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V. I. Lenin. El imperialismo,  fase superior del capitalismo (página 2)



Partes: 1, 2

II. LOS BANCOS Y SU NUEVO
PAPEL

    La operación
fundamental y primordial de los bancos consiste
en servir de intermediarios para los pagos. En relación
con ello, los bancos convierten el capital
monetario inactivo en activo, esto es, que rinde beneficio;
reúnen toda clase de ingresos
metálicos y los ponen a disposición de la clase de
los capitalistas.

    A medida que van
desarrollándose los bancos y que va acentuándose su
concentración en un número reducido de
establecimientos, de modestos intermediarios que eran antes, se
convierten en monopolistas omnipotentes que disponen de casi todo
el capital
monetario de todos los capitalistas y pequeños patronos,
así como de la mayor parte de los medios de
producción y de las fuentes de
materias primas de uno o de varios países. Esta
transformación de los numerosos y modestos intermediarios
en un puñado de monopolistas constituye uno de los
procesos
fundamentales de la transformación del capitalismo en
imperialismo
capitalista, y por esto debemos detenernos, en primer
término, en la concentración de los
bancos.

    En el año
económico de 1907 a 1908, los depósitos de todos
los bancos anónimos de Alemania que
poseían un capital de más de un millón de
marcos eran de 7.000 millones de marcos; en el año
económico de 1912 a 1913, de 9.800 millones; un aumento de
un 40% en cinco años. Además, de esos 2.800
millones de aumento, 2.750 millones correspondían a 57
bancos con un capital de más de 10 millones de marcos. La
distribución de los depósitos entre
los bancos grandes y pequeños era la
siguiente:*

PERCENTAGE OF TOTAL DEPOSITS

Años

En los gran-
des bancos
berlineses,
en número
de 9

En los 48
bancos res-
tantes con
un capital
de más de
10 millones

En 115 ban-
cos con un
capital de
1 a 10
millones

En los peque-
ños bancos
con menos
de 1 millón

 

 1907/8 .   .   .
  .
 
 1912/13   .   .   .
 

 

47
 
49
 

 

32,5
 
36  
 

 

16,5
 
12  
 

 

4
 
3
 

    Los
pequeños bancos van siendo eliminados por los grandes, de
los cuales nueve concentran casi la mitad de todos los
depósitos. Pero aquí no se tiene todavía
mucho en cuenta, por ejemplo, la transformación de una
serie de pequeños bancos en agencias efectivas de los
grandes, etc., de lo cual trataremos más
adelante.

    A fines de 1913,
Schulze-Gaevernitz fijaba los depósitos de los nueve
grandes bancos berlineses en 5.100 millones de marcos sobre un
total de cerca de 10.000 millones. Tomando en
consideración no sólo los depósitos, sino
todo el capital bancario, ese mismo autor
escribía:

    "A fines de 1909, los nueve
grandes bancos berlineses, junto con los bancos adheridos a
ellos
, administraban 11.300 millones de marcos, esto es,
cerca del 83% de la suma del capital bancario alemán. El
'Banco
Alemán' ("Deutsche Bank"), que administra, junto con
los bancos adheridos a él
, cerca de 3.000 millones de
marcos, representa, al lado de la
administración prusiana de las líneas
férreas del Estado, Ia
aglomeración de capital más considerable, con la
particularidad de estar en alto grado descentralizada, del viejo
mundo".

    Hemos subrayado la
indicación relativa a los bancos "adheridos", porque esto
se refiere a una de las particularidades características más importantes de
la concentración capitalista moderna. Los grandes
establecimientos, particularmente los bancos, no sólo
absorben directamente a los pequeños, sino que los
"incorporan", los subordinan, los incluyen en "su" grupo, en su
consorcio (konzern) — según el término
técnico — por medio de la "participación" en su
capital, de la compra o del cambio de
acciones, del
sistema de
crédito, etc., etc. El profesor Liefmann ha
consagrado un voluminoso "trabajo" de medio millar de
páginas a la descripción de las "sociedades
contemporáneas de participación y
financiación"**, pero, por desgracia, agregando
razonamientos "teóricos" de calidad
más que inferior a un material bruto, a menudo mal
digerido. El resultado a que conduce este sistema de
"participación", desde el punto de vista de la
concentración, se halla indicado mejor que en ninguna otra
parte en la obra del "financiero" Riesser sobre los grandes
bancos alemanes. Pero antes de examinar sus datos daremos un
ejemplo concreto del
sistema de "participación".

    El "grupo" del
"Banco
Alemán" es uno de los más importantes, por no decir
el más importante, de los grupos de grandes
bancos. Para darse cuenta de los hilos principales que atan entre sí a los bancos del
grupo mencionado, hay que distinguir la "participación" de
primero, segundo y tercer grado, o, lo que es lo mismo, la
dependencia (de los bancos más pequeños con
respecto al "Banco Alemán") de primero, segundo y tercer
grado. Resulta lo siguiente
:

El "Banco Alemán"
participa

Dependencia de
primer grado

Dependencia de
segundo grado

Dependencia de
tercer grado

De un modo per-
 manente
 
Durante un tiempo
 indeterminado
 
De vez en cuando
 

en 17 bancos
 
 
"   5   " 
 
 
"   8   " 
 

de los cuales 9 
participan en 34
 

 
 
de los cuales 5 
participan en 14

de los cuales 4
participan en 7
 

 
 
de los cuales 2
participan en 2

Total .
  .   .   .   .
 

en 30 bancos
 

de los cuales 14
participan en 48

de los cuales 6
participan en 9

    Entre los ocho
bancos de "dependencia de primer grado" sometidos al "Banco
Alemán" "de vez en cuando", figuran tres bancos
extranjeros: uno austriaco (la "Sociedad
Bancaria", de Viena — "Bankverein" –) y dos rusos (el "Banco
Comercial Siberiano" — "Sibirski Torgovi Bank" — y el "Banco
Ruso para el Comercio
Exterior" — "Russki Bank dliá vneshnei torgovli" –).
En total forman parte del grupo del "Banco Alemán",
directa o indirectamente, parcial o totalmente, 87 bancos, y el
capital total, propio o ajeno, de que dispone el grupo se calcula
en dos o tres mil millones de marcos.

    Es evidente que un banco que
se halla al frente de un grupo tal y que se pone de acuerdo con
media docena de otros, casi tan importantes como él, para
operaciones
financieras singularmente grandes y lucrativas, tales como, por
ejemplo, los empréstitos de Estado, ha
superado ya el papel de
"intermediario" y se ha convertido en la alianza de un
puñado de monopolistas.

    Los datos de Riesser
que damos a continuación, en forma abreviada, muestran la
rapidez con que a fines del siglo XIX y principios del XX
se ha efectuado la concentración de los negocios
bancarios en Alemania:

SEIS GRANDES BANCOS BERLINESES TENIAN

Años

Sucursales
en
Alemania

Cajas de de-
posito y ofi-
cinas de
cambio

Participación
permanente
en los bancos
anónimos
alemanes

Total de
estable-
cimientos

1895   .   .  
.

1900   .   .   .

1911   .   .   .
 

 16

 21

104
 

 14

 40

276
 

 1

 8

63
 

 42

 80

450
 

    Estos datos
nos permiten ver cómo se extiende la espesa red de canales que abrazan a
todo el país, que centralizan todos los capitales e
ingresos
monetarios, que convierten a los millares y millares de
explotaciones dispersas en una explotación capitalista
única, nacional en un principio y mundial después.
La "descentralización" de que en el pasaje que
hemos reproducido más arriba, hablaba Schulze-Gaevernitz
en nombre de la economía
política burguesa de nuestros días, consiste,
en realidad, en la subordinación a un centro único
de un número cada día mayor de unidades
económicas que antes eran relativamente "independientes",
o, más exactamente, que tenían un carácter
estrictamente local. Se trata, pues, en efecto, de la centralización, del reforzamiento del
papel, de la
importancia y del poder de los
gigantes monopolistas.

    En los países
capitalistas más viejos, dicha "red bancaria" es
todavía más espesa. En Inglaterra
(comprendida Irlanda), en Iglo, el número de sucursales de
todos los bancos era de 7.151. Cuatro grandes bancos contaban con
más de 400 sucursales cada uno (de 447 a 689); otros
cuatro, con más de 200, y 11 con más de 100 cada
uno.

    En Francia, los
tres bancos más importantes: el "Crédit Lyonnais",
el "Comptoir National" y la "Société
Générale" han desarrollado sus operaciones y la
red de sus sucursales del modo siguiente:*

Años

Número de sucursales
y de cajas

Capitales (en mi-
llones francos)

En pro-
vincias

En París

Total

Propios

Ajenos

1870   .   .   .
  .  .

1890   .   .   .   .  .

1909   .   .   .   .  .
 

   47

  192
 
1,033
 

 17

 66

196
 

   64

  258

1,229
 

200

265

887
 

  427

1,245

4,363
 

    Para caracterizar las
"relaciones" de un gran banco moderno, Riesser suministra datos
sobre el número de cartas enviadas y
recibidas por la "Sociedad de
Descuento" ("Disconto-Gesellschaft"), uno de los bancos
más importantes de Alemania y de todo el mundo (su capital
ascendía, en 1914, a 300 millones de marcos):

Años

Numero de cartas
recibidas

Numero de cartas
remitidas

1852  .  .  .
 .  .

1870  .  .  .  .  .

1900  .  .  .  .  .
 

