Uribe 2003: prisionero
Entre los tiempos de las guerras.
Apuntes para una doble mirada a los
problemas de
la guerra y la
paz
- Construyendo
hipótesis. - La del Caguán, una
experiencia histórica reveladora. - La de la cohesión
político militar de la sociedad contra la
guerra - La gran contradicción de
Uribe: el tiempo de la re-guerra contra el tiempo de su
final.
Apenas a un año de iniciada, en la coyuntura de
mediados del 2003 la Política de Seguridad
democrática ha encontrado su mayor contradicción en
la tensión existente entre los tiempos de la re-guerra y los
tiempos de su final; los límites
cronológicos entre ellos no son otros que los de la
capacidad efectiva del gobierno de Uribe
de mantener, mejorar y acrecentar los recursos
sicosociales, políticos y, sobre todo y ante todo,
financieros requeridos para derrotar a la insurgencia
izquierdista hasta obligarla a firmar su capitulación. No
se podrá oscurecer que ésta, la de la Seguridad
democrática, es la estrategia de
orden público más compleja, costosa y ambiciosa que
ha habido en la historia del Estado
colombiano. Para el año 2004, no obstante el billonario
impuesto al
patrimonio, ya
consumado y consumido, del 2 por mil, en el presupuesto de la
Fuerzas armadas se ha abierto un boquete de un billón de
pesos sin referenciar por ahora el impacto de la aparente fase
crítica en que ha entrado la cooperación militar
norteamericana, situación ésta que, como paradoja
digna de mayor escrutinio analítico, ha llevado al
Presidente Uribe a calificar de "mezquino" a su "norte"
político natural.(1) Si hasta la fecha y las
circunstancias en que se consolide el proceso de
cierre definitivo de las fuentes de
captación de recursos frescos,
y todo indica que a esa fase se va a llegar más temprano
que tarde, el gobierno no ha
logrado debilitar militarmente a la insurgencia de manera notoria
y notable, entrarán a jugar e imponerse las leyes de esta
guerra, asociadas a los avances militares objetivos
alcanzados por las Farc en la década del 90. Al ser ello
así, la guerra que se desarrolla en los campos de batalla,
exacerbada, se trasvasará a la guerra virtual desplegada
en los corazones de la ciudadanía media hasta sumergir al
país en un estado de
desazón colectiva más agudo que el vivido en los
días de la experiencia del Caguán. Para entonces,
la envergadura alcanzada por el ya internamente inmanejable
fenómeno del desplazamiento forzado y la casi segura
elevación de la tasa de secuestros no harán otra
cosa que vaciarle más petróleo a
la fogata belicista.
2. La del
Caguán, una experiencia histórica
Al cumplir su primer año, y de manera muy clara,
lo acaba de asentar el alto gobierno: "El eje de la política de
seguridad democrática consiste en lograr el completo
control del
territorio para asegurar el pleno imperio de la ley, la
gobernabilidad y el consecuente fortalecimiento del Estado de
derecho"(2); y al ritmo de la derrota de los violentos,
también lo acaba de afirmar el presidente en entrevista
del pasado 29 de junio, habrá "mayores posibilidades de
empujar esas políticas simultáneas, seguridad,
incremento de los ingresos del
Estado, reactivación económica y
reactivación social".(3).Como decir, en medida
significativa el despegue y la reproducción ampliada e integral de la
sociedad, la
de la economía incluida, dependerán de
la celeridad con que se logre derrotar a la insurgencia
guerrillera.
Una mirada, más serena ahora, sobre lo que
acaeció en la Caquetania de manera importante puede
ayudar a desenredar un poco este importante pero complejo
presente de la historia nacional.
