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Humanismo en las organizaciones




Enviado por julianac



    Humanismo en las
    organizaciones

    1. Desarrollo
    2. Bibliografía

    INTRODUCCIÓN

    Este trabajo escrito pretende abrir un pequeño
    espacio de referencia sobre el Humanismo en el
    sistema
    organizacional.

    Para lograr este objetivo, se
    ha seleccionado aquellos temas que parecen centrales,
    reconociendo que hay muchos otros aspectos no tratados en este
    trabajo que son también importantes.

    Nuestro tiempo vive con
    la conciencia de que
    el humanismo ha
    conducido al hombre al
    borde de la tragedia y de que, sin embargo, es menester
    revalorizar el humanismo, darle un sentido nuevo. Este sentido va
    precisamente encaminado hacia las organizaciones,
    enfocadas desde el punto de vista teórico del
    humanismo.

    Empresas Humanistas, no es una moda, se trata
    de este nuevo paradigma que
    irrumpe en la vida empresarial con más fuerza que
    nunca lo ha hecho ningún otro modo de entender las
    relaciones
    humanas en el trabajo. Y
    este nuevo enfoque humanista al que se alude, sólo es
    auténtico si se toma como un viaje de ida, porque en
    realidad no tiene marcha atrás. Si tuviese marcha
    atrás se estaría hablando de una moda
    más.

    HUMANISMO EN LAS ORGANIZACIONES

    Según Sotillo (2000), hablar de los nuevos
    paradigmas que
    son objeto de análisis en el mundo de las organizaciones
    tiene su referente obligado en el humanismo; sí, en el
    humanismo originado en su concepción más
    renacentista. En un nuevo resurgir de unos valores y de
    una visión que coloca a las personas en el centro del
    universo, en
    un nuevo orden universal en el que estamos inmersos. Y es que las
    organizaciones empresariales no son sino pequeños
    fragmentos de este universo donde se
    reproducen los modelos
    sociales a escala.

    Organizaciones de todo el mundo han abordado su misión,
    visión y valores
    basados precisamente en este nuevo paradigma.
    Algunas sin conocer exactamente sus conceptos, otras presionadas
    por la moda del nuevo liderazgo
    motivacional, pero eso sí, todas convergen en lo mismo:
    quieren ser empresas
    eficientes, con una buena cartera de clientes y con
    una buena imagen
    social.

    Del mismo modo que Mc Luhan, citado por Sotillo (2000),
    anunciaba unas décadas atrás la "Aldea Global", el
    nuevo enfoque humanista no es sino la expresión de un
    proceso que ha
    encontrado su camino en el nuevo modelo social
    que se ha ido conformando en la nueva sociedad del
    siglo XXI: la Sociedad de la
    Información.

    Se ha pasado o se está en ello de organizaciones
    donde lo que prima es el resultado, la producción de una manera exclusiva, y
    seguirá siendo así mientras la presión de
    los mercados
    así lo exija, mientras la ley de la
    oferta y la
    demanda
    así lo ordene.

    En "Empresa y
    sociedad, bases de una economía humanista",
    en diversos artículos y seminarios, J- L. Montero de
    Burgos, citado por Silo en El Diccionario
    del Nuevo Humanismo (1996), expone la posición humanista
    opuesta al concepto
    de
    propiedad
    sobre las cosas. La propiedad
    sobre las cosas (en este caso la empresa), ha
    dado
    poder
    sobre las personas. Invirtiendo esto, el
    poder de las
    personas debe dar propiedad al
    acceso de la renta de la empresa y en
    ningún caso debe ejercerse sobre las personas. Pero
    ¿de dónde nace este poder? Este
    poder está dado por el riesgo tanto del
    capital como
    del trabajo, por tanto nadie puede ser dueño de la
    empresa sino
    que se ha de tener poder sobre ella de acuerdo a la tenencia de
    la gestión, de la decisión.

