La Iglesia de
Loreto
La iglesia de
Loreto tuvo cuatro etapas constructivas, desde la inicial y
antigua capilla que estuvo destinada como bautisterio de la
iglesia de San Pedro y San Pablo en 1680, hasta la actual de
1809-1816.
Sobre
la paternidad de esta iglesia surgieron discusiones desde que se
empezó a escribir sobre ella. Y no es para menos: su
soberbia cúpula, su contradictoria volumetría, su
barroquismo interior, han ejercido y ejercen un atractivo inmenso
para todo espectador y crítico de tal obra.
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Altar visto desde la nave central, iglesia de Loreto.
A
la cuarta etapa (1809-1816) corresponde la actual iglesia
neoclásica, totalmente nueva. Manuel Tolsá fue el
arquitecto que se encargó del proyecto
original; después Agustín Paz la reproyecta,
respetando la idea de su maestro, y posteriormente quizá
la construyó Ignacio Castera, como afirma Antonio de
Bassoco, quien encomendó la obra, y cuyas opiniones se
publicaron en el diario español
La Iberia el 30 de enero de 1873, hecho que ratifica
Justino Fernández.
Don
Federico Mariscal afirma que el autor es José
Agustín Paz, basándose en los datos de Orozco y
Berra y de don Antonio García Cubas, pues existe incluso
una medalla conmemorativa en la Academia de San Carlos con la
planta y el alzado de Loreto, y en cuyo reverso aparece el nombre
del arquitecto Paz como director de la obra, que se inaugura el
22 de agosto de 1816, con un costo de 300 000
pesos (Memorias de Hacienda, 1873-1874).
Creemos
que este asunto estuvo así: Antonio de Bassoco, regidor
del Ayuntamiento y hombre rico,
encarga a Tolsá un proyecto
—que existe y que he consultado varias veces, y del que
ofrecí en otra parte un croquis, con las dimensiones de
este proyecto y del que se construyó. Bassoco no
confía ni encarga a Tolsá la obra, pues a
éste se le había hundido la escalera de Minería.
Sea ésta la razón verdadera u otras, el hecho es
que la obra construida no obedece en su totalidad al proyecto
original, que contiene la enorme y bellísima cúpula
con que Manuel Tolsá quiere coronar su carrera de
arquitecto moderno, audaz y cuya concepción espacial
mejoraba de obra en obra: de Catedral a Minería y
de éste a Loreto, pasando por las varias residencias y
altares, pero en ninguna tuvo la oportunidad de iniciar una obra
de género
religioso.
Tengamos
en cuenta que había recibido encargos de obras de muy
diversos géneros —que en este libro
incluimos—, pero pocas oportunidades tan extraordinarias
como ésta, pues el género
religioso en arquitectura
permite ese derroche de espacios que es imposible en
otros.
Tolsá
proyecta una enorme cúpula de casi 30 metros de
diámetro, que podría rivalizar con las obras
francesas de Percier y Fontaine, con el Panteón de
Soufflot; creemos con certeza que nuestro biografiado no ignoraba
tales obras. Aún más, Tolsá ofrece poner de
su bolsa una muy considerable cantidad y el resto a costas de
Bassoco, con tal que se la deje proyectar y construir de acuerdo
con su idea original. Bassoco no aceptó.
José
Agustín Paz era discípulo predilecto de Manuel
Tolsá. Lo propone como profesor primero y, seguramente, le
ayudó en el proyecto final que el mismo Paz realiza y que
construyera Ignacio Castera, que era un experimentado y
completísimo arquitecto e ingeniero.
José
Agustín Paz queda como director, o supervisor
diríamos hoy, de la obra de Loreto, como han comprobado
García Cubas y el arquitecto don Federico Mariscal, quien
escribe ("Arquitectos célebres de nuestra
República", artículo periodístico de marzo
de 1929) en el diario Excélsior.
La
obra proyectada y la obra construida
La
iglesia proyectada era toda cúpula. Centro de la
composición, ésta se expande en 30 metros de
diámetro y obliga a disponer grandes muros y contrafuertes
poderosos, que Tolsá aprovecha al exterior para continuar
horizontalmente con el entablamento del pórtico. Pero sus
remates son meras torrecillas, que permitían apreciar ese
tema espacial que es la cúpula proyectada, con gajos, y
quizá ornamentada como la Catedral.
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Cúpulas principal y secundaria de la iglesia de
Loreto.
Lo
importante es señalar que todos sus espacios y
volumetría exterior se atienen a la cúpula: el
pórtico con columnas enmarcaba los tres arcos de medio
punto, simétricos; remataba el pórtico de entrada
un frontón cuya base continuaba los lunetos
elípticos que sobre el tambor o arranque de la
cúpula iluminarían toda la iglesia. Es pues un
proyecto que centraliza todo bajo la cúpula y a ella se
subordinan apoyos, remates y esculturas.
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Cúpula de la iglesia de Loreto,ciudad de México.
Esta
coherencia proyectiva se pierde en la obra realizada. No se
entendió o se quiso cambiar deliberadamente la idea de
conjunto de Tolsá. La actual fachada esconde la
cúpula y es pobre en todos sentidos: una
desproporción entre portada y torres que se tienen que
enanizar para poder apreciar
la cúpula, cuyas dimensiones se redujeron respecto del
proyecto de Tolsá. Agustín Paz la construye de 19
metros de diámetro y 36.90 metros de altura, que no es
nada fácil realizar. Quizá Castera, con su larga
experiencia, ayudó a resolver este problema. La
cúpula construida es también muy bella. Sobre un
tambor alto, clareado, se desplanta la cúpula, rimando
perfectamente los contrafuertes invertidos y los resaltes de las
ventanas. Es estupenda, como sin lugar a dudas lo hubiera sido la
proyectada por Tolsá. El interior construido es asombroso:
amplio, incluyente, es un novedad en las iglesias
mexicanas.
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Nave y transepto de la iglesia de Loreto.
Concluimos, pues, afirmando que Tolsá
evidentemente fue el creador original de la idea espacial de
Loreto, sin que esto demerite a Paz y a Castera, en la medida en
que la cúpula construida tiene también originalidad
—de las pocas de tambor que hay en la ciudad—, pero
resulta desafortunada en su escaso espacio interno de una nave,
para los fieles, que se quiebra, que
se abre en el crucero y no es ni una iglesia de nave tradicional,
ni tampoco circular, como era lo obligado.
Me
he detenido en la iglesia de Loreto porque su misma
contradicción es casi típica en la arquitectura,
aunque aquí magnificada por la contradictoria lucha entre
sus espacios internos y externos que reflejan las ideas de tres
arquitectos: Tolsá, Paz y un gran constructor, Castera.
Toda ella representa la bonanza final del siglo colonial, en que
la arquitectura del género religioso es reflejo de los
tiempos. Merece, ahora, su revaloración y
restauración urgente en la cimentación e
interiores.
Julio César Pérez
Guzmán