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Diario de un educador -Reflexiones sobre los servicios sociales-




Enviado por bukortazar33



    Diario de un educador -Reflexiones
    sobre los servicios
    sociales-

    8 de febrero de 2003

    En un restaurante de Sabadell, mi novia M.
    también educadora social, ha pedido, carnívora
    ella, costillas de cordero. Yo, vegetariano a tiempo parcial,
    lasaña de espinacas. Para que la espera sea menos dura nos
    traen unas olivas de esas pequeñitas, más hueso que
    carne, más distracción que alimento pero tan
    deliciosas, (¿o será el hambre?) que antes de que
    el camarero vuelva habremos dado buena cuenta de
    ellas.

    Hablamos, a pesar de la prohibición
    implícita de mencionar el trabajo en
    nuestro tiempo libre, de
    las últimas incidencias laborales.

    Mientras saboreo un buen vaso de vino tinto, le comento
    que voy a iniciar un diario. Un diario que recoja reflexiones
    sobre la profesión de educador social. El vino ha hecho su
    efecto, es evidente.

    De pronto aterrizo de nuevo en la realidad del
    restaurante. La lujuria, disfrazada de camarero, se acerca con
    las viandas que nos garantizan un instante de
    felicidad.

    – ¡Ya basta de hablar de trabajo! -decimos M y yo
    al unísono. Es hora de abandonarse al Rioja y la buena
    compañía.

    15 de febrero

    Por la mañana:

    Acabo de leer dos libros
    magníficos: Diarios de Arcadi Espada y
    Últimas noticias sobre el periodismo de Furio
    Colombo. Es interesante ver las aplicaciones a nuestra disciplina de
    ambos textos. Resulta sugestivo y hasta higiénico abrir
    las ventanas a otras disciplinas como la historia, la
    filosofía y, porque no, el periodismo.
    Dejar de ser endogámicos por un instante. Airear una casa
    demasiado viciada de psicología.

    En un capítulo de su libro, Colombo
    nos habla de la mítica y mágica línea
    fronteriza que separa los hechos de las opiniones. Hablando del
    buen periodista dice: "…cuando no es posible ofrecerlas
    (las fuentes de la
    noticia) no se admite el engaño, sino que se acepta y se
    respeta, al mismo tiempo, el "no comment", o sea: "no puedo decir
    por ahora cómo han ido realmente las cosas, pero no por
    eso miento. La verdad existe y la diré más
    adelante".

    También Arcadi Espada abunda en su ensayo en el
    mismo punto. El respeto hacia los
    hechos. La separación entre verdad y
    opinión.

    Cuando "investigamos" a usuarios, familias, comunidades
    deberíamos ser un poco más periodistas y menos
    policías. Buenos periodistas, claro. De los que contrastan
    fuentes,
    comprueban datos, etc. En
    fin, de aquellos interesados en la verdad.

    25 de febrero

    A propósito de la verdad. Hay una posición
    que a mi me resulta irritante entre muchos colegas de la
    profesión. Han hecho de la definición de que no hay
    verdades absolutas su imperativo categórico. "No existe la
    verdad", "cada uno tiene su verdad", dicen. Así que, si
    cada uno tiene su verdad, no hace falta discutir y argumentar.
    ¿Para que? Tú tienes tu verdad y yo la mía y
    todos tan contentos. La tolerancia
    llevada al extremo más paralizante: Lo
    políticamente correcto.

    Intentar convencer al otro con mejores argumentos
    está mal visto. He tenido interlocutores indignados
    diciéndome: ¿no me estarás intentando
    convencer? Como si de un crimen se tratara.

    Por lo visto hay que "tolerar" todas las ideas por
    absurdas que sean. De esta forma abonamos un campo donde las
    teorías
    y las prácticas más trasnochadas campan a sus
    anchas. El peaje que pagamos es importante. Basta observar
    nuestro léxico: pre-delincuente, riesgo social,
    familia
    desestructurada, etc. Un léxico profesional que pide a
    gritos una revisión, cuando no una cuarentena.

    Son las consecuencias de un cierto relativismo
    postmoderno para el cual cualquier intento de objetividad es
    siempre una convención social.

    Si Dios ha muerto, como anunció Nietztsche, y la
    verdad no existe, como dicen los posmodernos, solo nos queda el
    nihilismo.

    Abandonémonos, pues, a la astrología, lo
    esotérico, el azar. Frente al rigor, la brujería.
    Frente al esfuerzo, el tarot. Contra la pedagogía, el zodiaco. Plantémonos,
    ¿porque no?, en la bondad suprema. Volvamos a nuestro
    origen.

    No tengo nada en contra de cualquier creencia personal por muy
    irracional, mística y alternativa que esta sea. Y mucho
    menos si hace un poco más confortable nuestra vida. No soy
    anti de nada. Lo único que defiendo es un poco de
    rigor cuando se trata de trabajar con la suerte de los
    demás.

    No te confundas. No estoy aquí haciendo una
    defensa del discurso
    único. Si hay algo por lo que merezca ser vivido este
    mundo es por la pluralidad, la mixtura, lo complejo. Se trata
    sólo de reconocer, como dice Savater, que hay verdades que
    son más verdades que otras.

    Más tarde:

    En este punto recomiendo la lectura del
    libro
    Raval: del amor a los
    niños
    de Arcadi Espada. El periodista explica lo
    sucedido en el año 1997 a raíz de la
    desmantelación de una supuesta red de pederastia. Supuesta
    porque nunca existió. A.Espada desmonta uno a uno los
    informes,
    investigaciones y artículos de periodistas,
    psicólogos, policías y servicios
    sociales que llevaron a muchos inocentes a la cárcel y al
    repudio social. Especialmente patéticos resultan algunos
    "informes" de
    los que el llama protectores de la infancia (o sea
    nosotros) repletos de obviedades, faltos de rigor y basados
    más en el rumor que en los hechos. Repito, resulta un
    ejercicio sano de lo que no se debe hacer nunca.

    1 de marzo

    Leo a Salvador Paniker. Es un filósofo que
    seduce. El define a Fernando Savater como un filósofo
    racionalista excelente (yo también lo creo) aunque lo
    acusa, en cierto modo, de no querer ir "más allá".
    Ese "más allá" se refiere a lo místico (que
    no religioso) que tanto le gusta visitar a Paniker.

    Este autor practica una filosofía, a caballo
    entre oriente y occidente, hecha a su medida. Su
    areté. El arte de
    vivir.

    Seria interesante que cada persona tuviera
    unas referencias filosóficas con las que leer un mundo
    diferente al que le viene dado. Tomar distancia con la familia,
    la tierra, lo
    cercano, lo propio. Coger carrerilla y saltar hacia lo
    desconocido. Un arte de
    vivir.

    Uno, de paso, reconoce sus filias. Savater: lo racional.
    Paniker: lo místico (que no religioso). Ambos: La lujuria
    de vivir. Café y
    vino.

    13 de marzo

    Co-mediación (trabajadora social y yo) entre dos
    alumnas de un IES con problemas de
    relación. Todo funciona bien. Siguiendo alguna de las
    pautas que nosotros sugerimos, las alumnas se ponen en el lugar
    del otro, respetan los turnos de palabra y buscan un acuerdo que
    antes parecía imposible.

    Por un momento la técnica hace su
    efecto.

    Por un momento creo que está es una de las
    mejores profesiones del mundo. Por un momento, a pesar de
    todo.

    21 de marzo

    No se ha hablado lo suficiente sobre el horroroso
    café
    (sin azúcar,
    dulce, muy dulce, con leche, con
    mucha leche, sin
    leche) de las máquinas
    del trabajo. Ese vaso de plástico,
    ese sabor dulzón de agua
    recalentada, esa espuma ficticia te puede estropear el
    día. Una bomba líquida con daños
    colaterales.

    Hace unos días, alrededor de esa máquina
    de café, en un descanso de un curso de formación,
    algunos colegas hablamos del problema de la falta de
    reconocimiento hacia nuestra profesión por parte de
    médicos, profesores, políticos, psicólogas
    (y porque no, pienso yo, también de electricistas,
    bomberos, albañiles y hasta del propio Calimero que el si
    que era, pobre, un incomprendido). La queja me suena a sabida y,
    aunque la entiendo, me aburre soberanamente.

    "No nos entienden", "nos dicen lo que tenemos que
    hacer", "solo nos derivan lo que quieren", bla, bla, bla. En
    definitiva, son malos. Malísimos.

    En fin, es un problema de autoestima. La
    percepción del otro hacia nosotros
    cambiará en el momento en que nos aceptemos y hagamos
    respetar nuestra voz. También cuando empecemos a hablar de
    nuestra profesión en positivo.

    Se que se están haciendo proyectos
    innovadores de educación social
    pero, vaya usted a saber porque, cuando se encuentra uno en estos
    cursos lo
    único que se transmite es la queja. Parece hasta de mal
    gusto decir que a uno las cosas le van razonablemente
    bien.

    La queja. Adoptar el mismo rol que nuestros usuarios. El
    problema, como siempre, está en nosotros. Claro que
    siempre le podemos echar la culpa al café, que seguro que no
    dice ni pío.

    9 de abril

    Un caso de violencia
    domestica. Estamos agotados. Y no precisamente por estar al
    lado del drama humano que nos ha tocado lidiar. Me agota la
    incompetencia: la falta de centros de urgencia, la falta de
    plazas, el laberinto judicial.

    El caso de los juzgados es de juzgado de guardia. Se
    marea a la víctima, de un piso a otro, en una
    maraña burocrática difícil de soportar. Solo
    estando muy avezado en el tema y si no eres un mal pensado como
    yo, llegas a intuir que, tal vez, en realidad, a pesar de todo y
    aunque no lo parezca te están protegiendo.

