Hay cultura donde
hay hombre, y
viceversa (Mosterín, 1993). Sólo se está
ante lo que entendemos por cultura cuando
nos referimos a lo humano.
El hombre es a la
vez producto de la
evolución biológica y protagonista
de la cultura que él genera. El hombre ha
salido de la naturaleza sin
dejar de pertenecer a ella. El "salto" a la cultura no hay que
entenderlo como una brecha total ya que el hombre
nunca abandona la naturaleza.
Cultura es el modo común de pensar organizado de
los individuos de una sociedad en orden
a producir actividades sociales coherentes, tanto de
acción material como de acción
individual.
LA cultura es producto del
aprendizaje y
no de la herencia.
El pensar organizado se refiere al modo conocido de
transmitirse ideas unas personas a otras en forma inteligible, y
asimismo, al modo social también reconocido de realizar
éstas su comportamiento, para lo cual el lenguaje
viene a ser el vehículo básico de la
relación humana culturalmente organizada. Esto quiere
decir que la cultura toma sentido a partir del lenguaje, pues
éste representa no sólo un modo específico
de equiparar al individuo con medios
simbólicos de relación y comprensión de la
realidad, sino que también hace obtener un conocimiento
preciso de la cultura por el hecho de que en él se
incluyen formas de designar las cosas y el comportamiento
de los miembros de una sociedad.
El lenguaje es
nuestra puerta de acceso al mundo, la "mediación
universal" operante en todas las relaciones
humanas, entre los individuos, y mediando también la
relación de éstos con la naturaleza. Condiciona y
posibilita la cultura y es el factor humanizante por
excelencia.
Sin embargo, además de la totalidad de los
conceptos y productos que
forman el inventario
cultural de una sociedad, "cultura" abarca los modos de
acción que refieren a los modos de vivir de los hombres en
una sociedad, que se explican en función de
las relaciones sociales integradas en el espacio y en el tiempo.
Lo "material" alude a la producción material, como un instrumento de
supervivencia y del vivir de los hombres, como por ejemplo el
equipo doméstico, las armas, etc. El
ámbito de acción referido a lo espiritual refiere a
las ideas, valores,
orientación de la
personalidad, concepción del mundo, ideologías,
etc. El ámbito espiritual constituye el aspecto de la
cultura que existe como una realidad autónoma. Conforme a
estos principios,
Berenger Castellari coincide con Malinowski (1948, 56) en decir
que el rasgo principal de la cultura es el estar
organizada.
Frente a la concepción burguesa del hombre,
marcadamente individualista (Mac Pherson, 1979; también
Renault, 1993), se ha ido subrayando la dimensión social
del hombre como algo constituyente. El hombre concreto es
tal en tanto que vive en el seno de unas relaciones sociales en
virtud de las cuales es humano (Marx, Karl,
Manuscritos).
Sin individuos, no hay conjunto de relaciones sociales,
pero el individuo humano solamente es tal en esa trama
relacional, pudiendo decirse a la vez que es a la vez resultado
–aunque no sólo eso- de ese conjunto en su
totalidad. En un sentido lato de los términos, sociedad e
individuo siempre se han mediado entre sí.
El grado de interacción cultural de las sociedades
modernas es menor que el de las primitivas. Así, la
afirmación de Durkheim
(1928, 157) de que a mayor primitivismo social, mayor es el
numero de semejanzas que pueden advertirse en los miembros de una
sociedad. Esa semejanza los hace ser, social y culturalmente,
más homogéneos, haciendo que el sistema cultural
total sea casi universal a los efectos de la frecuencia de
participación de sus individuos en el mismo a
través de grupos
sociales y de subsistemas culturales que son
básicamente comunes. Cuantos menos subsistemas culturales
existen en una sociedad, mayor será su integración cultural. En una sociedad
urbana, los límites de
desviación del comportamiento individual son, en
comparación con las sociedades
primitivas entonces, muy amplios.
El modo de producirse las formas y las estructuras
culturales, es histórico. La cultura representa una
experiencia social que, a su vez, se transmite de unos individuos
a otros a través del llamado proceso de
socialización uno según el cual
individuos y grupos entran
simultáneamente en contacto con cada persona y la
instruyen en las técnicas
que le permitirán relacionarse en el mundo externo. Estas
técnicas incluyen valoraciones
específicas de este mundo externo, de conciencia
específica o histórica de la realidad, así
como un modo relativamente homogéneo de representarla y
experimentarla.