  6.135

 85.800

533.102
 

  6.292

 87.513

626.043
 

    En el gran
banco parisién "Crédit Lyonnais", el número
de cuentas
corrientes, que en 1875 era de 28.535, pasó a 633.539, en
1912*.

    Estas simples cifras
muestran, quizá con mayor evidencia que largos
razonamientos, cómo la concentración del capital y
el aumento del giro de los bancos transforman radicalmente la
importancia de estos últimos. Los capitalistas dispersos
vienen a formar un capitalista colectivo. Al llevar una cuenta
corriente para varios capitalistas, el banco, al parecer, realiza
una operación puramente técnica, únicamente
auxiliar. Pero cuando esta operación crece en proporciones
gigantescas, resulta que un puñado de monopolistas
subordina las operaciones comerciales e industriales de toda la
sociedad capitalista, obteniendo la posibilidad — por medio de
sus relaciones bancarias, de las cuentas
corrientes y otras operaciones financieras –, primero, de
enterarse con exactitud del estado de los negocios de
los distintos capitalistas, y, después, de
controlarlos, de ejercer influencia sobre ellos mediante
la ampliación o la restricción del crédito, facilitándolo o
dificultándolo y, finalmente, de determinar
enteramente
su destino, de determinar su rentabilidad,
de privarles de capital o de permitirles acrecentarlo
rápidamente y en proporciones inmensas, etc.

    Acabamos de aludir al capital
de 300 millones de marcos de la "Sociedad de Descuento" de
Berlín. Este aumento del capital de dicha sociedad fue uno
de los episodios de la lucha por la hegemonía entre los
dos bancos berlineses más importantes: el "Banco
Alemán" y la "Sociedad de Descuento".

    En 1870, el primero,
todavía un novato, no contaba más que con un
capital de 15 millones, mientras que el del segundo se elevaba a
30 millones. En 1908, el primero tenía un capital de 200
millones; el del segundo era de 170 millones. En 1914, el primero
elevó su capital a 250 millones; el segundo, mediante la
fusión
con otro banco importantísimo, la "Alianza Bancaria de
Schaffhausen", a 300 millones. Y, naturalmente, esta lucha por la
hegemonía se desarrolla paralelamente a los "acuerdos",
cada ve~ más frecuentes y más sólidos, entre
los dos bancos. He aquí a qué conclusiones hace
llegar este desarrollo de
los bancos a los especialistas en cuestiones bancarias, que
examinan los problemas
económicos desde un punto de vista que no va más
allá, ni mucho menos, de los límites
del reformismo burgués más moderado y
puntual:

    "Los demás bancos
seguirán el mismo camino — decía la revista
alemana 'Die Bank', con motivo de la elevación del capital
de la 'Sociedad de Descuento' a 300 millones –, y los
trescientos individuos que en el momento actual rigen los
destinos económicos de Alemania se verán reducidos
con el tiempo a 50, 25 0
menos. No hay que esperar que el movimiento
moderno de concentración quede circunscrito a los bancos.
Las estrechas relaciones entre diferentes bancos conducen
asimismo, de un modo natural, al acercamiento entre los sindicatos de
industriales que se hallan protegidos por estos bancos. . . Un
buen día nos despertaremos, y ante nuestros ojos
asombrados no habrá más que trusts, y nos
hallaremos en la necesidad de reemplazar los monopolios privados
por los monopolios de Estado. Y, sin embargo, en realidad,
nosotros no tendremos nada que reprocharnos, a no ser el haber
dejado que la marcha de las cosas se desarrollara libremente,
acelerada un poco por el uso de las acciones"*.

    He aquí un ejemplo de
la impotencia del periodismo
burgués, del cual la ciencia
burguesa se distingue sólo por una menor franqueza y por
la tendencia a velar la esencia de las cosas, a ocultar el bosque
tras los árboles. "Asombrarse" de las consecuencias
de la concentración, hacer "reproches" al gobierno de la
Alemania capitalista o a la "sociedad" capitalista ("nosotros"),
temer la "aceleración" de la concentración como
consecuencia de la introducción de las acciones, del mismo
modo que un especialista alemán en cartels, Tschierschky,
teme los trusts norteamericanos y "prefiere" los cartels
alemanes, porque, según él, no son tan susceptibles
"de acelerar de un modo tan excesivo como los trusts el progreso
técnico y económico"[],
¿no es todo esto una prueba de impotencia?

    Pero los hechos no dejan de
ser hechos. En Alemania no hay trusts, sino "solamente" cartels,
pero dirigen el país no más de 300 magnates
del capital, y su número disminuye sin cesar. Los bancos,
en todo caso, en todos los países capitalistas, cualquiera
que sea la diferencia entre las legislaciones bancarias,
intensifican y aceleran enormemente el proceso de
concentración del capital y de constitución de monopolios.

    "Los bancos crean en escala social la
forma, y nada más que la forma, de la contabilidad
general y de la distribución general de los medios de
producción", escribía Marx, hace medio
siglo, en "El Capital" (trad. rusa, t. III, parte II, pág.
144). Los datos que hemos reproducido referentes al incremento
del capital bancario, al aumento del número de oficinas de
cambio y
sucursales de los bancos más importantes, de sus cuentas
corrientes, etc., nos muestran concretamente esa "contabilidad
general" de toda la clase de los capitalistas y aun no
sólo de los capitalistas, pues los bancos recogen, aunque
no sea más que temporalmente, toda clase de ingresos
monetarios de los pequeños propietarios, de los
funcionarios, de la reducida capa superior de los obreros, etc.
La "distribución general de los medios de
producción": he aquí lo que brota, desde el
punto de vista formal, de los bancos modernos, de los que los
más importantes en número de 3 a 6 en Francia, y de
6 a 8 en Alemania, disponen de miles y miles de millones. Pero,
por su contenido, esa distribución de los medios de
producción no es "general", ni mucho menos, sino privada,
esto es, conforme a los intereses del gran capital, y, en primer
lugar, del capital monopolista más grande, el cual obra en unas condiciones en las que
la masa de la población vive semihambrienta; condiciones
en las que todo el desarrollo de
la agricultura se
retrasa irremediablemente con respecto al de la industria, una
parte de la cual, la "industria
pesada", percibe un tributo de todas las demás ramas
industriales.

    En lo que se refiere a la
socialización de la economía capitalista,
empiezan a competir con los bancos las cajas de ahorro y los
establecimientos postales, los
cuales son más "descentralizados", es decir, atraen al
círculo de su influencia a un número mayor de
localidades, a un número mayor de puntos
recónditos, a sectores más vastos de la población. He aquí los datos
recogidos por la comisión norteamericana encargada de
investigar el desarrollo comparado de los depósitos en los
bancos y en las cajas de ahorro:[*]

DEPOSITOS (EN MILES DE MILLIONES OF
MARCOS)

 

Inglaterra

Francia

Alemania

En los
bancos

En las
cajas de
ahorro

En los
bancos

En las
cajas de
ahorro

En los
bancos

En las
socieda-
des de
crédito

En las
cajas de
ahorro

1880 .  .  .
 .
1888 .  .  .  .
1909 .  .  .  .
 

 8,4
12,4
23,2
 

1,6
2,0
4,2
 

?
1,5
3,7
 

0,9
2,1
4,2
 

0,5
1,1
7,1
 

0,4
0,4
2,2
 

 2,6
 4,5
13,9
 

 
  Las cajas de ahorro, que pagan el 4 y el 4 1/4% a
los depositarios, se ven obligadas a buscar la manera de colocar
de un modo "remunerativo" sus capitales, lanzarse a operaciones
sobre las letras de cambio, las hipotecas y otras. Las fronteras
existentes entre los bancos y las cajas de ahorro "van
desapareciendo cada vez más". Las Cámaras de
Comercio de
Bochum y de Erfurt, por ejemplo, exigen que se "prohiba" a las
cajas de ahorro realizar operaciones "puramente" bancarias, tales
como el descuento de letras; exigen la limitación de la
actividad "bancaria" de los establecimientos postales* Los
magnates bancarios temen verse alcanzados por el monopolio del
Estado cuando menos lo esperen. Pero, naturalmente, dicho temor
no va más allá de los límites de
la competencia entre
dos jefes de despacho de una misma cancillería, porque de
un lado, son de hecho, y al fin y al cabo, esos mismos
magnates del capital bancario los que disponen de los miles de
millones que constituyen el capital de las cajas de ahorro, y, de
otro lado, el monopolio del
Estado en la sociedad capitalista no es más que un medio
de elevar y asegurar los ingresos de los millonarios que
están a punto de quebrar en tal o cual rama de la
industria.

    La sustitución del
viejo capitalismo,
en el cual reina la Iibre concurrencia, por el nuevo
capitaíismo, en el que domina el monopolio, se expresa,
entre otras cosas, por la disminución de la importancia de
la Bolsa.

    "Hace ya tiempo — dice la
revista 'Die
Bank' — que la Bolsa ha dejado de ser el intermediario necesario
de la circulación, como ío era antes, cuando los
bancos no podían todavía colocar la mayor parte de
sus emisiones entre sus clientes".