    Lo que más me molesta no es la
    equivocación. En nuestro trabajo las demandas cambian a
    velocidad de
    vértigo y a menudo tenemos que improvisar las respuestas.
    Es normal equivocarse. Es humano. Lo que me saca de quicio es la
    incompetencia elevada a norma institucional.

    12 de abril

    Un diario expone demasiado al que lo escribe. En mi caso
    porque gran parte de las críticas a la profesión
    son, en el fondo, autocríticas. Queda el consuelo de que
    una vez expuesto todo no vuelva a caer en los mismos
    errores.

    16 d’abril

    El ministro de educación
    francés Luc Ferry anuncia una reforma del sistema educativo
    apoyada en los valores de
    la tradición, el mérito y el trabajo,
    muy crítica con el legado de mayo del 68. Contra la
    acción, reacción.

    Algunos confundieron la renovación
    pedagógica con el "laissez faire" y las consecuencias son
    estas: más mano dura.

    ¿Por qué no hacer el esfuerzo en situarse
    en un término medio? ¿No trata de eso, la educación?
    Creatividad/innovación/ diversión, versus,
    trabajo/ tradición/ autoridad.

    Malos tiempos para la lírica, me temo.

    17 de abril

    Este no será un diario al uso, es evidente. Mi
    tendencia al "picoteo" intelectual dificulta un mínimo de
    orden.

    Jean Bricmont i Alan Sokal son dos profesores de
    física
    estadounidenses que en 1997 armaron un importante revuelo con su
    libro Imposturas intelectuales. En el denunciaban, en
    clave de sátira, el uso intempestivo de la
    terminología científica y las extrapolaciones
    abusivas de las ciencias
    exactas a las ciencias
    humanas, por parte de intelectuales como Lacan , Deleuze y otros.
    Intelectuales, por cierto, muy en boga entonces en los
    EEUU.

    Es interesante ver como desgranan párrafos
    enteros de estos autores demostrando que, a veces, detrás
    de un texto complejo
    plagado de referencias a la física y la matemática
    y sus correlaciones con las teorías
    humanas, se esconde un inmenso vacío
    pretencioso.

    No he creído nunca que un texto tenga
    que ser necesariamente "fácil" al lector. Pero uno ya
    había sospechado cierta impostura en algunos autores que
    hacen pasar por profunda su escritura
    críptica, obscura e ininteligible.

    No es de extrañar que estos intelectuales tengan,
    más que lectores, discípulos adeptos poco dados a
    criticar al maestro. Hacen de su doctrina una cuestión de
    fe.

    Más tarde:

    Me preparo un café de verdad en casa. Como no
    fumo, mientras escribo me conformo con la taza humeante a mi
    lado. Esta imagen (la taza,
    el ordenador y yo) me parece la aproximación más
    cercana al escritor maldito. Lástima que sea café
    con leche.

    Leo el párrafo
    anterior. Los "discípulos" a los que me refería
    anteriormente utilizan muy a menudo el argumento de autoridad.

    Es decir, una teoría
    no se sostiene tanto por sus fundamentos y su
    argumentación sino por el nombre de quién la
    sustenta. Al contrario que en la ciencia,
    donde cualquier advenedizo puede proponer una teoría
    nueva si es capaz de demostrarla.

    Son las "vacas sagradas". Uno puede quedar paralizado
    ante el peso del que sostiene tal teoría. Incapaz de la
    réplica, la duda.

    En nuestro ámbito el gran tótem que en los
    últimos tiempos está dirigiendo todas nuestras
    acciones socio
    educativas es el modelo
    sistémico. Los "discípulos" de este nuevo orden lo
    aplican monolíticamente, sin fracturas. Ante cualquier
    duda de su fe, echan mano de sus "vacas sagradas". O más
    bien tendría que decir echamos pues yo soy uno de ellos.
    Pero ¿entonces?. Entonces es que echo de menos una
    crítica a la teoría sistémica, un
    cuestionamiento de sus fundamentos. Si acaso, como ejercicio
    saludable. También como única forma de evolución.

    18 de abril

    El siglo XX fue uno de los momentos más violentos
    de la humanidad. Dos guerras
    mundiales y un epílogo vergonzoso en los Balcanes. El
    siglo XXI ya tiene, en Irak, un
    épico prólogo.

    Después de estos episodios de imbecilidad humana,
    de violencia sin
    límites, espero no volver a oír
    más el tópico de que los jóvenes de "hoy en
    día" no tienen valores y son
    más violentos o menos educados que "los de
    antes".

    Aquella violencia
    desatada, aquella crueldad fueron urdidas por esos jóvenes
    "de antes" cuando ya no lo eran tanto. Eso si, parece que
    habían sido muy bien educados.

    ¿Será que siempre se tiende a idealizar la
    propia generación? ¿Será en el fondo un
    canto a nuestra juventud
    perdida? ¿Será el café?

    19 de abril

    En una reunión entre educadores, hace una semana,
    sale a colación el tema de la derivación y la
    necesidad de un buen protocolo. En
    algunos temas uno tiene la sensación, por muchos
    años que lleve en la profesión, de que hay temas
    que vuelven y vuelven y vuelven a volver. El eterno retorno
    Nietzschiano.

    En nuestra EBASP hemos solucionado el tema: intentamos
    no hablar de derivación. Lo hemos sustituido por el
    trabajo en red. Cuando alguien detecta
    un caso (la escuela, el
    pediatra, nosotros) este se discute en un equipo multidisciplinar
    (profesoras, educador, trabajadora social, médicos,
    psicólogas). Como nadie "deriva" el caso (porque se trata
    como un problema a pensar entre todos) tampoco nadie se lo
    "queda".

    No nos esforzamos sesudamente en pensar si un caso es
    social o no lo es (etiqueta que sirve para que la
    institución de turno te pase el muerto) porque todos los
    casos lo son. Desde este punto de vista, el abordaje
    también tiene que implicar a todos los agentes sociales
    que sean necesarios.

    Trabajo en equipo que no definimos como el lugar donde
    todo el mundo hace de todo sino, al contrario, donde cada
    disciplina
    habla de lo propio y asume lo que le compete.

    Si, ya se, no hemos inventado nada nuevo. La
    única diferencia que aportamos es que nos lo creemos y
    llevamos a la práctica.

    Este funcionamiento, que parece sencillo, nos ha costado
    años de trabajo con los demás profesionales y,
    sobre todo, un convencimiento de que era la única forma de
    respetarnos a nosotros mismos y a nuestro trabajo.

    También ha sido posible porque el binomio
    trabajadora social/educador ha funcionado correctamente. Tengo
    unos excelentes compañeros y compañeras que tiran
    por tierra el ya
    irritante y tópico enfrentamiento secular entre dos
    profesionales que estamos condenados a entendernos.

    Más tarde:

    A propósito de la derivación. Cuando
    derivamos (ahora si) al sujeto a un recurso y este finalmente va,
    opera en nosotros una suerte de tranquilidad. Parece que algo se
    está consiguiendo. X, por fin, vuelve al redil.

    Esta plácida y benefactora sensación no
    obedece tanto a los supuestos beneficios que el recurso en si le
    pueda ofrecer (ya sea un centro de salud mental, un
    curso, una terapia, etc.) sino a la certeza de que por fin
    estamos consiguiendo algo tangible con el sujeto: que coja el
    autobús todas las mañanas para ir al recurso o que
    levante su pesado cuerpo de la cama.

    En más de una reunión he visto como
    valorábamos como altamente positivo el que
    el sujeto X vaya al recurso P aunque todos pensábamos,
    pero no decíamos, que P tampoco ofrecía gran cosa a
    X.

    Trabajamos con una cosa tan perecedera y volátil
    como la palabra. La nuestra y la del usuario. Oír, mirar,
    hablar. Parece tan efímero, tan irreal, tan poca cosa.
    Uno, en el fondo, piensa si sirve de algo todo esto.

    Los cambios son exasperadamente lentos, así que
    la derivación al recurso opera como la prueba de que algo
    se consigue por fin. Algo palpable, observable, físico:
    ¡El sujeto se mueve!

    Este hecho, aunque no el único, es uno de los
    motivos por los cuales se vacía de contenido el trabajo
    educativo que puede hacerse en atención primaria. Se acaba siendo una
    especie de gestor cuyo encargo radica en enviar al sujeto al
    recurso más adecuado. La máxima efectividad
    está, entonces, en que el sujeto, finalmente, acuda al
    recurso, aunque sea a regañadientes.

    Es normal que si nosotros mismos no creemos en nuestro
    trabajo los demás (profesores, médicos) nos pidan
    cuentas solo de
    si tal sujeto está yendo o no al recurso de marras. De
    nuevo, únicamente, policías. Control social
    puro y duro.

    Eso cuando las demandas de las instituciones
    no son tan variopintas como intentar cobrar una deuda
    económica que el sujeto ha contraído con ellos (ya
    sean libros o
    alquileres impagados).

    Una nueva redefinición de la profesión: El
    cobrador del frac.

    Después del café:

    Recuperar el contenido de nuestro trabajo: la entrevista
    como espacio principal donde se producen los cambios. El poder de la
    palabra (de dar la palabra). La utilización de nuevas
    herramientas
    conceptuales y técnicas
    como la mediación y la gestión
    de conflictos. El
    trabajo en grupo. Los
    proyectos
    educativos con atención directa sobre las
    personas.

    21 de abril

    Hablo por teléfono con JS. Hace tiempo que no nos
    vemos. Había trabajado en un CRAE pero se fue por las
    malas condiciones laborales. Ahora trabaja en un ayuntamiento. No
    tiene un despacho donde hacer una entrevista
    decente porque le han dicho que tiene que estar en la calle, con
    los sujetos (algunos políticos deberían hacer
    políticas sociales y dejar las técnicas
    sociales a quien le compete). Gana un cuarto menos que mi sueldo.
    O sea, una miseria.

