Monografias.com > Sin categoría
Descargar Imprimir Comentar Ver trabajos relacionados

Ciudades en uso y desuso (página 2)




Enviado por caromejia



Partes: 1, 2

En la teoría
económica los términos uso y consumo aluden al acto
individual o social de satisfacción de una necesidad
cualquiera. En los diccionarios
consumir se define como destruir, extinguir y gastar; a usar se
le define como hacer servir una cosa, disfrutarla, utilizarla y
servirse de ella para un fin útil.

El panorama de la mayoría las ciudades
contemporáneas demuestra la manera en que los habitantes
"consumen " despiadada e inconscientemente sus ciudades, con el
pretexto o la excusa de que esa misma urbe no les proporciona
otras alternativas y que por lo tanto están condenados a
destruirla.

Los usos y consumos están ligados permanentemente con
la vida política y económica. García
Canclini dice que debemos preguntarnos si al consumir no estamos
haciendo algo que sustenta, nutre y hasta cierto punto constituye
un nuevo modelo de ser
ciudadanos.

Así pues, de la misma manera que estos habitantes
consumen, reclaman una ciudad donde puedan sentir que son parte
de la construcción de lo cotidiano, de los
espacios que ellos mismos reconocen como su primer, su segundo o
su único hogar.

Cuando la concepción, construcción y
apropiación de un espacio público tiene como
objetivo el
consumo y no el uso del mismo, se desvirtúa la esencia de
las ciudades y su fin último que para Giandoménico
Améndola en su texto La
Ciudad Posmoderna es la interacción simultánea de los
individuos al realizar el conjunto de actividades
económicas y sociales, de una manera pública y
privada que favorezca el bien común.

La incorporación del concepto de uso a la planeación
y al diseño
de los mecanismos de control urbano
tiende a confundirse y a perderse en la necesidad de hacer
atractivos (en traducción, consumibles ) los espacios de
las ciudades.

En la tesis Los
mecanismos de control urbano y su incidencia en la
ocupación del espacio público de Medellín de
Maria Teresa Uribe y Alfonso Bustamante, se describe como el
espacio se usa al servir como elemento de las fuerzas productivas
sociales y por lo tanto al intervenir en la producción del capital en su
conjunto. Así mismo las maneras en que se usa
productivamente al servir como medio de producción para
otros objetos materiales e
interviene en la reproducción de la fuerza de
trabajo.

Dentro de las lógicas actuales donde los espacios se
producen para ser usados de acuerdo con los requerimientos de la
reproducción del capital en su conjunto, es importante
tener en cuenta la siguiente clasificación de los usos del
espacio:

– Uso del espacio como condición de producción:
en tanto que:

a. Actúa como base , como instalación o como
infraestructura física que ha de albergar los obreros, las
materias primas y mercancías.

b. Actúa como base e instalación para la
distribución de los productos
(mercancías) ya elaboradas a sus consumidores
directos.

c. Actúa como base, instalación o
infraestructura para el transporte de
las diferentes mercancías, incluida la fuerza de trabajo a
nivel de proceso de
producción, distribución y consumo.

– Uso del espacio como medio de producción:

El uso como condición objetiva de la producción
capitalista: así como la producción social del
espacio condiciona la forma como este se usa, el uso productivo
del espacio incide en las condiciones de su producción
como objeto de mercancía, en tanto que será
necesario dedicar subespacios exclusivos en la ciudad para que se
realice allí la producción capitalista.

cabe también tener en cuenta la clasificación de
los usos del suelo que tienen
que ver de manera directa en la forma como se conciben las
ciudades en la actualidad.

Los usos del suelo agrupados forman unidades en la ciudad, por
ejemplo, los usos del suelo residenciales en unidades son los
barrios, o los usos industriales agrupados forman el área
industrial o el parque industrial; los usos comerciales agrupados
constituyen el centro comercial o centro de negocios, los
usos administrativos conforman el centro administrativo, etc.

En algunos casos los usos tienden a mezclarse unos con otros.
Un ejemplo de esto es como La Alpujarra, cuyo uso es netamente
administrativo pasa en ocasiones, a tener un uso comercial cuando
se realizan bazares y ventas en la
plazoleta principal.

