ausencia puede provocar una
    enfermedad en el organismo social. Esto no significa que la
    corporación sea una panacea que sirva para todo.
    Así como lo fue la familia, la
    corporación asegura la continuidad de la vida
    económica, y sólo sus profesionales se dedican
    útilmente a las tareas de esta.

    Durkheim busca en su obra comprender ¿cómo
    es posible que, al mismo tiempo que se hace más
    autónomo, dependa el individuo más estrechamente de
    la sociedad? ¿cómo puede ser a la vez más
    personal y
    más solidario? Esto puede explicarse a partir de la
    transformación de la solidaridad
    social, debida al desenvolvimiento de la división del
    trabajo (Durkheim, 1995, pp. 45 y 46). Esto no es algo nuevo en
    los hechos, pero sí en el darse cuenta de ello por parte
    del individuo moderno. En la época de Durkheim, la
    industria
    moderna se inclina a la extrema división del trabajo.
    Diría el autor, "no solamente en el interior de la
    fábricas se han separado y especializado las ocupaciones
    hasta el infinito, sino que cada industria es
    ella misma una especialidad que supone otras especialidades"
    (Durkheim, 1995, p. 47). Se ve en ella la ley superior de las
    sociedades humanas y la condición del progreso. Se observa
    en todas las esferas de la vida social, lo mismo ocurre con las
    ciencias y la filosofía, pues el círculo de
    investigaciones de un estudioso se restringe a un orden
    determinado de problemas o a
    un solo problema. La ley de la división del trabajo se
    aplica a los organismos y a las sociedades (Durkheim, 1995, p.
    49). Se dice que un organismo ocupa un lugar elevado en la
    escala animal en
    la medida que son más elevadas sus funciones. Esta
    división del trabajo se remonta al origen de la vida
    en el mundo y se buscan sus condiciones en las propiedades
    esenciales de la materia
    organizada, entonces las sociedades humanas se unen a esta
    inercia. Esto afecta la constitución moral. Es una ley de
    la naturaleza y una base fundamental del orden social.

    El surgimiento de las organizaciones se entiende a
    partir de la mayor diferenciación social que
    entraña la división del trabajo; a su vez
    ésta supone el ejercicio de funciones por parte de un
    especialista, el cual depende de una organización que le
    brinde una capacitación para integrarse al mundo de la
    división del trabajo. Dentro de la organizaciones se
    delimitan las funciones de los individuos o del total de la
    colectividad respecto de la sociedad; en ella se jerarquiza la
    división del trabajo, los cargos de los miembros, y en
    gran medida, son los objetivos generales los que
    mantendrán cohesionados a los individuos.

    En la división del trabajo se busca lo que nos
    hace falta y nos unimos para sentirnos menos incompletos. Pero
    los servicios
    económicos que se producen valen poca cosa al lado del
    efecto moral que produce, y su verdadera función es
    crear entre dos o más personas un sentimiento de solidaridad
    (Durkheim, 1995, p. 65). Existe una diferenciación de
    funciones hasta en las relaciones sexuales y la familia. Los
    efectos de la división del trabajo no es el aumento del
    rendimiento de las funciones divididas, sino que las hace
    más solidarias. Se trata de establecer un orden social y
    moral muy sui generis. "Los individuos están ligados unos
    a otros, y si no fuera por eso serían independientes; en
    lugar de desenvolverse separadamente, conciertan sus esfuerzos;
    son solidarios, y de una solidaridad que no actúa
    solamente en los cortos instantes en que se cambian los servicios,
    sino que se extiende más allá" (Durkheim, 1995, p.
    71). Supone el que dos seres dependan mutuamente uno de otro,
    porque uno y otro son incompletos, y no hace más que
    traducir al exterior esta dependencia mutua. El ser
    complementario deviene parte integrante de nuestro ser y conciencia,
    mientras que la unión de dos imágenes
    iguales deriva en una aglutinación. En la división
    del trabajo, las partes se hallan fuera una de la otra y
    están ligadas sólo porque son distintas (Durkheim,
    1995).