    La administración parece no haberse enterado
    de la enorme responsabilidad de nuestro trabajo. Sin un sueldo
    decente, un horario que permita tener vida privada y unas
    condiciones mínimas es imposible realizar nuestro trabajo
    dignamente. Somos educadores sociales, diplomados universitarios,
    no misioneros salvadores de almas.

    Ya es hora de derribar el tópico: Los educadores
    no abandonan la profesión por que sea más o menos
    dura. Lo que "quema" y además de verdad, son las
    condiciones laborales misérrimas a las que se ven
    expuestos.

    En fin, aunque esté de moda atacar
    cualquier cosa que huela a administración
    pública a favor de lo privado (léase ONG’s de
    todo tipo, CRAE’s y escuelas concertadas, etc.), yo
    seguiré defendiendo un Estado fuerte
    como único garante de lo público. Un verdadero
    estado de
    bienestar que invierta en temas sociales. Lo demás me
    suena a política neoliberal (aunque a veces
    disfrazada de progre) que deja a su suerte a los más
    desfavorecidos, cuando no les ofrece una limosna
    caritativa.

    22 de abril

    Dentro de nuestro ámbito la figura del
    psicólogo y el psiquiatra tiene un papel cada vez
    más relevante. Entre otras cosas, es uno de los recursos
    más utilizados cuando ya no sabemos que hacer con un
    cliente
    (perdón pero es que no me acostumbro al término
    usuario). Dejamos demasiado pronto de creer en la educación
    así que esperamos, de la derivación al nuevo
    "gurú", que desentrañe los entresijos del interior
    del sujeto para que, finalmente, lo ponga en cintura. Con estas
    expectativas los resultados, claro, suelen ser
    decepcionantes.

    Está triunfando además, yo diría
    que peligrosamente, una tendencia que ya se da hace mucho en EEUU
    desde que E.O. Wilson escribió Sociobiologia: La nueva
    síntesis
    en 1976 y aparecieron después libros
    como El gen egoísta de Richard Dawkins. Estos
    autores explicaron cualquier comportamiento
    humano desde la genética y
    la química.
    Aunque estás definiciones simplistas no se sostienen en la
    actualidad, una parte de la psiquiatría sigue
    basándose en estos principios.

    No tengo absolutamente nada en contra de los
    descubrimientos científicos. Sería estúpido
    estar en contra de la verdad imparable. Creo que el
    conocimiento, por ejemplo, del mapa genético, el
    conocimiento
    de nosotros mismos al fin y al cabo, solo puede hacernos
    más libres y sabios.

    Tampoco soy un culturalista a ultranza. Sería
    hipócrita, a estas alturas, no reconocer que la
    administración de un solo fármaco, ha ahorrado,
    a muchos pacientes, horas de interminables e infructuosas
    terapias de diván.

    Lo que me cabrea son las posturas reduccionistas que
    tienen que ver más con la moral que
    con la ciencia. Y
    peor que los intereses de la moral
    están los de la farmacia. La farmacología se ha
    apresurado, muchas veces, a cantar las excelencias de un producto antes
    que la ciencia
    seria haya demostrado, no ya sus beneficios, sino sus posibles
    secuelas.

    Hoy en día cualquier alumno con un diagnóstico de hiperactivo puede ser
    atiborrado de pastillas hasta dejarlo "tranquilamente" drogado. A
    pesar de todo, el problema no está en la pastilla, claro,
    sino en la facilidad y poco rigor con que se diagnostica al
    prójimo. El problema está en medicalizar la vida
    cotidiana.

    Supongo que la pedagogía tendrá algo más que
    decir en todo esto.

    23 de abril

    Sant Jordi. De las pocas tradiciones que soporto. El
    libro, la rosa. Un rito surrealista y por eso fascinante. El
    café y el vino.

    Se que es un prejuicio pero creo que muchos de nuestros
    usuarios no son lectores habituales. Quizás muchos
    educadores tampoco lo sean. Tampoco es tan difícil acertar
    el pronóstico en un país con un índice tan
    bajo de lectores, donde la
    televisión se ha convertido en el único
    preceptor de tendencias.

    Idea peregrina: recomendar un libro a cada usuario.
    Regalarlo. No solo libros de autoayuda, no, también
    novelas y
    ensayos. No se
    me ocurre una idea más subversiva para abrir nuevos
    horizontes a las personas.

    Nosotros, amantes obscenos de lo social, defensores de
    lo colectivo, adoradores de la masa, protectores del grupo
    ¿no pagaríamos así nuestra deuda con la
    individualidad?

    2 de mayo de 2003

    La televisión
    y yo mantenemos un pulso. Hace poco la castigué en una
    habitación lejos del comedor, su lugar natural, y solo la
    saco en su mesa-carrito en momentos especiales. Cada vez tengo
    más argumentos para dejarla donde está.

    Ahora, por unos días, ha vuelto al comedor y la
    uso exclusivamente como acompañante mientras hago otra
    cosa. Es decir, mi televisión
    hace de radio con
    imágenes. Cuando no leo (leer es de las
    pocas actividades que me piden una atención absoluta y
    fiel) y mientras barro, ordeno papeles, o hago algo de gimnasia en casa,
    la
    televisión es una acompañante
    aceptable.

    Hace unos días, por la tarde, estaba viendo la
    tele y merendando uno de mis "tanques" de galletas migadas en
    café con leche, que tanto me gustan y que tan mal me
    sientan, pero que sigo tomando por pura reminiscencia
    infantil.

    Era en la primera cadena y el espacio se llamaba
    Cerca de ti pero podía haber sido en cualquier otro
    canal de televisión. El formato: programa donde la
    gente viene a explicar su vida. Un presentador, un público
    entrenado y entregado y, en el escenario, tres mujeres y un
    hombre. No van
    a cantar, ni a bailar, ni a contar chistes. Su
    minuto de gloria pasa por narrar, de pe a pa, su trágica
    historia de
    desencuentros.

    No voy a entrar en la crítica fácil a este
    tipo de programas. No es,
    por ahora, lo que me interesa.

    Lo que me importa es de que modo el aparecer en
    televisión puede influir en esas personas. Además,
    siempre he tenido curiosidad por saber en que momento uno se
    decide a hacer públicas sus miserias.

    El foco está en la primera invitada. Es una
    señora de unos cincuenta años, permanente
    recién hecha, cara agradable, sus piernas hinchadas no le
    llegan al suelo. Lo
    único que pretendo es ver y escuchar con respeto y
    atención.

    Habla sin parar, sin atender a las preguntas del
    presentador; déjeme, no me moleste, he venido a contarlo,
    a contar todo, a explicar como mi marido, mi familia, su
    familia, sus amigos, los míos , TODO, absolutamente TODO
    conspiró contra mi.

    A mitad de su soliloquio intuyo que una buena parte de
    su exposición es mentira. No porque crea que
    los Otros no puedan encarnar el mal con mayúsculas, sino
    por la cantidad de contradicciones y detalles
    inverosímiles que se advierten. Los hechos, simplemente,
    fueron otros.

    No es que la señora esté explicando su
    verdad
    , como le gusta decir a los subjetivistas a ultranza.
    Ella sabe perfectamente que en algunas cosas miente, se aprecia
    en sus vacilaciones y su gesto contrariado, pero para eso ha
    venido a la televisión, para sancionar su discurso y
    convertirlo en su verdad.

    En el momento en que el ojo catódico la graba,
    ella no tendrá ya más dudas. Nosotros, faltos de
    criterio, engañados por el señuelo que da la
    legitimidad de la imagen,
    tampoco.

    El presentador muestra su
    desconsuelo, y ofrece su comprensión a la señora.
    El público aplaude asintiendo. El rito se ha acabado. Si
    el discurso crea realidad, la televisión lo marca con una
    huella indeleble.

    -Su tiempo ha pasado – dice el presentador – lo siento,
    ya sabe como funciona esto de la televisión, el tiempo es
    oro así que; pasemos a la segunda invitada de esta
    tarde-.

    La cámara se desplaza al segundo personaje para
    no volver nunca más. La primera invitada, nuestra
    protagonista, sale de foco para siempre. La cámara se
    mueve, pero ella se ha quedado en el mismo sitio que estaba. Hay,
    en su silla, en el lugar de una historia inconclusa, sin
    ningún atisbo de responsabilidad personal. Ha
    venido a ratificar su historia, acabar de creérsela ante
    incrédulos conocidos y por conocer y la pantalla le ha
    dado su certificado de autenticidad. Sale en la tele, luego
    existe.

    Cómo señala el gran periodista Ryszard
    Kapuscinski, el público confunde el mundo generado por las
    sensaciones con el mundo creado por el pensamiento y
    cree que ver es lo mismo que entender. La
    identificación, escribió Kapuscinski, "por lo
    regular no consciente, del ver con el saber y
    entender es aprovechada por la televisión para
    manipular a la gente."

    Vomitar una historia que nos oprime y que no nos deja
    respirar puede resultar saludable. La televisión, en este
    aspecto, nos ofrece una catarsis de neón, calculada,
    publicitaria, pero catarsis al fin y al cabo. Sin embargo,
    detrás de ese laxante momentáneo no hay nada. La
    inmovilidad más despótica, la permanencia que fija
    la cámara, la homologación de la
    mentira.

    La señora pretendía explicar su desgracia
    a toda España,
    pero su pretendido diálogo es
    en realidad un monólogo con la máquina que le
    devuelve exactamente su imagen, sin preguntas, sin objeciones.
    Limpia pero inútil.

    ¿Ha encontrado esta mujer en su
    camino otra clase de apoyo? ¿Lo encontrará a partir
    de ahora? Quizás nosotros pudiéramos ser para ella
    una alternativa humana a la cámara. Ser un Otro que le
    ayude a poner nombres a las cosas, que reconstruya su biografía. Otro punto
    de vista. A diferencia de la televisión, nosotros si
    preguntaremos; queremos saber, trabajar desde un principio de
    responsabilidad, un reconocimiento de la propia huella en la
    historia vital, por muy determinante y terrible que sea su pasado
    o su entorno. Por tanto, trabajar desde una posibilidad de
    cambio. Lo que
    J. Delval llamó: determinismo con
    sujeto.