Toda cultura es un acto de formación y
reformación continua y a la vez constituye una estructura de
comportamiento que para tener homogeneidad, necesita repetirse.
Sus cambios implican no sólo transformaciones del medio,
sino también del hombre y de las relaciones de éste
con otros, y de éstos en conjunto con la producción de bienes
materiales.
El modo de producirse las formas y las estructuras
culturales, es histórico. La cultura representa una
experiencia social que, a su vez, se transmite de unos individuos
a otros a través del llamado proceso de
socialización uno según el cual
individuos y grupos entran
simultáneamente en contacto con cada persona y la
instruyen en las técnicas que le permitirán
relacionarse en el mundo externo. Estas técnicas incluyen
valoraciones específicas de este mundo externo, de
conciencia
específica o histórica de la realidad, así
como un modo relativamente homogéneo de representarla y
experimentarla.
Toda cultura es un acto de formación y
reformación continua y a la vez constituye una estructura de
comportamiento que para tener homogeneidad, necesita repetirse.
Sus cambios implican no sólo transformaciones del medio,
sino también del hombre y de las relaciones de éste
con otros, y de éstos en conjunto con la producción
de bienes
materiales.
Antes de nuestra era, los atenienses (en la época
de Pericles) admiraban los mismos templos y las mismas estatuas,
aplaudían las mismas tragedias o las mismas comedias,
formaban verdaderamente un pueblo, desde los aristócratas
de la cultura, hasta los artesanos y quizá los
esclavos.
Los "vínculos naturales" del mundo medieval que
conformaban una comunidad, dejan
paso a "vínculos artificiales" que los individuos
establecen entre sí: es el paso de la comunidad a la
sociedad analizado por F. Tönnies. La individualidad,
resultando de un proceso histórico-cultural de
individualización, emerge con la transición de lo
comunitario a lo societario, que tiene lugar con la
aparición de la sociedad burguesa en el despegue del
capitalismo
europeo.
A fines del siglo pasado, la mayoría de la gente
vivía en pueblos y no se hubiera encontrado con un
extranjero de una cultura remota en toda su vida. A fines del
siglo pasado, y en los comienzos de éste, la
mayoría de la gente entra en contacto con personas de
otras culturas a diario.
Imágenes de otras culturas llenan las pantallas
de la TV y el cine, y en sus
lugares de trabajo, calles y mercados, la
gente encuentra comerciantes, migrantes, viajeros y refugiados
constantemente, en especial en las ciudades. En el espacio de 100
años, la interacción cultural en el mundo ha
crecido dramáticamente.
Las interacciones globales en la actualidad presentan el
problema de tensión entre la homogeneización y la
heterogeneización cultural.
Homogenización que deriva o bien hacia un
argumento acerca de la creciente expansión de la cultura
estadounidense, o bien hacia la transformación de la
cultura en mercancía. La mayoría de las veces ambos
se hallan íntimamente relacionados. Sin embargo, tan
rápido como las fuerzas de las distintas metrópolis
logran penetrar otras sociedades, muy pronto son aclimatadas y
nacionalizadas de diversas maneras.
El crecimiento de las relaciones interculturales, de
corrientes políticas
como el multiculturalismo, de sistemas de
discriminación, del racismo,
etcétera, están a la vista en la escena
mundial.
El aumento de los intercambios indirectos
(mediáticos e informáticos) y de los directos (cara
a cara) entre diferentes culturas a raíz del crecimiento
también de la industria del
turismo, de las
relaciones comerciales, de la programación televisiva y del desarrollo de
las nuevas
tecnologías, exige que se desarrollen "competencias".
Para Calderón y Dos Santos, el nuevo dinamismo
del mercado y la
industria
cultural a nivel global conllevan un orden complejo y disgregado
que difícilmente pueda ser comprendido a través de
las meras relaciones de oferta y demanda
o entre países centrales y periféricos; se trata más bien de la
gestación, muy dinámica, de una serie de
asincronías entre la política, la economía y la
cultura.
Siguiendo a Ford, el proceso central en la sociedad
contemporánea está producido fundamentalmente por
una globalización llevada a cabo de manera
salvaje y absolutamente dependiente del mercado;
crecimiento de diferentes tipos de brechas, diversidades
críticas y diferencias socioeconómicas y
socioculturales.
