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Democracia y corrupción




Enviado por Victor Hortel



    1. Concepto general de
      corrupción política
    2. Concepto
      restringido
    3. Moralización
    4. El sistema
    5. Percepción internacional
      y costos de la corrupción
    6. La crisis
      ética
    7. Conclusión

    INTRODUCCIÓN

    Durante los últimos quince años las
    prácticas de corrupción
    atravesaron en todo el mundo una transformación de tal
    envergadura, que actualmente se presentan como una de las
    principales amenazas a la democracia y
    las sociedades
    modernas.

    Existen gravísimas formas de corrupción. Durante los años ochenta
    y noventa se ha apreciado en distintos paises una suerte de
    corrupción generalizada que arrasaba con toda la sociedad.

    Tal el caso de Italia que
    presentaba un sistema donde
    todo el mundo, en mayor o menor medida, lucraba de esta atmósfera de
    corrupción generalizada. Existía una
    aceptación tácita de todo tipo de
    corrupción, porque todos – tanto los que estaban cerca
    como lejos del poder
    parecían beneficiarse de alguna manera.

    De igual manera,
    distintos hechos de la realidad
    contemporánea nacional
    imponen la necesidad de encarar con decisión un plan de lucha
    contra al corrupción generalizada, que oscurece la
    imagen del
    país en el exterior. Estos hechos son, fundamentalmente,
    la reiterada mala calificación que obtiene en los
    últimos años la República Argentina en los
    organismos internacionales que evalúan la situación
    de corrupción en todos los paises, a la luz de las
    opiniones vertidas por empresarios que deben operar en ellos, y
    por los resultados de las encuestas que
    recogen el reclamo unánime y mayoritario de erradicar este
    mal social.

    Actualmente la forma más grave de
    corrupción es aquella que se gráfica como el
    matrimonio
    entre la corrupción política y las
    distintas formas de mafia internacional. Nos encontramos con
    la
    globalización de la corrupción, lo que exige
    respuestas globales para su erradicación.

    CONCEPTO
    GENERAL DE CORRUPCIÓN POLÍTICA

    Existe coincidencia en que el concepto de
    corrupción fue originalmente utilizado para definir el
    proceso de
    deterioro de productos
    biológicos, como resultado de la insuficiencia o fin de
    las funciones
    vitales. Y se lo generalizó metafóricamente hacia
    las cuestiones que hacen a la moral; es
    decir para definir el deterioro de valores
    reconocidos por la sociedad, con o
    sin sanción jurídica.

    Puede entenderse por Corrupción Política, toda
    transgresión de normas dentro de
    un determinado orden social, en este caso, de una sociedad
    política como totalidad organizada, poseedora de una
    cierta racionalidad. Transgresión que cuestiona en alguna
    medida la supervivencia razonable de esa totalidad.

    Desde el punto de vista normativo podrá

    afirmarse que la corrupción política es un
    atentado o transgresión de unas determinadas normas, principios y
    valores que se
    consideran importantes para la existencia y mantenimiento
    de un orden social justo y razonable, y en consecuencia, digno de
    ser vivido.

    El primer gran problema para combatir la corrupción
    política consiste en determinar que clase de normas han de
    ser violadas para que se pueda hablar de corrupción y no
    de otro tipo de fenómenos.

    La corrupción política puede ser entendida
    como violación de normas jurídicas y también
    morales. Se podría afirmar que la corrupción
    política es como un conjunto de faltas y delitos que no
    siempre se pueden probar y que amenazan con extenderse por todo
    un tejido social, económico y
    político-estatal.

    La corrupción, por lo tanto, puede ser tanto una
    desmesura (¿inmoralidad? ¿imprudencia?) en el uso
    de fondos públicos, como la compra (ilegal=delito) de
    decisiones políticas
    (generalmente de contenido económico).

    La corrupción política tiene que ver,
    indudablemente, con problemas
    normativos.