    Pero hay quien va a los servicios sociales como quien va
    a la televisión y entonces se ofende al encontrar una
    persona donde
    esperaba encontrar un foco.

    Anochece.

    En estos programas siempre
    hay un teléfono de aludidos. Es decir, en
    última instancia siempre el Otro, el acusado, puede
    defenderse. Pero lo tiene muy crudo. A no ser que sus argumentos
    sean totalmente convincentes o que el discurso de la invitada sea
    un escándalo de incoherencia, la tendencia del
    público es a creer al que está en la
    televisión. Sino, ¿a santo de que el Otro se ha
    quedado en casa? ¿Es que no tiene algo que ocultar?
    ¿Qué pretende no aireando sus problemas
    frente a la audiencia, el muy cobarde? ¿Es que no sabe que
    el cliente-espectador, siempre tiene
    razón?

    Quizás una simpleza al hilo de esto
    último, pero he observado últimamente que la gente
    , influenciada de alguna manera por la televisión, se
    enorgullece de decir "las cosas a la cara". Por lo visto, decir
    las cosas a la cara es sinónimo de falsa de
    hipocresía y honestidad sin
    límites. La pérdida del anonimato
    como un gesto heroico.

    Decir las cosas a la cara. Fíjense donde se pone
    el acento en la frase. En el decir a la cara. En
    esta frase, las cosas, lo que se dice, los argumentos, es
    lo de menos. Lo autentico, verdadero, hoy, es decirlo y a la
    cara. Y si puede ser gritando.

    Volviendo a Kapuscinski "cuando los medios hablan
    de sí mismos reemplazan el problema de la sustancia
    (las cosas)* por el de la forma (la cara)*, sustituyen la
    filosofía con la técnica (…) No se habla,
    sin embargo, del meollo de lo que se quiere editar, relatar o
    imprimir. En definitiva, el problema del mensaje- es
    reemplazado por el problema del mensajero. Lamentablemente
    el mensajero comienza a convertirse en el contenido del
    mensaje."

    *anotaciones mías

    7 de mayo

    Sigo con la tele.

    Respecto a estos reality show, hasta el presidente Aznar
    los ha considerado televisión basura. El
    adjetivo ya es de por si bastante vejatorio aunque, señor
    presidente, solo ofende quien puede.

    Además, siempre cabe hallar cosas interesantes en
    la basura. Uno, en
    estos tiempos, hasta puede encontrar una noticia veraz en los
    informativos de la primera cadena de la televisión
    pública.

    Defiendo una radical libertad de
    expresión, ya sea en literatura, en la
    televisión, o en cualquier otro medio de comunicación. Ya estaremos nosotros, los
    adultos, para decidir que vemos o que no.

    Últimamente he visto algunos momentos del
    programa
    Crónicas Marcianas. La canícula y el insomnio me
    han llevado por el mal camino. Reconozco que me he echado unas
    risas bastardas con el, con nocturnidad y alevosía, y solo
    espero que la historia me absuelva.

    No, el problema de estos programas no es si son basura o
    no. Son totalmente inofensivos. Puro entretenimiento. Seres
    humanos hablando, gritando, insultándose, etc.
    ¿Alguien realmente se los toma en serio? ¿Alguien
    piensa que estas estupideces tienen fuerza para
    cambiar la sociedad? Yo no
    lo creo. El único problema que tengo con ellos es que,
    salvo algún chispazo antropológico o alguna subida
    de tono inaudita, me aburren bastante. Son bastante
    patéticos, si. Aquí si que voy a recurrir al
    tópico: cómo creo en la libertad y la
    responsabilidad individual, se apaga la televisión y
    listos.

    Actualmente se desvía la atención hacia
    estos productos para
    no afrontar de verdad la calidad del resto
    de la programación. Lo que debe analizarse en
    serio son aquellos programas (reportajes, telediarios, programas
    culturales y informativos) que si que crean en el espectador una
    percepción del mundo determinada y, por
    ende, crean estados de opinión.

    En los reality show el espectador solo busca pasar un
    buen rato, "desconectar" con el mundo, mientras en la otra clase
    de programas, más o menos culturales y informativos,
    pretende "conectar" con el. Y en estos últimos si que
    debería considerarse de qué y cómo se habla:
    por ejemplo la falta de rigor a la hora de analizar los
    acontecimientos históricos, la sustitución de la
    palabra y el pensamiento
    por la imagen pura y dura, la narración
    políticamente sesgada de los hechos, cuando no los
    programas soporíferos que pretenden incitar a la lectura.
    Aquí si que hay una responsabilidad de los medios
    públicos o privados.

    Respecto a los demás tipos de espacios de
    entretenimiento hay que reconocer una ínfima calidad en la
    mayoría de ellos. Valdría la pena, como educadores,
    incitar a las personas a buscar alicientes vitales y divertidos
    en otros recursos como los
    libros, los viajes, los
    debates entre amigos (donde uno SI es protagonista), la prensa escrita,
    la música,
    el teatro, el
    cine,
    etc.

    En fin, la vida es mucho más que la
    televisión, aunque a mi me haya ocupado seis
    páginas de mi diario.

    14 de mayo

    -14:17 h. Normalmente escribo este diario por la tarde,
    en casa, recapitulando sobre lo que ha pasado. Pero hoy escribo
    en riguroso directo.

    -14:19h. He hablado con cuatro familias en la
    última hora. No puedo más. Kaput. Se acabo mi
    energia. Por
    hoy no puedo ni escuchar, ni pensar.

    -14:22h Solo esperar a que llegue el momento, recoja mis
    trastos y mañana otro ayuntamiento, otro pueblo.
    ¿Educador social, educador de calle, educador
    nómada?

    -14:23h Esta tarde hacer cosas diferentes: Tal vez leer
    el Qüadern Gris de Pla, mi último descubrimiento, o
    quizás vagar por Gerona.

    Se que es admirable, pero no puedo salir del trabajo,
    como otros compañeros, y meterme en un curso o leer un
    libro técnico de temas sociales. Tengo que hacer algo
    totalmente distinto.

    Humor, sobre todo humor. Necesito una dosis de locura
    después de ser un aburrido normalizador.

    -14:30h Por fin.

    22 de mayo

    Hace unos días atendí a una mujer separada.
    Ella tiene la custodia de la hija y critica a su ex marido,
    dificultando las visitas establecidas por el juez. Todo su
    poder radica
    en una sentencia, lo sabe y lo utiliza. El otro progenitor entra
    al trapo. Nada nuevo.

    Leí hace poco un material bajado de Internet, escrito por un tal
    François Podevyn y que habla del SAP
    (Síndrome de Alienación Parental). La
    alienación parental, según este artículo,
    "es un proceso que
    consiste en programar un hijo para que odie a uno de sus padres
    sin que tenga justificación.". Este síndrome define
    también al alienador, es decir al progenitor que teniendo
    la custodia, imposibilita la visita del hijo al padre y lo
    predispone en su contra.

    Hay una serie de "requisitos" que cumplir para ser un
    padre o madre alienadores. Uno y muy importante, es que los
    motivos por los cuales se descalifica al otro progenitor y se
    impide que vea a su hijo, sean injustificados. Es obvio: si
    realmente el padre o la madre que no tiene la custodia fuera, por
    ejemplo, un maltratador, sería razonable que no le dejaran
    ver a su hijo. En ese caso, lo normal es que el propio juez lo
    impidiera.

    En este estudio se señalan como comportamientos
    clásicos de un progenitor alienador, por ejemplo: rehusar
    pasar las llamadas telefónicas a los hijos, organizar
    actividades con los hijos durante el período que el otro
    progenitor debe ejercer su derecho a visita, desvalorizar e
    insultar el otro progenitor delante de los hijos, etc. En fin,
    comportamientos que todos los que nos dedicamos a esto podemos
    reconocer.

    A pesar de su exhaustividad, en el artículo no se
    hace referencia a la influencia de la familia
    extensa de los padres: tíos, sobrinas, primos y, sobre
    todo, abuelos del menor. Suegros y suegras demasiado proclives a
    interferir.

    Una de las dificultades importantes en las propuestas
    del artículo es que, aunque fuera posible identificar al
    padre-madre alienador, para cuando esto ocurre, el otro
    progenitor (el bueno) ya se ha ido maleando. Es decir, interviene
    el también en la rueda descalificatoria y acaba, por
    venganza o por desesperación, incumpliendo acuerdos. Para
    colmo, la familia extensa de uno u otro complicará la
    situación.

    Respecto al abordaje del problema, Podevyn plantea la
    intervención de la justicia y la
    obligación del conyugue alienador de hacer una terapia con
    profesionales especializados. En Cataluña, aquí y
    ahora, esto no está contemplado. La ley
    orgánica 9/2002 en su artículo 225 bis prevé
    castigar al que dificulte o incumpla el régimen de visitas
    (hasta con penas de prisión) pero no se contempla la
    obligación de hacer terapia.

    Esta misma ley, si bien en
    sus presupuestos
    es positiva, plantea dos dificultades. Una: para cuando el
    progenitor al que dificultan las visitas del hijo se decide a
    denunciar, el problema estará tan enmarañado que
    será muy difícil dilucidar quien tiene
    razón. Y dos: en el supuesto claro de que la justicia
    restableciera el orden de visitas, incluso multando al progenitor
    que tiene la custodia, esto no soluciona, per se, el juego de
    manipulaciones que mantiene al hijo en el epicentro del
    problema.

    En su ponencia, "No quiero ver a papá".
    Niños
    que rechazan a sus padres",
    el psicólogo Ignacio
    Bolaños da un enfoque, a mi entender, más exacto.
    Si que tiene en cuenta las familias de origen y, sobre todo, no
    pone el acento en si uno de los progenitores es o no el culpable,
    sino en los juegos de
    lealtades, manipulaciones, etc. que vivé el hijo en el
    conflicto que
    genera la separación de sus padres.