    Para nuestro autor, la solidaridad social es un hecho
    completamente moral, pone a los hombres en contacto, los inclina
    unos a los otros. Entre más solidarios son los miembros de
    la sociedad, más relaciones diversas sostienen ya sea
    entre ellos o con el grupo. El número de estas relaciones
    es proporcional al de las reglas jurídicas que las
    determinan. "La vida social, allí donde existe de una
    manera permanente, tiende invariablemente a tomar una forma
    definida y a organizarse, y el derecho no es otra cosa que esa
    organización, incluso en lo que tiene de más
    estable y preciso. La vida general de la sociedad no puede
    extenderse sobre un punto determinado sin que la vida
    jurídica se extienda al mismo tiempo y en la misma
    relación" (Durkheim, 1995, p. 75).

    A la solidaridad social le proporcionan sus caracteres
    específicos la naturaleza del grupo cuya unidad asegura,
    por lo que varía según los tipos sociales. Cada
    forma de solidaridad tiene su naturaleza propia. Es un hecho
    social pero depende del organismo individual (física y
    psíquica). Depende de condiciones sociales que la
    explican. Durkheim distingue entre una solidaridad mecánica y una solidaridad orgánica:
    la solidaridad mecánica liga menos fuertemente a los
    hombres que la solidaridad orgánica, además, a
    medida que se avanza en la evolución social, se relaja cada vez
    más.

    Para el sociólogo francés, la sociedad
    total resulta de una serie de encajes sucesivos donde un grupo
    está enlazado a otros agregados más extensos. La
    organización de las sociedades primitivas era de
    naturaleza familiar con profundo contenido religioso. La unidad
    del todo es exclusiva de la individualidad de las partes. Si la
    división del trabajo no tiene por efecto suavizar la
    solidaridad social, es a causa de las condiciones particulares en
    que se efectúa. El órgano eminente de toda sociedad
    participa de la naturaleza del ser colectivo que representa. La
    solidaridad mecánica sigue siendo tal mientras la
    división del trabajo no se encuentre desenvuelta; este
    tipo de solidaridad se caracteriza por constituir un sistema de
    segmentos homogéneos y semejantes entre
    sí.

    Las sociedades en que existe la solidaridad
    orgánica están constituidas no por una
    repetición de segmentos similares y homogéneos,
    sino por un sistema de órganos diferentes, cada uno con su
    función especial y formados de partes diferenciadas. Sus
    elementos se hallan coordinados y subordinados unos a otros,
    alrededor de un mismo órgano central que ejerce sobre el
    resto del organismo una acción moderatriz. Este
    órgano está en constante interdependencia, otros
    dependen de él, y él depende a su vez de ellos. Los
    individuos se agrupan no por las relaciones de descendencia, sino
    con arreglo a la naturaleza particular de la actividad social a
    la cual se consagran; entonces, el medio natural y necesario no
    es el medio natal sino el medio profesional o la actividad que
    desempeña (Durkheim, 1995).

    Es la organización basada en objetivos y en la
    interdependencia y complementariedad de los individuos lo que
    distingue a ambos tipos de solidaridad. En ella la vida social se
    deriva de las semejanzas de las conciencias y de la
    división del trabajo social.
    El individuo es socializado pues sin su individualidad propia se
    confunde en el seno de la vida colectiva, y aunque tenga una
    personalidad
    propia se distingue de los demás pero necesita de ellos en
    la medida en que se distingue.

    Las reglas jurídicas emanan de la semejanza de
    conciencias, mientras que también la misma división
    del trabajo las impulsa para que determinen la naturaleza y las
    relaciones de las funciones divididas. Estas reglas
    jurídicas, conjuntamente con las reglas morales, obligan
    al individuo a obrar en vista de fines que no le son propios, a
    hacer concesiones, a consentir compromisos, a tener en cuenta
    intereses superiores a los suyos (Durkheim, 1995, p. 268). Las
    funciones que cada vez más se hacen dependientes conforman
    un sistema solidario, y cuando la dependencia va en aumento en
    ello influye el Estado,
    pues con él se tienen puntos de contacto que cada vez
    más se multiplican. El individuo recibe de la sociedad lo
    que necesita, al tiempo que es para ella para quien trabaja; esta
    sociedad ve a sus miembros como cooperadores indispensables y
    frente a los que tiene deberes. Si pensamos en estos
    términos expuestos por Durkheim, la sociedad es un
    entretejido de organizaciones articuladas y cada vez más
    especializadas e interdependientes que entrañan la
    solidaridad entre sus miembros y la diferenciación entre
    sus funciones.

    Max
    Weber y la
    organización impulsada por la racionalidad orientada al
    poder.

