I.
Espacios, sociedades y
realidades diferentes y diversas; pero unidas a la vez dentro de
una red
discursiva global. Dentro de la esfera planetaria todo circula
con una rapidez cada vez mayor. Nuestro acontecer individual ya
no se restringe a la realidad local, sino que es paulatinamente
incorporado al ámbito plural posibilitado por la
globalización. Ya no sólo tenemos la certeza de
no estar solos y aislados, la realidad nos muestra
integrados anónimamente en un mundo cada día mas
unificado.
Pero unificado en qué? Si bien la economía y los flujos
financieros operan sobre redes constitutivas de la
aldea global, paralelamente a este desenfrenado proceso de
desarrollo se
van constituyendo espacios (no-lugares) desde donde se lucha por
la pervivencia de las especificidades locales. Lo que el dinero une
no es ya suficiente para aplacar la existencia de las
diferencias. Acaso la libertad tiene
precio? Al
mismo tiempo que la
expansión económica unifica mercados que
tienden a ser homogéneos, persisten sectores sociales que
demandan por su especificidad cultural desde los márgenes.
Una barrera se erige frente al desarrollo: la
identidad.
A qué responde todo esto? Según Octavio
Ianni (1998), la globalización es un proceso
histórico de varios siglos que pertenece a la lógica
del desarrollo capitalista –concentración y centralización de las relaciones sociales
de producción y reproducción-. Este proceso impone la
puesta en cuestión de significaciones hasta hoy
consuetudinariamente aceptadas: las identidades y pertenencias
cambian, mutan, se reconstruyen a partir de la aparición y
creación de nuevos espacios; el
Estado–Nación
como espacio macro cede lugar a las ciudades y/o regiones, lo
micro entra en la escena.
Esta entrada de las realidades "micro" para hacerse
cargo de la edificación de u imaginario colectivo plural y
aceptado, trae aparejada la redefinición de los roles que
los diferentes actores sociales deben cumplir en el nuevo
juego
escénico. Las ciudades retornan a un papel
protagónico (Perulli, 1995), donde su principal tarea es
enfrentar (y solucionar) la reintegración de espacios
físicos obsoletos y atender a la problemática
planteada por la cuestión social.
II.
El retorno de la ciudad, además, obedece a la
lógica
misma de la
globalización. Las fronteras nacionales han sido
borradas por la ola mercantilista, los mercados han
dejado de ser varios para convertirse en uno a escala
planetaria. La protección conseguida con las barreras
fronterizas del Estado-Nación
ha desaparecido de facto; así, el espacio nacional pierde
soberanía y autonomía ante la
relevancia que adquiere el campo internacional y global. La
globalización obliga a una
redefinición de su espacio y su
territorialidad.
Francisco Alburquerque (1998) nos plantea que en los
últimos 20 años se ha iniciado un proceso de
cambio social,
institucional y cultural. Este proceso de cambio
impulsaría, como elemento característico de toda fase de
transición, la búsqueda de mecanismos de
adaptación a las nuevas reglas de juego: nuevos
ordenamientos en las relaciones
laborales (postfordismo, toyotismo), paralelos a la puesta en
práctica de mecanismos innovadores de gestión
empresarial que ayuden a optimizar la utilización de
los recursos
disponibles en el proceso productivo.
Esta capacidad de adaptación a los cambios debe,
además, atender seriamente a la revisión de la
ocupación de los espacios, a la posibilidad de la
reconversión educativa de los recursos
humanos, a la reforma de la estructura del
aparato estatal, a la optimización del sistema de
telecomunicaciones y al planeamiento de
redes
metropolitanas de transporte. De
esta manera, el cambio ya no es asumido a través de
políticas centrales, sino que es
implementado en la esfera local mediante políticas
que impulsan el desarrollo en forma descentralizada. En síntesis,
el Estado
nacional cede su potestad a las ciudades y/o regiones para
garantizar, o asegurar al menos, el mínimo nivel de
marginación económica y social posible.