    ¿Podemos hacer algo los profesionales de ayuda
    socioeducativa? Independientemente que uno de los conyugues entre
    en un proceso
    judicial para hacer valer sus derechos y en el caso de que
    hayamos establecido una buena relación con los padres, el
    problema es complejísimo.

    Pensemos por un momento que ninguno de los dos quiere
    hacer terapia o no está preparado para ello y deposita su
    confianza en nosotros. La primera obligación seria la de
    tener una visión amplia del problema, abrir foco, para
    definir no solo si se trata de una alienación parental
    (siguiendo con la terminología antes citada) sino para
    identificar su sistema de
    relaciones.

    En relación al abordaje con el padre o la madre
    que está al cuidado del hijo, tendremos que ver las
    alianzas, secretos y manipulaciones que se están dando:
    Seria oportuno legitimar su rabia hacia el otro cónyuge
    (que seguramente será mutua) y, a la vez, trabajar por el
    bienestar del niño y su necesidad de contacto con el otro
    progenitor.

    También seria importante el trabajo con toda la
    familia extensa y la coordinación y colaboración con
    otros profesionales (médicos, profesoras) que, en muchos
    casos, toman partido por uno u otro bando.

    Finalmente, y como esboza también Bolaños,
    es interesante plantear la posibilidad de mediación
    familiar, como espacio adecuado para desenmascarar todos los
    "fantasmas" que aparecen en el si del conflicto.

    25 de mayo

    La psiquiatría y la psicología van
    aumentado sus clientes. Recogen
    datos, los
    recopilan en un cierto orden y crean un síndrome
    ahí donde antes solo había desorden y caos. Es
    loable ese esfuerzo por inventar enfermos. Y, por supuesto,
    después de concebir el síndrome, describen la
    terapia que hace falta para curarlo y el profesional que tiene
    que llevar a cabo la curación, que remite,
    ¿cómo no? al mismo profesional que la
    descubrió: el terapeuta.

    Contrato fijo, sin duda.

    26 de mayo

    La definición de la OMS (Organización Mundial de la Salud) de salud hace el juego a los
    psiquiatras, y es que, según la OMS, todos estamos
    enfermos.

    2 de junio

    ¿Conflicto o enfermedad? ¿Educación
    o terapia? He ahí la cuestión.

    11 de junio

    Hace unos días un psiquiatra infantil me
    decía: "por favor decidles (a las escuelas y pediatras que
    les derivan niños y
    adolescentes)
    que estamos colapsados, que no hacemos milagros, que solo echamos
    una manita". Era solo un comentario al hilo de la confidencia
    pero reflejaba, con rotunda sinceridad, la increíble
    brecha abierta entre una demanda
    desmesurada, sin sentido, y las respuestas que la
    psicología y la psiquiatría pueden
    ofrecer.

    17 de junio

    Entrevista con una joven de 16 años. Me explica
    que tiene muchos problemas con sus padres, que esta harta y que
    su deseo más inmediato es irse a vivir a
    África.

    A veces la anhelada y mitificada juventud es
    también un lugar horrible. Tanto como para querer
    desaparecer.

    África, metáfora de un lugar en el mundo
    alejado de nuestros demonios.

    18 de junio

    En cierta manera, también este diario es un viaje
    a África.

    20 de junio

    Por un momento J y yo estábamos contentos. Una
    señora (¿cliente, usuaria? uff! mi problema, ya
    saben) a la que queríamos ver, pero que nos esquivaba
    continuamente, nos pidió una entrevista.
    Últimamente reconozco que estas situaciones me dan una
    cierta alegría. Años atrás sometía a
    la gente a un marcaje pertinaz, a una insistencia agobiante
    (seguimiento le llamaba) para que viniera al servicio.
    Cualquier plantón lo vivía como un pequeño
    fracaso. Lo más parecido a un amante
    despechado.

    Ahora (¿experiencia, formación, sentido
    común?) ya no voy detrás de la persona. Si tengo
    oportunidad le ofrezco mis servicios y siempre dejo la puerta
    abierta y libertad para
    volver a verme o no (a no ser que se trate de menores en una
    situación de desamparo o situaciones parecidas), sin
    chantajes, sin remordimientos, sin culpas. Esto tiene sus
    riesgos claro:
    que el usuario no vuelva a aparecer.

    Pero también he comprobado que esta labor
    requiere su tempo. Muchos de los que habían
    desaparecido, de repente acuden al servicio. Han
    comprobado que hablaba en serio, que de verdad pueden obviarme
    cuando quieran, que en realidad soy totalmente prescindible en
    sus vidas y, entonces, la posibilidad de trabajo con ellos es
    infinita, la confianza mutua. De alguna manera ese tempo
    ha creado una demanda.

    21 de junio

    Decía ayer que mi compañero y yo
    estábamos contentos pero la satisfacción se ha
    vuelto agridulce. La señora de marras viene a hacer una
    demanda económica. Es lo único que le interesa,
    tanto que estará incluso dispuesta, a poco que le
    apretemos, a hacer todo el trabajo socioeducativo que le
    propongamos. De momento, claro. Justo hasta que cobre su
    recompensa y no le volvamos a ver el pelo.

    Por supuesto su petición es totalmente
    lícita, y su sinceridad es de agradecer. Pero aquí
    me gustaría hacer un parón. Tengo, lo reconozco,
    una dificultad respecto a las ayudas económicas o materiales que
    ofrecemos: El problema de conjugar esas ayudas con el trabajo
    educativo que puedo ofrecer.

    Es decir, ¿se puede estar decidiendo que ayudas
    dar o no, se puede hacer eso, mientras se pretende hacer un
    trabajo educativo? ¿Es compatible? ¿No interfiere
    una cosa en la otra?

    No estoy planteando si el gestionar ayudas o no, compete
    a los educadores y/o trabajadores sociales. En ese caso se
    trataría solo de luchar para que las gestiones que no nos
    correspondan se resuelvan en un plano puramente administrativo. Y
    punto.

    No, no es tan sencillo. El problema es que en servicios
    sociales estamos siempre dispuestos a incorporar y legitimar
    teóricamente cualquier supuesto que se debe solamente a
    una pura y dura falta de recursos.

    Es decir, no solo aceptamos que nos toca hacer, de
    momento, simples tareas administrativas y burocráticas
    sino que le damos un corpus teórico y así decimos
    cosas como: que esas ayudas enganchan al usuario al
    servicio (si, como una garrapata), que sirven para trabajar
    objetivos
    (¿porque parecen más bien chantajes?)
    etc.

    En mi experiencia he visto como esa indefinición
    frente al usuario, ese estar frente a un profesional del que
    depende una subvención u otra, dificulta y vicia
    más mi relación con el, el vínculo. Claro
    que igual es un problema exclusivamente mío.

    También desde el punto de vista del usuario se
    trata de una cuestión de respeto hacia el: Podría
    pedir una ayuda que por derecho le corresponda y cumplir los
    requisitos delante de una administración, sin chantajes, ni medias
    verdades. La separación pura y cristalina entre
    profesionales de trabajo socio-educativo y, por otro lado, la
    gestión
    de subvenciones económicas.

    Un momento, me hago un café con leche, desnatada,
    por eso del colesterol, y sigo.

    Yo también he pensado a veces que una beca de
    libros o de comedor es una herramienta para trabajar, pero mi
    experiencia me dice que cuando ese tipo de trámites se han
    derivado hacia gestores administrativos no ha pasado
    absolutamente nada.

    Los educadores respecto a las trabajadoras sociales
    tenemos una ventaja: de momento no tenemos que hacer tantos
    trámites y podemos dedicarnos exclusivamente al trabajo
    educativo.

    Pero esto puede tener una contrariedad a corto plazo:
    quedarnos sin clientes. Porque
    la gente no viene a los servicios sociales tanto a pedir ayuda
    educativa como ayuda económica.

    De entrada, esto es una situación de
    vértigo y tendremos que buscar nuevas formulas que generen
    demandas educativas. A mi se me ocurren dos: Una, ampliando el
    servicio a TODA la población (pero a toda la población de verdad, si, si, a esos, los
    clasificados como no "usuarios de servicios sociales") y, dos,
    haciendo un trabajo pedagógico de explicar la
    profesión mediante proyectos educativos, talleres,
    escuelas de padres, etc.

    Es decir, que la persona tuviera claro, de una vez por
    todas, que se dirige a un servicio socioeducativo de calidad
    (como quien va al médico, al psiquíatra o al
    podólogo). Se establecería un lenguaje
    más claro y sincero por parte del usuario y el
    profesional.

    En fin, como muchos otros temas que abro, no tengo una
    idea definitiva al respecto. Simplemente intento ir contra la
    inercia del día a día y poner en cuestión
    pilares que parecen inamovibles en mi
    profesión.

    30 de junio

    Una persona viene a vernos y agradece nuestro trabajo.
    Dice, más o menos, que su vida ha mejorado en parte por la
    intervención que hicimos en su día.

    Muchas gracias, ¡pero ha tardado usted seis
    años en cambiar!

    Está claro que una de las asignaturas pendientes
    en esta profesión es la evaluación, pero, ¿como demonios
    hacer el seguimiento de una persona durante tantos años y
    con tanto cambio de
    profesional?

    En fin, aunque tengamos que mejorar y aplicar
    técnicas evaluativas, el asunto es que los proyectos
    educativos dirigidos a los que tienen una desventaja social, las
    entrevistas de
    ayuda personal, nuestras acciones, en
    fin, deben hacerse por una cuestión de justicia social y
    no solo por una estimación de resultados. Deben hacerse
    porque deben hacerse, porque la gente tiene derecho a tener una
    oportunidad, aunque no quiera aprovecharla. Es decir, deben
    hacerse independientemente de su capacidad de prevención,
    que siempre me ha parecido un término entre lo
    médico y lo esotérico.