    La corrupción política se refiere a la vida
    política y se especifica por los sujetos protagonistas de
    su producción. "Vida política" es "Vida
    pública", esto es lugares, sedes e instituciones
    en los que están comprometidos intereses públicos o
    generales; pudiéndose restringir su alcance a la "vida
    institucional" de los distintos aparatos del Estado y a la
    conducta de los
    sujetos que intervienen en la vida política institucional
    dentro de los aparatos del Estado.

    No obstante y en función de
    la indignación social, la corrupción
    política también podría abarcar otros
    aspectos u otros ámbitos, como por ejemplo la
    corrupción de empresarios o ejecutivos pertenecientes al
    sector privado.

    Corrupción significa un cierto desorden social que
    tiene el riesgo de
    extenderse. Cuanto mayor sea la expansión más
    negativa resulta su valoración, Se habla de
    corrupción política cuando se advierte la
    existencia de desviaciones morales y jurídicas
    generalizadas, de una importante gravedad institucional.

    La corrupción se caracteriza por constituir
    transgresiones que tienen una alta dosis de clandestinidad, de
    ocultismo y de falta de pruebas, lo
    que lleva pensar que existen más actos de
    corrupción política que los que realmente se pueden
    probar, todo lo cual crea un grave desasosiego en
    indignación social.

    En principio la corrupción está definida en
    os códigos penales de todos los paises. Sin perjuicio de
    ello, de manera casi sistemática, se puede afirmar que
    tales definiciones – en su gran mayoría- no
    representan las formas actuales de corrupción.

    La corrupción está en el centro de una
    nebulosa de crímenes y delitos que
    están ligados, pero el sólo delito de
    corrupción no da cuenta de la complejidad del
    fenómeno, ni de la multiplicidad de delitos
    conexos.

    No obstante que en algunos países resulte alto en
    número de casos denunciados de corrupción, son muy
    pocas las sentencias condenatorias por tal delito. Ocurre que los
    magistrados no pueden probar los extremos exigidos por las normas
    penales.

    La prueba es casi imposible de obtener y los magistrados
    deben recurrir a otros artificios y otros artículos del
    Código
    Penal para condenar estos hechos.

    Hoy, la naturaleza de la
    corrupción ha devenido sumamente sofisticada, al punto que
    la torna prácticamente invisible, Se ha transformado en
    algo tan discreto y pasa por mecanismos tan engorrosos que los
    códigos penales no llegan a encuadrarla de manera
    correcta.

    La profesora Bárbara Barris White, de la Universidad de
    Oxford, dice: " la corrupción no se reduce al soborno,
    sino que se extiende a la evasión fiscal, a la
    explotación laboral, y
    distorsiona la ética que
    debe regir una sociedad. Cuando lo difícil es ser un
    funcionario no corrupto, la sociedad se encuentra al borde del
    colapso, porque se puede entrar en un proceso de
    deterioro vertiginoso… (y) puede dar lugar a la
    creación de verdaderas mafias, que usan sus propios
    métodos
    para mantener sus situaciones de privilegio, las cuales, una vez
    enquistadas en la sociedad, son muy difíciles de
    extirpar….No se ve el prometido reino de la competencia
    económica y la transparencia política, sino a
    elites nacionales cada vez más inclinadas a utilizar
    métodos
    mafiosos…" (liberalizatión and the new corruption",
    IDS Bulletin, abril de 1996)

    Se puede afirmar que la situación descrita por la
    profesora B.B. White se corresponde con la de la República
    Argentina, en la
    percepción de los medios de
    difusión masiva, en la de instituciones
    y organismos internacionales y en la de nuestra propia
    sociedad.

    Lo que caracteriza a nuestro tiempo es tanto
    la existencia de una mayor conciencia y
    conocimiento
    de este mal social – dado que estamos en sociedades
    democráticas avanzadas donde todo lo político se
    conoce mejor-, como la exigencia de un mayor nivel de salud social a la
    conducción política, que en sociedades autoritarias
    y subdesarrolladas.