"La ‘internacionalización de las
ciudades’ se ve acompañada por (un) fenómeno
común tanto en las economías más
desarrolladas como en las del Tercer Mundo: el crecimiento de las
grandes urbes y sus áreas metropolitanas. Este
fenómeno lleva implícito la necesidad de una nueva
organización del territorio y de su
gestión" (Romero & Madoerry,
1997:119).
Esta nueva realidad, es decir, la constitución de áreas
metropolitanas, es una resultante del proceso
globalizador.
Según Castells & Borja (1997:247-248), la
nueva ciudad metropolitana debe entenderse como un sistema o una
red de geometría
variable; a la vez que resultado de tres procesos
simultáneos: globalización, concentración y
comunicación. Este sistema o red no es resultado de la
consecución de proyectos
políticos determinados, sino que más bien atiende a
un fenómeno de aglomeración urbano-regional que
requiere de la existencia de instancias institucionales y de
organización y gestión
"interlocales". La existencia de agencias estatales de carácter
regional es un elemento de garantía para la puesta en
marcha de políticas metropolitanas que puedan hacer frente
de mejor manera a los tres requerimientos básicos de toda
planificación estratégica: eficiencia en la
gestión, equidad social y desarrollo
sostenible.
Las áreas metropolitanas deben responder a tres
exigencias: competitividad, integración y sostenibilidad. Más
allá de ser recinto o "marco natural" de las actividades
de carácter
económico, el espacio metropolitano se erige
también en ámbito de interacción e integración socio-cultural. Pero tanto la
"integración social", como el "desarrollo
económico" necesitan de la existencia de un eficiente
sistema de telecomunicaciones y transportes; sobre
ésta base, o sea, la infraestructura comunicacional, es
que se asienta el diseño
del área metropolitana.
Otro elemento característico de las áreas
metropolitanas es la tendencia a concebirlas como un
"macroespacio" municipal sensiblemente
descentralizado.
En tanto la globalización atiende a las demandas
planteadas por el mercado
internacional; paralelamente perviven y se desarrollan los
mercados locales que también atienden y se dirigen hacia
la red global de intercambio. El poder
administrativo local debe actuar como un ente concertador y
articulador de actores sociales y políticos con intereses
diversos y diferenciados, para garantizar la localización
y radicación de capitales en su ciudad y/o región.
De esta manera, la globalización lleva implícita la
tendencia a especializar servicios, a
la construcción de una red global de lugares
estratégicos como polos de desarrollo
económico y social (Sassen, 1996).
III.
Entonces, cuál es el rol de las ciudades en este
nuevo contexto? Ya dijimos que al poder local le
son asignadas nuevas funciones que
permiten, al menos, la puesta en marcha de políticas
públicas que garanticen la continuidad del desarrollo
económico. Pero, sólo se plantea en términos
de economía?
La cuestión social ha desaparecido? En absoluto. La forma
que han adoptado el crecimiento
económico y el cambio social ha tenido mucho que ver
con el surgimiento de nuevos problemas en
las ciudades (Sachs-Jeantet, 1995). La descentralización administrativa de la
gestión pública responde a la necesidad de
encontrar soluciones
locales a problemas de
escala mundial
tales como el desempleo, la
seguridad
social, la educación y la
capacitación de los recursos
humanos, la estructuración de redes de
telecomunicación y transportes, los mecanismos de negociación laboral
(legislación y poder efectivo ejercido por los sindicatos).
Las ciudades y/o regiones se ven transformadas en las fuerzas de
relevo del Estado-Nación, fuerzas encargadas de
implementar políticas que eviten la desintegración
del tejido social.
"El planeamiento
estratégico es una forma de conducción del
cambio basada en un análisis participativo de situación
y de su posible evolución y en la definición de una
estrategia de
inversión de los escasos recursos
disponibles en los puntos críticos", sostienen Castells
& Borja (1997:240).
En palabras de Cotorruelo Menta (1996:23), "el enfoque
estratégico representa una orientación integradora,
consciente del entorno, y sobre todo, comprometida con la
acción".