    Max Weber concibe
    a la racionalidad orientada a la construcción del poder como aquella matriz
    articuladora de la organización. Es también la
    organización una base para la construcción del
    poder, pensemos tan sólo en la burocracia de
    principios del siglo XX profundamente teorizada por el pensador
    alemán. La burocracia
    requiere de cierta disciplina para contener a los individuos y
    encauzarlos hacia objetivos específicos.

    Un tipo ideal de la burocracia moderna en la
    época de Max Weber
    entraña los siguientes elementos: I.- existe el principio
    de sectores jurisdiccionales estables y oficiales organizados en
    generales normativamente, es decir, mediante leyes u
    ordenamientos administrativos (Weber, 2001, p. 21). Esto es, las
    actividades normales exigidas por los objetivos de la
    organización son repartidas de manera estable como deberes
    oficiales, mientras que la autoridad que reparte estas mismas
    ordenes está también repartida de manera estable, y
    el cumplimiento normal de esos deberes es asegurado por un
    sistema de normas. Estos
    elementos constituyen la "autoridad burocrática" y en
    la empresa
    privada constituyen la
    administración burocrática. II.- Los principios
    de jerarquía de cargos y de diversos niveles de autoridad
    implican un sistema de sobre y subordinación
    férreamente organizado, donde los funcionarios superiores
    controlan a los funcionarios inferiores (Weber, 2001, p. 22),
    estos últimos se encargan de los asuntos de los primeros,
    por lo que una vez creado el cargo se perpetúa y es
    ocupado por otros titulares. III.- La administración del cargo moderno se funda
    en documentos
    escritos (‘archivos’)
    que se conservan en forma original o como proyectos (Weber,
    2001, p. 23), además, esta organización moderna
    separa la repartición del domicilio privado del
    funcionario y se considera a la actividad oficial como un
    ámbito independiente de la vida privada, es decir, los
    fondos y equipos públicos están separados de la
    propiedad
    privada del funcionario tanto gubernamental como empresarial.
    "IV.- Administrar un cargo, y administrarlo de manera
    especializada, implica, por lo general, una preparación
    cabal y experta […] V.- Si el cargo está en pleno
    desarrollo, la actividad del funcionario requiere toda su
    capacidad laboral, aparte
    del hecho de que su jornada obligatoria en el despacho
    está estrictamente fijada […] VI.- La
    administración del cargo se ajusta a normas generales,
    más o menos estables, más o menos precisas, y que
    pueden aprenderse. El
    conocimiento de estas normas es un saber técnico
    particular que posee el funcionario" (Weber, 2001, p.
    24).

    El trabajo en la burocracia es uno especializado que
    también se construye al interior de otras organizaciones
    como las educativas. Entraña un deber y también la
    posesión de cierta fidelidad a la organización, lo
    cual en sí mismo contiene a la disciplina. En este mismo
    tenor, "la superioridad puramente técnica de la
    organización burocrática ha sido siempre la
    razón decisiva de su progreso respecto de toda otra forma
    de organización […] Precisión, velocidad,
    certidumbre, conocimiento de los archivos,
    continuidad, discreción, subordinación estricta,
    reducción de desacuerdos y de costos materiales y
    personales son cualidades que, en la administración burocrática pura, y
    fundamentalmente en su forma monocrática, alcanzan su
    nivel óptimo" (Weber, 2001, p. 55). Otras formas de
    organización son más lentas, menos formales y menos
    vinculadas a esquemas, menos centralizadas, más imprecisas
    y costosas. Estas características de la
    organización burocrática en términos
    administrativos son exigidas por la economía capitalista
    de mercado, por lo
    que, "las grandes empresas
    capitalistas modernas constituyen, en general, por su
    organización interna, modelos
    inigualados de organización burocrática rigurosa.
    Toda la administración de un negocio se funda en una
    progresiva precisión, estabilidad y, fundamentalmente,
    rapidez en las operaciones"
    (Weber, 2001, pp. 56 y 57). La burocratización implica la
    posibilidad óptima de poner en práctica el
    principio de la especialización de funciones
    administrativas conforme a regulaciones estrictamente
    objetivas, lo cual presupone una resolución conforme a
    normas calculadas y sin tomar en cuenta a las personas. Esta
    calculabilidad de los resultados es exigida por la técnica
    y la economía modernas.