    Dirigir empresas no es
    sólo administrar cosas sino, principalmente, gobernar
    personas. Esta distinción –clásica en la
    literatura del
    management- pone de manifiesto la relevancia de la dirección de empresas, los diferentes
    enfoques que pueden adoptarse y las omisiones en las que se puede
    caer. Es una distinción que puede olvidarse con frecuencia
    en la práctica diaria de los directivos de empresas
    (Fontrodona, 2000).

    En el fondo depende de la concepción que se tenga
    de empresa. Si se piensa que la empresa es sólo una
    'máquina' –en ocasiones grande y compleja- que
    genera unos output’s a partir de unos input’s, puede
    entenderse que la única función
    del directivo sea hacer un uso óptimo de estos recursos,
    maximizando la relación entre inputs y outputs.

    La discusión teórica sobre la naturaleza de la
    empresa ha tenido lugar desde los orígenes de la empresa
    contemporánea, y detenerse en esta discusión
    excedería el marco de esa conferencia.
    Valga sólo advertir que en la práctica no nos
    comportamos en y con la empresa como si ésta fuese
    sólo un engranaje. La empresa es una institución
    social de primer orden, cuya importancia ha aumentado en el
    transcurso de la historia
    contemporánea, hasta poder ser considerada hoy en
    día como uno de los pilares básicos de la sociedad,
    junto con la familia y
    las instituciones
    políticas. Pensar, por ejemplo, en
    cómo se ocupa el día y se verá que una parte
    muy importante de ese día lo se ocupa en trabajar, y es
    ahí en el trabajo
    donde no sólo se gana un salario para
    hacer frente a las necesidades personales o familiares, sino
    también donde se desarrollan las capacidades, se entra en
    relación con otras personas, se hacen amigos, e incluso se
    encuentra a quienes en el futuro harán el papel de
    cónyuges.

    La empresa es una institución social y una
    comunidad de
    personas. Las personas no pueden ser consideradas en la empresa
    como un recurso más –los recursos
    humanos- sin poner en peligro la necesaria distinción
    entre unos recursos que
    tienen sólo carácter
    de medio –maquinaria, materia prima,
    dinero– y
    otros que tienen valor en
    sí mismos y que como ya advirtiera Kant deben ser
    tratados siempre
    como fin y no únicamente como medios, para
    no poner en entredicho su dignidad.

    Entonces ¿Cuál es la diferencia?
    ¿Hacia dónde van las nuevas organizaciones
    humanistas? Precisamente hacia el mismo objetivo, el
    fin puede ser similar, los medios
    (procesos) no.
    El matiz diferencial no está en la producción, lo está en el nuevo
    concepto: de
    persona que
    conforma una organización frente al de
    trabajador-asalariado.

    El directivo de empresas, como hemos visto
    anteriormente, necesita combinar saberes de ciencias muy
    distintas a la hora de tomar decisiones. La integración de estos saberes es una tarea
    que corresponde al saber humanista, no al saber
    técnico.

    Si se quiere construir empresas, equipos de
    trabajo realmente eficientes, no queda más camino que
    el de generar en las personas la
    motivación suficiente para que surja de cada uno, en
    el nivel individual, el potencial suficiente que haga posible
    alcanzar los fines como equipo. Parte del mismo principio de la
    psicología
    de la Gestalt,
    según el cual "El todo es superior a la suma de las
    partes" o dicho de una manera más cotidiana: Una
    película es mucho más que la suma de cada uno de
    sus fotogramas. Pero se ha hablado de motivación
    antes de aclarar convenientemente lo que significa ese "nuevo
    enfoque humanista". Algo tan sencillo de escribir como complejo
    de llevar a la práctica.