En la historia de las sociedades
humanas de tiempo en
tiempo
afloran a su superficie social, mental y virtual ciertos
eventos
altamente reveladores de sus problemas
centrales; funcionan ellos como una especie de
hechos-condensación de una etapa dada de su
historia. En la historia contemporánea de Colombia de esa
índole o talante fue, por ejemplo, el llamado bogotazo
del 9 de abril de 1948; algo similar podría afirmarse
del suceso del Palacio de Justicia en
1985. Observados en el corto horizonte de cinco años, y
todavía sin la suficiente distancia histórica
para fijarlos con mayor precisión, fenómenos
como el del Cagúan, así como el de la
cohesión político simbólica de la sociedad frente
a la guerra, arrojan ya fuerza y
calidad
empíricas suficientes como para ingresarlos a la
condición de eventos
altamente reveladores de esta fase de la historia del
país. De entre sus notas destacadas se puede resaltar la
capacidad de ambos fenómenos para colocar sobre el
tapete nacional algunos de los problemas centrales muy
asociados, ante todo y sobre todo, a la cuestión del
Estado.
En idea de algunos analistas, así como de Atisbos
Analíticos(4), nada, como el Caguán, tan alejado
del sentimiento colectivo pero, al mismo tiempo, nada, como
él, tan cercano a los grandes problemas de la nación colombiana.
Tres importantes referencias documentales pueden abrir
algunas puertas de entrada a la compleja pluridimensionalidad
del suceso. La primera está asociada a los determinantes
de la declaratoria del Caguán como zona de
distensión; al referirse a los alcances de las acciones
militares de las Farc en el período comprendido entre el
segundo semestre de 1997 y el primero de 1998, declaró
el General Rangel :"A finales de 1997 y principios de
1998 en el Estado
había una gran preocupación porque se
habían presentado los hechos de Miraflores, del Billar y
otros, y temíamos que se repitieran a mayor escala y se
fuera generando un efecto de ‘castillo de
naipes’ similar al que sucedió en Irán
cuando se entregó un batallón y, poco a poco, se
fueron entregando los demás…Nuestra
posición era difícil porque contábamos
con muy pocos recursos para atender a los ataques guerrilleros.
Por eso cuando se presentó la primera entrevista
con representantes del gobierno…varios dirigentes de
las Farc no estuvieron de acuerdo con iniciar un proceso de
paz en ese momento porque, en su concepto, la
guerra estaba ganada en la práctica".(5) . La
segunda referencia, en cambio,
recoge la afirmación de un literato, Enrique Serrano,
acerca del impacto del circunstancial protagonismo de las
guerrillas sobre el conjunto de la vida social: "Si hay algo,
dijo, que se le pueda agradecer a la guerrilla es que ha
sacudido a la sociedad". (6). La tercera referencia,
finalmente, es una autocita asociada a los determinantes de la
clausura oficial del experimento del Caguán en febrero
del 2002: Nada hundió tanto moralmente a esta sociedad,
se dijo en Atisbos Analíticos No 25, como la
constatación experimental colectiva de que "su Estado
no era Estado donde siempre había afirmado que era
Estado".(7) ( Subrayados del autor)
Cada una de estas citas sugiere un horizonte de preguntas y
posibles respuestas.
Primera pregunta: ¿Cuáles fueron los
determinantes de la experiencia del Caguán como zona de
distensión?
El General Rangel no hizo referencia explícita al
golpe militar en lo táctico más duro y humillante
entre los recibidos por lo soldados en esos meses como fue el
de la Base militar de las Delicias; la arremetida militar de
las Farc contra esa importante base constituyó una
acción con visos de ofensiva estratégica,
indicativa de una notable y notoria elevación del
poder
militar de esa organización Entonces, en el marco de
esta confrontación militar concreta ni la oferta
gubernamental de una posible negociación ni la formalización
por parte de Pastrana de un despeje- facilitador de la
distensión,- de más de cuarenta y dos mil
kilómetros pueden interpretarse, como tantos lo han
hecho hasta ahora, como una oferta
"magnánima" y "bondadosa" del Estado. Ocurre que en la
coyuntura del segundo semestre de 1998, época en la que
Pastrana acababa de acceder al gobierno, la relación
militar de fuerzas en lo táctico había comenzado
a jugar a favor del movimiento
farquiano; entonces, como ley
sociológica de la guerra, valida mientras no variase
en profundidad esa superioridad militar táctica, fue esa
situación la que determinó que el Caguán-
en esa fase histórica de la guerra la más
representativa realidad paraestatal guerrillera existente en el
país- fuese reconocido y formalizado por el gobierno de
Pastrana como zona de distensión. Fue así como
las Farc no sólo sobreimpusieron la negociación si no, además, el
espacio geopolítico en el que se desenvolvería. A
partir de esta situación de objetivo
desborde táctico de poder de las
Farc sobre el
Estado, la proyectada y nacionalmente esperada
negociación se vio transformada en un mero proceso de
conversaciones en las que el gobierno siempre estuvo a la zaga.