La planificación estratégica del
desarrollo local implica, entonces, permitir y promover la
participación de distintos actores sociales a pesar de la
diversidad de escalas geográficas. Esta herramienta de
gestión tiene como objeto prever el comportamiento
de los diferentes actores participantes en función
del consenso; e implica dotar de racionalidad a las acciones para
lograr un mayor nivel de productividad y/o
eficiencia en
la utilización o explotación de los recursos,
teniendo en cuenta la larga duración. En resumidas
cuentas, la
planificación estratégica significa
optimizar el uso de los recursos previendo el largo
plazo.
En relación a una política de
desarrollo territorial, la planificación estratégica es de
capital
importancia y utilidad,
teniendo implicaciones incluso en el ámbito de la
educación.
La puesta en práctica de la planificación
y gestión estratégica demuestra ser un proceso de
mejora continua y permanente que posibilita lograr mayor productividad,
elevar el nivel de competitividad
del sistema productivo territorial local. Esto es posible a
partir de que ésta estrategia de
gestión permite e incentiva la activa participación
de los sujetos y actores involucrados en el proceso, y logra su
legitimación a partir de la vía del consenso
social.
En este contexto cobra un nuevo perfil la unidad
educativa, a partir de la revisión de su función y
de un replanteo de sus características
institucionales.
Como eje de cambio, la Ley Federal de
Educación
establece la unidad educativa en su conjunto, proponiendo una
transformación integral desde la oferta
curricular pedagógica, con nuevas modalidades de
organización y gestión: la capacitación de los recursos humanos y la
evaluación de todo el sistema educativo. Se
tiende así a fortalecer y elevar la calidad educativa
con eficacia y
eficiencia, para que la distribución de los "saberes" socialmente
significativos sea lo más equitativa posible, lo que es
expresado en el Proyecto
Educativo Institucional (PEI). Por eso, los equipos directivos
deben fomentar una cultura de
trabajo compartido y la reflexión sobre la práctica
institucional como generadora de conocimiento.
Así, la unidad educativa se presenta como una alternativa
para la gestión estratégica dentro del marco del
nuevo modelo
propuesto por la normativa vigente.
De todas formas, la descentralización es un mecanismo de
respuesta a problemas presentes históricamente en la
sociedad
capitalista: definir los criterios de pertenencia al
círculo; un círculo que poco a poco se va cerrando
y que no sólo expulsa, sino que no permite el reingreso a
él. La nueva cuestión social es planteada,
así, como el problema de la ciudadanía (Perulli,
1995).
Según Romeo Cotorruelo Menta (1996:17), "la base
de la competencia y de
la creación y mantenimiento
de las ventajas competitivas, se va trasladando hacia el campo
del conocimiento
de las nuevas
tecnologías y las habilidades
técnico-organizacionales para competir".
En tanto Antonio Vázquez Barquero (1998:4)
sostiene que "la competitividad de las empresas ha
dejado de basarse, únicamente, en el bajo coste de
producción y bajos precios de los
productos.
(…) la competitividad de las empresas descansa
en la calidad de los
recursos humanos y de los productos
intermedios que utiliza, en la competitividad de sus proveedores,
en el uso de servicios a la
producción de alta calidad y, en definitiva, en el
carácter proclive a la innovación y la empresa del
entorno en el que se realiza la actividad productiva".
Por otra parte, Sergio Boisier (1998:5) nos plantea que
hay que estar conectado a la red para poder crecer; en este
sentido es fundamental conocer los "nuevos códigos"
impuestos por
la globalización. "En la perspectiva de los nuevos
códigos de la globalización –dice Boisier-
hay que llamar la atención al papel de la
pedagogía y de la educación, para
capacitar a las personas en entender y comprender las nuevas
lógicas en juego, única forma de ser sujeto y no
objeto de la globalización, única posibilidad de
transformar en incluyente un proceso globalizador que hasta ahora
muestra
preferentemente su naturaleza
excluyente". El nuevo desafío es, entonces, educar para la
competitividad productiva y transformar al sistema educativo en
una herramienta que no sólo atienda a la formación
de recursos humanos eficientes y eficaces, sino que
también sea un instrumento que se encargue de irradiar
elementos que contribuyan a la legitimación social y
cultural de los nuevos escenarios territoriales.