    Eso es así por las características peculiares de los saberes
    humanistas. Recordando un texto de
    Aristóteles en el que advierte que el
    método que
    se utiliza en las humanidades es distinto al método de
    las ciencias
    experimentales, puesto que es distinto también el
    tratamiento que unos y otras hacen de la realidad. Sin entrar
    ahora en la descripción del método de investigación de las humanidades, sí
    se pueden enumerar una serie de características que posee el saber
    humanista y que le hacen apto para esa labor de síntesis
    que se ha reclamado.

    Según Fontrodona (2000), se pueden enumerar esas
    características a partir de cuatro actitudes que
    fomentan las humanidades. Estas actitudes son:
    admirativa, globalizadora, política y
    crítica.

    Actitud Admirativa: La admiración es el estado
    inicial de la actitud
    filosófica (Aristóteles, 1956, citado por Fontrodona,
    2000) La admiración es la mirada primaria y original al
    mundo, sin condiciones ni prejuicios. La contemplación es
    la actividad más alta porque colma el deseo de saber que
    es inherente a la naturaleza humana
    . La actitud
    admirativa se transforma en la modernidad en una
    actitud pragmática. Bacon, por ejemplo, afirma que "lo que
    es más útil en la práctica es más
    verdadero en la
    ciencia"(Bacon, 1963 citado por Fontrodona, 2000). Pero con
    ello se pierde la referencia original a la realidad, y el asombro
    se transforma en interés,
    que no es más que una manifestación
    axiológica del principio de inmanencia moderno. La
    búsqueda de la verdad requiere prescindir en la investigación científica de otros
    intereses. Para descubrir la verdad hay que abrir la puerta a la
    contemplación, y entonces se advierte la existencia de una
    inteligibilidad del universo (Fontrodona, 2000, citando a
    Artigas, 1999).

    La admiración contempla la realidad como
    presencia; la considera desde su contemplación fundamental
    (Fontrodona, 2000, citando a Polo, 1995), más allá
    de los límites
    espacio-temporales. Esta apertura a lo universal permite a la
    razón abrirse a la realidad, trascendiendo los límites de
    su propio interés, y
    se abre a lo universal, más allá de las
    peculiaridades de esquemas culturales concretos,
    admirándose por lo que las diferentes culturas tienen en
    común y no sólo por aquello que las
    diferencia.

    El directivo necesita una capacidad de admiración
    para descubrir oportunidades donde otros tan sólo ven
    problemas,
    para ser ingenioso en la estrategia de su
    negocio, para reconocer las habilidades de la gente a la que
    dirige. Un directivo que no tenga esta capacidad de
    admiración se conformará con ir a remolque de las
    circunstancias, con hacer siempre lo mismo, y su dirección se volverá rutinaria.
    Acabará convirtiéndose en un gestor.

    Actitud globalizadora: La filosofía es un saber
    global: busca la síntesis,
    trata de averiguar qué relaciones -reales y no sólo
    lógicas- guardan entre sí las ideas (Polo, 1995,
    citando a Fontrodona, 2000).

    Esta mentalidad sinóptica (Fontrodona 2000,
    citando a Llano, 1988) es la que mejor entiende la complejidad
    del mundo contemporáneo. La complejidad no puede abarcarse
    simplemente por un mayor análisis. Desde la búsqueda
    cartesiana de ideas claras y distintas, el ideal de la ciencia
    moderna es el análisis. Y el análisis ha llevado a
    la especialización. La filosofía nos advierte de
    que, además del estudio de aspectos parciales de la
    realidad, existe una ciencia que
    contempla la realidad en su totalidad.

    El análisis desde perspectivas parciales es
    necesario para profundizar en el
    conocimiento de los aspectos de la realidad que merecen ser
    considerados, pero después hay que tener en cuenta las
    relaciones dinámicas que se crean entre ellos. Si
    sólo se analiza, se toman medidas parciales, no es posible
    hacerse cargo de los efectos secundarios que se siguen de la
    interrelación de los factores. El análisis es una
    visión táctica de la realidad; la síntesis
    es una visión estratégica.