    "<<Todo banco es una
Bolsa>>. Este aforismo moderno es tanto más justo
cuanto más grande es el banco, cuanto mayores son los
éxitos de la concentración en los negocios
bancarios". "Si antes, en los años
del 70, la Bolsa, con sus excesos de
juventud"
[alusión "delicada" al crac bolsista de 1873, a los
escándalos de Gründer, etc.], "abrió la
época de la industrialización de Alemania, en el
momento actual los bancos y la industria 'se las pueden arreglar
de un modo independiente'. La dominación de nuestros
grandes bancos sobre la Bolsa . . . no es otra cosa que la
expresión de la
organización completa del Estado industrial
alemán. Si se restringe de este modo el campo de
acción de las leyes
económicas que funcionan automáticamente y se
ensancha extraordinariamente el de la regulación
consciente a través de los bancos, aumenta así en
proporciones gigantescas la responsabilidad por la economía nacional de
unas cuantas cabezas dirigentes", dice el profesor alemán
Schulze-Gaevernitz***, apologista del imperialismo
alemán, quien es considerado como una autoridad por
los imperialistas de todos los países y que se esfuerza en
disimular una "pequeñez", a saber, que esa
"regulación consciente" a través de los bancos se
basa en el despojo del público por un puñado de
monopolistas "completamente organizados". La tarea del profesor
burgués consiste no en poner al des cubierto todo el
mecanismo y en desenmascarar todas las artimañas de los monopolistas bancarios, sino
en embellecerlos.

    Del mismo modo, Riesser,
economista y financiero más prestigioso todavía,
sale del paso por medio de frases que no dicen nada, con respecto
a hechos que es imposible negar:

    "La Bolsa va perdiendo cada
día más la cualidad, absolutamente indispensable
para toda la economía y para la circulación de
los valores,
no sólo de ser el instrumento más fiel de evaluación, sino también el
regulador casi automático de los movimientos
económicos que convergen hacia ella".

En otros términos: el viejo capitalismo, el
capitalismo de la libre concurrencia, con su regulador
absolutamente indispensable, la Bolsa, pasa a la historia. En su lugar, ha
aparecido el nuevo capitalismo, que tiene los rasgos evidentes de
un fenómeno transitorio, que representa una especie de
mescolanza de la libre concurrencia y del monopolio.

Surge de un modo natural la pregunta: ¿a
qué
tiende la "transición" de este nuevo
capitalismo? Pero los sabios burgueses tienen miedo de hacerse
esta pregunta.

    "Treinta años
atrás, los empresarios que competían libremente
entre sí realizaban las 9/10 de la labor económica
que no pertenece a la esfera del trabajo físico de los
"obreros". En la actualidad, son los funcionarios los que
realizan las 9/10 de esa labor económica intelectual. Los
bancos se hallan al frente de esta evolución".

    Esta confesión de
Schulze-Gaevernitz lleva una y otra vez a la cuestión de
saber a qué tiende esta transición del nuevo
capitalismo, del capitalismo en su fase imperialista.

    Entre el reducido
número de bancos que, como consecuencia del proceso de
concentración, se queda al frente de toda la
economía capitalista, se observa y se acentúa cada
día más, como es natural, la tendencia a llegar a
un acuerdo monopolista, al trust de los bancos. En los
Estados
Unidos, no son nueve, sino dos grandes bancos, de los
multimillonarios Rockefeller y Morgan, los que dominan sobre un
capital de 11.000 millones de marcos*. En Alemania, la
absorción, a que hemos aludido antes, de la "Alianza Bancaria Schaffhausen" por la "Sociedad
de Descuento", provocó las siguientes reflexiones por
parte del periódico
de los intereses bursátiles, la "Gaceta de
Francfort"[7]:

    "Con el incremento de la
concentración de los bancos, se restringe el
círculo de instituciones
a las cuales uno se puede dirigir en demanda de
crédito, como consecuencia de lo cual aumenta la
dependencia de la gran industria con respecto a un reducido
número de grupos bancarios.
Como resultado de la estrecha relación entre la industria
y el mundo financiero, la libertad de
movimiento de
las sociedades
industriales que tienen necesidad del capital bancario se ve
restringida. Por eso, la gran industria asiste con cierta
perplejidad a la trustificación de los bancos
(unificación o transformación en trusts), cada
día más intensa; en efecto, a menudo se ha podido
observar el germen de acuerdos determinados entre los consorcios
de grandes bancos, acuerdos cuya finalidad es limitar la competencia".

    Una y otra vez más se
ve que la última palabra en el desarrollo de los bancos es
el monopolio.

    En cuanto a la estrecha
relación existente entre los bancos y la industria, es
precisamente en esta esfera donde se manifiesta, acaso con
más evidencia que en ninguna otra parte, el nuevo papel de
los bancos. Si el banco descuenta las letras de un empresario, le
abre una cuenta corriente, etc., esas operaciones, consideradas
aisladamente, no disminuyen en lo más mínimo la
independencia
de dicho empresario y el banco no pasa de ser un modesto
intermediario. Pero si estas operaciones son cada vez más
frecuentes e importantes, si el banco "reúne" en sus manos
inmensos capitales, si las cuentas corrientes de una empresa
permiten al banco — y es así como sucede — enterarse, de
un modo cada vez más detallado y completo, de la
situación económica de su cliente, el
resultado es una dependencia cada día más completa
del capitalista industrial con respecto al banco.

    Paralelamente se desarrolla,
por decirlo así, la unión personal de los
bancos con las más grandes empresas
industriales y comerciales, la fusión de
los unos y de las otras por la posesión de las acciones,
la entrada de los directores de los bancos en los consejos de
vigilancia (o administración) de las empresas
industriales y comerciales, y viceversa. El economista
alemán Jeidels ha reunido datos muy detallados sobre esta
forma de concentración de los capitales y de las empresas.
Seis grandes bancos berlineses estaban representados, por sus
directores, en 344 sociedades industriales, y por los
miembros de sus consejos de administración, en otras 407, o sea, en total, 751
sociedades. En 289 sociedades tenían a dos de sus
miembros en los consejos de administración u ocupaban en
ellos la presidencia. Entre esas sociedades
mercantiles e industriales hallamos las ramas industriales
más variadas: compañías de seguros,
vías de comunicación, restoranes, teatros,
industria artística, etc. Por otra parte, en los consejos
de administración de esos seis bancos había (en
1910) 51 grandes industriales, entre ellos el director de la
firma Krupp, el de la gigantesca sociedad marítima "Hapag"
(Hamburgo-América), etc., etc. Cada uno de los seis
bancos, desde 1895 a 1910, participó en la emisión
de acciones y obligaciones
para varios centenares de sociedades industriales, más
concretamente, de 281 a 419*.

    "La unión personal" de los
bancos y la industria se completa con la "unión personal"
de ambas con el gobierno. "Los
puestos en los consejos de administración — escribe
Jeidels — son confiados voluntariamente a personalidades de
renombre, así como a antiguos funcionarios del Estado, los
cuales pueden proporcionar no pocas facilidades (!!) en las
relaciones con las autoridades. . . En el consejo de
administración de un banco importante hallamos
generalmente a un miembro del parlamento o del ayuntamiento de
Berlín".

    Los grandes monopolios
capitalistas van surgiendo y desarrollándose, por decir
así, a toda máquina, siguiendo todos los caminos
"naturales" y "sobrenaturales". Se establece
sistemáticamente una determinada división del
trabajo entre algunos centenares de reyes financieros de la
sociedad capitalista actual.

    "Paralelamente a esta
extensión del campo de acción de algunos grandes
industriales [que entran en los consejos de administración
de los bancos, etc.] y al hecho de que se confíe a los
directores de los bancos de provincias únicamente la
administración de una zona industrial determinada, se
produce cierto aumento de la especialización entre los
dirigentes de los grandes bancos. Tal especialización en
general es concebible únicamente en el caso de que
la empresa
bancaria, y particularmente sus relaciones industriales, tengan
grandes dimensiones. Esta división del trabajo se
efectúa en dos sentidos: de una parte, la relación
con la industria en su conjunto se confía, como
ocupación especial, a uno de los directores; de otra
parte, cada director es encargado del control de
empresas aisladas o de grupos de empresas afines por su
producción o por sus intereses [el capitalismo ha llegado
ya a ejercer el control organizado sobre las empresas
aisladas]. . . La especialidad de uno es la industria alemana, o
simplemente la de la Alemania occidental [la Alemania occidental
es la parte más incdustrial del país]; la de otro,
las relaciones con los industriales y los gobiernos extranjeros,
los informes sobre
los industriales, etc., sobre los negocios bursátiles,
etc. Además de esto, cada uno de los directores de banco,
a menudo queda encargado de una localidad o de una rama especial
de industria; uno trabaja principalmente en los consejos de
administración de las sociedades eléctricas, otro
en las fábricas químicas, azucareras o de cerveza, el
tercero en un cierto número de empresas aisladas y,
paralelamente, en el consejo de administración de
sociedades de seguros. . . En
una palabra, es indudable que en los grandes bancos, a medida que
aumentan las proporciones y la variedad de sus operaciones, se
establece una división del trabajo cada vez mayor entre
los directores, con el fin (que consiguen) de elevarlos un poco,
por decirlo así, por encima de los negocios puramente
bancarios, de hacerlos más aptos para tener un juicio
propio sobre los asuntos, para orientarse mejor sobre las
cuestiones generales de la industria y sobre las cuestiones
especiales de sus diversas ramas, de prepararlos para su
actividad en la esfera industrial de la influencia del banco.
Este sistema de los bancos se halla completado por la tendencia
de los mismos a elegir para sus consejos de administración
a gente que conozca bien la industria, a empresarios, a antiguos
funcionarios, particularmente a los que hayan trabajado en los
departamentos de ferrocarriles, minas", etc.