    La mayor sensibilidad, conciencia y
    conocimiento
    de lo que debe ser y es un orden social hacen más
    exigentes a las sociedades avanzadas e incluso generan una
    especial preocupación y recelo de que este tipo de mal
    social se extienda hasta límites
    intolerables que podrían cuestionar gravemente el sistema como
    sistema democrático. La "sensibilidad democrática"
    es, una de las motivaciones más fuertes que han servido
    para alertar sobre la corrupción política.

    La más importante evolución respecto de la percepción
    de éste flagelo es de los organismos internacionales como
    el FMI, el Banco Mundial
    y la Cooperación Andina de Fomento. Hace quince
    años no se hablaba del problema y los economistas de estos
    organismos no incluían a la corrupción como
    criterio de análisis para la calificación como
    buena o mala de la
    administración de los paises con problemas. Hoy
    la situación ha cambiado radicalmente y consideran que el
    éxito
    de un programa de ayuda
    financiera está, cada vez más, ligado a la
    cuestión de la corrupción.

    No obstante ello, la corrupción ha aumentado,
    así lo demuestra, por ejemplo, la masa de dinero emitida
    por todo tipo de tráfico que además de resultar
    creciente, se encuentra íntimamente ligada a la
    corrupción de administradores y de hombres
    políticos y se invierte en aquellos sectores donde resulta
    posible reciclar capitales negros.

    Principalmente el aumento de la corrupción se
    explica por la verificación de cambios culturales. En todo
    el mundo se transformó la opinión
    pública sobre el rol del Estado y del mercado. Dicha
    transformación presenta aspectos positivos y negativos;
    positivos porque en muchos países el Estado se
    mostraba incompetente e incapaz en su gestión
    económica, gastando mucho dinero de sus
    contribuyentes de manera incorrecta. Negativo por que en diversos
    países hubo un exceso desvalorizando al Estado en su
    función
    de representante del bien común y de la cosa
    pública, y ciertos funcionarios y políticos se
    sintieron capaces de franquear la ética
    pública, considerando al Estado como una suerte de caja
    común en la cual podían hundir sus manos.

    Por otra parte, se advirtieron transformaciones
    ideológicas que privilegiaron, por ejemplo, la eficacia
    inmediata en detrimento del respeto a los
    procedimientos. Ha existido en estos países
    una confusión entre mercado y
    ausencia de reglas, esto que erróneamente se denomina
    capitalismo
    actual y que en realidad obedece a la caracterización del
    capitalismo
    salvaje de los años veinte del siglo pasado en los
    Estados
    Unidos.

    CONCEPTO RESTRINGIDO

    En un sentido más restringido, es posible entender
    también la corrupción política, como el
    aprovechamiento de un cargo o función pública en
    beneficio de intereses privados o particulares
    compartidos.

    Tal concepto forma
    parte de la inmoralidad política, que es un tipo de
    desviación de las conductas de los políticos
    respecto a determinadas normas morales. Toda corrupción
    política es una inmoralidad política, pero no toda
    inmoralidad política puede entenderse estrictamente como
    una corrupción.

    En opinión de diversos autores, la corrupción
    política dice fundamentalmente más de la
    inmoralidad de los políticos que del uso ilegal del
    poder, dado
    que el problema de la corrupción política preocupa
    a la ciudadanía como un fenómeno de inmoralidad
    política.

    Sin perjuicio de ello resulta necesario hacer
    muchísimas precisiones al respecto, toda vez que no
    cualquier inmoralidad de los políticos interesa a una
    sociedad democrática y pluralista. No toda
    transgresión moral es
    percibida por la sociedad común caso de corrupción
    política.

    En los Estados democráticos de derecho toda
    política está sometida necesariamente a una
    moral
    mínima socialmente aceptada que no es otra cosa que el
    derecho, según esta tesis siempre
    hay "algo de moral" en la política.