    La burocracia como instrumento técnico
    organizativo fue necesario para la consolidación de un
    Estado moderno que ha impulsado la expansión del capitalismo
    como modo de producción y como proceso civilizatorio. La
    burocracia funciona como una organización altamente
    especializada que centraliza la información y las decisiones propias de los
    Estados y empresas
    nacientes, por lo que es imprescindible para agilizar la
    expansión del capitalismo. Sin una organización
    burocrática en el sentido weberiano no se
    explicaría el surgimiento del capitalismo, modo de
    producción que requiere de una enorme gama de recursos
    articulados y sujetos a objetivos bajo un régimen de
    disciplina que rija a los individuos y que haga que sus intereses
    sean convergentes con los de la organización. Pero,
    ¿para qué sirve esta estructura burocrática?
    ¿qué relación tiene con la
    construcción del poder?

    Weber pensó que la estructura burocrática
    ha llegado al poder, en general, en virtud de una
    nivelación de diferencias económicas y sociales, lo
    cual ha influido en el reparto de las funciones
    administrativas. La burocracia va unida de manera necesaria a
    la moderna burocracia de masas, lo cual proviene de la
    regulación abstracta de la práctica de la
    autoridad. La burocratización y la democratización
    estatal acrecientan los gastos en
    efectivo del erario público; sin embargo, este demos no
    gobierna las estructuras superiores, es gobernado y su existencia
    sólo altera el modo de selección
    de los dirigentes ejecutivos; a lo más, existe una
    equiparación de los gobernados con los gobernantes. De
    esto último rescatamos que ya desde la época de
    este autor clásico se expresaban las contradicciones de la
    democracia
    liberal.

    Para el fundador de la sociología interpretativa,
    la burocracia es el medio de transformar la ‘acción
    comunitaria’ en una ‘acción societal’
    organizada racionalmente. Por esto, la burocracia, como
    instrumento de ‘societalización’ de las
    relaciones de poder, ha sido y es un instrumento de poder de gran
    importancia para quien controle el aparato burocrático
    (Weber, 2001, p. 83). Es la burocratización de la
    administración lo que la hace inamovible. Mientras que el
    burócrata individual no puede zafarse del aparato al que
    se encuentra unido, está encadenado a su actividad a
    través de toda su existencia material y espiritual, es un
    simple engranaje de un mecanismo siempre en marcha que le ordena
    a ir en un sentido fijo. Este mecanismo es manejado desde arriba,
    por lo que realiza tareas especializadas que no logran detenerlo.
    El interés
    del burócrata individual es que el mecanismo siga
    funcionando y se mantenga la autoridad ejercida societariamente.
    Mientras que los gobernados no pueden prescindir del aparato
    burocrático de autoridad, o reemplazarlo, puesto que se
    funda en una preparación especializada, una
    división funcional del trabajo y en actitudes
    metódicamente integradas. Si el funcionario deja de
    trabajar sobreviene el caos y es difícil encontrar entre
    los gobernados al reemplazante. La dependencia de las masas de
    este tipo de organización hacen casi imposible su
    eliminación. El aparato burocrático cuenta con la
    capacidad para hacer imposible la "revolución" como creación forzada de
    formas de poder totalmente nuevas, sobre todo cuando el aparato
    tiene bajo control a
    los medios de
    comunicación, y su estructura está
    racionalmente organizada (Weber, 2001, pp. 85 y 86). Es la
    burocracia un instrumento de precisión que está al
    servicio de
    los intereses de dominación diversificados, al tiempo que
    busca doblegar los poderes que se le resisten en los
    ámbitos que desea ocupar.

    El Estado
    moderno está sometido a la burocratización. Pero el
    hecho de que la burocracia sea técnicamente el medio de
    poder más efectivo al servicio del
    hombre que la
    controla, no determina la gravitación que ésta
    organización puede tener dentro de una organización
    social específica. El poder de la burocracia en plena
    expansión es grande, pues el "patrón
    político" (como el pueblo, el presidencialismo, etc.)
    está en situación de aficionado ante el experto
    funcionario que se posiciona en la administración.
    Además, "toda burocracia intenta acrecentar la
    superioridad de los profesionalmente informados conservando en
    secreto sus conocimientos y propósitos" (Weber, 2001, p.
    92), es decir, cuenta con la propensión a ser una
    administración de "sesiones secretas" a medida que
    prevalecen aspectos técnicos, pues se muestra a la
    opinión
    pública lo que no perjudica los propósitos de
    su poder.