    En los bancos franceses
hallamos instituciones
similares, sólo que en una forma un poco diferenee. Por
ejemplo, uno de los tres grandes bancos franceses, el
"Crédit Lyonnais", ha organizado una sección
especial dedicada a recoger informaciones financieras: "Service
des études financieres". En dicha sección trabajan
permanentemente so personas: ingenieros, estadísticos,
economistas, abogados, etc. Cuesta de 600 a 700 mil francos
anuales. La sección se halla dividida a su vez en ocho
subsecciones: una recoge datos especiales sobre las empresas
industriales, otra estudia la estadística general, otra las sociedades
ferroviarias y navieras, otra los fondos, otra los balances
financieros, etc.**

    Resulta, de una parte, una
fusión cada día mayor, o según la acertada
expresión de N. Bujarin, la ensambladura de los capitales
bancario e industrial, y de otra, la transformación
de los bancos en instituciones de
un "caracter"
verdaderamente "universal". Juzgamos necesario reproducir los
términos exactos relativos a esta cuestión
empleados por Jeidels, el escritor que mejor la ha
estudiado:

    "Como resultado del examen de
las relaciones industriales en su conjunto, obtenemos el
carácter universal de los establecimientos
financieros que trabajan para la industria. En oposición a
otras formas de los bancos, en oposición a las exigencias,
formuladas a veces en la literatura, de que los
bancos deben especializarse en una esfera determinada de negocios
o en una rama industrial determinada a fin de pisar terreno
firme, los grandes bancos tienden a hacer sus relaciones con los
establecimientos industriales lo más variadas posible,
tanto desde el punto de vista del lugar como del género de
la producción; se esfuerzan en eliminar la
distribución desigual del capital entre las distintas
regioncs o ramas de la industria, desigualdad que halla su
explicación en la historia de diversos
establecimientos. . . Una tendencia con6iste en convertir la
relación con la industria en un fenómeno de orden
general; la otra, en trocarla en sólida e intensiva; ambas
están realizadas en seis grandes bancos no de un modo
completo, pero ya en proporciones considerables y en un grado
igual".

    En los medios comerciales e
industriales se oyen con frecuencia lamentaciones contra el
"terrorismo" de
los bancos. Y no tiene nada de sorprendente que surjan tales
lamentaciones cuando los grandes bancos "mandan" tal como lo
demuestra el ejemplo siguiente: El 19 de noviembre de Igol, uno
de los bancos berlineses llamados bancos D (el nombre de los
cuatro bancos más importantes empieza por la letra D) se
dirigió a la administración del "Sindicato del
cemento de la
Alemania del Norte, del Oeste y del Centro", con la carta
siguiente:

    "Según la nota
publicada por ustedes el 18 del mes actual en el
periódico tal, se ve que debemos admitir la
posibilidad de que la asamblea general de su sindicato, que
debe celebrarse el 30 de este mes, adopte resoluciones
susceptibles de determinar en su empresa
modificaciones que son inaceptables para nosotros. Por esto,
sintiéndolo profundamente, nos vemos obligados a
retirarles el crédito de que hasta ahora gozaban. . . Pero
si dicha asamblea general no toma resoluciones inaceptables para
nosotros y se nos da garantías a este respecto para lo
futuro, estamos dispuestos a entablar negociaciones con el fin de
abrir un nuevo crédito"[*].

En esencia, se trata de las mismas lamentaciones del
pequeño capital con respecto al yugo del grande,
¡pero, en este caso, ha pasado a la categoría de
"pequeño" capital todo un sindicato! La vieja lucha entre
el pequeño y el gran capital se reproduce en un nuevo e
inconmensurablemente más elevado grado de desarrollo. Es
evidente que, disponiendo de miles de millones, las empresas de
los grandes bancos pueden también hacer avanzar el
progreso técnico, valiéndose de medios
incomparablemente superiores a los anteriores. Los bancos crean,
por ejemplo, sociedades especiales de investigación técnica, de cuyos
resultados se aprovechan, naturalmente sólo las empresas
industriales "amigas". Entre ellas figuran la "Sociedad para el
estudio del problema de los ferrocarriles eléctricos", la
"Oficina central
de investigaciones
científico-técnicas",
etc.

Los dirigentes mismos de los grandes bancos no pueden
dejar de ver que están creándose nuevas condiciones
de la economía nacional, pero ellos son impotentes ante
las mismas.

"El que haya observado durante los últimos
años — dice Jeidels — el cambio de personas en los
cargos de directores y miembros de los consejos de administracion
de los grandes bancos, no habrá podido dejar de darse
cuenta de que el poder pasa
paulatinamente a manos de hombres que consideran que el fin
necesario y cada vez más vital de los grandes bancos
consiste en intervenir activamente en el desenvolvimiento general
de la industria; y que entre estos hombres y los viejos
directores de los bancos, se producen con este motivo
divergencias en el terreno de los negocios y, a menudo, en el
terreno personal. Se trata, en el fondo de saber si no perjudica
a los bancos, en su calidad de
instituciones de crédito, esa intervención de los
mismos en el proceso industrial de la producción, si no se
sacrifican los principios firmes
y el beneficio seguro a una
actividad que no tiene nada de común con el papel de
intermediario para la facilitación de créditos y que coloca a los bancos en un
terreno en el que se hallan todavía más expuestos
que antes al dominio ciego de
la coyuntura industrial. Así hablan muchos de los viejos
directores de bancos, mientras que la mayoría de los
jóvenes considera la intervención activa en los
problemas de
la industria como una necesidad semejante a la que ha originado,
junto con la gran industria moderna, los grandes bancos y las
empresas industriales bancarias modernas. En lo único en
que están de acuerdo las dos partes es en que no existen
principios firmes ni fines concretos para la nueva actividad de
los grandes bancos"*.

El viejo capitalismo lla caducado. El nuevo constituye
una etapa de transición hacia algo distinto. Encontrar
"principios firmes y fines concretos" para la
"conciliación" del monopolio con la libre concurrencia,
es, naturalmente, imposible. Las confesiones de los
prácticos tienen un sentido bien distinto de los himnos
oficiales a las excelencias del capitalismo "organizado",
entonados por sus apologistas, tales como Schulze-Gaevernitz,
Liefmann y otros "teóricos".

    Jeidels nos da una respuesta
bastante exacta a la cuestión importante de saber a
qué período se refieren con precisión los
comienzos de la "nueva actividad" de los grandes
bancos:

    "Las relaciones entre las
empresas industriales con su nuevo contenido, sus nuevas formas,
sus nuevos órganos, a saber: los grandes bancos
organizados de un modo a la vez centralizado y descentralizado,
se forman, como fenómeno característico de la
economía nacional, hacia los años del go; en cierto
sentido, puede incluso ser considerado como punto de partida el
año 1897, con sus grandes "fusiones" de
empresas que introdujeron por vez primera la nueva forma de
organización descentralizada, por razones
de la política industrial de los bancos. Este
punto de partida se puede tal vez llevar incluso a un
período más reciente, pues únicamente la
crisis de 1900
aceleró en proporciones gigantescas el proceso de
concentración tanto de la industria como de la banca,
consolidó dicho proceso, convirtió por primera vez
las relaciones con la industria en verdadero monopolio de los
grandes bancos y dio a dichas relaciones un carácter
incomparablemente más estrecho y más
intenso"*.

    En resumen, el siglo XX
señala el punto de viraje del viejo al nuevo capitalismo,
de la dominación del capital en general a la
dominación del capital financiero.

III. EL CAPITAL FINANCIERO Y
LA
OLIGARQUIA FINANCIERA

    "Una parte cada día
mayor del capital industrial — escribe Hilferding — no
pertenece a los industriales que lo utilizan. Pueden disponer del
capital únicamente por mediación del banco, que
representa, con respecto a ellos, al propietario de dicho
capital. Por otra parte, el banco también se ve obligado a
colocar en la industria una parte cada vez más grande de
su capital. Gracias a esto, se convierte, en proporciones
crecientes, en capitalista industrial. Este capital bancario, por
consiguiente, capital en forma de dinero, que
por este procedimiento se
trueca de he cho en capital industrial, es lo que llamo capital
financiero". "El capital financiero es el capital que se halla a
disposición de los bancos y que es utilizado por los
industriales"*.

    Esta definición no es
completa, por cuanto no se indica en ella uno de los hechos
más importantes, a saber: el aumento de la
concentración de la producción y del capital en un
grado tan elevado, que conduce y ha conducido al monopolio. Pero
en toda la exposición
de Hilferding, en general, y en particular en los dos
capítulos que preceden a aquél del cual hemos
entresacado esta definición, se subraya el papel de los
monopolios capitalistas.

    Concentración de la
producción; monopolios que se derivan de la misma;
fusión o ensambladura de los bancos con la industria: he
aquí la historia de la aparición del capital
financiero y el contenido de dicho concepto.

    Ahora pasaremos a describir
cómo el poder de los monopolios capitalistas se convierte
indefectiblemente, en las condiciones generales de la
producción de mercancías y de la propiedad
privada, en la dominación de la oligarquía
financiera. Señalemos que los representantes de la
ciencia
burguesa alemana — y no sólo de la alemana –, tales como
Riesser, Schulze-Gaevernitz, Liefmann y otros, son todos unos
apologistas del imperialismo y del capital financiero. No ponen
al descubierto, sino que disimulan y embellecen el "mecanismo" de
la formación de las oligarquías, sus procedimientos,
la cuantía de sus ingresos "lícitos e
ilícitos", sus relaciones con los parlamentos, etc., etc.
Se quitan de encima las "cuestiones malditas" por medio de frases
altisonantes y oscuras, de invocaciones al "sentido de la
responsabilidad" de los directores de los bancos;
por medio de elogios al "sentimiento del deber" de los
funcionarios prusianos; por medio del análisis en serio de las minucias de
proyectos de
ley nada
serios sobre el "control" y la
"reglamentación", por medio de infantiles juegos
teóricos, tales como la siguiente definición
"científica" a que ha llegado el profesor Liefmann: . .
. "el comercio es
una actividad profesional encaminada a reunir bienes,
conservarlosy ponerlos a disposición"
* (en cursiva y
en gruesos caracteres en la obra del profesor) . . .
¡Resulta que el comercio existía entre los hombres
primitivos, los cuales no conocían todavía el
cambio, y que también existirá en la sociedad
socialista!