    En toda política, al menos en una sociedad avanzada,
    hoy se respetan reglas establecidas que expresan, entre otros,
    valores
    morales fundamentales para amplios sectores sociales. La
    moralidad básica de la política es lo que en
    definitiva se denomina "el principio de legalidad", que vale para
    todos y también para los políticos. La existencia
    del derecho es una forma de asegurar que determinados contenidos
    morales van a ser respetados o se va a intentar que se respeten a
    través de un aparato de fuerza
    organizado como es el derecho.

    La corrupción política también puede
    ser delincuencia.
    La delincuencia
    política es una forma, la más radical, de
    corrupción política (delitos cometidos por
    políticos en el ámbito de sus actuaciones como
    sujetos públicos). Y los políticos – como
    cualquier otro ciudadano – serán corruptos en ese
    sentido radical del concepto si no respetan la legalidad vigente.
    Salvo casos excepcionales de desintegración social, los
    políticos no suelen ser en este sentido corruptos,
    después, no son delincuentes. Los políticos suelen
    cumplir con esa "moralidad primera", esa moralidad asumida y
    expresada como voluntad general que es la ley.

    No obstante no todo lo que "debe hacerse" (por los
    políticos o por cualquier ciudadano) está recogido
    por el derecho. Hay muchas "normatividades" concéntricas y
    tangentes que determinan la conducta humana.
    Lo que está claro hoy es que el derecho no regula tantos
    ámbitos de la práctica humana como controlaba en
    otras épocas, cuando llegaba hasta controlar las
    conciencias. Es una evidente y común convicción de
    nuestro tiempo que el
    derecho no está para ser "buenos" a los hombres en un
    sentido estrictamente moral.

    La necesidad de formular un concepto restringido deriva de
    una amplia opinión
    pública que entiende que la corrupción
    política es algo más que simple delincuencia. En
    este sentido, el problema más específico que se
    plantea es si los políticos han de cumplir y respetar
    otras reglas, además de las jurídicas, esto es,
    unas llamadas reglas morales, normas que prohiben o mandan cosas
    que no están prohibidas o mandadas por el derecho. En
    otras palabras, la cuestión más debatida es si los
    políticos tienen "deberes morales" que "no tendrían
    jurídicamente que cumplir". El problema es, en otras
    palabras, si la moralidad de los políticos (no su simple
    legalidad) es una exigencia no sólo privada, sino
    pública, una exigencia que puede ser planteada por los
    ciudadanos (por el público)

    La gravedad de la corrupción política nace de
    la importancia de "ejemplificaciones" que tienen los
    comportamientos políticos. Sus corrupciones tienen
    más repercusiones a las que pueden tener los actos de
    otros ciudadanos que también puedan ser corruptos.

    Hoy la sociedad exige que los políticos sean no
    solamente "legales" sino también "morales", es decir, que
    respeten normas que no son sólo jurídicas, sino
    también normas morales. Tal exigencia de la sociedad es un
    fenómeno perfectamente constatable. Sin discutir si esta
    exigencia es justificada o no y para que fines, están
    claras dos cuestiones: primero; que la opinión
    pública y la ciudadanía plantean frecuentemente tal
    exigencia; segundo; no se sabe exactamente cuáles son esas
    reglas morales que deben complementar las reglas jurídicas
    y conformar la conducta de los
    políticos.

    Debemos preguntarnos entonces si existe una ética
    política, una moral específica para los
    políticos, y en última instancia, si se puede
    justificar morales especiales según los status o las
    funciones de
    determinados individuos.

    En principio, parece razonable hablar de morales especiales
    o morales profesionales frente a una moral común. La moral
    ordinaria sería aquella que responde a las características básicas de todo ser
    humano, mientras que la moral profesional se deriva de las
    especificidad de determinados papeles y status sociales, moral
    que permite la realización de actos que desde el punto de
    vista de la moral ordinaria estarían prohibidos ( o
    mandados). Así se habla de la moral del médico, del
    abogado, del magistrado, del militar, o del sacerdote.