    8 de julio

    Entrevista con la locura.

    Cuando se va, deja la puerta entreabierta y yo me quedo
    con mi cordura zarandeada. Indefensa.

    14 de julio

    Algunos amigos de la profesión me hablan muy bien
    del libro Amarse con los ojos abiertos de Jorge Bucai. A
    M. también le ha gustado mucho. Se trata de un terapeuta
    de la escuela
    gestáltica.

    Ya veremos.

    18 de julio

    El libro no está mal, pero reconozco que no he
    podido acabarlo, ni lo acabaré.

    La obra, aunque de ficción y escrita en forma de
    novela, es en
    verdad un manual de las
    relaciones entre personas y especialmente de la relación
    de pareja. Nada que objetar, aunque no me guste ese tono de libro
    de autoayuda en el que está escrito. Me ha recordado un
    poco (el estilo) a Pablo Coelho, por lo demás otro
    escritor muy venerado por algunas amigas con las que, es
    evidente, no coincido en gustos literarios.

    Creo que era mí admirado Carl Sagan el que
    decía que, aunque fuéramos lectores empedernidos,
    no podríamos leer en nuestra vida más que una
    ínfima parte de todos los libros que existen. Así
    que el único secreto está en hacer una buena
    elección. Lo siento Bucai, tienes muchos admiradores,
    seguro que no
    me echarás en falta.

    Además, y en eso si que soy un poco bicho raro,
    cuando más de tres o cuatro personas me recomiendan
    encarecidamente un libro que les ha entusiasmado siempre lo
    empiezo con cierto recelo. ¿Elitista? ¿Pedante? No,
    solo bicho raro, ya digo.

    Un café con hielo
    después.

    Pero además de cómo está escrito,
    el libro de Bucai me aburre por su contenido, lo cual no quiere
    decir que no tenga su utilidad
    práctica en las relaciones de pareja (¿borro esto
    último o no lo borro? ¡Dios! Mis amigos no me
    recomendarán jamás otro libro, lo
    presiento).

    Es decir, puedo suscribir todo lo que dice sin
    ningún problema, estoy de acuerdo en como define el
    conflicto, la necesidad del respeto mutuo, el no querer cambiar
    al otro, etc. En fin, no quisiera parecer pretencioso, pero es
    que todo eso de la pareja ya lo sabia. Uno ya tiene una cierta
    experiencia, aunque no la aplique siempre a rajatabla.

    Para ser del todo justos, las bases para tener una
    relación armoniosa se pueden encontrar en el libro del
    argentino pero, a estas alturas, me interesan más otros
    abismos del amor: El
    conflicto insalvable, la delgada línea entre el odio y
    el amor, la
    devastadora crueldad del tiempo, de los cuerpos destruidos, los
    obscuros entresijos del deseo. Encuentro mucho más claves
    para entender nuestra complejidad de seres humanos en autores
    como Kureishi o Kundera (que no son especialistas en ninguna
    escuela terapéutica, pero si lúcidos observadores).
    Creo que en Intimidad de Kureishi o en La insoportable
    levedad del ser
    de Kundera hay muchas más
    posibilidades de entenderse uno mismo, sus contradicciones y
    miserias.

    En fin, ¿supo alguien más de pasiones, de
    arrebatadas verdades, de traiciones, de psicología, que
    Shakespeare?
    ¿Alguien lo explicó mejor? Pues eso.

    19 de julio

    En algunos talleres de la escuela de verano de Servicios
    Sociales vuelve a discutirse sobre si los educadores tienen que
    hacer trabajo de calle o de despacho.

    Por favor, tantos años de profesión, tanta
    universidad,
    tanto camino andado y ¿todavía seguimos con esto?
    ¿De verdad que los debates, en el siglo XXI, de esta
    maldita profesión han de ser, todavía, tan
    patéticos?

    Me duele el estomago. Este debate es
    totalmente caduco y aburridísimo.

    Hay quien le molesta que los educadores sociales podamos
    tener hoy un cierto estatus, un despacho como dios manda, un
    horario decente, una practica reflexionada y profesional, un
    trabajo comunitario riguroso, una cualidad en las intervenciones,
    un respeto al usuario y a lo que se le ofrece.

    No tienen ni idea.

    Hay quien todavía defiende que volvamos a los
    setenta o a los ochenta. Quieren que barramos a los que
    están en las calles porque en el fondo les molestan,
    quieren que hagamos el juego a la
    administración que debería poner más
    recursos en los barrios degradados y menos misioneros, quieren
    que trabajemos desde el instinto, quieren engañar al
    cliente con sus bondades y su buen rollito.

    Lo defienden desde su poltrona universitaria, eso si.
    Dios mío, que profesión.

    Hay quien sugiere que volvamos a las
    catacumbas.

    Pues que se queden en ellas, si tan a gusto se
    encuentran.

    20 de julio

    En España el
    debate sobre
    la educación podría tratar sobre algunas de sus
    asignaturas pendientes. Por ejemplo, como trabajar las
    capacidades artísticas en las aulas (música, teatro, etc.),
    como enseñar unas matemáticas divertidas, como mejorar las
    capacidades oratorias de los alumnos, la capacidad de debatir, de
    ser crítico, de tener un criterio propio.

    Pero no señor, en España, en el día
    de hoy, en el siglo XXI, el gran debate político versa
    sobre la obligatoriedad de la religión y la
    necesidad de recuperar símbolos identitarios
    españoles en las aulas. La unidad de la historia,
    dicen.

    Un nacionalismo
    españolista y rancio quiere inundar las
    escuelas.

    País.

    Por la tarde, después de un café con leche
    y dos cubitos de hielo que intentan atajar un calor pegadizo
    e insoportable:

    La identidad.
    Hace unos años pedí una excedencia y estuve
    viajando tres meses por Chile. Antes
    del viaje había leído a Bruce Chatwin y su
    esplendido libro En la Patagonia así que, queriendo
    emularlo, ingenuo de mi, y con unas botas, una tienda de
    campaña y comida para una semana, me puse a recorrer el
    parque nacional de Torres del Paine, un increíble lugar de
    lagos, montañas que parecen cucuruchos de diferentes
    colores,
    glaciares inmensos y, según me contaron unos guardas del
    parque, temibles pumas de colmillos afilados.

    Durante el trayecto solo me cruce con cinco
    excursionistas como yo, un par de rusos y tres norteamericanos.
    Así que, dado mi escaso conocimiento
    del inglés,
    en el cuarto día de mi viaje por el gran parque,
    todavía no había hablado con nadie. Completamente
    solo en la inmensidad patagónica.

    Uno de esos días, descansando en mi tienda,
    escribía mi diario. Un diario más personal e
    íntimo que este.

    Anochecía. Me puse el forro polar, mientras
    miraba afuera desde mi tienda, feliz por estar muy cerca del fin
    del mundo. Acampado sobre el lago Grey veía navegar, como
    barcos de papel helado,
    inmensos trozos de hielo desprendidos del glaciar.

    Pensaba sobre lo que había dejado en casa. A
    miles de horas y de kilómetros no es tan fácil
    registrar lo que has dejado atrás. Los rostros se
    desdibujan y todo es confuso. Pero lo que aparece, por contraste
    con lo poco importante, se hace más nítido,
    más querido si cabe, más hiriente.

    Lugares. Lo que yo recordaba en esos momentos, como algo
    donde yo me reconocía, era una cierta orografía que
    me hace sentir cómodo. Cataluña: un buen sitio
    donde vivir. El Montseny, los bares de Barcelona, la
    luz de
    Cadaqués. Mis recuerdos rompían límites
    geográficos y también se me aparecían,a
    salto de mata, como terrenos sentimentales a recuperar, las
    excursiones por los Pirineos, la belleza de Navarra, los
    bellísimos campos riojanos recorridos en bicicleta,
    Marruecos, Chile y, como
    no, las suaves lomas verdes de Galicia salpicadas de aldeas.
    Lugares con una cierta música, un olor, una textura de
    pulpo, pan con tomate y albariño.

    Personas. Aparecían rostros, como una
    constelación que me cercaba y mecía. Mis padres,
    mis hermanos, mi compañera, cuatro o cinco amigos.
    Paisajes humanos.

    Quizás podría sentirme confortable en
    cualquier lado si pudiera llevar conmigo esa constelación
    de amor formada por ellos. Quien sabe.

    Todo ello, los lugares y las personas, daban forma a mi
    identidad, una
    cosmología diversa construida con sus diferencias y sus
    semejanzas. Mi pequeño gran universo
    confortable, en continua transformación.

    Desde entonces lucho porque ningún
    político interesado me diga cómo está hecha
    mi identidad.

    Mi identidad. Única, personal. Inexplicable,
    si.

    25 de julio

    La justicia ha condenado a TVE por su tratamiento
    informativo en la última huelga
    general. El siete de mayo, en este diario, yo no andaba tan
    desencaminado.

    1 de agosto

    Hoy empiezan mis vacaciones. El mes de julio ha
    terminado siendo, en contra de lo habitual, bastante complicado.
    Entrevistas,
    planes ocupacionales, casos de violencia doméstica. Todo
    ello aderezado con un calor que
    licua los informes, funde los ordenadores y explota en las sienes
    provocando un sudor que, sin pedir permiso, mana por mis axilas y
    se desliza sibilinamente por los pies.

    Cada año tengo la sensación de hacer, en
    el último momento, un sprint al borde de lo soportable,
    sabiendo que en la meta me espera
    el premio de un mes sanador.

    Para mi las vacaciones son lo más parecido a
    aquellos días en que, siendo un niño, me quedaba en
    casa sin ir al colegio; febril, envuelto en mantas, con un tebeo
    en una mano y un vaso de leche caliente con miel en la otra. Un
    oasis de felicidad.