    La burocracia como forma de organización desde
    que Max Weber la
    teorizó ha sido un tipo organizativo que ha modificado las
    relaciones y estructuras sociales en su totalidad, partiendo de
    su carácter racional hasta la importancia que adopta para
    la canalización del poder dentro de las sociedades. Sin la
    burocracia, la organización requerida por el modo de
    producción capitalista sería difícil de
    concebirse, partiendo desde el manejo de conocimiento
    especializado hasta el control, centralización y secreteo de la
    información confidencial. Tanto en la empresa
    privada como en las instituciones
    públicas, la burocracia jugó un papel fundamental
    para la construcción y expansión del poder en las
    sociedades; sin un trabajo sistematizado, especializado, preciso
    y eficiente, sería difícil pensar en un control de
    los recursos
    humanos tanto a nivel de la producción como a nivel de
    las decisiones estatales.

    Siguiendo con su concepción de la
    organización vinculada a la racionalidad edificadora del
    poder, Weber sostiene que: una organización que genera una
    fe y creencia en la existencia efectiva de poder está
    impulsada por el prestigio, por lo que sus miembros se entregan
    sistemáticamente al desarrollo de ese sentimiento de
    prestigio (Weber, 1977, p. 12).

    Las organizaciones de la rutina cotidiana como la
    burocrática y la patriarcal se caracterizan por la
    permanencia. Mientras la primera entraña la racionalidad
    para satisfacer necesidades calculables y periódicas
    mediante la rutina, la segunda tiene su campo de acción en
    la economía y busca satisfacer necesidades también
    mediante una rutina normal. Pero la satisfacción de
    necesidades más allá de la rutina cotidiana
    corresponde al poder carismático que implica una ausencia
    de conocimiento técnico y de una remuneración, y
    que en condiciones de conflicto,
    estos dirigentes naturales han sido dotados de atributos
    sobrenaturales a los ojos de sus seguidores e inaccesibles para
    ellos.

    "Por dominación ‘política’ hay
    que entender un poder que supera la autoridad doméstica y
    que, básicamente, difiere de ésta" (Weber, 1977, p.
    82). Cuando una comunidad
    institucionaliza de manera estable el carisma, se abren paso los
    poderes tradicionales y la socialización racional, lo cual implica una
    disminución de la importancia de la acción
    individual, entonces la disciplina racional se hace invencible.
    Es la expresión de la organización racional la que
    termina por derrocar el fundamento divino de las cosas y
    restringe al individuo miembro de ella, sea dirigente o sea
    subordinado. La disciplina tiene el poder de suprimir el carisma
    personal,
    además de consistir en la ejecución
    sólidamente racionalizada, sistemáticamente
    enseñada y exacta de la orden recibida, con prescindencia
    de toda crítica personal y con la disposición, de
    parte del ejecutor, a poner en práctica la orden, de modo
    exclusivo y resuelto (Weber, 1977, pp. 84 y 85).

    Esta conducta en
    ordenes es uniforme, en ello radica lo decisivo de la disciplina,
    es decir, dentro de la organización la obediencia de una
    multitud de personas es necesario que sea racionalmente uniforme,
    y en ello, los objetivos generales de la formación social
    y los intereses particulares de los miembros respecto a ella son
    el punto de convergencia. Es el código
    disciplinario lo que marcará y garantizará la
    obediencia incondicionada. Esta disciplina es impersonal, siempre
    neutral y al servicio de cualquier poder que la requiera y sepa
    cómo promoverla; reemplaza el rapto de heroicidad o la
    devoción por un caudillo personal, el culto del honor, o
    el ejercicio de la habilidad personal como arte, por la
    habituación a una práctica rutinizada; presupone
    también, un sentido del deber y una conciencia.

    Ante la satisfacción racionalizada de las
    necesidades económicas y políticas
    se produce el avance de la progresiva coerción
    disciplinaria, lo cual limita la importancia del carisma y del
    comportamiento
    personal singularizado. Este carácter carismático
    como poder creativo decrece ante una dominación organizada
    en instituciones duraderas y sólo prevalece en periodos de
    emociones
    masivas, de efectos imprevisibles (Weber, 1977, pp. 98 y
    99).