    También parece correcto afirmar que no es posible
    una plena coincidencia entre una moral de lo privado ( de los
    ciudadanos como sujetos privados) y una posible moral de lo
    público ( de los políticos como sujetos
    públicos). Quizá haya una razón importante
    que explica que existan morales diversas, "situacionales" y es
    que no hay principios
    morales incondicionados, Lo político condiciona y
    transforma principios morales más generales o comunes.
    Así, los deberes de la vida pública se pueden
    enfrentar a los deberes de la vida privada, como chocan la
    lealtad a los amigos y el deber de imparcialidad propio de la
    vida pública.

    Max Weber
    distinguía entre una ética de la convicción
    y una ética de la responsabilidad; la primera basada en una
    ética de principios, incondicional, que obra bien y deja
    el resultado en las manos de Dios o a la responsabilidad de los demás. La segunda,
    la ética de la responsabilidad insta a tener en cuenta las
    consecuencias previsibles de la propia acción.

    Weber se
    inclinaba más por la ética de la responsabilidad y
    admiraba a aquellos hombres maduros que sienten la
    responsabilidad por las consecuencias, por lo que afirmaba que
    "la política se hace con la cabeza, pero no sólo
    con la cabeza" y caracterizaba a los "profetas
    quiliásticos" como "odres llenos de viento que no sienten
    realmente lo que están haciendo".

    Ahora bien, sean de una moral especial y/o común, la
    pregunta se torna inevitable; ¿ Cuáles son esas
    normas morales que pueden llevar, en caso de ser incumplidas, a
    la llamada "corrupción política", y no a una simple
    "inmoralidad"?.

    MORALIZACIÓN

    Sin perjuicio de reconocer que no existe un procedimiento
    legitimado para determinar de modo concreto una
    moralidad pública que vaya más allá del
    derecho, se advierten experiencias políticas
    y morales de las que pueden obtenerse criterios para entender que
    clase de "inmoralidad" constituye la corrupción
    política.

    A modo de ejemplo, la sociología política podría
    señalar criterios. El estudio de la opinión
    pública indica que los ciudadanos – cada vez con
    mayor énfasis – sentencia que los "políticos
    debieran cumplir las promesas electorales"; "que no debieran
    asignarse salarios o dietas
    desproporcionados"; "que no debieran utilizar los fondos
    públicos para gastos lujosos o
    suntuarios";"que no debieran favorecer a compañeros del
    partido, a amigos y parientes para cubrir cargos de libre
    designación"; "que no debieran mentir"; "que no debieran
    anteponer sus intereses privados o prtidistas a los intereses
    generales". En síntesis,
    esta moralización apunta a valores como la austeridad, la
    solidaridad, la
    veracidad, el buen ejemplo, etc., los que según la
    ciudadanía conducirían a una política
    más razonable.

    La importancia de la moralización de la
    política como superación de la corrupción
    política (no de la simple delincuencia de los
    políticos) reside en que puede constituir una excelente
    vía, tanto para alcanzar una mayor vinculación
    entre representantes y representados, sino también para
    alcanzar una vida social más razonable y no simplemente
    más justa.

    La exigencia hacía los políticos, es que
    éstos

    deben sintonizar de mejor manera los valores e
    ideales sociales mayoritarios que no hansido recogidos por las
    normas jurídicas, pero que evidentemente sirven a una
    mayor eficacia del
    ordenamiento jurídico y a una mejor convivencia
    política.

    En este sentido "ser moral" significa "ser más
    democrático", esto es, identificarse con las exigencias
    morales (no jurídicas) que derivan de los modelos de
    praxis social (sectoriales/globales) mayoritariamente compartidos
    y que no pueden contenerse lógica
    y razonablemente dentro de un ordenamiento
    jurídico.