    Una consecuencia práctica de la actitud
    globalizadora es la importancia de la virtud de la prudencia o
    sabiduría práctica. El hombre
    prudente sabe contextualizar sus acciones,
    mirar a su entorno con sagacidad, hacerse cargo de la complejidad
    y, sobre todo, descubrir el valor
    último de su acción. El hombre
    prudente no decide basándose exclusivamente en algoritmos
    (que serían propios de una visión analítica
    de la decisión), sino buscando lo mejor, considerando
    cómo la acción afecta al desarrollo
    humano, ampliando horizontes, generando alternativas,
    buscando sinergias, previendo riesgos,…

    Ya se ha visto a lo largo de toda la exposición
    cómo esta actitud de síntesis es necesaria en la
    dirección, porque el directivo necesita relacionar muchos
    saberes y muchos datos de la
    realidad. Se tiene hoy, además, el fenómeno de
    la
    globalización, que exige al directivo una mentalidad
    abierta para hacer negocios en
    sitios muy distintos, y una visión amplia al considerar
    todos los efectos de una acción.

    Actitud política: Lo propio
    del gobierno
    político, frente al gobierno
    despótico, es que respeta y favorece la identidad y
    autonomía de quienes son sujetos pasivos de ese gobierno.
    La filosofía como ciencia global está en un orden
    superior a las demás ciencias (Fontrodona, 2000). Es
    filosofía primera, mientras que las demás son
    filosofías segundas. Pero su gobierno es político:
    respeta la autonomía de las demás
    ciencias.

    La actitud política ayuda al directivo a saber
    respetar la autonomía de las personas que dependen de
    él. La actitud política busca el ejercicio
    más en la autoridad del
    directivo que en el poder que le otorga su posición
    formal. Mediante la actitud política -con una
    delegación en la capacidad de decisión que no
    implica abdicar de la responsabilidad– el directivo sabe combinar dos
    principios
    básicos en la estructuración de la sociedad: el
    principio de subsidiariedad -que apela a descender la capacidad
    de decisión al menor nivel posible- y el principio de
    solidaridad -que
    recuerda la necesidad de orientar nuestras acciones al
    bien común y no sólo a los intereses particulares
    (Fontrodona, 2000).

    Actitud crítica: Si la admiración es el
    punto de arranque de la filosofía, la actitud
    crítica es el motor que la
    mantiene en movimiento y
    evita que se estanque en posiciones dogmáticas. Como ha
    señalado MacIntyre (1977) citado por Fontrodona (2000), la
    teorías
    más peligrosas son las que se aceptan de un modo
    acrítico.

    La actitud crítica no puede convertirse en
    autónoma, sino que encuentra su sentido entre un sustrato
    común de inteligibilidad y una búsqueda esperanzada
    de la verdad. Cuando uno de esos dos aspectos desaparece, o
    porque se niega la existencia de una realidad más
    allá del sujeto, o porque se reduce la verdad a mera
    opinión, la crítica se convierte en una "crisis de
    sentido". La filosofía advierte que la actitud
    crítica no significa necesariamente una actitud
    escéptica, sino más bien la responsabilidad de emprender una búsqueda
    de la verdad, en la que no sólo la comunidad
    científica sea escuchada, sino también la misma
    realidad que provoca la investigación.

    El directivo debe estar dispuesto a criticar sus propios
    supuestos, y a fomentar esta misma actitud entre sus
    colaboradores. Una característica de un ejercicio de mando
    que fomente esta actitud es que mandar y obedecer son
    correlativos. Una empresa no
    funciona bien si unos sólo mandan y otros sólo
    obedecen, porque el que manda debe estar dispuesto a
    rectificar.

    En resumen, la formación humanista de los
    directivos de empresa supone una valiosa ayuda para un desempeño de su trabajo profesional que se
    corresponda a la verdadera naturaleza de la dirección. Las
    humanidades ayudan al directivo a observar atentamente la
    realidad, a tener un sentido crítico en sus juicios, a
    tener una mentalidad amplia y a combinar adecuadamente los
    distintos saberes. Con el desarrollo de
    esas capacidades el directivo está más preparado
    para enfrentarse a un mundo cada vez más complejo, en el
    que la empresa tiene un papel
    más y más destacado.