Una edificación como la del Centro Administrativo de
Medellín está íntimamente ligada a los usos
del suelo, así como el uso del suelo a las actividades que
se cumplen en este sitio y en la ciudad.

A su vez, la ciudad es productora constante de cambios que,
inicialmente son en las edificaciones y estructuras
físicas y luego en los usos y actitudes de
las personas que los habitan. Todo esto da como resultante el
llamado "paisaje urbano", resultante del plano, el uso del suelo
y la edificación, tres variables que
se entrecruzan haciendo parte de ese sistema urbano
que se reproduce en cada rincón.

De esta manera se empieza a concebir y a percibir el espacio
urbano desde una perspectiva diferente a la que tenían,
por ejemplo, las polis griegas y se materializan las intenciones
de volver a la ciudad un ente productor de diferentes
alternativas de subsistencia y autosostenimiento, conveniente
para los intereses del Estado, que a su vez se empieza a
preocupar por la regulación de esos espacios que
diseñó para el acceso y uso "libre" de sus
beneficiarios.

Es en esta otra ciudad, creada con base en unos intereses
específicos y algunas veces discriminatorios, donde se
intensifica la demanda de
claridad y honestidad con
respecto a lo que se ofrece en estos espacios, supuestamente
diseñados para el uso que cada habitante quiera o necesita
darles. La contradicciones son a menudo absurdas si se observa
cómo las ciudades están reduciendo y regulando cada
vez más las libertades o posibilidades de crear nuevas
propuestas de uso, que garanticen la optimización de estos
lugares no vistos sólo como alternativas de
apropiación sino como inversiones
que vienen del dinero de los
mismos ciudadanos.

"Hoy, la ciudad nueva crece encima y dentro de la vieja de la
cual, en la lógica
de la reutilización, toma progresivamente el lugar. La
transformación es profunda aunque a menudo las formas
físicas de la ciudad preexistente permanecen invariables y
asumen a veces el papel de simples contenedores. El cambio es real
porque la ciudad que toma vida en las formas y en los espacios de
la vieja es creada tomando como referencia la nueva aunque
ambigua demanda de ciudad expresada por la gente".

Partiendo de esas demandas de la gente que habita las ciudades
es que el espacio debería construirse, fabricándose
como respuesta al objeto de su uso, a su valor de uso, lo que
implica su destinación, adecuación y
remodelación progresiva y constante en concordancia con el
cambio continuo que siempre han presentado las urbes.

Richard Sennet afirma que la planificación urbana
proveniente del sistema estatal debe estar encauzada a aportar
orden y claridad a la ciudad como un conjunto. "La
planificación de las divisiones funcionales, de procesos, de
aprovechamiento del suelo antes de la edificación del
mismo, debería prohibirse. Más bien, la
creación de espacios urbanos debería ser para
empleo diverso
y cambiante".

Este autor nos pone como ejemplo una ciudad donde las diversas
áreas puedan servir en un periodo para el comercio y en
otro para la vivienda, o de igual manera tener diversos tipos de
uso al mismo tiempo y por
las mismas personas.

Así, la idea de un espacio que no sea preplaneado
apunta a asegurar el verdadero uso del espacio. De ésta
forma, adquiere mucha más importancia en las vidas de sus
usuarios, pues cuando se elimina el uso predeterminado, el
carácter de un vecindario dependerá
de los específicos vínculos y alianzas de las
personas que lo habitan; su naturaleza
estará determinada por actos sociales y la carga de estos
actos en el curso del tiempo como una historia de la comunidad.

El proceso comunicativo que está ligado a la vivencia y
ocupación de los espacios es el resultado de los
diferentes tipos de relaciones que se establecen entre quienes
buscan puntos de la ciudad donde puedan sentirse dueños de
la misma, lejos de las exclusiones y los limitantes, donde puedan
crear a su antojo esa ciudad contenedora de historia y de
imágenes, esa ciudad que se constituye como un espacio
vital y vivible.

Sin embargo, para Améndola la ciudad
contemporánea sigue proponiendo nuevos modos de "estar
juntos", pero la desurbanización y el control estatal
conlleva a una reducción progresiva de la ciudad que es
realmente usada por los ciudadanos. El tamaño y la
fragmentación hacen que se pierdan ciertos usos.