En realidad de verdad que allí, no obstante la
importancia que continúa evidenciando la plataforma de
discusión acordada, no se desencadenó proceso
objetivo
alguno de negociación; en la zona, tras treinta y cinco
meses de no inútil conversatorio, cada dos o tres
meses interrumpido, al final ni siquiera se alcanzó a
llegar a la culminación de la primera fase de todo
proceso negociador: la negociación de la
negociación, vale decir, el acuerdo bilateral de los
términos explícitos y precisos de una
negociación.
Se deberá escarbar en la naturaleza
geopolítica de esta región la
explicación de esta histórica desviación;
según estudios históricosociológicos
realizados, para finales de la década del 70 las Farc ya
habían hecho allí el tránsito "del poder
como fuerza al
poder como autoridad".(8) Fue por eso por lo que, concebido
en un principio como un mero procedimiento,
como una herramienta o instrumento, como zona de
distensión para…el Caguán en el
proceso se transformó en algo más sustantivo,
vale decir, en una región geopolítica altamente reveladora de las
históricas profundidad y complejidad de la crisis del
poder socio-territorial del Estado. (9) Por eso el
Caguán no pudo funcionar como efectiva zona de
distensión, por la razón sencilla de que
ilusoriamente el gobierno pretendió adelantar una
negociación militarmente impuesta por las Farc en una
zona donde éstas habían construido
históricas ventajas tácticas de poder; así
tenía que suceder, pues la Caquetania era la
sub-región colombiana más comprometida y
representativa de los problemas asociados al origen, la
evolución y las consecuencias del
conflicto
armado.(10)
Pero si el Caguán no logró funcionar como
espacio de negociación, en otros ámbitos de la
vida social, en cambio,
operó de manera altamente reveladora para el conjunto
del país. En este sentido se trató de una
provechosa, aunque socialmente traumática,
operación pedagógica, que le alumbró a
los colombianos asuntos muy importantes hasta entonces
escondidos mediante las ya clásicas estrategias de
mentiras- bondadosas medias mentiras las denominan algunos
benignos- que han subyacido a las procesos de
conducción de la vida nacional. Pastrana, a quien le
tocó fungir como trágico partero, no pudo ocultar
ya los alcances militares de la guerra ni mucho menos sus
perversas consecuencias. Alguien, desde el poder institucional,
algún día lo tendría que haber hecho hasta
desembotellar en algo el frustrado `proceso de revelaciones
iniciado en la década del 80 por el gobierno de
Belisario Betancur cuando, al nacionalizar los conflictos,
señaló que las violencias que vivíamos no
eran "importaciones
malintencionadas" sino producto de
las formas estructurales e institucionales como esta sociedad
económica, social y políticamente estaba
organizada. Fue así como la ciudadanía en su
conjunto, la niñez incluida, así se inició
la cadena de revelaciones, supo que en el país
había habido y continuaba habiendo una guerra interna y
que producto de
ella su Estado no era Estado en muchas regiones donde afirmaba
que lo era y que muchos de los problemas del país, no
todos por cierto como han pretendido algunos, se asociaban a
ella.