    Pero los monstruosos hechos
relativos a la monstruosa dominación de la
oligarquía financiera son tan evidentes, que en todos los
países capitalistas — en América, en Francia, en Alemania — ha
surgido una literatura que se coloca en
el punto de vista burgués y que, no obstante, traza
un cuadro aproximadamente exacto y hace una crítica —
pequeñoburguesa, naturalmente — de la oligarquía
financiera.

    Hay que consagrar una
atención preferente al "sistema de
participación", del que ya hemos hablado brevemente
más arriba. He aquí cómo describe la esencia
del asunto el economista alemán Heymann, el cual ha sido
uno de los primeros, si no el primero, en prestarle atención:

    "El director controla la
sociedad fundamental (textualmente, la 'sociedad madre');
ésta, a su vez, ejerce el dominio sobre las
sociedades que dependen de ella ('sociedades filiales'); estas
últimas, sobre las 'sociedades nietas', etc. De esta
forma, es posible, sin poseer un capital demasiado grande,
dominar sobre ramas gigantescas de la producción. En
efecto: si la posesión del 50% del capital es siempre
suficiente para controlar una sociedad
anónima, al dirigente le basta poseer sólo un
millón para tener la posibilidad de controlar 8 millones
de capital de las 'sociedades nietas'. Y si esta
'combinación' va todavía más lejos, con un
millón se pueden controlar dieciséis, treinta y dos
millones, etc."*

    En efecto, la experiencia
demuestra que basta con poseer el 40% de las acciones para
disponer de los negocios de una sociedad
anónima**, pues cierta parte de los pequeños
accionistas dispersos no tienen en la práctica ninguna
posibilidad de tomar parte en las asambleas generales, etc. La
"democratización" de la posesión de las acciones,
de la cual los sofistas burgueses y los pretendidos
socialdemócratas que son oportunistas esperan (o afirman
que esperan) la "democratización del capital", el
acrecentamiento del papel y de la importancia de la
pequeña producción, etc., es en realidad uno de los
modos de reforzar el poder de la oligarquía financiera.
Por eso, entre otras cosas, en los países capitalistas
más adelantados o más viejos y "experimentados", la
legislación autoriza la emisión de acciones
más pequeñas. En Alemania, la ley no permite
acciones de menos de mil marcos, y los magnates financieros de
dicho país vuelven los ojos con envidia hacia Inglaterra, donde
la ley consiente acciones hasta de una libra esterlina (es decir,
de 20 marcos, o alrededor de 10 rublos). Siemens, uno de los
"reyes financieros" e industriales más poderosos de
Alemania, declaraba el 7 de junio de 1900, en el Reichstag, que
"la acción de una libra esterlina es la base del
imperialismo británico"*. Este negociante tiene una
concepción considerablemente más profunda,
más "marxista" de lo que es el imperialismo, que cierto escritor poco honorable que se considera como
el fundador del
marxismo ruso
y que supone que el imperialismo es un defecto propio de uno de
los pueblos. . .

    Pero el "sistema de
participación" no sólo sirve para aumentar en
proporciones gigantescas el poderío de los monopolistas,
sino que, además, permite llevar a cabo impunemente toda
clase de negocios oscuros y sucios y robar al público,
pues los dirigentes de las "sociedades madres", formalmente,
según la ley, no responden por la "sociedad filial", que
es considerada como "independiente" y a través de
la cual se puede "hacer pasar" todo. He aquí un
ejemplo que entresacamos del número de mayo de 1914, de la
revista alemana 'Die Bank":

    "La 'Sociedad anónima
de acero para
resortes', de Cassel, hace unos años, era considerada como
una de las empresas más lucrativas de Alemania. Como
consecuencia de la mala administración, los dividendos
descendieron del 15% al 0%. Como se pudo comprobar
después, la administración, sin informar a los
accionistas, había hecho un préstamo de seis
millones de marcos
a una de sus 'sociedades filiales',
'Hassia', cuyo capital nominal era únicamente de algunos
centenares de miles de marcos. Ese préstamo, tres veces
superior al capital en acciones de la 'sociedad madre', no
figuraba en los balances de ésta; jurídicamente,
tal silencio era completamente legal y podía continuar
durante dos años, pues con ello no se vulneraba ni un solo
artículo de la legislación comercial. El presidente
del consejo de administración, que en calidad de personalidad
responsable firmó los balances falsos, era y sigue siendo
presidente de la Cámara de Comercio de Cassel. Los
accionistas se enteraron de este préstamo a la sociedad
'Hassia' sólo mucho tiempo después, cuando
resultó que dicho préstamo había sido un
error. . . [el autor debiera haber colocado esta palabra entre
comillas] . . . y cuando las acciones del 'acero para
resortes', a consecuencia de que empezaron a deshacerse de ellas
los enterados, vieron bajar su precio
aproximadamente en un 100%. . .
    . . . Este ejemplo típico de equilibrismo
en los balances
, el más común en las
sociedades
anónimas, nos explica por qué las direcciones
de éstas emprenden negocios arriesgados con mucha
más facilidad que los negociantes particulares. La
técnica moderna de elaboración de los balances no
sólo les da posibilidad de ocultar al accionista medio la
operación arriesgada, sino que incluso permite a los
individuos principalmente interesados descargarse de la
responsabilidad por medio de la venta oportuna de
las acciones en el caso de que fracase el experimento, mientras
que el negociante particular responde con su piel de todo
lo que hace . . .
    Los balances de muchas sociedades
anónimas se parecen a los palimpsestos de la Edad Media, de
los cuales era necesario borrar lo que llevaban escrito para
descubrir los signos escritos debajo y que daban el contenido
real del manuscrito. [El palimpsesto era un pergamino en el cual
el texto
fundamental estaba cubierto por otro manuscrito.]
    El medio más sencillo y, por esto,
más comúnmente empleado para hacer indescifrable un
balance, consiste en dividir una empresa en
varias partes por medio de la creación de 'sociedades
filiales' o de la incorporación de establecimientos de
este género.
Las ventajas de este sistema, desde el punto de vista de diversos
fines — legales e ilegales –, son tan evidentes, que en la
actualidad constituyen una excepción las grandes
sociedades que no lo adoptan"*.

Como ejemplo de sociedad monopolista de gran
importancia, que aplica en gran escala dicho
sistema, el autor cita la famosa "Sociedad General de Electricidad"
(A.E.G., de la cual volveremos a hablar más adelante). En
1912, se calculaba que esta sociedad participaba en otras
175 a 200, dominándolas, claro está,
y reuniendo entre todas ellas un capital de cerca de 1.500
millones de marcos
.

Cualesquiera reglas de control, de publicación de
balances, de elaboración de esquemas precisos para los
mismos, de institución de control, etc., con lo que
distraen la atención del público los profesores y
funcionarios bien intencionados, esto es, que tienen la buena
intención de defender y de embellecer el capitalismo, no
pueden tener aquí ninguna importancia, pues la propiedad
privada es sagrada, a nadie se le puede prohibir comprar, vender,
permutar, hipotecar acciones, etc.

    Se puede juzgar de las
proporciones que el "sistema de la participación" ha
alcanzado en los grandes bancos rusos por los datos comunicados
por E. Agahd, quien durante quince años fue funcionario
del Banco Ruso-Chino y que en mayo de 1914 publicó una
obra con el título, no del todo exacto, "Los grandes
bancos y el mercado
mundial"*. El autor divide los grandes bancos rusos en dos grupos
funda mentales: a) los que funcionan con el "sistema de participa
ción", y b) los "independientes", entendiendo, sin
embargo, arbitrariamente por "independencia"
la independencia con respecto a los bancos extranjeros. El
autor divide el primer grupo en tres subgrupos: 1)
participación alemana, 2) inglesa y 3) francesa,
entendiendo por ello la "participación" y el dominio de
los más grandes bancos extranjeros de la nacio nalidad
correspondiente. Los capitales de los bancos los divide en
"productivos" (los invertidos en el comercio y en la industria) y
en "especulativos" (los empleados en las operaciones
bursátiles y financieras), suponiendo, de acuerdo con el
punto de vista pequeñoburgués reformista que le es
propio, que, bajo el capitalismo, es posible separar la primera
forma de inversión de la segunda y suprimir esta
última.

    Los datos del autor son los
siguientes:

ACTIVO DE LOS BANCOS EN MILLIONES DE RUBLOS
(Según los balances de octubre-noviembre de
1913)

Grupos de bancos rusos

Capitales colcados

Total

Produc-
tivos

Especula-
tivos

a 1) 4 bancos: Comercial
Siberiano, Ruso,
      Internacional y de Descuento
  .   .   .   .
 
a 2) 2 bancos: Comercial e Industrial y
Ruso-
      Inglés  .   .   .
  .   .   .   .   .   .
  .   .
 
a 3) 5 bancos: Ruso-Asiático,
Privado de San
      Petersburgo, Del Azov y del
Don, Unión
      de Moscú y Comercial
Ruso-Francés  .   .