1.2 La experiencia del uso

La experiencia urbana ha perdido su carácter
tradicional de proceso dotado de fin. La ciudad no se construye
sólo por el espacio de la función,
de la previsión y de la causalidad, sino también
por aquel de la casualidad, del azar y de la
indeterminación. Es entonces cuando cada uno puede
convertirse en divinidad al construirse una ciudad a su imagen y
semejanza, una ciudad hecha a medida de sus propios deseos. Cada
uno puede crearse una experiencia urbana personal.

Este sería el ideal de nuestros tiempos donde tanto se
apela a la autoconstrucción y al empoderamiento de los
procesos urbanos por parte del ciudadano. Sin embargo, la
realidad muestra y
demuestra que no sólo con el deseo de construir lo que
cada uno quiere se llega al fin soñado de armar la ciudad
que soñamos.

El Estado , en vista de las necesidad creciente de espacios
públicos para los habitantes, acude a nuevas propuestas de
uso de los espacios existentes. Es decir, que si bien las
personas no pueden hacer su voluntad, si pueden utilizar y
reutilizar espacios ya creados con la claridad de que se deben
seguir las normas que
existen para regular dichos espacios.

La Plazoleta de las esculturas, situada alrededor del Museo de
Antioquia, como espacio reconstruido para nuevos usos es una
muestra de como los habitantes de una ciudad son los actores y
constructores de nuevos usos, no sólo los que se proponen
desde la planificación estatal sino los que nacen a diario
alrededor de cada escultura. Estos usos que a simple vista
parecen imperceptibles son la esencia de esos lugares, que aunque
reutilizados con intenciones determinadas se convierten en fuente
de historia y sorpresa para cualquier visitante.

Casas y calles, espacios edificados y espacios abiertos sufren
con mayor facilidad, en sus dimensiones y cantidad, los efectos
de los cambios económicos y sociales; las reconstrucciones
individuales, que no modifican el trazado y las correcciones de
importancia secundaria, consecuencia de los alineamientos
externos, forman parte de las costumbres triviales de la
ciudad.

Giandoménico Améndola afirma que ha comenzado la
época de la reutilización y de la puesta en valor
de viejas partes de la ciudad según principios
diferentes a los del pasado: valorización de las
diversidades, recuperación de los testimonios del pasado,
búsqueda del genius loci y de las bases espaciales
de la identidad de
los habitantes, ligamen de lo bello y lo funcional.

Esto comprueba el postulado de la época de la
Revolución Industrial donde lo útil va remplazando
a lo estético sin necesidad de aniquilarlo. Sin embargo,
el concepto de lo útil está madurando hacia la
consolidación de la ciudad como espacio de aprovechamiento
completo, en la medida en que los transeúntes de los
espacios públicos entiendan las posibilidades que les
ofrece la urbe.

De igual manera, hay que tener en cuenta que por una parte
están los diseños arquitectónicos y la
planificación, y por otra, la sensación y la
percepción que de todo ello tiene un
habitante o un turista.

Detrás de los objetos urbanos y su disposición,
se intenta encontrar la acción
de la sociedad que
los construye, los utiliza o los interpreta; detrás de las
distribuciones está el juego de las
relaciones y los cambios de los que esas relaciones no son sino
la expresión inmóvil.

Para Darío Ruíz Gómez la ciudad es, por
antonomasia, el derecho del ciudadano a cualquier espacio, o sea,
la ciudad existe como espacialidad porque existen en ella los
recorridos, sin embargo, en el descuido de la racionalidad urbana
hemos perdido y sido despojados en el uso de la ciudad.

En este panorama es donde se evidencia la relación
entre la conducta humana y
el espacio urbano, que es en últimas lo que ofrece la
posibilidad de que los hombres se conozcan y creen alternativas
para vivir mejor. De esta manera, como afirma Marcel Roncayolo,
ya no habría consumidores sino productores del espacio
urbano, que participan de manera activa en ese intento de
"planificación" de la ciudad, pues según él
no está dicho que una planificación urbana,
provista de reglamentaciones y regulaciones, llegue a corregir el
uso del suelo ni las prácticas de los grupos
sociales.

