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Exigencias contemporáneas de la formación de valores




Enviado por ysan



    La construcción de una sociedad
    cualitativamente más plena y justa, es uno de los
    más altos propósito de nuestro país, y en la
    cual la revolución
    ha puesto todo su empeño, aún en las peores
    circunstancias. Ello ha obligado a preocuparse y ocuparse de
    manera sistemática de la formación de la nueva
    generación como una forma de garantizar la
    conservación y continuidad del proceso
    revolucionario.

    En los momentos actuales formar valores
    sólidos y perdurables en los jóvenes adquiere
    exigencias y dimensiones elevadas, sobre todo si se tiene en
    cuenta el momento histórico en que se desenvuelven
    éstos y las particularidades del entorno social tanto
    nacional como internacional que sin duda alguna inciden en su
    formación y desempeño como
    generación.

    Desde el punto de vista interno la nueva
    generación de cubanos se forma en circunstancias muy
    especiales donde se trata de superar los indicadores de
    crecimiento que de manera abrupta descendieron en la
    década de los 90 del pasado siglo y que condujeron a un
    fuerte y profundo periodo de crisis
    económica con sus incidencias nada desestimable en la
    superestructura social dentro de la cual se incluyen los valores y
    las condiciones y calidad de
    vida del pueblo, situación más agravada
    aún a partir del reforzamiento del bloqueo de Estados Unidos a
    la Isla y las constantes agresiones a la integridad del proceso
    revolucionario, así como su insistente ansias de dominio y
    hegemonía mundial.

    Bajo tales circunstancias la sociedad cubana
    ha tenido que priorizar la tarea de la formación de
    valores desde
    todos los espacios formativos lo que presupone inobjetablemente
    la participación consciente de los jóvenes en el
    proceso de formación de los mismos; así como la
    estimulación de un pensamiento
    crítico – reflexivo con relación al sistema de
    valores a partir del cual se pretende orientar su conducta y de la
    propia realidad en que ellos se desenvuelven. De ahí que
    nos propongamos en este trabajo: reflexionar, a propósito
    de la batalla de ideas en la que se encuentra inmersa la sociedad
    cubana actual, en torno a las
    exigencias contemporáneas de la formación de
    valores en las nuevas generaciones de cubanos a partir de la
    reconsideración del ser y el deber ser, del enfoque
    dialéctico y sistémico y las dimensiones
    formativas.

    Es importante significar que la formación de los
    jóvenes ha estado siempre
    en el centro de atención dentro de la perspectiva
    revolucionaria y la proyección del proyecto social,
    que sin dudas, ha sido el resultado de una profunda y larga
    tradición educativa que desde el siglo XIX defendieran los
    grandes pedagogos insignes de la época, entre los que se
    destacan José A Caballero, Felix Varela, José de la
    luz y
    Caballero, Enrique José Varona, José Martí y
    otros.

    Ver e ir más allá del hecho
    biológico de engendrar un hijo fue uno de los
    méritos más significativos del ilustre pensador
    José de la Luz y Caballero,
    que con extraordinaria certeza expresó en uno de sus
    aforismos, " no está la dificultad en concebir sino en
    criar y educar".

    Tal idea alcanza una extraordinaria importancia en tanto
    realza la dimensión social de la existencia humana al
    reconocer la vida del hombre no como
    una simple presencia física, sino
    también como un proceso de producción y reproducción espiritual, moral y
    cultural que en modo alguno son innatos y mucho menos
    inmutables.

    Es pertinente destacar que dentro del proceso formativo
    de los jóvenes un aspecto importante lo constituye
    el
    conocimiento, la enseñanza y la divulgación de los
    principios,
    las normas, los valores y
    reglas morales, así como los métodos y
    las vías que en el mismo se utilicen teniendo en cuanta el
    papel que
    juegan la persuasión, el ejemplo personal, el
    conocimiento
    de las tradiciones y la cultura;
    así como la fuerza que
    entraña la autoridad
    moral de
    diferentes personalidades, organizaciones e
    instituciones.

    Es innegable que aun con los avances en el orden
    instructivo y educativo que ha alcanzado nuestro país aun
    no se logra total correspondencia entre el ser y el deber ser en
    la formación de valores. En los diferentes contextos
    educativos, dígase la escuela, la familia y
    la comunidad en
    sentido general persisten dificultades en los métodos,
    las vías y los procedimientos
    que se deben emplear en dicho proceso que no siempre estimulan
    una formación integral ni coherente. También
    persiste la fragmentación de acciones por
    parte de las agencias socializadoras que tampoco tributan a la
    formación integra de los jóvenes.