413,7
 
 
239,3
 
 
 
711,8

859,9
 
 
169,1
 
 
 
661,2

 

1.272,8
 
 
408,4
 
 
 
1.373,0

(11 bancos) Total :  .   .
  .   .   .   .  a) =

b)  8 bancos: Comercial de
Moscú, Comercial
     del Volga y del Kama, I. W. Junker y
Cía.,
     Comercial de San Petersburgo
(antes
     Wawelberg), De Moscú (antes
Riabush-
     inski), de Descuento de Moscú,
Comercial
     de Moscú y Privado de
Moscú .   .   .   .  
.

1.364,8
 
 
 
 
 
 
504,2

1.689,4
 
 
 
 
 
 
391,1

3.054,2
 
 
 
 
 
 
895,3

(19 bancos) Total : .   .
  .   .   .   .   .   .
  .

1.869,0

2.080,5

3.949,5

    De estos datos
resulta que del total aproximado de 4 mil millones de rublos que
constituyen el capital "activo" de los grandes bancos,
más de los 3/4, más de 3 mil millones,
corresponden a bancos que, en el fondo, son "sociedades filiales"
de los bancos extranjeros, en primer lugar, de los parisienses
(el famoso trío bancario: "Unión Parisiense",
"Banco de París y de los Países Bajos", "Sociedad
General") y de los berlineses (particularmente el "Banco
Alemán" y la "Sociedad de Descuento"). Dos de los bancos
rusos más importantes, el "Ruso" ("Banco Ruso de Comercio
Exterior") y el "Internacional" ("Banco Comercial
Internacional de San Peters burgo") vieron pasar sus capitales,
en el período comprendido entre 1906 y 1912, de 44 a 98
millones de rublos, y las reservas, de 15 a 39 millones,
"trabajando en los 3/4 con capitales alemanes"; el primer banco
pertenece al "consorcio" del "Banco Alemán", de
Berlín; el segundo, a la "Sociedad de Descuento", de la
misma capital. El bueno de Agahd se indigna profundamente de que
los bancos berlineses tengan en sus manos la mayoría de
las acciones y de que, a consecuencia de ello, los accionistas
rusos sean impotentes. Y, naturalmente, el país que
exporta el capital se queda con la nata: por ejemplo, el "Banco
Alemán", de Berlín, introduciendo en esta ciudad
las acciones del Banco Comercial Siberiano, guardó durante
un año dichas acciones en cartera y después las
vendió al curso de 193 por 100, es decir, casi al doble,
"obteniendo" de este modo un beneficio de cerca de 6 millones de
rublos, calificado por Hilferding de "beneficio de constitución".

    El autor estima en 8.235
millones de rublos la "potencia" de los
bancos petersburgueses más importantes. La
"participación" o, para decirlo mejor, el dominio de los
bancos extranjeros lo fija en las proporciones siguientes: bancos
franceses, 55%; ingleses, 10%; alemanes, 35%. De esta suma, de
8.235 millones de capital activo, 3.687 millones, esto es,
más del 40%, corresponden,
según los cálculos del autor, a los
sindicatos: el
"Produgol", el "Prodamet" y los sindicatos del petróleo,
de la metalurgia y
del cemento. Por
consiguiente, la fusión del capital bancario e industrial,
con motivo de la constitución de los monopolios
capitalistas, ha dado también en Rusia un gran paso
adelante.

    El capital financiero,
concentrado en un puño y que goza del monopolio efectivo,
obtiene un beneficio enorme, que se acrece sin cesar, de la
constitución de sociedades, de la emisión de
valores, de
los empréstitos del Estado, etc., consolidando la
dominación de la oligarquía financiera, imponiendo
a toda la sociedad los tributos en
provecho de los monopolistas. He aquí uno de los
innumerables ejemplos de los "negocios" de los trusts americanos,
citado por Hilferding: En 1887, Havemeyer constituyó el
trust del azúcar
mediante la fusión de 15 pequeñas
compañías, cuyo capital total era de 6,5 millones
de dólares. Pero el capital del trust, "diluido",
según expresión norteamericana, fue determinado en
50 millones de dólares. La "sobrecapitalización"
calculaba de antemano los futuros beneficios monopolistas, del
mismo modo que, también en América, el trust del
acero calcula los futuros beneficios monopolistas acaparando un
número cada vez más considerable de yacimientos de
mineral de hierro. Y, en
efecto, el trust del azúcar
fijó precios de
monopolio y percibió tales beneficios, que pudo pagar un
dividendo del 10% al capital siete veces "diluido", es
decir, ¡casi el 70% del capital aportado efectivamente
al ser constituido el trust!
En 1909, su capital era de 90
millones de dólares. En veintidós años, el
capital fue más que decuplicado.

    En Francia, la
dominación de la "oligarquía financiera" ("Contra
la oligarquía financiera en Francia" es el título
del conocido libro de
Lysis, cuya quinta edición apareció en 1908) ha
adoptado una forma sólo un poco modificada. Los cuatro
bancos más importantes gozan no del monopolio relativo,
sino "del monopolio absoluto" para la emisión de valores. De
hecho, se trata de un "trust de los grandes bancos". Y el
monopolio garantiza beneficios monopolistas de las emi siones. Al
hacerse los empréstitos, el país que los negocia
percibe habitualmente no más del 90% del total; el 10%
restante va a parar a los bancos y demás intermediarios.
El beneficio de los bancos en el empréstito ruso-chino de
400 millones de francos fue del 8%; en el ruso (1904) de 800
millones, del 10%; en el marroquí (1904) de 62,5 millones,
del 18,75%. El capitalismo, que inició su desarrollo con e
pequeño capital usurario, llega al final de este
desarrollo con un capital usurario gigantesco. "Los franceses son
los usureros de Europa", dice
Lysis. Todas las condiciones de la vida económica sufren
una modificación profunda a consecuencia de esta
transformación del capitalismo. Con el estancamiento de la
población, de la industria, del comercio y del transporte
marítimo, "el país" puede enriquecerse por medio de
las operaciones usurarias. "Cincuenta individuos, que representan
un capital de 8 millones de francos, pueden disponer de
dos mil millones colocados en cuatro bancos". El sistema de la
"participación", que ya conocemos, conduce a las mismas
consecuencias: uno de los bancos más importantes, la
"Sociedad General" (Société Générale)
emitió 64.000 obligaciones
de la "sociedad filial", "Refinerías de azúcar de
Egipto". El
curso de la emisión era del 150%, es decir, que el banco
se beneficiaba en cincuenta céntimos por cada franco. Los
dividendos de dicha sociedad resultaron ficticios, el
"público" perdió de 90 a 100 millones de francos;
"uno de los directores de la 'Sociedad General' era miembro de la
administración de las 'Refinerías'. No tiene nada
de sorprendente que el autor se vea obligado a llegar a la
siguiente conclusión: "la República francesa es una
monarquía financiera"; "es el dominio
completo de la oligarquía financiera, que reina sobre la
prensa y sobre
el gobierno".

    Los beneficios
excepcionalmente elevados que proporciona la emisión de
valores, como una de las operaciones principales del capital
financiero, desempeñan un papel muy importante en el
desarrollo y consolidación de la oligarquía
financiera. "En el interior del país no hay ningún
'negocio' que dé, ni aproximadamente, un beneficio tan
elevado como el servir de intermediario para la emisión de
los empréstitos extranjeros", dice la revista alemana "Die
Bank".

    "No hay ninguna
operación bancaria que produzca beneficios tan elevados
como las emisiones". En la emisión de valores
industriales, según los datos de "El Economista
Alemán", el beneficio anual fue, por término medio,
el siguiente:

1895  .   .   .  .   .
 38,6%  
1896  .   .   .  .   .
 38,6%  
1897  .   .   .  .   .
 66,7%  

 1898  .   .  
.  .   .  67,7%  
 1899  .   .   .  .   .
 66,9%  
 1900  .   .   .  .   .
 55,2%  

    "En diez
años, de 1891 a 1900, la emisión de valores
industriales alemanes produjo un 'beneficio' de más de
mil millones
".

    Si durante los
períodos de auge industrial los beneficios del capital
financiero son inconmensurables, durante los períodos de
decadencia se arruinan las pequeñas empresas y las
empresas inconsistentes, mientras que los grandes bancos
"participan" en la adquisición de las mismas a bajo
precio o en su
"saneamiento" y "reorganización" lucrativos. Al efectuarse
el "saneamiento" de las empresas que trabajan con pérdida,
"el capital anónimo sufre una baja, esto es, los
beneficios son distribuidos sobre un capital menor y se calculan
en lo sucesivo a base de ese capital. O, si la rentabilidad
ha quedado reducida a cero, se incorpora nuevo capital, el cual,
al unirse con el capital viejo, menos lucrativo produce ya un
beneficio suficiente. Conviene decir — añade Hilferding
— que todos esos saneamientos y reorganizaciones tienen una
doble importancia para los bancos: primero, como operación
lucrativa, y segundo, como ocasión propicia para colocar a
esas sociedades necesitadas bajo su dependencia"*

He aquí un ejemplo: la sociedad anónima
minera "Unión" de Dortmund, fundada en 1872. Fue emitido
un capital en acciones por cerca de 40 millones de marcos, y,
cuando el primer año se percibió un dividendo del
12%, el curso se elevó hasta el 170%. El capital
financiero se quedó con la nata, embolsándose la
pequeñez de unos 28 millones de marcos.
Desempeñó el papel principal en la fundación
de dicha sociedad ese mismo gran banco alemán "Sociedad de
Descuento", que sin contratiempos alcanzó un capital de
300 millones. Después, los dividendos de la "Unión"
descendieron hasta cero. Los accionistas tuvieron que consentir
en hacer pasar el capital "a pérdidas y ganancias", es
decir, en perder una parte de su capital, a fin de no perderlo
todo.