De la igual manera, sólo se logra construir ciudadanía a través del conocimiento
de la ciudad en su estructura
física, en la forma de distribución del espacio, en
la identificación de sus elementos más
determinantes y en la manera cómo se hace una real
apropiación de ellos.

2. LA CIUDAD: ESCENARIO DE
LO PÚBLICO

2.1 Espacio público

"El espacio público, el lugar por
definición de lo urbano, puede ser entonces contemplado
como el de la proliferación y el entrecruzamiento de
relatos, y de relatos que por lo demás, no pueden ser
más que fragmentos de relatos, relatos permanentemente
interrumpidos y retomados en otro sitio, por otros
interlocutores"

Manuel Delgado

El espacio público es por excelencia el territorio del
ejercicio ciudadano, en donde se anudan infinidad de relaciones,
reina el anonimato de los transeúntes, pierden casi
totalmente valor las relaciones parentales y en donde la
razón debe unirse al sentimiento para hacer posible la
vida ciudadana, sin que ello signifique la desaparición de
la afectividad. Por el contrario, el juego de los afectos se
extiende tanto como las fronteras de la ciudad.

A este escenario de un tipo insólito de estructura
social, organizada en torno la
desatención mutua o bien a partir de relaciones
efímeras basadas en la apariencia, la percepción
inmediata y relaciones altamente codificadas y en gran medida
fundadas en el simulacro y el disimulo es como se le llama
también en el ensayo El
Animal Público al espacio público.

El Centro Administrativo La Alpujarra, La Plazoleta de las
Esculturas y el Metro, son tres espacios públicos que
poseen estas características, asociadas con los diferentes
procesos urbanos que se viven a diario en una ciudad con
especificidades como las de Medellín. La cultura, el
transporte como posibilidad de conocimiento de otros territorios
y el terreno de lo oficial como contacto con la esfera Estatal,
constituyen una verdadera fuente de posibilidades para que el
habitante-transeúnte renueve sus relaciones con la ciudad
y haga de ella un lugar habitable y aprovechable en todos los
aspectos y desde todos los sentidos.

El espacio ciudadano y las territorialidades públicas
anudan esporádicamente a los actores, sin arreglo a fines,
sólo en virtud de ser pobladores de la ciudad. Kevin Lynch
argumenta que estos espacios se convierten en marcas y nodos
que los habitantes de una ciudad adhieren a sus rutas y
costumbres cotidianas, dándoles un sentido y un
significado particular de acuerdo a sus necesidades, para
incorporarlos y aprovecharlos.

En medio de sus recorridos los habitantes de una ciudad como
Medellín incorporan y modifican lenguajes y códigos
para recrear esas marcas urbanas a su gusto. Por esto es
importante pensar que la codificación alterna a la habitual que el
habitante hace de la calle no genera algo parecido a un
continente homogéneo y ordenado, sino un
archipiélago de microestructuras fugaces y cambiantes,
discontinuidades mal articuladas, inciertas, hechas un
lío, dubitativas, imposibles de someter. Se puede decir
entonces, que cuando se hacen nuevos usos de las ciudades, se
crean a la par, relaciones de comunicación e
interacción alrededor de dichos usos y éstas son
enriquecidas desde la cultura y las vivencias ya no sólo
de los habitantes sino de los usuarios de dichos lugares.

En la medida en que se observa la vida cotidiana de las
personas ordinarias que viven en las ciudades, y se da cuenta
mediante procesos etnográficos de lo que sucede con las
actividades y lo que se desenvuelve de sus ritmos, se puede decir
que espacios públicos, dan pie a situaciones altamente
ritualizadas pero de carácter impredecible, pues aunque El
Metro, La plazoleta de las Esculturas y El Centro Administrativo
La Alpujarra ya son marcas urbanas de Medellín, no pueden
crearse para ellas protocolos de uso
y recorridos de manara estructurada ni rígida, sino
procesos de vivencia espontáneos que las convierten en
escenarios ricos para el descubrimiento.

Manuel Delgado argumenta que de la vivencia de lo
público se derivan sociedades
instantáneas, muchas veces casi microscópicas, que
se producen entre desconocidos en relaciones transitorias y que
tales sociedades son irrepetibles.