En primer lugar, problemas
estructurales tales como la creciente ampliación entre
riqueza y pobreza, cambios
en la constitución de la familia y
en el rol de la mujer, aumento
del empleo
precario y del desempleo, nuevas
formas de violencia y
marginación, fragmentación de las ciudades,
racismo,
desatención sanitaria, educacional, social, tiene sus
efectos durante toda la estructura social: el pago de la deuda de
Tanzania es 9 veces lo que gasta en atención primaria de salud y 4 veces lo que gasta
en enseñanza primaria.
La creación de una cultura de masas no
tendería hacia una homogeneización en el imaginario
colectivo, sino mas bien hacia una diversidad de apropiaciones.
Nos apropiamos de lo que recibimos de la cultura de las masas, la
adoptamos, digamos, pero a nuestro modo.
Ford destaca la importancia de que ante tanta
apología y mitologización de la
globalización, o mejor dicho, de las formas en que
ésta se produce, poner en escena los diferentes tipos de
desigualdades infocomunicacionales que acompañan a las
diversas y crecientes brechas entre riqueza y pobreza que se
producen en la sociedad contemporánea.
Ante un discurso
hegemónico que habla como si todos los habitantes de
la tierra
tuviesen una computadora y
estuviesen conectados a internet, es importante
recordar que gran parte de los habitantes del planeta carece de
teléfonos, televisores, diarios, y que incluso no ha
tenido todavía acceso a la
alfabetización.
Ahora, si bien la diversidad cultural de nuestras
sociedades latinoamericanas es uno de los rasgos centrales de su
propia constitución, no es menos cierto que esta
diversidad de prácticas y de representaciones expresada en
una variedad de mundos de vida, de una u otra manera, conflictiva
e integrativamente, se ha constituido históricamente en
relación con la cultura europea. Quizás allí
radique precisamente nuestra especificidad cultural: en habernos
hecho en conflicto e
integración con otros pero a la vez ser
distintos, además de desear constantemente esa
distinción.
Los argentinos somos muy distintos (en nuestra propia
diversidad), nos construimos nacionales en sociedades
predominantemente indígenas, que por otra parte, en
algunas (no pequeñas) partes de nuestro territorio, a su
vez ya había una distinción entre cultura
indígena autóctona (aunque mucho de ella se haya
perdido), y la cultura de sus conquistadores, la cultura del
Imperio que se superpone, a su vez con patrones socioculturales
complejos y dirigidos por élites criollo-mestizas durante
y después de la conquista de (sud) América, la que se construye sobre la base
de una migración
europea (en su propia y gran diversidad), de las provincias del
interior en la urbanización de las ciudades, producto de
la industria principalmente y (fundamentalmente en la actualidad)
de las migraciones de países mayormente limítrofes,
todo esto sin contar a la
globalización si es que la entendemos como una
adopción de una cultura homogénea
que se suma a las diversidades, las reafirma y hace más
fuertes o hasta incluso crea nuevas vetas en el sistema cultural
nacional.
Aunque los cambio
culturales tienen normalmente su origen en alguna
alteración importante en las condiciones de vida de una
sociedad, también pueden originarse por el accionar de un
solo individuo, que "contagia" a sus pares y así
sucesivamente hasta producirse un cambio
cultural relevante.
Pienso que es fundamental la enseñanza de lo que significa la cultura y
de lo que abarca, sus elementos constituyentes y todo lo que hace
a la naturaleza del propio hombre, sin recortes de política educativa ni
tabúes. Muchas veces se tiene una idea errónea de
cultura en cuanto que se piensa que ésta designa y engloba
al mundo de los artistas, pero esto no es así. No es
cultural solo una actividad de alguien que por determinadas
circunstancias expone sus obras pictóricas en una
galería de arte, por
ejemplo, sino que es todo lo que cualquier hombre hace y recibe
en el seno de su comunidad, todos creamos cultura y vivimos en
ella, condicionándola y condicionados a la vez.
Debe considerarse el proceso de socialización
primario como fundamental en la constitución de la
personalidad
de un individuo en la cultura, y para eso es de fundamental
importancia la adecuada enseñanza de valores
morales y humanos en este proceso, para lo cual deben
establecerse programas que
instruyan a los padres y a los socializandos primarios de lo que
esta tarea significa como así también de
cuál es el campo de juego que las
personas tienen en la sociedad, y así instruir los valores y
la fuerza
necesaria en ellos para un buen desenvolvimiento en el
futuro.