    Debe exigirse a los políticos una mayor
    "sensibilidad democrática", que les permita saber como
    actuar más allá de lo que las leyes exigen y de
    acuerdo con lo que quiere su pueblo, para lo cual deberán
    estar dispuestos a escuchar las críticas y los deseos que
    una

    sociedad democrática manifiesta bien directamente
    (elecciones, consultas), o bien indirectamente ( por medio de
    instituciones públicas, movimientos sociales, asociaciones
    privadas, medios de
    comunicación social, etc.)

    El problema de la corrupción no es una
    cuestión sólo política o económica,
    sino que es una cuestión social. La sociedad debe trabajar
    en construir una "cultura de la
    legalidad".

    EL
    SISTEMA

    Sin perjuicio de considera que la democracia
    lleva sobre sus espaldas un cargado saco de paradojas y de
    promesas incumplidas, resulta claro que la causa de la
    corrupción política y de su expansión no es
    la democracia. La corrupción política no es un
    motivo para cuestionar éticamente la democracia.

    De la corrupción política provienen muchas de
    las críticas al Estado Democrático. Los ciudadanos
    se quejan de los políticos, pero terminan
    quejándose del Estado a quienes esos políticos
    dicen representar. Tal cuadro de situación está
    llevando a imponer de nuevo la ley del
    más fuerte, propia de un estado pre-social que legitima a
    los titulares del poder económico, quienes promueven
    sólo la eficiencia y la
    productividad
    y no hablan de justicia ni de
    solidaridad.

    La corrupción política nace fundamentalmente
    de las carencias e insuficiencias de la moral cívica y
    pública que necesita toda sociedad política para
    sobrevivir. Las sociedades no se perpetúan sólo por
    la existencia de un tejido jurídico-normativo; necesitan
    además un tejido social moral y normativo. La
    corrupción no podrá reducirse a límites
    tolerables mientras no haya un tejido social hilvanado por
    unamoral cívica y pública en el ámbito
    político, y más allá del ámbito
    político y entre todos los ciudadanos, desde los
    políticos hasta los estudiantes primarios.

    Todos nos indignamos frente a los altos niveles

    de corrupción política, pero también
    existen los profesores universitarios que no dan clases, los
    alumnos que se copian, aquellos que siempre tratan de obtener
    ventajas ilegales, los sistemáticos evasores o
    defraudadores al fisco, los empresarios que corrompen a
    políticos corruptos, los ciudadanos que viven entre lujos
    suntuosos cuando existen miles de desocupados y personas que
    carecen de las necesidades mínimas indispensables. Los
    políticos no son los únicos corruptos. Como
    enseña Meinecke hay que superar la idea que la
    política es mala por definición o que es una
    relación que necesariamente va a llevar a lo
    inmoral.

    Dentro de un sistema social hay instancias y estructuras de
    especial virtualidad respecto de la conformación moral de
    la vida política. En esta inteligencia
    se puede afirmar que la corrupción política se
    preconstituye en el mundo de lo privado, en esa sociedad civil
    que preexiste a la vida política organizada. Los
    políticos no nacen de la nada, ni vienen de lugares
    especiales, sino que son personas que han sido formadas y
    determinadas por las exigencias de socialización de un mundo privado de enorme
    fuerza
    constitutiva para otras estructuras
    colectivas y públicas. De este modo, el sistema
    económico, muchas veces, determina más las "formas
    políticas". La competitividad
    feroz, el insaciable afán de éxito y
    de lucro, la desmedida afición al dinero, etc., son sin
    duda, además de fuentes de
    energía para el mundo económico y

    empresarial (privado), los valores en
    los que se educa a los jóvenes.

    Enseña Ignacio Ramonet en su artículo "Los
    nuevos dueños del mundo" que "…entre las personas
    que más influyen en el mundo ya no se encuentra
    ningún Jefe de Estado o Gobierno. Hoy
    manda una nueva especie: los señores del
    dinero…"

    El desprestigio de la política y del Estado
    está haciendo que los centros de las grandes decisiones
    que afectan intereses generales (transporte,
    salud, educación, comunicaciones, etc.) se ubiquen en el
    ámbito de lo privado, donde la racionalidad de las
    decisiones que afectan a esos intereses no se toman bajo las
    exigencias de la igualdad y de
    la publicidad que
    son características propias de un Estado
    Democrático de Derecho.