Como resultado de una serie de "saneamientos", de los
libros de la
sociedad "Unión" desaparecen, en el transcurso de treinta
años, más de 73 millones de marcos. "En la
actualidad, los accionistas primitivos de esta sociedad tienen en
sus manos únicamente el 5% del valor nominal
de sus acciones", y a cada nuevo "saneamiento" los bancos
seguían "embolsándose ganancias".

    Una de las operaciones
particularmente lucrativas del capital financiero es
también la especulación con terrenos en las afueras
de las grandes ciudades que crecen rápidamente. El
monopolio de los bancos se funde en este caso con el monopolio de
la renta del suelo y con el
monopolio de las vías de comunicación, pues el aumento de los
precios de los
terrenos, la posibilidad de venderlos ventajosamente por partes,
etc., dependen principalmente de los buenos medios de
comunicación con el centro de la ciudad, y dichas
vías de comunicación se hallan en marlos de grandes
cornpañías, ligadas, por el sistema de la
participación y por la distribu ción de los puestos
directivos, con esos mismos bancos. Resulta de todo ello lo que
el escritor alemán L. Eschwege, colaborador de la revista
"Die Bank", que se ha especializado en el estudio de las
operaciones relacionadas con la venta e hipoteca
de terrenos, etc., ha calificado de "charca": la furiosa
especulación con los terrenos de las afueras de las
ciudades, los cracs de las sociedades de construcciones, como,
por ejemplo, la firma berlinesa "Boswau y Knauer", que
había embolsado hasta 100 millones de marcos por
mediación del banco "más importante y respetable",
el "Banco Alemán", el cual, naturalmente, obraba
según el sistema de la "participación", esto es, en
secreto, en la sombra, y salió del paso no perdiendo "más" que 12 millones de
marcos; después, la ruina de los pequeños patronos
y de los obreros que no consiguen percibir ni un céntimo
de las sociedades de
construcción ficticias; los trapicheos
fraudulentos con la "honrada" policía berlinesa y la
administración para tener en sus manos el servicio de
información sobre los terrenos y las
autorizaciones del municipio para construir, etc.

    Los "hábitos
norteamericanos" de los que tan hipócritamente se lamentan
los profesores europeos y los burgueses bien intencionados, en la
época del capital financiero se han convertido en
hábitos de toda ciudad importante de cualquier
país.

    En Berlín, a principios de 1914, se
hablaba de la fundación de un "trust del transporte",
esto es, una "comunidad de
intereses" de las tres empresas berlinesas de transporte: los
ferrocarriles eléctticos urbanos, la sociedad de
tranvías y la de autobuses.

    "Que este propósito
existe — decía la revista 'Die Bank' — lo
sabíamos desde que fue del dominio público que la
mayoría de las acciones de la sociedad de ómnibus
había sido adquirida por las otras dos sociedades del
transporte. . . Se puede dar entero crédito a quienes
persiguen dicho propósito, cuando afirman que, mediante la
regulación uniforme de los transportes, tienen la
esperanza de obtener economías de una parte de las cuales,
en resumidas cuentas, se beneficiaría el público.
Pero la cuestión se complica a consecuencia de que,
detrás de ese trust del transporte en formación,
están los bancos, que, si quieren, pueden subordinar los medios de
comunicación monopolizados por ellos a los intereses
de su tráfico de terrenos. Para convencerse de lo
justificado de esta suposición basta recordar que, ya al
ser fundada la sociedad del ferrocarril eléctrico urbano,
se hallaban mezclados en ella los intereses del gran banco que
patrocinó la constitución de dicha sociedad. Esto
es: los intereses de la mencionada empresa de
transporte estaban íntimamente relacionados con los del
comercio de terrenos. La cuestión es que la línea
oriental de dicho ferrocarril debía pasar por los terrenos
que más tarde ese banco, cuando la construcción del ferrocarril estaba ya
asegurada, vendió con un enorme beneficio para sí y
para algunas personas que intervinieron en la venta". .
.

    El monopolio, una vez que
está constituido y maneja miles de millones, penetra de un
modo absolutamente inevitable en todos los aspectos de la
vida social, independientemente del régimen
político y de otras "particularidades". En la literatura
económica alemana son habituales
los autobombos serviles a la honradez de los funcionarios
prusianos y las alusiones al "
Panamá"
francés o a la venalidad política
norteamericana. Pero el hecho es que aun la literatura
burguesa consagrada a los asuntos bancarios de Alemania, se ve
constantemente obligada a salirse de los límites de las
operaciones puramente bancarias y a escribir, por ejemplo, sobre
la "tendencia a entrar en los bancos", a propósito de los
casos, cada día más frecuentes, de funcionarios que
pasan al servicio de
los bancos. "¿Qué se puede decir de la
incorruptibilidad del funcionario de Estado cuya secreta
aspiración nuevo
reparto
si se modifica la relación de fuerzas, a
consecuencia de la desigualdad del desarrollo, de las guerras, de
los cracs, etc.

    La industria del petróleo
nos ofrece un ejemplo instructivo de intento de un nuevo reparto
de este género, de la lucha por el mismo.

    "El mercado petrolero
del mundo — escribía Jeidels, en 1905 — aun actualmente
se halla repartido entre dos grandes grupos financieros: el trust
norteamericano 'Standard Oil C.ƒ', de Rockefeller, y los
dueños del petróleo ruso de Bakú Rothschild
y Nobel. Estos dos grupos están íntimamente ligados
entre sí, pero su situación de monopolio se halla
amenazada, hace ya algunos años, por cinco
enemigos:[*]
1) el agotamiento de los yacimientos norteamericanos de
petróleo; 2) la competencia de la firma Mantaschev en
Bakú; 3) los yacimientos de Austria; 4) los de Rumania; 5)
los yacimientos de petróleo transoceánicos,
particularmente en las colonias holandesas (las riquísimas
firmas Samuel y Shell, enlazadas también con el capital
inglés). Las tres últimas series de
empresas están relacionadas con los grandes bancos
alemanes, con el más importante de ellos, el "Banco
Alemán", al frente. Estos bancos han desarrollado de un
modo sistemático e independiente la industria
petrolífera, por ejemplo, en Rumania, a fin de tener "su"
punto de apoyo. En 1907, se calculaba que, en la industria
petrolífera rumana, había capitales extranjeros por
valor de 185
millones de francos, de los cuales 74 millones eran
alemanes**.

    Empezó lo que en la
literatura económica ha sido calificado de lucha por el
"reparto del mundo". Por una parte, el "Standard Oil", de Rockefeller, deseando apoderarse
de todo, fundó una "sociedad filial" en la misma Holanda,
adquiriendo los yacimientos de la India
holandesa y aspirando de este modo a asestar el golpe a su
enemigo principal: el trust holandés-británico
"Shell". Por otra parte, el "Banco Alemán" y otros bancos
berlineses dirigían todos sus esfuerzos a "salvaguardar"
"para sí" Rumania y a unirla a Rusia contra Rockefeller
Este último poseía un capital incomparablemente
más cuantioso y una magnífica organización del transporte y del
abastecimiento de petróleo a los consumidores. La lucha
debía terminar y terminó en 1907, con la derrota
completa del "Banco Alemán", al cual le quedaban dos
caminos: o liquidar con millones de pérdida sus "intereses
petrolíferos" o someterse. Escogió el segundo y
pactó un acuerdo muy poco ventajoso para él, con el
"Standard Oil". En dicho acuerdo, se comprometía "a no
hacer nada en perjuicio de los intereses norteamericanos",
estipulándose, sin embargo, que el acuerdo perdería
su vigor en el caso de que en Alemania llegara a aprobarse una
ley estableciendo el monopolio del Estado sobre el
petróleo.

    Entonces empieza la "comedia
del petróleo". Uno de los reyes financieros de Alemania,
von Gwinner, director del "Banco Alemán", por
mediación de su secretario privado, Stauss, organiza una
campaña de agitación en favor del monopolio
del petróleo Se pone en juego todo el
gigantesco aparato del más importante banco
berlinés, todas las vastas "relaciones" de que dispone, la
prensa se
llena de gritos "patrióticos" contra el "yugo" del trust
norteamericano, y el Reichstag, casi por unanimidad, adopta, el
15 de marzo de 1911, una resolución invitando al gobierno
a elaborar un proyecto de
monopolio del petróleo. El gobierno acogió esta
idea "popular", y el "Banco Alemán", que quería
engañar a su "partenaire" norteamericano y arreglar sus
negocios por mediación del monopolio de Estado,
parecía haber ganado la partida. Los reyes alemanes del
petróleo se frotaban ya las manos de gusto pensando en sus
beneficios gigantescos, que no serían inferiores a los de
los azucareros rusos. . . Pero, en primer lugar, los grandes
bancos alemanes se malquistaron entre sí a causa del
reparto del botín, y la "Sociedad de Descuento" puso al
descubierto las miras interesadas del "Banco Alemán"; en
segundo lugar, el gobierno se asustó ante la idea de una
lucha con Rockefeller, pues era muy dudoso que Alemania pudiera
procurarse petróleo sin contar con él (la productividad de
Rumania no es muy considerable); en tercer lugar, casi al mismo
tiempo, en 1913, se votaba un crédito de mil millones para
los preparativos de guerra de
Alemania. El proyecto de
monopolio fue aplazado. Por el momento el "Standard Oil" de
Rockefeller salió victorioso de la lucha.