Por esto vale la pena dar cuenta de lo que no se ve a simple
vista a través de la escritura
periodística. De esta forma, las sociedades de las que
habla el autor no pasarán desapercibidas ante la gran
sociedad que se construye con base en éstas, y las
personas que transforman con su vivencia el paisaje urbano se
darán cuenta del rol que juegan y de la importancia que
tienen para su ciudad y para el desarrollo de
ésta.

El espacio público es pues, un territorio
desterritorializado, que se pasa el tiempo
desterritorializándose y volviéndose a
desterritorializar, que se caracteriza por la sucesión y
la creación inconsciente de relaciones fugaces e
inestables entre las personas que lo recorren. A su vez , es la
plataforma que contiene un cúmulo de significados,
percepciones, usos e imaginarios de la ciudad y en donde el
transeúnte debe reconocerse como el personaje principal de
su concepción, construcción y aprovechamiento.

A partir del siglo pasado, el espacio público se
percibe cada vez más como el territorio de las
indeterminaciones morales, en el que nadie puede aspirar a
realizar su propia autenticidad y los demás constituyen un
peligro, y donde sólo en la esfera privada podría
aspirarse a la vivencia de la verdad. Es labor tanto del
ciudadano como de la esfera estatal recuperar ese significado de
lo público donde la confianza sea el eje que ayude al
apropiamiento de los espacios que están fuera de lo
privado.

Pensar en los usos de la ciudad desde la perspectiva de lo
público es reafirmar la premisa de que la función
es la razón de ser de las urbes, y que en la medida en que
esa función sea ejercida con ayuda de los habitantes se
logrará construir una ciudad donde todos sean
protagonistas.

2.2 La ciudad como "Acontecimiento Público"

La definición histórica de lo urbano no
está hecha sólo por los cambios en los
volúmenes de lo edificado sino también por la
transformación en los usos, en las percepciones,
representaciones e imágenes que la gente hace de su
ciudad. Y esto significa, que estudiar los espacios
públicos como acontecimiento cultural público y
comunicacional implica admitir que en el consumo de la ciudad
parte de la racionalidad comunicativa e integrativa de una
sociedad.

Lo público entonces, puede constituirse como el espacio
para el nacimiento de formas de comunicación basadas en
códigos alternos a los comunes, un espacio para "hablarse
y mirarse" de otras maneras, con otras intenciones, un espacio
para la construcción y la proyección de la ciudad a
partir de los deseos.

Por esto, Los urbanitas buscan en los espacios en los que se
desplazan qué son y de dónde vienen, realizan una
reflexión sobre aquello que la ciudad les ofrece para ser
parte de ella e incorporan a sus recorridos esos espacios que los
acogen y les aportan a su vida como ciudadanos.

Una de las maneras de comprender lo que son las ciudades como
"acontecimientos públicos" es mirándolas como
espacio de comunicación donde se generan constantemente
procesos de interacción alrededor de lugares, marcas y
recorridos, para producir apropiamientos individuales y
colectivos de los espacios en función de las necesidades
de los transeúntes, además para establecer pactos
de convivencia y reglas de juego que ayudan día a
día a delimitar las posibilidades, las libertades y los
límites
de acuerdo a las dinámicas producidas por cada lugar en
relación con sus rituales, los usos y las costumbres.

De esta forma, la ciudad se convierte en el lugar por
excelencia de la vivencia de lo público en cuanto los
habitantes se apropian de los espacios públicos y logran
encontrar en ellos otro escenario para vivir y convivir, para
comunicarse con sus semejantes y reivindicar la ciudad, sus
calles y sus plazas como elementos que permiten el encuentro, el
diálogo,
los sueños y la realidad.

William Ortiz en su ensayo "La
ciudad entre dilemas público y privado" afirma que a lo
público y a lo privado hay que asignarles significados
políticos, culturales, sociales y económicos pues
éstos van estrechamente ligados a los procesos de
comunicación que se unen de manera transversal a estos
conceptos.

La ciudad como acontecimiento público se encuentra
ligada a lo comunicacional en tanto que en los espacios
públicos – en este caso El Metro, La Plazoleta de las
Esculturas y El Centro Administrativo La Alpujarra- es donde se
obliga al habitante a establecer otros lazos y maneras de
comunicación con esas personas "desconocidas" para
poder acceder
a estos lugares y dar a conocer lo que se quiere hacer o recibir.
La comunicación en el espacio público es diferente
a la
comunicación en el espacio privado, sin embargo, ambas
hacen parte de la vida de las ciudades y se retroalimentan en
función de la las necesidades del habitante.