    A partir de las condiciones en que se desenvuelve la
    formación de los jóvenes en nuestro contexto social
    y la importancia que adquiere este proceso en las actuales
    circunstancias pensamos que sus exigencias han de ser mayores a
    partir del propio protagonismo que los mismos han mostrado en los
    últimos años y que son esencialmente las
    siguientes:

    Ser Oportuna – vale decir desarrollarse en el
    momento que se requiere y a la edad que se exige.
    No cumplir con este requisito puede conducir a la no
    solución de problemas
    futuros, que con el tratamiento adecuado pudieran ser
    evitados.

    Ser Dialéctica – significa atemperar y
    jerarquizar la formación de valores
    en
    correspondencia con la época, las necesidades
    del momento
    y teniendo en cuenta las circunstancias,
    sin obviar la objetividad de los mismos. Su ausencia puede
    conllevar al dogmatismo.

    Ser sistémica – significa que todos las
    partes implicadas en el proceso de formación de valores
    independientemente de sus diferencias tengan una
    organización coherente a partir de la cual sus
    tareas y acciones
    formativas se complementen
    y tributen de manera concreta a la
    formación, modelación y consolidación de los
    valores de acuerdo a las necesidades de cada sujeto.

    Ser Sistemática – tener en cuenta que la
    formación de valores es todo un proceso que exige de
    continuidad y seguimiento a partir de las vivencias
    diarias y la acción de todos los agentes
    formadores.

    Ser Dinámica – toma en
    consideración lo cambiante de la vida y juega con la
    capacidad del sujeto de suprimir, reajustar e incorporar
    nuevos elementos
    , sin perder el objetivo de la
    formación de valores, que es en definitiva quien
    guía el proceso . Tiene mucha relación con su
    carácter dialéctico.

    Ser Participativa – es uno de los momentos
    más importantes ya que activa, pone en acción
    ,involucra y compromete
    , tanto al sujeto formador como
    al sujeto en formación, teniendo en cuenta lo
    dinámico, lo sistemático, lo oportuno y lo
    dialéctico del proceso de formación de valores. Su
    ausencia hace ineficiente el mismo.

    Cada uno de estos requisitos complementa al otro, su
    práctica facilita la formación integral de los
    adolescentes y
    jóvenes, su preparación para la vida.. Sin embargo,
    nos detendremos en el aspecto de la participación por el
    protagonismo que ha ido adquiriendo la juventud en
    nuestro país tanto en la dirección como en la gestión
    y realización de proyectos
    sociales y la necesidad de su participación cada vez
    más creciente en su formación desde las tempranas
    edades.

    La participación de los jóvenes en el
    proceso de formación de valores como acción
    transformadora requiere de la implicación
    consciente
    de los sujetos en formación. Ello no puede
    verse como un capricho infundado ni descabellado de algunos
    pocos, tiene su fundamento en la propia dinámica de los tiempos que ha hecho que
    los hombres participen y decidan cada vez más sobre su
    futuro
    y se involucren en las transformaciones cotidianas, y
    en ese proceso han sido históricamente los más
    jóvenes los que han estado a la
    vanguardia.

    La independencia,
    la autonomía, la iniciativa, la creatividad
    son cualidades que al formarse en los jóvenes potencian a
    su vez el desarrollo de
    cualidades valorativas superiores en la medida de que sean
    capaces de organizar sus tareas cotidianas desde las más
    simples hasta las más complejas, tanto individuales como
    colectivas.

    En tal sentido la sociedad debe estimular la
    participación decisiva de los jóvenes en su
    educación,
    teniendo presente que la regulación excesiva y el
    autoritarismo no son métodos adecuados para ello, pues por
    el contrario en todo caso conlleva a la simulación
    y por extensión a la doble y falsa moral, dos males que
    deben ser desterrados y eliminado de manera definitiva de la
    conducta de los
    hombres todo lo cual es posible mediante su participación
    consciente, activa y real en el proceso de conformación de
    sus valores, pues seguir una conducta sólo por apariencias
    crea serias desviaciones en la
    personalidad.