    La disciplina es parte constitutiva de las
    organizaciones modernas que limitan la acción personal
    carismática; a lo más, el líder
    dentro de este tipo organizativo es restringido en su
    acción por los objetivos generales y racionales que pueden
    llegar a limitar su creatividad,
    aunque en muchos casos, este líder
    puede cambiar el sentido de la organización en cierta
    coyuntura. Es el carácter fetichista de la
    organización lo que termina por subsumir a la
    acción individual y limitar los liderazgos a la
    racionalidad de la misma. También lo es el poder. Para
    Weber, esto significa que dentro de la dinámica del poder
    y de su reparto, existe la ley ante la posibilidad de mantener un
    orden mediante un conjunto específico de hombres que
    aplicarán la coacción física o
    psíquica con el objeto de lograr una aceptación del
    orden o de sancionar su transgresión (Weber, 1977, p. 45).
    Mientras que el poder es la posibilidad de que una o varias
    personas realicen su propia voluntad en una acción en
    común, aún contra la oposición de otros
    participantes en la acción. La lucha por el poder no
    siempre tiene como meta el enriquecimiento económico, ya
    que el poder puede ser valorado por sí mismo, y se busca
    por el mero "honor social".

    Joseph A. Schumpeter y la organización
    sustentada en la innovación.

    Innovación y organización, además
    de los elementos estructurales proporcionan lo indispensable para
    el desenvolvimiento, el rejuvenecimiento y las transformaciones
    del sistema capitalista. El capitalismo requiere para su
    realización de una voluntad política, de
    realizaciones culturales y de una legislación social; esto
    implica la interrelación de organizaciones donde germinen
    estos elementos reproductores.

    Joseph A. Schumpeter sostiene que el capitalismo es un
    proceso evolutivo; es una forma o método de
    transformación económica, por lo que nunca puede
    permanecer estacionario. Este carácter evolutivo no se
    debe al hecho de que la vida económica transcurre en un
    medio social y natural que cambia constantemente y que como
    consecuencia altera la acción económica, ni se debe
    al crecimiento automático de la población y del capital; sino
    que "el impulso fundamental que pone y mantiene en movimiento a
    la máquina capitalista procede de los nuevos bienes de
    consumo, de los nuevos métodos de
    producción y transporte, de
    los nuevos mercados, de las
    nuevas formas de organización industrial que crea la
    empresa
    capitalista" (Schumpeter, 1963, p. 120). Este proceso de
    mutación industrial revoluciona incesantemente la
    estructura económica desde dentro, "destruyendo
    ininterrumpidamente lo antiguo y creando continuamente elementos
    nuevos. Este proceso de destrucción creadora constituye el
    dato de hecho esencial del capitalismo" (Schumpeter, 1963, p.
    121). Estas revoluciones no son incesantes, son discontinuas,
    separadas unas de otras por lapsos de tranquilidad; pero el
    proceso actúa en su conjunto ya sea porque siempre hay una
    revolución
    o una asimilación de sus resultados, formando ambas a los
    ciclos económicos. En este proceso de destrucción
    creadora desaparecen muchas empresas que no soportan este
    vendaval.

    Para el economista, la misma evolución
    económica que mina la posición de la
    burguesía, disminuyendo la importancia de las funciones de
    los empresarios y capitalistas, dislocando las instituciones y
    creando una atmósfera de
    hostilidad, destruye también desde dentro las fuerzas
    motrices del capitalismo. El orden capitalista descansa sobre
    pilares hechos de material extracapitalista, extrae su
    energía de normas de conducta extracapitalistas, las
    cuales al mismo tiempo trata de destruir. "Hay en el sistema
    capitalista una tendencia inherente hacia la
    autodestrucción, que, en sus primeras etapas, puede tomar
    la forma de una tendencia hacia el retardo del progreso"
    (Schumpeter, 1963, p. 217).

    La organización es en sí misma un ente
    ligado a la incertidumbre y necesitado de innovación para
    hacerle frente; es en la organización donde se genera este
    proceso de destrucción creadora que dinamiza y actualiza
    al capitalismo; es la organización el nicho necesario para
    el desarrollo de la creatividad individual y para la convergencia
    de esta. Sin la organización el innovador no
    logrará materializar sus ideas, al tiempo que la
    organización no estará provista de dinamismo y
    capacidad de adaptación sin los aportes de la
    innovación.