2.3 Los bienes públicos

Contrario a los privados, los bienes son públicos
cuando su consumo no está sometido a la exclusión
ni a la rivalidad. Siendo así, la asignación de
recursos no
depende de los precios del
mercado, por eso
requiere para su provisión de la intervención del
Estado. La ciudad es el espacio privilegiado de los bienes
públicos o en términos marxistas de los "medios
colectivos de uso y consumo". El entorno citadino,
representaría entonces un bien público.

Philippe Aydalot resume el planteamiento de los bienes
públicos y los considera como "Las actividades urbanas,
aquellas que están ligadas a la vida cotidiana de las
poblaciones y son el marco privilegiado de los bienes colectivos,
en el cual la producción y la distribución
están a cargo de la colectividad persuadidas mediante
discusiones comprensibles de interés
común. Lo público trata de problemas que
le conciernen a toda la sociedad y que recluta a la totalidad de
los ciudadanos."

Los usos del suelo expresan las diferentes utilizaciones que
se hacen del espacio en función de las necesidades y
actividades de la población que vive en la ciudad, por esto
los usos se clasifican en usos comerciales, industriales,
residenciales, públicos y semipúblicos.

Es a partir de esta definición como se conciben y
acomodan a partir de lo estatal los espacios y su
destinación, por esto la circulación urbana
constituye un elemento geográfico de primera importancia,
pues supone un uso del suelo y una actividad que posibilita el
desenvolvimiento de las funciones
urbanas. Así pues, por ejemplo, los transportes como el
metro de Medellín constituyen un uso del suelo, ya que son
grandes consumidores de espacio.

En la medida en que la "utiliza", la disfruta o la sufre, todo
habitante de la ciudad consume bienes públicos. Incluso
con este planteamiento se puede ir más allá: el
soporte material de la ciudad (su infraestructura, por ejemplo)
se consumirá como un bien público. En teoría
nadie puede ser excluido de utilizar las vías, las aceras,
los parques públicos o los medios de transporte pues en
ellos mismos habitan y son bienes concebidos desde lo estatal
para el consumo de los habitantes de la ciudad y la
satisfacción de sus necesidades.

Sin embargo, por fallas institucionales o de
regulación, el acceso a los bienes públicos o
colectivos puede dificultarse o impedirse. Así mismo, los
factores de "crisis" urbana
pueden afectar el nivel deseado de consumo de estos bienes e
impedir su sostenibilidad en el tiempo.

Los tres espacios que se mencionan en este trabajo presentan
múltiples regulaciones desde lo oficial estatal que
están enmarcadas –o enmascaradas- dentro de procesos
de renovación urbana o cultura ciudadana y que de una u
otra manera trasforman el tipo y nivel de relaciones de uso y
consumo del habitante.

En este sentido y respondiendo a las dinámicas
establecidas desde la concepción de los espacios, las
personas que recorren estos lugares y se los apropian buscan
maneras de hacerse "dueñas" de algo que por derecho es
propio o por el contrario asumen la imposibilidad de tener acceso
a ellas. Por esto se alimentan las barreras puestas de parte y
parte y se someten constantemente a rupturas y
confrontaciones.

Así pues, en estos espacios públicos puede
hablarse de una territorialización, que como afirma Manuel
Delgado, viene dada por los pactos que las personas establecen a
propósito de cuál es su territorio y cuáles
los límites de éste. Sin embargo, éstos
pactos no tiene libertad
absoluta para desarrollarse ya sea por los límites
impartidos desde la creación de los mismos espacios o por
las prevenciones de los habitantes en cuanto a la confianza que
les producen sus pares para el desarrollo de los acuerdos y su
cumplimiento.

Eving Goffman por su parte, habla de territorios
situacionales, a disposición del público y
reivindicables en tanto que se usan y sólo mientras se
usan. De esta forma el autor reivindica el concepto de espacio
público como territorio transitorio que es posible y puede
llamarse de ésta forma mientras sea practicado, de lo
contrario será simplemente un territorio público
pues sólo estará siendo ocupado. La diferencia
entonces entre espacio y territorio viene dada por los niveles de
uso que los habitantes logren en sus actividades cotidianas.