    Ahora bien; ¿ De qué se trata cuando de
    participación consciente, activa y real de los
    jóvenes en el proceso de formación de valores
    hablamos?.

    Se trata en esencia de que el joven tenga conocimiento
    de sus necesidades formativas, de la importancia que tienen el
    portar valores positivos; que en el propio proceso éste
    pueda dar su criterio en torno a los
    valores que se consideren necesarios para su formación,
    que pueda promover la elaboración de sus proyectos de vida
    y desarrollo
    personal una vez que comprendan y asimilen las experiencias
    positivas de la sociedad, así como ser capaz de
    identificar, jerarquizar y estimular los ejemplos positivos que a
    su alrededor se desarrollen.

    En la medida que el joven tome más parte en el
    proceso, mayor conciencia
    tendrá de la necesidad de hacer un balance más
    adecuado entre las aspiraciones individuales y las metas
    sociales, esto por un lado, y por otro, un ajuste mayor entre
    aspiraciones, y posibilidades reales de satisfacerlas, tanto a
    nivel social como individual, así como a un mayor y mejor
    compromiso e implicación en los proyectos
    sociales.

    Por supuesto que materializar tales propósitos es
    una tarea no poco compleja, pues requiere indudablemente, la
    transformación también de los propios adultos,
    tanto en el sentido de fortalecer sus valores como en el de
    comprender que éstos son mutables y que necesariamente en
    los jóvenes se dan cambios más o menos bruscos
    resultado del cambio de la
    realidad. y reconocerlo es ponerse a tono con las circunstancias
    y aceptar que existe un generación nueva que necesita y
    exige ser orientada. De aquí la importancia de que se
    comprenda el carácter,
    la especificidad, las particularidades de los diferentes grupos
    generacionales y la necesidad de la compenetración franca
    y sincera en un clima de
    acercamiento y comprensión sin barreras defensivas, pero
    también sin paternalismo, que se logre diferenciar entre
    las transformaciones que implica el surgimiento de una nueva
    generación y el deterioro de valores, para así
    concentrar los esfuerzos en aquellos que están en la
    esencia misma de nuestra dignidad como seres humanos y como
    nación.

    Por otro lado, la permanente participación de los
    jóvenes en la formación de valores estimula su
    capacidad valorativa, siendo no sólo capaz de valorar los
    procesos y
    fenómenos sociales sino también sus actuaciones
    propias y las de los que lo rodean aprendiendo a discernir las
    buenas y las malas actitudes y a
    tener una posición frente a ellas y a perfilar su comportamiento
    en el ámbito social. Estas actitudes
    deben ser potenciadas de manera, dialéctica,
    sistemática y sistémica identificando las
    dimensiones y los valores concretos a formar para lo cual
    planteamos las dimensiones que a nuestro son imprescindibles para
    enfrentar la formación de valores de una a otra
    generación frente a los desafíos vitales que
    plantea el presente milenio.

    Se trata pues, de enfrentar la formación de la
    nueva generación con criterios y acciones más a
    tono con la contemporaneidad que tenga en cuenta los problemas de
    estos tiempos y las necesidades formativas de la nueva
    generación, que requiere ser formada con métodos y
    vías menos autoritarias y verticalistas, lo que se traduce
    en mayor participación en la conformación de sus
    valores en una dimensión más amplia que la moral, sin
    restarle en modo alguno su importancia, pero cada vez más
    integral y profunda.

    El futuro de la sociedad está en buena parte en
    los valores que seamos capaces de cultivar en los jóvenes,
    la posibilidad que estos tengan de participar en las
    transformaciones sociales con una profunda actitud
    crítica, creadora y científica tomando como base
    toda la experiencia aportada por las generaciones anteriores,
    todo lo cual es posible si se estimula de manera consciente los
    sentimientos patrióticos e internacionalistas, las
    tradiciones y el legado histórico, así como una
    profunda vocación humanista y solidaria no solo para
    enfrentar los retos del futuro sino también para y dar
    continuidad a los valores que durante siglos han prestigiado
    nuestra la identidad
    cultural y nacional.

     

    Autora:

    Dra. Diana Sedal Yanes.

    Profesora Asistente. Facultad de Ciencias
    Sociales.

    Universidad de Oriente. Santiago de Cuba. Cuba.

    Yorkys Santana González

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