    "Los sinvergüenzas públicos no son sino los
    sinvergüenzas privados a los que se les ha dado por
    comerciar con el bien común para su personal
    provecho".

    En una sociedad políticamente desarrollada con una
    alta racionalidad democrática, el trabajo
    político suele ser un noble servicio a los
    demás, al interés
    general, y está impregnado de un altruismo que está
    muy lejos de lo que se ha dado en llamar la "seducción del
    poder".

    PERCEPCIÓN INTERNACIONAL Y COSTOS DE LA
    CORRUPCIÓN

    La Argentina siempre aparece en el grupo de los
    paises más corrupto incluidos en el "Indice de
    percepción de la corrupción" elaborado por
    "Transparencia Internacional", ubicación que se encuentra
    en estrecha vecindad con la de Rusia y Colombia. Sobre
    un total de diez puntos (los mejores ubicados – Holanda,
    Canadá, Nueva Zelanda, Suecia, Finlandia y Dinamarca-
    tienen más de nueve puntos), la Argentina obtuvo para
    1997, 2,81 puntos, cifra que a su vez fue un 50% inferior a la
    obtenida en 1995. Este descenso indica un acelerado y constante
    incremento de los niveles de corrupción en nuestro
    país.

    Desde otro punto de vista, los expertos señalan que el
    impacto de la corrupción en la economía puede ser
    equiparado a un incremento impositivo. Según Peter Eigen,
    chairman de "Transparencia Internacional", la caída
    del puntaje de la Argentina desde el 5,24 obtenido en 1995 al
    2,81 de 1997, equivale a un aumento mayor al 8% en la tasa
    impositiva.

    Por su parte, el "informe sobre el
    desarrollo"
    del Banco Mundial
    señala la importancia del costo de la
    corrupción en términos de menor inversión y menor crecimiento. Al respecto,
    el Foro
    Económico Mundial, señala que en su ranking de
    competitividad
    –sobre 49 paises y en el período 1995/96- la
    Argentina cayó del puesto 29 al puesto 37. Este
    empeoramiento de la competitividad de la Argentina también
    es registrado por la Universidad de
    Lausanne (Suiza) la cual, a su vez, correlaciona la caída
    de la competitividad con el aumento de la corrupción: los
    sondeos de la Universidad de Laussane ubican a la Argentina entre
    los cinco países más corruptos, en la inmediata
    vecindad de Rusia y diez puestos por encima de Chile y
    Brasil
    (Clarín 2/9/97).

    También el FMI opina
    respecto del costo
    económico de la corrupción. Preocupado porque los
    países generen fondos para pagar la deuda, en un documento
    de su directorio señala: "las deficiencias de gestión
    del gobierno socavan
    la confianza del mercado privado….y reducen el flujo de
    capital y de
    inversiones"
    ("Pautas para gestión de Gobierno", Directorio del FMI
    –documento interno 1997).

    En relación con los costos
    económicos de la corrupción y refiriéndose
    específicamente al caso Argentino, Paul Volker (ex
    -titular de la Reserva Federal de EEUU) señaló:
    "…se puede acelerar el crecimiento en la medida que se
    respete la transparencia en los negocios y se
    penalicen las conductas inapropiadas. De lo contrario, las
    inversiones
    pueden retirarse ocasionando una crisis…"

    Por su parte la Iglesia
    tampoco es ajena al fenómeno de la corrupción, ya
    en el 2° Plenario de Obispos de 1997, Monseñor
    Estanislao Karlic relacionó la corrupción con el
    incremento de la brecha entre ricos y pobres: "…la
    cuestión Argentina es fundamentalmente moral", dijo. Y
    agregó: "en nuestro país son muchos los que tienen
    una actitud
    contraria a la ley moral, que se ha instalado como una
    anticultura que disuelve la sociedad en una multitud de
    individualidades egoístas. Esto constituye una profunda
    herida a la nación,
    porque no se es sociedad sino en la medida en que se vive la
    amistad
    social…"

    LA
    CRISIS
    ETICA

    Una encuesta de
    Gallup efectuada en setiembre de 1996 permitió verificar
    un hecho preocupante: el 58% de los argentinos pensaba que ser
    una persona honesta
    no servía, en el país, para alcanzar el
    éxito.