    4 de septiembre

    Durante las vacaciones no he escrito nada, no quiero
    aburrir a nadie que pueda leer esto con mis aventuras veraniegas:
    ¿Qué tal las vacaciones? Muy bien ¿Cortas
    no? Ya lo creo. Pero se le cargan a uno las pilas,
    ¿eh? Pues, eso, que no quiero aburrir a nadie.

    A la vuelta he leído los inevitables
    artículos de cada año sobre la depresión
    postvacacional y las recomendaciones para evitarla.

    En mi caso más que depresión
    sufro lo que yo llamo un "trastorno nostálgico" que dura
    dos o tres días. Y es que cuesta olvidar como se come, se
    descansa y se mira el mar en la Costa da Morte o en el
    edén de Zarauz.

    5 de septiembre

    Ser educador social puede ser terrible y extraordinario,
    monótono y apasionante, a veces es todo eso y a veces es
    nada. Que sea una cosa u otra depende de elementos externos (el
    sueldo, el jefe, los usuarios, el espacio de trabajo, el horario,
    etc.) y de la perspectiva que cada uno tiene. En lo que a mi
    respecta hace tiempo que decidí que el trabajar con
    personas es algo apasionante y un privilegio, aunque a veces,
    muchas veces, demasiadas veces, te den ganas de mandarlo todo a
    paseo.

    No es que me guste trabajar pero si trabajo en lo que me
    gusta.

    6 de septiembre

    Estos últimos días he hablado, por primera
    vez, con los nuevos regidores de servicios sociales de los
    ayuntamientos donde trabajo.

    Antes de irme de vacaciones hubo elecciones municipales.
    Todo el proceso electoral, con su constante y agotador bombeo de
    información, me produjo tal
    saturación que no me apetecía escribir sobre la
    cuestión. Quizás ahora, con la distancia, se me
    ocurra decir algo

    Por la tarde

    El asunto de la distancia, o, mejor dicho, la falta de
    ella, es una de las dificultades que tiene el trabajo social y
    también el periodismo.

    En el periodismo la inmediatez que exige dar la noticia
    al segundo impide recabar la suficiente información y consultar todas las fuentes.
    Los telediarios, esos magazines apresurados de la actualidad, han
    hecho un dogma de la mentira más perversa que difunde la
    televisión: que una imagen vale más que mil
    palabras.

    Si, es verdad, la ilusión óptica
    de la imagen, su atracción y, porque no decirlo, el poco
    esfuerzo que nos implica a los espectadores, hacen aparecer todo
    nítido, suave, sin indigestiones. Pura mayonesa light.
    Pero en verdad nada se nos dice acerca de los motivos, la
    historia, las consecuencias, los interrogantes o las personas que
    conforman esa noticia.

    En los servicios sociales también nos presionan
    para dar respuestas inmediatas. La presión
    puede ser tan fuerte que acabamos exigiendo a las familias
    cambios acelerados, o tomando medidas drásticas e
    inoportunas. Nuestro trabajo, por el contrario, exige distancia
    para madurar las intervenciones y para conocer a las
    personas.

    Se trata de una distancia también física y
    emocional. Si uno no se aleja lo suficiente de los hechos
    después de haberlos vivido, si se queda ahí,
    implicándose hasta los huesos y no se es
    capaz de apartarse unos metros y unos días, corre el
    riesgo de que
    todo se difumine.

    Prueben a ponerse la palma de la mano en la
    nariz.

    8 de septiembre

    Hoy ha sido un día muy tranquilo. Yo
    también lo estoy. Me noto relajado, con buen color de cara, el
    efecto vacacional todavía dura. Poco a poco la cara
    irá somatizando las horas mal dormidas, las entrevistas
    infinitas, el agarrotamiento de conducir, el cansancio de
    escuchar. Poco a poco, el rictus se tornará más
    cansino. Pero eso no se notará hasta marzo, por lo
    menos.

    Más tarde:

    Políticos. De momento los tres concejales de
    servicios sociales que he conocido (cada uno de un municipio)
    auguran una buena sintonía. Pero, como el rictus de mi
    cara, que va cambiando con los meses, habrá que esperar
    también a marzo para hacer un primer balance.

    De concejales de servicios sociales hay,
    básicamente, de tres tipos, sean hombre o
    mujer:

    En primer lugar está el regidor responsable de la
    concejalia que asume. Busca una buena sintonía con sus
    técnicos, los motiva y les exige a la vez. Se pelea con su
    equipo de gobierno para que
    su área sea fuerte en el ayuntamiento, con un presupuesto
    importante y no una mera comparsa. Quiere un buen equilibrio
    entre necesidades de sus ciudadanos, proyectos de sus
    técnicos y presupuestos
    del ayuntamiento.

    Luego está el regidor fantasma. Es el que
    desaparece por completo y ya no le vuelves a ver el pelo en toda
    la legislatura. Te vuelves imbecil buscándolo y te da
    largas mientras tu te preguntas, preso de los nervios, porque
    diantre dirige un área que le trae sin cuidado. Cuando
    suele aparecer, tarde, a destiempo y sin disculparse, cuando
    suele aparecer, digo, entonces mete la pata hasta el
    fondo.

    En tercer lugar está el regidor intervencionista,
    omnipresente, sabelotodo, chulo. Suele decir, sin reservas y como
    perdonándote la vida, que el si que sabe de lo social, que
    le vas a explicar. Alguna vez, quizás, ostentó
    algún cargo de vete a saber qué. No respeta lo
    más mínimo a sus técnicos, te dice
    qué y como debes hacer tu trabajo, tiene siempre un no por
    respuesta. Se carga equipos y proyectos a diestro y siniestro,
    reinventando la pólvora. En fin, el que hace más de
    técnico frustrado que de político.

    En mi camino como educador social he tenido regidores de
    todo tipo. Propongo un juego de rol que se llame: En busca del
    buen concejal. Piensen en su ciudad. Métanse en la
    piel de cada
    uno de estos tres políticos y luego intenten llevar a
    cabo, con cada uno, una política
    social coherente. Tranquilos, si con alguno la cosa no sale
    bien se encontrará usted echándole la culpa a los
    demás, eso será un rasgo definitorio de su
    personaje.

    9 de septiembre

    Hay oasis televisivos que nunca decepcionan. Hoy he
    visto un programa sobre la lectura en
    el canal 33 que se llama Alexandria. Es de las pocas veces que he
    disfrutado con un programa de televisión sobre
    libros.

    Entrevistaban a Alfred Bosch que, además de
    novelista, es un gran experto en África. Le escuche hace
    tiempo en una conferencia muy
    interesante donde hablaba de una África alejada de los
    tópicos más manidos. Hablaba de esa África
    que no se hunde, donde un potencial humano y natural
    impresionante lucha por salir a flote. Otro autor, Kapuscinski
    escribió en su día Ébano, una obra
    maestra que acabo de leer, imprescindible para entender al
    continente vecino y a las personas que vienen de el para
    quedarse.

    La entrevista a Alfred Bosch utiliza los cánones
    visuales actuales. Es decir, continuos movimientos de
    cámara, diferentes enfoques, interrupciones para presentar
    otras cosas, etc. Se supone, que todo eso no aburrirá al
    espectador. Es lo moderno y en el fondo me gusta. Pero no
    hacen falta tantos artilugios. El secreto sigue siendo un buen
    entrevistador y un invitado con cosas interesantes que decir.
    Supongo que por eso disfruto con las entrevistas
    lánguidas, visualmente monótonas pero apasionantes,
    que Joaquin Soler Serrano hacia a personajes como Julio Cortazar o
    Dalí en un antiguo programa de la televisión, en
    blanco y negro, que se llamaba A fondo y que se puede
    conseguir en las bibliotecas.

    16 de septiembre

    Usuarios de servicios sociales. También llamados
    coloquialmente nuestros usuarios.

    Clientes, pacientes, público, turistas, usuarios.
    Cada profesión define a las personas a las que atiende y
    reflexiona sobre ellas.

    Para nosotros el concepto
    Nuestros Usuarios no designa solo a la persona que va a
    los servicios sociales. No. Para educadores y trabajadoras
    sociales, Nuestros Usuarios es toda una categoría,
    subliminal si se quiere, pero categoría al fin.
    Nuestros Usuarios, pensamos en privado, son unas personas
    con unas características determinadas: una cierta
    manera de vestir más bien sencilla, un lenguaje
    más bien pobre, una procedencia más bien
    sospechosa, una actitud
    más bien sumisa.

    Por eso cuando alguien viene al servicio y no
    está cortado bajo ese patrón nos permitimos decir
    que no es como Nuestros Usuarios. Es decir está
    ahí casi por accidente y no volverá
    más.

    Muchos servicios sociales están también
    hechos, ¡como no! a la medida de Nuestros Usuarios:
    Despachos de segunda mano, locales en la ruina, luz tenebrosa,
    etc. Es decir les atendemos conforme a su
    categoría.

    Un café después:

    A medida que los servicios sociales se modernizan y
    ofrecen una atención profesional y cualificada, usuario
    del servicio puede ser cualquiera. También, claro, las
    personas sencillas y sumisas, pero no solo ellas. Eso nos
    incomoda. No nos acabamos de acostumbrar a tratar con alguien que
    reivindique sus derechos, que nos exija, que
    proteste, que tenga dignidad a pesar de su pobreza.
    Estábamos más cómodos en nuestro papel de
    dominadores. Es comprensible, dado nuestra vocación
    original de pastores de rebaños.

    Pero habrá que ir educándose.

    No es algo que se solucione sólo con un código
    ético de conducta, es algo
    que va más allá. Se trata de la visión que
    tenemos del mundo y de nosotros mismos. Se trata de ver si la
    piedra que llevamos sobre nuestras espaldas de educadores
    sociales, una piedra hecha de normas sociales,
    convenciones de grupo y leyes de
    mayorías es demasiado pesada para defender al individuo.
    Si respetamos su unicidad o lo aplastamos definitivamente en la
    masa.