    Decía Aristóteles citado por Fontrodona
    (2000) que mandar a esclavos carece de interés. Pero, se
    añadiría, para mandar a seres libres es un
    requisito imprescindible ser "expertos en humanidad". En esta
    tarea todos -empresas y universidad;
    directivos, profesores y alumnos- deben sentirse
    implicados.

    Cuando Douglas Mc Gregor citado por Sotillo (2000),
    postuló sus teorías
    en "El lado humano de las organizaciones" (1960), lo hacía
    en un contexto en el que dominaban las tesis de
    Taylor, la
    planificación milimétrica, la
    producción en cadena, el positivismo,
    pero sobre todo lo que dominaba era un modelo social
    aún inmerso en la Sociedad Industrial, donde trabajador
    representaba producción y salario. Ahora no
    sólo han cambiado los presupuestos
    socioculturales, descartando los anticuados modelos
    positivistas e inclinándose hacia otros de raíces
    psicosociales, no, no sólo eso. Ahora ha cambiado
    realmente la sociedad, han cambiado las necesidades de los
    individuos que la conforman y que se reproducen en las estructuras
    organizativas de los distintos países.

    Si en el contexto anterior las organizaciones
    empresariales se bastaban con una estructura de
    comunicación descendente, basada en
    instrucciones; en el nuevo panorama empresarial se habla de
    nuevas necesidades, de comunicación ascendente, horizontal y
    descendente, pero no queda ahí la cosa. Ahora se
    está ante una realidad en la que el trabajador es
    "persona" que
    requiere, además de un salario, satisfacer unas
    necesidades de pertenencia, de reconocimiento, de desarrollo
    profesional y personal. Es
    frecuente acudir a debates en los que se habla de clientes externos
    (los que pagan) y de clientes internos (los profesionales)
    dándoles el mismo peso específico a ambos.
    También es frecuente en las empresas encontrarse organigramas
    más horizontales con nombres diferentes en lo que
    tradicionalmente ha sido el departamento de recursos
    humanos. Basta con mirar la información corporativa de distintas
    empresas de diferentes naturalezas para ver cómo confluyen
    en un punto común: sus departamentos de recursos humanos
    se denominan de "relaciones
    humanas", de "desarrollo", etc. Han entendido que las
    personas, más que un recurso, son la esencia, el eje
    central de la
    organización. Pues bien, esta podría ser una
    buena muestra del nuevo
    humanismo empresarial.

    Su aplicación a la empresa no está ya en
    función
    de una estrategia
    directiva exclusivamente. De ahí que el avance de este
    modelo y su integración en las empresas sea una
    expresión paralela a la globalización de mercados, al
    intercambio cultural entre distintos países y, sobre todo
    a un criterio de eficiencia. Dicha
    aplicación al ámbito organizativo está en
    función de ese entorno sindical, normativo, cultural,
    económico y, sobre todo, social.

    BIBLIOGRAFÍA

    FONTRODONA, Joan. El Humanismo en la Dirección de
    Empresas. www.economia.ufm.edu.gt.
    Guatemala.
    2000

    SILO. Diccionario
    del Nuevo Humanismo. Empresa Sociedad. www.mdnh.org.
    1996

    SOTILLO, Ricardo. El Nuevo Humanismo en las
    Empresas. www.capitalemocional.com.
    2000

     

    JULIANA CORREA AGUIRRE

    Teorías y sistemas
    psicológicos I

    Humanismo

    PONTIFICIA UNIVERSIDAD
    JAVERIANA

    FACULTAD HUMANIDADES Y C. SOCIALES

    CARRERA DE PSICOLOGÍA

    CALI – VALLE

    2003

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