    Más que la competencia sobre
    los métodos de
    producción y las formas de organización industrial,
    la que cuenta es la que entraña la aparición de
    nuevos artículos, de una técnica nueva, de fuentes de
    abastecimiento nuevas, de un tipo nuevo de organización,
    es decir, "la competencia que
    da lugar a una superioridad decisiva en el costo o en la
    calidad y que
    ataca no ya a los márgenes de los beneficios y de la
    producción de las empresas existentes, sino a sus
    cimientos y a su misma existencia" (Schumpeter, 1963, p. 122), en
    ello radica la importancia de la innovación. Esta
    innovación reduce el efecto a largo plazo y la importancia
    de las prácticas que tienen por objeto conservar las
    posiciones adquiridas y elevar al máximo los beneficios
    procedentes de ellas mediante la restricción de la
    producción.

    Cuando la empresa capitalista despliega sus
    posibilidades, la capacidad y la ambición fortalecieron a
    los negocios. El
    éxito
    del empresario fascinaba incluso a los estratos superiores de la
    sociedad feudal, lo cual en gran medida dio un impulso a la
    máquina racionalista. "El capitalismo –y no
    meramente la actividad económica en general- ha
    constituido, en definitiva, la fuerza propulsora de la
    racionalización del comportamiento
    humano" (Schumpeter, 1963, p. 173). Por lo que no sólo la
    fábrica mecanizada, el volumen de
    producción que fluye en ella, la técnica y la
    organización económica modernas, sino
    también los rasgos y conquistas de la civilización
    moderna son producto directo o indirecto del proceso capitalista.
    Pero más que la actividad de lucro, es la forma de
    organización que permite el capitalismo, es el dinamismo e
    impulso que se imprime a la información y a la
    innovación; no sólo el capitalismo aporta los
    medios
    materiales y la voluntad creadora, sino que su racionalidad crea
    los hábitos mentales que permiten sostener a la
    organización. El arte, la medicina,
    la
    educación, la vestimenta, la "democracia
    individualista", el Estado de bienestar y las reformas
    institucionales a favor de las masas, la misma "libertad de
    pensamiento"
    están permeados por la esencia capitalista que se expande
    como una racionalidad generalizadora que a la vez requiere de
    estas expresiones para reproducirse.

    Consideraciones finales.

    Dentro de la teoría social clásica se
    desarrollaron matrices explicativas que han brindado los
    elementos fundacionales para futuros estudios sistemáticos
    de las organizaciones (Crozier, 1969; Merton, 1984; Mayntz, 1996;
    Salaman y Thompson, 1984). Si bien, los autores clásicos
    no trataron de esbozar una sociología o una teoría
    de las organizaciones de manera explícita, sí
    contemplaron abiertamente a la organización como un punto
    de partida para la interpretación y explicación de
    la sociedad como un todo articulado. Pensemos tan sólo en
    la obra de Max Weber, quien tuvo entre otros objetivos el estudio
    del poder y la orientación de la racionalidad que lo
    nutre; en sus textos, la organización fue un punto
    fundamental para articular ambos niveles de análisis, y conjuntamente con su enfoque
    interpretativo logró focalizar a la acción social y
    a las motivaciones que incitan a los individuos a ejecutarla.
    Pero no dejemos de lado a un Karl Marx que vio
    a la organización como el nicho propicio para el
    desarrollo del proceso productivo, y para la articulación
    de las relaciones de subordinación y subsunción al
    interior de la misma.

    La riqueza de los planteamientos clásicos y en
    especial de los abordajes sobre la organización dentro de
    ellos, es necesaria para analizar los nuevos rumbos de esta
    formación social: desde reinvención del gobierno y la
    reestructuración de la administración
    pública tras la quiebra y
    esclerosis de la organización burocrática
    tradicional autoritaria y centralizadora del poder y las
    decisiones hasta la organización flexible de las empresas
    que en las últimas tres décadas ha dado pie a una
    renovada expansión global del capitalismo (Enríquez
    Pérez, 2003), los pensadores clásicos aportan
    elementos para el análisis histórico al rastrear la
    dinámica de las organizaciones en el tiempo en que ellos
    vivieron y al compararla con las actuales tendencias, y para la
    utilización de principios
    teórico/epistemológicos que nos permitan construir
    conocimiento sobre la intergénesis de la
    organización con el todo social. Por supuesto, es un
    desafío que requiere de una gran dosis de
    imaginación creadora respondernos ¿qué
    conceptos y categorías elaborados por los clásicos
    nos resultan útiles por su transcendencia
    histórica, ontológica y epistemológica? y
    ¿qué es lo específico que caracteriza a la
    naturaleza de las organizaciones
    contemporáneas?