Fue así como las lógicas geopolíticas
de una región a la que forzadamente se quiso hacer
funcionar como zona de disensión, terminaron desbordando
a todo el mundo. En primer lugar al Estado, que se metió
a negociar en la región del país donde eran
más fuertes y evidentes los obstáculos de todo
tipo al pleno ejercicio de su soberanía interna; en esas condiciones de
ya histórica inferioridad política
táctica, incrementada ahora por el despeje militar, se
fue quedando a la zaga del proceso, así como al
vaivén de las iniciativas de las Farc. Pero
éstas, no obstante la soberbia armada asociada a las
originarias victorias político militares
tácticas, también se vieron desbordadas por y en
el proceso. En un principio, cuando constataron que el gobierno
les había concedido "su zona histórica" como
ámbito completamente des-estatizado de
negociación, engolosinadas en sus imaginarios estatales
a futuro, se dedicaron preferencialmente a tratar de
evidenciarle al país y al mundo que en Colombia eran
una alternativa real de Estado. Al final, al clausurarse la
experiencia, aunque también se habían
remilitarizado tal como además lo habían hecho
soldados y paramilitares, se vieron obligadas a retornar a su
anterior status paraestatal con la desventaja ahora de que la
clase dirigente experimentalmente ya había probado que,
en términos del estatuto práctico del Estado, la
existencia de para-estados había sido la más
perversa disfuncional consecuencia de la guerra. Y finalmente
la llamada sociedad civil
también vio desbordadas sus originarias expectativas de
negociación; sin embargo, más por pánico y
susto colectivos que por acción y presión
políticas, logró desbaratar la
experiencia político militar del Caguán.
Para efectos de este análisis tres cosas requieren ser
destacadas:
*** Una de las grandes fallas de la experiencia del
Caguán, fuera de las ya señaladas,
consistió en haber dejado por fuera de la plataforma de
negociación el que, con mucho, era el resultado
más contundente de la confrontación armada: la
existencia de para-estados y la necesidad de reconstruir con
imaginación la ya fracturada unidad territorial del
país. Al no haber sido éste un asunto central de
la Estrategia de
negociación, lo resulto siendo de la de la
re-guerra.
***Importa también fijar aquí que el candidato
Uribe Vélez, certero o errado, fue, dentro del
establecimiento, la voz más tenaz, coherente y
persistente de oposición a la Estrategia seguida en el
caso del Caguán.
***Esta forma de examinar el caso del Caguán apunta a
la intención de mirar la guerra como proceso real
buscando fijar sus leyes
sociológicas asociadas a la evolución de las relaciones militares de
fuerza entre el Estado y las guerrillas.
3. La de
la cohesión político militar de la sociedad
contra la guerra:
otra
experiencia histórica reveladora.
Las leyes sociológicas o sociales, relativas por
cierto, se encuentran, sobre todo, asociadas a las formas
estructurales, institucionales o no, de organización de la vida
sociohistórica; los imaginarios colectivos, en cambio,
son las formas sociocognitivas como los individuos concretos,
sociales también, desde ámbitos virtuales
interpretan subjetivamente los fenómenos de la
cotidianidad destacándose la importancia práctica
de éstos en la enorme capacidad que ostentan para
determinar actitudes,
opiniones y conductas individuales, fenómeno que se
reproduce a escala cuando
intervienen los Medios de
Comunicación. (11)
Fue por esta vía, sobre todo, por donde en
Colombia en la primera mitad del año 2002 se
construyó una cartografía político electoral
(12) en cuya determinación los estados anímicos
colectivos fueron más poderosos y eficaces que las
acciones
partidistas y que las movilizaciones
sociopolíticas.
Al intentar una especie de periodización de la
rápida evolución histórica de los estados
anímicos colectivos en los seis años comprendidos
entre los mediados de 1997 y del 2003, podrían
distinguirse cinco grandes momentos con eficacia
sobredeterminados por imaginarios colectivos más o menos
precisos(13):
Primer momento: segundo semestre de 1997-primer
semestre de 1998: Imaginario de Derrotabilidad de las
Fuerzas Armadas del Estado: a raíz de los reiterados
y humillantes golpes tácticos recibidos por los soldados
de manos de las Farc, y en el marco de una aguda crisis
económica soportada por las clases medias, sobre todo,
el país entró en un estado de progresivamente
aguda desazón colectiva. En ese marco sicosocial de
cultivo se profundizó la tradicional desconfianza
ciudadana en las instituciones políticas, realimentada
ahora por la representación colectiva de casi segura
derrotabilidad de las fuerzas del Estado.
Segundo momento: segundo semestre de 1998-segundo
semestre de 1999: Imaginario de casi segura Negociabilidad
del conflicto
armado: con la elección de Pastrana y durante su
primer año y medio de gobierno circunstancias ligadas a
la decisión gubernamental de encontrarle una salida
política a la guerra, al proyecto de
reingenierización de la institución militar, a la
publicitada "química" entre
Pastrana y Marulanda Vélez, así como las
expectativas creadas alrededor de un Plan Colombia
sobrecargado de dólares, levantaron el ánimo
colectivo que, tonificado, le entregó a Pastrana un
claro "Mandato de Negociación" rubricado por diez
millones de votos.