IV.
Globalización implica, antes que todo,
necesidad de transformar e innovar para hacer frente a una
realidad que muta constantemente. Lo económico es, en
última instancia, lo determinante al momento de considerar
las variables de
todo proceso que desemboca en un cambio; sin embargo, para que
esta situación pueda convertirse en objetiva
también se convierte en una prioridad la
readecuación de los basamentos ideológicos que lo
legitiman. Sin imaginario, sin visión de las cosas,
ningún mundo es posible; es por eso que la
educación se erige en objeto de las políticas
públicas encaminadas a la readecuación del capital social
de un país.
La educación deja de ser, entonces, una mera
área desde donde se proyectan políticas centrales.
Las nuevas reglas de juego imponen que la
descentralización se haga una realidad para poder hacer
frente a las necesidades que los diferentes espacios locales y
regionales tienen frente a los cambios que plantea la
globalización.
Las antiguas prácticas son desaconsejadas en pos
de la descentralización administrativa. Un nuevo lenguaje se
hace presente en este espacio de la cultura. Los
criterios ya no son políticos, sino que responden a la
lógica de la empresa:
gestión, eficiencia y equidad. Estos términos
muestran a las claras cómo la escuela a dejado
de ser mero establecimiento para convertirse en una
institución autónoma e innovadora que apoye y
tienda a la formación de recursos humanos aptos para el
mercado laboral.
Quién es ciudadano y quién es
bárbaro? Bajo qué criterios? Ser habitante implica
automáticamente acceder a la ciudadanía? A partir
de qué prácticas se accede a los derechos de
ciudadanía? Quién o quiénes lo determinan
así y por qué? Pertenecer al círculo
significa tener una identidad
común, pero a partir de qué elementos? Qué
precio pagar
por estar "dentro" de un círculo cada vez más
pequeño? En este aspecto, hacemos nuestras las palabras
del Mefisto de Goethe: "Quieres volar, pero tienes
vértigo. El crecimiento humano tiene sus costes humanos;
todo el que lo desee deberá pagar el precio, y el precio
es alto."
Bibliografía:
Alburquerque, F. (1998). "Cambio tecnológico,
globalización y desarrollo económico local",
mimeo.
Boisier, S. (1998). "Conocimiento y gestión
territorial en la globalización. (Impactos territoriales
del MERCOSUR en
Chile)",
Madrid,
mimeo.
Castells, R. & A. Borja (1997). Local y global,
Editorial Amorrortu, Madrid. Cap. VII y VIII.
Cotorruelo Menta, R. (1996). "Planificación y
gestión estratégica del desarrollo local", en
Cuadernos de Aguilar, Textos de Apoyo, Aguilar del
Campo.
Ianni, O. (1998). La sociedad
global. Siglo XXI editores, México.
Perulli, P. (1995). Atlas metropolitano. El cambio
social en las grandes ciudades, Alianza Editorial,
Madrid.
Romero, M. & O. Madoerry (1997). "Ciudades y
Regiones frente a las transformaciones globales", en GAPP,
Nº10, septiembre-diciembre 1997, s/d.
Sachs-Jeantet, C. (1995). "Ciudad y gestión de
las transformaciones sociales", Documento N°2, MOST,
UNESCO.
Sassen, S. (1996). "Las ciudades en la
economía global", en Las ciudades de América
Latina y el Caribe en el siglo XXI, s/d.
Vázquez Barquero, A. (1998). "La nueva
generación de políticas de desarrollo local"
(versión preliminar), Santiago de Compostela,
mimeo.
Marcos Gastón Milman (UNR)
(EEM Nº12-UPNº23, Florencio Varela)