    La revista berlinesa "Die
Bank" escribía a este propósito que Alemania no
podría luchar con el "Standard Oil" más que
introduciendo el monopolio de la electricidad y
convirtiendo la fuerza
hidráulica en electricidad barata.

    Pero — añadía
— "el monopolio de la electricidad vendrá cuando
constituya una necesidad de los productores, precisamente cuando
nos hallemos en vísperas del gran crac de turno en la
industria eléctrica, y cuando las gigantescas centrales
eléctricas caras que se están construyendo
actualmente en todas partes por los 'consorcios' privados de la
industria eléctrica y para las cuales dichos 'consorcios'
obtienen ya ahora algunos monopolios de los municipios, del
Estado, etc., no puedan ya trabajar con beneficio. Entonces
será necesario poner en marcha las fuerzas
hidráulicas; pero no será posible convertirlas en
electricidad barata por cuenta del Estado, síno que se
hará preciso entregarlas también a un 'monopolio
privado controlado por el Estado',
pues la industria privada ha concertado ya una serie de
transacciones y estipulado grandes indemnizaciones. . .
Así ocurrió con el monopolio de la potasa,
así sucede con el monopolio del petróleo,
así será con el monopolio de la electricidad. Es
hora ya de que nuestros socialistas de Estado, que se dejan
deslumbrar por principios brillantes, comprendan, por fin, que en
Alemania los monopolios no han perseguido nunca como fin, ni han
dado como resultado, proporcionar beneficios a los consumidores
o, por lo menos, poner a disposición del Estado una parte
de los beneficios patronales, sino que han servido para sanear a
costa del Estado la industria privada, que ha llegado casi al
borde de la bancarrota".

    Estas son las confesiones
preciosas que se ven obligados a hacer los economistas burgueses
de Alemania. Aquí vemos patentemente cómo, en la
época del capital financiero, los monopolios de Estado y
los privados se entretejen formando un todo y cómo, tanto
los unos como los otros, no son, en realidad, más que
distintos eslabones de la lucha imperialista entre los más
grandes monopolistas por el reparto del mundo.

    En la navegación
comercial, el proceso gigantesco de concentración ha
conducido asimismo al reparto del mundo. En Alemania, se han
destacado dos grandes sociedades: "Hamburg-Amerika-Linie" y el
"Lloyd de la Alemania del Norte", ambas con un capital de 200
millones de marcos (acciones y obligaciones) cada una y poseyendo
buques por un valor de 185 a 189 millones de marcos. Por otra
parte, en Norteamérica, el 1 de enero de 1903, se
fundó el llamado trust Morgan,
"Compañía internacional de comercio maritimo", que
une a las compañías navieras norteamericanas e
inglesas, en número de nueve, y que dispone de un capital
de 120 millones de dólares (480 millones de marcos). Ya en
1903, entre los colosos alemanes y ese trust angloamericano se
concertó un tratado sobre el reparto del mundo en
relación con el reparto de los beneficios. Las sociedades
alemanas renunciaron a la competencia en los transportes entre
Inglaterra y Norteamérica. Se fijó de un modo
preciso los puertos "reservados" a cada uno, se creó un
comité de control común, etc. El tratado fue
concertado para veinte años, con la prudente reserva de
que perdería su vigor en caso de guerra
.

    Es también
extraordinariamente instructiva la historia de la
constitución del cartel internacional del rail. Por
primera vez, las fábricas de railes inglesas, belgas y
alemanas inten taron ya en 1884, constituir dicho cartel en un
período de decadencia intensa de los negocios
industriales. Se pusieron de acuerdo para que los países
firmantes del tratado no com pitieran en sus mercados
interiores, y los mercados
exteriores se distribuyeran con arreglo a la proporción
siguiente: Inglaterra, el 66%; Alemania, el 27%; Bélgica,
el 7%. La India
quedó enteramente a merced de Inglaterra. Se hizo una
guerra
común contra una firma inglesa que se había quedado
al margen del acuerdo. Los gastos de dicha
guerra fueron cubiertos con un tanto por ciento de las ventas
generales. Pero en 1886, cuando salieron del cartel dos firmas
inglesas, éste se desmoronó. Es un hecho
característico el de que no fue posible conseguir el
acuerdo durante los años de prosperidad industrial que
siguieron.

    A principios de 1904, fue
fundado el sindicato del acero de Alemania. En noviembre del
mismo año reanudó su existencia el cartel
internacional del rail, con la proporción siguiente:
Inglaterra, el 53,5%; Alemania, el 28,83%; Bélgica, el
17,67%. Más tarde se adhirió Francia con el 4,8%,
5,8% y 6,4%, en el primero, segundo y tercer año,
respectivamente, sobre el 100% es decir, con el 104,8% en total,
y así sucesivamente. En 1905, se adhirió el "Trust
del acero" de los Estados Unidos
("Corporación del acero"); después, Austria y
España.

    "En el momento actual —
decía Vogelstein en 1910 — el reparto del mundo
está terminado, y los grandes consumidores, en primer
lugar los ferrocarriles del Estado, pueden vivir — puesto que el
mundo está ya repartido, sin tener en cuenta sus intereses
–, como el poeta, en los cielos de Júpiter".

    Recordemos también el
sindicato internacional del zinc, fundado en 1909, que
distribuyó exactamente el volumen de la
producción entre tres grupos de fábricas: alemanas,
belgas, francesas, españolas, inglesas; después el
trust internacional de la pólvora, esa "estrecha
asociación, completamente moderna — según las
palabras de Liefmann –, entre todas las fábricas alemanas
de explosivos, que más tarde, juntas con las
fábricas de dinamita francesas y norteamericanas, organi
zadas de un modo análogo, se han repartido, por decirlo
así, todo el mundo"**.

    Según Liefmann, en
1897 había cerca de 40 cartels inter nacionales con la
participación de Alemania, y en 1910, ya había
cerca de un centenar.

    Algunos escritores burgueses
(a los cuales se ha unido ahora C. Kautsky, que ha traicionado
completamente su posición marxista, por ejemplo, de 1909)
han expresado la opinión de que los cartels
internacionales, siendo como son una de las expresiones de mayor
relieve de la
internacionalización del capital, permiten abrigar la
esperanza de la paz entre los pueblos bajo el capitalismo. Esta
opinión es, desde el punto de vista teórico,
completamente absurda, y, desde el punto de vista
práctico, un sofisma, un medio de defensa poco honrado del
oportunismo de la peor especie. Los cartels internacionales
muestran hasta qué grado han crecido ahora los monopolios
capitalistas y cuáles son los objetivos de la lucha
que se desarrolla entre los grupos capitalistas. Esta
última circunstancia es la más importante,
sólo ella nos aclara el sentido
histórico-económico de los acontecimientos pues la
forma de lucha puede cambiar y cambia constantemente como
consecuencia de diversas causas, relativamente particulares y
temporales, pero la esencia de la lucha, su
contenido de clase no puede cambiar, mientras
subsistan las clases. Se comprende que a los intereses de la
burguesía alemana, por ejemplo, a la cual se ha pasado en
realidad Kautsky en sus razonamientos teóricos (como
veremos más abajo), convenga velar el contenido de
la lucha económica actual (por el reparto del mundo) y
subrayar ya esta ya la otra forma de dicha lucha. Este es
el mismo error en que incurre Kautsky. Y se trata, naturalmente,
no sólo de la burguesía alemana, sino de la
burguesía internacional. Los capitalistas reparten el
mundo, no como consecuencia de su particular perversidad, sino
porque el grado de concentración a que se ha llegado les
obliga a seguir este camino para obtener beneficios; y se lo
reparten "según el capital"; "según la fuerza"; otro
procedimiento
de reparto es imposible en el sistema de la producción de
mercancías y del capitalismo. La fuerza varía a su
vez en consonancia con el desarrollo
económico y político; para comprender lo que
está aconteciendo, hay que saber cuáles son los
problemas que se solucionan con el cambio de las fuerzas, pero
saber si dichos cambios son "puramente" económicos o
extraeconómicos (por ejemplo, militares), es una
cuestión secundaria que no puede hacer variar en nada la
concepción fundamental sobre la época actual del
capitalismo. Sustituir la cuestión del contenido de
la lucha y de las transacciones entre los grupos capitalistas por
la cuestión de la forma de esta lucha y de estas
transacciones (hoy pacífica, mañana no
pacífica, pasado mañana otra vez no
pacífica) significa descender hasta el papel de
sofista.

    La época del
capitalismo moderno nos muestra que entre
los grupos capitalistas se están estableciendo
determinadas relaciones sobre le base del reparto
económico del mundo, y que, al mismo tiempo, en
conexión con esto, se están estableciendo entre los
grupos políticos, entre los Estados, determinadas
relaciones sobre la base del reparto territorial del mundo, de la
lucha por las colonias, de la "lucha por el territorio
económico".

 

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Escrito en enero-junio de
1916.

Publicado por primera vez en forma de folleto en
Petrogrado, en abril de 1917.

Impreso según el manuscrito y confrontado con el
texto del
folleto.

 

Jean Pierre D'andrea Acosta

Preparado © por la Internet a

David J. Romagnolo,

 (Junio
de 1998)

Partes: 1, 2
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