Tercer momento: primer semestre del 2000-febrero del
2002: Imaginario de Fracturación de la unidad
territorial del país: durante este momento, corto en
lo cronológico pero, para muchos, largísimo como
tiempo sicosocial, la imagen de que
la nación colombiana se iba a fracturar en
dos o tres Estados, uno de los cuales sería el Estado
farquiano del Caguán, fue la que se sobreimpuso;
así aconteció cuando la ciudadanía media,
la urbana, sobre todo, tomó conciencia
de que en el país se desarrollaba una intensa guerra
interna y que, producto de ella y de la debilidad
política y falta de autoridad
del gobierno de Pastrana, sobre todo, las Farc estaban
cogobernado el país encontrándose éste ad
portas de una casi segura y definitiva fractura de su
territorio.
Cuarto momento: febrero del 2002-mayo del 2002:
Imaginario de Salvabilidad nacional: apenas si el
país sobreaguaba en el proceloso mar del Caguán,
cuando, en la percepción de muchos, como lucecita faro,
emergió en el horizonte la figura de Alvaro Uribe
Vélez; dentro del establecimiento había sido el
más tenaz, persistente y coherente crítico del
proceso del Caguán. Sintonizado, con la más
proactiva ayuda de los Medios, con
el estado de desazón y de incertidumbre colectivas
reinante en el país, ofertó una Propuesta de
manejo unipersonal y autoritario de la autoridad del Estado
orientada a construirle seguridad
"sicosocialfamiliarpatrimonial" a la ciudadanía
vía la más rápida derrota posible de los
violentos. Fue ése el espacio virtual desde el que
un amplio sector de colombianos, esperanzado, configuró
un cuadro político electoral altamente favorable a un
Uribe rodeado del halo de redentor nacional. Fue así
como el 54 por ciento de los votantes construyó un
cerrado "yo" ciudadano uribista a partir de la
reconstrucción social del otro como peligroso "enemigo"
proguerrillero por la razón sencilla de no votar por su
salvivífico candidato.. De esta manera, cuando cuatro
meses antes apenas si rozaba el 5% del electorado, Uribe
salió elegido en la primera vuelta más que por
determinantes sociopolíticos, como había sido la
constante en la historia electoral colombiana, por razones
sicosociales ligadas a los imaginarios colectivos
bélicos. En ese proceso, los medios
cumplieron un papel de
primer orden. Inédita resultó, entonces, esta
experiencia electoral colombiana de mayo del 2002.
Quinto momento: mayo del 2002-julio del 2003:
Imaginario de definitiva salvación nacional,
así como de casi última posibilidad de salvar a
Colombia: apenas elegido presidente, de inmediato Uribe
empezó a gobernar tres meses antes de su
posesión. Algunos afirman que lo había venido
haciendo desde febrero del 2002 cuando Pastrana le dio entierro
de tercera al revelador evento del Caguán. En el caso de
los apoyos a Uribe el tradicional reacomodo de los oportunistas
no es suficiente para explicar el casi inmediato incremento de
las simpatías ciudadanas a más de 65 puntos; al
cumplir los primeros seis meses de gobierno, y tras algunos
altibajos en el comportamiento de las cifras, en el año
2003 se han mantenido alrededor de los 70 puntos.
Ahora, comenzado ya el segundo semestre del 2003, el
país continúa convencido de que si no es Uribe,
nadie podrá terminar la guerra. Entonces, y dado que
ponerle punto final a la guerra no es tan fácil como se
pensaba, son muchos los que ya están pensando en su
reelección; pero para Uribe y su equipo los tiempos del
final de la guerra por la vía militarista no son los
tiempos de sus cuatro años de gobierno si no, más
bien, los asociados a su más rápido final. La
razón es clara, sencilla y contundente: no existen
recursos, sobre todo financieros, para una confrontación
armada radical larga; por otra parte, la obtención
de nuevos y frescos recursos encuentra un límite
estructural objetivo en las dificultades para reactivar la
economía, así como en la deprimida
y angustiante situación social de la media social del
país.