    Sin los clásicos no se puede gestar una ciencia social
    seria en términos históricos y
    teórico/epistemológicos, y con ellos, las
    posibilidades de articular a éstas disciplinas posibilita
    no sólo la ubicación histórica de los
    fenómenos contemporáneos sino también, la
    posibilidad de rescatar el desafío de concebir a la
    sociedad como un todo articulado, diferenciado y dinámico.
    Partir del estudio de la organización como proceso
    sustantivo de la realidad social nos acerca a esta posibilidad
    tan necesaria en momentos en que el dogmatismo, el empirismo, el
    inmediatismo y el cortoplacismo en el análisis se aceleran
    con intensidad.

    Bibliografía.

    *Alexander, Jeffrey C., "La centralidad de los
    clásicos" en Anthony Giddens y Jonathan Turner y otros, La
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    Alianza Universidad,
    Primera Edición, 1989, pp. 22-80.

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    sociedad de los hombres, México,
    Siglo Veintiuno Editores, Primera Edición, 173
    pp.

    *Crozier, Michel (1969), El fenómeno
    burocrático. Ensayo sobre
    las tendencias burocráticas de los sistemas de
    organización modernos y sus relaciones con el sistema
    social y cultural, Tomo II, Buenos Aires,
    Amorrortu Editores, Primera Edición en Español
    (Primera Edición en Francés: 1962), 245
    pp.

    *Durkheim, Émile (1995), La división del
    trabajo social,
    Madrid, Ediciones Akal, Tercera Edición en Español
    (Primera Edición en Francés: 1893).

    *Enríquez Pérez, Isaac (2003),
    "Incursiones en torno a la
    teorización sobre la transformación del
    empresariado y la toma de
    decisiones en la era de la globalización", en la Revista
    Magíster en antropología y desarrollo (Mad), Santiago
    de Chile,
    Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de
    Chile, no. 8,
    mayo, 40 pp.,
    http://csociales.uchile.cl/publicaciones/mad/08/index.html

    *Marx, Karl (1980), El capital. Crítica de la
    economía
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    del Tomo I, México,
    Siglo XXI Editores, Sexta Edición en Español
    (Primera Edición en Alemán: 1867), 378
    pp.

    *Mayntz, Renate (1996), Sociología de la
    organización, España,
    Alianza Editorial, Primera Edición, (Primera
    Edición en Alemán: 1963), 188 pp.

    *Merton, Robert K. (1984), Teoría y estructura
    sociales, México, Fondo de Cultura
    Económica, Primera Reimpresión de la Segunda
    Edición en Español (Primera Edición en
    Inglés:
    1949), 741 pp.

    * Schumpeter, Joseph A. (1963), Capitalismo, socialismo y
    democracia, Madrid-México-Buenos Aires,
    Editorial Aguilar, Tercera Edición en Español
    (Primera Edición en Inglés:
    1942), 512 pp.

    *Weber, Max (1977), Estructuras de poder, Argentina,
    Editorial Pleyade, Primera Edición en Español
    (Primera Edición en Alemán: 1922), 103
    pp.

    *___________ (2001), ¿Qué es la
    burocracia?, México, Ediciones Coyoacán, Primera
    Edición en Español (Primera Edición en
    Alemán: 1922), 112 pp.

    Ciudad Universitaria, México, D.
    F., octubre del 2002.

     

    Isaac Enríquez Pérez

    El autor es Sociólogo egresado de la Facultad de
    Ciencias Políticas
    y Sociales de la Universidad Nacional Autónoma de
    México, en la cual es Profesor-adjunto en los cursos de
    Economía política internacional y de Integraciones
    económicas; becario dentro del proyecto
    "Territorios en reserva: El Plan
    Puebla-Panamá y
    las nuevas estrategias de
    desarrollo
    económico regional" en el Instituto de Investigaciones
    Económicas de la misma Universidad, así como
    docente del curso de Desarrollo
    económico de México en la Escuela
    Preparatoria Particular Incorporada "Jerécuaro". Ponemos a
    disposición de los lectores la siguiente dirección electrónica para sostener un intercambio de
    ideas sobre el tema:

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