    A principios de 1989, sólo 3 de cada 100 personas
    mencionaban la corrupción cuando se les preguntaba
    cuál era el principal problema que tenía el
    país. En 1992 3 de cada 10 personas incluyeron la
    corrupción entre los grandes males de la vida
    nacional.

    En 1989 una nota formal del embajador norteamericano a nuestro
    canciller destapó el "Swiftgate", escándalo que
    puso a la corrupción en la agenda pública de los
    argentinos.

    El "Swiftgate" demostró que el Poder Judicial
    opera sólo sobre una pequeña porción del
    fenómeno de la corrupción: la mayoría de los
    casos no se denuncia, de los pocos que se denuncian la
    mayoría resulta imposible de probar y de los pocos que
    llegan a probarse, la mayoría no llega a sentencia.

    En 1990 y los años siguientes las denuncias se
    incrementaron considerablemente, la respuesta política
    consistió en desplazar a los jueces y fiscales que
    investigaban y designar en sus lugares abogados cuya mayor virtud
    fuera la lealtad. El Dr. Moreno Ocampo señala que al
    antiguo problema de la corrupción se le sumó la
    desligitimación del Poder
    Judicial.

    La gran aliada de la corrupción, como tantas veces se
    ha dicho, es la impunidad. En la Argentina de los años
    noventa, lamentablemente, la Justicia no
    cumplió efectivamente ese papel. Por su
    subordinación al poder político o por su directa
    connivencia con intereses económicos algunos jueces se
    convirtieron en una pieza más del tablero de la
    corrupción institucional.

    La Argentina no supo o no pudo –al menos de momento-
    mejorar la calidad de las
    estructuras del Estado, lo que resulta indispensable para
    cualquier intento de lograr que la corrupción deje de ser
    un componente sistemático de la vida nacional y se
    convierta en una variable controlable.

    Si bien nadie puede afirmar seriamente que la sociedad de
    nuestro tiempo es más corrupta que las anteriores, si
    puede señalarse que la percepción del
    fenómeno de la corrupción se ha generalizado.

    CONCLUSIÓN

    La lucha contra la corrupción es fundamental para
    salvar justamente a la democracia y no debe hacerse sin importar
    los medios, o sin
    importar el espíritu. El objetivo
    esencial consiste en restaurar el buen funcionamiento del sistema
    político de la democracia. Hay que ser prudentes para que
    esta lucha contra la corrupción no sea manipulada y
    posteriormente convertida en una lucha contra la democracia.
    Estos puntos van juntos: la lucha contra la corrupción y
    la defensa de la democracia.

    La corrupción es un mal moral, pero también
    político y económico, paulatinamente deteriora la
    democracia y constituye el más peligroso enemigo de
    cualquier sistema socioeconómico basado sobre la competencia y la
    igualdad de
    posibilidades.

    Que un régimen dictatorial se desmorone porque es
    corrupto, no provocará el lamento de nadie ya que
    quizás muera de su propio vicio. Pero no hay alternativas
    a la muerte de
    la democracia a causa de la corrupción.

    ¿Cómo se elimina la corrupción? El
    problema tiene facetas culturales, que resultan imposibles
    modificar por medio de una ley. El Estado
    deberá trabajar intensamente en las aristas
    institucionales y legales, en el corto y mediano plazo,
    valiéndose de una clara y decidida acción
    coordinada de los órganos de control del
    Estado y fundamentalmente del Poder Judicial.

     

    VICTOR HORTEL

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