Uribe, por lo tanto, ha comenzado ya a jugar contra el
tiempo en una coyuntura, la de julio del 2003, en la que no
obstante el reacomodo de los recursos fiscales y la reingeniería realizada a las Fuerzas
Armadas y el ya casi cualitativo sacrificio de democracia
realizado en aras de levantar una normatividad de guerra, y
todo ello en función
de golpear militarmente, "lo más que se pudiese" a los
violentos , sin embargo, hasta ahora no ha habido resultados
contundentes en materia del
manejo del orden público, es decir, el gobierno no ha
podido revertir los progresos militares de las guerrillas,
logrados, sobre todo, en la década de los 90.
4. La gran
contradicción de Uribe: el tiempo de la
re-guerra
En materia de
re-guerra hasta donde quiere ir el gobierno? Todo parece indicar
que
pretende ir hasta donde objetivamente no podría
llegar.
Con frecuencia con la observación sistemática de ciertos
personajes, por ejemplo, comparando sus discursos
olvidados con los autocensurados en la circunstancia o
leyéndolos entre líneas o haciéndoles
pesquisas a sus alter ego o simplemente interrogando sus
miradas, sus guiños, sus gestos y sus ansias o
descifrando sus exabruptos, el analista encuentra puertas
abiertas para deslizárseles hasta su intimidad
susurrándoles sin aspavientos,¿al otro lado de
sus palabras, actos y ventrilocuos formales, qué es lo
que usted en realidad está buscando?
Como el 99% de los colombianos Uribe anhela el final de
esta guerra, pero sufriría hasta lo infinito,
vergüenza pública incluida, si cierto día
tuviese que sentarse a negociar con unas guerrillas que
continuasen ostentando y , en la práctica, desplegando
el poder militar que evidenciaron, por ejemplo, cuando atacaron
la base militar de las Delicias. Movido por este deseo
íntimo, coherente quizás con sus convicciones
políticas y experiencias vitales, se ha propuesto no
descansar un solo día (14) hasta verlas militarmente
disminuidas bajándoles de esa forma la soberbia militar,
así como el nivel de exigencias. Puestas en condiciones
militares tales, serían ellas mismas las que
tendrían que demandar una capitulación. Entonces,
continúa deseando el Presidente, las Farc
carecerían del poder suficiente para imponer algo
careciendo, al mismo tiempo, del requerido para rechazar las
imposiciones del Estado. Lo que en plata"antioqueña" el
presidente paisa en lo más íntimo anhela es
una especie del más redondo negocio antioqueño
graficado en un Caguán "patas arriba" en el que se
negocie con una moneda con la que con la cara gana el gobierno
y con el sello pierde la guerrilla.
El gobierno podrá viabilizar sus sueños si
logra construir condiciones de poder cada vez más
sólidas tanto en lo interno como en lo externo
encontrándose en ello con terquedad empeñado; de
no ser así, estaría haciendo la guerra con los
deseos, así como sobre la mera base de los volubles
estados anímicos colectivos por muy fuertes y favorables
al presidente que en la actualidad éstos sean. Esto no
obstante, ya en el nivel de las realidades Uribe sabe, primero,
que razones internas y externas tornan utópica la
tesis de un
sector de sus amigos sobre una guerra total, segundo, que no
obstante todos los esfuerzos y publicitadas declaraciones
oficiales el poder militar de las Farc no ha sido revertido de
manera importante, tercero, que los recursos, sobre todo,
financieros para derrotar a los violentos se le están
terminando y cuarto, que al ser todo ello así, el final
de la re-guerra presenta límites
temporales muy cortos. Esto no obstante, por razones más
simbólicas, publicitarias y sicosociasles que
político militares, ha venido adoptando el lenguaje,
los estilos y hasta algunas de las prácticas propias del
más avezado y radical guerrerista. Es por eso por lo que
en la coyuntura para él, contra toda realidad(15), en
Colombia ya no hay una guerra interna y tampoco
distinción válida entre combatientes y sociedad civil
y todos los ciudadanos son o deberían ser combatientes
(16) y, por lo tanto, el DIH ya no es aplicable para el caso
colombiano y la ONU es irreal e
irrespetuosa al pretender hacer de las guerrillas una
contraparte del Estado (17) y, finalmente, los jueces no deben
meter las narices en esta pelea del Estado y la sociedad
democrática contra los terroristas y delincuentes.