Los valores se
aprenden de una manera determinante para el individuo con
respecto a toda su vida posterior y a su vez son una huella que
queda impresa y le sirve de sustento para el siguiente nivel,
aquel en donde aprende de las instituciones
y de los maestros, nivel que en este sentido tampoco debe
descuidarse ni despreciarse.
Las herramientas
de los cambios culturales son las mismas que las existentes en la
cultura, por lo que, para que se opere un cambio cultural, pueden
utilizarse cualquier clase de métodos,
hasta los medios
informáticos, no ya los directos solamente como lo era en
la antigüedad. No se debe temer a esto. Sería un
tanto prejuicioso restar importancia a un medio novísimo
de comunicación cuando es utilizado en nombre
de, por ejemplo, el aprendizaje de
historia, o bien
cuando se lo utiliza para relacionarse con otras personas de un
modo equiparable totalmente al de la interrelación directa
(cara a cara), y no para utilizarlo con los fines altamente
tecnológicos de cualquier empresa; ambas
utilizaciones del mismo medio son igualmente válidas en
cuanto medio-fin hace a la validez y valoración de ese
camino. En la ciencia los
resultados se evalúan por lo que son y no por el camino
que transcurren para llegar a ser lo que son, es como llegar al
mismo resultado de una ecuación matemática, pero por procesos
diferentes. Por eso los intercambios culturales deben operar por
todos los medios que la cultura pueda conocer, como así
también, debe entenderse que los mensajes deben dirigirse
de acuerdo a la utilización que los receptores de
éste hagan de los medios de
comunicación que posean o que estimen convenientes, e
incluso que más puedan valorar, y también de
acuerdo a la utilización real del lenguaje de los
receptores. Debe analizarse cuáles son los medios en los
que la gente se comunica, a cuáles se les presta
más atención, cuáles son aquellos
canales que pueden incorporarse para un mejoramiento de la
comunicación y de la apertura cultural de las
personas, tanto en vistas a su futuro como parte de una sociedad
como para la transmisión de un determinado
mensaje.
Las políticas
sociales deberían encaminarse siempre teniendo en cuenta
el lenguaje
común de la población a la cual se dirigen. Es
fundamental un buen uso del lenguaje en todos los planes sociales
y las relaciones
humanas, pues de este uso dependen la transmisión del
mensaje que se realice y sus consecuencias en la constante
formación de la cultura.
Coincido con M. A. Ciuro Caldani en que debe haber una
estrecha colaboración entre grupos, entre organizaciones de
toda índole, salvándose todos las diferencias que
puedan condicionar una obstrucción a la
colaboración mutua. De este modo, entes como Estado
podrían relacionarse libremente y en armonía con
otras organizaciones
tales como los movimientos vecinales. Esta colaboración,
esta transmisión de cultura es muy importante en una
sociedad profundamente fragmentada, competitiva y egoísta
como la nuestra, en donde conviven muchas formas de organización, muchos subsistemas y grupos
distintos que generalmente se encuentran muy distantes unos de
otros y en donde se mira con desconfianza, recelo y reticencia al
exogrupo.
El establecimiento, discusión e inventario de
políticas específicas que defiendan los patrimonios
culturales, económicos, sociales e históricos, en
el marco de la "globalización" es sumamente necesario para
impedir que se pierdan o se diluyan nuestras culturas, y para
que, como dice Ford, seamos "procesados por otros".
Los planes de capacitación para los educandos de todos
los niveles, desde los padres, hasta los maestros avanzados,
deben tener en cuenta la cultura en la cual se
insertan.
Pienso que en las condiciones de crisis y de
multiculturalismo en que se encuentran las sociedades del mundo
en estos últimos tiempos, y en los que existe una gran
inseguridad en
cuanto al futuro en general, e incluso en cuanto al futuro
próximo, tanto de los grupos culturales como de los
individuos, en tiempos en los que le es costoso a cualquier
persona auto-identificarse y entender la compleja trama
socio-cultural en la que se desenvuelve, es necesario que los que
detentan el poder, los
"amos del mundo" como dice Bordieu, tomen conciencia de la
importancia de las necesidades reales del hombre como ser humano
y como ser sensible. El hombre necesita de la transmisión
de ciertos valores, es necesario una salida que vuelva a unir al
hombre consigo mismo, que lo devuelva a los valores
que siempre encontró en la naturaleza, no solo para
poder afrontar
la cosificación de la que es producto por el juego de los
mercados o para
no considerarse una ficha en el juego de la
democratización o de la estatificación de la
nación
en que vive, sino también para tener seguridad,
confianza en sí y en sus pares.