No obstante hay otras formas de
apropiación-producción que podríamos
denominar "ilegales" en tanto que desconocen en la
práctica la existencia de leyes. Esta es
una posesión del espacio que no se garantiza por
ningún título de propiedad sino
por la ocupación de hecho. Se garantiza con el proceso de
trabajo sobre el espacio. Existe, además de esta
apropiación ilegal del espacio, otras formas más
sutiles de apropiación, no exactamente ilegales en tanto
que son transitorias o semipresenciales, pero no por ello dejan
de ser percibidas como problemáticas y conflictivas por
parte de las clases dominantes.

Se trata de la apropiación que del espacio realizan los
grupos, clases, fracciones o individuos aislados para realizar
actividades relacionadas con el sustento, la cultura, la
política o la recreación.

Manuel Delgado en el ensayo El Animal Público
complementa esta posición:

Dicho de otro modo: el espacio viario, como el conjunto de los
otros sistemas urbanos,
resulta inteligible a partir del momento en que es codificado, es
decir en tanto en cuanto es sometido a un orden de signos. En ese
sentido, es objeto de un doble discurso. De
un lado es el producto de un
diseño urbanístico y arquitectónico
políticamente determinado, cuya voluntad es orientar la
percepción, ofrecer sentidos prácticos, distribuir
valores simbólicos e influenciar sobre las estructuras
relacionales de los usuarios. Del otro, en cambio, es el discurso
deliberadamente incoherente y contradictorio de la sociedad
misma, que es siempre quien tiene la última palabra acerca
de cómo y en qué sentido moverse físicamente
en la trama propuesta por los diseñadores. Es el
peatón ordinario quien reinventa los espacios planeados,
los somete a sus ardides, los emplea a su antojo,
imponiéndole sus recorridos a cualquier modelamiento
previo políticamente determinado. En una palabra, a la
ciudad planificada se le opone – mediante la indiferencia y/o la
hostilidad- una ciudad practicada.

Esta dicotomías planteada por Delgado nos muestra que
los controles a los que están sometidos los espacios
públicos de las ciudades vienen dados por dispositivos
estatales que desde la racionalidad urbana son necesarios. Sin
embargo, se muestra por otro lado un relajamiento en estos
controles y estas formas de vigilancia debido a que las ciudades
tiene como característica una densidad de la
población más grande que la de las zonas rurales y
las colectividades pequeñas en que todo el mundo se conoce
y se fiscaliza.

Debe decirse, por tanto, que lo urbano, en relación con
el espacio que se despliega no está constituido por
habitantes poseedores o asentados, sino más bien por
usuarios sin derechos de propiedad ni de
exclusividad sobre ese marco que usan y que se ven obligados a
compartir en todo momento.

Esto, los lleva a establecer códigos y a generar
procesos de comunicación que los ayudan a convivir en esos
lugares. Sin embargo, no en todos los casos se cumple esta regla,
por eso es interesante observar en los tres espacios
públicos escogidos qué dinámicas se expresan
a partir de esos pactos generados por los habitantes que los
recorren o los habitan y de qué manera se relacionan con
lo establecido desde la concepción estatal para su uso y
regulación.

De esta manera se puede crear un marco de referencia que nos
ayude a dilucidar hasta qué punto la ciudad y sus espacios
públicos está siendo transformada a partir de los
usos que se proponen y de los usos que se dan en la realidad de
la cotidianidad urbana de Medellín.

Bibliografía

AMENDOLA, Giandoménico. La Ciudad Postmoderna. Madrid: Ediciones Celeste,
2000. 379p.

CASTILLO, Carlos. Urbanismo y Vida Urbana. Bogotá:
Editorial Andes, 1977. 452 p.

COLOMBIA. Centro de estudios del hábitat
popular CIHAP y Centro de investigaciones
estéticas. Sobre hábitat y cultura (Ensayos).
Medellín: Universidad
Nacional de Colombia, 1997.
110 p.

ECHAVARRÍA C, Jorge. La fragmentación de la
Metrópolis. Medellín: Universidad Nacional de
Colombia , 2000.