En un marco sicosocial tan cohesionado y presionante en
torno al
más rápido final posible de la guerra, el
gobierno se está acostumbrando a manipular la
virtualidad mientras que la ciudadanía se ha mostrado
manguiancha y tolerante y comprensiva como con ningún
gobierno; mientras no se remueva esa intensa
representación colectiva según la cual nadie
más que Uribe podrá salvar Colombia del drama de
la guerra, la ciudadanía, dentro de ciertos
límites, le perdonará al presidente lo que
sea. Sintomático es a este respecto el caso del
manejo de la economía. Como lo ha señalado el
economista Diego Fernando Otero " en el país se
está creando virtualidad por todas partes: crecimiento
virtual, empleo
virtual y seguridad virtual"; al destacar el vulgar manipuleo
que se está haciendo de las estadísticas económicas, dice que
los economistas saben que metodológicamente las
variaciones trimestrales del PIB, por ser
coyunturales, no deciden nada; por otra parte, también
saben, señala, que no se puede comparar el primer
trimestre del 2003 con el primero del 2002, trimestre
atípico en el que el PIB
cayó 0.85 con respecto al cuarto trimestre del 2001. Si
la comparación se hace, enfatiza Otero, entre el primer
trimestre del 2003 y el cuarto del 2002, el PBI sólo
creció el 0.87%, pero esta comparación tampoco
dice nada.(18)
Ha sido así como sobre la base del manipuleo
sistemático de los imaginarios bélicos
colectivos; del manejo descardo de mentiras y de medias
mentiras; contando siempre con el unanimismo
antidemocrático y acrítico de algunos
intelectuales y de muchos Medios; y solazándose con los
controles sociales ejercidos por la propia población acostumbrada ya a cuestionar
como proguerillera y apátrida a toda forma de disidencia
democrática, se ha pretendido regresar a tiempos idos
cuando los dioses, para facilitar la magia y los milagros,
habitaban entre los seres humanos. Y por todo ello y por muchas
razones más, sobre la base de metodologías
quizá poco técnicas
y ortodoxas, por no decir investigativamente antiéticas,
pueden presentar a la economía creciendo en cuatro
puntos y todo el mundo aplaude y al desempleo
decreciendo en dos puntos mensuales y hasta los desempleados se
regocijan y al presidente actuar como subvertor potencial del
orden jurídico y todo el mundo se queda callado.
La gran limitación de la Estrategia de reguerra ha
saltado, pues, desde el espacio de los recursos financieros
cuando el gobierno, al no haber logrado todavía revertir
el poder militar de las Farc, apenas se encuentra en la primera
fase de ella: mientras los previstos se han agotado y ya se
manejan a déficit, los que podrían venir,
recursos frescos, son difíciles de captar en una
coyuntura en la que la reactivación económica no
es asunto de un trimestre si no que sigue siendo un deseo y una
meta y en la que la situación social del país es
explosiva. Las Farc mientras tanto han pasado a una fase de
defensiva tanto estratégica como táctica y
están ahí, "a la espera", manejando muy bien su
tiempo campesino, racionalizando el uso de los recursos
acumulados y obligando al gobierno a hacer el gasto. Con la
reforma política convertida en un hecho de casi "doble
derrota"( en la promesa electoral y en el Congreso), al
gobierno el Referendo,
todavía en vilo político, solo le interesa como
fuente de nuevos recursos para financiar la guerra, y coma
siempre en los últimos años, para acomodar sobre
la marcha el pago de la ya casi impagable deuda externa.