El ser humano debe aprender a confiar en si mismo. Se
debe enseñar y comunicar. La sabiduría debe
decirnos que el hecho de ser distinto a otros no es malo, que un
grupo, por
pequeño que sea, es parte de la raíz de un pueblo,
de una sociedad, es cultura tan valedera como cualquier otra, y
que a su medida constituye un pueblo entre sus propios límites.
Debe decirnos que cada cual debe estar orgulloso de lo que es,
del grupo del que
formamos parte, de su lengua,
religión,
o de lo que fuere, aunque estas distinciones no sean coincidentes
con la cultura común de la sociedad, y como contrapartida
de esta valoración del propio grupo, se encuentran la
valoración del otro, el aprender y fomentar la tolerancia y el
respeto por el
que es distinto.
Debe evitarse la desnaturalización de los
derechos
humanos, y, de ser necesario, cambiarles su
denominación, o, ¿para qué nombrarlos?, hay
que ejercerlos. La sociedad muchas veces ha creído, y
aún hoy muchos lo siguen creyendo, que los derechos humanos son
palabras que encierran vacío o falsedad, que son una
"careta" que se usa en nombre del bien común y de la
humanidad, cuando en realidad los hechos demuestran otra
realidad, haciendo que caiga su importancia y su real
significado. Zaffone nos da un claro ejemplo: "(…)bajo las
ideas de defensa de la democracia y
las libertades personales, los angloamericanos abarcaron,
únicamente en la segunda mitad del siglo XX, con la vida
de 4 a 5 millones de seres humanos. Que mejor ejemplo de
desnaturalización que esta espantosa cita". Hoy en
día, no existe entre los distintos autores un pensamiento
uniforme en base al curso actual de los hechos. La critica de la
crítica se ha vuelto constante en todos los
ámbitos, y basta que alguien opine algo desde determinado
punto de vista para que sea rápida y fácilmente
criticable. La situación es compleja. No puede compararse
a un pensador de la época medieval, en donde si
quería (o si podía) opinaba generalmente teniendo
en cuenta una cultura limitada, específica y
homogénea sobre situaciones que encrucijaban a sólo
unos cuantos factores, con un pensador actual que más bien
debe ver muchísimos enfoques y puntos de vista sobre un
mismo tema y así relacionar distintas culturas, de lo
contrario su postura sería limitada y no englobaría
todos los puntos de vista sistemáticamente, y, si habla de
"globalización" no puede excluir conceptos como "cultura
de masas" o "posmodernidad". A su vez, teorías
que deshumanizan al hombre o teorías
que no consideran la humanidad, o que es peor, que la destruyen,
logran consenso bien por la cultura mediática, bien por la
falta o la mala educación. Un
pensador, hoy, debe ser cauto, debe imaginar todos los puntos de
vista posibles, debe buscar el consenso para dar firme base a su
ideología o a su mensaje, y debe saber
cómo dirigirlos y a quién dirigirlos, respetando
fundamentalmente el lenguaje de todos sus receptores. En este
mundo, o mas bien, en lo que este mundo se ha convertido, se debe
buscar la acción concreta, se debe luchar para que el bien
triunfe, se deben buscar los ejemplos, se debe enarbolar el
cambio cultural. Los tiempos nos han dado una herramienta
fortísima como lo es la libertad de
expresión (propia, en realidad, de la naturaleza
humana) y grandes vías de comunicación para hacerla palabra, y a su
vez, nos ha dado hechos, experiencia. No es fácil, pero si
la humanidad sigue un curso, vale la pena intentar retomarlo si
en algún punto nos hemos alejado, vale la pena virar hacia
el orden, la paz, la solidaridad, y
hacia tantos otros valores y utopías que tanto se
soñaron (y que se sueñan…).
Luis J. Gallagher
Facultad de Derecho y Cs. Soc, UBA
Buenos Aires – Argentina