HABITAT COLOMBIA. Producción, uso y consumo de la
ciudad: Encuentro Internacional Hábitat Colombia.
Medellín: Editora Guadalupe Ltda., 1996. 272 p.

HITA ALONSO, Cecilia. La Ciudad: una aproximación
sociológica. Granada: Editorial Andalucía,
1999.

COLOMBIA. Instituto Geográfico Agustín Codazzi.
Guía Metodológica para la formulación del
plan de
ordenamiento territorial urbano: Aplicable a ciudades.
Bogotá: Editorial Linotipia Bolívar,
1996. 279 p.

JOSEPH, Isaac. El transeúnte urbano. Buenos Aires:
Gedisa Editorial, 1988. 159 p.

LAFEVBRE, Henri. La vida cotidiana en el mundo moderno.
Madrid:
Alianza Editorial, 1972.

ORTIZ JIMÉNEZ, William. La Ciudad: Ritmos y Narraciones
Cotidianas. En: Revista de
Geografía
Norte Grande. Santiago: Universidad Católica de Chile, No
2000

ORTIZ JIMÉNEZ, William. El aire de la ciudad
nos hace libres. En: Revista de Geografía Norte Grande.
Pontificia Universidad Católica de Chile. Nº 27.
(2000). p 189-197.

PÉREZ L, Jorge. Ciudad Botero ¿Paraíso
cultural? En: Revista Universidad Cooperativa de
Colombia. Medellín: N 76 (Jul 2001); p 95-97.

RONCAYOLO, Marcel. La Ciudad. Barcelona:
Ediciones Paidós, 1988. 142 p.

RUÍZ GÓMEZ, Darío. Las preguntas que
irá desnudando El Metro. En: Desde la Región.
Medellín: N 19 (Nov 1995); p 19-21.

SENNET, Richard. Carne y Piedra: El cuerpo y la ciudad en la
civilización occidental. Madrid: Alianza Editorial, 1997.
454 p.

SENNET, Richard. Vida Urbana e Identidad Personal. Barcelona:
Ediciones Península, 1975. 208 p.

TORRES DE M, Mariela y ESCOBAR ROLDÁN, Hernán
Javier. Poder político y deterioro del espacio urbano.
Medellín: Universidad Pontificia Bolivariana, 1985. 21
p.

TOVAR TORRES, Carlos Alberto y otros (Compiladores). La
Ciudad: hábitat de diversidad y complejidad.
Santafé de Bogotá. Universidad Nacional de
Colombia, 2000.

URIBE DE HINCAPIÉ, Maria Teresa y BUSTAMANTE
MÁRQUÉZ, Alfonso. Los mecanismos de control urbano
y su incidencia en la ocupación del espacio público
de Medellín. Tesis ( Magíster en
planificación física urbana) Universidad Nacional
de Colombia. Facultad de Arquitectura.
Medellín, 1978.

VÉLEZ CUARTAS, Gabriel Jaime. La ciudad fabulada: los
productos de comunicación en la sociedad fragmentada.
Medellín, 1998, 157 p. Trabajo de grado (Comunicador
Social). Universidad Pontificia Bolivariana. Facultad de
Comunicación Social.

VIVIESCAS, Fernando y GIRALDO, Fabio (Compiladores). Pensar la
ciudad. Bogotá: Tercer Mundo Editores, 1996. 485 p.

http://club.telepolis.com/geografo/urbana/sistemaur.htm

 

Partes: 1, 2
 Página anterior Volver al principio del trabajoPágina siguiente 

Nota al lector: es posible que esta página no contenga todos los componentes del trabajo original (pies de página, avanzadas formulas matemáticas, esquemas o tablas complejas, etc.). Recuerde que para ver el trabajo en su versión original completa, puede descargarlo desde el menú superior.

Todos los documentos disponibles en este sitio expresan los puntos de vista de sus respectivos autores y no de Monografias.com. El objetivo de Monografias.com es poner el conocimiento a disposición de toda su comunidad. Queda bajo la responsabilidad de cada lector el eventual uso que se le de a esta información. Asimismo, es obligatoria la cita del autor del contenido y de Monografias.com como fuentes de información.

Categorias
Newsletter