Como lo ha señalado el profesor Oscar Delgado, Uribe,
por otras razones podría pasar a las historia, mas no
por ésta asociada a la reforma politica.(19) La otra
esperanza es la de universalización del IVA para
enero del 2005, medida que ya se ha anunciado que se
adelantará para el 2004. Por otra parte, para destrabar
la crisis que ha cruzado la ayuda militar norteamericana, el
gobierno ha anunciado que ya envió a Washington el
borrador de Acuerdo bilateral, que inmuniza contra las
intervenciones de la CPI a los norteamericanos que en Colombia
cometan crímenes de lesa humanidad. Al ser todo ello
así, todas las anteriores medidas son insuficientes
cuando en el Ministerio de Defensa ya existe un déficit
por un billón de pesos, al gobierno no le quedará
otra salida que la fiscalista; para intentarla y justificarla
todavía tiene espacio político, pero del que
carece es del espacio chequera: en la situación
social en que se encuentra el país, una nueva reforma
tributaria "pesada", es decir, con capacidad real de generar,
sostenida en el mediano plazo, nuevos y abundantes recursos
para la guerra, podría ser un acto de suicido
político, sobre todo cuando el eficientismo
neoinstitucionalista todavía no ha hecho su
aparición en el manejo de los recursos militares y
cuando el gobierno no ha logrado revertir el poder militar de
la insurgencia. Por esa vía, por otra parte,
podría empezar a desmoronarse el que hasta ahora ha sido
el mayor y casi único triunfo político de
Uribe, logrado por cierto arrasando principios y
prácticas sociales ligadas a la democracia y
a los derecho humanos, el de haber logrado darle formas
institucionales a la alianza
soldados-gobierno-sociedad.
De ser ello así, adquiere fundamentos
empíricos la hipótesis con que se inició esta
reflexión: si hasta el momento y las circunstancias en
que se agote por completo la posibilidad de generar recursos
frescos para financiar la guerra, el gobierno no ha logrado
revertir de manera notoria y notable el poder militar de las
Farc, entrarán a jugar y a imponerse las leyes de
esta guerra; es sabido que éstas se encuentran
ligadas a los progresos militares de las Farc, logrados durante
la década del 90, sobre todo. Si así llegase a
acontecer, la guerra que se desarrolla en los campos de
batalla, exacerbada, se trasvasará a la guerra
virtual desplegada en los corazones y en las verdades
subjetivas de la ciudadanía hasta sumergir al
país en un estado de desazón colectiva más
intenso e incierto y doloroso que el vivido durante los meses
de la experiencia del Caguán.
- En "Mosca" No 26, 4 de julio del 2003, Fernando Garavito
levanta varias hipótesis al
repecto. - Gobierno de Uribe." Fundamentos de la Política de
Seguridad democrática" ( último documento para
ser presentado en La Mesa de Cooperación y Donantes de
Londres), en Vásquez Patricia, Colombia en Perspectiva,
1 de julio de 2003. - Santamaría Ricardo y otros. Entrevista al Presidente
Uribe, El Espectador, 30 de junio de 2003. - La significación histórica de la experiencia
del Caguán al margen de lo que significó como
frustración de negociación, ha sido una
hipótesis reiterada a lo largo de los 34 números
de Atisbos Analíticos. - Entrevista al General Rangel, en , El Tiempo, Lecturas
Dominicales - Serrano, Enrique."El Hombre
contemporáneo es un bárbaro", Entrevista, en, El
Tiempo, Lecturas Dominicales, 15 de junio de 2003. - Atisbos Analíticos No 25
- Cubiles Fernando y Otros. "La Violencia y
el Municipio colombiano" 1980-1997.
Facultad de Ciencias
Humanas, 1998.
…..9. Vélez R, Humberto."Pastrana, la Ciudad y
la Guerra", Cali, 2000.
10.Cubides Fernando, op.cit.
11. Atisbos Analíticos, Nos. 20 a 33.
13. idem
14. Entrevista citada al Presidente Uribe
15. ONU."Colombia
sí atraviesa por un conflicto interno y debe aplicarse
el DIH".
16. El Tiempo, 6 de julio del 2003, p.2ª.
17.Entrevista citada.
18.Otero, Diego Fernando." El Manejo de las cifras del PIB",
en, Llano Rodrigo,
Boletín Virtual, No 2003-21.
19. Delgado Alvaro ,Observatorio Político, junio de
2003( Documento borrador)
HUMBERO VÉLEZ