    Abrir los servicios sociales, dirigirnos a toda la
    población, tirar ya el lastre histórico del
    paternalismo.

    Para ello hay que empezar a ser intolerante con algunos
    temas que parecen los menos importantes. Estoy hablando de la
    necesidad de trabajar en buenos despachos, aireados, con paredes
    bien pintadas para que uno no se deprima al entrar. No es
    sólo una cuestión de confort (que también),
    es algo simbólico. Un lenguaje cuidado, una
    atención exquisita. Estoy hablando de IMAGEN, si. Marketing o
    como quieran llamarlo, eso tan denostado por nosotros,
    idólatras de lo cutre.

    Sólo así nos haremos visibles. Sólo
    así nos mirarán.

    20 de septiembre

    En un reportaje aparecido en El País el
    periodista John Carlin dice:

    "El peligro de la institucionalización de la
    ayuda alimentaría es que crea dependencia de los
    países desarrollados (…) el resultado es que la
    gente se limita a esperar sentada en toda
    África".

    También Philip Gourevitch en su estupendo libro
    Queremos informarle de que mañana seremos asesinados
    junto con nuestras familias
    , acerca del asesinato masivo de
    tutsis en Ruanda en 1994, señala que la acción
    humanitaria se utilizó como vehículo de
    acción política
    convirtiéndose en parte activa (y a veces lucrativa) del
    conflicto. Ante las palabras de un cooperante de ACNUR (Alto
    Comisionado de las Naciones Unidas
    para los Refugiados) diciendo que el sólo estaba en Ruanda
    para hacer, no para pensar, Gourevitch apunta si
    "no pensar, sólo actuar" no se asemeja demasiado a la
    actitud mental
    de un mercenario.

    También en nuestra sociedad la
    actitud paternalista y asistencialista de administraciones y a
    veces de voluntariosas personas, vuelve pasivas a los
    receptores de esas ayudas. Paradójicamente, les impide
    crecer.

    En ese ayudar antes de que el otro pida ayuda, en ese
    imposibilitar que el otro también pueda dar y no
    sólo recibir, en tanto sacrificio desinteresado hay
    demasiada mala conciencia.

    23 d’octubre

    Reunión agotadora en una escuela. Teníamos
    diferentes puntos de vista a la hora de trabajar con una
    familia.

    Algunos profesores, con una ansiedad por otra parte
    comprensiva en alguien que ve a los niños cada día,
    nos presionaban en cierto modo para que tomásemos medidas
    más drásticas (en última instancia, el
    ingreso de los niños en un centro).

    Hace unos años vi la película Lady Bird
    Lady Bird del director Kean Loach. En ella se hace una
    crítica durísima a los servicios sociales de la
    etapa tatcheriana. Secuencia a secuencia, los encargados de
    proteger a la familia, van arrancando uno a uno los niños
    a su madre de una manera injusta y desproporcionada.

    Supongo que el señor Loach se documentó
    bien sobre los desmanes de la administración
    británica en aquel momento. Como director comprometido que
    es resulta normal que sea crítico con el poder. Cosa que
    alabo.

    En la extraordinaria película Hoy empieza
    todo
    de Bertrand Tavernier, un profesor se erige en salvador
    de familias ante la inoperancia de los servicios
    sociales.

    También salimos malparados en el cine español ya
    sea por acción o por omisión.

    He disfrutado con estas películas, como
    espectador y como educador, porque para mi la crítica
    siempre es un acicate para ser mejor profesional. Lo que pasa es
    que mi experiencia en la atención primaria es totalmente
    contraria a la que relata el señor Loach en su
    película. No es esto ningún reproche a esa
    película es sólo que, de vez en cuando y sin que
    sirva de precedente, nos merecemos un reconocimiento al trabajo
    bien hecho. Se que queda feo felicitarse uno mismo pero, en mi
    caso, no creo que haya riesgo de autocomplacencia.

    Como decía, he trabajado en algunos casos de
    menores donde se daba una cierta negligencia por parte de los
    padres y donde vecinos y, a veces, otros profesionales
    ejercían una presión
    brutal para ingresarlos en un centro. En esos casos, en los que
    no se trataba de un desamparo (lo cual justificaría una
    medida de ese tipo) pero si de una situación familiar
    crítica, lo más fácil es quitar la tutela y
    la guarda a los padres. No es lo más adecuado ni lo
    más profesional, sin duda, pero si, lo más
    fácil. Son decisiones con las que se cubre uno las
    espaldas y se duerme a pierna suelta.

    Pero uno elige ser un profesional, se traga los miedos
    infundados y se la juega. Se trata de elegir entre trabajo
    socioeducativo (con la incertidumbre que eso representa) o
    maltrato institucional, entre protección a los menores o
    chapuza.

    Después toda esa presión a la que me
    refería puede hacer que no duermas bien algunas noches, a
    pesar de que la decisión sea la correcta y la haya tomado
    un buen equipo profesional (y el nuestro lo es).

    Todo esto también podría dar para una
    buena película.

    De todas formas, como decía, estamos agotados por
    la reunión. Satisfechos pero agotados. Se que
    llegaré a casa y repasaré una y otra vez los
    momentos más críticos de la reunión,
    aquellos en que no estuve acertado, aquello que tenia que haber
    dicho y se me escapó. Lo que coloquialmente llamamos no
    desconectar
    .

    Por la tarde, un cielo limpio y
    radiante.

    A pesar de todo, uno tiene sus defensas:

    Prélude à l’après-midi
    d’un faune
    , de Debussy, desde mi equipo de
    música, en el sofá. Cierro los ojos. En algunos
    pasajes la música me lleva en volandas, meciéndome
    entre cielos perfectos y criaturas del bosque.

    En La Mer, Debussy me hace viento, agarra mis
    pensamientos y los lanza violentamente contra el acantilado. Te
    calma, te zarandea, te duerme, te hace mar.

    La música, hablando de certezas
    epidérmicas. Tan inasible y a la vez tan
    humana.

    La música, un goce resiliente, lamiendo las
    heridas.

    27 de octubre

    Continuamente, ese ente que llamamos opinión
    pública necesita nutrirse de chivos expiatorios con
    los que explicar sus dolencias y su mala uva. Ayer eran las drogas o la
    juventud, hoy son los inmigrantes. El poder se ocupa de alimentar
    la bilis del vox populí juntando y confundiendo, en
    todos sus discursos, los
    términos inmigración e inseguridad
    ciudadana. Al fin y al cabo, el poder consiste en hacer
    interiorizar como nuestros sus propios delirios.

    Hay un elemento que siempre homologa esos chivos
    expiatorios en toda la historia: La
    pobreza.

    Los pobres se erigen así en víctimas y
    culpables al mismo tiempo.

    5 de noviembre

    Reunión de ÀGORA. ÀGORA es un grupo
    de profesionales formado por una psicóloga y una pedagoga
    del EAIA (equipo de atención a la infancia i
    adolescencia),
    dos trabajadoras sociales y un educador de atención
    primaria, que nos dedicamos a reflexionar, leer y escribir sobre
    temas de nuestra profesión. Nos reunimos una vez al mes y
    ya hemos participado en varios congresos. ÀGORA nos
    permite romper la falsa dicotomía entre teoría y
    praxis. Un oasis necesario.

    10 de noviembre

    Cuando entrevisto a un padre o una madre y le hablo
    acerca de su responsabilidad en algún asunto relacionado
    con sus hijos ellos responden que es cierto, que son
    culpables de lo que ha pasado. Responsabilidad o culpa,
    siempre tengo que aclarar este entuerto antes de seguir con
    la
    entrevista.

    La responsabilidad remite a la libertad del individuo, a
    su posibilidad de elección ante diferentes opciones.
    Cuando a alguien se le hace responsable también se le abre
    una puerta de esperanza: puesto que fue responsable en su
    día de una determinada negligencia, es responsable
    también (por tanto tiene la fuerza, la
    libertad, la capacidad) de actuar de otra manera.

    La sociedad (nosotros en su representación) debe
    ofrecer diferentes opciones. Ni que decir tiene que mientras
    más justa, democrática y abierta es una sociedad,
    más opciones plantea.

    El cambio siempre es posible desde esta óptica.
    A alguien que se le hace responsable se le legitima para
    actuar.

    La culpa, por el contrario, paraliza. Con la culpa solo
    se desarrollan los remordimientos de conciencia que
    minan el interior de la persona y le imposibilitan cualquier
    posibilidad de cambio. La culpa obliga al pago de una deuda en
    forma de castigo. El castigo, cuando no es la multa o la
    cárcel, remite a un castigo interior: el
    resentimiento.

    Nietzsche, que ha hurgado como nadie en la raíz
    etimológica de los conceptos culpa y mala conciencia
    señala como estos nacen con las religiones, especialmente la
    cristiana. La mala conciencia, esa deuda no saldada, germina de
    la represión de los instintos que al no poderse
    desarrollar hacia fuera, se vuelven hacia dentro. Este
    resentimiento interior está en el origen del alma
    en el
    hombre.

    La mala conciencia es la fuente de donde nacen todos los
    sacrificios personales, todo el mal dirigido hacia uno
    mismo, toda la represión, el masoquismo, la penitencia del
    hombre. Después la iglesia
    cristiana se encargará de ensalzar en los altares el
    sacrificio personal en la Tierra en
    aras de conseguir una meta ideal: el paraíso
    eterno.

    Culpa, individualidad, el bien y el mal. Nosotros, tan
    cargados de moral y de
    buenas intenciones tenemos una cita obligada con Nietzsche el
    solitario, el vitalista, el psicólogo que mejor nos
    conoce.

    13 de noviembre

    Con una cita de Nietzsche
    termino la primera parte de este diario: "Hay que apartar de
    nosotros el mal gusto de querer coincidir con muchos".

     

    Sera Sánchez

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